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El Zentauro 1

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elZENTAURO.MX | No. 1 | 15 de julio de 2015<br />

3<br />

De piratería y otras<br />

“colaboraciones”<br />

LA AVIACIÓN EN CHIAPAS*<br />

Por FERNANDO CASTAÑÓN GAMBOA<br />

Pasemos ahora a analizar<br />

los progresos de la<br />

aviación. Los<br />

chiapanecos vieron<br />

por vez primera<br />

elevarse a un<br />

hombre y recorren el<br />

espacio en… 1865,<br />

cuando el acróbata<br />

Sabino Escarreola<br />

hizo su ascensión<br />

en un vistoso globo<br />

en Tuxtla Gutiérrez.<br />

En efecto, cuentan las<br />

crónicas que desde la<br />

mitad del siglo XIX, en que<br />

el aeronauta mexicano Benito<br />

Acosta principió a elevarse<br />

en su globo en la ciudad<br />

de México y después en<br />

otras poblaciones de provincia, no quedó cirquero<br />

trashumante que no lo imitara, y uno de ellos fue<br />

Escarreola, quien llegó a Tuxtla Gutiérrez al frente<br />

de su circo para actuar en la temporada de la<br />

tradicional feria de Guadalupe.<br />

<strong>El</strong> 12 de diciembre se elevó ante numeroso público<br />

congregado frente al actual palacio de gobierno,<br />

ganando en pocos minutos gran altura y luego<br />

hizo algunas piruetas de trapecio en la canasta,<br />

arrojando después un perrito en paracaídas, para<br />

finalizar su hazaña tocando tierra en la lomita.<br />

Varias veces visitó Chiapas Escarreola dando a<br />

conocer su globo en otras poblaciones. <strong>El</strong> susto<br />

más grande de su vida se lo llevó, no al descender<br />

en el pueblo de Chamula después de elevarse en<br />

San Cristóbal, pues lo confundieron con Dios que<br />

bajaba de los cielos para aliviarlos de sus penas.<br />

Lo recibieron entre gritos histéricos, exclamaciones<br />

de asombro y llanto lastimoso, poseídos de intenso<br />

fanatismo.<br />

Tan grande era la multitud que se apoderó de él, que<br />

en un instante le desgarraron la ropa, prodigándole<br />

abrazos a granel, caricias, besos y estrujones, todo<br />

en medio de una gritería espantosa, en dialecto, que<br />

era para hacer perder la razón al más desequilibrado.<br />

Nada valían los ruegos y voces de socorro que don<br />

Sabino lanzaba, porque nadie hablaba allí español.<br />

Cuando las autoridades de San Cristóbal fueron a<br />

rescatarlo al tener conocimiento de lo que pasaba,<br />

lo encontraron desmayado en la iglesia del pueblo,<br />

trepado en uno de los altares, en donde ya le<br />

tributaban honores.<br />

* Fragmento del libro Panorama histórico de la<br />

transportación en Chiapas. Pirateado de: http://www.<br />

conecultachiapas.gob.mx/publicaciones/descargas/<br />

Panorama.pdf<br />

<strong>El</strong> pez por la boca<br />

Por ALBERTO CHANONA<br />

albertochanona@gmail.com<br />

Twitter: @chanona_alberto<br />

Carne<br />

Todo lo que hay en esta sala es comestible. Incluso<br />

yo lo soy. Pero eso sería canibalismo, mis niños,<br />

y está mal visto en la mayoría de las sociedades.<br />

Willy Wonka<br />

Charlie y la fábrica de chocolates<br />

Uno<br />

La cocina –igual que en la novela<br />

de McCarthy*–, no es lugar<br />

para débiles. Todas las fuerzas<br />

de la naturaleza y los apetitos<br />

humanos combaten ahí para dar<br />

forma al caos y hacer el milagro<br />

de la luz. Hablo de esa luz capaz<br />

de iluminar como un relámpago<br />

nuestro flaco espíritu, o de<br />

maldecirlo al primer bocado.<br />

Bacterias, sangre, huesos,<br />

jugos en ebullición. De eso y<br />

más está hecha la buena cocina<br />

y, acaso –con suerte–, la vida<br />

toda. Cualquier otra cosa que<br />

te hayan dicho es mentira... o<br />

cocina vegetariana. Pero seamos<br />

sinceros: ¿calificarías de cocina<br />

