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InvestigaciOn Y Ciencia NUmero 473 - Febrero 2016

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Todas las familias pueden contar historias similares a esa,<br />

con extraños giros del destino en un pasado distante sin los<br />

cuales el presente sería muy diferente. La evolución funciona<br />

también de esta manera. La historia de la vida es un relato<br />

lleno de contingencias y se halla sujeta a cambios en cualquier<br />

momento. De hecho, eso es precisamente lo que ocurrió hace<br />

66 millones de años, al final del período Cretácico. Durante<br />

150 millones de años los dinosaurios habían dominado el planeta,<br />

llegando a adquirir tamaños colosales y a prosperar en<br />

casi todos los ecosistemas terrestres imaginables. Pero entonces<br />

algo cambió y Tyrannosaurus, Triceratops y sus semejantes<br />

desaparecieron.<br />

La extinción de los dinosaurios, uno de los mayores enigmas<br />

científicos, consiguió que de adolescente me apasionase<br />

por la ciencia. Durante la última década he recuperado fósiles<br />

de dinosaurios en numerosas partes del mundo y no he dejado<br />

de plantearme la siguiente pregunta: ¿cómo es posible que<br />

desapareciesen unas criaturas tan poderosas? Una teoría muy<br />

extendida, propuesta en los años ochenta del siglo xx, atribuye la<br />

culpa a un asteroide. Pero algunos escépticos se han preguntado<br />

si otros factores habrían contribuido a la extinción. A medida<br />

que descubrimos nuevos dinosaurios y ganamos conocimiento<br />

sobre la evolución de este grupo, cada vez nos hallamos más<br />

cerca de una respuesta definitiva.<br />

Hace poco organicé una gran reunión internacional de paleontólogos<br />

para analizar lo que hoy sabemos sobre la causa de<br />

la extinción de los dinosaurios. Utilizamos toda la información<br />

actualizada sobre la diversidad de estos reptiles para verificar<br />

las tendencias evolutivas a través del tiempo; revisamos las<br />

dataciones más recientes del momento de la extinción y examinamos<br />

con una perspectiva amplia los cambios ambientales que<br />

se produjeron en la época en que los dinosaurios perecieron.<br />

Para nuestra sorpresa, el equipo, compuesto por una docena<br />

de expertos en dinosaurios con diversas opiniones y propensos<br />

al debate, llegó a un acuerdo: tal y como sostiene la teoría más<br />

conocida, la extinción fue brusca y estuvo causada principalmente<br />

por la caída de un asteroide. Sin embargo, tal visión<br />

era incompleta. El impacto del asteroide coincidió, además,<br />

con un momento poco propicio para los dinosaurios, cuando<br />

sus ecosistemas se hallaban en una situación muy vulnerable<br />

debido a los cambios ambientales que se habían producido<br />

con anterioridad. Ello confiere un giro nuevo e inesperado a la<br />

noción anterior, lo cual tiene una gran relevancia para el mundo<br />

moderno y para nuestra propia historia evolutiva.<br />

Un misterio duradero<br />

Como la mayoría de los adolescentes, cuando estudiaba en la<br />

escuela secundaria cometí alguna imprudencia. Quizá lo más<br />

descarado que hice fue coger el teléfono un día de primavera de<br />

1999, cuando contaba quince años, y llamar a Walter Álvarez,<br />

geólogo de la Universidad de California en Berkeley. Era un<br />

miembro eminente de la Academia Nacional de <strong>Ciencia</strong>s y<br />

hacía casi veinte años había propuesto la idea de que el impacto<br />

de un gran asteroide había eliminado los dinosaurios.<br />

Su hipótesis surgió a partir de una curiosa observación. El<br />

registro geológico conserva una banda delgada de arcilla que<br />

marca el límite entre los sedimentos que contienen fósiles de<br />

dinosaurios del período Cretácico (hace entre 66 millones y<br />

145 millones de años) y los sedimentos del Paleógeno (hace<br />

entre 23 millones y 66 millones de años), que carecen de tales<br />

fósiles. Álvarez descubrió que ese estrato de arcilla contenía<br />

altas concentraciones de iridio, un elemento infrecuente en la<br />

Stephen Brusatte es paleontólogo de la Universidad<br />

de Edimburgo. Sus investigaciones se centran en la<br />

evolución y la anatomía de los dinosaurios. En su último<br />

artículo en Investigación y <strong>Ciencia</strong> analizaba la evolución<br />

