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PARA UNA FENOMENOLOGÍA DEL DINERO<br />
ción abstracta, vale <strong>de</strong>cir, algo que únicamente <strong>de</strong>be predicarse<br />
<strong>de</strong> <strong>una</strong> pura entidad conceptual, <strong>de</strong> tal manera<br />
que nada tenga que ver con el <strong>dinero</strong> real en sus casos<br />
concretos y singulares, o que tan sólo pueda atribuirse a<br />
la totalidad, en cuanto tal, <strong>de</strong> esos mismos casos singulares.<br />
Por el contrario, cada ejemplar o caso —singular y<br />
concreto— <strong>de</strong>l <strong>dinero</strong> es, cualitativamente hablando, un<br />
po<strong>de</strong>r adquisitivo universal: todo un haz <strong>de</strong> posibilida<strong>de</strong>s<br />
<strong>de</strong> cambiarlo con las mercancías más diversas según la<br />
cualidad. Por consiguiente, todo ejemplar o caso <strong>de</strong>l <strong>dinero</strong><br />
se constituye, en ese mismo sentido, como algo in<strong>de</strong>terminado<br />
que, respectivamente, tampoco pue<strong>de</strong> ser<br />
<strong>de</strong>terminante <strong>de</strong> la conducta humana.<br />
El simple hecho <strong>de</strong> tener <strong>dinero</strong> pue<strong>de</strong> por el hombre<br />
ser vivido como <strong>una</strong> ocasión para gastárselo. Pero esto<br />
es verdad precisamente en tanto que por gastar se<br />
entienda <strong>una</strong> «vaguedad», <strong>una</strong> ((abstracción)), algo por<br />
principio rebosante <strong>de</strong> las más varias posibilida<strong>de</strong>s, por no<br />
estar esencialmente constreñido a ning<strong>una</strong> <strong>de</strong> ellas. El<br />
«gastar por gastar» es <strong>una</strong> actividad que presupone esa<br />
esencial in<strong>de</strong>terminación, aun en el caso <strong>de</strong> que lo comprado<br />
fuese, siempre, cualitativamente idéntico. Y, a su<br />
vez, el avaro no hace otra cosa que retener lo que el <strong>dinero</strong><br />
tiene <strong>de</strong> haz o conjunto <strong>de</strong> posibilida<strong>de</strong>s mutuamente<br />
excluyentes. En cierto modo, se podría <strong>de</strong>cir que el<br />
avaro no es más que un in<strong>de</strong>ciso; pero al hablar así nos<br />
quedaríamos en <strong>una</strong> simple apariencia. Lo que en realidad<br />
hace el avaro es tomar y mantener la <strong>de</strong>cisión —con<br />
firmeza ejemplar y digna <strong>de</strong> mejor causa— <strong>de</strong> conservarle<br />
íntegra a su <strong>dinero</strong> toda su universalidad adquisitiva.<br />
Renuncia, <strong>de</strong> hecho, a todo, por no per<strong>de</strong>r la posibilidad<br />
<strong>de</strong> nada. Con su <strong>dinero</strong>, el avaro es, «en potencia»,<br />
omnipotente.<br />
No es lícito enten<strong>de</strong>r esto <strong>de</strong> un modo meramente negativo.<br />
Antes que ser «un hombre que no gasta», es el<br />
avaro un hombre que quiere tenerlo todo en la forma <strong>de</strong><br />
la posibilidad. No es que prefiera el <strong>dinero</strong> a las cosas<br />
por él intercambiables, sino que no quiere renunciar a<br />
la posibilidad <strong>de</strong> ning<strong>una</strong>, lo cual le exige conservar en-<br />
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