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2018-05-01 Cinemania

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Además de esos cuellos con vida propia de Al Pacino, también ha pasado a la historia negra de la película el machismo que padeció Michelle Pfeiffer durante el rodaje.<br />

Montana, pero finalmente se contrató a Steven Bauer por su<br />

origen cubano. A su lado, una morena (Mary Elizabeth Mastrantonio)<br />

y una rubia (Michelle Pfeiffer), como la hermana y la<br />

mujer de Montana. El machismo del filme se trasladó al set. El<br />

año pasado, Pfeiffer confesaba en Interview: “Estuve aterrorizada<br />

durante los seis meses de rodaje. Mary Elizabeth Mastrantonio<br />

y yo éramos las únicas mujeres […] Muchas noches<br />

me iba a la cama llorando”. En la biografía de Pfeiffer de Douglas<br />

Thompson, la actriz recuerda cómo le echó en cara esos<br />

malos ratos a Pacino cuando el rodaje de Frankie y Johnny los<br />

volvió a reunir: “En El precio del poder era mucho más introvertido<br />

e inaccesible. Le conté las cosas que me había hecho y no<br />

daba crédito”. Tampoco es que De Palma ayudara demasiado.<br />

Según Bauer: “Le hacía sentir asustada y débil en un mundo de<br />

hombres. Fue bueno para su interpretación, pero se veía que lo<br />

pasaba mal”. Si bien De Palma siempre ha tenido fama de ser<br />

poco empático en los platós, en este caso se añadía una circunstancia<br />

personal: en el trabajo filmaba la ruptura matrimonial<br />

entre Tony y Elvira, el mismo drama que vivía cuando llegaba<br />

a casa con su mujer, la actriz Nancy Allen (RoboCop), de la que<br />

se divorciaría al finalizar el rodaje.<br />

UN JACUZZI CASTRISTA<br />

A las quejas de Pfeiffer se sumaron las de los habitantes de la<br />

ciudad que veían en la película la larga barba del castrismo: “La<br />

comunidad cubana se puso en contra de nosotros y nos impidió<br />

rodar en Miami. Así que nos fuimos a Los Ángeles y no regresamos<br />

más que para dos semanas al final del rodaje”, cuenta De<br />

Palma en su libro de entrevistas. El contratiempo fue convertido<br />

por el director en una virtud, al rodar en los grandes platós<br />

de Universal: “Quería decorados gigantescos y abrumadores.<br />

Tenía que notarse el poder y la desmesura de esa gente. El precio<br />

del poder no habría resultado lo mismo en escenarios naturales”.<br />

Solo basta ver ese jacuzzi tamaño Jesús Gil (x10), esa montaña<br />

de cocaína final, ese Babylon Club con sus mil y un espejos<br />

para darse cuenta de hasta qué punto lo consiguieron. Si el continente<br />

era hiperbólico, qué decir de la violencia de su contenido:<br />

el “pequeño amiguito” de Tony, la sierra mecánica, la horcahelicóptero…<br />

Dos veces presentó el filme a la agencia de calificación<br />

y dos veces salió de allí con una equis. A la tercera, De<br />

Palma se presentó acompañado de la policía: “Los agentes declararon<br />

ante el tribunal que todo era cierto o verosímil”.<br />

Los excesos, ya lo dicen las abuelas, se pagan. El vapuleo de<br />

la crítica en su estreno fue de los que hacen historia. “Me reprocharon<br />

que me hubiera pasado mucho en violencia, en sadismo<br />

y en lenguaje chacabano”. El precio del poder estableció la plusmarca<br />

mundial de veces que sonaba la palabra “joder” en una<br />

película: 207 a razón de 1,2 por minuto. Por supuesto, también<br />

se le acusó de racista. De Palma sostiene, sin embargo, que el<br />

tiempo le dio la razón: “Durante el rodaje, por las calles de Miami<br />

no había más que viejecitos. Ahora están atiborradas de hispanos<br />

con camisas de flores y hay droga por todas partes”. La<br />

taquilla no hizo caso a la crítica y Tony Montana se convirtió en<br />

un icono, y no solo para los cinéfilos, sino que contaría con unos<br />

inesperados fans: los raperos gangsta de la costa oeste. La película<br />

se estrenó justo cuando se estaba forjando la santísima trinidad<br />

videoclipera del rapero malote del “pipa, churri y buga”, y<br />

su estética excesiva se convirtió en la guía de estilo para toda una<br />

generación que, como Tony Montana, perseguía el sueño americano<br />

a cualquier precio. Todos imitaban su vestuario estrafalario,<br />

su comportamiento misógino y, por supuesto, se sabían de<br />

memoria sus diálogos. El guion de Stone era como una canción<br />

de hip hop. Tenía muchas palabrotas y era rico en lecciones vitales<br />

del tipo: “En este país primero hay que tener dinero,<br />

cuando tienes el dinero tienes el poder y cuando tienes el<br />

poder tienes las mujeres”. Todo el mundo quería ser como Tony<br />

Montana, tener una chica como Michelle Pfeiffer, y un Cadillac<br />

bien vacilón. Todos querían que el mundo fuera suyo.<br />

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