Poe Edgar Allan - Narraciones Extraordinarias
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El manuscrito hallado en una botella [28]<br />
Qui n′a plus qu′un moment á vivre<br />
N′a plus ríen á dissimuler [29] .<br />
QUINAULT, Atys<br />
P<br />
OCO tengo que decir sobre mi ciudad y sobre mi familia. Malos tratos y largos<br />
años me echaron de la una y me alejaron de la otra. Mi hereditaria riqueza me<br />
permitió una educación nada común, y una inclinación contemplativa de mi espíritu<br />
me capacitó para ordenar el cúmulo de saber que mi temprano estudio había<br />
diligentemente acumulado. Por encima de todas las cosas, los trabajos de los<br />
moralistas alemanes me producían un gran deleite; no por mi mal aconsejada<br />
admiración de su elocuente locura, sino por la facilidad con que mis costumbres de<br />
rígidos pensamientos me facilitaban para descubrir sus falsedades. A menudo se me<br />
ha reprochado la aridez de mi talento, y me ha sido imputada como un crimen; mi<br />
falta de imaginación y el pirronismo de mis opiniones siempre me ha dejado en mal<br />
lugar. En realidad, mi fuerte afición por la filosofía de la naturaleza ha contaminado<br />
mi mente con un error muy frecuente en estos días —me refiero a la costumbre de<br />
referir sucedidos, aun los más insignificantes de tal relación, con los principios de<br />
aquella ciencia—. Sobre todo, ninguna persona podría estar menos sujeta que yo<br />
mismo a dejarse llevar lejos de los severos recintos de la verdad por los fuegos fatuos<br />
de la superstición. He creído conveniente establecer feacientemente esto, no sea que<br />
la increíble narración que voy a contar pudiera ser considerada más bien como el<br />
desvarío de una grosera imaginación que como la positiva experiencia de una mente<br />
para la cual los ensueños de la fantasía han sido siempre letra muerta y nulas<br />
verdades.<br />
Después de muchos años dedicado a viajar por el extranjero, inicié, el año 18…,<br />
desde el puerto de Batavia, en la rica y populosa isla de Java, un viaje a las islas del<br />
archipiélago. Yo iba como pasajero, no teniendo otro estímulo que una especie de<br />
intranquilidad nerviosa que me perseguía siempre como un diablo.<br />
Nuestra embarcación era un hermoso barco de casi cuatrocientas toneladas, con<br />
una capa de cobre y construido en Bombay con teca de Malabar, fletada con algodón<br />
en rama y aceite de las islas Laquevidas. También llevábamos a bordo bonote, aceite<br />
de manteca, cocos y unas cuantas cajas de opio. La carga estaba mal colocada, y por<br />
tanto, la embarcación escoraba.<br />
Zarpamos con un simple golpe de viento, y durante muchos días nos mantuvimos<br />
navegando a lo largo de la costa de Java, sin otro incidente para divertir la monotonía<br />
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