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La tercera, es la de San Galgano: En un pequeño
pueblo de la Toscana, dentro de la
provincia de Siena llamado Chiusdino, se
encuentra una abadía, hoy en ruinas. Allí,
está el pequeño santuario donde se venera
a San Galgano. Era este, un señor de la
Toscana, que como a muchos otros, hicieron
popular las trovas que se cantaron por
sus hechos, que en esta ocasión, no fueron
ganar batallas, ni morir en ellas.
Según nos cuentan, nació este caballero en el mismo pueblo de Chiusdino
en el año de 1.148, una villa pequeña, fortificada, que guardaba
parte de la Toscana desde una colina. Estaba cercana a Montesiepi. Lugar
al que se retiró, pocos años después, convirtiéndose en ermitaño.
Era Galgano, amigo de fiestas y francachelas,
de genio vivo, soberbio y temerario.
Hay exégetas de su vida, que le hacen
en las cruzadas. Apenas cumplidos
los treinta años, decidió dejar las armas y
dedicarse a la vida contemplativa. Esto
fue al parecer, debido a un sueño. Según
contaba, se le presentó San Miguel con los doce apóstoles. Cabe la posibilidad,
que estuviese impresionado por la reciente muerte de su padre,
pero esa era la razón que dio. Su madre, de nombre Dionisia, y su novia
Polissena; no estaban del todo conformes con esta decisión, e intentaron
convencerle para que cambiase de idea, pero de nada les valieron
sus ruegos y súplicas.
Montó en su caballo, le dejó las riendas sueltas y que vagase a su antojo.
El animal, le condujo hasta el citado Montesiepi. Allí, clavó su espada
en una roca, para que le sirviera de cruz, y construyó la casa en honor
de Dios, que le habían encomendado en su sueño. Esta, es la historia
de este santo a grandes trazos. ¿Verdad?
¿Leyenda? Quizás, un poco de cada cosa como
siempre. Lo cierto es, que la espada, sea
como fuere, está clavada allí.