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Listín Diario 10-08-2022

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SANTO DOMINGO, RD. MIÉRCOLES, <strong>10</strong> DE AGOSTO DE <strong>2022</strong><br />

17<br />

La República<br />

Enfoque<br />

¿Es el Banco de Reservas una<br />

entidad autónoma del Estado?<br />

JULIO CURY<br />

Santo Domingo, RD<br />

La sentencia<br />

TC/0185/22<br />

ha profundizado<br />

la fisura<br />

desde la<br />

que resopla angustiadamente<br />

el Banco de Reservas.<br />

Interpretando de forma<br />

declarativa el art. 2<br />

de la Ley núm. 6133, del<br />

17 de diciembre de 1962,<br />

el Tribunal Constitucional<br />

lo consideró “una entidad<br />

autónoma del Estado”,<br />

irradiando de fuerza<br />

vinculante lo que como<br />

tono de un instrumento<br />

desafinado establecía<br />

el indicado precepto. Columpiándonos<br />

en nuestra<br />

legislación y la doctrina<br />

comparada, demostraremos<br />

que la fisonomía de<br />

dicho banco múltiple entra<br />

en colisión dramática<br />

con la tipología que el colegiado<br />

especializado de<br />

justicia constitucional le<br />

retuvo.<br />

Sabemos que la estructura<br />

y funcionalidad del Estado<br />

dominicano es compleja,<br />

pues los diferentes estadios<br />

de su relación con la sociedad,<br />

fundamentales en la<br />

evolución del derecho administrativo,<br />

han sido un<br />

tanto accidentados. De ahí<br />

que la actividad interpretativa<br />

de una fórmula declamatoria<br />

de hace más de seis<br />

décadas desaconsejase el<br />

método literal o prima facie,<br />

y abogase, en cambio, por<br />

su reconstrucción mediante<br />

la reflexión de enunciados<br />

normativos dispersos en variadas<br />

fuentes. De entrada,<br />

convendría aclarar que la<br />

Carta Sustantiva vigente al<br />

momento de que dicha legislación<br />

fuese promulgada<br />

era la que el Consejo de Estado,<br />

en funciones de Asamblea<br />

Nacional, había proclamado<br />

el 16 de septiembre<br />

de aquel lejano año, la cual<br />

nada preveía –como tampoco<br />

las revisiones que le precedieron-<br />

respecto del tejido<br />

de la Administración Pública.<br />

El régimen legal de entonces<br />

era igualmente mudo en<br />

cuanto a la descentralización<br />

administrativa, por lo que era<br />

muy poco lo que nuestros legisladores<br />

sabían sobre estos<br />

instrumentos de delegación<br />

de la autoridad pública cuando<br />

aprobaron la mal bautizada<br />

“Ley Orgánica del Banco<br />

de Reservas”, variedad que<br />

no reconoció nuestro cuerpo<br />

constitucional sino medio siglo<br />

después. Pero sea como<br />

fuere, lo cierto es que la correlación<br />

entre Estado y sociedad<br />

empezó a esquematizarse<br />

entre nosotros en los<br />

albores de esta centuria, aunque<br />

fue la Carta Sustantiva<br />

del 20<strong>10</strong> la que saldó el déficit.<br />

Con muy buen criterio,<br />

su art. 141 ofrece la siguiente<br />

definición:<br />

“La ley creará organismos<br />

autónomos y descentralizados<br />

en el Estado, provistos<br />

de personalidad jurídica,<br />

con autonomía administrativa,<br />

financiera y técnica. Estos<br />

organismos estarán adscritos<br />

al sector de la administración<br />

compatible con su actividad,<br />

bajo la vigilancia de la ministra<br />

o ministro titular del sector…”.<br />

Más tarde, sus rasgos básicos<br />

fueron netamente perfilados<br />

por la Ley núm. 247-12,<br />

cuyo art. 51 formuló los requisitos<br />

de configuración, en<br />

tanto que el art. 52 recalcó la<br />

adscripción:<br />

“Todo ente descentralizado<br />

funcionalmente estará<br />

adscrito al ministerio que<br />

sea rector del sector de políticas<br />

públicas afines a su mi-<br />

