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TEATRO COLÓN<br />

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Detrás de<br />

LA ESCENA<br />

Por Pablo Bassi<br />

Fotografías: Gentileza del Departamento de Documentación<br />

del Teatro Colón. Colombarolli/Parpagnoli<br />

El teatro más grande de América del Sur es uno de los pocos en el mundo que<br />

produce todo lo que puede verse en escena. Alrededor de 400 talleristas trabajan<br />

a diario para lograrlo, desde zapateros y sastres, pasando por escultores y<br />

herreros, hasta camarógrafos e ingenieros electrónicos. Los experimentados<br />

maestros artesanos son los encargados de formar a los más jóvenes.


Detrás de<br />

LA ESCENA<br />

Ferraro es un referente, un maestro que nos ha enseñado no solo<br />

la técnica sastre, sino también el amor por el teatro”, dice el<br />

joven Marcos en uno de los subsuelos del teatro Colón.<br />

Allí todos aprenden de los más grandes el oficio. El<br />

Colón es, en este sentido, un verdadero teatro-escuela<br />

que nació con talleristas inmigrantes y donde hasta hace poco se<br />

escuchaban varios dialectos.<br />

“Veinte años atrás, todos los maestros eran italianos. Si bien ya se jubilaron,<br />

hemos decidido contratarlos nuevamente para que formen a los más jóvenes”,<br />

cuenta María Cremonte, directora escenotécnica. Ferraro, con 72 años,<br />

justamente fue uno de ellos.<br />

Cremonte es la jefa técnica de todo lo que se ve en escena. Coordina<br />

a trabajadores especializados en 18 disciplinas, cuyos maestros cuentan<br />

al menos con 20 años de experiencia. “Acá se aprende haciendo sí o<br />

sí, porque tenemos funciones todos los días”, explica.<br />

Alrededor de 400 trabajadores distribuyen sus tareas en tres turnos<br />

rotativos de 8 a 24 h. La rotación se explica porque todos producen de<br />

día y asimismo atienden al coro o a los figurantes durante la noche.<br />

Los utileros, por ejemplo, fabrican muebles durante la mañana y unas<br />

horas más tarde realizan los movimientos de escena en la función.<br />

Incluso el teatro contrata, a veces, a una decena de talleristas externos<br />

para abastecer la demanda de trabajo.<br />

“Nuestros sastres, peluqueros, maquilladores y zapateros tienen alto nivel.<br />

Muchos hablan varios idiomas. Imaginate que tratan con grandes artistas,


Detrás de<br />

LA ESCENA<br />

como Plácido Domingo o Luciano Pavarotti”, dice María Cremonte, mientras<br />

imagino a estos grandes frente a una rigurosa exigencia.<br />

El teatro Colón es uno de los pocos en el mundo con talleres de producción<br />

propia, una decisión que perdió terreno frente a las tendencias<br />

tercerizadoras, lo que alienta, en consecuencia, las coproducciones teatrales.<br />

El regista argentino Hugo de Ana, por ejemplo, pretende producir<br />

en España Aida, de Giuseppe Verdi, con indumentaria del Colón, con<br />

escenografía del Real de Madrid y con algo del Ópera de Chicago.<br />

“Sucede también que la oferta de trabajadores de oficios tiende a disminuir y<br />

no se los reemplaza fácilmente: son especialistas en teatro, no en oficios de moda<br />

comercial”, explica Cremonte.


Detrás de<br />

LA ESCENA<br />

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Detrás de<br />

LA ESCENA<br />

La Nube<br />

En su visita al teatro, Argentime ingresó a un galpón con tinglado,<br />

donde unos cincuenta trabajadores se movían entre estructuras de hierro,<br />

empuñando sierras, amoladoras, lijadoras, soldadoras y un router<br />

que plotea madera.<br />

A todo vapor, concentraban sus esfuerzos en Don Giovanni, que en<br />

poco más de un mes será presentada en el Colón. “Hace pocos días,<br />

comenzamos a trabajarla”, confiesa uno de los jóvenes. Aun así, en<br />

apenas una semana arrancarán con la producción a la par del estreno<br />

de Fidelio.<br />

La Nube es el nombre de los dos galpones enfrentados que tiene el<br />

Colón en el barrio porteño de Chacarita, donde trabajan maquinistas,<br />

herreros, carpinteros y utileros. Marcelo, uno de ellos, me enseña cómo<br />

se usa la termoformadora: “El objetivo es recrear paredes con ornamentos.<br />

Los escultores nos dieron unos moldes de yeso que nosotros vamos a termoformar,<br />

