Tierra del Corazón Abril 2018
Nueva edición de Tierra del corazón magazine Abril 2018
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<strong>Abril</strong> <strong>2018</strong> 15<br />
descansa<br />
Rompe tu amigo sus promesas?<br />
¿No hizo honor a sus palabras<br />
tu jefe? Lo lamento, pero antes<br />
de hacer algo, responde esta<br />
pregunta: ¿Cómo reacciona<br />
Dios cuando rompes las promesas que le<br />
haces?<br />
¿Te han mentido? El engaño duele.<br />
Pero antes de que contraigas los puños,<br />
piensa: ¿Cómo respondió Dios cuando le<br />
mentiste?<br />
¿Te han echado a un lado? ¿Te han<br />
olvidado? ¿Te han dejado atrás? El rechazo<br />
duele. Pero antes de desquitarte, sé<br />
franco contigo mismo. ¿Alguna vez has<br />
descuidado a Dios? ¿Has estado siempre<br />
atento a su voluntad? Ninguno lo ha<br />
estado. ¿Cómo reacciona Él cuando lo<br />
descuidas?<br />
La clave para perdonar a otros es dejar de<br />
mirar lo que te hicieron y empezar a mirar<br />
lo que Dios hizo por ti.<br />
Tal vez digas… pero… ¡eso no es justo!<br />
Alguien tiene que pagar por lo que este<br />
hombre me hizo. Estoy de acuerdo.<br />
Alguien debe pagar, y Alguien ya lo ha<br />
hecho.<br />
No comprendes, tal vez digas, este hombre<br />
no merece gracia. No merece misericordia.<br />
No es digno de perdón. No digo que lo<br />
sea. Pero, ¿lo eres tú?<br />
Además, ¿qué otra alternativa tienes?<br />
¿Odio? La alternativa no es atractiva. Mira<br />
lo que ocurre cuando te niegas a perdonar:<br />
“Entonces su señor, enojado, le entregó<br />
a los verdugos, hasta que pagase todo lo<br />
que debía” (Mateo 18.34).<br />
Los siervos que no perdonan siempre<br />
acaban en prisión. Prisiones de ira, culpa<br />
y depresión. Dios no tiene que meternos<br />
en la cárcel; creamos una propia. “Hay<br />
quienes llegan a la muerte llenos de vigor,<br />
felices y tranquilos… Otros, en cambio,<br />
viven amargados y mueren sin haber<br />
probado la felicidad” (Job 21.23-25, VP).<br />
Ah, el apretón gradual <strong>del</strong> odio. Su<br />
daño empieza como una rajadura en el<br />
parabrisas. Gracias a un camión que corría<br />
a toda velocidad por una carretera de<br />
grava, mi parabrisas sufrió un deterioro.<br />
Con el tiempo la muesca se hizo una<br />
rajadura y esta se convirtió en una<br />
serpenteante fisura. Pronto, el parabrisas<br />
era una telaraña de fragmentos. No podía<br />
conducir mi automóvil sin pensar en el<br />
tonto que condujo su camión demasiado<br />
rápido.<br />
Aun cuando nunca pude verlo, podía<br />
describirlo. Sin duda es un vagabundo<br />
insensible que le es infiel a la esposa,<br />
conduce con una decena de cervezas en<br />
su asiento y sube el volumen <strong>del</strong> televisor<br />
tan alto que los vecinos no pueden dormir.<br />
Su descuido bloqueó mi visión. (Tampoco<br />
hizo gran cosa por mi vista fuera <strong>del</strong><br />
parabrisas).<br />
¿Has oído alguna vez la expresión “ira<br />
ciega”?<br />
Permíteme ser muy claro. El odio te<br />
amargará la perspectiva y te romperá<br />
la espalda. La amargura es una carga<br />
sencillamente demasiado pesada. Las<br />
rodillas se doblarán por el esfuerzo y el<br />
corazón se romperá bajo el peso.<br />
La montaña que tienes <strong>del</strong>ante es ya<br />
bastante empinada sin el peso <strong>del</strong> odio<br />
en la espalda. La alternativa más sabia, la<br />
única alternativa, es que deseches la ira.<br />
Jamás te llamarán a que des a nadie más<br />
gracia de la que Dios ya te ha dado.<br />
Durante la Segunda Guerra Mundial un<br />
soldado alemán se lanzó a un cráter de<br />
mortero fuera <strong>del</strong> camino. Allí encontró<br />
a un enemigo herido. El soldado caído<br />
estaba empapado en sangre y a minutos<br />
de la muerte.<br />
Conmovido por la suerte <strong>del</strong> hombre, el<br />
alemán le ofreció agua. Mediante esta<br />
pequeña bondad se formó un vínculo. El<br />
moribundo señaló el bolsillo de su camisa;<br />
el alemán sacó de allí una billetera y de<br />
esta unos retratos de familia. Los sostuvo<br />
frente al herido para que este pudiera<br />
contemplar a sus seres queridos por última<br />
vez.<br />
Con las balas silbando por encima de<br />
sus cabezas y la guerra rugiendo a su<br />
alrededor, estos dos enemigos fueron, por<br />
unos momentos, amigos.<br />
¿Qué ocurrió en ese cráter de mortero?<br />
¿Cesó todo el mal? ¿Se arreglaron todas<br />
las ofensas? No. Lo que ocurrió fue<br />
simplemente esto: Dos enemigos se vieron<br />
cada uno como humanos necesitados.<br />
Esto es perdón.<br />
El perdón empieza al elevarse por encima<br />
de la guerra, al mirar más allá <strong>del</strong> uniforme<br />
y al decidir ver al otro, no como un<br />
enemigo y ni siquiera como amigo, sino<br />
solo como un compañero de luchas que<br />
anhela llegar seguro a casa.