el alimento de tus vacas?<br />

No. La cocina no es un sitio<br />

para débiles.<br />

Dos<br />

Al revés de lo que ocurre en el<br />

famoso endecasílabo del poeta<br />

Efraín Bartolomé (“partes un<br />

verso a la mitad y sangra”), sin<br />

importar por qué lado cortes a<br />

una vaca, de todos modos va<br />

a sangrar. Pero si me sirven un<br />

mal corte de carne, sangrará<br />

algo más: mi encabronamiento<br />

y apetito de venganza contra el<br />

local que así atenta contra todo lo<br />

que de bueno tiene la civilización<br />

humana.<br />

Porque obtener un corte de<br />

carne no es cosa nomás de<br />

hundir el cuchillo y rebanar.<br />

Básicamente, hay dos formas de<br />

trocear la res: el estilo americano<br />

(en el sentido del tejido) y el del<br />

Cono Sur (en sentido contrario<br />

al tejido). Y ninguna de las dos,<br />

puedes estar seguro, fue obra de<br />

la casualidad. Porque un buen<br />

corte es el resultado de siglos de<br />

observación, de ensayos, errores<br />

y, sobre todo, de refinamiento del<br />

gusto.<br />

Después de todo, el Dr. Lecter<br />

no se hizo en un día.<br />

<strong>El</strong> siempre refinado y mal comprendido<br />

Dr. Hannibal Lecter, también conocido<br />

como “Hannibal the Cannibal” (<strong>El</strong><br />

silencio de los inocentes).<br />

Tres<br />

Una vez que el asunto del corte<br />

está resuelto, hay algo más. Uno<br />

de los dos rituales sagrados de la<br />

carne (no queda bien mencionar<br />

el otro en presencia de menores):<br />

cocinarla.<br />

No se cocina a la misma<br />

velocidad ni temperatura el lomo<br />

que el pecho, un costillar que<br />

un aguayón. Afortunadamente,<br />

al menos para los amantes de<br />

la carne asada, la mitad del<br />

problema queda resuelto con las<br />

parrillas de última generación<br />

(nada que ver con esos fierros<br />

soldados que abundan por<br />

ahí). No sólo mantienen una<br />

temperatura ideal para cada tipo<br />

de corte y extraen el humo (para<br />

no quedar oliendo a antepasado<br />

cavernícola), sino que ofrecen<br />

la posibilidad vigilar, segundo<br />

a segundo, el substancioso<br />

trozo de alimento espiritual que<br />

estamos por llevarnos a la boca.<br />

Y eso nos lleva al parrillero.<br />

No abundan. <strong>El</strong> mundo es un<br />

lugar un poco más triste nomás<br />

por eso. Pero los hay (y la alegría<br />

le es devuelta al mundo también<br />

nomás por eso). Aquí mismo,<br />

en el restaurante La Estancia<br />

(2ª Calle Oriente Sur 115, en<br />

Ocosingo), descubrí hace poco<br />

los que son a mi gusto una de las<br />

mejores parrillas y parrilleros de<br />

la zona. Ofrece, además, cortes<br />

americanos cuya suculencia y<br />

jugosidad nada le envidian a las<br />

parrillas del norte de México (allá<br />

donde decía –pobrecito– don<br />

José Vasconcelos que terminaba<br />

la civilización y comenzaba la<br />

carne asada).<br />

Uno sale contento de ese lugar<br />

tan agradable. Con la satisfacción<br />

del cazador que ha cumplido con<br />

un rito ancestral. Aunque ello<br />

implique el devoramiento impío,<br />

atroz, de otro animal vegetariano.<br />

* La novela de Cormac McCarthy<br />

se titula en realidad No country for<br />

old men (“no es país para viejos”).<br />

Pero fue traducida al español para<br />

la película del mismo nombre como<br />

Sin lugar para los débiles. Por<br />

cierto, del mismo autor, recomiendo<br />

leer La Carretera (o su versión<br />

fílmica: <strong>El</strong> último camino), un buen<br />

drama postapocalíptico, con mucha<br />

necesidad (y codicia), sobre todo, de<br />

carne.<br />

Fotograma de La Carretera (John Hillcoat,<br />

2009), basada en la novela homónima de<br />

Cormac McCarthy.<br />

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