CITROBAIRES 61
Citrobaires® es el medio gráfico oficial que tiene el Citroën Club Buenos Aires para informar a sus socios y amigos sobre las novedades que presenta la marca a nivel mundial y los eventos que realiza el club. También es una buena forma de contarles a los lectores la rica historia que tiene Citroën y el desarrollo de sus tan variados modelos. Las historias particulares, anécdotas y vivencias también están presentes en sus páginas. La primera edición se realizó en Septiembre del año 2002 y desde aquel entonces fue creciendo paulatinamente, editándose en forma periódica cada cuatro meses. El objetivo de este proyecto es mantener viva la historia de la marca, sin olvidar la función social que cumple el club.
Citrobaires® es el medio gráfico oficial que tiene el Citroën Club Buenos Aires para informar a sus socios y amigos sobre las novedades que presenta la marca a nivel mundial y los eventos que realiza el club. También es una buena forma de contarles a los lectores la rica historia que tiene Citroën y el desarrollo de sus tan variados modelos. Las historias particulares, anécdotas y vivencias también están presentes en sus páginas. La primera edición se realizó en Septiembre del año 2002 y desde aquel entonces fue creciendo paulatinamente, editándose en forma periódica cada cuatro meses. El objetivo de este proyecto es mantener viva la historia de la marca, sin olvidar la función social que cumple el club.
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Citroën Club Buenos Aires | CITROBAIRES
cabo de cinco días de marcha seguía
siempre a fondo y como si tal cosa,
comenzaron a minar los ánimos de los
testers. Poco a poco los turnos de dos
personas firmes en el box con un tercero
dándole vueltas al asunto se redujo
a piloto y solitario testigo en el box. Porque
francamente, cualquier cosa que
surgiera en el auto, uno, con la ayuda
del piloto, podía llevarla adelante. Y si
la cosa era demasiado grave -dramáticamente
grave- no solucionaría ni uno
ni dos. Además cada tanto llegaba el
refresco para reemplazar al trío (o mejor
dicho la pareja) del autódromo y en
casos muy seguidos para ir a por la
nafta.
La crónica en recuadro aparte refleja
los mínimos inconvenientes que
tuvo el coche en toda la semana entera
de prueba. La carga de nafta, las
mediciones, todo seguía al finalizar la
semana de la misma forma como había
comenzado. Ni siquiera tuvimos la
suerte de conseguir un embudo grande
para facilitar el llenado del tanque
de combustible del coche. A pesar del
S.O.S. dirigido a Pichi Albizu. Nuestro
Ingeniero, amigo revolvió su taller de
arriba abajo y no apareció ni uno de los
prácticos embudos de TC que tan bien
nos hubiera venido. El tiempo también
fue cambiando. Al principio hizo calor.
Más allá de la media semana la temperatura
bajó -sobre todo a la noche- lo
que obligaba a dormir al personal de
boxes (personal ya para entonces de
una sola persona) dentro de alguno de
los coches. Algunos se hacían un ovillo
en el asiento trasero de cualquiera de
los Ami de apoyo que utilizamos y buenas
noches. Panzita, en cambio, tomaba
otras precauciones. Y sus razones
anímicas tenía.
Una noche al llegar al circuito por el
único acceso, oscuro y de tierra, con
las luces bajas del Ami (no tenía luces
altas) se encontró de repente con una
fila de hombres atravesados en el camino
que le hacían señas de detenerse.
Al acercarse -nos contó después
muy nervioso- de repente vio encenderse
las luces de un coche negro (un
tétrico Chevrolet ‘41 sedan negro) que
seguramente buscaba iluminar la escena
para un robo. Ni lerdo ni perezoso
(¡¡!!) Augé metió la tercera y salió como
un relámpago.
Desde esa fatídica noche, cuando le
tocaba dormir en el circuito acomodaba
el coche-dormitorio de ocasión en
un rincón de los boxes de tal forma que
fuera imposible abrir las puertas de un
costado ni la portezuela trasera del
Ami. Así se aseguraba el resguardo de
dos flancos. Para cuidar los otros dos
Carlitos Pairetti toma el volante el domingo a mediodía. Todo fue
“tanga” porque apenas dio dos vueltas. Inexplicablemente Augé le limpia
lo faros con un sol radiante (observar las sombras)
trababa las puertas y, allá en el fondo
de los boxes con el coche apuntando
hacia el centro, encendía las luces altas
como para intimidar a cualquiera
que -aprovechando esas soledadesquisiera
atracarlo con ánimos inconfesables...
Lentamente -sin prisa pero sin pausa-
llegarnos al domingo. A esa altura
de la milonga contábamos los turnos y
los repartíamos con un egoísmo acorde
con las horas transcurridas, ora
dando vueltas y vueltas al óvalo, ora
acurrucado en el box, ora, ¿qué tal?
El domingo al mediodía se presentó
un ambiente festivo. Ya había llegado
Jean Pasture con su DS el día anterior.
Nos había alivianado un par de turnos
y había comenzado a filmar su película.
El ambiente se alegraba a medida
que llegaba el cartel de Fin. Un asado
con la gente de Molykote y las relaciones
de Citroën en la zona -con Pairetti
corno invitado especial- acortaban las
últimas y largas horas. Carlitos -después
del costillar a la parrilla—subió al
auto para dar unas vueltas al circuito
y comparar sus sensaciones (para que
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