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REVISTA SAPO CUENTOS 01

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¡<strong>SAPO</strong> <strong>CUENTOS</strong>!<br />

Revista Sapo en su versión Cuentos, está dedicada<br />

a todos los amigos de Revista Sapo; a aquellos que<br />

no dejan de soñar.<br />

Marcelo Díaz S.<br />

Revista Sapo.<br />

Revista Sapo<br />

Chile<br />

DIRECTOR GENERAL:<br />

Marcelo Díaz S.<br />

EDITOR:<br />

Karen Chávez.<br />

MariCris Borroye.<br />

DISEÑO:<br />

Marcelo Díaz.<br />

Pancho Hidalgo.<br />

2


Revista Sapo<br />

COLABORAN EN ESTA EDICIÓN:<br />

Nacional (Chile).<br />

MariCris Borroye.<br />

Paulina Uribe.<br />

Rodrigo Escaff.<br />

Carlos Otondo.<br />

Ricardo Elias.<br />

Susana Beltrán.<br />

Pato Sáez.<br />

Nicole Castro.<br />

Danixa Villegas.<br />

Abdón Corral.<br />

Loreto Gárate.<br />

Internacional.<br />

Martín Letona, El Salvador.<br />

Marcos Carmona, México.<br />

Oswaldo Ramírez, México.<br />

José Andrés Rivas, Venezuela.<br />

Fausto Ramos, Ecuador.<br />

Daniél Padrón, Ecuador.<br />

Daniel Victor Luchina, Argentina.<br />

Ea Pozoblock, México.<br />

Katerine Ortega, Quito, Ecuador.<br />

Julio Cesar, Venezuela.<br />

Casandra Cárdenas.<br />

Flor In the flowerland, Argentina.<br />

Contacto<br />

contacto@revistasapo.com<br />

revistasapo@gmail.com<br />

www.issuu.com/revistasapo 3


ÍNDICE<br />

<strong>SAPO</strong> <strong>CUENTOS</strong><br />

05 El ratón come cerebros.<br />

09 Mañana de otoño.<br />

12 Un dia de mi vida.<br />

14 El perrito que hacia cuac cuac.<br />

15 El Inframundo.<br />

16 Marte.<br />

17 El valor de Sectorizar.<br />

18 Ayudando a un desconocido.<br />

19 Speed.<br />

20 Borrada.<br />

21 Costumbre.<br />

22 Un Momento de Calma antes del Crimen.<br />

26 El capitán Melquiades.<br />

28 Lugares comunes.<br />

30 El espectro de los sueños.<br />

32 Deja Vú.<br />

36 Detrás de los barrotes.<br />

37 (Extensión de una nota biográfica).<br />

43 El Monstruo del Ropero.<br />

46 Elsa.<br />

47 Telefunke.<br />

48 El hombre vagaba, en silencio, con la<br />

mirada perdida.<br />

50 Escrito.<br />

54 La galleta de Hóng Lóng y la suerte de<br />

Isabel.<br />

57 Bizarren.<br />

4


EL RATÓN COME-CEREBROS<br />

En las increíbles experiencias del<br />

científico Ronald Shoferman pudo descubrir<br />

un compuesto que hacía crecer todo con más<br />

rapidez, un compuesto hecho de jugo de corteza<br />

de un árbol x y con otros compuestos secretos.<br />

Ronald Shoferman estaba totalmente impactado<br />

y emocionado, no podía creer que pudo descubrir<br />

tal fórmula en sus experimentos. El compuesto<br />

le llamó Cranty-Rasey debido a una amada que<br />

tuvo en su infancia y que nunca pudo olvidar.<br />

En el laboratorio, estaba ordenando sus restos<br />

de compuestos químicos y puso su mirada en<br />

una pequeña planta de frutilla, él estaba con un<br />

presentimiento que algo ocurriría con la planta.<br />

Al deshacerse de algunos compuestos, el<br />

científico unió por descuido dos componentes<br />

en el mismo tubo de ensayo estos eran el<br />

experimento número setenta y nueve y<br />

beturanto radiactivo con residuo del Cranty-<br />

Rasey, que eran compuestos muy delicados y vio<br />

que al caer una gota de estos dos componentes<br />

al recipiente donde tenía la planta de frutilla,<br />

esta empezó a cambiar rápidamente, salían más<br />

hojas en unos cuantos minutos y cerca de las dos<br />

horas la planta de frutilla ya tenía un pequeño<br />

fruto.<br />

El científico, no comunicó su descubrimiento a<br />

nadie por temor a que pudiera pasar algo malo.<br />

Después de seis horas el fruto ya estaba<br />

completamente maduro y se observaban unas<br />

cuantas frutillas más. El señor Shoferman estaba<br />

conmovido con este acontecimiento, miraba<br />

cómo la gran y robusta frutilla roja había crecido<br />

en sólo dos horas y sólo con unas gotas de su<br />

experimento, las frutillas eran muy sabrosas,<br />

tenían el porte de una pera, eran enormes.<br />

El señor Shoferman regresó a su departamento<br />

después de seis horas en su laboratorio.<br />

Él vivía sólo con su cachorrito de dos meses<br />

de edad, era un perro de raza, era un “ cóker “ y<br />

también con sus pececillos.<br />

Al otro día el Señor Shoferman regresó a su<br />

laboratorio con el acuario y sus cuatro peces<br />

pequeños, él quiso probar la formula con estos<br />

pequeños animalitos.<br />

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Puso media gota del compuesto al<br />

