El secreto de Barata

El secreto de Barata
Démosle el beneficio de la duda y
admitamos que Barata −a pesar del
incidente palaciego− no alcanzó la
certidumbre sino una simple sospecha
de que Nava habría estado actuando de
espaldas a la voluntad presidencial.
Siendo así, es obvio que tuvo que
preguntarse ¿para quién era el dinero
depositado en la cuenta de Andorra?
Porque si la coima de Andorra era para
García, Barata tenía ahora una razón
para sospechar que el líder aprista no
estaba enterado del enjuague.
Para el sucio negocio de Barata era
crucial que se confirme que el expresidente
se embolsilló la cutra. Ese detalle
era fundamental para los intereses de
Odebrecht, teniendo presente que era
vox populi que Alan García pretendía
llegar a palacio una vez más.
Por eso es que Barata tuvo haber
implementado un seguimiento y debió
enterarse que el depósito permaneció
intacto durante años. Que Atala, en
todos esos años, solo se atrevió a
disponer de 69,500 dólares porque el
dinero le fue confiado en custodia a
cambio de una comisión. Debió saber
que nadie retiró el dinero de Andorra,
pese a haber culminado el gobierno de
García.
Sobre todo, tuvo que estar con las
antenas puestas en febrero de 2012,
cuando Atala empezó a retirar estos
fondos para gastarlo en su propio
beneficio hasta agotarlo en octubre de
2013.
Pero Barata actualmente nos trasmite el
concepto de que nunca entendió nada.
Actúa como si no hubiera comprendido
Barata sabe
más de lo que
dice.
que la única pieza que calza en este rompecabezas es
que Luis Nava y sus cómplices decidieron abrir esa
cuenta movidos por un temor reverencial a su líder.
Que mantuvieron con infinita paciencia aquel depósito
bancario con la esperanza de apaciguar al “coloso” en
caso descubriera sus sucias transacciones.
Y claro, Barata −más que nadie− es quien puede
confirmar −o descartar− lo que parece evidente: que se
gastaron el dinero de Andorra porque García nunca
llegó a descubrir la conspiración.
Este es el gran secreto de Barata: que él mantiene
irreductible para ocultar al recipiendario de los 860 mil
dólares; a quien todos encubren porque tiene el poder
de “echar” a medio mundo.
El problema es que, con el suicidio de García, Barata
ahora es un prisionero de su silencio.