circo de la vanidad

Cuento chino
CIRCO DE LA
VANIDAD
LITERATURA ANDINA

José Salazar
Olimpio Cotillo
pueblan el internet
absurdas imágenes
de desenfrenada
vanidad
úreo Sotelo parece ser la cabeza visible
Ade la asociación de poetas y escritores
de Ancash. Sin embargo, a decir
verdad, Sotelo no goza de mayor reconocimiento
en los círculos oficiales del teatro
nacional.
Sin pretender restarle mérito, lo cierto es que a
Don Áureo la crítica peruana lo ignora, no
obstante que su obra ha logrado alcanzar algún
reconocimiento periférico. Por eso se ha
declarado víctima del racismo.
Sotelo asegura que un admirador suyo soltó la
carcajada cuando lo conoció personalmente.
Dice que ese hombre no podía concebir que
alguien que no fuera gringo y buen mozo
pudiera ser escritor. El publicista de Áureo
Sotelo es Danilo Sánchez Lihon, un especialista
en vender gato por liebre en el mundillo de la
literatura Ancashina.
El publicista se queja de los escritores blancos
y distinguidos, porque considera que acaparan
injustamente la atención de la crítica nacional y
reivindica la conmovedora modestia de Sotelo,
porque siendo un connotado dramaturgo
nacional no oculta su pasado de humilde
soldado raso del ejército peruano. Arrebatado
por la emoción declara que Áureo Sotelo habrá
sido soldado, pero ahora es el mariscal del
teatro nacional.
Sánchez Lihon enfila baterías contra los
escritores refinados. Se burla de ellos llamándolos
monigotes de feria que creen haber sido
ungidos por los dioses con aguas misteriosas.
Se alborota y los llama estafadores pura pose.
EMPIEZA LA FÁBULA
Danilo Sánchez Lihon se derrite en elogios.
Afirma que la trayectoria de Áureo Sotelo
reviste fulgores de leyenda. Que su obra
alcanza una simbiosis perfecta y que, desde el
plano de la estética teatral, su trabajo constituye
una proeza literaria. Con rendida admiración
da cuenta de la actuación de Sotelo en escenarios
de París y New York y publica la fotografía
de un bucólico parque europeo con un moderno
cartel publicitario en el que se muestra a Áureo
Sotelo posando como un laureado dramaturgo
que goza de reconocimiento internacional.
¿Actuó Sotelo en París o en Nueva York como
afirma Danilo Sánchez Lihon?
Por supuesto que no. Es un cuento urdido para
ensalzar impúdicamente la figura de Sotelo.
Una ficción que ha sido diseñada cuidadosamente
para endiosar al oscuro dramaturgo.

Todo lo que Sotelo hizo en su anónimo viaje a
París fue levantar polvareda y con esa intención
visitó la tumba de César Vallejo en el cementerio
de Montparnasse, donde ofreció un patético
discurso. Ese día, en presencia de 5 personas,
−algunas de la cuales pugnaban por no aparecer
en la filmación− le habló a Cesar Vallejo con
las manos en los bolsillos.
Se lamentó por la persecución de la poesía de
Vallejo en el Perú.
Aseguró que en 1968 era imposible conocer la
obra de Vallejo, porque su difusión estaba
prohibida y que recién con Velasco se empezó a
conocer su poesía. Sotelo no sabía que a
Georgette Philippart, la viuda de Cesar Vallejo,
el Perú le concedió en 1958 una pensión vitalicia
en reconocimiento a la obra del insigne poeta.
Fue en ese trance que surgió el traspiés: Sotelo
quiso aludir a la esposa de Vallejo, pero se le
escurrió el nombre. Dubitativo, luego de unos
segundos, no le quedó otra cosa que preguntarles
a los presentes cómo se llamaba la esposa
del vate.
−Georgette −se escucha una voz−.
Imperturbable prosiguió con su discurso asegurando
que la viuda guardó como un tesoro la
poesía de Vallejo, hasta la década de los 80 en
que recién pudo publicarlo. No sabía que la
poesía de Vallejo se empezó a difundir en 1964 y
que su publicación se retrasó porque la francesa
tenía un carácter de los mil diablos y se peleaba
con todo el mundo.
Con gesto dramático Sotelo vuelve su mirada a
la tumba y le dice: «quiero contarte Cesar que he
adaptado al teatro tu obra “El tungsteno” y que
ha sido presentada en Santiago de Chuco ante
cinco mil personas». En tono confidencial le
informa que aquella magnífica presentación
estuvo a cargo del «genial poeta Danilo Sánchez
Lihon”», su publicista, que es el que adivina
la grandeza de Sotelo.
Por supuesto que no existe rastro alguno de
aquella multitudinaria presentación.
Finalizó su intervención afirmando que a partir
de ese momento podía morir tranquilo y se
despidió dejando constancia que allí, en el
cementerio parisino de Montparnasse, también
se encuentran los restos mortales de… este –
nuevamente se olvida del nombre− … ¿Este
gran admirado?... ¿El filósofo?... y voltea
instando a los presentes para que lo ayuden.
−Sartre −se escuchó una voz angustiada.
LA RUTA ALTERNA
Este tema ya parece antipático, sin embargo, es
necesario proseguir porque nuestra intención se
dirige a desnudar un sistema corrupto que está
postrando al arte regional.

