La Placeta de Lorca nº 86 - Octubre 2021
Otoño nos llega en forma de canicas con la portada realizada por Jaime Insa, un fotógrafo 'de altura' que nos hace regresar a la infancia de los juegos en la calle y a una época (no hace tanto) en la que los dispositivos tecnológicos no eran más que un espejismo. Lo que es tan cierto como triste es que en las cuevas y simas de Almendricos, además de riqueza minera, se acumula gran cantidad de vertidos. Nosotros hemos hablado con Pedro Pascual que ha coordinado una exposición para crear conciencia. Hablamos de psicología con María Jesús Arcas y hacemos balance de los Juegos Deportivos del Guadalentín. A partir de la pluma de Jorge Segura profundizamos en las becas deportivas puestas en marcha por un empresario lorquino. Como todos los meses, nuestras secciones habituales y las recomendaciones de lectura. ¡Qué la disfruten!
Otoño nos llega en forma de canicas con la portada realizada por Jaime Insa, un fotógrafo 'de altura' que nos hace regresar a la infancia de los juegos en la calle y a una época (no hace tanto) en la que los dispositivos tecnológicos no eran más que un espejismo. Lo que es tan cierto como triste es que en las cuevas y simas de Almendricos, además de riqueza minera, se acumula gran cantidad de vertidos. Nosotros hemos hablado con Pedro Pascual que ha coordinado una exposición para crear conciencia. Hablamos de psicología con María Jesús Arcas y hacemos balance de los Juegos Deportivos del Guadalentín. A partir de la pluma de Jorge Segura profundizamos en las becas deportivas puestas en marcha por un empresario lorquino. Como todos los meses, nuestras secciones habituales y las recomendaciones de lectura. ¡Qué la disfruten!
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Párrafo subrayado
Ser mortal. La medicina y lo que
importa al final
Atul Gawande
Ser mortal tiene que ver con la lucha por
sobrellevar las restricciones de nuestra
biología, con los límites que marcan los
genes, las células, la carne y los huesos. La
ciencia médicas nos ha concedido una extraordinaria
capacidad de forzar esos límites,
y el valor potencial de esa
capacidad fue una de las principales razones
por las que yo me dediqué a la medicina.
Pero una y otra vez he sido testigo
del daño que ocasionamos los profesionales
de la medicina cuando somos incapaces
de reconocer que esa capacidad es
finita, y que siempre lo será. Nos hemos
equivocado respecto a cual es nuestra
tarea en la medicina. Creemos que nuestra
misión consiste en garantizar la salud
y la supervivencia. Pero en realidad, es
mucho más que eso. Consiste en hacer posible
el bienestar. Y el bienestar tiene
mucho que ver con las razones por las que
uno desea estar vivo.
Por Francis Hernández
Una vez leí: “No faltan milagros, falta asombro”. No recuerdo
bien de quien era la cita, pero desde entonces me acompaña
como si de un anuncio luminoso se tratara. Y no puedo estar
más absolutamente de acuerdo. Hay que asombrarse y desarrollar
esa imprescindible y vital destreza. A veces miro la
Una de poesía
luna y las estrellas en una noche clara, en la tranquilidad del día
por despedir, a esa hora en que aún no se han encendido las farolas y el cielo oscurecido
deja ver la luminosidad estelar; entonces mi pecho se abre y exclama un
“¡Guauuuu!” interminable. “¡Alaaaaaa!” me sale espontáneo cuando saboreo una
delicia que me recuerda los infantiles días de sobriedad, austeridad, sencillez…autenticidad.
“¡Ayyyyyy!” también se me escapa cuando, deambulando por cualquier
lugar, aspiro un aroma que me traspasa y traslada a espacios y momentos vividos:
el césped recién cortado, las acolchadas algas depositadas en la orilla por la bravura
marina, la pulcra y maternal limpieza doméstica, la excitante piel amada…
“Guauuuu”, “Alaaaaaa” y “Ayyyyyy” se convierten en expresiones habituales ante las
maravillas del mundo, así expreso mi asombro, mi esperanza y mi inmenso agradecimiento.
Siento el misericordioso universo cómplice de una alegría y felicidad
tan frágiles y precarias como necesarias y protectoras. Tal vez muramos por falta
de asombro pero no por ausencia de cosas asombrosas.
Los estadios humildes (En donde resistimos 2021)
Como el que escribe y oye
caer el agua anónima, serena,
sobre los agotados campos,
y escucha su bondad, y al percibir
el ritmo y el instante
de la lluvia abandona
el lápiz que sostiene, sus papeles aparta
y ajeno a la escritura en donde residía
acude a contemplar
cómo la tierra empapa y oscurece,
y atreve una palabra
pequeña por sus labios,
y dice gracias
porque sabe que en este
soplo de vida,
en esta sencillez que nada pide,
habita la humildad de la belleza.
Francisco Caro (Piedrabuena, 1947)