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Teología practica casiano floristan

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CASIANO FLORISTAN

TEOLOGIA

PRACTICA

TEORIA y PRAXIS

DE LA ACCION PASTORAL

EDICIONES

SlGUEME


TEOLOGIA PRACTICA



LUX MUNDI

68

CASIANO FLORISTAN

TEOLOGIA PRACTICA

TEORIA y PRAXIS DE LA ACCION PASTORAL

TERCERA EDICIÓN

Otras obras publicadas

en la colección Lux mundi:

- D. Borobio, ed., Celebración en la Iglesia I (LM 57)

- D. Borobio, ed., Celebración en la Iglesia /l (LM 58)

- D. Borobio, ed., Celebración en la Iglesia I/l (LM 59)

- M. Kehl, Escatología (LM 70)

- M. Kehl, La Iglesia (LM 71)

- D. Borobio, La iniciación cristiana (LM 72)

- J. S. Lucas Hernández, Las dimensiones del hombre (LM 73)

EDICIONES SIGUEME

SALAMANCA

1998



CONTENIDO

Prólogo....................................................... 9

Siglas......................................................... 13

Abreviaturas

25

TEOLOGIA PRACTICA GENERAL

1. HISTORIA .............................................. .

l. La praxis de Jesús ............................... .

2. La acción pastoral de la Iglesia primitiva ........ .

3. La acción pastoral en la historia de la Iglesia .... .

4. Historia de la teología pastoral .................. .

11. TEOLOGíA ............................................. .

5. La teología, teoría práctica de la fe .............. .

6. Acción pastoral y reflexión teológica ............ .

7. Concepciones de la teología práctica ............ .

8. Teología de la praxis ............................ .

9. Método de la teología práctica ................... .

29

31 v v

53

81

107

123

125 ~

139l?

151 ~

173 0

193 vV

© Ediciones Sígueme, S.A., 1991

Apmtado 332 - E-37080 Salamanca/España

ISBN: 84-301-1161-1

Depósito Legal: S. 166-1998

Printed in Spain

Imprime: Gráficas Varona

Polígono «El Montalvo» - Salamanca, 1998

111. PRÁCTICA .............................................. .

10. Las acciones pastorales ........................... .

11. Pastoral de conjunto ............................. .

12. Unidad y pluralidad en la acción pastoral ....... .

13. Modelos de Iglesia y de acción pastoral ......... .

213

215 ~

229

....--

".....'.

247

259

IV. AGENTES .... . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 279

14. El ministerio eclesial ............................. 281

15. El ministerio ordenado ........................... 295

./



8 Contenido

16. Los laicos cristianos ............................. .

17. La mujer en la Iglesia ........................... .

V

317 ¡/

339

PROLOGO

TEOLOGIA PRACTICA ESPECIAL

/

1. MISIÓN (KERIGMA) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. v 359

18.

/

La evangelización ................................ > 361

19. El testimonio ..................................... 383

20. El diálogo ........................................ 397

21. El compromiso ................................... /407

11. CATEQUESIS (DIDASKALIA) .............................. 421

III.

IV.

V.

22. La catequesis ..................................... 423

23. La catequesis de adultos .......................... 445

24. El catecumenado ................................. 459

LITURGIA (LEITOURGÍA) 477

25. Pastoral litúrgica ................... ............... 479

26. La oración litúrgica ............................... 503

27. El catolicismo popular............................ 521

28. La predicación.. ............... ............... .... 541

COMUNIDAD (KOINONÍA) ............................... .

29. La comunión eclesial ............................ .

30. La Iglesia local .................................. .

31. La parroquia ..................................... .

32. La comunidad cristiana ........................... .

SERVICIO (DIAKONÍA) .................................. .

563

565

581

597

623

651\

33. La diaconía cristiana........... .......... ......... 653

34. Servicios pastorales especiales .................... 665

35. Las instituciones en la acción pastoral ............/ 683

36. Misión de la Iglesia en la sociedad ............... vl 707

Indice de autores ............................................. 723

Indice general ................................................ 739

La reflexión teológica sobre la acción de la Iglesia, denominada

tradicionalmente teología pastoral, se ha desarrollado con amplitud e

intensidad después del Concilio. Evidentemente el Vaticano 11, calificado

justamente de concilio pastoral, promovió generosamente los

estudios prácticos de la teología al impulsar la totalidad de las acciones

eclesiales, gracias a una nueva comprensión de la Iglesia como pueblo 1 ~

de Dios en el mundo y para el mundo. Después del Vaticano 11, el "

objetivo de la acción pastoral no es simplemente que crezca la Iglesia,

sino que los cristianos en estado de comunión eclesial y de comunidad

cristiana ejerzan su misión en la sociedad para que el mundo sea aquí

y ahora, con esperanza escatológica, reino de Dios. La relación de la

Iglesia con el mundo, sobre todo con el tercero -el marginado y

pobre-, es esencial en la comprensión de la acción pastoral.

En el desarrollo de esta reflexión ha contribuido, sin duda, el moderno

redescubrimiento de las categorías práctica y praxis, ya que lo propio de

nuestro campo de reflexión es la acción de los cristianos, sobre la cual

discurre la teología práctica. Se parte de la praxis - tal como se dapara

llegar a la praxis -tal como debe ser-o De este modo, la teología L.

práctica se mueve en el universo de lo que acontece, utiliza la inducción

para deducir después, articula su propia reflexión en diálogo con el dato

revelado teológicamente entendido, formula sus objetivos, tiene en cuenta

el magisterio y aterriza en el campo de los imperativos cristianos mediante

distintos proyectos. Es teología inductiva.-

Antes del Vaticano 11 los estudios pastorales desarrollaron el campo

práctico de la teología o sus aplicaciones concretas en forma de corolarios.

Después del Concilio la teología necesita la cooperación de

las ciencias humanas, especialmente de la sociología y psicología. Sin

su concurso, difícilmente pueden ser examinados los mecanismos que

se dan en las prácticas pastorales. Por esta razón, urge en cada momento

histórico relacionar dialécticamente la práctica eclesial con la



10 Prólogo

teoría teológica y las ciencias humanas. La teología práctica es interdisciplinar

.

Esta disciplina, que en su nacimiento hace doscientos años se denominó

teología pastoral, aunque en el fondo era un conjunto abigarrado

de consejos prácticos dirigidos a los pastores, andando el tiempo se ha

llamado teología práctica. Con este nuevo nombre se evita la clericalización,

se ensancha el campo de reflexión a los laicos y se recoge, tanto

el halo adquirido por la práctica como la fascinación que sugiere la praxis.

Personalmente estoy de acuerdo con los que identifican teología práctica

y teología pastoral. Algunos piensan que la teología práctica es más

amplia que la teología pastoral porque incluye, por ejemplo, la teología

moral, dado el carácter práctico de esta última disciplina. Incluso no

faltan los que consideran superflua la teología práctica al entender que

toda teología es pastoral. Indudablemente toda teología, al menos remotamente,

debiera ser pastoral, pero en cualquier caso hay una teología

inmediatamente práctica que utiliza precisamente la «razón práctica»

como mediación de reflexión. La teología práctica es ciencia teológica

en relación a la praxis.

El pastoralista se encuentra entre el teólogo y el pastor. Los agentes

de la pastoral no son simplemente ejecutores de 10 que dice la teología,

como si la praxis debiera subordinarse sin más a la teoría, sino los

que ejercen, por la misión, su responsabilidad cristiana, al mismo

tiempo que reflexionan. Para elaborar un proyecto pastoral o una

teología práctica se necesita auscultar la realidad de la práctica pastoral,

es decir, la vida cristiana en su desarrollo, y contrastar sus resultados

con la palabra de Dios y la reflexión teológica, para descender de

nuevo al terreno de la práctica. Por esta razón el binomio teoría-praxis

-dialécticamente entendido- es fundamental en la teología práctica,

que es teología de la praxis.

Ahora bien, existe una praxis referida en los relatos evangélicos, la

de Jesús el Cristo, fundamento de toda práctica eclesial. La teología

práctica es cristológica en sus raíces y eclesial en su expansión. De otra

parte, tiene en cuenta la realidad histórica y social. Este dato último, a

saber, el de una sociedad hoy autónoma y secularizada pero necesitada

de evangelización, es una nueva razón añadida a la necesidad de elaborar

estudios de pastoral. La situación se confronta con la revelación. Recordemos

que se ha desplazado la acción de la Iglesia en la sociedad

occidental y que la teología no tiene la función rectora que tuvo en otros

momentos históricos. Por esta causa urge replantear de nuevo la misión

de la Iglesia en el mundo secularizado y pluralista que nos toca vivir.

No cabe una teología pastoral perenne.

Finalmente, la producción teológica y pastoral -incluso en castellano-

ha crecido en estos últimos años considerablemente. En

Siglas 11

particular han incidido profundamente en la teología de la praxis la

teología política europea y la teología de la liberación latinoamericana.

La teología práctica tiene en cuenta las teologías liberadoras.

Para elaborar este trabajo, que titulo Teología práctica, con el

subtítulo Teoría y praxis de la acción pastoral, incluyo lo que he

reflexionado, enseñado y escrito sobre la acción pastoral a partir del

Vaticano 11. En particular he tenido en cuenta un libro que publicamos

en 1968 Manuel Useros y yo, titulado Teología de la acción pastoral.

A pesar de que cuando se editó había concluido el Concilio, ha envejecido

considerablemente ya que la sociedad española de entonces

era muy distinta a la actual y la Iglesia inmediatamente pos conciliar

era asimismo diferente a la de hoy. Recupero de aquel manual algunas

páginas no oscurecidas por el tiempo.

El contenido lo divido en dos partes: teología práctica general y

teología práctica especial. La primera comienza por una sección histórica,

que incluye la praxis de Jesús y la acción pastoral de las

comunidades primitivas y de la Iglesia a lo largo de la historia, para

terminar con un capítulo dedicado a la historia de la teología pastoral.

Una segunda sección, más teórica, intenta abordar qué se entiende por

teología práctica o teología de la praxis. Tengo en cuenta, en la sección

tercera, las prácticas o acciones eclesiales. Por último, en la sección

cuarta, estudio los diferentes agentes de la acción pastoral. La segunda

parte está estructura en secciones correspondientes a la misión (kerigma),

catequesis (didaskalia), liturgia (leitourgía), comunidad (koinonía)

y servicio en el mundo (diakonía).

A lo largo de todo este trabajo procedo por síntesis con el método

clásico de estudiar un tema a la luz de la Biblia, historia, teología y

realidad social. También intento ser fiel a la pedagogía empleada

pastoralmente en la Gaudium et spes, Medellín, Asamblea-Conjunta

y Puebla, que se basa en ver-juzgar-actuar. Por último, he tenido en

cuenta a los nuevos responsables o ministros de la acción pastoral,

hombres y mujeres seglares, necesitados de una visión panorámica

sobre la acción pastoral y su correspondiente reflexión teológica.



SIGLAS

DOCUMENTOS DEL VATICANO II

AA

AO

CD

DH

DV

OE

OS

1M

LO

NA

Apostolicam actuositatem. Decreto sobre el apostolado de

los seglares (18.11.1965)

Ad gentes. Decreto sobre la actividad misional

(7.12.1965)

Christus Dominus. Decreto sobre el ministerio pastoral

de los obispos (28. 10 .1965)

Dignitatis humanae. Declaración sobre la libertad religiosa

(7.12.1965)

Dei Verbum. Constitución dogmática sobre la revelación

divina (18.11.1965)

Gravissimum educationis. Declaración sobre la educación

cristiana (28.10.1965)

Gaudium et spes. Constitución pastoral sobre la Iglesia

en el mundo actual (7.12.1965)

Inter mirifica. Decreto sobre los medios de comunicación

social (4.12.1963)

Lumen gentium. Constitución dogmática sobre la Iglesia

(21.11.1964)

Nostra aetate. Declaración sobre las relaciones de la Iglesia

con las religiones no cristianas (28.10.65)



14

Siglas

Siglas 15

OE

OT

PC

PO

SC

UR

Orientalium ecclesiarum. Decreto sobre las Iglesias orientales

católicas (21.11.1964)

Optatam totius. Decreto sobre la formación sacerdotal

(28.10.1965)

P erfectae caritatis. Decreto sobre la adecuada renovación

de la vida religiosa (28.10.1965)

Presbyterorum ordinis. Decreto sobre el ministerio y vida

de los presbíteros (7.12.1965)

Sacrosanctum Concilium. Constitución sobre la sagrada

liturgia (4.12.1963)

Unitatis redintegratio. Decreto sobre el ecumenismo

(21.11.1964)

RHom

RMat

RMis

RN

RP

SRS

Redemptor hominis. Encíclica de Juan Pablo 11 (4.3.1979)

Redemptoris Mater. Encíclica de Juan Pablo II

(25.3.1987)

Redemptoris missio. Encíclica de Juan Pablo 11

(7.12.1990)

Rerum novarum. Encíclica de León XIII (15.5.1891)

Reconciliatio et paenitentia. Exhortación apostólica de

Juan Pablo 11 (2.12.1984)

Sollicitudo rei socialis. Encíclica de Juan Pablo 11

(30.12.1987)

DOCUMENTOS DEL EPISCOPADO ESPAÑOL

CP

CT

DM

DVi

EN

ES

FC

LE

MM

OA

PP

PT

QA

ENCICLICAS y DOCUMENTOS PONTIFICIOS

Communio et progressio. Instrucción pastoral de Pablo

VI (18.5.1971)

Catechesi tradendae. Exhortación apostólica de Juan Pablo

11 (16.10.1979)

Dives in misericordia. Encíclica de Juan Pablo 11

(30.11.1980)

Dominum et vivificantem. Encíclica de Juan Pablo 11

(30.5.1986)

Evangelii nuntiandi. Exhortación apostólica de Pablo VI

(8.12.1975)

Ecclesiam suam. Encíclica de Pablo VI (6.8.1964)

Familiaris consortio. Exhortación apostólica de Juan Pablo

11 (22.11.1981)

Laborem exercens. Encíclica de Juan Pablo 11 (14.9.1981)

Mater et Magistra. Encíclica de Juan XXIII (15.5.1961)

Octogesima adveniens. Carta apostólica de Pablo VI

(14.5.1971)

Populorum progressio. Encíclica de Pablo VI (26.3.1967)

Pacem in terris. Encíclica de Juan XXIII (11.4.1963)

Quadragesimo anno. Encíclica de Pío XI (15.5.1931)

AJOP

CC

CF

CVP

P

PA

TDV

Anunciar a Jesucristo en nuestro mundo con obras y palabras.

Plan de acción pastoral de la Conferencia episcopal

española, Madrid 1986

La catequesis de la comunidad. Orientaciones pastorales

para la catequesis en España, hoy. Documento de la Comisión

episcopal de enseñanza y catequesis, Madrid 1983

El catequista y su formación. Orientaciones pastorales.

Documento de la Comisión episcopal de enseñanza y catequesis,

Madrid 1985

Los católicos en la vida pública. Instrucción pastoral de

la Comisión permanente de la Conferencia episcopal española,

Madrid 1986

La visita del Papa y la fe de nuestro pueblo. Programa

pastoral de la Conferencia episcopal española, Madrid

1983

Plan de acción de la Comisión episcopal de enseñanza y

catequesis para el trienio 1984-1987, Madrid 1984

Testigos del Dios vivo. Reflexión sobre la misión e identidad

de la Iglesia en nuestra sociedad. Instrucción de la

Conferencia episcopal española, Madrid 1985



16

Siglas

Siglas

17

OTROS DOCUMENTOS OFICIALES

REVISTAS, DICCIONARIOS

Y OBRAS COLECTIVAS

ClC

DCG

LC

MED

MDP

PUEB

VDD

OGMR

RICA

RitBaut

RitConf

RitEx

RitMat

RitPen

RitUnc

Codex iuris canonici. Código de derecho canónico. Promulgado

por Juan Pablo II (25.1.1983). El anterior es de

1917

Directorium catechisticum generale. Directorio general

de pastoral catequética de la Congregación del clero

(11.4.1971). Edición bilingüe, Secretariado nacional de

catequesis, Madrid 1973

Líneas comunes de orientación para la catequesis en América

Latina, Bogotá 1981

La Iglesia en la actual transformación de América Latina

a la luz del Concilio. Segunda Conferencia general del

Episcopado latinoamericano, edición del Secretariado general

del CELAM, Bogotá 1973

La catequesis de nuestro tiempo. Mensaje al pueblo de

Dios Documento del Sínodo de Obispos de 1977, Madrid

1978

La evangelización en el presente y en el futuro de América

Latina. Tercera Conferencia general del Episcopado latinoamericano,

Secretariado general del CELAM, Bogotá

1983

El Vaticano Il, don de Dios. Los documentos del Sínodo

extraordinario de 1985, Madrid 1986

DOCUMENTOS LITURGICOS

Ordenación general del misal romano (3.4.1969)

Ritual de la iniciación cristiana de adultos (6.1.1976)

Ritual del bautismo de niños (15.5.1969)

Ritual de la confirmación (22.8. 1971)

Ritual de exequias (29.6.1989,2 ed.)

Ritual del matrimonio (19.3.1969)

Ritual de la penitencia (2.12.1973)

Ritual de la unción y de la pastoral de enfermos

(7.12.1972)

AAS

AcBibl

AcCat

AcPast

ALW

AnCan

Ang

Anima

Ant

ArSSR

AtCont

Bibl

BiLi

BiFe

BiViChr

BolHoac

Burg

BZThS

Catéchese

Catechistes

Cathol

CatLat

CelebrIgl

CFP

CFf

Chr

CiFe

CiTom

CiuDi

Acta Apostolicae Sedis

Actualidad Bibliográfica

Actualidad Catequética

Actualidad Pastoral

Archiv für Liturgiewissenschaft (antes: JLW)

L' Anée Canonique

Angelicum

Anima (desde 1966: Diakonia)

Antonianum

Archives des Sciences Sociales des Religions

G. Girardi, El Ateísmo Contemporáneo, 4 vols.,

Madrid 1971

Biblica

Bibel und Liturgie

Biblia y Fe

Bible et Vie Chretienne

Boletín de la Hoac (ahora: Noticias Obreras)

Burgense

Bonner Zeitschrift für Theologieund Seelsorge

Catéchese

Catechistes

G. Jacquemet (dir), Catholicisme. Hier-Aujourd'hui-Demain,

Paris 1948 ss

Catequesis Latinoamericana

D. Borobio (dir), La celebración en la Iglesia. l. Liturgia

y sacramentología fundamental, Salamanca 1985; n. Sacramentos,

1988

C. Floristán - LJ. Tamayo (dirs.), Conceptos Fundamentales

de Pastoral, Madrid 1983

H. Fries (dir.), Conceptos Fundamentales de la Teología,

2 vols., Madrid 21979

Christus

Ciencia y Fe

Ciencia Tomista

Ciudad de Dios



18

Siglas

Siglas 19

CivCat

Com

ComChrét

ComLit

Comp

Conc

Conf

Cor

CristSoc

CSCO

CSEL

CuIBil

CuOrP

DAbPast

DACL

DAFC

DB

DBS

DE

DETM

Diak

DiaEc

DicCat

Did

Div

DNT

DocCath

DocMis

DocSoc

Civiltil Cattolica

Communio

Communauté Chrétienne

Communautés et Liturgie (antes: Paroisse et

Liturgie)

Compostellanum

Concilium

Confer

Corintios XIII

Cristianismo y Sociedad

Corpus Scriptorum Christianorum Orientalium

. Corpus Scriptorum Ecclesiasticorum Latinorum

Cultura Bíblica

Cuadernos de Orientación Pastoral

C. Floristán - J. J. Tamayo, Diccionario Abreviado de

Pastoral, Estella 1988

F. Cabrol - H. Leclerq, Diccionnaire d'Archéologie

Chrétienne et de Liturgie, 15vols., Paris 1907-1953

A. d' Ales (diL), Diccionnaire Apologétique de la Foi

Catholique, Paris 41909-1931

F. Vigouroux (diL), Diccionnaire de la Bible, 5 vols.,

Paris 1895-1912

L. Pirot - A. Robert (dirs.), Dictionnaire de la Bible.

Supplément, Paris 1928 ss

E. Ancilli (dir.), Diccionario de Espiritualidad, 3 vols.,

Barcelona 1983-1984

L. Rossi - A. Valsecchi (dirs.), Diccionario Enciclopédico

de Teología Moral, Madrid 1978

Diakonia (antes: Anima)

Diálogo Ecuménico

J. Gevaert (diL), Diccionario de Catequética, Madrid

1987

Didascalia

Divinitas

X. Léon-Dufour (diL), Diccionario del Nuevo Testamento,

Madrid 1977

La Documentation Catholique

Documenta Missionalia

Documentación Social

DS

DSAM

DThC

DTI

DTNT

ECA

Eccl

EfDiac

EgITh

EphCarm

EphLit

EphThLov.

EstBil

EstEcl

EstFr

EstMis

EspVie

Et

Et Bib

EtThRel

EvTh

FoiT

Gr

GuL

HDienst

HK

HdPTh

HyD

ICI

Idlnt

IgIOrac

H. Denzinger, Enchiridion Symbolorum, Definitionum et

Declarationum de rebus fidei et morum, desde ed. 32 dir.

A. Schonmetzer, Barcelona 1963 ss

M. Viller (diL), Dictionnaire de Spiritualité Ascétique et

Mystique, Paris 1932 ss

A. Vacant - E. Mangenot (dirs.), Dictionnaire de Théologie

Catholique, Paris 1899 ss

L. Pacomio y otros, Diccionario Teológico Interdisciplinar,

4 vols., Salamanca 1982-1983

L. Coenen (dir), Diccionario Teológico del Nuevo Testamento,

4 vols., Salamanca 21987

Estudios Centroamericanos

Ecclesia

Effort Diaconal

Eglise et Théologie

Ephemerides Carmeliticae

Ephemerides Liturgicae

Ephemerides Theologicae Lovanienses

Estudios Bíblicos

Estudios Eclesiásticos

Estudios Franciscanos

Estudios de Misionología

Esprit et Vie

Etudes

Etudes Bibliques

Etudes Théologiques et Religieuses

Evangelische Theologie

La Foi et le Temps

Gregorianum

Geist und Leben

Heiliger Dienst

Herder-Korrespondenz

F. X. Arnold - K. Rahner - V. Schurr - L. M. Weber

(dirs.), Handbuch der Pastoraltheologie, 5 vols., Freiburg

1964-1972

Hechos y Dichos

Information Catholiques Internationa1es

Idoc International

A.G. Martimort (dir.), La Iglesia en oración. Introducción

a la liturgia, Barcelona 31987



20

Siglas

Siglas

21

IgVi

ImFe

InicPrTeol

Irén

1st

JLW

KerDog

Laic

LHoy

LJ

LThK

Lumen

LumVie

LumVit

Man

MasOuv

MD

MGH

MisAb

MisExt

MisJov

Mor

MM

MS

NDEsp

NDLit

NDT

Not

NotObr

NRT

OrPast

OrSo

Pág

Iglesia Viva

Imágenes de la Fe

B. Lauret - F. Refoulé (dirs.), Iniciación a la práctica de

la teología, 5 vols., Madrid 1984-1986

Irénikon

Istina

Jahrbuch für Liturgiewissenschaft

Keryma und Dogma

Laicado

Los Laicos, Hoy

Liturgiches Jahrbuch

J. Hofer - K. Rahner (dirs.), Lexikon für Theologie und

Kirche, 10 vol s ., Freiburg 1957-1965

Lumen

Lumiere et Vie

Lumen Vitae

Manresa

Masses Ouvrieres

La Maison Dieu

Monumenta Germaniae Historica

Misión Abierta

Misiones Extranjeras

Misión Joven

Moralia (antes: Pentecostés)

Mundo Mejor

J. Feiner - M. Lohrer (dirs.), Mysterium Salutis, 9 vols.,

Madrid 1969-1984

Sto De Fiores - T. Goffi (dirs.), Nuevo Diccionario de

Espiritualidad, Madrid 1983

D. Sartore - A.M. Triacca (dirs.), Nuevo Diccionario de

Liturgia, Madrid 1987

G. Barbaglio - S. Dianich (dirs.), Nuevo Diccionario de

Teología, 2 vols., Madrid 1982

Notitiae

Noticias Obreras

Nouvelle Revue Théologique

Orientamenti Pastorali

Orientamenti Sociali

Páginas

ParLit

ParMis

PastLit

PastMis

PastPop

Pent

PerRMCL

PG

Phase

PL

PMV

Proy

Pueb

QLitPar

QPast

QVC

RAPop

RasT

RB

REB

RechSR

REDC

RelCult

RelScuo

RevBíb

RevEspir

RevEspDC

RevEspT

RevLatT

RevNouv

RevPastJuv

RevSR

RevTh

RF

RGG

RHPR

Paroisse et Liturgie

Parole et Mission

Pastoral Litúrgica

Pastoral Misionera

Pastoral Popular

Pentecostés (ahora: Moralia)

Periodica de re morali, canonica, liturgica

J. P. Migne (dir.), Patrologia Graeca, 161 vols., Paris­

Montrouge 1857-1866

Phase

J. P. Migne (dir.), Patrologia Latina, 221 vols., Paris­

Montrouge 1844-1864

Pro Mundi Vita

Proyección

Puebla

Questions Liturgiques et Paroissiales

Quadems de Pastoral

Qüestions de Vida Cristiana

Revue de l' Action Populaire

Rasegna di Teologia

Revue Biblique

Revista Eclesiastica Brasileira

Recherches des Science Religieuse

Revista Española de Derecho Canónico

Religión y Cultura

Religione e Scuole

Revista Bíblica

Revista de Espiritualidad

Revista Española de Derecho Canónico

Revista Española de Teología

Revista Latinoamericana de Teología

Revue Nouvelle

Revista de Pastoral Juvenil

Revue de Sciences Religieuses

Revue Thomiste

Razón y Fe

K. Galling (dir.), Die Religion in Geschichte und Gegenwart,

6 vols., Tübingen 31956-1962

Revue d'Histoire et de Philosophie Religieuse



22

Siglas

Siglas

23

RHSp

RLit

RPasLit

RSPhTh

RSR

RTLv

RTM

RVSp

SacrEr

Sal

Salm

SalT

ScEc

Schol

ScuoC

Seel

SelLib

SelTeol

Seminarios

Seminarium

Ser

Sin

SM

SocCom

Sp

StdZ

StMor

Str

Surge

TécAp

TeolAP

TeolCat

ThRv

ThWNT

ThXav

TThZ

Revue d'Histoire de la Spitualité

Rivista Liturgica

Rivista di Pastorale Liturgica

Revue des Sciences Philosophiques et Théologiques

Revue de Science Religieuse

Revue Théologique de Louvain

Rivista di Teologia Morale

Rivista di Vita Spirituale

Sacris Erudiri

Salesianum

Salmanticensis

Sal Terrae

Sciences Ecc1ésiastiques

Scholastik

Scuola Cattolica

Die Seelsorge

Selecciones de Libros

Selecciones de Teología

Seminarios

Seminarium

Servir

Sinite

K. Rahner - A. Darlapp (dirs.), Sacramentum Mundi, 6

vols., Barcelona 1972-1976

Social Compass

Spiritus

Stimmen der Zeit

Studia Moralia

Stromata

Surge

Técnicas de Apostolado

C. Floristán - M. Useros (dirs.), Teología de la acción

pastoral, Madrid 1968

Teología y Catequesis

Theologische Revue

G. Kittel - G. Friedrich (dirs.), Theologisches Worterbuch

zum Neuen Testament, Stuttgart 1933 ss

Theologica Xaveriana

Trierer Theologische Zeischrift

VerCar

VerVie

ViNue

Voc

VR

VS

VSS

VTB

ZAW

ZKTh

ZThK

Verbum Caro

Vérité et Vie

Vida Nueva

Vocaciones

Vida Religiosa

La Vie Spirituelle

La Vie Spirituelle. Supplement

X. Léon-Dufour (diL), Vocabulario de Teología Bíblica,

Barcelona 71975

Zeitschrift für die Alttestamentliche Wissenchaft

Zeitschrift für Katholische Theologie

Zeitschrift für Theologie und Kirche



ABREVIATURAS

a. año

a.C.

antes de Cristo

AC

Acción Católica

art.

artículo

a.c.

artículo citado

AT

Antiguo Testamento

c. can. canon, cánones

ca.

circa

cap.

capítulo

cf.

confer, véase

cit.

citado

col.

columna

d.C.

después de Cristo

dir.

director, dirección

ed.

edición, editorial, editado

eds.

editores

enc.

encíclica

etc.

etcétera

ibid.

allí mismo

id.

el mismo

intr.

introducción

l.c.

lugar citado

LXX

Septuaginta

n. número

nt.

nota

NT

Nuevo Testamento



26

Abreviaturas

O.c.

p. pp.

p. ej.

pról.

q.

Rit

s. ss.

s.a.

s.f.

sect.

sess.

S.Th.

t.

tr.

v. vv.

Vat.

v. gr.

vol. vols.

obra citada

página (s)

por ejemplo

prólogo

cuestión, quaestio

Ritual

siguiente (s), siglo (s)

sin año

sin fecha

sección

sesión

Surnma Theologica

tomo

traducción

versículo (s)

Vaticano

verbi gratia

volumen (es)

TEOLOGIA

PRACTICA GENERAL



,

,1

1. HISTORIA

1. Historia

II. Teología

III. Práctica

IV. Agentes



1

LA PRAXIS DE JESUS

Según la exégesis actual, los evangelios no son documentos o

relatos biográficos de Jesús sino testimonios o confesiones de fe nacidas

de la experiencia pascual de las primeras comunidades. Antes

de ser historia, los evangelios fueron proclamación de narraciones en

comunidad para hacer viva la presencia continua del Resucitado. Consecuentemente

podemos afirmar que son también relatos de la praxis

prepascual y pascual llevada a cabo por Jesús, a quien «Dios ha hecho

Señor y Cristo» (Hech 2, 36). Los evangelios -afirma P. Grelot­

«son, por excelencia, documentos pastorales y la investigación exegética

en su conjunto tiene por finalidad esclarecerlos desde el punto

de vista de sus funciones pastorales» I . La experiencia previa y posterior

a la pascua es básica para entender los evangelios, redactados

para ayudar a la adhesión de la fe en Jesucristo, no para satisfacer la

curiosidad. Los exegetas afirman que poseemos suficiente información

sobre la actividad de Jesús de Nazaree. Esta actividad, relatada por

los evangelios como praxis, la estudio aquí como acción pastoral

paradigmática. Para ello examino algunos rasgos importantes de la

praxis de Jesús reflejados en su ministerio. No intento presentar la

totalidad de la figura de Jesús de Nazaret ni resumir en breves páginas

una cristología.

1. P. Grelot, Los evangelios y la historia, Barcelona 1987, 14. Cf. del mismo autor,

Exégese, théologie, pastorale: NRT 88 (1966) 3-13; 132-148.

2. Cf. J. Jeremias, Teología del Nuevo Testamento, I. Lo predicación de Jesús,

Salamanca 1974; H. Braun, Jesús. el hombre de Nazaret. y su tiempo. Salamanca 1975;

E. Kiisemann, Ensayos exegéticas, Salamanca 1978; G. Bomkamm, Jesús de Nazaret,

Salamanca 31982; Ch. Perrot, JeslÍs y la historia, Madrid 1982.



32 Teología Práctica

l. Cristología y acción pastoral

La fe se expresa de acuerdo a las imágenes que se dan de Jesucristo,

centro de la vida cristiana, de la acción pastoral y de la reflexión

teológica. Ahora bien, las imágenes, representaciones y vivencias que

poseemos de Jesús o de Cristo dependen originariamente de la educación

cristiana familiar, catequesis parroquial, formación religiosa

escolar, predicación dominical y cursos de formación teológica, lugares

habituales de transmisión de diferentes interpretaciones de Jesucristo

o del cristianismo, sin olvidar el influjo de los lugares sociales

y factores culturales en donde se genera -o se rechaza- el pensamiento

cristológico. En el fondo de toda vida cristiana y de cualquier

reflexión teológica late consciente o inconscientemente una determinada

cristología. Evidentemente, a lo largo de la vida evolucionan las

imágenes y representaciones que tenemos de Jesús o de Cristo, que

han sido y son variadas. Aquí me limito a señalar dos concepciones

cristológicas significativas: las que subyacen en la acción pastoral de

acuerdo a diferentes soteriologías y las que posee el pueblo cristiano,

fruto de la iconografía, catequesis y predicación o consecuencia de la

misma acción pastoraP.

a) Imágenes de Jesús en la acción pastoral

La acción pastoral desarrollada después de la segunda guerra mundial

se ha manifestado básicamente de una doble manera, como pastoral

de cristiandad de talante conservador y como pastoral misionera

de corte progresista. Ambas pastorales se corresponden con dos modos

de entender, a su vez, la cristología: de tipo descendente o desde

arriba, de línea más conservadora, y de tipo ascendente o desde abajo,

de línea más aperturista 4 • Examinemos los rasgos más sobresalientes

de estas dos cristologías con sus implicaciones pastorales 5 •

3. Cf. L. Maldonado, Génesis del catolicismo popular, Madrid 1979, segunda parte

Una cristología popular, 175-221; S. Galilea - R. VidaJes, Cristología y pastoral popular,

Bogotá 1974.

4. Cf. Ch. Duquoc, Jesús hombre libre, Salamanca 81990; id., Mesianismo de Jesús

y discreci6n de Dios, Madrid 1985.

5. Cf. A. Torres Queiruga, La cristología después del Vaticano JI, en C. Floristán­

J. J. Tamayo, (eds.), El Vaticano JI, veinte años después, Madrid 1985, 173-200; J. J.

González Faus, Acceso a Jesús, Salamanca 71991, especialmente el cap. 1; F. J. Vitoria

Cormenzana, ¿Todavía la salvaci6n cristiana? El diseño soteriológico de cuatro cristologías

actuales: ,<Jesús el Cristo», «El Dios crucificado», «Cristología desde América

Latina» y «La Humanidad Nueva», 2 vol.

1. Cristologías pastorales deductivas

Historia 33

Las cristologías descendentes o deductivas de talante ontológico y

dogmático o de fundamento metafísico han dado lugar a una eclesiología

cerrada o a una Iglesia centrada en su problemática interna. Cristo

se entiende como el Lagos o Verbo encamado, la segunda persona de

la Trinidad. El punto de arranque es la divinidad de Jesús, a quien

sólo se le comprende desde Dios: es consustancial al Padre. Estas

cristologías intentan explicar el modo de la unión hipostática y el

proceso interno de la redención mediante la muerte satisfactoria de

Cristo. Los evangelios no son considerados primordialmente relatos

sino pruebas del sistema doctrinal. Son cristologías con acento teórico

preocupadas por el lenguaje teológico. Representan esta tendencia las

cristologías de los manuales teológicos del s. XIX y primera mitad

del s. XX 6 • Las cristologías descendentes han sido influidas por determinadas

maneras de llevar a cabo la acción pastoral y, a su vez,

han impregnado el ministerio cristiano con categorías que han sido

internalizadas por el mismo pueblo cristiano. Señalemos como ejemplo

la resignación, la expiación y el poder.

En primer lugar, lo más característico e irrenunciable de Jesús de

Nazaret, que es la cruz, se ha convertido frecuentemente en justific

cación de la resignación. Según esta interpretación, Jesús es sustituido

por la imagen religiosa de la cruz, en tanto que la crucifixión no es

decisión de unos poderes concretos religiosos o políticos sino consecuencia

del pecado general de la humanidad o de la perfidia del pueblo

judío. Precisamente en el s. XIX, cuando emergen los movimientos

sociales de emancipación, se inculca en la Iglesia una imagen de Jesús

obediente y resignado, sometido a los decretos del Padre. Toda rebeldía

contra la explotación, reivindicación social o crítica de los poderes

establecidos es sinónimo de pecado. Al cristiano le toca obedecer y

llevar la cruz.

En segundo lugar, la cruz ha justificado toda clase de sufrimientos,

tanto los naturales como los indebidos o injustos. El cristiano, a imitación

de Cristo, debe padecer. La idea del sacrificio expiatorio o de

la expiación de valor infinito lo envolvía todo. Por consiguiente, como

Dios ya está aplacado, no hay necesidad de que cambie la sociedad.

Incluso la misa era entendida casi exclusivamente como santo sacrificio,

la mesa de la cena del Señor como altar y Jesús como víctima

a causa de su función expiatoria.

6. Excelente cristología de esta línea es, por ejemplo, la de W. Kasper, Jesús, el

Cristo, Salamanca 71989. Cf. también O. González de Cardedal, Jesús de Nazaret. Aproximac¡6na

la cristología, Madrid.1975.



34 Teología Práctica

En tercer lugar, la imagen de Jesús, bajo el título de Cristo-Rey,

ha servido para justificar el poder de diversos regímenes políticos

conservadores o incluso dictatoriales cuando el catolicismo era religión

de estado. La fiesta de Cristo-Rey, instaurada por Pío XI en 1925,

aparece en el contexto social y político de una Iglesia a la defensiva

frente a una sociedad laica, anticlerical, socialista y republicana. El

catolicismo cobra una dimensión beligerante. Por el contrario, también

ha sido entendido Jesús de Nazaret como el revolucionario que instaura

el Reino de un modo violento. Jesús ha servido de justificación de

guerras, cruzadas y guerrillas. Su imagen se ha puesto al servicio de

un universalismo falso, de un pacifismo sospechoso o de una violencia

inadmisible. Sencillamente ha tenido una función legitimadora de ciertos

intereses económicos y políticos.

2. Cristologías pastorales genéticas

Las cristologías ascendentes o inductivas tienen en cuenta el proceso

genético que siguieron los apóstoles desde Jesús de Nazaret al

Cristo resucitado. Tienen talante socio-político y se fundamentan en

una teología positiva, en una exégesis renovada de la Biblia y en un

aprecio de la evolución de la historia y de los problemas de la sociedad?

Estas cristologías son sensibles a la dimensión social y política de los

relatos evangélicos. Cristo se entiende desde el Padre y desde el Reino.

El punto de arranque es la humanidad de Jesús o el Jesús histórico

para llegar a su resurrección o hasta Dios, a quien revela. Importa

conocer la vida concreta de Jesús a partir de su humanidad y de su

propia historia humana. Son cristologías con acento práctico preocupadas

por el lenguaje pastora1 8 • Especial relieve tienen las cristologías

escritas -en expresión de J. 1. González Faus- «desde los

que están abajo», denominadas latinoamericanas o de la liberación.

Relacionan la memoria de Jesús crucificado con la crucifixión actual

del pueblo y el mensaje evangélico liberador con la situación de

cautiveri0 9 •

7. Marcan un tránsito de un tipo de cristología a otro las obras de K. Rabner-M.

Thussing, Cristología. Estudio sistemático y exegético, Madrid 1975; W. Pannenberg,

Fundamentos de cristología, Salamanca 1974; Ch. Duquoc, Cristología, Salamanca '1985;

D. Wiederkehr, Esbozo de cristología sistemática, en MS, III/I, 505-570.

8. Representan esta tendencia las cristologías de J. Moltmann, El Dios crucificado,

Salamanca 21977 y de E. Schillebeeckx, Jesús. Historia de un viviente, Madrid 1981.

9. Cabe destacar aquí las cristologías latinoamericanas de L. Boff, Jesucristo el

Liberador, Santander 1980; J. Sobrino, Cristología desde América Latina, CRT, México

21977; id., Jesús en América Latina, Santander 1982; J. L. Segundo, El hombre de hoy

ante Jesús de Nazaret, 3 vol., Madrid 1982; y la española de J. 1. González Faus, La

humanidad nueva. Ensayo de cristología, Santander 61984.

Historia 35

También las cristologías ascendentes han sido influidas por el quehacer

pastoral y han influido en el mismo. Frente a una función conservadora

de la figura de Jesús en la pastoral de cristiandad, ha surgido

una función liberadora del Salvador en la pastoral misionera o evangelizadora,

al poner el acento de la cristología en estos puntos: 1) el

reino de Dios o reino de los pobres, a cuyo servicio está Jesús; 2) el

Dios del reino, a quien se dirige Jesús como Abba, que es padre de

todos; 3) la muerte violenta de Jesús, consecuencia de su tenor de

vida, que le posibilita morir por nuestros pecados 10. Al descubrir la

pasión de Jesús por el Reino y su justicia, descubrimos que la muerte

de Jesús no es glorificación de un sufrimiento sino consecuencia de

la pasión por la justicia.

b) Imágenes de Jesús en el pueblo cristiano

El pueblo cristiano ha confesado durante siglos su fe en Cristo sin

mayor dificultad, aunque han variado a lo largo de la historia sus

imágenes iconográficas y representaciones conceptuales de acuerdo a

ciertos influjos culturales, afirmaciones conciliares, síntesis catequétic

as , rituales litúrgicos y libros devocionales. Se pueden entrever

algunos rasgos propios de la cristología popular ll .

1. Un Jesús deducido de los evangelios literalmente entendidos

Hasta los umbrales del Vaticano 11 el pueblo católico apenas conoció

la Biblia, cuyas ediciones se divulgaron en las décadas de los

cuarenta y cincuenta, sin una adecuada catequesis. Hasta entonces se

conocía la Escritura como historia sagrada aprendida junto al catecismo

o como pasaje evangélico escuchado en la misa mayor del domingo.

Solamente tenían un cierto conocimiento bíblico los miembros de los

grupos bíblicos o de los movimientos apostólicos. Los evangelios han

sido entendidos por el pueblo, y en gran medida los entiende, como

relatos históricos que narran los hechos tal como sucedieron o como

meras biografías de Jesús. Dentro del evangelio atraen poderosamente

los milagros, que se aceptan al pie de la letra. No olvidemos que los

milagros impresionan al pueblo, quizá porque los necesita. A veces

el cristianismo se convierte en una religión de los milagros.

, Jesús es para el pueblo el Señor de los milagros.

10. Cf. J. Sobrino, Jesús de Nazaret, en CFP, 480-513.

11. Cf. J. 1. González Faus, Acceso a Jesús, Salamanca 71991, cap 1.



36 Teología Práctica

2. Un Jesús 'que en el fondo es sólo Dios

El pueblo católico se dirige a Cristo como a Dios. Por medio del

catecismo aprendió que Jesucristo nació de la Virgen por obra del

Espíritu Santo y que tuvo desde niño conciencia plena de ser Dios

mediante la ciencia infusa y la visión beatífica. Los ojos de Jesús son

ojos de Dios; Dios ve y actúa a través de Cristo, que no es del todo

hombre como nosotros. Su humanidad es mera apariencia. Recordemos

que este modo de pensar fue propio de los docetas (o doketas)

del s. 11, es decir, de los aparentistas, quienes creían en la mera

apariencia humana de Jesús como Dios. Karl Rahner afirmó que el

pueblo católico, en el fondo, posee un «monofisismo latente» ya que

cree sólo en la naturaleza divina de Jesús.

Jesús es para el pueblo el Dios omnipotente y omnisciente.

3. Un Jesús que padece para darnos ejemplo

La primera imagen popular del crucificado fue gloriosa, al venerarse

la cruz como instrumento de victoria sobre la muerte, el pecado

y el demonio. A partir del s. XI se propagan rápidamente en las iglesias

románicas las tallas de Cristo de tamaño natural, en madera o en

bronce. Junto al triunfo de Cristo, manifestado en la serenidad de su

rostro y en el sosiego de todo su cuerpo, aparece el sufrimiento del

crucificado con rostro dolorido y ojos entornados, imagen del «varón

de dolores». Es el Dios sufriente de los campesinos pobres, de los

enfermos desamparados y de los esclavos sometidos. «Por eso el Cristo

sufriente y moribundo, marginado y condenado -afirma L. Maldonado-,

se ha convertido en el centro de la religión de los oprimidos» 12.

Jesús toma la cruz, se sacrifica, sufre como ninguno. Es modelo de

paciencia, resignación y obediencia. A menudo, los sufrimientos se

interpretan como castigo de Dios o voluntad divina y como consecuencia

del pecado original, al ser todos hijos de padres desobedientes.

Jesús es para el pueblo el Nazareno, el Crucificado.

4. Un Salvador que expía los pecados y nos da el cielo

Para el pueblo católico, el mundo equivale a valle de lágrimas o

a desastre que termina con la muerte, a partir de la cual hay salvación.

Jesús nos abrió las puertas del cielo al perdonarnos como Dios. Su

12. L. Ma1donado, Génesis del catolicismo popular, o. c., 196.

Historia 37

ejemplo es válido para arrepentirse y no pecar, comportarse de acuerdo

a los mandamientos, frecuentar los sacramentos, alcanzar una buena

muerte y entrar en el cielo. En el fondo, la vida es ocasión de hacer

méritos y de vivir en gracia.

Jesús es para el pueblo el Salvador de nuestros pecados.

2. Modelos de Jesús en su praxis pastoral

Para comprender la praxis de Jesús, examinemos en primer lugar

los modelos de su comportamiento pastoral relatados por los evangelios,

teniendo en cuenta al mismo tiempo algunos datos sobre la

situación del judaísmo en tiempos de Jesús 13 •

Jesús es objeto de fe como resucitado. Al aplicarle varios títulos

esenciales que ya aparecen en los evangelios y que han sido acuñados

litúrgica y dogmáticamente -Cristo, Mesías, Señor, Salvador,

Hijo de Dios -, tenemos el peligro de considerar accesorio

el contorno histórico de' Jesús de Nazaret. Evidentemente, también

podemos caer en la tentación opuesta: reducir nuestra consideración

pastoral al Jesús histórico, olvidando el acontecimiento de la pascua.

Teniendo en cuenta estas dos exigencias, podemos examinar los

modelos de Jesús derivados de su actuación o de sus hechos y dichos.

Con todo, recordemos que la figura de Jesús no se deja encerrar en

marcos definidos y concretos, ya que «la personalidad histórica de

Jesús -afirma Ch. Perrot- se nos escapa un poco en el momento

en que creemos que la hemos captado»14, aunque cabe destacar

algunos rasgos peculiares de su actividad.

a) Jesús no fue «sacerdote» del templo

La ley religiosa judía o la Torah fue custodiada e interpretada en

primer lugar por los sacerdotes; después lo sería también por los escribas.

En concreto el sumo sacerdote, custodio de la ley y del templo,

presidía el sanedrín y el culto. Su dignidad era tan elevada como su

nivel económico, a causa de los ingresos que producía el templo. En

13. Cf. J. Jeremias, Jerusalén en tiempos de Jesús. Estudio económico y social del

mundo del NT, Madrid 1977; H. Guevara, Ambiente político del pueblo judío en tiempos de

Jesús, Madrid 1985; E. Schürer, Historia del pueblo judío en tiempos de Jesús, 2 vo1s.,

Madrid 1985; A. Pau1, El mundo judío en tiempos de Jesús, Madrid 1982; Ch. SauInier-

B. Rolland, Palestina en tiempos de Jesús, Estella 1979 (Cuadernos Bíblicos, 27).

14. Ch. Perrot, Jesús y la historia, o. c., 119.



38 Teología Práctica

tiempos de Jesús, por apetencias del cargo, el sumo sacerdote se

hallaba sometido al dominador romano. Su puesto era acaparado por

cuatro familias de neta orientación saducea. Lógicamente era un personaje

impopular. Para ayudar a llevar a cabo su función estaban los

jefes de los sacerdotes, familiares o amigos suyos, encargados del

culto, del mantenimiento del templo y de la tesorería. Los sacerdotes

se ocupaban de los sacrificios. Al ser unos 7.000, se dividían en tumos

semanales, salvo en las tres grandes festividades y peregrinaciones,

en las que intervenían todos. Fuera de algunas semanas de ocupación

sacerdotal, el resto del tiempo lo dedicaban a otros oficios. El sacerdocio

era hereditario.

A lo largo de su vida pública, Jesús tuvo pocos contactos con los

sacerdotes, salvo en los momentos de la pasión. Ironizó las preocupaciones

sacerdotales en la parábola del buen samaritano (Lc 10,31)

y atacó el lugar de los sacrificios en la escena denominada de la

«purificación» del templo, hecho que se encuentra en los tres sinópticos

(Mc 11,15-19; Mt 21,12-17; Lc 19,45-48) y en Juan (2,13-22). La

expulsión de los mercaderes produjo asombro por la autoridad que

mostró Jesús. Puso en tela de juicio el templo, al menos como lugar

de sacrificios cruentos. Frente a la afirmación religiosa de que Dios

está presente en el templo, Jesús enseña que Dios está en todas partes,

pero de una manera privilegiada en la comunidad nueva de los discípulos

(<<donde están dos o tres reunidos apelando a mí, allí en medio

de ellos, estoy yo», Mt 18,20) y en la caridad con los pobres (<<cada

vez que lo hicisteis con uno de esos hermanos míos tan insignificantes

lo hicisteis conmigo», Mt 25,40). Jesús oró en el campo y en las

montañas. Para él no hay separación entre el espacio sagrado y el

religioso, ya que todo es santo porque todo es creación de Dios. El

templo nuevo será la humanidad resucitada porque la esencia del templo

nuevo es la justicia del Reino.

Sin embargo, sólo la carta a los Hebreos aplica a Cristo el título

de «sacerdote» o «sumo sacerdote» con una doble condición: Jesús

no pertenece a la estirpe sacerdotal judía ya que fue seglar (7, 13-14),

ni su culto es ritualista sino «en espíritu y en verdad» (In 4,23-24),

ya que «se ofreció a sí mismo» en bien de la humanidad (5, 7-10).

Jesús cumple la doble condición del ministerio sacerdotal: transmitir

a los hombres la palabra de Dios y presentar a Dios los sacrificios de

los hombres, que se resumen en la entrega de la vida propia al servicio

de los hermanos. El sacerdocio de Jesús es único como único es su

sacrificio. La muerte de Jesús no se lleva a cabo con la minuciosidad

de un ritual sagrado, sino con una entrega de amor total hasta la muerte,

verdadero culto a Dios. En resumen, JeslÍs es sumo sacerdote porque

Historia 39

se hizo semejante a los que sufren, llegó a la muerte por amor de la

justicia y se entregó con fidelidad a Diosl 5 •

Como consecuencia podemos deducir que la confianza del cristiano

no debe ponerse en las instituciones ni en las ritualidades, sino en la

cruz de Cristo como revelación del amor de Dios y reconciliación de

la humanidad. El fasto de la ceremonias es inservible; lo esencial es

Cristo, el único sacerdote. Dios no quiere el sufrimiento sino el amor,

no desea la muerte sino la vida. La liturgia cristiana no se reduce a

un ritual cristiano en el templo, sino que abarca toda una vida entregada

a los hermanos en espíritu y en verdad. Sólo bajo esta perspectiva se

comprende el sacerdocio de Jesús.

b) Jesús no fue «escriba» de la ley

En tiempos de Jesús, escribas o doctores de la leyeran los intérpretes

de la ley, encargados de explicarla y actualizarla, de acuerdo

a los nuevos tiempos o a los problemas planteados. Eran una mezcla

de teólogos y de juristas. Al creer que se había terminado el tiempo

de los profetas, los escribas se consideraban sus herederos hasta que

apareciese el profeta mesiánico de los últimos tiempos. Por esta razón,

dar el título de profeta a Juan Bautista o a Jesús equivalía al reconocimiento

de la llegada de los últimos tiemposl6. Recordemos que

el judaísmo se hizo rabínico después de la destrucción del templo del

año 70 y de la desaparición del sacerdocio ritual.

Para ser escriba se necesitaban estudios largos y precisos, con

objeto de conocer la ley y las tradiciones orales. Se lograba el título

hacia la edad de los 40 años. Los escribas llevaban vestidos especiales,

ocupaban la presidencia en cualquier reunión y eran saludados, honrados

y apreciados por el pueblo. Su presencia era indispensable en

diversos consejos y tribunales, incluso en el sanedrín. La mayoría eran

de tendencia farisea caracterizada por su pureza ritual. Como guías

espirituales del pueblo, su cometido consistía en promover la fe en

Dios y ayudar a cumplir su voluntad mediante las reglas de pureza

ritual. De este modo el pueblo podía sentirse cerca de Dios sin la

necesidad imperiosa del templo y de sus costosos sacrificios. Por esta

causa, cuando después de la catástrofe del año 70 desaparecen el

templo y el sacerdocio, los escribas o rabinos se convierten en los

jefes religiosos del judaísmo.

Según X. Léon-Dufour, Jesús aparece como un rabino; enseña

15. Cf. A. Vanhoye, El mensaje de la carta a los Hebreos, Estella 1978.

16. Ch. Saulnier y B. Rolland, Palestina en tiempos de Jesús, o. c., 42.



40 Teología Práctica

en las sinagogas, reúne discípulos y los educa en el estilo de las

escuelas l7 • Los evangelios afirman que Jesús «enseñaba» a sus discípulos

y a la gente. Sin embargo, no es un escriba más aunque

algunos le dirigieron la palabra con el título respetuoso de rabbí

(que equivalía a decir hoy señor), puesto que «le faltaba -escribe

J. Jeremias- la condición fundamental para ser escriba: el estudio

teológico»18. Jesús no se limita a enseñar en ·las sinagogas sino que

instruye en cualquier parte, al aire libre, en las plazas, a la orilla

del mar. Entre sus discípulos hay mujeres y niños, pecadores y

publicanos, campesinos y pescadores, es decir, gente sencilla. Jesús

enseñó de acuerdo a la tradición sapiencial judía por medio de

parábolas, sentencias, instrucciones y controversias.

En realidad, Jesús no hizo la carrera de escriba ni fue considerado

por sus contemporáneos como tal. Sus oyentes vieron en él sus diferencias

con los escribas más que sus semejanzas. Fue un maestro

que no enseñaba «como los escribas» sino con «autoridad» (Mc 1,22;

Mt 7,29). Su autoridad deriva de sí mismo, no de la «tradición de los

padres». Los evangelios señalan la distancia entre Jesús y la ley judía

o la torá. Según Marcos, hay una distancia total; para Mateo, Jesús

es la nueva torá porque es el maestro nuevo que enseña y prescribe

(Mt 28,19-20); Lucas presenta a Jesús como primera autoridad. El

enfrentamiento de Jesús con la ley fue de tal manera que produjo

escándalo. La ley, que era de institución divina para los judíos, consistía

en la recopilación de multitud de preceptos, decretos, mandatos

y estatutos que daban sentido a la conciencia del pueblo, a sus prácticas,

conductas y creencias. Se consideraba legislación de Moisés y

algunos la identificaban con la sabiduría plasmada en los libros sapienciales.

En tiempos de los macabeos muchos judíos murieron por

defender la ley, especialmente cuando los romanos prohibieron la

observancia del sábado, el rito de la circuncisión y la conservación de

las escrituras.

«Jesús no fue un hombre sistemáticamente opuesto a la ley

_ afirma 1. 1. González Faus -. Fue un hombre liberado de la

ley» 19. Declara que la leyes insuficiente. La desautoriza en cuanto

a su autoridad, su contenido y su pretensión salvadora. A la ley

sucede la gracia y el propio Jesús, como se ve en el sermón del

monte (Mc 1 y Mt 5-7). No cambia, pues, Jesús unas leyes por

otras sino que proclama la libertad del nuevo mandamiento de la

17. X. Léon-Dufour, Los evangelios y la historia de Jesús, Madrid 31982,372.

18.

19.

J. Jeremias, Teología del NT, o. c., 98.

J.1. González Faus, La Humanidad Nueva. Ensayo de Cristología, o. c., 57.

Historia 41

caridad, visto por sus discípulos como «mandamiento nuevo» (Jn

l3, 14). En definitiva, Jesús es maestro cercano al profeta y al sabio:

es un maestro carismático y autorizad0 20 •

c) Jesús fue «profeta» del reino

Según Ch. Perrot, «el profeta escatológico, esperado para los últimos

tiempos, anuncia el juicio de Dios y la inminencia del cambio

cósmico que señalará la venida del reino de Dios»21. De hecho, los

que se denominaban profetas en el judaísmo del s.I pretendían ser

P0:t~voces de Dios. y guías de movimie.ntos comunitarios del «despertar

rehgIOso» en medIO del pueblo. La figura del profeta en tiempos de

Jesús «vincula en tomo a sí -escribe R. Fabris- las aspiraciones de

reforma y de renacimiento religioso (Qurnrán), así como las esperanzas

de liberación y de autonomía religiosa nacional en clave mesiánicopolítica»22.

Según el judaísmo sinagogal, el profeta estaba poseído por

el Espíritu de Dios.

Jesús es denominado profeta solamente en los evangelios, nunca

en el resto del NT. Es aceptado como profeta por la opinión popular

(Mc 6,15; Mt 21,11.46; Lc 7,16; 24,19; Jn 4,19; 6,14; 7,40). Sin

embargo, aunque los discípulos no lo denominan profeta con total

claridad, las palabras y gestos de Jesús tienen un marcado acento

profético, como puede verse en las bienaventuranzas y en las teofanías

del bautismo y de la transfiguración. De hecho fue detenido y condenado

como falso profeta. Jesús mismo aceptó, al menos indirectament~,

ser tenido como. profeta, al afirmar que poseía el pleno Espíritu

de DIOS (Mc 3,28). EVldentemente Jesús no es profeta nacionalista ni

se inscribe en la línea apocalíptica. Es profeta escatológico, rechazado

y perseguido, que proclama la venida del reinado de Dios. En resumen,

«es profeta -escribe Ch. Duquoc- porque, con una fidelidad absoluta

a s~ misión y con una libertad sin compromisos, anuncia las exigencias

radlcales de Dios, con plena lucidez sobre los acontecimientos individuales

y sociales»23.

20. R. Fabris, Jesús de Nazaret. Historia e interpretación, Salamanca 1985, 183.

21. Ch. Perrot, Jesús y la historia, o. c., 141.

22. R. Fabris, Jesús de Nazaret, o. c., 178.

23. Ch. Duquoc, Jesús, hombre libre, o. c., 45.



42 Teología Práctica

3. Dimensiones de la praxis de Jesús

a) Jesús y el reinado de Dios

En continuidad con el mensaje escatológico del Bautista, Jesús es

el profeta del reinado inminente de Dios. Los exegetas coinciden en

afirmar que el centro del mensaje y de la actividad de Jesús es la

inmediata cercanía o llegada del reinado de Dios, junto a la conversión

que Dios exige para que dicho reinado se ponga en práctica 24 . Desde

el comienzo de su predicación, Jesús invita a la conversión diciendo:

«Se ha cumplido el plazo, está cerca el reinado de Dios. Enmendaos

y tened fe en esta buena noticia» (Mc 1,15; Mt 4,17). «Lo verdaderamente

último, lo que da sentido a la vida, actividad y destino de

Jesús -afirma J. Sobrino- es el reino de Dios»25. La palabra y la.

obra de Jesús se concentran en el reinado de Dios, que para Marcos

es «evangelio» o «buena noticia», puesto que su llegada es salvación

de pobres, pecadores y enfermos. La misión de Jesús es proclamar

esta buena noticia.

La mayoría de los exegetas tiende a traducir el término griego

basileia por reinado (acción de reinar) en lugar de reino (territorio),

ya que de ese modo se expresa mejor su sentido dinámico, a saber,

el gobierno de Dios o la acción de su soberanía, en el sentido de que

«Dios realiza el ideal regio de la justicia, un ideal por el que constantemente

se había suspirado, y que jamás se había realizado plenamente

en la tierra»26. La expresión «reinado de Dios» aparece con

frecuencia en los sinópticos (61 veces) y muy escasamente en Juan

(In 3, 3.5) o en los escritos de Pablo, que son ya cristológicos. Esto

indica un desplazamiento del reinado de Dios predicado por Jesús a

Jesús Salvador predicado por la comunidad cristiana. El vocabulario

de la salvación (propio del judeocristianismo de tipo helenista) sustituye

al vocabulario del reino (propio del judeocristianismo más palestinense).

«La salvación presente o futura en Cristo -afirma Ch.

Perrot- absorbe el anuncio de la inminente irrupción de la mano de

Dios en el mundo. Jesús no anuncia la salvación sino el reinado de

Dios»27.

Para conocer en qué consiste el reinado de Dios proclamado por

Jesús es necesario tener en cuenta el sentido que tenía dicha expresión

24. Cf. R. Schnackenburg, Reino y reinado de Dios, Madrid 1967.

25. J. Sobrino, Jesús en América Latina. Su significado para la fe y la cristología,

Santander 1982, 135.

26. J. Jeremias, Teología del NT, Salamanca '1985, 122.

27. Ch. Perrot, Jesús y la historia, o. c., 187.

Historia 43

en las tradiciones judías anteriores a Jesús. La idea de Dios como rey

es antigua en el pueblo judío, incluso anterior a la aparición de la

realeza en el s. XI antes de Cristo. Aunque desapareció la monarquía

después de cinco siglos, los judíos esperaban que Dios vendría a reinar

en persona para implantar de verdad la justicia. Entonces Israel encontraría

su libertad e independencia, viviría en paz y prosperidad y

sería fiel a Dios. En tiempos de Jesús, el reinado de Dios incluía, por

un lado, la libertad política frente a la opresión romana; por otro la

justicia social, la paz y el bienestar; finalmente la fidelidad a Dios,

único Señor que debe gobernar a su pueblo.

En resumen, la clave para comprender el reinado de Dios se

cifra en la justicia real de Dios, no en el sentido romano de dar a

cada uno lo suyo según las leyes (favorecedoras a menudo del rico,

del que sabe o del que puede), sino como defensa de oprimidos,

pobres, marginados e ignorantes. Ahí reside el escándalo del Reino,

que no es de los poderosos sino de los desposeídos. Los protagonistas

del reinado de Dios son los pobres, los que sufren, los sometidos,

los perseguidos. Por esta razón Jesús los llama «dichosos»

o «bienaventurados» en el manifiesto del reinado de Dios (Mt 5,1-

11; Lc 6,20-23)28.

El reinado de Dios proclamado por Jesús, por una parte está presente.

Lo dice Jesús: «está a vuestro alcance» (Lc 17,21) Ó «en medio

de vosotros», no dentro o «en vuestro interior» a modo espiritual, sino

en la realidad humana, corporal y material. Para mostrar que está

presente, Jesús despliega una gran actividad liberadora, promueve una

solidaridad fraterna y se sienta en la mesa común. No cabe, pues, una

interpretación puramente espiritualista del reinado de Dios. Por otra

parte tiene dicho reinado dimensión futura. Aparecerá plenamente

cuando se termine el mundo pecador (Lc 17,26-30), cesen los sufrimientos

(Mt 11,5) Y sea superada la muerte (Lc 20,36). Esto significa

que el reinado de Dios es escatológico: es de aquí y de allá, se encuentra

a caballo entre dos etapas, la presente y la final; no es, pues, extraterreno

o extratemporal, ya que está presente aunque escondido en la

realidad histórica. Tampoco cabe una interpretación imperialista del

reinado de Dios.

Finalmente, al ser el reino de Dios el supremo valor, «nos conmina

-afirma A. Pérez- a un cambio de valoración y de valo-

28. Cf. J. Dupont, El mensaje de las bienaventuranzas, Estella '1985; F. Camacho,

La proclama del reino. Análisis semántico y comentario exegético de las Bienaventuranzas

de Mt 5,3-10, Madrid 1986; F. M. López-Melús, Las bienaventuranzas, ley fundamental

de la vida cristiana, Salamanca 1988; Secretariado Nacional de Catequesis, Evangelio y

catequesis de las bienaventuranzas, 2 vol., Madrid 1981.



44 Teología Práctica

res»29. El arrepentimiento predicado por Jesús como condición de

la llegada del reinado no es cambio de mente o de ideas sino realización

de un modo de vida evangélico. Es conversión o cambio

de nuestro propio yo (de sus omnipotencias y narcisismos), de nuestras

relaciones con nuestros prójimos (demasiado interesadas o dominadoras),

de nuestras estructuras sociales y políticas (reducidas

a poder y privilegios) y del mismo mundo de la naturaleza (alterada

por la explotación). En definitiva, «el reino de Dios -afirma J.

Mateos- es una denominación teológica de la sociedad alternativa

que Jesús propone a la humanidad»30.

Para comprender el sentido del reinado de Dios según Jesús, es

necesario interpretar correctamente las parábolas del Reino, ya que

constituyen el punto central de la predicación de Jesús de Nazaree 1 •

bY

Jesús y sus discípulos

Para llevar a cabo la tarea de anticipar la llegada del reinado de

Dios, Jesús «constituyó» a doce discípulos, a quienes «nombró apóstoles»

(Lc 6,13) para una doble tarea: formar fraternidad con El (comunidad

de mesa) y misionar en su nombre (predicación y expulsión

de demonios) (Mc 3,13-18; Lc 6,12-16). Los apóstoles (enviados o

misioneros) constituyen el primer grupo entresacado del Israel institucional

(<<ecclesia ex circuncisione») o del Israel mesiánico bajo el

símbolo del número Doce como nuevo Israel. De acuerdo a la aritmología

religiosa de herencia babilónica, el número zodiacal doce era

perfecto; en el judaísmo doce eran las tribus de Israel. Según Lucas,

apóstoles son únicamente los doce, a saber, los llamados por el Jesús

histórico mediante un gesto simbólico, enviados por su autoridad para

compartir el ministerio y ser en definitiva testigos de la resurrección.

Según Pablo, el concepto de apóstol es más amplio; apóstoles son los

testigos de la resurrección, llamados por Dios en Jesucristo para una

misión total que incluye a los gentiles. En sentido lato, afirma X.

Léon-Dufour, apóstoles son «los embajadores de Cristo resucitado, en

los que se funda la Iglesia y que tienen autoridad (no superioridad)

sobre las comunidades: la del servicio pastoral»32.

29. Cf. A. Pérez, El reino de Dios como nombre de un deseo. Ensayo de exégesis

ética: SalT 66 (1978/5) 404.

30. J. Mateos, Nuevo Testamento, Madrid 1987, 1338.

31. Cf. F. Müssner, El mensaje de las parábolas de Jesús, Estella 1963; H. Kahlefeld,

Parábolas y ejemplos del evangelio, Estella 1967; L. Cerfaux, El mensaje de las parábolas,

Madrid 1972; C. H. Dodd, Las parábolas del reino, Madrid 1974; Grupo de Entrevernes,

Signos y parábolas, Madrid 1979; 1. Jerernias, Las parábolas de Jesús, Estella 61981,

32. X. Léon-Dufour, Diccionario del Nuevo Testamento, Madrid 1977, 105.

Historia 45

El segundo grupo está constituido por setenta discípulos; en algunas

versiones son setenta y dos. Tanto 70 como 72 son números que indican

plenitud y perfección. Los discípulos son no israelitas o marginados,

designados asimismo por Jesús (Lc 10, 1), entre los que se encuentran

«algunas mujeres» (Lc 8,2-3). Están representados todos ellos por

Leví (Lc 5,27-32); proceden de la «ecclesia ex gentibus» o del judaísmo

periférico. En las comunidades helenistas recibirán posteriormente

nombre propio siete de ellos para indicar que se constituyen

como grup033.

La comunidad «pre-pascual» de discípulos que formó Jesús es

modelo fundamental del nuevo pueblo de Dios o lugar teológico del

que se origina la Iglesia. Ante la inminente llegada del Reino, Jesús

reune al pueblo para constituirlo como nuevo pueblo de Dios. En

primer lugar Se origina por una llamada de Jesús. Al escoger a sus

discípulos, Jesús les da una gran libertad de las reglas tradicionales,

les corrige en sus ambiciones respecto del mesianismo heredado y les

revela su relación con Dios como Padre y con el Reino universal de

la justicia con el privilegio de los pobres y marginados. A su vez, los

elegidos reconocen a Jesús como Señor (creyentes), se agrupan en

tomo al Maestro, lo siguen y comparten su destino (seguidores) y

cambian de vida o de escala de valores: amor fraterno, actitud sin

doblez, reparto de bienes, servicio, etc. (están convertidos).

En segundo lugar la condición de ingreso se basa en el seguimiento

(Mc 1,16-20; Mt 4,18-22; Lc 5,1-11). El ingreso en el grupo de los

discípulos de Jesús no es fácil, dadas las exigencias radicales que

entraña: dejar familia y profesión y renunciar a posesiones o patrimonio.

Lo que Jesús recomienda es la disponibilidad absoluta para

proclamar el Reino, que lleva consigo el sufrimiento y la cruz. La

carta magna o constitución de la nueva comunidad se define por las

bienaventuranzas. Discípulo no es sinónimo de alumno sino de seguidor,

a saber, el creyente que se convierte y se adhiere a la persona

de Jesús hasta la entrega de la vida por amor. El joven rico del

evangelio tipifica la figura contraria a la del discípulo (Mc 10, 17-

22).

En tercer lugar, los discípulos que siguen a Jesús forman grupo o

comunidad. De hecho son llamados de dos en dos. Se trata de constituir

de nuevo el pueblo de Dios, en cuyo interior está el Espíritu. Finalmente,

los discípulos de Jesús actúan como el Maestro en un mundo

lleno de injusticias, que pretenden liberar.

33. Cf. J. Mateos, Los «Doce» y otros seguidores de Jesús en el evangelio de Marcos,

Madrid 1982; J. Rius-Camps, Jesús, el pueblo de Dios y la Iglesia, según Lucas-Hechos:

MisAb (1986/5-6) 69-88.



46 Teología Práctica

Historia 47

c) Jesús y Dios

Las cristologías recientes coinciden en afirmar que la enseñanza y

la obra de Jesús de Nazaret se centran en dos realidades fundamentales

expresadas con los términos reinado de Dios, causa de todo su proyecto,

y Abbá o Padre (Mc 14,36), apelativo cariñoso aplicado a Dios.

Ambas categorías, además, son inseparables. «El Reino -afirma J.

1. González Faus- da razón del ser de Dios como Abbá y la paternidad

de Dios da fundamento y razón de ser al Reino»34. Así como el reinado

de Dios no se entiende sin Dios, el Dios cristiano es ininteligible sin

el Reino. Por consiguiente, por ser Jesús el sacramento del Padre en

el mundo, es él mismo aparición del reinado de Dios.

Jesús actúa con conciencia de ser de Dios, a quien llama Padre,

y tiene experiencia de Dios porque experimenta el Reino. Al designar

a Dios como Abbá (palabra aramea que casi no se atrevieron a traducir

los cristianos de habla griega por el respeto que infundía), queda

designado Jesús como «Hijo de Dios», como se observa en el episodio

de las tentaciones, en la muerte de Jesús y en la carta a los Hebreos.

Jesús tuvo una conciencia profunda de filiación, a saber, su conciencia

termina en Dios como Padre. Todo lo que es y tiene Jesús procede de

Dios y a Dios se dirige. Por esta razón pretende que todos los hombres

tengan una conciencia de relación semejante. «El mensaje central del

Nuevo Testamento es, a la vez -afirma J. Vives-, la revelación del

corazón paternal de Dios y la revelación de la exigencia de que vivamos

como hermanos: sólo cuando se asumen a la vez estos dos aspectos,

la revelación se hace humanizadora y liberadora; de otro modo, podría

ser más bien alienante»35.

4. La praxis de Jesús a través de sus acciones

Según el evangelio de Marcos, las gentes afirman de Jesús categóricamente:

«Qué bien lo hace todo!» (Mc 7,37). Los Hechos relatan

que Jesús de Nazaret «pasó haciendo el bien» (Hch 10,38): curó enfermos,

expulsó demonios, impartió el perdón y se sentó a la mesa

de pobres, pecadores y discípulos 36 • Me detendré principalmente en

tres acciones de Jesús: los milagros, el perdón y la comunidad de

mesa, que al mismo tiempo son signos del reinado de Dios y de la

salvación.

34. J. 1. González Faus, Acceso a Jesús, o. C., 46.

35. J. Vives, «Si oyerais su voz ... ». Exploración cristiana del misterio de Dios,

Santander 1988, 154.

36. Cf. R. Dri, La utopía de Jesús, México 1984; J. M. Castillo - J. A. Estrada, El

proyecto de Jesús, Salamanca 21987.

a) Los milagros

Jesús realizó diversas acciones en favor de enfermos o endemoniados,

que a la luz de sus contemporáneos maravillaron y sorprendieron,

atribuidas por sus enemigos al diablo y por sus discípulos a

Dios. Son los milagros de Jesús, a saber, acciones benéficas, gestos

de liberación, donaciones gratuitas y muestras de legitimación 37 . Recordemos

que el término griego thauma (correspondiente a milagro)

no aparece en los evangelios. Para designar aquellos hechos admirables

de Jesús se emplean las palabras «signos», «acciones poderosas» o

simplemente «obras».

Los 34 milagros narrados por los evangelistas suscitan hoy diversas

reacciones. La primera es de aceptación. Tanto en el mundo antiguo

como en el ámbito actual de la gente sencilla se cree con facilidad en

la intervención milagrosa de Dios, ya que se concibe la naturaleza

como sistema abierto en el que cabe lo extraordinario. Se admite la

intervención extraordinaria de Dios en la historia humana. Recordemos

que durante siglos la apologética ha utilizado los milagros del evangelio

como pruebas de la divinidad de Jesús o como acceso directo de la fe

en Dios, único que puede hacerlos.

La segunda reacción es de rechazo. No se admite el milagro como

hecho extraordinario que rompe o altera las leyes conocidas de la

naturaleza. Es un producto de sugestión colectiva. Incluso algunos

creyentes piensan, dice Schillebeeckx, «que Jesús no hizo ninguno de

los milagros que le atribuyen los evangelios, sino que su persona es

el milagro, milagro de un amor y de un perdón inmerecidos; eso es

lo que habrían querido mostrar tales leyendas de los milagros»38.

Recordemos que san Pablo no alude nunca a los milagros de Jesús.

La tercera postura se caracteriza por una nueva valoración. Por

falta de conocimiento adecuado, un género literario evangélico, como

el de los milagros, se saca de su contexto o del horizonte interpretativo

propio de los evangelistas y se lo desnaturaliza. En todo milagro hay

un «hecho bruto» (la ruptura de las leyes naturales) y un «signo»,

cuyo sentido percibe la fe en orden a la edificación del reino. Las

acciones maravillosas de Jesús significan que el Mesías ha llegado,

que está cerca el reinado de Dios. «Los gestos prodigiosos de Jesús

-escribe R. Fabris- se colocan en un ambiente cargado de esperanzas

37. Cf. Equipo «Cahiers Evangile», Los milagros del evangelio, Estella 1977 (Cuadernos

Bíblicos, 8); X. Léon-Dufour (ed.), Los milagros de Jesús, Madrid 21986; J. 1.

González Faus, Clamor del reino. Estudio sobre los milagros de Jesús, Salamanca 1982;

J. Peláez del Rosal, Los milagros de Jesús en los evangelios sinópticos, Valencia 1984;

B. A. Dumas, Los milagros de Jesús, Bilbao 1984.

38. E. Schillebeeckx, Jesús. La historia de un Viviente, Madrid 1981, 164.



48 Teología Práctica

religiosas, mantenidas por la gran tradición bíblica que alimentó los

anhelos de una intervención liberadora de Dios en la historia de su

pueblo»39. Como anticipaciones del reino, los milagros son curaciones

o vivificaciones que profetizan la vida definitiva en un mundo amenazado

por las sombras de la muerte. Todo signo se orienta hacia el

don de la vida o hacia la vida plena, que equivale al reino de Dios.

En resumen, el milagro es signo mediador de fe y obra extraordinaria

que señala la vinculación de Jesús con el Padre en la obra de la nueva

creación.

b) El perdón

El reinado de Dios llega a los pobres con la justicia y a los pecadores

con la misericordia. La actividad perdonadora de Jesús se comprende,

como su actividad milagrosa, a partir del reino de Dios. En tiempos

de Jesús, el judaísmo consideraba pecadores dos tipos de personas,

según refiere J. Jeremias: los que «menospreciaban notoriamente el

mandamiento de Dios» y los que «ejercían profesiones despreciadas»

(jugadores de juegos de azar, usureros, recaudadores de impuestos,

publicanos y pastores) o tenían oficios que «conducían a la inmoralidad»

(prostitutas)40. El evangelio de Mateo resume el mundo judío

de los pecadores con dos palabras: «recaudadores y prostitutas» (Mt

21,31). El calificativo judío de pecador se fundaba más en una visión

sociológica que en un juicio espiritual. El pecador era un marginado

de la sociedad por su propia culpa.

Jesús predica la buena nueva a un mundo en pecado, no por la

negación de Dios (los fariseos y saduceos Creían en Dios), sino por

el rechazo del reino de Dios. El reino de Dios llega cuando el pecador

descubre la misericordia y el perdón de Dios. Dicho de otro modo, el

pecado es perdonado con la aceptación de la venida del Reino.

c) La comunidad de mesa

Entre los judíos la comida compartida era sinónimo de comunidad

entre los hermanos y con Dios, pero también indicaba separación o

exclusión de pecadores debido a las reglas de la no contaminación.

Para Jesús, la comida es lugar esencial de unión. Por eso compara el

reinado de Dios a una mesa compartida o a un banquete de bodas. La

39. R. Fabris, Jesús de Nazaret, o. c., 144.

40. J. Jeremias, Teología del NT, o. c., 134.

Historia 49

praxis de Jesús se muestra asimismo en el hecho frecuente de compartir

la mesa con los discípulos (fraternidad), con los pobres (justicia) y

con los pecadores (misericordia). Precisamente el último gesto de Jesús

fue un banquete de despedida, en el que «partió el pan y lo distribuyó»,

actuando como anfitrión. En contraste con Juan «que ni comía ni

bebía», Jesús «como y bebe», hasta tal punto que es tachado de «comilón

y borracho, amigo de recaudadores y descreídos» (Mt 11,18).

En varios pasajes del evangelio se dice que Jesús se sentó a la mesa

de pecadores, acto prohibido en el judaísmo. De este modo los excluidos

por la legislación farisaica de la pureza legal eran introducidos

en la mesa de Dios y de los hombres. El trato de Jesús con Leví o

con la pecador¡¡. hace que se realice la conversión. En estos dos casos

Jesús es invitado al banquete.

Hay otras comidas en las que Jesús es anfitrión, como ocurre con

el relato de la multiplicación de los panes, narrada por los cuatro

evangelistas (Mt 14,14-21; Lc 9, 11b-17; Mc 8,1-9 y par.; Jn 6,1-

15); Marcos y Mateo cuentan este episodio dos veces con distintos

matices, por exigencias culturales de los lectores. Jesús bendice el

pan, lo parte, lo da y manda distribuirlo. «El punto central del relato

-afirma E. Schillebeeckx- no es tanto el milagro, cuanto la admirable

abundancia que se da cuando Jesús invita a la mesa»41, especialmente

con los pobres que no tenían nada que comer.

Finalmente los evangelios de Lucas (24,28-31) y Juan (21,12-13)

relatan comidas del Señor resucitado con sus discípulos, en el camino

de Emaús o a la orilla del mar. Jesús renueva la comunidad de mesa

prepascual, rasgo característico de su praxis evangélica de cara a la

implantación del reinado de Dios. La última cena de Jesús tiene un

relieve especial por la cercanía de su muerte. En definitiva, la koinonia

cristiana es comunión en el «cuerpo de Cristo» (1 Cor 10,16-17) Y

servicio de ayuda mutua o comunión de hermanos.

5. Niveles de la praxis de Jesús

«Sin dejar un modelo perfectamente delineado de organización

comunitaria -afirma H. Echegaray-, Jesús lega a sus discípulos los

principios básicos de una práctica alternativa, crítica con respecto al

sistema, que es la práctica del Reino y base de una vida común en

ecclesia»42. Esta hipótesis se descubre, sobre todo, en el evangelio de

Marcos por ser el primer relato cristiano de la práctica mesiánica de

41. E. Schillebeeckx, Jesús, o. c., 196.

42. Cf. H. Echegaray, La práctica de Jesús, Salamanca 1982, 182.



50 Teología Práctica

Jesús, estructurado como «teología narrativa»43. H. Echegaray y C.

Bravo descubren en la práctica de Jesús tres niveles: económico, político

y social, que se corresponden, según F. Belo, con tres gestos:

de las manos, de los pies y de los ojos. A su vez M. Clévenot, en

continuidad con F. Belo, llama caridad a la práctica económica de

las manos, esperanza a la práctica política de los pies y fe a la práctica

ideológica de los ojos y de los oídos 44 • Evidentemente, la aceptación

de este modo de ver la práctica de Jesús no equivale a un acuerdo

total con la «lectura materialista» de los evangelios en clave marxista,

como lo han hecho F. Bello, M. Clévenot y R. Dri entre otros. Sencillamente

puede aceptarse esta división porque responde a una posible

y legítima exégesis evangélica a partir de la práctica como categoría

de la acción pastoral.

a) Caridad o práctica de las manos (nivel económico)

El primer nivel tiene relación con las manos, mediante las cuales

Jesús curó a enfermos y repartió el pan a hambrientos, es decir, ayudó

al pueblo en sus necesidades materiales básicas. Impresionada la gente

por los hechos de Jesús, se preguntaba: «Qué portentos son esos que

le salen de las manos?» (Mc 6,2). Para H. Echegaray, este primer

nivel de práctica mesiánica «es ciertamente el nivel de la vida concreta,

el nivel económico, nivel de producción y de circulación de bienes» 45.

Frente a la acumulación individual o familiar, Jesús propone la donación,

el reparto comunitario y la comunión con el pobre. Se observa

esta práctica en el reparto del pan y en la transformación de los cuerpos.

Jesús educa a sus discípulos en actitud de donación con un amor

universal (Lc 6, 27-38). Por ejemplo, el rico cumple con la justicia

del reino cuando reparte sus bienes con los pobres. Así se realiza una

práctica solidaria que supone una ruptura con el sistema imperante.

«Esta práctica de amor económico -afirma F. Belo- tiene un nombre

en la tradición mesiánica: la caridad» 46. «El signo que condensa su

propia entrega -escribe C. Bravo- será un pan compartido: eso es

él mismo: pan que se comparte para la vida» 47. La Iglesia es comunidad

de hermanos que lo comparten todo en Cristo.

43. Cf. C, Bravo, Jesús, hombre en conflicto. El relato de Marcos en América

Latina, Santander 1986; F. Belo, Lectura materialista del evangelio de Marcos, Estella

1975; id., Una lectura política del evangelio, Madrid 1975.

44, M. Clevenot, Lectura materialista de la Biblia, Salamanca 1978, 196-199.

45, H, Echegaray, La práctica de Jesús, o, c" 183.

46. F, Be1o, Lectura materialista .. " o. c., 375,

47. C. Bravo, Jesús, hombre en conflicto, o. e" 259-260.

Historia 51

b) Esperanza o práctica de los pies (nivel político)

El segundo nivel hace referencia a los pies, es decir, al camino de

esperanza que recorren los seguidores de Jesús, que son sus discípulos.

Los evangelios narran la actividad de Jesús a lo largo de un itinerario,

en forma de subida, desde Galilea a Jerusalén. Este segundo nivel «se

expresa -dice H. Echegaray- a través de una manera de realizar la

autoridad como diaconía de masas, como servicio implicando una

igualdad fundamental entre todos los hombres y como poder verdadero,

es decir, basado en la justicia y equidad» 48. Lo contrario de esta práctica

es el poder y el dominio. Jesús propone a sus discípulos que no actúen

«como jefes de las naciones» que dominan e imponen sino que sean

servidores y den vida (Mc, 10,42-46) ya que todos son entre sí «hermanos»

(Mt 23,8-9). De acuerdo con C. Bravo, Jesús «critica severamente

la situación de los poderosos; su concepción del reinado inminente

de Dios implica provocativamente el final de los poderes

políticos ajenos a Israel, pero también excluye un reinado nacionalista

de éste sobre las demás naciones: Jesús proclama el reinado directo

de Dios en favor de los excluidos»49. Intenta, pues, esta práctica

transformar las relaciones de poder. La Iglesia es comunidad de servidores.

c) Fe o práctica de los ojos y oídos (nivel ético-social)

El tercer nivel se refiere a los ojos o a la mirada. Según H. Echegaray,

«corresponde al comportamiento ético-social»5o. Intenta transformar

las interpretaciones o visiones ideologizadas del Dios del reino

y del reino de Dios. Ver con ojos de fe equivale a conversión o cambio

de valores. Jesús propone a sus discípulos la dignidad de la persona

humana, la justicia en la distribución de los recursos, la solidaridad

con los pobres y oprimidos, el respeto a la libertad del otro, la disposición

a servir, la capacidad para soportar los conflictos y un amor

universal que supere todas las diferencias existentes entre los hombres.

Frente al temor, Jesús suscita libertad; frente al miedo, confianza, y

frente al egoísmo, generosidad. La Iglesia es comunidad de creyentes

en Jesús y en su evangelio.

48. H. Echegaray, La práctica de Jesús, o. c., 184.

49. C. Bravo, Jesús, hombre en conflicto, o. e" 261.

50. H. Echegaray, La práctica de Jesús, o. c., 185.



52 Teología Práctica

BIBLIOGRAFIA

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LA ACCION PASTORAL DE LA IGLESIA PRIMITIVA

Para conocer la acción pastoral de la Iglesia primitiva es necesario

examinar el NT y de un modo particular los Hechos y las Cartas

apostólicas, especialmente las paulinas, teniendo en cuenta el judaísmo

palestinense del primer siglo, así como los ambientes religiosos y

sociales helenísticos y romanos correspondientes a ese tiempo. En

Hechos prevalece el relato pastoral de la expansión de la Iglesia, no

exento de interpretaciones teológicas 1; en las Cartas cobra primacía

el contenido doctrinal paulino del cristianismo, sin olvidar su relación

con determinadas situaciones pastorales 2 • Sin embargo, al

ser escritas las cartas paulinas entre los años 50 y 60, Y corresponder

los Hechos a los últimos años del s. 1, no conocemos bien el periodo

importante de los años 30 al 50, clave en la formación del cristianismo

primitivo. Evidentemente, no pretendo examinar aquí el origen

del cristianismo en toda su amplitud sino deducir algunos criterios

pastorales relativos a la misión (servicio de la palabra), culto

(servicio sacramental), comunidad (servicio de la comunión) y cris

2

1. Cf. J. Dupont, Étude sur les Actes des Apotres, Paris 1967; Equipo «Cahiers

Evangile», Los Hechos de los Apóstoles, Estella 1979; M. Gourgues, Misión y comunidad

(Hech 1-12), Estella 1988 (Cuadernos Bíblicos, 60); J. Kürzinger, Los Hechos de los

Apóstoles, 2 vols., Barcelona 1985; J. Rius Camps, De Jerusalén a Antioquía. Génesis

de la Iglesia cristiana. Comentario linguístico y exegético a Hech 1-12, Córdoba 1989;

id., El camino de Pablo a la misión de los paganos (Hech 13-28), Madrid 1984; J. Roloff,

Hechos de los Apóstoles, Madrid 1984; A. Wikenbauser, Los Hechos de los Apóstoles,

Barcelona 31981; R. Aguirre, Lo Iglesia de los Hechos, Madrid 1989.

2. Cf. G. Bornkamm, Pablo de Tarso, Salamanca 31987; G. Eichholz, El evangefio

de Pablo, Salamanca 1977; J. A. Fitzmyer, Teología de san Pablo, Madrid 1975; J.

M. González Ruiz, El evangelio de Pablo, Madrid 1977; G. Kuss, San Pablo, Barcelona

1975; S. Lyonnet, San Pablo. libertad y ley nueva, Salamanca 1964; id., Apóstol de

Jesucristo, Salamanca 1966; G. Barbaglio, Pablo de Tarso y los orígenes cristianos,

Salamanca 1989.



54 Teología Práctica

tianos en la sociedad (servicio de compromiso). Antes de describir

la acción pastoral de los primeros cristianos, veamos en síntesis el

mundo en donde apareció la Iglesia.

l. Momento histórico y espacio humano de la Iglesia primitiva

a) Momento histórico

De acuerdo con muchos exegetas, «la mayor parte del NT -resume

R. E. Brown- fue escrita después de la muerte del último apóstol

conocido»3. Esto quiere decir que los escritos neotestamentarios corresponden

a un periodo más amplio que el de la estricta Iglesia apostólica.

Por eso hablamos aquí de Iglesia primitiva, periodo de tiempo

difícil de precisar. Según J. Hoffmann, «este periodo, que se inaugura

con la constitución de la primera comunidad cristiana en Jerusalén y

que llega hasta el momento en que se redactan los últimos escritos

canónicos, es en realidad un periodo abierto que llega sin solución de

continuidad hasta el tiempo de los primeros Padres Apostólicos del

siglo II»4. En síntesis, suele dividirse este tiempo en tres etapas: Jesús

de Nazaret (6 a.e. - 30 d.C.), las comunidades (años 30-70) y la

redacción de los escritos (años 70-100 d.C.). Recordemos que el concilio

de Jerusalén tuvo lugar hacia el año 50, que san Pablo escribió

sus cartas entre los años 51 y 63, y que a partir del año 70, fecha de

la destrucción de Jerusalén, se comienzan a redactar por entero los

evangelios y las cartas apostólicas no paulinas. En el 135 los romanos

diezman la población judía a causa de una nueva sublevación. Por

entonces, los cristianos ya se habían extendido en toda la cuenca

mediterráneas. Por ser esta etapa un tiempo de referencia, forma parte

del testimonio pastoral normativo del NT.

b) Espacio humano

Así como la acción de Jesús se circunscribió a Palestina, el cristianismo

naciente se extendió por todo el Mediterráneo, sobre todo el oriental,

en las orillas e interiores de los países que lo bordeaban. Dos son

los medios culturales en los que se desarrolló el cristianismo primitivo:

3. R. E. Brown, Las Iglesias que los apóstoles nos dejaron, Bilbao 1986, 14.

4. J. Hoffmann, La Iglesia y su origen, en Iniciación a la práctica de la teología,

Madrid 1985, IlI/2, 111.

5. Cf. E. Charpentier, Para leer el Nuevo Testamento, Estella 1981, 9-11.

Historia 55

el judío y el helenístico-roman0 6 • Aunque los P?meros discípulos er~n

judíos de habla aramea y cultura semita, pronto mgresaron en la IgleSIa

fieles de cultura helenística y lengua griega que vivían en el marco de

un poderoso y organizado imperio romano, tanto judíos de la diáspora

como paganos. Se fundaron Iglesias en los núcleos urbanos corr~spondientes

a los centros económicos, a saber, Antioquía, Efeso, Connto y

Roma, y se extendieron las comunidades en Siria y Egipto.

1. Mundo helenístico-romano

En el momento que aparece la Iglesia primitiva, el vasto imperio

romano ocupaba prácticamente todo el Mediterráneo y se extendía por

muchas regiones del interior de Europa, Africa y Asia. Los ciudadanos

romanos pertenecían mayoritariamente a la plebe, entre los que se

encontraban los esclavos, reducidos a cosas pertenecientes a su dueño.

El imperio estaba en manos de senadores, que el emperador divinizado

nombraba y destituía según su capricho o voluntad. El culto a los

emperadores fue en el judaísmo y en la Iglesia naciente causa permanente

de conflictos.

Pululaban diversidad de corrientes filosóficas. Cuando nació la

Iglesia, todavía conservaban una cierta lozanía las religiones antiguas

de la fecundidad y de la protección. Al menos existían innumerables

fiestas, lugares sagrados y santuarios en los que se ofrecía~ sacrificios

a los dioses. Junto al culto tradicional florecían las práctIcas supersticiosas,

quizá para afrontar el fatalismo de la vida. También se desenvolvían

las denominadas religiones mistéricas, con ritos de iniciación,

que exigían a sus devotos un riguroso secreto.