alimento que se le debía dar a las once y<br />

media.<br />

Notó que los peces se alimentaban y cada vez<br />

empezaban a ponerse más enloquecidos, se<br />

movían rápidamente vueltos locos, el poco<br />

alimento les gustaba mucho, lo comieron<br />

como si hubiesen estado hambrientos. Los<br />

peces medían aproximadamente unos dos<br />

centímetros, donde habitaban, el acuario de<br />

un metro de largo por cincuenta de alto.<br />

Los peces se colocaban cada vez más locos y<br />

sus pequeñas aletas vibraban y crecían poco<br />

a poco.<br />

En sólo diez minutos habían crecido el<br />

doble, el señor Shoferman no lo podía creer,<br />

no sabía cuanto más podían crecer estos<br />

cuatro pescadillos. Después de una hora<br />

los pececillos ya medían diez centímetros<br />

y empezaban a tener facciones de peces<br />

robustos, cambiaban de color a un color más<br />

obscuro. El comportamiento de los peces<br />

era como si estuviesen endemoniados, ya<br />

medían quince centímetros cada uno y cada<br />

vez eran más feos y más intranquilos, estos<br />

se movían de un lado para otro en el acuario.<br />

El científico anotaba todo el comportamiento<br />

de estos animales acuáticos en el computador.<br />

De repente un pez saltó fuera del acuario<br />

y el doctor no lo vio porque éste estaba<br />

escribiendo en el computador las<br />

observaciones de los peces.<br />

Cuando volvió a ver los peces encontró que<br />

uno de ellos estaba muerto en el piso, lo<br />

recogió y lo observó. Vio que sus ojos ya no<br />

eran redondos sino que estaban achinados,<br />

sus escamas eran duras y pudo observar que<br />

le habían salido pequeños dientes filudos.<br />

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6


Pudo observar que el pez creció de dos<br />

centímetros a dieciséis centímetros en sólo<br />

cuarenta y cinco minutos, el pescado tenía<br />

facciones monstruosas. El señor Shoferman<br />

regresó a su departamento para almorzar<br />

y volvió en un par de horas al laboratorio,<br />

se encontró con la sorpresa de que sólo<br />

quedaban dos peces ya que los dos se habían<br />

comido al otro pez. Su tamaño ya era de casi<br />

treinta y cinco centímetros cada uno, ya no<br />

cabían en el acuario.<br />

El científico trató de sacar un pez con la mano<br />

pero esto fue imposible ya que lo mordieron<br />

sacándole un pedazo de carne del dedo índice<br />

de la mano derecha.<br />

El señor Shoferman decidió darles muerte ya<br />

que no sabía cuanto más iban a crecer. Sacó<br />

el experimento de la cámara de aire y lo dejó<br />

sobre el mesón junto a la comida de los peces<br />

ya muertos.<br />

El científico sacó el experimento para<br />

probarlo y observarlo con una pulga de su<br />

querido perro Oliver; el resultado con la pulga<br />

no dio efecto así es que decidió continuar<br />

sus experimentos al día siguiente. La pócima<br />

del experimento quedó toda la noche en el<br />

mesón junto a la comida de los peces, y ya que<br />

con todo lo que había pasado ese día estaba<br />

agotado y olvidó guardarlo.<br />

Mientras el señor Shoferman descansaba<br />

en su casa, en el laboratorio un ratoncillo<br />

de experimentos trepaba la jaula que lo<br />

encerraba, el ratoncillo trataba de salir,<br />

porque olfateaba el generoso olor que<br />

provenía de la comida de los peces y de la<br />

pócima. Ya que este señor no le había dado<br />

de comer ya que estaba preocupado de su<br />

experimento y el pequeño animal estaba<br />

hambriento. El ratoncillo logró escapar de la<br />

jaula que lo separaba de la apetitosa comida.<br />

El ratón con su larga cola rosada comió<br />

rápidamente todo el alimento de los peces y<br />

también se tomó la pócima ya que ésta tenía<br />

un buen gusto.<br />

En unos cuantos segundos el ratón empezó a<br />

cambiar, la pócima dio efecto, el ratón cambió<br />

en sólo segundos.<br />

Cada segundo crecía más, el ratoncillo<br />

que medía sólo diez centímetros y ahora<br />

ya alcanzaba el medio metro en sólo diez<br />

minutos.<br />

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7


La noche era larga, el señor Shoferman<br />

dormía en su casa y por ende no se percató<br />

de lo que estaba pasando en el laboratorio<br />

de la universidad, ya habían pasado dos<br />

horas, el ratón ya no era un tierno ratoncito<br />

de laboratorio, ya que su enormidad se<br />

semejaba a la de un perro gran danés, su<br />

comportamiento era salvaje, destruyó todo<br />

lo que había en el laboratorio, a la vez que<br />

crecía se volvía más peligroso.<br />

La enorme criatura ya tenía un rostro infernal<br />

y enormes dientes y colmillos, ya hasta había<br />

cambiado de color.<br />

El ratón escapó quebrando el enorme<br />

ventanal, los guardias de la universidad<br />

pensaron que estaban robando, y al investigar<br />

se encontraron con la enorme criatura,<br />

inmediatamente dieron cuenta a la policía.<br />

El ratón empezó a matar personas para<br />

alimentarse, éste sólo les comía la cabeza,<br />

más bien dicho, el cerebro. Mató treinta y dos<br />

personas en sólo una hora, todo esto era un<br />

caos, el animal seguía creciendo y matando<br />

gente, toda la ciudad estaba aterrada, nadie<br />

sabía nada del animal mutante a excepción<br />

del científico Shoferman.<br />

Todos los diarios del país informaron lo que<br />

estaba sucediendo en su mayoría explicaban<br />

que venía de otro planeta ya que esa misma<br />

noche aparecieron objetos voladores no<br />

identificados en los cielos de la ciudad.<br />

El animal ya estaba del porte de un caballo<br />

y era muy rápido e inteligente ya que se<br />

alimentaba de cerebros humanos.<br />

En los titulares se leía “ Monstruosa rata mató<br />

a sesenta y ocho personas en sólo un minuto“.<br />

En el casino de juegos de la ciudad comió<br />

doscientos treinta cerebros, los militares<br />

andaban detrás del espécimen para darle<br />

muerte.<br />

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8


El señor Shoferman escribió una carta<br />

a los científicos del país informándoles de su<br />

macabro descubrimiento. Este sabía que ya<br />

no podía vivir más ya que todo esto era por<br />

culpa suya, sacó las llaves de la camioneta y se<br />

marchó con su perro con rumbo al acantilado<br />

de Rua-perino, a unos cuantos kilómetros<br />

fuera de la ciudad, al llegar al acantilado tomó<br />

a su perro en brazos y se lanzó al vacío.<br />

La carta llegó a los científicos del país a<br />

los dos días. El ratón mató a millones de<br />

personas en sólo una semana, los militares<br />

no podían encontrarlo. El ratón apareció<br />

en la base militar atraído por su olfato, se<br />

había escondido en el bosque comiendo los<br />

cerebros de los animales, la base quedaba<br />

cerca del bosque.<br />

La rata tenía una piel muy dura ya que se<br />

alimentaba muy bien y ésta no permitía que<br />

las balas de los militares la atravesaran.<br />

Los científicos querían a la rata viva o muerta,<br />

así para estudiarla, la rata se durmió debido<br />

al efecto producido por las bombas de gas<br />

lanzadas por los militares contra la rata,<br />

aprovechando esto le aplicaron un veneno<br />

que le causó la muerte en sólo minutos.<br />

Los titulares decían ahora, “ No más muertos<br />

“ y la gente, ya más tranquila, comenzó a salir<br />

de sus casas sin temor.<br />

El animal mató a trece millones cuatrocientos<br />

veinticinco mil seiscientas treinta y una<br />

personas sólo para alimentarse, en tan sólo<br />

siete días. Esta tragedia fue conocida en<br />

todo el planeta por sus crueles dimensiones<br />

causadas por un simple ratoncillo de<br />

laboratorio.<br />

Por: Mads<br />

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9


MAÑANA DE OTOÑO<br />

De a poco se fue acostumbrando a su<br />

soledad. Esa fiel compañera que la vio crecer<br />

en la casa de sus padres, acompañada de dos<br />

hermanos más. Si bien tenía amiguitos con<br />

quien jugar, disfrutaba sus ratos de soledad<br />

en su dormitorio, imaginando mundos<br />

lejanos, creando personajes imaginarios,<br />

volando lejos con su mente. Ese estado<br />

solo se rompía cuando le llamaban a la<br />

mesa a almorzar o cenar. Así fue creciendo,<br />

siendo admirada por sus compañeros de<br />

colegio, como una de las mejores de su<br />

curso, compartiendo con amigos y amigas<br />

en el preuniversitario y luego en la U. Pero<br />

había algo que siempre la acompañó, pese al<br />

contacto social y lo sociable que aparentaba<br />

ser: su soledad. Ese estado tan familiar y<br />

tan cercano a cada ser humano, pero que<br />

no todos comprenden ni disfrutan. Si bien<br />

seguía amando esos estados de calma y<br />

soledad en su espacio íntimo, pronto se fue<br />

dando cuenta que sus amigos se casaban y<br />

tenían hijos, lo mismo que sus hermanos que<br />

se casaban, tenían hijos y separaban y ella,<br />

resultaba ser una observadora de todas esas<br />

relaciones hechas y rotas, y así seguía su<br />

vida, mirando pasar las relaciones humanas<br />

que resultaban inquebrantables a ratos, y en<br />

otros no tanto…<br />

Así pasaron los días de su vida, leyendo,<br />

viajando, escuchando música, estudiando y<br />

conociendo nuevas personas que se volvían<br />

seres especiales para ella, pero seguía en su<br />

estado de soledad, por más que compartía<br />

con gente y seguía su andar. Cada vez que<br />

viajaba en bus o metro, observaba a la<br />

gente, leía lo que llamaba su atención en ese<br />

momento o simplemente contemplaba en<br />

soledad el paisaje de la ciudad.<br />

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10


Alguna vez amó con intensidad, pero<br />

también se sintió sola, porque él no alcanzaba<br />

a llegar a su mundo imaginado/rio. Ni la gata<br />

que llegó a su vida cubría ese espacio vacío<br />

que solo se llenaba con el estado de soledad<br />

que siempre la acompañaba. La gata solo<br />

servía como cable a tierra, como reflejo de un<br />

estado de debilidad que había que cuidar y<br />

proteger, algo que ella, desde la partida de su<br />

padre, siempre añoró y solo lograba cuidando<br />

a ese indefenso animal.<br />

La vida siguió su curso, pasaron los días, los<br />

meses; los años. Muchas estaciones pasaron,<br />

disfrutando de la calidez del sol en verano, la<br />

brisa fresca de la primavera, de la lluvia que<br />

todo lo inundaba en invierno y, una mañana<br />

de otoño, disfrutando del sol que bañaba el<br />

parque, se sentó en una banca de la plaza a<br />

contemplar la vida y la gente que pasaba por<br />

su lado. En eso estaba cuando le vio aparecer,<br />

se miraron y se sonrieron, él se sentó a su<br />

lado y le tomó la mano. Ella le sonrió con un<br />

brillo especial en sus ojos, sintió cómo se<br />

energizaba al sentir esa mano junto a la suya<br />

y esa mañana de otoño, a sus setenta años,<br />

comprendió que su gran amiga de años se<br />

alejaba y que ya nunca más estaría sola…<br />

Por: MariCris Borroye P.<br />

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11


UN DÍA DE MI VIDA<br />

Mientras la Sra. Sofía abría las<br />

cortinas, la cabra chica me tiraba los bigotes<br />

y me zamarreaba sobre el colchón. Me<br />

levanté y salí rápidamente; me encontré con<br />

Miguel, el colorín, al que todo el vecindario lo<br />

encontraba tierno. Estuvimos conversando<br />

largo rato hasta que llegó la hora en que mis<br />

tripas comenzaron a crujir. Oh es hora de<br />

almorzar le dije al colorín.<br />

Me dirigí a la casa como de costumbre,<br />

el almuerzo ya estaba listo y apestaba, esa<br />

gente no compraba otra cosa, todos los<br />

malditos días lo mismo, y la leche, como si<br />

no supiera que me daban los restos de la<br />

cabra chica, yo no podía hacer nada, ellos me<br />

mantenían; comí rápido y me fui a vagar. Fui<br />

al centro comercial donde vi mucha gente,<br />

y mi vista se perdía en la multitud, arranqué<br />

de ahí, tras haber sido visto por un policía, la<br />

verdad es que me tienen prohibida la entrada<br />

a ese lugar.<br />

Salí y me dirigí hacia la plaza, donde quería<br />

tomar un poco de agua en los bebederos, pero<br />

no alcancé a hacerlo; debido a que un gran<br />

Bóxer se dirigía a mí; mi adrenalina subía; yo<br />

desesperado arranqué innatamente; se me<br />

erizaron todos los pelos del cuerpo; era un<br />

miedo que le tenía a los perros que no podía<br />

soportar.<br />

Corría cada vez más rápido y cada vez<br />

más fuerte, hasta que el perro dejó de<br />

perseguirme, mi corazón latía como nunca;<br />

esperé tranquilizarme y partí a mi casa.<br />

Cuando llegué (a la casa), estaba<br />

agotado y me acosté en el sillón, hasta que<br />

llegó nuevamente a fastidiar, “niñita mal<br />

criada”, era cariñosa pero yo no era ningún<br />

juguete, para que me estuviese zamarreando<br />

todo el rato. Poco a poco la cabra chica fue<br />

cayendo en el sueño, la Sra. Sofía salió a<br />

trabajar, y su esposo solo se veía aquí en las<br />

noches, la casa era cuidada por la “nana” y yo,<br />

aunque no era muy fuerte que digamos.<br />

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12


Tal vez fue el aburrimiento que me hizo<br />

salir al patio a tomar un poco de aire fresco,<br />

ya que en la casa, la “nana” fumaba casi todo<br />

el día mientras sus patrones no estaban; a<br />

mí me apestaba el olor a cigarrillos; salir fue<br />

un alivio; Había un sol radiante, escuché la<br />

musiquita del programa favorito de la nana, el<br />

del canal 32, eso me anunciaba que tenía que<br />

subir al techo de la casa; en solo tres brincos<br />

ya estaban arriba, mientras esperaba que la<br />

mina de la casa del lado se apareciera; tomaba<br />

sol en las tejas de la casa. La hora llegó, yo<br />

veía a través de la ventana, que daba al baño,<br />

por suerte nunca cerraban las cortinas, ella<br />

era hermosa era rubia con ojos azulados, era<br />

perfecta, la vi por algunos minutos lavándose,<br />

creo que estaba enamorado, bajé del techo<br />

y fui a encontrarme con Miguel el colorín, él<br />

era uno de mis mejores amigos, bueno yo<br />

llevaba apenas unos meses en esta casa;<br />

conversábamos de lo mejor hasta que llegó el<br />

imbécil del negro; este lo único que hacía era<br />

buscar pelea, y por mala suerte también le<br />

gustaba a la rubia de los ojitos azules, debido<br />

a esto empezó la pelea, me arañó toda la<br />

cara, mis orejas sangraban, yo era mucho más<br />

débil y Miguel no fue capaz de defenderme; el<br />

negro era el jefe de la pandilla, el que se metía<br />

con él moría. Ya solo veía por un solo ojo, yo<br />

sangraba entero; arranqué y llegué a mi casa,<br />

la nana me pescó y me llevó al veterinario; la<br />

cabra chica lloraba y decía con voz angustiosa<br />

“que le pasó a mi gatito”, en realidad yo estaba<br />

mal, quería morir, pero el veterinario me<br />

salvó la vida, me pusieron calmantes, y una<br />

anestesia, en donde despertaría esperando<br />

un nuevo día de gato, un día de mi vida.<br />

Por: Mads.<br />

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13


Dedicado a toda la<br />

gente que no sabe<br />

leer y no podrá<br />

disfrutar de este<br />

libro.<br />

EL PERRITO QUE HACÍA CUAC CUAC<br />

Hernán y Patricio fueron a adoptar<br />

una mascota.. Cuando llegaron al refugio<br />

de mascotas, había un perrito, blanco con<br />

negro, que saltaba y saltaba.<br />

Mientras más se acercaban, más saltaba y<br />

ladraba el perrito. Era el candidato ideal.<br />

Ambos hermanos lo adoptaron y se lo<br />

llevaron para la casa, sin el permiso de sus<br />

papás.<br />

Una vez en la casa, el perrito solo jugaba con<br />

Patricio. Hernán estaba muy celoso.<br />

Hernán intentaba llevarse al perrito pero se<br />

escapaba y volvía donde Patricio. El resto del<br />

tiempo estaba encerrado en el clóset, para<br />

que los papás no lo encontraran. Un día, el<br />

perro hizo un ruido distinto, que nadie podía<br />

creer.<br />

–Cuac –hizo el perro.<br />

–¿Hizo cuac, como un pato? –preguntó<br />

Hernán, muy sorprendido.<br />

–Así es, eso es lo que escuché –dijo Patricio.<br />

–Cuac, cuac –hizo el perro de nuevo.<br />

Luego se acercó donde Patricio y siguió<br />

haciendo cuac.<br />

Al día siguiente, el perrito se arrancó. Saltó la<br />

ventana y salió corriendo.<br />

Los niños empezaron a buscarlo por todos<br />

lados. Ya iba a empezar a oscurecer.<br />

Al día siguiente siguieron la búsqueda.<br />

Llegaron al parque, ahí estaba el perrito,<br />

jugando con los patos.<br />

–Cuac cuac –hacía el perrito.<br />

–Cuac cuac –contestaban los patos.<br />

Los niños decidieron llevar al perrito al<br />

veterinario, ya que había pasado la noche en<br />

la calle.<br />

Cuando llegaron al doctor, el perro empezó a<br />

hacer cuac de nuevo.<br />

–Niños, tengo que contarles algo. Este perro<br />

es patosexual. Le gustan los patos en vez de<br />

los perros –dijo seriamente el veterinario.<br />

Los niños se miraban sorprendidos.<br />

Para su suerte, yo soy cirujano plástico, así<br />

que voy a ponerle un pico de pato para que<br />

pueda encontrar pareja y ser feliz, y lo haré<br />

gratis, porque yo también soy patosexual –<br />

les explicó el veterinario.<br />

Y el perrito se quedó con el veterinario,<br />

formaron una familia y fueron felices para<br />

siempre.<br />

Por: Carlos Otondo.<br />

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BARCELONA<br />

BARRIO GÓTICO<br />

EL INFRAMUNDO<br />

Luego de la última guerra mundial pocos seres<br />

humanos sobrevivieron, los que quedan, viven<br />

ocultos entre los edificios que alguna vez fueron<br />

íconos de evolución. Desde las pequeñas calles,<br />

se asoman seres que viven en comunidades<br />

ocupas; algunos aún creen que Napoleón existe,<br />

otros prefieren caminar mirando el piso.<br />

Calles con un profundo hedor a desechos, viejos<br />

alcantarillados, antiguos restaurantes, hogar de<br />

las ratas que felices hacen de éste, un mundo<br />

cada vez más suyo.<br />

Por: Salomón.<br />

ESPAÑA<br />

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15


MARTES<br />

Apenas podía conducir un auto, pero supo intensificar<br />

voluntad; si no acudía al supermercado nadie lo haría por<br />

él. Cuando estuvo allí se acercó al estacionamiento para<br />

discapacitados pero notó que lo bloqueaba un cono naranja.<br />

Tomó una muleta con ambas manos, abrió la puerta del<br />

coche y logró ponerse en pie. Cogió el cono, lo movió, dio<br />

un paso en falso y resbaló. Pudo levantarse luego gracias<br />

a su capó verdusco. Caminó ahora agotado. Palpó la felpa<br />

del asiento, se dejó caer dentro del vehículo y estuvo a<br />

salvo por fin. Cuando logró estacionarse detuvo el motor al<br />

tiempo que un guardia golpeaba su vidrio:<br />

-¿Acaso vai a ser mamá, hueón? Ya, saca el auto.<br />

Fue entonces cuando sintió que su garganta se oprimía.<br />

Por: Ricardo Elias.<br />

Santiago de Chile.<br />

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16


EL VALOR DE SECTORIZAR<br />

El Lonko dispuso parada, era muy tarde y el cansancio los sumía en un ahogo<br />

catártico. Designó un enorme sector como baño público, que no tardaron todos<br />

en usar e identificarlo plenamente para jamás acercársele por equivocación. Las<br />

futuras generaciones hicieron lo mismo: defecaban y tomaban distancia de lo que<br />