sión y competencias. El órgano<br />

de adscripción ejercerá el<br />

respectivo control de tutela<br />

sobre los entes públicos descentralizados<br />

que le estén<br />

adscritos, con el propósito de<br />

garantizar la coherencia política<br />

de la acción de gobierno,<br />

bajo el principio de unidad<br />

de la Administración Pública”.<br />

Como se aprecia, los organismos<br />

autónomos se crean<br />

para la gestión de servicios<br />

públicos concretos del ministerio<br />

que tiene, en el mismo<br />

sector material, implicadas<br />

las competencias. De ahí<br />

su descentralización funcional<br />

que, como bien lo establece el<br />

art. 41 de la Ley núm. 247-12,<br />

reside en “… la transferencia<br />

de competencias a personas<br />

jurídicas de derecho público,<br />

organizadas en forma de organismos<br />

autónomos y descentralizados<br />

del Estado, dotados<br />

de patrimonio propio, autonomía<br />

administrativa, financiera<br />

y técnica…”.<br />

La descentralización, por<br />

consiguiente, implica el endoso<br />

de la titularidad de parte<br />

del conjunto de facultades<br />

y responsabilidades asignadas<br />

al órgano de adscripción,<br />

atributo medular en el que<br />

la doctrina está plenamente<br />

de acuerdo. Para empezar,<br />

cedámosle la palabra al<br />

profesor José A. Gracía Trevijano:<br />

“La descentralización<br />

es un principio de organización<br />

consistente en transferir<br />

competencias decisorias de<br />

la Administración estatal a<br />

las demás personas jurídicopúblicas”.<br />

Nada distinto opina<br />

la argentina Miriam Mabel<br />

Ivanega:<br />

“… [La descentralización]<br />

es desprendimiento de una<br />

actividad del Estado, que deja<br />

de ser ejercida por la administración<br />

central y pasa a ser<br />

atendida por una entidad separada<br />

que se constituye con<br />

ley, autoridades, poderes y<br />

responsabilidades propias”.<br />

De manera, pues, que la<br />

naturaleza de esta o cualquier<br />

otra persona de derecho<br />

público no resulta de la<br />

que el legislador se antoje de<br />

imputarle, sino la que le corresponda<br />

en mérito de su<br />

fórmula de personificación.<br />

Siendo así, nos preguntamos<br />

si el Banco de Reservas<br />

es, como establecía el rescoldo<br />

agonizante de la Ley núm.<br />

6133, un organismo autónomo.<br />

De inclinarnos por la<br />

afirmativa, tendríamos no solo<br />

que convenir en que dicha<br />

entidad financiera ejerce actividades<br />

propias de la administración,<br />

sino también en<br />

que las mismas estuvieron incluidas<br />

en el repertorio competencial<br />

de la otrora Secretaría<br />

de Estado de Finanzas.<br />

Este último rasgo es resaltado<br />

por José Esteve Pardo,<br />

referencia obligada del derecho<br />

administrativo español,<br />

quien señala que las entidades<br />

autónomas realizan<br />

“[f]unciones administrativas,<br />

materialmente similares a<br />

las de la Administración matriz,<br />

pero especializadas en<br />

un sector concreto”. Y en lo<br />

tocante a la adscripción, afirma<br />

que “[e]s una muestra<br />

más de la relación de instrumentalidad<br />

y dependencia<br />

respecto a la Administración<br />

matriz”. Resulta, sin embargo,<br />

que el Banco de Reservas<br />

nunca ha desplegado actividades<br />

que formasen parte<br />

del elenco del hoy Ministerio<br />

de Hacienda. Desde su origen,<br />

su atmósfera competencial<br />

ha sido propia, amén de<br />

que ni entonces ni después<br />

ha ostentado una posición de<br />

poder que se proyecte sobre<br />

el núcleo público o la coloque<br />

dentro del organigrama de la<br />

Administración Pública. Los<br />

autores de este artículo no<br />

desconocen que la Ley núm.<br />