2. Mundo judío palestinense

La tierra de Israel fue conocida en el s. 1 como Judea; después

del año 135 se llamó Siria palestina y finalmente Palestina. La Palestina

6. CL J. Comby-J. P. Lemonon, Vida y religiones en el imperio romano en tiempos

de las primeras comunidades cristianas, Estel1a 1986; A. George - P. Grelot (e~s:),

Introducción crÍlica al NT, 2 vols., Barcelona 1983; H. Guevara, AmbIente pO[¡tICO

del pueblo judío en tiempos de Jesús, Madrid 1985; J. Jeremias, Jerusalén en tiemp~s

de Jesús Madrid 31985; J. Leipoldt-W. Grundmann, El mundo del NT, 3 vol., Madnd

1973-75;' A. Paul, El mundo judío en tiempos de Jesús, Madrid 1982; Ch. Saulnier-B.

Rol1and, Palestina en tiempos de Jesús, Estel1a 1~79 (Cuadernos Bíblicos, 27); E.

Schürer, Historia del pueblo judío en tiempos de Jesus, 3 vols., Madnd 1985.



56 Teología Práctica

del tiempo de Jesús -formada por Judea, Samaria, Galilea y Pereaestaba

sometida militarmente al imperio romano desde el año 63 a.

C. y era regentada por la familia herodiana, odiada por el pueblo.

Aunque el gobernador de Judea dependía del legado de Siria, en la

práctica su autoridad era total. Residía en Cesárea, salvo en las grades

fiestas, que acudía a Jerusalén con una escolta. La justicia quedaba

reservada en manos del sanedrín, salvo el derecho a la pena de muerte

(ius gladii), propio del gobernador. Los impuestos romanos eran recaudados

mediante unos arrendatarios llamados publicanos. La ley,

el templo y el cuita judío, junto al sanedrín y la circuncisión, fueron

respetados por las autoridades romanas. Con frecuencia se suscitaban

polémicas a causa de la imagen imperial de las monedas y del pago

de los impuestos y tributos. En el fondo, los romanos sentían por los

judíos desprecio y temor, desconfianza y odio. Eran manifiestas las

tensiones entre el poder romano y el nacionalismo judío, entre el

mundo rural y el urbano, entre los pobres y la aristocracia rica y entre

el judaísmo riguroso y el helenismo pagan0 7 •

Palestina era un país pequeño, agrícola, superpoblado y con problemas

de mestizaje. Ocupaba, no obstante, un lugar estratégico entre

tres continentes; era una encrucijada de naciones entre Egipto y Mesopotamia

y cruce de civilizaciones procedentes del desierto y del

Mediterráneo, de las montañas y de las llanuras a orillas del lago de

Tiberíades. En la sociedad teocrática judía, profundamente jerarquizada,

las clases sociales se diferenciaban claramente, aunque ahí no

se daba la misma esclavitud que entre los romanos. El dinero estaba

en manos de la aristocracia herodiana, de las grandes familias sacerdotales

y dellaicado saduceo. La mayor parte del pueblo era pobre;

se ganaba la vida con dificultad, con oficios de ordinario despreciados.

Agobiados por los impuestos, vendían lo que tenían para cumplir con

las exigencias de los tributos. Clamaban contra el injusto reparto de

las tierras. Entre los trabajadores del pueblo fue terrible el desempleo

cuando se acabaron la construcción del templo y la pavimentación de

las calles de Jerusalén. Hubo dos hambres espantosas, una bajo Herodes

el Grande y otra bajo el emperador Claudio (ca. 46/48 p. C.).

La condición de la mujer era netamente inferior a la del varón.

Estaba excluida de la vida pública, no participaba activamente en el

culto y no podía ser testigo en ningún juicio. Se la asimilaba a los

niños o a los esclavos. Se ocupaba de los trabajos domésticos.

Tanto en Palestina como en la diáspora, el mundo judío se

componía de diferentes grupos. Flavio Josefa distinguió tres partidos

religiosos que dominaban las ideologías de las clases dirigen-

7. Cf. R. Aguirre, Del movimiento de Jesús a la Iglesia cristiana, Bilbao 1987,27.

Historia 57

tes: fariseos, saduceos y esenios. Los fariseos eran legalistas y

suficientes, frecuentaban el templo y cumplían meticulosamente con

la ley, tenían influjo en el pueblo, se oponían al sacerdocio saduceo,

creían en la resurrección y esperaban al Mesías; constituían el ala

liberal de la clase media. Los saduceos eran conservadores en lo

religioso y en lo cultural, pero debido a su nivel de vida se acomodaban

al invasor romano y a las costumbres helenísticas; todo

lo centraban en el templo, lugar de culto y de negocio; representaban

los intereses de la nobleza seglar, de los terratenientes y de la

aristocracia sacerdotal. Los esenios, ignorados en los evangelios,

pertenecían a los movimientos proféticos, se oponían al templo y

a su sacerdocio y se caracterizaban por predicar la conversión, exigir

condiciones de ingreso en su seno, utilizar con abundancia baños

y vivir en comunidad esperando la llegada del Mesías.

Existían además en los movimientos mesiánicos grupos nacionalistas,

como los zelotas, enormemente sectarios y fanáticos, que se

oponían a la dominación romana y a los judíos colaboracionistas con

el invasor; desencadenaron la guerra contra los romanos en los años

66-70. También destacan los movimientos del «despertar religioso»,

como los bautistas, con esperanzas religiosas de salvación. «Antes de

la destrucción del templo -afirma Ch. Perrot-, el pueblo de Israel

estaba dividido en movimientos muy dispares, si bien los escribas,

llamados también rabinos o sabios y vinculados generalmente a los

grupos fariseos de pureza ritual, tenían gran influjo en la sinagoga»8.

Los sacerdotes, escribas y ancianos ejercían funciones relevantes.

Como descendientes de Aarón, los sacerdotes se ocupaban del culto

en el templo con la ayuda de unos subalternos llamados levitas. Los

escribas eran juristas y peritos de la ley. Los ancianos eran «notables»

o personas destacadas, nobles de familias ricas; su influencia en el

sanedrín era ya reducida en tiempos del NT.

A partir del año 70 y hasta el 135 se observa una gran homogeneidad

en el judaísmo, que comienza a ser fundamentalmente rabínico

(al desaparecer los sacerdotes y el templo) y posteriormente talmúdico

(talmud es el conjunto de la ley oral judía puesta por escrito). Esto

quiere decir que la sinagoga -etimológicamente equivale a asamblea-

ejerció un poderoso influjo posterior a la destrucción del templo.

Cada comunidad judía tenía su sinagoga, edificio rectangular

edificado hacia Jerusalén. En un nicho se guardaban las escrituras,

puestas en un cofre. El jefe de la sinagoga o presidente de la misma

era elegido por los «ancianos». Se ocupaba del culto sinagogal, que

8. Ch. Perrot, Jesús y la historia, Madrid 1982, 79.



58 Teología Práctica

transcurría como una liturgia de la palabra. La sinagoga desempeñó

un gran papel en la vida religiosa y nacional de Israel. El año litúrgico

judío se desarrollaba de sábado en sábado y a través de algunas grandes

fiestas: pascua, pentecostés y tabernáculos. Además se hacía hincapié

en tres prácticas personales: la oración, la limosna y el ayuno. Evidentemente,

el rito por antonomasia de pertenencia era la circuncisión.

3. La diáspora judía

No es fácil conocer el origen de la diáspora, en el que seguramente

influyeron varias circunstancias como las deportaciones y exilios, el

desarraigo socio-religioso, la superpoblación en Palestina y el comercio.

En Oriente la lengua de los judíos fue el arameo y en Occidente

prevaleció el griego. En todas partes, aunque a veces con dificultad,

los judíos conservaron un estatuto de autonomía religiosa; en el imperio

romano la religión judía era «religio licita». De hecho se agrupaban

en tomo a los lugares de oración y de estudio de la ley; si no tenían

edificio se reunían al aire libre.

El judaísmo era marcadamente proselitista. Se daban con frecuencia

conversiones a causa del testimonio espiritual de una religión sin

sacrificios ni imágenes, con una elevada moralidad y un concepto

profundo del Dios único, con reuniones de fieles fraternales y comunitarias.

Sin embargo, se desataba a veces un odio increíble contra

los judíos, quizá debido a su nacionalismo, su solidaridad cerrada y

su posición económica. Eran criticados por la circuncisión, la guarda

del sábado y las reglas de pureza legal en las comidas. Estos datos

son importantes a la hora de valorar la presencia cristiana en el imperio

romano como una secta judía más, y los conflictos que se dieron entre

judíos y cristianos o entre dos tendencias en las primeras comunidades

cristianas: la judaizante y la helenística.

2. La misión evangélica (servicio de la palabra)

a) El kerigma cristiano

Después de la muerte de Jesús inician sus discípulos una experiencia

pascual, que los convierte en creyentes del resucitado y en

predicadores misioneros 9 • Podemos imaginar que en el tiempo transcurrido

entre la crucifixión del viernes y la mañana del domingo si-

9. Cf. X. Léon-Dufour. Resurrección de Jesús y mensaje pascual, Salamanca 41985.

Historia 59

guiente, los discípulos de Jesús de Nazaret comienzan un proceso de

conversión, mediante el cual se transforman en testigos de Cristo

muerto y resucitado, al reflexionar las palabras y acciones de Jesús a

la luz de las Escrituras, en el contexto de los hechos de la pasión. De

este modo llegan a la confesión de fe, cuyo enunciado más primitivo

es éste: «El Mesías murió por nuestros pecados, como lo anunciaban

las Escrituras, fue sepultado y resucitó al tercer día, se apareció a

Pedro y más tarde a los Doce» (1 Cor 15,3-5). Este mensaje, recibido

y transmitido por Pablo, es denominado kerigma o evangelio, es decir,

buena noticia. Su formulación es anterior a los relatos de pascua y su

contenido es un hecho de salvación. Al estar unido a la historia de

Jesús de Nazaret, Marcos llama asimismo a su relato evangelio. Esto

significa que el mensaje cristiano predicado no procede sólo de la fe

pascual sino de la historia total de Jesús de Nazaret. Pero su núcleo

central es la resurrección de Jesús. «Este acontecimiento -escribe E.

Lohse- no puede entenderse como un acontecimiento histórico ni

describirse de una manera objetiva, sino que, por pertenecer al mundo

de la fe, sólo se puede proclamar en la predicación» 10 •

b) La predicación del mensaje

El kerigma o contenido de la predicación misionera de la Iglesia

primitiva se expresa como confesión de fe: Jesús de Nazaret, el crucificado,

ha sido resucitado por Dios. Dicho de otra manera, la resurrección

de los muertos ha tenido lugar en Jesús de Nazaret el

crucificado, que no es un muerto que vuelve a la vida terrena sino

que su muerte abre paso a la nueva creación del reino de Dios. «La

experiencia pascual -afirma A.L. Descamps- se expresa en la promulgación

de lo que puede llamarse una nueva versión del evangelio»ll.

Jesús anuncia la llegada del Reino y los apóstoles predican la

muerte y resurrección de Jesús, en donde se revela la salvación de

Dios.

Convencidos de la buena noticia, los apóstoles y discípulos se

entregan a un ministerio de predicación acompañado de ciertos signos.

Los Hechos (1,8) relatan la expansión misionera en tres etapas: «Jerusalén»

(cap. 3-7), «Judea y Samaría» (cap. 8-12) y «los confines de

la tierra» (cap. 13-28)12. Pedro es la figura dominante, tanto de la

10. E. Lohse, Teología del NT, Madrid 1978, 84.

11. A.-L. Descamps, L'origine de l'institution ecclésiale selon le Nouveau Testament,

en L'eglise: institution etfoi, Bruxelles 1979, 122.

12. Cf. M. Gourgues, Misión y comunidad (Hech 1-12), Estella 1988.



60 Teología Práctica

primera etapa, caracterizada por los denominados discursos misioneros

(Hech 2,14-36; 3,12-26; 4,8-12; 5,29-32; 10,34-43), como del segundo

periodo, en el que se describe la conversión del primer pagano

al cristianismo (Hech 10,1-11-8). Pablo es el personaje central de la

tercera etapa.

El término misión deriva del verbo apostellein (enviar) o del sustantivo

apostollos (apóstol, enviado). Los apóstoles son enviados por

Jesús resucitado como «testigos» para que el evangelio llegue hasta

el fin del mundo. Esta actividad es denominada asimismo con los

verbos «anunciar» y «proclamar». Recordemos que el primer acto de

Jesús consistió en «proclamar» (Mc), «enseñar» (Mt) o «testimoniar»

(Lc, Hech). Hoy nos sorprende la expansión misionera a través de la

predicación. Recordemos, no obstante, la importancia que en el mundo

religioso antiguo tenía la palabra, transmitida por heraldos, predicadores,

profetas y carismáticos. En el caso concreto de la expansión

cristiana se observa que el medio elegido al principio por Pablo para

predicar fue la sinagoga judía, lugar eminente de la palabra, al que

se añadió más tarde el ágora griega, sitio público de reunión. Por otra

parte, era aquél un mundo religioso con esperanzas de salvación.

Historia 61

finitiva, el sacramento primero del cristianismo es la comunidad, especialmente

cuando está «reunida».

Algunos comentaristas de los Hechos señalan la importancia que

tienen el culto y la oración en la primera comunidad cristiana y en la

maduración de la fe 15 . También se advierte en el evangelio de Lucas

el valor de la oración de Jesús y de la celebración eucarística a propósito

del relato pascual (Lc 22,7-38), en el que se insertan palabras de Jesús

en conexión con la experiencia litúrgica de la Iglesia primitiva 16 . Según

F. Montagnini, la Iglesia lucana, «tanto en su existir concreto (Hechos)

como en la fase que podemos llamar proyectiva (Evangelio), encuentra

su momento de inspiración en la experiencia litúrgica, particularmente

en la eucaristía»17. San Pablo corrobora esta impresión lucana al señalar

en la primera carta a los corintios la importancia del bautismo y de la

eucaristía, con una advertencia: guárdese unión entre liturgia y vida

o entre eucaristía y solidaridad con los pobres. Precisamente la primera

eclesiología esbozada en los sumarios de los Hechos, como luego

veremos, procede de la reflexión sobre la asamblea eucarística o reunión

de los bautizados el primer día de la semana para celebrar la cena

del Señor 18 .

3. La celebración litúrgica (servicio sacramental)

a) El culto como reunión

Como ha hecho notar E. Schweizer, siguiendo a G. Delling, lo

más peculiar del culto cristiano neotestamentario es «definirse primaria

y fundamentalmente como un estar juntos en apretada asamblea» 13.

De ahí que para designar lo que hoy denominamos liturgia o celebración,

el NT utilice el término reunión y evite las palabras culto,

sacrificio y sacerdocio, ya que el gesto cristiano principal se da en

forma de reunión con una comida fraternaP 4 • La terminología del culto

es descartada en el NT por su origen pagano o judío. En todo caso,

culto «en espíritu y en verdad» (Jn 4,20-24) es la entrega personal de

Cristo hasta la muerte o la vida cristiana entera. La liturgia (de laos,

pueblo y ergon, trabajo) es la obra o el servicio de Dios que se hace

presente en su pueblo reunido como asamblea de creyentes. En de-

13. E. Schweizer - A. Díez Macho, La Iglesia primitiva, medio ambiente, organización

y culto, Salamanca 1974, 56.

14. Cinco veces utiliza san Pablo el verbo «reunirse» para describir brevemente la

cena del Señor en las asambleas de Corinto (1 Cor 11, 17-34).

b) La cena del Señor

La eucaristía fue denominada en sus orígenes «comida del Señor»

(Pablo) o «fracción del pan» (Lucas). Comenzó como reunión

en el nombre del Señor a través del símbolo de la comida, con una

doble dimensión: fraternidad de mesa que comparte bienes y rito

eucarístico que hace real la comunión en Cris.to 19 . La comida comunitaria

de la Iglesia primitiva «tenía por finalidad -escribe X.

Léon-Dufour- hacer vivir juntos a los creyentes y reforzar así su

unidad y su cohesión. Además, debía permitir dar de comer a los

15. Cf. J. Dupont, L'union entre les premiers chrétiens dans les Actes des Apotres:

NRT 91 (1968) 897-915.

16. CL H. Schürmann, Der Abendmahlsbericht Lk. 22,7-38 als Gottesdienstordnung­

Gemeindeordnung-Lebensordnung erlutert, Münster, 1960 2. ed.

17. F. Montagnini, La Iglesia primitiva: experiencia espiritual e interpretación teológica,

en R. Fabris (ed.), Problemas y perspectivas de las ciencias bíblicas, Salamanca

1983,409.

18. Cf. O. Cullmann, La fe y el culto en la Iglesia primitiva, Madrid 1971; S.

Lyonnet, La naturaleza del culto en el NT, en La liturgia después del Vaticano Il, Madrid

1969.

19. Cf. M. Gesteira, La eucaristía, misterio de comunión, Salamanca 21991, especialmente

el cap. IV, La eucaristía y la Iglesia.



62 Teología Práctica

hambrientos y no sólo por motivos humanitarios, sino también para

dar forma a la Iglesia concreta»20.

En los comienzos del cristianismo la eucaristía se celebraba en el

contexto de una comida que se tenía «en las casas» (Hech 2,46) la

víspera del primer día de la semana. Aunque al principio no rompieron

los creyentes con la sinagoga, llegó un momento -con su expulsión

del judaísmo- en que incorporaron a sus asambleas lecturas de la ley

y de los profetas, a las que siguieron los relatos de Jesús que darían

cuerpo a los evangelios. Es probable que se cantasen «salmos, himnos

y cánticos» (Ef 5,19) y que la plegaria de acción de gracias, originalmente

judía, se ampliase con «súplicas y oraciones, peticiones y

acciones de gracias» (1 Tim 2,1-2) y con la memoria de la última cena

de Jesús. Pablo escribió hacia el año 55 que había recibido «una

tradición que venía del Señor» (1 Cor 11,23) a propósito de la

eucaristía 21 . Con el tiempo, la cena del Señor y la comida fraternal se

separaron sin que sepamos con exactitud los motivos. Quizá influyeron

varias causas: el nuevo contexto cultural pagano en el que la comida

no tenía el relieve que poseía en el ámbito palestino-judío, las tensiones

que producía comer juntos ricos y pobres o, sencillamente, el crecimiento

del número de comensales 22 .

En el mundo grecorromano, las comidas -incluso las de carácter

sagrado- tenían el peligro de terminar en orgías. San Pablo

llama la atención a la comunidad de Corinto por el peligro de contaminación

pagana, al no ser solidarios los pudientes con los pobres

en la cena natural y al olvidar las exigencias del memorial cristiano

eucarístico. Antes de la cena se tenía el servicio de la palabra, en

donde se manifestaba una cierta efervescencia carismática, que podía

asimismo olvidar la solicitud por los necesitados. En resumen,

el rito eucarístico de la primitiva Iglesia, símbolo de la vida comunitaria,

nunca se separa de la palabra que interpreta la vida de

Jesús el Cristo, ni del servicio a los pobres en la justicia que exige

la llegada del reinado de Dios.

c) El bautismo cristiano

Los convertidos por la predicación apostólica que aceptan la palabra

son agregados a la comunidad por un baño de inmersión denominado

bautismo (Hech 2,41). Es decir, la evangelización de la Iglesia

20. X. Léon-Dufour, Lafracción del pan. Culto y existencia en el NT, Madrid 1983, 35.

21. Cf. P. Jounel, La misa ayer y hoy, Barcelona 1988, 19-21.

22. CL J. Aldazábal, La eucaristía, en D. Borobio (ed.), La celebración en la Iglesia

n, Salamanca 1988, 255.

Historia 63

primitiva termina su cometido con el bautismo, gesto fundamental de

entrada en la comunidad de creyentes y acto por el cual el bautizado

se asocia a la obra de Dios. Sin embargo, el bautismo no fue un gesto

típico de Jesús. Aunque Jesús fue bautizado por Juan e incluso bautizó

durante algún tiempo, se dedicó casi exclusivamente a proclamar el

evangelio del Reino sin utilizar el gesto ritual bautismaF 3 • De hecho

el término bautismo sólo aparece en dos ocasiones después de la muerte

del Bautista, cuando el mismo Jesús alude al baño de sangre en su

cruz (Mc 10,38) o a la inmersión en las aguas de su propia vida

entregada (Lc 12,50). Podríamos decir con todo rigor que la vida de

Jesús es un acto bautismal o que el bautismo tiene una significación

profundamente cristiana. «El origen del bautismo -afirma J.-J. von

Allmen - es el mismo que el de la cena: la muerte y resurrección de

Cristo» 24.

San Pablo sitúa al bautismo aparentemente en un segundo plano,

ya que se propone evangelizar y no bautizar, quizá para dar a entender

que el rito bautismal no se da en su propio nombre o para mostrar que

no desea introducir grupúsculos propios (1 Cor 1, 14-17). Lo cierto es

que para san Pablo el bautismo es un acontecimiento clave espiritual

que transforma la personalidad del bautizado, al realizarse en él la

muerte y resurrección de Cristo. Para que no sea mero rito, al bautismo

precede siempre la proclamación de la buena noticia, cuyo primer

efecto es la fe o la adhesión al mensaje, que se traduce en «agregarse

a la comunidad» (Hech 2,47) o «adherirse al Señor» (Hech 5,14). «El

bautismo -afirma J. Guillet- es algo muy distinto de un rito obligatorio

y fugitivo; es la respuesta personal al anuncio del evangelio,

es una relación nueva con Dios, es la purificación del corazón mediante

el perdón de los pecados, es un vínculo que une a los discípulos de

Jesús»25. Por esta razón el bautismo se daba al principio «en el nombre

de Jesús» (Hech 2,38); después se utilizará la fórmula trinitaria. Aunque

no poseemos datos precisos, es muy probable que entre la conversión

primera y el bautismo transcurriese un cierto tiempo de preparación.

Según el NT, el bautismo se vincula al Espíritu, aunque difieran

en su explicación los Hechos y las cartas de Pablo. En Hechos no

coinciden siempre el acto bautismal y la donación del Espíritu, pero

se relacionan hasta tal punto que a los bautizados en Samaría por

Felipe les imponen las manos Pedro y Juan (Hech 8,14-17) Y a los

23. Cf. J. Guillet, De Jesús a los sacramentos, Estella 1987 (Cuadernos Bíblicos,

57),37.

24. J.-J. von Allmen, Pastorale du bapteme, Freiburg-Paris 1978, 10.

25. J. Guillet, De Jesús a los sacramentos, o. c., 42.



64 Teología Práctica

bautizados en Efeso con el rito del Bautista Pablo les impone asimismo

las manos (Hech 19,5-6). De este modo se unifican prácticas

bautismales neo testamentarias diferentes para dar a entender que el

bautismo es recepción del don del Espíritu a través de dos gestos

relacionados entre sí: inmersión en el agua e imposición de manos.

La relación entre bautismo y efusión de Espíritu es moti'lo de reflexión

de Pablo en varias ocasiones (Rom 6,3-5; 1 Cor 12.13; Gál

3,26-28; Col 3,9-11).

d) El perdón de los pecados

«Que el bautismo confiere el perdón de los pecados -afirma G.

Barth- es una afirmación que puede seguirse a lo largo de todos los

escritos del cristianismo primitivo, y que lleva a que el perdón de los

pecados sea expresión consagrada en el mensaje bautismal»26. Sin

embargo, el perdón de los pecados en la Iglesia primitiva no se redujo

al bautismo, como puede advertirse en la primera carta de san Juan.

De hecho, el perdón tiene una importancia capital en los evangelios,

como se desprende de varias escenas significativas: Zaqueo, adúltera,

prostituta en casa de Simón, el hijo pródigo. En realidad, la metanoia

o conversión pertenece al mensaje central de Jesús y de todo el NT.

Ya en el comienzo de los Hechos (2,37-38), la predicación de Pedro

concluye con el arrepentimiento, el bautismo y el perdón de los pecados.

Después del bautismo, los cristianos pecadores podían asumir una

segunda conversión, aunque tenemos pocos datos de cómo se desarrolló

la reconciliación en la Iglesia primitiva 27 . Evidentemente la

Iglesia no es comunidad de santos sino de pecadores que cometen a

veces faltas graves. Para llegar al perdón, el cristiano debe convertirse

y hacer penitencia, sinónimo de confesión. «La confessio -afirma C.

Vogel- es una condición previa a toda verdadera plegaria, y en este

sentido se realiza en las reuniones de la comunidad cristiana. sobre

todo antes de la celebración eucarística»28. En el caso de faltas leves

bastaba un arrepentimiento general sin confesión personal detallada.

Para las faltas graves, el pecador era separado de la comunidad hasta

cumplir una penitencia proporcionada a su pecado. La reconciliación

primitiva era retomo a la comunidad.

26. G. Barth, El bautismo en el tiempo del cristianismo primitivo, Salamanca 1986, 44.

27. Cf. C. Vogel, El pecador y la penitencia en la Iglesia antigua, Barcelona 1968;

S. González, La penitencia en la primitiva Iglesia española, Madrid 1950.

28. C. Vogel, El pecado y la penitencia, en B. Hfuing (ed.), Pastoral del pecado,

EsteBa 1966, 228.

e) La unción a los enfermos

Historia 65

En el NT ocupa un lugar relevante la enfermedad, signo de un

poder enemigo que se opone al reinado de Dios 29 . De ahí la lucha de

Jesús contra las enfermedades. Al perdonar a los enfermos, rompe

Jesús la nefasta dependencia entre pecado y enfermedad, y por medio

de la expulsión de los demonios y de las curaciones inicia el comienzo

del reinado de Dios. Esta acción caritativa de Jesús se fundamenta,

según san Mateo (8,17), en la afirmación de Isaías (53,5): «El tomó

nuestras dolencias y cargó con nuestras enfermedades». Frente al pecado

y enfermedad, desgracias básicas humanas, Jesús propone la

conversión y la curación; de este modo llega la salvación de Dios por

medio de su Reino.

Los discípulos de Jesús, de acuerdo con el mandato de su maestro

(Mc 16,18), proclaman la buena noticia del reino (Jesús ha vencido

a la muerte) y curan toda clase de dolencias y enfermedades (el reino

de Dios está ya aquí). Pero las curaciones no son mágicas: presuponen

la fe o la aceptación de que Jesús cura con el mismo poder de Dios.

Son manifestaciones de la presencia activa del Señor resucitado o

teofanías de Dios en su Reino. Hubo en la Iglesia, desde sus comienzos,

un «carisma de curación» o «don de curar» (1 Cor 12,9), cuyo

significado es difícil de precisar. Lo que sí puede afirmarse es que el

ministerio de los enfermos es esencial a la Iglesia desde sus mismos

comienzos.

En la carta de Santiago (5,13-16) se menciona la unción con aceite

en el nombre del Señor hecha por los responsables de la comunidad.

Aquí se fundamenta el ministerio especial de la Iglesia con los enfermos

como tarea estrictamente comunitaria, del que poseemos datos

muy primitivos. Para explicar su fundamento, puede observarse la

analogía entre la curación de enfermos confiada por Jesús a sus dicípulos

y el servicio de caridad con los dolientes recomendado por

Santiago a los presbíteros. Piénsese que en el judaísmo la visita de

enfermos acompañada de oración era una práctica ejemplar. Al creer

que la enfermedad provenía de un pecado, la curación mostraría que

el perdón había llegado. En el texto aludido de Santiago, la eficacia

viene de la oración más que de la misma unción.

En las primitivas comunidades cristianas se observan, respecto del

dolor y de la enfermedad, dos hechos: 1) los relatos de curación de

la Iglesia apostólica son escasos en comparación con los contenidos

en los evangelios; 2) los enfermos ocupan un lugar importante en la

29. Cf. mi trabajo Celebraci6n de la liturgia con enfermos: Phase 158 (1987) 153-168.



66 Teología Práctica

comunidad a partir de la actitud de servicio, imprescindible en la

Iglesia. Es lógico que en el interior de las comunidades se desarrolle

pronto un ministerio de los enfermos, purificado de cualquier ingrediente

religioso pagano, dado el amplio uso que había de ritos mágicos

como remedio de desgracias y enfermedades. La ayuda al enfermo se

deriva del ministerio de caridad, no del carisma de curación o sanación.

Lo que se busca no es el milagro físico sino la salud, en el sentido

total de la palabra, por medio de la presencia de Cristo. En todo caso,

la presencia cristiana ante el enfermo intenta hacer de la experiencia

del sufrimiento una experiencia de fe, un acrecentamiento de esperanza

y un ejercicio de caridad. El gesto de ungir actualiza el bautismo,

junto a la fe recibida y significada.

4. La comunidad eclesial (servicio de comunión)

a) La Iglesia del Señor

Los judíos denominaban al pueblo de Israel con la expresión qahal

Yahveh o asamblea de Dios reunida para celebrar el culto. En la versión

del AT al griego, hecha en el s. III a.e. por unos helenistas conocidos

como los setenta, tradujeron aquella expresión por ekklesia o «convocación

santa» del pueblo de Dios. No obstante, los judíos preferían

denominar a su asamblea con el término sinagoga. En el mundo griego

la palabra ekklesia significaba la «asamblea civil del pueblo» convocado

y reunido para elegir a sus representantes y aprobar las leyes.

Los cristianos, para distinguirse de los judíos y acentuar la universalidad

de su nueva asamblea, convocada por Dios en Jesucristo, la

denominaron ekklesia 30 • Según los historiadores del cristianismo primitivo,

este término fue introducido por la comunidad cristiana de

lengua griega, cuando los creyentes tuvieron conciencia de que eran

el nuevo pueblo destinado a anunciar el Reino.

La realidad de la Iglesia comprende dos dimensiones: la convocación

de Dios hecha a los hombres por Jesucristo para la salvación,

y la congregación de los convocados para compartir los bienes de la

salvación. Por otra parte, el término ekklesia traduce tres realidades:

la asamblea litúrgica convocada para celebrar la palabra de Dios y el

culto de la nueva alianza, la comunidad local de los cristianos que

viven en un determinado lugar y la Iglesia universal de todos los

30. Cf. P. V. Dias - P. Th. Camelot. Historia de los dogmas, IIl/3a-b Eclesiología.

Escritura y patrística hasta san Agustín, Madrid 1978; A. Antón, La Iglesia de Cristo.

El Israel de la vieja y de la nueva alianza, Madrid 1977.

Historia 67

creyentes esparcidos en comunidades por todo el mundo. Radicalmente

nace la Iglesia de la fe pascual o se congrega después de la pascua

como comunidad, gracias a la resurrección de Jesús y a la efusión del

Espíritu. Los miembros de la Iglesia se consideran el pueblo santo de

Dios. Por esta razón se dan el nombre de «consagrados» (1 Cor 6,2),

«elegidos» (Rom 8,33) y «llamados» (Rom 1,6; 1 Pe 1,1). Con todo,

el nombre que prevalecerá será el de «cristianos» (Hech 11,26). Surge

en la Iglesia de Antioquía y procede del exterior, ya que son vistos

como creyentes en Cristo. Como afirma K. Stendhal, los cristianos

son la Iglesia, no están en la Iglesia 3l .

b) La primera comunidad cristiana

La Iglesia, escribe J. Hoffmann, «es ante todo una realidad local:

nace y existe allí donde los hombres acogen el evangelio como buena

noticia de salvación para ellos, lo celebran, lo comparten y dan testimonio

de él»32. De un modo ciertamente fragmentario, esta realidad

es descrita por todos los documentos del NT, puesto que son escritos

de una u otra comunidad. Con todo, el texto eclesial más completo

corresponde a los Hechos, en el que se describe el ideal de la primera

comunidad de Jerusalén mediante tres sumarios (Hech 2,42-47; 4,32-

35 y 5,12-14). Según estos resúmenes, la vida comunitaria primitiva

tuvo estos rasgos: palabra apostólica y comunión fraterna (relaciones

internas de la Iglesia) y fracción del pan y oraciones (relación de la

comunidad con el Señor?3.

1. La enseñanza de los apóstoles

El término enseñanza (didajé) equivale aquí (Hech 2,42) a la instrucción

o catequesis a los de dentro (en las casas), aunque también

puede incluir (Hech 5,28) la predicación a los de fuera (en el templo).

Lucas indica con la expresión «enseñanza de los apóstoles» el vínculo

de la primera Iglesia - y de todas las Iglesias - con los testigos directos

y autorizados de la enseñanza y actividad del Señor. No olvidemos el

papel que los Doce tuvieron en la dirección de la comunidad de Jerusalén.

En toda comunidad es necesaria una autoridad como servicio

de coordinación, de animación y de unidad. En cualquier caso la

palabra suscita la fe y la ilumina.

3l. Cf. K. Stendahl, Kirche im Urchristentums, RGG, IlI, 3. ed., 1Il, 1297-1304.

32. J. Hoffmann, La Iglesia y su origen, o. c., 123.

33. Cf. X. Léon-Dufour, La fracción del pan. Culto y existencia en el NT, Madrid

1983, 36-49.



.,...'1'

68 Teología Práctica

2. La koinonía

El término koinonía (de koinos, común) procede del verbo poner

en común o compartir; tiene varios significados. El principal se relaciona

con los bienes materiales, pero también equivale a unión mutua

en la fe y a unanimidad de sentimientos. Mejor dicho, la unión,espiritual

exige la comunicación de bienes o, en casos especiales, los

bienes en común. Con palabras de M. Gourgues: «la fe constituye el

fundamento de la unidad comunitaria, la cual se realiza y se expresa

en el doble nivel de los espíritus y de la puesta en común de los

bienes»34. Al parecer, no se trata en la primera comunidad de vender

todos los bienes para hacer una propiedad común (pobreza personal a

ultranza y acumulación comunitaria), sino que se pretende poner los

bienes propios a disposición de todos, para que no haya necesitados

(lucha contra la pobreza u opción por los pobres). Una comunidad

cristiana se reconoce en cuanto tal cuando no hay indigentes entre sus

miembros y cuando lucha para que no los haya en todo el mund0 35 .

3. La fracción del pan

Con la expresión «fraccin del pan» (Hech 2,42) se designa una

práctica doméstica frecuente entre los primeros cristianos. Entre los

judíos el pan redondo y plano era bendecido por el padre de familia,

quien lo partía y lo distribuía. Esto lo hizo Jesús varias veces en la

multiplicación de los panes, última cena y cena con los discípulos de

Emaús después de la resurrección. En los Hechos, la fracción del pan

no es mera comida en común sino rito eucarístico, al que se unía

probablemente una comida. El hecho de que se celebrasen la eucaristía

y el ágape en las casas significa que la comunidad era de talla familiar,

con posibilidad de comunicación interpersonal y ayuda mutua. Algunos

comentaristas opinan que este tipo de celebraciones era semanal,

no diario.

4. Las oraciones

El término en plural oraciones dice referencia a las plegarias litúrgicas

según la tradición judía y en especial a los salmos. Recordemos

que los cristianos de Jerusalén «frecuentaban a diario unánimes el

34. M. Gourgues, Misi6n y comunidad, o. c., 47.

35. Cf. J. Dupont, Études sur les Actes des Apotres, o. c., 503-522.

Historia 69

templo» (Hech 2,46; 3,1; 16,16), lugar para ellos de oración más que

de sacrificios; eran fieles a las horas de la oración judía. Evidentemente

pronto se constituye la oración genuinamente cristiana, como lo muestran

las primeras confesiones de fe, himnos y cánticos. El padrenuestro

es la señal de una diferencia entre la tradición judía y la cristiana en

el ámbito de la oración.

c) Rasgos del movimiento comunitario primitivo

1. Es movimiento popular profético en relación a Jesús

Según G. Theissen, el movimiento cristiano primitivo fue fruto de

la actividad de predicadores o carismáticos itinerantes 36 • El denominado

«movimiento de Jesús» aparece en Palestina como movimiento profético

de renovación, alineado con los movimientos bautistas. Surge después

de la pascua del año 30. Cinco años más tarde es lapidado Esteban por

sus violentas críticas al templo, a los sacerdotes y a los sacrificios. A

partir del año 70 se advierte una transformación del judaísmo y un cambio

profundo en el cristianismo, ya que los discípulos de Jesús son expulsados

de la sinagoga y se esparcen por todo el mundo conocido. Este movimiento

se consolida pronto en forma de Iglesia.

El movimiento cristiano primitivo tiene algunos rasgos de lo que

sociológicamente se llama «grupo pequeño» o simplemente «grupo».

También se asemeja a los movimientos populares de base. Recordemos

que en el imperio romano de los tiempos del cristianismo primitivo

pululaban entre griegos y romanos variadas asociaciones voluntarias.

Algunos estudios sociales del cristianismo primitivo han aplicado apresuradamente

al primer modelo cristiano de comunidad las características

actuales de secta 3 ?, que hoy entendemos mejor como grupo. Se pueden

señalar algunos rasgos del cristianismo primitivo semejante a ciertos

movimientos proféticos de renovación de base popular: emerge en tiempos

de crisis entre los marginados, se manifiesta como protesta social con

un profeta al frente, rechaza las imposiciones del sistema, intenta un

cambio profundo de estructuras, es radicalmente igualitario, ofrece mesa

compartida a los de dentro y exige de sus miembros una entrega radical.

La Iglesia primitiva se constituye en referencia total a Jesús, reconocido

como Cristo y Señor, de tal modo que sus miembros se

36. Cf. G. Theissen, Estudios de sociología del cristianismo primitivo; Salamanca

1985.

37. Cf. las siete características de la secta según R. Scroggs, en E. Schüssler Fiorenza,

En memoria de ella. Una reconstrucci6n teol6gicojeminista de los orígenes del cristianismo,

Bilbao 1989, 111.



70 Teología Práctica

llamarán enseguida «cristianos». Los discípulos de Jesús ponen sus

esperanzas en el reinado de Dios, algo radicalmente nuevo que se

espera con la intervención de Dios mismo en colaboración con el

esfuerzo de la humanidad entera.

2. Adopta una estructura doméstica y fraternal

Según W. A. Meeks, «los lugares de reunión de los grupos paulinos,

y probablemente de la mayoría de los otros grupos cristianos

primitivos, fueron las casas privadas»38. El término casa significa en

hebreo y en griego, como en casi todos los idiomas, vivienda y hogar;

la misma raíz hebrea equivale a edificar una casa y fundar una familia.

En la sociedad preindustrial, la casa era la célula básica por su articulación

religiosa, configuración cultural y estructura económica. Precisamente

la palabra economía (de oikos y nomos) significa <<llorma

de la casa». Por supuesto, en dicha sociedad patriarcal, el padre de

familia era su figura central como jefe o señor, junto con la mujer,

hijos, criados, libertos, esclavos, huéspedes y propiedades. En el judaísmo,

la casa era lugar de transmisión de la fe y de celebración de

ciertos ritos religiosos, especialmente la cena pascual; la casa-hogar

era la célula más pequeña de la sinagoga. También entre los romanos

había dioses familiares y culto doméstico.

Las comunidades cristianas primitivas aceptaron la casa como estructura

básica 39 . Los primeros creyentes no poseían otro lugar de reunión.

Con razón puede decirse que la comunidad cristiana primitiva era una

comunidad doméstica. De hecho los creyentes se reunían en las casas,

alrededor de una mesa, como «hermanos» entre sí porque se reconocían

«hijos» del mismo Padre. La fraternidad era la clave fundamental de su

funcionamiento. Las reuniones domésticas primitivas abarcaban un número

de personas no superior a unos 50 ó 60, limitado por las dimensiones

del local, las posibilidades de la comunicación verbal y la realización de

la «cena d~!Seí?:gr»o «fracción del pan»40.

3. Acoge a toda clase de convertidos, preferentemente pobres

El primer núcleo de la comunidad de Jerusalén estaba formado por

trabajadores galileos que, por residir en Jerusalén, eran jornaleros.

Pronto se añadieron helenistas, con nivel económico más elevado,

38. W. A. Meeks, Los primeros cristianos urbanos, Salamanca 1988, 132.

39. Cf. R. Aguirre, Del movimiento de Jesús a la Iglesia cristiana, Bilbao 1987,

65-91; W. Vogler, Die Bedeutung der Urchristlichen Hausgemeinden für die Ausbreitung

des Evangeliums: «Theologische Literaturzeitung» 107 (1982) 786-794.

40. Cf. M. Legido, Fraternidad en el mundo. Un estudio de eclesiología paulina,

Salamanca 21986, 151-153.

Historia 71

pertenecientes a la clase media. En las comunidades de Galacia ingresaron

campesinos, pobres y esclavos, pero también personas libres.

En otras ~omunidades se hicieron cristianos gentes del proletariado

urb~no e mcl~so m.uje~es de la ~istocracia. Había, pues, hombres y

mUJeres, gen,tIles y JUdIOS de la dlaspora, cultivados e incultos, aunque

en su mayona eran personas sencillas de recursos modestos, entre las

que no faltaban esclavos. La comunidad cristiana, afirma M. Legido

«es una fraternidad ecuménica, universal. Todos son hermanos. Y

hermanados, están abiertos para acoger a todos, como hermanos. Esta

universalidad sucede desde los pobres. Las comunidades están enclavadas

en el mundo de los pobres, más aún, están formadas en gran

parte por pobres. Pero los pobres no son sólo el lugar de inserción y

la mayoría de su composición. Son los primeros destinatarios de la

fraternidad, para que sean los primeros en servirla y edificarla desarticulando

radicalmente este mundo» 41.

'

4. Padece tensiones y conflictos

El bilingüismo cultural primero y el pluralismo posterior no se

resue~ven fácilment~ en la unidad de la comunidad. Si difícil es poner

los bienes en comun, no menos arduo es compartir entre todos el

evangelio. Los hebreos querían seguir siendo fieles a sus tradiciones

judí~s: ;nientras que lo~ helenistas estaban dispuestos a la apertura de

la mlSIOn con los gentIles. Hubo conflictos en algunas comunidades

j~~~ocristianas que intentaron imponer al principio la ley y la circun­

ClSlon. Otras veces las tensiones procedían de rivalidades entre distintos

protagonismos personales, ya que algunos se sobrevaloraban

excesivamente. Recordemos que incluso san Pablo fue criticado como

propagandista visionario (1 Cor 9,1). En Corinto, a causa de la elocuencia

de Apolo, hubo un enfrentamiento entre sus seguidores y los

de Pablo. ~n resumen, hubo tensiones entre ricos y pobres, judíos y

p~ganos, gnegos y bárbaros, esclavos y libres, fuertes y débiles, sabios

e Ignorantes, hombres y mujeres 42 •

d) Unidad y variedad de comunidades primitivas

1. La comunidad de Jerusalén

Conforme a los Hechos, la comunidad de Jerusalén, idealizada por

Lucas en sus tres sumarios (Hech 2,42-47; 4,32-35 Y 5,12-16) como

norma o modelo utópico de la Iglesia posterior, es la primera comu-.

41. Ibid., 152.

42. Ibid., 153.



72 Teología Práctica

nidad cristiana de la Iglesia 43 • Surge vinculada a la comunidad judía

y sus miembros acuden a orar al templo, aunque tienen reuniones

propias en las casas (Hech 2,46). El nuevo grupo podía parecer l;In

grupo especial judío; de ahí que se le llamase «secta de los nazareos»

(Hech 24,5.14; 28,22). De hecho fue una comunidad tradicionalista,

apegada al templo y a la ley, tanto de la circuncisión como de la

prescripción de alimentos. Por esto no fue fácil la admisión del pagano

Camelia. Se diferenciaban de los otros judíos de Jerusalén porque

tenían conciencia de la posesión del nuevo Espíritu de Dios. Se entraba

en esta comunidad a través del bautismo «en nombre de Jesús» y se

participaba en la comida fraternal total, en la que se pronunciaba el

relato de la institución eucarística. Jesús era en esta comunidad el

Mesías y el Señor. Los «doce» tuvieron en esta comunidad un papel

destacado sin que pueda precisarse. Pedro tuvo un lugar sobresaliente,

así como Juan. Pero el responsable de la comunidad fue Santiago,

«hermano del Señor», sobrio, austero, con cierta estrechez de espíritu;

fue ejecutado durante la persecución de Herodes Agripa (el 41-44 p.

C.). Estos tres apóstoles son llamados «columnas de la Iglesia» (Gál

2,9). Probablemente pedro abandonó Jerusalén después del concilio

celebrado allí y Juan fue misionero en otra región, ya que las comunidades

que se vinculan con este apóstol no tienen nada que ver con

la capital judía. En la comunidad de Jerusalén existía, por herencia

sinagogal, la institución de los «presbíteros» (Hech 11,30;

15,2.4.6.22-23), que influyó posteriormente en toda la Iglesia 44 • Poco

antes de estallar la guerra judía emigró la comunidad de Jerusalén

hacia el Jordán.

2. La comunidad de Antioquía

Antioquía, capital de Siria y encrucijada entre Oriente y Occidente,

era la tercera ciudad del imperio, después de Roma y Alejandría. Había

en Antioquía una importante colonia judía, en sus escuelas florecía la

cultura griega y en las capas populares se habían extendido los cultos

mistérÍCos orientales. Contrastaba el ambiente cosmopolita y abierto

de esta ciudad con la mentalidad de Jerusalén, nacionalista y cerrada.

La comunidad de Antioquía, primera fuera de Palestina, surgió hacia

el año 37 «con motivo de la persecución provocada por lo de Esteban»

43. Cf. A. Rodríguez Carmona, La comunidad primitiva de Jerusalén, en: «Cuadernos

Bíblicos», Valencia 1981, l7-42.

44. Cf. R. Aguirre, La Iglesia del NT y preconstantiniana, Madrid 1983.

Historia 73

(Hech 11, 19), gracias al exilio de los helenistas desde Jerusalén 45 •

No se dirigieron ya a la sinagoga sino que «se pusieron a hablarles

también a los griegos, dándoles la buena noticia del Señor Jesús»

(Hech 11, 20) con gran éxito; los fundadores terminaron por romper

con el judaísmo y sus prácticas. En Antioquía los creyentes fueron

llamados por primera vez cristianos; dejaron de ser la «secta de los

nazareos». Los veteranos eran judea-cristianos y los nuevos paganocristianos.

Esta comunidad, típicamente misionera, se convirtió en

punto de partida evangelizador. Además de «apóstoles», había en ella

«profetas y maestros» (Hech 13,1), es decir, evangelizadores y catequistas.

Desde Jerusalén enviaron a Bemabé, helenista convertido

en Jerusalén, para conocer la nueva situacin de la comunidad antioqueña

(Hech 11,13). Al darse cuenta de la importancia de lo que

observó, dio un buen juicio. En lugar de regresar a Jerusalén fue a

Tarso en busca de Saulo, convertido en el año 36, y lo asoció a su

trabajo durante un año (Hech 11 ,26). En Antioquía había un conjunto

de pequeas comunidades familiares que en ocasiones se reunían juntos

como comunidad local. Su fundamento comunitario era una fe sólida.

En realidad eran cristianos más auténticos que los de Jerusalén. El

centro religioso de la comunidad antioqueña no era la espera del Mesías

sino la proclamación de Cristo crucificado y resucitado por Dios. El

culto resplandeció sin las influencias judías del templo y aumentaron

las conversiones. Aunque no se implantó en ella la comunidad de

bienes, su caridad cristiana universal se mostró en la colecta que

hicieron por los hermanos de Jerusalén, empobrecidos por la penuria

económica en tiempos de Claudia, entre los años 41 y 54 (Hech 11,29-

30). La entrega de la colecta se hizo por medio de Bemabé y Saulo

(Hech 11, 27-30); coincidió con la persecución de la comunidad de

Jerusalén por Herodes Agripa hacia los años 41-44 46 •

3. La comunidad de Corinto

Corinto, capital de la provincia romana de Acaya, era una gran

ciudad situada entre dos mares, con dos puertos, centro de comunicaciones

y de comercio y escenario de lujos y de vida depravada.

Junto a una alta burguesía existía un proletariado ocupado en los

trabajos del puerto, en los talleres artesanales, en el comercio y en el

45. Cf. M. de Burgos, La comunidad de Antioquía de Siria: aspectos históricos Y.

papel profético en los orígenes del cristianismo, en «Cuadernos Bíblicos», Valencia 1981,

42-63.

46. Cf. J. Roloff, Hechos de los Apóstoles, Madrid 1984, 239-245.



74 Teología Práctica

servicio doméstic0 47 • Se encontraba en esta ciudad el templo de Afrodita,

lugar de prostitución sagrada, famoso por su inmoralidad. De

hecho pululaban toda clases de doctrinas filosóficas y religiosas. Al

llegar Pablo a Corinto desde Atenas en el año 50 ó 51, se refugió en

casa de ?os judeo-cristianos, Aquila y Priscila, en cuyo taller trabajó

como tejedor de lona. Luego se dedicó de lleno a la evangelización,

que llevó a cabo durante año y medio. Intentó misionar los sábados

en la sinagoga, pero terminó por romper con los judíos y se dedicó a

la conversión de los paganos en las casas modestas. La comunidad

que se formó, de extracción social pobre, era dinámica y rica en

carismas (8 Cor 1,5; 12,8). Los corintios daban importancia a los

discursos inspirados y a la glosolalia; algunos pasaban por alto la

inmoralidad. En aquel barullo de ideas y opiniones fallaba la caridad.

Aparecieron grupos y banderías que amenazan la unidad: los seguidores

de Cefas (Pedro), los de Pablo y los de Apolo. En la cena del

Señor se humillaba a los pobres. Pablo les escribió varias cartas desde

Efeso, en la primavera del año 56, recordándoles la tradición recibida

y llamándoles al orden.

4. Las comunidades de Macedonia

La evangelización de Macedonia, hacia el año 50, fue decisiva

para la misión de Pablo con sus ayudantes Silas y Timoteo. La comunidad

de Filipas fue la primera en Macedonia. Filipos fue al principio

asentamiento de una colonia militar romana; en el momento de

la evangelización era un centro comercial, con religiosidades variadas

y complejas. La misión comenzó en un lugar público de oración y a

orillas de un río. Se reunían en casa de Lidia de Tiatira, comerciante

en géneros de púrpura y proslita acomodada, convertida al cristianismo.

La comunidad de Filipos fue la primera comunidad cristiana en

Europa. Fue pequeña y pobre, pero ejemplar por su capacidad de

acogida, ya que compartió las fatigas de Pablo. Por eso fue la comunidad

favorita del apóstol, con la que mantuvo relaciones cordiales.

De Filipos pasó Pablo en su segundo viaje de misión, hacia el 50, a

Tesalónica -la Salónica actual-, en donde fundó otra comunidad 48 •

Precisamente en Tesalónica, capital de la provincia romana de Macedonia

y gran ciudad comercial, surgió la misión paulina (Flp 4,15).

El evangelio fue predicado por Pablo y Silas en la sinagoga de Tesalónica

durante tres sábados con poco éxito. Lo tuvo más entre los

47. Cf. M. Legido, Fraternidad en el mundo, o. c., 122-123.

48. Cf. J. A. Ubieta, La Iglesia de Tesalónica, Bilbao 1988; L. M. Dewai1ly, La

joven Iglesia de Tesalónica, Madrid 1971.

Historia 75

gentiles (Hech 17,4). La nueva comunidad, formada por gente muy

modesta (2 Cor 8,1-2), inicia sus reuniones en casa de Jasón (Hech

15,5.7). Como consecuencia del éxito obtenido, los judíos de la colonia

montan en cólera contra los nuevos predicadores (Hech 17,5-9). Pablo

y Silas abandonaron por prudencia la ciudad (Hech 17,1-9). Puede

que estuvieran estos dos misioneros allí unos dos o tres meses. Precisamente

para exhortar a los conversos de Tesalónica les envió Pablo

desde Atenas hacia el año 52 una carta, primer documento del NT.

5. La comunidad de Roma

La fundación de la comunidad de Roma es desconocida 49 • Es posible

que se originase por afluencia de judíos cristianos llegados de

Palestina antes del año 50. A causa del enfrentamiento entre judíos

cristianos y judíos increyentes, fueron expulsados de Roma todos ellos

por Suetonio, con lo cual se debilitó la comunidad romana de judeocristianos,

aunque luego regresaron después de la muerte de Claudia

en el 54. La mayoría de los cristianos de Roma eran de origen pagano,

aunque también había cristianos procedentes del judaísmo. De hecho,

había en Roma una colonia judía numerosa, influyente y floreciente,

con varias sinagogas. Lo cierto es que Pablo, después de misionar en

Asia Menor y Grecia, escribe en casa de Gayo una carta a los cristianos

de Roma (Rom 16,23; 1 Cor 1,14-15) hacia el año 58, para presentarse

y advertirles de su paso por la capital, en su proyectado viaje misionero

hacia España (Rom 15,24.28). Ciertamente estuvo en Roma hacia el

año 60 o 61 (Hech 28,14). No consta de la llegada de Pedro a Roma,

pero la tradición antigua sitúa allí a los dos apóstoles, que recibieron

el martirio. Los cristianos de Roma formaban pequeñas comunidades

de estilo doméstico.

6. Las comunidades de Galacia

Galacia es una región del Asia Menor, cuyo nombre se debe a las

invasiones célticas que partieron de las Galias. Las comunidades de

Gal~cia fueron fundadas por Pablo al viajar de Jerusalén y Antioquía

hacIa el Ponto y permanecer enfermo en dicha ciudad. Las comunidades

de los gálatas estaban formadas por paganos de origen bárbaro,

campesinos al servicio del emperador, de los nobles o de los sacer-

49. Cf. J. de Goitia, La Iglesia de Roma, Bilbao 1988; K. H. Schelkle, Anunciar

el evangelio de Dios. Comentario a la carta a los Romanos, Salamanca 1966; K. Kertelge,

Carta a los Romanos, Barcelona 1973.



76 Teología Práctica

dotes. Eran gente pobre con un gran espíritu de acogida. Lo demostraron

con Pablo recién llegado, pobre, débil y enfermo. Ocurrió que

después de la visita que hizo Pablo a los gálatas, llegaron judaizantes

como predicadores del único cristianismo auténtico, según los cuales

Jesucristo no abolió la ley. La salvación puede llegar a los romanos

con tal de que sean circuncidados. Esta predicación hizo vacilar a los

gálatas, a los que Pablo les escribió una carta lleno de indignación.

5. Los cristianos en la sociedad (servicio de transformación)

«El concepto de mundo -escribe R. Schnackenburg- es extremadamente

polivalente en el NT, como se advierte en especial en el

evangelio de Juan»50. Hay pasajes en los que se afirma la bondad del

mundo y otros en los que se resalta su maldad. No es igual el mundo

creado por Dios que el mundo como sociedad injustamente estructurada.

Jesús y los cristianos chocan con el mundo de la mentira, el

odio, la injusticia, la opresión y el egoísmo. De hecho, el evangelio

no propone la destrucción del mundo ni su reforma concreta política,

sino que ofrece una alternativa al mismo. Por otra parte, lo que hoy

llamamos dimensión social de la vida humana la vivían los primeros

cristianos en su propia comunidad. Pero existía una conciencia personal

y comunitaria de la «filantropía», es decir, de la ayuda a toda clase

de personas necesitadas, incluso a los enemigos.

a) Primera inculturación de la fe

La misión apostólica se dirigió en primer lugar a los judíos de

Jerusalén, pero dado el carácter cosmopolita de la ciudad, incluyó

también a judíos de habla griega (helenistas) y a paganos simpatizantes

del judaísmo (prosélitos). Esto supuso la existencia de varios grupos

en la Iglesia primitiva: 1) los judeocristianos rigurosos o legales, de

lengua aramea o hebrea, oriundos principalmente de Palestina, conscientes

de que Israel era el pueblo de Dios de los últimos tiempos,

fieles a ciertos aspectos del judaísmo: ritmos de oración judía, calendario

de fiestas, prescripciones sobre la comida y el ayuno, liturgia

sinagogal y circuncisión. Los representó Santiago «el justo», según

Hegesip051. 2) Los judeocristianos adaptados, oriundos principalmente

de la diáspora, que suavizan las exigencias de la ley entre los bauti-

50. R. SChnackenburg, El mensaje moral del Nuevo Testamento, n. Los primeros

predicadores cristianos, Barcelona 1991, 322.

51. Cf. P. V. Dias - P. Th. Camelot, Eclesiología, o. c., 43.

Historia 77

zados, no exigiéndoles la circuncisión sino algunas prescripciones

sobre los alimentos y medidas disciplinares; los representó Pedro antes

del concilio de Jerusalén. 3) Los paganocristianos judíos de procedencia,

pero con mentalidad helenística y actitud abierta, que critican

la ley y el templo. Fueron representados por «los siete» y en especial

por Esteban. 4) ~os pag~~ocristianos o ~e~tiles ~e ~xtracción, que no

tenían ninguna vlllculacIOn con las tradIcIOnes judJas. La postura de

los creyentes «helenistas» escandalizó a los cristianos «hebreos»; la

tensión creció con la admisión de gentiles por Pedro y la incorporación

de Pablo a la comunidad. El denominado «concilio de los apóstoles»

o de Jerusalén del año 50 hizo posible el tránsito hacia la apertura y

el universalismo, al no obligar a los paganos convertidos a someterse

al rito de la circuncisión y a la observancia de la ley. Esta decisión

zanjó una tensión existente entre la tendencia judeo-cristiana, de tipo

conservador, y la pagano-cristiana, más abierta y progresista, que

finalmente se impuso. Pero las tensiones no eran meramente culturales

sino que procedían de la discriminación de ayuda económica que los

cristianos «hebreos» hacían a los cristianos «helenistas».

La expansión misionera se llevó a cabo gracias al círculo helení~tico

de la comunidad primitiva en tomo a Esteban, al tener que emIgrar

de Jerusalén por su actitud crítica frente a la ley judía y al templo. La

buena noticia llegó por Samaria y Siria hasta Antioquía (segunda sede

cristiana después de Jerusalén) y desde aquí a toda el área oriental del

Mediterráneo.

La admirable acogida de la primera comunidad por parte del pueblo

(Hech 2,43; 2,47; 4,33; 5,13) contrasta con la actitud hostil de las

autoridades. Lucas señala como factores de expansión la calidad de

vida evangélica y el testimonio contagioso de unidad que daban los

creyentes. De ahí que el evangelio se extendiese rápidamente. Dadas

al mismo tiempo las dificultades en ciertos medios judíos, el cristianismo

pasó al mundo pagano. En resumen, la primera dificultad de

la Iglesia primitiva se manifiesta en la inculturación de la fe en idiomas

y cosmovisiones diferentes.

Un segundo problema sobreviene cuando desaparecen los primeros

testigos y se retrasa la parusía. Es necesario entender la misión .con;o

actividad de la Iglesia sin apresuramientos, con llamadas a la paCIenCIa

y atenciones a las herejías, en el interior de una normatividad que se

traduce en la regla de fe, el canon de las Escrituras y el ejercicio de

una autoridad reguladora.

Un caso particular de dificultad pastoral surge con el gnosticismo

(del griego gnosis, conocimiento), que pregona un camino de salvación

reducido a la propia experiencia personal, como aceptación del conocimiento

de un mundo exterior y superior y desprecio del mundo



78 Teología Práctica

real, inferior, negativo, hostil y desgraciado. De este modo se anula

la historia y se desprecia la materia. Al no valorarse el cuerpo, no se

entiende la resurrección de la carne ni la encamación de Dios en Jesús.

Representan la gnosis Simón Mago, Basílides, Marción y los maniqueos,

quienes la transmiten a través de círculos secretos y escuelas

filosóficas. Secuela del gnosticismo fue el docetismo (del griego dokein,

semejar o parecer), según el cual Jesús no se encarnó de verdad,

ni tuvo un cuerpo semejante al nuestro sino que era «aparente». Es

decir, ni sufrió, ni murió, ni resucitó. Sencillamente bajó del mundo

celeste para liberar a los hombres de este mundo y de su materia. El

primer padre apostólico que se opuso vigorosamente al gnosticismo y

docetismo fue Ignacio de Antioquía. Más tarde, a finales del s. 11,

intervino Ireneo de Lyon.

b) Primeras persecuciones

Fieles a Jesús, que «tenía que padecer» (Lc 24,25), también los

discípulos tenían que «padecer mucho para entrar en el reino de Dios»

(Hech 14,22). Desde el comienzo fue perseguida la primera comunidad

por parte de los sacerdotes del templo y de la aristocracia saducea, ya

que los creyentes atentaban contra el orden político-religioso y contra

las bases económicas de sustentación del sistema. De una parte sobrevienen

las tensiones internas y de otra surgen las persecuciones

externas. La primera persecución se inicia hacia el año 34 cuando los

apóstoles son obligados a comparecer ante el sanedrín por el contenido

de su predicación (Hech 5,21-33). Por consejo de Gamaliel fueron

dejados en libertad. La persecución arrecia hacia el año 34 ó 35 con

la lapidación de Esteban, perteneciente a los siete helenistas, líder de

uno de los grupos de la comunidad de Jerusalén, perseguido por su

actitud subversiva, ya que criticaba abiertamente la ley y el templo.

Hacia el año 43 Herodes Antipas dio muerte a Santiago,el hermano

de Juan, y encarceló a Pedro, que logró huir. El otro Santiago, «hermano

del Señor», quedó al frente de la comunidad, pero en el año 62

fue también lapidado. Por no sumarse los cristianos a la lucha de los

judíos contra los romanos de los años 66-70 fueron perseguidos. En

otras comunidades de ámbito helenístico y pagano también se suscitaron

persecuciones en la medida que los cristianos alteraban el orden

establecido, fundaban asociaciones ilícitas o se negaban a tributar culto

al emperador. Especialmente dura fue la persecución bajo Claudio en

la comunidad de Roma. El conflicto explotó cuando el cristianismo

fue visto como enemigo de la ideología imperial. Recordemos las

persecuciones de Domiciano hacia los años 81-96, tiempo en que Juan

Historia 79

fue deportado a Patmos. Los cristianos fueron acusados de «odio al

género humano», de «ateísmo» al rechazar los dioses oficiales y de

«vida absurda y repugnante» (Tácito). El hecho de que el fundador

hubiese sido crucificado por la autoridad romana hacía del cristianismo

algo inadmisible. Las persecuciones empezaron propiamente con Nerón,

hacia el año 64. Alternaron las persecuciones con periodos de

tranquilidad. A principios del s. III dio Severo el primer decreto contra

los cristianos. La paz llegó con Constantino en el s. IV.

c) La Iglesia primitiva y la realidad política

Los cristianos, al extenderse rápidamente por el imperio romano,

constituyen, según Arístides, un cuarto grupo añadido a los bárbaros,

griegos y judíos. Hacia el año 200, según deducciones derivadas de

Orígenes, los cristianos podrían ser entre un 5 y un 12% de la población

del imperi0 52 • Dado el incremento que tuvieron, desplazaron pronto a

las demás religiones. Frente a la persecución, Justino (entre 155 y

165) aboga por una cierta resistencia, y Atenágoras (hacia el 177)

solicita asistencia y protección públicas, justificadas por la tolerancia

imperial y la inocencia de los cristianos, quienes tiene derecho a existir

como los demás pueblos.

Es manifiesto el convencimiento de la superioridad moral que

tienen de sí mismos los cristianos, como se advierte en sus apologías.

Con todo, a pesar de rechazar los cristianos el modo de vida pagano,

especialmente la inmoralidad pública y el culto al emperador, se adaptan

a ciertas cosmovisiones culturales helenísticas. La actitud de la

Iglesia es en principio positiva frente a la autoridad política, facilitada

quizá por la extracción de los cristianos de las capas sociales modestas,

habituadas a la obediencia. Poco a poco rompen los creyentes la actitud

de «ghetto» o de linaje especial y adoptan una relación positiva con

el mundo, como se puede observar hacia finales del s. 11.

52. ¡bid., o. c., 115.



80 Teología Práctica

BIBLIOGRAFIA

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y perspecti~as de las ciencias bíblicas, Salamanca 1983; E. Schüssler Fiorenza,

En memoria de ella. Una reconstrucción teológico-feminista de los orígenes

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1974; G. Theissen, Sociología del movimiento de Jesús. El nacimiento del

c:"is~ianismo. p:~mitivo, Santander 1979; id., Estudios de sociología del cristianismo

primItIVO, Salamanca 1985; Ph. Vielhauer, Historia de la literatura

cristiana primitiva, Salamanca 1991.

LA ACCION PASTORAL

EN LA HISTORIA DE LA IGLESIA

Al analizar las diversas imágenes y concepciones que la Iglesia ha

tenido a lo largo de la historia, determinantes en su acción pastoral,

se comprueba que no siempre han sido idénticas o incluso coherentes

con la totalidad de su misterio. En el occidente cristiano, por ejemplo,

se pasó de una Iglesia vivida como misterio y comunión en la antigüedad

cristiana, a una Iglesia como imperio en los siglos IV y V,

institución sociológica y norma jurídica en la Edad Media, poder en

el Renacimiento, lucha en la Contrarreforma, triunfo en el Barroco,

sociedad en el tiempo de la Ilustración, institución jerárquica de salvación

en el Vaticano I y guía y maestra en el siglo XX hasta el

Vaticano 11. Nuevamente con el último concilio la Iglesia vuelve a ser

misterio, sacramento, comunión y comunidad'. Veamos las diferentes

concepciones de la Iglesia y de sus acciones pastorales a lo largo de

la historia.

3

1. Epoca primera: la acción pastoral de la Iglesia

en el imperio romano (s. l/-l/I)

a) Concepción de la Iglesia

A la luz del NT, la Iglesia se edifica en el mundo mediante el

Espíritu de Dios y el ejercicio de los diferentes servicios y carismas

de la comunidad de fieles. Como pueblo de Dios, la Iglesia es la

congregación de creyentes en Jesús resucitado que recibe la misión

1. Cf. H. Fries, Cambios en la imagen de la Iglesia y desarrollo histórico-dogmático,

en MS, IV/l, 231-296.



82 Teología Práctica

del Espíritu del Dios de Jesús en orden a la evangelización, para la

conversión de judíos y gentiles. Al mismo tiempo que la comunidad

cristiana se visibiliza en las Iglesias locales o particulares, es también

Iglesia universal, heredera del pueblo de Dios en el AT. Formada por

los «llamados», «santos», «discípulos» y «hermanos», o simplemente

por los «cristianos», es el pueblo de Dios escatológico. En la Iglesia

de los tres primeros siglos no hay una concepción individualista sino

comunitaria de la realización de la vida cristiana. Los cristianos son

unos para otros, en cuanto portadores de Dios o de Cristo, compañeros

de camino. Respecto de la actividad pastoral en un sentido amplio,

tiene una gran influencia en los tres primeros siglos la concepción de

la Ecclesia Mater como mediadora de salvación, fundamental en el

desarrollo práctico de la vida cristiana, siendo ésta una función distinta

de la profética o litúrgica. Para Hipólito, la santidad se realiza en

común. La solicitud pastoral, que es comunitaria, es la realización de

la fe y de la gracia bautismal en el seno de todo el pueblo cristiano.

La eclesiología de los Padres griegos y latinos centra su atención en

la unidad del género humano y de la Iglesia con Cristo y en el tema

paulino de la recapitulación de todo en éF.

Bajo la imagen de una virgen, la Iglesia aparece como guardiana

y protectora de la fe, siendo Cristo fuente de sus posibilidades y

deberes. El Señor engendra en su esposa, por la palabra y la acción

sacramental, la vida eterna de Dios. «La Iglesia -afirma K. Delahaye-

recibe la visita de Cristo por la acogida de su palabra; pero

esa recepción sólo es garantizada y sellada por el bautismo, sobre el

que se funda toda la vida sacramental»3. Convertida en madre fecunda,

la Iglesia ejerce su acción pastoral como mediadora de verdad y de

vida. De este modo se conciben las acciones pastorales de la proclamación

de la fe, la celebración sacramental y la solicitud por el rebaño,

con la garantía de la paternidad divina, la maternidad eclesial y la

cooperación de todo el pueblo creyente. De ahí la correspondencia,

en el pensamiento patrístico primitivo, entre el ministerio de los responsables

y la comunidad de los fieles.

Todo esto revela que para la antigüedad cristiana la comunidad

local aparece realmente como una comunidad viviente y no como una

estructura jurídica; presidida por el obispo y su presbiterio, la Iglesia

local, por su dinamismo y vida cultual, sobre todo eucarística, representa

la realización concreta de la fraternidad cristiana y la presencia

2. Y. Congar, De la communion des Églises a une ecclésiologie universelle en

L'Épiscopat et l'Église universelle, Paris, 1962, 228 ss.

'

. 3. K. Delahaye, Erneuerung der Seelsorgsformen aus der Sicht der frühen Patristik,

Frelburg 1958, 189; cf. en francés «Ecclesia Mate/'» chez les Púes des tro;s prem;ers

sieeles, Paris 1964.

Historia 83

en el mundo del pueblo de Dios; dotada de cierta autonomía, vive en

comunión con las otras Iglesias, percibiendo y expresando así la realidad

de la Iglesia universal que en ella se actualiza. La eclesiología

de la antigüedad cristiana, basada en el concepto de la Iglesia como

misterio y comunión, es eclesiología comunitaria. Por todo esto, la

Iglesia local es el dato inmediato de la experiencia pastoral durante

los tres primeros siglos. Por otra parte, desde finales del s. Il, los

cristianos tienen conciencia clara de la universalidad de la Iglesia, por

su propia constitución y por extenderse hasta los extremos del orbe

entonces conocido.

b) Acciones pastorales

En la Iglesia primitiva, la proclamación de la fe en Jesús, el testimonio

de vida y la enseñanza de la palabra de Dios están en primer

plano. Lo decisivo es, en realidad, la llamada que suscita la Iglesia y

la exhortación que la mantiene en su vocación moral de santidad. El

anuncio es la primera tarea de la comunidad, que culmina, después

de la fe y de la conversión, en el bautismo y en la eucaristía. Por esta

razón podemos afirmar que la edad postapostólica está penetrada profundamente

por el valor santificador de la palabra y de la predicación.

De ahí que la actividad pastoral de la Iglesia se centre en el anuncio

del misterio de Cristo y en su celebración cultual. La predicación y

el culto sacramental, junto a las actividades complementarias de la

catequesis y reflexión teológica, polarizan el dinamismo de la comunidad

cristiana.

La predicación misionera y la homilía litúrgica nacen con los apóstoles

y discípulos, quienes reconocen al Señor como único profeta y

maestro. «Junto a la institución apostólica -afirma J. Colson- aparece,

ligada a ella y bajo su control, el suceso profético, ligado, dirigido

y controlado por la institución apostólica, que tiene por misión convencer

y convertir al infiel y edificar la comunidad»4.

La predicación y catequesis primitivas, entrañablemente unidas,

son distintas según se trate de judíos o paganos convertidos. En el

caso de los judíos sigue pronto el bautismo. A los paganos hay que

mostrarles la verdad del único Dios y la falsedad de sus dioses. Desde

finales del s. II aparece la instrucción en común, que posteriormente

daría origen al catecumenado. Los cristianos forman sus escuelas de

catequistas. La primera fue la de Alejandría a finales del s. n. Luego

nacen otras en Antioquía, Cesarea, Edesa, Jerusalén, Roma y Cartago .

4. J. Colson, Les fonct;ons ecclésiales aux deux premiers sieeles, Paris 1956, 358.



84

Teología Práctica

Historia 85

A pes~r de ~as. primit!~as influencias de los retóricos paganos, el

l~nguaJe es bIbhco. UtIhzan el sensus typicus respecto de Cristo yal

fmal de la homilía hacen una doxología.

'

El bautis~o se fi~a durante el s. n en la fiesta de la pascua, previa

u~a preparaCI?n b.autIsmal b~sada en la primitiva catequesis de las dos

vIas: De ord.marIO,. el bautIsmo primitivo, celebrado en los ríos se

practIca por mmersIón (Didajé 7), con el significado teológico' de

c?n.s:pultur~ ~ ~onresurrección en el nombre de Cristo. Según la TradzclOn

de ~lIpohto (c.omienzos del s. III), los adultos convertidos que

desean r~cIbIr ~l bautIsmo son recomendados por un padrino (sponsor)'

los candIdatos mgresan en el catecumenado después de un examen d~

su co?ducta. moral y permanecen en dicha institución unos tres años

Al mIsmo tIempo que un catequista les enseña la Escritura se com~

proJ?eten a llevar .una vida cristiana moral. En una fase ~osterior,

estnctament~ eclesIa!, los ~andidatos, transformados en electi o compet~~tes,

reCIben la mmedIata preparación al bautismo y a la participacIOn

en la asamblea eucarística 6 •

En resumen, .e~ ~asgo pastoral más sobresaliente del s. In es el

catec~,menad?, ~I~IdIdo en dos estadios: uno primero, largo, de ins­

~ruccI~n y eJercI~IO de vida cristiana; otro segundo de preparación

mmedIata. ~l b.a,utIsmo. También adquiere en el s. III gran importancia

la reconcIhacIOn, concebida. peni~encialmente de modo paralelo al

cat~cum~nado. J:Iay f~~rtes dIscusIOnes a propósito de las exigencias

pemten~Iales, reIteraCIOn sacramental de la reconciliación y capacidad

de perdon por p~rte de la Iglesia para ciertos pecados.

. Los mas radIcales, como Tertuliano, Hipólito e incluso Orígenes

opI.n. an que los cristi~nos deben rechazar el servicio militar, la acep~

taCIO? de cargos púbhcos y el ejercicio de algunas profesiones paganas

re1a~I~~adas con los ~ircos. Si bien no se plantea explícitamente la

abohcIOn de la e.sclavItud, el cristianismo transforma la condición de

los esclavos bautIzados por medio de una caridad efectiva, desconocida

entr~ !os paganos: La mayor parte de los creyentes pertenecen a los

humzllOres, es d~c~r, al pueblo sencillo. Precisamente, por su condición

mo?esta, los cnstIanos. son criticados por sabios y políticos paganos

de Ignorantes: malos cIUdadanos, que aceptan el incesto y practican

la antr~pofagIa y.en el fondo son ateos. Para salir al paso de estas

cal.u~mas se es~n.ben las apologías . . Junto a largos periodos de paz

rehgIOsa, los cnstIanos de los tres pnmeros siglos conocen persecu-

5 .. Cf. A. Turck •. Évangelisation et catéchese aux deux premiers si¿eles Par" 1962'

M. Du]aner, La parrm?age des adultes aux trois premiers sieeles de I'Église, P~s ;~62 '

6. Cf. C. Flonstan, Para comprender el catecumenado, Estella 1989 es . l .

cap. 6. ' peCla mente

ciones, a veces sangrientas? Durante los periodos de paz los cristianos

evangelizan, hacen crecer las comunidades y desarrollan la teología y

el culto. A finales del s. I1I, la Iglesia es la fuerza espiritual más

importante en el imperio romano.

El centro de la Iglesia de los tres primeros siglos radica en la

asamblea eucarística dominical, fruto de una conciencia profunda de

Iglesias. Los cristianos -afirma la Didajé (14,1)- deben reunirse

para «partir el pan y dar gracias». Esto lo hacen en el día del Señor

de un modo festivo, ya que celebran la resurrección de Cristo. Durante

los tres primeros siglos, la palabraecclesia equivale a asamblea litúrgica

o a los que tienen derecho a participar en la misma. La liturgia

que celebra la comunidad cristiana primitiva recibe, como es natural,

influencias de los ritos judíos y de los misterios paganos. Herencias

hebreas son la liturgia de la palabra (lectura y homilía), la acción de

gracias (núcleo de las anáforas actuales), el oficio de la mañana y de

la tarde con sus salmos correspondientes, el sanctus, amen, aleluya y

maranatha. Los misterios paganos tienen probablemente una influencia

menor 9 • El cristianismo añade abundantes elementos originales a

estas dos fuentes, y, sobre todo, una nueva significación, ya que la

liturgia cristiana es el culto de la nueva alianza, actualizada en el

misterio pascual.

Por ser la asamblea comunidad de «forasteros» (Heb 11, 13-16),

se denomina la comunidad cristiana parroquia, centro de toda la actividad

pastoral. En el s. III hay comunidades-parroquias en las grandes

ciudades e incluso en las zonas rurales, pero dependientes siempre del

obispo de la ciudad.

c) Agentes del ministerio

Los creyentes se distinguen de los no cristianos por la fe que los

incorpora a Cristo a través del gesto bautismal y de la participación

en la mesa fraternal y eucarística. Todos son discípulos del Señor y

hermanos entre sí. Sus responsables, llamados al principio -en la

iglesia misionera de Antioquía- apóstoles, profetas y doctores, terminan

por ser epíscopos, presbíteros y diáconos, verdaderos organizadores

de comunidades, cuya unidad se logra por medio del colegio

presbiteral, siendo su cabeza un epíscopo o delegado apostólico con

7. Cf. G. Ricciotti, La era de los mártires, Barcelona 21961; E. Schumacher, El

vigor de la Iglesia primitiva, Barcelona 1957.

8. Cf. H. Chiiat, L'assemblée chretienne a l'age apostolique, Paris 1949.

9. Cf. Th. Klauser, Gesammelte Arbeiten, Münster 1974; id., Breve historia de la

liturgia occidental, Barcelona 1968.



86 Teología Práctica

Historia

87

misión itinerante. Pero al principio ni el apóstol ni los componentes

del colegio presbiteral son llamados sacerdotes; ciertamente, forman

con todos los bautizados un pueblo sacerdotal, un sacerdocio santo.

Los responsables son ministros del conjunto cristo-eclesial, cuya función

es una diaconía que engloba todos los servicios. Cristo mismo

«dio a unos como apóstoles, a otros como profetas, a otros como

evangelistas, a otros como pastores y maestros, con el fin de equiparar

a los consagrados para la tarea del servicio, para construir el cuerpo

de Cristo» (Ef 4, 11-12).

En este contexto era lógico que se acentuase, en cuanto a las

relaciones entre jerarquía y fieles, más lo que unía que lo que separaba,

en razón de las funciones ministeriales. Durante esta época el laicado

se corresponsabiliza intensamente de la vida eclesial, ya que las celebraciones

son participadas por todo el pueblo de los bautizados. Por

ejemplo, Clemente de Alejandría y Orígenes autorizaban a los carismáticos

a oir confesiones, práctica que estará en vigor hasta bien

entrada la Edad Media; los laicos guardan y administran la eucaristía;

hasta el s. JII son ellos los que ejercen normalmente el ministerio de

la educación de la fe, participan en las asambleas de la comunidad,

en las elecciones de los presbíteros y obispos y en la administración

de los bienes eclesiásticos; en muchas diócesis existe para este fin un

consejo de laicos, denominado seniores laici lO • Recordemos que junto

al grupo de «viudas» y de «vírgenes», destacan en el s. JII en Siria

las «diaconisas», que reciben la imposición de manos, con un ministerio

semejante al de los diáconos.

