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RAQUEL<br />
CASTRO<br />
Nunca vas a brillar en sociedad, me dijo una de mis<br />
tías en una cena elegante, todo porque me negué<br />
rotundamente a tocar el piano para sus invitados.<br />
De nada sirvió que le dijera que a) hacía años que<br />
había olvidado lo poco que aprendí en mis clases<br />
de piano y b) la idea de entretener a sus invitados<br />
me atraía tanto como una visita al dentista.<br />
Vamos, yo tenía dieciséis años: la sola idea de ir<br />
a una cena en casa de mi tía con sus invitados copetones<br />
me daba horror. Sobre todo porque todo<br />
mundo en esas reuniones me agarraba de pretexto<br />
para romper el hielo y unir fuerzas: ¿por qué te<br />
vistes de negro?; no te muerdas las uñas; ese bilé<br />
es demasiado rojo para alguien tan joven; etcétera.<br />
Sus reglas me parecían tan absurdas y elaboradas<br />
como las de alguna sociedad futurista de las que<br />
menciona Jack Vance en sus aventuras espaciales.<br />
Por ejemplo, en el cuento “La mariposa lunar”, en<br />
el que un policía busca a un criminal en un mundo<br />
donde todos usan máscaras. El diseño de las máscaras<br />
tiene que ver con el rango de quienes las usan<br />
y lo que cada persona tiene permitido depende de<br />
ese rango. ¡Ah!, y además es de mal gusto que la<br />
gente hable: tienen que cantar acompañándose de<br />
instrumentos complicadísimos. Claro, el pobre fulano,<br />
recién llegado y sacadísimo de onda, nomás<br />
no da una. Como yo en casa de mi tía. Por cierto,<br />
al parecer ahorita no hay una buena edición de<br />
los cuentos de Vance en español, y es una pena;<br />
pero hay varias antologías en inglés en epub, por<br />
si andan con ánimo aventurero. De ser así, el cuento<br />
que les digo está en The Moon Moth and Other<br />
Stories (Gateway Essentials).<br />
Lo que nunca se me ocurrió contestarle a mi tía<br />
fue que el brillo depende de en qué sociedad se<br />
mueva uno. Seguro que ella tampoco habría brillado<br />
para nada en el mundo de Jonathan Strange y el<br />
Señor Norrell (Salamandra), una novela que combina<br />
las estrictas reglas de la Inglaterra de principios<br />
del siglo xix con las de un mundo lleno de magia.<br />
Y ya que hablamos de esta novela, déjenme les<br />
cuento que en ella están tan detalladas las reglas<br />
de ese mundo que uno pensaría que es realismo<br />
puro (nomás que con magos). Si a eso le agregamos<br />
que se trata de una historia llena de aventuras<br />
(por ejemplo, los magos protagonistas ayudan en<br />
la guerra contra Napoleón) y muy bien escrita,<br />
con personajes tan bien armados que uno hasta<br />
piensa que se los podría encontrar en la calle…<br />
pues nada, que es toda una experiencia. Infinitamente<br />
mejor que ir a cenar con la tía y sus amigos,<br />
claro. Porque no era sólo que yo no entendiera sus<br />
reglas y que a ellos no les gustaran las mías: era<br />
que ni siquiera había un interés pequeñito en buscar<br />
un punto intermedio. Habría estado muy bien,<br />
en esos ayeres, llegarles un día con el libro Gastón,<br />
de Kelly DiPucchio (Leetra). Este álbum ilustrado<br />
cuenta la historia de un perrito que, por más que<br />
se esfuerza, no logra comportarse como los otros<br />
hijos de la señora French. Pero un día, en el parque,<br />
conoce a Antoinette, una perrita que tiene<br />
alma de bulldog pero cuerpo de poodle… Juntos,<br />
le dan un par de lecciones de urbanidad y tolerancia<br />
a sus respectivas familias. Sí, es un libro “para<br />
niños”, pero está padrísimo y las ilustraciones son<br />
adorables, así que lo puedes disfrutar sin importar<br />
si tienes diecisiete o cuarenta o setecientos años<br />
(que es la edad que yo le calculaba a los amigos de<br />
mi tía, acá entre nos).<br />
En todo caso, no se me ocurrió nada de eso cuando<br />
mi tía me regañaba; y ahora creo que estuvo<br />
bien quedarme calladita porque, para ella, las únicas<br />
reglas importantes eran las que venían dadas<br />
en el Manual de Carreño. ¿Alguna vez has escuchado<br />
hablar de él? De morra, yo pensaba que<br />
era algo mítico, como el año de la canica, los calzonzotes<br />
de Chucha o los hijos de María Morales;<br />
pero resulta que es un libro que de verdad existe<br />
y de verdad servía como guía para la gente que<br />
quería tener buenos modales. Su verdadero título<br />
es Manual de urbanidad y buenas maneras y su<br />
autor fue el venezolano Manuel Antonio Carreño.<br />
En México, su primera edición apareció en 1875<br />
(para que se hagan una idea, eso es ¡ciento un<br />
años antes de que yo naciera!) y obviamente su<br />
lectura hoy en día es como un viaje en el tiempo.<br />
Si les da curiosidad, busquen la edición (reciente)<br />
de Nueva Imagen, que además trae notas explicativas.<br />
Puede ser una lectura muy divertida y a lo<br />
mejor hasta le aprendemos algún tip que todavía<br />
nos sirva para no fracasar tan miserablemente en<br />
una cena con las tías. +