suponían un sucio criadero de coliformes fecales. Vinieron tiempos españoles. El<br />

toqui amigo les indicó y los ejércitos a caballo fueron al baño.<br />

Actualmente ya no es posible tener acceso, menos mal, porque las calles están<br />

delimitadas y en el lugar hoy se alza el palacio de gobierno.<br />

Por: Ricardo Elias.<br />

Santiago de Chile.<br />

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17


AYUDANDO A UN DESCONOCIDO<br />

María trabajaba en una florería<br />

cerca de la costa; por las tardes, salía para<br />

acomodar los arreglos que los clientes<br />

desordenaban. Cada día, más o menos a la<br />

misma hora, veía pasar a un anciano frente a<br />

la tienda. El hombre, de unos noventa años de<br />

edad, postura encorvada y anteojos gruesos;<br />

siempre se detenía frente a las escaleras que<br />

se levantaban junto a la florería, las observaba<br />

con atención y bajaba la cabeza con tristeza,<br />

luego seguía su camino. La muchacha le veía<br />

alejarse a paso lento, ayudado por un bastón<br />

de madera. Le había preguntado a su jefe<br />

hacia dónde conducían esas escaleras y él le<br />

había dicho que hacia el mirador de la ciudad.<br />

Una tarde, María se decidió a saludar<br />

a aquel anciano. Se acercó algo tímida y<br />

le preguntó por qué siempre se detenía<br />

allí y miraba con tanta tristeza los eternos<br />

peldaños. El anciano le observó un momento y<br />

le explicó que antes de que su esposa muriera<br />

ellos visitaban cada tarde aquel mirador para<br />

ver el atardecer, luego de su muerte el había<br />

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seguido acudiendo, pero hace unos meses<br />

había tenido un accidente y ya no tenía las<br />

fuerzas para subir esos peldaños.<br />

Entonces, ella se ofreció a ayudarle. Le<br />

extendió la mano con una sonrisa y, con<br />

paciencia y esfuerzo, le ayudó a subir peldaño<br />

a peldaño. Para el atardecer, ambos estaban<br />

acomodados en una banca del mirador.<br />

El gigante rojo se ocultaba lentamente<br />

en el horizonte, las nubes se vestían de fuego<br />

y el cielo se teñía para dar, lentamente,<br />

paso a la noche. El anciano se puso de pie y<br />

avanzó hasta la baranda, se volteó y observó<br />

a la muchacha frente a él; le dijo que allí había<br />

conocido a su esposa, en esa misma banca<br />

le había pedido matrimonio, en ese mismo<br />

mirador se había enterado de que sería padre<br />

y allí mismo, donde él estaba, había llorado la<br />

pérdida de la mujer de su vida. Le miró con<br />

ternura, el viento se llevó algunas de sus<br />

lágrimas, y le dio las gracias.<br />

Por Susana Beltrán M.<br />

Santiago de Chile.<br />

18


8:48 SPEED<br />

Paro la micro… uf esta caña me<br />

está matando, maldito vodka… me subo y<br />

encuentro un asiento vacío, al lado de, por<br />

supuesto una gorda, me siento empujándola<br />

para dejarle claro que es “UN” asiento por<br />

persona…<br />

Dan la luz verde, la micro parte rauda<br />

aumentando su velocidad, excelente creo que<br />

lograré llegar a la hora a mi pega, la micro sigue<br />

subiendo la velocidad, pasando a todo lo que<br />

se le cruce por delante, la micro se mueve de<br />

un lado a otro, las ventanas tiritan inundado<br />

todo con su ruido, el chofer absolutamente<br />

poseído grita y hace ademanes a los otros<br />

conductores… Se pasa una roja… la micro<br />

en absoluto silencio, la señora de adelante<br />

toma su crucifijo y reza, la gorda me clava<br />

las uñas de su regordeta mano en mi blanca<br />

y huesuda pierna, la miro, me mira, sus ojos<br />

café a punto de explotar en lágrimas, me dan<br />

ganas de abrazarla, me contengo…tomo<br />

valor y me levanto de mi asiento, para exigirle<br />

al chofer que baje la velocidad, aferrándome<br />

a los fierros de la micro logro llegar hasta<br />

el conductor, quien en ese momento frena<br />

la máquina, me mira, sonríe y abre la puerta<br />

delantera para que baje… Lo miro y con hilo<br />

de voz le digo gracias, me bajo, la micro parte<br />

a toda velocidad, la gorda me mira desde la<br />

ventana con cara de reproche y decepción…<br />

miro a mi alrededor… me baje 7 cuadras<br />

antes, no llegaré a la hora… pff, micro 1, yo<br />

cero.<br />

Por: Pato Saez.<br />

Santiago de Chile.<br />

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BORRADA<br />

Se encuentra en tratamiento psiquiátrico hace ya más de dos años. La causa de su<br />

enfermedad principalmente es él. Él y lo que lo rodea, todo, incluso la cuidad en donde vive.<br />

Lleva todo este tiempo tomando pastillas para que logre olvidarlo (a él y lo que lo rodea,<br />

todo, incluso la cuidad en donde vive).<br />

Pasa sus días completamente dopada, tambaleándose de aquí para allá para conseguir<br />

alguna botella de cualquier trago fuerte para ayudar a las pastillas a acelerar el proceso de<br />

olvido. No come, no duerme. Sólo se desvive por olvidar, porque cree que así podrá aspirar a<br />

algo mejor, a pesar de que irónicamente olvidó todo lo que estaba fuera de su enfermedad.<br />

...Olvidó todo lo que estaba fuera de su enfermedad, pero irremediablemente no lo borró a<br />

él, ni lo que lo rodea. Nada. Incluso ni la cuidad en donde vive.<br />

Por: Nicole Castro.<br />

Santiago de Chile.<br />

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COSTUMBRE<br />

Otra vez me quisieron asaltar.<br />

De nuevo en la calle, ante la mirada cómplice<br />

y muda de todos.<br />

Hoy, cuando iba por “Ale”, lo vi, y desde<br />

que cruzamos miradas, lo supe. Traté de<br />

ignorarle; seguí haciendo las cuentas del mes<br />

en mi cabeza. Pero aceleró el paso hasta que<br />

lo tuve frente a mí. Sacó un revólver de su<br />

camisa y dijo: “Chava, dame tu cartera”. ¿Qué<br />

clase de ladrón le dice “chava” a su víctima?<br />

¿Por qué quiere fraternizar conmigo si lo que<br />

desea es pasarme por encima? ¿Será que así<br />

se sentirá menos culpable y más hombre?<br />

“Chava”. ¡Ja! ¡Cuatro veces me lo han dicho<br />

este mes!<br />

(Estoy quedándome sin carteras).<br />

Me aparté. Me siguió. Puso el cañón de la<br />

pistola entre mis cejas. Le dije en voz alta<br />

y lenta, para que todos los observadores<br />

cobardes me escucharan: “¡No te doy ni<br />

mierda!”. Avancé hacia él, empujando el arma<br />

con la frente y le grité: culero de mierda,<br />

abusivo hijo de puta... Entonces, dudó,<br />

escuché un clic, cerré los ojos, esperé lo<br />

peor… pero, al no haber ruido por parte del<br />

arma, echó a correr. Yo, sujetada a mi cartera,<br />

volví a gritarle, fuerte, con rabia, como si de<br />

todas formas me hubiera ultrajado: bacteria<br />

inmunda, que se limpien el culo con tu alma,<br />

pendejo, culero, culero...<br />

Comencé a seguirlo, ondeando la cartera<br />

como una boleadora, pero los tacones de<br />

ocho centímetros me recordaron que Alexa<br />

seguía esperándome, que ya iba tarde para<br />

pagar la luz, que si no tomaba el bus en ese<br />

instante, tendría que esperar una hora hasta<br />

que apareciera el siguiente…<br />

Otra vez mi asesino huyó. Otra vez grité que<br />

volviera, que no fuera tan cobarde, que me<br />

matara de una vez por todas…<br />

Una se acostumbra a no morirse en esta<br />

ciudad.<br />

Por: Martín Letona.<br />

El Salvador.<br />

amzn.to/1pwidBJ<br />

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UN MOMENTO DE CALMA<br />

ANTES DEL CRIMEN<br />

Si supieran a lo que me dedico me tacharían<br />

de criminal y es verdad, lo soy, pero yo no lo<br />

veo de esa manera, lo veo como una forma de<br />

ayudar a las personas a liberarse del odio,<br />

por lo tanto yo me autodenomino el “doctor<br />

de la liberación”.<br />

Si bien me apasiona mi trabajo, ser un sicario<br />

no es siempre agradable. He tenido que<br />

presenciar muchas veces situaciones que<br />

nunca pensé, ni quise hacer, pero aun así no<br />

me arrepiento de nada.<br />

Todos los días o al menos tres veces a la<br />

semana después de salir de mi trabajo<br />

acostumbro a tomar una taza de café en una<br />

cafetería que se ubica a dos cuadras de mi<br />

trabajo. Me agrada tanto ese lugar, allí me<br />

siento tranquilo.<br />

Hoy como cualquier día de la semana decidí<br />

pasar a tomar una taza de café y comencé<br />

a recordar aquella época cuando tenía 19<br />

años y trabajaba para Don Carlos Azcárate.<br />

En ese momento ya llevaba 4 años sin saber<br />

novedades de mi familia. A los 15 años me<br />

había ido de mi casa aburrido de mi miserable<br />

y normal vida.<br />

En fin, una noche Don Carlos me llamó<br />

aproximadamente a las 22:45 pm, lo recuerdo<br />

perfectamente porque acontecimientos<br />

como esos nunca se olvidan. Yo atendí el<br />

teléfono.<br />

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22


Me avisaba que tenía un trabajo para mí. Para<br />

poder realizar este trabajo debía viajar a un<br />

pueblo rural que se encontraba a dos horas<br />

de allí. Al llegar debía buscar, en las orillas<br />

de un lago, a un hombre llamado Amadeo<br />

Valdés, ya que él se encargaría de llevarme a<br />

mi destino.<br />

El día indicado me levanté a las 6:00 am.<br />

Tomé desayuno y partí hacia la carretera.<br />

Llegué aproximadamente a las 8:10 am a<br />

un pueblo bastante pequeño, desolado y<br />

oscuro, además de ser un pueblo bastante<br />

rural, ya que los caminos eran de tierra y<br />

en todo el trayecto sólo vi a dos personas<br />

caminando por las calles. Al llegar al muelle<br />

me esperaba un hombre alto, bastante<br />

delgado, que llevaba un abrigo negro y largo<br />

hasta los tobillos, tenía el pelo negro y una<br />

piel muy pálida. Jamás en toda mi vida había<br />

visto una cara tan pálida como la de aquel<br />

hombre y al verlo supe que era él. Me vio, lo<br />

salude, pero él no me devolvió el saludo. Se<br />

subió a un bote y no habló en todo el camino<br />

hasta que llegamos a la orilla; nos bajamos,<br />

amarró el bote y caminamos por un muelle<br />

que nos llevaba a un camino más amplio<br />

y me dijo que yo debía seguir caminando<br />

por un sendero que seguía derecho, por lo<br />

menos unos 20 minutos, y que al final del<br />

trayecto me encontraría con una casa y de<br />

seguro no me perdería ya que esa era la única<br />

residencia del lugar. Amadeo se marchó y yo<br />

seguí caminando hasta que al fin vi una casa<br />

enorme y muy antigua, como una especie de<br />

casona abandonada. Alrededor de la casa<br />

había muchos árboles que como una reja<br />

natural cubrían todo el rededor del patio.<br />

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UN MOMENTO DE CALMA<br />

ANTES DEL CRIMEN<br />

Al llegar a la puerta toqué el timbre y nadie<br />

me abrió, así que se me ocurrió rodear la casa<br />

por detrás, para entrar por alguna puerta<br />

trasera, pero todo estaba con llave, así que<br />

se me ocurrió abrir una ventana que daba a la<br />

cocina y entré… no se veía a nadie allí, pero<br />

escaleras arriba, en el segundo piso, se oía el<br />

televisor prendido. Caminé sigilosamente<br />

sin hacer ningún ruido y entré en la primera<br />

habitación que encontré. Allí se encontraba<br />

un anciano.<br />

Me miro y se sentó en un sofá verde. Yo no<br />

supe qué hacer. No trataba de defenderse,<br />

ni de pedir ayuda. Pensé en dispararle,<br />

pero haría mucho ruido. Luego pensé en<br />

degollarlo, pero preferí evitar ese sangriento<br />

espectáculo, preferí algo más sencillo y<br />

limpio. Así que lo tomé de los cabellos y lo<br />

empujé hacia el baño, llené la bañera con<br />

agua. Él, mientras me esperaba sentado<br />

sobre el excusado, no hizo intento alguno<br />

por escapar. ¿Cómo percibiendo la muerte<br />

tan cerca no haces nada para evitarlo? No<br />

lo entiendo. Fueron largos minutos es que la<br />

tina terminó de llenarse. Estuve atento, no se<br />

escuchaba ningún otro ruido en la casa. En un<br />

movimiento brusco, tomé su cuerpo viejo y<br />

liviano y lo metí en la tina, de espaldas. Quise<br />

mirarle el rostro mientras se lo hundía. Él me<br />

lanzó una mirada perdida y triste, que me<br />

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estremeció tanto, que me causó<br />

