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CV 6

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nombre de asuntos más importantes, entonces fracasan<br />

precisamente esas cosas presuntamente más<br />

importantes. No sólo lo demuestra el fracaso de la experiencia<br />

marxista.<br />

Las ayudas de Occidente a los países en vías de<br />

desarrollo, basadas en principios puramente técnico-materiales,<br />

que no sólo han dejado de lado a Dios,<br />

sino que, además, han apartado a los hombres de Él,<br />

con su orgullo del sabelotodo, han hecho del Tercer<br />

Mundo el Tercer Mundo en sentido actual. Estas ayudas<br />

han apartado las estructuras religiosas, morales<br />

y sociales existentes y han introducido su mentalidad<br />

tecnicista en el vacío. Creían poder transformar<br />

las piedras en pan, pero han dado piedras en vez de<br />

pan. Está en juego la primacía de Dios. Se trata de<br />

reconocerlo como realidad, una realidad sin la cual<br />

ninguna otra cosa puede ser buena. No se puede<br />

gobernar la historia con meras estructuras materiales,<br />

prescindiendo de Dios. Si el corazón del hombre<br />

no es bueno, ninguna otra cosa puede llegar a ser<br />

buena. Y la bondad del corazón sólo puede venir de<br />

aquel que es la Bondad misma, el Bien (Benedicto<br />

XVI, Jesús de Nazaret).<br />

drama: la vida no es una narrativa sencilla, sino un<br />

drama entretejido del encuentro entre la libertad divina<br />

y la libertad humana, y en esa crisis estamos de<br />

algún modo siempre, porque no podemos negar ni<br />

sustituir la libertad. Pero la pregunta que se nos exige<br />

responder ante las situaciones límites es, ¿qué es<br />

lo que cuenta verdaderamente en la vida humana?; el<br />

salmista solemnemente responde: “el Señor es justo y<br />

ama la justicia: los buenos verán su rostro”.<br />

Las tentaciones de Jesús en el desierto reflejan su<br />

lucha interior por cumplir su misión, pero al mismo<br />

tiempo surge la pregunta sobre qué es lo que cuenta<br />

verdaderamente en la vida humana. Aquí aparece<br />

el núcleo de toda tentación: apartar a Dios que, ante<br />

todo lo que parece más urgente en nuestra vida, pasa<br />

a ser algo secundario, o incluso superfluo y molesto.<br />

Poner orden en nuestro mundo por nosotros solos,<br />

sin Dios, contando únicamente con nuestras propias<br />

capacidades, reconocer como verdaderas sólo las<br />

realidades políticas y materiales y dejar de lado a Dios<br />

como algo ilusorio… ¿Es Él mismo el Bueno, o debemos<br />

inventar nosotros mismos lo que es bueno?<br />

(Benedicto XVI, Jesús de Nazaret).<br />

Es común pensar que para que haya una sociedad<br />

justa, se requieren estructuras sociales, económicas<br />

y políticas “perfectas”. Y Dios no ha sido lo suficientemente<br />

eficaz. De tal manera que “el principal peligro<br />

es la falta de capacidad para reconocer que somos<br />

imperfectos y que las cuestiones humanas son por<br />

tanto imperfectas. El ansia de lo perfecto es enemigo<br />

de lo bueno que se hace a diario” (Joseph Ratzinger.<br />

Iglesia, ecumenismo y política), de la vida tal como<br />

se nos regala cada mañana desde el Cielo. Si las cosas<br />

buenas y los buenos corazones no son suficientes,<br />

entonces nada lo será. Esa “perfección” será una<br />

amarga utopía.<br />

20<br />

Así pues, “cuando fallan los cimientos, ¿qué podrá<br />

hacer el justo?”. Desde luego que no se trata de anestesiar<br />

la crisis con nuevas teorías o palabras bellas,<br />

a veces una actitud de silencio dice más, porque en<br />

él se entra en la verdadera crisis, en el verdadero

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