A primera vista pareciera que nuestros
“poetas y escritores” no pueden convivir con
el anonimato y que han perdido el horizonte
por causa del pueril deseo de alcanzar
reconocimiento. Pero un examen más
minucioso nos muestra que el amor es más
bien al chicharrón. Que lo que persiguen es
capturar los cargos de las instituciones
culturales del Estado y que, con ese fin, han
cimentado una reprobable ruta que les
permite conseguir premios literarios ficticios.
−Quizá en algún momento las instituciones
ancashinas reparen en las cosas que hago
−se lamenta Sotelo−. Yo soy un artista
polifacético nos asegura haciendo trizas de
la modestia. Hacer una sola cosa me aburre.
Por eso, si me canso escribiendo teatro, me
voy a la investigación, de ahí me paso a la
narrativa o a la composición. En cada una
de estas actividades he ganado premios
nacionales e internacionales.
Obviamente que lo que Sotelo dice no es del
todo cierto.
Es que esos premios los reparten instituciones
que han hecho de esa actividad una
fuente de lucro y amiguismo y que se disfrazan
para que nadie adivine su modesta
procedencia. Entidades sin prestigio,
integradas por oscuros funcionarios que se
organizan para repartir homenajes sin
trascendencia y de los que cualquiera podría
ufanarse, porque no existen referencias
suficientes de su origen.
Sotelo exhibe estos premios, pero además
reclama otros más llamativos, con nombres
ampulosos, claramente diseñados para
impresionar al gentío. Sotelo reclama para sí
hasta tres de estos premios: “El Premio
Nacional de Creatividad 2006”; el premio
“Dramaturgo del 2007”; y, el premio “Maestro
del año 2012”. Todos otorgados, seguramente,
por el propio homenajeado que actúa tras
bambalinas en oscuras instituciones de las
que forma parte.
Con este singular reconocimiento todos ellos
están listo para asumir los más delicados
cargos de la cultura en el Perú.
LA PUERTA DEL CIELO
La noble locura que puede echar luz a
nuestra confundida juventud, se ha puesto al
servicio del más grotesco egocentrismo. En
2015 el periodista huaracino Olimpio Cotillo
convocó a los “escritores y poetas de
Ancash” y les pidió que participen en la
preparación de la “Antología de los escritores
y Poetas ancashinos”.
−Será una edición maravillosa −se frotó las
manos Cotillo−. Es la obra anhelada que me
permitirá descansar en paz para siempre.
La lista es una primicia que mantengo en
Ese día, en presencia de 5 personas,
−algunas de la cuales pugnaban
por no aparecer en la filmación−
le habló a Cesar Vallejo
con las manos en los bolsillos.

“Cotillo extrae
perlas primorosas”
Sánchez Lihon
Afiebrado por la emoción Sánchez Lihon lanza este clamor: «Tenemos que
sostenernos con firmeza y rastrear con la mirada nuevas rutas siderales e
identificar luceros en el firmamento».
reserva, pero por ser año nuevo adelantaré
algunos nombres de los que figuran en
mi antología.
¿Podríamos adivinar alguno de los nombres
que figuraban en la antología de
Cotillo?
¡No se equivocan!: están Áureo Sotelo
Huerta y el propio Olimpio Cotillo Caballero,
entre una cuarentena de anónimos.
Es verdad que Cotillo cultiva la literatura,
pero su prosa y verso son más bien fruto
del entusiasmo. Cotillo escribe el poema
“Vallejo Inmortal” que muestra limitaciones
insuperables para ejercer la crítica literaria.
En su poema a Vallejo levanta la
mirada al firmamento y ensaya una
patética oración: «Vallejo, hermano del
alma …sangre de la arteria, las venas y los
capilares juntos».
Es obvio que Olimpio Cotillo no ahonda el
dolor de Vallejo ni recibe su mensaje.
Cuando Vallejo hace referencia al «pan
que en la puerta del horno se nos quema»
nos conduce a una escalofriante experiencia
que se vuelve filosofía. En ese trance
los poetas son puentes para que “los de a
pie” contactemos con ese mundo. Como
Cotillo no tiene vuelo se pierde en las
formas y olvidándose del lector termina
consolando absurdamente al propio Cesar
Vallejo, asegurándole que «no importa que
se queme en la puerta del horno, porque
todavía hay muchas canastas de pan que
no se quemaron».
Así de lejos está Cotillo. Por eso es que su
libro “Plumas Maestras de Áncash:
Escritores y Aedos” nos despierta irritación
y suspicacia.
Con esa argucia Cotillo se convierte en el
“gurú” de la literatura regional.
A partir de la publicación de ese mamotreto
habrá siempre un centenar de incautos
dispuestos a pagar indulgencias y será su
autor quien tenga el poder de señalar con
el dedo a los que pueden alzar vuelo al
cielo del parnaso.
UN JUEGO DE PARED
El mismo Danilo Sánchez Lihon −el
publicista de Áureo Sotelo− es el encargado
de prologar el libro “Plumas Maestras
de Ancash: Escritores y Aedos” de Olimpio
Cotillo.
Sánchez Lihon derrite mucha miel. Dice

