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Caina Fanzine N°2

Segundo número de Caína Fanzine, revista independiente de libre expresión sobre literatura y artes plásticas, publicado en la ciudad de San Luis Potosí, México

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escaleras y el primer piso; eso lo aprendí cuando estaba en la unidad especial del ejército;<br />

era uno, el pendejo disparó inmediatamente que se asomaron los primeros pelos, fue así<br />

que supe en qué punto estaba colocado; en chinga subí, cuando la entrada del cuarto quedó<br />

abierta a las escaleras un tiro de recortada le voló el tórax. Alejandro, así se llamaba, se alcanzó<br />

a llevar a uno antes de que le dieran; estaba todo ensangrentado, todavía respiraba,<br />

le dije que se tranquilizara, que yo le cuidaría a su jefecita allá en Victoria, que no había<br />

pedo de nada. Cerró los ojos.<br />

Al llegar a un segundo cuarto nos rafaguearon machín pero nos libramos gracias a unas<br />

macetas de barro en el pasillo; Chente se dio cuenta de que la pared que unía los cuartos<br />

era de madera; sacamos el cuerpo de Ingeniero de la primer recámara, lo acomodamos<br />

en el pasillo, Vicente le quitó la espoleta a dos granadas, yo a otras dos y las aventamos<br />

hacia la pared. Nos agachamos. Jajajaja, hasta el suelo se nos movió jajajaja. Me asomé a<br />

discreción y para mi sorpresa la madera había aguantado: sólo había un boquete como de<br />

medio metro, “Chente, pásame tres granadas, me voy a chingar a estos putos por lo que le<br />

hicieron al Inje... va por ti mi Alex”, en cuclillas me acerqué hasta el hoyo por donde aventé,<br />

primero dos, después la última de las palomas. Jajajajaja parecían ratas, en chinga abrieron<br />

la puerta y se echaron a correr, pero Chente los masacró en el pasillo. Eran tres.<br />

Un segundo piso nos daba más batalla. Encocainados hasta el rabo, tristes y emputados<br />

por la muerte de Ingeniero, subimos y disparamos a las puertas de los cuartos, Vicente iba<br />

atrás, me sorprendió su gritó “Agáchate Sapo pendejo”. Como ya sabrás, si una paloma<br />

cae cerca lo único que queda por hacer es pecho tierra porque la explosión es como un<br />

triángulo invertido. Cayó como a tres metros. Los oídos se me taparon bien gacho, después<br />

aventaron una granada de humo. Estuvimos pecho tierra como diez o quince minutos,<br />

escuchábamos las descargas como fiesta de rancho, yo disparaba a lo wey hacia arriba. Al<br />

despejarse me encargué de un cuarto y mi compa del otro, no nos fueran a chingar a los<br />

dos juntos como ratas. En cuclillas me pegué junto a la pared, le disparé a la chapa, al abrir<br />

la puerta con un patín me recibieron con balazos de DesertEagle, de pura suerte no me metieron<br />

un balazo. ¿Que cómo supe que era una Desert?, ossss, te digo que en el ejército nos<br />

enseñaron a manejar armas de grueso calibre y no sólo eso, te puedo identificar el tipo de<br />

arma por la detonación a un kilómetro; habían volteado la cama para protegerse, en eso un<br />

cabrón asomó la cabeza por encima del tambor de madera, aproveché para volarle los putos<br />

sesos, corrí para sorprender al otro: era un mocoso como de diecisiete años, acurrucado<br />

no dejaba de llorar, que le digo “no que muy chinguetas, morrillo, ¿dónde está el pinche<br />

maricón ese de Princesa?”, me contestó, “chinga tu madre, no te voy a decir”, entonces saqué<br />

un cuchillo, de esos que traen los marinos, como un machetito, y le rebané su cuellito...<br />

¿que qué se siente? No te hagas pendejo, si se te ve que tú también has matado, pero acá<br />

entre nos, para hacer plática, se sienten las manos calientitas, rojas, luego pegosteosas, de<br />

un color rojo oscuro. Después llegó Chente a decirme que la otra habitación estaba limpia<br />

pero nada de Princesa, ni una nota, ni una pista, nada. Antes de irnos me apañé la Desert,<br />

estaba rechula: era de plata, la cacha de oro puro, tenía grabado el estado de Tamaulipas y<br />

las iniciales c-d-g.<br />

Fue precisamente cuando subíamos al Eclipse. Alcancé a subir el cuerpo de Ingeniero.<br />

Vicente iba a manejar; el encendido del motor ocurrió al mismo tiempo que una intensa<br />

lluvia de cuernos procedente de la azotea; sí, con las prisas se nos había olvidado limpiarla.<br />

Una bala le atravesó el cuello, otra la cabeza y ahí quedó, lo hice a un lado para ponerme<br />

Arte y Literatura<br />

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