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La bienaventurada María Zambrano
El ojo poético en su filosofía
Es una característica de nuestro tiempo establecer dicotomías,
separaciones, especialidades que nos obligan a utilizar un
cartabón para las cosas y no sólo para ellas, sino para los
seres humanos también. A ello se debe que nos preguntemos:
Homero ¿poeta o filósofo? Luis Barragán: ¿ingeniero o
arquitecto?, etcétera. Para Aristóteles, Homero fue el primer
filósofo y lo coloca al lado de grandes pensadores de su
época, como Parménides. Pero ¿qué hace un poeta entre
los metafísicos? En los orígenes de la cultura era natural
que un poeta fuera al mismo tiempo filósofo. Kranze nos
dice al respecto: “El mundo de Homero es una admirable
unidad de lo suprasensible y lo sensible, de lo espiritual y
lo corporal, la luz y la sombra, la alegría y el dolor, como
si en estas antítesis se manifestará la ley una de sus
naturalezas” (1). En Homero no hay una teología, no hay
un sistema que se manifieste desde lo oculto, no hay un
predominio del fatalismo ni de la fe, sólo la manifestación
libre del albedrío, del criterio de los hombres, de la responsabilidad
propia. “A lo largo de toda la epopeya homérica repite el
afán de señalar hasta donde llega la liberta de acción de
los hombres” (2).
En nuestro tiempo retomamos este tipo de planteamiento
y nos preguntamos: María Zambrano ¿poeta o filósofa?
Para responder habría que analizar por qué poeta o por
qué filósofa. Los escritores literarios piensan a través de
imágenes, los filósofos lo hacen a través de conceptos, de
categorías. Pero como decíamos anteriormente, hay una
tradición de pensadores de la talla de Homero, Platón, de
Nietzche, de Bataille, de Sartre, de María Zambrano que
nos muestran no sólo su preocupación por cómo enfrentar
y encontrar la verdad, sino también por cómo expresar esta
verdad, y todos ellos han elegido el camino de la estética,
de la poesía, de la forma literaria para decir la verdad.
En el caso de Borges se da otro matiz. En su escritura hay
temas filolósoficos, pero no deben interpretarse como un
propósito para hacer filosofía. Se trata de un recurso para
crear temas nacidos de la abstracción que jamás acaban
en la pura expresión literaria. Toda la obra de Borges es
estrictamente estética. A lo largo de sus páginas hay ciertos
temas que se presentan como constates: la vida, la muerte,
la eternidad, el amor, la amistad, etcétera, pero si las
ideas filosóficas expresan relaciones generales, Borges
las transforma en bellos relatos y poemas de sucesos en
mundos fantásticos.
Por otro lado, Georges Bataille también tiene sus coincidencias
con María Zambrano, en tanto que ambos hacen a un lado
Silvia Mijares
La poesía sufre el martirio del conocimiento, padece por la lucidez, por la videncia.
M. Zambrano, Filosofía y poesía
Zambrano, una de las pensadoras estudiadas por Mijares.
el estigma de objetividad rigurosa, ya que encumbran sus
planteamientos con todos los recursos posibles y logran
una idea más integrada del hombre y de la realidad en general.
Cioran escribe: “María Zambrano no ha vendido su alma
a la idea, ha salvaguardado su esencia única situando
la experiencia de lo insoluble sobre la reflexión acerca
de ello, ha superado, en suma, la filosofía”(3). Coloca
su pensamiento sobre el misterio, sobre lo complejo; a la
complejidad del devenir responde con la complejidad del
espíritu, el resultado es una obra filosófica escrita con
delicadeza y profundidad.
En su libro Claros del Bosque (3, Seix Barral, Barcelona,
1977) nuestra pensadora nos ofrece pistas acerca de cómo
abordar la realidad, y en la forma de afrontarla podemos
distinguir algunos matices, entre ellos la diferencia entre
las palabras y el lenguaje, entre sabiduría y conocimiento
¿Será posible que sólo la razón nos puede conducir a la
sabiduría? ¿O hay otros elementos que sin el rigor de la razón
también nos llevan a sofrosine? ¿Hacia dónde nos conduce
una concepción del universo surgida de la totalidad de los
elementos que constituyen el ser humano? Naturalmente a
un sitio muy diferente al que nos lleva la sola razón.
“El claro del bosque es un centro en el que no siempre
es posible entrar”(4), además no hay que buscarlo. Nada
determinado, prefigurado o consabido debe empañar la
aventura del conocimiento. Hay que “suspender” la
pregunta que es esencial en el ser humano “a la propia
alma asfixiada por el preguntar de la conciencia insurgente,
a la propia mente a la que no se le deja tregua para concebir
silenciosamente, oscuramente” (5). Habría que dejar que
nuestra sensibilidad, que nuestro instinto, que nuestra