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La activista climática
Greta Thunberg, en Bruselas.
Según el informe más reciente de la
ONU, el mundo ha fracasado rotundamente
en el objetivo de restringir las emisiones
de carbono; y eso no obstante las terribles
advertencias de la comunidad científica.
De hecho, los dos infractores principales
—Estados Unidos y China— aumentaron
sus emisiones de carbono durante el año
pasado. El consenso científico es que el
mundo debe abandonar cuanto antes los
combustibles fósiles.
Mientras que la derecha radical no tiene
un proyecto para reducir las emisiones
de carbono, existen numerosos nuevos
acuerdos verdes (NAV) que proponen una
respuesta integral ante la magnitud de este
problema.
La versión estadounidense, desarrollada
por Alexandria Ocasio-Cortez (demócrata
por Nueva York) y Ed Markey
(demócrata por Massachusetts), se fundamenta
en inversiones significativas en
infraestructura y transporte para lograr la
neutralidad de Estados Unidos en términos
de carbono.
Europeos y canadienses han propuesto
proyectos parecidos, en tanto que el gobierno
de Nueva Zelanda presentó este año
un “presupuesto de bienestar” que combina
la reducción de emisiones de carbono
con mejoras en el sustento de quienes han
quedado fuera de la globalización.
Más allá de la perspectiva ambiental, la
transición masiva de los combustibles fósiles
a las energías renovables tiene mucho
sentido, ya que responde a la inseguridad
de muchos frente al futuro económico de
una era de automatización y reducción de
personal. Y es que, igual que su equivalente
anterior a la Segunda Guerra Mundial
(el Nuevo Acuerdo de Roosevelt), el
Nuevo Acuerdo Verde se perfila como un
programa de gran importancia para crear
empleos.
Y no solo para el “Norte Global”.
Una buena inyección de capital en el
Fondo Verde para el Clima permitiría que
el “Sur Global” abandone las tecnologías
sucias, lo que abrirá empleos en los países
que están pasando por la crisis económica.
Además, los NAV también reducirían el
desplazamiento masivo de las poblaciones
que se han visto obligadas a emigrar al extranjero
en busca de nuevas oportunidades.
O, incluso, de tierras más habitables.
La evidente avería del actual sistema
económico mundial está preparando el
escenario para una reacción de la extrema
derecha global. Por eso, un NVA puede
brindar un conjunto de principios de
sostenibilidad que permitan restructurar
la economía global, beneficien a la gente
y el planeta, y mermen el atractivo de la
extrema derecha.
La derecha radical ha ganado elecciones
infundiendo miedo: de los demás; del
futuro; del gobierno indolente. Es hora de
echar por tierra ese argumento y reactivar
las políticas de la esperanza.
Las 80 personas que entrevisté señalaron
que las manifestaciones climáticas
estudiantiles son el movimiento más prometedor
de esta época. Y, como bien saben
esos jóvenes (mejor que sus mayores), sin
planeta no hay política. En suma, un Nuevo
Acuerdo Verde es nuestra última esperanza
para salvar la Tierra.
JOHN FEFFER DIRIGE EL PROYECTO FOREIGN POLICY IN
FOCUS, DEL INSTITUTO DE ESTUDIOS POLÍTICOS (IPS) EN
WASHINGTON, D. C. ES AUTOR DEL RECIENTE ANÁLISIS DEL
IPS, THE BATTLE FOR ANOTHER WORLD: THE PROGRESSIVE
RESPONSE TO THE NEW RIGHT [LA BATALLA POR OTRO
MUNDO: LA RESPUESTA PROGRESISTA A LA NUEVA DERECHA].
PUBLICADO EN COOPERACIÓN CON NEWSWEEK / PUBLISHED
IN COOPERATION WITH NEWSWEEK
FOTO: CHRISTIAN CHARISIUS/PICTURE ALLIANCE/GETTY
Una planta “limpia” de carbón, en Alemania.
NEWSWEEK MÉXICO 29 FEBRERO, 2020