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Si Decido Quedarme

Mia tiene diecisiete años, un hermano pequeño de ocho, un padre músico y el don de tocar el chelo como los ángeles. Muy pronto se examinará para entrar en la prestigiosa escuela Julliard, en Nueva York, y, si la admiten, deberá dejarlo todo: su ciudad, su familia, su novio y sus amigas. Aunque el chelo es su pasión, la decisión la inquieta desde hace semanas. Una mañana de febrero, la ciudad se levanta con un manto de nieve y las escuelas cierran. La joven y su familia aprovechan el asueto inesperado para salir de excursión en coche. Es un día perfecto, están relajados, escuchando música y charlando. Pero en un instante todo cambia. Un terrible accidente deja a Mía malherida en la cama de un hospital. Mientras su cuerpo se debate entre la vida y la muerte, la joven ha de elegir si desea seguir adelante. Y esa decisión es lo único que importa.

Mia tiene diecisiete años, un hermano pequeño de ocho, un padre músico y el don de tocar el chelo como los ángeles. Muy pronto se examinará para entrar en la prestigiosa escuela Julliard, en Nueva York, y, si la admiten, deberá dejarlo todo: su ciudad, su familia, su novio y sus amigas. Aunque el chelo es su pasión, la decisión la inquieta desde hace semanas. Una mañana de febrero, la ciudad se levanta con un manto de nieve y las escuelas cierran. La joven y su familia aprovechan el asueto inesperado para salir de excursión en coche. Es un día perfecto, están relajados, escuchando música y charlando. Pero en un instante todo cambia. Un terrible accidente deja a Mía malherida en la cama de un hospital. Mientras su cuerpo se debate entre la vida y la muerte, la joven ha de elegir si desea seguir adelante. Y esa decisión es lo único que importa.

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que tienen novio en el instituto. Al principio traté de ocultarlo. Cuando volví a casa del concierto de<br />

Yo-Yo Ma, a Kim sólo le di explicaciones vagas. No mencioné el beso. Y lo justifiqué diciéndome que<br />

no valía la pena armar revuelo por un solo beso. Un beso no hace una relación. Había besado a otros<br />

chicos y, por lo general, al día siguiente todo se había evaporado como una gota de rocío al sol.<br />

Pero yo sabía que con Adam sí había motivos para armar revuelo. Lo sabía por el calor que<br />

recorrió mi cuerpo aquella noche, cuando me dejó en casa después del concierto y me besó una vez<br />

más en la puerta. Lo sabía porque me quedé despierta hasta el amanecer abrazada a la almohada.<br />

Porque no pude comer al día siguiente, ni borrarme la sonrisa de la cara. Comprendí que ese beso era<br />

una puerta que había cruzado, y también que Kim se había quedado al otro lado.<br />

Al cabo de una semana y unos cuantos besos más a escondidas, decidí contárselo. Fuimos a<br />

tomar un café después de clase. Era mayo, pero diluviaba como si fuera noviembre. Me sentía algo<br />

sofocada por lo que me esperaba.<br />

—Yo invito. ¿Quieres una de esas bebidas tuyas tan complicadas? —pregunté. Ésa era otra de las<br />

categorías que habíamos establecido: la de la gente que bebía simples cafés y la gente que tomaba<br />

bebidas de diseño con cafeína, como el latte que tanto gustaba a Kim.<br />

—Creo que probaré el chai latte con canela —respondió, lanzándome una severa mirada de nopienso-avergonzarme-de-mis-preferencias.<br />

Pedí las bebidas y una porción de tarta de moras con dos tenedores. Me senté frente a Kim y<br />

pasé el tenedor por el borde festoneado de la tarta hojaldrada.<br />

—Tengo que contarte una cosa —empecé.<br />

—¿Vas a decirme que tienes novio? —Por su tono, se notaba que le hacía gracia todo aquello,<br />

pero aunque yo mantenía la vista baja, intuí que había puesto los ojos en blanco.<br />

—¿Y tú cómo lo sabes? —pregunté, mirándola a la cara.<br />

Volvió a poner los ojos en blanco.<br />

—Madre mía, lo sabe todo el mundo. Es un chisme sólo superado por el embarazo de Melanie<br />

Farrow y su abandono de los estudios. Es como si de repente un candidato presidencial demócrata se<br />

casara con uno republicano.<br />

—¿Quién ha dicho nada de casarse?<br />

—Era sólo una metáfora. Bueno, el caso es que lo sé. Lo supe incluso antes que tú.<br />

—Venga ya.<br />

—Bueno. ¿Un tipo como Adam yendo a un concierto de Yo-Yo Ma? Lo que quería era llevarte al<br />

huerto.<br />

—No es así —repliqué, aunque por supuesto era verdad.<br />

—Lo que no entiendo es por qué no me lo has contado antes —añadió en voz baja.<br />

Tuve ganas de soltarle el rollo de que un beso no equivale a una relación y que no quería exagerar<br />

las cosas, pero me contuve.<br />

—Tenía miedo de que te enfadaras conmigo —admití.<br />

—No estoy enfadada. Pero lo estaré si vuelves a mentirme.<br />

—Vale.<br />

—O si acabas convirtiéndote en una de esas tontas que revolotean constantemente alrededor del<br />

novio y hablan en plural. «Nos encanta el invierno. La influencia de la Velvet Underground nos<br />

parece del todo fundamental».

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