Escribo estas palabras ¡ En la hora nona! 1 Escribo estas palabras en la tarde de un miércoles santo, durante una guardia en la biblioteca, inexplicablemente, llena de niños. Las escribo y las dedico a todos mis compañeros, del presente y de pasados cursos; y, sobre todo, a <strong>El</strong>isa, esa chica tan joven que ha llegado al departamento de inglés, y que, a muchos, nos recuerda nuestros comienzos. Ahora, que me despido de esta profesión, me gustaría decirle algunas cosas. <strong>El</strong> aprendizaje más importante de mi carrera lo adquirí durante el primer curso, en el instituto de FP de Haro, cuando, sin complejos y, de un plumazo, veía a sólidos profesores aprobar a alumnos con suspensos, a petición de sus maestros de taller o sus tutores, porque, aseguraban, eran magníficos profesionales y tenían la posibilidad de un buen trabajo. Así entendí, con lo seria que yo era, que los mejores profesores procuraban, simplemente, favorecer el porvenir de sus alumnos. He intentado siempre hacer esto; algunas veces exigiendo mucho, muchísimo, mucho más de lo que pensaba que un alumno de bachillerato, generalmente del BI, podría llegar a aprender en ese nivel, y, otras veces, poco, poquísimo, a otros, a los que pensé que era mejor abrir y despejar el camino. Nunca he regalado nada, porque mi seriedad siempre me ha acompañado, pero, afortunadamente, aprendí pronto a ser flexible. En tu camino docente, <strong>El</strong>isa, encontrarás magníficos amigos, como los que he encontrado yo, que te acompañarán en tus momentos alegres y tristes; a tantos compañeros a los que podrás admirar por sus variados conocimientos, y de los que podrás aprender mucho. Encontrarás también amor, desamor, y muerte; lágrimas y alegría. Tendrás la inmensa suerte de trabajar entre profesores, esa gente poco corrupta y culta, amante de aficiones diversas, que, a mí, siempre me han provocado una curiosidad infinita. Muchos de ellos forman, y formarán, parte de mi vida para siempre; y, aunque llego a la jubilación con ilusión, -yo soy persona de ilusiones-, espero soportar bien el vacío del espacio que todos ellos llenan, y han llenado, cada día. Susana Domínguez Imaz Catedrática de Economía Por temor a la vulgaridad cuántas cosas dejo sin decir. Muchos poemas hay escritos en mi corazón; y esas canciones enterradas son las que yo amo. K. Kavafis Pero no temáis, no voy a aprovechar esta oportunidad que nos brinda <strong>El</strong> espejo a los que nos jubilamos para cantarlas todas. Esto no es más que una etapa, una etapa más de este inextricable viaje que nos regala la vida. <strong>El</strong> barco suelta amarras y pone rumbo a Ítaca, como siempre. Y bien es verdad que, ahora que atisbo a lo lejos las costas griegas, no puedo por menos que pedir a los dioses mar en calma. Que me dé tiempo para recalar en Santorini, incluso en Mikonos, si fuera posible despedir allí a la desairada juventud. Lesbos nunca estuvo en mis anhelos, pero sí Zakynthos, Samos y Rodas, la Acrópolis y el Peloponeso. He invertido en voluptuosos y delicados perfúmenes cuanto he podido y, sin bien es verdad que algún que otro Legistrón y Cíclope encontré por el camino y que algún que otro bufido de Poseidón acompasó mis desvelos, no puedo negar una suma en positivo. Alzo el vuelo sin plomo en las alas, aunque no puedo negar lo que de especial han tenido estos dos años en el Sagasta. Este segundo de Bachillerato, que hoy entona su particular gaudeamus de despedida 12 , ha sido un vendaval de vida que lleva dos años diluyendo en poesía mis manos. Con ese peso me alejo. Ese sutil roce de cariño dobla en el adiós mi espalda, que siempre pensé que sabría desnudar de cualquier nostalgia. Otrora creí con la Janés, que me acompañaría el fuego sosegado, /la llama blanca, / [que conseguiría que] el frío se extendiese en mi superficie/ lisa para que el amor 23 resbalase/ hasta su ausencia de significado, [y poder sin dolor,] inclinarme hacia la nada e/ iniciarme en esa gota desconocida/ que expande el olvido. Como suelo repetir de vez en cuando, es cierto que, como Labordeta, hace años que puse sobre la mesa/ todas las banderas rotas /las que me rompió la vida/ la lluvia y la ventolera/ de nuestra dura derrota/. Es verdad que, presto al reciclaje, había decidido hacer con ellas trapos de cocina, pero un grupo de tutelados, el curso pasado, me enseñó que merece la pena doblarlas con cuidado por si alguien, tal vez mañana, siente la necesidad de enarbolarlas. No me ha sorprendido este instante tan deseado, pero confieso que no esperaba que llegase con esta sensación de juventud infinita, con esta cálida sutura de quien duda más cada día, con este sobresalto de tenerlo todo por aprender e intacta la necesidad de hacerlo. Y, sin embargo, creo que ha llegado el momento de saldar otra deuda conmigo mismo y con quienes me rodean y a los que, el trabajo real y el autoimpuesto, nos ha robado el placer del instante. Es el momento de disfrutar cada bocana de aire fresco invadiendo los pulmones y de rendir pleitesía al alba y al ocaso, a la frialdad del agua y a la sensual caricia del fagüeño. Es hora de mantener la coherencia con Baudelaire y preguntarle al extranjero que llevamos dentro… - Hombre enigmático, dime a quién amas más. Y contestar con él: - Amo las nubes... las nubes que pasan... allá... Espero, como el artista de Baudelaire, gritar aquello de: ¡Qué penetrantes son los atardeceres de los días de otoño! ¡Penetrantes hasta el 1 Un guiño a la autobiografía de Vicente Cazcarra, aunque él apostó por la hora tercia como síntesis. 2 No sólo ellos, pero, sobre todo, ellos(as). 3 <strong>El</strong> infinito cariño que me han regalado año tras año esos personajillos tan impertinentemente jóvenes de este bosque animado. IES Práxedes Mateo Sagasta <strong>2018</strong>-19 <strong>2018</strong>-19 IES Práxedes Mateo Sagasta 4 5