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En este sitio, las temperaturas pueden
superar los 50 grados en el verano y bajar
mucho durante el invierno y por la noche.
Es extremadamente difícil tener cualquier
tipo de agricultura y ganado.
En este territorio, prestado por el gobierno
argelino, viven unos 200,000 saharauis
desde hace más de 40 años sin saber
cuándo podrán retornar a su país.
“Vinieron aquí y no hay nada. Dejaron
sus casas, sus cabras, todo lo que tenían,
sea poco o mucho. Imagínate tú que en
aquella época era una obligación, una necesidad
escaparse, porque Marruecos vino
y no dejaba nada. Pues llegaron aquí sin
nada. No había nada más que un desierto
calvo”: Hafed Jatri, nacido en los campamentos
en Tinduf.
Son ya tres generaciones las que han
vivido refugiadas en este terreno estéril y
polvoriento. Llegaron sin posesiones y, a
pesar de ello, han logrado sobrevivir a este
ambiente hostil.
“Más de 40 años es mucho tiempo. Por
ejemplo, a mi abuela se le murió el marido
aquí, se le murió el hijo, se le murió el hermano.
Entonces, cuando ves que tu familia
se está muriendo en una tierra así y no hay
esperanza ni ningún signo de que vamos a
volver, pues la verdad es que te va matando”:
Tumi Burha, refugiada nacida en los
campamentos.
LA VIDA EN LOS CAMPAMENTOS
El panorama es desolador en los campamentos.
La mayoría de las calles y
caminos no están pavimentados, no hay
agua corriente y, apenas hace poco, llegó
la electricidad a casi todas las wilayas (o
provincias).
La comida llega gracias a la ayuda humanitaria
de las ONG, países amigos y la
ONU a través del Alto Comisionado de las
Naciones Unidas para los Refugiados (AC-
NUR). Sin embargo, con los recortes presupuestales
esta ayuda se ha ido reduciendo
cada vez más y apenas logra satisfacer las
necesidades más básicas de la gente.
Con una precaria alimentación y mala
calidad del agua, no es de sorprender el
mal estado de salud de los saharauis. Algunas
de las afecciones más comunes son
la desnutrición, deficiencias vitamínicas,
diabetes, hipertensión y cáncer.
Aunque se cuenta con dispensarios y
hospitales, no hay suficientes recursos para
atender a toda la población. Las medicinas
escasean, al igual que el personal sanitario.
Los días comienzan al salir el sol, y desde
temprano puede escucharse a las cabras
balar y el sonido de la tradicional preparación
del té, en donde, por costumbre, se
sirve en tres vasos. El primero, “amargo
como la vida”; el segundo, “dulce como el
amor”; y el tercero, “suave como la muerte”,
según reza un popular dicho saharaui.
Los niños y jóvenes asisten al colegio
del domingo al jueves, porque los viernes
se consideran como un día de gran impor-
FOTO: CORTESÍA DE SMAWT
El equipo de mujeres desminadoras de SMAWT, Sahrawi Mine Action Women Team.
NEWSWEEK MÉXICO 21 FEBRERO, 2020