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Hagan esto en memoria mía”[5] Después tomó<br />

en sus manos el cáliz del vino y les dijo: “Tomen<br />

y beban todos de él, porque éste es el cáliz de mi<br />

sangre, sangre de la alianza nueva y eterna, que<br />

será derramada por ustedes”[6].<br />

El Santo Padre continúa en la introducción y el<br />

primer capítulo del documento con las siguientes<br />

ideas:<br />

En el don Eucarístico, Jesucristo entrega a la<br />

Iglesia la actualización perenne del misterio Pascual.<br />

Con él, instituyó una misteriosa “contemporaneidad”<br />

entre aquellos días y el transcurso<br />

de los siglos. Este pensamiento nos lleva a sentimientos<br />

de gran asombro y gratitud. El acontecimiento<br />

pascual y la Eucaristía que lo actualiza<br />

a lo largo de los siglos tienen una “capacidad”<br />

verdaderamente enorme, en la que entra toda la<br />

historia como destinataria de la gracia de la redención.<br />

Este asombro ha de inundar siempre a<br />

la Iglesia reunida en la celebración eucarística.<br />

Con la presente Carta encíclica, el Papa San Juan<br />

Pablo II declaró: Deseo suscitar este asombro<br />

eucarístico,… en el alba de este tercer milenio,<br />

invitando a toda la Iglesia a remar mar adentro<br />

en las aguas de la historia con el entusiasmo de<br />

una nueva evangelización. Contemplar a Cristo<br />

implica saber reconocerle dondequiera que Él se<br />

manifieste, en sus multiformes presencias, pero<br />

sobre todo en el Sacramento vivo de su cuerpo<br />

y de su sangre. La Iglesia vive del Cristo eucarístico,<br />

de Él se alimenta y por Él es iluminada. La<br />

Eucaristía es misterio de fe y, al mismo tiempo,<br />

“misterio de luz”. Cada vez que la Iglesia la celebra,<br />

los fieles pueden revivir de algún modo la<br />

experiencia de los discípulos de Emaús: “Entonces<br />

se les abrieron los ojos y le reconocieron”<br />

(Lc 24,31).<br />

Cuando la Iglesia celebra la Eucaristía, memorial<br />

de la muerte y resurrección de su Señor, se hace<br />

realmente presente este acontecimiento central<br />

de salvación y “se realiza la obra de nuestra<br />

redención”. Este misterio de fe es tan decisivo<br />

para la salvación del hombre, que Jesucristo lo<br />

ha realizado y ha vuelto al Padre sólo después de<br />

habernos dejado el medio para participar de él,<br />

como si hubiéramos estado presentes. Esta es<br />

la fe que hemos vivido durante siglos de generaciones<br />

cristianas. Deseo, una vez más, llamar<br />

la atención sobre esta verdad, poniéndome con<br />

vosotros, mis queridos hermanos y hermanas,<br />

en adoración delante de este Misterio: Misterio<br />

grande, Misterio de Misericordia. ¿Qué más podía<br />

hacer Jesús por nosotros? Verdaderamente,<br />

en la Eucaristía nos muestra un amor que llega<br />

“hasta el extremo” (Jn 13,1), un amor que no tiene<br />

medida, dice el Papa en su Carta.<br />

Rasgos históricos de la devoción eucarística [7].<br />

En los inicios del cristianismo la Misa se celebraba<br />

sólo los días domingo, pero ya entre los siglos II al IV<br />

se generalizó de manera paulatina la Misa diaria. En los<br />

primeros tiempos, se hacía de forma privada con la finalidad<br />

de hacer comunión con los enfermos, presos y<br />

ausentes, lo que se llamó, Viático.<br />

Hacia el año 400 se dispone que las especies sean llevadas<br />

a un sacrarium. El sínodo de Verdun, del siglo VI,<br />

manda guardar la Eucaristía en un lugar eminente y honesto<br />

y se debe tener una lámpara siempre encendida.<br />

El papa San León III (+816) en su devoción a la Eucaristía<br />

celebraba con frecuencia hasta nueve Misas en un mismo<br />

día. Pero varios concilios moderan y prohíben estas<br />

prácticas excesivas. El Papa Alejandro II (+1073) prescribe<br />

una Misa diaria para los sacerdotes.<br />

San Francisco de Asís es uno de los principales promotores<br />

de la devoción eucarística de su época (1182-<br />

1226). Poco antes de morir en su Testamento, pide a<br />

todos sus hermanos que participen siempre de la inmensa<br />

veneración que él profesa hacia la Eucaristía:<br />

“…Y lo hago por este motivo; porque en éste siglo nada<br />

veo corporalmente del mismo altísimo Hijo de Dios, sino<br />

su santísimo cuerpo y su santísima sangre, que ellos<br />

reciben y solo ellos administran a los demás. Y quiero<br />

que estos santísimos misterios sean honrados y venerados<br />

por encima de todo y colocados en lugares preciosos”[8].<br />

Esta devoción eucarística, tan fuerte en el mundo franciscano,<br />

marca una huella muy profunda, que dura hasta<br />

nuestros días en la espiritualidad de todas las órdenes<br />

franciscanas, es debido a esta espiritualidad eucarística,<br />

que la iconografía tradicional representa a Santa Clara<br />

de Asís con una custodia en la mano.<br />

Finalmente, vale la pena mencionar alguno de los frutos<br />

de la Eucaristía; quizá el más significativo es la transformación<br />

del hombre y del mundo, así lo menciona el<br />

Papa San Juan Pablo II: “Una consecuencia significativa<br />

de la Eucaristía es que da impulso a nuestro caminar<br />

histórico, poniendo una semilla de viva esperanza en la<br />

dedicación cotidiana de cada uno a sus propias tareas.<br />

En efecto estimula nuestro sentido de responsabilidad<br />

en la edificación de un mundo habitable y plenamente<br />

conforme al designio de Dios”[9].<br />

[1] JUAN PABLO II, Carta Encíclica “La Iglesia vive de la Eucaristía” del 17 de abril<br />

del 2003, n. 10.<br />

[2] Mt 28,20. Todas las citas están tomadas de la Biblia de Nuestro Pueblo, traducción<br />

de Luis Alonso Schökel.<br />

[3] Concilio Ecuménico Vaticano II. Constitución Dogmática Lumen gentium n. 11<br />

[4] Concilio Ecuménico Vaticano II. Decreto Presbyterorum Ordinis, n. 5<br />

[5] cf. 1 Co 11,24; Mc 14, 22; Lc, 22, 19; Mt 26, 26.<br />

[6] Cf. Mc 14,24; Lc 22,20; 1Co 11,24.<br />

[7] La información se tomó de: www.mercaba.org/ARTICULOS/historia_de_la_devocion_eucaristica.htm<br />

es de José Ma. Iarburu<br />

[8] Admoniciones 1: El Cuerpo del Señor, n. 10-11.<br />

[9] Cf. Carta Encíclica “La Iglesia vive de la Eucaristía”, n. 20.

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