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Horacio Revista

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Taller de Astrología y Escritura Creativa

2020


Prologo

(prologos compas)

Hora es profundo y concentrado en sus palabras. Detallista de la naturaleza. Sincero con sus

emociones. Crea mundos que parecen sencillos pero a la vez complejos y completos. Agradecida de

su apertura y escritura.


(INTRO AL LIBRO: BREVES PALABRAS DE UDS)

(Ansiosa aprendí a escribir y a leer para crear nuevos mundos. Y en el andar de las palabras me

encontré sanando las heridas también.

Agradezco a quienes siempre supieron subirse a mis verborragias poéticas, mis anécdotas llenas de

sensaciones y sobre todo a quienes me dieron más historias para compartir.

A las pibas de los jueves e infinitas gracias a Clau por su generosidad.)


Anacahuita

Hoy pensé que habían cortado el árbol que respiro

De él, mastiqué sus hojas,

Y me traje una oruga en la solapa,

la intuición anticipó que algo iba a morir.

Lo siento en la sequedad interna,

los labios de la luna nueva,

el sonido del llamador de ángeles

Y al cincuenta y tres como un cohete

A la estratosfera.

De raíz pensé en palabras llenas.

Sobre una hoja blanca,

Con letras negras.

Urbano, rural, mundo interno.


7

Trescientos metros me parece mucho.

Descubro que pedaleando mi bici roja,

El tiempo para llegar al arroyo se lo come la siesta.

¿Cuanto caza mi gomera?

¿Cuántos pastizales hay que recorrer para supervivir?

Sé leer. Ocupo un lugar.


8/2020

Llueve en mi deseo.

El agua se lleva un fósforo por el cordón.

Se paga con silencio mi estar.

-Vámonos a marte-, te diría.

Distancia de pandemia,

extraño los sabados de tu olvido.

En días de cocer a fuego lento los preparativos,

me entrego al mapa, pero no camino el terreno

y me desangro en los pasos por escribir.

¿Cuánto tiempo falta para tu cuerpo?

¿Qué decires te nombran?

Recorro el chino en busca de un brindis.

El frío me dicta:

-estás vivo-.

-Contigo- repito al aire.

Solitario.

Termine el vino.


Fértil

Leo.

Vuelvo a leer,

Y a cada mañana querida,

la lleno de verdad,

La tiño de sabor.

La pienso la realidad como palabras al aire

Que se esfuman en la madrugada,

será poesía guardada en bytes viejos, de olvido.

Si tan solo supiera que sos mi deseo.

Te abrazaría hasta que el rojo me inunde las manos.

Y alcanzaría al vino, en sabores complejos

Y alegrías simples.


Puelo

Emergen las ganas encontradas en la mirada.

El refugio es el incendio y el viaje.

Llegamos en el sopor del verano

Y volvimos a jugar a la orilla del lago.

¿Estarán escondidos los retoños de aquel humo en las olas del mar?

Volemos.

Seamos humareda,

Surquemos los cielos limpios.

Ya habrá tiempo de sumergirse y contener la respiración.

¿Es posible mantenernos a flote en la corriente del viento?

¿Es posible subir en escaleras propias para estar siendo equilibrista en estructuras

ajenas?

No se apaga la brasa que aviva un recuerdo, solo se sopla despacio,

porque risa, madera y pequeño viento, encienden un fuego​.


Bardo

Venía pensando, haciendo sinestesia, en el olor del caldito procesado, el juguito

en polvo o el del riachuelo cuando vas para el sur del conurbano. Hay olores que

te ubican en la palmera.

Hay aromas que aún no he sentido y hay aperturas a los olores que te dejan

inmóvil, como el merkén, ají ahumado picante, en la sopa un día de junio de 2015,

en ese viaje a chile con aroma a amistad y revelaciones en el amargo San Pedro.

Ahí desprendió un tufillo a régimen, a dictadura, a libertad y a decisión, aunque

después de esto tardé dos años en abrirle la puerta al aroma a tierra mojada,

siempre llegan a tiempo las decisiones de explorar nuevos sentidos.

Hay olores que no me dejan dormir, cable quemado o papel prendido fuego, que

depende si es domingo y me agarra envidia o me dio pereza salir a comprar

“parrilla para todes”.