espanto. Me pregunto si no tendría al menos<br />

una razón para luchar. Para mí parecía fácil.<br />

El más fácil de mis trabajos. Pero eso de no<br />

tratar defenderse… esa nulidad, su mirada…<br />

nunca en todos los años que llevo trabajando<br />

me había pasado algo tan espantoso. Tuve<br />

hasta la tentación de dejarlo escapar, pero si<br />

hacia eso Don Carlos me asesinaría a mí y a mi<br />

familia. Así que simplemente metí su cabeza<br />

a la bañera hasta ahogarlo.<br />

24


UN MOMENTO DE CALMA<br />

ANTES DEL CRIMEN<br />

Me quedé alrededor de una hora sentado<br />

en el sofá verde. Nadie llegó a la casa.<br />

Luego salí rumbo a la orilla del lago, donde<br />

me esperaba Amadeo. Nos embarcamos al<br />

instante. Mientras navegábamos, intenté<br />

relajarme y olvidarme de lo ocurrido, pero<br />

no lo lograba. Amadeo me miraba con cara<br />

de extrañeza, como si algo supiera, pero aún<br />

así nunca habló, ni preguntó nada. Llegué a<br />

mi casa donde traté de dormir, pero me fue<br />

imposible. Durante dos meses, cada vez que<br />

cerraba mis ojos antes de dormir, veía la cara<br />

de ese anciano deprimido y arruinado.<br />

Meses después me enteré de que aquel<br />

anciano era el padre biológico de Don Carlos.<br />

Entonces comprendí la razón por la cual<br />

prefirió no encargarse personalmente de ese<br />

trabajo.<br />

Por Danixa Villegas.<br />

Puerto Aysén, Chile.<br />

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25


EL CAPITÁN MELQUIADES<br />

Hace tiempo el barco de Melquiades<br />

había sufrido un ataque con sus hombres<br />

a bordo, pocos saben del ¿Por qué?, ni un<br />

tripulante del navío se atrevió a preguntarle,<br />

hasta que una noche, el mismísimo capitán<br />

dijo a sus hombres unas palabras en forma de<br />

desaliento: ¡Compañeros, lo que sufrimos no<br />

fue solo para quitarnos el tesoro que hemos<br />

desenterrado de la tierra encantada, fue<br />

algo más!, todos con una gran expresión de<br />

asombro empezaron a cuchichear entre ellos<br />

acerca de que algo mas se refería , el capitán<br />

acomodándose de la inmensa barba que<br />

poseía mencionó: ¡Es una guerra por amor!<br />

Me he enamorado y no solamente de las<br />

olas o de las gaviotas que pasan por nuestro<br />

barco todos los días, ni del viento resonando<br />

en mi cara por las mañanas, esto va mas allá<br />

de todo eso, además soy joven es normal que<br />

lo sienta. Todos no sabían qué hacer en ese<br />

momento unos se pusieron a trapear, otros a<br />

barrer y uno que otro listo fue hasta lo alto de<br />

el asta a reacomodar una cuerda.<br />

El capitán Melquiades de apenas 33 años<br />

y pico, desde el segundo día del ataque se<br />

encargó de escribir mensajes en botellas de<br />

vidrio vacías y arrojarlas al mar.<br />

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26


Por Dios este no es capitán como el<br />

que conocemos, no cabe duda que cuando<br />

el amor atraviesa las barreras del interior,<br />

no hay quien se resista, rompe las delgadas<br />

líneas del tiempo y la felicidad, encierra la<br />

sonrisa y la tiene presa en los pensamientos<br />

de quien la extraña. Es gracioso pensar que<br />

las botellas que tenían los mensajes, fueron<br />

interceptadas por calamares, tiburones,<br />

medusas y uno que otro pescadito, pero<br />

no crean que se los tragaron, al barco de<br />

Melquiades le tenían un gran respeto y eso<br />

era porque él no se dedicaba a la pesca<br />

sino a los tesoros y rutas misteriosas o<br />

perdidas y en cambio el buque que lo atacó<br />

despiadadamente pescaba día tras días y<br />

solo por diversión, las criaturas marinas se<br />

encargaron que los versos llegaran a manos<br />

de la dama en cuestión. Melquiades tuvo<br />

una misión de descifrar rutas que lo guiarían<br />

hasta el botín del pirata Octavio, pero como<br />

no se sabía con exactitud hacia donde se<br />

dirigía terminó perdiéndose en una tormenta<br />

tremenda, ya no hubo vuelta atrás. El último<br />

verso que le escribió a su enamorada fue:<br />

“Ni tan lejos, ni tan cerca me encuentro,<br />

busca entre tus silencios que ahí estará tu<br />

respuesta”, no cabe duda que cuando uno<br />

se enamora tanto sin estar siempre con ese<br />

ser amado, cada ocasión será perfecta para<br />

que estén presentes en los pensamientos,<br />

activos en el alma y amorosos con el corazón.<br />

Por: Marcos Cardona, México.<br />

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LUGARES<br />

COMUNES<br />

Rondando por la ciudad, me he varado.<br />

El sitio, podría asemejarse al mismo de hace<br />

cuatro años, pero la maleza se ha tragado<br />

todo, incluyendo la estatua de mármol que<br />

había en la fuente. Lo único rescatable, es<br />

una banca, bueno, la misma banca en la que<br />

pasaba horas y horas sentado esperando a<br />

que el amanecer me sorprendiera. Me senté<br />

para observar, también para descansar,<br />

caminar por la calle empinada hasta ahí, me<br />

había sofocado. Creo que seria bueno dejar<br />

de fumar, o al menos intentarlo.Miro el reloj,<br />

son las seis de la tarde, y no tengo intenciones<br />

de caminar o de moverme de aquí.- Cuatro<br />

años, y sigues usando la misma colonia y el<br />

pelo sin arreglar y como siempre, fumando un<br />

cigarrillo tras otro.- dijo una voz ronca y con<br />

tos de fumador rehabilitado.Di la vuelta, y me<br />

di cuenta de que era el mismo viejo que años<br />

atrás, nos observaba a mi y a ella, en la misma<br />

banca, besándonos, hablando y riendo.-<br />

¡Pavel!, es un gusto volver a verlo- exclamé yo,<br />

- Venga, siéntese a mi lado.-Aquel hombre<br />

alto, de una edad no mayor ni menor a los 65<br />

años dio unos pasos alargados, se mostró<br />

frente a mi sonriendo y se sentó.- ¿Gusta un<br />

cigarrillo?- le pregunté, al mismo tiempo que<br />

extendía la mano con la cajetilla roja repleta<br />

de cigarrillos , suculentos cigarrillos. Cogió<br />

uno y sacó de la bolsa interior de su abrigo un<br />

encendedor de plata, finamente tallado y que<br />

tenía una rara inscripción en uno de sus lados.<br />

Encendió el cigarro, y exhaló el humo por la<br />

nariz al mismo tiempo que me preguntaba.-<br />

¿Por qué has venido muchacho?-- Es<br />

complicado Pavel, hace años que venía aquí<br />

con ella, a veces recordar ciertas cosas de<br />

mi pasado con ella, me hacen sentir vivo de<br />

nuevo.<br />

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28


Me sorprende ver este lugar tan descuidado, ¿Que pasó?-El viejo<br />

Pavel sonrió.- Todo tiene un final muchacho, no hay quien cuide este<br />

lugar, los vecinos han decidido dejarlo así, es triste, era un bonito<br />

lugar, aquí tengo muchos recuerdos, y muchas personas mas también,<br />

yo, ya no puedo, la artritis me esta matando, y me han diagnosticado<br />

cáncer, así que no puedo más, según los doctores. ¡Vaya patrañas!, si<br />

supieran que me siento más vivo que nunca.-- ¡Cáncer!, Pavel ¿Ya te<br />

has atendido?, y yo ofreciéndote cigarrillos.-- Olvida eso muchacho,<br />

la vida es así. Deberías atenderte a tí mismo, no debiste venir., los<br />

lugares del pasado y sus fantasmas, no tienen nada nuevo que<br />

contarte. Parece que va a llover, será mejor que te vayas muchacho,<br />

y no regreses. Estos lugares son como navajas, filosas navajas, y<br />

entre más los frecuentes, más te lastimarás.-- Pavel, ¿Quiere usted<br />

decirme entonces por qué ha venido también?<br />

Mi vida está casi a punto de terminar, a diferencia tuya, yo soy un viejo<br />

con cáncer, y para joderla más, con artritis, y que irónicamente sigue<br />

fumando a pesar de las indicaciones médicas.<br />

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29


Digamos que sólo para asimilar que<br />

algún día, no muy lejano, moriré, y todo<br />

esto que está aquí, y los recuerdos, serán<br />

sólo eso, Recuerdos y nada más, así que<br />

anda y márchate de aquí.-- Supongo que<br />

así será, no pienso volver más.-- Así está<br />

mejor muchacho, bueno,- dijo mientras veía<br />

su reloj- creo que ya es hora de marcharme.<br />

Comienza a hacer frío, y la lluvia no tarda,<br />

chau muchacho, gracias por el cigarrillo, tenia<br />

veinte años que no probaba uno de esos rojos<br />

que te gustan tanto. En fin.- Pavel se levantó al<br />

mismo tiempo que yo, me observó de manera<br />

nostálgica, y sonrió.- Te extrañaré cuando me<br />

vaya de este mundo, eres un buen chico, pero<br />

deja de fumar, y sobre todo, haz caso a lo que<br />

te dije hace un rato.- dijo mientras me daba<br />

una ligera palmada en el hombro. - Tengo algo<br />

para tí- y sacó de su bolsillo su encendedor,<br />

- Tómalo, y no te acuerdes de mí hasta que<br />

por fin hayas logrado deshacerte de todo<br />

eso que traes en la espalda, y en la cabeza.<br />

Chau.-El viejo Pavel sonrió, se dio la vuelta<br />

y se marchó.Observé el encendedor que me<br />

había dado, la inscripción que estaba grabada<br />

en uno de sus lados, decía lo siguiente:“Nada<br />

es para siempre”.<br />

Por: Oswaldo Ramírez, México.<br />

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30


EL ESPECTRO DE LOS SUEÑOS<br />

Ya, me ha pasado varias veces, pude ver como miles y miles de almas me<br />

pero nunca dije nada, siempre estaba ahí,<br />

señalándome, viéndome cada noche sin parar,<br />

sin nadie que me ayudara, solo lo podía ver<br />

como él me veía, me sentía impotente hasta<br />

el día que tuve valor y pude levantar mi mano,<br />

en ese momento ese ser se enfureció, pero<br />

mi silencio había acabado y lo que pasara lo<br />

llevaría hasta el final, me quiso matar pero<br />

pude resistir hasta el punto de acabarnos,<br />

aplaudían, felices de haber destruido el<br />

espectro de los sueños, ahora todos dormirían<br />

sin verlo todas las noches allí, señalándolos y<br />

riéndose de ellos por ser como son, cuando<br />

vuelva acá estaremos todos que somos<br />

diferentes pero hermanos y lo venceremos<br />

de la misma forma como te vencí esta noche,<br />

así ni tú ni nadie nos podrá cambiar jamás,<br />

somos así y así nos quedaremos, somos<br />

pude ver como él reía al verme sangrando, una hermandad todos unidos seremos<br />

