22.09.2016 Views

El Deseado de Todas las Gentes por Elena White [Edición Completa]

EN el corazón de toda la humanidad, sin distinción de etnicidad, religión o clase socioeconómica, hay un indecible deseo ardiente de algo intangible - el alma tan vacía y desconforme. Este anhelo es inherente en la misma constitución del hombre por un Creador misericordioso, para que el hombre no se sienta satisfecho con su presente condición, lo que sea que pueda ser. Pero es posible la experiencia de plenitud espiritual en Jesucristo. El profeta Ageo llama con justicia a Cristo "el Deseado de Todas las Gentes". Es el propósito de este libro presentar a Jesucristo como Aquel en quien puede satisfacerse todo anhelo - con abundante enseñanza, poder insondable, muchas vislumbres de su vida ejemplar de Jesús de Nazaret.

EN el corazón de toda la humanidad, sin distinción de etnicidad, religión o clase socioeconómica, hay un indecible deseo ardiente de algo intangible - el alma tan vacía y desconforme. Este anhelo es inherente en la misma constitución del hombre por un Creador misericordioso, para que el hombre no se sienta satisfecho con su presente condición, lo que sea que pueda ser. Pero es posible la experiencia de plenitud espiritual en Jesucristo. El profeta Ageo llama con justicia a Cristo "el Deseado de Todas las Gentes". Es el propósito de este libro presentar a Jesucristo como Aquel en quien puede satisfacerse todo anhelo - con abundante enseñanza, poder insondable, muchas vislumbres de su vida ejemplar de Jesús de Nazaret.

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

que no había sido prometido. Juan vio que la misión <strong>de</strong>l Salvador no podía granjear <strong>de</strong> ellos sino<br />

odio y con<strong>de</strong>nación.<br />

<strong>El</strong>, que era el precursor, estaba tan sólo bebiendo <strong>de</strong> la copa que Cristo mismo <strong>de</strong>bía agotar hasta<br />

<strong>las</strong> heces. Las palabras <strong>de</strong>l Salvador: "Bienaventurado es el que no fuere escandalizado en mí,"<br />

eran una suave reprensión para Juan. Y no <strong>de</strong>jó <strong>de</strong> percibirla. Comprendiendo más claramente<br />

ahora la naturaleza <strong>de</strong> la misión <strong>de</strong> Cristo, se entregó a Dios para la vida o la muerte, según sirviese<br />

mejor a los intereses <strong>de</strong> la causa que amaba. Después que los mensajeros se hubieron alejado, Jesús<br />

habló a la gente acerca <strong>de</strong> Juan. <strong>El</strong> corazón <strong>de</strong>l Salvador sentía profunda simpatía <strong>por</strong> el testigo<br />

fiel ahora sepultado en la mazmorra <strong>de</strong> Hero<strong>de</strong>s. No quería que la gente <strong>de</strong>dujese que Dios había<br />

abandonado a Juan, o que su fe había faltado en el día <strong>de</strong> la prueba. "¿Qué salisteis a ver al<br />

<strong>de</strong>sierto?"--dijo.-- "¿Una caña que es meneada <strong>de</strong>l viento?" Los altos juncos que crecían al lado<br />

<strong>de</strong>l Jordán, inclinándose al empuje <strong>de</strong> la brisa, eran a<strong>de</strong>cuados símbolos <strong>de</strong> los rabinos que se<br />

habían erigido en críticos y jueces <strong>de</strong> la misión <strong>de</strong>l Bautista. Eran agitados a uno y otro lado <strong>por</strong><br />

los vientos <strong>de</strong> la opinión popular. No querían humillarse para recibir el mensaje escrutador <strong>de</strong>l<br />

Bautista, y sin embargo, <strong>por</strong> temor a la gente, no se atrevían a oponerse abiertamente a su obra.<br />

Pero el mensajero <strong>de</strong> Dios no tenía tal espíritu pusilánime. Las multitu<strong>de</strong>s que se reunían alre<strong>de</strong>dor<br />

<strong>de</strong> Cristo habían presenciado <strong>las</strong> obras <strong>de</strong> Juan. Le habían oído repren<strong>de</strong>r intrépidamente el pecado.<br />

A los fariseos que se creían justos, a los sacerdotales saduceos, al rey Hero<strong>de</strong>s y su corte, príncipes<br />

y soldados, publicanos y campesinos, Juan había hablado con igual llaneza. No era una caña<br />

temblorosa, agitada <strong>por</strong> los vientos <strong>de</strong> la alabanza o el prejuicio humanos.<br />

Era en la cárcel el mismo en su lealtad a Dios y celo <strong>por</strong> la justicia, que cuando predicaba el<br />

mensaje <strong>de</strong> Dios en el <strong>de</strong>sierto. Era tan firme como una roca en su fi<strong>de</strong>lidad a los buenos principios.<br />

Jesús continuó: "Mas ¿Qué salisteis a ver? ¿un hombre cubierto <strong>de</strong> <strong>de</strong>licados vestidos? He aquí,<br />

los que traen vestidos <strong>de</strong>licados, en <strong>las</strong> casas <strong>de</strong> los reyes están." Juan había sido llamado a<br />

repren<strong>de</strong>r los pecados y excesos <strong>de</strong> su tiempo, y su sencilla vestimenta y vida abnegada estaban en<br />

armonía con el carácter <strong>de</strong> su misión. Los ricos atavíos y los lujos <strong>de</strong> esta vida no son la <strong>por</strong>ción<br />

<strong>de</strong> los siervos <strong>de</strong> Dios, sino <strong>de</strong> aquellos que viven "en <strong>las</strong> casas <strong>de</strong> los reyes," los gobernantes <strong>de</strong><br />

este mundo, a quienes pertenecen su po<strong>de</strong>r y sus riquezas. Jesús <strong>de</strong>seaba dirigir la atención al<br />

contraste que había entre la vestimenta <strong>de</strong> Juan y la que llevaban los sacerdotes y gobernantes.<br />

Estos se ataviaban con ricos mantos y costosos ornamentos. Amaban la ostentación y esperaban<br />

<strong>de</strong>slumbrar a la gente, para alcanzar mayor consi<strong>de</strong>ración. Ansiaban más granjearse la admiración<br />

<strong>de</strong> los hombres, que obtener la pureza <strong>de</strong>l corazón que les ganaría la aprobación <strong>de</strong> Dios. Así<br />

revelaban que no reconocían a Dios, sino al reino <strong>de</strong> este mundo. "Mas, ¿Qué --dijo Jesús,--<br />

salisteis a ver? ¿un profeta? También os digo, y más que profeta. Porque éste es <strong>de</strong> quien está<br />

137

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!