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14 Domingo 16 de febrero de 2020 Página SIETE<br />

La biblioteca de mi padre<br />

l Recibir una biblioteca de herencia, no es fácil ni gratuito, asegura el autor y<br />

repasa su colección de libros con los títulos e historias que viven en ellos.<br />

Juan<br />

Cristóbal<br />

Mac Lean E.<br />

E s c r i to r<br />

“En<br />

muchos libros,<br />

se da<br />

además como<br />

un placer<br />

táctil al<br />

tenerlos en<br />

las manos,<br />

sopesarlos ,<br />

hojearlos ,<br />

ver el índice,<br />

picotear<br />

por aquí y<br />

por allá,<br />

leer principios<br />

y finales<br />

de algunos<br />

capítulos.<br />

A los<br />

or todoxos,<br />

quizá eso<br />

les parezca<br />

una herejía”.<br />

Colección<br />

“El único conocimiento exacto que<br />

hay, es el conocimiento de la fecha de<br />

publicación y el formato de los lib<br />

ro s ”. (Anatole France)<br />

Mi padre, lector de toda<br />

la vida, va quedándose<br />

ciego<br />

(glaucoma irreversible),<br />

de manera que las cosas se<br />

le fueron poniendo muy difíciles<br />

en su casa, ya demasiado grande.<br />

Por tanto lo trasladamos, con<br />

mis hermanos, a un departamento<br />

más pequeño, cómodo, de mejor<br />

acceso. Achicando sus cosas.<br />

Entre los resultados de todo eso:<br />

me quedé con su biblioteca. Un<br />

par de grandes estantes de libros<br />

vinieron a parar a mi casa. Aquílos<br />

tengo ahora. Ya los conocía<br />

bien, pero al tenerlos aquí mismo,<br />

mientras paso y repaso la mirada<br />

por sus títulos, es toda una<br />

historia la que se me presenta.<br />

Una historia de la lectura, de<br />

las casas por las que pasó esta biblioteca,<br />

de autores y de épocas,<br />

o de la suerte de antiguas editoriales<br />

argentinas, españolas, mexicanas,<br />

bolivianas (Sur, Revista<br />

de Occidente, FCE, los Amigos<br />

del Libro), mientras al mismo<br />

tiempo es casi como una biografía<br />

intelectual de mi padre la que<br />

se esconde entre las tapas y, dado<br />

el caso, hasta los inicios de la<br />

mía propia.<br />

Buena parte de estos libros los<br />

conozco, (por lo menos sus tapas<br />

y títulos) desde que apenas<br />

aprendí a leer. Y aún antes de ya<br />

poder leer, me pasaba merodeando<br />

entre ellos. Siempre recuerdo,<br />

en determinada casa,<br />

cuando en el reglón más bajo de<br />

un estante muy hermoso (que<br />

desde hace mucho yo lo tengo)<br />

encontré la colección, en Sopena,<br />

de todos los libros de Julio<br />

Verne. ¡Sus tapas! La tapa de El secreto<br />

de Wilhem Storytz, en la que un<br />

caballero espadachín está luchando<br />

contra una espada sola,<br />

sin que se vea al que la maneja<br />

(invisible como me habría de enterar<br />

después).<br />

O la cubierta del pirata Capitán<br />

B lood de Rafael Sabatini en Editorial<br />

Tor… Son muchas más las<br />

que podría recordar. Tapas e<br />

ilustraciones: por ahí se empieza,<br />

ya antes de aprender a leer.<br />

En cuanto a esos mismos libros,<br />

esas tapas, hace mucho dejaron<br />

de existir, y quién sabe<br />

dónde se habrán perdido, aunque<br />

igual forman, hoy mismo,<br />

parte de esta biblioteca.<br />

Es que una biblioteca también<br />

consta, perfectamente, de algunos<br />

libros que pueden ya no estar<br />

en ella. Los fantasmas la habitan<br />

tan persistentemente como a los<br />

castillos.<br />

¿Y qué libros leía mi padre?<br />

¿Qué cargamento me ha llegado,<br />

como una explosión inadvertida<br />

y que reverencio hoy con apego y<br />

memoria, repasando por milésima<br />

vez unos y otros títulos?<br />

Pero antes hay que partir de<br />

aquí: a sus veintipocos años, mi<br />

padre estudiaba arquitectura en<br />

la Santa María de Chile y era una<br />

promesa de su carrera. Pero algún<br />

momento, entonces, se topó<br />

con Nietzsche, que le provocó tal<br />

estado de exaltación (acompañado<br />

con audiciones de Wagner<br />