494-06, que organiza al Ministerio<br />

de Hacienda, comprende<br />

en su art. 6 al Banco<br />

de Reservas entre sus “instituciones<br />

descentralizadas y<br />

autónomas”.<br />

Ahora bien, como ya expresamos,<br />

su tipología no es<br />

la que consigne este o aquel<br />

instrumento legal, sino la que<br />

resulte de sus rasgos generales,<br />

o mejor, de su genuina<br />

posición entre Estado y sociedad.<br />

Pero vayamos más<br />

lejos, porque sería torpe perder<br />

de vista que tanto la Ley<br />

núm. 6133 como la Ley núm.<br />

494-06, son no solo anteriores<br />

a la Ley núm. 247-12, sino<br />

también preconstitucionales,<br />

textos con los que los<br />

enunciados de los dos primeros<br />

deben columpiarse.<br />

Riccardo Guastini, desde<br />

la óptica de la sucesión<br />

de normas en el tiempo y la<br />

incompatibilidad que plantea<br />

la diferencia de los niveles<br />

de jerarquía de las fuentes,<br />

abre esta interrogante:<br />

“¿Debe el conflicto ser resuelto<br />

mediante el principio cronológico<br />

y las viejas leyes deben<br />

considerarse derogadas<br />

o, en cambio, mediante el<br />

principio jerárquico y las vie-<br />

jas leyes deben ser declaradas<br />

inconstitucionales? Y con<br />

la fecundidad de su preclaro<br />

talento, responde: “[a]mbos<br />

principios involucrados, lex<br />

posterior y lex superior, son<br />

aplicables y es, por tanto, indiferente<br />

que los jueces comunes<br />

decidan aplicar uno u<br />

otro”.<br />

Cualquiera que sea el<br />

principio elegido para solucionar<br />

la antinomia, perfora<br />

el canal centelleante: ante su<br />

común contrariedad con la<br />

Constitución, ni la Ley núm.<br />

494-06 ni la vetusta Ley<br />

núm. 6133 prevalecen, en<br />

tanto que por aplicación del<br />

principio cronológico, intrínseco<br />

de todo ordenamiento<br />

jurídico dinámico, la una y la<br />

otra resultaron desplazadas<br />

por la Ley núm. 247-12. Consecuentemente,<br />

sus asertos<br />

sobre el Banco de Reservas<br />

son marcadamente insuficientes<br />

para considerarlo como<br />

un organismo autónomo.<br />

Como fuego crepitante<br />

que llamea y arde, se levanta<br />

otra interrogante: ¿es genuinamente<br />

el Ministerio de<br />

Hacienda la administración<br />

matriz del banco estatal? En<br />

lo absoluto, porque además<br />

de que no fue originalmente<br />

creado como un ente instrumental<br />

de las competencias<br />

de ese ministerio, no mantiene<br />

con el mismo relación interactiva<br />

o “de control de tutela”,<br />

requisito que nuestra<br />

Carta Magna y, de forma reiterada,<br />

la Ley núm. 247-12,<br />

reclaman como requisito de<br />

configuración del organismo<br />

autónomo.<br />

Titilando por todas partes<br />

como luciérnagas, pudiésemos<br />

afirmar que el régimen de<br />

fiscalización que consagraba<br />

la brasa agonizante de la Ley<br />

núm. 6133 en sus arts. 33 y 34,<br />

en virtud del cual debía redactarse<br />

“una memoria anual para<br />

el Poder Ejecutivo que será<br />

entregada al Secretario de Estado<br />

de Finanzas… [y] el resumen<br />

de su balance general…”,<br />

fue implícitamente derogado<br />

por la Ley núm. 183-02.<br />

En efecto, su art. 19 le transfirió<br />

a la Superintendencia de<br />

Bancos, órgano integrante de<br />

la triada de la Administración<br />

Monetaria y Financiera que<br />

completan la Junta Monetaria<br />

y el Banco Central, la supervisión<br />

“de las entidades de intermediación<br />

financiera, con el<br />

objeto de verificar el cumplimiento<br />

por parte de dichas entidades<br />

de lo dispuesto en esta<br />

Ley, Reglamentos, Instructivos<br />

y Circulares”.<br />

Lea la historia completa en<br />

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