-Lo cierto es que te cuesta quedarte quieto- me dice en este instante, el olor a

madera quemada por el disco de la amoladora que me lleva a sentir el olor de la

locura adolecente o mejor dicho, a una institución que huele rancia.

La tierra compostada, el mate con el agua en su punto justo, los libritos recién

horneados o el caza bobo pegajoso de las pastafrolas de panadería, son la

pandemia de mi cuarentena.

Recuerdo perfumes con olor a explotador y olor de trigo crujiente en las tardecitas

de verano, cosechando; Las lonas calientes de las carpas de playa o los marzos

frescos en el carro de girasol, recuerdo como si fuera hoy: el siempre verde

húmedo, un faso prensado horrible y la galería de trasparentes de la quinta en

ramón.

Olor-situación: ¿y si todo lo que huelo me trajo hasta acá? ¿Y si cuestionamos los

olores industriales? ¿Y si estoy oliendo muy intenso?.


Horizonte

El Nubarrón en la terraza y la calandria,

Desarmaron los colores de la lágrima.

La lágrima y el paso del tiempo,

tal vez, sean un bollo de pan

Por la semilla oxidada que se acumuló en el camino.

Destapo mi cuaderno para sembrar un canto despierto.


Acuifero

Retumbando en nuestros pies de barro

Hay un niñe con voz de pasado.

El polvo mojado se vuelve cuenco, cóncavo.

Deseo silencio.

Cuando el agua no me alcanza para despegar el ojo.

Cuando la ceguera Y la atmósfera

Se conjugan en la costa. Soplando.

Busco paso al fondo del acuífero, en dos sentidos:

Cielo hondo y terreno deseado.

Catalogar un reproche es pulir la tensión para escupir

Palabras de apuro.

Viejas palabras no dichas.

Despertar de la copa a la raíz.

Linaje.

Hacerle frente a una ola distante en el mar.


Shoganai

Dos mil quinientos cincuentaicinco.

Cultivamos paz, encontramos lejanía

Los cauces, los arroyos y las cigüeñas sin nido

Caminos de tierra y neblina.

Entoscado.

Sin ganas volvemos a baja velocidad.

Por las venas maldad propia, aceptación y muerte.

Seguir viviendo.

Si la selva tapa el sendero

Si el bambú, esconde al ombú

Si las garzas viajeras no tienen destino.

Si duele el pueblo, la habitación y la cama

Si en el charco crece un renacuajo para ser rana

y enorgullece en silencio la mutación

En el territorio el ciclo comienza de nuevo.

No existe el reemplazo para una voz que se perdió en dos siglos

Aceptar, existir, flexible a la tristeza para recordar.


Complices

La vagancia se clava en la esquina, toma algún que otro trago, discuten y se ríen.

Interaccionan. La desidia se ve descubierta mientras mira desde la ventana, a la altura

de un ceibo sin hojas. Yo parado en la verdulería, mendigo una caja de manzanas para

rescatar recuerdos.

-el viernes- dijo.

-Si. Dale- respondí.

La catarata de emociones viene dándose paso, desde la articulación del hombro

izquierdo, hacia los ojos vidriosos, descansando en la panza con mates tibios. Los

dientes verdes me hacen levantar la mirada y ver otra vez el cepillo sin abrir. Pienso: ¿de

qué se habla después de un año de no convivir? ¿Sonreiré a medio camino o reiré a

carcajadas? ¿Aun así mostrarse Triste es una opción? Ni idea lo que es separarse de

cinco años de convivencia. ¿Qué será lo que nos debemos? ¿Se puede hacer “borrón y

cuenta nueva”?

-borrón si-

-cuenta nueva no- decían en el almacén del pueblo.

Meto la sube al bolsillo, la dirección está en mi documento, pero ya no vivo ahí.

Al tiempo en que la numeración de Rivadavia va bajando, mi ansiedad y pensamientos

se aquietan. “Eres amadx” y “amar es lo primero”, siempre estuvieron escritos en los

azulejos de la mesada, en la cocina de colombres al quinientos.

El enrosque queda en la nada, cuando veo tu sonrisa después de muchos mensajes fríos

en whatsapp y largos chats con reclamos hasta que nos dejamos volver a encontrarnos.

