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548.Historias de mi granja Otilia Peverini de Ampuero

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Prester 9 bios

Mamá,mamá,un linyera,viene un linyera!-exclamó Blanquita,

excitada, mientras se apretaba contra la falda de su madre.

-¿Y por qué tienes miedo? Es un pobre hombre que necesita

algo -respondió la mamá mientras salía a su encuentro.

-Buen día,patroncita.

-Buen día, buen hombre.

-Patroncita, ¿tendría algo para comer?

-Sí, espere un momento.

Blanquita se quedó como una piedra mirando de pies a

cabeza al llamativo pordiosero. Tenía abundante barba... y

esos ojos escondidos debajo de las tupidas cejas tenían una

expresión de tristeza. Parecían querer sonreírle. Sus ropas

viejas se veían limpias. Hasta las manos y las uñas estaban

limpias. Blanca inspiró hondamente. Su buen olfato no

percibió olor a tabaco ni a alcohol. En su mente de cinco años

había mil preguntas acerca de ese hombre que la miraba con

ternura. Pero no abrió su boca. Ya le preguntaría a su mamá.

Ellos vivían en una casa aislada en el campo. Rara vez

llegaban extraños. Por eso el linyera, como allí llamaban a los

vagabundos, le llamaba tanto la atención.

Pronto la mamá regresó con un buen desayuno. Lo invitó a

pasar a descansar bajo la galería. Mientras él devoraba el pan

casero con queso, leche y frutas, ella le hablaba del amor de

Dios. Al mendigo se le humedecieron los ojos.

Entonces, les contó su penosa vida.

■Blanquita era toda oídos. Se emocionó mucho al escuchar

el relato. De pronto, le susurró algo al oído de la mamá, y salió

corriendo. Al momento volvió con la carita iluminada y una

monedita apretada en la mano.Se la entregó al caminante.Sus

padres le habían enseñado economía y generosidad.

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