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CO N F E S I O N E S<br />
Lucía Camerati<br />
SOM OS DE LA GENER A-<br />
CIÓN de los combos. Si nos<br />
dieran un chupete, un sándwich<br />
de palta y un<br />
refresco de mocochinchi<br />
para entrar al cine, lo compraríamos<br />
al tiro. Si nos<br />
permitieran el alasitero api, pastel y<br />
frazada tigre por entrar a vip, sería un hit.<br />
Si nos dieran la chance de un choclo con<br />
queso también enloqueceríamos, pero<br />
no, hasta el día de hoy nos quedamos con<br />
la tradicional pipoca con su vaso de<br />
ga s e o s a .<br />
Hace cien años el cine en Estados<br />
Unidos era para la élite. Todo era de lujo y<br />
por ello las salas no podían quedar sucias;<br />
no había ni una miga de nada en las<br />
butacas. Pero se vino la Gran Depresión<br />
del 29 y listo, el cine se volvió asequible a<br />
cualquier bolsillo. El pueblo invadió las<br />
salas y tuvieron que inven tar una forma<br />
de contentar a las masas con algo más<br />
barato y seguir ganando dinero: unos<br />
cucuruchos con apetitosas pipocas.<br />
Llegó el sonido y la idea de esos<br />
baratos maíces fue tan exitosa que hoy en<br />
día gastamos más dinero en nuestra caja<br />
de pipocas que en la misma película. Es<br />
más, nos encajan unos combos exorbitantes<br />
que representan casi el 85% de las<br />
ganancias de los cines hoy en día. Si<br />
estamos pensando invitar a alguien al<br />
cine, pues hay que tener plata también<br />
para el combito.<br />
Sin embargo, una cosa es ir al cine<br />
para embutirte pipoca y refresco y otra<br />
cosa es ir al Teatro Municipal Alberto<br />
Saavedra Pérez en la ciudad de La Paz,<br />
porque allí te las decomisan. Advertidos<br />
e s t a m o s.<br />
Las caseras de dulces están en la<br />
puerta, te ofrecen de todo y una procede<br />
con algún chocolate o dulce discreto y se<br />
acabó. Pero ese ritual voyerista de llevarnos<br />
algo a la boca en cantidades industriales<br />
mientras asistimos a algún espectáculo<br />
ya se ha vuelto algo enfermizo. Es<br />
10<br />
Del tomatazo<br />
al pipocazo<br />
Formar al público a plan de decomisos.<br />
Prohibido meter r pipocas al teat<br />
atro<br />
una falta de respeto al artista y al lugar. El<br />
sonido de la gente comiendo papas o<br />
pipocas distrae al músico, a la actriz, al<br />
tramoyista y a la gente que quiere ver<br />
tranquila una obra de arte.<br />
Por tal razón, la decisión del Teatro<br />
Municipal nos ha caído como agua fría<br />
necesaria, muy saludable. He visto caras<br />
sorprendidas al ser decomisadas sus<br />
pipoquitas, sus papitas, sus refresquitos.<br />
Algunos discuten hechos a los machos,<br />
pero no les queda otra que dejar en la<br />
puerta lo que han comprado. Aquí se<br />
trata de disfrutar del arte y no de la<br />
comida. Esto no es cine, es teatro, hay<br />
silencios, hay espacios para la reflexión,<br />
hay vacíos necesarios.<br />
Y aunque lanzar tomates en los<br />
teatros es una leyenda, nos queda respetar<br />
al otro, aguantarnos un poquito para<br />
después irnos a comer todas las comidas<br />
del mundo.<br />
He visto tanta pipoca y papa incautada<br />
el otro día, que realmente me sorprendí<br />
por nuestra terquedad y falta de<br />
comprensión. En todo caso, se agradece a<br />
los administradores del lugar por formarnos<br />
como público, a plan de decomiso. A<br />
ver si aprendemos a distinguir y a colocar<br />
el arte como prioridad. No es posible que<br />
tratemos a los artistas a pipocazos. Pensemos<br />
en el bochorno.<br />
www. p a g i n a s i e te. b o DOMINGO 9 DE FEBRERO 06|20