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Teología practica casiano floristan

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46 Teología Práctica

Historia 47

c) Jesús y Dios

Las cristologías recientes coinciden en afirmar que la enseñanza y

la obra de Jesús de Nazaret se centran en dos realidades fundamentales

expresadas con los términos reinado de Dios, causa de todo su proyecto,

y Abbá o Padre (Mc 14,36), apelativo cariñoso aplicado a Dios.

Ambas categorías, además, son inseparables. «El Reino -afirma J.

1. González Faus- da razón del ser de Dios como Abbá y la paternidad

de Dios da fundamento y razón de ser al Reino»34. Así como el reinado

de Dios no se entiende sin Dios, el Dios cristiano es ininteligible sin

el Reino. Por consiguiente, por ser Jesús el sacramento del Padre en

el mundo, es él mismo aparición del reinado de Dios.

Jesús actúa con conciencia de ser de Dios, a quien llama Padre,

y tiene experiencia de Dios porque experimenta el Reino. Al designar

a Dios como Abbá (palabra aramea que casi no se atrevieron a traducir

los cristianos de habla griega por el respeto que infundía), queda

designado Jesús como «Hijo de Dios», como se observa en el episodio

de las tentaciones, en la muerte de Jesús y en la carta a los Hebreos.

Jesús tuvo una conciencia profunda de filiación, a saber, su conciencia

termina en Dios como Padre. Todo lo que es y tiene Jesús procede de

Dios y a Dios se dirige. Por esta razón pretende que todos los hombres

tengan una conciencia de relación semejante. «El mensaje central del

Nuevo Testamento es, a la vez -afirma J. Vives-, la revelación del

corazón paternal de Dios y la revelación de la exigencia de que vivamos

como hermanos: sólo cuando se asumen a la vez estos dos aspectos,

la revelación se hace humanizadora y liberadora; de otro modo, podría

ser más bien alienante»35.

4. La praxis de Jesús a través de sus acciones

Según el evangelio de Marcos, las gentes afirman de Jesús categóricamente:

«Qué bien lo hace todo!» (Mc 7,37). Los Hechos relatan

que Jesús de Nazaret «pasó haciendo el bien» (Hch 10,38): curó enfermos,

expulsó demonios, impartió el perdón y se sentó a la mesa

de pobres, pecadores y discípulos 36 • Me detendré principalmente en

tres acciones de Jesús: los milagros, el perdón y la comunidad de

mesa, que al mismo tiempo son signos del reinado de Dios y de la

salvación.

34. J. 1. González Faus, Acceso a Jesús, o. C., 46.

35. J. Vives, «Si oyerais su voz ... ». Exploración cristiana del misterio de Dios,

Santander 1988, 154.

36. Cf. R. Dri, La utopía de Jesús, México 1984; J. M. Castillo - J. A. Estrada, El

proyecto de Jesús, Salamanca 21987.

a) Los milagros

Jesús realizó diversas acciones en favor de enfermos o endemoniados,

que a la luz de sus contemporáneos maravillaron y sorprendieron,

atribuidas por sus enemigos al diablo y por sus discípulos a

Dios. Son los milagros de Jesús, a saber, acciones benéficas, gestos

de liberación, donaciones gratuitas y muestras de legitimación 37 . Recordemos

que el término griego thauma (correspondiente a milagro)

no aparece en los evangelios. Para designar aquellos hechos admirables

de Jesús se emplean las palabras «signos», «acciones poderosas» o

simplemente «obras».

Los 34 milagros narrados por los evangelistas suscitan hoy diversas

reacciones. La primera es de aceptación. Tanto en el mundo antiguo

como en el ámbito actual de la gente sencilla se cree con facilidad en

la intervención milagrosa de Dios, ya que se concibe la naturaleza

como sistema abierto en el que cabe lo extraordinario. Se admite la

intervención extraordinaria de Dios en la historia humana. Recordemos

que durante siglos la apologética ha utilizado los milagros del evangelio

como pruebas de la divinidad de Jesús o como acceso directo de la fe

en Dios, único que puede hacerlos.

La segunda reacción es de rechazo. No se admite el milagro como

hecho extraordinario que rompe o altera las leyes conocidas de la

naturaleza. Es un producto de sugestión colectiva. Incluso algunos

creyentes piensan, dice Schillebeeckx, «que Jesús no hizo ninguno de

los milagros que le atribuyen los evangelios, sino que su persona es

el milagro, milagro de un amor y de un perdón inmerecidos; eso es

lo que habrían querido mostrar tales leyendas de los milagros»38.

Recordemos que san Pablo no alude nunca a los milagros de Jesús.

La tercera postura se caracteriza por una nueva valoración. Por

falta de conocimiento adecuado, un género literario evangélico, como

el de los milagros, se saca de su contexto o del horizonte interpretativo

propio de los evangelistas y se lo desnaturaliza. En todo milagro hay

un «hecho bruto» (la ruptura de las leyes naturales) y un «signo»,

cuyo sentido percibe la fe en orden a la edificación del reino. Las

acciones maravillosas de Jesús significan que el Mesías ha llegado,

que está cerca el reinado de Dios. «Los gestos prodigiosos de Jesús

-escribe R. Fabris- se colocan en un ambiente cargado de esperanzas

37. Cf. Equipo «Cahiers Evangile», Los milagros del evangelio, Estella 1977 (Cuadernos

Bíblicos, 8); X. Léon-Dufour (ed.), Los milagros de Jesús, Madrid 21986; J. 1.

González Faus, Clamor del reino. Estudio sobre los milagros de Jesús, Salamanca 1982;

J. Peláez del Rosal, Los milagros de Jesús en los evangelios sinópticos, Valencia 1984;

B. A. Dumas, Los milagros de Jesús, Bilbao 1984.

38. E. Schillebeeckx, Jesús. La historia de un Viviente, Madrid 1981, 164.

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