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HÉCTOR ZAPPALA, FABRICANTE DE TACOS DE POLO<br />

El ELEGIDO<br />

por los MEJORES<br />

Por Lucas Argüelles<br />

Fotografías: Lucas Argüelles<br />

Comenzó hace 35 años e hizo de su oficio un estilo de vida y una fuente<br />

de trabajo. Hoy es el referente de máxima calidad en el mundo del polo<br />

y abastece con sus creaciones a los más destacados jugadores argentinos.<br />

Conozca a Héctor Zappala, uno de los hombres clave en el éxito<br />

de Adolfo Cambiaso y de los Pieres.


El ELEGIDO<br />

por los MEJORES<br />

En el ambiente del polo argentino, hay algunas zonas<br />

que son consideradas epicentros de la actividad.<br />

General Rodríguez es uno de ellos y, además, es la<br />

cuna de uno de los dos clubes más importantes de<br />

la actualidad: La Ellerstina, de los Pieres. A pocos<br />

kilómetros de allí, sobre la ruta 28, rodeado de fábricas de distintos<br />

rubros, se encuentra uno de los talleres de Casa Zappala; el<br />

otro se encuentra en la zona de Hurlingham, y hay una tercera<br />

sede –un showroom– emplazada cerca de allí, en el sector comercial<br />

de Pueblo Polo. Todos ellos son supervisados por Héctor Zappala,<br />

fundador de Casa Zappala; por su hijo Jonatan, mano derecha de<br />

Héctor y también responsable del proceso de producción, y por<br />

sus hijas Daiana y Julieta, quienes se abocan principalmente a las<br />

cuestiones de administración y de marketing. Ellos son parte de<br />

un grupo de doce personas que conforman el staff permanente de<br />

Casa Zappala.<br />

Ingresamos a la fábrica y lo vemos a Héctor hablando con su hijo<br />

y con unos jóvenes clientes, siempre mate de por medio. Se escuchan<br />

ruidos de todo tipo, como es de esperar en una talabartería<br />

de esta clase, que se encuentra en plena producción: martillazos,<br />

movimientos de lijas, música, conversaciones. Más allá del ritmo<br />

no frenético, pero sí constante, de la fábrica, es una época tranquila;<br />

nada que ver con lo que se vive en la temporada alta local,


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durante los meses de octubre, noviembre y diciembre, cuando el<br />

trabajo se vuelve mucho más intenso, “muy áspero”, tanto dentro<br />

de la fábrica como en todo el ambiente del polo.<br />

Héctor transmite una actitud calma, de tranquilidad y de simpleza,<br />

lo cual se traduce en su forma de hablar. Su historia comenzó hace<br />

35 años, cuando decidió fabricar bochas de polo para una talabartería<br />

porteña. Allí fue “reclutado” por el dueño de la Casa Vanucci,<br />

con quien aprendió el oficio de armar tacos. Y así fue como se siguió<br />

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perfeccionando hasta dominar la técnica por completo y convertirse<br />

en el principal y más importante fabricante de tacos de polo de<br />

la Argentina y, consecuentemente, del mundo.<br />

Es modesto. No le gusta nombrar a sus clientes, pero admite que<br />

durante los últimos diez años casi el 100 % de los jugadores que<br />

disputaron las finales de los Abiertos empuñaron sus tacos. Entre<br />

los usuarios, se encuentran nada menos que Adolfito Cambiaso,<br />

todos los Pieres, David Stirling y muchos más. Héctor ya no los clasifica<br />

como clientes, sino como amigos, con quienes mantiene una<br />

relación de muchos años.<br />

Cuenta que va muy poco a los Abiertos; de hecho, el año pasado<br />

no fue a ningún partido, a pesar de haber recibido varias invitaciones.<br />

Es que encuentra más placer en otras situaciones, tal vez<br />

en alguna práctica, donde puede estar en las caballerizas, tomar<br />

algún mate y hasta compartir un asado. Eso le divierte más que ir a<br />

Palermo, aunque admite que la presencia en esos eventos es importante,<br />

especialmente por cuestiones de negocios.<br />

Los pedidos de tacos le llegan de múltiples lugares y de todo tipo<br />

de polistas. “Es increíble cómo ha cambiado todo; antes nos poníamos<br />

contentos cuando alguien venía y nos pedía 15 tacos. Siempre los pedidos<br />

oscilaban entre 6 y 8; eran 15 cuando los jugadores tenían que viajar.<br />

Hoy, el polista que va al exterior no baja de pedir 40 tacos, que apenas si le<br />

resultan suficientes para cada viaje. Sin embargo, es muy distinto el profesional<br />

de alto hándicap del resto de los jugadores. Ellos compran entre


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200 y 250 tacos por año, mientras que uno de mediano hándicap adquiere<br />

alrededor de 70. Pero ahora hay más gente joven, incluso chicos, que juegan<br />

al polo, por lo que se fabrican productos especiales para ellos. Todo<br />

esto genera más demanda. De todos modos, no producimos tacos standard,<br />

sino que trabajamos únicamente por pedido. Apenas me puede quedar un<br />

20 % en stock”, resume Héctor.<br />

Según Zappala, el polo ha cambiado mucho en este último tiempo,<br />

incluso en el tipo de caña que se usaba. “Antes se utilizaba una<br />

caña más dura, más pesada, mientras que actualmente se utiliza un tipo<br />

de caña más vistosa, más agradable y liviana, aunque menos durable,<br />

dada la velocidad propia del juego. Hoy el polo es más rápido y está muy<br />

profesionalizado. Además, mucha gente lo practica. En el alto nivel,<br />

un taco difícilmente dure más de un partido, ya que las cañas son más<br />

frágiles. En una trabada entre dos tacos, una caña estalla o un cigarro<br />

se vuela, con seguridad”. Sin embargo, para aquellos que juegan al<br />

polo por diversión, es más recomendable una caña más resistente,<br />

de mayor durabilidad, que se va aflojando con el uso.<br />

Si bien la gran mayoría de su producción está destinada a los<br />

jugadores locales, Héctor también recibe pedidos del exterior, de lo<br />

cual se encargan principalmente sus hijas. “Se pueden mandar cuatro,<br />

diez, quince o cincuenta tacos. Siempre hay una caja lista para salir. Pero<br />