pero yo era más masoquista y me carcajeaba,<br />

en ese momento se hizo más grande, pero mi<br />

corazón me decía que no me asustara que<br />

era sólo sombra, me atacó y lo esquivé y con<br />

un pedazo de vidrio de mi lámpara rota, le<br />

corté el brazo, si lo hubieran visto, explotó<br />

fuertes, y destrozaremos a todo el que nos<br />

quiera hacer daño, desde esa noche todos<br />

los que estaban siendo oprimidos por ese<br />

espectro todas las noches justo antes de<br />

hacerse las doce salen a su ventana y miran<br />

el cielo convirtiéndose en una hermandad.<br />

entero, su cara quedó tirada en el suelo llena<br />

de sangre y yo al asomarme me sonrió y me<br />

dijo “esta vez ganaste pero vendré de nuevo,<br />

sigue soñando” y salió huyendo por la ventana<br />

dejando una estela de sangre, que al parecer<br />

sólo yo podía ver, al mostrarme a la ventana<br />

Los<br />

Iscariote.<br />

Por: José Andrés Rivas, Venezuela.<br />

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DEJA VU<br />

DEJA VU- ACTO I<br />

Abro los ojos y me encuentro rodeado<br />

por gente que apresura el paso y levanta<br />

atropelladamente la cabeza, como garzas<br />

migrando a su destino. Parias que intentan<br />

alejarse o acercarse, viajando como<br />

sardinas enlatadas con miles de esperanzas<br />

y frustraciones a bordo.<br />

Tengo la sensación de que este cuadro lo he<br />

vivido una y otra vez. La turba frenética, los<br />

zumbidos de la gente, el aire turbio de una<br />

ciudad que se asfixia en su propia miseria.<br />

El cielo se rompe sorprendiendo a todos<br />

con un torrencial aguacero y recuerdo el<br />

aforismo popular que dice que el clima de<br />

esta ciudad se parece al carácter de las<br />

mujeres. La lluvia cae intempestivamente,<br />

sin darnos tiempo a reaccionar; no son<br />

gotas, sino baldes con agua los que se<br />

desprenden del cielo.<br />

La gente corre desesperada, yo camino<br />

lentamente disfrutando cómo la lluvia me<br />

purifica y en cada gota se siente un beso<br />

tuyo. No hay mayor placer que saltar bajo la<br />

lluvia y sentir cómo me acaricia el rostro.<br />

Por el pasillo se dibujan dos ciegos<br />

ayudándose a caminar, para ellos parece<br />

estar más claro el horizonte que para mí.<br />

Más allá miro algo que me da esperanza:<br />

un padre sentado sobre el piso gélido,<br />

sosteniendo a su hijo sobre las rodillas<br />

mientras acerca una cuchara con cereal a la<br />

boca del crío.<br />

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32


DEJA VU- ACTO II<br />

Me ubico en el umbral, junto a otro<br />

grupo de gente con caras lánguidas que<br />

espera que la lluvia amaine. Vuelvo la mirada<br />

a mi izquierda y aparece un payaso triste<br />

que me recuerda al Desfile de payasos<br />

apocalípticos de Georges Rouault. (La risa<br />

hecha pena, tan patético como tratar de<br />

leer un libro desde una estantería, como<br />

una vieja balada en inglés que solo hace<br />

más inolvidable tu ausencia o como hacerle<br />

el amor a tu retrato, ese que alguna vez te<br />

dije que lo había colgado para tapar una<br />

mancha en la pared). El payaso me mira con<br />

cara de funeral y yo suelto una carcajada<br />

inconsciente, le apunto con un dedo al rostro<br />

mientras me alejo de ese absurdo cuadro que<br />

algún pintor expresionista parece haberle<br />

dado vida.<br />

Una madre lleva de la mano a una criatura de<br />

tres años, lo carga en brazos, le da su paraguas,<br />

y el niño lo levanta para luego perderse entre<br />

las gotas tupidas de lluvia que no dan tregua.<br />

Sacudo el cuerpo y me lanzo al diluvio, de<br />

pronto una pareja pasa cerca, la chica corre<br />

y alguien la persigue, por un instante pienso<br />

que intenta asaltarla, pero él la rodea con los<br />

brazos y aunque ella forcejea, finalmente,<br />

afloja el cuerpo en señal de rendición y se<br />

pierden en un beso apasionado. La lluvia<br />

también sana las heridas del amor.<br />

Miro la hora, cuarto para las nueve, quiero<br />

darte una sorpresa esperando fuera del<br />

ascensor, mirarte sonreír para redimirme con<br />

el cielo de tus ojos y luego perderme en el<br />

abismo de tus labios de manantial.<br />

DEJA VU<br />

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33


DEJA VU- ACTO III DEJA VU<br />

Camino por un callejón donde un gato se atraviesa, parece ser el mismo que he visto<br />

ya otras veces, le brillan los ojos como si quisiera decirme algo, maúlla desgarradoramente<br />

y se pierde por la pared. Cerca del basurero, un borracho ronca ovillándose entre costales y<br />

cartones que lo protegen del frío, al tiempo que unos perros raquíticos husmean desperdicios<br />

esparcidos por el suelo.<br />

La lluvia agónica levanta vapores que parecen contagiar a las personas con nostalgias y<br />

desencuentros. Junto al jardín del andén, una mujer llora desconsolada contemplando la<br />

niebla fugaz que se eleva. Como si con sus lágrimas quisiera avivar nuevamente el temporal.<br />

¿Quién soy yo para juzgarla? Tal vez todos necesitamos mojar no solo el cuerpo, sino el alma,<br />

para sentirnos vivos.<br />

Estoy acercándome, los semáforos, los acróbatas del aire, los traga fuegos, los malabaristas<br />

de sueños, los vendedores de fruslerías… aparecen sobre el asfalto monótono, como los<br />

escarabajos sobre el pasto recién llovido.<br />

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DEJA VU- ACTO IV<br />

Al llegar al edificio donde trabajas<br />

nadie me pide identificación, he venido<br />

tantas veces que me confunden con un<br />

empleado más. Son las nueve, sé que vendrás,<br />

lo presiento como a la gente, como al gato,<br />

como a este ascensor donde te robé el primer<br />

beso y donde el tiempo congeló el mundo<br />

para que nosotros creáramos un paraíso por<br />

encima de este infierno urbano.<br />

Te espero en el séptimo piso, cuento los<br />

segundos que faltan para verte, hasta que<br />

de pronto apareces. Mi sonrisa te busca,<br />

pero tu mirada me atraviesa con frialdad<br />

como si yo fuera simplemente una sombra.<br />

Ingresas a la oficina, pero al intentar asir tu<br />

mano, mi cuerpo es como aire pretendiendo<br />

retenerte. Naufrago en el eco de tus pasos<br />

lejanos, mientras por mi mejilla una lágrima<br />

involuntaria resbala. Aunque podrían ser<br />

rezagos de la lluvia, pues jamás te demostraría<br />

ese signo de debilidad.<br />

Miro el pasillo limpio, mi ropa luce<br />

impecablemente seca, abro el ascensor y no<br />

hallo mi reflejo. Si antes me reí del payaso<br />

de la estación, ahora mi mente pintaba en el<br />

espejo un rostro angustiado como El grito de<br />

Edvard Munch.<br />

Llegan como destellos los últimos recuerdos<br />

de algo borroso que sucedió: me miro<br />

saliendo en el auto a toda prisa en medio de<br />

un torrencial aguacero para pedirte que seas<br />

mi compañera eterna, un semáforo en rojo,<br />

un choque, un fulgor que enceguece…<br />

Salgo del ascensor y camino sin rumbo por la<br />

ciudad, perdido entre recuerdos brumosos y<br />

esquinas con rascacielos, mientras mi sombra<br />

se difumina como la lluvia con el zenit.<br />

Mañana, la tormenta caerá sobre la ciudad<br />

y vagaré por estas mismas calles frías<br />

buscándote. En el camino, mientras llueve<br />

torrencialmente, aparecerá el payaso, el<br />

padre, el hijo, los ciegos, la madre, su niño…<br />

el gato; entraré al edificio y te veré salir del<br />

ascensor. Y, entonces, intentaré ser más que<br />

una sombra en tu memoria; tomaré tu mano<br />

y te narraré esta incomprensible historia<br />

que gira como un tiovivo eterno impelido por<br />

algún Dios travieso.<br />

Por: Fausto Ramos, Ecuador.<br />

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DETRÁS DE LOS BARROTES<br />

Mientras contemplo las grandes<br />

montañas desde mi ventana solo puedo<br />

preguntarme ¿que habrá más allá? Acaso<br />

esas montañas marcaran siempre el límite<br />

de mi mundo o será que hay algo más sé que<br />

hay un mundo, un mundo grande con lugares<br />

que el hombre ni siquiera puede imaginar<br />

pero mientras contemplo ese escenario<br />

desde los barrotes de mi celda imagino<br />

todo un mundo, llegue hasta aquí solamente<br />

por soñar, solamente por escapar de unas<br />

reglas absurdas de mi poblado en el que una<br />

persona va a prisión por robar fruta para<br />

alimentar a su familia mientras que unos<br />

oficiales déspotas pasean con toda libertad<br />

en las calles luego de aniquilar a un inocente<br />

niño a golpes, llegue aquí porque me rebele<br />

contra eso, llegue hasta aquí por tratar de<br />

defender a aquel niño, por hacer lo que las<br />

demás personas no se atreven a hacer por<br />

miedo a las consecuencias pero para mí<br />

no existe una consecuencia más grave que<br />

dejar el mundo en manos de un gobierno<br />

autoritario que actúa sin consultar a nadie<br />

poniendo las reglas que se le antoja ese no<br />

es el mundo con el que soñé o más bien vi no<br />

lo sé mi cordura me ha jugado malas pasadas<br />

a lo largo de este tiempo pero sé lo que vi a<br />

un presidente arrodillado ante su pueblo<br />

pidiendo clemencia tal y como deberían<br />

ser las cosas y no un pueblo que muere en<br />

batallas pidiendo una botella de agua a un<br />

presidente, vi a un presidente que pedía<br />

al pueblo que lo dejara ir y no a un pueblo<br />

pidiendo a sus guardias que no lo lastime,<br />

luchare por ello porque sé que esto barrotes<br />

no me detendrán por mucho tiempo, acabare<br />

con el autoritarismo que domina a mi pueblo<br />

y luchare por su libertad solo unos cuantos<br />

días más me separan de ello.<br />

Por: Daniel Padrón, Ecuador<br />

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36


(EXTENSIÓN DE UNA NOTA<br />

BIOGRÁFICA)<br />

Digamos que José Antillanca nació en París. O, mejor, para ser exactos, en Saint Germain<br />

en Laye, que es la última estación de una de las catorce líneas del metro de la capital del<br />

mundo, según creen a pies juntillas todos y cada uno de los descendientes de los Parisii, y<br />

cuantos fueron llegando después. Nació, allí, de la unión de José Antillanca Palacios, y Clara<br />

Chabarriga Oyarzún (o Echabarriga, según el registro primero de su nacimiento, que después,<br />

quién sabe por qué, le dio por cambiar). Con el tiempo, su hijo José recuperaría el Echabarriga<br />

del que tan orgulloso estaba. Cuando aún apenas su edad rebasaba los límites de la cuna<br />

-que es emblema del municipio que le vio nacer, por ser cuna de reyes de Francia- siendo un<br />

ternísimo infante, decimos, vinieron sus padres al lluvioso Temuco, por razones, se entiende,<br />

de movilidad laboral (y con este insípido eufemismo nos ahorramos la necesidad de detallar<br />

toda una serie de escabrosos pormenores). El mínimo José no vio por la ventanilla de su avión<br />

aproximarse las tierras de sus antepasados, acaso alguna nube lejana, como todas aquellas<br />

del tiempo de la memoria de algodón, esa que llaman memoria implícita, que se graba en la<br />

piel pero no en la consciencia. La niñez de José fue temuquense.<br />

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37


Creció en la calle Hochstetter, pero del otro lado<br />

de Pedro de Valdivia, lo que alguna vez generara<br />

algún tipo de malentendido en alguna conversación<br />

arribista, muchos años después. Porque claro, hay<br />

calles que, como José, nacen junto a un palacio real<br />

y desembocan en un canal, o en un arroyo. José<br />

pasó de la realeza a la realidad, de un plumazo. No<br />

serían pocas las veces que al niño Antillanca, más<br />

que hacerle burling, le dieron una paliza por andar<br />

cocodrileando en la pobla.<br />

De todos modos, no puede decirse que la niñez y<br />

adolescencia de José fueran un infierno: tuvo la<br />

suerte de educarse en el Liceo Gabriela Mistral de<br />

Temuco (después de pasar por varias escuelas y<br />

liceos encontró el que seguramente más le convenía),<br />

y allí, en los románticos galanteos de los pasillos<br />

conoció en carne propia las mieles y amarguras del<br />

amor. De resultas de sus escarceos pronto fue padre.<br />

Fueron ocho las señoritas que se encontraron en las<br />

lides más íntimas con quien pronto fue rebautizado<br />

como “tula bendita”, o simplemente “Tula”. A sus 21<br />

años estaba en cuarto medio y era padre de 8 hijos,<br />

de siete madres distintas, sólo tres de ellas, todo<br />

hay que decirlo, compañeras de liceo. De entre todas<br />

ellas sólo Estefanía Baum, a quien conoció en primero<br />

E, le hacía pensar en asentarse; con ella tenía dos<br />

hijas, Bárbara Ena y Amalia Clara, y le obsesionaba la<br />

idea de que le diera un varón. A la postre, sería a ella<br />

a quien pidiera matrimonio, frente a la Catedral, con<br />

un ramo de rosas, un 12 de marzo del año 2008, a la<br />

edad de 23 años.<br />

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Ella le dijo que no, que no quería<br />

