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La moderna cruzada de los nuevos caballeros andantes<br />
Mankell (1948-2015), además de novelista, fue marino,<br />
actor, dramaturgo, músico y editor. Es autor de<br />
cuarenta libros, traducidos a cuarenta y dos idiomas,<br />
de los que se vendieron cuarenta millones de ejemplares<br />
en todo el mundo y que incluyen obras de teatro,<br />
ensayos y libros infantiles. La saga del detective<br />
Wallander consta de doce títulos, que se llevaron al<br />
cine y la televisión de Suecia y Gran Bretaña.<br />
El escritor vivía seis meses en la gélida Suecia y la<br />
otra mitad en el caluroso Mozambique, la ex colonia<br />
portuguesa en África, donde llegó en 1987. En<br />
Maputo, la capital, dirigía el Teatro Nacional Avenida,<br />
al que le dedicó veinte años de su vida. “Tengo un pie<br />
en la nieve y otro en la arena”, bromeaba.<br />
En 2001, Mankell creó la editorial Leopard, enfocada<br />
a promover obras de autores africanos. Y todavía<br />
le sobró energía para otra pequeña gran gesta:<br />
en mayo de 2010 participó en la Flota de la Libertad<br />
—integrada por seiscientas personas de treinta y<br />
siete países, a bordo de seis embarcaciones cargadas<br />
con diez mil toneladas de ayuda humanitaria— que<br />
intentó romper por mar el bloqueo de Israel al pueblo<br />
palestino. La flota fue atacada por la marina israelí:<br />
nueve activistas fueron muertos y más de treinta resultaron<br />
heridos.<br />
El inspector Kurt Wallander, por su parte, trabaja en<br />
la pequeña ciudad Ystad, al sur de Suecia, dedicada<br />
al turismo y la venta de artesanías. La localidad, donde<br />
viven menos de veinte mil habitantes, conserva<br />
construcciones medievales y tiene dos iglesias góticas,<br />
un solo periódico y un servicio de ferryboat<br />
que conecta con Dinamarca y Polonia. Cuenta con<br />
cuarenta kilómetros de playas y está rodeada por un<br />
bucólico paisaje campestre, con campos de cereales<br />
y bosques de coníferas.<br />
En ese escenario de provincia se desenvuelve Wallander,<br />
un policía sagaz y con aptitudes para la investigación,<br />
pero al mismo tiempo atormentado, poco<br />
sociable y frágil emotivamente. Sus relaciones familiares<br />
son un desastre, mantiene una complicada relación<br />
con un padre muy duro, no supera un divorcio<br />
traumático y ha sufrido por el intento de suicidio de<br />
su hija cuando era adolescente. En ocasiones, el detective<br />
descuida su aspecto, anda con ropa arrugada<br />
y no se rasura. De remate, padece diabetes, bebe<br />
mucho y duerme poco. No obstante, tiene rígidos<br />
códigos morales y un estricto sentido del deber.<br />
Juego de espejos<br />
Varios críticos y comentaristas consideran que el<br />
inspector Kurt Wallander es un alter ego del escritor<br />
Henning Mankell, un hombre al que no le atraían las<br />
relaciones sociales, evitaba las presentaciones públicas<br />
y los reflectores, le gustaba estar solo o con su<br />
familia y se recluía en sus actividades.<br />
El novelista, sin embargo, siempre negó cualquier<br />
similitud con su personaje. En alguna entrevista declaró<br />
que Wallander no se parecía en nada a él y que<br />
nunca le gustó del todo. “No creo que vivamos vidas<br />
iguales. Si él viviera no podría imaginarlo como un<br />
amigo. Creo que trata muy mal a las mujeres, lleva<br />
una vida muy extraña, bebe demasiado”. Y repitió en<br />
distintas oportunidades que sólo tenían tres cosas en<br />
común: la misma edad, el gusto por la ópera italiana<br />
y que trabajaban mucho.<br />
En una entrevista que le hizo en mayo de 2009, Ñ,<br />
