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2018-05-01 Cinemania

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EL PRECIO DEL PODER<br />

Al Pacino, encantado de cubanizarse: con puro habano, junto a Michelle Pfeiffer, luciendo traje blanco nuclear y con su pistola. Abajo a la dcha., De Palma, el ojo en la cámara.<br />

SUNSET BOULEVARD, 1982. Al Pacino se relaja entre<br />

función y función cuando decide meterse en un cine a ver un<br />

programa doble. “No recuerdo cuál era la otra película, pero sí<br />

que entré por Scarface”. Scarface, a la que aquí se le añadió “el<br />

terror del hampa” era una película rodada por el maestro<br />

Howard Hawks y escrita por Ben Hecht en 1932. Reestrenada<br />

en 1979, era famosa por la violencia descarnada de su protagonista,<br />

interpretado por un Paul Muni inspirado en Al Capone.<br />

Su prestigio era tal que el mismísimo Jean-Luc Godard, faro y<br />

guía de la cinefilia pedante, había decretado en 1963 que era la<br />

“mejor película estadounidense de la historia del cine sonoro”.<br />

Pacino salió de la sala fascinado: “Me quedé petrificado –contaría<br />

al New York Times con motivo del 20 aniversario-. Todo<br />

lo que quería era imitar a Paul Muni. Su interpretación iba más<br />

allá del naturalismo, era otra forma de expresión, casi abstracta”.<br />

Había, también, algo personal. En su biografía sobre el<br />

actor, William Schoell sostiene que Pacino construyó el personaje<br />

con “parte de su propia vida, recordando los insultos que<br />

había recibido en sus inicios por su origen, su estatura o su capacidad”.<br />

Pacino llamó a su antiguo agente y productor, Martin<br />

Bregman, y este, a su vez, al amigo que los había reunido en<br />

Serpico y Tarde de perros: ni más ni menos que el maestro Sidney<br />

Lumet. El director, que sabía por viejo y por diablo, dio con la<br />

tecla correcta: ¿por qué hacer una reconstrucción de época si<br />

eso ya lo había hecho Coppola con El padrino? El interés estaba<br />

en trasladar la acción al presente, de Chicago a Miami, y del<br />

mundo italiano al cubano.<br />

A principios de 1980, decenas de miles de cubanos huyeron<br />

del castrismo en el conocido como Éxodo del Mariel. Corría la<br />

leyenda urbana de que Fidel había vaciado las cárceles para que<br />

un buen porcentaje de balseros tuvieran antecedentes criminales.<br />

Bregman buscó a su particular Hecht: un joven llamado<br />

Oliver Stone que andaba sobrado de talento y falto de dinero,<br />

pues su primera película, La mano, había sido un desastre en<br />

taquilla. Stone, además, algo sabía del mundillo en el que estaba<br />

ambientado el filme: “Durante dos años y medio fui adicto<br />

a la cocaína. Me había jodido tanto, me había quitado tanto<br />

dinero que ahora necesitaba vengarme de la droga y por eso<br />

acepté escribir El precio del poder”. Antes de sentarse a escribir<br />

había que informarse, claro, aunque para ello hubiera que jugarse<br />

el pescuezo. Según cuenta Brian De Palma en Brian De<br />

Palma por Brian De Palma: “Los traficantes de cocaína con los<br />

que trataba lo tomaron por un poli de la brigada de estupefacientes,<br />

porque no paraba de hacerles preguntas acerca de sus<br />

actividades. La verdad es que habrían podido matarlo”. Stone<br />

se fue a París a desengancharse y a escribir la historia de un<br />

antihéroe al que bautizaría como su jugador de fútbol americano<br />

favorito: Joe Montana, de los 49ers. Cuando volvió, Lumet<br />

torció el gesto: todas esas palabrotas, toda esa violencia, todo<br />

ese exceso estaba alejado del hombre que había hecho de la<br />

sencillez de la puesta en escena un arte. Bregman y Pacino<br />

llamaron entonces a Brian De Palma, quien, como Stone,<br />

tampoco atravesaba por un buen momento y estaba a punto de<br />

firmar en la línea de puntos para dirigir ¡Flahsdance! En The<br />

Scarface Phenomenon, uno de los extras del Blu-ray, De Palma<br />

confiesa: “Acababa de hacer una película muy difícil y que había<br />

tenido muy poco éxito como Impacto. Quería cambiar.<br />

Quería hacer una película comercial”.<br />

Al igual que Pacino, De Palma veía en el auge y caída de<br />

Tony Montana una metáfora de su propia carrera cinematográfica:<br />

había conocido el éxito con Carrie… pero pronto volvió a<br />

caer en el olvido tras La furia e Impacto: “En este negocio el<br />

éxito puede ser más devastador que el fracaso, porque te aísla y<br />

te rodea de gente del cine que habla de contratos y presupuestos<br />

y porcentajes y de repente te olvidas de lo que haces”. Alrededor<br />

del dios Pacino, Bregman y De Palma juntaron a un puñado de<br />

jóvenes casi debutantes que se convertirían en estrellas: en un<br />

principio se pensó en Travolta como Manny, el lugarteniente de<br />

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