o sea, reproducir en plástico para luego estampar”.<br />

Alguna que otra herramienta, insólitamente, también es de producción<br />

propia; por ejemplo, una especie de tobogán que tiene un hierro<br />

para cortar más rápido telgopor.<br />

Un grupo de jóvenes pintores y artesanos teatrales definen con pinceles<br />

los detalles de un libro que parece de oro. Me cuentan que otras<br />

veces hicieron grandes banquetes griegos con goma espuma o replicaron<br />

sobre tela los rombos de arlequines, algo raro de hallar en el mercado<br />

textil.


Detrás de<br />

LA ESCENA<br />

Por su parte, María Cremonte aclaró que en La Nube trabajan también<br />

los talleristas escenográficos y, si bien todos lo son, estos se quedaron<br />

con el nombre. Pintan los telones colgantes (fondos, bambalinas,<br />

rompimientos), reproduciendo algunas veces obras trascendentales, y<br />

otras, verdes bosques, cielos grises o pisos de mármol. Estos artistas,<br />

en su mayoría, son egresados de la Escuela Nacional de Bellas Artes,<br />

y también de escuelas multimediales, en el caso de los especialistas en<br />

video, audio, luminotécnica y montaje.<br />

“Desde hace un tiempo, todas las funciones se filman, e incluso, se hace<br />

streaming en vivo, para lo cual contamos con un maestro que anticipa los<br />

movimientos escénicos al director de cámara”.<br />

En otras palabras, los talleristas no solo trabajan para los ojos de los<br />

espectadores in situ, sino también para quienes ven la obra en formato<br />

audiovisual, que son más exigentes con los detalles. “Está la discusión entre<br />

quienes dicen que debemos trabajar para el público del teatro y quienes sostienen<br />

que necesitamos apuntar a las masas. Intentamos obtener un buen equilibrio”.<br />

Los trabajadores que fotografían y filman archivan un registro muy<br />

valioso a la hora de poner en escena nuevamente una obra: la documentación<br />

permite detectar cómo se realizó, tal vez, diez años antes.<br />

Completan la dirección escenotécnica empleados con conocimientos<br />

de electrónica, que garantizan el funcionamiento de las estructuras<br />

mecánicas que llegan junto con las compañías exteriores.<br />

Si una imagen pudiese sintetizar semejante trabajo efectivo y cooperador,<br />

sería la de un mismo objeto trabajado por talleristas de diferentes<br />

disciplinas al mismo tiempo.


Detrás de<br />

LA ESCENA<br />

Cuando la obra termina<br />

El teatro Colón no tiene grandes depósitos. Los vestuarios se guardan<br />

íntegros, pero los decorados, no. Si son de ballet –lo que implica que<br />

volverán a usarse en no mucho tiempo– conservan la mayoría de sus<br />

partes. Pero si son de ópera –lo que significa que al menos en diez años<br />

no volverán a lucirse–, se guarda solo lo reciclable.<br />

Se preservan, a su vez, aquellos objetos que puedan servir para varias<br />

obras, como las grandes columnas. En el Colón, los llaman “genéricos”.<br />

“Este año presentaremos Tosca, de uno de los mejores registas que ha estado<br />

en el Colón: Roberto Oswald. Hace 30 años que la exhibimos y guardamos<br />

desde entonces las telas. Por lo tanto, ahora deberemos refrescarlas: volver a<br />

pintar lo despintado y coser lo roto”, finaliza María Cremonte.<br />

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