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El Deseado de Todas las Gentes por Elena White [Edición Completa]

EN el corazón de toda la humanidad, sin distinción de etnicidad, religión o clase socioeconómica, hay un indecible deseo ardiente de algo intangible - el alma tan vacía y desconforme. Este anhelo es inherente en la misma constitución del hombre por un Creador misericordioso, para que el hombre no se sienta satisfecho con su presente condición, lo que sea que pueda ser. Pero es posible la experiencia de plenitud espiritual en Jesucristo. El profeta Ageo llama con justicia a Cristo "el Deseado de Todas las Gentes". Es el propósito de este libro presentar a Jesucristo como Aquel en quien puede satisfacerse todo anhelo - con abundante enseñanza, poder insondable, muchas vislumbres de su vida ejemplar de Jesús de Nazaret.

EN el corazón de toda la humanidad, sin distinción de etnicidad, religión o clase socioeconómica, hay un indecible deseo ardiente de algo intangible - el alma tan vacía y desconforme. Este anhelo es inherente en la misma constitución del hombre por un Creador misericordioso, para que el hombre no se sienta satisfecho con su presente condición, lo que sea que pueda ser. Pero es posible la experiencia de plenitud espiritual en Jesucristo. El profeta Ageo llama con justicia a Cristo "el Deseado de Todas las Gentes". Es el propósito de este libro presentar a Jesucristo como Aquel en quien puede satisfacerse todo anhelo - con abundante enseñanza, poder insondable, muchas vislumbres de su vida ejemplar de Jesús de Nazaret.

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invitado a la vasta muchedumbre. <strong>El</strong>la había venido sin invitación ni or<strong>de</strong>n; pero él sabía que<br />

<strong>de</strong>spués <strong>de</strong> haber escuchado <strong>por</strong> tanto tiempo sus instrucciones, se sentían hambrientos y débiles;<br />

<strong>por</strong>que él también participaba <strong>de</strong> su necesidad <strong>de</strong> alimento. Estaban lejos <strong>de</strong> sus casas, y la noche<br />

se acercaba. Muchos estaban sin recursos para comprar alimento. <strong>El</strong> que <strong>por</strong> ellos había ayunado<br />

cuarenta días en el <strong>de</strong>sierto, no quería <strong>de</strong>jarlos volver hambrientos a sus casas.<br />

La Provi<strong>de</strong>ncia <strong>de</strong> Dios había colocado a Jesús don<strong>de</strong> se hallaba; y él <strong>de</strong>pendía <strong>de</strong> su Padre celestial<br />

para obtener los medios para aliviar la necesidad. Y cuando somos puestos en estrecheces,<br />

<strong>de</strong>bemos <strong>de</strong>pen<strong>de</strong>r <strong>de</strong> Dios. Hemos <strong>de</strong> ejercer sabiduría y juicio en toda acción <strong>de</strong> la vida, a fin <strong>de</strong><br />

no colocarnos en situación <strong>de</strong> prueba <strong>por</strong> proce<strong>de</strong>res temerarios. No <strong>de</strong>bemos sumirnos en<br />

dificulta<strong>de</strong>s <strong>de</strong>scuidando los medios que Dios ha provisto y usando mal <strong>las</strong> faculta<strong>de</strong>s que nos ha<br />

dado. Los que trabajan para Cristo <strong>de</strong>ben obe<strong>de</strong>cer implícitamente sus instrucciones. La obra es<br />

<strong>de</strong> Dios, y si queremos beneficiar a otros <strong>de</strong>bemos seguir sus planes. No pue<strong>de</strong> hacerse <strong>de</strong>l yo un<br />

centro; el yo no pue<strong>de</strong> recibir honra. Si hacemos planes según nuestras propias i<strong>de</strong>as, el Señor nos<br />

abandonará a nuestros propios errores. Pero cuando, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> seguir sus indicaciones, somos<br />

puestos en estrecheces, nos librará. No hemos <strong>de</strong> renunciar a la lucha, <strong>de</strong>salentados, sino que en<br />

toda emergencia hemos <strong>de</strong> procurar la ayuda <strong>de</strong> Aquel que tiene recursos infinitos a su disposición.<br />

Con frecuencia, estaremos ro<strong>de</strong>ados <strong>de</strong> circunstancias penosas, y entonces, con la más plena<br />

confianza, <strong>de</strong>bemos <strong>de</strong>pen<strong>de</strong>r <strong>de</strong> Dios. <strong>El</strong> guardará a toda alma puesta en perplejidad <strong>por</strong> tratar <strong>de</strong><br />

andar en el camino <strong>de</strong>l Señor. Por medio <strong>de</strong>l profeta, Cristo nos ha or<strong>de</strong>nado: "Que partas tu pan<br />

con el hambriento," "y saciares el alma afligida," "que cuando vieres al <strong>de</strong>snudo, lo cubras," "y a<br />

los pobres errantes metas en casa."* Nos ha dicho: "Id <strong>por</strong> todo el mundo; predicad el evangelio a<br />

toda criatura."* Pero cuán a menudo nos <strong>de</strong>scorazonamos y nos falta la fe, al ver cuán gran<strong>de</strong> es<br />

la necesidad y cuán pequeños los medios en nuestras manos. Como Andrés al mirar los cinco panes<br />

<strong>de</strong> cebada y los dos pececillos, exclamamos: "¿Qué son éstos para tantos?" Con frecuencia,<br />

vacilamos, nada dispuestos a dar todo lo que tenemos, temiendo gastar y ser gastados para los<br />

<strong>de</strong>más. Pero Jesús nos ha or<strong>de</strong>nado: "Dadles vosotros <strong>de</strong> comer." Su or<strong>de</strong>n es una promesa; y la<br />

apoya el mismo po<strong>de</strong>r que alimentó a la muchedumbre a oril<strong>las</strong> <strong>de</strong>l mar. <strong>El</strong> acto <strong>de</strong> Cristo al suplir<br />

<strong>las</strong> necesida<strong>de</strong>s tem<strong>por</strong>ales <strong>de</strong> una muchedumbre hambrienta, entraña una profunda lección<br />

espiritual para todos los que trabajan para él. Cristo recibía <strong>de</strong>l Padre; él impartía a los discípulos;<br />

ellos impartían a la multitud; y <strong>las</strong> personas unas a otras. Así, todos los que están unidos a Cristo,<br />

recibirán <strong>de</strong> él el pan <strong>de</strong> vida, el alimento celestial, y lo impartirán a otros. Confiando plenamente<br />

en Dios, Jesús tomó la pequeña provisión <strong>de</strong> panes; y aunque constituía una pequeña <strong>por</strong>ción para<br />

su propia familia <strong>de</strong> discípulos, no los invitó a ellos a comer, sino que empezó a distribuirles el<br />

alimento, or<strong>de</strong>nándoles que sirviesen a la gente. <strong>El</strong> alimento se multiplicaba en sus manos; y <strong>las</strong><br />

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