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LA ORALIDAD MANTENIDA COMO FORMA DE CONSERVAR<br />

las costumbres alimenticias de los poblanos, de la capital y<br />

del resto de la entidad, no es una garantía de mantener viva<br />

la calidad de la gastronomía que ha destacado como<br />

una de las más importantes del país. A juzgar por los estudiosos<br />

en la materia, Puebla bien puede ser definida como<br />

la cuna de la gastronomía mexicana si se considera que las<br />

principales fusiones de productos y métodos de preparación<br />

se dieron con la fundación urbana en el valle de Cuetlaxcoapan.<br />

Por desgracia lo que dice el refrán platica poblano,mientras<br />

yo te gano ha resultado cierto a la par del otro<br />

que reza: crea fama y échate a dormir. Tan sólo una revisión<br />

de los recetarios del siglo XIX permite una rápida comparación<br />

de cómo no sólo no ha evolucionado, sino se ha perdido<br />

una buena parte de la tradición culinaria, derivada del<br />

desinterés, de la malformación de los paladares infantiles y<br />

en muchos casos de la ausencia de transmisión del conocimientoentre<br />

las familias, por la ausencia de las abuelas y<br />

sus ayudantes.<br />

Un buen refugio de esta actividad lo hicieron las cocineras<br />

del pasado, convertidas en mayoras de negocios de<br />

comida, cuyo éxito se da en los mercados populares, el de La<br />

Victoria, fue tal vez el espacio más importante en el siglo XX<br />

donde surgieron nuevas costumbres alimenticias, se preservaron<br />

las recetas de los barrios y se permitió la convivencia de<br />

los ricos y los pobres, de los productores, comerciantes y consumidores,<br />

de la gente del campo, la marchanta y el cargador<br />

que saciaba su hambre con los regalos de los vendedores y<br />

derramaba su ingenio en abrir y rellenar una cemita con lo<br />

que estaba cerca, el aguacate criollo, el queso de cabra y el<br />

pápalo quelite.<br />

El cierre y posterior transformación de dicho centro de<br />

abasto de la ciudad, dejó regadas las costumbres de almorzar,<br />

del tentempié de los antojitos angelopolitanos; el espacio fue<br />

llenado con acomodos que buscaron sustituir las costumbres<br />

locales con la fast-food o comida rápida de manera que hoy día<br />

prácticamente se ha perdido la identidad culinaria de los poblanos.<br />

Páginas de El Cocinero Mexicano, de 1831, el más antiguo recetario impreso del país. Efraín Castro hizo una edición facsimilar y<br />

después fue reimpreso por Conaculta. Imagen tomada de: http://www.elclaustro.edu.mx/claustronomia/index.php/noticias/<br />

146-memoria-del-mundo-america-latina-y-el-caribe-el-cocinero-mexicano<br />

Año 3 / Núm. 10 / VERANO 2017 29

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