En realidad, el término laico, aunque fue usado una vez por Clemente

(1 Clem 40,5) en relación al AT, es empleado escasamente en

el s. JI. En este tiempo la distinción no se hace dentro de la Iglesia,

como ocurrirá más tarde, sino entre la Iglesia y el mundo, entre creyentes

y no creyentes. Por otra parte, la misión es de todos. A partir

del s. JII, cuando ya se ha impuesto la tríada de obispos, presbíteros

y diáconos, comienza a usarse el sustantivo laico. Se hace cada vez

más patente la distinción entre «clérigos» y «laicos», de modo semejante

a la que existía en el judaísmo o en la sociedad civil entre

dirigentes y masa no cualificada o pueblo sencillo. El laico terminará

por ser el «illiteratus» o «idiota», secular o plebeyo, que pertenece al

pueblo, ya se entienda en oposición al clero o en cercanía del mismo 11 •

En cambio, kleros (en latín ordo) es la «porción del Señor» o el grupo

dedicado a «las cosas del Señor», formado por la tríada de los ministros

10. Cf. Y. Congar, Jalones para una teología dellaicado, Barcelona 1962.

11. Cf. A. Faivre, Naissance d'une hiérarchie, Paris 1977; id., Les larcs aux origines

de I'Église, Paris 1984.

