InvestigaciOn Y Ciencia NUmero 473 - Febrero 2016
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EL GRAN ACUERDO<br />
Nuestra historia comienza en 1917. Aquel año, un ambicioso<br />
astrónomo llamado George Ellery Hale presentó algo completamente<br />
nuevo para la ciencia: un telescopio óptico de 2,5 metros<br />
(100 pulgadas) de diámetro.<br />
El tamaño resulta fundamental en un telescopio. Cuanto<br />
mayor sea el espejo del instrumento, más lejos podrá observar.<br />
Instalado en el Monte Wilson, en lo que por entonces aún era<br />
un oscuro condado de Los Ángeles, el nuevo aparato eclipsó a<br />
todos los de la época. Su tamaño revolucionario propició con<br />
rapidez resultados revolucionarios. Gracias a él, Edwin Hubble<br />
descubrió que nuestra galaxia era solo una entre muchas y obtuvo<br />
pruebas de la expansión del universo. Pero Hale no quedó<br />
satisfecho. Quería un telescopio de 5 metros.<br />
La entonces denominada Institución Carnegie de Washington,<br />
una organización sin ánimo de lucro fundada por el magnate<br />
del acero Andrew Carnegie, había construido y manejado<br />
el telescopio de 2,5 metros. Pero Carnegie no estaba dispuesto a<br />
invertir más millones en un nuevo instrumento, por lo que Hale<br />
acudió astutamente a la organización de un rival: el petrolero<br />
John D. Rockefeller. En 1928, Rockefeller en persona aprobó el<br />
telescopio de 5 metros de Hale, al que contribuyó con 6 millones<br />
de dólares; por entonces, la mayor suma jamás donada a un<br />
proyecto científico.<br />
Sin embargo, había un problema: los astrónomos en la Institución<br />
Carnegie eran los únicos del mundo con la experiencia<br />
necesaria para construir el nuevo telescopio, pero Rockefeller<br />
no estaba dispuesto a subvencionar a la fundación de su viejo<br />
rival. «Algo así no iba a suceder nunca», afirma el historiador<br />
Ronald Florence, autor de The perfect machine, un libro sobre el<br />
telescopio de 5 metros. «Ello generó las circunstancias perfectas<br />
para que surgiesen los problemas.»<br />
Hale propuso una solución. Rockefeller donaría el dinero del<br />
telescopio como regalo para Caltech, que acababa de fundarse<br />
en Pasadena, a solo tres kilómetros del observatorio de Carnegie.<br />
Caltech era aún tan reciente que no tenía en su plantilla ni un<br />
solo astrónomo, por no hablar de un departamento de astrofísica.<br />
A pesar de ello, la Fundación Rockefeller financió la construcción<br />
en Caltech del nuevo telescopio de Hale y del Observatorio Palomar,<br />
en el condado de San Diego, que lo acogería. Hale creyó<br />
que los responsables de Carnegie no podrían resistirse a trabajar<br />
con un instrumento tan magnífico, por lo que se avendrían a<br />
diseñarlo y construirlo.<br />
Pero no ocurrió así. Según Florence, la propuesta enfureció<br />
a John Merriam, presidente de Carnegie, quien lo consideró un<br />
engaño imperdonable. Trabajó para echar por tierra el proyecto,<br />
prohibió a sus científicos que colaborasen en él y presionó a la<br />
Fundación Rockefeller para que se marchase. Desesperado, Hale<br />
acudió al diplomático Elihu Root, viejo amigo de Rockefeller y<br />
Carnegie. Root persuadió a Merriam, que finalmente aceptó.<br />
Pero las desavenencias no habían hecho más que empezar.<br />
Aún molesto, Merriam intentó durante años arrebatar el control<br />
Katie Worthes periodista de Frontline, una<br />
producción televisiva de la cadena WGBH<br />
de Boston. Su trabajo se centra en ciencia,<br />
política y la intersección entre ambas.<br />
a Caltech, explica Florence, hasta que la desconfianza institucional<br />
se hizo mutua y profunda. Tras la jubilación de Merriam, las<br />
organizaciones pactaron por fin una frágil tregua. La Fundación<br />
Rockefeller propuso un acuerdo: Caltech sería el propietario del<br />
telescopio cuando viese su primera luz en 1949, pero Carnegie<br />
lo haría funcionar.<br />
La frágil relación entre ambas instituciones acabó salpicando<br />
los asuntos científicos, sobre todo tras el descubrimiento a<br />
principios de los años sesenta de los «objetos cuasi estelares»<br />
(cuásares) por parte del astrónomo neerlandés-estadounidense<br />
Maarten Schmidt. Aunque en un principio parecían estrellas<br />
tenues, trabajos posteriores demostraron que radiaban con una<br />
luminosidad casi inconcebible desde los confines del universo.<br />
Convertidos en los objetos astronómicos más atractivos del momento,<br />
los investigadores de Caltech y Carnegie pugnaban por<br />
el tiempo de observación para poder estudiarlos con el mayor<br />
telescopio del mundo, recurriendo en ocasiones a «una mezquindad<br />
propia de adolescentes», apunta Florence.<br />
En 1979, tras medio siglo de tensiones, Caltech intentó poner<br />
fin a la tensa custodia compartida del Observatorio Palomar. La<br />
separación no fue bien y se convirtió en algo profundamente<br />
personal. El difunto Allan Sandage, legendario astrónomo de<br />
Carnegie que había hecho buena parte de su carrera en Palomar,<br />
se negó a pisar de nuevo el observatorio. «Fue la clase de<br />
EN SÍNTESIS<br />
La comunidadde astronomía óptica lleva años<br />
diseñando la construcción de tres gigantescos<br />
observatorios terrestres: el Telescopio de Treinta<br />
Metros (TMT), el Telescopio Gigante Magallanes<br />
(GMT) y el Telescopio Europeo Extremadamente<br />
Grande (E-elT).<br />
Se prevéque los tres comiencen a funcionar en<br />
la década de 2020. Cada uno contará con un espejo<br />
primario de unos 30 metros de diámetro, un<br />
tamaño sin precedentes que permitirá estudiar el<br />
cosmos con una resolución y claridad jamás alcanzada<br />
hasta ahora.<br />
A pesar de ello,los tres proyectos siguen buscando<br />
financiación. Ello ha suscitado la pregunta<br />
de por qué la comunidad insiste en construir tres<br />
instrumentos tan similares. La respuesta reside en<br />
una vieja rivalidad que se remonta a principios<br />
del siglo xx.<br />
CORTESÍA DE L. CalÇADA, ESO<br />
36 INVESTIGACIÓN Y CIENCIA, febrero <strong>2016</strong>