Estamos crecidos, hemos crecido, somos libres. Convivimos con

expectativas que no


siempre fueron nuestras, sufrimos dos ciclos enteros haciéndonos los desentendidos y

careteando los síntomas.

-La vagancia no caretea, o no debería caretear- me decís, armás un fino y yo acomodo la

mesita para desayunar granola con frutas y mate rico, siempre mate rico.

-¿que te vas a llevar?, me preguntás

-mmmmm no se, vamos descubriendo juntos- no habíamos separado las cosas cuando

me fui

No quiero destruir un hogar, pienso para mis adentros. Recuento mentalmente las cosas

que quiero llevarme en la caja: varios libros no reconocidos, una licuadora que me

regaló marta, la señora del 10 y herramientas de mano. Desarmo la repisa de arriba de

la heladera, el estante de los discos y la mesa de carpintero. Des amurar de la pared lo

que estuvo bien en ese tiempo.

Lo material no me interesa y suman en su día a día, sigue el divague mental. Los cuencos

de cerámica que compré en el parque centenario, escenario de mil esperas enamoradas,

territorio de reflexiones, goce y delicias, quedan en el tercer cajón del bajo mesada.

Podría ir ahora, con los ojos cerrados y encontrarlos allí.

La biblioteca feminista, que mejor será, que me enseñen a través tuyo. Así prefiero

escuchar las teorías, en un verde, mientras pueda leerte la boca o mirarte en el chat

cualquier dia de la virtualidad creciente de la pandemia.

Frente a frente lloramos. Cada uno a su tiempo, como solistas de una misma orquesta,

intérpretes de una convivencia hermosa, con fecha de vencimiento. En el mundo de las

ideas caímos a destiempo, hicimos lo que pudimos.

Una y otra vez quedamos con las mismas dudas, repetimos los cuentos con distintos

actores y actrices, esta vez, la obra se mantiene en cartel, la responsabilidad de amar es

más fuerte. Siento. Siempre es más fuerte. Gracias.


Lindo oficio

-“Si quieres encontrar la X,

debes ir hacia el árbol,

por que debes volver a ver,

lo que ya has visto”-.

Pablo Rodriguez, 5 años

barrer el taller por última vez, juntar todo de una sola pasada, rincón por rincón. Casas

de arañas abandonadas con cálculo, lo que aspiramos de tiempos pasados, los aromas

acontecidos la salvación de recuerdos olvidados y lo que haya abandonado sobre el

contrapiso de cemento gris.

Al rescate del montón de basura de la barrida: los tornillos, los recortes que no fueron

muebles y dieron forma al oficio de carpintero. Pequeñas astillas, maderas de

diferentes colores, árboles vivos en muebles.

El oficio es el tiempo. El tiempo es el trabajo mientras la adolescencia llega a la adultez.

Siempre se es carpintero.

Las mudanzas, los amores, los padres y madres dejados atrás en el tiempo y en el

pueblo e irse a oler otra forma de la vida.

El polvillo de la última generación, es la vasija de las próximas aguas pobladas de sueños

y recuerdos. La maestría de enseñar el amor y la belleza de las lecturas a la siesta

calurosa, mientras la sombra proyectada se iba haciendo oscuridad en la pieza de la

adolescencia tenida .

Los montones barridos de varias vidas sin destino aunadas en un tiempo y los tácitos

contratos de acuerdos borroneados.

¿Se es o no se es quien se viene a estar siendo?

La juventud nos tose en la cara. El cáncer no es amable, nos da varias cachetadas. Nunca

se es viejo para morir

Un mes con respiración asistida, un mes de cuidados intensivos, miles de horas de

espera. El pedido de su compañera:


- ya está, no te esfuerces mas-

(INTRO AL LIBRO: BREVES PALABRAS DE UDS)

(Ansiosa aprendí a escribir y a leer para crear nuevos mundos. Y en el andar de las palabras me

encontré sanando las heridas también.

Agradezco a quienes siempre supieron subirse a mis verborragias poéticas, mis anécdotas llenas de

sensaciones y sobre todo a quienes me dieron más historias para compartir.

A las pibas de los jueves e infinitas gracias a Clau por su generosidad.)





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