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Emma y las otras señoras del narco - Hernandez, Anabel

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Poco tiempo después el Chapo, que tenía asuntos más

importantes de los cuales ocuparse, convenció a Emma de irse a

Culiacán para establecerse y seguir estudiando. Ahí cursó la

preparatoria y se inscribió en la Universidad Autónoma de Sinaloa,

donde estudió la carrera de Ciencias de la Comunicación. Según

Emma a ella le habría gustado ser periodista.

Gracias a que el Chapo pagaba su estancia en Culiacán, poco a

poco la familia de Emma se fue transfiriendo, cambiando su vida de

ranchería a una de ciudad. Aunque la capital de Sinaloa no era una

metrópoli, era un mundo más desarrollado que La Angostura.

Dejaron atrás las montañas, los ríos, el cielo azul, al coyote y las

luciérnagas. Lo único que había en común entre aquel paisaje y el

de Culiacán eran los narcotraficantes y el sonido de las metralletas.

* * *

“Cuando empezó a salir en los medios que nos habíamos casado

fue cuando empezó a caerme el veinte de las cosas, aunque en ese

tiempo no le di tanta importancia, pues tenía 18 años.”

Con el pretexto de que era el narcotraficante más buscado, el

Chapo nunca vivió con Emma un matrimonio en forma. La pareja se

veía en un inicio cada fin de semana, pero luego los encuentros se

harían más esporádicos, hasta volverse casi inexistentes. Por

cuestiones de seguridad, él se movía de un lugar a otro; cuando

llegaba a algún punto estable la mandaba llamar. “Sí, escuchaba

que había días en que no la pasaba tan bien, pero no yo. Yo iba

cuando estaba tranquilo.”

Según Emma, los primeros años de matrimonio fueron “muy

normales”. “Siempre nos hemos llevado muy bien. Es un hombre

muy atento, muy cariñoso, muy respetuoso, muy alegre; casi que se

terminan los problemas cuando lo ves a él. Sabes que tiene muchos

problemas, pero está como si nada; todo muy normal”, contó ella.

El Chapo matón, torturador e inmisericorde a sus ojos tampoco

existía: “Es un hombre como cualquier otro. No es violento, no es

grosero, nunca lo he escuchado decir una mala palabra, nunca lo he

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