de los tiranosaurios.<br />

Tierra pero abundante en cuerpos extraterrestres como cometas<br />

y asteroides. Fue el primero que detectó esta anomalía en<br />

una garganta rocosa cerca de la ciudad de Gubbio, en la región<br />

italiana de Umbría. Casualmente, mi familia estaba preparando<br />

un viaje a Italia para celebrar el vigésimo aniversario de<br />

la boda de mis padres. Los obligué a interrumpir las visitas a<br />

los museos de arte y basílicas para ir un día a Gubbio y ver el<br />

fenómeno geológico que había dado lugar a la famosa hipótesis<br />

del asteroide de Álvarez. Pero necesitaba indicaciones, así que<br />

decidí acudir directamente a la fuente.<br />

Álvarez no solo respondió a mi llamada, sino que también me<br />

dio instrucciones detalladas para llegar al lugar exacto en la quebrada<br />

donde él había descubierto las altas concentraciones de<br />

iridio. No esperaba que un eminente científico fuese tan amable<br />

y tan generoso con su tiempo. Su teoría del asteroide fue publicada<br />

en Science en 1980, junto con su padre Luis, ganador del<br />

premio Nobel de física, y dos colegas de Berkeley, y esta desató<br />

una década de intenso debate. Los dinosaurios y las extinciones<br />

masivas aparecían constantemente en las noticias. La idea del<br />

impacto se recogió en innumerables libros y documentales de<br />

televisión; y en cientos de artículos científicos se discutía sobre<br />

la causa de la muerte de los dinosaurios. Paleontólogos, geólogos,<br />

químicos, ecólogos y astrónomos participaban en el problema<br />

científico más candente del momento.<br />

A finales de los años ochenta resultaba innegable que 66 millones<br />

de años atrás un asteroide o cometa se había estrellado<br />

contra nuestro planeta. En otros lugares de la Tierra se había<br />

identificado la misma capa de iridio. Junto a este elemento se<br />

descubrieron también algunas rarezas geológicas asociadas a<br />

los impactos extraterrestres, como pequeños fragmentos vítreos<br />

llamados tectitas y granos de cuarzo deformados por una fuerte<br />

colisión. Además, los geólogos localizaron un cráter de 180 kilómetros<br />

de diámetro que data del momento exacto en que se<br />

extinguieron los dinosaurios: el cráter de Chicxulub, en México.<br />

Algo inesperado y enorme, de unos diez kilómetros de diámetro,<br />

había llegado desde el espacio y había provocado un cataclismo<br />

de erupciones volcánicas, incendios forestales y tsunamis; la<br />

lluvia ácida y el polvo impedían la llegada de la luz del sol, y<br />

todo ello condenó a los dinosaurios.<br />

No obstante, aún se disponía de muy poca información sobre<br />

cómo esos animales habían evolucionado durante el período<br />

previo al impacto y el modo en que ellos y sus ecosistemas<br />

respondieron a ese desastre ambiental extraordinario. De ahí<br />

que se siguiera debatiendo si el asteroide había eliminado a los<br />

dinosaurios de forma repentina, cuando gozaban de un momento<br />

de plenitud, o bien si este propinó el golpe final a un<br />

grupo moribundo que estaba perdiendo terreno y que se habría<br />

extinguido igualmente. Después de todo, el asteroide no impactó<br />

sobre un planeta estático, sino sobre uno que experimentaba<br />

42 INVESTIGACIÓN Y CIENCIA, febrero <strong>2016</strong>

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