t del cara'cter colegial del

encionados, signo por otra par e

m 12

P

resbiterado . . ., I 1 . ue

En todo caso, los diversos ministerios de la pnmlt1va ,g eSIa q

'an roliferado en un primer momento. sufren. -segun J. ~1US

hab! s~ «un proceso de progresiva imitacIón, ~~mero, de las .ms­

~::Cfones judías en lo que concierne a la organizaclon. de la comu?Idad

1 sus variadas funciones Y celebraciones, para termmar, despu.e,s, ~

en férrea or anización a base de estereotipos, en q~e la funclOn a I3

~~~o paso yaga la titula;idad y la celebración al ritualIsmo cultual>:, .

Precisamente por entenderse la eucaristí.a.en el s. III desde l~dn~c\on

d culto más que desde el dinamismo m1Slonero de la comum a , os

l~cOS terminan por ser pueblo de los sacerdotes en lugar de pueblo

enteramente sacerdotal 14.

2.

Epoca patrística: acción pastoral de la Iglesia

en el imperio cristiano (s. IV-VII)

a) Concepción de la Iglesia

A artir del s. IV la Iglesia adquiere una m~e:,a fisonomía ~astoral

al de'~r de ser el cristianismo religión prohI~~da y convertIrse en

reli i~n oficial o de Estado, previa la converslOn. del sober~~o, por

me8io de lo que tradicionalmente se llama el «edIcto de MIlan» ~~l

año 313. En un par de décadas se pasa en la Iglesia de ~a persecuClOn

violenta de Diocleciano (284-305) a la paz de ~onstantmo (30?-338!.

H . 1 año 300 el cristianismo está establecIdo por todo el Impeno

ro~~~~ incluso en sus provincias más alejadas, como es el c~so. de

In late~a y España. Por otra parte, no es ya la fe asunto exc USIVO

-como

g

cn

't'

IC

ab

a

Celso hacia el año 180- de cardadores de

.

lana,

zapateros y lavanderos, es decir, de .esclavos y. ~e pobres; a c~:a~~~~~

del s IV hay cristianos entre magIstrados, fIlosofos y gob .' 1

de pr~vincia. Pero al cesar la persecu~ión disminu~~n el m~~r.t0 y el

testimonio; se dan conversiones maSIvas y se debIlIt~ la I?IsIfn ~te.

catecumenado; se erigen nuevos templos y cobra pnma~Ia e cu o,

crece la libertad de los cristianos y aparecen nuevos confhctos con. l~s

autoridades; retrocede la participación del pue?lo y ~obra p~edo.~m~o

el cuerpo sacerdotal. En definitiva, el Estado mtervlene en a VI a e

. H b de la comunidad. Apuntes sobre el ministerio

12. J. 1. Gonzalez Faus, om res

eclesial, Santander 1989, 109. .' .• de los ministerios en el área siro-helenística: de

13. J. Rius Camps, DlVersifk~ClOn T as en Teología Y magisterio, Salamanca

Ignacio de Antioquía a las constlfUClOneS aposto IC ,

1987, !lO. , . r P' 1984 94

14. A. Faivre, Les lares aux origines de 1 Eg lse, ans "



88

Teología Práctica

Historia 89

la Iglesia y la Iglesia se convierte en soporte ideológico del Estado.

~u~que se habla de una «Iglesia constantiniana», en realidad el cristIalllsmo

se c?nvirt;ió en religión de estado con Teodosio en el año

380 .. Constantm? dio en el 313 libertad de conciencia y permiso para

practIcar cualqUIer cuIto.

La concepció.n eclesial .p~trística ~rranca del Pastor de Hermas,

que exp?ne la vIda al serVICIO de DIOS; se inspira en la admirable

catequesI~ d~ la Didajé ~ .sigue las s~b~~s compilaciones litúrgicas de

las Constltuc~one~ apo~t~[¡cas y TradlclOn de Hipólito. Son ejemplares

las Catequesls_mlstagoglCaS de Cirilo de Jerusalén tenidas en la cuaresma

de los .anos 348 o 350; el De sacramentis et de fide de Teodoro

de Mops~estIa e~tre los añ?s 388 y 392; el De catequizandis rudibus

de A~ust~? de HIpona escnto hacia el año 400; el De sacramentis et

de mlste~lls de Ambr?sio de Milán a finales del s. IV; el Liber regulae

pastora[¡s de Gregono Magno en el s. VI y el De cognitione baptismi

de Ildefonso de Toledo en el s. VII.

La Iglesia es la mediadora de la salvación. La imagen de la solicitud

pastoral es la madre o esposa que cuida de los hijos a los que ha

engendrado c?n su palabra y ~acramento. Contribuyen poderosamente

a ~s~e'pensamIento la gen~racIón.pa.trística de finales del s. 111: Ireneo,

HIpohto de ROI?a, Te~~hano, CIpnano, Clemente de Alejandría, Orí­

~enes y Meto~I~ de ~I!IPO: ~n la organización pastoral de la Iglesia

mfluye ~a ~dmIlllst~~CI?n clVll del imperio. Así surgen las diócesis y

las provmcIas eclesIastIcas. Las parroquias nacen por necesidades rurales.

En los s'. IV y V se crean en España y Francia parochiae con

sacerdotes PropIOS.

b) Acciones pastorales

En los siglos IV y V. se convierten al cristianismo grandes masas

de paganos. Por este motIvo el acento de los escritos patrísticos recae

sobre la fe. No ~ol.amente los Padres combaten las herejías, como lo

hacen .I;en~o, ~Ipnano y Agustín, sino que exponen la doctrina de la

salvacIOn SIgUIendo la narración bíblica. Como resumen de la fe de

est~ ép~~a tenemos los grandes símbolos, que mantienen la tradición

kengmatIca de la época apostólica. Tanto en Oriente como en Occidente

hay excelentes predicadores, cuyas homilías se basan en la buena

nueva.

El ~:tecumenado, ,reducido a la cuares~a, conoce una segunda

e~pansIOn pero con smtomas de decadenCIa. La inscripción al comIenzo

~~ la,c~aresma significa la entrada en el catecumenado como

preparacIOn ultIma e inmediata. Durante este periodo, marcado por

reuniones principales o escrutinios, los catecúmenos reciben instrucciones

adecuadas. Pero poco a poco desciende el número de adultos

para el bautismo y crece el. d.e. infantes, aunque todavía ,se conservan

las fechas clásicas de las VIgIlIas de pascua y pentecostes.

Mientras dura la época patrística, el cristianismo tiene un sello

misionero por el cuidado que ponen los obispos en l~ ~rocl~~a~ión

de la fe y el mantenimiento del catecumenado. La ~rac~Ica .I~turgI~a,

según nos muestra ya Hipólito, ha pasad~de una .I?SpI:~cIOn ~~ISmática

y de una gran variedad local a una CIerta codIfIcacIOn canon~~a

y uniformidad crecie~te. En el s. III la .mayor parted.e la pobl~cIOn

romana aún habla gnego; pero ya comIenza en ese tIempo a. mtroducirse

el latín, lengua definitivamente usada en el culto occIde~t,al

desde el 380, tiempos del papa Dámaso. Contrari~me?t~ a la O!aCI~n

posterior, individualista y subjeti~a,. a?stracta y pSIcologIca, la .1IturgIa

antigua tiene el sentido de la obJetIvIdad, muestra una especI~1 predilección

por lo concreto y se expresa de un modo contemplatIvo.

En este tiempo patrístico, la palabra y la vida sacramental ~o son

mera protección de la vida ética, como ocurre más tar.de, .SI~O su

verdadero fundamento. Para los Padres, ser santo es segUIr o urutar a

Cristo desde la palabra y la gracia sacramental; no es un ejercicio

ascético sino un quehacer profético y litúrgico. .

La vitalidad pastoral de la Iglesia española es intensa en los sIglos

VI y VII debido a la situación d.e} reino visigod?; Son muchos los

obispos insignes por su preparacIOn y preocupacIOn p'a~toral, como

Paciano de Barcelona Martín de Braga, Mazona de Menda, Leandro

e Isidoro de Sevilla, B~au1io de Zaragoza, Ildefonso y Julián de Tole??

Destacan en este tiempo las escuelas presacerdotales para la f?rmaCIOn

de clérigos, el gobierno interno de las ~i?cesis, las parr~qUIas como

filiales de la Iglesia episcopal y los concIlIOs generales: SI? emb~~?,

faIta en este tiempo espíritu misionero, hay una exceSIva mtromIsIOn

de los poderes públicos en los asuntos eclesia~es, se .red~c~ a unos

días el periodo catecumenal y decae el contellldo kengmatIco de la

predicación 15.

c) Agentes del ministerio

Los Padres, que son al mismo tiempo responsable~?e la co~~nidad

y comentadores de la Escritura, tienen l~ preocupacIOn de edIfIcar el

pueblo de Dios con un concepto de IgleSIa que pretende mantener un

15. Cf. J. Femández Alonso, La cura pastoral en la España romano-visigótica,

Roma 1955.



90

Teología Práctica

admirable equilibrio entre la jerarquía y los fieles, la catolicidad universal

y la asamblea local, el poder del obispo de Roma y la asamblea

de obispos, el valor objetivo sacramental y la importancia de la fe

como conversión, el misterio cristiano y el poder secular.

Sin embargo decae poco a poco el ministerio profético y la liturgia

queda anclada desde el s. VII en el latín, lengua que el pueblo ya no

entiende; las insignias y gestos imperiales son apropiadas por los obispos

y el papa, y las relaciones entre el clero y ellos laicos pierden su

carácter religioso y adquieren un sello jurídico. Pero todavía se mantienen

algunas formas pastorales del laicado muy activas, como el

catecumenado familiar y la predicación y confesión hechas por seglares.

El ministerio - según J. 1. González Faus - se estructura a partir

del s. IV como «separación», «carrera» y «control» por un afán lógico

de santidad, experiencia y supresión de abusos 16. Se dibuja la jerarquía

(hier-archia) como «poder sagrado» y aparece el laicado como «poder

no sagrado» o profano; el ministerio es «estado» más que función.

3. Epoca medieval: la acción pastoral de la Iglesia

en la cristiandad (s. VIII-XV)

a) Concepción de la Iglesia

La transición de la época patrística a la Edad Media se manifiesta

pastoralmente por las implicaciones estatales que tiene la Iglesia durante

este tiempo, como se ve en el periodo que va de Isidoro de

Sevilla y Beda hasta la reforma del s. XI. En los nueve siglos que

van del final del imperio romano hasta la aparición de los estados

nacionales europeos, los pueblos nórdicos invaden el sur de Europa,

cuya población es cristianizada, al mismo tiempo que se extiende

rápidamente el islamismo. Especial influjo tuvo Gregario Magno (590-

604) mediante una reforma litúrgica importante con orientación pas~

toral. .Con todo, la situación del pueblo en el s. IX era deplorable: no

se entIende ya el latín, se desvía el sentido del culto, se individualiza

la penitencia, todos los bautismos son de infantes y la misa se hace

privada.

. Limitada la Iglesia al mundo occidental después de la ruptura entre

Onente y Roma (1054), el concepto de cristiandad tiene un matiz

claramente estatal o imperial. La christianitas, al menos hasta el s.

XII, es entendida y vivida a la vez como realidad eclesiológica y

16. J. r. González Faus, Hombres de la comunidad, o. c., 113.

Historia 91

política. En cuanto.ta~ implica,el. sacerdot~um y el imperium como d?s

oderes rectores, SI bIen la maXIma autondad sobre el populus chnsf¡anus

la detenta el romano pontífice, a quien se some.ten dIrectamente

o «ratione peccati», según las teorías, todas las cuestIOnes temporales

o incluso el mismo poder temporal 17 • • • •

La lucha por la libertas ecclesiae ocupa caSI todo el pontIfIcado

de Gregario VII (1.073-1085) .. «E:lyapado -afi~a ~. Co~gar- tuvo

éxito en sus tentatIvas y consIguIO una de s~s vIctonas mas transcendentales.

Por una parte, significó para la socIedad terrena, de un ~o?o

paradójico, el comienzo de su secularización y de su aut?nOmI~ JUrídica.

Por otra parte, la Iglesia volvió a recuperar s~. smg~!andad

como comunidad original, autónoma y plenamente es~~ntual» . Pero

se llega a un excesivo juridicismo y a una concepcIOn del papado

demasiado preocupado por el poder y la autoridad «super omnes gentes

et regna». .

Con todo, no es fácil tipificar en esta éP?c~ flo.recIente l.as te~dencias

eclesiológicas l9 • Al menos hay que. dI~tmgUlr.l~ ~clesIOlogIa

escolástica de la eclesiología curialesca, SI bIen es dIfICIl encuadrar

a los autores en una u otra línea. El hecho es que, a pesar ,de la

fidelidad de ciertos teólogos y místicos, como Hugo de San VIctor,

Pedro Lombardo, Tomás de Aquino, Buenaventura y Bernar?o, a

una visión cristocéntrica, sacramental y espiritual de la. ~glesIa, lo

que más incide en la conciencia eclesial de esta generacIOn son los

aspectos societarios y jurídicos de la I~lesia20. Predomina en e~te

tiempo una eclesiología de la congr~gatlO y ?e l~ po.t;stas, .es ?e~Ir,

se acentúa la concepción de la IglesIa como mstItucIOn socIOlogIca,

en el doble sentido de sociedad y de factor estructurante de la

sociedad política 21 . Recordemos que ~n los co~ienzos de la Edad

Media -invasiones, caída del impeno en Occ~~ente, tr.~ns~ormación

de la cultura y de las instituciones, creaCIOn ecl~SIaStICa del

Sacrum Imperium-, es lógica la atención a la dimenSIón huma?~visible

de la Iglesia y a su misión h~s~órico-tem~o.ral, como CIVIlizadora

y guardiana de los valores espmtuales, pohtIco~ y culturales

de la cristiandad. Se consideran enemigos de la fe hacIa afuera los

musulmanes y hacia adentro los herejes; de ahí la importancia que

cobran las cruzadas y la inquisición.

17. Cf. J. Rupp, L'idée de chrétienté dans la pensée pontificale des origines a

Innocent IlI, Paris 1939; F. Kempf, Papstum und Kaisertum bei Inocenz lII, Roma 1954.

18. Y. Congar, Iglesia. lI. Historia de los dogmas, ~n .CFr, ~~L

19. Cf. H. de Lubac, Corpus Mysticum. L'Euchanstle et I Eg[¡se au Moyen Age,

Paris 21949. . I l' I '

20. Cf. M. Useros, «Statuta Ecclesiae» y «Sacramenta EccleslOe» en a ec eslO oglO

de Santo Tomás, Roma 1962. .

21. St. Jaki, Les tendences nouvelles de l'écclesiologle, Roma 1957, 192 ss.



92 Teología Práctica

~n la perspectiva doctrinal, la realidad de la Iglesia, íntimamente

a~ocIada.al h~cho de la cristiandad, es entendida desde el punto de

vIsta socIetano como congregatio fidelium. Para muchos tratadistas

de la época, el tema paulino de Corpus Christi no sugiere tanto la

realidad misteriosa de la Iglesia cuanto su dimensión sociológica

bajo el nombre de cristiandad, cuyos dos costados son el papa y el

emperador. La Iglesia como institución polariza la totalidad del

uni~~rso y de la c?~unidad humana, el orden temporal y el orden

espIrItual de la cnstIandad. El Occidente es en realidad sociedad

sacral cristiana.

A medida que avanza la Edad Media se consolida la convicción

de que la misión de la Iglesia-institución es ordenar el mundo según

las leyes de Cristo; de ahí que la imagen patrística de Mater Ecclesia

se susti~uya por la más imperial de Ecclesia regina, que pone de relieve

la conCIencia de soberanía y dominio sobre la humanidad, lejos de la

persp~ctiva del misterio cristiano 22 • A pesar de la polémica de las

lllvestIduras, que representa el comienzo de la desacralización de la

comunidad polític~ y del orden temporal, Gregorio VII reivindica para

el papa un poder dIrecto sobre los asuntos específicos de la comunidad

human~23. E~ta ideología ?ier?crática, que subsistirá con mayor o

men?r lllte.~sIdad h~sta BomfaclO VIII, se apoya en un doble principio:

la afIrmaclOn gelasIana de la sumisión de los reyes a los sacerdotes

por motivos religiosos y la afirmación isidoriana de que el poder

temporal está esencialmente influido por el bien común moral y

cristian0 24 • Aunque a partir del s. XI ya se diferencian mejor ecclesia

y r~g~u~, el pap~ continúa afirmándose como árbitro supremo de la

chrlstlan/tas, que llltegra tanto la comunidad eclesial como la sociedad

política. La Roma pontificia se considera caput, fons et origo, fundamentum

et basis, cardo de todo el ordenamiento cristiano y civil de

occidente.

La preocupación de la Iglesia en este tiempo se centra básicamente

en dos cuestiones: la organización sistemática de todo el material

legislativo cristiano y la recepción del derecho romano en el derecho

canónico. De este modo se desarrolla a partir de Gregorio VII una

eclesiol??ía del gobierno jerárquico y de la potestas del papa, tanto

en relaclOn con la Iglesia universal como con el poder político de los

?2. A. Mayer, Evolución de la imagen de la Iglesia en la historia de la cultura

OCCIdental. en La Iglesia y el hombre de hoy, Madrid 1963, 99 ss.

23. Y. Congar, Église et État ou pouvoir spirituel et pouvoir temporel, en Sainte

Égilse, Pans 1963, 397.

24. Cf. W. Ullmann, The Growth 01 Papal Gouvernement in the Middle Age, London

1955; L. BUlson, Potestas und caritas. Die piipstliche Gewalt in Spiitmittelalter KOln

1958. '

Historia 93

príncipes cristianos. !--a Iglesia es soci~~ad cristia~a sometida a la

autoridad del papa. Solo el romano pontIfIce es conSIderado fuente de

toda determinación de la vida del pueblo cristiano.

b) Acciones pastorales

Pastoralmente hay que destacar en primer lugar la profunda inserción

de la Iglesia en la comunidad humana de este tiempo. Con la

autoridad de sus pontífices y obispos, sus instituciones docentes, el

ímpetu de las órdenes mendicantes y el apoyo de los príncip~s .~ristianos,

la Iglesia-institución es promotora y sustentadora de cIvIlIzación

cristiana occidental. Ahora bien, más que cristianizar la sociedad

se logra una intensa sacralización de la misma, en el sentido de que

el mundo queda absorvido por la Iglesia, que, en el nombre y poder

recibido de Dios, es última instancia. El mundo no existe fuera de la

Iglesia sino en la Iglesia y según la Iglesia. . .

La predicación en este tiempo opera un cIerto cambIO, ya que nos

encontramos en una época de fe espontánea. No se insiste en la importancia

de la palabra, del kerigma o de la fe. Decaen la predicación

homilética y la práctica catequística, debido también en gran parte a que

el clero, elegido por los príncipes, posee una mal~ preparación ex~gé~i~a

y teológica. Recordemos que en el s. XII ha culmlllado la. evangelIzaclOn

de Europa con la conversión de los escandinavos y pruSIanos.

La catequesis de adultos desaparece con el catecume~a~o: ~?S

ritos litúrgicos y la lengua latina, extraños, no favorecen la lllICIaClOn

cristiana. Unicamente los padres, padrinos y familia transmiten domésticamente

la fe, con la convicción elemental de que se trata simplemente

de introducir a la juventud en una vid~ religiosa exi~t~nte.

Se pretende salvaguardar un mínimo, que conSIste en transmItir de

memoria algunas fórmulas, como el credo, el padrenuestro y el decálogo"

Se desenvuelven algunas alegorías imaginadas, poco bíbl~cas

y probadas; se discuten problemas teológicos aislados y secundarlOS,

y los sucesos salvadores pierden valor. Desde Alcuino cambia ostensiblemente

la orientación de la piedad al perder su sello pascual y

centrarse la devoción en el Cristo histórico del sufrimiento y de la

cruz. Como reacción antiarriana se acentúa la divinidad de Cristo,

quedando en la sombra la humanidad histórica de Jesús. De ahí que

la pastoral acuse un acento trinita:io más que histó~ico-sa~vífico. ~os

métodos sistemáticos y especulatIvos de la teologIa medIeval se llltroducen

en la catequesis y en la predicación, convertida esta última

en retórica eclesiástica.

Desde finales del s. VI hasta el s. XI se extiende una época de

hegemonía litúrgica franco-germana. Las tradiciones galicana, romano-



94 Teología Práctica

gelasiana y roma.fo1o-gregoriana entran en colisión y se produce una liturgia

ll:n.a de cOmplejIdades y poco transparente. Triunfa la explicación alegonca

.~e los texto.s ~ ?tos,. se deb~li!a la relación entre sacrificio y

comumon, crece el mdIvIdualIsmo relIgIOSO, aumentan las devociones al

mar?~n de la liturgia, se clericaliza el culto y el pueblo permanece sin

partICIpar, como mudo espectador. El empobrecimiento de la catolicidad

del pueblo de Dios y la pérdida del dinamismo de las Iglesias locales

fueron ca~sas de la decadencia litúrgica en occidente. Gregorio VII, con

gran autonda? I?apal, m~tuv~ el latín como lengua litúrgica y extendió

por ~o~a la cnstIandad la lIturgIa romana. No obstante, con la decadencia

teologIca decayeron la liturgia y la predicación.

Lo decisivo fue que al perder significación cristiana la predicación

y. ~a c~lebración litúr?ica, también se desvió la solicitud pastoral. La

dIOcesIs y la. p.arroqma, más que campos de misión, se convierten en

centros admmIstradores de beneficios. Falta responsabilidad pastoral

en los sacerdotes.

La incipiente reflexión teológica, que había servido a la tarea

eminente ~~ la predicac~ón y de la catequesis, llega a ser el centro de

pre~cupacIOn. de las naCIentes escuelas teológicas. En algunas interesa

el sIstem~ mas que el mensaje. y como la época es de fe, se elabora

la teologIa sacramental con toda prolijidad. En la piedad iriteresa más

el sacramento que la palabra, para adorarlo de lejos más que para

comulgarlo. El clero en general está poco instruido, se pone al servicio

de los ~eñores y predica mal. Hay ruptura entre pastores y teólogos,

que caSI se desconocen. La teología escolar, de tipo especulativo, no

tIene contacto con el mundo pastoral.

D~sde mitad del s. XII se impone la idea de la Iglesia como cuerpo

de Cnsto; se habla del Corpus mysticum. Hay una evidente vitalidad en

la~ escuelas te~lógicas de la recién nacida escolástica, las cruzadas amplIan

y ~nturbIan el horizonte espiritual, surgen ciertos movimientos,

aunque mcompletos o. a .v~ces desviados de espiritualidad seglar, se

?esarro!lan los valores mdlVIduales y la sociedad aparece profundamente

jer:.rrqmzada en ordenes, dentro de las cuales se crean gremios y profesIOnes.

E:n el s. XIII, bajo el influjo de san Agustín, se considera a la

Igl:sIa c?mo conl5,regatio fidelium o universitas fidelium de quienes

estan umdos. a Cnsto por la fe y el bautismo. Con santo Tomás, el

tratad? de Cnsto como cabeza alcanza su plenitud, y el cuerpo místico

de Cnsto se estudia en su contexto cristológico y soteriológico. Pero

la~ luchas en el papado y entre el poder eclesiástico y el poder civil

onen~~n con exceso el pensamiento teológico, con descuido de la

atencIOn a la tarea pastoral. .

Con frecuencia la cristiandad es contestada por quienes no comparten

la fe como cimiento de la civilización occidental, como los judíos, y por

Historia 95

quienes rechazan la Iglesia-institución en nombre del evangelio, como

los disidentes religiosos al estilo de los valdenses, «pobres de Lyon»,

cátaros, etc. Un caso particular de reforma cristiana es el capitaneado

por las -órdenes mendicantes de santo Domingo de Guzmán y de san

Francisco de Asís. La Inquisición nace hacia los años 1220-1230, con

la idea de llevar a cabo una investigación (inquisitio) de los herejes para

aplicarles el «castigo requerido». Esto significa que la cristiandad fue un

régimen totalitario y represivo que empleó la tortura y la pena de muerte

en contradicción con el espíritu del evangelio.

Las calamidades sufridas por la cristiandad en los siglos XIV Y XV

en formas de epidemias, hambres y guerras, contribuyen a situar la muerte

como centro obsesivo de la vida. Se difunden las «artes de bien morir»

y se extienden las danzas macabras. «La angustia ante la muerte, la

preocupación por la salvación y la pérdida de confianza en la institución

eclesial - afirma J. Comby - transforman la existencia cristiana» 25.

Como consecuencia crece la superstición y se incrementa la espiritualidad

individual cristiana, que se expresa en la denominada «devoción moderna».

c) Agentes del ministerio

La eclesiología de la potestas contribuye con otros factores a oscurecer

la conciencia eclesial de los laicos como ciudadanos del mundo

y miembros del pueblo de Dios, ya que se produce una clericalización

de la Iglesia y una sacralización de la sociedad. Se advierte en esta

época una disgregación de la conciencia comunitaria de la Iglesia según

una doble manifestación: 1) las relaciones de la jerarquía con los

príncipes influyen negativamente en las relaciones de la jerarquía con

el pueblo; 2) el grupo de fieles pasa a ser considerado masa de súbditos

de ambos poderes, que dialogan entre sí más que con el mismo pueblo.

A la hora de diferenciar competencias, se introduce una línea divisoria

entre los negotia saecularia, propios de los seglares, y los negotia

ecclesiastica, propios de los clérigos. De ahí que los seglares tiendan

a considerar cada vez más los asuntos de la Iglesia como asuntos de

los curas. Y cuando aparezca con el Renacimiento y el humanismo

un nuevo espíritu laico, los seglares bautizados se sentirán más ciudadanos

de este mundo que miembros vivos de la Iglesia.

Otra consecuencia de la eclesiología medieval es el creciente proceso

de centralización pontificia. Con la reforma gregoriana se incrementa la

actividad normativa del romano pontífice y se limitan las responsabili-

25. J. Comby, Para leer la historia de la Iglesia, Estella 1986, l, 189.



96 Teología Práctica

Historia

97

dades episcopales. La 0tención de dicha reforma es liberar a las Iglesias

loca~s y a toda la IglesIa de las intromisiones perniciosas de los príncipes

y. senores feu~ales, pero como contrapartida los obispos, con su comurudad

local, pIerden consistencia eclesial y misión original en su propio

puebl~. El papa eS,de h~ch~ el obispo de una diócesis, la Iglesia universal;

los ObISpOS. s?n ~o~o vIcanos ~el papa, por quien han sido llamados in

partem SOllICl~dl"':ls'.l de qUIen reciben, por lo tanto, misión y oficio

p~storal. ~a dIsocIacIOn entre los obispos y el papa es otro síntoma de

dIsgregacIOn del espíritu de comunión eclesial.

~n hecho pastoral de singular relieve es la querella lamentable entre

medIcantes y sacerdotes seculares que acontece en los siglos XIII y XIV.

Frente al ~lero secular, q~e detenta la cura animarum ordinaria, diocesana

y parr?~UIal, ,las nuevas ordenes mendicantes instauran un estilo de acción

apostohca m~s adaptado a las nuevas exigencias y en directa colaboración

y. dependencIa del romano pontífice. Se instalan en los suburbios de las

cIUdades, frecuentan las universidades, prestan su servicio a las grandes

obra~ p~pales como las cruz~das o la inquisición y gozan de privilegios

~OntI~CIOS,

como el de predIcar y confesar, incluso sin la previa auto­

~z~cIon de los p.árro~os. Los te.ól.ogo~ del clero secular niegan la legitlllllda~

y converuenCIa de e.ste ll11rusteno de los religiosos, que consideran

contrano a la es~ctura epIscopal y presbiteral de la Iglesia y anárquico

por sus caractenstIcas supraparroquiales.

La raí~ de la con~o;ersia reside en visiones eclesiológicas diversas.

Los mendIc~te~ se sItuan en una perspectiva eclesial universalista: un

solo pueblo cnstIano y una sola autoridad episcopal sobre todos los fieles

que ~s, la del papa, de quie? reciben misión y oficio pastoral, sin vin~

~ulacIOn alguna c?n la IglesIa l?cal. Por el contrario, los seculares mantIenen

la perspectIva de la IglesIa local, llegando incluso a la afirmación

exag~rada del. derecho divino de los párrocos; el papa no tendría autoridad

para mterverur en .la vida d~ las diócesis y parroquias, sino sólo para

salvaguardar la urudad eclesIal en caso de conflicto.

. Es!a doble perspectiva eclesiológica fundamenta una doble crite­

~olo~Ia past?ra~. Los mendicantes reconocen o perciben la insufi­

CIenCIa del cr~t~no ~:clusivamente territorial como principio normativo

de toda plamfIcacIOn pastoral; en cambio, los seculares quedan anclados

en una pastoral de viejo cuño, vinculada al territorio o a lo que

moderna~ente se llamará «el principio parroquial».

. ~os mtentos de independencia del estado respecto de la tutela

relIgIOsa y .la pr~tensión d~ e~ten?,er la ~glesia como comunidad de

creyentes sm eqUIpararla a mstItucIOn clencal, dio lugar al nacimiento

de lo que s~ ,ha llamado. «el espíritu laico». De hecho hay un comienzo

de separaCI?n de IglesIa y estado, consecuencia de la exclusión del

papa a partIr del s. XIV en la designación del emperador alemán.

4. Epoca moderna: acción pastoral de la Iglesia

en la Reforma y Contrarreforma (s. XVI-XVIl)

a) Concepción de la Iglesia

Antes de que Lutero llevase a cabo en el s. XVI la reforma protestante

puede decirse que se había roto la unidad religiosa medievaF 6 •

Desde comienzos del s. XIV hasta finales del s. XV se pronuncian

gritos contra el curialismo y clericalismo de Roma. Los esfuerzos de

san Bernardino de Siena hacia el 1440 y de las órdenes mendicantes

se muestran insuficientes. La exaltación de la vida interior por encima

de las instituciones jerárquicas manifiesta una débil conciencia eclesial.

El nuevo humanismo exalta al hombre y el protestantismo de Lutero

pone en crisis la necesidad y función del aparato institucional de la

Iglesia. La eclesiología de la institución es sustituida por una eclesiología

más espiritualista y personalista de la «sola fe», de la «sola

palabra de Dios» y del «solo sacerdocio universal de los fieles». De

este modo, la reforma protestante sitúa la palabra por encima del

sacramento, el sacerdocio de los fieles sobre el sacerdocio jerárquico

y las iglesias locales en un plano superior a la Iglesia universalista de

Roma. La atención se centra, por otra parte, en la promesa del perdón

de los pecados por los méritos de Cristo y en la fe que debe poseer

el fiel ante dicha promesa 27 •

Frente a la ruptura de la Iglesia provocada por la reforma protestante

en unos momentos de inseguridad teológica, débil religiosidad

y descontento del pueblo respecto del clero, el concilio de Trento

(1545-1563) intenta ser punto de partida de la contrarreforma. No es

posible restaurar la división creada, pero se intenta una revisión profunda

dogmática y pastoral de la Iglesia. En realidad, el tridentino no

aborda explícitamente las cuestiones de Ecclesia a pesar de que la

controversia eclesiológica estaba planteada en toda su amplitud. Algunos

han hablado de la laguna eclesiológica del concilio de Trento.

Con todo, la doctrina dogmática tridentina determina el desarrollo

posterior de la eclesiología católica y de la conciencia eclesial de los

fieles 28 •

Trento especifica las líneas maestras de una eclesiología de la

Iglesia-institución de salvación al afirmar la transmisión eclesial de la

palabra revelada, la estructura sacramental de la justificación, la ins-

26. ef. R. García Villoslada, Raíces históricas del luteranismo, Madrid 1969.

27. ef. J. Lortz, Historia de la Reforma, 2 vols., Madrid 1964; A. Ganoczy, Calvin

théologien de I'Église et du ministere, Paris 1964.

28. ef. H. Jedin, Historia del Concilio de Trento, 5 vols., Pamplona 1972.



98

Teología Práctica

~it~ci~n.divina ~e los siete sacra~entos y la constitución jerárquica de

a g eSla, precIsamente en funcIón del ministerium verbi et sacramentorum.

En corresp?ndencia con estos datos y por reacción antiprotes­

~ant~, l.a ecleSI?l?gía postridentina pone el acento en el as ecto

InstItucIOnal y v~sI?le de la Iglesia. En esta línea, Roberto Belar~ino

(l54~-1621), maXlmo representante de esta eclesiología define la

IglesIa por sus elementos institucionales como «la socied;d de hombr~s

umdos por la profesión de la verdadera fe, la comunión de los

m~s~os sacramento,s y baj.o e~ gobierno de los legítimos pastores,

pnn~I~al~;nte del umco vlcar.IO de Cristo sobre la tierra, el romano

P0n.tlfIce» . En .est~ perspectIva, no sólo es problemática la ontolOgIa

de la Ig~e~I~ ,SInO que ni siquiera aparece como misterio. En

efect~, la. defInICIO? .b~~arminiana de la Iglesia corresponde a la

expene~c.la de su ~IsIbIlldad, reducida a categorías sociológicas y

no teologI~~s, al afIrmar que «la Iglesia es una comunidad de hombres

.tan vISIble y:palpable como la comunidad del pueblo romano

el reInO de FrancIa o la república de Venecia»30.

'

b) Acciones pastorales

Desde el punto d~ vista pastoral, la atención de la contrarreforma

se centra en las funcIOnes del ministerio jerárquico y en el opus opera.tum

~e los sacram~nto.s. No se desconocen ni se niegan otros aspectos

illlstenosos y comumt~no~ de la Iglesia, pero lo que incide en el cam o

pastor~l y en la conCIenCIa de los fieles es una imagen de la 1 1 ~

entendIda como institución e instrumento eficaz de la salvación ~;:~~

tuando ~obre todo su aspecto jerárquico.

'

Es cIerto que Trento se preocupa de la reforma del pueblo cristiano

respecto de ~~ fe y las co~tumbres. Frente al peligro protestante, los

Padr~s, concIlIares aconsejan prudencia en la lectura de la B 'bl'

a~encIOn a la buena ?!"ientación de las devociones populares. ~oIaol

vldemos que .~a ~ereJ!a Y sup~rstición preocupaban entonces hondan:~nt~.

~ambIen Inq.u~e~ab~ ,la Ignorancia religiosa, por lo que el con­

CIlIO . InSIste en la IlllC!aCIOn cristiana, traza las bases de un ran

catecIsmo y dest~ca l~ Importancia de la institución familiar. g

. ~~ re~o:m~ tndentma es decisiva en el campo litúrgico. La codi­

~lcacIO~ ~Itu.rglca e~ necesaria en este tiempo, dada la diversidad de

lIbros lIturglcos eXIstentes, frecuentemente desviados de la tradición

.29. R. Belarmino, De controversiis christianae fidei adversus nostri tem . h

retlCos, Ingolstadt 1961, 1.3, c. 2, col. 137-138.

pons ae-

30. ¡bid.

Historia 99

y hasta entonces incontrolados. Como consecuencia de las decisiones

de Trento se editan en 1568 el Breviarum romanum, en 1570 el Missale

romanum, en 1596 el Pontificale romanum, en 1600 el Caeremoniale

episcoporum y en 1614 er Rituale romanum. De este modo, el rito

latino-romano se impone en la cristiandad occidental, con la ventaja

de la unificación y la desventaja de la fijación. La congregación de

Ritos, fundada en 1588, se encarga de la custodia de los nuevos textos

en una época rubricista que ha durado hasta los umbrales del Vaticano

11. Se mantiene el latín frente a la decisión protestante de celebrar en

la lengua del pueblo; se desarrollan las devociones populares al margen

de la liturgia; prevalece la devoción al Cristo eucarístico, con un

ceremonial preciso en las procesiones eucarísticas y exposiciones del

Santísimo; la liturgia de la palabra permanece en la sombra y se

minimiza la importancia de la fe en orden a la salvación. Los templos

del Barroco son como salones de actos, con palcos y galerías, pinturas

y mármoles, con impresionantes retablos y coros, en oposición a la

severidad protestante. Frente a la espiritualidad de los reformadores,

la pastoral católica gira en torno a la presencia real del santísimo

sacramento, la devoción a la Virgen, la misa como sacrificio y el

sacerdocio jerárquico.

c) Agentes del ministerio

Trento intenta una reforma del ministerio episcopal. Tanto en

Oriente con la crisis arriana, como en Occidente con la crisis protestante,

el origen de las tensiones se debe a la falta de un episcopado

adecuado. Muchas diócesis carecen en el s. XVI de prelados auténticos

por la intromisión interesada y bastarda de titulares laicos. Trento se

preocupa de restaurar la misión espiritual del obispo. Frente al beneficio,

el concilio insiste en el oficio; pide control en el nombramiento

de los obispos, exige integridad de costumbres en los altos eclesiásticos

y destaca que los prelados sean «padres y pastores», no simples funcionarios

o administradores. El obispo debe residir en su diócesis para

poder ejercer la cura animarum como paterfamilias de su pueblo santo,

sin descuidar la visita pastoral. Su vida personal está en relación con

su función, y su virtud con la dignidad recibida 3l .

En segundo lugar, Trento se preocupa de la reforma sacerdotal.

Los Padres tridentinos reconocen que la disciplina eclesiástica se encuentra

gravemente desviada y que las costumbres del clero y del

31. Cf. J. I. Tellechea, El obispo ideal en el siglo de la Reforma, Roma 1963; P.

Broutin, L'éveque dans la tradition pastorale du XVle siecle, Bruges 1953.



100 Teología Práctica

pueblo se han corrompido. Desarraigados los sacerdotes de la Iglesia

local, s: ad~inistr~n las órdenes en cualquier parte, sin apenas control;

hay ~mIgraclOnes mcesantes en busca de mejores beneficios y se ha

perdIdo todo sometimiento a la obediencia jerárquica. Por este motivo

el primer principio de la reforma sacerdotal tridentina es constituir u~

clero diocesano territorial e incardinado. Se prohíben los «clérigos

vagos» .y se manda que sólo el obispo diocesano imparta las órdenes

con sene~a~. El orden sagrado, que es un sacramento múltiple, se

debe admIlllstrar por grados, pero quien reciba esta función deberá

estar convencido de que la recibe para los demás.

Al destacar Trento el munus principalissimum de los obispos y

sacerdotes, que es la predicación, se comienza a tener catequesis con

niños los domingos y días festivos. La catequesis de adultos se tiene

normalmente el domingo por la tarde. No olvidemos que el catecismo

de L~tero se publica en 1529. De ahí que surgiesen por todas partes

catec~smos de acuerdo con el de san Pío V de 1566. Estos primeros

catecIsmos, de acuerdo con Trento, exponen la fe como comienzo de

salvación, siendo su estructura tradicional: símbolo, sacramentos decálogo

y padrenuestro. En 1560 se funda la Cofradía de la doctrina

cristiana, cuyos miembros se comprometen a asistir asiduamente a la

catequesis y a transmitirla a sus familiares.

5. Epoca de la Ilustración y del Liberalismo: la acción pastoral

de la Iglesia postridentina y vaticana (s. XVIII y XIX)

a) Concepción de la Iglesia

F.rente a ~a eclesiología protestante, la pos tridentina enfatiza la

IglesIa como. I~strument~ eficaz de salvación en virtud de los poderes

sa¡srados recIbIdos de Cnsto, poderes que se vinculan, en último térmmo,

a los. sacramentos, cuya celebración asegura y revela siempre

una presencIa pública, oficial y específicamente religiosa de la Iglesia

frente a la sociedad humana 32 •

. La eclesiología postridentina se mueve, en primer lugar, en un

clIma de confrontación polémica con el protestantismo. Es una eclesiología

de diferenciación más que de integración, en la que la atención

se centra en lo que separa y no en lo que une. A esta eclesiología

responde una pastoral de la diferenciación, centrada en defender y

preservar a los católicos de las herejías y contactos protestantes. En

segundo lugar, se entiende la Iglesia hacia dentro. Sus ejes son la

32. ef. L'ecclésiologie au X1Xe siecle, Paris 1960.

Historia 101

fundación de la Iglesia por Jesús, su constitución jerárquica y sus

funciones salvadoras. No se desarrolla la dimensión hacia afuera en

relación al mundo. Hay una oposición casi irreductible entre la Iglesia

y el mundo, entendido este'úl~imo como poderío y pr~sencia del I?al,

autocomprendiéndose la IglesIa como obra y presenCIa de la santIdad

de Dios. Así deben ser examinadas las condenaciones del Syllabus de

Pío IX. Por último, la eclesiología postridentina descuida situar a la

Iglesia en la perspectiva de la historia de salva~ión .. Por esta raz~n

desconoce el pueblo la Biblia y no comprende la lIturgIa. En la IgleSia

predomina la estabilidad más que el desarrollo; parece una institución

del pasado, subsistente por asistencia divina, que un acontecimiento

en proceso de renovación; es Iglesia establecida más que Iglesia en

edificación; más Iglesia desencarnada desde arriba que peregrina en

el mundo con la misión de encarnarse en la sociedad.

b) Acciones pastorales

La reforma pastoral preconizada por el concilio de Trento no se

realiza del mismo modo en todas partes. Al mismo tiempo que decae

la ciencia teológica en la época del Barroco y de la Ilustración, se

desvía la cura de almas basada en una pedagogía moral, en una obediencia

ciega a la jerarquía, en un sacramentalismo unilateral, en una

enseñanza vaciada de contenido y en una piedad individualista. Los

métodos pastorales son todavía de la época de la fe espontánea, sin

tener en cuenta los cambios operados en la sociedad. El mundo industrial

obrero emerge en una época de oratoria hueca, culto desvitalizado

e ininteligible, catecismo antropocéntrico, escolástica desnutrida

de savia bíblica, absolutismo estatal y centros teológicos

alejados de la realidad social. La Iglesia, que se confunde con la

jerarquía, ejerce con fuerza la autoridad, y los seglares se limitan a

obedecer.

La catequesis entra en el s. XVIII en una nueva fase, pero el interés

se centra en la pedagogía, no en el contenido. Por parte del Estado se

implanta la asistencia obligatoria a la catequesis, considerada como

clase de religión más que iniciación mistagógica. En este tiempo de

ilustración y racionalismo, el peligro intelectualistaes evidente, tanto

en el catecismo como en la teología. Lo más positivo es el hallazgo

de la pedagogía activa. Hay intentos de renovación kerigmática en

Alemania con Sailer mediante una profundización bíblica, y con Hirscher,

quien desea centrar la catequesis en la historia de la salvación,

pero vence la catequesis neoescolástica, basada en una doctrina abstracta,

sin biblia ni liturgia, con un fuerte acento moral.



102 Teología Práctica

Hasta la renovación benedictina de Solesmes, el ministerio litúrgico

continúa estancado desde la fijación tridentina de la liturgia en

el latín, lengua que el pueblo no entiende. No sorprende, pues, que

en este tiempo se predique durante toda la misa, salvo en los instantes

de la consagración.

Los intentos de reforma de las disciplinas eclesiásticas fracasan

por falta de verdadera renovación en la savia profunda de la Iglesia.

Mientras el Estado es absolutista, los eclesiásticos se convierten en

meros funcionarios religiosos al servicio del sistema dominante. Los

poderes civiles, aunque abusivamente, hacen justicia con la distribución

de los bienes eclesiásticos, ya que escasean obispos con sentido

social que se adelanten a las exigencias de los tiempos. Un retraso

enorme se origina en la pastoral social al reducirse la moral a una

cuestión individual. El apostolado cristiano se clerical iza y el pensamiento

de los teólogos -insensible a los problemas de la época- se

limita a repetir machaconamente la tradición mal entendida.

Después de la revolución francesa hay un intento de renovación

eclesiológica y pastoral bajo la influencia del romanticismo, pero se

esteriliza por la defensa a ultranza de la autoridad, sostenida por algunos

tradicionalistas acérrimos frente a todo afán democratizador. El

pensamiento pastoral, indeciso en sus fundamentos eclesiológicos desde

finales del s. XVIII hasta el s. XX, apenas influye en la rutinaria

cura de almas. En el s. XIX, al debilitarse la influencia de la Iglesia

en la sociedad secular, se buscan nuevos métodos pastorales mediante

cofradías y asociaciones que se preocupan sólo de la vida espiritual.

Aunque surge un cierto catolicismo social, no siempre es compartido

por los responsables de la Iglesia.

c) Agentes del ministerio

La eclesiología postridentina desarrolla con preferencia la estructura

jerárquica y clerical de la Iglesia. En tanto que los sacerdotes son

considerados sujetos de acción eclesial, los laicos se convierten en

meros objetos de dicha acción. La afirmación del principio jerárquico

da a la acción pastoral cohesión, ortodoxia y disciplina, pero, como

contrapartida, se clericaliza la misión de la Iglesia y se fomenta indirectamente

la pasividad de los laicos.

Al ser una pastoral de autoridad, se acentúa el gobierno, control

y organización de la parroquia, sobre todo a través de actividades

administrativas y burocráticas. Lo que importa es la ejecución de las

leyes, reglamentos y orientaciones, que vienen siempre de arriba, a

través del Boletín oficial diocesano.

Historia 103

La formación pastoral de los sacerdotes es deficiente porque también

lo es su preparación teológica, basada en los manuales ~po~ogéticos.

La Iglesia es estudiada en un trata~o de derec~o p~bhco

eclesiástico en el que sólo intervienen la autondad del magIsteno, las

leyes canónicas y la jerarquía.

6. Primera mitad del s. XX: la acción pastoral

de la Iglesia, previa al Vaticana 11

a) Renovación en los comienzos del siglo XX

La renovación del pensamiento cristiano, tal como s~ ~resent~ en la

primera mitad del s. XX, tiene sus comienz?s en las dos ultImas decadas

del siglo pasado. Entre 1880 y 1900 empIezan, por una p~,e, las .renovaciones

bíblica, litúrgica y patrística, y, por otra, la renovaClOn tOmIsta

y del pensamiento social. De hecho es san Pío ~ (1903-1914), con ~na

gran preocupación pastoral, el papa que a COmIenzos de nuestro SI~~O

sienta oficialmente las bases de la renovación eclesial con su expreslOn

«revertimini ad fontes». Unos quince años más tarde, el protestante Karl

Barth pronuncia otra consigna no menos decisiva: «reg~es~u~ ad verbum

divinum». El renacimiento de la teología vuelve a COlllCI~, como ~n

los grandes momentos medievales, con un «despertar evangeh~o», ~egun

la expresión de Chenu. Los teólogos más notables de nuestro SIglo tIenen

sensibilidad pastoral al regresar a un contacto más. íntimo .co.n la palabra

de Dios y a una adaptación más plena del pensamIento cnstIano con las

exigencias del mundo moderno social 33 • •

Sobrepasados en gran manera el s~bjetivismo '! racional~s?Io del

s. XIX, el mundo se abre en cierta medIda a las re~hdades espmt~ales.

Con todo, a principios de nuestro siglo aún está pUjante el modernIs~~,

fruto de una crítica racionalista extrema, que, p~oduce grav~s cnSIS

religiosas en algunos ambientes. Según la encIchca Pascen~l ~1907)

de san Pío X, el modernismo contiene los errores del agnoStICIsmo y

del inmanentismo. En definitiva, elimina el carácter sobrenat~ral y

transcendente de la fe, del dogma y de l~ !glesia: Por ~ste motIv?, se

consideran peligrosas en el campo aI?ologetIco.la fIl~sofIa de lll: a~clOn:

el vitalismo, el subjetivismo morahsta y la fIlosofIa d~~ se~tImI~~to,

en el campo exegético se mira con reserva~ ~a concepclOn ~Isto~IcIs~a

y evolucionista y en la enseñanza dogmatIca no se admIte mngun

relativismo.

33. Cf. R. Aubert, La théologie aU milieu du ~e siecle, Toumai-Paris 1954; G.

Thils, Orientaciones actuales de la teología, Buenos Aires 1959.



HISTORIA DE LA TEOLOGIA PASTORAL

4

Una de las características más sobresalientes de la teología en estos

últimos años es su dimensión pastoral y su consideración práctica.

Pero no ha sido fácil la intelección de lo que hoy se llama teología

pastoral o teología práctica. Durante mucho tiempo ha sido la moral,

sin la primacía de las grandes directrices de la caridad o del reino de

Dios, la que ha cobijado a la teología pastoral. También el derecho

canónico ha irrumpido en la cura de almas como si el código fuese la

principal fuente de dirección pastoral. Incluso en algunos momentos

las orientaciones pastorales se han derivado sin más de la práctica

parroquial. La teología dogmática, erigida en suprema disciplina, ha

considerado frecuentemente a la teología pastoral como un simple

corolario de su propio proyecto especulativo. Hasta constituirse la

teología pastoral como disciplina teológica, eclesiológica y práctica

han pasado doscientos años. Examinemos este recorrido.

1. Nacimiento de la teología pastoral

En el cuarto sínodo lateranense de 1215 se decretó que junto al

magister especializado en la enseñanza de las Escrituras hubiese otro

experto que educase al clero en el trabajo pastoral y en la praxis de

confesión. Para diferenciar esta tarea de la teología especulativa se la

denominó teología práctica. Este vocablo fue utilizado probablemente

por el jesuita Pedro Canisio (1521-1597), aunque las primeras aportaciones

sobre esta materia son los manuales Theologiae practicae

compendium de J. Molanus en 1585 y Enchiridion theologiae pastoraUs

et doctrinae necessariae sacerdotibus curam animarum administrantibus

del obispo auxiliar de Tréveris P. Binsfeld en 1591, «sobre



108

Teología Práctica

Historia 109

la doctrina necesaria a los sacerdotes encargados de la cura animarum».

Ambas obras fueron editadas según el espíritu de la reforma

pastoral llevada a cabo por el concilio de Trento (1545-1563), basada

en la reforma del clero, la renovación del ministerio episcopal y el

lugar destacado de la parroquia en la acción pastoral. Con dichos

manuales se intentó ayudar canónicamente a los sacerdotes encargados

de la cura animarum y de la administración de los sacramentos l. Mayor

importancia y difusión tuvo el Manuale parochorum de L. Engel,

publicado por primera vez en 1661, que llegó a lo largo de unos cien

años a quince ediciones. En el s. XVII la theologia practica equivalía

a theologia casuum.

Como nueva disciplina, la teología pastoral nació el 3 de octubre

de 1774 mediante un real decreto de la emperatriz María Teresa de

Austria (1740-1780), al aceptarse el plan de reforma de los estudios

eclesiásticos (»Proyecto para una mejor organización de las escuelas

teológicas») presentado por el canonista benedictino Stephan Rautenst~auch

(1734-1785), entonces director de la facultad de teología

de VIena, después de haberlo sido anteriormente en la de Praga2 • El

plan de reforma triunfó después de varios intentos comenzados en

1752 por el jesuita Ludwig de Biel. Algunos historiadores fijan los

años 1777 o 1778 como fechas más exactas del nacimiento de la

teología pastoral. De hecho, el manual Pastor bonus del profesor de

Lovaina J. Opstraet, editado en latín en 1698, se tradujo al alemán en

1764 y se impuso como primer texto de teología pastoral en 1777,

por recomendación del mismo Rautenstrauch, a pesar de la prohibición

de esta obra por el Santo Oficio debido a su tendencia jansenista3 • La

supresión de la Compañía de Jesús en 1773 permitió a la emperatriz

María Teresa constituir una comisión de reforma de los estudios eclesiásticos

sin que intervinieran jesuitas. Maria Teresa es la madre del

«emperador sacristán» José 11, del que proviene el denominado josefinismo,

caracterizado por la servidumbre de la Iglesia al estado y

el sometimiento de los clérigos e instituciones eclesiales a la tutela del

poder político. Se advierte en este tiempo la necesidad de establecer

unas normas prácticas para los sacerdotes encargados de la cura de

almas. De Austria pasó la nueva disciplina a Alemania y de ahí a los

1. Cf. esta noticia en C. Noppel, Aedificatio Corporis Christi. Aufriss der Pastoral

Freiburg 21949, 7. Cf. también P. Broutin, La Réforme pastorale en France au XV]];

siecle, Paris 1956.

2. Cf. J. Müller, Die Pastoraltheologie innerhalb des theologischen Gesamtkonzepts

von Stephan Rautenstrauch (1774) en F. Klostermann - R. Zerfass (eds.), Praktische

Theologie heute, München-Mainz 1974, 42-51.

3. J. Opstraet, Pastor bonus, seu instar, officium, spiritus et praxis Pastorum, Mecheln

1689.

paises limítrofes. En España, el primer manual práctico ?e pastoral

conocido, como más adelante veremos, es el de L. A. Marm de 1805.

La reforma de los estudios eclesiásticos hecha,por Rautenstrauch

pretendía que la teología ayudase a «formar dignos servidores del

evangelio, es decir, perfectos pastores», para que éstos, a su vez,

formasen «excelentes cristianos», «buenos ciudadanos» y «verdaderos

hombres». Se explica esta perspectiva en el ambiente cultural del siglo

de las luces, caracterizado por el desarrollo de las ciencias positivas

y los métodos históricos. Con la reforma se prologaron un año más

los estudios teológicos, que hasta entonces duraban cuatro para el

doctorado y dos para el sacerdote no titulado. En el quinto año se

fijaron las «disciplinas prácticas», una de las cuales era la teología

pastoral, dividida en tres secciones: el deber ~e.la ~~señanza, el. de la

administración de los sacramentos y el de la edIfIcaclOn o del gobIerno.

Pero en realidad, sólo la persona del pastor o sacerdote encargado de

la cura de almas era objeto de estudio de la recién nacida teología

pastoral. En esta asignatura, enseñada desde su nacimient,? en lengu.a

vulgar, no en latín, se incluyeron estos tratados: catequetIca, homIlética,

ascética, retórica, liturgia y rúbricas. La teología pastoral nació

con un sentido pragmático, no teológico, centrada clericalmente en la

enseñanza de los deberes del pastor de almas, considerado entonces

funcionario espiritual del Estad0 4 •

2. Desarrollo de la teología pastoral católica

a) Primera etapa: concepción pragmática, no teológica

La primera etapa de la teología pastoral transcurre en los finales

del s. XVIII y comienzos del s. XIX, tiempo en donde predomina una

concepción absolutista del Estado como «servidor y protector de la

religión» y en el que se manifiesta una decadencia de las ciencias

eclesiásticas, puesto que «ni la filosofía escolástica -según M. Grabmann

- tuvo la vitalidad de las corrientes medievales o de la escuela

española de los siglos XVI y XVII por no sincronizar con la recién

nacida corriente mecánico-matemática, ni la teología especulativa, a

su vez, acertó a insertar en sí misma una visión histórica, quizá por

haber dado la espalda a las viejas e inagotables fuentes patrísticas»5.

4. Cf. A, Müller, Praktische Theologie Z,Wischen Kirche und Gesellschaft, en Praktische

Theologie heute, o. e" 15-26.

5. M. Grabmann, Geschichte der kathoUsche Theologie seit dem Ausgang der Viiterzeit,

Frankfurt 1933, 207.



110

Teología Práctica

Historia 111

Tenemos, pues, una disciplina llamada teología pastoral, nacida de

un~ .escolástica ~e~adente, sin nervio teológico, exclusivamente pragmatlca

y al serVICIO de una concepción estatal absolutista.

. La teología pastoral tuvo un sello clerical y estatal hasta la primera

m}tad del s. XIX. Así se comenzó a enseñar en los teologados austnacos

desde 1777. «El llamado rasgo josefinista de los primeros

teól~gos pastorales. -af~rma F. J. Calvo- fue exagerado por sus

contmuadores. A dIstanCia de pocos años, aparecen una serie de manuales

de teología pastoral, marcados por el espíritu del proyecto de

Rautenstrauch, que en aras de la Ilustración acentúan la obediencia de

los clérigos a los príncipes»6. En resumen, la teología pastoral de esta

época es más arte que ciencia, receta canónica que teología, en función

del clérigo, bajo un régimen católico absolutista.

b) Segunda etapa: concepción bíblica e histórico-salvífica

En el siglo de las Luces o época de la Iluminación se inicia una

renovación, incluso en las ciencias eclesiásticas, favorecida por el

romanticismo alemán. A finales de dicho siglo funda A. Chr. Storr la

escuela protestante de Tubinga, basado en la idea del reino de Dios.

Renovación semejante sobreviene en la escuela católica de la misma

ciudad, cuyo fundador es J. S. Drey (1777-1853). Pero el que da a

la teología past~ral un gran impulso es J. M. Sailer (1751-1832), quien

«se opone -afIrma F. X. Arnold- a la filosofía antropocéntrica de

s~ época, a las demostraciones especulativas y al delirio de abstrac­

CIOnes de la escuela de Wolf, así como a la crítica kantiana de la

razón»~ .. Sailer busca en la época del tradicionalismo francés y del

rOI?antI~Ismo alemán un cristianismo viviente y una pastoral más genuma,

sm el peso del josefinismo ni las influencias excesivas de la

Ilustra~ión~., Reflexiona sobre el contenido bíblico y kerigmático de

la predIcacIOn y rechaza una pastoral racionalista, moralista y utilitaria.

Estudia la Escritura como fuente de la pastoral, basado en esta idea

c~ntral: «Dios en Cristo, salvación del mundo en pecado». Hace gravItar

el centro de la pastoral en la proclamación de la fe. Su preocupación,

con descuido de la liturgia, se dirige a la predicación y ca~

tequesis del pastor de almas más que del profesor de religión. Del

problema pedagógico del cómo, pasa Sailer al examen del qué o contenido

kerigmático.

6. F. J. Calvo, Teología Pastoral, en CFP, 719.

7. F. X. Amold, Seelsorge aus der Mitte der Heilsgeschichte, Freiburg 1956, l33.

8. Cf. J. M. SaJler, Vorlesungen aus der Pastoraltheologie, München 1789.

Después de la Escritura, el segundo fundamento es para Sailer la

historia. Mejor dicho, la línea histórico-salvífica que va del génesis al

apocalipsis. El cristianismo es para él acontecimiento, histori'a de salvación.

Desenmascara la estéril especulación de la escolástica de su

tiempo y distingue claramente entre evangelio y escolástica, anuncio de

la palabra y teología de oficio. Le falta, sin embargo, una teología

sistemática.

Sailer reacciona contra una concepción pastoral josefinista y considera

al sacerdote ministro y colaborador de Cristo en la edificación

del cuerpo místico, no funcionario estatal. El sujeto. de la acc~ón

pastoral no es simplemente el «encargado de la moral» cIUdadana smo

el «pastor» cristiano según el espíritu y la revelación de Cristo. No es

un empleado sino un sacerdote ~on vocación. . , . ,.

Intenta Sailer dar a la teologIa pastoral una maduracIOn CIentlfIca,

distinguiéndola de un conjunto de consej?s o de ~n apéndi~e mo~~l.

Le da visión científica dentro de la dogmátlca ecleSial. Esta onentacIOn

bíblica hace que se sobrepase la concepción antropocéntrica anterior.

Pero aunque Sailer corrige el concepto josefinista de la teología pastoral,

el pastor sigue siendo, para él, sujeto único de. la actividad

pastoral. Identifica excesivamente el pastor con la Iglesia. .

Para S ailer , el objeto de la teología pastoral es el estudIO de la

continuación de la obra redentora de Cristo en la tierra o la acción de

la Iglesia. La teología pastoral es, por co~siguiente, la ciencia. que

tiene por objeto el ejercicio de las tres funcIOnes pastora!es; su f~n es

la formación completa de los pastores. Se trata de exammar l~ dIrección,

enseñanza y santificación del rebaño por el pastor, contmuador

de la persona y obra de Cristo. El punto de vista no es, pu~s, eclesiológico.

De ahí el concepto de sacerdote como alter Chrzstus, ~epresentante

de Dios en la tierra, mediador y dispensador de la gr.aCla.

Esta misma orientación de Sailer se da en otros dos pastorahstas,

A. Schramm y P. Conrad, autores de destacados manuales de teología

pastoral, publicados en 1780 y 1789 resp~ctivamente. ~l. ~cen!o .antropocéntrico

de la etapa anterior es corregIdo con una VIS IOn bIbhca.

Se reflexiona sobre el pastor, no sobre el funcionario, ya que se parte

de la obra redentora de Cristo, no de las exigencias estatales, pero

esta tendencia rezuma todavía un sello clerical.

c) Tercera etapa: concepción eclesiológica

Hacia la mitad del s. XIX hizo A. Graf (1811-1867) una dura

crítica de la concepción pastoral anterior, excesivamente basada en el

pastor 9 • Discípulo genial de J. A. Mohler y de J. S. Hirscher, y

9. Cf. A. Graf, Kritische Darstellung des gegenwartigen Zustandes der praktischen

Theol¿gie, Tübingen 1841.



112 Teología Práctica

representante de la escuela de Tubinga, A. Graf postuló en 1841 una

teología práctica con una orientación eclesiológica semejante a la

teol?gía pr.áctica protestante, ya existente. Recordemos que en 1811

ha?Ia pubhcado e~ protestante Fr. Schleiermacher un importante trabaJo

~n el q~~ precIsaba el estatuto universitario de la teología práctica.

La onentacIOn de ambos pastoralistas, en una interacción ecuménica

admirable, era semejante, pero A. Graf reconoce noblemente que «los

~rotestantes han hecho mucho más que los católicos, en estos últimos

tIempos, en la elaboración científica de la teología práctica»lO A. Graf

es considerado hoy como el verdadero precursor de la moderna teología

práctica católica.

Según A. Graf, la teología práctica debe estudiar todos los factores

eclesiales o no, que influyen en la edificación de la Iglesia. Afirm~

que la Iglesia debe tener una conciencia científica de sí misma en

cuanto qu~ se edifi~a en el futuro. Para comprender la teología prá~tica

es necesano reflexIOnar sobre la Iglesia desde tres ángulos diferentes:

a) su pasado, descrito por la teología histórica y las ciencias bíblicas'

b) su esencia presente, sobre la que reflexionan la dogmática y l~

m~ra!; c) su autoconstrucción en elfuturo, tarea propia de la teología

practIca. Son"pue~, t~es aspectos: el histórico, el teórico y el práctico.

L~ teologIa practIca no nace, según A. Graf, del interés práctico

que tIene la teología, sino de la consideración fundamental sobre la

Iglesia al edificarse a sí misma. Con esto se rechaza la identificación

d~ la 5~010gía práctica con. un mero pragmatismo y se afirma su carácter

cIentIf~co. ~. ~raf cambIa el nombre de t~ología pastoral por el de

teologw practlca para hacer ver que el sUjeto o agente de la acción

apostó.lica es la Iglesia y no exclusivamente el sacerdote como pastor.

Del mIsmo Graf proceden las expresiones «acciones eclesiales» «edificación

del reino de Dios», «autoconstrucción de la Iglesia», e~c. De

este modo, Graf da un paso decisivo en la concepción científica

teológica y eclesial de la teología práctica, definida como «la con~

ciencia científica de la Iglesia que se auto-edifica de cara al futuro».

Es, pues, según la escuela de Tubinga, una variante de la eclesiología 11.

d) Cuarta etapa: concepción clerical

La concepción eclesiológica de la teología práctica de A. Graf

aunque fue aceptada en gran parte por su discípulo J. Amberger (1816~

1889), sufrió un notable cambio I2 • J. Amberger, en una extensa obra

10. Cf. W. Steck, Friedrich Schleiermacher und Anton Graf - eine okumenische

Konstellation Praktischer Theologie?, en Praktische Theologie heute, o. c., 27-41.

11. R. Marlé, Le projet de théologie pratique, París 1979, 72-75.

12. Cf. el pensamiento de A. Graf en H. Schuster, Die Geschiehte der Pastoral-

Historia 113

de tres tomos (1850-1857), divide la teología práctica en dos partes:

el derecho canónico y la teología pastoral, mientras que para A. G:af

el derecho canónico es un aspecto del gobierno pastoral de la IglesIa,

ya que la teología pastoral no se basa en el derecho sino ~n l~ esencia

de la Iglesia. Por esta razón, Amberger vuelve a clencahzar esta

asignatura, al centrarse en las actividades del pastor. De ahí que se

vuelva al antiguo nombre de teología pastoral.

La desviación eclesiológica de la teología pastoral se ~ompru~ba

todavía más en la concepción de M. Berger (1822-1870), qUIen pubhca

un manual en 1861, en el que se define nuestra asignatura como

«introducción científica del pastor en la recta administración de su

oficio»I3. En realidad, la teología pastoral pierde no sólo su dimensión

eclesiológica y teológica sino su exigencia científica, al reducirse a

una mera introducción de tipo práctico o a un manual de re~etas p~ra

el pastor. No interesa ya la esencia de la Iglesia y sus aCCIOnes SInO

la naturaleza del pastor y sus actividades.

Esta concepción pastoral clerical, no eclesiológica, qu~ reaparece a

mediados del s. XIX, continúa hasta bien entrado nuestro sIglo actual en

los innumerables manuales de pastoral que se editan entonces l4 • La teología

pastoral se convierte poco a poco en una doctrina sobre la dirección

espiritual, en tanto que la cura de almas es la suma de actividades de los

clérigos. El contenido de la teología pastoral se deduce .una~ veces de

las normas, rúbricas y leyes canónicas, y otras de la expenencIa co?creta

de la cura de almas. En cualquier caso nos encontramos en este tIempo

con una disciplina práctica sin categoría de cienc~a, pra~mática sin base

teológica, con una preocupación por las almas s~n sentI?o de la e~carnación

y una visión fragmentada del apostolado SIn la rmrada ampha de

una pastoral de conjunto.

3. Desarrollo de la teología práctica protestante

a) Contribución de M. Lutero

Las primeras reflexiones sobre la teología práctica protestante son

debidas a M. Lutero, para el cual «sola experientia facit theolo~um»,

experiencia que proviene de la fe en Cristo crucifi.cado, cont~mda en

la «teología de la cruz». Solamente «vivendo, Immo monendo et

damnando fit theologus, non intelligendo, legendo et speculando».

theologie, en HdPTh, 60-62 Y en F. X. Amold, Seelsorge aUS der Mitte der Heilsgeschichte,

o. e., 178 ss.

13. Cf. M. Berger, Pastoraltheologie, Regensburg 1861. ,

14. Entre 1850 y 1915 aparecen en alemán una docena de obras sobre teologla

pastoral.



114

Teología Práctica

Historia 115

Dicho de otro modo: «theologus no fit ni si id fiat sine Aristoteles»15.

Pa:a Lutero, «la verdadera teología es práctica, y su fundamento es

Cnsto, cuya m~erte aprehendemos por la fe»; según el refonnador,

los que no admIten este postulado hacen teología especulativa, que

«es claramente cosa del diablo». En resumen, la teología práctica

luterana se ce~tra en la experiencia de la fe y en la predicación de la

p.alabra. El ?~Jeto de la teología no es para Lutero simplemente Dios

smo la relacIOn entre el hombre y Dios. Para evitar malentendidos con

el término teología, Melanchton usó la expresión doctrina christiana.

Este fue el parecer de muchos teólogos luteranos del s. XVI.

b) Fundamentación de Fr. Schleiermacher

. I?~sp~és de Lutero, los protestantes apenas hicieron reflexiones

sIgmfIcatIvas sobre la teología práctica hasta Fr. Schleiennacher

(1768-1834): considerado fundador de esta disciplina. Este gran teólogo,

denommado «segundo reformador», publicó en 1811 un notable

opúsculo, en donde salió al paso del cuestionamiento universitario de

la teología ~ue habían hecho Kant en 1789 y Fichte en 1807, segun

los cuales solo cabe la teología «laica» en la universidad moderna si

se renuncia a la fe y a la revelación positiva 16. Schleiennacher sostuvo

que la teología es verdadera ciencia al servicio de la «conducta de la

Iglesia». Consideró que la teología práctica, que entonces se enseñaba

«se. relaciona?a más con los pequeños detalles que con las cuestione~

de. Iu:portancIa». ~?mo «ci~~cia positiva -escribió-, la teología es

aSImIsmo un serVICIO: servICIO por la ciencia, pero ciencia ordenada

~ una acción responsable o disciplina que culmina en un saber práctI~~»17.

La .teología práctica es, según Schleiermacher, teoría del ser­

VICI.O. ecleSIal ~n la comunidad cristiana local o teoría de la responsabIlIdad

ecleSial respecto de las acciones de la Iglesia en la sociedad

Aunque divulgó la expresión teología práctica, en realidad este tér~

~ino de la teología protestante procede del teólogo holandés G. Voebus,

del s. XVII.

En los comienzos del s. XIX, después de las guerras napoleónicas y

en pleno des~ol~o de los grandes sistemas filosóficos alemanes, se erige

la nueva umversIdad de Berlín. Allí, siguiendo a Schelling, Schleier-

15. Cf. la~ citas de Lutero, estudiadas por G. Ebeling, en M. Midali, Teologia

pastorale o pratica, Roma 1985, 24-25. M. Lutero editó en 1517 su obra titulada Disputatio

contra scholasticam theologiam.

. 16. Cf. Fr. Schleiermacher, Kurze Darstellung des theologischen Studiums zum Behuf

emlei~tender Vorlesungen, edición crítica de H. Scholz, Leipzig 1910. Ver G. Casalis

Schleiermacher et la réforme des études de théologie: EtThRel 59 (1984) 167-180 '

17. Cf. cita en R. Marlé, Le projet de théologie pratique, Paris 1979,55. .

macher sostiene la idea de que la teología es «ciencia práctica» o «positiva»,

como la medicina y el derecho, ya que se dirigen estas tres

disciplinas hacia los «fines naturales» del pueblo. Para Schleiennacher,

el principio contructor de la teología es la «conducta de la Iglesia», distinta

del «gobierno eclesiástico». Precisamente por su carácter de ciencia positiva,

la teología es un servicio en orden a una acción responsable. Según

V. Schurr, «Schleiennacher fue el primero en conceder a la teología

práctica el carácter de disciplina científica y en considerarla como raíz y

corona en la organización de las especialidades teológicas» 18. Desde

entonces, y por influjo de este gran pastoralista protestante, se divide la

teología en sistemática, histórica y práctica. En esta última se estudia el

ministerio de la palabra (homilética y catequética), el ministerio de la

liturgia y la organización o administración de la Iglesia, de acuerdo a los

tres oficios de Cristo.

c) Evolución posterior de la teología práctica protestante

Después de Schleiennacher, y a lo largo del s. XIX, se mantiene

entre los protestantes el estatuto científico de la teología práctica. El

sujeto de la acción apostólica no es ya el pastor sino la Iglesia o, si

se quiere, la comunidad cristiana.

Hay varios pastoralistas protestantes en este tiempo que desarrollan

una cierta teología sistemática práctica. Ph. K. Marheinecke (1780-

1846) -rival de Schleiennacher en Berlín- sostiene que la teología

comporta dos dimensiones: una teórica y otra práctica; la teología

práctica tiene por objeto la Iglesia; no es mera «técnica». Pero el gran

discípulo de Fr. Schleiermacher es C. 1. Nitzsch (1787-1868), para

quien el objeto de la teología práctica es la autoconstrucción de la

Iglesia. En tanto que la teología es, para Nitzsch, «scientia ad praxim»,

la teología práctica es «scientia praxeos». Dicho de otro modo: la

teología encuentra su plenitud en la teoría del ejercicio eclesial del

cristianismo, que es la teología práctica.

En los finales del siglo XIX destaca, asimismo, Chr. Palmer (1811-

1875), quien se esfuerza en mantener el estatuto triple de nuestra

disciplina: teológico, científico y práctico. Con todo, muchos pastoralistas

de este periodo son en realidad dogmáticos de la vida eclesial.

Con Chr. Achelis (1883-1912), autor de un importante manual de

teología práctica, se pretende volver a la vida concreta: el sujeto y

objeto de nuestra disciplina es la Iglesia, la comunidad. Tennina por

prevalecer lo empírico. Pero al acentuar lo práctico, paradójicamente

18. V. Schurr, Teología pastoral en el siglo XX, en H. Vorgrimler - R. Vander

Gucht (eds.), La teología en el siglo XX, III, Madrid 1974, 323-324.



116

Teología Práctica

Historia 117

decae el interés sobre la teología práctica en detrimento de las otras

ciencias eclesiales.

Así transcurren los comienzos del s. XX hasta la teología dialéctica

de K. Barth (1886-1968), quien, al centrarse en la revelación, convierte

la teología práctica en teología de la palabra o en teología kerigmática.

El centro de la teología no es lo meramente empírico sino la experiencia

inmediata e intensiva de la fe. Por eso, más que la esencia de las

cosas, lo que importa es el acontecimiento. Consecuentemente, el fin

de la dogmática es la predicación como suceso cristiano que se renueva

constantemente. La liturgia apenas tiene importancial9.

Después de la segunda guerra mundial y en la década del Vaticano

n, la teología práctica protestante toma un mayor contacto con la realidad

social del mundo y su secularización. Se estudian las relaciones entre

Iglesia, reino de Dios y mundo. Así, bajo la influencia de Tillich, el

pastoralista A. D. Müller desarrolla como teología práctica una teología

de la cultura. AfIrma que la teología práctica es «el lugar teológico de

la justa realización del reino de Dios en la Iglesia, y por la Iglesia en el

mundo»20. E. Hertzch confronta la Iglesia «real» con la Iglesia «verdadera»

, al aceptarla como cuerpo místico y analizarla como realidad

empírica 21 O. Haendler desarrolla las relaciones entre la Iglesia y el

ateísmo moderno. Sin embargo, la teología práctica protestante reciente

es teología de .la Iglesia o ciencia de la práctica eclesiaF2.

4. Renovación contemporánea de la teología pastoral católica

a) Etapa entre las dos guerras mundiales

La renovación contemporánea de la teología y la aparición de

diferentes movimientos cristianos de renovación ayudaron a concebir

de un modo más eclesial, científico y teológico la teología pastoral o

teología práctica. En vísperas de la segunda guerra mundial destacaron

los p~stor~li~tas L. Bopp y C. Noppel, el primero en una línea psicologlca

rapldamente rebasada y el segundo con un contenido mayor

de teología y eclesiología. C. Noppel publicó en 1937 su libro Aedificatio

Corporis Christi con el propósito de ofrecer un nuevo manual

de teología pastoraF 3 • Vislumbró que la concepción pastoral de su

19. V. Schurr, Teología pastoral en el siglo XX, o. c., 324-325.

20. A. D. Müller, Grundriss der Praktischen Theologie, Gütersloh 1959.

21. E. Hertzsch, Die Wirklichkeit der Kirche. Kompendium der Praktischen Theológie,

1, Tübingen 1956.

22. O. Haendler, Grundriss der Praktischen Theologie, Berlin 1957.

23.

'1949.

Cf. C. Noppel, Aedificatio Corporis Christi. Aufriss del Pastoral, Freiburg 1937'

,

tiempo se había separado de la visió~ eclesi~lógica, q~e la cura ~e

almas era individualista y que se habla reducIdo la antIgua teolo~Ia

pastoral o práctica a una mera hodegética. Basado .en lo~, trabaJos,

teológicos de J. A. Mühler y M. J. Scheeben y l~ onentacIOn ~e A.

Graf, definió la teología pastoral como «la ensenanza ~el gobIerno

pastoral, es decir, de la dirección y cuidad? de la IglesIa como c~munidad

de creyentes o como pueblo de DIOS (1 Pe 2,10), a traves

de los órganos mediatos o inme~i~t?s estable~idos. por. Cri~to, su c.a?eza

invisible»24. Considera la homIletIca y la lIturgIa CIenCIaS auxIlIares

de la teología pastoral y establece como te~cera parte ~e esta discipli?~,

en el sentido de una solicitud pastoral estnctamente dIcha, la reflexIOn

sobre la misión, la caridad y la acción católica. .

Frente a la clericalización de la acción pastoral, C. Noppel mtroduce

al seglar como miembro activo en la edifIcació? del c~erpo místico, ~ero

a través de su participación en el apostolado JerárqUlC?. La comurudad

cristiana no es, pues, meramente pasiva frente a la actIvIdad del pastor,

sino que posee la misión de edifIcar el cuerpo de Cristo.

b) Etapa de la posguerra última mundial

Al acabar la segunda guerra mundial se produce ~na int~nsa renovación

de la teología pastoral en Alemania y FranCIa. HaCIa 1942

comienza F. X. Arnold (1898-1969) sus estudios en tomo a la naturaleza

e historia de la acción pastoral. Es heredero teológico en la

cátedra de Tubinga de los pensadores alemanes sobre la c,ura?e .almas.

Según Amold, la teología pastoral presupone. ~na ~e?logIa blblzca q~e

investiga el «contenido y forma de la revelacIOn dlvma»; una ~~ologIa

histórica que estudia la «evolución y los azares de }a r~vela:I?n y la

Iglesia en el ir y venir de la historia» y ~~a teologIa sl~tematlc~ q.ue

profundiza el «dogma y el ethos, el espmtu. y la esencI~ del cnstIanismo»25.

Esta asignatura no es mero recetano o corolano de la.dogmática,

ya que posee un objeto propio constituido por las «acCIO?~S

eclesiales», que consisten en la palabra, los sacramentos y la accI~n

pastoral en un sentido amplio. En definitiva, la teología pastoral, .s,egun

F X. Arnold es «la doctrina teológica sobre las formas de aCCIOn de

l¡ Iglesia» o' teología de las acciones ecle.s}ales 26 . Evidenteme?te,

Amold entiende la Iglesia como «congregacIOn de todos los bau~Izados».

Por eso afIrma que «los bautizados son fundamentalmente sUjetos

24. ¡bid.,!. "-

25. F. X. Amold, Qué es la teología pastoral?, en id., Palabra de salvaclOn como

palabra al tiempo, Estella 1966, 361.

26. ¡bid., 364.



118 Teología Práctica

de la actividad de la Iglesia y portadores responsables de sus formas

de acción». La Iglesia, pues, se construye desde arriba, «por medio

de Cristo», y desde abajo, «por la fe y el amor de sus miembros»27.

Siguiendo las orientaciones de A. Graf, afirma Arnold que «la meta

de la teología pastoral es tanto de naturaleza científica como práctica;

comprende teológicamente a la Iglesia obrando pastoralmente y sus

formas de acción en la palabra, el sacramento y la cura del almas»28.

El eje radical de la pastoral es, para Amold, el principio divino-humano

fundamentado en Cristo. Esto significa que la acción pastoral incluye

la participación de Dios y del hombre. «La teología pastoral está, por

tanto, subordinada y obligada a estos dos factores, en medio de los

cuales la Iglesia ha de servir de mediadora: Dios y su revelación y el

hombre en su situación concreta»29. De ahí que el pastoralista de

Tubinga distinga entre la mediación de la obra salvadora (Heilsvermittlung)

y el proceso mismo de salvación (Heilsprozess). La acción

divina ocupa un primer puesto; la Iglesia cumple un humilde servicio

o ministerio de fe y de amor instrumental-personal, sin ejercer un

dominio sobre los medios de salvación y sobre las personas 30 . En

definitiva, el principio teándrico es fundamental en la acción pastoral.

Con una visión semejante a la de F. X. Arnold en Alemania, el

francés P.-A. Liégé (1921-1979) parte de una recta concepción

eclesiológica 31 . Para justificar el ministerio eclesial, que se resume en

«proponer la fe salvadora, conferir los sacramentos y suscitar comunidades

de santidad», Liégé fundamenta la eclesiología en la cristología.

«La evangelización de las naciones es el oficio profético; bautizarlas

es el oficio sacerdotal; hacerles guardar los mandamientos es

el oficio pastoral; oficios todos ellos que han de ser desempeñados en

nombre de Cristo, que continúa presente en su obra»32. Basado en una

eclesiología viva, Liégé define en 1955 la teología pastoral como «la

reflexión sistemática sobre el conjunto del misterio de la Iglesia en el

acto vivido durante el tiempo de su crecimiento», o bien «la reflexión

sistemática sobre las diversas mediaciones que la Iglesia realiza para

la edificación del Cuerpo de Cristo» 33. En 1957, al presentar al público

27. Ibid., 365.

28. F. X. Amold, Teología e historia de la acción pastoral, Barcelona 1969 , VII.

29. F. X. Amold, ¿Qué es la teología pastoral?, o. c., 366.

30. Cf. F. X. Amold, Pastoraltheologische Durchblicke, Freiburg 1965. En esta

obra se recogen sus tres trabajos importantes publicados en 1948, 1949 Y 1956.

31. Cf. P. A. Liégé, El misterio de la Iglesia, en Iniciación teológica, III, Barcelona

1961, 253-313, que anticipa muchas perspectivas conciliares sobre la iglesia. La edición

original francesa es de 1954. Anteriormente había publicado Théologie de I'Église et

probtemes actuels d'une pastorale missionnaire: MD 34 (1953) 5-19.

32. P. A. Liégé, El misterio de la Iglesia, o. c., 271.

33. P. A. Liégé, Pour une théologie pastorale catéchétique: RSPhTh 39 (1955) 5.

Historia 119

francés la traducción de la obra de F. X. Amold Di~nst am glauben,

escribe Liégé un prologo importante so.bre el sentId? q~e pos~e. la

teología pastoral. Ahí define dic~a maten a como «l~ ~l~~cla t~~I~gIca

de la acción eclesial»34. Al expbcar esta breve de~mIclOn, LIege ~efiende

el carácter científico, teológico y eclesiológIco de nuestra dISciplina.

De este modo establece una e~tre,cha relaci?n con el pen~amiento

de Amold, del que se considera dISCIpul~ ~ ~illlgO. Pa~~ ~studIar

las divisiones de una teología pastoral, parte LIege de la mISlOn de la

Iglesia, formulada en el mandato ~e. Cri~to a los a~~stoles \~t ~8,

18-20). Concluye que se dan tres mImsteno~: el profetIco? el hturwco

y el caritativo. También aboga por el e~t~dlO de unos pnmeros P~I?­

cipios que «la teología pastoral debe explIcItar a la lar~o de s~ reflexlOn

sobre la acción eclesial: acción de Cristo en la IglesIa en vIrt?d d~ la

misión»35. Los resume en estos tres: el cristológico, el e~leslOlóg~co

y el de la unidad de misión. En uno de sus ?ltimos trabaJos3~escnbe

la teología pastoral como «teoría de la praxIs de la IglesIa» .

c) Etapa posconciliar

En la década de los sesenta recibió la teología pastoral ~n nu~,:o

impulso, gracias al magisterio teológico de K. Rahner. L~ one~tacI~n

pastoral de la teología, que se ~anifiesta con vigor graCIas al mflujo

del Vaticano n, cristaliza en el Importante Handbuch der ~astoraltheologie

(manual de teología pastoral) elaborad? po: l~s mejores pa~toralistas

del momento, con el subtítulo: «teologIa practIc~ de la IgleSIa

en su presente»37. Aunque esta obra había sido concebIda ~~t;: del

Vaticano n, responde a las exigencias pa~torales del ConCIbo . La

teología pastoral tienen por o.bjeto l~ IgleSIa -no ?Ieramente ~l pastor-

y es reflexión que se dIferenCIa de la teologIa especulatIva, ya

que se considera disciplina rigurosa y autónoma. En e~te manual se

intentan exponer los fundamentos teológico~ de la accIó~ pastoral y

explayar la actividad de la Iglesi~ en ,s~ conjunto, en .la bne~ de una

teología práctica rigurosamente cIenufIca .. Es. ~oncebIda aq~I la ~eología

pastoral como ciencia de la autorr~ahz~~lOn de la IgleSIa (ob~eto

material), a la luz teológica de cada sItuaclOn actual de la IgleSIa y

34. Está este texto en la segunda edición de F. X. Amold, Al servicio de la fe,

Buenos Aires 1963, 12.

35. Ibid., 15. h h tI 1

36. Cf. P. A. Liégé, Positions de la théologie pastorale, en Rec ere es actue es, ,

Paris 1971, 51-72.

d

37. Cf. F. X. Amold - K. Rahner - V. Schurr - L. M. Weber (eds.), Handbuch er

Pastoraltheologie, 5 tomos, Freiburg 1964-1972.. ., .

38. En 1961 se imprimió como manuscrito en Fnburgo de Bnsgov¡a, Plan und AufrlSS

eines Handbuches der Pastoraltheologie.



120

Teología Práctica

Historia 121

~e! mundo (objeto formal). Fundamentalmente el Handbuch se identIfIca.

con. una «eclesiología existencial». Pero más que definir una

doct~na, mtenta trazar los criterios de la renovación pastoral de la

I?lesI~ en el ~~ndo. No pretende ofrecer recetas pastorales al clero,

smo cIrcu~scnblfSe a la reflexión crítica sobre la «autorrealización»

de la IglesIa en el presente y en el futuro. Esta obra difiere profundamente

40

de la que publicó M. Pfliegler en 1962 39 o G. de Bretagne

en !964 anclados en concepciones pastorales sobrepasadas. La teologIa.

I?astor~l del manual ale~án se especifica por las exigencias y

con~I~lOnamIentos deJa actualIdad y futuro eclesial analizados socioteologIcamente.

El sUJ~to de la a~ción pastoral es la Iglesia. Es, pues,

este .manu~~ una especIe de «polItología de la Iglesia». Precisamente

su d.ImenslOn .eclesIal es su fuerza y debilidad. La Iglesia cobra ahí

un~ Imp?rtanc,Ia excepcional. De ahí que sea de hecho una eclesiología

eXIstencIal, mas que un~ teología práctica. No llega a ser realmente

una te.~logIa de la praxIS de los cristianos o una ciencia teológica de

la acclOn 41 •

5. La teología pastoral española hasta el Vaticano II

En España se publicaron .durante el siglo XIX algunos manuales

de ~eologIa 'pas~oral, ya escntos directamente en castellano, ya tradU~Idos

ordmanamente del francés. Uno de estos primeros manuales

edItados se~ún las corrientes que se empezaron a dar en Europa a

~onsecuencIa del d~creto ~e IY,laría Teresa de Austria, fue el del agustmo

Lorenzo Ant?~lO Man~, tIt~lado Instituciones de teología pastoral

o t~atado del ofiezo y .oblzf!aclone~ del párroco (Madrid 1805). En

realIdad no tuvo ~emasIada mfluencIa, ya que el estudio de la teología

pastoral como aSIgnat~ra comenzó entre nosotros a mediados del s.

XIX. En.la segunda mItad del siglo pasado se publicaron estas obras:

El cura ¡[ustra~o en orden a sus derechos y deberes por el párroco

d~ ~arbastro VI~~nte Solano (Barbastro 1848-1849); Apuntes para el

reglmen ~e !a dlOcesis por san Antonio María Claret (Madrid 1857 y

1865); B.lblzoteca del cura párroco por el párroco oscense Orencio

Santolana ~ Anoro (Huesca 1858) y Arte. pastoral o método para

gobernar bIen una parroquia por el dominico Juan Planas (Barcelona

39. Cf. M. Pfliegler, Teología pastoral, Barcelona 1966.

40. Cf. G. de Bretagne, Pastoral fundamental, Madrid 1968.

41. El pensamiento pastoral de K. Rabner puede ser examinado, fuera del m I

en K. Ra?ner - H. Vorgrimler, Diccionario teológico, Barcelona 1966, la voz P ~nuaz'

527-528; Id., Teología pastoral, en E. Neuhiius1er - E. Góssmann, ¿Qué es teo~s o~a?,

Salamanca 1969, 345-528. ogla. ,

1860)42. Tuvo abundantes ediciones el libro Tesoro del sacerdote del

jesuita José Mach (la 10 edición es de 1889), corregido después por

el P. Ferreres. Ya en el s. XX fueron muy utilizadas las obras p'ráctica

parroquial de Eduardo Genovés (Valencia 1914); Lo que puede un

cura hoy del Arcipreste de Huelva (Sevilla 1910), el manual de José

Vilaplana Teología pastoral y práctica parroquial (Barcelona 1922)

y el Curso de teología pastoral de Francisco Naval (Madrid 1925).

Tuvo una gran difusión la edición en castellano del Curso de teología

pastoral del francés V. Lithard (Barcelona 1932).

En general todos estos manuales, especialmente los más antiguos,

tienen un concepto práctico de teología pastoral, son escasamente

teológicos y se basan en una visión jurídica y clerical de la Iglesia.

La teología pastoral es, por ejemplo, para V. Solano, la ciencia que

ayuda a los párrocos a desempeñar «con el mayor celo todos sus

deberes pastorales y públicos para que también se santifique la feligresía»

(p. 15); para J. Vilaplana es «la ciencia que trata de la dirección

de las almas mediante el ejercicio del ministerio parroquial» (p. 7);

para F. Naval es «la ciencia práctica que tiene por objeto el gobierno

exterior o público de las almas, junto con su alimentación, curación,

protección y defensa, en orden a su santificación y a su salvación

eterna» (p. 11) Y para V. Lithard, «la última parte de las ciencias

eclesiásticas que tiene por objeto enseñar a los futuros sacerdotes y

pastores de almas el modo de cumplir con exactitud sus propios deberes,

antes de encargarse de algún ministerio» (p. 5-6). Todos estos

autores escriben con la preocupación de orientar la práctica parroquial

y de trazar sabios avisos para la «dirección interna e individual» de

las almas. Afirman claramente -como piensa F. Naval- que no

tratan de «formar simplemente buenos ciudadanos y óptimos gobernantes»,

sino santificar las almas y conseguir su salvación eterna

(p. 12).

Algunas de estas obras han tenido abundantes ediciones y se han

reeditado incluso en los años inmediatamente anteriores al Vaticano

11. Así ha ocurrido con el manual ya citado de F. Naval, el de Alejo

Sendra titulado Teología pastoral con práctica parroquial (Valencia

1954, 2 ed.), el de Salvador Rial revisado por Laureano Castán, Manual

del buen pastor (Tarragona 1957, 5 ed.) y el de J. Blouet Teología

pastoral, traducido del francés (Madrid 1960). Las definiciones que

dan Sendra y Rial de teología pastoral siguen la misma corriente que

los antiguos manuales de corte pragmático: tratan de los deberes del

42. En esta obra de J. Planas, de tres tomos, se dedican por ejemplo 35 páginas a

las relaciones del párroco con sus parientes y domésticos y 7 a la catequesis; por otra

parte, mientras habla en 89 páginas de la primera comunión no hay una sola consagrada

a la misa.



122 Teología Práctica

pastor en orden al gobierno de las almas. La Iniciación a la vida

pastoral de B. Martín Sánchez (Salamanca 1956) se resume en unos

«consejos prácticos a neopresbíteros» sin pretensiones teológicas.

La última etapa española preconciliar de la teología pastoral está

representada por la obra de C. Sánchez Aliseda (1914-1960), profesor

de Teología Pastoral y Liturgia de la Universidad Pontificia de Salamanca

y fundador y primer director del Instituto Superior de Pastoral,

desde 1955 hasta su muerte en 1960, en accidente de tráfico. Las

aportaciones de Sánchez Aliseda, en una labor de divulgación, giran

en tomo al sacerdote como responsable de la pastoral; los laicos son

meros colaboradores del presbítero en la parroquia. El fin de la acción

pastoral es la salvación y santificación de las almas. En resumen, la

acción pastoral es -para Sánchez Aliseda- el estudio del quehacer

sacerdotal, siguiendo el ejemplo de Cristo sacerdote, profeta y rey,

para una mayor eficacia en la salvación de las almas 43 •

n. TEOLOGIA

BIBLIOGRAFIA

W. Birbaum, Theologische Wandlungen von Schleiermacher bis Barth.

Eine Enziklopiidische Studie zur praktischen Theologie, Tübingen 1963; F.

Dorfmann, Die Ausgestaltung der Pastoraltheologie zur Universitiitsdisziplin

und ihre Weiterbildung, Wien-Leipzig 1910; R. Füglister, Die Pastoraltheologie

als Universitiitsdisziplin. Eine historisch-theologische Studie, Basilea

1951; F. Klostermann - J. MülJer (eds.), Pastoraltheologie. Ein Entscheideder

Teil der josephinischen Studienreform 1777-1977, Wien-Freiburg-Basilea

1979; F. Klostermann - R. Zerfass (eds.), Praktische Theologie heute, München-Mainz

1974; W. Pannenberg, Teoría de la ciencia y teología, Madrid

1981; G. Rau, Pastoraltheologie. Untersuchungen zur Ceschichte und Struktur

einer Cattung praktischer Theologie, München 1970; H. Schuster, Die Ceschichte

der Pastoraltheologie, en F. X. Arnold - K. Rabner, - V. Schurr,­

L. M. Weber (eds.), Handbuch der Pastoraltheologie, Freiburg 1964, l, 40-

92; E. Weinzierl y G. Griesl (eds.), Von der Pastoraltheologie zur Praktischen

Theologie 1774-1974, Salzburg-München 1975.

43. Cf. C. Sánchez Aliseda, El sacerdote y la acción pastoral, Madrid 1955; id.,

Pastoral de Jesús, Madrid 1958; id., Pastoral de urgencia, Madrid 1958; id., Parroquia

para todos. Madrid 1961.



LA TEOLOGIA, TEORIA PRACTICA DE LA FE

S

No es tarea fácil determinar qué es teología. Las respuestas son

variadas: es ciencia de la conclusiones de la fe, ciencia de la fe,

entendimiento de la fe, fe en estado de ciencia, fe que indaga comprender,

etc. En todo caso, cuando la teología se entiende como inteligencia

de la fe vitalmente acogida o como reflexión de la palabra

de Dios experimentada en comunidad y comunicada evangélicamente

en el mundo, la tarea teológica tiene relación con la vida cristiana y

su ejercicio pastoral. Naturalmente, han surgido varias teologías según

los diferentes modelos de comunidad cristiana plasmados en las condiciones

cambiantes de la vida. A lo largo de la historia se han dado

diversas relaciones entre fe cristiana y reflexión teológica, que podemos

reflejar en una serie de etapas perceptibles en la evolución de

la teología.

1. De las acciones de Dios a la Escritura

El hecho singular de la presencia histórica de Jesús como Señor

es el fundamento de la comunidad cristiana primitiva y el origen de

la plasmación del NT, teniendo en cuenta el AT, el ambiente de Jesús

y la mentalidad del helenismo l • Las Escrituras en su conjunto, y los

cuatro evangelios en particular, son libros que fijan de forma escrita

acciones de Dios y experiencias religiosas para que permanezcan sin

alteraciones y puedan ser comunicadas. El texto escrito es al mismo

tiempo palabra de Dios porque interviene en el acto humano de escribir

la acción del Espíritu. Al traducir a lenguaje escrito las acciones,

1. K. Rahner, Teología, en SM, VI, 556.



126

Teología Práctica

Teología 127

a~ont.ecinn.ento~ y experiencias, el narrador informa y expresa su propIa

VIvenCIa e mtenta provocar una respuesta 2 • Ahora bien antes de

que la obra literaria se escriba con inspiración, han transcurrido varias

fases. Al comienzo está lo acontecido; luego el acto pastoral, en virtud

del. cual se pr?clam,a, se predica, se instruye, se celebra y se ora; Y

al fmal se escnbe. Sm olvidamos -como afinna L. Alonso Schokelque

«el lenguaje es primariamente hablado y la palabra es primariam~nte.

sonora»3. La f~nción de la escritura es conservar la palabra,

cns!alIzada en un. conjunto de libros precisos, llamado canon, cuyo

caracter es nonnatIvo para los fieles 4 • Después se desarrollará el trabajo

de leer y, entend~r el texto en .la liturgia, interpretarlo en la catequesis

o teologIa y aplIcarlo en la vIda. La Escritura como palabra de Dios

vuelve a encarnarse en el acto pastoral.

El escritor bíblico, por estar atento a los acontecimientos indicadores

de la presencia salvadora de Dios, es sensible a lo concreto y a

lo real y se m~~resa s~b~emane~a por la vida. Por ser persona creyente,

su preocupacIOn se dmge hacIa la experiencia religiosa como comunicación

de vida divina. Y si describe sus propias experiencias o las

del pueblo, lo hace fundamentalmente a base de narraciones relatos

p~rsonales e !nterpelaciones. Cuando tiende a expresar los he~hos con

formulas racIOnales, lo hace con reservas para no vaciar su relato de

la adhesión espiritual que desea inculcar. No le interesa tanto interpretar

.el mundo de los hombres cuanto conmoverlo religiosamente,

es deCIr, tran~formarlo; no pretende simplemente que los conocimientos

crezcan smo que las personas se conviertan 5 • La Biblia narra una

historia de salva~i,ón y de libe~ación, abierta a un futuro prometedor,

con, la ?~eOCUpacIOn de 9ue se mstaure, aquí y para siempre, un reino

de JustIcIa, que es el remo de Dios.

2. De la Escritura a los símbolos de fe

El hombr~ bí~lico conside~a primacial la palabra de Dios dirigida

al hombre, cnstalIzada en un lIbro y pronunciada solemnemente en la

asamblea. La teología, como palabra del hombre sobre Dios, no tiene

para él demasiada. relevancia. Ni siquiera el término teología se encuentra

en las Escnturas. Ellogos (palabra) o la gnosis (conocimiento)

se denominan charis, es decir, gracia. En todo caso, según se avanza

2. Cf. L. Alonso SchOkel, La palabra inspirada, Madrid 31986, 126 ss.

3. Ibid., 231.

4. A. Piñero, La formación del canon del NT, Madrid 1989; L. Duch, El libro en

las religiones, Madrid 1989.

5. Cf. Cl. Tresmontant, Ensayo sobre el pensamiento hebreo, Madrid 1962.

hacia los últimos libros de la Biblia, atribuidos a los apóstoles, se

advierte que las reflexiones de tipo teológico son cada vez más numerosas

y concisas, aunque todas ellas estén siempre en torn? a unos

sucesos misteriosos ocurridos en Galilea y Jerusalén. En reahdad, los

escritos del NT no son reflexiones teológicas sino testimonios de la

palabra de Dios., «La persona de Cristo -escr~be P.-R. Tragan-. ~s

el alma del NT. El es el objeto de la fe, el contemdo de la proclamacIOn

del kerigma, el fundamento de la interpretación. e~ang.élica de !a comunidad

cristiana»6. En el evangelio se puede dIstmgUlr -escnbe P.

Eicher- «entre el testimonio profético de la palabra de Dios que se

ha hecho historia y la doctrina acerca de esa verdad. Es verdad que

nunca se separa la predicación misionera (kerigma) de la doctrina

(didaskalia), pero se va imponiendo una diferenciación entre estas dos

funciones básicas de la comunidad» 7 •

Tanta importancia tienen los hechos obrados por Dios en Cristo

que los apóstoles -enviados del Señor~ adquieren u?a clara conciencia

de ser «testigos de la resurreCCIOn» y «embaj~dores d~ la

palabra». Lo que les interesa es el anuncio de .Jesucnsto o, SI ~e

prefiere, el acto pastoral que se resume al cO~Ienzo de la ~glesIa

apostólica en «ser constantes en escuchar la ensenanza de los ap~stoles

y en la comunidad de vida, en el partir del pan y en las oracIOn~s»

(Hech 2,42). Recordemos que Jesús no hab!ó t~o!ógica~en.t~ de DIOS

sino que enseñó con parábolas o de fonna sIm~ohca el sIgmfIcado del

reino de Dios o la proximidad salvadora de DIOS.

Las Escrituras son la base de la vida cristiana y de la reflexión de

los creyentes 8 • El oyente de la palabra, al ~sc~char las ens~ñan~as

apostólicas, se pone en contacto con el COnOCImIento de los mIs,tenos

de Dios. Por la fe acepta el hecho central de la persona de Jesus, de

sus obras y palabras, sin más reflexión que la necesaria para que se

transforme su modo de vivir y de pensar.

El primer enunciado apostólico del co~teni~o de la pal~~ra de Di~s

y de la fe es el símbolo, resumen de la hIstona de salvac~on y explIcitación

del mensaje central del NT. La fe se expresa teóncamente en

el credo, que comprende los artículos de lafe. «La ~alabra del cre~o,

palabra de confesión -afinna E. Vilanova-, va sIe,mpre precedI.da

de una vivencia que quiere expresarse y que, a traves del lenguaje,

6. P. R. Tragan, La teología bíblica: origen, desarrollo, perspectivas, en E. Vilanova

Historia de la teología cristiana, 1, Barcelona 1987, 103.

7'. P. Eicher, Dignidad de la teología y pluralismo teológico: Conc 191 (1984) 26-

27. 8. Cf. L. Cerfaux, La voz viva del evangelio al comienzo de la. Iglesia, San Sebastián

1958; J. Levie, La Biblia, palabra humana y mensaje de Dios, Btlbao 1961; P. Grelot,

La Biblia, palabra de Dios, Barcelona 1968.



128

Teología Práctica

Teología 129

puede ~er c?mpartida»9. Al ser la fe una participación del conocimiento

que DIOS tIene de sí mismo, es también comunicación de una vida

Ahora ~ien, abierta. tod~ la persona por la fe, y no sólo la inteligencia:

se despIerta en, el Intenor del creyente un afán de saber sapiencial,

que es tanto. mas profundo cuanto más se ajusta el pensamiento a la

palabra de DIOS y s~ ~~nforma la vida a las exigencias de dicha palabra.

El creyente es un InICIado en el misterio de Dios lO •

~~ conocimiento divino actúa, según sus leyes, en la misma comUlll~m

que, ~or la fe te~emos de Dios en Cristo. Dios se nos entrega

no solo noetIcam~nte. SIn.O vitalmente, como un ágape que el amor

ac~p~a: C:~anto. mas ftdelIdad hay en esta comunión, más se ahonda

la InICIaCIOn cnstiana. La fe incita a conocer más y el conocimiento

ll~va a una profundización de la fe, sin olvidar que la fe es conoci­

~Ient.o gracias a una revelación inédita porque es, ante todo, expenencla

del mundo de Dios!!.

. El credo bautismal, bajo forma de narración continua o a base de

Interrogantes, es un signo de reconocimiento, a saber, un símbolo que

se acepta personalmente, se confiesa en la asamblea y se testimonia

a?te lo~ ,otros. ,A~nque su origen es litúrgico, termina por cobrar una

dIme?SIOn teologIca; de la ortopraxis comunitaria se pasa a la ortodoxia

doctnnal.

3. De los símbolos de la fe a las sumas

Cuando la ~glesia abandona el espacio palestino y el ámbito vete~otestamentan~

y se encarna en el mundo helenístico y romano, los

p~meros apologzstas plasman la fe con fórmulas nuevas' así nace un

pnmer lenguaje teoló?ico. Con la conversión de algu~os filósofos

pa~anos ~urge la. neceSIdad de estudiar las relaciones entre cristianismo

y ftloso,ft~, conSIderado el primero como sabiduría y la segunda como

prop~~~utIca de la contemplación de Dios por medio de la fe. No hay

OP~S~CIO~ ,entre ambas; el conocimie?t~ del misterio de Dios y la

punfIcacIOn del hom?re e? su entendImIento se condicionan gracias

al conocer. La .fe VIva SIempre busca la inteligencia!2. Dicho con

p.a~abra de E. Vtl~nova: «La inteligencia de la fe es elaborada y clanfIcada

en el camInO de lafides quaerens intellectum, hacia la ciencia.

Se trata, pues, de la historia del intelligere aplicado a la verdad de la

9. E. Vilanova, Historia de la teología cristiana, o. c., l, 116.

10. M. D. Chenu, ¿Es ciencia la teología?, Andorra 1959, 35-36.

11. J. F. Malherbe, El conocimiento defe, en lnicPrTeol, l, 92 Y 107.

12. Cf. M. D. Chenu, La foi dans l'intelligence, Paris 1964.

fe» 13. La teología nace cuando la fe cristiana se confronta con la cultura

griega y la política romana. De este modo el credo palestinense se

hace cultural mente universal.

Durante la cristianización del imperio romano se desarrolla la denominada

teología patrística, bajo una doble influencia: de la Iglesia

en la sociedad de su tiempo y del imperio romano en el modo de vivir

y de pensar de los cristianos. Los Padres de la Iglesia no intentan una

ordenación del dato teológico ni elaboran un sistema racional. Exponen

la fe a lo largo de la lectura de la Escritura, que tiene lugar en las

reuniones catecumenales o en la celebración de la eucaristía. Se detienen

en la consideración de los hechos salvadores y en su concatenación,

no tanto de un modo racional y lógico sino histórico. Sencillamente

glosan la Escritura. Las glosas escritas aparecen con la

intención de explicar el texto, mejorarlo o actualizarlo. No pretenden

ampliarlo.

Algunos Padres intentan recapitular toda la teología en la persona

de Cristo o sistematizar todo el pensamiento cristiano. Poco a poco

se introducirá el raciocinio en la comprensión de los misterios de Dios.

Incluso se intentará demostrar la verdad de la revelación con argumentos

racionales. En cualquier caso, la enseñanza teológica se basa

durante mucho tiempo en la lectio divina. Los maestros leen el texto

y lo comentan, dividiendo su trabajo en tres actos: la explicación

gramatical de la letra, la búsqueda de la significación de los elementos

y, finalmente, la deducción del pensamiento, que se resume en una

sentencia.

Llegó un tiempo en que las sentencias proliferaron; hubo que

seleccionarlas y comentarlas. De este modo se llegan a componer libros

de sentencias a base de recoger y clasificar pasajes oportunos de la

Escritura o de la tradición. En los siglos XII Y XIII todo es sometido

a análisis, incluso la palabra de Dios. Precisamente en este tiempo la

teología cobra un nuevo rumbo con el uso del método dialéctico hasta

constituirse como ciencia. Aparecen diversas escuelas. A la lectio de

la Escritura sucede la quaestio o propuesta de temas, para llegar a la

disputatio, vistas las dificultades aparecidas y las posibles soluciones

para cada caso. Las cuestiones se seleccionan y se establece un orden

entre sí. El maestro aspira a organizar científicamente todo el conjunto,

pero la línea seguida ya no es la histórica. Por eso es necesario buscar

principios arquitectónicos y pedagógicos nuevos. A partir del s. XII

aparecen las sumas, que son colecciones de cuestiones más o menos

sistematizadas. En resumen, de la lectio hemos pasado a la suma a

través de glosas, sentencias y comentarios a las sentencias.

13. E. Vilanova, Historia de la teología cristiana, o. c., l, 40.



130 Teología Práctica

Evidentemente, la fe es el punto de partida para hacer teología, la

cual, como ciencia subalterna, recibe sus principios o artículos de fe de

la subaltemante, que es la ciencia de Dios. El texto inicial es el texto

sacro; por todo esto, la teología es enteramente doctrina sacra. Santo

Tomás llega a la convicción de que la doctrina sagrada debe ser considerada

como una ciencia. Su punto de partida es siempre el dato revelado,

la palabra que Dios nos revela. La teología, según esto, es reflexión

sobre la Escritura; es ciencia de la fe, ya que por la fe creemos que la

Biblia es Escritura sagrada, es decir, palabra de Dios. En conclusión, la

teología es para santo Tomás ciencia de la fe y sabiduría espiritual (sapientia,

sacra doctrina). Tiene dimensión kerigmática y puede todavía

considerarse reflexión en vistas al anuncio cristiano de la fe.

Al dato revelado se añaden conocimientos o ideas de orden humano.

Se aprecia sobremanera el arte de argumentar. Entonces la

teología como ciencia proyecta conclusiones. Incluso para leer la palabra

de Dios hay que aportar un cierto caudal de conocimientos humanos,

basados en la autoridad y la razón. Pero el lenguaje de los

teólogos debe ser sagrado, como contemplativa es toda su reflexión,

ya que se mueven siempre en la atmósfera del misterio. Su tentación

y sus peligros residen en enunciar los objetos de la fe por medio de

estructuras racionales l4 • La introducción de la conceptualización en la

teología hace peligrar el sentido histórico de la palabra de Dios y

oscurecer el testimonio de la fe.

Además de utilizar nociones filosóficas abstractas, añadidas al dato

revelado para llegar a conclusiones teológicas, se puede hacer teología

con la ayuda del método simbólico. No pocas veces recurre a este

método santo Tomás, aunque en general lo descarta como procedimiento

científico. No olvidemos que le precedió Hugo de San Víctor,

quien ideó toda una teología a base de símbolos y alegorías. La pastoral

patrística utilizó abundantemente la alegoría, que en sentido paulino

(Gál 4,24) da la clave de la Escritura.

Sin duda alguna, la teología debe tener continuidad con la palabra

de Dios, y, aunque su camino para construir el sistema teológico sea

más filosófico que alegórico, nunca podrá rechazar plenamente la

tipología bíblica para la lectura e interpretación del texto sagrado 15 .

4. De las sumas a los manuales

A partir del año 1200 y a lo largo de los tres últimos siglos de la

Edad Media aparecieron las universidades, caracterizadas teológicamente

por el instrumento de reflexión denominado escolástica, que

14. M. D. Chenu, ¿Es ciencia la teología?, o. c., 68.

15. Cf. M. D. Chenu, La théologie au douzieme siecle, París 31957; J. de Ghellinck,

Le mouvement théologique du Xl/e siecle, Bruxelles 21948.

Teología 131

equivale -según A. Vilanova- a «un~ ~é.cnica basada en la comprensión

de los textos a partir de un anahsis formal que conduce al

enunciado de la verdad y a sus aplicaciones»16. D~ un~ parte, se

introduce el análisis gramatical y se analiza el ~e~tldo hteral, pa:a

llegar a una correcta interpretación. De otra, el ~bJetlvo de l~ teol?gta

escolástica medieval reside en exponer la fe mediante una raci?nalidad

científica. La pedagogía parte de la lectura de la sacra pagma o de

algún tratado importante, le sucede una discusión con argumentos a

favor y en contra hasta llegar a unas conclusiones. Así se elab.oran las

cuestiones discutidas. La teolo~ía será desde e~~onces ~l ~onJunto de

la doctrina cristiana, a diferencia de la concepClOn patnstlca. centrada

en la acción salvadora de Dios en la historia d~ la ~1Uma?id~d. Por

eso se hace más hincapié en la teología como CienCia (sctentta) q~e

en la teología como sabiduría (sapienti~). No obstante, algun~s teologos

de comienzos del s. XIII, como GUillermo de ~uxerre, Al~Jan~ro

de Hales y san Buenaventura, entendieron la teologi~ c?mo sabld~~la,

dándole una orientación práctica. Ricardo de Medtavilla ent~ndlO ~a

teología como scientia practica, ya que trata del ,amor de D~os mas

que de su conocimiento. De hecho, much?s t~olo~~s medievales,

siguiendo a Aristóteles, consideraban que la Ciencta teonca se ordenaba

a la verdad y la ciencia práctica a la acción .. Según Duns Scoto, el

conocimiento práctico es superior al especulatlvo. .

El Libro de las sentencias de Pedro Lombardo se impuso ~omo

libro de texto para los estudiantes de teología, a modo de una llltroducción

al conocimiento de las Escrituras. Fue comentado ~?r much~s

maestros teológicos, incluido santo Tomás. La preocupaclOn d~ articular

toda la teología en función del nivel cultural de los estudtantes

dio origen a las sumas. Las sumas también prolif~raron, p~ro des~e

el s. XIII ocupó un lugar destacado la de santo ~omas, cuya lllfluenc~a

fue escasa en los siglos inmediatamente postenores al «doctor. an~elico».

En cambio, la escolástica medieval se reno:ó extraordlll~namente

en los s. XVI Y XVII. Tanto Cayetano en Itaha c.omo Fr~~cisco

de Vitoria, Domingo de Soto, Melchor Cano ~ Domlllgo Banez en

España, renovaron la teología tomista al estar abiertos a los problemas

de su tiempo.

La tradición de Duns Scoto y de la escuela de Ockham fue heredada

por los protestantes. Para Luter? l.a teología es pr~~tica '! ~o especulativa,

al considerar que el objetivo de .la reflexlOn cnstiana no es

meramente Dios sino la relación entre Dios y el hombre .. Al me;lO~ a

partir del 1600, los teólogos protestantes aceptan el sentido practico

de toda la teología 17 •

16. A. Vilanova, Historia de la teología cristiana, o. ~., 1, 68?

17. Cf. W. Pannenberg, Teoría de la ciencia y teologw, MadrId 1981,238-248.



132

Teología Práctica

Teología 133

«Hasta el s. XVII -afinna N. Lash-, la teología fue ante todo

~na búsqueda desde la fe (fides quaerens intellectum) ... A partir de

fmales del s. XVII, en que la Iglesia pasó a ser ciudadela más que

sacramento, las tareas de la teología pasaron de la búsqueda a la

defens~, la demostració~ y la prueba. El teólogo se convirtió en propag~ndIsta

de, l~s doctnnas de la Iglesia»18. La decadencia del pens~mI~nto

teol~?I~O es ma~ifies!a a partir del s. XVIII, en el que las

CIenCIas ecles~astIcas no smtolllzan con la cultura de entonces, quizá

por haber olVIdado las fuentes bíblicas, litúrgicas y patrísticas. Por

este motivo, se alejan los teólogos del dato revelado y se centran en

los elementos filosóficos a los que se llama teología. No olvidemos

la cr~sis moderna de la filosofía especulativa y la distancia que la

IgleSIa llega a tener del denominado mundo moderno. «Es triste comprobar

-~finna M.-? Chenu-:- que, durante varios siglos, la teología

se encerro en una mtemporalIdad que la redujo a un sistema abstracto»

19 .

La e~ol~ción que se. ?roduce en la teología de los siglos XVIII y

XI~ perjUdICa .la reflexlOn sobre la acción pastoral. En lugar de ser

el SIstema servIdor modesto de la palabra de Dios, es la Escritura la

que se somete al sistema, de tal modo que los textos bíblicos se usan _

a menudo; co~ un~ clara desviación exegética, para probar el sistema.

~a te~logIa, CIenCIa de los textos relativos a la Biblia, se convierte en

CIenCIa de los textos relativos a los escritos de Santo Tomás o 'más

tarde, en ciencia que comenta las aportaciones del magisterio. '

C0?"I0 los comentarios a la suma son muy extensos, se empiezan

a publIcar manuales de teología, sobre todo desde el s. XVIII. En

general tienen poca Escritura y mucho dato racional. De ahí la reacción

negativa de muchos pastoralistas ante la teología especulativa por su

escasa dimensión pastoral.

Karl Rahner afirmó que la «falta de originalidad» en los manuales

«es de tales dimensiones que horroriza»20. En vísperas del Vaticano

II a~enas se_ diferenciaba la exposición dogmática de la que hubo

d~scIentos anos antes, a pesar de las transformaciones humanas ocumdas.

Además,' n~ l~ histo~i~ de los dogmas ni la teología bíblica, ya

desarrolladas, lllcIdIan sufICIentemente en la fonnación de los estudiantes.

«La poca vitalidad de nuestros manuales y el escaso servicio