que prologar un libro como el de
Cotillo es como salir a esperar en un
puerto una nave que (desde) hace
“muchísimos” años, siglos y milenios
(partió) y llega inhiesta. Afirma que el
libro es una lámpara votiva de fe en el
porvenir y que convierte a Olimpio
Cotillo en maestro y conductor de
pueblos de una región prodiga en
escritores. Asegura que Cotillo
extrae perlas primorosas de textos
inhallables. Que su libro nos muestra
una galería de autores, poetas y
narradores de aldea que han conquistado
el mundo. Que es un eje, un
volcán, un hoyo promisorio y fecundo.
Y, en esa línea, despierta verdaderos
sueños de opio porque propone una
suerte de lucha literaria del campo a
la ciudad, para que los postergados
escritores ancashinos renueven y
abanderen la literatura nacional. La
denomina “la utopía del ande” y
exhorta a nuestros literatos −amateurs
en su casi totalidad− a pensar la
literatura a partir del arte ancashino,
para invertir la pirámide y convertir a
esta región en la protagonista del arte
nacional. En tono cautivante les
promete una reivindicación esplendorosa.
Afiebrado por la emoción lanza este
clamor: «Tenemos que sostenernos
con firmeza y rastrear con la mirada
nuevas rutas siderales e identificar
luceros en el firmamento”».
¡No faltaba más!
Qué duda cabe que será él − Danilo
Sánchez Lihon, “el genial poeta”
encumbrado por Áureo Sotelo en la
tumba de Vallejo en Montparnasse−
quien se encargará de esculpir, con
frases de caramelo, la gloria literaria
de los poetas y escritores escogidos
por Cotillo. Para tentar un cargo en el
Ministerio de Cultura.
DOS ANÉCDOTAS
DE DON AUREO
El 13 de julio del 2013 Áureo Sotelo
publicó un artículo titulado “El honor
de ser soldado”. Su lectura nos
invita, de inmediato, a leerlo con el
cuidado que debemos tener al
comer pescado. Es que entra en
contradicciones absurdas que
ponen de manifiesto que Sotelo no
parece cultivar el octavo mandamiento.
En el artículo nos cuenta dos anécdotas
de su vida que son difíciles de
creer.
Aquí la transcripción de la primera
anécdota.
“En 1963 −nos narra− fui
g u a r d a e s p a l d a s d e l
presidente Pérez Godoy,
yo era, según dicen, el
mejor pistolero de caballería.
Una noche que cuidaba,
con mi pelotón, la casa
del Presidente en Miraflores,
llegó el general para
visitar a su madre y como
no tuve tiempo de guardar
el libro que leía me preguntó:
-¿Qué libro está leyen-