casarse. Que ya vería. Quizá esa negativa<br />

provocó una reacción inesperada en José,<br />

que pretendía, acaso sin saberlo, con<br />

el vínculo del anillo, sujetar a su pareja:<br />

anularla. Puso más empeño que nunca en lo<br />

que quería, y desde aquel “no” fue, sin serlo,<br />

un marido perfecto. Nadie más cumplidor<br />

que José. Nunca un “no” fue tan fructífero,<br />

tan aleccionador. Estefanía vivía aún con sus<br />

padres en un barrio piola. También José, con<br />

el tiempo, acabó yéndose a vivir con ellos,<br />

primero en un departamento independiente<br />

en el patio –los padres de Estefanía eran<br />

ridículamente conservadores, y seguían<br />

soñando, por algún conducto ingenuo de su<br />

cerebro, que su hija se casara con un patrón<br />

de fundo- y finalmente la realidad se impuso<br />

(siempre lo hace), y durmieron ambos<br />

oficialmente en la misma pieza.<br />

José empezó a ganarse la vida con un<br />

pequeño taller de cletas, y quedaron atrás<br />

sus devaneos, hasta que, dos años después,<br />

Luís Marín, novelista afincado en Temuco, le<br />

propuso pagarle con su novela Ciudad Sur la<br />

reparación de un fenomenal tortazo que no<br />

era fácil saber si había afectado más al ciclista<br />

o a la cicleta. Nunca hasta ese momento la<br />

ficción había afectado tanto la realidad de<br />

José como aquella vez, y no pocas veces ha<br />

venido a preguntarse si fue buena aquella<br />

concesión de dejarse pagar con un libro. Lo<br />

cierto es que aquellas páginas vinieron a<br />

prender una llama incógnita, un interruptor<br />

que había permanecido hasta entonces<br />

oculto, y que ya no podría apagar más. Y<br />

descubrir la literatura fue uno y lo mismo que<br />

descubrir a los escritores que pululan por las<br />

páginas de Marín, que estaba encantado con<br />

el entusiasmo sin límites de Antillanca, que<br />

pronto compartía cervezas en los bares con<br />

los protagonistas de los relatos, y aprendía a<br />

velocidad de vértigo todo lo que su atrofiada<br />

curiosidad había pasado por alto durante<br />

tantos años aciagos.<br />

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39


En menos que canta un gallo, se<br />

convirtió en un cronista ineludible de<br />

cuantos eventos literarios llegaba a saber<br />

se desarrollaban en Temuco. No había<br />

homenaje, lectura, presentación, festival<br />

que el Tula se perdiera; y una vez más, todo<br />

lo fecundaba. Su desparpajo de antaño, que<br />

parecía opacado por la serenidad de la familia<br />

-el dulce silencioso pensamiento- dio paso a<br />

la algazara, y pronto empezaron a tomarse<br />

como proféticas las cervezas que parecía<br />

le habían dado nombre, tanto a él como a su<br />

incipiente guata. Y es que en más de una de<br />

sus juntas poético-festivas, Antillanca se<br />

tomaba con sus compadres unas estupendas<br />

cervezas artesanales de su mismo apellido,<br />

que vaciaban al por mayor, en una cabaña que<br />

ocupaba en la calle Lautaro Javier Aguirre<br />

-un empecinado sonetista español- hasta<br />

que un traspié le mantuvo al coño en el dique<br />

seco por una larga temporada. Fue allí donde,<br />

con Marín, Claudio Maldonado, Christian<br />

Rodríguez Büchner, Cristian Cayupan, Juan<br />

Huenuán, Ramiro Villano y algún otro que<br />

entraba y salía, conoció al personaje que más<br />

le atraía de la novela de Marín: Dafne Liszt.<br />

Conocer a personajes novelescos era<br />

para Antillanca el súmmum de la experiencia<br />

literaria: y tal era su excitación que pareció<br />

perder el sentido que hasta tal punto parecía<br />

haber recobrado. Todas sus bicicletas se<br />

quedaron sin frenos. Dafne, según Ciudad<br />

Sur -que es indisimuladamente Temuco- era<br />

la poeta más talentosa retratada por Marín,<br />

y parecía, por cómo le dulcificaba su prosa,<br />

usualmente tan torturada, que tenía poderes<br />

mágicos. Y el bueno de José fue a enamorarse<br />

del reflejo de aquel sol. Así que Dafne, que se<br />

creía tan poca cosa, tenía todo un séquito de<br />

adoradores.<br />

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Antillanca, como un Garcilaso, quemó<br />

etapas y pronto escribió sonetos mucho<br />

mejores que los de Aguirre, que tanto se<br />

jactaba de algunos; es probable que eligiera<br />

los catorce barrotes para desbancar<br />

precisamente a quien en aquel momento era<br />

pareja de la poeta. Lo que no sospechaba<br />

era que a ella los endecasílabos no le daban<br />

ni frío ni calor, a lo sumo lograban arrancarle<br />

una sonrisa y un “está bonito”, que en el fondo<br />

venía a querer decir, “ándate con la música a<br />

otra parte” o como mucho “qué tierno que me<br />

escribas versitos”. Fue otro accidente -este<br />

de Aguirre, y sin bicicleta- el que determinó el<br />

destino de nuestro protagonista. Celebrando<br />

el cumpleaños de quien la Biblia de Antillanca<br />

definía como “mapuche sabio”, el anfitrión<br />

bajó apresuradamente las escaleras con una<br />

botella de vino –terminadas las antillancas<br />

de envase plástico- saltó, y al aposentar su<br />

pie resbaló en el suelo húmedo, y se vino a<br />

romper la botella en su muñeca, surtiendo<br />

más sangre que el vino derramado (acaso la<br />

mayor tragedia), fue corriendo al hospital<br />

que estaba a dos cuadras y acabó volviendo a<br />

Galicia para operarse, y con la determinación<br />

de quedarse para siempre, atormentado por<br />

la señal que pensó una caída del caballo en<br />

el camino a Damasco. “Hay algunos que dan<br />

asco”, esa fue la frase de Antillanca cuando<br />

Dafne Lizst contaba sus pesares en el “Che<br />

Carlitos”, bar universitario al que se aferraban<br />

algunos que ya peinaban canas.<br />

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Cristian Cayupan rompió allí mismo su poema “los amantes del Che Carlitos”, que había<br />

dedicado a la pareja de la poeta y el sonetista. Y Antillanca, decidido a entrar de una vez por<br />

todas en la realidad, deslumbrado como estaba por los brillos de la ficción, besó a la Liszt<br />

bebiendo toda la música de su boca sedosa, adjetivo que según Cayupan era un derivado de<br />

“sed”.<br />

Lo que haya de suceder después sólo los protagonistas de esta historia lo sabrán. Es<br />

mucha la tinta que queda en el tintero, y en ella se agitan horribles calamares. No hay océano<br />

que contenga lo que nos queda por contar. El concurso de Collipulli tiene sus límites y no<br />

debemos excederlos. Sepan por las crónicas de Antillanca, por las novelas de Marín, por los<br />

poemas autobiográficos de Huenuán, por las ficciones de Maldonado o de Rodríguez, por los<br />

bestiarios de Dafne Liszt, qué ha sido de todos ellos. Acaso, entre líneas, adivinen algo. Acaso<br />

la tinta no consiga ahogarles. Baste decir -es cuanto sabemos- que ahora Antillanca escribe<br />

verso libre.<br />

Por: Abdón Corral.<br />

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EL MONSTRUO DEL ROPERO<br />

Le costaba dormirse, según el padre<br />

era normal que eso le pase a su edad, que eran<br />

miedos infundados por leyendas urbanas,<br />

que a todos les pasa hasta que te hacés<br />

grande. A él no le importaban los demás, le<br />

importaba él. Se esforzaba para dormir sin<br />

importar si del miedo tuviese pesadillas, de la<br />

pesadilla te escapás despertando pero de la<br />

realidad no hay salida. No sabía que era peor,<br />

si la imaginación de cosas extrañas en su<br />

cabeza o prender el velador y adivinar formas<br />

amenazantes en cada sombra. Un saco podía<br />

ser un hombre entero, una mochila en el piso<br />

un asesino acurrucado, una media tirada<br />

una víbora desplazándose hasta sus pies. Si<br />

prendía la luz venía el reto así que prefería<br />

pensar en cosas lindas para dormirse, pero<br />

era casi imposible.<br />

Antes del último intento de mantener<br />

los ojos abiertos repasaba mentalmente si<br />

había cerrado todo, las ventanas por si entraba<br />

un asesino, las puertas por si el asesino tenía<br />

llave de la calle o entraba por la ventana de<br />

la cocina o la pieza de los padres, hasta la<br />

puerta del ropero era una amenaza. Pensaba<br />

que dentro del ropero había algo escondido y<br />

todas las tardes revisaba entre la ropa antes<br />

del anochecer, sin la luz del día no se atrevía a<br />

hacerlo. Sabía que era una tontería, si no hay<br />

un asesino a la tarde seguramente a la noche<br />

tampoco, pero eso lo pensaba por las tardes,<br />

apenas empezaba a oscurecer la duda de que<br />

había algo entre la ropa se transformaba en<br />

certeza. Al caer el sol lo mandaban a bañarse<br />

y sabía que después vendría lo peor, comer y<br />

acostarse.<br />

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43


Cómo si las amenazas se sirvieran de la noche para atacarte o que prefieran comerte<br />

después de la cena y la ducha para comerte bien lleno y sin tanta mugre encima. Lo mejor<br />

era poner una silla frente a la puerta del ropero. No impedía la entrada de monstruos pero<br />

al menos si intentaba salir del ropero se enteraría y podría correr hasta la habitación de los<br />

padres.<br />

Según le contó un amigo que era todo un estratega y había ideado un sistema muy bueno<br />

de detección, lo mejor era poner juguetes encima de la silla, muchos, así cuando caen hacen<br />

ruido, y tirar mucha ropa en el piso, lo mejor era poner camperas de las gordas, todas las<br />

zapatillas bien desparramadas para cubrir todo el rango de la pieza y algún que otro pantalón<br />

con las piernas abiertas para que cubra más, eso es bueno, así se le enreda en los pies y se cae<br />

para dar tiempo a huir. Los padres piensan que los chicos lo hacen porque son unos sucios,<br />

desordenados o simplemente vagos. Nunca van a saber que es parte de la supervivencia en la<br />

niñez y se empecinan en acomodar las zapatillas por par asomando las puntas apenas debajo<br />

de la cama y guardar la ropa en cada cajón, lo que hace que la noche siguiente el que tiene<br />

que tomarse el trabajo de desparramarlo es uno. Si no hacen eso los monstruos abren la<br />

puerta del ropero como si nada y te matan sin darte tiempo a decir ni mu. Él no sabía porque<br />

a alguien a punto de morir atravesado por una garra se le ocurriría decir mu en vez de auxilio,<br />