que prestan a la predicación y al testimonio -continúa K. Rahnerno

nacen de que en ellos haya demasiada escolásica, sino, al contrario:

18. N. Lash. Teologías al servicio de una tradición común: Conc 191 (1984) 137.

19. M. D. Chenu. en E. Vilanova. Historia de la teología cristiana, o. c., 20.

20. K. Rahner. Ensayo de esquema para una dogmática, en Escritos de Teología 1

Madrid 1961. 12.

' •

de que ofrezcan muy poca»21. En resumen, escribe el citado teólogo

antes del Concilio, «la dogmática actual es muy ortodoxa, pero no

muy viva»22. La faltaba dimensión pastoral.

5. De los manuales a la teología conciliar

«Desde comienzos del s. XIX (en la teología protestante) y de

mediados del s. XX (en la teología católica) -escribe N. Lash-, en

que la Iglesia comenzó a recuperar cierto sentido de su sacramentalidad,

la misión de la teología fue cada vez más la de hacer ~e intermediario

entre la práctica de la fe y los lenguajes y usos socIales»23.

En Europa se produce una cierta renovación teológica al acabar la

primera guerra mundial. Es decisivo el cambio que se opera en el

protestantismo alemán, al pasar de un concepción liberal a una teología

dialéctica defendida por K. Barth, F. Gogarten y E. Brunner. Los

teólogos católicos se acercan entonces a una concepción más personal

y vital del mundo religioso. Influyen notablemente los franceses H.

Bergson (1859-1941), con su filosofía vital, y M. Blondel.(1861-1949)

mediante su concepción de la acción. En estos años se reVIve un agudo

sentido histórico merced a las contribuciones de W. Dilthey (1833-

1911). De ahí el interés en relacionar religión y vida, como se manifiesta

en algunas tendencias pastorales de entonces.

Ya vimos que la teología enseñada en los seminarios y facultades

tenía un sello escolástico y clerical. Antes de la segunda guerra mundial

se comienza a criticar tímidamente la teología oficial por demasiado

racional e intelectual y por su lejanía de la mística cristiana. Desde la

espiritualidad se comprueba la distancia que hay entre teología y vida

espiritual. Las obras de A. Stolz, Th. Soi~o~; J. de, ~uibert, J. ?~nzález

Arintero, etc., son exponente de una VISlOn teologIca de la mIstIca

o de una penetración espiritual de la teología 24 .

La teología escolástica sufrió una nueva crítica a finales de la

década de los trenta por parte de la escuela kerigmática de Innsbruck.

J.A. Jungmann señaló en 1936 la separación peligrosa que se daba

entre teología y predicación 25 . Le siguieron en esta opinión sus colegas

21. [bid.• 17.

22. [bid., 24.

23. N. Lash, Teologías al servicio .... o. c., 137.

24. H. Urs von Balthasar, Teología y santidad, en Ensayos teológicos, Madrid 1964,

235-268.

25. Cf. J. A. Jungmann, Die Frohbotschaft und unsere Glaubensverkündigung. Regensburg

1936; id., La predicación de la fe a la luz de la buena nueva, San Sebastián

1964.



134

Teología Práctica

Teología 135

F. Lakner, H. Rahner y F. Dander6 • Los

pretendIeron elaborar una teología distinta de la esco­

denominada «teología predicable» (Verkündigun~stheologIe).

Junto ~ l~ teología escolástica, cuyo objeto es Dios

de !nns?~uck J. B. ~otz,

k:r~gmatlcos

lastIca o esp~culativa,

- ~fIrn:a~on -, debe ~xIstIr una ~eología de la predicación o teología

keng~atIca, c~yo objeto sea Cnsto, al servicio de la fe y de la catequesI~.

La pnmera se bas~ía .en el ver~m o en Dios; la segunda se

centr?na en el bonum praedlcablle o en Cnsto. Evidentemente aunque

este Intento t~ajo aportaciones saludables para la pastoral,' hubiera

causa~? la ru~n~ de la teología, y, por consiguiente, el desvío de la

reflexIOn teologIca~pastoral. Por eso, las propuestas kerigmáticas no

e~contraron en realIdad aceptación, ya que toda teología es kerigmática

sIempre que se nutra de la palabra de Dios y explicite científicamente

el kerigma o evangeli0 27 •

. La separación entre teología y liturgia fue advertida por O. Casel

9 UIen pretendió relacionarlas con la teología de los misterios en u~

Intento, de dar fun~amento teológico al movimiento litúrgico. 'Se desarrollo

entre los ~nos 1921 y 1941. Casel contribuyó decididamente

a res.t~urar el. se~tI?o de la lIturgia, concebida por él como la continuaCIOn

del eJercICIO sacerdotal de Cristo, que se hace presente en el

culto de la Iglesia 28 •

También influ~ó. beneficiosamente en la renovación de la teologia,

p?C~ ~ntes de la u!tn:na guerra mundial, el desarrollo de los estudios

hI~toncos. El creCImIento de una teología positiva, basada en la Escntur?

y en los dat?s fundamentales de la historia, produjo un influjo

benefI~I?S~ en la mI~ma teología especulativa, con la que debe guardar

un eqUIlIbno annOlllOSO.

Por .último, se h~ señalado la separación entre teología y mundo.

Conce~Ida ,l~ teologIa para una Iglesia en régimen de cristiandad, se

la consIdero Incapaz de contestar a los grandes interrogantes del mundo

~oderno. J?n la t~?logía pastoral hay que tener presente las nuevas

cIrcun~tancIas P?htIcas, culturales y religiosas que emergen en Europa

des pues de la pnmera guerra mundial y que contribuyen a la aparición

?e n~eyos problemas. Los manuales de pastoral antiguos se muestran

InsufIcientes. Por eso se intenta responder a las nuevas demandas con

26. Cf. H. Rahner, Eine Theologie der Verkündigung, Freiburg 1938' F D d

Ch:ls:us alles und in allen. Gedanken zum Aujbau einer Seelsorgedogmatik I~ns~n e{:

Lelpzlg 1939. , ruc

27. Cf K. Rahner, Kerigmatische Theologie, en LThK VI 126' A A E t b

Romero, La controversia en torno a la teología kerigmática ~n XV Sem'ana' E . _ sle dan

y: l' Md' 'spanoa e

eo ogta, a nd 1956, 367-409; A. de Villalmonte, La teología kerigmática Ba l

1963. , rce ona

. 2~. Cf. I. Oñatibia, La presencia de la obra redentora en el misterio d 1 1

Vltona 1954; Th. Filthaut, Teología de los misterios, Bilbao 1963.

e cu to,

institutos de pastoral, revistas de teología práctica y sesiones o semanas

de reflexión apostólica para sacerdotes. Se pretende además renoyar

la parroquia como célula básica de la acción pastoral. La situacIón

que aparece después de la convulsi.ó~ que s_u puso l~ segunda guerra

mundial, precedida por la guerra cIvIl espanola, eXIge nuevas reflexiones

y acciones pastorales. . ..

Todas estas exigencias de renovación encontraron senas dIfIcultades

que provenían de los aferrados a la posesión tranquila del pensamiento

teológico rutinario. Quizá se dieron algunos excesos entre

los renovadores. Lo cierto es que se condenaron algunos libros de los

dominicos M. D. Chenu y L. Charlier, publicados cinco años antes 29 •

Según algunos teólogos escolásticos, las nuevas tendencias teológi~as,

bañadas de modernismo, tendían a desacreditar la doctrina escolástIca.

Las discusiones que se originan en 1946 y 1947 en tomo a la naturaleza

de la teología dan lugar a que se hable de la nouvell~ théologie, juzga?a

y criticada por muchos sin conocerla en profundIdad. Aquellas dIScusiones,

que hoy nos parecen sobrepasadas, dan lugar a que el magisterio

puntualice el valor que posee la teología. Pío XII intervi~ne

en 1946 con sendos avisos a jesuitas y dominicos y con la encíchca

Humani generis en 1950. Algunos historiadores de la teología, preocupados

al mismo tiempo por los problemas del apostolado, habían

comparado la escolástica medieval con la del momento, y daban a

entender que la actual estaba desfasada. Se deseaba una renovación

teológica, no sólo desde las fuentes, sino desde su adaptación a los

problemas del mundo moderno para que tuviese .una di~e?sión p~storal.

Las tres encíclicas de Pío XII sobre la IglesIa (MyStICI corpons,

1943), la Escritura (Divino afflante Spiritu, 1943) y la liturgia (Mediator

Dei, 1947) intentaron dar orientaciones pontificias teóricas y

prácticas 30 • • ,

Toda esta serie de problemas debatIdos en tomo a una teologIa

que se suponía consagrada por la Iglesia ha? tenido la ~irtud de echar

un primer surco eclesiológico para postenores reflexIOnes sobre.}a

teología pastoral y sobre la teología escolar en orden a la preparacIOn

de futuros pastores. «La nueva fase de la teología -que K. Rahner

ha llamado teología del futuro- empieza con el final de la neoescolástica»

y la celebración del Concilio Vaticano 11. La teología -continúa

K. Rahner- es «reflexión científica y racional de la fe de una

29. Mediante un decreto del 6 de febrero de 1942, el santo Oficio puso en el Indice

las obras de M. D. Chenu, Une école de théologie (1937) y de L. Charlier, Essai sur le

probleme théologique (1938). ., . . .

30. Cf. G. Martina, El contexto histórico en el que naclO la Idea de un nuevo conCIlIO

ecuménico, en R. Latourelle (ed.), Vaticano II: balance y perspectivas. Veinticinco años

después (1962-1987), Salamanca 21990, 25-64.



136 Teología Práctica

Teología

137

Iglesia que está en diálogo abierto» con el mund0 3l . De este modo,

la teología vuelve a situarse en la vida de los creyentes en Iglesia para

ser concebida -según G. S6hngen - como «ciencia de la fe al servicio

de la comunidad de fe de la Iglesia»32.

Con la constitución Gaudium et spes del Vaticano n, la teología

procede hoy de un modo más inductivo que deductivo. De este modo,

al incorporar al quehacer teológico la vida concreta de las comunidades

cristianas - y de toda la Iglesia -, con sus gozos y sus sombras,

aparece un nuevo lugar teológico. Dicho de otro modo, el principio

nuevo interpretativo de la Escritura es la existencia actual de la Iglesia.

«Gracias a esta visión -escribe E. Vilanova -, se puede poner en

posición primera y previa una teología que emana, antes de cualquier

conceptualización científica, de la fe vivida del pueblo de Dios, cuya

praxis histórica forma parte de la inteligencia de la fe»33. P. Eicher

nos recuerda que «la teología cristiana es reflexión sobre la palabra

de Dios que testimonia el Espíritu o interpretación de la confesión de

fe en los cuadros de pensamiento del mundo»34.

Al acentuar hoy que la teología es inteligencia de la fe del pueblo

de Dios y que la fe está orientada básicamente hacia el testimonio y

el compromiso de los creyentes en el mundo, se valora hoy la vertiente

pastoral de la teología. K. Rahner afirma que la teología, por ser

ciencia de la fe, es ciencia práctica, ya que su propósito es la realización

de la esperanza y del amor 35 . En cuanto ciencia práctica, la

teología es inteligencia de la praxis de fe en la autorrealización de la

Iglesia o ciencia de la práctica eclesial.

También han contribuido a realzar el carácter práctico de la teología

las teologías políticas y la teología de la liberación 36 . J. Moltmann

acentúa el concepto de promesa y centra el cristianismo en el futuro

y en la esperanza; por eso entiende la reflexión teológica como «spes

quaerens intellectum». De este modo, la teología de la esperanza

contribuye, según Moltmann, a relacionar de un modo nuevo la Iglesia

con la sociedad, ya que propone una praxis escatológica que los creyentes

deben llevar a cab0 3 ? En una perspectiva análoga, J.-B. Metz

centra la reflexión en el anuncio del reino de Dios y critica la privatización

de la teología contemporánea. La teología debe considerar la

31. K. Rahoer, Teología, en SM, VI, 562.

32. G. Sühngen, La sabiduría de la teología por el camino de la ciencia, en MS,

n, 1046.

33. E. Vilanova, Teología, en DAbPast, 444.

34. P. Eicher, La théologie comme science pratique, Paris 1982,73.

35. K. Rahoer, Teología, en SM, VI, 534.

36. ef. R. Winling, La teología del siglo XX (1945-1980), Salamanca 1987.

37. ef. J. Moltmann, Teología de la esperanza, Salamanca 51889.

dimensión sociopolítica de la existencia humana 38 . Un nuevo paso ha

dado la teología de la liberación al acentuar la categoría de praxis

histórica o praxis de liberación, cuyo sujeto son los pobres. «La teología

como reflexión crítica de la praxis his~óric~ -escribe G .. Gutiérrez-

es así una teología liberadora de la hIstona de la humamdad y,

por ende, también, de la ~orción de ella. -reu~ida en ecclesi~- que

confiesa abiertamente a Cnsto»39. J. Sobnno entIende la teolopa como

intellectus amoris, «como reacción de la misericordia ante pueblos

cruficicados», a partir de «una determinada precomprensión subjetiva

(la opción por los pobres) y en un determinado lugar objetivo (el

mundo de los pobres)>>40.

BIBLIOGRAFIA

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da teología católica, Sao Paú lo 1969; Y. Congar, La fe y la teología, Barcelona

1970; id., Situación y tareas de la teología, hoy, Salamanca 1971; M. D.

Chenu, ¿Es ciencia la teología?, Andorra 1959; H. Denis, Teología, 4 para

qué? Los caminos de la teología en el m~ndo de hoy, ~ilbao 1981.: P. Elcher,

La théologie comme science pratique, Pans 1982; 1. Femer - M. Lohrer (eds.),

Mysterium salutis. Manual de teología como historia de salvación, 9 vols.,

Madrid 1969-1984; M. Grabmann, Historia de la teología católica, Madrid

1946; A. Grillmeier, Vom Symbolum zur Summa, en J. B. Metz y H. Fries

(eds.), Kirche und Überlieferung, Freiburg 1960, 119-169; B. Lau~et y F.

Refoulé (eds.), Iniciación a la práctica de la teología, 5 vols., Madnd 1984-

1986; E. Neuhausler y E. Gossmann (eds.), ¿Qué es teología?, Salamanca

1969; K. Rahner, Teología, en Sacramentum Mundi, Barcelona 1971, VI, 530-

563; G. Thils, Orientaciones actuales de la teología, Buenos Aires 1959; E.

Vilanova, Historia de la teología cristiana, 3 vol., Barcelona 1987 ss.; H.

Vorgrimler _ R. Vander Gucht (eds.), ~ teol08.ía en el siglo XX; 3 vols.,

Madrid 1973-1974; R. Winling, La teologw del siglo XX. La teologw contemporánea

(1945-1980), Salamanca 1987.

38. ef. J. B. Metz, Teología del mundo, Salamanca 197?; id., Lafe.en la historia

y la sociedad. Esbozo de una teología fundamental de nues!ro ttempo, Mad~~d 1979.

39. G. Gutiérrez, Teología de la liberación. Persp,;c(¡vas, S~lamanca 1990: 40.

40. J. Sobrino, ¿Cómo hacer teología? La teologta como «mtellectus amons»: SalT

77 (1989) 398.



ACCION PASTORAL y REFLEXION TEOLOGICA

6

La vida cristiana de los creyentes y la reflexión teológica inherente

a la fe dan lugar a dos funciones distintas y necesarias, pero mutuamente

relacionadas: la función pastoral y la función teológica. La

función pastoral equivale a la acción eclesial del pueblo de Dios en

el mundo. La función teológica consiste en reflexionar sobre las manifestaciones

e intervenciones de Dios en la humanidad a través de

Jesucristo por medio de la Iglesia. Como la función teológica es un

acto reflexivo, es acto segundo. Antes de pensar se es, y ante de que

haya una teología cristiana hay una vida eclesial de creyentes. Evidentemente,

la operación reflexiva produce un conocimiento teológico,

al que precede un acto pastoral, que es un acto primero.

1. Caracteres específicos de la acción pastoral

a) La acción pastoral es acción

En los ámbitos de reflexión de la teología pastoral o teología

práctica se emplean con frecuencia los términos acción, práctica,

praxis y teoría. El término acción (en latín actio) es un contenido

sustantivado correspondiente al verbo hacer o realizar, que se emplea

frecuentemente como sustantivo en los textos conciliares, unido a los

adjetivos «eclesial», «sagrado», «pastoral» o «apostólico». Se intenta

con este vocablo sustituir al término práctica, que equivale a repetición

de un trabajo o ejercicio, hecho rutinariamente, con conciencia ordinaria,

mediante una cierta destreza, para obtener un provecho material

inmediato. La práctica se opone a teoría o conocimiento que capacita

para ejecutar algo. Con esto se quiere decir que la acción pastoral no



140 Teología Práctica

Teología

141

es mera práctica, ya que entraña una teoría o teología. Recordemos

que el vocablo práctica procede del griego prakticós, que equivale a

activo o que obra, derivado del verbo prasso, que se traduce por obrar,

cumplir o estar atareadd

Para recalcar más la tensión entre teoría y práctica que se da en

la acción pastoral, algunos utilizan el vocablo praxis, unido al adjetivo

eclesial. La palabra griega praxis (también derivada del verbo prasso),

puesta en circulación modernamente a partir de Marx, equivale a una

acción revolucionaria que exige compromiso y conciencia crítica, de

cara a un cambio radical, a partir de la mutación en la raíz del hombre

o de la sociedad. Es lógico que se pueda hablar, por eso, de la praxis

de Jesucristo. En cambio, se abusa al hablar de la praxis eclesial o de

la praxis de los cristianos. Con todo, en la práctica se intercambia sin

problemas acción por praxis y al revés.

b) La acción pastoral es acción de los cristianos

Afirmar que la acción pastoral es acción significa, por tanto, que

no se reduce a una mera práctica. De una parte es acción ad intra de

cara a la edificación de la comunidad cristiana como ekklesia y es

acción ad extra en relación a la praxis de liberación de la sociedad,

cuyo sujeto cristiano privilegiado son los pobres. No se trata de interpretar

la sociedad, sino de transformar el mundo injusto en el Reino

de la justicia de Dios. Ahora bien, la acción pastoral o praxis eclesial

no es praxis laboral o política, pero no es, sin más, praxis simbólica.

Es praxis histórica.

El NT concibe la vida cristiana como acción, tanto individual como

comunitaria. El cristiano y la comunidad creyente deben obrar como

obró Cristo. En realidad la acción del cristiano es la obra de Cristo

en él. La fe es el primer acto; se comienza, pues, a ser cristiano por

un acto de conversión. Pero la fe se traduce en obras, especialmente

caritativas, si quiere manifestarse religiosamente en una auténtica profesión

vital. Cuando la comunidad cristiana manifiesta su fe al mundo,

se exterioriza la acción de los cristianos. El Dios de la revelación

cristiana no es el Dios de los filósofos, sino el Dios vivo y operante

manifiesto en el crucificado y resucitado. Así se llega a concebir la

teología como «teología de una praxis» y la acción pastoral como

«praxis de liberación».

Sin embargo, no debemos caer en la afirmación radical de oponer

la acción pastoral a la contemplación, como si ambas fuesen cosas

1. Cf. F. Thiele - H. Ch. Hahn, Obra, trabajo, en DTNT, III, 188-198; C. Floristán,

Teoría - Práctica, en DAbPast, 445-446.

totalmente separadas e incluso adversas. La contraposición ~ntre acción

y contemplación es más superficial que profunda; se ref~ere a las

tareas de la vida cotidiana. Por eso es ambIgua y hasta pehgrosa la

valoración de la contemplación sobre la acción 2 • También se suele

hacer una valoración de la acción inmanente (actio inmanens) sobre

la acción transeúnte (actio transiens), cuya r.aí~ se encuen~ra en.}a

filosofía griega más que en las Escrituras c~IstIanas. La afI~macIOn

tomista de que la acción se deriva de la plemtud contemplatIva o ~e

que se reduce a llevar a los demás lo contemplado. (contemplata allls

tradere), manifiesta la vinculación estrecha que eXIste entr~ ~stas .dos

funciones. La vida contemplativa, si lo es de verdad, es tamb~en actI~a,

y viceversa, ya que sólo posee la verdad y la contempla q~llen .la VIve

de hecho, quien la realiza. Para que haya un~ ~erdadera smtesIS e~tre

acción y contemplación se necesita ~ue el cnstI~no sea contemplatI;'o

en la acción (in actione contemplatlVus). PreCIsamente l~s teologI~s

posconciliares más importantes son teologías de ~a pra~~s (teolog~a

política, teología de la esperanza, teología de la hberacIO~, teologIa

feminista y teología negra), hasta tal punto que la teologIa pastoral

-e incluso toda la teología- se puede entender como teona de la

praxis eclesiaP.

c) La acción pastoral es actualización «teándrica»

de la praxis de Jesús

La acción pastoral es actualización de la praxis de Jesús, pra~is

de solidaridad con los pobres, de cara a la justicia del reino de DI~S

y de obediencia al Dios del reino. Clara~ent~ se muestra en el pasaje

de Lucas (4, 16-20) referido a la reumon smago?~l de Naz~ret. La

práctica mesiánica de Jesús entraña la proclamacIOn del k~rl~r;ta en

el acto de evangelización del pueblo ~ ~l desal!~llo ~e la dlda~e en ~a

catequesis con sus discípulos; el serVICIO o mIms~er~o de la dza~o.nza

de cara a la liberación y libertad de pobres y opn~1lld~s para edI~Ic~r

la nueva humanidad de los hijos de Dios; una kOlnonza de los dISCIpulos,

en comunión con la pal~b~a apostólica, el .~fecto frate~al, l~s

bienes y la eucaristía; y pOI9 ultIm0r. la ce!ebraCIOn de la leltourgza

como comida, áñticipó' delbanqu7~edel remo. .

El proyecto de Jesús>es el Remo en s~ doble. vertIente, lle~~da

como don escatológico y exigencia como ImperatIvo de converSIOn.

2. Cf. H. Urs von Balthasar, Acción y contemplación, en id., Ensayos teológicos,

Madrid 1964, 1, 291-306. .,

3. Cf. J. J. Tamayo, Para comprender la teología de la liberaclOn, Estella 1989,

especialmente Introducción.



142 Teología Práctica

Los invitados entran a través del compromiso, que es toma de partido

por el pobre, ya que Dios se identifica con él. Lo que se exige del

creyente es una nueva conducta, una práctica evangélica, una fe con

obras, una solidaridad de hermanos, una pertenencia eclesial al servicio

del pueblo y una opción por el mundo de los pobres.

Frecuentemente se ha concebido la acción pastoral sin fundamento

riguroso teológico. Por eso es necesario recalcar el aspecto teándrico,

divino-humano o cristo lógico que posee toda acción pastoral. El proceso

salvador exige la cooperación de Dios y del hombre. De ahí que

la teología pastoral se base en la cristología y escatología cristianas,

ya que de lo contrario se llega en la acción pastoral a un nestorianismo

que reduce la naturaleza divina de Cristo o a un monofisismo que no

tiene en cuenta la naturaleza humana del Señor. Naturalmente, la

mediación de la Iglesia en relación a Cristo es ministerial y derivada.

Por otra parte, la mediación salvífica de la Iglesia es instrumental, ya

que el proceso salvador viene directamente de Dios. El objetivo de

toda mediación salvífica está puesto siempre en que se realice el proceso

salvador".

d) La acción pastoral es llevada a cabo por la Iglesia

Jesús no dejó un modelo rígido de acción. Se hizo praxis de liberación

y comunicó a sus discípulos el Espíritu de salvación. Lo que

Jesús demanda a sus discípulos son actos y acciones que prolonguen

su praxis en actitud de fe compartida y de conversión verificada. Por

ser la Iglesia comunidad pospascual, su misión será testimoniar la

resurrección, es decir, el triunfo de la vida sobre la muerte, el predominio

del reino sobre el imperio y el ascenso del hombre nuevo

sobre el viejo.

El sujeto de la acción pastoral es la Iglesia como comunidad,

comunidad local y universal de los discípulos que siguen a Jesús de

un modo efectivo, en la que todos son hermanos bajo la responsabilidad

de unos servidores. De hecho, la comunidad primitiva fue comunidad

de base con impulso evangelizador, catecumenado formativo, comunicación

de bienes, liturgia doméstica y actitud de compromiso en la

liberación-salvación del mundo con la llegada del reino de Dios. Con

la reforma del Vaticano 11, la Iglesia recupera los rasgos que la convierten

en sujeto propio de la acción pastoral, al transformarse en

4. Cf. F. X. Amold, Pastoraltheologische Durchblicke, Freiburg 1964, especialmente

primera parte; id., Heilsvermittlung und Heilsprozess, en Handbuch der Pastoraltheologie,

U-I, Freiburg 1964, 55-58.

Teología 143

comunión de comunidades, basada en el evangelio, a la que pertenecen

los creyentes libres y responsables, y encarnada en un lugar con~reto.

Para suprimir de una vez el adjetivo pastoral (o el sustantIvo la

pastoral), derivado de pastor (clérigo o eclesiástico),. algunos p~?­

ponen que se llame praxis eclesial. Así se comprende m~Jor e~t~ aCCIOn

como praxis de todos los cristianos, dentro de una eclesIOlopa mtegral

de la comunión. Recordemos que la expresión teología pastoral se

denomina hoy teología práctica por las mismas razones. Con todo,

dado el uso común que tienen estas expresiones, las empleamos aquí

tal como se utilizan hoy en muchos ámbitos cristianos.

e) La acción pastoral intenta constituir el pueblo de Dios

en estado de comunidad

La afirmación conciliar de la Iglesia como pueblo de Dios nos

obliga, por razones eclesiológicas, a precisar qué subyace baj? la

categoría de pueblo, entendido, por supuesto, como sujeto colectIvo.

No olvidemos, además, que el concepto y realidad de pueblo ha cobrado

relieve inusitado en diversos movimientos y organizaciones culturales,

políticas y religiosas de un tiempo a esta parte. La noción de

pueblo, a pesar de que algunos sociólogos no la considera? categoría

científica, es de hecho un concepto tan usado por todos -mcluso por

la gente sencilla- y tan insustituible, que puede tomarse de hecho

como categoría de interpretación teológica.

El pueblo como nación está formado por todos los ciudadanos de

un país; el pueblo como clase social está constit~ido po~ la ?ente

sencilla, obrera o campesina, que en algunos paIses o sItuacIOnes

concretas no puede, ni sabe, ni tiene. Según algunos teólogos de la

liberación no satisfacen las características de pueblo por una vía meramente

negativa. Se buscan desde las raÍCes bíblicas un sentido positivo

de pueblo o, si se quiere, de pueblo de Dios por un camino más

teológico. El pueblo no es meramente la clase social dominada. Es

también -afirma E. Dussel- resto escatológico. Esto ocurre cuando

el mismo pueblo, dominado por la oligarquía, rechaza la estructura

de dominación e intenta crear un sistema justo, en el que no se encuentre

meramente como exterior al mismo, sino como en su casa.

En resumen, pueblo es la base social humana oprimida en la medida

que rechaza la perpetuación del sisteill:a vigent~ y construye. ~n sistema

nuevo. «Lo popular en América Latma -afI~~ G. GutIerr~z-. ~s

inseparable de la presente situación de e~plota~lOn y de margmaclOn

que vive el pueblo profundo de estos paIses, mseparable sobre todo



144 Teología Práctica

Teología

145

de su lucha y de su esperanza por sacudirse esta situación»5. Precisamente

desde la lucha por los derechos humanos más elementales,

que son los derechos de los pobres, surge una nueva lectura del evangelio

y una renovada reflexión teológica. Así se llega a reconocer

-escribe H. Assmann- la función de los pobres.y oprimidos «como

sujetos privilegiados y plenos de la sustentación del evangelio en el

mundo»6.

f) La acción pastoral está al servicio del reino de Dios

Por acción pastoral entendemos la totalidad de la acción de la

Iglesia y de los cristianos, a partir de la praxis de Jesús, de cara a la

implantación del reino de Dios en la sociedad? En el proyecto pastoral

de Jesús la categoría de Reino es central. Dicho de otro modo: el reino

de Dios es lo decisivo y último para Jesús de Nazaret. Debe ser, por

tanto, lo decisivo para la Iglesia. Para descubrir el reinado de Dios es

necesario descubrir al Jesús histórico, cuya relación con el Reino no

es de mera predicación sino de acción, ya que intenta llevarlo a cabo

en su realidad concreta.

Según cómo entendamos, por una parte, el proyecto de Jesús, la

realidad de la Iglesia y el cometido de su misión en el mundo; y por

otra, según cómo interpretemos el mundo y la sociedad actual en su

evolución, tendremos una u otra concepción de acción pastoral. Dos

hermenéuticas se entrecruzan a la hora de definir la acción pastoral:

la teológica y la política. Ya nos sugirió el concilio Vaticano 11 dos

lecturas imprescindibles, que para los cristianos se superponen, sin

confundirse ni separarse: la lectura de la palabra de Dios y la lectura

de los signos de los tiempos.

2. Caracteres especificos de la reflexión teológica

a) La teología es reflexión crítica

Tradicionalmente la teología ha sido considerada como intellectus

fidei o conocimiento de la fe. Presupone la fe como acto total de

obediencia o acatamiento del hombre a la palabra de Dios. Pero la

5. G. Gutiérrez. Evangelizar la cultura, ¿evasión de un compromiso?: Servir 75

(1978) 409.

6. H. Assmann, Iglesia de los pobres, en Cruz y Resurrección. Presencia y anuncio

de una Iglesia nueva, México 1978, 279.

7. Cf. C. Floristán, Acción pastoral, en CFP, 21-36 y en DAbPast, 18-19.

teología no es la fe sino el acto de reflexión que ayuda a que la fe se

adentre en el conocimiento de la cosas creídas 8 • La fe nunca .carece

de reflexión. En este sentido cualquier creyente posee, conscIent~, o

inconscientemente, una teología. Naturalmente, cuando la reflexI~n

se hace con método y sentido crítico puede hablarse de una teologIa

de carácter científico. En resumen, la teología es -como afirma J.

Feiner y M. Lührer- «la reflexión metódica y crítica de todo lo que

se propone en el kerigma de la Iglesia y se acep~a e~ el acto de fe,

en el cual el hombre se somete a la palabra de DIOs» . .

La función teológica es, pues, una función reflexiva y crítIca, a

diferencia de la confesión de fe, alabanza del Señor, caridad con. el

hermano, etc., que corresponden a la función pastoral, q~e es actIva

y creadora. Pero no todo en l~ I~lesia se reduce a l~, aCCIOn pastoral.

La teología vive de un conocImIento, que es ocasI~n, no causa, de

contemplación y de acción. No ?asta saber t~ologIa para creer; el

conocimiento teológico depende SIempre del pnmer acto de fe.

b) La teología es reflexión sobre el Dios revelado en Jesucristo

a través de una historia que explicita la Escritura

Si el teólogo no parte de la palabra y de la obra de Dios recibidas

objetivamente, se convierte en un filósofo. Pero la teología no se

identifica con el dato revelado, aunque ambos aspectos caen dentro

de la atmósfera del misterio. Si prevalece el racionalis?10 y la teolo~ía

se adueña de lo revelado, se disipa el misterio y se desvIrtúa l~ teolog¡~.

A menudo ha sido considerada la teología como saber racIOnal mas

que como sabiduría espiritual. . ..

La revelación culmina con Jesucnsto, hIJO del Padre, preparada

por la historia de Israel. El NT .nos revela la ~~rsona ~ la ob.ra .de~

Señor. Desde que ascendió a los cIelos, la revelacIon quedo cons~lt~Ida,

lo demás será una explicación o un desarrollo de la pers?na glonfIca.da

del Señor y de su obra pascual, que per?ura e~ la. Igle~Ia, cuy~ m~J?r

signo es la asamblea eucarística. De ahI que sm hturgIa, c~l~macIOn

y fuente de la vida eclesial, no podemos entrar en comUlllon con la

persona de Jesucristo y su obra salvadora. ., , . .'

Fundamentalmente, el objeto de la reflexIOn teologI~a es la h~st?na

de salvación, cuya cumbre es recordada. ~n el mem~nal euc~Is~CO,

y cuyo último capítulo, la parusía, se antlCIp~ e~ los sIgno~ ca~tat~vos

y sacramentales. Una teología alejada de la BIbha y de la hturgIa tiene

8. J. Peiner - M. Uihrer, Introducción, en MS, r, 28.

9. Ibid., 29.



146 Teología Práctica

el peligro de ser metafísica religiosa. Pero una teología alejada de la

realidad social termina por ser una teología intemporal o a-histórica

que se mueve en el terreno puro de la abstracción.

e) La teología es una reflexión dentro de la tradición que ayuda

a realizar la misión de la Iglesia en el mundo

Aunque la revelación de la palabra de Dios en las Escrituras se

cerró con la muerte del último apóstol, continúa la inteligencia de

dicha revelación a través del sujeto que reflexiona, que no es sólo el

teólogo ni la suma de todas las conciencias reflexivas, sino la Iglesia

como pueblo de Dios. Claro está que quien dirige ortodoxamente la

formulación de la fe y la teología es el magisterio, en el que se

concentra -pero no se agota en su totalidad- la conciencia de la

Iglesia. Junto al magisterio jerárquico hay un magisterio de los teólogos,

cuyo oficio consiste en un ministerio reflexivo y crítico de la

fe. Ambos magisterios expresan la continuidad y fidelidad de la Iglesia

respecto de la primera tradición apostólica y ayudan a llevar a cabo

la misión de la Iglesia hoy en el mundo.

Pero así como la fe no consiste solamente en creer en el Cristo

histórico sino en el Cristo total, sacramentalmente celebrado y caritativamente

vivido, la teología deberá basarse no sólo en una revelación

desarrollada en una historia contenida en las Escrituras, sino que tendrá

que reflejar la actualización de la salvación a través de los signos

cultuales y caritativos cristianos ejercidos por la Iglesia en su misión

de cara al mundo.

La revelación bíblica, celebrada hoy sacramentalmente y actualizada

en la vida de caridad, es para unos hombres y con unos hombres:

propter homines o propter nostram salutem. De ahí que una reflexión

teológica completa deberá tener en cuenta el mundo de hoy, en el que

la Iglesia desarrolla su misión. Por esta razón la teología debe poseer

un sentido misionero, especialmente cuando se convierte en teología

pastoral.

d) La teología entera debe tener dinamismo pastoral

Al acentuar hoy que la teología es inteligencia de la fe del pueblo

de Dios y que la fe está orientada básicamente hacia el testimonio y

el compromiso de los creyentes en el mundo, se valora hoy la vertiente

pastoral de la teología. K. Rahner afirma que la teología, por ser

ciencia de la fe, es ciencia práctica, ya que su propósito es la reali-

Teología 147

zación de la esperanza y del amor 10 • En cuanto ciencia práctica, la

teología es inteligencia de la praxis de fe.

Después del Concilio cobran relieve aspectos pastorales nuevos o

renovados: la teología de la palabra a partir de la revelación y de la

Biblia; la celebración de la liturgia como acción de la asamblea; la

concepción de la Iglesia como sacramento, pueblo de Dios y comunidad

de creyentes; la opción por los pobres y la lucha por la justicia,

la importancia del ateísmo y, por último, la naturaleza mediadora de

la acción pastoral. De un modo particular, influyen en esta concepción

de la teología práctica los aportes de la cristología (la praxis de Jesús),

la asunción de la categoría pueblo (Iglesia de los pobres), la plasmación

de la koinonia (comunidad eclesial de base), el quehacer evangelizador

(en un mundo idolátrico, ateo o religioso no cristiano), la relación

entre fe y política (el ámbito de las opciones), la remodelación de los

ministerios (superación del binomio clérigos-laicos) y el servicio eclesial

a la sociedad (lo que importa es el reino).

3. Relaciones entre la acción pastoral y la reflexión teológica

a) Acción y reflexión pastoral

La acción en el ser humano es previa a la reflexión. Por eso precede

la religión a la teología y la cura animarum a la teología pastoral. Lo

que importa, ciertamente, es la vivencia religiosa, el ejercicio de la

caridad, el compromiso con los pobres. Pero si al afirmar esto se

rechaza toda reflexión, no sólo se contradice la verdad sino que uno

se contradice a sí mismo. La historia de la Iglesia, comenzando por

la Biblia y acabando en el Vaticano 11, demuestra que la reflexión es

al cristianismo totalmente necesaria. Es cierto que el cristianismo es

radicalmente una vida, pero no se puede negar que al mismo tiempo

es también un mensaje.

Los intentos de elaborar una teología pastoral o teología práctica

nacen, en general, de la necesidad de relacionar la acción pastoral con

la reflexión teológica. De una parte hay una teología escolar alejada

de los problemas reales de la vida; de otra, nos encontramos con ciertas

formas de acción pastoral discutibles por carecer de teología. Se critica,

pues, una teología que no es ni directa ni votivamente pastoral y una

acción pastoral que no tiene base teológica.

10. K. Rahner, Teología, en SM, VI, 534.



148 Teología Práctica

La tradición patrística, de una gran riqueza pastoral, afirmó por

boca de San Gregorio Magno: «Ars artium est regimen animarum»ll.

Ciertamente, aunque la acción pastoral es un arte, su ejercicio es tanto

más fecundo cuanto más teológico es. Si una grave responsabilidad

tiene el teólogo que se entretiene con las llamadas cuestiones bizantinas,

no menos tiene el responsable de la acción pastoral que se dedica

a realizar el apostolado sin pensamiento cristiano. No es éste el sentido

que a la solicitud pastoral le dieron los Padres cuando la denominaron

arte supremo, ni aquélla es la idea de la teología cuando sus grandes

maestros la denominaron sabiduría.

La distinción y relación entre escolástica y evangelio, teología

especulativa y predicación, dogma y kerigma, es de suyo muy delicada,

y a no pocos teólogos que han abierto un generoso campo a nuevas

actitudes con deseos pastorales ha causado no pocos sinsabores 12. Por

parte de algunos pastoralistas se ha dado un recelo patente frente a la

teología especulativa, sobre todo cuanto se introduce, sin más, en la

predicación y catequesis. Y por parte de algunos teólogos especulativos

que apenas han ejercido la práctica pastoral se ha dado, a su vez, un

cierto desdén por la teología práctica, especialmente si se la concibe

como un mero recetario. La teología especulativa tiene el peligro de

convertirse en metafísica religiosa; la teología pastoral puede transformarse

en un conjunto más o menos armonioso de procedimientos.

Sin teología no hay verdadera pastoral, y sin preocupación pastoral,

al menos en lontananza, no hay auténtica teología.

b) La acción pastoral necesita reflexión teológica

Es cierto que la acción es previa a la reflexión, pero nunca anterior

a los principios. Aunque no haya una teología pastoral elaborada sistemáticamente

como reflexión, sólo habrá verdadera práctica pastoral

si se utilizan principios e imperativos teológicos. La teología pastoral

es la reflexión teológica sobre la praxis de la Iglesia y de los cristianos.

Sin principios e imperativos pastorales no pueden existir ni teología

pastoral ni acción pastoral. Ahora bien, estos principios obrarán más

fecundamente cuanto mejor sea la reflexión sobre los mismos o cuando

más atinadamente esté elaborada la teología pastoral.

11. Cf. Obras de San Gregorio Magno, trad. de P. Galindo, Madrid 1958, en especial

la Regla pastoral.

12. Recordemos las dificultades que tuvo el libro de J. B. Hirscher, Ober das Ver·

haltnis des Evangeliums zur theologischen Scholastik, zugleich als Beitrag zur Katechetik,

Tübingen 1823. En esta obra Hirscher no ataca tanto la escolástica cuanto su introducción

en la catequesis.

Teología 149

Evidentemente, sin acción pastoral no hay Iglesia, pero sin reflexión

teológica no hay verdadera acción pastoral. Dicho de otro modo,

la Iglesia dejaría de ser Iglesia sin la pastoral entendida como acción;

sin lo doctrinal no sería la Iglesia tal como debe ser. Lo doctrinal no

se opone a lo pastoral, sino que es necesario. Precisamente por haberse

separado tanto la función pastoral de la función doctrinal es por lo

que hemos llegado en muchos casos a una teología sin nervio pastoral

y a una acción pastoral sin trabazón teológica. La acción pastoral

necesita de una adecuada reflexión teológica.

c) La reflexión teológica precisa sentido pastoral

En las últimas décadas lo doctrinal ha avanzado notablemente,

aunque a veces sin tener en cuenta, ni de lejos, lo pastoral. Claro está

que no todo lo que lleva el sello teológico es teología. Porque al

introducir en demasía o equivocadamente la razón y la filosofía, ciertas

teologías se han convertido en metafísicas religiosas. Precisamente

aquí debe hacer la pastoral una llamada de atención, puesto que la

formulación del mensaje como doctrina puede ser tan abstracta que

no sirva para la acción pastoral. El Vaticano II se pronunció por una

formulación pastoral del mensaje cristiano.

d) Son dos funciones distintas, pero compenetradas

Ya vimos que la acción pastoral es función creadora, en tanto que

la teología es función crítica. Mediante la acción pastoral la Iglesia se

edifica; y mediante la reflexión teológica se origina un sistema de

pensamientos, transmisibles en forma de enseñanza, que regulan la

actividad apostólica.

En el acto creador de la acción pastoral, el creyente se abisma en

lo que hace. En la función teológica, el cristiano adquiere conciencia

de lo que ha hecho y quiere hacer. Difícilmente pueden darse ambas

funciones a un mismo tiempo, aunque no son separables del todo.

Cuando, por ejemplo, transmito en la catequesis que la Iglesia es

pueblo de Dios, al mismo tiempo que ejerzo un ministerio de la palabra

no puedo menos de hacer un acto reflejo de algún modo teológico. Y

si pretendo reflexionar teológicamente sobre ese mismo tema, hago

un acto pastoral. La distinción está en el acento que se ponga en lo

reflejo o en 10 vital. Es decir, se enseña con un acto reflejo, dentro

de un acto de enseñar. Y se hace un acto pastoral con una reflexión

que al menos le antecede.



150 Teología Práctica

Ambas funciones poseen exigencias además mutuas. En primer

lugar, por parte de la pastoral, debe salvaguardarse lo específico del

acto pastoral, que es creador, aunque ha de someterse a la regulación

teológica. Todo acto pastoral no es canonizable por ser acto. Hay que

revisarlo con criterios teológicos, ya que todo acto tiene una significación.

Para juzgarlo a la luz de la Escritura y tradición, la Iglesia se

vale, de ordinario, de los teólogos. Con todo, el pastor debe ser

suficientemente teólogo o ha de saber criticar sus propias realizaciones

con criterios teológicos para no caer en la improvisación o en la rutina.

En segundo lugar, por parte de la teología, debe salvaguardarse

lo específico de la función teológica, que es su carácter reflexivo y

crítico. Ni la teología debe ser excesivamente abstracta, a causa de

las exigencias evangelizadoras de la Iglesia, ni debe ser excesivamente

práctica a causa del pragmatismo peligroso que nos circunda. El teólogo

presta un servicio irremplazable a la pastoral. «La teología -afirma

H. Denis- es la función que realiza en la Iglesia la maduración

de la labor pastoral» 13 •

BILIOGRAFIA

J. Ansaldi, De l'identité pastorale: EtThRel 60 (1985) 585-593; J. Audinet,

Théologie pratique et pratique théologique, en Ch. Kannengiesser - Y. Marchasson

(eds.), Humanisme et foi chrétienne, Paris 1976, 493-501 Y en Le

déplacement de la théologie (Le point théo1ogique, 21), Paris 1977, 91-107;

G. Casalis, Théologie pratique et pratique de la théologie, en Orientations (Le

point théologique, 5), Paris 1973, 85-105; H. Denis, Vertiente pastoral del

estudio de la teología: Seminarios 14 (1961) 81-109 Y 15 (1961) 71-99; id.,

Sur le rapports entre théologie et pastorale: RevSR 58 (1984) 150-161; W.

Eisinger, Die Praktische Theologie zwischen Wissenschaft und Praxis en H.

Si~~ers - H. R. Reuter (eds.), Theologie als Wissenschaft in der Gesellschaft,

Gottmgen 1970, 13-27; J. Y. Jolif, Le sujet pratique selon Saint Thomas

d'Aquin, en Saint Thomas d'Aquin aujour'hui, Paris 1963, 13-44; Pratique et

théologie en honeur de el. Bridel, Ginebra 1989.

CONCEPCIONES DE LA TEOLOGIA PRACTICA

Hasta lograr su estatuto teológico, eclesial y científico, la teología

pastoral, tal como se desprende de la historia de esta disciplina, ha

pasado por diversas etapas. En su itinerario, nuestra disciplina ha

tenido que librar varias batallas hasta ser reconocida como disciplina

teológica y no simple corolario de tesis dogmáticas; como eclesiología

dinámica, cuyo agente o responsable no es el sacerdote sino la Iglesia

o la comunidad cristiana; y como ciencia rigurosa y no mero recetario

o práctica repetitiva. Podemos distinguir tres concepciones principales

de la teología pastoral: como teoría de la práctica sacerdotal, como

teología de la acción eclesial, como teología de la praxis de liberación.

Finalmente podemos examinar algunos proyectos recientes de teologías

prácticas! .

1. Teología práctica como teoría de la práctica sacerdotal

Esta concepción abarca siglo y medio, a saber, todo el s. XIX y

primera mitad del s. XX. En realidad, a pesar del Vaticano 11, todavía

está vigente este tipo de pastoral en muchos sitios. Sus rasgos más

característicos son los siguientes.

7

a) Es recetario práctico

13. H. Denis, La vertiente pastoral del estudio de la teología: Seminarios 15 (1961)

81.

La teología pastoral como práctica sacerdotal es más arte y técnica

artesanal que ciencia o teología. Consiste en un recetario eclesiástico

de consejos prácticos, sin base teórica. Su contenido se deduce unas

1. Cf. mi trabajo Acción pastoral, en CFP, 19-36.



152 Teología Práctica

veces de las normas, rúbricas y leyes canónicas y otras de la experiencia

concreta de la cura de almas. En cualquier caso es disciplina práctica

sin categoría de ciencia, tecnología sin base teológica, canonística

clerical sin horizonte eclesial y visión fragmentaria sin mirada de

conjunto. Recordemos que desde el s. XIII el derecho era la disciplina

que orientaba las actividades pastorales. A partir del s. XVI se unió

al derecho la moral.

b) Es propia del régimen de cristiandad

El objetivo de este tipo de teología pastoral es formar buenos

cristianos y obedientes ciudadanos en el interior de una Iglesia enfeudada

con el Estado, dentro de un régimen, que en algunos momentos

históricos fue absolutista. Debido al régimen concordatario, se pretende

que lo religioso esté al servicio del orden público civil y que el

estado sea el servidor y guardián de la religión. Responde a la concepción

de un régimen sacral (el de la antigua cristiandad) o de un

estado laico inspirado por los valores del occidente cristiano (el de la

nueva cristiandad).

c) Posee un sello enteramente clerical

Investido el sacerdote por los tres poderes de enseñanza, gobierno

y culto, y mantenido en un estatuto de dependencia jerárquica a base

de ignorancia secular, celibato segregador y economía sacramental, la

concepción de esta teología pastoral es netamente clerical. De hecho,

el pastor es único sujeto responsable; el resto de la Iglesia es objeto

pasivo de esa función. Todo el acento recae concretamente en el deber

del pastor, representante oficial de la religión y funcionario social,

quien no sólo encama a la autoridad de la Iglesia sino a la autoridad

a secas.

d) Cristaliza en el espíritu del nacional-catolicismo

El denominado naciona1catolicismo se caracteriza por la coherencia

o identidad entre la esencia del catolicismo y de la nacionalidad española,

la valoración de la unidad política a partir de la unidad católica,

la referencia religiosa al Siglo de Oro y el alza de valores como la

autoridad, el verticalismo jerárquico, la religiosidad .militar y el catolicismo

popularizado, en detrimento de otros valores como libertad,

Teología 153

igualdad, democracia, derechos humanos, etc. En definitiva, la ideología

subyacente al naciona1catolicismo se basa en la simbiosis Iglesiaestado,

mediación patriótica y familiar de la fe, carácter eclesiocrático

de la Iglesia y antimodernidad 2 •

e) Se identifica con la «cura de almas»

La cura de almas (cura animarum) en cuanto acción pastoral está

teñida de un manifiesto espiritualismo por su perspectiva de salvar

almas (no personas) del pecado para la gracia, teniendo en cuenta las

postrimerías: muerte, juicio, infierno y gloria. Los medios salvadores

de esta concepción pastoral han sido entendidos espiritualmente dentro

del campo de lo litúrgico, devocional o sacramental.

Como contraste, recordemos que la Biblia nos habla del cuidado

que Dios tiene sobre el hombre entero, sobre la sociedad total y sobre

la plena naturaleza. En su acción pastoral, Cristo no es rey de las

aÚnas sino Señor de las personas, que se ocupa de la curación de los

cuerpos y de la multiplicación de los panes para el restablecimiento

del reino.

Precisamente de aquella pastoral se derivan las expresiones cura

y pastor de almas aplicadas al ministro ordenado. La expresión pastor

de almas es impropia, ya que de una parte da la impresión de que sólo

el sacerdote como pastor (a quien corresponde el cuidado) es responsable

de la comunidad de los fieles, como si el laico fuese objeto y

no sujeto de la acción de la Iglesia. De otra parte, puede entenderse

erróneamente el servicio de la Iglesia como una acción transitiva dirigida

al hombre, considerado frecuentemente como rebaño o grey.

En resumen, no es aceptable hoy la expresión cura de almas como

sinónima de acción pastoral, en virtud del único sujeto explicitado, el

cura, y en razón del objetivo manifiesto, las almas 3 •

2. Teología práctica como teología de la acción eclesial

Ya vimos que a pesar de algunas contribuciones aisladas en el s.

XIX (J.-S. Drey, J.-H. Mohler, J.-B. Hirscher y A. Graf), la verdadera

renovación de la teología pastoral sobrevino después de la segunda

2. Cf. A. Alvarez-Bolado, El experimento nacional-catolicismo, Madrid 1976; Iglesia

y sociedad en España 1939-1975, Madrid 1977; R. Díaz-Sal~ar, Iglesia, dictadura

y democracia. Catolicismo y sociedad en España 1953-1979, Madnd 1981.

3. Cf. C. Floristán, Cura de almas, en DAbPast, 138-139; H. Schuster, Cura de

almas, en A. Grabner-Haider, La Biblia y nuestro lenguaje, Barcelona 1975, 489-492.



154 Teología Práctica

guerr~ ,mundial con las aportaciones de F.X. Arnold y P.-A. Liégé.

TambIen ayudaron en esta tarea K. Rahner y sus discípulos, que con

otros cole~as (Amold, Klostermann, Schurr y Weber), plasmaron este

segun~o tIpo de pastoral eclesial en el Handbuch o manual alemán de

teologIa pastoral. Los rasgos más característicos de este tipo de teología

pastoral son los siguientes.

Teología 155

cación. Así concebida, la acción pastoral abarca todo el campo de la

realidad de la Iglesia en proceso de autoedificación, con todas las

tareas que esto implica. Naturalmente, se centra fundamentalmente en

las tres dimensiones principales de la acción cristiana: la profética o

de la palabra, la litúrgica o del culto y la caritativa o solicitud pastoral.

a) Es una eclesiología dinámica o en acción

~s teología pas~oral.vertebrada eclesiológicamente. Así se explican

los, I~tentos, por. mfluJo pr~testant~, de que se denomine teología

praC!ICa para qUlta!,l.e el. ~ufIllo clencal del término pastor. Su idea

dom~nante es .la edIfIcacIOn de la Iglesia. Recordemos que la Iglesia

ha sIdo ~studI?~a dura~te ~ucho tiempo dogmática o apologética­

~~nte, sm sufIc~en~~ dmamISm? pas~o~al. Nuestra disciplina se justIfica

por l.a medIaCIOn de la razon practIca, a diferencia de la historia

de la Ig!es~~ o de la eclesiología dogmática, que utilizan otras razones

d~ m~dIac:on: De u~a p~rte es teología, no mero recetario; de otra es

CIenCIa practIca o CIenCIa de la acción. Además, se articulan en la

teología pasto.ral varias disciplinas parciales de tipo práctico que se

en~~~traban ,a~sladas. F. X. Arnold define la teología pastoral como

«VISIOn teologIca de .la esencia .de la Iglesia en cuanto agente de la

pa~tor~l y de, s~s aCCIOnes eclesIales». P. -A. Liége la entiende como

«cIe~cIa teologIca de la acción eclesial» o «teología dinámica de la

IglesIa»4. De ~n modo semejante define el manual alemán a la teología

pastoral; precIsament~ su fuerza y debilidad reside en la importancia

qu~ se ~a a l~ Igles~a. K. Rahn~r la, ha calificado de eclesiología

eXlstenc!al.' a dIferenCIa?e ~a eclesIOlogIa esencial. Es, pues, «teología

~e .la practIca d,e la IglesIa» . Al resumir este tipo de teología pastoral,

tIpI~a ?e la d:c~da de los sesenta, P.-A. Liégé afirma que es «la

dIscIp!ma teologIca que. aporta su propio discurso a la conciencia

refleXIva del obrar ecleSIal en el hoy de su cumplimiento»6.

b) Se basa en las acciones eclesiales

L~ acción pastor?l. como ~cción eclesial tiene presente el deseo y

necesIdad ~e aute~tIcIdad eXIsten~e en la conciencia de la Iglesia,

expone los ImperatIvos de sus aCCIOnes y las orienta para su planifi-

4. P. A. Liégé, Pour une théologie pastorale catéchétique: RSPhTh 39 (1955) 5

5. K. Rahner, Pastoral, en id., Diccionario teológico, Barcelona 1966 528 .

. 6. ~. A .. Liégé, Une théorie de la praxis de I'Église, en Recherches 'actu;ls 1 «<Le

Pomt Theologlque» 1), Pans 1971, 60.

c) Es una reflexión sin referencia directa

a la praxis transformadora de la realidad

En los años estrictamente conciliares, K. Rahner y algunos de sus

discípulos intentaron acentuar la autorrealización de la Iglesia como

acción salvífica de Dios en el mundo. La actualidad, para K. Rahner,

es la situación que Dios ha encomendado a su Iglesia. De ahí que la

teología práctica trate, según K. Rahner, de la manera en que la Iglesia

se autorrealiza, según una reflexión científica que se funda en la realidad

esencial de la Iglesia, ya sea en su vertiente efectiva (punto de

vista crítico), ya sea en relación a lo que debe se cumplido (punto de

vista normativo)1. Por eso -añade H. Schuster- se necesita someter

a un análisis socio-teológico la situación que nos plantea el tiempo

presente como fase de la historia de salvación y elemento de plena

realización 8 •

Esta teología pastoral, correspondiente a una teología misionera y

testimonial, asume el denominado giro antropológico de la teología,

indaga el sentido cristiano de la vida en los acontecimientos de la

existencia, se preocupa en poner de relieve los valores de la persona

y su transcendencia frente a cualquier condicionamiento socioeconómico,

relaciona situaciones humanas con los kerigmas neotestamentarios,

etc. Es en definitiva una teología pastoral de la existencia

humana, personalmente considerada, dentro de una concepción comunitaria.

Dicho de otro modo: es una hermenéutica de la vida teologal,

en clave eclesiológica, con un talante humanista y existencialista.

Varios peligros se ciernen en torno a este concepto de teología

pastoral. El primero se refiere al abultamiento que se da a la Iglesia,

como si fuese posible edificarla en el mundo sin tener en cuenta

suficientemente y en concreto los datos políticos, sociales y económicos

de nuestra sociedad, especialmente la situación de las clases

dominadas y del pueblo marginado. El segundo se relaciona con la

concepción de la acción eclesial, identificada a menudo con la acción

7. Cf. K. Rahner, Teología pastoral, en E. Neuhausler - E. G6ssmann (eds.), ¿Qué

es la teología?, Salamanca 1969, 345-378.

8. Cf. H. Schuster, Ser y quehacer de la teología pastoral: Conc 3 (1965) 5-16.



158 Teología Práctica

pues, un lenguaje doble: místico y profético, de contemplación y de

acción. «La teología de la liberación -afirma G. Gutiérrez- intenta

ser un lenguaje sobre Dios. Es un esfuerzo por hacer presente en un

mundo de opresión, de injusticia y de muerte, la palabra de vida»16.

Por otra parte - escribe J. B. Libanio-, «el pueblo latinoamericano

vive inmerso en un universo religioso impregnado de la presencia de

Dios. La teología de la liberación pretende responder a la pregunta

primera de cómo se revela Dios ante el pobre. La dimensión de liberación

nace, en segundo lugar, de la experiencia primera de Dios

en los pobres» 17. «Según la ley del evangelio y también según los

profetas del AT -afirma M.-D. Chenu-, los pobres son los oyentes

eficaces de la gran noticia de la liberación y por ello mismo los testigos

cualificados del mensaje mesiánico» 18. Como consecuencia, los pobres

son testigos y destinatarios del evangelio, interlocutores privilegiados

de la Iglesia y de la teología, protagonistas en la transformación de la

sociedad y evangelizadores 19.

c) Es teología que articula la praxis histórica de la fe

con la inteligencia de la fe yde la caridad

En repetidas ocasiones G. Gutiérrez ha insistido que en la perspectiva

de la teología de la liberación, «a Dios se le contempla y se

le practica, y sólo después se le piensa» o bien que únicamente «desde

el terreno de la mística y de la práctica es posible elaborar un discurso

auténtico y respetuoso acerca de Dios»20. Como consecuencia, el misterio

cristiano se revela en la contemplación y solidaridad con los

pobres: es el acto primero, oración creyente y compromiso de caridad,

resumen de la vida cristiana; sólo después puede esa vida inspirar un

razonamiento: es el acto segundo que se formula teológicamente. Al

ser una teología que da primacía a la acción antes que al conocimiento,

es teología del compromiso, de la acción o de la praxis. Es «reflexión

crítica desde y sobre la praxis histórica en confrontación con la palabra

del Señor vivida y aceptada en la fe, una fe que nos llega a través de

múltiples y a veces ambiguas mediaciones históricas»21. De un modo

16. lbid., 61.

17. J. B. Libiinio, Teología de la liberación. Guía didáctica para su estudio, Santander

1989, 88.

18. M.-D. Chenu, Una realidad nueva: teólogos en el Tercer Mundo: Conc 164

(1981) 45.

19. Recordemos tres títulos significativos: La fe en la periferia del mundo. El caminar

de la Iglesia con los oprimidos de L. Boff (original de 1978), La fuerza histórica de los

pobres de G. Gutiérrez (original de 1979) y Resurrección de la verdadera Iglesia. Los

pobres, lugar teológico de la eclesiología de J. Sobrino (original de 1980).

20. G. Gutiérrez, Un lenguaje sobre Dios: Conc 191 (1984) 55.

21. G. Gutiérrez, La fuerza histórica de los pobres, Salamanca 1982, 257.

Teología 159

semejante se expresa H. Assmann, al afirmar que la teología es «servicio

al acto primero: la praxis histórica de la fe. En relación a la fepraxis,

ella es acto segundo, esto es, acto según la fe y referido a la

fe, y acto brotado de la fe; y en este sentido, algo que viene después»22.

«Lo que verdaderamente interesa -escribe L. Boff- no es la teología

de la liberación sino la liberación histórica de nuestros pueblos»23.

Recordemos que la teología ha sido entendida a menudo como una

búsqueda de la verdad para luego extraer consecuencias prácticas de

la misma. Dicho de otro modo, la reflexión es ahí lo primero y el

compromiso lo segundo, como un derivado moral. En cambio, «la

teología de la liberación -escribe J. J. Tamayo- parte de la experiencia

de la fe que se expresa y despliega en dos niveles complementarios

e inseparables: el de la praxis y el de la contemplación, el

de la espiritualidad y el del compromiso. Este no es un accesorio de

la fe, sino que entra de lleno en la experiencia cristiana, constituye

una parte integrante de la misma y posee una significación teológica

profunda»24. De este modo la teología se deriva de la praxis de liberación

y se remite a dicha praxis. Así -dice L. Boff- se mantiene

«permanente y dialécticamente la unidad de la teología con la vida

cristiana»25. En resumen, la teología de la liberación propone una

nueva hermenéutica de la fe que consiste en articular la tarea de la

praxis con la inteligencia de la fe 26 . Así llegamos al círculo hermenéutico,

caracterizado por una doble interpretación: lectura de la situación

y de la praxis histórica de liberación a la luz de la palabra y

relectura de la palabra de Dios (o de la fe o del evangelio) a partir de

dicha situación y de dicha praxis 27 .

d) Es teología de la praxis histórica

como acción liberadora integral

Precisamente ha sido la consideración de la praxis una de las

razones fundamentales de la renovación posconciliar de la teología.

Al analizar G. Gutiérrez los diversos factores que han contribuido a

enfatizar la nueva categoría de praxis histórica en la teología, señala

el «redescubrimiento de la caridad como centro de la vida cristiana»;

el auge de «la espiritualidad del actuar cristiano en el mundo»; la

22. H. Assmann, La Iglesia electrónica y su impacto en América Latina, San José

de Costa Rica 1987, 141-142.

23. L. Boff, Teología desde el cautiverio, Bogotá 1975, 35.

24. J. J. Tamayo, Para comprender la teología de la liberación, o. c., 60.

25. L. Boff, Teología del cautiverio y de la liberación, Madrid 1978, 94.

26. Cf. X. Miguélez, La teología de la liberación y su método, Barcelona 1976.

27. Cf. M. Midali, Teologia pastorale o pratica. Cammino storico di una riflessione

fondante e scientifica, Roma 1985, 313.



160 Teología Práctica

consideración de «la vida misma de la Iglesia» como un lugar teológico;

el valor de «los signos de los tiempos» ; «la importancia de

la acción humana como punto de partida de toda reflexión» ; «la

influencia del pensamiento marxista centrado en la praxis, dirigido a

la transformación del mundo» y «el redescubrimiento de la dimensión

escatológica» , en el sentido de que la historia es apertura al futuro,

tarea y don que da sentido último a la historia 28 . Recordemos que la

praxis histórica en la teología de la liberación no se reduce a una praxis

pastoral o eclesial, sino que abarca además una praxis económica,

social, política y cultural. Es, pues, praxis de liberación pastoral y

política.

La teología de la liberación, al enfatizar la categoría praxis histórica

o praxis de liberación, cuyo sujeto son los pobres, ha irrumpido

como «una nueva manera de hacer teología»29. Según G. Gutiérrez,

la teología de la liberación es «reflexión crítica de la praxis histórica

a la luz de la palabra»3o o «reflexión crítica en y sobre la praxis histórica

en confrontación con la palabra del Señor vivida y aceptada en la fe»31 .

e) El sujeto de esta teología es la Iglesia

como comunidad eclesial de base

Lo que Jesús demanda a sus discípulos son actos y acciones que

incidan en la realidad humana para transformarla y, al mismo tiempo,

que se sitúen en una conversión verificada y verificable o testimonial

por la acción y por la praxis. Jesús se hizo praxis y en este hacerse

pascual manifestó y exhaló su Espíritu transformador o Spiritus creator

a la humanidad entera, a través de un grupo y de unos sucesivos grupos

de creyentes, que en un lugar concreto y en su totalidad se llaman

Iglesia.

Para que la acción pastoral sea comunitaria son necesarios modelos

operativos y concretos de praxis a partir de la koinonía evangélica.

Pero no todos los proyectos y realizaciones de la comunidad cristiana

son igualmente válidos: unos hacen hincapié en lo comunitario desde

una antropología· personalista y existencial de la relaciones tú a tu;

otros resaltan la significación de la base como sector popular privado

del tener, saber y poder, por explotaciones, opresiones y dominaciones.

28.

14

G. Gutiérrez, Teología de la liberación. Perspectivas, Salamanca 1990,

27-34.

29. 1bid., 40.

30. 1bid., 38.

31. G. Gutiérrez, Evangelio y praxis de liberación, en Fe cristiana y cambio social

en América Latina, Salamanca 1973, 244.

Teología 161

«La matriz histórica de la teología de la liberación -escribe G.

Gutiérrez- se halla en la vida del pueblo pobre, y de modo especial

en la de las comunidades cristianas que surgen en el seno de la Iglesia

presente en América Latina»32. La config.uración teol?gica de !a comunidad

de base, dentro de un proyecto lIberador, eXIge ademas que

se reestructure el ministerio de los cristianos en toda su amplitud (desde

la conversión a la celebración, a través de la iniciación), corresponsabilidad

(revisión del sacramento del orden) y universalidad (relación

entre la Iglesia local e Iglesia universal).

La teología cristiana cuyo sujeto es la Iglesia en cuanto comunidad

de base es teología comunitaria. En simbiosis con la tarea del teólogo

profesional se da el quehacer teológico colectivo .. «La elab~ra.ción

colectiva de la fe -escribe C. Boff- se hace medIante las dIstmtas

formas de expresión y comunicación del sujeto epistemológico ~e la

teología, que es la propia comunidad»33. En este proceso, sem~J.ante

a la denominada revisión de vida, se dan tres etapas: 1) el análzszs de

la realidad, a partir de las cuestiones que suscitan los miembros de

la comunidad, ayudados por un analista social (mediación socio-analítica);

2) la confrontación con la palabra de D.ios d~ la situación so~i~l

analizada (mediación hermenéutica) y 3) las dzrectrzces pa,:a la a~clOn

surgidas al comparar la situación concreta co~ el evangelIo medItado

(mediación práctica). De este modo, caracte~za C:, Boff el proceso

reflexivo de fe que se da en la teologIa de la lIberacIOn llevad~ a cabo

en la práctica por las comunidades eclesiales de base, cuyos mIembros

son en su gran mayoría pobres.

t) Conclusión: es teología práctica desde la praxis de liberación

y a su servicio

Partimos de un presupuesto: la teología que no es práctica; que no

parte de la praxis para encaminarse ~ ella de un m~do pr~)X1mo o

remoto es irrelevante. Por el contrarIO, toda teologIa baSIcamente

referid~ a la praxis transformadora de la realidad será, a nuestro. entender,

teología pastoral o teología práctica. ,La t~o~ogía de la lIberación,

por ejemplo, es hoy básica~en~e teologIa practIca f~nd~mental.

Según G. Gutiérrez, intenta «contnbulf.a que el compr~mIso lI~e~ador

sea cada vez más evangélico, eficaz e lll~egral» , «~s:a al servIcIo de

la misión evangelizadora del pueblo de DIOS» y «se sltua ~or eso como

una función eclesial»34. Su «manera» de hacer teologIa -cree S.

32. G. Gutiérrez, Mirar lejos, en Teología de la lib~ración, Salamanca 14 1990.

33. C. Boff, Fisonomía de las comunidades ecleslGles de base: Conc 164 (1981)

97. 34. G. Gutiérrez, Mirar lejos, en Teología de la liberación, Salamanca 14 1990.



162 Teología Práctica

Gal~lea- es semejante al de la teología práctica, ya que su punto de

partIda es la vida y la praxis de la Iglesia para reflexionar después y

reorientar la acción 35 •

La teología de la liberación ha descubierto o añadido al ámbito de

la pastoral ?imension~~ perdidas o nuevas: la hermenéutica política

del. evangelIo; la relacIOn estrecha entre vida teologal y discurso teolÓgIC?;.

la reinterpretación teológica de la comunidad de base y del

catolIcIsmo popular; ~~ desenmas~aramiento de una acción pastoral

apar~ntemente despolIt~zada que SIrve subrepticiamente a los poderes

dommantes y la asunCIón renovada de las tres clásicas virtudes teologales:

laJe como memoria crítica y subversiva de Jesús a modo de

profecía, frente a todo sistema que pretende establecers; clausurado

so~re sí mismo; la esperanza como expectación del futuro, confianza

actIva en las promesas de Dios y punto de arranque en la transformación

del mundo; y la caridad como praxis del Espíritu modificador de todo

lo dado (la realidad actual) en búsqueda permanente de una nueva

sociedad más justa.

Al mismo tiempo, la teología de la liberación, consecuente consig?

misma, no deberá olvidar nunca su punto de partida: la situación

socIal d~l p~e?lo oprimido en escandalosa dependencia, marco de

referencIa b~s~c? para que sea posible una acción pastoral liberadora.

En defInItIva, la teología de la liberación es teología práctica

por su punto de partida: percepción y análisis de la realidad miserable,

producto de situaciones y estructuras económicas sociales

y políticas injustas que producen indignación ético-religo~a. Lo es

por su punto de llegada: fomento de una práctica social solidaria

con la ~speranz,a. de los po?res en virtud de una fe verdadera y de

una candad polItIca, es decIr, con la perspectiva totalizadora de una

liber,ac.ión intewaP6. Finalmente, también lo es por su discurso

teologl.CO, .~edIador entre una nueva manera de vivir la fe y su

com~ll1CaCIOn, ya ~ue la lectura o «relectura» del evangelio se hace

en vIstas al anuncIO del mensaje 37 •

4. Teologías prácticas recientes

~n e~tos últimos ~?os, como con~~cuenci~ ?el influjo ejercido por

las CIenCIas de la aCCIOn y la renovaCIOn teologIca posconciliar se han

desarrollado algunas teologías prácticas que dan un nuevo giro a las

35. S. Galilea, Teología de la liberación. Ensayo de síntesis, Bogotá 1976 15.

36. Cf. L. Boff, Libertad y liberación, Salamanca 1982. '

37. G. Gutiérrez, La fuerza histórica de los pobres, o. C., 88.

Teología 163

teologías pastorales heredadas. Con razón habla J. Audinet de «diversidad

de teologías prácticas»: empíricas, críticas y fundamentales 38 •

Evidentemente, la práctica es un punto de partida para reflexionar

teológicamente, pero es entendida por los pastoralistas de modos diversos,

según se mire desde la psicología, la sociología, la economía,

la cultura, la moral o la religión.

a) Alemania

En la concepción de la teología práctica alemana reciente ha incidido

de un modo indirecto pero profundo la nueva teología política,

al destacarse el contexto en el que la teología se hace necesariamente

política. Sus impulsores principales han sido J. B. Metz en el campo

teológico católic0 39 y J. Moltmann en el protestante 40 • El mensaje

cristiano, centrado en el anuncio y realización del reino, implica una

responsabilidad social. Por esta razón, la teología política reconoce la

importancia de la dimensión política de la misión pastoral de la Iglesia.

Es obvio reconocer, al mismo tiempo, que las instituciones religiosas

son necesariamente políticas o que actúan políticamente. Ya se habló

al acabar el Concilio de la dimensión política de la pastoral. «La

conciencia de las implicaciones políticas, de hecho inevitables, de la

teoría teológica -escribe B. Wacker- se presenta a la teología política

como el resultado de una reflexión hermenéutica consecuente» 41.

La teología política valora la importancia de la praxis, estudia la

interdependencia entre teoría y praxis y reconoce que la práctica no

es mera aplicación de una verdad previa sino lugar de verificación y

principio de interpretación. Todo pensamiento teológico y toda acción

pastoral concreta deben ser cuestionados por las teorías político-económicas.

Consecuentemente -afirma B. Wacker- «la consideración

de la estructura histórico-social de la fe requiere una hermenéutica del

evangelio, que se explica políticamente»42. Así debe ser entendida la

«memoria peligrosa» de la pasión de Jesucristo -de la que habla

Metz-, que se hace práctica en el seguimiento de Jesús. Por otra

38. Cf. J. Audinet, Diversité de théologies pratiques: Revue de I'Institut Catholique

de Paris, 33 (1990) 75-96.

39. Cf. J. B. Metz, Teología del mundo, Salamanca 1970; id., La fe en la historia

y la sociedad, Madrid 1979; id., Más allá de la religión burguesa, Salamanca 1982; id.,

La teología en el ocaso de la modernidad: Conc 191 (1984) 31-39.

40. Cf. J. Moltmann, El Dios crucificado, Salamanca 21977; id., Trinidad y reino

de Dios, Salamanca 21986; Teología política. Etica política, Salamanca 1987.

41. B. Wacker, Teología política, en P. Eicher (ed.), Diccionario de conceptos

teológicos, Barcelona 1990, n, 527.

42. 1bid., 528.



164 Teología Práctica

parte, la historia se encuentra bajo la «reserva escatológica de Dios»

(Metz), que delata toda usurpación de poder y todo totalitarismo. El

cristianismo - viene a decir J. Moltmann - no debe tender hacia su

pasado sino hacia el futuro, con perspectiva escatológica a partir de

las promesas de Dios. La teología de la esperanza propone una praxis

escatológica.

En Alemania se ha renovado la teología pastoral gracias a la aplicación

del binomio teoría y praxis y al acento puesto en la función salvadora

de la Iglesia en la sociedad más que en la mera edificación eclesia143. H.

Schuster acentúa lo que algunos alemanes llaman «la realidad de Jesús»

(die Sache Jesu), que podemos traducir por la causa de Jesús, que entraña

U? r~tomo a la. misión lleva~a a cabo por el Jesús histórico y por sus

dISCIpulos y pnmeras comurudades cristianas 44 ; la causa de Jesús es la

causa de Dios y la causa de los hombres.

Algunos pastoralistas, como G. Krause y R. Zerfass, entienden la

teología pastoral como ciencia de la acción, cuyo punto de partida es

la pr~xis de lo~ cri~tiano~ y. de la Igl~s.ia45. Según N. Mette, la teología

practIca es «CIenCia teologIca (explIcIta) de la acción en el interior de

una teología concebida como ciencia práctica»46. Es un saber teológico

que se encuadra dentro de la «teoría general de la acción» . En esta

teología se tienen en cuenta tres elementos: la tradición cristiana vigente,

la situación presente asumida y el impulso de la acción. Las

~ienci~s de la acción se caracterizan, según N. Mette, por su sentido

mductIvo, el uso de los métodos empíricos, la orientación interdisci~li~ar

y la c~pa~idad de inci~~ncia pr~ctica. En .todo caso, la teología

practIca es CienCIa de la aCClOn cnstIano-eclesIal, no ciencia de la

organización eclesiástico-institucional. Dicho de otro modo, no se

reduce a lo intraeclesial sino que tiene en cuenta la sacramentalidad

universal de la ecclesia.

Para N. Gr~i~acher, la teol?gía práctica tiene como objetivo elaborar

una «polItIca de la IgleSIa» , que -de hecho- siempre está

43. ef. P. M. Zulehner, Pastoraltheologie, 2 vols., Düsseldorf 1989; D. Rossler,

Grundriss der Praktischen Theologie, Berlin 1986.

44. ef. H. Schuster, Die praktische Theologie unter dem Anspruch der Sache Jesu

in F. Klostemíann - R. Zerfass (eds.), Praktische Theologie heute, München-Mainz 1974'

150-163. '

45. ef. R. Zerfass, Praktische Theologie als Handlungswissenschaft, en F. Klostermann

- R. Zerfass (eds.), Praktische Theologie heute, München-Mainz 1974 164-177'

K ... F. Daiber, Grundriss der praktischen Theologie als Handlungswissenschaft, Mainz~

Munchen 1977; O. Fuchs (ed.), Theologie und Handeln. Beitrage zur Fundierung der

praktlsche Theologie als Handlungstheorie, Düsseldorf 1984.

46. N. Mette, Theorie der Praxis. Wissenschaftgeschichtliche und methodologische

U~tersuchungen zur T~eorie-Praxis-Problemat~k innerhalb der Praktischen Theologie,

Dusseldorf 1978, 342; Id., Praktische Theologle als Handlungswissenschaft. Begriff und

Problematik: Diak 10 (1979) 190-203.

Teología 165

socialmente condicionada. En esta elaboración se puede dar una práctica

inconsciente pero no una práctica independiente de su correspondiente

teoría. No admite Greinacher ni una primacía total de la teoría

sobre la práctica ni un primado pleno de la práctica sobre la teoría.

Entre teoría teológica y práctica eclesial no hay ni total separación ni

identidad. La teoría ha de ser verificada por la práctica y la práctica

ha de ser transcendida por la teoría 47 . En resumen, la teología práctica,

según N. Greinacher, es teología crítica de la praxis eclesial en la

sociedad, ya que el Dios cristiano es un Dios en el mundo que se

revela en la historia y en la sociedad. Por consiguiente, la teología

cristiana, como teoría teológica, tiene una dimensión práctica, está

ligada a la praxis. La teología práctica no es una simple aplicación de

la teología sino su «lugar de verificación» . De una parte, la tradición

profética bíblica -en la que, por ejemplo, se inscribe la teología de

la liberación - denuncia el sistema corrompido del mundo y anuncia

el futuro de una humanidad reconciliada. De otra, la teoría crítica de

la sociedad ayuda a elaborar el discurso profético. La teología práctica

intenta verificar la acción de la Iglesia en la sociedad.

b) Estados Unidos

Algunos teólogos y pastoralistas norteamericanos han desarrollado

una teología de la praxis caracterizada por la relación entre la teoría

teológica y la práctica de la fe. Antes del concilio se elaboró un

concepto de acción pastoral, denominada Pastoral Care (solicitud

pastoral), en una línea psicológica y espiritual, bajo la influencia innegable

de la pedagogía no directiva de Carl Rogers. Su representante

más conocido es S. Hiltner. En esta escuela cobra relieve la figura

del que ejerce la solicitud pastoral, pastor o ministro, frente a su

«cliente» . Define Hiltner la teología pastoral como el campo del saber

y de la investigación teológica que ayuda al pastor a tener en cuenta

las funciones de la Iglesia y de sus responsables en orden a deducir

conclusiones teológicas mediante una reflexión adecuada sobre las

observaciones prácticas. S. Hiltner distingue dos tipos de disciplinas

teológicas: las que se centran en la lógica, con una bagaje teórico

(principios, teorías y conclusiones) e itinerario histórico-crítico; y las

que se centran en la acción, es decir, en la vida cristiana, con un

itinerario empírico-crítico. De este modo, la teología pastoral -ciencia

teológica de la acción - se relaciona con las disciplinas teológicas

tradicionales y con las ciencias profanas, especialmente con la psi-

47. ef. N. Greinacher, Das Theorie-Praxis-Problem in der Praktischen Theologie,

en F. Klostermann - R. Zerfass (eds.), Praktische Theologie heute, Mainz-München,

1974, 103-118.



166 Teología Práctica

cología y la sociología. Tres son las cuestiones, según S. Hiltner, de

la actividad pastoral: 1) La «atención pastoral» (Shepherding) entre el

pastor y el cliente de acuerdo a necesidades básicas (salud-salvación,

sostenimiento personal y educación moral y espiritual); es estudiada

por la «teología pastoral» propiamente dicha. 2) El «proceso de comunicación»

(Communicating), sobre todo la comunicación del evangelio

en la evangelización, catequesis y homilía; es campo de la «teología

de la educación y evangelización». 3) El «dinamismo

organizativo» (Organizing) como fuerza estructurante en la construcción

de la comunidad; es propio de la «teología eclesial» 48.

No obstante, se está dando en Estados Unidos un cambio en la

concepcióbn de la acción pastoral al pasar de un paradigma terapéuticoclínico

a un paradigma eclesial centrado en la comunidad49. D. S.

Browning, discípulo de S. Hiltner, desarrolla un concepto de teología

práctica a partir del ministerio pastoral ejercido por la Iglesia en la

sociedad. La mediación elegida para este estudio es la phronesis,

entendida como sabiduría o razón práctica, propia de las ciencias del

espíritu. Ya he dicho que en Estados Unidos el concepto de pastoral

equivale a «cura de almas» interpersonal o de pequeños grupos y que

la noción de práctica incluye los ámbitos psicológico, económico y

organizativo. La sabiduría práctica es entendida como hermenéutica

en relación a una «conversación» o correlación entre la tradición cristiana

y las prácticas personales y culturales 50 .

Según D. Tracy «la teología práctica es la correlación crítica mutua

de la teoría-praxis interpretada desde el hecho cristiano y de la teoríapraxis

interpretada desde la situación contemporánea>}51. Esta teología se

ejerce de manera pública, teniendo presente que los lugares en los que

se funda la teología son la sociedad, la universidad y la Iglesia52. Al

reflexionar Tracy sobre el método teológico afIrma que las dos principales

fuentes de la teología son la tradición cristiana -presente sobre todo en

los textos fundacionales- y el lenguaje y la experiencia humana. Labor

de la teología es correlacionar críticamente ambas fuentes53. De acuerdo

48. Cf. S. Hiltner, Preface to Pastoral Theology, Nashville 1957; The New Shape

of Pastoral Theology. Essays in Honor of Seward Hiltner, Nashville 1969.

49. Cf. P. A. Way, Pastoral Excellence and Pastoral Theology: A Slight Shift of

Paradigm and a Modest Polemic: «Pastoral Psycho1ogie» 29 (1980) 46-57.

50. Cf. Don S. Browning (ed.), Practical Theology: The Emerging Field in Theology,

Church and World, San Francisco 1983.

51. D. Tracy, The Foundations of Practical Theology, en Don S. Browning (ed.),

Practical Theology. The Emerging Field in Theology, Church and World, San Francisco

1983, 76.

52. Cf. D. Tracy, The analogical lmagination, New York 1981, 3-31.

53. Cf. D. Tracy, Blessed Rage for arder New York 1972.

Teología 167

a esta correlación y al acento que puede ponerse en la edifIcación de la

Iglesia o en la construcción de la sociedad, algunos estudios norteamericanos

proponen diversas teologías prácticas 54 .

c) Francia y Canadá

En Francia han sido sobre todo R. Marlé y J. Audinet quienes

recientemente han planteado el estatuto epistemológico de la teología

práctica. El concepto de práctica - se?ún R. Marl~ - r~viste p~icular

importancia en la cultura contemporan.ea por ~l mfl~J? que tienen la

ciencia y la técnica. De ahí que estudI.e Marle teologIcamente la. relación

teoría/práctica 55 . Según J. Audmet, no se trata de examm~

«cómo» se aplica el saber teológico sino «por qué» se hace. La fInalidad

de la teología práctica sería la de «dar cuenta de la fe y del

Dios que ella confiesa en el contexto de. las prác~i~as sociales y culturales

contemporáneas»56. De lo contrano, la aCCIOn pastoral se convertiría

según Audinet en «acción social» y la teología pastoral en

«análisis de la acción religiosa»57. ,

Pastoralistas canadienses del «Groupe de Recherche en Etudes

Pastorales» (GREP) bilingüe e interconfesional, fundado en 1982 p~ra

poner en común diversos estudio.s y e:p~ri~~cias.' prefieren el té~~no

estudios pastorales al de teologIa practica . AfIrman que la practica

es el punto de partida de cualquier r~flexión pastor~I~9. De ahí.}a

importancia que las ciencias hU!llanas tI~nen .en la aCCIOn y reflexIOn

pastorales. En la escuela canadIense ha mflUl,do notablemente ~l m~gisterio

de M. Lefebvre, al entender la teologIa pa.stor~l como CIe?~Ia

de la acción y de la interdisciplinariedad. Como CIenCIa de la aCCIOn,

54. Cf. J. N. Polling - D. E. Miller, Foundationsfor a Practical Theology of Mini~try,

Nashville 1985; D. P. McCann - Ch. R. Strain, Polity and Praxis. A Programfor Amencan

Practical Theology, Minneapolis (Min.) 1985.

55. Cf. R. Marlé, Le projet de théologie pratique, Paris 1979.

56. J. Audinet, ¿Qué es una teología práctica?, en B. Lauret - F. Refoulé (eds.),

Iniciación a la práctica de la teología, Madrid 1986, vol. V, 191. .

57. J. Audinet, Saisie et compréhension de l'action religieuse, en M. Vlau - R.

Brodeur (eds.), Les études pastorales: une discipline sci~ntifique?, Quebec, 1987. Ver

además de J. Audinet, Théologie pratique et prallque theologlque, en Le deplacemente

de la théologie, Paris 1977, 91-107 Y en Ch. Kanne~giesser ~ Y. Marchasson (eds.),

Humanisme et foi chrétienne, Paris, 1976, 493-501; Id., Actwn, confesswn, rmsson:

RechSR 65 (1977) 567-578. ..

58. Editan desde 1984 la revista anual «Pastoral SCI~nces. - SCI~nces P~storales»,. en

Ottawa. Cf. B. Reymond, Jalons pour une histoire des theologlens d expresswn franr;mse:

EtThRel 59 (1984) 53-59; 181-191. "

59. Cf. R. Chagnon - M. Viau, Les études pastorales: prallques et .co.mn:unautes,

Montreal 1986; M. Viau - R. Brodeur (ed.), Les études p~storal,es: une discipline sc~entifique?

- Pastoral Studies as a Scientific DisciFline?, UmvefSlte Laval 1987; M. Vlau,

Introduction aux études pastorales, Montreal-Pans 1987, 68-75.



168 Teología Práctica

la teología pastoral se apoya en las ciencias modernas centradas en la

praxi~; esto exige analizar lo racional escondido en la actividad y

exammar la propuesta de modelos en el dominio de la pastoral. La

interdisciplinaridad exige que no se tomen las ciencias humanas como

meras «criadas» de la teología, según se hizo en otro tiempo; el método

interdisciplinar exige un verdadero espíritu de colaboración 60 ,

M, Viau, en continuidad con M, Lefebvre, piensa que los estudios

pastorales, en primer lugar, están concernidos por la acción, a saber,

pertenece? a un ámbito d~stinto del de la teología especulativa, siempre

que se eVIte el «pragmatIsmo» , En segundo lugar, son estudios confesionales,

es decir, ligados a una determinada Iglesia; no son meros

estudios de sociología religiosa, En tercer lugar, tienen un carácter

int~rdi~ciplinar, a s6~ber, se deri~an de una correlación entre teología

y CIenCIas humanas ,Para M, VIau, las prácticas pastorales son «un

conjunto de acciones reflexionadas y pertinentes llevadas a cabo por

la Iglesia en vista de la liberación de las comunidades humanas»62,

señala éstas: educación de jóvenes y adultos, sacramentos de inicia~

ción, ,liturgia, co?rd~n~ción, relación de ayuda y de entre ayuda y comprolll1S0

por la JustIcIa, Los estudios pastorales son «el campo de

estudios confesionales e interdisciplinares en donde se lleva a cabo

una reflexión crítica sobre las prácticas pastorales»63,

d) Italia

La teología pastoral en Italia, directamente vinculada a la acción

eclesial, ha reflexionado más sobre cuestiones prácticas, como son las

orien!aciones~ ?ire~trices y organizacione~ de ,la Iglesia, que sobre

cuestIOnes teo~cas ,Recordem~s ~ue el dIVorcIO entre lo doctrinal y

lo pastoral ha SIdo rasgo caractenstIco de los paises del sur de Europa,

No obstante, algunos pastoralistas italianos intentaron ofrecer elementos

de reflexión, como G, Ceriani poco antes del Vaticano 1165 , y

60. Cf. M. Lefebvre, Vers une nouvelle problématique de la théologie pastorale:

NRT 93 (1971) 29-50; Théologie pastorale et agir ecclésial: NRT 93 (1971) 363-386'

L'interdiscipinarité dans l'action et la réflexion pastorale: NRT 93 (1971) 947-962 Y 1051:

1071; !d., Multidisciplinarité et recherche pastorale: EgITh 3 (1972) 355-364.

61. Cf. M. Viau, Introduction aux études pastorales, Montréal 1987, 90-92.

62. Ibid., 92-94.

63. Ibid., 95-96.

. 64. Cf. G. Colombo, La teologia pastorale in Italia, prefacio al libro de B. Seveso

Edificare la Chiesa. La teologia pastorale e i suoi problemi, Torino 1982, 5-21. '

. ~5. G. Ceriani, Introducción a la Teologia Pastoral, Madrid 1966, cuya edición

ongmal es de 1961; id., Introduzione alla definizione di teologia pastorale: Seminarium

15 (1963) 653-661.

Teología 169

R, Spiazzi inmediatamente después del Concili0 66 , Incluso se publicó

en 1962 un diccionario de pastoral que entendía la teología pastoral

-inadecuadamente- como «aplicación práctica de la teología científica

al cuidado de las almas» 67, La escasez de estudios básicos de

teología pastoral en Italia se intentó suplir con la traducción del Handbuch

alemán en la colección titulada Studi di Teologia Pastorale 68 ,

La reciente teología práctica italiana, en dependencia de la alemana,

ha sido sensible a la dimensión pastoral del Concilio, a los

aportes de diversas ciencias humamanas y al enriquecimiento logrado

por la teología latinoamericana de la liberación, con propuestas sugestivas

en el ámbito metodológico, Esto puede verse, por ejemplo,

en las obras de B, Seves0 69 , M, MidalFo y S, Lanza 7 ! , En estos trabajos

se pretende elaborar una teología pastoral o práctica con rigurosos

criterios teológicos y científicos 72 , «Gracias a estos trabajos recientes

-escribe S, Lanza-, incluso en Italia la teología pastoral ha salido

definitivamente de su minoría de edad»73,

e) España

Con ocasión del Congreso Internacional de Teología Pastoral celebrado

en Friburgo de Suiza, en octubre de 1961, presenté un comunicado

en el que advertía el escaso nivel que tenía en España

entonces la reflexión sobre la teología pastoral 74, Pocos años más

tarde, en la línea del Handbuch alemán y de acuerdo con las orientaciones

pastorales de Arnold y Liégé, publicamos en 1968 M, Useros

y yo la obra Teología de la acción pastoral, que actualizo con el

66, R, Spiazzi, Los fundamentos teológicos del ministerio pastoral, Madrid 1962,

cuya edición original es de ese mismo año.

67. T. da Torre del Greco, Dizionario di Teologia Pastorale, 2 vols., Roma 1962.

68. El manual alemán de teología pastoral fue editado parcialmente por Herder­

Morcelliana, en 12 volúmenes, entre 1969 y 1971.

69. B. Seveso, Edificare la Chiesa. La teologia pastorale e i suo! problemi, Torino

1982; id., La pratica e la grammatica. A proposito del!'insegnamento di teologia pastorale:

Teologia 11 (1986) 226-251.

70. M, Midali, Attuali corrienti e progetti di teologia pastorale fondamentale: Sal

4 (1978) 845-900; id., Teologia pastorale o pratica. Cammino storico di una rif.flessione

fondante e scientifica, Roma 1985.

71. S. Lanza, Introduzione alla teologia pastorale, Teologia del!' azione ecclesiale,

Brescia 1989 .

72. Varios, Scienza e prassi pastorale in Italia, Nápoli 1985. Son las actas de un

symposium tenido en Roma entre el 18 y el 20 de enero de ese año .

73. S. Lanza, Introduzione ... , o. c" 17.

74. C. Floristán, La enseñanza de la teología pastoral en España: Seminarios 7

(1961) 119-130 Y en Problemas actuales de pastoral, Madrid 1963.



170 Teología Prdctica

presente trabajo75. En 1983 editamos J. J. Tamayo y yo un volumen

colectivo de 82 conceptos teológicos y pastorales, escritos por 39

especialistas, que constituye una notable contribución española y latinoamericana

al ámbito de la acción pastoral; así mismo contribuimos

con un Diccionario abreviado de pastora(l6. Debo reconocer, sin embargo,

que la teología pastoral no ha sido cultivada suficientemente

en España. Hay excepciones. Ha reflexionado atinadamente sobre este

campo F. J. Calvo 77 • En 1988 editó R. Prat i Pon s un trabajo sugestivo,

sin pretensiones científicas ni teológicas, en una línea personalista y

eclesial de la acción pastoraF 8 •

Teología 171

teología pastoral, Salamanca 1988; B. Seven, Edificare la Ch~esa. La teologia

pastorale e i suoi problemi, Torino 1982; V. Schurr, Teologw p,astoral e~ el

siglo XX, en H. Vorgrimler - R. Vander Gucht (eds.), La teologw e,n .el sIglo

XX, Madrid 1974, I1I, 313-372; R. Spiazzi, Los fundamentos teologlcos del

ministerio pastoral, Madrid 1962; M. Viau, Introduction aux études pastorales,

Montréal 1987; R. Zerfass - N. Greinacher (eds.), Einführung in die Praktische

Theologie, München-Mainz, 1976.

BIBLIOGRAFIA

F. X. Amold, Pastoraltheologische Durchblicke, Freiburg 1965; F. X.

Amod - F. Klostermann - K. Rahner - V. Schurr - L. M. Weber, Handbuch

der Pastoraltheologie. Praktische Theologie der Kirche in ihrer Gegenwart, 5

vols., Freiburg 1964-1972; G. Biemer - P. SiIler, Grundfragen der Praktischen

Theologie, Mainz 1971; Don S. Browning (ed.), Practical Theology: The

Emerging Field in Theology, Church and Worl, San Francisco 1983; G. Ceriani,

Introducción a la teología pastoral, Madrid 1966; G. Cardaropoli, La pastorale

come mediazione salvifica, Asisi 1982; C. Floristán, Orientaciones actuales

de la teología pastoral: Phase 13 (1973) 389-400; C. Floristán - J. J. Tamayo

(eds.), Conceptos Fundamentales de Pastoral, Madrid 1984, especialmente

Acción pastoral (e. Floristán) y Teología pastoral (F. J. Calvo); C. Floristán

- M. Useros, Teología de la acción pastoral, Madrid 1968; P. Eicher, La

théologie comme science pratique, Paris 1982; F. Klostermann y R. Zerfass

(eds.), Praktische Theologie heute, München-Mainz 1974; S. Lanza, Introduzione

alla teologia pastorale, vol. 1 Teologia dell'azione ecclesiale, Brescia

1989; R. Marlé, Le projet de théologie pratique, Paris 1979; M. Midali, Teologia

pastorale o pratica. Cammino di una riflessione fondante e scientifica,

Roma 1985; 1. G. Nadeau (ed.), La praxéologie pastorale. Orientations et

parcours, 2 vols., Montréal 1987; M. Pf1iegler, Teología pastoral, Barcelona

1966; R. Prat i Pons, Compartir la alegría de la fe. Sugerencias para una

75. Cf. C. F10ristán y M. Useros, Teología de la acción pastoral, Madrid 1968

(BAC 275). A este manual le precedió la obra Pastoral de hoy, en colaboración con J.

M. Estepa, editada en Barcelona 1966. Ahí reunimos las conferencias que habíamos

pronunciado J. M. Estepa y yo en América Latina, con ocasión de un curso dado en

Cuemavaca (México) organizado por el Instituto itinerante latinoamericano de pastoral.

76. Cf. C. Floristán - J. J. Tamayo (eds.), Conceptos Fundamentales de Pastoral,

Madrid 1983; id., Diccionario Abreviado de Pastoral. Estella 1988.

77. F. J. Calvo, ¿Qué se entiende por teología pastoral?: Voc 59 (1973) 43-54; id.,

Teología pastoral, en CFP, 716-729.

78. Cf. R. Prat i Pons, Compartir la alegría de la fe. Sugerencias para una teología

pastoral, Salamanca 1988.



8

TEOLOGIA DE LA PRAXIS

El cristianismo puede ser interpretado -y de hecho lo es- de

muchas maneras, entre las cuales cabe considerarlo como un modo de

actuar (ortopraxis) antes que como un recto pensar (ortodoxia). Ahora

bien, entender la vida cristiana como un obrar según el evangelio

significa aceptar la praxis como categoría central. De hecho, las teologías

actuales, directa o remotamente prácticas, acentúan la referencia

a la praxis liberadora de la persona y del mundo o, si se prefiere,

ponen de relieve la actuación recta de la Iglesia y de los cristianos

según las normas y directrices del reino de Dios en el presente del

mundo. Desde este presupuesto examino aquí la teología práctica como

teología de la praxis de la Iglesia, para lo cual es imprecindible examinar

qué sentido tiene la praxis l •

1. La categoría praxis

a) El término praxis

El vocablo praxis (de prasso, ejecutar, hacer u obrar) equivale a

acción o actividad. En castellano se traduce a menudo por práctica.

Su empleo técnico está ligado al desarrollo del pensamiento marxiano

en la filosofía moderna, pero su origen se encuentra en la filosofía

griega clásica. De hecho, Aristóteles diferenció praxis (actividad inmanente,

como es la filosofía o la política) de poiesis (acción transitiva,

1. Recojo aquí, revisado y ampliado, mi trabajo La praxis de los cristianos: MisAb

(197712) 215-225 Y en La evangelización, tarea del cristiano, Madrid 1978, 200-216.



174 Teología Práctica

como es la produc.ci?n artística o técnica de algo). Praxis es, pues,

~~ o~rar hu~~o ?Istmt~ ?e la téc?ica o el arte, al entrañar una opción

etIc~ . TambIen dIferencIO la praXIS como actividad política de la vida

teón~a según la in~:ligencia. Como sabemos, puso la teoría sobre la

praXIS. La separaclOn entre teoría y práctica fue sobre todo obra de

Platón. ~ecordemos que el término teoría procede del verbo teore;,

que eq~lVale a cont~mplar; de ahí que se asociase a la contemplación

de. l~s I?eaS, es decIr, lo real detrás de las apariencias. La teoría es

p~IvIleglO de una minoría; a la mayoría basta la praxis o participación

cIUdadana en la vida comunitaria y a los esclavos se les reservaba la

poiesis.

Los escolástic?s tradujeron las palabras griegas praxis por actio

(o el verbo prattezn por agere) y poiesis por productio (y poiein por

lacere). EVIdentemente para nosotros praxis no es la actividad del

pe?sar sino justamente lo ~puesto: lo que se hace. Pero tengamos

CUI?~do, ya que a veces deSIgnamos como hombre práctico al que no

esta, mter.es~do en la teoría porque es un anti-intelectual. La praxis,

segun Anstoteles, no es meramente la práctica a secas, así entendida.

Con todo, en castellano desapareció la distinción aristotélica entre

agere y lacere, hasta fundirse ambos aspectos en el verbo lacere

(hace~). Por otro,lad? se ma~tuvo el sustantivo actio (del verbo agere) ,

que dIO lugar al termmo acclOn. De este modo -escribe J. Mosterín­

«acción sólo arrastra la carga semántica del agere, mientras que hace;

~a~tra. tanto .la.?e ager~, como la de lacere»3. En cualquier caso, el

C~StIalllsmo V~VlO ~a tenslO.n entre la a~ción y la contemplación; durante

~Iglos se consIder~ pr~em~~ent~ !a vId~ contemplativa. El trabajo era

mterp~etad? com? mstItucIOn dIvma a tItulo de castigo. Para equilibrar

est~ ,bmomIO se I~tentó ab~gar por la «vida mixta» o por la comunicaCIOn

a los demas de la VIda contemplativa (<<contemplata aliis tradere»

).

~n la ~da.d Me~ia fue Duns Escoto quien se preguntó: qué es la

praXIS (qUId SIt praXIS?). Aunque el concepto de praxis todavía no era

el ac~ual, hubo filósofos preocupados por las cuestiones prácticas4.

P~r ejemplo, el pensador medieval Juan de Salisbury «afirmaba -escnbe

P. M. Zulehner- que una teoría sólo tiene valor cuando aporta

2. ef. N. Lobkovicz, Theory and Practice. History of a Concept from Aristotle to

Marx, Notre Dame 1967; ¡d., Theorie und Praxis, en Sowjetsystem und demokratische

Gesellschajt, Freiburg 1972, VII, 411-434.

3. J. Mosterín, Racionalidad y acción humana, Madr¡'d

141-142. 1978,

4. ef. G. Gutiérrez, La verdad os hará libres. Confrontaciones, Salamanca 1990,

111 ss.

Teología 175

ventajas intrínsecas»5. De san Máximo es esta sentencia: «La práctica

es la realidad de la teoría; la teoría es la naturaleza íntima y misteriosa

de la práctica»6. Para santo Tomás, las ciencias se dividen en «especulativas»,

ordenadas al conocimiento, y «prácticas», ordenadas a

la acción. Ahora bien, la razón operativa procede de un doble modo,

según quede la acción en lo fabricado (algo que se hace) o en el que

opera (algo que se quiere o elige). El mundo de lo «práctico» -tanto

en la vertiente del «agere» como del «facere»- conduce al conocimiento

«teórico». La teología es especulativa y práctica.

Con la Reforma protestante se valoró la santificación por medio

del trabajo; no basta, pues, la contemplación. Los calvinistas afirmaron,

por ejemplo, que el éxito temporal es bendición divina. Una

nueva relación entre teoría y práctica se produjo modernamente con

el auge de las ciencias de la naturaleza, al aplicarse la observación y

experimentación. En el siglo de las Luces se profundizó filosóficamente

el binomio teoría-praxis. Importantes fueron las aportaciones

de Kant. La teoría puede ayudar al hombre práctico a tomar conciencia

de todos los contornos que tiene la realidad.

El aporte filosófico de la praxis como categoría fundamental del

conocimiento moderno corresponde a K. Marx, aunque algunos consideran

que el hegeliano de izquierdas A. V. Cieszkowski fue el primero

en acuñar el término praxis hacia 1840 7 • Frente al materialismo

abstracto de Feuerbach y al idealismo de Hegel, Marx se apropia del

concepto de praxis, entendido como acción o actividad práctica económico-social

con un efecto de transformación. Incluso desarrolló una

teoría de la praxis sistemática. El marxismo, recordémoslo, fue definido

por A. Gramsci como «filosofía de la praxis»8 La praxis, viene

a decir Marx, no se explica por la idea, sino al revés: las ideas surgen

de la praxis material. En realidad, la crítica teórica que hace el pensamiento

tradicional no transforma nada; todo cambia, según el pensamiento

marxiano, por la praxis material, a saber, por la revolución

económico-social. Prevalece el hacer sobre el decir o la praxis sobre

la teoría. Así se ha llega a una comprensión pragmatista o marxista

de la verdad. El marxismo afirma que el criterio de la verdad es la

praxis del hombre; el conocimiento es praxis social e histórica; la

realidad es captada en tanto que praxis; el mundo es praxis; la realidad

5. P. M. Zulehner, Teoría y praxis, en A. Grabner-Haider (ed.), La Biblia y nuestro

lenguaje, Barcelona 1975, 315.

6. Quaestiones ad Thalassium 63; PG 90, 681.

7. ef. R. J. Berstein, Praxis y acción, Madrid 1979, 11.

8. ef. A. Gramsci, Introducción a la filosofía de la praxis, Barcelona 1970; F. del

Val, Filosofía de la praxis, en M. A. Quintanilla (ed.), Diccionario de filosofía contemporánea,

Salamanca 31985, 390-402; J. Hoffman, Crítica a la teoría de la praxis, México

1977.



i76

Teología Práctica

Teología 177

histórica se cambia por la praxis y la praxis es el fundamento y fin

de toda.teoría. De ahí que para descubrir la praxis en profundidad sea

necesano caer en cuenta de algunos problemas teóricos o filosóficos.

Aceptm: la praxis ~omo categoría central supone, por ejemplo, en el

pen~amI~nto marxIst~ creer. que el hombre es en y por la praxis, que

la hIstona es en realIdad hIstoria de la praxis y la sociedad fruto de

la praxis social. En definitiva supone cambiar de teoría del

conocimient0 9 .

En resumen, después de Marx, la praxis se entiende como «práctica

social» o actividad humana transformadora del mundo. Así lo interpretan,

por ejemplo el. Lévi-Strauss, L. Althuser y G.-G. GrangerlO.

Según los postulados marxianos, la praxis es para muchos «actividad

social conscientemente dirigida a un fin»ll. Este concepto marxiano

de rraxis es comúnmente admitido sin que entrañe la aceptación

-pIensan algunos- de la cosmovisión marxista, al menos en determinados

aspectos l2 • Así por ejemplo, teólogos de la liberación, como

H. A~s~an~} G. Gutiérrez, utilizan un concepto de praxis sin que

«la as~m~l~cI.on .de ~s~ palabr~ -esc~be X. Miguélez- suponga una

apropIaclOn mdIscnnunada e mconSCIente de la visión global marxista

sobre la historia, el hombre y Dios»13. e. Boff define la praxis «como

el conjunto de prácticas que tienden a la transfonnación de la sociedad

o a la producción de la historia» 14. Desde esta perspectiva la praxis

tiene una dimensión política.

b) El binomio teoría-praxis

Algunos distinguen en la praxis dos caras: la acción referida a la

a~tividad de l~s personas en el mundo, y la teoría, marco' de ideas y de

sII?bolos mediante los cuales se percibe el mundo y se reacciona frente

a el. ~~os I~OS asp.ectos. da~ lUpl~ a send?s tipos de praxis: la agá pica y

la noetzca . El bmonuo dIalectIco teona-praxis se establece mediante

una relación entre un modo de pensar y un ejercicio o acción. Recordemos

qu~ !a cabeza (c?n las ideas) trabqja tanto como las manos (con la

practIca). La teona posee una homología estructural con la praxis; y la

9. Cf. G. Guijarro Díaz. La concepción del hombre en Marx, Salamanca 1975.

10. C. Boff, Teología de lo político. Sus mediaciones, Salamanca 1980, 41.

11. Cf. M. Markovic, Dialéctica de la praxis, Buenos Aires 1968, 23.

12. Cf. A. Methol Ferré, itinerario de la praxis: Víspera 6 (1972) 40-44.

13. X. Miguélez, La teología de la liberación y su método, Barcelona 1976, 39.

14. C. Boff, Teología de lo político, o. c., 40.

. 15 .. Cf ..(J. Baum, Los teólogos de la liberación y lo «sobrenatural», en Varios,

Vida y reflexlOn. Aportes de la teología de la liberación al pensamiento teológico actual

CEP, Lima 1983, 71.

'

praxis, «comprendida en el sentido amplio de toda actividad humana

transfonnadora del mundo -escribe C. Boff-, incluye siempre su teoría,

esto es, sus razones, sus motivaciones, sus fmalidades, etc.»16. De

hecho, teoría y praxis se incluyen mutuamente; esta mutua implicación

permite que se hable de teoría de la praxis y de praxis de la teoría.

euando se acentúa excesivamente la praxis en detrimento de la teoría

se cae en el pragmatismo; y cuando se hace exagerado hincapié en la

teoría con desprecio de la praxis se llega al idealismo. La relación entre

teoría y praxis exige que no se reduzca la teoría a la praxis, «alegando

-escribe C. Boff- que todo es práctica, incluso la teoría (práctica

teórica). Y al revés, tampoco hay que disolver la praxis en la teoría,

pretendiendo que todo es teoría, incluso la praxis (teoría práctica o practicada)>>I7.

Lo que no podemos olvidar es que así como hay diversas

teorías, también hay multitud de prácticas, siendo la práctica política,

para algunos, la práctica por antonomasia o, según Aristóteles, la «práctica

arquetípica».

En ningún caso deben separarse teoría y práctica y, todavía menos,

enfrentarse. Algunos que se denominan realistas o prácticos gustan de

oponer lo concreto a lo abstracto, la vida al pensamiento y la acción a la

reflexión. Aman tanto el pragmatismo que lo convierten en su propia

teoría, que no es otra cosa sino una ideología superficial y vulgar. Otros

desprecian todo conocimiento que no sea científico o toda realidad que

no pueda ser reducida a concepto. Es la exageración de los teoréticos,

típica de algunos intelectuales aristócratas. Entre teoría y práctica hay una

relación dialéctica, pennanentemente dinámica, a veces conflictiva, pero

que debe resolverse en fonna de síntesis o a modo de superación. Sin

olvidar la primacía de la praxis sobre la teoría y que la teoría está en

función de la praxis. Dicho con otras palabras, la ratio practica se ha

revalorizado modernamente frente al racionalismo de la ratio theorica l8 •

Recientemente ha influido notablemente en la interpretación del

binomio teoría-praxis la denominada Escuela de Frankfurt con su «teoría

crítica de la sociedad», sobre todo por boca de sus máximos representantes

H. Marcuse, M. Horkheimer, Th. W. Adorno y J. Habermas.

Según este último, la teoría crítica es «autoconciencia de una

praxis»19. Así llega a afinnar que la conciencia moderna, en bloque,

acepta una cierta primacía de la praxis 20 •

16. C. Boff, Teología de lo político, O. c., 381.

17. [bid., 382-383.

18. Cf. R. Sánchez Chamoso, La recuperación de la ortopraxis y sus causas explicativas:

CiTom 107 (1980) 481-518.

19. Cf. J. Habermas, Teoría y praxis, Buenos Aires 1966; id., Conocimiento e

interés, Madrid 1982.

20. Cf. B. Que1quejeu, Les infortunes de la pensée et les prosperités de la pratique:

VSS 118 (1976) 310-319).



178 Teología Práctica

c) Conciencia de la praxis

La conciencia ordinaria de tipo inmediato, particular e individualista,

p~r.cibe la activi~~d práctica o lo práctico como acción espontánea

y repet~tIva de lo cot.IdIano: ~o cae en cuenta de lo que hay debajo o

escondIdo en cualqUIer actIVIdad aparentemente sencilla, ya que cree

que no necesita ninguna explicación de tipo teórico. No es consciente

de la cantidad de prejuicios, hábitos mentales y referencias comunes

que la bloquean para examinar a fondo este tipo de actividad práctica.

En realidad, el hombre común se mueve con unos esquemas mentales

teóricos, colectivos y ambientales, que corresponden a la cultura vig~nte.'

que de ordinario es la dominante. Puede decirse, por eso, que

VIVe Ideologizado y manipulad0 21 .

La conciencia ordinaria, en ciertos estadios y culturas (o subculturas)

es fatalista o mágica: nada puede cambiar con nuestro

esf~erzo o todo puede ser cambiado con un recurso milagroso por

e~cIma de lo humano. El hombre práctico rechaza cualquier teoría,

Slll darse cuenta de que se mueve inconscientemente con algunas

teorías ajenas a sí mismo y de ordinario degradadas. No admite

aquello de que «el mejor remedio a una mala práctica es una buena

teoría». Sen~il!amente cree que la mala práctica se corrige, sin más,

con otra practIca. No sale de lo rutinario: todo lo demás es impr~c.ticable

o im.-p~oductivo. Así llega a separar peligrosamente lo

teonco de lo practIco y el pensamiento de la acción 22 .

La conciencia ordinaria del hombre ha ido creciendo históricamente

hasta transformarse en conciencia crítica al menos en un

ciert.o sector humano. El camino ha sido dialéctico y conflictivo

medIante un proceso de lucha de un grupo social dominado contra

la clase social dominante. Instrumento fundamental ha sido el trabajo

humano o, si se prefiere, las relaciones de producción, al tomar

conciencia el trabajador de que es un creador o transformador de

la realidad, tanto de la naturaleza como del hombre mismo. Así A.

Sánchez V ázquez interpreta la praxis como «actividad material del

hombre que transforma el mundo natural y social para hacer de él

un mundo humano»23.

Privilegiar la praxis como categoría de la acción y del pensamiento

presupone, lleva consigo o da lugar a una serie articulada de conse-

21. Cf. A. Sánchez Vázquez, Filosofía de la praxis, México 1967 13-49' ver un

resumen de este libro en J. C. García, La praxis como categoría: PastMis' 10 (1974) 193-

205.

22. Cf. D. Mieth, Praxis ohne Theorie?: Diak 2 (1971) 150-172.

23. A. Sánchez Vázquez, Filosofía de la praxis, o. c., 13.

Teología 179

cuencias importantes para los creyentes 24 . Esto exige una confrontación

del cristianismo con el pensamiento marxiano, pragmático o existencialista

de la praxis, para abordar la dimensión práctica de la acción

pastoral y la praxis de los cristianos 25 .

d) Rasgos de la praxis

A partir, pues, de ciertas aportaciones marxianas, completadas con

otras corrientes pragmáticas o existencialistas, la praxis es cambio

social y compromiso militante, transformación de estructuras y actitud

crítica, renovación del sistema social y emancipación personal. No es

mera práctica, a saber, aceptación, conformidad, repetición e inalterabilidad.

Muchas cosas prácticas las hacemos casi inconscientemente.

En cambio hay cosas que hacemos conscientemente y que

podemos llamar acciones. Según algunas opiniones -escribe J. Comblin

-, la praxis equivale a «una actuación única, capaz de mover en

un solo proceso la totalidad del hombre y del mundo. La praxis sería

el acto del hombre total produciendo efectos totales, en todas las áreas

al mismo tiempo»26. Evidentemente, una praxis capaz de crear el

hombre nuevo y de modificar la acción humana radicalmente en todos

los campos no existe. Sólo se dan praxis parciales con efectos parciales.

Por otra parte, no toda actividad o acción del hombre es praxis,

aunque toda praxis sea actividad o acción humana. Actividad humana

es la acción consciente sobre un objeto con un proyecto o resultado

ideal y que concluye con un resultado real. Ahora bien, ¿qué rasgos

característicos tiene la praxis ?27.

1. La praxis es acción creadora y no meramente reiterativa

Para que la acción sea creadora es necesario un cierto grado de

conciencia crítica en el agente que actúa y un cierto nivel de creatividad

que se refleja en lo creado. La praxis creadora es innovadora frente a

nuevas realidades o nuevas situaciones. El hombre ha de crear o inventar;

