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Ilustración Farmacolófica

Publicación divulgativa sobre sustancias psicoactivas

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recomendación de William Burroughs (quien parece ser el único

testimonio positivo sobre dicho método), el que ha gozado de

mayor implantación mundial ha sido el mantenimiento con

metadona a corto o largo plazo, iniciado a principios de la década

de los sesenta en EEUU. Este sistema se basa en la teoría expuesta

por Dole y Nyswander en 1965, según la cual la adicción a la

heroína se define como una enfermedad metabólica causada por la

administración continuada de este opioide exógeno, lo que

provoca ciertos cambios neuroquímicos en el sistema nervioso y en

los neurotransmisores y receptores que lo componen.

Según estos autores, la administración continuada de metadona

serviría para estabilizar este sistema, reduciendo el deseo

(“craving”) de consumir heroína y bloqueando sus efectos

euforizantes y reforzadores en el caso de que se consuma. La vida

media larga que caracteriza a este compuesto, así como su escasa

capacidad de producir tolerancia y los asumibles efectos

secundarios que produce, convertirían a la metadona en un

opioide seguro para tratamientos prolongados de mantenimiento.

En cuanto a la dependencia física que conlleva la metadona, se

combate mediante reducciones lentas de la dosis, que han

demostrado ser más tolerables para los adictos que las reducciones

de drogas de vida media corta como la heroína (aunque el

síndrome de abstinencia final sea mucho más prolongado y

problemático). Además, el nulo poder euforizante de las dosis

diarias de metadona sirve para mantener al paciente sin cambios

de humor, lo más cercano posible al estado “normal” de sobriedad.

Por todo ello la metadona resulta muy útil para mejorar

enormemente la vida del adicto y en ocasiones para conducirlo a la

abstinencia. Su principal desventaja es su escasa o nula capacidad

para reducir los consumos problemáticos de otras drogas. En

ocasiones los pacientes a tratamiento con metadona aumentan su

consumo de alcohol, cocaína, benzodiacepinas... por lo que su

estado físico y mental se ve afectado negativamente. Aún está por

descubrir algún tratamiento eficaz contra este policonsumo que

suele acompañar al tratamiento con metadona, aunque en mi

opinión el origen de dicho policonsumo está en el efecto mismo de

la metadona, que deja a la persona en un estado de cansancio y

abotargamiento dosis-dependiente.

Aún así, está claro es que este opioide sintético ha servido para

atenuar enormemente los estragos producidos por la prohibición

de la heroína. Su empleo en Estados Unidos resultó lo

suficientemente efectivo para acallar las voces de los

prohibicionistas más coherentes, que la consideran como lo que es,

una droga adictiva más. Sin embargo, como el paciente mantenido

con metadona no molesta a nadie para conseguir dinero para su

dosis porque le sale gratis o muy barata, la sociedad ni se entera de

quien es adicto a ella y por lo tanto no tiene ninguna queja. ¿Por

qué no puede ocurrir esto con todos los opioides, tal y como

ocurrió hasta hace menos de un siglo?. Alguien alegará que la

metadona, por poseer una vida media larga, resulta más útil para

estabilizar física y psíquicamente a la persona, de manera que no

tenga que estar sometido al urgente reloj de la droga (como diría

Burroughs). Yo les contesto que existen otros muchos opioides de

vida media larga menos adictivos que la metadona que también

son ilegales y que numerosos ensayos (y mi propia experiencia)