ayudenmé o simplemente pegar un grito. Tampoco quería averiguarlo.<br />

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44


De repente vió que del ropero salía<br />

una luz y se escuchaban ruidos de pasos. Se<br />

acurrucó contra un rincón, el más alejado,<br />

mientras tanteaba en el piso para no caer<br />

enredado en sus propias trampas cuando<br />

el monstruo entre. De repente los pasos<br />

se hicieron cada vez más audibles y se<br />

detuvieron del otro lado, vió una sombra que<br />

aparecía por debajo y sintió que el picaporte<br />

del ropero se movía. Quedó acurrucado en<br />

la punta de su habitación tapándose la boca<br />

para no gritar, sentía que las manos no le<br />

alcanzaban para tapar ese alarido de terror<br />

que asomaba y tomó una media y la colocó<br />

en su boca. Un grito ahogado asomó entre<br />

ese amasijo de lana que tenía apretado entre<br />

los labios: “Mmu”. Se quedó palido y pensó, es<br />

el momento, voy a morir, al final era cierto y<br />

decías mu antes de que te maten. Estaba a<br />

punto de correr cuando escuchó una voz del<br />

otro lado del ropero que decía. “Qué hacés<br />

levantado?” “Nada mamá, ya me acuesto”,<br />

respondío otra voz. La sombra se alejó del<br />

marco inferior de la puerta y los pasos se<br />

alejaron. Espero unos minutos y del otro<br />

lado se hizo silencio, se acercó lentamente<br />

esquivando sus propias trampas, miró por la<br />

cerradura del ropero y ahí estaba, los padres<br />

le decían que no existían, que era una leyenda<br />

urbana, que adentro del ropero no había<br />

nada, pero había y el lo vió. Era real, un chico<br />

de carne y hueso, con un pijama con colores<br />

estridentes y amenazadores, acurrucado en<br />

su cama y abrazando un oso, seguramente<br />

esperando el momento para atacarlo,<br />

mientras él dormía.<br />

Por: Daniel Victor Luchina, Argentina.<br />

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ELSA<br />

Elsa, me llamo Elsa, pero todos en<br />

el barrio me dicen la gorda fea. Mamá se<br />

llama Eva. Ella no quiso ponerme su nombre<br />

ya que hacerlo sería tanto como firmar un<br />

trabajo mal hecho. Mamá fue siempre muy<br />

perfeccionista.<br />

Siempre he sido gorda y fea. Cuando nací<br />

mi madre dijo al conocerme: ¡Dios mío,<br />

perdóname, no sé concebir hijos¡ Arrepentida<br />

por su error lloró toda la noche.<br />

Soy hija única.<br />

Laura dice que ser como yo es un delito contra<br />

el buen gusto porque todos deberíamos ser<br />

amables a los ojos de los demás. Tal vez Laura<br />

tenga razón; mamá la quiso siempre como la<br />

hija que nunca tuvo.<br />

Cuando cumplí mis primeros ocho años de<br />

odio corporal estudié danza, un poco para<br />

complacer a Laura – ándale, a ver si así te<br />

mejoras--, un mucho para creer en Dios. A<br />

mamá le encantó la idea. Esperaba que en<br />

el ejercicio perdiera volumen y me viera más<br />

presentable. Siempre vivió la vergüenza de<br />

tener a una hija gorda y fea. Ella no lo sabía<br />

pero si acaso algo nos unía era la misma pena.<br />

Desde luego no hubo milagro, no perdí<br />

cintura ni fachada, mi ropero jamás conoció<br />

pantalones talla treinta. Mamá dejó de<br />

hablarme, pero yo volví a colgar los espejos<br />

en mi cuarto.<br />

Sin embargo, ser un héroe es tan simple como<br />

enfrentar la verdad. En la duela la encaré. El<br />

que sabe que no es su cuerpo está salvado.<br />

Me salvé. Ese fue el milagro. Celebré mi<br />

segundo nacimiento con flores y sin llantos, a<br />

los trece años de edad. Tuve suerte, muchos<br />

mueren sin haber nacido.<br />

Actualmente llevo una vida muy parecida a<br />

cualquiera: estudio, trabajo, amo y desamo a<br />

ratos, visito a mamá de vez en cuando.<br />

Si tengo un hijo con mi pareja actual, mamá<br />

tendrá seguramente un nieto muy feo.<br />

Por: Ea Pozoblock, México.<br />

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46


TELEFUNKE<br />

- Nos sosteníamos el uno al otro<br />

como en un castillo de naipes; sabíamos<br />

perfectamente que si alguno de los dos<br />

fallaba en algún momento, todo habría<br />

terminado.<br />

“El hombre flaco tomó una hoja seca del<br />

suelo y la besó, luego se sentó en el banquillo<br />

mirando al sol. Su rostro sucio y la barba<br />

enmarañada eran lo primero que llamaba la<br />

atención de él; pero además, sus ropas viejas<br />

y las uñas largas no combinaban con los<br />

audífonos que llevaba puestos”.<br />

- ¿Te acuerdas? Apestábamos a orina<br />

y la gente nos miraba lelamente al pasar. La<br />

muchacha de rojo, ¿recuerdas? se sentó en el<br />

banco del frente y empezó a escribir.<br />

“Entonces el hombre miraba como miran los<br />

locos cuando saben que lo están: con esa<br />

mezcla de vergüenza y agresividad, con ese<br />

desencanto e impotencia de saber que algo<br />

no cuadra”.<br />

- ¡Cómo nos gustaba asustar a<br />

la gente!¿Viste que estaba bueno no<br />

bañarse?¿Viste que el trabajo de mendigo se<br />

nos da bien?¡Joder, la muchachita esa con su<br />

esfero y la miradera!<br />

¿Será que el tipo gana hoy lo necesario para<br />

un pan?- se preguntaba la joven, mientras<br />

escribía “…p a a n…” en la libreta.<br />

- ¡Ya te he dicho que no me gusta que<br />

empieces con “…p a a n…”! Caray, la loquera<br />

dijo que no existes… podría anularte en<br />

cualquier momento, así que estate callado…<br />

p a a n…p a a n… ¡shito!<br />

¿Por qué usa esos audífonos el tipo?- se<br />

pregunta Dana- ¿Será que oye algo? ¿o no<br />

quiere oír esto de fuera?- insiste, mientras<br />

mira los audífonos del hombre, colocados en<br />

las orejas y conectados a ninguna parte, con<br />

el cable roto colgando de su cuello.<br />

- “… del cuello del tipo”. Oite Sofronisco:<br />

esta hembra se piensa que no oímos nada, ja;<br />

pero quédate quietito, calladito, así se oye<br />

mejor el chac chac de su pluma al escribir.<br />

“al escribir”, culminó la muchacha y vio de<br />

nuevo los audífonos del mendigo, conectados<br />

a ninguna parte.<br />

Por: Katerine Ortega,<br />

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47


EL HOMBRE VAGABA, EN SILENCIO, CON LA MIRADA PERDIDA.<br />

El hombre vagaba, en silencio, con la mirada<br />

perdida.<br />

La gente de esas lejanas tierras lo reconocía, y lo<br />

miraban con desdén. Su historia era conocida por<br />

todas las personas del Reino, y de las Tierras de<br />

Afuera. Se le llamaba el Traidor.<br />

El siempre había estado junto a su viejo amigo<br />

Grael, hermano de la Reina. Siempre había estado<br />

ahí para él cuando lo necesitaba. No importaba que<br />

fuera, si tenía que defenderlo de mil maleantes o<br />

cruzar un rio infestados de peces asesinos, el lo<br />

haría por su, según palabras de él, hermano de otra<br />

madre. Y él pensó que el sentimiento era mutuo.<br />

Pero al parecer, estaba equivocado.<br />

Cuando se encontró a su esposa, la mujer que más<br />

amaba, besando a Grael, no sabía que decir. No<br />

había palabras para describir esos sentimientos<br />

que lo recorrían, pero las lágrimas que salían de<br />

sus ojos bastaban. Hubo un momento en que sus<br />

miradas se cruzaron. El Traidor se esperaba una<br />

mirada de angustia, de remordimiento, de pena.<br />

Grael ni se inmuto. Simplemente no le importaba.<br />

La cara de El Traidor merecía ser plasmada como un<br />

gesto de dolor, tristeza y decepción. Pero más aun,<br />

de odio. Una sed de justicia se podía notar en sus<br />

ojos. Quería venganza, quería quitarle algo que le<br />

doliera igual que a él.<br />

Y lo conseguiría. Claro que sí.<br />

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48


La Reina había convocado una<br />

asamblea del pueblo, para notificar de los<br />

nuevos bajos impuestos y otros temas. Como<br />

no, El Traidor estaba entre los asistentes, y<br />

además era de los pocos que podían saludar<br />

de cerca a La Reina. Junto a la Reina estaba<br />

Grael, saludando con desdén a la plebe.<br />

Nunca le gusto la gente humilde.<br />

El Traidor se acerco a saludar a la Reina, como<br />

siempre hacia en estas ocasiones. Nadie<br />

había notado la daga que escondía entre<br />

sus ropas, y como la Guardia lo conocía, no<br />

necesitaron requisarlo.<br />

La desenvaino, y apunto al vientre de la Reina,<br />

gritando: ¡Te quitare a la mujer que quieres,<br />

como tú hiciste conmigo! El cuchillo entro y<br />

salió sin problemas.<br />

Ante los gritos de los asistentes, y mientras<br />

la Guardia tenía de rodillas al Traidor,<br />

Grael se acerco a el, y le susurro: Creo en<br />

la vida después de la muerte, por lo cual<br />

te desterrare a las Tierras de Afuera, y<br />

decapitare a tu querida esposa. No podrás ni<br />

despedirte y no permitiré que se encuentren<br />

en el Más Allá, ya que mis hechiceros te darán<br />

un encantamiento que no te permitirá morir<br />

por tu propia mano, o por deseo propio.<br />

Vagaras eternamente hasta que algún ladrón<br />

o asesino te quite la vida sin tu permiso. ¡Esa<br />

será mi sentencia!<br />

Y henos aquí. El Traidor vaga por Las Tierras<br />

de Afuera, y Grael subió al trono. Se convirtió<br />

en un Rey despiadado con los pobres, injusto<br />

con todos y que solo se complace a él.<br />

Pero el plan del Traidor no ha terminado. Solo<br />

se ha prolongado un poco.<br />

El Rey morirá. El pueblo será salvado. El<br />

Traidor conseguirá su descanso.<br />

Por: Julio Cesar, Venezuela.<br />

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49


ESCRITO<br />

Hoy, como siempre, dispersa en las<br />

neblinas que me dejo tu recuerdo, camino<br />

imaginando presentes inciertos, llenos de<br />

acciones perdidas en el mar de mi dolor,<br />

tu caminando hacia mí, con tu silueta tan<br />

definida, flotando al caminar, siguiéndome<br />

al avanzar, son fantasmas que ha dejado a<br />

su paso tu partida, acompañados de lastres<br />

amarrados a mi pecho que me impiden<br />

superar todo el dolor que me deja tu falsa<br />

presencia, aferrándome aún que sea a un<br />

pequeño indicio de un retorno que nunca<br />

sucederá.<br />

Brota en mi alma la esperanza creada por la<br />

necedad de mi ingenuo corazón, que supura<br />

miedo y se niega a aceptar la verdad, está<br />

realidad que carcome mi interior, hace que<br />

me sienta desgarrada, no me permite avanzar,<br />

me ha dejado inmóvil sin poder superar el<br />

duelo de perderte, atándome a tus cenizas<br />

que a su paso dejo el fuego de tu egoísmo,<br />

incendiando sin consideración todo por lo<br />

cual comencé a vivir, que fue tu llegada, en<br />

el momento menos esperado; cuando había<br />

decidido caminar, abrir mis alas y seguir el<br />

viaje, tomaste como carnada la dulzura de<br />

tus mentiras y caí en la trampa, creyendo que<br />

tu amor me estaba liberando y me haría volar<br />

a donde yo quisiera, cuando lo único cierto es<br />

que cortaste mis alas cuando te percataste<br />

de que baje la guardia y me dejaste atada<br />

al firmamento, amando las cadenas que me<br />

impuso tu arrogancia.<br />

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50


Y así, pasan los minutos, pasan las<br />

horas, pasan los días y aún no me entero en<br />

que momento el tiempo curara las heridas,<br />

sigue aquí el mismo vacío, la misma soledad<br />

que siente mi alma, que por más pieles que<br />

me tocan no logran cambiar el olor que la<br />

tuya me dejo impregnada, un olor suave, pero<br />

que al mismo tiempo raspa mi garganta, y<br />

llega a lo más recóndito de mi ser, para darme<br />

paz, ya que me recuerda que fuiste real, pero<br />

que me lastima al recordar que no estas<br />

cerca, que solo es parte de tu ausencia, que<br />

dejo a su paso esa esencia que duele, que<br />

lastima, que hiere mi alma, que me mata, pero<br />

a su vez me mantiene viva, a la espera de tu<br />

retorno, que por más paciencia que intento<br />

tener, me desgarra por dentro; estoy en<br />

coma, muerta, dispersa en las neblinas que<br />

me deja tu recuerdo, mi corazón me obliga a<br />

vomitar cada indicio en mi ser de felicidad,<br />

no me permite ser feliz sin ti, me llena de<br />

pensamientos negativos y grita en mi alma<br />

–“como vas a vivir, si él es tu vida, como vas a<br />

respirar, si él es tu aire”-.<br />

Camino por inercia, con la esperanza de<br />

hallarte, anhelando aunque sea una mirada<br />

indiferente, pero no estas, te escondes de<br />

mí, huyes; te comprendo, a mí también me<br />

daría pena ver a alguien como yo, muriendo<br />

por algo que nunca existió, que para ti no fue<br />

nada, mientras que yo me imaginaba a tu lado<br />

para siempre, caminando de la mano rumbo<br />

a la muerte, anhelando la eternidad junto a<br />

ti, iluminados por el universo, cuando incluso<br />

no me hubiera importado el hecho de que no<br />

hubiera vida después de la muerte, por que<br />

con esta vida junto a ti me hubiera bastado;<br />

pero no, la vida no es tan generosa, ni siquiera<br />

un poco buena, se empeñó en destruir mi<br />

felicidad, me engaño, me engatuso con<br />

futuros imposibles para después arrastrarme<br />

contra el piso, dejarme medio muerta, ¿Por<br />

qué no me mato y termino tajantemente con<br />

mi agonía, porque me tiene aquí anhelando tu<br />

venida?.<br />

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Inhalando mi agonía y exhalando<br />

tu existencia, arrastrando las cadenas y<br />

sufriendo mi condena, injusta y dolorosa, que<br />

solo demuestra una cosa, que sin ti ya no hay<br />

camino en el cual proseguir, y me encuentro<br />

perdida sin saber a dónde ir, aferrada a los<br />

recuerdos que me impuso tu venida y a su<br />

vez dejo a su paso este triste letargo, que<br />

prolonga mi amargura y asegura mi declive,<br />

anhelando lo imposible y colgada a tus<br />

fantasmas.<br />

No, no quiero a nadie que no sea a ti, si no<br />

eres tú no quiero volver a saber de amor, y<br />

más que yo lo quiera es porque no puedo,<br />

porque lo intente, y al momento en que<br />

empezaba a sacarte regresabas a la fuerza,<br />

derribando las murallas que creaba la poca<br />

razón que quedaba en mi cabeza, pisoteando<br />

mi dignidad y haciendo que cayera de nuevo,<br />

allanándome… destruyendo mis sueños,<br />

haciéndome sentir que el fuego quema,<br />

aunque sea a la distancia.<br />

No recuerdo cuantas veces al sentir otros<br />

labios se me venía a la mente tu rostro<br />

susurrándome al oído “traidora”, cuando<br />

tú mismo fuiste el traidor, el cobarde por<br />

abandonarme, por retirarte... porque cuando<br />

comencé a entregarme, comenzaste a<br />

alejarte, será porque te di pieza por pieza<br />

mi alma, y a las personas no les gustan las<br />

cosas incompletas, preferiste abandonar la<br />

mercancía, ya usada, lo que no te diste cuenta<br />

es que yo llegue completa y fuerte, pero tú<br />

te encargaste de malgastarme, para luego<br />

tirarme, como si no tuviese valor ni garantía,<br />

como si solo fuese una basura.<br />

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52


Dispersa en las neblinas que me dejo tu recuerdo, camino por los<br />

bosques de esta fría primavera, mi alma se congela, pero mi espíritu<br />

hierve, emanando el vapor que desemboca esta abnegación a no<br />

perderte, con la esperanza de ganar esta lucha, defendiendo tus<br />

recuerdos de la poca razón que queda en mi cabeza al momento en que<br />

quiere desechar todo lo que tenga que ver con esté amor, que me hace<br />

daño, pero que no puedo dejar ir.<br />

No pretendo emanar ardor, quisiera decir que sin ti me voy a levantar,<br />

que voy a seguir, que te voy a demostrar que sin ti soy feliz, pero<br />

no, podría mentirle a todos, menos a mí, yo sé que no puedo, sé que<br />

por más siglos que pasen seguirás aquí adentro desgarrando mis<br />

entrañas y arañando mi sentir, y yo, recordando mi agonía y sufriendo<br />

tu abandono, que sin ti pasaran los días pero para mí se detendrá el<br />

tiempo…<br />

Por: Casandra Cárdenas<br />

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53


LA GALLETA DE HÓNG LÓNG<br />

Y LA SUERTE DE ISABEL.<br />

Cada viernes, Isabel se sentaba a comer junto a la ventana que daba en dirección a la<br />

calle. Desde allí podía verse el gran letrero con mucho colorido e iluminación que destellaba;<br />