no le basta repetir o imitar lo resuelto.

24. R. Sánchez Chamoso, La ortopraxis y su puesto en la teología: Lumen 30 (1981)

138-170.

25. Cf. P. Henrici, Per unafilosofia cristiana della prassi: Gr 53 (1972) 717-730.

26. J. Comblin, De la acción cristiana: Víspera 7 (1973) 22.

27. Cf. A. Sánchez Vázquez, Filosofía de la praxis, o. c., 201-255.



180 Teologfa Práctica

2. La praxis es acción reflexiva

y no exclusivamente espontánea

La praxis creadora exige una elevada actividad de conciencia crítica.

Para superar el nivel espontáneo de la práctica es necesario un

alto grado de reflexión. Necesitamos ser críticos: saber lo que buscamos

y a dónde vamos, pero cautos en los pasos que damos. Por

eso, la transformación de muchos aspectos no podrá ser a veces ni

todo lo rápido, ni todo lo radical que se quisiera.

3. La praxis es acción liberadora y de ningún modo alienante

La acción humana es praxis en la medida que se conforma a un

proyecto de liberación. El fin de toda actividad práctica o de toda

praxis es la transformación real del mundo natural o social, cuya

realidad debe ser una nueva realidad más humana y más libre.

4. La praxis es acción radical y no meramente reformista

La praxis intenta transformar la organización y dirección de la

sociedad, cambiando las relaciones económicas, políticas y sociales.

Como la sociedad está dividida en clases sociales, nace una lucha de

las clases entre sí. Así emerge la actividad política, que es lucha

objetiva además de ideológica. La praxis política alcanza su forma

más elevada en la praxis radical, a saber, la que intenta transformar

de raíz las bases económicas y sociales en las que se asienta el poder

de las clases dominantes para construir una sociedad nueva.

e) Etica de la praxis

De nuevo empezamos con una afirmación: no todas las praxis son

legítimas. Hay praxis transformantes contrarrevolucionarias que podríamos

llamar anti-praxis o seudo-praxis. Para legitimar una praxis

es necesario verificarla, evaluarla y criticarla desde unas perspectivas

ideológicas, económicas y políticas que entrañan unas opciones éticas

previas. Para valorar estos criterios éticos previos hay que tener en

cuenta que si los definimos externamente a la praxis, caemos en un

extrinsecismo, y si los enjuiciamos dentro de la misma praxis llegamos

a un praxicismo. Para salir de este dilema hay que recurrir al sentido

de la praxis, el cual incluye la significación, a través de la valoración

Teología 181

del pueblo y de las conciencias más críticas, la finalidad expresada

en objetivos y las exigencias y consecuencias valoradas en éxito,

eficacia y planificación, sin olvidar lo imprevisible y lo gratuit0 28 •

Ahora bien, para valorar el sentido es necesaria una referencia

antropológica. Nos preguntamos, ¿hay unos a priori en antropología

universalmente válidos y admitidos por todos? En realidad, tanto la

axiología o norma de valoración, como la praxis, hay que contemplarlas

en el devenir. Los cristianos poseemos un punto de referencia

o dato previo, que es la palabra de Dios interpretada por la Iglesia y

admitida por la fe. Pero esta axiología se basa en un relato de praxis

de salvación en la que se hace presente Dios en Jesucristo. La definición

surge en la acción salvífica misma. Por eso sin praxis de fe o

sin praxis a la luz de la fe no hay autocomprensión cristiana 29 •

f) Tipos de praxis

La praxis se puede dar en diferentes niveles. Los especialistas de

la praxis señalan estos tres 30 •

1. Praxis del entorno natural

Es la praxis que transforma la naturaleza; incluye la materia y se

localiza en el espacio. Puede denominarse praxis técnica y económica,

que humaniza el entorno natural para servir a las necesidades humanas

en unas condiciones mejores. Interviene ahí el trabajo material y la

producción, ésta última como forma especial de trabajo.

2. Praxis del ámbito social

A diferencia de la praxis laboral anterior, hay una praxis política

de liberación o de emancipación: es la acción global sobre la sociedad

para que, con el cambio de sus estructuras a menudo inhumanas, sea

más libre y más justa. Se desarrolla en tres niveles dentro de unas

determinadas relaciones: trabajo y producción (práctica sindical), ve-

28. Cf. R. Simon, Théorie et pratique: pour une recherche de crlteres éthiques: VSS

116 (1976) 93-107.

29. CL J. M. Domenach, Pour une éthique de l'engagement: Chr 13 (1966) 466-

477.

30. CL M. Markovic, Dialéctica de la praxis, Buenos Aires 1972, 15-35; A. Fierro,

Sobre la religión, Madrid 1979, 188-191.



182 Teología Práctica

cind~d y conciudadanía (movimientos cívicos) y plano político estricto

(partIdos políticos). «El propósito de toda recta práctica política -según

A. Fierro- es conquistar o devolver a las relaciones e instituciones

sociales su plena humanidad o, lo que es igual, su adecuación a las

demandas no de un pequeño grupo, sino de la totalidad de los hombres»3!

.

3. Praxis estrictamente humana

El hombre se desarrolla no sólo como ente biológico, sino como

ser social que influye y es influido por los seres sociales. Al mismo

tiempo desarrolla su personalidad cuando son abolidas todas las formas

de aliena~ión .que imp~den ~a realización de sus capacidades. Aquí

podemos mclUIr la praxIs artlstica transformadora del entorno humano

para hacerlo más grato; la praxis científica transformadora de las representaciones

mentales para que las personas capten rectamente la

realidad; y la praxis simbólica o de transformación de los símbolos

que contribuyen al logro de una vida propiamente humana.

2. Fe y praxis

a) Praxis y tradición cristiana

Podemos considerar la tradición cristiana como transmisión de

unas prácticas o acciones. En este sentido, el cristianismo se configu~~

~omo comuni~ad ~e. narración de una praxis profética y

meSIamca. La memona cnstIana es «recuerdo peligroso» (Metz) de

unos hech~s ~r.ototípicos, simbolizados sacramentalmente, que se

expresan hIstoncamente. Ahí hunden sus raíces las opciones éticas

más profundas.

En la Biblia. praxis es la obra o acción producida por el hombre

con una determmada conducta y perspectiva religiosa. De hecho la

Escritura describe dos praxis históricas relacionadas entre sí sie~do

la pr~~era (el ~xodo) so~bra y figura de la segunda (muerte' y resurr~ccIOn

de. Cnsto), de~cntas como tránsitos, fases o pascuas en una

mIsma reahdad: la realIdad de Dios en la realidad del pueblo o en el

ser pers~nal de un~ombre. ~n el primer caso, un pueblo oprimido,

por medIO de una msurreCCIOn ante el poder faraónico, obtiene la

31. A. Fierro, Sobre la religión, o. c., 189.

Teología 183

libertad, se hace comunidad y se reune en asamblea. En el segundo,

Jesús verifica social e históricamente lo que dice, penetra cada vez

más estratégicamente en los conflictos, opta por los pobres y, en

definitiva, arriesga su vida por la liberación salvadora del pueblo.

La praxis de Jesús o praxis pascual no consiste únicamente en resucitar

o en pasar de la muerte a la vida, sino que incluye la predicación

del Reino, con tal tenor de vida que llega a morir crucificado,

de modo que Dios le resucita y los discípulos lo creen

resucitado. La acción de Jesús, que para los creyentes es salvadora,

se traduce en la realización de las obras de Dios. Toda la vida y

obra de Jesús fue praxis.

Ya dije que la aceptación del término praxis, básico en el pensamiento

de Marx, no supone aceptación de toda la filosofía marxista.

De hecho es un término frecuente en la teología política y en

la teología de la liberación, es decir, en las teologías relacionadas

con la praxis transformadora de la sociedad o teologías

ortopráxicas 32 • La teología de la liberación, por ejemplo, se entiende

a sí misma como «reflexión crítica sobre la praxis histórica

a la luz de la palabra» o «reflexión crítica sobre la praxis a la luz

de la fe»33. Ahí se afirma que el sujeto de la praxis histórica es el

pueblo pobre y desposeído. Por ser al mismo tiempo pueblo cristiano,

su derecho a pensar se convierte en reflexión teológica. También

se dice que el objeto de la praxis histórica es la liberación, a

saber, la transformación de la historia para destruir un sistema injusto,

basado en el pecado como anti-reino, y crear una sociedad

más humana y justa, fundamentada en la justicia del reinado de

Dios. «Reflexionar sobre la fe vivida en esa lucha -escribe G.

Gutiérrez-, es una condición para anunciar al Dios liberador desde

los pobres»34.

b) Actitudes cristianas ante la praxis

En determinados momentos históricos cierto sector de Iglesia ha

sido más sensible a la exactitud del decir (formulación de verdades)

que a la rectitud del hacer (transformación de la sociedad?5. Con

32. Cf. P. E. Bonavia Rodríguez, La prassi nella teologia della liberazione, Bologna

1977.

33. Cf. P. Richard, La Iglesia Latino-americana entre el temor y la esperanza, San

José de Costa Rica 1980.

34. G. Gutiérrez, Prólogo en P. Richard, La Iglesia Latino-americana ... , o. c., 11.

35. Cf. M. D. Chenu, Ortodoxia - Ortopraxia, en Varios, Al servicio teológico de

la Iglesia, Santander 1975, 49-60; J. M. Rovira, Ortodoxia y ortopraxis: PastMis lO

(1974) 211-223.



184 Teología Práctica

frecuencia se ha encerrado en la ortodoxia al canonizar el concepto

griego de verdad (adecuación de la mente a la realidad por el conocimiento)

y alejarse del sentido bíblico de verdad (llevar a cabo la

justicia por el compromiso?6. De este modo se ha llegado a interpretar

la realidad de un modo idealista, expresando las esencias inmutables

y despreciando los elementos contingentes e históricos. A partir de

ese modelo sobrenaturalista de la religión se desemboca fácilmente

en un desprecio de lo profano o, si se prefiere, en una desestima de

la acción del hombre en el mundo. Se insiste en la armonía del mundo,

no en sus conflictos; en el alma, no en la realidad material; en las

relaciones interpersonales, no en las relaciones sociales; y en la ley

natural, no en las condiciones históricas. Este idealismo teológico es

incapaz de auscultar científicamente la realidad.

Otro sector cristiano interpreta la categoría praxis de otra manera 37 •

Jesús no propuso ningún modelo revolucionario de praxis concreto.

Se hizo praxis y en este hacerse pascual exhaló el Espíritu transformador

a la humanidad entera, a través de una comunidad y de unas

sucesivas comunidades, que en un lugar concreto y en su totalidad se

llaman Iglesia. Lo que Jesús demanda a sus discípulos son actos que

incidan en la realidad para transformarla y liberarla, al mismo tiempo

que se sitúan ellos mismos en la conversión, verificada y verificable,

o testificable, por la acción y por la praxis. Si la Iglesia, en cuanto

comunión o comunidad de creyentes, se aleja o desentiende de la

praxis, no sólo vive fuera del mundo, de la historia y del futuro, sino

que no admite la praxis: deja de ser Iglesia.

c) Carácter práctico de la verdad

La praxis contemporánea plantea un verdadero desafío al concepto

clásico de verdad 3s • Desde el marxismo a la filosofía analítica, la

verdad es cuestionada actualmente de múltiples formas. Para el pragmatismo

no hay otra verdad que la verdad de la acción eficaz; el

existencialismo sostiene que el hombre es proyecto, decisión y acto;

la psicología trata de modificar la persona por medio de la conducta

36. Cf. J.-P. Deconchy. L'orthodoxie religieuse, Paris 1971; A. Godin, Orthodoxie

religieuse et psychologie sociale: NRT 94 (1972) 620-637.

37. Cf. C. Dumont, De trois dimensions retrouvées en théologie: eschatologieorthodoxie-herméneutique:

NRT 92 (1970) 561-591; P. G. Cosson, L'ortho-doxie-praxie

comme différence instituée: VSS n 118 (1976) 360-379.

38. Cf. G. Martelet, Praxis humaine et magistere apostolique: NRT 97 (1975) 525-

528.

Teología 185

o a través de la práctica. Hoy se pretende «hacer la verdad»: es uno

de los imperativos básicos de la ortopraxis 39 •

Recordemos que según la mentalidad helénica, la verdad es de tipo

nocional y conceptual, ya que ahí prima la theoria o contemplación.

La realidad se actualiza en la inteligencia. Siguiendo esta tradición,

la filosofía heredada del pensamiento cristiano occidental sostiene que

el conocimiento consiste en abstraer de las cosas (o de lo exterior y

cambiante) su esencia (de tipo interior e inmutable). Así se llega a

conocer la verdad que está oculta en lo real. Según esto, la verdad es

adecuación de la mente a la realidad, ya que se considera a la verdad

encerrada en el mundo. Sólo se necesita desvelarla. La verdad no

reside en las contingencias históricas, sino en algo inmutable, perenne,

inalterable. A lo sumo se reconocen ciertas verdades técnicas.

Este tipo de conocimiento se ha alejado del modo judeo-cristiano

de entender la verdad, que reside en la persona. La verdad cristiana

se ubica en la persona de Jesús (»Yo soy la verdad»). De ahí que haya

que plantearse de un modo distinto al griego el acceso a la verdad.

Para el hombre bíblico, es verdadero quien da lo que promete, quien

es fiel. Dios es verdadero porque cumple lo que promete. Verdad

equivale a fidelidad. Y la fidelidad se comprueba a través de los hechos

históricos. En definitiva, la verdad no sólo se piensa sino que se hace

o se practica. La verdad no es, pues, lo que capto con mi mente en

actitud distanciada sino lo que logro con fidelidad, en actitud comprometida.

El criterio verificador de la verdad es el amor o caridad

efectiva y la unión o la solidaridad entre los hermanos 40 •

d) Carácter práctico de la fe

San Juan, el evangelista de la expresión «hacer la verdad» (Jn

3,21), concibe la verdad no al modo ontológico (la última realidad

inmutable de las cosas), ni al modo lógico (coherencia del pensamiento

con lo real), sino de un modo bíblico, a saber, la revelación en Jesucristo

del proyecto liberador o salvador de Dios. Se identifica la

verdad con la fe.

«Es evidente que a lo largo de toda la revelación bíblica -escribe

J. Alfaro- la fe y la praxis aparecen indisolublemente unidas: la

ortodoxia se cumple en la ortopraxis. Ambas tienen la misma impor-

39. 1. de la Potterie, »Faire la verité»: devise de l'orthopraxie ou motivation a la

foi: VSS n 118 (1976) 283-293; id., La verdad de Jesús, Madrid 1979.

40. Cf. G. Muschalek, Die theologische Wahrheit zwischen Theorie und Praxis:

ZKTh 93 (1971) 129-147, condensado en La verdad teológica entre la teoría y la praxis:

SelTeol 11 (1972) 323-331.



186 Teología Práctica

tancia. La pr~xis de la esp~ranza y del amor del prójimo constituye

u.n momento mterno y esencIal de la fe. En la praxis cristiana se actúa

sIempre de nuevo en la historia el evento salvífico de Cristo y en esta

actuaci?n crece el ~~nocimiento de la fe»41. Por supuesto, la esperanza

da sentIdo escatologIco a la fe, en tanto que la caridad le confiere una

dimensión compromisual y comunitaria.

Si la fe es la verdad de Dios en el creyente, está claro el carácter

pr~ctico de la fe: ~esde una perspectiva neotestamentaria, puede

afIrmarse que CrIstIano es el que practica o hace, no quien dice y

no h~ce; éste es el fariseo: enemigo de JesÚs 42 . Cristiano es quien

practIca el amor en la medIda en que el amor cambia las relaciones

sociales mediante acciones y praxis realmente humanas. Es el discípulo

de Jesús, único hombre que «hizo» las «obras» del Padre

con plenitud. Es el practicante que cree en la esperanza más que el

creyente que practica. En definitiva, es el que actúa según la praxis

de Jesús.

Dicho de otro modo: «hacer la verdad» equivale en la tradición

judía a «pr~cticar la justicia» de Dios. Y «creer» significa llevar a

cab~ o real~zar la verdad, que es la fe. Quien llega a la fe descubre

los ImperatIvos de la acción de caridad, ya que sin amor verdadero

no hay autenticidad ~e fe. ~hora ~ien, Jesús es inimitable; su praxis

es de todos y es gracIa, al mIsmo tIempo que exigencia. Por eso la fe

no se red~ce a mera ética sino que la incluye y la sobrepasa.

De ahI 9ue hoy ente~damos el cristianismo como ortopraxis. «Tenemos

que Ir acostumbrandonos -afirma P. Schoonenberg- a la idea

de que la o~todoxia es en cierto sentido algo relativo, que depende de

la ortopraxIS; de alguna manera la primera está subordinada a la segunda»43.

Toda l~ Biblia nos enseña a actuar con la ayuda de Dios;

el doble mandamIento de la caridad resume la vida cristiana. Pero esto

entraña una formulación e incluso una justificación. Ahora bien, antes

que la fe se ~o~mule doctrinalmente, es fe en el evangelio y en el Dios

que se mamfIesta en Jesús. «El cristianismo -afirma E. Schillebeec~

- no sólo es una explicación de la existencia, sino también y

e~encIalmente ~na renovación de la existencia, cuyo momento implí­

CIto es la theona. A la doxa, que pueda o no llamársela orthos es cosa

aparte, deberá hallársela en la ortopraxia» 44.

41. J. Alfaro, .~roblemática. actual del método teológico en Europa, en E. Ruiz

Maldonad~, LzberaclOn y cauflverlO. Debates en torno al método de la teología en América

Laflna, Mexlco 1975, 426.

42. Cf. J. Comblin, De la acción cristiana: Víspera 7 (1973) 19-29.

43. P. Schoonenberg, en La respuesta de los teólogos, Buenos Aires 1970, 114.

44. E. Schl11ebeeckx, Interpretación de la fe, Salamanca 1973, 99.

3. Teología y praxis

a) Teología de la práctica

Teología 187

La acción pastoral es una práctica que actualiza la praxis de J e­

sucristo a través de la acción de la Iglesia y de los cristianos; la teología

reside en reflexionar sobre las manifestaciones e intervenciones de

Dios en los hombres y en la sociedad a través de Jesucristo y de la

Iglesia. Como la teología es un acto reflexivo o teórico, es también

un acto segundo. Antes de pensar, se es, y antes de tener una teología

se tiene un cristianismo. Evidentemente, esta operación reflexiva produce

una teoría teológica, a la que ha precedido un acto de fe. La

teología pos conciliar más cercana al acto pastoral es entendida como

saber práctico o discurso comprometido (theologia ad praxim); otro

tanto se puede decir de la vida teologal: es una vida eminentemente

práxica. La teología pastoral se entiende como teoría de una praxis

de salvación (theologia praxeos); la fe es, en consecuencia, praxis de

liberación salvadora.

En conexión con la acción o con la praxis, la teología de la liberación

es cercanamente teología práctica porque es teología de la

praxis, al poseer una doble relación, teórica y práctica, con la praxis.

Según J. B. Libanio, «la teología de la liberación tiene una intención

práctica que se manifiesta a través de tres relaciones con la praxis: es

teología en la praxis, al estar el teólogo comprometido con la causa

de la liberación de los pobres; es teología para la praxis, al afrontar

las mediaciones políticas de una acción transformadora de la realidad;

y es teología por la praxis en la medida que la misma praxis tiene una

dimensión de juicio, dentro de los límites de la naturaleza de la teología».

Según Ch. Duquoc, el término praxis referido al campo teológico

de la liberación, «se ha convertido en una palabra mágica de

la que muchas veces resulta difícil discernir su contenido y captar su

referencia empírica» 45. De acuerdo a la teología de la liberación, praxis

equivale a la acción de los pobres por transformar su situación injusta

y constituirse en pueblo de Dios. No es praxis para los pobres sino

de los pobres. En la praxis de liberación se advierten dos funciones.

Una política: que la masa de los pobres, emancipada, se convierta en

pueblo dueño de su destino; y otra eclesial: que el pueblo de Dios se

constituya en estado de comunidad eclesial de base.

Las razones del giro práctico de la teología son variadas 46 • Suele

decirse que tanto la hermenéutica bíblica como la hermenéutica política

45. Ch. Duquoc, Liberación y progresismo. Un diálogo teológico entre América

Latina y Europa, Santander 1989,45.

46. Cf. B. Mondin, Teologías de la praxis, Madrid 1981, 3-9.



188 Teología Práctica

coinciden en unos objetivos prácticos: transformar en lugar de interpretar.

Durante demasiado tiempo la teología ha sido narcisista, sin

contacto con la realidad social 47 • Hoy se hace imprescindible el contacto

con el mundo de los pobres y marginados, con objeto de reflexionar

adecuadamente sobre la fe en la esperanza para contribuir a la

edificación de una sociedad más humana y más justa, a través de una

Iglesia más evangélica. Precisamente lo que preocupa al hombre actual

es su futuro, su porvenir. De ahí que se pueda entender la teología

como escatología práctica y la fe como praxis escatológica de cara a

la transformación de la sociedad según el universo sacramental y ético

del evangelio.

La teología está ligada, naturalmente, a la Iglesia 48 . Es eclesial en

el sentido de que el lugar privilegiado de la reflexión sobre la fe está

constituido precisamente por la vida de la Iglesia. Pero la teología no

tiene como misión principal justificar el magisterio como si fuese un

mero eco de repetición del mismo, sino que intenta auscultar, servir

e interpretar la reflexión balbuciente del pueblo creyente eclesialmente

encuadrado en comunidades.

Entiendo aquí la teología pastoral como teoría de la praxis de los

cristianos. Dicho de otro modo: es el esfuerzo reflexivo o teórico que

hace la Iglesia a través de las comunidades cristianas, con la ayuda

imprescindible de los teólogos para entender la fe, esperanza y caridad.

E. Schillebeeckx viene a decir que la teología es «teoría de la praxis

eclesial» y W. Kasper afirma que la teología debe partir de la práctica

de la Iglesia. Para que la teología no sea una justificación ideológica

de las clases dominantes, ha de fundarse en las promesas escatológicas

de Dios a los «pobres de Yavé» o «bienaventurados». La teología será

entonces teoría crítica de la praxis regida por la fe; así la entiende J.

B. Metz. «La tarea del teólogo -escribe P. Schoonenberg- es la

reflexión sistemática sobre el evangelio como preparación para una

predicación más efectiva y más adaptada al mundo de hoy»49. «La

teología - añade J. Alfaro- tiene como finalidad intrínseca, no solamente

hacer inteligible el contenido de la fe cristiana, sino también

dirigir y suscitar la praxis cristiana como praxis de esperanza y de

amor, es decir, de salvación y liberación del hombre ya desde ahora

en el mundo»50. Finalmente, W. Pannenberg afirma que «la referencia

a la praxis de la vida no constituye sólo una disciplina teológica

particular, sino que abarca a toda la teología en su totalidad»51.

47. Cf. M. D. Chenu, Teoría y praxis en teología: CiTom 99 (1972) 3-10.

48. Cf. W. Greive, Praxis und Theologie, München 1975.

49. Varios, La respuesta de los teólogos, Buenos Aires 1970, 119.

50. J. Alfaro, Problemática actual del método teológico en Europa, o. c., 428.

51. W. Pannenberg, Teoría de la ciencia y teología, Madrid 1981, 431.

b) Práctica de la teología

Teología 189

Es de sobra conocida la tesis XI de Marx sobre Feuerbach, esbozada

en 1845: «Los filósofos se han limitado a interpretar el mundo

de distintos modos; de lo que se trata es de transformarlo»52. Inspirado

en esta fórmula declara J. Moltmann: «El teólogo no se contenta con

interpretar de otro modo el mundo, la historia y l~,con~i~ión humana;

se trata más bien, en la espera de la transformacIOn dIvIlla, d~ transformarlo».

Como consecuencia -escribe J. Alfaro-, «la opcIón del

teólogo como creyente (sufides qua) exige de él ~oy dí~,el compromis.o

decidido por la justicia en el mundo, por la hberacIOn de los opnmidos»53.

Evidentemente, si la fe y la teología se reducen a meras

interpretaciones, no interesan o in~eresan poco .. ~s necesario presentarlas

en relación con el compromIso de hberacIOn.

Las teologías actuales acentúan, pues, este rasgo común: s~ ~eferencia

a una praxis liberadora del mundo. Frente a una dogmatIca

contemplativa y ortodoxa se propone hoy una teología trans~orm~~ora

y ortopráctica 54 . Para justificar este cambio .se da esta :~zon basI.ca:

el Dios de la revelación cristiana no es el DIOS de los fIlosofos, SIllO

el Dios vivo y operante. En el crucificado, Dios no se mani~iesta como

el Otro totalmente distinto, sino como aquél que lo cambIa todo. En

Cristo se descubre la clave, cifra o símbolo último y definitivo de lo

real, siendo Jesús de Nazaret, en su manifestación ~istórica, la plena

identificación del decir y del hacer, ya que su vIda fue palabra y

acción, teoría y praxis. .,. .

Hasta hace poco tiempo la teología daba P?macIa al conocImIen~o.

Después de definir la verdad .se intentaba aphc.arla: ,En c?n~ecuencIa,

la acción pastoral era entendIda como una aphcacIOn practIca, en un

lugar concreto, de la teología universalmente válida. Hoy en teología,

sobre todo en la teología de la liberación, se da un mayor peso a la

acción o, si se prefiere, al compromis0 55 . «La acción -escribe G.

Baum - permite bajar a la realidad la búsqueda intelectual de la verdad

y a su vez las ideas tienen un peso histórico y por ende deben ser

evaluadas según su efecto en la vida de las personas»56. En resumen,

52. Cf. C. Marx, Tesis sobre Feuerbach en C. Marx - F. Engels, La ideología

alemana, Montevideo 1959, 635. Las tesis de Marx «sobre Feuerbach» se encuentran en

R. J. Berstein, Praxis y acción, o. c., 25-28.

53. J. Alfaro, Problemática actual del m~todo teológ.ico en Europa; o. c., 428.

54 Cf. J. Alonso, La teología de la praxIs y la praxIs de la teologw: Chr 444 (1972)

2285;~1. Cf. M. de Certau, L'articulation du «dire» et du <jaire»: EtThRel 45 (1970) 25-

44. 56. G. Baum, La teología de la liberación y lo «sobre.natura!», .e~ Varios, Vida y

reflexión. Aportes de la teología de la liberación al pensamIento teologlCo actual, CEP,

Lima 1983, 69.



190 Teología Práctica

dice J. Alfaro: «La praxis cristiana de la esperanza y del amor (lafides

qua a nivel eclesial) debe ser punto de partida de la reflexión teológica:

constituye un aspecto de la fe actual de la Iglesia, es decir, dellocus

theologicus que llamamos tradición»s7.

c) ¿Hay praxis cristiana?

El problema de la praxis de los cristianos puede plantearse como

sigue. Los cristianos más comprometidos en una lucha de liberación

sostienen al mismo tiempo dos tesis a primera vista inconciliables. Por

una parte, el excluir el «tercerismo social cristiano» (tercera vía entre el

capitalismo y el marxismo) niegan la existencia de un modelo especificamente

cristiano de la sociedad y de la praxis. Por otra, mantienen que

la fe da su contribución a la construcción de una sociedad cualitativamente

distinta. Se revela creadora de nuevos aportes. Se plantea, pues, el problema

de la identidad o especificidad cristiana en el nivel de la praxis.

Problema que puede plantearse de manera esencialista, buscando un

specificum del evangelio universal y eterno (planteamiento que no adopto

aquí), o de una manera histórica, concreta y circunstancial; aquí y ahora,

¿qué es lo que define la identidad del cristiano?

Algunos sostienen que no hay praxis específica cristiana, al menos

como algo esencialmente evangélico para todo tiempo y lugar. En todo

caso, la praxis es cristiana en la medida que es integralmente humana.

«No hay ninguna categoría de actos -afirma J. Comblin- que sea

especificamente cristiana: todos los actos son cristianos en la medida que

son realmente humanos»s8. Para sostener esta tesis pueden darse algunas

razones: 1) Las acciones y praxis son valoradas por su contenido concreto,

no por el fin, intención, motivación o disposición de quienes las ejecutan.

2) La acciones y las praxis, en su contenido concreto, no son nunca

neutrales: tienden a mantener o a cambiar las relaciones sociales; poseen

un significado o un sentido histórico, político y ético. 3) Finalmente, el

sentido y significado cristiano de las acciones sólo puede residir en

quienes las ejecutan o verifican. En resumen, hayo puede haber cristianos

en la acción o en la praxis; no hay acción o praxis cristiana. Incluso la

acción cristiana por antonomasia, que es la eucaristía, se visualiza a

través de una comida, un gesto humano. Sólo por la fe podemos decir

que es praxis cristiana.

Por otra parte, el creyente, en cuanto hombre que cree, no puede

aceptar una praxis fuera de su fe ni ha de exigir que el no creyente

necesite una fe para su praxis. La autonomía del mundo, exigida por la

57. J. Alfaro, Problemática actual del método teológico en Europa, o. c., 429.

58. J. Comblin, De la acción cristiana, o. c., 19.

Teología 191

racionalidad, no se opone, para el creyente, a la soberanía de Dios. Y

sólo mediante una praxis en el mundo se encuentra a Dios como realidad

última del mundo, ya que Dios se hace presente en el hombre, especialmente

en el oprimido que ansía una liberación y que se dispone a

conseguirla.

Sin embargo, en términos históricos, puede haber unas características

propias en la praxis de los cristianos. Algunos presentan determi~adas

actitudes prácticas como características del cristianismo: la fratern~dad,

el amor a los enemigos, la reconciliación, el perdón, etc. En realIdad,

no hay una praxis esencialmente cristiana por la que el evangelio tenga

rasgos distintos frente a cualquier otra praxis hum~na. Pero e? determinadas

circunstancias históricas, cierto tipo o modalIdad de praXIS puede

de hecho estar correlacionada con los símbolos de la tradición cristiana

más que con la racionalidad o el humanismo de otras tradic~ones. Incluso

cuando la praxis de los cristianos se identifica con la praXIS de otros no

cristianos puede y suele guardar rasgos diferenciales con respecto a la

práctica de otros grupos en discordia. Los cristianos, por muy identificados

que estén en un proceso de emancipación, lo harán según variantes

propias. De hecho, hoy caminamos hacia una situación en la que no hay

diferencia entre la praxis de los cristianos y la praxis humana. Podría

haberla a nivel de lo simbólico-práctico, pero no de lo práctico-práctico.

BIBLIOGRAFIA

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Untersuchungen zu einem Aspekt politischer Theologie, München 1973; R. J.

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und Praxis. Beitrdge zur Crundlegung der Praktischen Theologie, Frankfmt

1975; C. Boff, Teología de lo político. Sus mediaciones, Salamanca 1980; P.

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1977; M. D. Chenu, Ortodoxia y ortopraxis, en Al servicio teológico de la

Iglesia (Miscelánea dedicada a Y. Congar en su 70 aniversario), Santander

1975, 49-60; J. M. González Ruiz, Praxis, en CFP, 802-817; W. Grelve,

Praxis und Theologie, München 1975; M. Jossutis, Praxis des Evangeliums

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München 1974; F. Klostermann - R. Zerfass (eds.), Praktische Theologie heute,

Kaiser - München - Mainz 1974 (artículos de A. Exeler, N. Mette, K. Lehmann,

N. Greinacher y G. Sauter); F. v. d. Oudenrijn, Kritische Theologie als Kritik

del' Theologie. Theorie und Praxis bei Karl Marx - Herausforderung, München

- Mainz 1972; F. Taborda, Fé christá e práxis histórica: REB 41 (1981)

250-278; Varios, Teología y praxis pastoral (VII Semana nacional de teología

de la Sociedad argentina de teología), Buenos Aires 1988.

Números especiales de revistas: Orthodoxie et Orthopraxie: VSS 118 (1976).



METODO DE LA TEOLOGIA PRACTICA

9

Como vimos al estudiar las relaciones entre acción pastoral y reflexión

teológica, la teología es teoría por ser discurso reflexivo y

crítico (lagos), pero tiene una relación fundamental con la práctica

social y eclesial (praxis). Efectivamente -escribe B. Forte-, la teología

es «conciencia crítica de la praxis eclesial y mundana a la luz

de la palabra de Dios»l. Las acusaciones que hace unos años se hacían

a la teología de estar alejada de los problemas del pueblo de Dios y

de la vida humana tienen hoy menos fundamento. Los teólogos, de

una orientación u otra, declaran que su trabajo está al servicio próximo

o remoto de la práctica eclesial y de la construcción de una sociedad

más justa. La teología tiene, por consiguiente, relación con las ciencias

humanas y la realidad social; es a todas luces interdisciplinar. Quizás

por eso no es fácil examinar el método de la teología, aunque sobre

este tema hay múltiples estudios. En cambio sobre el método de la

teología práctica apenas hay reflexiones. Lógicamente abundan más

los aportes -a veces muy distintos y aún contrapuestos- en tomo

los métodos de la acción pastoral. Aquí intento reflexionar sobre el

método de la teología práctica en relación, por supuesto, con su cometido

pastoral.

1. B. Forte, La teología como compañía, memoria y profecía, Salamanca 1990,157.



194 Teología Práctica

l. Método en teología

a) Qué entendemos por método

Se entiende por método el conjunto de normas y procedimientos

válidos para enseñar, aprender o llevar algo a cabo. En un primer

momento se concibe más como arte que como ciencia, ya que el método

para saber o hacer algo se transmite en lugares prácticos, sobre todo

en la misma vida, mediante realizaciones con las que se imita y reproduce

algo previo. Con un método de aprendizaje práctico enseña

el perito a un aprendiz 2 •

Pero también cabe entender por método -así lo entendió I. Ellacuría-

«el aspecto crítico y operativo, reflejamente considerado, de

un sistema de pensamiento»3, o bien el estudio científico de los procedimientos

empleados, junto al análisis teórico de nuevos modelos

de interpretación o paradigmas que sirven de referencia, para la obtención

de resultados conceptuables. En este segundo caso, el método

es algo más que una mera técnica o receta práctica, ya que tiene en

cuenta ciertos supuestos o principios fundamentales para hacer algo

con sistema. Para escribir correctamente no basta imitar caracteres de

letras; hace falta saber gramática. Dicho de otro modo, se actúa en la

vida o se realiza uno de cara al futuro con un proyecto más o menos

diseñado y consciente. Con un método científico enseña el profesor

universitario a sus discípulos. Naturalmente, también se da una iniciación

religiosa a un estilo de vida transcendente que transmite el

maestro a los novicios o catecúmenos a través de una estructuración

simbólica 4 •

Según W. Beinert, «el camino que sigue una ciencia para alcanzar

su meta se llama método»5. Precisamente la palabra griega methodos

significa camino. En resumen, tanto el arte como la ciencia tienen,

pues, sus propios métodos, deducidos de ordinario por observaciones

pertinentes, después de haber practicado o pensado. Especialmente

importante es el método de una ciencia, que se ocupa -según W.

Beinert- del «conocimiento general y sistemático de la realidad bajo

2. Cf. B. Grom, Método, en J. Gevaert (ed.), Diccionario de catequética, Madrid

1987, 555-558.

3. I. EJlacuría, Hacia una fundamentación filosófica del método teológico latinoamericano,

en E. Ruiz Maldonado (ed.), Liberación y cautiverio. Debates en torno al

método de la teología en América Latina, México 1975, 609.

4. Cf. A. Pasquier, Typologie des mécanismes du transmettre, en Essais de théologie

pratique, Paris 1988, 117-133.

5. W. Beinert, Introducción a la teología, Barcelona 1982, 25.

Teología 195

un determinado objeto formal»6. Aquí, sin embargo, no se entiende

primariamente la ciencia como producción o acumulación de conocimientos

sino como proceso riguroso de cambio social. Pero no podemos

olvidar los intentos de elaborar una epistemología unitaria basada

en las «ciencias de la naturaleza», difícilmente aplicable a las

«ciencias del espíritu», que tienen por objeto, según W. Dilthey, la

realidad histórico-social; entre ellas se encuentra la teología. Los defensores

de las ciencias del espíritu sostienen, en cambio, el monopolio

de la hermenéutica en su propio campo, como metodología de la

comprensión de sentido.

b) Método para hacer teología

A la teología se le plantea el problema de qué realidad trata y

cómo llega a conocer esa realidad. Algunos sostienen que la teología

no es ciencia, ya que los conocimientos religiosos son no cognoscitivos

por ser las proposiciones teológicas no verificables, aunque en estricto

rigor no sean ni falsas ni absurdas. Se afirma que son proposiciones

de tipo moral, basadas en unos relatos históricos, con unos propósitos

de actuación práctica. Su sentido depende del uso que de las mismas

hacen los creyentes. Otros opinan, en cambio, que las proposiciones

religiosas son «cognoscitivas» ya que están respaldadas por la experiencia.

Evidentemente tienen una «visión singular» y un «compromiso

total» que viene dado por un «plus», que no procede de una mera

observación de la realidad sino desde una «situación de apertura» 7 •

Este «plus» no puede explicarse mediante un lenguaje objetivo. El

lenguaje religioso, según J. L. Austin, es performativo, no meramente

constatativo u operativo, ya que implica una actitud de compromiso

personal; lo que importa es la afirmación dotada de «sentido de actuación».

Al alcanzar la realidad de este modo, la teología puede

concebirse como ciencia. Es la ciencia de la palabra de Dios revelada

en Jesús de Nazaret y aceptada en la fe, en correlación o en confrontación

con la experiencia histórica humana. Su lenguaje es paradójico,

simbólico, confesional, profético y práctico.

Los escritos del NT, sobre todo los paulinos, reflejan una primera

preocupación metodológica para dar a conocer lo que ocurrió en Jesucristo

y con Jesucristo. La fe se formula desde los comienzos del

cristianismo para que la misma fe crezca. «En la medida en que la

teología debe analizar y formular la fe de un modo racional, metódico

6. Ibid., 48.

7. [bid.. 71.



196 Teología Práctica

y científico -afirma W. Beinert-, intenta también la elaboración de

un sistema, necesitando para ello del instrumental de la sabiduría

humana»8.

No es mi propósito describir los diversos métodos teológicos que

se han sucedido a lo largo de la historia de la Iglesia. Baste recordar

la vigencia que ha tenido en la historia de la teología el método escolástico.

Junto al magister, que interpretaba las Escrituras, apareció

la figura del baccalaureus sententiarum, que formulaba las denominadas

quaestiones, cuya importancia creció tanto que hizo palidecer

a la interpretación bíblica. Aunque la teología positiva se desarrolló

en los s. XVI y XVII para equilibrar el predominio de la teología

escolástica, el método teológico que se impuso en toda la Iglesia

posteriormente, sobre todo a lo largo del siglo XIX hasta las puertas

del Vaticano 11, fue el neoescolástico, preferentemente especulativo,

respaldado por la denominada «escuela romana». Este método de elaborar

y enseñar teología escolástica, básicamente magisterial, comenzaba

por un status quaestionis, seguía la explicación de los términos

y la opinión de los adversarios, y terminaba con los argumentos a

favor y las objeciones. Se acentuaba el análisis racional en detrimento

de la comprensión de la Escritura. Era una teología de conclusiones

deductiva y racional. «En esta teología -escribe H. Küng- no se

ponía en primer término el mensaje cristiano, la buena nueva liberadora,

sino la sana doctrina católica: una doctrina romano-católica

formulada como ley jurídica y sancionada con penas eclesiásticas, ante

la que el teólogo ha de comportarse como el jurista lo hace con sus

discípulos legales»9. El método de la teología neoescolástica se ha

denominado asimismo regresivo porque parte de definiciones conciliares

o declaraciones del magisterio, se remonta a la patrología y llega

a los textos bíblicos. En realidad, este método considera la Escritura

como arsenal de citas para probar los enunciados dogmáticos o las

opiniones de los teólogos 10. Precisamente con este sistema teológico

se escribieron los manuales vigentes hasta el Vaticano 11, bien en latín,

bien en lenguas modernas. En el fondo el método regresivo es un

método estático.

«Sin duda - afirma W. Kasper - , el acontecimiento más destacado

de la teología católica del siglo XX es la superación de la neoescolástica»ll.

Efectivamente, los movimientos ec1esiales de renovación

anteriores al Vaticano 11 y el concilio mismo contribuyeron a un cambio

del método empleado para formular y entender la teología. «Durante

8. Ibid., 27.

9. H. Küng, Teología para la postmodernidad, Madrid 1989, 151.

10. Cf. J. Alfaro, Cristología y antropología, Madrid 1973, 15-26.

11. W. Kasper, Teología e Iglesia, Barcelona 1989, 7.

Teología 197

los últimos treinta años -escribe J. Alfaro en 1975- la teología

católica está viviendo un fenómeno nuevo en su historia, que desde

el siglo XIII se había mantenido -salvo raras excepciones- en una

sorprendente homogeneidad de problemas y de método» 12. Se amplía

la reflexión teológica a la dimensión histórica y social, al cometido

liberador y a la realización comunitaria de la fe. La incorporación de

los «signos de la tiempos», de acuerdo a la constitución Gaudium et

spes, da a la teología un carácter inductivo. «El método teológico,

presentado por el Vaticano 11 - sigue diciendo J. Alfaro -, es por

consiguiente genético-progresivo y corresponde a la visión de la teología

como reflexión sobre la historia de salvación y de la revelación»13.

El método progresivo es un método histórico que parte de

los textos bíblicos, tiene en cuenta a los Padres de la Iglesia y reflexiona

a la luz de los concilios y del magisterio, de acuerdo a los diferentes

estadios de la reflexión teológica. Tiene el peligro de considerar la

dimensión bíblica como un momento del pasado.

La teología actual se mueve en referencia a dos polos: la revelación

de Dios y la experiencia humana. Está «por un lado -escribe E.

Schillebeeckx -, toda la tradición experiencial del gran movimiento

judeocristiano; por otro, la nueva experiencia humana que hoy realizan

cristianos y no cristianos» 14. De una parte, «la Escritura debe sersegún

el concilio- el alma de la teología» (DV 24); de otra, está el

mundo concreto de la experiencia humana, que necesita, por parte del

creyente, interpretación de sentido. «La teología -recuerda H.

Küng- ha de establecer una correlación entre la tradición de experiencia

cristiana y las experiencias de nuestro tiempo» 15. De acuerdo

con E. Schillebeeckx, H. Küng y D. Tracy, entiende el. Geffré «la

tarea actual de la teología como una correlación crítica y mutua entre

la interpretación de la tradición cristiana y la interpretación de nuestra

experiencia humana contemporánea» 16. De este modo se traduce la

palabra de Dios al mundo de nuestra experiencia, con la convicción

de que el mensaje evangélico tiene sentido para nosotros en referencia

a la situación actual, con todos los problemas que nos afectan. Al

margen de la experiencia no hay revelación posible. La teología es

dialéctico-práctica.

12. J. Alfaro, Problemática actual del método teológico en Europa, en E. Ruiz

Maldonado (ed.), Liberación y cautiverio. Debates en torno al método de la teología en

América Latina, México 1975, 409.

13. Ibid., 411.

14. E. Schillebeeckx, En torno al problema de Jesús. Claves de una cristología,

Madrid 1983, 17.

15. H. Küng, Teología para la postmodernidad, o. c., 105.

16. Cl. Geffré, El cristianismo ante el riesgo de la interpretación, Madrid 1984,

19.



198 Teología Práctica

En resumen, para hacer teología se necesita analizar nuestro actual

mundo de experiencia, percibir las estructuras constantes de la experiencia

fundamental cristiana en el NT y en la tradición posterior y

hacer una «correlación crítica» de ambas «fuentes» 17 • Por supuesto,

al ser la teología inteligencia de la fe y de la caridad, está al servicio

de la vida cristiana, siendo su sujeto el creyente que se debate por

comprender su fe y vivir en continua conversión 18 .

c) Dimensiones de la teología

Al ser la realidad humana muy amplia y al estar siempre inculturada

la fe, pueden concebirse distintos métodos teológicos. También puede

hablarse de diversas disciplinas teológicas, según se aborden distintos

contenidos y se empleen varias formas de conocimiento. Pero «la unidad

interna de la teología -nos recuerda W. Beinert-, que viene dada por

su único objeto formal, se demuestra precisamente en el hecho de que

ningún grupo ni ninguna especialidad deben limitarse de forma exclusiva

a las propias fronteras y métodos expecíficos, sino que acoge legítimamente

tanto los planteamientos como los métodos de otras disciplinas»19.

1. Dimensión bíblica

En primer lugar, el punto de partida y el objeto de la teología

-escribe H. Küng- «lo constituye el mensaje cristiano testimoniado

originalmente en la Escritura, transmitido a través de los siglos por la

comunidad cristiana y anunciado también hoy en la predicación»20.

La base de la teología cristiana es el testimonio de fe en Cristo. La

revelación bíblica es para el creyente la norma suprema (norma non

normata). El NT, interpretado con el el método histórico-crítico, es

la norma normativa (norma normans) de la tradición posterior, que es

la norma normada (norma normata).

2. Dimensión histórica

La teología no puede ser ni ahistórica ni suprahistórica. Es necesario

tener en cuenta las tres dimensiones del tiempo, históricamente

entendido: pasado, presente y futuro, en una interrelación dialéctica.

El sujeto de la historia es la humanidad entera, cuyo fundamento es

para el creyente la humanidad de Dios manifestada en Jesús de Nazaret.

17. H. Küng, Teología para lapostmodernidad, o. c., 106-107.

18. H. Peukert, Teología fundamental, en P. Eicher Ced.), Diccionario de conceptos

teológicos, Barcelona 1990, n, 519.

19. W. Beinert, Introducción a la teología, o. c., 164.

20. H. Küng, Teología para la postmodernidad, o. c., 130.

3. Dimensión sistemática

Teología 199

La fe se formula de un modo sistemático. Con la experiencia de

fe comienza de hecho la interpretación que, a lo largo del tiempo y

mediante articulaciones conceptuales y simbólicas, da lugar a la teología

fundamental, a la teología dogmática y a la teología moral. «La

revelación, en su conjunto - afirma E. Schillebeeckx -, se nos da a

través de la mediación de un largo proceso no sólo de acontecimientos

y experiencias, sino también de interpretaciones según determinados

y distintos modelos y teorías»21.

4. Dimensión práctica

Esta dimensión exige una hermenéutica socio-política, que da sentido

a la relación teoría-praxis de la teología. Quizá en este binomio

reside la novedad metodológica más interesante de la actual teología.

«La teología - escribe W. Kern - descube el carácter operativo y

social así como la función socialmente liberadora del lenguaje acerca

de Dios»22. Junto a la teología sistemática hay una teología práctica,

con un método empírico-intuitivo, cuyo propósito se centra en la realización

de la fe en la historia y en la sociedad, a saber, en la implantación

del reino de Dios.

2. Método en la teología práctica

a) Presupuestos de la teología práctica

1. En primer lugar, por ser teología, la teología práctica es hermenéutica,

a saber, interpretación de la realidad humana actual según

la dinámica de la fe cristiana o a la luz del evangelio. «Una formulación

teológica de la fe verdadera -escribe K. Füssel-, que al mismo

tiempo no tenga también como meta el verdadero obrar (ortopraxis)

de la liberación amorosa de las personas oprimidas (cf. Jn 8,32), no

sólo resulta sospechosa de ideología, sino que objetivamente tiene

también un efecto alienante y por ende cristiano»23. Recordemos que

la teología de la liberación -que es sabiduría y ciencia práctica- se

21. E. Schitlebeeckx, En torno al problema de Jesús, o. c., 35.

22. W. Kem, Teología sistemática, en P. Eieher Ced.), Diccionario de conceptos

teológicos, Barceloma 1990, n, 490.

23. K. Füssel, Teología de la liberación, en P. Eicher Ced.), Diccionario, o. e., lI,

505.



200 Teología Práctica

auto concibe como reflexión crítica de la praxis histórica a la luz de la

palabra de Dios. En la teología práctica pueden distinguirse tres momentos

interpretativos correspondientes a la hermenéutica de la situación

humana, a la hermenéutica de la tradición cristiana y a la hermenéutica

cristiana de la situación humana 24 . No olvidemos, sin

embargo, que la acción y reflexión pastorales se basan en juicios de

valor y tienen finalidades concretas.

2. En segundo lugar, por ser práctica, la teología práctica es

un saber confesional, está en relación con la fe; de ahí que proponga

una determinada orientación de la vida, una cosmovisión cristiana.

Es también un discurso segundo ya que le precede una «fe vivida».

Finalmente es un reflexión práctica ya que pretende servir, es «ciencia

de salvación». La relación «ortodoxia-ortopraxis» fue estudiada

en 1969 por E. Schillebeeckx al darse cuenta de la insuficiencia de

la hermenéutica teológica basada en el conocimiento del pasado y

en las limitaciones que posee el análisis lingüístico aplicado a la

teología. El mensaje cristiano se dirige a la praxis. De ahí que la

teología, de una parte, crea modelos operativos; es teoría crítica

desde la fe sobre el hombre, la sociedad y la Iglesia. De otra, toma

metódicamente a la praxis de la comunidad cristiana o a la experiencia

vivida en esta praxis como punto de partida para su propia

reflexión 25 •

b) Método inductivo de la revisión de vida

Método inductivo es el que parte de los hechos concretos, a diferencia

del deductivo, que tiene en cuenta los principios abstractos y

las ideas preconcebidas. Es ya clásico el método de la revisión de

vida, propio de la Juventud Obrera Católica (JOC). Comprende metodológicamente

tres momentos fundamentales que corresponden a

ver, juzgar y actuar, o examinar, comprender y colaborar 6 • Dicho de

otro modo, abarca tres aspectos: encuentro, verificación y compromiso,

o realidad experimentada, realidad transfigurada en la fe y rea-

24. Cf. P. Lucier, Réflexions sur la méthode en théologie: «Sciences Religieuses»

IlII (\972) 63-73.

25. Cf. J. Alfaro, Problemática actual del método teológico en Europa, o. c., 423.

26. Sobre la revisión de vida, cf. J. Bonduelle, Situación actual de la revisión de

vida, Barcelona 1966; A. Marechal, Toda nuestra vida en el evangelio a través de la

revisión de vida, Barcelona 1966; F. Martínez García, La revisión de vida, Barcelona

1973; Movimiento Familiar Cristiano, La revisión de vida, Bilbao 1970.

Teología 201

lidad transformada en la caridad 27 . La revisión de vida se hace en

grupo o en equipo en relación a los hechos que estructuran la existencia

para captarlos con la mirada evangélica. Su dialéctica -según S.

Spinsanti- es la siguiente: «De lo visible y concreto, formado por

hechos de vida o por actividades llevadas a cabo, se pasa a lo invisible

concreto, lo de Dios, que obra en la realidad de acuerdo con un

proyecto de creación y de salvación, para terminar desembocando en

la vivencia concreta del compromiso apostólico»28. En medios anglosajones

norteamericanos y canadienses se utiliza un método que comprende

tres pasos: el análisis (Attendign), la síntesis (Assertíon) y el

balance (Decission). También ha sido aplicado el método de la revisión

de vida por N. Mette a la teología práctica, al articular las tres

mediaciones 29 .

1. Ver (Acontecimiento)

Es la etapa descriptiva de la información y VISIOno Equivale al

análisis de la realidad, a la captación de los acontecimientos, al examen

de los signos de los tiempos, a la percepción de los hechos de vida.

Consiste- escribe G. Iriarte- en «observar los fenómenos, los mecanismos

internos, las estructuras, las teorías que se hallan en juego»30.

De ordinario es lectura conflictiva. Responde a la pregunta: ¿qué

sucede? Para lograr una adecuada contestación hay que indagar la

génesis histórica de lo acontecido, con sus causas y su desarrollo

previsible. Cuanto más exacto sea el análisis, mejor será el juicio, y

cuanto más riguroso sea el juicio más atinada será la solución. El ver

corresponde a lo que en teología de la liberación se llama mediación

socio-analítica, que «contempla -según L. Boff y Cl. Boff- el lado

del mundo del oprimido. Procura entender por qué el oprimido es

oprimido ... Es un momento o mediación indispensable, aunque insuficiente,

para un entendimiento ulterior y más profundo, que es el

saber propio de la fe»31.

27. La instrucción pastoral de la Conferencia episcopal española titulada La verdad

os hará libres, del 20.1 \.1990, sigue este método, según puede observase por su distribución

en tres partes: 1) Descripción de la situación (análisis de la realidad); 2) Algunos

aspectos fundamentales del comportamiento moral cristiano (juicio doctrinal) y 3) Algunas

recomendaciones (pistas de solución).

28. S. Spinsanti, Revisión de vida, en St. de Fiores - T. Goffi (eds.), Nuevo diccionario

de espiritualidad, Madrid 21983, 1220.

29. Cf. N. Mette - M. Blasberg-Kuhnke, Kirche auf dem Weg ins Jahr 2000. Zur

Situation und Zukunf der Pastoral, Düsseldorf 1986.

30. G. !riarte, Análisis crítico de la realidad. Esquemas de interpretación, La Paz

1989, 4 ed., 525.

31. L. Boff - Cl. Boff, Cómo hacer teología de la liberación, Madrid 1985, 36-37.



202 Teología Práctica

. Evidentemente, se requiere el concurso de las ciencias humanas

temendo en cuenta que los indicadores sociales o rejilla de análisis n~

deben estar en contradición con las exigencias de la fe cristiana. La

fase.del ver, según N. Mette, no se limita a una descripción sino que

anahza los fac~ore~ ,de la. praxi~ ,en conexión con las opciones previas

d.e una evangehzacIOn y hberacIOn. La observación no debe ser general

SInO concreta, tanto en el campo de lo personal como en el de lo social.

2. Juzgar (Profecía)

Es l~ ~ase interpretativa de .la iluminación y reflexión. Equivale a

l~ reflexIOn de fe sobre la reahdad, es decir, al juicio cristiano, medIant~

el cual ~e trata de ver la realidad a la luz de la fe o de la palabra

de DIOS. Se pI~e a la l?alabr~ claridad e inspiración. Responde a las

preg~nt~s: ¿que nos dIce DIOS por medio de lo que sucede? ¿qué

~eSVIa~I,Ones se dan. en. !a práctica? Corresponde en la teología de la

hberacIOn a .la medlaC10n hermenéutica, que «contempla el lado del

mundo de DIOS. Procura ver cuál es el plan divino en relación con el

pobr~»32: Un hecho debe ser examinado por los creyentes a la luz de

las CIenCIas huma~as y de la palabra de Dios interpretada por la Iglesia.

U~ hecho se perCIbe c~a~d? se exa~inan sus causas, que -según G.

Iriarte - pueden ser hlstoncas, partIendo de los acontecimientos del

p~sa?o; estru,c~urales, que .dicen relación con la estructura social, economIca

y pohtIca de la reahdad examinada; y coyunturales, en relación

a un «momento determinado»33.

E~ ~sta fase se pone de relieve, según N. Mette, una dimensión

ya antICIpada como «prejuicio», a saber, la rejilla de análisis elegida.

Por otra parte, se. c~~nta, c~n una «hermenética práctica» que ayude a

confron~ar la. ~radIclOn bIbhca con el presente histórico o el evangelio

con la sItuacIOn actual.

3. Actuar (Conversión)

~s la etapa -p:ospectiva para transformar la realidad. Equivale a

las pI.stas de accIOn: Co~teI?pla el plan de trabajo de acuerdo al plan

de ~IOS. La teolog}a ~ractIca parte de una praxis para llegar a otra

praXIS dentro de un ambIto de fe. Es teología militante, de compromiso,

aun~ue la fe no se reduce a mera acción. Responde a la pregunta:

¿que. d~~emos,h~cer? Corresponde en la teología de la liberación a la

medlaClOn practlca, que «contempla el lado de la acción e intenta

32. Ibid., 36; cf. 45-53.

33. G. Iriarte, Análisis crítico de la realidad. o. c .• 528.

Teología 203

descubrir las líneas operativas para superar la opresión de acuerdo con

el plan de Dios»34. El actuar comprende dos movimientos: uno práctico

y otro teórico. El movimiento práctico clasifica las estructuras -según

G. Iriarte- en tres categorías: estructuras con crítica positiva (deben

mantenerse y fortificarse); estructuras con crítica negativa (deben ser

superadas o eliminadas por contrarias al proyecto cristiano de vida) y

estructuras que no existen y que pueden y deben existir. El movimiento

teórico consiste en la reformulación de las teorías ya detectadas y

criticadas en los momentos anteriores 35 .

Según N. Mette, la praxis tiene su propia inteligencia, complementaria

y distinta del análisis y de la reflexión. De nuevo se recurre

a las ciencias humanas, ya que se trata de un obrar 36 •

c) Método empírico y crítico

El método de la revisión de vida también ha sido adaptado al campo

pastoral por el italiano M. Midali como «itinerario metológico» o

método empírico, crítico y teológico, en el que distingue tres fases de

la acción o de la praxis 37 .

1. Fase kairológica

Corresponde al análisis o evaluación de la situación, que comporta

tres momentos: fenomenológico-descriptivo, hermenéutico-crítico y

criteriológico, con la finalidad de comprender lo que el Espíritu Santo

ofrece a la comunidad creyente en una coyuntura histórica o «momento

kairológico». S. Lanza relaciona esta fase con el estudio de los signos

de los tiempos y el empleo del discemimient0 38 .

2. Fase proyectiva

En esta fase normativa se trata de identificar, a partir de un modelo

de Iglesia, los objetivos o metas para alcanzar una praxis renovada

(momento normativo), con la ayuda de criterios racionales y teológicos

(momento criteriológico). Según S. Lanza esta fase posee una dimensión

criteriológica 39 .

34. L. Boff - el. Boff, Cómo hacer teologla ... , o. c .• 36; cf. 53-58.

35. G. Iriarte, Análisis crítico de la realidad, o. c .. 528.

36. ef. S. Lanza, Introduzione alla teologia pastorale, 1. Teologia dell'azione ecclesiale,

Brescia 1989, 190-193.

37. ef. M. Midali, Il modelo di teologia pastorale: Sal 49 (1987) 774-779 Y en id.,

Teologia pastorale o pratica. Cammino storico di una reflessione ¡ondante e scientifica,

Roma 1985,349-357.

38. S. Lanza, Introduzzione ..., o. c., 198-218.

39. Ibid., 218-266.



204 Teología Práctica

3. Fase estratégica

M. Midali entiende la estrategia como un complejo de elementos

y factores necesarios para pasar de una situación dada a una deseada.

Esto se lleva a cabo mediante la «programación pastoral». Es la fase

operativa o de la acción «inscrita -dice S. Lanza- en el patrimonio

genético de la teología pastoral»40.

3. Método de la praxis pastoral

a) La observación pastoral

1. Niveles de observación.

Existe la creencia de que cualquier observación de un fenómeno

es operación sencilla ya que, con una mirada no crítica, muchos creen

en la tesis de la transpariencia de lo real. Nuestras observaciones son

a menudo escasamente críticas porque todo lo creemos clasificado

visto. y conocido (no tenemos en cuenta lo inesperado); nuestras per~

cepcIOne.s son a veces engañosas (hay diferencia entre lo que uno opina

y o~r~s pIensan); al observar deseamos ver lo que ya sabemos (tenemos

preJUICIOS en la observación) y, en definitiva, la realidad no es nítida.

Muchas personas ni siquiera tienen conciencia ajustada de sí mismas 41 •

La observación entraña apertura, cercanía, mirada, escucha y confrontación.

El observador recoge datos de información a partir de unas

preguntas o un cuestionario en el que se tienen en cuenta los elementos

de .la situación" l~s necesidades del. pueblo, los hechos más signific~tJvos

y las pract~~as y comportamIentos humanos 42 • Hay un primer

nIvel, de observaclOn espontánea que corresponde a la «experiencia

comun», dentro de la cual tenemos en cuenta ciertas expresiones, frases

reveladoras de actitudes, sistemas de comunicación verbal, modelos

de comprensión crítica, etc. Con todo, por vivir en una civilización

de la publicidad y de los medios de comunicación que conforman

opiniones, los lenguajes verbales y los gestos expresivos no son tan

reveladores de experiencias personales o sociales.

Un segundo nivel de observación guiada es más complejo. Corresponde

a la «experiencia estructurada», en donde se utilizan técnicas

40. ¡bid., 266-307.

41. J. G. Nadeau, Les agents de pastorale et {'observation du réel, en id. (dir.), La

praxéologie pastorale. Orientations el' parcours, Montréal 1987, J, 91-106.

42. Cf. J. Grand'Maison, Science, art et Évangile du regard, en J. G. Nadeau (ed.)

La prá.xéologie pastorale, o. c., JI, 77-83.

'

Teología 205

apropiadas e instrumentos de análisis. En este nivel se tienen en cuenta

los sistemas de comunicación y las estructuras de poder.

El tercer nivel se sitúa en la observación crítica, que corresponde

a la «experiencia finalizada». Se trata de observar valores y símbolos,

a saber, la cultura, mentalidad e ideologías imperantes, sobre todo las

propias del sistema. Para desarrollar esta observación hay que estudiar

la base ideológica (valores, normas y acciones), el horizonte simbólico

(imágenes globales o espontáneas) y la filosofía de las instituciones

(un conjunto de principios).

2. La observación en el ámbito pastoral

La observación de una experiencia pastoral exige de antemano una

rejilla de análisis, que lleva consigo una cierta reflexión teórica. Con

estos «indicadores» se trata de conocer lo que ocurre en el mundo

pastoral que deseamos analizar, para lo cual hay que dar la palabra a

los mismos actores del medio social en donde se ha desarrollado o se

desarrolla la experiencia. Podemos tener en cuenta seis preguntas:

quién, qué, dónde, cuándo, cómo y por que 3 •

En primer lugar se observa el enclave de la experiencia: su ubicación

(dónde) y el momento (cuándo); también examinamos el grupo de participantes,

con sus responsables (quiénes). En segundo lugar observamos

la experiencia concreta (qué), a partir de la organización de la acción o

esquema de la experiencia, así como los objetivos, tanto los que se

pretendieron teóricamente como los que se han cumplido y los que no

se han realizado (cómo). Finalmente, la evaluación nos ayudará a sopesar

el mensaje transmitido, la experiencia vivida y las consecuencias prácticas

generadas (por qué). Esto supone examinar en el grupo la sensibilidad

histórica y social, su concienciación personal, la evangelización y educación

en la fe desarrolladas, maduración grupal y comunitaria adquirida,

desarrolo de lo celebratrivo y compromisos logrados.

b) La interpretación pastoral

La interpretación pastoral consiste en un diagnóstico (»conocer a

través») de la experiencia observada, lo cual comporta un análisis de

contenidos y la deducción de un sentido. En el fondo Se pretende verificar

la autenticidad cristiana o la calidad evangélica de la identidad cristiana,

la signicación testimonial, la experiencia religiosa de Dios, las relaciones

comunitarias, las conductas éticas y los compromisos sociales.

43. Cf. G. Raymond, Les six poles d'exploration d'une pratique. La praxéologie

pastorale et Thomas H. Groome, en J. G. Nadeau (ed.), La praxéologie pastorale, o. c.,

JI, 107-126.



206 Teología Práctica

A la hora de interpretar pastoralmente hay que tener en cuenta que,

por. ~na fo~ación teológica deductiva recibida, muchos creen que la

aCClOn eclesIal es algo que se deduce del discurso teológico, que el acto

pastoral es ?Jera aplicación de la teología. De este modo, la práctica es

consecuenCIa lógica que da validez al discurso teológico. Dicho de otro

modo, la pastoral va a remolque de la teología doctrinal. Precisamente

por ause~cia ?e .una teología más inductiva, no comprendemos bien que

la teolo?Ia practIca es una teología de la praxis de los cristianos. Su punto

de pa:tId~ no .es el enunciado teológico (que es acto segundo) sino la

expenencIa ll1lsma de la fe y de la vida cristiana (que es acto primero).

A menudo describimos lo que debe ser y nos creemos que ya es. La

intep~etación teológica. pastoral tiene en cuenta lo que es y el modelo

teologIco de lo que debIera ser para confrontarlos. Por consiguiente, hay

que afmnar que la práctica observada y analizada puede ser fuente de

reflexión teológica. Condiciona el ejercicio del acto teológico mismo.

Por eso, la acción pastoral observada y analizada es punto de partida y

de llegada de un modo de pensar hennenéutico teológico-pastoral, ya

que tod.a práctica histórica situada, significada y confrontada es portadora

de sentIdo. Recordemos que la práctica es el denominador común de la

experiencia actual y de las narraciones evangélicas.

Así, podemos establecer el siguiente esquema de circulación

hermenéutica 44 :

~ Praxis! I

~ I'-------...J~

Situación

praxis

análisis

ideología

utopía

Escritura

práctica

exégesis

1---------------.1 confesión de fe

esperanza

c) La planificación pastoral

Teología 207

«Planificar -escribe G. Iriarte- es pensar en el futuro inmediato;

en algo que queremos lograr. Para ello. hay que pensar ~n los pasos

o tareas que debemos realizar. Es decIr, hay que orgamzar nuestra

actividad»4s. Un plan pastoral es en realidad un proceso, básicamente

evangelizador, que lleva a cabo la Iglesia me~i~nte el diseño de un

programa operativo de acuerdo con unos obJetIvos. Natural.~ente,

como se trata del anuncio de la buena nueva, no pueden plamfIcarse

todos los resultados ni puede contarse exhaustivamente con los factores

implicados en el proceso. Además, por ser u~ proceso educativ? requiere

la aceptación personal, librement~ elegIda, de los que qUle~:n

participar. Se trata también -no lo. olvlde?J~s- de la construCClOn

del futuro, de re-edificar la comumdad cnstIana en un lugar determinado.

Por supuesto, no todos los miembros de la Iglesia tienen la

misma responsabilidad. Conviene establecer un equipo de planificación

pastoral de unas pocas personas q~e representen a todos l.os grupos

y comités de trabajo existentes, por eJe?JP~o, en una comumdad eclesial.

Hecho un primer borrador, se dlstnbuye a todos para que se

discuta. Las enmiendas o sugerencias propuestas vuelven al eqUlpo de

planificación para redactar un segundo borrador, que puede ser el

definitivo. Se elabora para unos tres años. .. . ,

El plan pastoral incluye el análisis de la realidad (1); la fIJacI~n

de unos objetivos (11); la coordinación de los agentes pastorales s~~~n

un plan de trabajo (111); la realización del proyecto (IV) y la revl~lOn

de la acción (V) de cara a la encarnación del proyecto en la realIdad

del pueblo. Lo podemos esquematizar del siguiente modo:

PLAN DE ACCION PASTORAL

ORGANIZACION

CRITERIOS

OBJETIVOS

ANIMACION

COMUNIDAD

AGENTES

,44.. Cf. un esquema parecido en A. Beauregard, La pratique de l'interpretation

theol~glqu.e en praxéologie pastorale. Problemes et défis, en J.-G. Nadeau (ed.), La

praxeologre pastorale, o. c., n, 52-55; R. Zerfass, Die Selbstvollzug del' Kirche in Wort

Sakrament und sozialem Dienst, Würzburg 1982, pro manuscripto; Varios, Politique e;

fOl, Strasburgo 1972, 210.

EVALUACION

45. G. Iriarte, Para comprender América Latina. Realidad sociopolítica, Estella

1991, 134.



208 Teología Práctica

La planificación pastoral incluye estas acciones:

l. Analizar socio-religiosamente la realidad social

, ~a primera etapa ?e .un planificación pastoral consiste en un diagno~tIco

o en un conoCllruento del mundo a evangelizar y de la relación

eXIstente entre la Iglesia y dicho mundo. No es suficiente elaborar unas

estad~sticas re~i,giosas ~ás o menos científicas, aunque son necesarias.

f:sta IllformacIOn c?nstItuye lo que H. Carrier llamó «morfología religlOsa».

Es neceSarIO llegar a un verdadero estudio «psico-social». Al

movemos en un terreno eclesioló~ico o pastoral, hay que atender -según

F. H?utart- «una doble necesIdad: la de elaborar investigaciones y

estudIOs fundamentales sobre los diferentes aspectos de las relaciones

entre la religión y J,a sociedad, sobre las estructuras de la Iglesia, sobre

sus formas de aCCIOn, y la de aplicar a las necesidades concretas de la

organiz~ción pastoral en cada región los c~nceptos, las hipótesis de trabajo

y los metodos elaborados en estos estudIOs» 46. El Vaticano II reconoce

la importancia de e~tos estudios cuando. recomienda a los obispos que «procuren

conocer debIdamente sus necesIdades dentro de las circunstancias

sociales en que viven, valiéndose para ello de instrumentos adecuados

señaladamente de la investigación social» (CD 16). El análisis de la realidad

incluye ~odos los instru~entos ~ien,tíficos más adecuados, sin olvidar que

hay un mvel de observacIOn precIentIfico de excepcional importancia basado

en .la ~~periencia? la ~tuición, el diálogo, etc. Por supuesto, el' análisis

socIologIco debe Ir umdo a una interpretación histórica.

.En esta primera .e~pa se analizan los hechos, permanentes o pas~eros.

Se rndaga el conOCIrmento de la historia reciente los condicionamientos

eco~ómicos, l~ corri~ntes culturales, los movimientos políticos, los factores

SOCIales y las IdeologIas. La acción pastoral requiere escrutar la realidad con

u.na mirada cristiana, especialmente evangelizadora. El análisis no es neutro

SIllO que depende de algunas opciones previas. La creciente des-institucionalización

de la Iglesia y el proceso secularizador en los diferentes ambientes

hum~os hace necesari~ una evangelización. Esto da lugar a una situación

de dlaspora .. Es neceSarIO crear grupos no sólo a partir de lo que existe sino

de l~ necesIdades auscultadas. La práctica pastoral exige, pues, escrutar la

realidad presente con una mirada cristiana fundamentalmente misionera.

2. Fijar los objetivos de la acción pastoral

En segundo lugar, una vez que se ha hecho el estudio sociorel~gi.oso

del medio en el que se pretende trabajar, se establecen los

objetIvos o se describen las finalidades de las acciones eclesiales a

46. F. Houtart - W. Goddijn, Pastoral de conjunto y planes de pastoral' Cone 3

(1965) 37. .

Teología 209

corto, medio o largo plazo. A su vez se coordinan todos los cometidos

particulares, dentro de una visión pastoral global, en los niveles parroquial,

arciprestal, zonal, diocesano o nacional. Evidentemente, la

diócesis es la realidad principal de la pastoral de conjunto, cuyo responsable

es el obispo. Por eso advierte el Vaticano II: «Foméntense

las varias formas de apostolado, y, en toda la diócesis o en regiones

especiales de ella, la coordinación e íntima conexión de todas las obras

de apostolado bajo la dirección del obispo, de suerte que todas las

empresas e instituciones -catequéticas, misionales, caritativas, sociales,

familiares, escolares y cualesquiera otras que persigan un fin

pastoral- sean reducidas a acción concorde, por la que resplandezca

al mismo tiempo más claramente la unidad de la diócesis» (CD 17).

3. Coordinar el papel de los agentes pastorales

La organización es de capital importancia para el funcionamiento

y eficacia de cualquier grupo. Recordemos que la Iglesia no sólo está

en función y relación con el mundo, sino que en su visibilidad institucional

es parecida al mundo. Su misión específica le obliga a organizarse,

a estructurarse. Precisamente por ser comunidad encarnada,

deberá tener presente algunos criterios y leyes· de la ciencia moderna

de la organización, tan necesaria hoy en cualquier ámbito humano.

En el fondo de toda eclesiología gravita un modo peculiar, consciente

o inconsciente, de organización. Naturalmente, es inexacto creer que

con una buena organización se asegura automáticamente la misión de

la Iglesia, pero tampoco es cierto que que sea superfluo todo esfuerzo

de organización aplicado a la Iglesia. Dentro de las diferentes teorías

de la organización, la Iglesia ha de aceptar aquellas que respeten su

originalidad cristiana. En la Iglesia subsiste lo que los peritos llaman

Iglesia tradicional, en cuya dirección predominan las personas mayores

de edad, con una función directiva protectora o de guardián,

cuyo propósito es mantener con firmeza una tradición o «depósito de

verdades», con una conciencia limitada de alternativas posibles, en la

que la decisión se transmite con una orden sin consentimiento explícito

de los fieles. Otros especialistas dan a este tipo de organización el

calificativo de «autoritaria-explotadora», es decir, la que tiene un liderazgo

dictatorial y unas estructuras rígidas, con una comunicación

e influencia descendentes y una toma de decisiones en la cumbre. No

sólo las ciencias modernas de la organización están en desacuerdo con

este tipo, sino que la nueva eclesiología conciliar del pueblo de Dios

lo rechaza. Los nuevos métodos de dirección y de gestión de la organización

humana coinciden en afirmar que el modelo organizativo

más eficaz es el «participativo-grupal», en consonancia, precisamente,



210 Teología Práctica

Teología

2Jl

con dos notas de la eclesiología actual: la colegialidad -que siempre

es participativa- y la comunión -que es grupal y comunitaria-47.

En consecuencia, se necesita organizar la acción de los responsables

adecuadamente. La planificación pastoral, por su sello eminentemente

diocesano, ha de coordinarse bajo la dirección del ordinario

del lugar. «Los obispos -afirma la Constitución sobre la Iglesiatiene

el sagrado derecho, y ante Dios el deber, de legislar sobre sus

súbditos, de juzgarlos y de regular todo cuanto pertenece a la organización

del culto y del apostolado» (LG 27). Pero la acción pastoral

no se basa exclusivamente en las decisiones del obispo. Los sacerdotes,

que «forman, junto con su obispo, un solo presbiterio» (LG 28), son

los primeros cooperadores del orden episcopal a través del consejo

presbiteral o el sínodo diocesano. «Ningún presbítero -afirma el

decreto conciliar sobre los presbíteros- puede cumplir cabalmente su

misión aislado y como por su cuenta, sino sólo uniendo sus fuerzas

con otros presbíteros, bajo la dirección de los que están al frente de

la Iglesia» (PO 7). La planificación pastoral integra además a religiosos,

religiosas y laicos, hombres y mujeres.

4. Encamar la acción pastoral en la realidad humana

La planificación pastoral no sólo es cuestión de análisis, acciones

o agentes, sino de destinatarios. No es posible una planificación pastoral

basada en unos límites estrechos humanos. Supone al menos una

Iglesia local en un ámbito humano, abierta a las demás Iglesias diocesanas,

a la Iglesia nacional y a la Iglesia universal.

En el mundo actual, las personas son cada vez más solidarias unas

de otras. Los medios de comunicación y estilos de vida lo invaden

todo. A pesar de los pluralismos evidentes, el mundo camina hacia

una cierta unidad. Los esfuerzos aislados pueden ser tan ineficaces

como una acción pastoral incompleta. Además es preciso contar con

un intervalo pastoral determinado, constituido al menos por el tiempo

de una generación.

paradas, aceptación de responsabilidades personales, solidaridad por

encima de opiniones propias, etc. Esto nos plantea muchos interrogantes

para la evaluación. Tenemos a veces la impresión de que eStamos

comenzando de nuevo por falta de una mínima planificación;

las reuniones nos cansan porque están mal preparadas y porque no

conocemos a veces su finalidad; hay ausencia de disciplina que lime

asperezas y faltan condiciones para promover el diálogo, contar con

todos, respetar el pluralismo, etc. En definitiva, la evaluación ayuda

a corregir y mejorar, al confrontar lo que se hace con el proyecto

teórico trazado. La participación y corresponsabilidad son hoy urgentes,

dentro de un estilo necesariamente auto crítico y democrático.

BIBLIOGRAFIA

Z. AIszeghy - M. Flick, Como se hace la teología, Madrid 1976; W.

Beinert, Introducción a la teología, Barcelona 1981; J. Beumer, El método

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Salamanca 1980; id., Epistemología y método en la teología de la liberación,

en 1. Ellacuría - 1. Sobrino (eds.), Mysterium liberationis. Conceptos fundamentales

de la teología de la liberación, Madrid 1990, l, 79-113; L. Boff -

Cl. Boff, Cómo hacer teología de la liberación, Madrid 1986; B. Forte, La

teología como compañía, memoria y profecía, Salamanca 1990; B. Grom,

Metodi per l'insegnamento della religione, la pastorale giovanile e la formazione

degli adulti, Torino 1982; B. Hofte, Bekering en Bevrijding. De

betekenis van de Latijnsamerikaanse theologie van de bevrijding voor een

praktisch-theologische basistheorie, Hilversum 1990; H. Küng, Teolog(a para

la modernidad, Madrid 1989; B. Lonergan, Método en teología, Salamanca

1988; X. Miguélez, La teología de la liberación y su método, Barcelona 1976;

J. G. Nadeau (ed.), La praxéologie pastorale. Orientations et parcours, 2

vols., Montréal 1987; W. Pannenberg, Teoría de la ciencia y teología, Madrid

1981; E. Ruiz Maldonado (ed.), Liberación y cautiverio. Debates en torno al

método de la teología en América Latina, México 1975; E. Schillebeeckx, En

torno al problema de Jesús. Claves de una cristología, Madrid 1983.

5. Evaluar la acción pastoral

Periódicamente, deben ser evaluadas críticamente todas las realizaciones.

La planificación pastoral no nace desde la cúspide, sino de

la conjunción de las diferentes y complementarias prácticas que se dan

en la base. Esta conjunción exige movilidad, creación de equipos y

grupos estructurados, intercambio de experiencias, convivencias pre-

47. Cf. M. Suárez, La participacción en la Iglesia. Madrid 1972.



III.

PRACTICA



10

LAS ACCIONES PASTORALES

Se entiende por acción pastoral o acción eclesial la actualización

de la praxis de Jesús por la Iglesia, de cara a la implantación del reino

de Dios en la sociedad, mediante la constitución del pueblo de Dios

en estado de comunidad cristiana. Esta amplia tarea implica diversas

funciones, denominadas acciones pastorales o acciones ec1esiales, es

decir, ministerios de la Iglesia en diferentes ámbitos de realización.

A lo largo de la historia, la Iglesia ha dividido estas funciones de

diversos modos, de acuerdo a una determinada interpretación bíblica,

visión cristológica, comprensión de la ec1esiología, función de la jerarquía,

corresponsabilidad de los laicos y análisis de la sociedad o

del mundo l •

1. División tripartita de la acción pastoral

a) Fundamentación neotestamentaria del triple oficio

La trilogía profeta, sacerdote y rey ha servido con frecuencia para

explicar la misión de Cristo, de sus discípulos y de la Iglesia 2 • A su

vez, «las connotaciones profética, sacerdotal y regia, aplicada a Je-

1. He tenido en cuenta en este capítulo mis trabajos: Las acciones eclesiales, en

TeoIAP, cap. 16, 257-269; Acción pastoral, en CFP, 21-36; Acción pastoral, en DAbPast,

18-19. Este capítulo sobre las acciones pastorales ha sido publicado con el título La acción

pastoral en la vida de la Iglesia en Phase 181 (1991) 23-36.

2. Cf. A. Fernández, Munera Christi y munera Ecclesiae. Historia de una teoría,

Burgos 1979; Y. Congar, Sur la trilogie Prophete-Roi-Pretre: RSPhTh 67 (1984) 97-116;

J. Lecuyer, La triple potestad del obispo, en G. Baraúna (ed.), La Iglesia del Vaticano

Il, Barcelona 31968, 871-891.



216 Teología Práctica

sucristo y a su ministerio, es decir, a su misión salvífica -escribe A.

Favale-, tienen su más concreta expresión en la alegoría o imagen

joánica del buen pastor (Jn 10)>>3. Desde estos presupuestos, la doctrina

ecIesiológica del magisterium, ministerium y regimen se derivó frecuentemente

del «triple oficio de Cristo» como maestro o doctor (función

~rofética), sacerdote o sacrificador (función cultual) y rey o pastor

(funCIón regia). Este triple oficio de Cristo dio lugar posteriormerite

a los tres poderes jerárquicos: el magisterio o poder de enseñar las

«verdad~s. de f~>~; el orden o poder de santificar la vida cristiana por

la «admlllIstracIOn de los sacramentos»; y la jurisdicción o poder de

gobernar a los bautizados para «dirigir la grey cristiana». De ahí se

extrajo modernamente el triple ministerio de la palabra, de los sacramentos

y de la dirección o kybernesis (acción de guiar un barco). Estos

minist~rios se denominaron asimismo funciones pastorales: la profética

(anuncIO de la palabra), la litúrgica (celebración del culto) y la caritativa

(servicio de la comunidad).

Los intentos de fundamentar esta triple división en dos textos

neotestamentarios parecen forzados exegéticamente 4 . El primer texto

~s de Juan ~14,6): «y?, soy el camino, la verdad y la vida». Según un

mtento de lllterpretacIOn, a todas luces exagerado, Jesús es maestro

como verdad, rey como camino y sacerdote como vidaS.

E! segundo t~xto es de M~teo (28, 18-20): «Se me ha dado plena

autondad en el Cielo y en la tierra. Id y haced discípulos de todas las

naciones, bautizadlos para vincularlos al Padre y al Hijo y al Espíritu

Santo y enseñadles a guardar todo lo que os mandé; mirad que yo

estoy con vosotros cada día, hasta el fin de esta edad». En este texto

podrían observarse tres cosas: la adhesión al mensaje del reino, el acto

f~ndamental del bautismo y la puesta en práctica del evangelio en la

v~da. Al menos se expresa un mandato de proyección misionera medIante

el empleo de tres verbos de acción: hacer discípulos, bautizar

y enseñar, pero se trata más de una «síntesis cristiana» que de un

«programa pastoral»6. El escriturista F. Prat anotó que Cristo aparece

como rey en los sinópticos, profeta en Juan y sacerdote en la carta a

los Hebreos?

3. A. Favale, El ministerio presbiteral. Aspectos doctrinales, pastorales y espirituales,

Madrid 1989, 30.

4. Yo mismo lo hice en TeoIAP, 262-265.

5. 1. de la Potterie, "Yo soy el camino, la verdad y la vida» (Jn 14,6), en id., La

verdad de Jesús. Estudios de cristología joanea, Madrid 1979, 107-144.

6. Cf. M. Vidal, ¿Tiene fundamento bíblico la división tripartita de la teología

pastoral?: Pent 8 (1970) 3-17.

7. F. Prat, La théologie de S. Paul, Paris 1925, 11 ed., 198 s.

Práctica 217

b) Visión patrística del triple oficio de Cristo

Algunos sostienen que el NT da pie para deducir el denominado

triplex munus Christi, aunque nunca se presenta en la Escritura una

trilogía sistemática de las tres funciones. No obstante, algunos Padres

de la Iglesia se hacen eco esporádicamente de esta trilogía, preocupados

por relacionar el triple oficio de Cristo con algunos textos del A T ,

para aplicar sus consecuencias a la condición cristiana. Así, Eusebio

de Cesarea (265-340) afirma que el triple oficio real, sacerdotal y

profético es participado por todos los cristianos del mismo Cristo, rey,

sacerdote y profetas. Juan Crisóstomo (344-407), dirigiéndose al cristiano

le dice: «Tú te haces rey, sacerdote y profeta por el bautismo;

rey, por la victoria sobre tus malas acciones y la destrucción de los

pecados; sacerdote, por la ofrenda de ti mismo a Dios, la inmolación

de tu cuerpo y de tu persona (2 Tit 2,2); profeta, por el conocimiento

del futuro, por la inspiración y la signación»9. Pedro Crisólogo (406-

450) afirma de un modo semejante que los tres oficios de Cristo

enriquecen al cristiano lO • También Jerónimo (347-420) conoce la distinción

de los tres oficios, prefigurados ya en la ley y que aplicará a

los cristianos!!. Agustín de Hipona (354-430) compara extensamente

el profetismo, sacerdocio y realeza de la antigua alianza con la nueva 12 •

Próspero de Aquitania reconoce en Samuel la imagen de Cristo en el

ejercicio de su triple oficio real, sacerdotal y profético 13. Este testimonio

patrístico se mantiene firme hasta el s. IX. Con todo, los Padres

no formularon una trilogía sistemática de ministerios pastorales.

c) Evolución teológica del triple oficio

La escolástica medieval se hizo eco del triple oficio de Cristo, pero

tampoco llegó a formular una doctrina completa sobre la división

tripartita de los principales servicios cristianos. Por ejemplo, san Buenaventura

describe el triple oficio en varias ocasiones!4. Para santo

Tomás, «la potestad espiritual es doble, una sacramental y otra juris-

8. Demostratio evangelica IV, 15; PG 22, 293; CD, 296 C, 301 B Y 305 B. Cf. P.

Dabin, Le sacerdoce royal des fidi!les dans la tradition ancienne el moderne, Paris 1950,

531.

9. In 2 Cor., hom. 4,7; PG 61, 417. Cf. este texto en P. Dabin, O. c., 548.

10. Sermo 32: PL 55, 264 A; Sermo 59: PL 52, 363 BC; Sermo 60, col. 367 A. Cf.

estas citas en P. Dabin, O. c., 119.

11. Comm. in Zach. III, 12; PL 25, 1516 B, 1517 A. Cf. P. Dabin, O.C., 87.

12. La ciudad de Dios, 1.17, a partir del c. 4.

13. Lib. de promiss., p. 2, c. 24; PL 51,796 A. Cf. cita en P. Dabin, O. c., 121.

14. Cf. Lignum vitae 39.40.42.45; ed. Quaracci VIII, 82 S.



218 Teología Práctica

diccional»15, aunque no faltan en el Angélico textos relativos al oficio

pastoral en los que describe la triple función. En el Comentario a San

Mateo (c. 28) escribe: «Euntes ergo docete omnes gentes. Hic iniungit

officium; et triplex iniungit officium. Primo, docendi; secundo baptizandi;

tertium officium informandi quantum ad mores». En la Suma

se expresa así: «Quantum ad alios pertinet, alius est legislator, et alius

sacerdos, et alius rex, sed haec omnia concurrunt in Christo tanquam

in fonte omnium gratiarum» 16. Pero tampoco faltaron escolásticos que

enumeraron otros muchos officia Christi diferentes, llegando algunos

a señalar diez, como es el caso de Gregorio de Valencia.

Con la reforma protestante se vuelve a considerar bíblicamente el

ministerio pastoral en su triple vertiente, al situar el servicio profético

junto a los otros dos, el sacerdotal y el real, ambos expuestos ampliamente

en la tradición anterior. Calvino es quien mejor describe la doctrina del

ministerio 17. A partir de 1545 -escribe J. Fuchs-, el reformador ginebrino

«introdujo la doctrina de las tres funciones en la teología de la

Iglesia reformada»18. En ese tiempo Lutero sólo hablaba de dos funciones

de Cristo como «rex» y «sacerdos». Calvino llegó a admitir que el papado

posee los tres títulos de Cristo, aunque los ejerce «fríamente y con escaso

fruto» 19. Su concepción pastoral se basa en Jesucristo «ministro y mediador»

del NT. En la edición de 1560 de su Institutiones escribe que

«el oficio y cargo que le ha sido dado (a Cristo) por el Padre cuando

vino al mundo consiste en tres partes, ya que le fue dado como profeta,

rey y sacrificadoD>20. Desde entonces, la doctrina del triple oficio es

clásica entre los teólogos protestantes, sobre todo calvinistas. Los luteranos

la aceptaron plenamente en el s. XVII.

El C:atecismo Romano, editado por primera vez en 1566, afirma que

«Jesucnsto, nuestro Salvador, en el instante mismo de su encamación

asumió el triple oficio de profeta, sacerdote y rey»21. En la teologí~

católica penetró modernamente la doctrina del triple oficio a finales del

s. XVIII, sin duda por influencia protestante. Al menos en el año 1758,

M. Gerbert afirma que los teólogos de entonces (se refiere, más bien, a

los protestantes) distinguían las tres funciones. En 1789, año de la Revolución

francesa, D. Schrarnm describe la obra de Cristo basado en esta

15. 2-2, q. 39, a. 3; ef. 3, q. 22 Y q. 59.

16. 3, q. 22, a. 1-3.

17. Cf. A. Ganoezy; Calvin, théologien de I'Église et du ministere, Paris 1964; id.,

Calvin et Vatican /1. L'Eglise se/ovante, Paris 1968; J. Bose, L'office royal du Seigneur

Jésus-Christ, Geneve 1957.

18. J .. Fuchs, Origines d'une trilogie ecclésiologique a l'époque rationaliste de la

théologie: RSPhTh 53 (1969) 187.

19. J. Calvino, Institutiones religionis christianae JI, c. 15.

20. Ibid., JI, 15, 1 Y 2.

21. Catecismo Romano, p. 1 , c. 2 a. 3B.

Práctica 219

misma división pastoral. Entre los teólogos católicos, la doctrina del triple

oficio como trilogía sistemática se aceptó a comienzos del s. XIX, cuando

se integró la eclesiología en la dogmática. Hasta ese moment? se ~ablaba

de ordo y de jurisdictio. Desde entonces se puso un gran enfasls en el

magisterio. Influyeron E. Klüpfel Y ~. Galur~22. ..

El Vaticano I consideró la doctrma del tnple OfICIO de este modo:

«Est in Ecclesia visibile magisterium, a quo credenda interius exteriusque

profitenda fides publice proponitu~; vi~ibile qU?9 ue .minist~rium,

quod visibilia Dei mysteria, quibus mtenor sa~CtIfIcatIO homlnibus

et debitus Deo cultus comparatur, munere pubhco moderatur ac

curat; visibile regimen, quod mem~roru~ int.er s~ commu~ion~m o~dinat,

externamque omnem et pubhcam fldehum m Ecclesla d~Sp~~lt

ac dirigit. ..»23. En otro pasaje del mismo ~squema ~~b~e la con.st1tu~IOn

de la Iglesia se dice: «Statuit in EcclesIa es~e vlSlbIl~ m~gls~enum,

visibile ministerium, visibile regimen a Chnsto Dommo mstItutu~,

per quam triplicem potestatem externam ac conspicuam vera Ecclesla

Christi coharet triplici externu nexu»24. De estos y otros muchos textos

del Vaticano I se puede concluir que la mayoría de los Padres defendieron

la distinción de las tres potestades.

En el siglo pasado se planteó el problema de dilucidar si se dan

en la Iglesia dos poderes (orden y jurisdicc~ón) o tres, inclulendo

también el magisterio. En general, los canolllstas y muchos teolo~os

afirmaban que los ministerios son dos, ya que la potestad de ensenar

queda englobada en la de jurisdicción. Pero no faltaron teólog?s católicos

que defendieron la trilogía de los poderes o de las funcIOnes.

La encíclica Mystici Corporis Christi de P~o XII.afirma clara~ente la

doctrina de la triple potestad de la IglesIa. Cnsto «concedIO a los

apóstoles y a sus sucesores la triple potestad de enseñar, regir y ll.evar

a los hombres hacia la santidad»25, enviándolos «como maestros, Jefes

y santificadores en la comunidad de los creyentes»26. Por este ~otivo,

a través de quienes poseen la sagrada potestad,. «se perpetuan .los

oficios de Cristo, doctor, rey y sacerdote»27. Esta tnple potestad resIde,

pues, en «enseñar a los hombres una ~octrin~ ~nfalible,. gobernarlos

por medio de pastores ilustrados por vIrtud dlvma y rocIarlos con la

22. Cf. Y. Congar, Orden y jurisdicción en la Iglesia en id., Santa Iglesia, Barcelona

1965, 183-213. Es un artículo aparecido por primera vez en: Irén 10 (1933) 22-31; 97-

110; 243-252; 301-408. . " .

23. Primum schema constitutionis dogmaticae de Ecclesta Chnstl, c. 4; Mans1 51,

540 d.

24. Anol. 6 del c. 4; Mansi 51,562 b-c." ' . . ..

25. Mystici Corporis Christi, en ColecClOn de enclchcas y documentos pontifIcIOs,

Madrid 1962, 1036.

26. Ibid., 1033.

27. ¡bid., 1030.



220

Teología Práctica

Práctica 221

lluvia de gracias celestiales»28. En la encíclica Mediator Dei, también

de Pío XII, se afirma el triple oficio pastoral de la Iglesia, que «tiene

de común con el Verbo encamado el fin, la obligación y la función

de enseñar a todos la verdad, regir y gobernar a los hombres, ofrecer

a Dios el sacrificio aceptable y grato»29. Los tratados escolares sobre

la Iglesia escritos hasta el Vaticano II han defendido, bien la división

bipartita del oficio pastoral, bien la división en tres partes30.

En la teología pastoral previa al Vaticano II se aceptaron tres

ministerios o acciones pastorales: la pastoral profética o acción eclesial

de la palabra, la pastoral litúrgica o acción pastoral del culto y la

pastoral hodegética (de hodos, camino) o acción pastoral de la caridad.

Son tres aspectos de la misión de la Iglesia. F.-X. Arnold y P.-A.

Liégé fueron los grandes pastoralistas de las acciones eclesiales.

El Vaticano II expresa en múltiples ocasiones la división tripartita

de las acciones pastorales. Los tres munera Ecclesiae son continuación

del triple munus Chisti. Así, la constitución Lumen gentium aplica el

triple servicio pastoral a todo el pueblo de Dios, es decir, al sacerdocio

común de los fieles y al sacerdocio jerárquico (LG 10-12), ya que

Cristo es «maestro, rey y sacerdote nuestro, cabeza del nuevo y universal

pueblo de Dios» (LG 13). Según el Concilio, son los obispos

quienes participan de un modo más eminente en la triple potestad,

puesto que, como sucesores de los apóstoles, presiden «en nombre de

Dios la grey, de la que son pastores como maestros de doctrina,

sacerdotes del culto sagrado y ministros de gobierno» (LG 20). Esta

triple potestad episcopal la reciben «en forma eminente» con la consagración

u ordenación episcopaPl. Los presbíteros, en virtud del

sacramento del orden, «han sido consagrados como verdaderos sacerdotes

del NT, a imagen de Cristo, sumo y eterno sacerdote, para

predicar el evangelio y apacentar a los fieles y para celebrar el culto

divino» (LG 28; PO 4-7 y OT 4). «Son cooperadores del orden episcopal

en la triple función sagrada que por su propia naturaleza corresponde

a la misión de la Iglesia» (AG 39). Al definir el Vaticano

II a los laicos, afirma que son «los fieles que, en cuanto incorporados

a Cristo por el bautismo, integrados al pueblo de Dios y hechos partícipes,

a su modo, de la función sacerdotal, profética y real de Cristo,

ejercen en la Iglesia y en el mundo la misión de todo el pueblo cristiano

en la parte que a ellos corresponde» (AA 31; ver también 2 y 10). En

28. Ibid., 1034.

29. Mediator Dei, en Colección de encíclicas .. , o. c., 1083.

30. La doble potestad fue defendida, por ejemplo, por L. Lercher en Institutiones

theologiae dogmaticae, Innsbruck 31939, l, tes. 46, n. 456. La división tripartita se

encuentra en J. Salaverri, Sacrae Theologiae Summa, Madrid 21952, l, tes. 31, n. 1304.

31. La triple función del obispo está descrita en LO, 25-27 Y en en, 12-16.

definitiva, la misión de la Iglesia, expre~ada en ~érminos de l~ trip~e

acción pastoral, consiste en hacer «comullldades VIvas de fe, de hturgIa

y de caridad» (AG 19; cf. 14-15.' 20 Y 39) .. , .

De hecho la división tripartIta de la aCCIOn pastoral ha sIdo uno

de los mayor~s logros en la renovación teol?gico-pastoral mod~r~a.

Se basa en la herencia eclesiológico-dogmátIca de lo~ poderes Jer~rquicos

aludidos, traducidos en término~ ~íbli~o-teol~g.Icos. La~ accIOnes

eclesiales son anunciadas así: el mIlllsteno profetlco, que I~cluye

el poder del magisterio, es servicio de la pa~a?ra ~n t~d,os ~us lllvel~s:

evangelización, catequesis y homilía; el mIlllsteno lzturglco, ~ue ~ncluye

el poder del orden sacerdota~ e~ la celebración de los. ~l1stenos

cristianos en varios aspectos: eucanstIa, sacramentos y o~ac~on. d~ ~as

horas; y el ministerio hodegético, qu~ in~l~ye el pode~ ,de Juns~IccIOn,

es el servicio cristiano en la orgalllzacIOn y dIreccIOn eclesIal y la

promoción caritativa total como servicio cristiano al mundo.

2. Nueva estructuración de la acción pastoral

En el manual alemán de teología pastoral de 1964, K. Rahner examina

las «funciones esenciales que permiten a la Iglesia y a sus responsables

realizar su misión», después de haber reflexionado sobre. el .s~r de la

Iglesia como fundamento de su acción pastoral. La reahz~cIOn .de la

Iglesia en la historia es, para K. Rahner, «el sacramento pnm,ordIal de

la presencia de Dios como misterio ~e verdad y ~e amo: SubsIstentes)~.

Esto exige ver la Iglesia «en su totahda~» y ~?ahzar «~omo» la. IglesIa

se realiza «hoy», teniendo en cuenta la sItuacIOn act~al mterpretada teológicamente.

Evidentemente, la acción de la IglesIa no ~e red~c~ al

ministerio eclesiástico o sacerdotal. Para K. Rahner las funcIOnes basI~~s

eclesiales son seis: la proclamación de la palabr~, el c~lt?, la cele?raCIOn

de los sacramentos, la disciplina canónica, la. vIda cnstIana consIder~da

en todas sus dimensiones y la caridad. Ensegu~d~ se. pregunta el ~on?cIdo

teólogo si estas funciones son igualmente ~<ongman~s» y <~cons!ItutIvas»

del ser de la Iglesia. Observa que la candad podna ser mcl~I?a e~ la

vida cristiana, la disciplina podría considerarse dentro d~ ~a ad1ll1111stracIOn

sacramental y el culto podría integrarse en la c~lebrac~o~ sacram~nt~l o

viceversa. Incluso llega a decir que hay dos funcIOnes basIcas ~~nstItuIdas

por la palabra y el sacramento, a las que se añaden cuatro se~IcIos ~~no~

«sagrados». Según este criterio, K. Rahner señala tres funcIOnes basIc.as.

la proclamación de la palabra (presencia de Dios com.~ verdad), la ~I~a

de caridad (presencia de Dios como amor) y l~ celebracIOn de la eucanstIa

(unidad de la verdad y del amor), en el sentIdo de que el mundo sacra-



222 Teología Práctica

mental es la mediación más central, fuente y culminación de las otras

funciones eclesiales 32 .

El pastoralista alemán V. Schurr entiende por acciones eclesiales

«todas aquellas actividades en las que la Iglesia realiza su propia

esencia, no sólo para su propia afirmación, sino para la entrega a Dios

y el servicio a la salvación de los hombres»33. Reconoce la trilogía de

las funciones doctrinal, sacerdotal y pastoral en la teología pastoral

tradicional, correspondiente a «tres disciplinas independientes de homilética-catequética,

de liturgia y de hodegética (dirección o gobierno).

Ultimamente se piensa -sigue diciendo V. Schurr- que estas

ramas, al menos en lo que atañe a lo esencial de su asunto, hay que

volverlas a reinsertar en el tronco de la teología pastoral como en su

ciencia básica»34. Como «funciones pastorales fundamentales» señala

V. Schurr la homilética, la catequética, la liturgia, el servicio cristiano

al mundo y la dirección de la Iglesia 35 .

De un modo semejante, R. Zerfass prefiere dividir la acción pastoral

por «campos de acción» que por situaciones o funciones ministeriales.

Señala seis campos siguiendo la división tripartita de la acción pastoral:

1) Martyría, que abarca la «proclamación» (diferentes procesos de interpelación

de la llamada de Dios por la palabra, como es la predicación,

la meditación, los ejercicios, las misiones populares, etc.) y la «formación»

(todo el ancho campo de la educación religiosa, iniciación cristiana

y religión escolar). 2) Diakonía, que comprende la «atención pastoral»

(de enfermos, personas en crisis, dirección espiritual, visitas a las casas,

etc.) y el «trabajo social» (de asistencia, promoción y potenciación). 3)

Koinonía, que abarca la «coordinación» (de actividades de grupos, iniciativas

de la base, etc.) y la «celebración» (de todo lo relativo al campo

litúrgico y a las expresiones de lo religioso). Entiende los tres términos

griegos enunciados como «servicio a la palabra « (diakonía), «servicio

a los pobres» (koinonía) y «servicio a la paz» (koinonía?6.

El pastoralista norteamericano J. W. Fowler divide las acciones

eclesiales en cinco: 1) administración; 2) proclamación y celebración;

3) solicitud pastoral; 4) formación y transformación de las personas y

5) compromiso con las estructuras sociales 37 . El francés J. B. Bagot

32. Cf. K. Rahner, Die Grundfunktionen der Kirche, en HdPTh, 1, 216-219.

33. V. Schurr, Pastoral, en SM, V, 288.

34. V. Schurr, Teología pastoral en el siglo XX, en H. Vorgrirn1er - R. Vander

Gucht (eds.), La teología en el siglo XX, Madrid 1974, 326.

35. V. Schurr, Teologia pastoral en el siglo XX, o. c., 326-372 y SM, 288-294.

36. Cf. R. Zerfass, Der Selbstvollzug der Kirche im Wort, Sakrament und sozialem

Dienst. Eine Einführung in die Grundfragen der Praktische Theologie, 1982, 15-17.

37. J. W. Fow1er, Practical Theology and the Shaping of Christian Uves, en Don

S. Browning (ed.), Practical Theology: The Emerging Field in Theology, Church and

World, San Francisco 1983, 150-155.

Práctica 223

describe cinco acciones pastorales: 1) proclamación de la buena nueva;

2) oración y culto (pastoral catequética, pastoral.homilética y pas~~ral

litúrgica); 3) acción educativa (pastor~l parroq.mal, pastoral famIlIa:,

pastoral escolar, pastoral de los medIOS de .vId~" pastoral de. mO.~Imientos);

4) entreayuda y caridad y 5) orgamzacIOn y reorgamzacIOn

de las estructuras (estructuras jerárquicas, reglas de conducta, organización

de personas y grupOS?8.

3. División cuatripartita de la acción pastoral

Al estudiar el lugar que la liturgia ocupa en la acci?n ~~ la Iglesia

como «culminación» y «fuente» a la luz de la constItucIOn Sacru:n

Concilium (n. 10), propuse en Teología de la acción pastoral (Madnd

1968) una distinción elemental -corriente entre l~s franceses- ~ntre

un antes de la liturgia (evangelización y catequesIs) y un ~espue~ ~el

compromiso de caridad?9. Aunque esta división era tripartIta (mmIsterio

profético, litúrgico y caritati~o), da?~ pi~ ,para hablar de .una

división en cuatro partes, al añadIr la edIfIcacIOn de ~a comumdad

misma a las tres acciones anteriores. En 1985, al estudIar la pastoral

litúrgica como parte de la acción pastoral, propuse la división en ~uat~o

partes correspondientes a cuatro momentos:. dos antes de ~a h.turgIa

(tiempo de la evangelización y de la catequesIs) y dos despues (tiempo

de la comunidad y del servicio al mundo )40.

Recientemente E. Alberich señala «cuatro formas fundamentales

de presencia eclesial»: diaconía, koinonía, kerigma y liturgia. «De

este modo - afirma -, la Iglesia se presenta en el mundo como el

lugar por excelencia del servicio, de la fraternida~, del signifi,c~do,

de la fiesta, en correspondencia con cuatro categonas antrop?:ogIcas

de base: el pensamiento, la acción, la relación ~ la celebra.clO~: Son

modos equivalentes de subrayar la complementaneda~ y el sIgn~fIca~~

de estas cuatro formas de ser en el mundo signo ecleSIal del Remo» .

D. Borobio indica asimismo cuatro dimensiones de l~ mi~ión, ~l, analizar

el puesto de la liturgia en la acción de la IglesI.a: dIm~nsIOn. ~e

la palabra o profética (martyría: predicación, ca~equesIs), ~a. dm~~nsIOn

del culto o litúrgica (leiturgía: alabanza a. DIOS, Y .san~I~IcacIOn . d~l

hombre), la dimensión de la caridad ~ ;eal (~Iak~ma: JU~tICI~ ~ serv~c~o

al prójimo) y la dimensión de comumon o dIrectiva (komoma. serVICIO

38. Cf. M. Viau, Introduction aux études pastorales, Montreal-Paris 1987, 89-90.

39. Cf. TeolAP, 385-386.

40. Cf. C. Floristán, Pastoral litúrgica, en Ce1ebrIg1, 1, 545-546.

41. E. A1berich, Catequesis y praxis eclesial, Madrid 1983, 22-25.



224

Teología Práctica

Práctica 225

a la comunión desde la presidencia a . 42

esta cuádruple división en el primero d la comullIda~) . Fundamenta

(2, 42-47), siguiendo a determinados e los tres ~umanos de los Hechos

rasgos: la palabra aposto'II'ca la co~entanstas, al acentuar estos

, cOmun' f t 1 1 f . ,

pan y las oraciones. En realidad esta .I?,n ra erna, a rac~lOn del

tación de los ministerios según los Ll Vlslon procede de una mterpre­

Qechos

A. Charron distingue cuatro funci 43

. .,

profética, cultual, hodegética y so .ones en la mlSlOn de la Iglesia:

perspectiva, considero cuatro accio~I~¡Cultur?I44. De ac~erdo a esta

mulación del mensaje conciliar h h ecleslales a partIr de la forel

sínodo de Obispos de 1985'. eEc a P~r el cardenal G. Danneels en

. «cclesI b V b D' .

Christi celebrans, pro salute mundi» a,. su. er? el, mystena

Dios, celebra los misterios de Cristo (La Igl~s~a, baJO la palabra de

de otro modo: la comunidad de creyent al serVICIO ~e~ mundo). Dicho

de Dios, celebra la liturgia y se e es, que se edIfIca por la palabra

al reino. También podría basarse ~~t:rn~ ~n. ~l mundo como servicio

e~ementos esenciales que tiene el crist?IV~slOn. pastoral en los cuatro

llldad, la eucaristía y el ministerio. lallIsmo. la palabra, la comu-

De este modo, la actual teología

teoría de la praxis de los cristianos y d~~storal,. como teol?gía prác~ica o

las acciones pastorales en tomo a cuatro a Igl~sIa en la sO~Iedad, en~Iende

puede variar, según se desdoble en dos ámbItos. ~~ rea~Idad, el numero

o no el mIlllsteno de la palabra.

a) La misión profética o pastor 1

a de la palabra (<<martyría»)

La misión profética (martyría) cor

al anuncio y verificación del evangeli~esponde,.e~ un sentido amplio,

la fe teologal. Se muestra en este á '!3s servIcIo de la palabra o de

finalidad de este ministerio es despe mblto a Jesús como profeta. La

de Dios y revelar el horizonte cristia~tar la fe, desentrañar el sentido

la evangelización, la catequesis y la .o del proy~~to hu~~no. Incluye

InterpretaclOn teologIca.

42. D. Borobio, Ministerios laicales. Mall . .

1984, 22-23; Id., Leitourgia y diakonia. La I't ~I~l del C/'lstlano comprometido, Madrid

c t d' . 1 u, gla c . ,

ua ro lmenSlOnes de la misión: Salrn 36 (1989) 13 omo expreslOn y realización de las

, 43. Cf. Ph. H. Menoud, La vie de l'Églis e

,6..

Etudes SUr les Actes des Apotres, Paris 1967 latssante, Neuchlltel 1952; J. Dupont,

BrescJa 1974; Varios, Koinonia. Communauté_;o,503-5~9; P. C. Bori, Chiesa primitiva,

1743-1769. IIl1lunlOn, Pans 1975 y en DSAM, VIII,

. 44. A. Ch~on, Les caractéristiques théol' ,

vl~ante en parOlsse: CornChr 17 (1978) 44-45' ~glques d une communauté chrétienne

d'mtervention, en J. G. Nadeau (ed.), La praxéol o

I~., La spécifícité pastorale du projet

Montreal 1987, n, 153-184). Cf. Conunission d'lle pastorale. Orientatiolls et parcours,

de Québec: un heritage, un projet, Montréal 1971, ~~~I~u~. les lai'cs et I'Église, L'Église

1. Evangelización (<<kerigma»)

La primera acción o praxis cristiana es la proclamación, con hechos

y palabras, del evangelio del reino a los pobres y, desde la justicia

con los pobres, a todos los hombres, con un propósito de conversión

al evangelio y a su mensajero Jesucristo. En cuanto primera y fundamental

acción pastoral, la evangelización debe ser testimonio y

profesión de fe en la experiencia humana, signo de interrogación espiritual,

manifestación del sentido de la humanidad y anuncio explícito

de la obra de Jesucristo, revelador del Dios cristiano.

2. Catequización (<<didaskalia»)

Un segundo momento de la praxis profética viene dado por la

necesidad de una teoría y práctica cristianas de la iniciación o reiniciación

a la fe y por el proceso permanente y creciente de profundizar

la fe por parte de la comunidad cristiana y de todos sus componentes.

La catequesis debe explicitar el sentido ofrecido por la revelación con

una reinterpretación actual; enseñar los puntos esenciales de la fe en

su historia, contenidos y actualidad; educar popularmente la vigencia

de la fe y de los sacramentos y contribuir a la actualización del discurso

cristiano.

3. Interpretación teológica (<<krisis»)

Es el polo crítico y profético del discernimiento, donde se ilumina

la vida a la luz del sentido cristiano ofrecido por Jesús. Es llamada a

conversión y a transfiguración constantes. La interpretación debe analizar

críticamente la vida de los cristianos y de la Iglesia, iluminar lo

cotidiano y confrontar la fe con la cultura, la técnica, la ciencia, etc.

b) La fraternidad vivida o pastoral comunitaria (<<koinonía»)

La misión de la fraternidad vivida (koinonía) es servicio de caridad

ad intra. Desvela el misterio de la comunión y revela la paternidad

de Dios en la fraternidad cristiana. Su objetivo es hacer crecer a la

comunidad entera. Jesús aparece como maestro. Los creyentes se congregan

en la comunión mediante el instrumento organizativo de la

comunidad cristiana. Se reunen en asamblea para conocer experiencialmente

la sabiduría de Dios y poder confrontarla con todos los



226 Teología Práctica

Práctica

227

problemas del proceso humano histórico, con objeto de construir una

nueva fraternidad.

La misión de la Iglesia o de las comunidades cristianas es la

evangelización, que anuncia la salvación de Dios, ocurrida en Cristo

y esperada por la humanidad. Esto exige aceptar, como sujeto colectivo,

su obediencia a las exigencias liberadoras de la palabra de Dios

desde la esperanza cristiana en el Espíritu santo; denunciar proféticamente

cualquier situación real de opresión, experimentando en carne

propia las miserias del pueblo, y anunciar la plena libertad y el Reino

de justicia prometido por Dios, abriendo vías continuas de reforma y

de cambio o de conversión.

c) La vida sacramental o pastoral litúrgica (<<leitourgía»)

La misión litúrgica abarca todo el conjunto de la celebración de

los misterios cristianos. Su propósito es celebrar el culto cristiano. Es

servicio de esperanza. Revela el agradecimiento a Dios y muestra que

el mundo no es catástrofe. Aparece Jesús como sacerdote de la nueva

alianza. También es llamada esta función doxología.

La liturgia, etimológicamente, es algo que se hace, es decir, actividad,

acción o praxis. La liturgia es la acción simbólica cristiana

de la asamblea, reunión en un momento dado de la comunidad de

creyentes. En resumen, es acción simbólica actualizadora de la praxis

pascual de Jesús el Cristo, que comprende toda la acción liberadora

de Jesús (o de su causa) hasta su muerte, sin olvidar la acción de Dios

en la resurrección y donación del Espíritu.

BIBLIOGRAFIA

D. Borobio, Leitourgia y diakonia. La liturgia como expresión y realización

de las cuatro dimensiones de la misión: Salm 36 (1989) 135-155; .Y. Cong~r,

