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¿Cómo te animaste a tener a Toyo con tu miedo a los
gatos?
Y bueno, Isa tenía dos años y yo justo me había quedado
sin trabajo. La nena empezó a pedir un gatito y yo, como si
no tuviera quilombos, me sumé uno más. Me fui a todas las
veterinarias del barrio y no encontré ninguno. Hasta que
mi mamá me comentó de una chica rescatista y terminaron
viniendo dos gatos.
¡De ninguno a dos juntos!
¡Sí! Encima eran “Jekyll and Hyde”. Toyo era Jesucristo y el
otro un demonio. Empezaba a correr y golpearse contra la
puerta. Se le metía en la cuna a Isa y la arañaba. A las dos
semanas de su llegada un amigo me dijo que él lo quería
así que se lo llevó. Lo ama a Huevo. Era para él ese gato.
¿Toyo y Huevo?
Sí. Isa les puso esos nombres porque ella comía todo el
tiempo “tollo” (pollo) con huevo. Toyo quedó con Y griega
porque Isa lo escribió así por primera vez.
¿Y cómo es Toyo?
Es como un perro: lo llamás y viene, se le sube a la gente...
Isa tiene pasión por él. Llega y se le tira encima. Recién
ahora está más gato, hace poco hasta me lastimó la cara.
Yo estaba durmiendo y como todos los días me despertó
a las 7. Le decía: “Basta Toyo”. Seguía maullando y le grité:
“¡Te dije que basta!” y ahí reaccionó. Era como un tigre. No
paraba de atacarme. Me puse a llorar porque sentí como
que me había traicionado. Le hablaba llorando: “¿Por qué
me hiciste esto?”
¿Ahora cómo sigue?
Y… lo que me pasa es que le tengo miedo. Y él se da
cuenta. Por ejemplo, quiero hacer la cama y si está arriba
ya no lo alzo y lo saco como antes. Igual sigue al lado mío
como siempre. Cuando lavo los platos, me baño, me lavo
los dientes… ¡hasta cuando tengo relaciones! Se pone en la
puerta de la habitación y me mira fijo: “¡Cómo aprovechan
el tiempo cuando no está la nena!” Me ha pasado de estar
con mi pareja de cerrar la puerta y que la rascara, o que
saltara a una ventanita y se me tirara encima mientras
estaba en pleno acto.
¡Muy celoso! Y Javier, tu novio, ¿cómo se lleva con él?
¡Bien! Además Javi tiene dos gatos en su casa. Así que
bueno, en “ese” momento, le dice: “A ver Toyito, porfa”, y
lo saca. Él se encarga de cag… el momento. Si no es Isa es
Toyo (risas).
En tus redes lo subís permanentemente a las historias,
¿le abrirías una cuenta propia?
No puedo ni con mis redes, ¿le voy a abrir a Toyo? Ni loca.
¡No puedo manejar nada más!
Ahí contaste que Isa te está pidiendo un perrito para
cuando se muden, ¿ya te convenció?
Yo digo que no igual que mi mamá nos decía a nosotros.
Amo a los animales. El tema es el ajetreo que tengo. Con
mis hermanos le prometíamos a mis papás que nos íbamos
a hacer cargo de ellos y después nada. Yo le explico a Isa
que necesito que primero nos acomodemos en la nueva
casa antes de tener un perro. Todo esto te lo digo y en
enero vas a ver un perro ahí, acordate. Eso sí, Isa quiere
adoptar, no comprar. Y yo también, como hicimos con
Póker, que ya había pasado como por diez tránsitos. Trato
de inculcarle que todos los perros son lindos.
¿Qué pasó con Póker?
Una señora de acá del edificio pasó. Autoproclamada
presidenta del consorcio, que molesta a todos los vecinos.
Póker se desesperaba cuando yo salía y como me iba todo
el día, se la pasaba llorando. Llamé a un adiestrador pero
no hubo manera. La administración me dijo que me iba
a iniciar acciones legales. Por suerte apareció una mujer
que tenía un cachorro y publicó en Facebook que quería
otro para que se hicieran compañía. La fuimos a conocer y
Póker feliz. Con todo el dolor de mi alma y más que nada
el de Isa, lo tuvimos que dejar. Y no fue nuestro único
perro. Antes tuvimos a Simón, que a los 7 años se enfermó.
Isa era bebé. Él le enseñó a caminar. Era un Golden que
me había regalado Iliana Calabró.
¿Cómo es eso?
Estábamos haciendo temporada en Mar del Plata con
la obra “La familia con Iliana hace sonar la campana”. Yo
estaba mal con una pareja que tenía. Fue antes de Isa.
Iliana me dio la canasta con Simón adentro y me dijo: “Este
macho nunca te va a traicionar ni mentir y te va a ser fiel
toda la vida”. Lo agarré y dije: “No lo suelto más”. Y dicho
y hecho. No lo solté más. Lo tengo tatuado en mi cintura.
Era mi hijo.