en viniles de 78 rpm) que dejó la<br />

universidad. ¿Por qué no se convirtió<br />

luego en un escritor? Esa es<br />

una pregunta que quedó suspendida<br />

ahí, indefinidamente. De<br />

los peligros que entraña una vocación<br />

no correspondida es me-<br />

jor no hablar aquí.<br />

En todo caso, aquí están ahora<br />

las obras completas de Nietzsche<br />

en la gran edición de Aguilar<br />

de 1951 y traducida por Ovejero<br />

Maury. La que todos usaron por<br />

décadas, como por ejemplo Savater<br />

confiesa haberlo hecho. 14<br />

tomos altos. Muchos están subrayados,<br />

todos ostentan en la<br />

primera página su caligrafía joven,<br />

cuando se compró estos libros,<br />

sin duda en Chile.<br />

Avatares de los libros: aunque<br />

esto parezca estrafalario, la verdad<br />

es que hacia mis 12 años, conocí,<br />

muy impresionado y con la<br />

impresión de leer algo prohibido<br />

(Libro para todos y para ninguno) las<br />

dos primeras páginas de Así habló<br />

Zaratu stra. ¿Pero qué niño no caería<br />

seducido por un hombre predicando<br />

rarezas en la montaña,<br />

caverna y todo?<br />

De todas formas, parece que mi<br />

padre se volvió a Bolivia ya con su<br />

buen cargamento de libros. Varios<br />

de los que ahora llegaron a mi casa,<br />

todavía ostentan la “estampi -<br />

lla”o logo de una librería santiaguina,<br />

por ejemplo la Optica (o<br />

tratado de las reflexiones, refracciones,<br />

inflexiones y colores de la<br />

luz) de Issac Newton: Librería<br />

Pax, Huérfanos 770, Santiago. Todo<br />

tenazmente subrayado. Y además:<br />

Emecé, Argentina, 1947. Así<br />

que en el Buenos Aires de entonces<br />

ya se traducían y editaban libros<br />

así…<br />

El resto de su vida mi padre la<br />

pasó en Cochabamba, aunque<br />

yendo mucho por La Paz. Y su biblioteca<br />

siguió creciendo. Siempre<br />

fue un ávido lector y comprador<br />

de libros. Cada viaje fuera,<br />

también siempre significó, para<br />

todos los que leíamos, volver con<br />

maletas de libros.<br />

Pero antes de seguir con los libros,<br />

debo mencionar las colecciones<br />

de revistas. Mi padre<br />

siempre estuvo suscrito a las que<br />

podía. Así entonces tengo ahora<br />

aquí, por ejemplo, casi la colección<br />

completa de Mundo Nuevo,<br />

esa clásica revista en que fue apareciendo<br />

todo el boom. También<br />

está casi toda la colección de<br />

Cuadernos, de Aportes, y muchos<br />

números de la argentina<br />

Sur, la española Revista de Occidente,<br />

dirigida por Ortega, o la<br />

venezolana Zona Franca y algunas<br />

otras. Más tarde, casi completa,<br />

la Vuelta de Octavio Paz.<br />

En cuanto a la participación de<br />

autores bolivianos en esas revistas,<br />

esas épocas, ésta era casi inexistente.<br />

En un Cuadernos de<br />

Febrero de 1965 , está La joven poesía<br />

boliviana. Selección y mini introducción<br />

de Enrique Arnal.<br />

Poemas de Ervin Rojas (S uelo<br />

t e n d e r m e…), Jesús Urzagasti (Pe r f il<br />

acuático de una provincia), Edgar<br />

Ávila Echazú (Elegía a Carl Gustav<br />

J u ng ), Edmundo Camargo (largo<br />

poema El mar), Jorge Suárez (el<br />

soneto Canción del cuerpo al alma).<br />

O aquí está el Mundo Nuevo<br />

26-27, de ago-sept 1968, en el que<br />

sale (ya anunciado en portada)<br />

El aparapita de La Paz de Jaime<br />

Sáenz .<br />

Cabe recalcar finalmente , que<br />

tanto Mundo Nuevo como Cuadernos<br />

(y hay otra, madrileña,<br />

también llamada Cuadernos hispanoamericanos)<br />

se editaron<br />

durante unos años en París, lo<br />

que les daba una gran equidistancia<br />

respecto al conjunto “his -<br />

p a n o a m e r i c a n o”, el mismo que<br />

aún era, entonces, todavía un<br />

sueño vivo, por lo menos entre<br />

los intelectuales.<br />

Aún se soñaba con una “Améri -<br />

ca” unitaria, joven, que se creía<br />

llena de promesas. La misma re-

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