Sur la trilogie Prophete-Roi-Pretre: RSPhTh 67 (1983) 97-115;. Id., PropIedades

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1971; J. Salaverri, La triple potestad de la IgI:si~: MIscella~ea ComIllas 14

(1950) 5-84; L. Schick, Das dreifache Amt Chnstl und der Klrche. Zur Entstehung

und Entwicklung der Trilogien, Frankfurt-Bema 1982.

d) El compromiso liberador o pastoral social (<<diakonía»)

Por último, la misión liberadora (diakonía) es función «sociopastoral».

Es servicio de caridad ad extra. Revela el misterio de la edificación

del reino fuera de las fronteras de la Iglesia, a través de una

sociedad más humana, a saber, más justa y libre. Jesús aparece como

primogénito de la nueva creación.

Esta acción pastoral cubre la amplia etapa del ejercicio de la existencia

en el mundo. Todos los conocimientos y técnicas están al servicio

de la transformación de la realidad o liberación, mediante la

praxis de la justicia. Aquí entra la lucha contra toda opresión, dominación

o dependencia de cara a la creación de una nueva sociedad.



11

PASTORAL DE CONJUNTO

La pastoral de conjunto equivale, de hecho, a aCClOn pastoral

planificada. Desde el punto de vista pastoral, todo conjunto planificado

se relaciona con la totalidad de la Iglesia local, diocesana o particular,

ya se trate de acciones que se coordinan, de personas responsables

que actúan en común, de estructuras pastorales básicas que se relacionan

entre sí o de destinatarios sobre los que se actúa. Todos estos

aspectos forman los constitutivos esenciales de la pastoral de conjunto.

Cuando este tipo de pastoral es analizado estructuralmente coincide

con la programación o planificación pastoral. En realidad, las planificaciones

modernas de la pastoral comienzan por una pastoral conjuntada.

La pastoral de conjunto es un fenómeno típicamente conciliar,

paralelo al gran fenómeno humano de la socialización 1

1. Historia de la pastoral de conjunto

Las primeras preocupaciones modernas de la pastoral de conjunto

nacieron en Alemania a principios de este siglo. En 1905 el diputado

berlinés M. Fassbender propuso la coordinación pastoral en las grandes

ciudades. Cuatro años más tarde publicó H. Swovoda un importante

trabajo sobre la situación pastoral urbana basado en algunas estadísticas,

con la intención de aportar unas «líneas directrices de la cura

de almas en las grandes ciudades»2. De acuerdo con M. Fassbender

1. Cf. mis trabajos Pastoral de conjunto. Fundamentos doctrinales: PastMis (1967)

72-84; Pastoral de conjunto, en TeoIAP, cap. 11, 162-173; Pastoral de conjunto, en

DAbPast, 339-340.

2. Cf. H. Swoboda, La cura de almas en las grandes ciudades, Barcelona 1921; la

edición original en alemán es de 1909.



230 Teología Práctica

y H. Swoboda, creó el fundador de Cáritas L. Wertmann en 1911 en

Friburgo de Brisgovia, dentro de dicha organización, una «asociación

libre para la ayuda de Cáritas en la pastoral». A partir de 1934 se

transformó en una institución nacional de ayuda pastoral. Hacia 1921

erigió K. Rudolf en Viena un instituto de pastoral en donde se han

celebrado anualmente, desde 1931, sesiones pastorales para coordinar

la mentalidad de sus diversos responsables. Debido a la prohibición

nazi de los organismos eclesiales nacionales, se crearon desde 1933

oficinas diocesanas de pastoral.

En el ámbito francés, los movimientos apostólicos de AC hicieron

n?tar que la p.astoral tradicional, por individualista, invertebrada y

ajena a la realIdad del mundo, no respondía a las urgencias de una

obligada evangelización. Después que J. Cardijn fundase en 1924 la

Juventud Obrera Católica (JOC) con el propósito de evangelizar la

~lase obrera, creció en todas partes el apostolado seglar. Se trataba de

Implantar de nuevo la Iglesia en zonas urbanas, industriales, obreras,

turísticas, etc., precisamente donde sólo existía de un modo jurídico.

En 1931. publicó G. Le Bras un manifiesto con el que se abrieron

perspectIvas nuevas para inventariar y explicar «los efectivos del catolicismo

en las diversas regiones de Francia»3. Desde 1931 a 1940

~stuvo G. Le Bras prácticamente solo. Pero más tarde se despertó un

mten~o movimiento de renovación en la acción pastoral total, en el

que mfluyeron factores como el empuje de la Mission de France

fundada en 1941; la experiencia de los sacerdotes obreros surgida por

l~s confrontaciones obtenidas en los frentes de la segunda guerra mundIal,

los campos de concentración y la resistencia francesa a la ocupación

alemana; la renovación de la misión parroquial en los años

1943-1945 y el despertar de la AC especializada por ambientes. Profeta

de esta nueva pastoral fue H. Godin, quien atisbó, poco antes de morir

en 1944, una concepción apostólica de la Iglesia basada en un nuevo

dinamismo misionero, una preocupación social, un análisis realista de

la situación religiosa y una colaboración activa del estamento seglar4.

Basados en estas aportaciones, y por caminos convergentes, llegaron

a unas conclusiones semejantes F. Boulard y J.-F. Motte, el primero

desde sus trabajos socio-religiosos y el segundo desde su experiencia

en las misiones generales 5 •

,,3. Cf. G .. Le Bras, Pour ~n examen détaillé et pour une explication historique de

I etat du catho[¡clsme dans les dlverses régions de la France: Revue d 'Histoire de I'Église

de France 17 (1931) 425-449), publicado después en Études de sociologie religieuse, Paris

1955, vol. 1, 1-24.

. 4. Cf. F. Be~z, Missionarische Seelsorge. Die missionarische Seelsorgebewegung

m Frankrelch und lhre Bedeutung für Deutschland, Freiburg 1958.

5. Cf. J. F. Motte - M. Dourmap, Mission générale, oeuvre d'Église, Paris 1957.

Práctica 231

Según F. Boulard, la pastoral de conjunto se desarrolló antes del

Vaticano 11 en tres etapas 6 • La primera supuso el descubrimiento de

la ruptura entre vida y religión. La descristianización que se operaba

en Europa no afectaba sólo a individuos, sino a masas enteras. La

parroquia, aislada en su acción, se sentía incapaz de afrontar una

urgente evangelización; era necesaria una acción pastoral con una

dimensión social, dentro de un plazo mínimo de tiempo apostólico

correspondiente a una generación. En la exhortación que dio Pio XII

en 1955 a los cuaresmeros de Roma, les invitaba a «guardarse del

individualismo», ya que hasta entonces se trabajaba apostólicamente

«demasiado aislados, demasiado desligados y desunidos»7. La consigna

pontificia para la conjunción de fuerzas vino un poco más tarde,

del mismo Pío XII, cuando invitó a «una razonable coordinación de

los ministerios en un cuadro suficientemente amplio» 8 •

En una segunda etapa se descubrió la interioridad de la pastoral

de conjunto. Era necesario situar el trabajo apostólico del sacerdote y

del seglar dentro de una pastoral global, con objeto de orientar equilibradamente

la pastoral parroquial. Fue decisivo el congreso nacional

de la Union des Oeuvres de Francia en 1956, bajo el tema Pastorale,

oeuvre commune, en el que se tomó conciencia de ampliar la visión

pastoral, integrar las fuerzas apostólicas, situar la parroquia y el arciprestazgo

dentro de la zona humana y coordinar a los responsables.

Por último, en un tercer tiempo, se descubrió la dimensión diocesana

de la pastoral. Se necesitaba integrar las fuerzas de la Iglesia

y de sus instituciones y de poner en marcha los sectores de la pastoral.

Desde 1959, varios obispos franceses comenzaron a intercambiar sus

experiencias de pastoral de conjunto. En 1962, por decisión del mismo

episcopado, se crearon en Francia nueve regiones apostólicas.

La pastoral de conjunto, denominada también orgánica, fue estudiada

en Italia por G. Ceriani. En Alemania le prestó atención V.

Schurr con la pastoral de ambiente (Umtweltseelsorge). En España

fueron pioneros de la pastoral de conjunto un grupo de sacerdotes de

varias diócesis, preferentemente del Sur, cuyas reflexiones fueron publicadas

en un sugestivo trabaj0 9. En enero de 1967, el secretariado

nacional de pastoral organizó la primera sesión nacional sobre pastoral

6. Cí. F. J. Calvo, Notas para una historia de la pastoral de conjunto, en Pastoral

de conjunto, Madrid 1966, 13-24; F. Boulard, Proyectos y realizaciones de la pastoral

de conjunto, en Problemas actuales de pastoral, Madrid 1963, 281-303.

7. Pío XII, Discurso del 10 de marzo de 1955 en Colección de encíclicas y documentos

pontificios, Madrid 61982, 1389.

8. Pío XII, Discurso del 30 de marzo de 1955, en Colección de encíclicas ... , o. c.,

1507.

9. Cí. Pastoral de conjunto. Reflexiones y sugerencias, Madrid 1966.



232 Teología Práctica

de conjunto, según las directrices de F. Boulard, maestro principal de

la semana. En realidad, entre nosotros no se desarrolló demasiado la

conjunción de la pastoral.

2. Naturaleza de la pastoral de conjunto

En el primer congreso internacional de pastoral, celebrado en Friburgo

en 1961, F. Boulard definió la pastoral de conjunto como «un

esfuerzo paciente para poner en marcha libremente, de cara al mundo

al que salvar, a todos los hijos de la Iglesia en todas sus instituciones

y recursos, bajo la autoridad del obispo, que tiene la misión de coordinarlos

y dirigirlos, y que así puede ejercer con plenitud su carga

pastoral» 10 •

Cuando se analiza el sentido de la pastoral de conjunto se observa

que se identifica teológicamente con el de pastoral y sociológicamente

con el de programación o planificación ll • No olvidemos que los primeros

planificadores o programadores de la pastoral de conjunto fueron

sociólogos. Los pastoralistas prefieren hablar de planes de pastoral o

de planificación. Nadie afirma, sin embargo, que la pastoral de conjunto

se reduzca a una organización. Es cuestión de descubrir los

problemas de la evangelización en una región. «El camino práctico

para realizar concretamente esas opciones pastorales fundamentales de

evangelización -afirma el documento de Puebla- es el de una pastoral

planificada. La acción pastoral planificada es la respuesta específica,

consciente e intencional, a las necesidades de la evangelización.

Deberá realizarse en un proceso de participación en todos los

niveles de las comunidades y personas interesadas, educándolas en la

metodología y análisis de la realidaed, para la reflexión sobre dicha

realidad a partir del evangelio; la opción por los objetivos y los medios

más aptos y su uso más racional para la acción evangelizadora»I2.

La pastoral de conjunto no nace, por supuesto, de una mera planificación,

sino de la conjunción de las acciones diferentes y complementarias

que se dan en la base. Hoy son absolutamente necesarias

en la Iglesia la participación y la corresponsabilidad, dentro de un

estilo democrático y con un talante autocrítico. A veces tenemos la

sensación de estar comenzando siempre por falta de un planificación

continuada. Otras veces advertimos cansancio en reuniones mal preparadas,

cuya finalidad se desconoce. Finalmente, hay con frecuencia

10. F. Boulard, Proyectos y realizaciones ... , o. c., 296.

11. Cf. F. Houtart - W. Goddijn, Pastoral de conjunto y planes de pastoral: Conc

3 (1965) 27-47.

12. Puebla, 1.306-1.307.

Práctica 233

ausencia de disciplina que lime asperezas, promueva el ~iálo?~, se

cuente con los otros, se acepte el pluralismo, etc. La conJunclon de

la acción pastoral exige movilidad, .crea~ión de e9uipo~ y gru~os estructurados,

intercambio de expenenclas, conVivenCias revisadas,

aceptación de responsabilidades personales, solidaridad ~or encima ~e

opiniones propias, etc. Evidentemente, no podemos olvlda.r .una sene

de objetivos pastorales, imprescindibles a la hora de plamfl~ar: sensibilidad

respecto de la situación, concienciación personahzador~,

evangelización y educación de la fe, opción por los po?res y I?arg¡­

nados formación de comunidades y grupos, celebraclOnes VlVas y

prese~cia activa de los cristianos en la transformación del mundo.

3. Planificación de la pastoral de conjunto

Planificar significa literariamente trazar planos, es decir, im~ge~es

gráficas, modelos numéricos o esquemas verb,ales. En las c.lenclas

sociales y morales equivale a proyectar un modulo d~ trabaJO, que

abarca objetivos, conocimiento de la realidad, i~1Venta~o. de recursos

y formulación de estrategias. En un sentido ampho, 'pla~I!lcar es tra~ar

planes o hacer una determinada política. La planiflcaclOn es esencial

a cualquier actividad, ya se haga de una forma artesanal o de un modo

científico.

La acción pastoral, como toda acción, necesita un proye~to. o~erativo

o plan concreto de actuación que relacione de un .modo dl~~mlco

todas las tareas que intervienen en el proceso de la ~msma aCClOn. El

proyecto es un planteamiento eurístico o indagatono que ~resupone

una representación o conocimiento, a saber, una planteamiento hermenéutico.

Todo proyecto emerge de la misma praxis cuando se comparan

diversas tareas y se correlacionan entre sí. Sin embargo, el

proyecto, aunque se deduce de la real!dad en un ~ri~er mo~ento, es

reformado o remodelado con una sene de conocimientos o mterpretaciones

teóricos, para que, a su vez, vuelva a orientar a la praxis; El

proyecto es básico en la relación dialéctica que se da entre teona y

praxis.

4. Estructuras de la pastoral de conjunto

La programación de una pastoral de conjunto se puede llevar a la

práctica solamente con una organización ~decuada. Naturalm~nte, la

organización variará mucho de unas Iglesias locales a otras; mc1uso

los pasos sucesivos serán diferentes según los lugares, las fuerzas con



234 Teología Práctica

las.que se cuenta y el n~vel pastoral existente. Sin embargo, hay una

sene de. estructuras básIcas en toda planificación pastoral según diversos

lllveles.

a) Nivel diocesano

Sin la coordinación de todo el clero que trabaja en una diócesis

bajo la dirección del obispo a través de estructuras pastorales in~

termedias, no es posible una pastoral de conjunto. La teología del

presbyterium, expresada conciliarmente en LG (n. 28) y en CD (n.

28), se recoge en PO (n. 7). La carta apostólica Ecclesiae sanctae

al señalar las normas de los decretos sobre el oficio de los obispo~

y de los sacerdotes, concreta el sentido que deben poseer dos organismos

diocesanos fundamentales: el consejo presbiteral y el consejo

pastoral.

1. El consejo presbiteral

La constitución y funcionalidad del consejo presbiteral aparece en

los decretos conciliares Christus Dominus (n. 27) y Presbyterorum

ordinis (n. 7) y en el «motu proprio» de 1966 Ecclesiae sanctae (n.

15)13. El Concilio propone que «se constituya, de manera acomodada

a las circunstancias y necesidades actuales, en la forma y norma que

determine el derecho, una junta o senado de sacerdotes que representen

al col.egio presbiteral, cuyo fin sea ayudar eficazmente con sus consejos

al ObISpO en el gobierno de la diócesis» (PO 7). Con esta decisión, el

Vaticano 11 restauró una institución de la Iglesia primitiva, en la cual

los p~esbíter~s formaban un colegio, a modo de senado, para ayudar

al ObISPO, pnmer responsable del ministerio diocesano. La necesidad

del co~~ejo presbiteral es .obvia en nuestra situación actual, ya que en

toda dlOcesIs es necesano un grupo restringido de presbíteros en

representación de todo el clero, que colabore con el obispo e~ el

«régimen de la diócesis», mediante un coloquio y diálogo en común.

Así se evitan excesivos personalismos, del obispo o del vicario.

Cinco notas fundamentales caracterizan al consejo presbiteral. En

primer lugar, es una institución imperada. Esta prescripción obligatoria

de derecho eclesiástico concuerda con la naturaleza sacramental del

oficio de lospresbíteros, que, en virtud de la ordenación, se constituyen

en «necesanos colaboradores y consejeros» de los obispos (PO 7).

13. Cf. mi trabajo Consejo presbiteral, en DAbPast, 105-106.

Práctica 235

En segundo lugar, es un órgano representativo que se establece y

funciona como expresión del presbiterio, no como mero instrumento

personal del obispo. La representatividad ha de ser ~ualitativa: ?O

meramente numérica. Deben estar representados los dIversos mmISterios

(párrocos, coadjutores, capellanes, etc.), las zonas pastorales,

las instituciones (cabildo, seminario y curia), las generaciones sacerdotales

e incluso las «tendencias» dentro del clero. El consejo presbiteral

ha de representar a todo el presbiterio diocesano de forma justa

y eficaz. Sus miembros se nombran por elección de los mismos sacerdotes.

El obispo se reserva habitualmente la designación de algunos

componentes.

En tercer lugar, es un organismo consultivo peculiar, que canaliza

el diálogo de los presbíteros con su obispo y de los presbíteros entre

sí. Con todo, no es un contrapeso democrático a la autoridad del

obispo, ni una concesión paternalista del obispo a los pn?sbíteros. La

finalidad del consejo presbiteral se cumple cuando el ObISpO escucha

a sus sacerdotes y consulta dicho consejo «sobre las cosas referentes

a las necesidades de trabajo pastoral y al bien de la di6cesis». Con

este senado se actualiza la curia diocesana. El consejo presbiteral; sin

embargo, no es plenamente democráti~o, ya que no legisla ni ejec~~a

sino que actúa como órgano co~SUltlVO. Pero a la hora de. emItIr

información y juicio, todos los mIembros deben tener plena lIbertad

de expresión.

En cuarto lugar, el consejo presbiteral es cooperador del obispo

en el «régimen de la diócesis». Las competen~ias de est~ ,sen~do se

refieren al campo de la acción pastoral y al bIen de la dlOcesIs. En

realidad, no es fácil distinguir el consejo presbiteral del pastoral, ya

que ambos tienen casi los mismos fines. La diferencia reside ~n su

composición, puesto que en el consejo de pastoral puede haber laicos.

Por último, el consejo presbiteral es un organismo permanente, ya

que representa al presbiterio, el cual pertenec~ ~ la estructura ~onstitucional

de la diócesis. Esta permanencia es dIstmta de la que tIenen

los miembros que la componen. En «sede vacante» cesan todos los

miembros. Y, por supuesto, pueden ser removidos por el obispo.

En resumen, el consejo presbiteral es un órgano representativo

diocesano, consecuencia de la comunión jerárquica entre el obispo y

los presbíteros, obligatoriamente prescrito, con función consultiva y

de diálogo con el obispo, «para proveer lo más posible al bien pastoral

de la porción del pueblo de Dios que se le ha encomendado» (CIC

495)14.

14. Cf. TeolAP, 319-324; J. Castex, Los consejos presbiterales en España, Estella

1969; F. Martínez Tárraga, El consejo presbiteral, senado del obispo, Madrid 1973.



236

Teología Práctica

2. El consejo diocesano de pastoral

El consejo diocesano de pastoral surgió de las decisiones contenidas

.en el decreto conciliar Christus Dominus (n. 27) y en el «motu

pr?pno» Ecclesiae sanctae l5 • El episcopado español dio unas «normas

o:Ientadoras» en 1966 16 • Se sitúa este consejo en el interior de la curia

dIOcesana, con la finalidad de «estudiar todo lo referente al trabajo

pastoral, sopesarlo y sacar las conclusiones prácticas, con objeto de

promover la conformidad de la vida y actos del pueblo de Dios con

el evangelio» (ES 1,16).

A diferencia del consejo presbiteral, que es «preceptivo» o imperado,

el de pastoral es «recomendado», aunque con todo encarecimie~t~.

También se diferencian estos dos consejos en su «justificación

teolo~Ica», y~ que el de pastoral se fundamenta en la unidad del pueblo

de D~os en VIrtud del bautismo, mientras que el presbiteral se basa en

la umdad de ordenación de los presbíteros por el sacramento del orden.

Asimismo, ~s distinto ~l «fin» de estos consejos. El consejo presbiteral

ayuda al ObISPO, medIante sus consejos, «en el gobierno de la dióces.is~>;

el co~s~jo pastoral es un organismo técnico-consultivo, cuya

actIvIdad s.e hmIta al trabajo pastoral, con exclusión de su participación

e~ el gobIerno de la diócesis. Finalmente, tienen una «estructura»

dIferente, al ser más unitario el presbiteral y más variado en su organización

el de pastoral.

En primer lugar, el consejo diocesano de pastoral está formado

por. personas designadas por el obispo o elegidas por diversos sectores,

e~hdades o asociaciones apostólicas. En realidad, no forman parte del

mIsmo ~or mera :epresentatividad, sino por su experiencia y técnica.

L? presIde ~l ObISpO y. está compuesto por sacerdotes, religiosos y

laIc~s. El numero de mIembros ha de estar en relación con la importanCIa

de las tareas pastorales diocesanas. Cada tres años se procede

a una renovación de sus componentes.

En segundo lugar, es una entidad estable, con actividades «intermitentes

o permanentes». Para un mejor funcionamiento puede establecerse

un «pleno», una «comisión permanente» y un «secretariado

general». El pleno se reune un par de veces al año; la comisión permanente,

más a menudo.

En tercer lugar; ~eben estar representadas en el consejo de pastoral

las «zon~s>~ geo~r~fIc.as y los «se::t?res pastorales» (parroquias, apostolado

bIbhco, hturgIco y ecumemco, apostolado seglar, espirituali-

15. Ecc/esiae sanctae l, 16-17; n;4 y 20. Cf. mi trabajo Consejo diocesano de

pastoral, en DAbPast, 103-104.

16. Cf. Eccl 10.12.1966.

Práctica 237

dad, promocIOn social y caritativa, misiones, emigración, turismo,

vocaciones, etc.).

En resumen, el consejo diocesano de pastoral, que tiene voz consultiva

como el consejo presbiteral, es un instrumento técnico de trabajo

al servicio del obispo y de todas las instituciones pastorales de

la diócesis 17 • En esta actividad está incluso subordinado al senado de

los presbíteros, que goza de una competencia consultiva más amplia.

En todo caso, la duplicidad de dos consejos diocesanos (el presbiteral

y el de pastoral) complica la realización del ministerio pastoral. Debiera

existir un solo «consejo diocesano», mediante la fusión de los dos

consejos actuales.

3. Las comisiones diocesanas de pastoral

Las comisiones diocesanas de pastoral son organismos ejecutivos,

de naturaleza permanente en cuanto a su institución, personas y actividad,

que llevan a cabo la acción pastoral de la Iglesia local, bajo

la dirección del obispo y de los consejos diocesanos 18. El «motu proprio»

Ecclesiae sanctae afirma que «c~n objeto de conse~uir rea~mente

el fin del consejo pastoral, es convemente que un estudIO prevIO preceda

a los trabajos en común, con la ayuda, si el caso lo requiere, de

las instituciones u oficinas que trabajen para ese fin» (n. 15,4).

Esta coordinación quedará garantizada si los directores de secretariados

y comisiones de pastoral, a quienes puede suponerse técnicos.

o especialistas en sus respectivos campos de la acción pastoral,. son

designados miembros del consejo de pastoral, para que este orgamsmo

tenga suficiente asesoramiento cualificado.

Las comisiones de pastoral pueden ser coordinadas por una secretaría

técnica o centro diocesano, que, a su vez, recoge las consultas

del consejo de pastoral. Este centro diocesano es en realidad un «centro

de acción pastoral», como lugar en donde se establece el contacto

entre la línea horizontal de las comisiones y la vertical del obispo,

vicario y consejo presbiteral.

El centro diocesano de acción pastoral es, en primer lugar, un

órgano de estudio y de dirección que investigue los problemas reales

de la diócesis y prepare los planes pastorales con una amplia visión.

Cuando esta tarea supera las posibilidades de una diócesis, parece

17. Cf. Estructuras diocesanas posconciliares. Symposium de obispos europeos,

Madrid 1968; J. Castex, El consejo de pastoral en las diócesis españolas, EsteBa 1970;

J. E. Schenk, El consejo del presbiterio y el de pastoral, Valencia 1971; P. León y Francia,

Los consejos pastorales, una esperanza para el futuro de la Iglesia, Madrid 1987.

18. Cf. mi trabajo Comisión diocesana de pastoral, en DAbPast, 86-87.



238

Teología Práctica

Práctica 239

conveniente que el ce~/tro de pastoral sea regional. En segundo lugar,

es un organo de acclOn. Por este centro pasan todas las decisiones

~a~torales. Par~ q.ue sea eficaz, ha de ser reducido en personal cualIfIcado.

Es aSImIsmo, en tercer lugar, un órgano de formación y

orientación, no de vigilancia o control, de todos los agentes de la

pastoraP9.

objetivos concretos de la acción pastoral. El análisis de la realidad

exige la ayuda de los sociólogos. Una vez analizada la realidad, se

traza la correspondiente orientación pastoral, que, de ordinario, exigirá

una adecuación de la mentalidad de los agentes o responsables a dicha

situación.

b) Nivel infradiocesano

l. Zona pastoral

Para llevar a cabo la acción pastoral son necesarias las zonas

pastorales, estructuras intermedias entre la parroquia y la diócesis.

«~a zona hur.nana -afirma F. J. Calvo- es un conjunto en que los

dI~ersos ambIentes gozan de cierta homogeneidad por depender de los

mIsmos centros de influencia»20. En la zona pastoral interesan todos

lo~ p~oble~a~ humano~, especial.mente la mentalidad, la vivencia y la

practIca rehgIOsa. La ImportanCIa de la zona es decisiva, ya que en

ella convergen la mayor parte de los problemas y necesidades. Con

~re~uencia, la ~~09uia es demasiado pequeña, el arciprestazgo es

lImItado y la dIOcesI.s es demasiado grande para que los problemas

sean tratados convementemente. La zona es necesaria en la regiones

ru~ale~ ?~ cara a u?a past~ral de conjunto. La zona pastoral urbana es

mas dIfIcIl de preCIsar. EVIdentemente, para evangelizar en una ciudad

hay.que tener en cuenta todo su conjunto, así como la presencia de

barnos enteros homogéneos. De hecho, ya existen las vicarías de zona

en muchas urbes, de reciente creación, y los arciprestazgos, antiguas

estructuras canónicas territoriales.

En la zona debe existir un responsable que coordine los esfuerzos

de. párr~:os y arc.iprestes en una pastoral de conjunto, abierta a la

onentaclOn total dIOcesana. Pueden ayudarle los delegados de zona de

los w~ndes sectores de la pastoral que trabajan directamente con las

COmISI?neS pastorales di?cesanas. El responsable y los delegados de

zona, Junto con los arCIprestes, constituyen el consejo o comisión

pastoral de zona. El objetivo de esta comisión reside en reflexionar

sobre los problemas humanos y religiosos de la zona, para marcar los

19., Cf. F, J., Calvo, Orientaciones de una pastoral diocesana de conjunto, Madrid

1966; Id" Org~ntsmos y estructuras para una pastoral de conjunto, en Pastoral de

conjunto, RefleXIOnes y sugerencias, Madrid 1966, 143-167.

20., F. J. Calvo, Organismos y estmcturas para una pastoral de conjunto, en Pastoral

de conjunto. RefleXIOnes y sugerencias, Madrid 1966, 156.

2. Arciprestazgo

El arciprestazgo es una división territorial diocesana, que abarca

varias parroquias, con objeto de conjuntar la acción pastoral de todos

los sacerdotes que trabajan en dicha demarcación 21 • Al frente del

arciprestazgo está el arcipreste, llamado también vicario foráneo o

decano (CIC 553), nombrado por el obispo a propuesta de los sacerdotes

que ejercen su ministerio en esa parcela pastoral, después de

una correspondiente votación. Puede ser elegido arcipreste cualquier

sacerdote del arciprestazgo. Es nombrado para un tiempo determinado.

Su función principal es «fomentar y coordinar la actividad pastoral

común en el arciprestazgo» (CIC 551, así como la de velar por la

dignidad personal y la responsabilidad apostólica de los sacerdotes de

esta demarcación. El nuevo código sigue aquí al pie de la letra la

recomendación del «motu proprio» Ecclesiae sanctae de Pablo VI. Ya

el Concilio habló de la creación de algunos «colaboradores más inmediatos

de los obispos» con una tarea de carácter «supraparroquial»,

de cara a un ministerio determinado o a un territorio preciso (CD 29).

El título de arcipreste apareció en el S. VI, aplicado al sace~do~e

responsable de una zona misionera con la ayuda de su presbIteno

local. La figura del arcipreste territorial, autoridad intermedia entre el

obispo y el párroco, se desarrolló a partir del S. IX. Poco a poco se

extendió a toda la Iglesia. Con todo, su autoridad disminuyó a causa

de la prepotencia pastoral adquirida por el archidiácono, equivalente

a vicario del obispo y, a menudo, rival del mismo prelado. En realidad,

los arciprestes nunca tuvieron jurisdicción. Su responsabilidad fue - y

sigue siendo- de mera vigilancia administrativa.

En teoría, el arciprestazgo es hoy pieza clave en la pastoral de

conjunto, como eslabón, con la zona pastoral, entre la diócesis y la

parroquia. Según Mons. Delicado, «el.arciprestazgo es la u~idad de

la pastoral parroquial y la zona es la u~Idad de la p.astoral socIal>~. En

la práctica no es fácil que las parroqUIas pertenecIentes a un mIsmo

21. Cf. mi trabajo Arciprestazgo, en DAbPast, 48. Cf. también J. Bestard, L'arxiprestat,

unitat biisica de pastoral de conjunt: «Documents d'Església» 452 (1987) 333-

344; 377-378.



240 Teología Práctica

arciprestazgo adopten una línea pastoral común, dado el pluralismo

hoy existente en la Iglesia y en la sociedad. Por otro lado, la responsabilidad

del arcipreste de mera inspección es apenas relevante frente

a la autoridad que posee el párroco. Ni siquiera el nuevo Código ha

dado un paso decisivo en la configuración de la zona pastoral, como

institución superior a la parroquia. La pastoral sigue siendo eminentemente

parroquial 22 •

3. Consejo parroquial

El consejo parroquial es un grupo de feligreses, elegidos en representación

de la comunidad parroquial para ayudar al párroco, como

corresponsables, en el ministerio pastoral. De ordinario son militantes

(entre 10 y 25) que se reunen periódicamente para analizar los asuntos

de la parroquia, fomentar la participación de todos los feligreses y

llevar a cabo, en la práctica, el proyecto pastoral. Es un órgano permanente,

representativo, consultivo, de estudio y de ayuda al párroco

y a la comunidad. Sus funciones principales residen en conocer la

realidad a evangelizar, programar la acción pastoral, coordinar todas

las tareas y revisar lo programado y realizado.

El consejo parroquial tiene, en primer lugar, funciones de liderazgo

para evitar el dirigismo personalista del párroco (o de otra persona que

hace sus veces) o el espontaneísmo de una igualdad pasiva mal entendida.

Este liderazgo, con el párroco al frente (CIC can. 536), simboliza

el objetivo de la comunidad, ayuda a tomar decisiones, transmite

información válida y anima a los miembros de la parroquia.

En segundo lugar, el consejo parroquial tiene funciones de representación,

al estar compuesto por personas elegidas desde la asamblea

parroquial y por los responsables de los diferentes comités o comisiones

de pastoral (evangelización, catequesis, liturgia, acción social y caritativa,

economía, acogida, relación con otras comunidades, juventud,

etc.) existentes en la parroquia. Forman parte del mismo todos los

sacerdotes que ordinariamente trabajan en la parroquia, así como una

representación de las eventuales religiosas que colaboran en las tareas

pastorales locales. Los miembros del consejo han de ser personas con

sentido crítico, capacidad organizativa, representación popular, cercanía

a los problemas reales, mínima preparación cristiana y preocupación

evangelizadora.

22. Cf. J. Delicado, Pastoral diocesana al día. El arciprestazgo en la pastoral de

conjunto, EsteBa 1966; id., ¿Qué es ser obispo, hoy?, Madrid 1971.

Práctica 241

En tercer lugar, el consejo parroquial tiene funci~n~s de planificación,

en el sentido de que ayuda a concretar los obJetlvos anuales,

distribuir tareas Y revisar oometidos. .'

El consejo se forma después que haya en la pa?,oqUIa un CIerto

espíritu comunitario, es decir, c~a??o s.~ den los pnmero~ pasos por

medio de unos «cursillos de sensIbIhzacIOn pastoral» y surpn algunas

comisiones. En todo caso, el primer consejo parroquial ha de ser

transitorio o provisional. Todo consejo parroquial deberá el~borar su

propio estatuto o reglamento, de acuerdo a la.s .~ormas nacIO~ales y

diocesanas existentes, que regule su composIcIOn, nombramIento~,

competencias y funcionamiento, según las dimensiones de la parroqUIa

y su grado de madurez pastoraF 3 •

c ( Nivel supradiocesano

1. El colegio episcopal

El papa y los obispos se unen entre sí a la manera. ~e un colegio

o asamblea estable, expresión e instrumento de la aCCIOn corr~spondiente

de los obispos para el cuidado pastoral del pueblo de DIOS. El

colegio episcopal es una estructura originaria y. constitucional de.}a

Iglesia. El Sínodo de los Obispos d~ 19.85 afIrm~ ~ue «la aCCIOn

colegial, tomada en sentido estricto, Imphca la actl~Idad de todo el

colegio juntamente con s~ cabeza so?re t?da la IglesIa>~ (11 C 4) .. ~n

realidad, siempre ha habIdo en la hIstona de la IglesIa una aCCIOn

colegial de los obispos, a sabe.r~ una ac~ió~ corresponsa~l~, como se

observa en los primeros concIlIOs provmcIales o eCUm~?ICos: en la

participación de varios obispos en los ritos de ordenacIOn epIscopal

de nuevos pastores Y en las' relaciones fraternas entre los ObISpOS de

diversas Iglesias locales (LG 22). .

Esta corresponsabilidad episcopal tiene tan hondas ~~Ices .que el

colegio de los obispos, cuya cabeza es el papa, «es tambIen sUjeto de

la suprema y plena potestad sobre la Iglesia unive.rsal» (LG 22) .. ~n

momento solemne de ese ejercicio es el que se reahza en los concIlIos

ecuménicos (LG 22). Pero más importantes que las implicac~ones

jurídicas son las apostólicas, que se ~a?i~iestan e~ la promocIón y

defensa de la unidad de la fe y de la dIscIplma comun, y, sobre todo,

en la evangelización del mundo entero (LG 23).

23. Cf. M. Gonzá1ez Cano, Los consejos pastorales, Madrid 1972; J. B~tBes, ,Els

consells pastorals: QPast 69-70 (1981); J. Bestard, El consejo pastoral parroquzal. Como

dinamizar una parroquia, Madrid 1988.



242 Teología Práctica

2. El sínodo de los obispos

El término synodos -semejante a concilio- significa asamblea,

marcha conjunta. En los primeros siglos equivale a reunión de representantes

cualificados de una Iglesia o de varias para poner en común

experiencias y problemas y lograr soluciones comunes. El fenómeno

sinodal aparece en el s. 11 y se extiende por toda la Iglesia en los s.

III y IV. De este modo se muestra la Iglesia como comunión de Iglesias

locales, al mismo tiempo que se revisa la fe y se denuncian las desviaciones.

Evidentemente, se dan diferentes modelos de sínodos, tanto

en Occidente como en Oriente. En realidad, el sínodo es un momento

central de una Iglesia (diocesana, regional o nacional) para deliberar

y tomar decisiones de cara a su futuro, escoger sus responsables,

manifestar su unidad y celebrar su comunión con toda la Iglesia universal.

La sinodalidad es, junto a la colegialidad y la conciliaridad,

una expresión fundamental de la comunión cristiana. Tanto las Iglesias

orientales como las originadas por la Reforma poseen un organización

sinodal. En cambio no se manifiesta tan clara la sinodalidad en la

Iglesia católica latina a causa de la preponderancia del papado. Ciertamente,

el antiguo Código de 1917 dedicó un capítulo a los «concilios

plenarios y provinciales» y otro al «sínodo diocesano», pero estas

asambleas tenían una escasa importancia pastoral.

Puede afirmarse que el Vaticano 11 ha revalorizado el principio

sinodal dentro de la Iglesia católica (LG 22), especialmente con la

creación del sínodo de los obispos «como representación de todo el

episcopado católico», para ayudar al papa en «la solicitud de la Iglesia

universal» (CD 5). Se pretendía así que el concilio se prolongase en

una especie de sínodo permanente como «signo de colegialidad» o

expresión del «collegialis affectus» (LG 23). Mediante el «motu proprio»

Apostolica sollicitudo (15.10.1965) erigió Pablo VI el sínodo

episcopal o «consejo estable de obispos», de carácter consultivo, cuya

función es obrar «en nombre de todo el episcopado católico» y manifestar

«al mismo tiempo que todos los obispos en comunión jerárquica

son partícipes de la solicitud de toda la Iglesia» (CD 5). De este

modo, representantes del colegio episcopal se asocian de modo eficaz

con el papa «en la tarea y responsabilidad del gobierno eclesial»24.

Desde entonces el sínodo se ha reunido varias veces, ha abordado

temas importantes y ha emitido algunos documentos de relieve, pero

no ha modificado apenas el modo del gobierno papal.

El sínodo de obispos intenta ser un instrumento de planificación

en la pastoral de conjunto de la Iglesia universal, al facilitar la co-

24. Pablo VI, Discurso a la curia romana, 21 de septiembre de 1963. Cf. Ordo

Synodi Episcoporllln celebrandae (8.12.1966; 24.6.1969; 20.8.1971).

Práctica 243

municación de ideas y experiencias entre el papa y los obispos. Ya se

vio en el Vaticano lila importancia que tuvo el intercambio de criterios

entre los miembros del colegio episcopal y entre las conferencias

episcopales. Según el estatuto de su creación, uno de los fines generales

del sínodo, además de aconsejar y colaborar con el papa en la marcha

de la Iglesia, consiste en «facilitar la concordia de opiniones, al menos

sobre los puntos esenciales de la doctrina y sobre el modo de actuar

en la vida de la Iglesia» (AS 11). Así, los catolicismos nacionales

podrán confrontarse mejor con el bien común de la Iglesia universal.

Sin embargo, después de un recorrido levemente ascendente del primer

sínodo en 1967 al de 1974 sobre la evangelización, la institución

sinodal ha perdido importancia y significación, debido al influjo que

tiene la curia vaticana en su desarrollo, en detrimento del papel de las

conferencias episcopales.

Según el nuevo código de 1983 , el sínodo «es una asamblea de

obispos escogidos de las distintas regiones del mundo, que se reunen

en ocasiones determinadas para fomentar la unión estrecha entre el

romano pontífice y los obispos, y ayudar al papa con sus consejos»

(c. 342), respecto de la fe y las costumbres, la disciplina y la acción

de la Iglesia en el mund0 25 •

Se han celebrado varios sínodos. El primer sínodo se celebró en

1967 con la participación de 199 sinodales; se trataron cinco asuntos:

principios de la revisión del Código, opiniones doctrinales peligrosas,

seminarios, matrimonios mixtos y reforma litúrgica. El segundo sínodo

extraordinario de 1969 estudió la colegialidad; se ocupó en concreto

de la colaboración de la santa Sede con las conferencias episcopales

y de éstas entre sí. El tercer sínodo de 1971 analizó dos cuestiones:

el ministerio sacerdotal y la justicia en el mundo. El cuarto sínodo

de 1974 trató el tema la evangelización del mundo contemporáneo,

con la participación de 207 sinodales; fruto de este sínodo fue la

exhortación apostólica Evangelii nuntiandi de Pablo VI (8.12.1975).

El quinto sínodo de 1977 estudió la catequesis en nuestro tiempo, con

especial referencia a los niños y jóvenes; resultado del mismo fue la

exhortación apostólica Catechesi tradendae de Juan Pablo 11

(16.10.1979). El sexto sínodo de 1980 trató la cuestión de la misión

de la familia cristiana en el mundo de hoy; fruto del mismo fue la

encíclica Familiaris consortio (22.11.1981). El séptimo sínodo de

1983 trató el tema reconciliación y penitencia en la misión de la Iglesia;

fruto del mismo fue la exhortación apostólica Reconciliatio et paenitentia

(2.12.1984). El octavo sínodo extraordinario de 1985 hizo un

25. Cf. C. Floristán. Sínodo, en DAbPast, 429; El Sínodo 1985. Una valoración:

Conc 208 (1986).



244 Teología Práctica

balance de los veinte años transcurridos después de celebrar el Vaticano

11; resultado directo del mismo ha sido el documento Ecclesia sub

verbo Dei, traducido al castellano como La Iglesia, a la luz de la

palabra de Dios (8.12.1985). El noveno sínodo de 1987 estudió la

cuestión vocación y misión de los laicos en la Iglesia y en el mundo;

consecuencia del mismo ha sido la exhortación apostólica Christifideles

laici o Los laicos cristianos, exhortación apostólica de Juan Pablo

11 (30.12.1988). El décimo sínodo de 1990 se ha dedicado al sacerdocio

ministerial.

3. Las conferencias episcopales

Las conferencias episcopales nacionales surgieron en algunos países

como conventus episcoporum hacia la mitad del siglo pasado (Bélgica

en 1830 y poco después Alemania, Austria, Hungría, Irlanda,

etc.), al comprobar muchos obispos la dificultad de realizar la acción

pastoral en su diócesis sin abordar ciertos problemas de nivel nacional.

Se veía necesario el acuerdo episcopal en temas doctrinales y pastorales,

especialmente los referentes a las relaciones entre Iglesia y

Estado. Como en tantas otras ocasiones, la práctica pastoral precedió

una vez más a la teología 26 . Cuando se inaugura el Vaticano 11 había

42 conferencias episcopales. Recordemos el papel decisivo que en el

desarrollo del concilio jugaron los episcopados nacionales.

El Vaticano 11 impulsó la constitución de las conferencias episcopales

al constatar que «en los tiempos actuales no es raro que los

obispos no puedan cumplir su cometido oportuna y fructuosamente si

no estrechan cada día más su cooperación con otros obispos» (CD 37).

Recibieron su estatuto oficial con el decreto Christus Dominus

(28.10 .1966). Las conferencias episcopales intentan facilitar las relaciones

entre las Iglesias locales y la Santa Sede, ya que contribuyen

a la solidaridad de los obispos en la responsabilidad colegial de la

Iglesia 27 . «Sin el ministerio del papa -escribe H. Teissier-, las

Iglesias particulares podrían estallar en una polvareda de Iglesias nacionales.

Pero sin la realidad de las Iglesias particulares en cada nación

y región o en cada continente no habría catolicidad»28. Son, además,

26. Cf. J. Manzanares, Las conferencias episcopales hoy. Configuración jurídica y

fundamentos doctrinales: RevEspDC 25 (1969) 325-372.

27. Cf. Las conferencias episcopales hoy, Salamanca 1977; G. Feliziani, Le conferenze

episcopali, Bologna 1974; J. Hamer, Les conférences épiscopales, exercice de la

collégialité: NRT 85 (1983) 966-969.

28. H. Teissier, Las conferencias episcopales y su función en la Iglesia: Conc 208

(1986) 448.

Práctica 245

el órgano apropiado de la cooperación de los obispos de una nación

o incluso de varias naciones entre sí. La clave de su eficacia reside

en la conjunción de fuerzas y criterios, tanto en la doctrina como en

las acciones pastorales. «En las conferencias episcopales -afirma el

sínodo de obispos de 1985 - los obispos de la misma nación o territorio

ejercen unidos su oficio pastoral»29. Su posible riesgo está en la mecanización

de su funcionamiento y en el acantonamiento regionalista.

Pero las conferencias no están para resolver cuestiones de mero trámite,

sino para hacer que la Iglesia de un país progrese intensa y extensamente.

Para lograrlo, son importantes los diversos secretariados nacionales

como instrumentos de contacto con los problemas reales de

la comunidad cristiana en una nación. Es lamentable ver a una conferencia

episcopal centrarse en problemas de escaso interés vital. Frente

al riesgo de un particularismo cerrado, es necesaria la cohesión de

las conferencias con la catolicidad de la Iglesia. La fidelidad al Concilio

y la eficacia en las decisiones del sínodo serán garantías frente al

excesivo nacionalismo y aislamiento de las Iglesias locales. Al suprimirse

ahora muchas barreras entre los pueblos, aumenta la posibilidad

de coordinación entre diversas conferencias episcopales para constituir

organismos continentales. Recordemos la existencia del CELAM

(Consejo Episcopal Latino Americano), AMECEA (Assotiation of

Member Episcopal Conferences in Eastem Africa), SECAM (Symposium

of Episcopal Conferences of Africa and Madagascar), FABC

(Federation of Asian Bishops' Conferences), CCEE (Consilium Conferentiarum

Episcopalium Europae) y NCCB de Estados Unidos (National

Conference of Catholic Bishops).

El debate sobre las conferencias episcopales se ha originado recientemente.

En su Informe sobre la fe de 1985, el cardenal J. Ratzinger

afirma que «las conferencias episcopales no tienen una base

teológica, no forman parte de la estructura imprescindibles de la Iglesia

tal como la quiso Cristo; solamente tienen una función práctica, concreta»30.

A la vista de esta grave afirmación, el sínodo de los obispos

de ese mismo año sobre los frutos del Vaticano 11 sugiere que al ser

las conferencias episcopales «útiles y necesarias en el trabajo pastoral

actual de la Iglesia», se haga «un estudio de su estatuto teológico»3!.

En enero de 1988 se envió a las conferencias episcopales un instrumento

de trabajo para su discusión sobre su propio estatuto. La realidad

es que ha sido hasta hoy tema de discusión más entre canonistas que

entre teólogos. Lo cierto es que desde un punto de vista pastoral, las

29. Informe final, n, C 5; cf. CD 38 y ClC can. 447.

30. J. Ratzinger-V. Messori, Informe sobre la fe, Madrid '1985,68.

31. Documento final, n C 8.



246 Teología Práctica

conferencias episcopales son tan útiles como necesarias 32 . Recuérdense

los sínodos de Iglesias nacionales tenidos en Dinamarca, Holanda,

Alemania Federal y del Este, Suiza, Austria, etc. Pero «no se puede

negar -escribe J. Kerkhofs- que luego de un entusiasmo inicial,

muchas de estas formas colegiadas de consejos, en las cuales se invierten

grandes y prolongados esfuerzos, se van paulatinamente desangrando

o no dan los resultados esperados, en parte por cansancio,

en parte por polarización de grupos de creyentes, pero siempre muy

condicionadas por la actitud rechazante de la santa Sede, que en lugar

de estimularlas positivamente, bloquea la mayor parte de las aspiraciones

más importantes de estas reuniones eclesiales»33.

UNIDAD Y PLURALIDAD EN LA ACCION PASTORAL

12

BIBLIOGRAFIA

A. Bravo - R. Echarren - J. A. Ubieta - 1. M. Díaz Mozaz, Programación

por objetivos, Madrid 1987; 1. F. Motte - F. Boulard, Hacia una pastoral de

conjunto, Santiago de Chile 31964; F. J. Calvo, Orientaciones de una pastoral

diocesana de conjunto, Madrid 1966; G. Locatelli, La pastoral de conjunto

después del Concilio, Bilbao 1969; J. Marins, La planificación pastoral, Bogotá

1972; R. Strassoldo, Planificación, en F. Demarchi - A. Ellena, Diccionario

de Sociología, Madrid 1986, 1286-1300; Varios, Pastoral de conjunto. Reflexiones

y sugerencias, Madrid 1966; J. A. Vela, Racionalidad interna de toda

planificación pastoral: ThXav 37 (1987) 433-474.

Números especiales de revistas: ¿Cómo programar y evaluar la acción

pastoral?: SalT 66 (1978110) n. 785.

En unas pocas décadas hemos pasado del monolitismo social y

religioso a una gran diversidad de creencias, cosmovisiones del mundo,

opciones éticas, conductas morales, etc. De hecho, con la secularización

progresiva de la sociedad y la arribada de las libertades democráticas,

ha aparecido en nuestro mundo un pluralismo caracterizado

por un abanico enorme de significaciones ideológicas, a menudo

contrapuestas y casi siempre en competencia. El pluralismo afecta,

sobre todo, a las visiones religiosas, políticas y culturales del mundo;

aparece, sobre todo, en las sociedades evolucionadas con la pérdida

del monopolio religioso. Es una característica evidente de la vida

moderna!.

1. El pluralismo social

a) Vigencia del pluralismo

El pluralismo es definido por P. Berger y Th. Luckmann como

«una situación en la que se da una competencia en la ordenación

institucional de las significaciones globales concernientes a la vida

cotidiana»2. Se produce con el proceso de secularización, a saber,

cuando la cosmovisión religiosa deja de ser única y dominante. Entonces

aparecen diversas visiones globales, unas religiosas y otras no,

que se relativizan entre sí y que pugnan por prevalecer. Lo más ca-

32. Cf. A. Antón, Conferencias episcopales. ¿instancias intermedias?, Salamanca

1989.

33. J. Kerkohfs, A los veinte años del Vaticano l/: PMV 102 (1985/3) 15-16.

1. Cf. R. Lemieux, Pluralité et sécularité, en Le Pluralisme: Symposiwn interdiscipinaire-Pluralism:

lts meaning today, Montréal 1974, 101-124.

2. P. Berger - Th. Luckmann, Aspects sociologiques du pluralisme: «Archives de

Sociologie des Religions» 23 (1967) 117.



248 Teología Práctica

racterístico del pluralismo no es la pluralidad sino la coexistencia de

elementos sociales o culturales que carecen de un criterio superior.

Hay pluralismo en lo religioso, moral, social y político.

Con la llegada del pluralismo, la institución religiosa -en nuestro

caso la Iglesia- deja de ser obligatoria y se transforma en voluntaria.

Incluso aparecen instituciones no religiosas, de tipo político o simplemente

cultural, que proponen significaciones diversas e incluso

profundas en ciertos aspectos importantes de la existencia, como la

vida, la muerte y el amor 3 • Esto exige a la institución religiosa una

profunda reforma en su oferta pastoral. Con la secularización llega la

selectividad, es decir, «la capacidad de hacer elecciones entre significaciones

posibles y asumir un cierto número personalmente»4. Por

supuesto, dicha selectividad se da no sólo entre tendencias religiosas

o políticas diversas sino dentro del mismo catolicismo. Acostumbrado

el católico al pluralismo cultural, encuentra lógico un cierto pluralismo

religioso.

b) La tensión unidad-pluralismo

La Iglesia ha vivido constantemente desde sus IlllClOS una permanente

tensión entre unidad y pluralismo, tanto en su interior como

en relación a la sociedad. De una parte, la sociedad en la que se sitúa

la Iglesia -sobre todo la sociedad moderna- es extremadamente

pluralista. De otra, se han multiplicado la pluralidad teológica y pastoral

en el interior del pensamiento y de la vida eclesiales. Este doble

hecho nos ayuda a considerar la tensión unidad-pluralismo en dos

aspectos: la Iglesia en una sociedad pluralista y la pluralidad dentro

de la Iglesias.

. ~ecordaré,. ~e entrada, un juicio previo -o prejuicio- que los

CrIstIanos admItImos como algo natural o connatural: la unidad es

siempre excelente, incluso cuando aparece como uniformidad; en cambio

el pluralismo es siempre nocivo, salvo cuando se le entiende como

pluralidad o como pluriformidad. A la hora de valorar las tensiones

que s~ presentan entre la unidad y el pluralismo -o si se quiere, la

plu~alIdad-, conviene ser cautos para observar las exageraciones y

pelIgros que hay, tanto en una posición como en otra. Demasiadas

veces ha prevalecido entre nosotros este falso dilema: uniformidad de

3. Cf. A. Caron, Pluralisme et action pastorale: "Pastoral Scienees» 3 (1984) 71-80.

4. P. Berger - Th. Luckmann, Aspects sociologique du pluralisme, o. c., 73.

5. Reproduzco mi trabajo La tensión unidad-pluralismo: IgVi 127 (1987) 7-17, con

algunos retoques.

Práctica 249

la teología o dispersión de la fe. La unidad puede ser a veces peligrosamente

totalitaria y la pluriformidad es a menudo fecunda.

El sínodo extraordinario de 1985 aplicó el término «pluriformidad»

a la Iglesia y el de «pluralismo» a la sociedad, con una distinción

sorprendente: «Como la pluriformidad es una verdadera riqueza y lleva

consigo la plenitud, ella misma es también una verdadera catolicidad;

el pluralismo, por el contrario, de posiciones claramente opuestas,

lleva a la disolución y destrucción y a la pérdida de identidad». Este

criterio debe ser aclarado a la luz del Vaticano 11, que reconoce en la

Iglesia «diversidad» y «particularidad» (LO 13; AO 22), aunque rehúye

el uso eclesial del vocablo «pluralismo», que lo aplica solo a la sociedad

(OE 6 Y 7; OS 53 Y 76). En teología y en pastoral se usa

habitualmente el vocablo «pluralismo» en sentido amplio como «pluralidad»

o «pluriformidad». Las diversidades y particularidades expresadas

en el pluralismo teológico y pastoral se dan, por supuesto,

en una Iglesia con la profesión paulina de unidad en el Señor, en la

fe, en el bautismo y en un solo Dios y Padre (Ef 4,3-6).

c) La sociedad pluralista

En general puede decirse que la actitud de la Iglesia ante el pluralismo

social -o ante la sociedad pluralista- ha sido mucho más

positiva que ante el pluralismo intereclesial o intraeclesial, entre otras

razones porque no es la Iglesia dueña del mundo (aunque en determinados

momentos históricos ha podido parecerlo), especialmente después

de la Ilustración, con la que comienza la Modernidad. La sociedad

europea occidental, emancipada de la tutela religiosa y en trance profundo

de secularización, ha provocado una crisis evidente en la teología

cristiana por medio de la crítica a ciertas ideologías metafísico-religiosas

desde planteamientos históricos, éticos y sociales. No es posible,

en esta sociedad moderna, un planteamiento teológico único

sino confluencia de reflexiones cristianas. Al pluralismo social corresponde,

normalmente, un pluralismo teológico 6 •

El pluralismo social se caracteriza por un conjunto de cosmovisiones

distintas, religiosas o filosóficas, que circulan libremente en el

mercado de ideas y de valores, dentro de las ofertas y de las demandas,

sin que ninguna de dichas cosmovisiones tenga un estatuto

privilegiado 7 • Según J. -C. Murray, pluralismo es «la coexistencia den-

6. Cf. K. Rahner, El pluralismo en teología y la unidad de confesión en la Iglesia:

Cone 46 (1969) 425-448.

7. CL O. Konig, Pluralismo, en J. B. Bauer, Temas candentes para el cristiano,

Barcelona 1976, 391-407.



250 Teolog{a Práctica

tro de la comunidad política de grupos que apelan a concepciones

diferentes respecto a las cuestiones últimas relativas a la naturaleza y

al destino del hombre»8. La sociedad pluralista se da ordinariamente

en los estados democráticos organizados según la economía de consumo,

la libertad de mercado y el sistema de partidos políticos que

intentan representar a la soberanía popular. Aparece en el tránsito de

la sociedad tradicional a la sociedad liberal. Con el pluralismo adviene

la concurrencia y competencia económica, social, política y cultural

de diversos grupos y organizaciones institucionalizadas, con sus derechos

respectivos y obligaciones reguladas por acuerdos comunes,

entre los que destaca la constitución estatal. En estas sociedades abiertas

están regulados jurídicamente los derechos humanos, entre los

cuales destacan las libertades ciudadanas, la tolerancia ante las distintas

cosmovisiones, el criterio de justa compensación para favorecer al más

débil, la superación de los conflictos por medios legítimamente aprobados

y el derecho a la diversificación regional mediante federaciones,

confederaciones, autonomías y autodeterminaciones. En este estado

de cosas, teóricamente aceptable, son favorecidos en la práctica los

grupos poderosos y son marginados los ciudadanos más débiles. En

determinados momentos o lugares aparece la injusticia o desaparece

la libertad 9 •

Desgraciadamente, todavía existen estados totalitarios, de uno o

otro cuño político, caracterizados como sociedades cerradas con esquemas

doctrinales únicos, en los que se impone la uniformidad por

medio de la coerción. Por otra parte, están las sociedades abiertas,

caracterizadas por su pluralismo en diversos ámbitos fundamentales

de la vida: político, educacional, cultural, económico y religioso.

Sorprendentemente, la Iglesia se sitúa con más facilidad, sea en alianza

o en oposición, en los estados totalitarios o en los régimenes políticos

autoritarios, y se encuentra más desprovista en las sociedades típicamente

pluralistas. Debido a una larga tradición, la Iglesia ha vivido

en estrecha relación con la sociedad tradicional, caracterizada por el

factor de integración social propio de la religión. No olvidemos, además,

que la Iglesia ha estado apologéticamente a la defensiva en todo

el proceso reciente de la modernidad. En lugar del diálogo se ha

impuesto a menudo la condena, el mandato ha prevalecido sobre la

responsabilidad, se ha considerado peligrosa la libertad y se ha recelado

de toda emancipación.

8. Citado por Ch. Davis, The Philosophical Foundations 01 Pluralism, en Le Pluralisme

- Pluralism: ¡st Meaning Today, Montréal 1974, 223.

9. Cf. J. M. Díez-Alegría, Pluralismo, en CFP, 770-786; Ph. Delhaye, Le Probleme

du pluralisme: EspVie (1976) 529-544.

Práctica 251

En los estados pluralistas modernos, la Iglesia ha perdido su antiguo

monopolio al deteriorarse o desaparecer la denominada cristiandad.

La cultura moderna, que es cultura dominante, es generada por la

economía, la ciencia y la técnica a través del Estado, la universidad,

el barrio o las diferentes asociaciones civiles. La Iglesia pasa a ser

una institución secundaria, con escasa influencia pública en la esfera

de lo ético, social y político y mermada credibilidad. En este contexto

social pluralista no es fácil suscitar la fe, educarla y sostenerla, ya

que predominan ciertas concepciones secularizadas ajenas a la tradición

cristiana y en oposición a valores tenidos como católicos, sin una

rigurosa verificación evangélica.

El dilema de la Iglesia en esta situación es dramático: convertirse

en un ghetto de creyentes integristas al estilo de una secta, con su

interioridad religiosa y vida privada, o adaptarse totalmente al mundo

secular evaporando lo específico cristiano, ya que lo que importa es

la construcción de la realidad humana. Con frecuencia, el integrista

no es pluralista y el pluralista difícilmente es cristiano 10 •

d) La Iglesia ante el pluralismo social

El Vaticano 11 admitió sin dificultad la «pluralidad de las culturas»

(GS 53) y la «sociedad pluralista» (GS 76). En una ~rimera apr~ximación

pastoral, debieran tenerse en cuenta en una SOCIedad plurahsta

estos criterios:

a) La sociedad moderna es una sociedad laica tutelada por el Estado,

no por la instancia religiosa. Se caracteriza, entre otras cosas,

por los valores de la libertad, del sentido crítico y ~e la auton~mía.

Lo religioso es de libre elección, dentro de la plurahdad de opCIOnes

filosóficas e ideológicas que tienen todos los ciudadanos. En el interior

del pluralismo social se impone el pluralismo religioso. La Iglesia no

puede moverse en este contexto secular pluralista con una «ideología

unitaria» en oposición al pluralismo social.

b) Al ser la Iglesia parte de la historia y de este mundo, sus

miembros participan como ciudadanos del pluralismo social o forman

parte de una sociedad pluralista. Gracias al e~paldarazo, ~el Vaticano

11 los católicos militan en diferentes grupos SOCIales y pohtIcos, aunque

por desgracia sin excesivo entusiasmo. Pesan todavía las prohibiciones

10. Cf. Diversas teolog{as, responsabilidad común: Conc 191 (1984), dedicado al

pluralismo en teología. Cf. C. Vagaggini, Pluralismo teológico, en NDT, n, 1349-1365.



252 Teología Práctica

jerárquicas antiguas respecto de las posiciones de izquierda, hay un

rect;l? sospechoso ~ntre la feligresía cristiana respecto del quehacer

pohtIco y se aprecIa una peligrosa nostalgia de la formación de un

bloque compacto político conservador que identifica lo católico con

lo patrió~ico. L~ Iglesi~. debe promover con claridad y firmeza el

compromIso, socIal y pohtIco de sus miembros, con un elevado margen

de autonomla en los seglares.

c) La. credi~ilidad. ~e la Iglesia en esta sociedad pluralista no crece

por ~ed~o de ImpoSIcIOnes al cumplimiento, llamadas severas a la

~b~dlencla, recor~atorios doctrinales o condenaciones morales sin pahatIvos.

La IglesIa ha de ser y mostrarse siempre misericordiosa

perdonador~,. llena d~ convicciones, coherente en su interior y defen~

sora evan~ehca a raJ~tabla de los más pobres y marginados. Ha de

defender sIempre.ta ~I~erta~, ha de impulsar la responsabilidad y ha

de p!oclamar la J~stlcla. Sm es.tos presupuestos difícilmente podrá

predIcar con veracIdad el mensaje salvador de Cristo ll .

d) Por haberse desarrollado el cristianismo básicamente en Occidente.

y desde Occidente, la I~lesia y su teología se han impregnado

exces~v~m~nte de cultura occIdental. Hoy advertimos que el futuro

del. CnStIallls~o no está e~ Occidente sino en Iberoamérica, Africa y

A~Ia. Esto eXIge un plurahsmo de teologías y de prácticas cristianas.

c;Iertamente, podemos afirmar con Pablo VI que «la fe no es plurahs.ta»,

pero no podemos olvidar al mismo tiempo, con palabras del

~I~mo Papa, 9ue «~omos pluralistas precisamente porque somos catohcos,

es decIr, ulllversales»12.

2. La pluralidad eclesial

. ?~rante muchos siglos la Iglesia se ha expansionado en el contexto

hlst~nco de una .cultura única europea, generada y dirigida en gran

medIda por las dIrectrices eclesiásticas. De este modo se ha desarrolla~o,

sin especial di~icultad, la inculturación de la fe. La teología era,

eVIdentemente, la mIsma en todas partes, como semejante era el modelo

de .Iglesi? repe~ido localmente. De este modo se impuso una

pers~ectIva un!versahsta y uniformi~ta, en la que cobró una gran primaCla

la IglesIa de Roma, cuyo obISpo era al mismo tiempo papa, y

11. Cf. R. Parent, Communion et pluralisme dans l'Église Paris-Montréal 1980' y

Congar, Diversités et communion, Paris 1982. ' , .

12. Pablo VI, Audiencia general del 14 de mayo de 1969 Cf DocCath (1 d . .

1969) 1541. . . e Jumo

Práctica 253

se desarrolló la denominada ideología unitaria, expresada de una forma

vigorosa en el dogma de la infalibilidad pontificia. A partir del pontificado

de Pio IX la Iglesia se concibió como una gran diócesis con

una sola liturgia (la romana), un jefe visible (el papa), una doctrina

y una moral (la escolástica) y una disciplina (que cristalizará en el

Código de 1917).

Frente a los problemas sociales, políticos, económicos y culturales

que surgen a partir de la modernidad, la Iglesia adopta una actitud

antipluralista. Sin embargo, los historiadores más lúcidos reconocen

que la Iglesia siempre fue plural, tanto en lo doctrinal como en lo

pastoral. Toda la Biblia contiene un mensaje plural, pertenezca a Israel

o a la Iglesia primitiva 13 • En las primeras tensiones surgidas entre el

uniformismo y el pluralismo, prevaleció el pluralismo de carismas,

ministerios, interpretaciones y estructuras comunitarias. Recordemos

que la Iglesia primitiva fue desde sus primeros comienzos bilingüe y

bicultural con dos tendencias, la judaizante y la helenista (Hech 6,1-

7). El mensaje cristiano, pensado en arameo por primera vez, es escrito

inmediatamente en griego. Precisamente las traducciones del kerigma

cristiano provocan roces, tensiones e incluso rupturas. El pluralismo

teológico primitivo -afirma Cl. Geffré- «nace de la necesaria historicidad

de la fe cristiana, de la diversidad de la experiencia cristiana

en el Espíritu y de la inadecuación de toda formulación humana para

expresar la plenitud del misterio revelado»14. Que la Iglesia haya sido

plural en lo doctrinal, litúrgico, disciplinar y ministerial es algo evidente.

«Si examinamos la práctica concreta de la Iglesia a lo largo de

los siglos -afirma J.-M. R. Tillard- se impone una conclusión:

incluso antes de la gran división de Oriente y Occidente y, más tarde,

de Occidente por el choque de la Reforma, esta práctica no fue nunca

idéntica por doquier. La Iglesia de Dios ha sido siempre plural, incluso

en sus grandes momentos de unidad, y tanto en el orden práctico como

en el doctrinal» 15.

Sin embargo, debemos reconocer que la unidad de la Iglesia es

una nota básica contenida en la confesión de fe. Sus raices en el NT

son evidentes (Ef 4,1-6; 1 Cor 12; Rom 12.3-8; Gá13,27 ss y sumarios

de los Hechos). Al mismo tiempo, los autores neotestamentarios hablan

de la pluralidad de las Iglesias. Pero todos los modelos -afirma J.

13. Cf. Comisión Bíblica, Unité et diversité dans I'Église, Citta del Vaticano 1989;

H. Riesenfeld, Unité et diversité dans le Nouveau Testament Paris 1979; J. Roloff, Hechos

de los Apóstoles, Madrid 1984; J. Rius-Camps, De Jerusalén a Antioquía. Génesis de la

Iglesia cristiana, Córdoba 1989; id., El camino de Pablo a la misión de los paganos,

Madrid 1984; .

14. Cl. Geffré, Diversidad de teologías y unidad de fe, en InicPrTeol, 1, 124.

15. J. M. R. Tillard, Pluralismo teológico y misterio de la Iglesia: Conc 191 (1984)

110.



254 Teología Práctica

Hoffmann - «suponen la convicción común de que la unidad no es

uniformidad, sino que se da en la diversidad» 16 . La unidad eclesial

neotestamentaria se da en el nivel de la Iglesia local, con la condición

de estar en comunión con las otras Iglesias 10cales 17 • Sin embargo, la

unidad de la Iglesia se da al mismo tiempo que la escisión. De ahí

que la unidad de la Iglesia consista en la re-unión de las Iglesias

separadas.

a) Diálogo ecuménico

De acuerdo al Vaticano 11, el esfuerzo ecuménico exige diálogo,

regreso a las fuentes, aceptación de la entidad cristiana de cada parte,

reconocimiento de que la división ha sido causada por ambas partes

(todos somos, de alguna manera, errantes), sin olvidar el carácter

escatológico de la unidad, ya que la Iglesia es una, pero aguarda la

consumación definitiva. «El desafío evangélico -afirma J.-M. R.

Tillard - consiste precisamente en hacer posible una unidad de comunión

(koinonia) en la que la diversidad y el pluralismo aparezcan

como una riqueza y no como un peligro»18.

A partir de la creación, por parte de Juan XXIII, del Secretariado

para la promoción de la unidad cristiana, el diálogo ecuménico ha

dado algunos resultados en el reconocimiento del bautismo, la aceptación

de criterios comunes en exégesis, el uso común de oraciones e

himnos en la liturgia y la aproximación a una fe común en las creencias

centrales. Pero hay serios obstáculos que frenan la unidad y no respetan

el pluralismo, por ejemplo, la admisión de la mujer al ministerio

eclesial, las normas morales de la sexualidad, los criterios de relación

Iglesia-Estado, ciertos puntos de vista sacramentales, la primacía papal,

etc. Las bases cristianas piden un ecumenismo pastoral más profundo

y rápido, ya que lo que une es mucho más que lo que separa,

al paso que la división es un obstáculo pastoral gravísimo.

b) Diversidad intraeclesial

Una de las mayores aportaciones pastorales del Vaticano 11 ha sido

la relativa a la Iglesia local o particular. El reconocimiento de las

Iglesias locales surgió a partir de la colegialidad. Los obispos no

pretendían limitar el poder papal sino el de la curia romana, con la

16. J. Hoffmann, Restauración de la unidad, en InicPrTeol, III, 340.

17. Ch. Duquoc, Iglesias provisionales, Madrid 1986, 103.

18. J. M. R. Tillard, o. c .. 109-110.

Práctica 255

intención de acceder ellos mismos a las decisiones de toda la Iglesia.

No olvidemos que en el Concilio hubo obispos orientales católicos,

con ritos, disciplinas y expresiones de fe de acuerdo a sus tradiciones

y culturas, opuestos a una excesiva centralización y uniformidad. En

el mismo Concilio se advirtieron diferencias entre las Iglesias locales,

dentro del catolicismo y fuera del mismo. Así se desarrolló la preocupación

por las Iglesias locales, con sus tradiciones particulares, su

misión concreta en un espacio humano determinado y su específica

inculturación de la fe. El tránsito del latín a las lenguas vernáculas

abrió nuevas posibilidades en la inculturación de la liturgia, la necesidad

de un clero indígena, el compromiso sociopolítico local, la remodelación

de la comunidad de base y el auge de una teología regional.

A la erección de las conferencias episcopales siguió la creación del

sínodo de obispos y de las conferencias episcopales intercontinentales.

Las tensiones entre la curia romana (con su preocupación unificadora

y uniformista) y algunas Iglesias locales (por ejemplo las de Brasil y

E .E. U. U.) manifiestan que todavía estamos lejos de un reconocimiento

del pluralismo eclesial.

Otro tanto puede decirse de los conflictos planteados entre un

modelo de Iglesia comunitaria de base y la institución parroquial. Los

nuevos acentos en la opción por los pobres, la fraternidad compartida,

el énfasis en la palabra de Dios, los ministerios laicales y la encamación

en la realidad social chocan frontalmente con un tipo de Iglesia burocrática,

fuertemen:te clerical, éticamente burguesa, jurídicamente

disciplinada, integrada en el sistema, que administra sacramentos y se

fundamenta en lo doctrinal.

3. La pluralidad teológica

a) Su aparición y novedad

«La teología -afirma P. Eicher- ni puede ni debe ser otra cosa

que una interpretación de la Escritura para la vida de la Iglesia en

medio de la sociedad; por eso se encuentra en tensión constante entre

la palabra de Dios prometida en la Biblia y la realidad histórica de la

comunidad» 19. La Escritura - nos dice el Concilio - debe ser «el alma

de la teología» (DV 24). Ahora bien, solamente desde nuestra situación

actual podemos interpretar la Biblia y su mensaje, que debe ser actualizado

hoy en todas las culturas, no sólo en la occidental. Con todo,

al ser entendida la Iglesia como portadora de una enseñanza, se plantea

19. P. Eicher, Dignidad de la teología y pluralismo teológico: Conc 191 (1984) 19.



256 Teología Práctica

el problema de quién es el regulador de la misma. Es a final de la

era apostólica, después de constituirse el episcopado monárquico,

cuando los obispos tienden a ser los reguladores del mensaje cristiano,

investidos de autoridad por sucesión apostólica. Así cristaliza este

criterio: la doctrina cristiana es regulada por la totalidad del episcopado

en su unidad, bajo la primacía del papa en su función de cabeza del

episcopado universal.

Después de la Reforma, a consecuencia del clima reactivo provocado,

el magisterio ha sufrido una sobrevaloración. Congar ha mostrado

el cambio producido en la norma próxima e inmediata de la fe,

al imponerse «la autoridad del magisterio» sobre la doctrina misma

recibida de los apóstoles (<<regula fidei») 20. Pero al expresarse el

magisterio en lenguaje teológico se han confundido con frecuencia dos

funciones: la dogmática (propia de la jerarquía) y la teológica (propia

de los teólogos). Después de Trento y hasta el Vaticano II no ha habido

propiamente pluralismo teológico. Al menos hoy podemos reconocer,

con K. Rahner, un pluralismo teológico «cualitativamente distinto»,

como consecuencia de la «inculturación» del cristianismo en las diferentes

culturas humanas. A partir de la relativa autonomía de las

Iglesias locales y regionales, sancionada por el Concilio, ha sido posible

la autonomía de la teología y su evidente pluralidad 21 .

b) La tensión teología-magisterio

El magisterio de la Iglesia deriva de la misión evangélica de predicar

el evangelio a todas las gentes. A veces algunos lo equiparan a

la función de enseñar una doctrina con autoridad. De una parte, magisterio

procede de magis o maior, primero o principal, a saber, quien

posee autoridad o se encuentra en situación de mando. De otra, magister

o maestro es quien tiene el oficio de enseñar, en última instancia,

la verdad. Esta concepción de magisterio ha arraigado profundamente

en la Iglesia católica después de la Reforma, gracias a la potestad o

poder del ministro ordenado y a la primacía del pontífice romano. La

justificación del magisterio eclesiástico se afianzó con la declaración,

en 1870, de la infalibilidad del papa, debido sobre todo a la dependencia

creciente de los obispos respecto a la santa Sede y a la confusión

20. Cf. especialmente Y. Congar, La tradición y las tradiciones, San Sebastián 1964.

2!. Cf. W. Kasper, Unidad y pluralismo en teología, Salamanca 1969; G. Philips,

A propos du pluralisme en théologie: EphThLov 46 (1970) 149-169; Comisión Teológica

Internacional, El pluralismo teológico, Madrid 1976; D. Tracy, Blessed Rage for Order.

The New Pluralism in Theology, New York 1975; id., The Analogical Imagination. Christian

Theology and the Culture of Pluralism, New York 1981.

Práctica 257

entre magisterio ordinario y extraordinario del papa, como si toda la

enseñanza pontificia estuviese revestida siempre de la misma autoridad.

La distinción entre Iglesia docente (que enseña y habla) e Iglesia

discente (que escucha y obedece), como si fuesen dos fracciones en

lugar de dos funciones, reforzó una concepción desmesurada del magisterio

en una Iglesia calificada de piramidal.

El 24 de mayo de 1990 la Congregación para la doctrina de la fe

publicó la Instrucción sobre la vocación eclesial del teólogo con el

propósito de iluminar la misión de la teología en la Iglesia. Después

de desarrollar el concepto de verdad como «don de Dios a su pueblo»

se describe la «vocación del teólogo», cuya libertad de investigación

teológica «se ejerce dentro de la fe de la Iglesia». Se recuerda con

vigor que el magisterio de la Iglesia «es el sólo intérprete au~éntico

de la palabra de Dios, escrita o transmitida», cuyo oficio conSIste en

«guardar, exponer y difundir la palabra de Dios» (n. 14). «El teólogo,

que está también comprometido en el servicio de la verdad, para

mantenerse fiel a su oficio, deberá tener en cuenta la misión propia

del magisterio y colaborar con él» (n. 20). Esto exige, según el documento

firmado por el cardenal Ratzinger, unas relaciones estrechas

de colaboración. Al final de la instrucción se descalifica el disenso.

En cuanto al pluralismo teológico, éste es legítimo en la medida en

que se salvaguarde la unidad de la fe en su significado objetivo.

4. El pluralismo pastoral

«La teología y el ministerio de los que ejercen la función del

magisterio en todos los niveles -afirma J.-M. R. Tillard- deben

garantizar conjuntamente, Y no en competencia mutua, el mantenimiento

simultáneo de la unidad de fe y la diversidad de traducciones;

deben velar para que la tensión unidad-catolicidad no degenere en

ruptura»22. En realidad, el actual pluralismo teológico es un fiel reflejo

de otro pluralismo, más importante, que es el del modo de realizar la

práctica cristiana. Y de nuevo llegamos a una conclusión parecida a

la expresada cuando analizamos la pluralidad teológica: la pluralidad

pastoral se debe radicalmente a diversidad de inculturaciones de la fe.

Si cultura es «el conjunto de significados y valores que informan una

concepción de vida» (B. Lonergan), es obvio el pluralismo pastoral

como consecuencia de la inculturación de la fe. El sí a Dios, que es

la respuesta de la fe, se enraiza, no sólo en nuestro personal humanismo

sino en el contexto vital en el que estamos situados.

22. J. M. R. Tillard, o. c., !l8.



258 Teología Práctica

La pluralidad de concepciones pastorales, hoy existentes en la

Iglesia, producen en realidad más tensiones y conflictos que la variedad

de teologías. Si dichos conflictos son más visibles es porque representan,

en el nivel de los enunciados, unas formulaciones más conocidas

y mejor transmitidas por los medios de comunicación. Pero

lo que el pueblo cristiano percibe como pluralismo es la inmensa

variedad de líneas pastorales -antagónicas con frecuencia- a través

de las parroquias y de la comunicación social.

En el dominio pastoral, la pluralidad debe ser aceptada como un

elemento a partir del cual se elabora una acción creativa y dinámica 23 .

Estimula la invención y la creatividad. Entonces -afirma A. Caron­

«el pluralismo no aparece como una amenaza sino como un proyecto

capaz de recrear la unidad y de poner en obra las creatividades individuales

y colectivas»24). La pluralidad pastoral es por supuesto aceptable

siempre que se fundamente en la práctica cristiana de la

comunión 25 .

BIBLIOGRAFIA

J. Beaubien (ed.), Le pluralisme Pluralism: its meaning today. Symposium

interdisciplinaire, Montréal 1974; Comisión Bíblica, Unité et diversité dans

l'Église, Citta del Vaticano 1989; Comisión Teológica Internacional, El pluralismo

teológico, Madrid 1976; Y. Congar, Propiedades esenciales de la

Iglesia, en MS, IVIl, 371-605; id., Diversités et communion, Paris 1982; M.

A. Chevalier, L'unité plurielle de l'Église d'apres le Nouveau Testament: RHPR

66 (1986) 3-20; J. M. Díez-Alegría, Pluralismo, en CFP, 770-786; Facultades

de Teología de Vitoria y Deusto, Pluralismo socio-cultural y fe cristiana (Congreso

de Teología 12-16 febrero 1990), Bilbao 1990; Cl. Geffré, Diversidad

de teologías y unidad de fe, en InicPrTeol, I, 123-147; W. Kasper, Unidad y

pluralismo en teología, Salamanca 1969; O. Ki:ínig, Pluralismo, en J. B. Bauer,

Temas candentes para el cristiano, Barcelona 1976, 391-407; R. Parent, Communion

et pluralisme dans l'Eglise, Paris-Montreal 1980; K. Rahner, El pluralismo

en teología y la unidad de confesión en la Iglesia: Conc 46 (1969)

425-448; D. Tracy, Blessed Rage for Order. The New Pluralism in Theology,

New York 1975; C. Vagaggini, Pluralismo teológico, en NDT, n, 1349-1365.

Números especiales de revistas: Pluralidad y pluriformidad en la vida

religiosa: PMV 47 (1973); Diversas teologías, responsabilidad común: Conc

191 (1984); La difícil comunión eclesial: PastMis 20 (1984/2) núm. 133.

23. Cf. J. Remy, La Religion dans une societé pluraliste - Jalons pour une obser·

vation du phénomene: SocCom 13 (1966) 379-389.

24. A. Caron, Pluralisme et action pastorale, o. C., 79.

25. Cf. La difícil comunión eclesial: PastMis 20 (1984/2) núm. l33.

MODELOS DE IGLESIA Y DE ACCION PASTORAL

La relación entre un determinado modelo eclesial y su correspondiente

acción pastoral es siempre cercana, ya que el sujeto de la acción

pastoral es la Iglesia, cuya edificación en el presente del mundo como

sacramento del reino equivale al cometido de la acción pastoral' . Ahora

bien, en los paises de población predominantemente católica se advierte,

a partir del Vaticano 11, una coexistencia normalmente conflictiva

entre diversos modos de concebir, sentir y manifestar, con

acciones y palabras, lo que tradicionalmente se ha llamado el sentido

de la Iglesia (sensus ecclesiae), a saber, el modo de entender o vivir

la realización de la Iglesia en la sociedad o la vida de los cristianos

-individual o comunitariamente- en el mundo. A determinados modelos

de Iglesia corresponden diversas concepciones de la teología

práctica y de la acción pastoral.

1. El fenómeno de los modelos de Iglesia

a) Imágenes, modelos y paradigmas de Iglesia

Ciertos conceptos, sobre todo en el ámbito religioso, se captan

mejor mediante sensibilizaciones intuitivas, percepciones visuales

o símbolos evocativos. Tal ocurre con la realidad de la Iglesia. A

lo largo de su historia se la ha representado con numerosas imágenes

bíblicas (nuevo pueblo de Dios, cuerpo de Cristo, templo del Es-

1. Resumo y actualizo mis trabajos sobre este tema: Modelos de Iglesia subyacentes

a la acción pastoral: Conc 196 (1984) 417-426; Modelos de acción pastoral en la Iglesia

española: IgVi 112 (1984) 293-302.

13



260 Teología Práctica

píritu, etc.), patrísticas (casta meretriz, madre, columna, nave, arca,

etc.), medievales (emperadora, dueña, etc.), modernas (sociedad,

potestad, autoridad, etc.) y contemporáneas (guía, maestra, etc.)2.

El Vaticano 11 habla de «figuras» o «símbolos» que manifiestan la

naturaleza de la Iglesia (LG 6). Pueden resumirse en las imágenes

de pueblo de Dios, sacramento de salvación y comunidad de creyentes,

las cuales recuperan de nuevo el sentido primitivo de la

comunión eclesial o koinonía 3 • «Cuando una imagen -afirma A.

Dulles- es empleada de un modo reflexivo y crítico para profundizar

en el entendimiento teórico de una realidad pasa a ser lo que

hoy se llama un modelo. Algunos modelos son llamados también

imágenes; son los que pueden ser realmente imaginados. Otros son

de naturaleza abstracta y por lo tanto no son imágenes»4. Las imágenes

funcionan en el campo religioso - nos dice J. Marins­

«como símbolos que hablan al hombre existencialmente y encuentran

eco en la profundidad de la psique humana ... El modelo es una

imagen empleada de modo consciente, casi de modo matemático.

Está elaborado críticamente y quiere explicitar el entendimiento

teórico de una realidad»5.

Al referirse a la Iglesia los pastoralistas prefieren el término modelo,

derivado del uso que se hace en el ámbito científico. En el

lenguaje común modelo es una persona cuya conducta es digna de

imitación o una cosa en que uno se fija para hacer otra igual. En la

industria de la moda es la persona que representa un ideal como figura.

De hecho, el modelo supone una cierta simplificación o esquematización.

En la acción pastoral modelo es un proyecto operativo o plan

concreto de actuación que relaciona de un modo dinámico todas las

tareas que intervienen en el proceso de la praxis. Por supuesto, al ser

el modelo un planteamiento heurístico o indagatorio, presupone una

representación o conocimiento con exigencias hermenéuticas. Pero el

modelo emerge de la misma praxis, cuando se comparan diversas tareas

y se correlacionan entre sí. Con todo, aunque el proyecto o modelo

se deduce en un primer momento de la realidad, es reformado o

reajustado con una serie de conocimientos o interpretaciones, para que

a su vez vuelva a orientar la praxis. El proyecto es básico en la relación

dialéctica que se da entre teoría y praxis.

2. Cf. H. Fries, Cambios en la imagen de la Iglesia y desarrollo histórico-dogmático,

en MS, IV/I, 231-290.

3. Cf. A. Antón, El misterio de la Iglesia. Evolución histórica de las ideas eclesiológicas,

2 vols., Madrid 1986-1987; id., La Iglesia de Cristo, Madrid 1977.

4. A. Dulles, Modelos de Iglesia, Santander 1975, 23 (original de 1972).

5. 1. Marins y equipo, Modelos de Iglesia. CEB en América Latina. Hacia un modelo

liberador, Bogotá 1976, 40.

Práctica 261

Semejante a modelo es el término paradigma, introducido en el

pensamiento actual por el historiador y teórico de la ciencia T. S.

Kuhn 6 • Siguiendo a T. S. Kuhn, H. Küng lo utiliza como sinónimo

de «ejemplo» o «constelación de convicciones, valores, modos de

comportamiento, etc., compartidos por los miembros de una determinada

comunidad» 7 •

b) Aparición de nuevos modelos de Iglesia

En los años posteriores al Vaticano 11 y como fruto de la efervescencia

eclesiológica conciliar, sin olvidar los antecedentes previos a

l~ gran convocatoria eclesial, han aparecido diversos modelos de Igle­

SIa. A. Dulles ha propuesto cinco derivados de una eclesiología comparada,

a saber, la Iglesia como institución, comunión mística, sacramento,

heraldo, servicio y escatología 8 • En la línea iniciada por A.

Dulles, J. Marins propone seis: la Iglesia como institución, sacramento,

palabra, servicio, comunidad y liberación, para acabar con el

m~delo de «Iglesia del pueblo, comunidad liberadora y pascual» refl~Jada

en las comunidades de base de América Latina 9 • A partir de

dIversas concepciones filosóficas, Th. F. O'Meara habla de cinco

sistemas de modelos entresacados de la historia y estructura de la

Iglesia: neoplatónico, aristotélico, nominalista, idealista y fenomenológico-histórico

lO : De acuerdo a determinadas «prácticas eclesiales»,

L. Boff describe varias eclesiologías propias de América Latina: Iglesia

como civitas Dei (totalidad «ad intra»), como mater et magistra (antiguo

pacto colonial), como sacramentum salutis (modernización de la

Iglesia) e Iglesia a partir de los pobres (nuevo modelo de la teología

y praxis de liberación)!!. J. Losada describe «cuatro imágenes en la

Iglesia actual», que en realidad son modelos: Iglesia exorcista, arca

de salvación, mater et magistra e Iglesia profética y servidora!2 V.

Codina enumera tres modelos de eclesiología: el primero es el «preconciliar»

(Vaticano 1) centrado en la potestas, al que A. J. de Almeida

6. Cf. T. S. Kuhn, La estructura de las revoluciones científicas, México 1979.

7. H. Küng, Cambios de modelos de Iglesia en la marcha del pueblo de Dios:

MisAb (1986) 103.

8. Cf. A. Dulles, Modelos de Iglesia, o. c., 35-129.

9. J. Marins y equipo, Modelos de Iglesia, o. c., 35-91.

10. Th. F. O'Meara, Philosophical Models in Ecclesiology: «Theological Studies» 39

(1978) 3-21, resumido en Modelos filosóficos en eclesiología: SeITeol 19 (1980) 82-85.

11. L. Boff, Iglesia: carisma y poder. Ensayos de eclesiología militante, Santander

1982, 15-28.

12. J. Losada, Distintas imágenes de la Iglesia, Madrid 1983, 23-52.



162 Teología Práctica

denomina institucional-jerárquico; el segundo es el conciliar (Vaticano

11) basado en la comunión, denominado también comunitario-carismático;

y tercero el posconciliar (Medellín-Puebla) o histórico-liberador,

propio de la Iglesia de los pobres y oprimidos 13 • En una gran

síntesis histórica y teológica del cristianismo, H. Küng desarrolla seis

«grandes paradigmas que han estructurado la visión cristiana de la

realidad y que se han ido transformando a lo largo de la historia de

la teología y de la Iglesia»: el antiguo helenístico-bizantino, el medieval

romano-católico, el de la reforma evangélico-protestante, el de la modernidad

ilustrada y el de la postmodernidad postilustrada1 4 •

c) Justificación de los diversos modelos de Iglesia

Las diversas imágenes o los distintos modelos y paradigmas de

la Iglesia intentan describir su identidad en el contexto de la denominada

«eclesiología en cambio». Todos los eclesiólogos afirman

con plena claridad que la Iglesia es una y que su esencia no cambia,

aunque no es fácil distinguir en ella lo esencial de lo accesorio. A

la hora de aplicar el concepto modelo a la Iglesia, es conveniente

recordar las cautelas que ha dado la Comisión episcopal española

de la doctrina de la fe: no absolutizar una visión parcial del misterio

de la Iglesia, no rechazar algunos de sus elementos constitutivos o

aplicar un modelo cultural a la Iglesia sin tener en cuenta su naturaleza

peculiar 15 . Sin olvidarnos, claro está, lo que afirma el Vaticano

11: «La Iglesia peregrinante, en sus sacramentos e instituciones

que pertenecen a este tiempo, lleva consigo la imagen de este

mundo que pasa» (LG 48).

«La palabra de Dios -afirma H. Küng- permanece, pero en cada

tiempo es escuchada de un modo diferente. Dicho de otro modo, la

verdad sólo se nos descubre en una forma histórica y condicionada

por el tiempo; la verdad inmutable se transmite siempre en nuevos

paradigmas, en nuevas constelaciones de convicciones, valores y comportamientos»16.

«La Iglesia -afirma J. A. Estrada- nunca ha sido

definida de una manera exhaustiva y, mucho menos, ha sido posible

encontrar una definición que abarque todo lo que le concierne»!? De

13. Cf. V. Codina, Tres modelos de eclesiología: EstEcl 58 (1983) 55-82; A. J. de

Almeida, Modelos eclesiológicos e ministérios eclesiais: REB 48 (1988) 310-352.

14. H. Küng, Cambios de modelo ... , o. c., 103.

15. Cf. Comisión episcopal de la doctrina de la fe, Sobre usos inadecuados de la

expresión «modelos de Iglesia»: Eccl, 2397, (12 de noviembre 1988), 1665-1670.

16. H. Küng, Cambios de modelo ..., o. c., 104.

17. J. A. Estrada, La Iglesia: identidad y cambio: Madrid 1985, 17-18.

Práctica 263

ahí la necesidad de «optar entre los diversos modelos y definiciones

de Iglesia existentes, tanto a nivel diacrónico como sincrónico» 18.

Naturalmente, así como son muchas y complementarias las imágenes

de la Iglesia, otro tanto cabe decir de sus modelos. Surgen las

imágenes y los modelos en la Iglesia a partir d~ la comprensión que

de la misma tienen sus propios fieles (autoconciencia) y de su configuración

objetiva o realidad concreta (identidad) en las circunstancias

históricas y sociales (encarnación). Por consiguiente, al plasmar un

modelo quedamos condicionados no sólo por la dificultad de representar

una realidad misteriosa como es la Iglesia, sino por el añadido

de la capacidad individual en el acto de imaginar o retratar. De una

parte, la Iglesia es vivida y experimentada de un modo concreto; de

otra, se sitúa de una manera en la sociedad o toma unas posturas

concretas ante los problemas humanos. En definitiva -afirma J. M.

Alemany - «los modelos históricos concretos en que ha cristalizado

la Iglesia dependen no sólo del evangelio y de la dinámica de la fe,

sino de otros condicionamientos de diversa índole. Ello es lógico dado

el carácter visible e histórico de la comunidad de salvación»19.

«Desde 1600 a 1940 -escribe A. Dulles- el modelo judicial o

societal ocupaba pacíficamente el trono»20. La aparición de nuevos

modelos en estos últimos cincuenta años se deben, por un lado, a

factores remotos como el «despertar de la Iglesia» en el periodo comprendido

entre 1920 y 1940, a la recuperación oficial de la imagen de

la Iglesia como «cuerpo místico de Cristo» en la década de 1940 a

1950, a la comprensión de la Iglesia como «pueblo de Dios» y «sacramento

radical» entre 1920 y 1960 Y a la gran aportación eclesiológica

del Vaticano 11, denominado por K. Rahner «un concilio de la

Iglesia sobre la Iglesia»21 . Otros factores más recientes en la renovación

de nuevos modelos son, por ejemplo, la aparición de las comunidades

de base, el aporte de las teologías políticas, el influjo de las hermenéuticas

bíblicas y la irrupción de la teología de la liberación 22 . Finalmente,

pueden recordarse los nuevos análisis del catolicismo popular

y de la realidad social, el tenso y difícil reajuste de la Iglesia

en la moderna sociedad, el clamor de los pobres en el tercer mundo,

el proceso generalizado y todavía no acabado de secularización y el

18. Ibid. 17.

19. J. M. Alemany, ¿Hacia una Iglesia del evangelio o de la ley?: IgVi 109 (1984)

38.

20. A. Dulles, Modelos de Iglesia, o. c., 30.

21. K. Rahner, Das neue Bild der Kirche: GuL 39 (1966) 4.

22. Cf. R. Oliveros, Liberación y teología. Génesis y crecimiento de una reflexión

(1966·1977), Lima 1977; M. Manzanera, Teología y salvación-liberación en la obra de

Gustavo Gutiérrez, Bilbao 1978; J. J. Tamayo, Para comprender la teología de la libe·

ración, Bilbao 1989.



264 Teología Práctica

repliegue de la institución eclesial hacia posiciones más

conservadoras 23 . En la práctica se sustituye a menudo el vocablo Iglesia

por el de comunidad con el horizonte del reino de Dios en el seguimiento

de Jesús, de cara a la liberación dentro de un' movimiento

c?stiano de carácter profético. Todo desemboca en pluralismos eclesIales

y en modelos diversificados de acciones pastorales.

2. Modelos eclesiales y pastorales

Con todo el peligro que entrañan las síntesis, expondré a contin~ació.n

diversos modelos de Iglesia y de acción pastoral en forma de

bmomlOs contrapuestos o de tensiones. Luego hablaré de tendencias.

~parece~ los model~s y l?s tendencias con estrechas conexiones y

sIguen vIgentes hoy sImultaneamente con algunas adaptaciones o modificaciones.

a) Pastoral de cristiandad - pastoral misionera

La primera tensión eclesial, correspondiente al binomio Iglesia de

cristiandad-Iglesia misionera, fue formulada antes del concilio por teólogos

y pas~o~alistas de la misión, vivida personalmente por sacerdotes

obreros, relig~osas encamadas. en barriadas y movimientos apostólicos

seglares, reflejada en la expreSIón «leer el evangelio en los signos de los

tiempos»24. Recordemos el despertar eclesial y apostólico que surgió entre

1935 .Y 1955 en ~odo el orbe c.atólico, especialmente en la Iglesia de

FranCIa. En este tIempo se desplIega un vocabulario rico reflejado en los

.'términos «evangelización», «comunidad», «testimonio», «compromiso»,

etc., dentro de la dialéctica escatología - encarnación deudora de las

corrientes teológicas anteriores al concili0 25 . '

Frente a una Iglesia-sociedad desigual, patrimonio sacerdotal, centrada

en el tema de la autoridad, replegada en lo sacramental, con

ali~nzas. de poder, rígidamente moral, ortodoxa en su pensamiento,

umformlsta en sus modos de actuación, apologética en su discurso y

23. Cf. La contestación en la Iglesia: Conc 68 (1971); ¿Partidos en la Iglesia?:

Conc 88 (1973); El derecho a disentir: Conc 178 (1982).

24. P. Richard, Mort des chrétientés et naissance de I'Église Paris 1978. El análisis

teológico e histórico de la Iglesia de cristiandad y su tránsito a u~a Iglesia misionera fue

investigado primordialmente por Y. M. Congar y M. D. Chenu.

25. Cf. B. Besret, Incarnation ou eschatologie? Contribution a l'histoire du vocabulaire

religieux contemporain 1935-1955, Paris 1964; L. Malevez, Deux théologies

catholiques de l'histoire: Bijdragen 10 (1949) 225-240.

Práctica 265

en la que el romano pontífice ocupaba un puesto central, surge a partir

de los años veinte otro modelo de Iglesia enriquecida en su acción

pastoral por la aportación de los movimientos de renovación, a saber,

el bíblico, el litúrgico, el ecuménico, el social, etc, con una espiritualidad

cristocéntrica y una pretensión comunitaria. Se hace realidad

este modelo de Iglesia después del Vaticano 11, cuando surgen las

comunidades de base y se desarrolla el compromiso con los pobres y

marginados, se extiende la evangelización liberadora y crece la apertura

política a la realidad social desde la perspectiva de la comuniónkoinonía.

Los escritos que reflejan estas dos posturas pastorales son

innumerables. Puede decirse que la transición de una pastoral a otra

es aceptada casi unánimemente 26 , aunque acompañada de tensiones y

polémicas entre teología escolástica y teología kerigmática, masas y

minorías, catolicismo convencional y de convicciones, institución y

carisma, sacramento y profecía, bautismo de infantes y bautismo de

adultos, etc.

J. M. Rovira propone la pastoral de misión frente a la de mantenimiento.

Por pastoral de mantenimiento entiende «aquella que, aun con

la mayor buena fe, estuviera tan sólo preocupada por establecer el cuadro

clerical que asegure la catequesis y los sacramentos a los actuales miembros

de la comunidad»27. La pastoral de misión -para J. M. Roviratiende

a la edificación de comunidades vivas, exige una ruptura con los

poderes establecidos y es anuncio, memorial y testimonio de la muerte

y resurrección de Jesús. Un ejemplo importante de análisis en tomo a la

tensión entre pastoral de cristiandad y pastoral misionera se encuentra en

el trabajo de G. Gutiérrez Líneas pastorales en América Latina, en donde

se examinan cuatro modelos: pastoral de cristiandad, de nueva cristiandad,

de madurez de la fe y de acción profética 28 .

Los sociólogos del catolicismo, especialmente en España, han aportado

asimismo tipologías iluminadoras que corresponden a modelos eclesiales

y pastorales contrapuestos: catolicismo popular, cultural, no institucional

y eclesiaF 9 , o a tipos ideales sucedidos históricamente:

26. Cf. T. Ubeda, Paso de una pastoral de cristiandad a una pastoral de evangelización:

«Butlletí Oficial del Bisbat de Mallorca», 16 de noviembre de 1980.

27. J. M. Rovira, La primacía de la evangelización en pastoral: PastMis 16 (1980/

4-5) 353.

28. Corresponde a unas conferencias en 1964 a dirigentes de movimientos universitarios

católicos, completadas en 1967 y publicadas en 1968. La segunda edición es de

CEP, Lima 1976. Un análisis semejante hice yo para la realidad española en Tendencias

pastorales en la Iglesia española, en A. Vargas-Machuca, Teología y mundo contemporáneo.

Homenaje a K. Rahner en su 70 cumpleaños, Madrid 1975, 491-512.

29. Cf. J. M. Marcos-Alonso, Análisis sociológico del catolicismo español, Barcelona

1967; J. González Anleo, Catolicismo nacional: nostalgia y crisis, Madrid 1975;

Catolicismo en España. Análisis sociológico, Madrid 1985.



266 Teología Práctica

catolicismo total, religiosidad personal y religiosidad comprometida 30 •

Otros distinguen entre un catolicismo masivo no comprometido y un

catolicismo renovado o de compromis0 31 • No faltan análisis de clase

según ideologías, matriz social y función política, que se concretan en

cuatro tendencias: la nacional-católica, el reformismo centrista, el catolicismo

dominado y la Iglesia crítico-profética 32 •

Los modelos de Iglesia son reducidos por algunos a tres: la Iglesia

integrista o bunqueriana, la aperturista o del aggiornamento y la popular

o no integrada 33 a los que corresponden otros tantos tipos de

pastoral: el tradicional, el tradicional renovado y el grupal-comunitario.

R. Díaz-Salazar, en su análisis sobre la realidad religiosa en

España, describe brevemente cuatro corrientes de pensamiento teológico

y de postura religiosa: la nueva cristiandad, con el propósito

de relanzar la presencia pública de la Iglesia en la sociedad; la inculturación

de la fe y de los cristianos en la sociedad y en sus organizaciones

laicas; el postcristianismo, centrado en el carácter privado

de la religiosidad en la actual sociedad, y la corriente pública subcultural,

con la convicción de que el hecho religioso es generador de

utopía, mística, profecía y simbología 34 •

En América Latina, los modelos de Iglesia que reflejan diferentes

líneas pastorales son reducidas por L. Boff básicamente a dos: el de

cristiandad, continuista, centrado en la parroquia, piramidal, con expresiones

eclesiales modernizadas, que resalta las prácticas religiosas

a través del ministerio clerical, afín a la burguesía; y el de la diáspora,

no continuista, centrado en las comunidades eclesiales de base circular,

con expresiones eclesiales innovadoras, que enfatiza las ~rácticas

éticas y está en sintonía con las capas populares 35 •

b) Evangelización - sacramentalización

La tensión entre lo evangélico y lo sacramental surge constantemente

en la historia de la acción pastoral a consecuencia, asimismo,

de distintas visiones de Iglesia 36 • La dialéctica entre la palabra y el

sacramento se formula al acabar la segunda guerra mundial mediante

30. Cf. A. L. Orensanz, ReligiOSidad popular española: 1940-1965, Madrid 1974.

31. Cf. F. Urbina, en Informe FOESSA 1975, Madrid 1976, cap. V.

32. Cf. J. C. García, Fe)' política, Madrid 1977, 11-35.

33. Cf. J. Chao, La Iglesia en el franquismo, Madrid 1976.

34. R. Díaz-Salazar, El capital simbólico. Estructura social, polftica y religión en

España, Madrid 1988, 238-248.

35. Cf. Puebla 78: ViNue, 1.147 (1978) 1898.

36. Cf. C. Floristán, Sacramentos y liberación, Madrid 1986, 25-36.

Práctica 267

el binomio evangelización - sacramentos, puesto de relieve en los

conflictos entre «evangelizadores» y «sacramentalistas».

En la década de los cincuenta se rescata teológicamente el concepto

de sacramento a partir de la fe 37 , de la categoría de encuentro personap s ,

de la palabra 39 y de la sacramentalidad de la Iglesia 40 • El Vaticano II

asume estas perspectivas sacramentales en la línea de la acción misionera

al describir los sacramentos como signos que suponen, alimentan, robustecen

y expresan la fe (Se 59). Para evitar esquizofrenias entre acción

evangelizadora y acción litúrgica, la Iglesia debe actuar de un modo

coherente. La tensión entre evangelización y sacramentos es analizada

después del concilio en numerosos escritos, sin que falten documentos

de conferencias episcopales sobre el tema 41 •

c) Iglesia «gran institución» - Iglesia «red de comunidades»

A partir del Vaticano II surgen en América Latina las comunidades

eclesiales de base como nuevo modelo de Iglesia, potenciado en sus

orígenes por el plan de pastoral de conjunto del episcopado brasileño

a finales de 1965, correspondiente al quinquenio 1965-1970. En Medellín

obtienen las comunidades de base carta de ciudadanía. Es extraordinaria

su extensión por la Iglesia latinoamericana, en conjunción

con el desarrollo de la teología de la liberación. Innumerables escritos

describen su experiencia, rasgos básicos y alcance evangelizador.

El modelo eclesial de base parte de la opción por el pueblo, los pobres

y la liberación. L. Boff lo describe con estos rasgos: 1) Es Iglesia del

pueblo, no para el pueblo, sino con el pueblo, a saber: pueblo de Dios,

con responsabilidad compartida frente un modelo de Iglesia clerical. 2)

Es Iglesia-comunión, comunidad de fe y de caridad, con signos sacramentales

liberadores, dialogante, con relaciones fraternas, frente a una

Iglesia impositiva, centrada en el binomio autoridad-obediencia. 3) Es,

por último, Iglesia profética y liberadora, que se compromete en lo social,

37. Cf. L. Villete, Foi et sacrement, 2 vols., Paris 1959.

38. Cf. E. Schillebeeckx, Cristo, sacramento del encuentro con Dios, San Sebastián

1964.

39. Cf. K. Rahner, Palabra y eucaristía, en Escritos de Teología, vol IV, Madrid

1962, 323-367; H. J. Weber, Wort und Sakrament. Diskussionsstand und Anregung zu

einer Neueinterpretation: «Münchener Theologische Zeitschrift» 23 (1972) 241-274.

40. Cf. O. Semmelroth, La Iglesia como sacramento original, San Sebastián 1963;

id., La Iglesia como sacramento radical, en MS, IV/I, 330-370.

41. Cf. R. Coffy-R. Varro, La Iglesia, signo de salvación en medio de los hombres.

Iglesia - Sacramento (Informes presentados a la Asamblea Plenaria del Episcopado Francés.

Lourdes 1971), Madrid 1976 y Una Iglesia que celebra y ora, Santander 1976; Evangelización

y sacramentos, Madrid 1973; Conferencia Episcopal Italiana, Evangelizzazione,

Sacramenti, Promozione umana. Le scelte pastorali delta Chiesa in Italia, Roma 1979.



268 Teología Práctica

toma conciencia de los derechos humanos, detecta injusticias y defiende

a los explotados, frente a una Iglesia aliada con los burgueses, desencarnada,

con sólo ritos y sacramentos 42 •

La eclesialidad de las comunidades de base ha sido acentuada

constantemente por sus representantes y reconocida oficialmente por

la jerarquía. La comunidad eclesial de base es «la célula inicial de la

estructuración eclesial» (Medellín), «esperanza de la Iglesia» (EN),

«foco de evangelización y motor de liberación» (Puebla) y «la nueva

forma de ser Iglesia» (Conferencia episcopal de Brasil, 1983). En

definitiva, es el pueblo de los pobres transformado en pueblo de Dios.

De hecho, en la realidad actual -afirma R. Muñoz- «están operando

dos modos distintos de Iglesia: dos modelos que implican distinta

ubicación, distinta mentalidad, distintos medios de acción. No se trata,

ciertamente, de modelos que existan puros ni separados el uno del

otro, pero, dentro de la Iglesia única, constituyen dos polos bastante

claros de su dinámica interna y de su influencia en la sociedad» 43. Son

los modelos que dicho teólogo llama «gran institución» y «red de

comunidades». La Iglesia comunitaria y popular -escribe E. Dussel­

«no es otra Iglesia, no es una nueva Iglesia, es simplemente un modelo

de la Iglesia de siempre» 44. Según J. Marins, «las nuevas comunidades

eclesiales que nacen del pueblo cristiano de nuestro continente son

expresiones de una Iglesia popular; minoría abierta, misionera y ecuménica;

servidora y pobre; profética y liberadora; encarnada, pluralista

y peregrina; de Cristo y del Espíritu; contemplativa; pascual» 45.

En definitiva, el modelo pastoral comunitario intenta basarse en la

eclesiología de la comunión-koinonia, no en la eclesiología de la Iglesia

sociedad de desiguales. Cuando los cristianos de las comunidades critican

el sistema institucional de la Iglesia, lo que de hecho rechazan es la

estructura histórica de poder que se ha adherido a la comunidad de

creyentes. Se identifica con frecuencia la institución con el poder. De

ahí que se rechace a la Iglesia-institución como Iglesia que ejerce unos

poderes eclesiales a través de una élite (el cuerpo sacerdotal) e incluso

políticos e ideológicos en detrimento de la autoridad de todo el pueblo

d~ Dios. Se rechaza una Iglesia-institución que sacraliza el conjunto de

dIchos poderes, en lugar de ponerlos evangélicamente al servicio del

rei~o. En definitiva, se critica una Iglesia-institución o una Iglesia-poder,

vacIada de sacramento eclesial liberador 46 •

42. L. Boff, Iglesia: carisma y poder, o. c., 209.

43. R. Muñoz, Solidaridad liberadora: misión eclesial, Bogotá 1977, 32.

44. E. Dussel, La «base» en la teología de la liberación: Conc 104 (1975) 80.

45. J. Marins, Modelos de Iglesia, o. c., 8.

46. C. Floristán, La evangelización, tarea del cristiano, Madrid 1978, 115.

3. Tendencias pastorales

Práctica 269

En la Iglesia actual se aprecian diversas tendencias pastorales. Basta

frecuentar en una misma ciudad y en un mismo domingo varias misas

correspondientes a parroquias del centro urbano o de la periferia, participar

en diversos movimientos católicos (cursillos de cristiandad, movimiento

familiar cristiano, opus Dei, comunión y liberación, cristianos

por el socialismo, etc.) o estar presentes en algunas comunidades (de

base, neocatecumenales, carismáticas, etc.), para darnos cuenta que el

catolicismo se vive de unos modos tan distintos que cabe preguntarse si

se trata realmente de lo mismo. Sin duda alguna, estas posturas obedecen

a diferentes políticas, antropologías, teorías del conocimiento, factores

económicos, lenguajes, etc., es decir, a varias ideologías. En el transfondo

de lo que se llama la acción pastoral hay motivos y razones ocultas,

inconscientes o inconfesadas, que predeterminan diversas tendencias pastorales.

Veamos las principales 47 •

a) Pastoral de antigua cristiandad

Entre nosotros se dan todavía restos extraños o bloques erráticos

que no han advertido la liquidación contemporánea del llamado constantinismo.

Viven al menos con siglo y medio de retraso. Esta pastoral

se basa en la coherencia entre civilización occidental y cristianismo o

en la unión del poder político vigente con la jerarquía eclesiástica, con

la consiguiente sacralización de las instituciones temporales y la politización

sociocultural de las estructuras eclesiales.

La Iglesia, concebida según esta pastoral como societas perfecta,

es único instrumento de salvación (<<extra ecclesiam nulla salus») mediante

ritos que salvan el alma del pecado y del infi~rno en ord~n a

conseguir el cielo. Como institución jurídica, la Igl~sI~ de la antIgu.a

cristiandad desconfía, rechaza o condena los mOVImientos emanCipadores,

partidos políticos de izquierda o sindicato~ de clase. Su ~~resividad

frente al mundo moderno es tal que el VatIcano I denuncIO la

sociedad de su tiempo y la condenó por atea.

El mundo sin autonomía propia es un «valle de lágrimas» del que

hay que huir (fuga mundi) o u~a tentadora ~ortaleza .que hay 9ue

conquistar, incluso con violenCIa en determmadas CIrcunstanCias,

como han sido las cruzadas. Por otra parte, está repartido entre ricos

47. Resumo y actualizo estos dos trabajos míos: Método teológico de la teología

pastoral, en Liberación y cautiverio, México 1975, 235-252 Y Tendencias pastorale~ en

la Iglesia espwiola, en A. Vargas-Machuca (ed.), Teología y mundo contemporaneo

(Homenaje a K. Rahner en su 70 cumpleaños), Madrid 1975, 491-512.



270 Teología Práctica

y pobres por voluntad casi divina, en el que sólo cabe la sumisión a

la autoridad y el espíritu ascético y purificatorio individual. De ahí

que se convierta en una pastoral de la resignación espiritual, de la

ejecución de las leyes, de los conocimientos dogmáticos introyectados

y del cumplimiento sacramental.

Es pastoral de la unanimidad cristiana sin libertad religiosa, regulada

con precisión jurídica bajo el control del principio jerárquico,

símbolo de cohesión social, ortodoxia dogmática y disciplina férrea.

El laico se define negativamente: el que no es clérigo; pertenece al

estamento de quienes aprenden de los que saben, obedecen a la jerarquía

y son santificados en el culto por los sacerdotes. Los poderes

políticos, económicos, sociales y culturales han de colaborar para

mantener la mentalidad católica del país, sin permitir disensiones,

cismas ni herejías.

Todos los ciudadanos deben ser bautizados quam primum, han de

hacer la primera comunión a la debida edad, se registrarán canónicamente

en el matrimonio y serán enterrados en cementerio sagrado.

Poco importa que la mayoría cumpla socialmente con estas cuatro

estaciones, que la fe sea atávica, que la pertenencia a la Iglesia-Estado

se reduzca a una mera formalidad y que las conductas externas en

manifestaciones y procesiones no correspondan siempre a convicciones

personales. La preocupación máxima de los sacerdotes a causa de la

importancia salvadora de unos ritos reside en bautizar a quienes no

tienen uso de razón o en dar la unción de enfermos a quienes la han

perdido. La razón humana, en el uso responsable y maduro de la vida,

ha de ser sometida a un adoctrinamiento constante y a una vigilancia

continua ante el peligro de la libertad y las agresividades del liberalismo

y del socialismo.

Dado el concepto estático de la naturaleza, los avances técnicos o

culturales emancipados de la tutela religiosa son vistos con recelo o

rechazados. De ahí el conflicto casi continuo entre fe y ciencia, religión

y razón, tradición cristiana y cultura secular. Es una pastoral inadaptada

