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Complices
La vagancia se clava en la esquina, toma algún que otro trago, discuten y se ríen.
Interaccionan. La desidia se ve descubierta mientras mira desde la ventana, a la altura
de un ceibo sin hojas. Yo parado en la verdulería, mendigo una caja de manzanas para
rescatar recuerdos.
-el viernes- dijo.
-Si. Dale- respondí.
La catarata de emociones viene dándose paso, desde la articulación del hombro
izquierdo, hacia los ojos vidriosos, descansando en la panza con mates tibios. Los
dientes verdes me hacen levantar la mirada y ver otra vez el cepillo sin abrir. Pienso: ¿de
qué se habla después de un año de no convivir? ¿Sonreiré a medio camino o reiré a
carcajadas? ¿Aun así mostrarse Triste es una opción? Ni idea lo que es separarse de
cinco años de convivencia. ¿Qué será lo que nos debemos? ¿Se puede hacer “borrón y
cuenta nueva”?
-borrón si-
-cuenta nueva no- decían en el almacén del pueblo.
Meto la sube al bolsillo, la dirección está en mi documento, pero ya no vivo ahí.
Al tiempo en que la numeración de Rivadavia va bajando, mi ansiedad y pensamientos
se aquietan. “Eres amadx” y “amar es lo primero”, siempre estuvieron escritos en los
azulejos de la mesada, en la cocina de colombres al quinientos.
El enrosque queda en la nada, cuando veo tu sonrisa después de muchos mensajes fríos
en whatsapp y largos chats con reclamos hasta que nos dejamos volver a encontrarnos.
Estamos crecidos, hemos crecido, somos libres. Convivimos con
expectativas que no