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PARA UNA FENOMENOLOGÍA DEL DINERO<br />
los ojos <strong>de</strong>l hombre, como el fin para el cual la respectiva<br />
sustancia sirve o actúa <strong>de</strong> medio. En este esencial<br />
sentido, no hay, ni pue<strong>de</strong> haber inci<strong>de</strong>ncias históricas,<br />
porque tampoco existe, ni es posibe que exista, ningún<br />
modo <strong>de</strong> enten<strong>de</strong>r el <strong>dinero</strong>, sin vivir, a la vez, lo que<br />
constituye su función o cometido propio. Cosa muy distinta,<br />
claro está, es que en sus manifestaciones primitivas<br />
esa esencial vivencia estuviese mezclada con <strong>una</strong> consi<strong>de</strong>ración<br />
sustancialista <strong>de</strong> la que luego se ha ido aligerando;<br />
sin que con ello se quiera dar a enten<strong>de</strong>r que el<br />
<strong>dinero</strong> pue<strong>de</strong> llegar a ser vivido, única y simplemente, como<br />
<strong>una</strong> pura función. No hace falta ser un partidario <strong>de</strong><br />
la teoría «metalística», ni <strong>de</strong> ning<strong>una</strong> otra equivalente,<br />
para enten<strong>de</strong>r que la función <strong>de</strong> que se trata necesita<br />
«encarnarse» o realizarse en alg<strong>una</strong> cosa material que le<br />
sirva, en concreto, <strong>de</strong> <strong>de</strong>positario o portador. Con esta<br />
base es menester contar. Lo cual no impi<strong>de</strong> que, <strong>de</strong>s<strong>de</strong><br />
el punto <strong>de</strong> vista más formal <strong>de</strong> la vida económica —a<br />
la que eleva, como antes se señaló, al máximo <strong>de</strong> sus<br />
posibilida<strong>de</strong>s efectivas—, el <strong>dinero</strong> sea precisamente lo<br />
que es, en tanto que es permutable con cualquier mercancía.<br />
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Hay, por tanto, junto a su coinci<strong>de</strong>ncia, <strong>una</strong> diferencia<br />
radical entre el <strong>dinero</strong> y las <strong>de</strong>más mercancías. Una<br />
cosa que no pudiera canjearse con cualquiera <strong>de</strong> éstas no<br />
sería, en realidad, ningún <strong>dinero</strong>. Y a la inversa; todo<br />
lo que así pue<strong>de</strong> ser cambiado es virtualmente <strong>dinero</strong>.<br />
<strong>Para</strong> llegar a serlo propiamente, necesita, y le basta,<br />
po<strong>de</strong>r servir como un medio adquisitivo universal. Ello exige,<br />
sin duda, <strong>una</strong> serie <strong>de</strong> condiciones que los economistas<br />
analizan con toda la pulcritud y el <strong>de</strong>tenimiento necesarios,<br />
pero que aquí no vamos a examinar, porque no<br />
hacen al caso. Lo único que en ellas nos importa es que<br />
son condiciones <strong>de</strong> que <strong>una</strong> mercancía pueda valer para<br />
adquirir cualquier otra, <strong>de</strong> suerte que sólo así son requisitos<br />
<strong>de</strong> esa especial, y al mismo tiempo universal, mer-<br />
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