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lanca. El hombre se movía con elegancia, pero al mismo tiempo expresaba un profundo<br />
dolor.<br />
Entonces entraron por los piernas del teatro más bailarines que despojaron al hombre<br />
de la tela, revelando así, al fantasma de la ópera, lamentando su horrible y deforme rostro. El<br />
fantasma se cubrió la cara con su icónica máscara, dio la vuelta, y salió, dejando entrar a los<br />
demás protagonistas de la historia.<br />
Foto por Victor Peña.<br />
Casi inmediatamente reconocí a Christine. Jamás había visto este ballet, pero<br />
recordaba la historia original, y asumí que la bailarina de la sonrisa inocente debía ser la<br />
famosa heroína que el fantasma tanto amó. Poco después entró la antagonista, Carlotta, quién<br />
fue incluso aún más fácil de identificar, por su actitud narcisista que la bailarina representaba<br />
tan perfectamente. La historia se desenvolvió perfectamente. El fantasma se reveló como el<br />
mentor de Christine, a quien protegía y amaba con ferviente pasión. Tanto la adoraba que se<br />
atrevió a envenenar a Carlotta para que Christine pudiera tomar su lugar como Prima<br />
Ballerina, y después de que consigue lo que planeó esto evoluciona hasta la fiesta de las<br />
máscaras, donde el fantasma intenta asesinar a Carlotta, pero es descubierto. El fantasma<br />
toma a Christine y huye a su guarida bajo el teatro con ella, donde le expresa su amor a través<br />
de una de las piezas de coreografía más bellas que he visto.<br />
Después de ver su rostro, Christine lo supera y le da a entender que para ella, su imagen no<br />
importa.<br />
El fantasma, conmovido, decide que no merece a Christine, así que le da un último<br />
adiós y desaparece.<br />
Cuando encuentran a Christine sola, con la máscara en mano, la cortina cae.