34 <strong>Mujeres</strong> tras el telón de la guerra “Si una niña que se cría acá, fuera de conseguir marido, llenarse de hijos y ponerse a guaquear, no puede hacer nada más. No hay estudio, no hay nada. De vez en cuando les dan cursos, pero ¿y si no hay trabajo?” que pueden manipularle los hijos, quieren que uno les deje a las hijas a cambio de lo que uno consiga el trabajo y eso no es así”. En el occidente de Boyacá no es extraño ver niñas de 12 o 15 años embarazadas, por lo regular de hombres mucho mayores que ellas. “Todas mis amigas ya tienen hijos, algunas siguen estudiando. En el colegio lo mandan a uno a la comisaria de familia de San Pablo Borbur para que firmemos un papel y el papá del niño no tenga problemas”, explica Karen Castillo, una joven de 18 años que tiene un hijo de 4. Asegura que son las mujeres las que buscan a los hombres, porque si el padre es responsable tener un hijo no resulta un mal negocio. Aunque han pasado 26 años desde que se firmó la paz, la mayoría de los pueblos en el occidente de Boyacá siguen demandando a un Estado que nunca llega. Los pobladores se quejan de que no envían profesores a los colegios oficiales, de tener que viajar tres horas hasta Chiquinquirá para ser atendidos en un hospital, de las difíciles vías de acceso que quedaron a medio construir y, sobre todo, de que no hay futuro para los jóvenes. “Si una niña que se cría acá, fuera de conseguir marido, llenarse de hijos y ponerse a guaquear, no puede hacer nada más. No hay estudio, no hay nada. De vez en cuando les dan cursos, pero ¿y si no hay trabajo?”, reclama María Eugenia Orjuela, guaquera de Borbur. Esta ausencia del Estado ha perpetuado otras costumbres peligrosas de la época de ‘los patrones’. Es común aún, por ejemplo, que los pobladores acudan a una empresa y no ante una autoridad cuando necesitan solucionar un problema. “No tenemos un programa social definido, sino que funciona de forma informal, algo que quedó instaurado desde la época de los que llamaban patrones, entonces si hay una fiesta o hubo un accidente ellos se acercan a la empresa y nosotros miramos si les podemos dar 100 mil o 50 mil pesos”, explica Mauricio Fandiño, gerente de Esmeracol. En Muzo se creó la Mesa de Dignidad Muzeña, liderada por el actual alcalde, como el intento de algunos líderes por concretar propuestas y peticiones a las empresas minera. Aunque la idea sigue en píe no ha sido fácil mantener los liderazgos. “Éramos 15 y quedamos 4. Se fueron porque les dio miedo, acá existe todavía el mito de que si uno habla lo matan. Persiste el miedo a organizarse”, afirma Luis Galicia, que ha representado la voz de los guaqueros. Al respecto, Maximiliano Barbosa, concejal de Coscuez y líder de esa comunidad, asegura que “ya no están los líderes de la plata que mandaban, los famosos patrones, eso se acabó, ahora hay líderes pero comunitarios. Hay gente que está acostumbrada a que sin una pistola no hace las cosas, pero estamos cambiando esa mentalidad”. Estos nuevos líderes le apuestan, entre otras cosas, a volver al campo, a que las nuevas generaciones regresen a sembrar y trabajar la tierra que sus abuelos abandonaron durante la fiebre de la esmeralda, pues a pesar de que el occidente de Boyacá tiene grandes extensiones de tierra fértil, la mayoría de la comida llega desde Chiquinquirá. “Nos cansamos de ser obreros y queremos que el gobierno lo sepa”, asevera Yolima Cruz, la mujer que lidera a las guaqueras de Coscuez. Veintiseis años después de firmada la paz verde, las mujeres del occidente de Boyacá que viven en la pobreza le exigen al Estado que por primera vez escuche sus demandas y no solo las de sus ‘patrones’. No tenemos un programa social definido, sino que funciona de forma informal, algo que quedó instaurado desde la época de los que llamaban patrones, entonces si hay una fiesta o hubo un accidente ellos se acercan a la empresa y nosotros miramos si les podemos dar 100 mil o 50 mil pesos, explica Mauricio Fandiño, gerente de Esmeracol.
VerdadAbierta.com / ONU <strong>Mujeres</strong> 35 “Después de graduarse del bachillerato, muchas jóvenes ven la guaquería como su única opción de obtener ingresos”