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H&D, la revista del artesano

Una unión de "Hephaestus" y "El Diario de los Viajes"

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Primera Edición 2016<br />

Encontrar un taller de encuadernación medieval y restauración de libros antiguos en Costa Rica es una<br />

sorpresa, es decir ¿a quien se le ocurre dedicarse a esto en tiempos donde el aprecio por los libros es cada<br />

vez menos y lo digital es cada vez más ubicuo?, esto es “El diario de los viajes”.<br />

No me cabe duda de que de que<br />

esto podría parecer una locura y<br />

de cierta manera es una especie<br />

de locura feliz; todo empezó<br />

en el colegio donde estudié cuando<br />

era un niño, el siglo pasado. Durante<br />

los años setentas nos daba c<strong>la</strong>ses<br />

un cura jesuita español, originario de<br />

Toledo, que aprendió de muy joven,<br />

en un taller de su pueblo, el arte de<br />

<strong>la</strong> encuadernación. Posteriormente<br />

trabajo a lo <strong>la</strong>rgo de los años en otros<br />

talleres de encuadernación en Venecia,<br />

Florencia, Amsterdam, Berlin. Este<br />

cura de nombre Santiago Abe<strong>la</strong>iras<br />

y Navarra, nos enseñó también<br />

caligrafía a <strong>la</strong> manera antigua: con<br />

plumín de madera, casquillo, frasco de<br />

tinta y reg<strong>la</strong>zo por los dedos cuando<br />

cometíamos algún error.<br />

Este Santiago era un gran maestro<br />

<strong>artesano</strong>, y en lo que en aquel entonces<br />

se denominaba <strong>la</strong> asignatura de Artes<br />

Industriales nos enseñó el arte de <strong>la</strong><br />

encuadernación. Ya desde <strong>la</strong> primera<br />

lección me encantó eso de fabricar uno<br />

sus propios diarios, ya fuesen en el estilo<br />

de los viejos códices de Nag Hammadi,<br />

libros de época medieval como los que<br />

encuadernaban los monjes en antiguos<br />

monasterios, o libros de <strong>la</strong> época<br />

victoriana, con repujados en <strong>la</strong>s tapas<br />

y nervaduras en el lomo.<br />

Ya entrado este siglo, y dado que<br />

no conseguía un diario a mi gusto para<br />

llevar una re<strong>la</strong>ción de mis viajes con mis<br />

propias ilustraciones, me encuaderné<br />

yo mismo un codex. A <strong>la</strong> gente que<br />

conocía en cada viaje les gustaba mi<br />

diario, y de vez en cuando alguien me<br />

encargaba que le confeccionase uno.<br />

Terminé enviando algunos de ellos al<br />

extranjero, porque conocí gente de otros<br />

países que se sintieron encantados con<br />

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