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alcohólico y cincuentón, tras abandonar su traje de<br />
justiciero, derrotado por sus demonios personales.<br />
Lo que seguía era su forzado regreso a las pistas y<br />
en modo ultraviolento, fascistoide, para limpiar las<br />
calles de una Ciudad Gótica devorada por delincuentes<br />
y anarquistas. Y la guinda de la torta era<br />
poner fin a la superamistad, con el Hombre Murciélago<br />
convertido en irreconciliable adversario de<br />
Superman, presentado aquí como un títere al servicio<br />
de la Casa Blanca y sus guerras, en un rol no<br />
muy diferente al del Dr. Manhattan, el héroe con<br />
poderes cuasi-omnipotentes presentado en la serie<br />
de Alan Moore.<br />
Hace 30 años, «Watchmen» y «El Regreso del<br />
Caballero Oscuro» bucearon en las mentes y en la<br />
trastienda de los superhéroes, y se aprovecharon<br />
de los mismos para hacer también crítica y sátira<br />
socio-política en la era de Reagan y Thatcher. Ambas<br />
sagas transcurrían en mundos convulsionados,<br />
de calles sucias y héroes proscritos por una nueva<br />
“cacería de brujas”, amenazados por el fantasma<br />
atómico de la Guerra Fría y proféticamente dominados<br />
por el poder de los mass media. Con historias<br />
que se movían en distintos niveles, ambas sagas se<br />
ganaron la aclamación unánime de la crítica y del<br />
público, y hoy se les mira con rótulo de clásicos, de<br />
obras mayores, que dejaron una huella que reverbera<br />
demasiado en la entretención de las grandes<br />
audiencias.<br />
LOS NUEVOS DIOSES<br />
<strong>La</strong> deconstrucción de género que hicieron «Watchmen»<br />
y «El Regreso del Caballero Oscuro» fue<br />
de fondo y de forma al sacudir el medio con modos<br />
narrativos hasta entonces poco vistos en él.<br />
Frank Miller, guionista-dibujante, desmadejaba su<br />
historia con una puesta en escena casi cinematográfica<br />
y tributaba a su afición por el noir con un<br />
omnipresente relato en off, la voz de la conciencia<br />
del murciélago renacido. Alan Moore, con la vital<br />
ayuda de su compatriota, el ilustrador Dave Gibbons,<br />
iba más lejos y su apuesta era aprovechar un<br />
campo amplio y poco explotado para contar otro<br />
tipo de historias. Así presentaba su saga como un<br />
collage donde se mezclaban historieta, otra historieta<br />
dentro de la misma, citas de novelas y poemas,<br />
y páginas completas en prosa; unas a otras se retroalimentaban<br />
para armar un relato que se movía<br />
entre pasado, presente y futuro. Era el camino para<br />
entender viejas rencillas, pasiones desatadas y hacer,<br />
de paso, un viaje casi arqueológico, un vistazo a<br />
los cambios sufridos por un género –el de superhéroes–<br />
y sus estereotipos tras su partida en 1938, con<br />
el debut del Hombre de Acero.<br />
Ambas obras cambiaron la industria al ser compiladas,<br />
más tarde, en tomos unitarios, en novelas<br />
gráficas que hicieron entrar por la puerta ancha a<br />
ese modo de consumir historietas. Una y otra tienen<br />
hoy categoría de best sellers permanentes y «Watchmen»<br />
llegó a ser incluido en 2005 en la lista de las<br />
100 Mejores Novelas jamás escritas.<br />
Miller y Moore se convirtieron en estrellas del<br />
cómic, y en su fulgor abrieron también el camino<br />
para autores como Grant Morrison y Neil Gaiman<br />
(otro par de ingleses), que también aplicaron nuevas<br />
fórmulas temáticas y expresivas a estos superhéroes<br />
adultos y para adultos, que se quitaban el disfraz<br />
para ponerse pantalones largos.<br />
EL CREPÚSCULO DEL CREPÚSCULO<br />
¿Superamigos? El Hombre Murciélago y<br />
el Hombre de Acero siguen enfrentados<br />
en las páginas de «El Regreso del<br />
Caballero Oscuro».<br />
Página opuesta: Todo partió con la<br />
sonrisa burlona de Smiley.<br />
