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Cap. 2<br />
Por los gemelos pines.<br />
Hace décadas, cuando las rebeliones<br />
humanas coqueteaban entre lo<br />
desconocido y lo real, en Louisiana<br />
se comenzaban a generar misterios que<br />
sobreviven hasta nuestra fecha.<br />
Los estudiosos del lugar, entre historiadores,<br />
antropólogos, y fieles profesores de creencias<br />
paganas, juran, hasta nuestros días, que la<br />
ciudad de Nueva Orleans es el lugar más<br />
encantado de todos los Estados Unidos de<br />
América.<br />
No es que otros<br />
países no posean<br />
la misma –o una<br />
mayor– cantidad<br />
de localidades<br />
embrujadas; pues<br />
bien sabemos que,<br />
las culturas que<br />
perseguían a<br />
deidades celtas,<br />
actualmente<br />
cuentan<br />
con más<br />
castillos<br />
embrujados<br />
de los que podemos<br />
nombrar. Y que si de maldiciones<br />
se trata, basta con mirar hacia el continente<br />
africano y asiático para encontrar tanto<br />
personas, como lugares, que son condenados<br />
a este tipo de mitologías.<br />
No obstante, existe algo en la ciudad del<br />
eterno jazz que podría a veces sonar a fantasía.<br />
Y es que, si lo pensamos con la mente fría,<br />
podría parecer un cuento para los turistas el<br />
hecho de que Nueva Orleans esté “habitado”<br />
por fantasmas y hechicería. Después de todo,<br />
el principal motivo por el que la ciudad recibe<br />
visitantes a lo largo del año, es precisamente<br />
para que dichos huéspedes puedan presumir<br />
que sobrevivieron a la ciudad con más<br />
espíritus; y que, incluso, alguna bruja les<br />
arrojó un encantamiento encima para alejarlos<br />
de ahí.<br />
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