el suplemento cultural del diario Clarín, de Buenos<br />
Aires, Mankell declaró que no leía novelas policiales<br />
porque le resultaban aburridas. Le atraían, en cambio,<br />
las historias trágicas y clásicas como Medea y Macbeth.<br />
“Veo que el origen del género del crimen es muy, muy<br />
antiguo”, dijo. “Podemos remontarnos al drama griego<br />
antiguo para encontrar las raíces. El drama de Medea,<br />
que tiene dos mil quienientos años, es el de una<br />
mujer que mata a sus dos hijos por celos de su marido.<br />
Si eso no es un policial, entonces no sé qué lo es. Si<br />
nos acercamos un poco más en el tiempo, quinientos<br />
años atrás, y me preguntan: ¿Cuál es la mejor historia<br />
criminal que ha leído?, es Macbeth. Ésa es una<br />
historia criminal. El hecho es que la ficción criminal,<br />
de que sostengamos el “espejo del crimen”, nos da<br />
la posibilidad de hablar de las contradicciones en la<br />
sociedad. Y la criminalidad es siempre una especie de<br />
contradicción. Si usted quiere ese dinero, sale a matar<br />
a una persona porque quiere ese dinero. Es una<br />
contradicción. Yo trato de trabajar siguiendo esa tradición<br />
que usa el crimen como espejo para ver qué<br />
pasa en la sociedad. Esa es mi idea de una buena historia<br />
criminal”.<br />
Mankell describió mediante sus novelas policiales las<br />
contradicciones de las sociedades nórdicas, aparentemente<br />
perfectas, la situación de los inmigrantes,<br />
la violencia de género, las relaciones de poder. Para<br />
él, escribir era iluminar los rincones oscuros y exhibir<br />
lo que otros ocultaban. “Existen dos tipos de narrador<br />
que se encuentran en una lucha constante. Uno<br />
entierra y esconde, mientras que el otro cava para<br />
desvelar”, afirmaba.<br />
Y en eso Mankell tiene mucho más en común, a<br />
pesar de él mismo, con su personaje Wallander. En<br />
todo caso, a los dos podría aplicárseles la opinión de<br />
Raymond Chandler acerca del detective privado<br />
Philip Marlowe, publicada en El simple arte de matar en<br />
diciembre de 1944 en la revista literaria Atlantic Monthly:<br />
“Por estas calles bajas tiene que caminar el hombre<br />
que no es bajo él mismo, que no está comprometido<br />
ni asustado. […] Debe ser un hombre completo<br />
y un hombre común, y al mismo tiempo un hombre<br />
extraordinario. Debe ser, para usar una frase más<br />
bien trajinada, un hombre de honor por instinto, por<br />
inevitabilidad, sin pensarlo, y por cierto que sin decirlo.<br />
Debe ser el mejor hombre de este mundo, y un<br />
hombre lo bastante bueno para cualquier mundo. Su<br />
vida privada no me importa mucho; creo que podría<br />
seducir a una duquesa, y estoy muy seguro de que<br />
no tocaría a una virgen. Si es un hombre de honor en<br />
una cosa, lo es en todas las cosas.<br />
“[…]. Es un hombre común, pues de lo contrario no<br />
viviría entre gente común. Tiene un cierto conocimiento<br />
del carácter ajeno, o no conocería su trabajo.<br />
No acepta con deshonestidad el dinero de nadie ni la<br />
insolencia de nadie sin la correspondiente y desapasionada<br />
venganza. Es un hombre solitario, y su orgullo<br />
consiste en que uno le trate como a un hombre<br />
orgulloso o tenga que lamentar haberle conocido.<br />
[…] Si hubiera bastantes hombres como él, creo que<br />
el mundo sería un lugar muy seguro en el que vivir, y<br />
sin embargo no demasiado aburrido como para que<br />
no valiera la pena habitar en él”. +<br />
Por Roberto Bardini<br />
Periodista. Es codirector de la colección Código Negro<br />
de novela policiaca.