la mayor parte es para acá. Mi hijo siempre me dice que hay que hacer algo<br />

afuera, pero yo ya no estoy para eso. Entonces, le respondo que estoy para<br />

ayudarlo, pero no para ir. Estoy bien organizado acá”, asegura.


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¿Pero cómo es el proceso de armado de un taco de polo?<br />

Sorprendentemente, todo se inicia muy lejos. Héctor nos lo relata:<br />

“Comencé a viajar hace 25 años en búsqueda de las cañas para armar<br />

los tacos. Empecé yendo a Singapur y luego a Malasia; en la actualidad,<br />

vamos a Indonesia. Viajamos entre dos y cuatro veces por año; para hacerlo,<br />

mi hijo y yo nos vamos alternando. Cuando llegamos, nos esperan con<br />

el material acopiado y lo seleccionamos. Creo que ahí está el secreto de<br />

todo esto: en la elección de la caña en origen. Se selecciona una por una,<br />

y nos traemos entre 1500 y 2000 por viaje. A la hora de elegirlas, se tiene<br />

en cuenta el tipo de caña y su rigidez; también es importante que esté<br />

sana, sin bichos o marcas. Al flexionarse en su totalidad, el más pequeño<br />

defecto puede hacer que la caña estalle. Ya en la fábrica, se define el lugar<br />

por donde se la va a cortar –la caña tiene aproximadamente dos metros<br />

de largo–, se la endereza con calor, va al horno un rato y queda lista para<br />

terminar según los pedidos que se tengan. Luego de separar las cañas, se<br />

confirma la medida, se trabaja la empuñadura y el encastre del cigarro (el<br />

extremo del taco con el que se impacta la bocha), que se hacen con madera<br />

de tipa. No es mucho el tiempo que lleva trabajar con los tacos, apenas<br />

un par de horas por cada uno. Con lo que se tarda más es con el secado,<br />

lo cual se puede ver afectado por el clima húmedo. Es por eso que estoy<br />

viendo la posibilidad de adquirir una cámara de secado para acelerar los<br />

tiempos. El proceso es en un 95 % aplicado en forma manual.”<br />

Una vez seco y terminado el taco, sigue uno de los procesos más<br />

interesantes: la personalización. Es en esta parte del proceso donde


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entran las variantes combinables de peso, ancho de la empuñadura<br />

y longitud. Cada taco es personal y se amolda a la forma de juego<br />

de cada polista, a su nivel, a su contextura física y a su gusto particular.<br />

No es lo mismo un jugador profesional que uno de fin de<br />

semana. Es aquí donde se presta especial atención a la demanda de<br />

los clientes para poder entregarles el taco que exactamente pretenden<br />

en lo que respecta a la forma, el tamaño y el color. “Pintamos<br />

especialmente las puntas de los cigarros. Muchos eligen colores similares<br />

a los de la camiseta con la que juegan en los partidos, o al de la cabaña.<br />

En la actualidad, hay una gran cantidad de chicos que juegan y los colores<br />

han variado mucho; incluso, me piden algunos de colores fluorescentes,<br />

lilas o violetas. ¡Antes era difícil que salieran del negro o del blanco!”,<br />

comenta sorprendido.<br />

De todas maneras, hay un toque personal del fabricante, una<br />

marca registrada. Los tacos llevan un cobertor en una parte de la<br />

caña, apenas arriba del cigarro, y es ahí donde Héctor ha puesto su<br />

sello de color verde claro, el tradicional de Casa Zappala, porque<br />

según él “es el único que se ve desde la tribuna”. A los más tradicionales,<br />

en su momento, no les gustó, ya que no querían salir del<br />

blanco, y eso a Héctor le costó algunas ventas. Ahora, la gama de<br />

colores se ha vuelto de lo más variada. “¡En cualquier momento van<br />

a aparecer pintados los caballos!”, pronuncia entre risas.<br />

Al ver a la familia Zappala en el taller, uno puede comprobar<br />

rápidamente que en ese lugar está siendo fabricando algo de cali-


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dad superior por gente que realmente ama su trabajo. Algo único.<br />

Como le gusta decir a Héctor: “Los tacos pueden ser parecidos, pero<br />

no existen dos iguales. Puedo hacer un millón de tacos y no saldrán dos<br />

iguales”. Es en su hablar cansino que se encuentra a una persona<br />

que disfruta en un silencioso regocijo de todo lo que ha logrado<br />

con su empresa y de cómo consiguió acoplar a su familia en ella,<br />

asegurándose continuidad. “Tengo la suerte de trabajar en algo que<br />

me gusta y en lo cual, a pesar del tiempo, seguimos poniendo las mismas<br />

ganas que al comienzo. La diferencia es que hoy cuento con más experiencia<br />

y soy ayudado por mis hijos, quienes hacen que todo funcione y<br />

que nos vayamos actualizando. La gente joven empuja más”, comenta<br />

sonriendo. Taco en mano, Héctor le pide un mate a Jonatan y<br />

sigue trabajando, entre martillazos y ruidos de lijadas. Como lo<br />

hizo siempre.

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