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figuras divinas según el antropomorfismo de las divinidades griegas (Pallottino, 1963, p.
212). No obstante, la influencia griega pudo haber ido más allá, al punto de favorecer el
proceso de individuación, personificación y humanización de los dioses etruscos (ibidem, p.
211). Esto también pudo haber contribuido a otros procesos como: la caracterización de
ciertos aspectos de los dioses mayores, la elevación de héroes y espíritus locales a
divinidades nacionales o la aglomeración de grupos de seres divinos con características
análogas (idem).
También debido a esta influencia, a partir del siglo VI a.C. aparecen templos monumentales
etruscos (Mora Iglesias, 2022). Además, la escultura etrusca seguía concepciones griegas,
sobre todo en relación con los dioses olímpicos (idem).
El legado etrusco religioso en Roma
Los etruscos ejercieron una gran influencia sobre Roma, en particular en materia religiosa.
Entre todo lo que los etruscos heredaron a los romanos, lo religioso fue el elemento
recibido por Roma con menos reservas y el que resistió mejor la oleada de influjos
culturales helénicos (Pallottino, 1963, p. 206).
En virtud de esta influencia etrusca, los romanos practicaban muy a menudo los ostentaria
(observación e interpretación de los prodigios); lo cual se evidencia en numerosos relatos
en los que se mencionan lluvias de sangre, sudores de estatuas o voces misteriosas (Hus,
1996 p. 232).
Debido a la importancia y al elevado posicionamiento social que tenían los arúspices
etruscos, estos llegaron a sostener constantes relaciones con la nobleza romana, con el
Senado y hasta con el propio emperador (ibidem, pp. 235-236). Aun después de la
decadencia de Etruria, algunos arúspices llegaron a formar parte del séquito de generales y
emperadores y, de esta forma, siguieron teniendo influencia sobre las instituciones romanas
(Walker, 1999, p. 119).