demuestran la posibilidad de estabilizar a los adictos con todo tipo

de opioides, tal como prueban los ensayos clínicos con heroína,

morfina normal o retardada, buprenorfina o incluso codeína. En

definitiva, si admitimos que un adicto a la metadona puede llevar

una vida absolutamente normal e integrada en la sociedad, hemos

de admitir que lo mismo puede ocurrir con otros compuestos

similares (casi todos ellos con un perfil de seguridad más alto que

la metadona). Además, por encima de todo esto está la libertad

individual de hacer con el propio cuerpo lo que se desee. ¿Si

podemos bebernos un litro de gasolina o medio kilo de matarratas,

por qué no podemos drogarnos? ¿por qué se dice que hacerse

daño a uno mismo daña la “salud pùblica” y no la individual? ¿por

qué no se reconoce la libertad de alimentación y la libertad de

crecimiento de las plantas? ¿por qué el estado ha de decidir cuales

plantas deben exterminarse o desaprovecharse? ¿es que el estado

es más sabio que la naturaleza?. Y sobre todo, ¿porqué el estado

defiende la proliferación de drogas adulteradas y el

enriquecimiento de los que las adulteran? ¿es esta es la manera de

defender la “salud pública”?, ¿o más bien los intereses privados de

los narcos?

Creo que el fenómeno de la metadona encierra una enseñanza

importante para todos aquellos que la quieran comprender. Cada

vez se hace más evidente que de lo que hay que liberar a todos los

adictos sin excepción es de la prohibición, y solamente si ellos lo

quieren, de la adicción misma. La inmensa mayoría de

cafetómanos dispersos por todo el mundo no tiene ningún interés

en dejar de serlo porque están encantados con las consecuencias

de su adicción (rendimiento laboral mayor, control sobre su

estimulación física, placer en la ingestión...). Lo mismo le ocurre a

muchos pacientes mantenidos con metadona o a muchos

bebedores diarios. Sin embargo, el estado los deja en paz y se

ensaña con los heroinómanos o con los fumadores de cáñamo,

¿por qué con ellos? ¿qué criterio se sigue? Probablemente el de

prohibir aquellas sustancias que posean un mínimo de capacidad

euforizante (aunque se les escapan muchas como el alcohol, la

cafeína, la codeína, la efedrina…). La felicidad química está

proscrita, no se dan cuenta de que esa felicidad en el ser humano

SIEMPRE depende de la química (endógena o exógena).

Volviendo a la historia de los tratamientos con metadona, hay que

destacar la rápida difusión que tuvieron por todo el mundo, a

causa de sus buenos resultados.

En España se implantaron a principios de los años ochenta (la

modificación legal pertinente se llevó a cabo en 1983), y en la

actualidad se extienden por todas las comunidades autónomas.

Las condiciones de admisión, la duración del tratamiento, la

elección de la dosis y la entrega de las mismas para varios días han

sido algunas de las cuestiones que se han ido flexibilizando con el

tiempo en vista de los buenos resultados. Ha quedado demostrado

por numerosos ensayos clínicos y experiencias terapéuticas que las

dosis altas resultan más eficaces que las bajas, puesto que

bloquean todo efecto de la heroína ilegal, a causa de una elevación

de la tolerancia. En definitiva, la experiencia ha ido quitando la

razón a los sectores más reaccionarios y moralistas, que veían en la

metadona otra indecente intoxicación sin ventaja alguna.

A pesar de ser la metadona un método valioso, creo que ya va

siendo hora de que en España se plantee seriamente la

implantación de otros métodos alternativos que han mostrado

igualmente su efectividad, sobretodo porque pueden ser útiles

para individuos cuyo perfil no sea especialmente adecuado para la

metadona. Entre ellos, pacientes que no admitan bien esta droga

(por exceso o defecto de su metabolismo), así como aquellos que

simplemente respondan mejor a otros fármacos.

Entre las opciones que han demostrado buenos resultados en la

teoría y en la práctica se encuentran los compuestos a los que nos

referimos a continuación.

Buprenorfina

Este opioide semisintético con propiedades agonistas y

antagonistas fue propuesto por primera vez en 1978 para su

utilización en la desintoxicación y mantenimiento de adictos a

opioides (principalmente heroinómanos).

Sus principales ventajas con respecto a la metadona son el menor

riesgo de sobredosis a causa de su efecto techo, el mayor potencial

de prevención del consumo de cocaína y ligero efecto de bloqueo

de los efectos de la misma (idea respaldada por varios ensayos

clínicos pero no tan evidente en la evaluación de los programas de

mantenimiento con buprenorfina en diversos países. Además, su

poder adictivo es menor que el de la metadona puesto que los

síntomas de abstinencia son algo más débiles que con esta.

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