do? -Crítica de la razón
pura”, mi general. Le
contesté. -¿Le gusta la
filosofía?. -Si y porque
mañana tengo examen. -
¿Dónde? -En la UNMSM.
Ya se imaginan el asombro
del presidente. Al salir me
dijo. -¿Sabes quién soy? -
Sí señor presidente. -
¿Quieres algo hijo? -No
señor presidente”.
En ese artículo Sotelo nos cuenta
que ingreso a la Universidad de
“San Marcos” donde estudió
docencia. Por eso nos llama
poderosamente la atención que le
dijera al presidente de la república,
Pérez Godoy, que estaba
leyendo la “Critica de la Razón
Pura” de Immanuel Kant, porque
tenía examen al día siguiente. Es
que en la facultad de educación
no se estudia la “crítica de la razón
pura” sino Filosofía General. En
ese curso sólo se abordan generalidades
de la obra de Kant.
Nadie en su sano juicio ordenaría
a un estúdiate de educación que
lea la “Critica de la Razón Pura”
porque ello reclama una muy alta
formación filosófica.
¿Pero, además que hacía Sotelo
cuidando a la madre de Pérez
Godoy? ¿No era que él era el
guardaespaldas del presidente
por ser el mejor pistolero de
caballería?
Pero hay más, pues la gran duda
nace cuando los dos hombres
conversan: Sotelo afirma que el
presidente de la república le
preguntó si sabía quién era él.
- ¿Sabes quién soy? −le habría
preguntado Pérez Godoy−. ¡De
modo que Pérez Godoy no
conocía a Sotelo! El presidente no
conocía a su guardaespaldas… el
mejor pistolero de caballería.
No hay que perder de vista que el
presidente conoció a Sotelo el día
que fue a visitar a su madre.
Aquí la segunda anécdota de
Áureo Sotelo.
“En Navidad me castigaron.
De pronto el oficial de
guardia me ordenó que
vaya al hipódromo de
Arequipa para salvar a un
c a b a l l o q u e e s t a b a
agonizando. Ya en el lugar
lo atendí con mucho
cariño alentándolo para
que siga viviendo. Después
de sondas con
aceite, masajes e inyecciones,
en la madrugada
el animal dio una sonora
flatulencia, señal que
m e j o r a b a , d e s p u é s
defecó, olí y lamí el aceite
en las heces; ya había
hecho efecto. Felizmente
el animal se sintió mejor y
relinchó muy agradecido”.
De pronto llegó un sujeto prepotente;
era el dueño del caballo.
-Señor baje la voz, ya el animal
está mejor. Le dije. Al enterarse

El abanderado
de la “Utopia
Andina”
Danilo Sánchez
Lihon.
Después de sondas con
aceite, masajes e inyecciones,
en la madrugada el animal
dio una sonora flatulencia,
señal que mejoraba,
después defecó, olí y lamí el
aceite en las heces;
ya había hecho efecto.
quién era yo y después de agradecerme
me dio un cheque, ¡eran
mil soles! Había Curado a Guiñol,
el famoso campeón nacional que
había venido a correr el Clásico
de Navidad.
De acuerdo con Sotelo aquello
tuvo lugar en 1954. Según la
historia “guiñol estaba en Arequipa
para correr el clásico de
Navidad, eventos donde se
juegan fortunas.
El dueño de guiñol se desentendió
del famoso caballo.
De pronto al animal le sobreviene
un estado agónico y no lo llaman
al dueño. Tampoco solicitan la
intervención de los veterinarios
del hipódromo. Lo que hacen es
comunicarse con el ejército
pidiendo la ayuda de alguien que
salve la vida del valioso caballo. El
oficial decide confiarle la vida de
“Guiñol” a Sotelo que sólo tenía
19 años de edad.
El muchacho se dirige al hipódro-
mo, ausculta al moribundo e
identifica la enfermedad. Luego de
este certero diagnostico establece
el tratamiento y ordena la medicación,
consistente en inyecciones
que le devuelven la salud al animal
en un santiamén.
Finalmente, llega el prepotente
dueño, a quien nadie le comunico
que durante toda la noche su
célebre caballo estuvo al borde de
la muerte. Que enterado de la
proeza de Sotelo extrae su chequera
y premia al extraordinario
soldado con la fabulosa suma de
mil soles.
El problema es que 1954 no
existían los cheques. La reglamentación
de los Títulos y Valores en el
Perú, tuvo lugar todavía en el año
1967, cuando se promulgo la
primera Ley de Títulos Valores
(Ley 16587).

José Eduardo Zavaleta
Ancash tiene un sólo escritor reconocido
por la crítica nacional: Carlos Eduardo
Zavaleta Rivera, una pluma crucial en la
literatura del siglo XX.
La generación del 50 conoció gracias a él a
dos grandes de la narrativa mundial: James
Joyce y William Faulkner.
Tratar de entender a Joyce es un esfuerzo
infructuoso. Su obra -especialmente el
“Ulysses”- no ha sido escrita para nosotros,
lectores de a pie. Dicen que será comprendida
dentro de 100 años, cuando la mente de los
hombres evolucione. Tal vez sea solo un mito,
pero es un hecho categórico la belleza de su
obra y su espléndida técnica narrativa. No está
demás decir que nuestro paisano tradujo la
poesía de T.S. Eliot y Ezra Pound.
¡Y eso ya es mucho decir!
Por eso es que Carlitos Zavaleta, ese
Caracino que no ocultaba su ojeriza a los
Huaracinos −porque nos quedábamos con
todo el presupuesto de la región− está
considerado como uno de los escritores de
cuentos más relevantes de la tradición literaria
peruana y es, hasta ahora, el único Ancashino
que tiene un lugar en el reino del Arte
nacional.
Aquí en Ancash, después de Carlos Zavaleta,
casi todo es vanidad.