Hóng Lóng, El Dragón Rojo. Isabel siempre ordenaba lo mismo para la cena y al recibir su<br />

cuenta pagada, el mozo le regalaba una galleta de la fortuna.<br />

Recuerdos poco claros venían a la mente de Isabel. En la galleta había algo que le hacía<br />

recordar a sus padres y su viaje juntos por China. En aquel entonces Isabel era muy pequeña,<br />

por lo tanto no lograba recordar algo que le daba una sensación de escalofríos.<br />

Isabel vivía sola, no tenía hermanos, sus padres habían fallecido hacía ya varios años y le<br />

heredaron toda su fortuna. Así que no tenía mayores preocupaciones porque sus padres le<br />

dejaron una gran suma de dinero, por esa razón Isabel podía viajar y cumplir con el sueño de<br />

sus padres de recorrer el mundo.<br />

Aquella noche cuando Isabel pidió la cuenta, el garzón quien le atendió era desconocido. La<br />

joven no lo había visto antes, pero lo más importante era que no le había llevado su galleta de<br />

la fortuna, así que la reclamó como derecho propio. El chico corrió a la cocina y regresó antes<br />

de que Isabel pudiese parpadear.<br />

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54


Como en cada ocasión Isabel tomaba<br />

la galleta entre sus manos, observaba a su<br />

alrededor como si ocultase un gran tesoro<br />

valioso y luego la abría con mucha suavidad<br />

partiéndola por la mitad, hasta atisbar el<br />

trozo de papel con su fortuna dentro de ella.<br />

La mayor parte del tiempo, Isabel recibía<br />

mensajes de amor, o de que su salud podría<br />

estar un poco inestable, o de buena suerte en<br />

general.<br />

Aquella noche, la joven tomó el papel entre<br />

sus manos, miró por la ventana y sólo vio un<br />

perro que la observaba. Volvió la vista sobre<br />

el trozo de papel y leyó: “Cuidado, hoy podrías<br />

morir”. En segundos que parecieron horas<br />

Isabel dejó caer el papel por entre sus dedos,<br />

miró nuevamente por la ventana, pero el perro<br />

ya no estaba. Observó dentro del restaurante<br />

y logró ver sólo imágenes borrosas. Su cabeza<br />

daba vueltas. Aquel mensaje le hizo recordar<br />

aquello que le causaba escalofríos. Aquel,<br />

era el mismo mensaje que sus padres leyeron<br />

cuando ella era pequeña allá en China. Tiempo<br />

después éstos fallecieron en un accidente de<br />

tránsito.<br />

Isabel buscó con la mirada al mozo quien le<br />

había entregado la galleta, pero ya no estaba.<br />

Fue a preguntar por él, no obstante la cajera<br />

le dijo que allí no trabajaba nadie con esa<br />

descripción. La joven corrió hacia la puerta<br />

con el corazón en la mano, palpitaba tan<br />

fuerte que podía oírlo todo el lugar. Las otras<br />

personas miraban a Isabel, porque estaba<br />

actuando de manera extraña. La chica sólo vio<br />

rostros distorsionados, figuras tan sombrías<br />

y borrosas que le sobresaltaron. Isabel quiso<br />

correr fuera del lugar, donde vio nuevamente<br />

al perro que antes la observaba a través de<br />

la ventana. Éste, le ladró asustando más aun<br />

a la pobre chica. Isabel caminó al tic tac del<br />

reloj por la misma avenida del restaurante.<br />

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El sonido del tren subterráneo que se<br />

oyó sin previo aviso desde el alcantarillado<br />

la exaltó nuevamente, tornando su rumbo<br />

hacia un callejón. La cabeza de Isabel aun<br />

daba vueltas, sudor corría por la palma de<br />

sus manos y la obsesión de aquel mensaje<br />

idéntico al que recibieron sus padres no la<br />

dejaba caminar bien. En el camino, un mendigo<br />

extendió su brazo, pero Isabel no le oyó,<br />

sino que continuó caminando hasta que una<br />

sombra frente a ella le hizo cesar su marcha<br />

desorbitada. Era aquel mozo del restaurante,<br />

quien le había entregado su fortuna en la<br />

ahora tan aborrecida galleta. Isabel gritó y<br />

corrió de regreso, el mendigo le hizo tropezar<br />

por no haberle dado dinero antes. La joven se<br />

puso de pie, volteó y vio que el mozo la seguía<br />

y le gritaba algún mensaje, pero Isabel no<br />

entendía ya que las emociones no le dejaban<br />

ver bien ni oír lo que el chico le decía. La joven<br />

volvió a la marcha, hasta la esquina donde el<br />

perro se le lanzó haciéndola correr aún más<br />

rápido y cruzar la avenida. La aflicción que<br />

sintió en aquel momento no le permitió si<br />

quiera atisbar el vehículo que en una fracción<br />

de segundos lanzó a Isabel por los aires,<br />

dejándola cubierta en sangre. Isabel yació<br />

en la avenida, el restaurante adornó el rostro<br />

de la chica con luces de color rojo y amarillo.<br />

El desconocido se aproximó a Isabel, junto al<br />

perro que le movía la cola, sólo buscaba con<br />

quien jugar. Finalmente el joven le dijo que<br />

solo necesitaba decirle que él era su hermano.<br />

Su padre había conocido a su madre en China,<br />

así que él había estado buscándola hasta<br />

que finalmente la encontró; dijo llorando y<br />

mirando la sangre de su hermana por sus<br />

brazos.<br />

Isabel únicamente cerró los ojos, le dijo<br />

que todo estaría bien y que no dejara que la<br />

fortuna guiara su vida, solo que disfrutara del<br />

día a día y forjase su propio destino.<br />

Por: Loreto Gárate, Chile.<br />

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56


BIZARREN<br />

Mientras estaban saliendo camino<br />

al médico, la abuela se olvidó de cerrar la<br />

puerta con llave. Eso debió ser una señal,<br />

se dijo Blanca, pero últimamente estaba<br />

tratando de no apoyarse tanto en eso de<br />

estar relacionando todo con todo, así que<br />

momentáneamente se olvidó del asunto. El<br />

tema fue al regresar, porque el destino le<br />

volvió a poner esta misma frase en la cabeza.<br />

La abuela no encontraba por ningún lado<br />

su dentadura postiza. Llamaron al médico,<br />

examinaron todo rastro del camino que<br />

habían hecho hasta el consultorio como si<br />

fueran Hansel y Gretel, pero ni señales del<br />

objeto en cuestión.<br />

Se habrá perdido… habrá que hacer una<br />

nueva -pensó Blanca resignada cuando la<br />

búsqueda la agotó.<br />

Así fue que intentando ubicar el número<br />

del dentista de la familia en la agenda que<br />

estaba en el living, notó que Bizarren, el perro<br />

de la casa, estaba sentado a su lado y la veía<br />

de cierta forma diferente a la habitual. No<br />

entendió si fue por telepatía o qué, pero lo<br />

supo al instante: Bizarren tenía en su poder<br />

la dentadura desaparecida. Dejó la agenda<br />

y se puso a observarlo fijamente, mientras<br />

el can le devolvía mansa y lánguidamente la<br />

mirada. Ahí ella palpó su panza con suavidad<br />

a ver si percibía algún objeto extraño, pero<br />

no notó nada, y el galgo ni siquiera se movió.<br />

Entonces desestimó la idea, sería muy<br />

insólito que ocurriera una cosa así, justo en<br />

el día de tanta corazonada dando vueltas. De<br />

repente el perro abrió la boca de un enorme<br />

bostezo y lo que descubrió Blanca fue peor<br />

que lo que había imaginado: Bizarren tenía<br />

calzados los dientes como si fueran suyos. Lo<br />

peor del caso es que le quedaban tan bien que<br />

parecían hechos a propósito para el perro.<br />

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No hubo forma de sacárselos con la mano,<br />

incluso tampoco pudo acercársele mucho<br />

el veterinario del barrio. Este último, entre<br />

resignado y confundido, le dijo:<br />

Por lo que pude ver, ni siquiera le molestan…<br />

-y titubeó antes de sugerirle- si usted no se<br />

ofende, le diría que se los deje hasta que se<br />

caigan solos… si es que llega a ocurrir.<br />

La propuesta era por demás de rara, pero no<br />

había otra cosa que hacer por el momento.<br />

Lo más complicado del caso fue que los<br />

días empezaron a transcurrir, y Bizarren no<br />

sólo que no se desprendía de la dentadura,<br />

sino que estaba empezando a cambiar de<br />

comportamiento. De cachorro juguetón<br />

que era sólo un mes atrás, había pasado a<br />

convertirse en un perro reposado, tranquilo<br />

y meditabundo. Hasta había dejado de comer<br />

con el frenesí y arrebato de siempre lo que le<br />

ponían adelante. Ahora su estómago digería<br />

sólo puré y alimentos no muy pesados, y había<br />

que darle cada noche una pastilla diferente<br />

para distintas dolencias que parecía haber<br />

adquirido de repente.<br />

A Blanca le costó asumirlo, pero la evidencia<br />

no le daba lugar a dudas: Bizarren no sólo le<br />

había usurpado los dientes a la abuela, sino<br />

también su personalidad. Bastaba mirarlo<br />

fijamente para saber que esos ojos contaban<br />

mucha historia y que cada vez se enfocaban<br />

más atrás en el tiempo, llenándolo de<br />

arrugas. Ahora hasta se sentaba impaciente<br />

frente a la TV esperando que empezara la<br />

novela de las 4, el programa con los chismes<br />

de los famosos o los resultados de la Quiniela<br />

Nacional, mientras movía la cola, satisfecho.<br />

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Blanca intentó contar esta historia a varias personas, pero nadie pareció creerle y hasta<br />

escuchó a sus hijas susurrar en secreto algo relacionado con el manicomio de la zona, así que<br />

se resignó a dejar todo como estaba hasta encontrar alguna solución en silencio. La única<br />

que parecía haberla escuchado con verdadera atención era la abuela, que al hacerse la nueva<br />

dentadura pidió que le imitaran los dientes de una chica de 12 años con ortodoncia rosa.<br />

Caprichos de vieja, ¿vio? Deme ese gusto… – pidió al mecánico dental<br />

Dicen que ahora Blanca tiene bastante tiempo libre, porque la abuela se anotó para empezar<br />

el secundario, se compró unos rollers y sale todas las tardes a practicar al Parque España.<br />

Después se encuentra con sus amigos en Mc Donalds, y se queda escuchando rock en casa de<br />

alguno de ellos hasta la madrugada. A veces la acompaña Bizarren, que en las noches de luna<br />

llena suspira con nostalgia y aúlla sin cesar a quien quiera escucharlo, contándole qué buenos<br />

eran los tiempos donde con un solo peso se podían comprar 3 kilos de alimento para perro y<br />

todavía te daban vuelto.<br />

Por: Flor In the flowerland, Argentina.<br />

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LLEGANDO AL ORIGEN, ES UN LUGAR MARAVILLOSO, ES UN LUGAR DONDE<br />

PUEDO OBSERVAR QUE TODOS LOS LUGARES SON UNO, ES UN LUGAR<br />

DONDE TODOS LOS TIEMPOS SON UNO, DONDE TODO SE FUSIONA EN ALGO<br />

MARAVILLOSO, ESE ALGO QUE NO SÉ CÓMO LLAMARLO, PERO ES BELLO.<br />

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