Elenco central de «Watchmen», la<br />
historieta que debutó en septiembre de<br />
1986, editada por DC Comics.<br />
Pero con la irrupción de «Watchmen» y «El Regreso<br />
del Caballero Oscuro», los superhombres<br />
comenzaron a hiperventilarse. Todos querían una<br />
tajada de la torta y el camino más fácil, el mejor<br />
gancho comercial, eran historias tormentosas y de<br />
vidas al límite. Cierto, nada se construye desde cero,<br />
y Marvel Comics ya anticipaba en los 60 que sus<br />
personajes podían ser imperfectos y de moral ambigua,<br />
y en la década siguiente derechamente revelaba<br />
que su Tony Stark/Iron Man tenía problemas de alcoholismo<br />
y que su ascendente Wolverine era una<br />
máquina asesina, pero esto era distinto.<br />
<strong>La</strong> revolución de 1986 fue de algún modo dar la<br />
mano para que muchos agarraran el antebrazo. O el<br />
brazo completo. En los 90, los estudiosos y catalogadores<br />
del género ya hablaban de la Edad Oscura<br />
de la historieta de superhéroes. En DC Comics, el<br />
correcto Linterna Verde se convertía en un genocida<br />
universal y varios de sus compañeros de trajes<br />
ajustados se transformaban grotescamente en busca<br />
de la reinvención. En Marvel, el paradigma serían<br />
los mutantes X-Men, que vivían sus aventuras entre<br />
integrantes que llegaban a empuñar metralletas<br />
y cuchillas, y se daban unos a otros puñaladas en la<br />
espalda con tal de empujar su odisea mutante.<br />
<strong>La</strong>s cosas no han cambiado mucho desde entonces<br />
y, con contadas excepciones, 2016 nos muestra<br />
un mundo de superhéroes que surcan<br />
los cielos aún descontrolados. Personajes<br />
que mueren y regresan cambiados<br />
y más rudos, y cuyos universos se desintegran<br />
y luego reaparecen para darle<br />
cohesión editorial a una continuidad<br />
que, de verdad, poco importa a estas<br />
alturas. En esa dinámica, la más cruel<br />
paradoja es que DC Comics este año<br />
le dio un nuevo reboot a sus personajes<br />
echando mano a las maniobras cósmicas<br />
desatadas en «Watchmen» por el<br />
Dr. Manhattan, el superhombre-casidios<br />
que controla el espacio, el tiempo<br />
y la materia. Así, el culpable de todo es,<br />
finalmente, culpado de todo.<br />
Entrevistado por «The Guardian»,<br />
en 2013, un decepcionado Alan Moore<br />
declaraba que los superhéroes “son abominaciones,<br />
porque ya no significan lo<br />
que deberían significar, puesto que originalmente<br />
estaban en manos de escritores<br />
que expandían la imaginación de<br />
su audiencia, compuesta por niños de<br />
entre 9 y 13 años. Eso es lo que estaban<br />
destinados a hacer y lo hacían de forma<br />
brillante, pero actualmente los autores<br />
creen que su audiencia es de gente de<br />
más de 30 años”.<br />
Los ecos del 86 aún se sienten y han<br />
llegado también al cine. «Watchmen»<br />
se convirtió en película hace menos de<br />
una década. Los Vengadores se dan de<br />
tortazos y se persiguen unos a otros por<br />
orden del poder político. El Batman de<br />
Miller es el referente de la trilogía de<br />
Christopher Nolan y del insulso «Batman<br />
vs. Superman», de Zack Snyder. Deadpool<br />
nada en las aguas de la incorrección superheroica<br />
absoluta. Con mejores y peores resultados, mayores<br />
y menores matices, todos estos personajes de carne<br />
y hueso beben de premisas manoseadas y, al final,<br />
lucen hoy tan estancados y faltos de ideas como antes<br />
de la revolución. Los 30 años de «Watchmen»<br />
y «El Regreso del Caballero Oscuro» cierran así un<br />
círculo tan perfecto como la cara de Smiley, cuya<br />
sonrisa burlona hoy es también una mueca que disimula<br />
decepción.<br />
“Los hombres no cambian, se desenmascaran”, Germaine de Staël (1766-1817), escritora francesa.<br />
<strong>La</strong> <strong>Panera</strong> I 33