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Literatura en Flor 2019

Edición virtual de las obras participantes

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La niñez que nunca volverá<br />

Amilcar Unsain<br />

En Alcaraz, allá por principios del 2000, no<br />

había mucho que hacer. Sin celulares ni consolas<br />

de videojuegos, los niños marchaban todos los<br />

días a la plaza para disputar un partidito de fútbol o<br />

una partida a las bolitas, o se juntaban <strong>en</strong> una casa<br />

a imaginar miles de situaciones con los juguetes de<br />

por medio, <strong>en</strong> donde la solidaridad y la creatividad<br />

eran valores básicos para compartir un mom<strong>en</strong>to<br />

de puro divertimi<strong>en</strong>to.<br />

Partidos que terminaban 10-0, con<br />

golazos que cualquier relator hubiese querido<br />

gritar; jugadores de bolitas con botellas de plástico<br />

ll<strong>en</strong>as de esos pedacitos de vidrio, que mostraban<br />

todos los triunfos que habían obt<strong>en</strong>ido; juergas y<br />

situaciones locas que sólo ocurrían <strong>en</strong> el mundo<br />

de los muñecos, vehículos y todo lo que podía ser<br />

utilizado como juguete. Estos mom<strong>en</strong>tos, y<br />

muchísimos más, constituían una infancia<br />

maravillosa.<br />

Hoy <strong>en</strong> día, las plazas del pequeño pueblo<br />

<strong>en</strong>trerriano están vacías. Las troyas (círculos sobre<br />

la tierra donde se colocaban las bolitas que se<br />

apostaban) desaparecieron con la crecida de los<br />

pastos, y los juguetes están <strong>en</strong> alguna caja sucia <strong>en</strong><br />

donde se amontona “todo lo que no sirve”.<br />

La infancia de ahora es virtual. Los niños, si<br />

se juntan, juegan con una consola (uno al lado del<br />

otro, pero <strong>en</strong> una pantalla). Para el cumpleaños no<br />

pid<strong>en</strong> más una pelota, el nuevo muñeco de<br />

Dragon Ball o un juego de mesa, sino un joystick,<br />

unos auriculares o un celular. La pregunta que<br />

surge al observar este panorama es: esa niñez, ¿es<br />

real?<br />

Por suerte todavía hay algún que otro<br />

atrevido que sigue pateando un balón con cascos<br />

celestes y blancos <strong>en</strong> la canchita, algunas<br />

amiguitas que sigu<strong>en</strong> y<strong>en</strong>do a hamacarse a la<br />

placita, y pequeñines que escrib<strong>en</strong> su cartita de<br />

Navidad y pid<strong>en</strong> un Woody o un Buzz Lightyear.<br />

Por suerte —no sé hasta cuándo— hay qui<strong>en</strong>es<br />

quier<strong>en</strong> vivir una niñez real. Esa niñez que, si la era<br />

tecnológica sigue avanzando a pasos agigantados,<br />

nunca volverá.

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