al mundo moderno, puesto que ignora los cambios y avances.

La religiosidad popular de esta pastoral, marcadamente inmovilista

y controlada por un estamento eclesiástico en general rudo

y dominante, se basa en las virtudes de los oprimidos: obediencia

a la autoridad, pureza legal, sufrimiento redentor, paciencia resignada

y esperanza en el cielo. Aunque atiende esta pastoral a las

masas, con pocas exigencias y enormes facilidades de pertenencia,

desculpabiliza con no menos facilidad a las personas oligárquicas,

de quienes recibe el apoyo económico y, con el dinero, la ideología

dominante.

b) Pastoral de nueva cristiandad

Práctica 271

La pastoral de nueva cristiandad es la anterior reformada superficialmente.

Se admiten ciertos valores del mundo moderno, se ahonda

en la ascética y mística tradicionales, se intenta conciliar fe y ciencia,

se reforma el estilo oratorio de la predicación, se admiten algunas

pedagogías catequéticas, se difunde masivamente la biblia o los evangelios

y se traducen del latín a la lengua vulgar algunos tratados

dogmáticos o morales hasta entonces reservados a los clérigos. El

acento se pone en la religiosidad popular con un nuevo sello de espiritualidad

basado en la tensión heroica de la santidad, la pobreza

individual, la virginidad y el celibato.

La Iglesia oficial se identifica en esta pastoral con ciertos grupos

de las clases dominantes: alta burguesía, aristocracia, financieros, clase

militar, etc., al mismo tiempo que se muestra incapaz de incidir suficientemente

en la clase obrera y en la intelectual. En esta pastoral

poseen una importancia capital las instituciones ~emp?rales cristian~s:

caritativas (Cáritas), educativas (escuelas y unIversidades confesiOnales)

y potestativas (sindicatos de inspiración cristianas y partidos

políticos como la democracia cristiana). Se j.ustifican estas instit~ciones

con criterios de protección a los practicantes, de suplenCia en

zonas marginadas, de defensa apologética y de influencia social y

cultural para engendrar la nueva cristiandad en una sociedad emancipada,

con un estado separado de la Iglesia. Era insoste~ibl~ un

catolicismo que rechazaba la democracia burguesa y el capItahsmo

moderno, generados a comienzos de la época contemporánea. . .

Reconocido el estado laico, se pretende que sea al menos cnstIanamente

inspirado. Al resultar imposible el ideal de la antigua cristiandad,

se busca afanosamente una tercera vía, ni marxista ni capitalista,

que conduzca a una sociedad más cristiana. Basada esta pastoral

en una mentalidad de orden, unidad y fuerza, intenta influir en el

ordenamiento jurídico para que se dé en un cuadro político más justo

con los pobres y el tercer mundo, sin emplear la expresión clases

sociales o, a secas, clase obrera. Su criterio de verificación es la

eficacia en una línea desarrollista. De ahí su amor apasionado por las

obras espléndidas con enormes edificios, como seminarios, noviciados,

casas de ejercicios, templos nacionales expiatorios e imágenes

en lo más alto de las montañas. A los ricos se les pide generosidad y

a los pobres se les propone que no sean violentos.

Es una pastoral optimista que cree en la consagración del mundo

y en la cristianización de la sociedad, a partir d~, la conquis~a ~~ las

masas por medio de minorías selectas, la aceptaclOn de la subjetiVIdad

del hombre, la domesticación de la cultura moderna, el control de los



272 Teología Práctica

condicionamientos sociales, el ejercicio de la política desde la doctrina

social católica y la fuerza operativa de la religiosidad popular. La crisis

de esta pastoral se produce a finales de la década de los cincuenta y

llega a un punto culminante con el Vaticano 11 y los cambios culturales,

económicos y políticos de la década de los sesenta.

c) Pastoral misionera

El Vaticano 11 acepta y consagra el movimiento teológico renovador

y eclesial misionero que con dificultades se había gestado en la

primera mitad del s. XX y desarrollado al acabar la segunda guerra

mundial. En el tiempo conciliar se desestima, no sin batallas internas,

un método dogmático y apologético de amplio uso en los manuales

escolares y en los catecismos, obsesionado por realzar hasta límites

increíbles la autoridad eclesiástica y conservar, con no menos energía,

el depósito de la revelación frente a las herejías derivadas del modernismo.

El Concilio da un giro a la eclesiología anterior, al basarse la

constitución Lumen gentium en el pueblo de Dios y al desplegar la

misión de la Iglesia en el mundo, la historia y el hombre, según

Gaudium et spes. Teológicamente, la Iglesia es concebida como sacramento

radical u original que se manifiesta pastoralmente en la

comunidad de creyentes al servicio del ancho mundo y, en especial,

del tercer mundo.

En realidad, la pastoral misionera-testimonial se desarrolla en una

nueva situación del mundo de la posguerra mundial, en conexión con

una teología kerigmática basada en la historia de salvación y dentro

de una referencia filosófica existencialista, humanista y personalista,

junto a una visión política democrática. Más que el codo a codo con

el pueblo, lo que aquí importa es el cara a cara o el tú a tú personal.

Por eso la fe es entendida en clave personalista, como relación del

hombre con Dios.

Se advierte en esta pastoral una cierta apertura a los ambientes

sociales y una clara sensibilidad por la vida concreta, la revisión de

vida, los métodos inductivos, los condicionamientos políticos y el

examen de la realidad. Avalada por el Vaticano 11, la pastoral misionera-testimonial

se centra en la evangelización con una pedagogía

activa. Adquiere personalidad propia en los movimientos apostólicos

y produce desconcierto e irritación en determinados sectores del episcopado

y de algunos grupos católicos conservadores, nostálgicos de

la cristiandad. Descubierto el evangelio como base cristiana de la vida

militante, la espiritualidad de la pastoral misionera no se funda en

las prácticas devocionales, sino en la misión, la encarnación con-

Práctica 273

creta, el compromiso temporal, el testimonio evangélico, la revisión

en equipo, la pobreza de medios, la libertad personal y la educación

adulta de la fe.

El sacerdote es en esta pastoral consiliario o asesor, no jefe; evangelizador,

no administrador sacramental; educador de la fe, no profesor

de religión; compañero de trabajo y de ministerio, no segregado para

la burocracia parroquial. Formado en los ambientes cerrados de los

seminarios de cristiandad e imbuido de mística ajena a los valores

reales, el sacerdote ha de franquear una difícil barrera hasta llegar a

esta pastoral. No todos dan el salto. Muchos quedan atrincherados en

la pastoral de cristiandad por razones inmovilistas, pura pereza o justificaciones

ideológicas conservadoras, ya se razone desde la formación

de élites, como desde el pretendido servicio a las masas cristianas

practicantes del pueblo.

El seglar adquiere en la pastoral misionera un nuevo sentido cristiano

por su pertenencia al movimiento apostólico y al equipo de

militancia misionera. Además, situado por su trabajo en los ámbitos

laborales, descubre las perspectivas políticas de las realidades sociales

con unas opciones temporales concretas, dentro de unas perspectivas

seculares. Advierte poco a poco una cierta ideologización introducida

en la teología y en la práctica de la Iglesia, y se enfrenta con interpretaciones

filosóficas y militancias políticas diferentes a las tradicionales.

Este choque produce en seglares y sacerdotes una determinada

crisis de fe, que conduce en muchos casos al abandono de la religión

introyectada y en otros a la aceptación exclusiva de la acción política.

Son pocos los que logran madurar la fe en una toma de conciencia

del quehacer político, al pasar de una dinámica de posesión a un

cometido de liberación. El salto de la fe-caridad al compromiso político

hace estallar frecuentemente el motor primero de las opciones temporales,

cuando no se parte de la realidad o no se incluye un análisis

de la situación, al descubrir la explotación que el hombre hace del

hombre.

d) Pastoral liberadora

Justamente al finalizar en 1965 el Vaticano 11 comienza a fraguarse

un nuevo tipo de pastoral correspondiente a un pensamiento teológico

suscitado por Gaudium et spes, al entenderse la fe como praxis pública,

crítica y práctica transformadora de la realidad. La Conferencia mundial

del consejo ecuménico de las Iglesias en 1966 y la Conferencia

episcopal latinoamericana de Medellín en 1968 son dos momentos

importantes de una toma de conciencia común: la reflexión teológica



274 Teología Práctica

y la aCClOn pastoral se definen desde su relación con la sociedad

concreta, en la que se dan desigualdades escandalosas interiores y

dependencias inaceptables externas.

En los años inmediatamente posconciliares se produce un brusco

corte teológico con los modos de pensar anteriores y una brecha pastoral

nueva e incisiva en el flanco de las prácticas anteriores. Cabe

reseñar aquí, por su ubicación e importancia pastoral, la teología de

la liberación, sin olvidar el aporte de otras teologías de corte progresista

europeo o norteamericano como la teología política o la teología feminista.

En definitiva, todas estas teologías posconciliares tienen en

común, como se ha repetido infinidad de veces, ser públicas o políticas,

críticas o proféticas y práxicas o transformadoras.

No olvidemos que en la década de los sesenta se extienden preocupaciones

antiguas nuevamente tratadas: análisis crítico del capitalismo

más avanzado, antagonismo de las clases sociales, intentos revolucionarios

violentamente ahogados, rechazo de dogmatismos y

declive de ideologías tradicionales. Precisamente aparecen en esta

época grupos y comunidades de creyentes que se interpelan con una

radicalidad evangélica y política sin precedentes. Estos grupos opinan

que en la praxis social y política se juega el destino del universo

simbólico cristiano, para lo que se necesita -por inmperativos políticos

y evangélicos - transformar profundamente la institución eclesial.

La pastoral profética y liberadora pone de relieve la Iglesia popular,

entendida como la Iglesia del Señor volcada en el proceso histórico

de liberación, desde la opción por los pobres y las perspectivas del

éxodo, el profetismo y la crítica de Jesús a los poderes dominantes.

En ella se recogen las esperanzas del pueblo y se denuncian las opresiones

e injusticias, con el apoyo de una fe entendida como recuerdo

peligroso, una caridad políticamente expresada y una esperanza activa

en el reinado de Dios. Todo ello desde la muerte de Jesús y su resurrección.

Al mismo tiempo que señala esta pastoral su solidaridad con el

pueblo oprimido, se inserta en el totalidad de la Iglesia en la que se

producen conflictos por las nuevas interpretaciones. La pastoral profética

opta por una Iglesia-sacramento liberador de los pobres e instancia

crítica de la sociedad o, si se prefiere, de cualquier concentración

de poder dominante u opresor. Algunos pregonan como modelo de

Iglesia una comunidad de creyentes sin clases, en lucha por una sociedad

sin clases, desde una opción de clase.

Este tipo de pastoral intenta transformar la función objetiva de la

compensación que tradicionalmente ha tenido la religión, en función

operativa de liberación. Para lograr esta liberación y devolver la buena

Práctica 275

notICIa a los pobres, secuestrada por interpretaciones escasamente

evangélicas, es necesario -dicen algunos- liberar el mensaje cristiano

y el discurso teológico de las condiciones institucionales de su

producción y de su difusión. De ahí la atención que en determinados

momentos se presta a temas como amor cristiano y lucha de clases,

Iglesia y poder, fe e ideología dominante, ateísmo humanista y cristianismo,

escatología socialista y doctrina de la justificación, etc.

Especial hincapié se hace en el plano de la reconciliación, no sólo

dentro de la Iglesia sino en la misma sociedad civil. Este esfuerzo se

dirige especialmente a favor de un gran sector del pueblo, que en el

tercer mundo sufre la explotación y la opresión a causa de minorías

nacionales o de organizaciones transnacionales que detentan todo el

poder. Al intentar optar como cristianos o como Iglesia por una línea

pastoral claramente liberadora, se pretende volcar a favor del pueblo

el peso de las instituciones eclesiales.

En esta pastoral no se entiende la evangelización desde la concordia

con los poderes sino desde el profetismo en medio del pueblo, a partir

de la experiencia histórica de Jesús en la entrega a su causa. Así, esta

pastoral acepta una referencia a Jesucristo o una fe cristiana que lucha

denodadamente contra cualquier alienación religiosa y, por consiguiente,

contra las condiciones sociales que la favorecen. Jesucristo

no es en esta pastoral sólo un objeto de conocimiento, sino el testigo

divino de una experiencia de liberación ejemplar y total, que se identifica

con la salvación.

4. Criterios para un modelo operativo de acción pastoral

a) Hay, de hecho, modelos pastorales diferentes y aún contrapuestos

El rápido bosquejo de modelos y tendencias presentados muestra

no sólo una sucesión, sino una acumulación y, por consiguiente, una

pluralidad actual. Con todo lo difícil que resulta dividir la acción

pastoral actual en varias corrientes, no puede negarse que se dan al

menos dos polarizaciones evidentes. Con muchas variantes, a un lado

está la pastoral de cristiandad o de neocristiandad, claramente continuista,

centrada en la parroquia sacramental, jerárquico-piramidal,

en sintonía con las clases medias y burguesas y los partidos políticos

de centro o de derecha, sensible a un pueblo practicante masificado,

que estima las prácticas religiosas, la doctrina ortodoxa, la moralidad

tradicional y es nostálgica de la seguridad y el orden. Al otro lado,

también con muchas variantes, se desarrolla una pastoral evangeli-



276 Teología Práctica

zadora O liberadora, correspondiente a una Iglesia comunitaria, sensible

a los problemas sociales del pueblo, en búsqueda de autenticidad

evangélica, con opciones por las clases modestas, lejana al discurso

dogmático y a la rigidez moral, próxima a la teología y praxis de

liberación, que milita en movimientos sociales.

No hay apenas plataformas de comunicación y de diálogo entre

estas dos pastorales, aunque las tensiones y conflictos de antaño han

disminuido al decrecer las agresividades y las condenas mutuas, gracias

a un mejor clima democrático y a una buena dosis interna de valoraciones

esenciales y de autocrítica. El choque de estas dos tendencias

se manifestó en el decenio 1965-1975, disminuyó después y ha vuelto

a aparecer a partir de 1980, a propósito de las tensiones entre renovación

y restauración, aunque con menos virulencia que en los años

primeros después del Concilio. Entre estas dos posturas hay un gran

sector de creyentes, con prácticas religiosas asiduas, desconcertado.

b) Los programas pastorales de la jerarquía, sin la participación

de las bases, resultan escasamente operativos

La asamblea plenaria de la conferencia episcopal española ha aprobado

y publicado diversas orientaciones pastorales, de ordinario sobre

cuestiones concretas, entre 1970 y 1975: los pobres, la enseñanza y

educación de la fe, el apostolado seglar, la comunidad política y la

reconciliación. Varios documentos posteriores tienen el propósito de

ser proyectos globales de acción pastoral: Líneas fundamentales de

acción pastoral (27 de diciembre de 1976), con ocasión de la transición

política; El servicio a la fe de nuestro pueblo (28 de julio de 1983),

en relación a la visita de Juan Pablo II a España; Testigos del Dios

vivo (28 de junio de 1985), en continuidad con el plan de 1983; y

Anunciar a Jesucristo en nuestro mundo con obras y palabras, plan

de acción pastoral para el trienio 1987-1990. El plan de acción pastoral

para el trienio 1990-1993 lleva por título Impulsar una nueva evangelización.

Sin lugar a dudas, estos documentos son netamente conciliares, al

menos en el lenguaje, y todas sus afirmaciones son principios válidos

de acción. Pero no calan en la feligresía. Lo reconoció el entonces

secretario de la conferencia Episcopal Española monseñor Fernando

Sebastián al afirmar que «la reacción de un gran sector es el silencio

y el desconocimiento»48. En el prólogo de Testigos del Dios vivo dice

asimismo Fernando Sebastián: «Es curioso que los comentarios de-

48. Cf. SalT 72 (198412) 88.

Práctica 277

dicados al documento de julio de 1983 (El servicio a la fe de nuestro

pueblo) no parecen haber valorado suficientemente esta importante

novedad»49. Un plan de pastoral, sin la implicación en su elaboración

de los agentes que lo llevan a cabo, es tarea casi estéril.

c) Condiciones mínimas de un modelo de pastoral operativo

1. Ha de ser hecho en común y en comunión, con variedad de

colaboradores, asunción de las propuestas de la base, en el que se

manifiesten las tendencias legítimas reales, primordialmente interrogativo,

sin centrismos aniquiladores o censuras contra posiciones diversas

ni abstraccionismos inoperantes.

2. Ha de tener en cuenta la realidad de la Iglesia en la sociedad

actual y los desafíos que la misma sociedad presenta a la acción de

la Iglesia. Esto exige empezar por descripciones, no por afirmaciones.

Se trata de analizar ciertos hechos.

3. Ha de establecer unos pocos objetivos, nítidos, básicos, prácticos

y urgentes.

4. En el estado español actual de las autonomías difícilmente puede

valer un modelo único para todo el país. Es más operativo proceder

por regiones, zonas o sectores.

5. Los seglares no son meros objetos de la acción pastoral, sino

sujetos. Sin su presencia y su ejercicio corresponsable de decisión, la

acción pastoral seguirá siendo tarea episcopal y sacerdotal, no quehacer

de todo el pueblo de Dios.

6. Finalmente, para que un modelo pastoral sea válido es necesaria

la creación de equipos y grupos estructurados, el intercambio de experiencia,

el concurso de peritos, las asambleas bien prepara?as, la

aceptación de responsabilidades y la solidaridad mutua por enCIma de

opiniones propias e intereses personales.

49. Cf. Presentación de Testigos del Dios vivo, Madrid 1985, 5.



278 Teología Práctica

BIBLIOGRAFIA

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Roma 1980; L. Spruit, Conceptions ecclésiales et modeles pastorau.x: SocCom

30 (1983) 441-456.

IV.

AGENTES



14

EL MINISTERIO ECLESIAL

El redescubrimiento del ministerio cristiano como servicio evangélico

de toda la Iglesia ha sido posible gracias al giro eclesiológico

del Vaticano I1, a las investigaciones bíblicas e históricas sobre los

ministerios del cristianismo primitivo, a las reflexiones teológicas

en torno al sacramento del orden y a los acuerdos ecuménicos en

este campo, factores todos ellos que han exigido y exigen cambios

en la comprensión y ejercicio de todos los servicios cristianos, en

su normatividad disciplinar y en los rituales de ordenación. Paradójicamente,

la crisis de los sacerdotes ha contribuido a una toma

de conciencia de la participación ministerial de los laicos; más que

causa, ha sido ocasión de renovación. Por supuesto, el dato principal

ha sido la reciente aparición de un nuevo espíritu eclesial y comunitario,

al valorar la importancia de la fraternidad, reactivar la

corresponsabilidad y comprender la Iglesia desde la comunión de

los fieles, la asamblea eucarística, el cometido evangelizador y el

compromiso en la justicia social. La misión de la Iglesia o el servicio

del evangelio en el mundo se renuevan con una seria revisión del

ministerio eclesial y, por consiguiente, con una adecuada estructura

de la Iglesia, fundamentada en el misterio de Cristo' .

1. Para la redacción de este cápitulo y del siguiente incluyo aquí, refundido. lo que

escribí en mi libro La evangelización. tarea de cristiano, Madrid 1978, cap. X y Xl.



282 Teología Práctica

1. Funciones ministeriales de la Iglesia primitiva

a) La diakonía cristiana como ministerio

El NT pr.esenta una ~ran multipli~idad de agentes del ministerio y

una gran vanedad de aCCIOnes o funCIOnes de un servicio fundamental

d~~omina~o diakonía, palabra derivada del verbo diakoneo, que sigmflca

serVIr las mesas o prestar ayuda personal al indigente (Hch 19,22'

Flm 13). «Diakonía -afinna K. H. Schelkle- es en el NT un términ~

global y esencial para designar el ministerio»2. Equivale a cualquier

clase de servicio, que se convierte en ministerio cuando el sujeto recibe

un encargo duradero y jurídico. Hay otro verbo griego semejante,

douleuo, que equivale también a servir, pero respecto de un amo con

el of~cio del esclavo. Jesú~ se consideró a sí mismo servidor (diácono)

al aflnnar 9.ue «no ha vemdo para que le sirvan, sino para servir» (Mc

1?,45). DIáconos o servidores serán sus discípulos (Mt 26,20), no

SIervos o esclavos, pues una cosa es el servicio y otra la servidumbre

o ~s~l~vitud. ~or eS,ta razón tuvo una gran importancia en la Iglesia

pnll1ltIva la dwkoma entendida como responsabilidad en común de

toda la com.un.idad. cristiana: ~ero e? el ~T -escribe B. D. Dupuy­

«hay que dIstmgUlr el serVICIO oblIgatono para todo cristiano de las

tareas que pueden ser encomendadas al discípulo de acuerdo con la

vocación que ha recibido de Dios»3.

El ministerio (de ministerium, servicio) -afirma H. Vorgrimler­

«es ~na consecuencia y función del evangelio que se debe transmitir» 4.

Eg~Ivale a tare~ e~comendada a los creyentes en aras de la expansión

mISI?ne~a, cre~ImIento de la fe, celebración litúrgica, desarrollo comumtar~o

ecleSIal y promoción y liberación humanas. De hecho, todos

los escntos del NT atestiguan la existencia de variados ministerios

d~nominado~ ~n unos casos con términos diferentes porque las fun~

ClOnes son dIstmtas; en otros casos, una misma palabra puede indicar

funciones diversas, como ocurre con el vocablo apóstol 5.

. El ministerio primitivo no es potestad, poder o dignidad, ni constItuye

un estado o un ordo al modo del estado de los senadores roman~s,

sino función y serv.icio; su carácter diaconal significa que la

IglesIa entera o cada comumdad en concreto es servidora. En realidad,

2. K. H. Schelkle, Servicio y ministerio en las Iglesias de la época neotestamentaria:

Conc 43 (1969) 369.

3. B. D. Dupuy, Teología de los ministerios, en MS, IVIII, 474.

4. H. Vorgrimler, Teología de los sacramentos, Barcelona 1989, 313.

5. ef. J. Delorme (ed.), El ministerio y los ministerios según el NT, Madrid 1975'

L. RublO Morán, Servicios y ministerios en el NT, en Los ministerios en la Iglesia'

Salamanca 1985, 11-70.

'

Agentes 283

cualquier persona, hombre o mujer, podía ejercer en los comienzos

de la Iglesia un ministerio cristiano, aunque sólo los varones llegaron

a ser diáconos, presbíteros u obispos. En cualquier caso, el NT no

describe el ministerio con categorías de sacerdocio ni distingue claramente

las diferencias entre episcopado y presbiterado; de otra parte

ignora las fronteras, típicamente posteriores, entre sacerdotes y laicos.

Da importancia a las cualidades que posee una persona como dones

gratuitos de Dios, puestos al servicio de la comunidad, denominados

carismas 6 •

El NT no da indicaciones precisas sobre la designación de los

ministros. Algunos comentaristas señalan cuatro pasajes (Hech 6,1-3;

13,3-4; 1 Tim 4,14 y 2 Tim 1,6) en los que puede entreverse una

cierta «liturgia de ordenación» con arreglo a este esquema: elección

por la comunidad, ayuno y oración e imposición de manos 7 •

b) Ministerios principales de la Iglesia primitiva

En el interior de una Iglesia comunitaria enteramente ministerial,

en situación de servicio y de misión, surgen pronto ministerios precisos

y concretos, diversos y múltiples, según las necesidades de las diferentes

Iglesias locales, derivados todos ellos del ministerio radical del

Señor. Los apóstoles no acapararon todos los ministerios sino que los

promovieron y los distribuyeron.

1. El primer ministerio cristiano fue el ejercido por el grupo de

los Doce, cuyo origen se remonta al ministerio de Jesús. Los Doce

son responsables de la nueva comunidad en virtud de dos condiciones

esenciales: haber visto al Señor (l Cor 9,1) y ser enviados por El (1

Cor 1,17). Trasladadas estas dos exigencias a otros ministros, podemos

decir que el responsable en la Iglesia de un ministerio ha de tener

experiencia viva del rostro de Dios en Cristo y aceptar ser enviado o

embajador (2 Cor 5,20) mediante una correspondiente autorización.

La elección de Matías para completar el número de Doce equivale a

su participación en un servicio o diaconía. Los Doce desaparecieron

por causa de su dispersión y por estar ese número en relación con el

judaísmo, ya superado. El nombre de apóstol es posterior, como se

deduce del mismo evangelio (Mc 3,14 Y Mt 10,2). «Los apóstoles

-afinna J. Delonne- pertenecen al periodo pospascual de los orí-

6. Cf. V. García Manzanedo, Carisma-ministerio en el Concilio Vaticano /l, Madrid

1982.

7. Cf. I. Oñatibia, Ministerios eclesiales: Orden, en CelebrIgl, n, 597.



284

Teología Práctica

Agentes 285

genes cristianos»8. Con todo, tanto en los evangelios como en Hechos

se superponen c?n frecuencia los Doce, los apóstoles y los discípulos.

En resumen, apostoles son los Doce, los testigos y misioneros lucanos

y los fundadores de Iglesias paulinas 9 •

2. Un segundo grupo ministerial fue el de los Setenta (o setenta

y dos en algunos manuscritos), discípulos de Jesús y enviados por él.

La mayor parte de los relatos evangélicos de la misión son comunes

a los Doce y los Setenta. Son números simbólicos. Así como los Doce

representan a l~s fundadores de las tribus de Israel, los Setenta equivalen

a l?s ancIano~: enc~rgados con Moisés de cuidar del puedo y

de profetIzar. T~mbIen eXIs~e el grupo de los Siete, todos ellos judíos

de cultura helelllsta, convertIdos a Cristo, designados por los apóstoles

para a~egurar el reparto e9uitativo de los bienes de la comunidad y el

an.uncIO de la pa!abra de DIO~ (J:Iech 6,9-1 ?). Representan a la sinagoga

gnega que eXIStla. e~ Jerusalen J~nto a l.a smagoga judía. La imposición

de manos que recIbIeron subrayo la ullldad de la Iglesia, griega y judía

por natur~~eza. A causa de la persecución que sufrieron, el grupo

desa~a~~cIO pe.r~ no su función. Uno de ellos, llamado Felipe, se

convIrtIO en mISIOnero ambulante por Samaría (Hech 8).

3. El ministerio se renueva con la apertura de la Iglesia a los

pa~ano,s .. De hecho, las comunidades fundadas por Pablo son más

cansmatIcas que las judeo-cristianas. En las comunidades paulinas

dest~ca el servicio de la palabra. En torno a este servicio misionero

-pnn:era tarea d~ Jesús y de los doce- surge un grupo de ministros

denom~nados «apostoles» ? fundadores de comunidades, «profetas» o

transm.Isores de ,10 que qUIere el Señor y «doctores» o catequistas del

mensaje de Jesus (1 Cor 12,28; Ef 4,11). Todos estos ministros se

ocup~n de predicar el evangelio y de fundar nuevas comunidades 10.

Su ongen _se encuentra probablemente en la comunidad de Antioquía

entre los anos 40 y 70. Se hallan asimismo estos ministros en la Didajé

docume,nto de la segunda mitad del s. 1, procedente de Antioquía:

Bernabe y S~ulo son llamados precisamente «apóstoles» o enviados

por la comUllldad bajo la acción del Espíritu Santo. Incluso Pablo será

«el apóstol» por antonomasia, aunque no forma parte de los Doce 11.

8. J. DeJorm~ (~d.), El ministerio y los ministerios ... , o. c., 268.

,9. Cf.~. DIameh, Teología del ministerio ordenado. Una interpretación eclesiologlca,

Madnd 1988, 132.

10. Cf. A. Lemaire, Les ministeres aux origines de l'Église, Paris 1971, 21-27.

11. ~f. A. Lerna1re, De los servicios a los ministerios. Los servicios eclesiales en

1 os dos pnmeros sIglos: Cone 80 (1972) 475.

4. Para que haya Iglesia y no simplemente conglomerado de individuos

o masa anónima, con el peligro de la anarquía o del orden

rígidamente impuesto, es necesario que el pueblo de Dios esté organizado

en comunidades estructuradas en torno a sus primeros responsables.

Esto equivale a decir que el ministerio apostólico está en función

de la Iglesia como comunidad. El servicio de la comunidad es

servicio de fundación, edificación y estructuración de cada comunidad

en cuanto ministerio de unidad, de comunión y de oración. También

fue ministerio paulino. Pero el ministerio primitivo no evoluciona en

torno a la eucaristía, sino en relación a la edificación de la comunidad

(predicación, catequesis, dirección y exhortación).

Para su realización se tienen en cuenta ciertas exigencias de la

Iglesia judeo-cristiana, organizada según un modelo presbiteral, propio

de la primera comunidad de Jerusalén (cartas pastorales, 1 Pe),

que dio lugar a la distinción entre epíscopos (vigilantes, inspectores),

presbíteros (ancianos, notables) y diáconos (servidores), términos

todos ellos profanos que han pasado al lenguaje eclesial. Se

denomina modelo presbiteral porque a la cabeza había un consejo

de presbíteros. Evidentemente, en una comunidad ya constituida se

necesitan los servicios de asistencia y dirección, que se desarrollan,

sobre todo después de la muerte de Pablo, como reafirmación de

un proceso de institucionalización. De hecho, en ciertas comunidades

como la de Filipos, los ministerios son desempeñados por la

tríada referida, que representa en el NT una división poco clara en

sus funciones 12 • Sin embargo, este modelo presbiteral, heredado de

la tradición judía, se generalizó a finales del s. I y primera mitad

del s. 11, como se advierte en la carta de Clemente de Roma, en el

Pastor de Hermas y en las cartas de Ignacio de Antioquía y Policarpo

de Esmirna 13 •

5. En resumen, desde el comienzo de la vida de la Iglesia se

observan, según J. Delorme, tres dimensiones en el ejercicio de los

ministerios, de acuerdo a tres relaciones: de los creyentes con los no

cristianos (misión), de las Iglesias entre sí (comunión) y de los cristianos

mutuamente en las comunidades (responsabilidad de algunos y

participación activa de todos) 14. Lo cierto es que en la Iglesia primitiva

hay una gran variedad de ministerios, cuyas fronteras no son precisas,

pero todos ellos constituyen el único ministerio de la Iglesia al servicio

12. Cf. M. Guerra y Górnez, Epíscopos y presbyteros, Burgos 1962.

13. Cf. A. Faivre, Les communautés paléochrétiennes: LurnVie 167 (1984) 5-25.

14. J. DeJorme, Diversidad y unidad de los ministerios según el NT, en id., El

ministerio y los ministerios ... , o. c., 275-283.



286 Teología Práctica

d~l ~eñor y de su señorío. Dicho con palabras de H. Legrand, «los

cnstIanos y sus pastores son hermanos iguales en dignidad, diferentes

en las funciones y solidariamente responsables» 15 •

2. Renovación ministerial posconciliar

a) Promoción dellaicado al ministerio

. ~n l~ revisión y renovación del ministerio ordenado y de todos los

mmIsten~s no ord~nados se advierten, desde hace unas pocas décadas,

algunos smtomas Importantes. El primero se manifiesta con el acceso

de los laicos a responsabilidades pastorales 16. Según las experiencia

d~ la. AC, los seglares c~~enzaron a participar en el apostolado jerarqUlc~

como meros auxIlIares de los sacerdotes a partir de un mandato

epIscopal. Por otra parte, al acabar la segunda guerra mundial se

~roduJo un notable despertar misionero. Apareció entonces una nueva

figura de ~resbítero, misionero en la cristiandad, preocupado por la

clase trabajadora (obrera o campesina) y por los agnósticos y ateos,

cercano a. los ho~bres en s.u estilo dt; vida, con un oficio civil y un

compromISO pohtIco. El ejemplo mas conocido es el de los curas

obreros. Este nuevo estilo misionero no se funda en el acto sacramental

d~ l.a úl~ima cena sino en la praxis de Jesús a lo largo de todo su

mIlllsteno.

La participación activa de los laicos crece en los movimientos

especializados y se manifiesta después del Concilio de una forma más

plena en las comunidades eclesiales de base y en algunas parroquias

renov~dasl7. El Vaticano 11 fundamenta la responsabilidad misionera

de~ larco en los sacrame.n~os de l~ iniciación cristiana (LG 11, 31 Y

33, AA.2 Y 3) Y la espeCIfIca medIante el carácter secular. Con todo,

este reCIente acceso de laicos a tareas ministeriales concretas e importante~ha

sido lento, penoso y accesorio, ya que en realidad, durante

mucho tiempo, los seglares han sido, y en gran medida son masa

dominical de u~uari~s o mera clientela sacramental. El clero ha p~seído

y en gran medIda sIgue poseyendo el poder sacramental, la interpre-

15. H. Legrand, Ministerios de la Iglesia local, o. c., 199-200.

. 16. Cf. D. Borobio, Ministerios laicales. Manual del cristiano comprometido Madnd

1984.

'

17. Cf. F.-A. Pastor, Ministerios laicales y comunidades de base. La renovación

pasto,:al de la Ig:e~ia en América Latina: Gr 68 (1987) 267-305; Celam, Ministerios

ecle~lOles e~ Amenca 0tina. Reflexión teológico-pastoral, Bogotá 1974; J.-Cl. Petit­

J. Rlgal, Arflsans d'une Eglise nouvelle. Communautés et ministeres, Paris 1978.

Agentes 287

tación autorizada del evangelio y la última instancia decisiva de gobierno

pastoral. Pero al ser la Iglesia durante muchos siglos parcela

de trabajo casi exclusivo del clero, la revisión y renovación del ministerio

sacerdotal afecta a la Iglesia entera. De un lado, el ministerio

se renueva a partir de una nueva praxis eclesial. De otro, es tarea de

toda la Iglesia, denominada por el Vaticano 11 pueblo de Dios. Esta

afirmación, todavía teórica, intenta traducirse en consecuencias prácticas,

ya que la Iglesia entera debe ser ministerial, condición ineludible

para que en el mundo sea evangelizadora y liberadora. De hecho, los

ministerios cristianos vuelven a ser actualmente servicios en las Iglesias

locales o de las Iglesias locales, más que poderes jerárquicos

estructurados 18. Con todo, al no cambiar oficialmente la disciplina

ministerial rápidamente ya fondo, nacen y se desarrollan con muchas

dificultades las nuevas comunidades cristianas y sus servicios y

ministerios 19.

b) Cambio de lenguaje en el ministerio

El segundo síntoma se detecta en el cambio de lenguaje, que

equivale a un cambio teológico significativo. Como hemos visto, en

la Iglesia antigua se consideró el ministerio inherente a toda la comunidad

y se denominó diakonía o servicio apostólico; más tarde tomó

el nombre de ministerio presbiteral, para transformarse clericalmente,

durante la Edad Media, en oficio sacerdotal. Dicho de otro modo: del

carisma primitivo se pasó a la delegación de servicios y a la sustitución

de funciones, para terminar en el estado clerical. En los documentos

del Concilio se percibe un cambio en el uso del lenguaje en dirección

contraria. Del sacerdocio se pasó a la expresión sacerdocio ministerial

o ministerio sacerdotal, luego a ministerio presbiteral o simplemente

ministerio, aunque entendido como oficio del presbítero. Con la restauración

conciliar del diaconado y el acceso de los laicos a diversos

oficios, se emplea el término ministerios en plural. En resumen, hoy

se habla más de presbiterado que de sacerdocio, de servicio que de

jerarquía, de comunidad que de obras de Iglesia, de cristianos que de

18. J. Perea, El ministerio de la Iglesia y los ministerios en la Iglesia: IgVi 91/92

(1981) 109-144.

19. Cf. los trabajos de J. M. Castillo, Nuevos ministerios en las comunidades eclesiales.

Reseña de un coloquio internacional: Seminarios 19 (1973) 561-572; Los ministerios

en la Iglesia: de una valoración «clerical» a una instancia comunitaria: SalT 63 (1974)

13-27; Los nuevos ministerios. La Iglesia será ella misma cuando tenga su centro en los

laicos: SalT 66 (1977) 3-20; Los ministerios en la Iglesia al servicio de una pastoral de

misión: PastMis 17 (1981) 329-336; Los ministerios en la Iglesia, Madrid 1983.



288 Teología Práctica

lai~ado.' ,de carisma ministerial que de carácter indeleble y de evangehzacIO~

~ue ?e consagración. Recordemos con J. Delorme «que el

hecho mInIstenal se expresa en el NT sin el dualismo posterior de

sacerdotes y laicos, y sin relación con una doctrina elaborada del

sacerdocio» 20.

Agentes 289

de un tercer ministerio, muy ligado a la comunidad: el de los sacramentos,

sin ministros especialmente designados al principio para este

oficio, que fue presidido por agentes de los dos ministerios primeros.

Por supuesto, estos dos servicios fundamentales se ejercen de forma

variada.

3. Criterios básicos del ministerio cristiano

a) El contenido del ministerio precede a la persona del ministro

Cuando se reflexiona sobre los ministerios, el primer criterio no

es ~a 'persona d.e~ mi~!stro sino el anuncio del evangelio como buena

notIcIa y. la edIfIcacIOn de la Iglesia como sacramento del reino. El

man?amIento d~l Señor es meridiano: «Seréis testigos míos hasta los

con~mes de la tIerra» (Hech 1,8) e «id y haced discípulos de todas las

n~cIOnes» (Mt 2~, ~ 9). Ahora bien, anunciar el evangelio es testimonIarlo

como serVICIO de la fe y de la justicia en comunión con Dios

y con los hermanos, especialmente con los más pobres y marginados 21 •

b) El anuncio del evangelio y la edificación de la Iglesia son

tareas básicas y comunes

En la edificación de la Iglesia sobresalen dos ministerios princip~le.s:

d~ la palabra y de la comuniónfraterna. Es lógico que el primer

mInIsteno sea el de la palabra, designado en el NT con variedad de

términos: predicación, pro~lam~eión, misión, testimonio, etc. El primer

acto pa~toral es el.testImonIo de fe y la enseñanza del evangelio,

que no es 2~010 un don. mterno para. los cristianos sino oferta para todo

el. mundo . Es lo P?~ero que hIZO Jesús: proclamó la llegada del

remo C?~O buena notIcIa para los pobres y oprimidos, al mismo tiempo

que eXIgIa a los oyentes fe y conversión (Mc 1,14-15· Mt 4 12-17.

Le 4,14-15). Al ministerio de la palabra sigue el de la ~omunión, y~

. que ~ntre los que acogen la palabra y se bautizan se establecen unas

relacIOnes nuevas. En este segundo ministerio se necesitan los servicios

de asi~~encia (ayuda mutua y socorro de necesitados) y dirección

(cohesIOn y buena marcha de la comunidad). Todavía puede hablarse

20. J. Delorme. Diversidad y unidad .... o. c .• 289.

2~. <;f.H. ~grand. Los ministerios: PMV 50 (1974) 7-15; id .• Ministeres et Peuple

de Dleu: Eghse AUJourd'hui 505 (1989) 113-124.

22. Cf. H. Legrand. Inverser Babel. mission de I'Église: Sp 11 (1970) 323-346.

c) El binomio comunidad-ministerio sustituye al de

sacerdocio-laicado

Durante siglos, los laicos no han participado activamente en el

ministerio de la Iglesia, reservado exclusivamente a los sacerdotes y

obispos por la «sacerdotalización» de la diaconía. Del Vaticano I al

Vaticano 11, el magisterio pontificio ha justificado explícitamente el

binomio clérigos-laicos o la división de la Iglesia en dos facciones:

los que enseñan y los que aprenden (León XIII), los pastores responsables

y el rebaño dócil (Pío X) o el celebrante y los asistentes (Pío

XII). Esta división bipartita no se encuentra en elNT y entraña inconvenientes

teológicos y pastorales, ya que ahí aparece el sacerdote

como el único que puede ejercer la mediación del sacerdocio de Cristo,

mientras que el laico no tiene acceso directo a Dios. De otra parte, se

corre el peligro de definir a los clérigos por los asuntos espirituales y

a los laicos por los temporales. En realidad, la Iglesia entera está en

el mundo y los laicos son responsables también, según su ministerio,

de la vida de la Iglesia 23 • Al reconocer después del Concilio que la

Iglesia es pueblo de Dios, en cuyo interior y a cuyo servicio están

todos los ministros, podemos entender mejor el nuevo binomio comunidad-ministerios.

De este modo se contribuye al diálogo ecuménico,

al poner de relieve el único sacerdocio de Cristo y al entender

el ministerio como servicio de la comunidad, aspectos mantenidos

tradicionalmente por los protestantes 24 •

23. Cf. Y. Congar. Ministerios y comunión eclesial. Madrid 1973; J. P. Deloupy.

Larcs et pretres. Des idées pour demain. Paris 1977; id .• Promotion du laicat et sacerdoce:

NRT 100 (1978) 19-35; R. Parent. Una Iglesia de bautizados. Para una superación de

la Qposición clérigos/laicos. Santander 1987.

24. Cf. H. Legrand. Ministeres et Peuple de Dieu. o. c .• 118-119; J.-M. R.Tillard.

Lo qualité sacerdotale du ministere chrétienne: NRT 95 (1973) 481-514; Pour une ré·

conciliation des ministeres. Taizé 1973. con traducción española en: Seminarios 57-58

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sentido del ministerio en el diálogo ecuménico: Phase 21 (1981) 223-239; A. Favale. El

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108; G. Flórez. El ministerio ordenado desde una perspectiva ecuménica: RevEspT 48

(1988)433-473.



290 Teología Práctica

4. Nuevos ministerios no ordenados

a) Descripción

La promoción de los laicos a los ministerios se logra cuando encuentran

un lugar adecuado en la comunidad cristiana y en su proyecto

pastoral. «Donde exista un laico competente -escribe J.-M. R. Tillard-,

susceptible de ser reconocido por la comunidad cristiana,

puede ser destinado a cualquier servicio eclesial que no exija la ordenación»25.

El campo de realización ministerial puede transcurrir en

torno a la misión, la catequesis, la comunidad, la liturgia y la acción

social y caritativa. Evidentemente, hay un primer nivel de responsabilidad

cristiana, fundada en los sacramentos de la iniciación, que no

corresponde a un ministerio sino a un servicio. En un segundo nivel

podemos hablar de ministerios no ordenados, a saber, los instituidos

y los reconocidos, que surgen en la práctica para que la responsabilidad

total no resida únicamente en el sacerdote. Los ministerios ordenados

están en un tercer nivel: son los conferidos por el sacramento del

orden. En la tradición cristiana hay, pues, funciones principales que

se denominan ministerios y funciones secundarias que se pueden llamar

servicios. Con todo, el vocabulario no es actualmente preciso, ya que

se emplean los términos oficio, servicio, encargo y ministerio casi

indistintamente. Según el código canónico de 1983 el ministerio es

un servicio «estable» conferido por «un rito litúrgico» (c. 230, 1). En

definitiva, el sistema ministerial de la Iglesia católica depende de la

distinción entre sacerdocio común de los fieles y sacerdocio ministerial,

del empleo o no de un rito litúrgico para la colación de un

servicio y de la aceptación o no de la diferencia entre hombre y mujer.

1. Ministerios instituidos

Son los ministerios no ordenados que los obispos confían a un

laico por medio de una celebración litúrgica prevista en un ritual.

Requieren una aprobación eclesial explícita, se ejercen en nombre de

la Iglesia local y responden a una necesidad permanente. Se especifican

en el «motu proprio» Ministeria quaedam de 1972, que, al crearlos,

suprimió las órdenes menores y el subdiaconad0 26 . Hay dos ministerios

instituidos principales: el lectorado 27 y el acolitado 28 • «Estos minis-

25. J.-M. R. TilIard, Iglesia de Iglesias, Salamanca 1991, 238.

26. Cf. el texto en AAS 64 (1972) 529-534.

27. Cf. Secretariado Nacional de Liturgia, El ministerio del lector. Directorio litúrgico-pastoral,

Madrid 1986.

28. Cf. Secretariado Nacional de Liturgia, El acólito y el ministro extraordinario de

la comunión. Directorio litúrgico-pastoral, Madrid 1985.

Agentes 291

terios son ejercidos por fieles cristianos que han recibido, por medio

de los ritos de la institución, el encargo de ejercer unas funciones en

favor de la asamblea, principalmente el estar al servicio permanente

de la palabra y del altar»29. También es instituido el ministro extraordinario

de la comunión. Pablo VI permitió a las conferencias episcopales

crear otros ministerios instituidos. Es el caso de los Mokanbi

en el Zaire y los Delegados de la palabra en América Latina. Sorprende

que la mujer esté impedida de acceder a este tipo de ministerios que

son propiamente laicales.

La pobreza en el desarrollo de los ministerios instituidos manifiesta,

bien una falta de libertad en su creación, bien un desinterés de

los fieles en su aceptación. Muchos cristianos no acaban de ver un

ritual para instituir dos servicios elementales (el lectorado y acolitado),

de los que incomprensiblemente están excluidas las mujeres. Sencillamente,

se entienden simplemente como servicios, funciones que

muchos adultos -hombres o mujeres- realizan sin complicaciones.

2. Ministerios reconocidos

Se denominan reconocidos por la intervención de la iniciativa

personal o confiados por el encargo que da el responsable de una

Iglesia local o el presidente de una comunidad a quienes los llevan a

cabo. Son servicios temporales, ocasionales y espontáneos. La entrega

de este ministerio se puede hacer de múltiples formas: designación

oficial, contrato de trabajo, misión canónica, etc. Han surgido después

del Vaticano 11 gracias al movimiento de las comunidades eclesiales

de base, en las que se experimenta de un nuevo modo la Iglesia, tanto

en sus diversas celebraciones sin sacerdote como en las formas variadas

de compromiso social y solidaridad.

b) Ejemplos

1. Cuando los cristianos eligen para un tiempo determinado un

responsable, líder, colaborador, presidente o jefe de comunidad, ayudado

o asistido por un consejo, se descubre el ministerio encargado

de reunir, animar y coordinar a todos los miembros del grupo. Este

primer ministerio es ejercido en Brasil por los denominados catequistas

populares, animadores de comunidades eclesiales de base, ministros

29. Secretariado Nacional de Liturgia, El equipo de animación litúrgica. Directorio

litúrgico-pastoral, Madrid 1989, 124; cf. J. Manzanares, Los nuevos ministerios de lector y

acólito. Comentario al motu proprio «Ministeria quaedam»: RevEspDC 29 (1973) 361-384.



292 Teología Práctica

extraordinarios de la eucaristía y ministros extraordinarios de la diaconía.

En las Iglesias latinoamericanas se les conoce por animadores

de la comunidad, delegados de la palabra, pastores católicos, campesinos

misioneros y ministros seglares de comunidades de base 30 • En

la Iglesia del Zaire se llaman Mokambi y en Alemania Federal Pastorale

Referenten. Los responsables han de ser personas con fe viva

(testimonio personal de vida), capacidad humana de interpelación a

participar (animación y coordinación), una cierta formación (especialmente

bíblica) y representatividad popular. Este servicio ha crecido

debido a la multiplicación de las «asambleas dominicales sin sacerdote»,

especialmente en el medio rural.

2. En las Iglesias locales más misioneras juegan un papel importante

los evangelizadores y catequistas, cuya tarea consiste en evangelizar

a paganos, conducir a catecúmenos al bautismo o a los sacramentos

de la reiniciación y promover la formación cristiana en todas

la edades y en todos los niveles. Este ministerio es diverso según se

desarrolle en el mundo escolar, en la parroquia o en la comunidad de

base, ya sea de cara a los nuevos convertidos o en relación a la masa

practicante de bautizados. Para el logro de este ministerio se necesitan

escuelas de catequistas y centros de teología popular 3l • Recordemos

que el ministerio de la catequesis requiere variedad de métodos y de

pedagogías de acuerdo a la edad, ambientes y culturas.

3. Dentro de una renovada celebración se advierte la necesidad

del ministerio litúrgico, según los diversos momentos sacramentales,

los niveles del culto, el ritmo del año litúrgico y los grados

de acceso de catecúmenos y neoconvertidos a los misterios cristianos.

Hay laicos en algunas Iglesias misioneras que bautizan, atienden

a enfermos, presiden celebraciones matrimoniales y dirigen

servicios litúrgicos dominicales en ausencia de presbítero. Quizá

por su facilidad y atractivo, el campo litúrgico ha sido y es el más

abonado para el desarrollo de nuevos ministerios. Junto a presidentes

de asambleas no sacramentales han surgido ayudantes de la

celebración, como animadores, comentadores, lectores y cantores.

Recordemos la importancia del equipo litúrgico para la preparación

del culto dominical.

30. Cf. F. A. Pastor, Ministerios laicales y comunidades de base. La renovación

pastoral de la Iglesia en América Latina: Gr 68 (1987) 267-305; A. Salvatierra, Las

nuevbos ministerios: Lumen 40 (1991) 45-75.

31. Cf. A. Hastings, El ministerio del catequista desde el punto de vista teológico:

Seminarios 21 (1975) 185-203.

Agentes 293

4. Una cuarta forma de ministerio se basa en la diaconía social,

que la comunidad cristiana desarrolla con el mundo de la marginación

y que tradicionalmente fue campo propicio de las «obras de misericordia».

Hoy se desarrolla especialmente con los pobres (clases obreras

o campesinas), los enfermos (sin olvidar los subnormales, deficientes,

ancianos y jubilados), los presos (en ocasiones los exiliados), los

drogadictos (con todo el mundo de la marginación) y los desempleados

(especialmente los jóvenes que nunca han tenido un empleo). En definitiva,

es la diaconía del compromiso con la mirada puesta en la

promoción social, la liberación humana, la lucha por la justicia y la

participación de todos en la vida política común.

c) Rasgos básicos

Así como los primeros ministerios surgieron en el interior de las

Iglesias locales y al servicio de las comunidades, así nacen y se desarrollan

hoy. Estos ministerios corresponden fundamentalmente a un

cristianismo de base laical, no de corte clerical. Surgen en la medida

que retroceden o disminuyen los curas caracterizados por haber recibido

una investidura eclesiástica sagrada, no por su dedicación evan~

gelizadora ministerial. Y. Cangar, primer teólogo moderno que ha

reflexionado sobre los ministerios, los describe como «servicios precisos,

de importancia vital para la Iglesia, que transmiten una verdadera

responsabilidad, son reconocidos por la Iglesia local y comportan una

cierta duración». Los nuevos ministerios, a semejanza de los correspondientes

a la época primitiva, poseen ciertas características:

1. Están en relación con una comunidad cristiana concreta o con

una Iglesia local. Sin comunidades no hay ministerios; y al revés, sin

ministerios no hay comunidades.

2. Son funcionales, es decir, aparecen como nuevos carismas bajo

la presión de los acontecimientos e impulsos del Espíritu. De ordinario

tienden a ser temporales.

3. Son misioneros, a saber, están al servicio del evangelio, vivido

comunitariamente y proclamado testimonialmente en la sociedad a la

que se trata de misionar.

4. Como la ordenación va ligada todavía al estado clerical, se

advierte una cierta resistencia a celebrar con un acto litúrgico la colación

de un nuevo ministerio.



294 Teología Práctica

5. Para ejercer un nuevo ministerio son necesarias, evidentemente,

ciertas cualidades, entre las que sobresalen dos: una fe sólida y una

personalidad madura. Junto a estas exigencias se advierte la necesidad

de una formación teológica y pastoral adecuada.

1S

EL MINISTERIO ORDENADO

6. Así se llega hoy a concebir los ministerios como serVICIOS

cualificados, es decir, precisos (relativamente circunscritos), de importancia

vital (sin ellos no se garantiza la madurez de la comunidad),

que entrañan responsabilidad personal (no son meramente delegados),

reconocidos por la Iglesia local (estabilidad) y diversos (según las

necesidades). Pueden ser ejercidos personalmente o en grupo, pero

siempre a título de fe e iniciación sacramental.

BIBLIOGRAFIA

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1975; Y. M. Congar, Ministerios y comunión eclesial, Madrid 1973; J.

Delorme (ed.), El ministerio y los ministerios según el NT, Madrid 1975; B.

D. Dupuy, Teología de los ministerios, en MS, IV/2, 473-508; J. I. González

Faus, Hombres de la comunidad. Apuntes sobre el ministerio eclesial, Santander

1989; P. Grelot, El ministerio de la nueva alianza, Barcelona 1969; id.,

Les ministeres dans le pimple de Dieu, Paris 1988; R. Laurentin, Nouveaux

ministeres et fin du clergé, Paris 1971; H. Legrand, Ministerios de la Iglesia

local, en IncPrTeol, III/2, 175-267; id., Les ministeres dans l'Église, Paris

1974; J. Rigal, Ministeres dans l'Église, aujourd'hui et demain, Paris 1980;

L.-Rubio - R. Sánchez Chamoso - D. Borobio, Los ministerios en la Iglesia.

Perspectivas teológicas y realidades pastorales, Salamanca 1985; E. Schillebeeckx,

El ministerio eclesial. Responsables de la comunidad cristiana, Madrid

1983; E. Schweizer, Gemeinde und Gemeindeordnung im Neuen Testament,

Zürich 1959.

Números especiales de revistas: Los ministerios en la Iglesia: Conc 80

(1972); Los nuevas formas de ministerio en la Iglesia (Coloquio Internacional,

Lovaina 1973): PMV 50 (1974); Nuevos ministerios: SalT 65 (197711).

En el desarrollo histórico de los IDllllsterios cristianos destaca el

ministerio ordenado, dividido tradicionalmente en tres grados: episcopado,

presbiterado y diaconado, conferidos por la imposición de manos

u ordenación. De estos tres ministerios, ha tenido y tiene una gran relevancia

en la acción pastoral el ministerio de los presbíteros, que se

encuentra, por la crisis sacerdotal, entre la búsqueda de una nueva estructuración

y la consolidación de una concepción tradicional. Sin embargo,

ha variado a menudo en determinadas épocas según el tenor de

vida de los presbíteros y el modo de su realización pastoral. Me voy a

detener aquí en este ministerio, sin olvidar el episcopal y el diaconal.

1. Crisis del ministerio presbiteral

Diversas manifestaciones producidas después del Concilio han puesto

de relieve una aguda crisis en los sacerdotes respecto de su identidad y

de su misión'. Los presbíteros, responsables casi únicos hasta hoy de la

acción pastoral, padecen además las tensiones y problemas que se plantean

en tomo a la estructuración de la Iglesia y a su misión evangelizadora

en la sociedad, sobre todo después del Concili0 2 • Entre nosotros se puso

de manifiesto esta crisis en la Asamblea Conjunta de 197P.

1. Cf. H. Legrand, Crisis du clergé: hier et aujourd'hui: LumVie 167 (1984) 90-106.

2. Cf. J. M. Castillo, La problemática del clero: significación y alcance: Seminarios

17 (1971) 9-26; id., ¿Hacia dónde va el clero?, Madrid 1971; J. P. Marchand, ¿Sacerdotes

mañana?, Madrid 1971; H. KÜTIg, ¿Sacerdotes, para qué?, Barcelona 1972; A. Brunot y

otros, Curas, ¿para qué?, Madrid 1972; E. Marcus, Les pretres, Paris 1984.

3. Cf. Secretariado Nacional del Clero, Asamblea Conjunta Obispos-sacerdotes,

Madrid 1971. Ver también el documento Síntesis sistemática de las aportaciones de los

teólogos al «Documento 1»: Surge 29 (1971) 387-404, que no fue publicado con las actas

de la citada Asamblea.



296 Teología Práctica

a) Principales manifestaciones

1. La primera manifestación de la crisis sacerdotal viene dada por

las secularizaciones de sacerdotes en un proceso rápido y creciente a

partir de 1963, con un parón oficial en 1978 4 • Pablo VI permitió la

reducción al estado laical con facilidad, no así Juan Pablo 11. Como

justificación personal muchos secularizados dan estas dos razones:

imposibilidad de ser célibes y sentirse «extraños y devaluados». Otros

motivos -escribe J. M. Uriarte-, como «conflictos con la jerarquía,

rechazo de la Iglesia-institución, desidentificación con la tarea sacerdotal

y problemas de fe personal parecen estar en regresión»5. Sin

duda alguna, la escasez de sacerdotes se debe al celibato y a una crisis

generalizada que alcanza a la fe y a la Iglesia-institución.

2. En segundo lugar, la disminución -no menos acelerada que

las secularizaciones- de vocaciones al sacerdocio, consecuencia del

contraste advertido por las nuevas generaciones entre la figura sacerdotal

sublimada y la imagen real del presbítero, inseguro muchas veces

en su teología, confuso en su pastoral e inmaduro en su proyecto

persona1 6 • Es posible que el descenso vocacional se deba también al

declive del mundo tradicional de tipo rural, vivero de candidatos al

sacerdocio. En tres décadas la sociedad se ha urbanizado, instruido y

tecnificado. Pero el factor más determinanate quizá sea la desestima

de un modelo sacerdotal clásico por razón del cambio cultural profundo

ocurrido en la sociedad en estos últimos treinta años 7 • El sacerdote

«se presenta hoy - afirma S. Dianich - con una personalidad despojada

de su clásico revestimiento cultural»8.

El documento preparatorio del sínodo de los obispos de 1990 sobre

la formación de los sacerdotes afirma que «se constata hoy general-

4. Entre 1968 y 1974 hubo en toda la Iglesia 9.804 secularizaciones de sacerdotes

(diocesanos y religiosos). Entre 1969 y 1980 las secularizaciones fueron 18.657. Se calcula

que entre 1964 y 1983 se han dado entre 40.000 y 50.000 reduciones al estado laica!.

Según el documento Actividades de la santa Sede, en 1972 hubo 3.794 ordenaciones y

4.039 secularizaciones.

5. J. M. Uriarte, Ministerio sacerdotal y celibato: IgVi 91/92 (1981) 51.

6. En España se redujeron los seminaristas mayores en quince años a la cuarta parte,

entre 1965 y 1980. En Francia, el descenso anual de la práctica religiosa es del 2% y el

de las ordenaciones el 8%.

7. Cf. J. Potel, Les pretres séculiers. Évolution de 1965 a 1975, Paris 1977; id.,

Demain, d'autres pretres? Lour place et leurs roles, Paris 1977; J. Rogé, Le simple

pretre, sa formation, son experience, Paris 1965; A. Aguirre, La formación sacerdotal:

una tarea postconciliar a contracorriente, en Balance del Concilio Vaticano JI a los veinte

años, Vitoria 1985, 257-281.

8. S. Dianich, Teología del ministerio ordenado. Una interpretación eclesiológica,

Madrid 1988, 38.

Agentes 297

mente una renovación espiritual y un nuevo incremento de las vocaciones»9.

Pero este ligero aumento de candidatos al presbiterado que

se observa en algunas diócesis en la década de los ochenta, es a todas

luces poco significativo cualitativa y cuantitativamente lO •

3. En tercer lugar, el envejecimiento del estamento sacerdotal,

consecuencia de los dos hechos anteriores. Los síntomas relativos a

la Iglesia española de comienzos de la década de los ochenta son

preocupantes: uno de cada diez curas tiene menos de 40 años y uno

de cada tres tiene más de 65; los sacerdotes de menos de treinta años

son el 3% del total, cuando debieran ser cinco o seis veces más, en

contraste con los de 50 a 55 años, que son el doble en comparación

a edades menores; la generación sacerdotal entre los 25 y los 35 años

apenas existe; las ordenaciones descendieron en diez a~os, .entre 1970

y 1980, de 600 a 200, mientras que hubo 845 seculanzacIOnes entre

1975 y 1977. «En su conjunto -escribe V. J. Sastre- el clero de

España acusa ya una situación de estancamiento que en un futuro no

muy lejano podría ser de gran gravedad»ll. En Italia, en poco más de

quince años (entre 1962 y 1978), el número de sacerdotes se ha reducido

a los dos tercios y los seminaristas a la mitad l2 .

b) Causas de la crisis

1. Es crisis de ejercicio ministerial

La crisis de los sacerdotes es, en realidad, crisis del ministerio o

crisis de la estructura y misión de la Iglesia en la sociedad actual 13 •

No es crisis que se explique únicamente, como algunos piensan, por

pérdida de piedad, relajación moral, aislamiento, soledad o inseguridad

doctrinal de los sacerdotes. Por supuesto, todos estos factores influyen.

En realidad, las secularizaciones son consecuencia del cambio rápido

y profundo de la actitud de los sacerdotes, desde una situación de

segregación respecto del mundo como enemigo del alma, a su inserción

9. Secretaría general del Sínodo, La formación de los sacerdotes en la actual

situación, Madrid 1989, 17.

10. La recuperación se manifiesta en el Centro, Sur y Levante de España, pero no

en Aragón, Cataluña, Baleares y País Vasco.

11. V. Sastre, Estructura generacional del clero español: IgVi 91/92 (1981) 151.

12. Cf. A. Giudici (ed.), Una Chiesa senza preti?, Milano 1981,107-111.

13. Cf. C. Duquoc, Teología de la Iglesia y crisis del ministerio: SelTeol 19 (1980)

232-238.



298 Teología Práctica

en la sociedad, en virtud del compromiso con el mundo como creación

positiva de Dios. Recordemos que el concilio acentuó tres opciones

en el ministerio sacerdotal: la apertura a los increyentes, la inserción

en la vida cotidiana y el servicio a los pobres, oprimidos y marginados

(PO 8)14. Por eso dijo claramente el Vaticano 11, al referirse a los

presbíteros: «Los nuevos impedimentos que obstaculizan la fe pueden

ponerles en peligro de que decaigan sus ánimos, viendo la esterilidad

del trabajo realizado y la acerba soledad que sienten» (PO, 22).

En muchos sacerdotes se advierte una sobrecarga pastoral derivada

de un trabajo multidimensional no especializado, junto a una débil

eficacia por la escasez.de equipos de trabajo y el envejecimiento de

algunas estructuras pastorales: Paradójicamente, de otra parte, aunque

el trabajo ministerial es en teoría enormemente amplio, en la práctica

queda reducido esencialmente a competencias litúrgicas y catequéticas.

El antiguo papel de consejero que tenía el sacerdote ha sido absorbido

por los nuevos profesionales de las ciencias psicológicas, jurídicas y

pedagógicas.

Aparentemente, la crisis no parece alarmante. En primer lugar porque

también ha disminuido en parecidas proporciones la práctica de la eucaristía

y de la penitencia, dos de los sacramentos que exigen, según el

magisterio y la teología oficial, una presencia sacerdotal. En segundo

lugar, por la participación de laicos en el campo ministerial. En cualquier

caso, las consecuencias de esta prolongada y profunda crisis sacerdotal

pueden ser grandes si no se alientan nuevos ministerios no ordenados y

no se fomentan formas y estilos renovados de ministerios ordenados. Es

fácilmente imaginable el vacío que se creará en la Iglesia cuando los

actuales sacerdotes, dentro de pocos años, estén jubilados o hayan fallecido.

Con el tiempo disminuirá la capacidad de adaptación de los actuales

sacerdotes a nuevas situaciones, como se comprueba por la dificultad de

trabajar hoy sacerdotalmente en una pastoral de juventud. Además, se

manifestará muy dicícilla compenetración de los presbíteros recién ordenados

con el envejecido grupo sacerdotal. La misma resistencia a la

jubilación, típica del clero de todos los tiempos, justificada ahora por la

escasez sacerdotal, será un obstáculo añadido para dar lugar a nuevas

formas ministeriales.

2. Es crisis de estructura eclesial

La división de los cristianos en dos categorías, clérigos y laicos,

desconocida en el NT, surge en el s. 111 y se manifiesta claramente

en el s. IV, cuando se sacerdotalizan los ministerios. Los ministros

14. Cf. Ch. Duquoc, La reforma de los clérigos, en G. Alberigo - J. J. Jossua (eds.),

La recepción del Vaticano Il, Madrid 1987, 355-367.

Agentes 299

de grado superior, al adoptar el celibato e imitar el sacerdocio cultual

del AT, se erigen en un cuerpo social elitista que detenta el poder y

la autoridad. En la Edad Media se advierte una increíble diferencia

entre clérigos y laicos, cuando los clérigos, con un derecho particular,

se apropian de todas las funciones ministeriales que se resumen en

enseñar, gobernar y santificar. El papel de los laicos se toma pasivo,

al reducirse a escuchar, obedecer y recibir. Con la división neta que

señala a los laicos como campo propio las actividades temporales del

mundo y a los clérigos las acciones espirituales de la Iglesia, reaparece

con fuerza la distinción entre lo profano y lo sagrado, típico de las

religiones antiguas, que el NT desconoce. Desde que emerge el estado

clerical, la Iglesia se identifica con los curas 15.

La división entre clérigos y laicos es un paralelo a la diferenciación

social entre aristocracia y clase popular; por ejemplo, los clérigos

imitan el estilo y atuendo de los magistrados romanos. Esta dicotomía

rígida, correspondiente a una sociedad rural primitiva, se mantiene en

la Iglesia hasta las mismas puertas del Vaticano 11. Precisamente la

sociedad occidental, compleja por su tecnificación, es la primera en

abandonar dicha división dicotómica.

El papel social del cura, pluridimensional y extremadamente complejo

en relación a las especializaciones modernas, queda postergado,

incomprendido o invalidado. La consecuencia es obvia: se produce

una crisis de identidad en el grupo sacerdotal, incapaz de atraer suficientes

vocaciones juveniles. De ahí que se produzcan en mayor

proporción secularizaciones de sacerdotes o crisis ministeriales en los

sectores culturales más nuevos en la sociedad y, por consiguiente, más

marginales al lenguaje clásico de la teología o de la fe.

3. Es crisis del estamento clerical

Como he dicho, los clérigos han absorbido poco a poco todas las

funciones y ministerios de la Iglesia, tanto en el orden del pensamiento

como en el de las decisiones y acciones. Por consiguiente, el cura

debe saberlo todo (estudios largos para abarcar el universo dogmático

y moral), hacerlo todo (segregado, sin trabajo civil, con una consagración

total), con una subsistencia económica proveniente de la institución

(el sacerdote es un liberado), como simple cooperador del

obispo (al que le debe plena obediencia) y dentro del estado de los

célibes (por razones no sólo evangélicas sino culturales y económicas).

El problema de fondo reside en el sistema clerical. No depende, sin

15. A. Faivre, Clerc·larc, histoire d'une frontiere: RevSR 57 (1983) 195-220.



300 Teología Práctica

más, de la buena o mala voluntad de los sacerdotes 16 . La Iglesia

descansa en unos funcionarios que representan el ideal de una organización

legal-burocrática (M. Weber), a saber, sacerdotes formados

desde la niñez con un bagaje cultural específico y una disponibilidad

total, dentro de una obediencia sacralizada, alejados de cualquier trabajo

civil y obligados a la ley del celibato.

2. Génesis e historia del ministerio presbiteral

a) De los ministerios al sq{:erdocio

El término sacerdote (en griego hiereus), en cuanto sacrificador

cultual al modo judío o pagano, no se emplea nunca en el NT para

designar a un responsable de la Iglesia, sino que se aplica a Jesucristo,

denominado «sumo y eterno sacerdote» (Heb 2,17; 4,14; 5,10) o a la

Iglesia entera, llamada «pueblo sacerdotal» (1 Pe 2,5.9-10; Ap 1,6;

5,10; 20,6). Por consiguiente, Cristo es el único mediador entre Dios

y los hombres (1 Tim 2,5-6)17. «El hecho de que el NT rechace la

palabra corriente para designar al sacerdote - escribe K. H. Schelklesignifica

que desconoce ese sacerdocio en su comunidad»18. Por consiguiente,

el NT no sitúa los ministerios en la línea del sacerdocio

(ofrenda de un sacrificio) sino en la línea de la construcción de la

Iglesia, que se logra con la ayuda de los diferentes dones del Espíritu19.

El término presbítero, como ya vimos, significa «anciano» o «senador»,

miembro responsable del consejo de una comunidad, sin connotación

cultual. Pero a finales del s. 11 se aplica la palabra sacerdote

al ministro cristiano. La sacerdotalización del ministerio se acentúa

en el s. III y cristaliza definitivamente en el s. IV. Los ministros de

la Iglesia son, desde entonces, ministros del culto 20 • No obstante, en

los s. III y IV, la responsabilidad en el ejercicio del ministerio de la

evangelización y edificación de la comunidad pertenecía a todos los

cristianos, aunque de manera diferente. La ecclesia o Iglesia local es

16. Cf. J. Espeja, Los ministerios ordenados en la Iglesia: situación actual y porvenir,

Madrid 1987.

17. Cf. A. Vanhoye, Sacerdotes antiguos, sacerdote nuevo, Salamanca 1982; P.

Grelot, Le ministere chrétien dans sa dimension sacerdotale: NRT 112 (1990) 161-182.

18. K. H. Schelkle, Servicio y ministerio en las Iglesias de la época neotestamentaria:

Cone 43 (1969) 362.

19. Cf. M. Houdijk, Reciente discusión sobre los fundamentos neotestamentarios

del ministerio sacerdotal: Conc 80 (1972) 573-583.

20. Cf. Cf. A. Parra, El proceso de sacerdotalización. Una histórica interpretación

de los ministerios laicales: ThXav 28 (1978) 79-100.

Agentes 301

dirigida a comienzos del s. III por un obispo como jefe, sacerdote y

pastor, pero las funciones ministeriales más importantes son ejercidas

poco a poco por los responsables de la comunidad. Los ministerios se

concentran en uno solo, al mismo tiempo que se desarrolla una sucesión

acompañada de la imposición de manos, rito que dará lugar al sacramento

del orden 21 .

En los tiempos postapostólicos es el obispo quien concentra en sí

mismo toda la responsabilidad del ministerio en su Iglesia local. Para

llevarlo a cabo ordena presbíteros. Según A. Faivre, hacia finales del

s. V aparece un «clero de oficio» que se orienta «hacia una visión

exclusivamente clerical y jerárquica»22. La doctrina del «carácter indeleble»

propiciará el distanciamiento entre clérigos y laicos 23 . El

concepto de jerarquía fue introducido en la Iglesia por el Pseudo­

Dionisio en el s. VF 4 •

Recordemos que en la Iglesia del primer milenio, el ministerio

presbiteral se entiende para presidir la comunidad. En cambio, a partir

del s. XI el ministerio sirve para presidir la eucaristía. El IV concilio

de Letrán (1215) cambió el sentido del ministerio al afirmar rotundamente

que «no puede presidir la eucaristía más que el sacerdote

rectamente ordenado» y que «no se puede ordenar a nadie sin que esté

asegurada su subsistencia». Desde finales del s. XI o comienzos del

s. XII hay un salto del binomio ecclesia-ministerium al de potestaseucharistia.

En pocos decenios se advierte una gran reducción de

carismas, servicios y funciones, quizá en parte debido al peligro de

desviación doctrinal o a la importancia que cobró la doctrina. Pronto

se aplicará a los sacerdotes la categoría de ordo, que equivalía en la

antigüedad al cuerpo de los senadores, de los caballeros y de los

gobernantes, a diferencia de los gobernados o simple populus. El

término romano ordinatio designaba el nombramiento de los

funcionarios 25 . Junto a la categoría de ordo se usan los conceptos de

«dignidad», «honor» y «mérito». Sacerdotes son los ordenados que

pueden consagrar porque tienen una potestad; no son los que poseen

un carisma en función de un servicio. El sacerdote es personaje sagrado,

con un estatuto privilegiado y una competencia cultual que no

poseen los laicos. Así se llegó a formar una pirámide jerárquica y

21. Cf. O. Knocht, Die Funktion del' Handauflegung im Neuen Testament: LJ 33

(1983) 222-235.

22. A. Faivre, Naissance d'un hiérarchie. Les premiers étapes du cursus clérical,

Paris 1977, 25.

23. Cf. J. Galot, La nature du caractere sacramentel. Etude de théologie médiévale,

Desc1ée, Paris 1957.

24. Cf. R. Roques, L'univers dionysien. Structure hiérarchique du monde selon le

Pseudo-Denys, París 1983, 2 ed.

25. Cf. P. Jounel, Las ordenaciones, en IgIOrac, 703-708.



302 Teología Práctica

sacerdotal constituida por el papa, los obispos y los sacerdotes. «A

diferencia de los Padres de la Iglesia -escribe H. Legrand -, y en

general del primer milenio, que situaban el ministerio en una perspectiva

fundamentalmente eclesial y pneumatológica, desde el comienzo

del s. XIII prevalecerá una visión cristológica centrada en los

poderes sacramentales» 26.

La práctica medieval de ordenar sacerdotes para decir misa es

abusiva, ya que rompe la relación entre comunidad y eucaristía o

entre ministerio, profetismo y sacramento. En los primeros siglos,

era la comunidad la que invitaba a asumir el ministerio a los más

aptos, sin la obligación, por otra parte, de aceptar el celibato, que

era monástico. Cuando el sacerdote institucional (definido por el

sacramento del orden, la identificación con la jerarquía y la independencia

de la comunidad) se hizo obligatorio para celebrar la

eucaristía, variaron completamente el ministerio, el esquema ritual

sacramental y el modelo de asamblea. La liturgia dejó de ser doméstica,

fraternal y popular para convertirse en acto público, jerárquico

y masivo. Los asistentes no celebraban ya en una casa,

sentados o recostados, sino de pie o de rodillas en un gran templo.

Se perdió la noción de banquete y se manifestó exclusivamente la

de sacrificio ritual; disminuyó el sentido profético, aumentó el sacral

y se oscureció el símbolo o el sacramento.

El concilio de Trento trazó los criterios magisteriales de la teología

sacerdotal al entender que el sacerdote es mediador y ministro de los

sacramentos, sin tener en cuenta una teología de la palabra por

inexistente 27 . Trento afirma que sacerdotes son los que por el sacramento

del orden han recibido «el poder de consagrar, ofrecer y administrar

el cuerpo y la sangre de Cristo, así como el de perdonar o

retener los pecados»28. De este modo se establece una teología dogmática

del sacramento del orden en base al concepto de sacerdote

como persona totalmente diferenciada o segregada de los demás fieles,

a partir de la categoría de poder o de potestad sagrada, en relación

con el culto y mediador entre Dios y la comunidad, dentro de un

modelo únic0 29 . Ya hemos visto que el NT, en cambio, parte de la

idea evangélica de servicio y considera todos los ministerios variados,

funcionales y misioneros para la construcción de la Iglesia.

b) Del sacerdocio al presbiterado

Agentes 303

A lo largo de los diversos proyectos que s~ discutieron e~ el

Vaticano II sobre el ministerio sacerdotal, prevIOs al decreto fmal

Presbyterorum ordinis, se observa una ci,erta ~et~~encia a em~l~ar

la palabra sacerdote, sustituida por la mas pnmItIva ~ ~vangehca

de presbítero. Los esquemas deb~tidos f~e~on: I?e clerzcls en. 1962,

De sacerdotibus en 1963, De vzta et mInisterIO sacerdot~lz a comienzos

de 1964, De ministerio et vita presbyterorum a fmal~s de

1964 y el definitivo Presbyterorum ordinis de 1 ?65 30 • En reahda~,

al comienzo del Concilio, coexistían dos concepcIOn~s de sacerdo~IO

o dos teologías del ministerio sacerdotal: la de qUIenes concebIan

al presbítero desde la evangelización (los «misioneros») y la de

quienes imaginaban al sacerdote ?~sd~ .el culto (los «sacra~ent~lizadores»).

El Vaticano II pretendIO teonca~e~te h~cer una .smtesIs

de ambas posiciones, al relacionar en el mIlllsten~ presbIteral l.a

misión con la eucaristía. Durante la época posconcIhar han contInuado

y continúan las tensiones entre u~ ~acerdoc~o. cult~al y un

presbiterado misionero, ya que en la p~a~tIca. el mmIsteno .~s sacerdotal

y el sacerdocio se asimila al n:I~Iste~lO, con e.xclusIO~ de

los laicos, especialmente cuando el mIlllsteno es caSI exclusIvamente

sacramental. .

La reflexión teológica sobre los ministerios a partir del VatIcano

11 juzga con severidad la noción de sace:do~io~ l?or pertenece~ a un

momento eclesial dominado por categonas ]UndICas, potestat~vas y

sacrales, justamente cuando desaparece o se empobrec~ ~l se.n~Ido ~e

la comunidad de creyentes. La clave actual de la renovaClOn II?Illlste~al

consiste, precisamente, en la noción y realidad de la cOII?ullldad cnstiana,

sacramento del amor de Dios en medio de la socIedad, desde

donde dimanan todos los ministerios 3l •

26. H. Legrand, Ministerios de la Iglesia local, en InicPrTeol, nU2, 177.

27. Cf. E. Royon, Sacerdocio: ¿culto o ministerio? Una reinterpretación del Concilio

de Trento, Madrid 1976.

28. Sesión XXIII, cap. 1., en 1563. Cf. los textos del tridentino sobre el sacerdocio

en OS 1764-1778; Oz 957-968.

29. Cf. H. Oenis, La teología del presbiterado desde Trento al Vaticano Il, en J.

Y. M. Congar (eds.), Vaticano Il. Los sacerdotes, Madrid 1969, 217-268.

30. Cf. S. Gamarra, La identidad del presbítero en la p,erspectiva del Vaticano

Il Balance del Concilio Vaticano Il a los veinte años, Vltona 1985, 229-256; J.

A: ~~trada, La Iglesia: identidad y cambio, ~adrid 1985, 191-235. .

31. H. Vall, Los ministerios en la Iglesza: AcBlbl 24 (1975) 258-305, F. deRoux,

Los ministerios en la discusión actual. Análisis bibliográfico: ThXav 25 (1975) 69-83.



304 Teología Práctica

3. Teología del ministerio presbiteral

a) Es un ministerio mayor

El ministerio presbiteral forma parte de la estructura sacramental

de la Iglesia. Según el Vaticano 11, el sacerdote actúa in persona Christi

capitis, a saber, representa en su ministerio a Cristo Cabeza. Dicho

de otro modo: «Los presbíteros quedan marcados con un carácter

especial que los configura con Cristo sacerdote» (PO 2). Pero al mismo

tiempo, el presbítero actúa tambien in persona ecclesiaé 2 • Evidentemente,

el ministerio de los presbíteros es inseparable del de los

obispos, y se relaciona, a pesar de sus notables diferencias, con el de

los diáconos 33 . Sin embargo, dice H. Legrand, «nadie es autónomo

ni autosuficiente: en la diversidad de sus cargos y carismas, todos son

solidariamente responsables y colaboradores en la construcción de la

Iglesia por la palabra y los sacramentos»34. Por su sacramentalidad,

el ministerio presbiteral se comprende en el interior del ministerio total

del pueblo de Dios, es específico en cuanto tal y es complementario

de todos los ministerios 35 . Según la tradición, la ordenación al presbiterado

no confiere el sacerdocio sino el ministerio sacerdotal para

hacer presente la acción salvadora de Cristo, único sacerdote y mediador.

«El obispo y el presbítero -escribe H. Legrand- no presiden

la Iglesia porque han recibido personalmente una cualificación sacerdotal,

sino que por el hecho de presidir la Iglesia les corresponde el

ministerio de los sacramentos. El concepto fundamentales el de la

presidencia del conjunto de la Iglesia y no el del sacerdocio»36.

b) Es un carisma ligado a una tarea pastoral

El origen del ministerio se fundamenta en el Espíritu de Jesús.

Esto significa que el ministerio es un don de Dios o del Espíritu a

la Iglesia, a saber, un carisma, mayor que el don de lenguas o de

milagros, porque es útil a la edificación de la comunidad. El ministro

es, pues, persona de espíritu. Su actitud debe ser la misma que tuvo

el Señor, que no vino a ser servido sino a servir. Pero aunque no

32. Cf. D. Marliangeas. Clés pour une théologie du ministere. In persona Christi.

In persona Ecclesiae, Paris 1978.

33. Cf. Le ministere sacerdotale. Un dossier théologique, Lyon 1970.

34. H. Legrand, Ministerios de la Iglesia local, o. c., 203.

35. Cf. A. Chapelle, Pour la vie du monde. Le sacrement de 1 'ordre , Bruxelles

1978.

36. H. Legrand, Ministerios de la Iglesia local, o. c., 212.

Agentes 305

todo carisma ni todo servicio es ministerio, el ministerio es siempre

carisma y servicio: es servicio carismático. Por carisma se entiende

un don del Espíritu que habilita, hace capaz o apto al creyente para

ejercer un cargo, al mismo tiempo ~ue.le encom~enda una ta!ea. El

ministerio presbiteral es, por consIgUIente, .cans~a o grac?a para

otros. Lo importante no es la persona del sUJeto, smo el objeto del

ministerio.

La tarea ligada al carisma del ministerio presbiteral es la evangelización

y la presidencia para edificar la Iglesia lo.cal co~.~ comunidad

en una cultura o sociedad concreta, con una tnple mIswn: profética,

sacerdotal y real, como atestigua a menudo el Vaticano 11.

c) La ordenación está en relación con una Iglesia local

El ministerio presbiteral es función o tarea reco~ocida por la

Iglesia local, para la que son convocados los candIdatos: En la

Iglesia primitiva, algunos de ellos, llamados por la comumdad, se

resistían a la ordenación. Esto significa que nadie era ordenado en

el vacío sino de cara a una tarea importante y concreta, es decir, a

una misión básica de la Iglesia en un lugar 37 . Precisamente la diversidad

de comunidades originó diferentes ministerios. Los ministros

eran elegidos por criterios de aptitud. Intervenían en. la decisión

el candidato, la comunidad y otros ministros que ya eJercía~

un ministerio. Primitivamente, la ordenación era declarada nula SI

la comunidad estaba en contra; hoy se declara nula si se lleva a

cabo en contra de la persona. .

Ahora bien la elaboración de la teología sacerdotal prevIa al Vaticano

11 se había hecho en el marco de una eclesiología universalista,

sin tener en cuenta la Iglesia local. La vocación .al ministeri? ~ra

exclusivamente personap s . Hoy se recalca la priondad del objetIvo

del ministerio sobre la persona del ministro. Dicho de .otro modo, n.o

hay un sacerdocio ontológico independiente. de cual~Uler responsabIlidad.

Por consiguiente, tiene más ImportancIa la aptItud que el deseo.

Sin embargo, se ha fomentrado y se fomenta el dese~ d~ ~er sacerdote,

pero está mal visto el deseo de ser obi~po .. Esto. slgmf~ca qu~ en el

ministerio episcopal -apesar de que solo mtervIenen msta?ClaS romanas-

se cumplen los requisitos de la comunidad local mas que en

el ministerio presbiteral.

37. En el concilio de Calcedonia del año 451 se prohibía la ordenación de un candidato

sin comunidad local, ya que no se aceptaba la ordenación absoluta.

38. H. Legrand, Ministerios de la Iglesia local, o. c., 175.



306 Teología Práctica

d) La tarea del ministerio ordenado

es presidir la edificación de la comunidad

Los teólogos actuales coinciden en afirmar que el ministerio presbiteral

no se define a partir de los poderes sacramentales ni se entiende

como ministerio mediador; es preciso partir de la Iglesia misma y de

su función ministerial. K. Rahner afirmó que la esencia del sacerdocio

ministerial es «la palabra confiada a la Iglesia» con «un carácter eficaz

de anuncio y de acontecimiento»39. Como consecuencia, «el sacerdote

es un heraldo de la palabra de Dios, ligada a una comunidad dada

-al menos potencialmente-, que habla por mandato de toda la Iglesia

y, por tanto, oficialmente, de tal modo que a él le son confiados

sacramentalmente los más altos grados de intensidad de esta palabra» 40.

Según W. Kasper, el ministerio sacerdotal se comprende «a partir

de la función del gobierno de la comunidad y del servicio a la unidad

de la Iglesia ... signo y sacramento de la unidad del mundo»41: Hoy

entendemos el ministerio ordenado como carisma para la construcción

del cuerpo de Cristo o como función al servicio de la edificación de

la Iglesia en una sociedad y en una cultura determinadas. Precisamente,

la edificación de la comunidad es vital para el crecimiento de la Iglesia

y el ejercicio de su misión. La tarea global del ministerio ordenado

reside en coordinar, animar y vigilar el crecimiento de una comunidad

cristiana. Es preocupación dinámica de todo el conjunto o responsabilidad

en función de todos. En resumen, es un liderazgo de cara a la

dinámica de todo el grupo, a su coherencia interna, a su misión exterior

y a su relación con otras comunidades.

4. Problemas concretos del ministerio presbiteral

a) El celibato de los sacerdotes

En el estatuto actual de los sacerdotes católicos sigue vigente la

ley del celibato. El Vaticano 11 reconoce explícitamente que «el celibato

no se exige por la naturaleza misma del sacerdocio» y que fue

«impuesto por una ley de la Iglesia latina» (PO 16). Sabemos que la

Escritura no establece un nexo obligatorio entre ministerio y celibato.

39. K. Rahner. Punto de partida teológico para determinar la esencia del sacerdocio

ministerial: Cone 43 (1969) 443.

40. Ibid., 444.

41. W. Kasper, Nuevos matices en la concepción dogmática del ministerio sacerdotal:

Cone 43 (1969) 389.

Agentes 307

De hecho, en la Iglesia se ordenó a cristianos casados durante varios

siglos; prácticamente, en la Iglesia del primer milenio no se conoce

la ley universal del celibato. En realidad, lo que se origina en el s.

IV es la ley de continencia por razones de «pureza ritual» (prohibición

de tener relaciones sexuales antes de la comunión eucarística). Cuando

la misa se hizo en Occidente diaria, la continencia en los sacerdotes

se convirtió en permanente 42 . La ley del celibato fue promulgada por

la Iglesia latina de forma implícita en el primer concilio de Letrán

(1123) y explícitamente en el segundo concilio de Letrán (1139) con

objeto de que se cumpliese la ley de continencia ya existente 43 .

Al variar a lo largo de la historia la ley del celibato, ha sido

necesario que se revisen las razones de su justificación. Hoy se insiste

en la disponibilidad que se desprende del celibato y en las razones

evangélicas de su aceptación por el reino de los cielos 44 • Lo cierto es

-escribe A. Hastings- que «en la Iglesia se da un carisma de celibato,

que se presenta como testimonio especial del Reino y que además

puede contribuir en gran medida a la eficacia de muchos ministerios» 45.

Pero con no menos fuerza escriturística y teológica puede afirmarse

que la conjunción del sacramento del orden y del matrimonio tiene

asimismo un valor considerable. En el sínodo de 1971 la mitad de las

conferencias episcopales expresaron el deseo de poder ordenar a cristianos

casados, pero la santa Sede no lo autorizó. De hecho, la disciplina

del celibato se mantiene en la encíclica Sacerdotalis caelibatus

de 1967, en las decisiones del sínodo de 1971 y en la carta de Juan

Pablo II a los sacerdotes con ocasión del jueves santo de 1979.

Las dificultades reales para llegar a un cambio en la disciplina

eclesiástica y ordenar eventualmente a casados o permitir que los

actuales sacerdotes puedan casarse sin abandonar definitivamente su

oficio presbiteral, no proceden de la teología del ministerio, sino de

una concepción de la sexualidad y de la realidad matrimonial. No

olvidemos, sin embargo, que el problema de fondo es ministerial. No

se trata tanto de una decisión entre curas célibes o curas casados, sino

de una opción entre sacerdotes de lo sagrado y presbíteros de la co-

42. Cf. R. Grisson, Les origines du célibat eccl¿siastique du le au VIle, Gembloux

1970; id., Dix ans de recherches sur les origines du c¿Zibat ecclhiastique: RTLv 11 (1980)

157-185.

43. E. Sehillebeeekx, El ministerio eclesial. Responsables en la comunidad cristiana,

Madrid 1983, 150-171.

44. Cf. J. Coppens, Sacerdocio y celibato, Madrid 1971; M. Rondet, Le céUba!

¿vang¿lique dans un monde mixte, Paris 1978; J. Sobrino, El celibato cristiano en el tercer

mundo, Bogotá 1977.

45. A. Hastings, El problema teológico de los ministerios en la Iglesia: Cone 43

(1969) 399.



308 Teología Práctica

munidad. En todo caso, el mantenimiento rígido de la ley del celibato

como condición básica sacerdotal puede retrasar la renovación a fondo

del ministerio presbiteral 46 •

b) La ordenación sacerdotal para siempre

La ordenación para siempre, derivada de la expresión «sacerdos

in aetemum» y del carácter indeleble que imprime el sacramento de

la ordenación, manifiesta la misma problemática que la ordenación

para un tiempo limitado, ya que se parte de la persona del ministro.

Por esto mismo - piensan algunos -, al «hacerse uno sacerdote»,

puede abandonar el estado presbiteral con una libre decisión personal,

como si estuviese el ministerio a libre disposición del sujeto.

Hoy se considera primacial el objetivo del ministerio. En este

sentido puede decirse que decide la comunidad con el candidato, no

el candidato aisladamente. Dicho de otro modo, importa más la aptitud

que el deseo, ya que el ministerio pertenece al régimen de la gracia,

no del contrato. La consecuencias son obvias: si el ministerio está

determinado por la edificación de la Iglesia, siempre se darán razones

válidas y objetivas para que alguien acceda al mismo o para que

alguiene lo abandone. En realidad, el ministerio debiera ser abandonado

por falta de fe, por incapacidad demostrada (física o psíquica,

sea por edad o enfermedad) o por falta de aceptación. Sin embargo,

las razones que hoy dan muchos sacerdotes que se secularizan son

otras distintas. Algunos teólogos piensan que uno no es ministro cuando

no ejerce el ministerio y que la ordenación debiera ser temporal

para evitar discusiones enojosas o estériles. Otros, en cambio, siguiendo

la tradición, opinan que la fijación temporal del ministerio sacerdotal

se opone a su «carácter indeleble» 47.

Recordemos que el carácter del sacramento del orden es una enseñanza

dogmática de Trento cuando afirma que «los tres sacramentos

del bautismo, de la confirmación y del orden imprimen en el alma un

carácter, es decir, un sello espiritual e indeleble» 48. Esto significa que

la ordenación troquela al sacerdote permanentemente 49 • En la teología

sobre el carácter de la ordenación han influido, sin duda, la importancia

46. Cf. P. Winninger, Ordonner des pn!tres. Le célibat une loi, le ministere une

nécessité, Paris 1977.

47. ~ Cf. R. Blázquez, La Iglesia del Concilio Vaticano 1I, Salamanca 21991, cap. 7

y 8, 201~244.

48. Sesión VII, canon 9; DS 1609.

49. Cf. J. Lécuyer, Le sacrement de l'ordination. Recherche historique et théologique,

Paris 1983 y C. Vogel, Ordinations inconsistantes et caractere inamissible, Torino

1978.

Agentes 309

del poder sacerdotal y el olvido del servicio, el énfasis en el candidato

y el oscurecimiento de la Iglesia local y la diferenciación abismal entre

clérigos y laicos. Incluso a causa de las secularizaciones sacerdotales

actuales, ha cobrado un relieve añadido la teología del carácter, no

exenta de ideología. Recordemos que el carácter indeleble significó

originalmente la no repetición de la ordenación 50 •

c) La presidencia de la eucaristía

En numerosas comunidades eclesiales de base se plantea hoy agudamente

quién puede y debe presidir la eucaristía 5 !. Algunas no tienen

un presbítero adecuado, muchas rechazan al cura exterior a la comunidad

y en otras se ha secularizado su sacerdote, aunque en bastantes

casos sigue incorporado con su mujer a la misma comunidad. Hay

Iglesias del tercer mundo en las que laicos y religiosas se encargan,

por falta de presbíteros, del ministerio parroquial o comunitari0 52 • La

necesidad de que un miembro cualificado de la comunidad presida la

eucaristía es apremiante en muchos sitios, dado el descenso del número

de ordenaciones y la dificultad de encontrar presbíteros aptos para

dirigir comunidades. Por otra parte, se ha desarrollado en la etapa

posconciliar una nueva teología del ministerio a la luz del NT, manifiestamente

crítica con la teología tridentina del sacerdocio, vigente

hasta las mismas puertas del Vaticano 11. Pero la renovación del diaconado

tampoco ha resuelto el problema de la presidencia eucarística.

Las comunidades cristianas exigen hoy un número suficiente de

ministerios para su desarrollo cristiano normaP3. Necesitan vitalmente

que alguien de la comunidad presida la eucaristía, sin la cual no ha~

experiencia cristiana plena, ni verificación comunitaria ?e la fe, nI

compromiso completo con la sociedad a la luz de la ~e .. Sm emb~rSo,

la actual disciplina es tajante: los laicos no pueden presIdIr la eucarIstla,

ya que no hay celebrante sin ordenación, ni ordenación sin «imposición

de manos».

Decidir hoy en la práctica quién puede presidir la eucaristía es una

cuestión delicada y compleja. Sin embargo, no es intocable ni debe

50. Cf. H. Legrand, Carácter indeleble y teología del ministerio: Conc 74 (1972)

58-75; E. Rufini, El carácter como visibilidad concreta del sacramento en relación con

la Iglesia: Conc 31 (1968) 111-124. . ..

51. Cf. Presidence de l'eucharistie: Sp 18 (1977) n. 79 y 19 (1978) n. 70; A. GlUd!c!

(ed.), Una Chiesa senza preti? Ricerca teologica sulla presidenza dell'eucaristia promosso

dalle comunitii di base italiane, Milano 1981.

52. Cf. R. Dubert, Comunidades sin sacerdote. La experiencia de los presidentes

de asamblea: SalT 63 (1975) 284-289.

53. Cf. Derecho de la comunidad a un pastor: Conc 153 (1980).



310 Teología Práctica

trivializarse. Recordemos algunos datos para la reflexión. Siguiendo

la costumbre de los judíos, la Iglesia antigua ordenó o delegó con

facilidad responsables para presidir la eucaristía, de acuerdo a la exigencia

de que todo grupo cristiano que abarcase a «doce jefes de

familia» pudiera celebrar el sacramento central. No olvidemos, por

otra parte, que el banquete pascual judío, con el que tiene una evidente

relación la eucaristía, era un acto familiar, presidido por el padre de

familia, no por un sacerdote oficial, ya que todo el pueblo era sacerdotal.

De ahí que en los comienzos de la Iglesia, la presidencia de la

eucaristía no tuvo un relieve personal especial o no fue realizada por

una persona singular. Evidentemente, como era el caso de Pablo,

presidía la mesa del Señor con más facilidad quien llevaba a cabo el

ministerio de la palabra, tanto en la enseñanza como en la evangelización.

El papel principal de los responsables de la comunidad no

consistía en presidir la celebración del banquete del Señor, sino en

edificar la comunidad. Cualquier ministro primitivo (apóstol, profeta,

doctor, presbítero, etc.) podía presidir la fracción del pan. En la época

de los padres apostólicos había a la cabeza de la comunidad un obispo

(llamado a veces presbítero), junto a un consejo de presbíteros y

diáconos. El obispo o un delegado suyo presidía la eucaristía. ¿Por

qué un obispo hoy, a título excepcional y en circunstancias precisas,

no puede delegar en un laico con responsabilidad ministerial garantizada

la celebración de la eucaristía?

De acuerdo con el pensamiento de la Iglesia primitiva, toda la

asamblea celebra la eucaristía. Dicho de otro modo, la ecclesia o

comunidad cristiana es el sujeto integral de la acción litúrgica s4 • No

es, pues, rigurosamente tradicional la afirmación de que el sacerdote

celebra la misa, a la que asisten los fieles. Al ser la comunidad

sujeto celebrante, el papel de la presidencia sacerdotal no parece

ser tan decisivo, aunque nunca debe considerarse accesorio. En

cualquier caso debe presidir la eucaristía quien preside la construcción

de la Iglesia, es decir, quien asume de verdad algún ministerio

básico cristiano. Destacar que sólo el sacerdote celebra misa y que

es accesoria la asistencia de la comunidad, es defender la eclesiología

de los poderes y desestimar la eclesiología de la comunión.

Si por una parte se tiene en cuenta la tradición cristiana y, por otra,

el funcionamiento normal de un grupo, parece evidente que la eucaristía,

al ser una acción importante, no debe presidirla cualquier

miembro de la comunidad, sino alguna persona cualificada por su

ministerio, con una habilitación adecuada para este servicio, que

54. Cf. Y. M. Congar, La «Ecclesia» o comunidad cristiana, sujeto integral de la

acción litúrgica, en J.-P. Jossua - Y. M. Congar (eds.), La liturgia después del Vaticano

Il, Madrid 1969, 279-338.

Agentes 311

la tradición llamó ordenación. La ordenación a la presidencia de la

eucaristía mediante la imposición de manos es entendida por algunos

teólogos como delegación, ciertamente con un sentido sacramental,

no meramente jurídico. ¿No es posible hoy que se delegue excepcionalmente

a algunas personas sin que necesariamente pasen a

pertecer al grupo de clérigos o al presbyterium? ¿no podría, al

menos, la Iglesia facilitar la ordenación presbiteral para presidir la

eucaristía?

El ministerio de los presbíteros no es primacialmente sacral, a

saber, ordenado específicamente a consagrar la eucaristía y a perdonar

sacramentalmente los pecados (con la unción de enfermos).

Es un servicio fundamental de evangelización y de edificación de

la comunidad que lleva consigo, naturalmente, el encargo de presidir

la eucaristía. Ahora bien, si un presbítero puede presidir la eucaristía,

¿por qué no puede hacerlo por delegación quien ~iene el

ministerio de presidir la edificación de la comunidad a parhr de un

cometido evangelizador? Según la praxis primitiva, la presidencia

de la asamblea eucarística es la dimensión litúrgica de la tarea

pastorap s .

Es hoy discutible la simbiosis que se da entre poder y sacralización

y la separación existente entre sacerdocio y comunidad. Sin regulación

comunitaria, todo poder eclesiástico o sacerdotal es antievangélico; es

clericalismo. Sin embargo, se admite que un sacerdote celebre la

eucaristía sólo o sin comunidad y no se aprueba la celebración presidida

ocasionalmente por un laico, aunque sea responsable oficial de la

comunidad. No olvidemos que todo poder de una persona sobre otra

entraña una cierta violencia, ya que es violación de la igualdad primordial.

De ahí que el evangelio traduzca el ministerio de Jesús y de

los Doce en términos de servicio, no de poder o potestad. ¿Por qué

no preside la celebración quien mejor sirve a la cO~1Unidad, no qui~n

tiene una potestad sagrada y eventualmente se halla aIslado de cualqUIer

comunidad y ministerio importante? Como consecuencia, e~ sacerdote

secularizado no es, sin más, la persona que en caso de neceSIdad puede

presidir con más facilidad la eucaristía en virtud de ~a ordena~ión que

recibió, equivalente a un poder sobre ~l pan ~ el vmo. Preguntes e a

la comunidad si este sacerdote secularIzado Slrve o lleva a cabo un

ministerio dentro de la comunidad. Ya dije que la alternativa actual

no es tanto la de sacerdotes célibes-sacerdotes casados, sino la de

sacerdocio cultual-presbiterado misionero, ~ntendido este ú~ti!ll0 mediante

los ministerios básicamente evangehzadores al serVlClO de la

Iglesia-comunidad.

55. Cf. Ministere et célébration de l'Eucharistie, Sacramentum r, Roma 1973 (Studia

Anselmiana, 61).



312 Teologfa Práctica

En el fondo del problema sobre quién puede o debe presidir la

eucaristía late otra cuestión más fundamental: si la eucaristía es propiciación,

sacrificio u ofrenda (concepción en términos cultuales o

sacerdotales) o memoria, promesa y liberación (concepción en términos

proféticos y ministeriales). Otro tanto puede decirse del modo

de concebir el ministerio, entendido antes del Vaticano 11 como acción

cultual o sacramental, y despues del Concilio como evangelización

liberadora, para lo que es necesario comprender la eucaristía como

sacramento de la justicia del reino, y la muerte de Jesús como consecuencia

de una lucha contra los poderes demoníacos en aras de la

instauración del reino y de la resurrección para la vida eterna.

5. El ministerio de los obispos

a) Origen del ministerio episcopal

Desde finales del s. II o comienzos del s. 111, los obispos tienen

conciencia de celebrar en la verdad de la «continuidad apostólica»

ministerial, más que en la «sucesión» de los ministros 56 . En la Tradición

apostólica de Hipólito (comienzos del s. IlI) se encuentra el

testimonio de la ordenación episcopal, hecha en la eucaristía dominical,

que comprende la elección por el pueblo, un escrutinio sobre

sus cualidades, la recepción del Espíritu, la imposición de manos por

obispos vecinos y la toma de posesión del cargo, modo en definitiva

de «suceder» un obispo a otro.

b) Rasgos del ministerio episcopal

2. Es un ministerio de presidencia

Agentes 313

El obispo, junto con su presbiterio, vela por la .edificaci~n de su

Iglesia local en un espacio culturalmente preciso, medIa~t~ la tnpl~ función

profética (palabra), litúrgica (sacramento) y de SOliCI~U~ (candad~.

«Este ministerio -escribe H. Legrand-, que es un servIcIo de creCImiento

y de animación de la Igl~sia, no puede ejerce;~e sino en relac~~n

con los otros ministerios y vocaCIOnes con que el Espmtu prov~e tamblen

a la Iglesia»58. A diferencia del ministerio pr~sbiteral,. el epIscopal r~presenta

plenamente a la Iglesia ya 9ue el ObIS~O presIde todo consejO

diocesano, se sienta en la cátedra y tIene la totalIdad ~el sacr~ento ~el

orden59. Cuando se erige una nueva Iglesia local, su pnmer O~ISPO recIbe

de los obispos vecinos un ministerio en continuidad. apos.tóh:~, que es

fidelidad a la doctrina, a los sacramentos y a las eXIgenCiaS etlc.as ~undamentales.

La sucesión se sitúa, pues, en el interior de la contInUIdad

apostólica.

3. Atestigua la fe apostólica de la Iglesia

Desde el concilio de Nicea hasta nuestros días se ha mantenido la

tradición de que en la ordenación de un o~is~o haya al ~eno.s dos

obispos vecinos (ordinariamente de la provIncia) que ~estImonIan la

fe apostólica en la comunión católica. El punto de partIda es la construcción

de la Iglesia local, no la persona; .10 que. tiene relieve no ~s

la vocación personal sino la llamada eclesial. Afln.nar que la .Igles~a

es apostólica es pensar que se mantiene en la fidelIdad al t:~tImonIo

de los apóstoles y que vive de l?s carismas ~ dones de.l Esp.mtu. Para

tener esta seguridad, es necesano que se reCIba el testlln.on~o de otras

Iglesias. Por otra parte, la sucesión a~o~tóli~a (o la.co~tInUIdad apostólica)

es sucesión en la fe y en el mInlsteno eclesial .

1. Es el grado máximo del ministerio ordenado

«Según nuestros actuales conocimientos -afirma H. Vorgrimler-,

el centro de gravedad teológico del sacerdocio sacramental se

encuentra indudablemente en el obispo»57. La denominada ordenación

episcopal (o consagración) es una donación del Espíritu en forma de

epiclesis como carisma de dirección de una Iglesia local.

56. Cf. J.-M. R. Tillard, Sacrements et communion ecclésiale. Les cas de Lambeth

et d'Écone: NRT 111 (1989) 641-663.

57. H. Vorgrimler, Teologfa de los sacramentos, Barcelona 1989, 340.

4. Asegura la unión con la Iglesia entera

El obispo no sólo es testig~ de la .Igles.ia entera en la parti~ular o

local sino que simboliza la UnIdad e IdentIdad de la IglesIa unIversal

a tra~és de la variedad y multiplicidad de Iglesias locales 61 . Por estas

58. H. Legrand, Ministerios de la Iglesia local: ? ,c., 227.

59. J.-M. R. Tillard, L'Éveque et les autres mm~steres: Irén 48 (1975) 195-200.

60. Cf. Y. Congar, La apostolicidad de la Igl~sza, en MS IV:l, 547-605. ..

61. Cf. Groupe de Dombes, Le ministere ép¡s~op~l. Réjl~x~ons et propos!lwns sur

le ministere de vigilance et d'unité dans I'Église partlcu[¡ere, Talze 1976.



314 Teología Práctica

razones, la Iglesia particular no se da a sí misma el ministerio ordenado

en su máximo grado, sino que lo comparte con la totalidad de las

Iglesias, especialmente con las vecinas. En virtud de la ordenación,

el obispo se convierte en vínculo de la Iglesia: representa a toda la

Iglesia en la suya propia y a la suya en la totalidad de la Iglesia.

6. El ministerio de los diáconos

a) Restauración del diaconado

Al restaurar el diaconado permanente en la Iglesia latina como ministerio

(LG 29; AG 16), el Vaticano TI ha logrado distinguir oficialmente

por primera vez el ministerio del sacerdocio, identificados ambos durante

siglos. En realidad, más que creación de algo nuevo adecuado a la

situación actual, ha sido «restauración» de un ministerio existente en la

antigüedad cristiana 62 . Como realidad eclesial o ministerial, la función

diaconal había desaparecido prácticamente en la Edad Media cuando los

ministerios se redujeron al sacerdocio y episcopado. El diaconado se

convirtió en un estado de preparación, paso previo o grado de acceso al

sacerdocio. Al principio, los diáconos suplían a los presbíteros en la

celebración de algunos sacramentos, enseñaban al pueblo y administraban

los bienes de la Iglesia. Se hicieron innecesarios en la época carolingia,

cuando cobraron importancia los estipendios de las misas, convertidos

desde entonces en la «congrua sustentación» del clero. De ahí que los

clérigos y diáconos accedieran rápidamente al presbiterado. Por razones

cultuales basadas en el poder y en el dinero desaparece el diaconado o

se convierte, como todas las órdenes menores, en una ficción. Ni siquiera

el concilio de Trento resolvió prácticamente el problema de los ministerios

inferiores al sacerdocio.

El deseo de restaurar el diaconado permanente se despertó antes del

concilio. La primera iniciativa fue alemana, al comprobarse la necesidad

de ministros adecuados como responsables de organizaciones caritativas,

atender a católicos en zonas mayoritariamente protestantes y ayudar en

ciertas liturgias de la palabra. También se sintió esa misma necesidad en

las tareas misioneras de la Francia rural y en las jóvenes Iglesias de Asia.

Incluso Pío XII apoyó la idea pero no dió el paso necesario.

62. Cf. P. Beltrando, Diaconi per la Chiesa, Milano 1977; Comité para el diaconado,'

El diaconado. de la Iglesia en España, Madrid 1987; K. Rahner - H. Vorgrimler, Diakonia

in Christo. Uber die Erneuerung des Diakonates, Freiburg 1961; L. Sartori, Los diáconos

al servicio de la comunión: Surge 44 (1986) 21-43; Varios, Los diáconos en el mundo

actual, Madrid 1968; Varios, El diaconado permanente en la Iglesia. Estudios y documentos,

Salamanca 1978.

Agentes 315

El diaconado fue restaurado por el concilio en 1964 por dos razones:

1) Para extender el ministerio ordenado a responsables de la

acción caritiva; 2) Por las dificultades del ministerio sacerdotal y la

escasez de presbíteros, aunque los diáconos no deben ser entendidos

como auxiliares de los sacerdotes sino como colaboradores. Tienen

un servicio propio de la palabra, caridad y liturgia. Este ministerio

fue regulado en sendos documentos por Pablo VI en 1967 y 1972,

siendo aceptado por las diversas conferecias episcopales de diferente

manera. La experiencia de los diáconos en diversos países ha sido

positiva, aunque ha resuelto pocas cosas importantes.

b) Características del diaconado

1. El diaconado es un ministerio ordenado

«La restauración del diaconado como grado permanente en el Vaticano

TI -escribe J. M. Lera- se proponía devolver a la constitución

jerárquica de la Iglesia un eslabón perdido, considerado ~omo de institución

divina (o al menos apostólica), mas de cuya pérdIda no se era

sin embargo, muy consciente»63. Sin embargo, la orden~ción diac~nal

de laicos fue vista en un primer momento como una pelIgrosa clencalización

e incluso como un ataque indirecto al celibato eclesiástico. Por

otra parte, un laico delegado por su obispo puede hacer casi lo mis~o

que un diácono permanente: predic~ la palabra, aY':ldar ~n la celebraclOn

y llevar a cabo diversas obras de candad. Recordemos, sm embargo, que

una ordenación es más que una delegación de poderes: es un don del

Espíritu y un encargo para edificar la Iglesia local.

2. La dimensión fundamental del diaconado es el servicio

Aunque los diáconos pertenecen al clero de la Iglesia local, pueden

realizar trabajos civiles y participar activamente en la política. Su ministerio

no debe centrarse en el altar, ni en la predicación sino en el

servicio social, por ser la diaconía más urgente y necesaria y se: ellos

signo de la caridad socialmente ent~ndida. Est~ cas~d~s, trabajan de

ordinario en el mundo y poseen cualIdades y cansmas Idoneos para esta

tarea. Les corresponde reavivar el servicio social e incluso organizarlo 64 •

63. J. M. Lera, El diaconado permanente en el Vaticano Il. ¿Decretos sin praxis

eclesial?: SalT 65 (1977) 46.

64. Cf. J. Manzanares, Disposiciones complementarias sobre el estado canónico del

diaconado: RevEspDC 30 (1974) 69-92.



316 Teología Práctica

BIBLIOGRAFIA

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1987; id., Espiritualidad sacerdotal. Congreso, Madrid 1989; Comisión Teológica

Internacional, Le ministere sacerdotal, Paris 1971; Conferencia Episcopal

Alemana, El ministerio sacerdotal, Salamanca 1970; Conferencia Episcopal

Española, La formación para el ministerio presbiteral, Madrid 1986; J.

Coppens (ed.), Sacerdocio y celibato, Madrid 1971; S. Dianich, Teología del

ministerio ordenado, Madrid 1988; J. Esquerda, El sacerdocio hoy. Documentos

del magisterio eclesiástico, Madrid 1983; A. Favale, El ministerio

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Christi. In persona Ecclesiae, Paris 1978; L. Ott, El sacramento del orden,

en Historia de los dogmas, IV/S, Madrid 1976; K. Rahner, Sacerdotes, ¿para

qué?, Bilbao 1969; V. E. Tarancón, El sacerdote en la Iglesia y en el mundo

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según el NT, Salamanca 1982; Varios, Le Ministere sacerdotal. Un dossier

théologique, Lyon 1970.

Números especiales de revistas: Sacerdocio y ministerios en la Iglesia

actual: IgVi 91-92 (1981); El sacerdote hoy: Com 5 (1981); Ministerio presbiteral:

debates y perspectivas: IgVi 145 (1990).

16

LOS LAICOS CRISTIANOS

Al dedicar el Vaticano 11 a los laicos un capítulo de la constitución

Lumen gentium y el decreto Apostolicam actuositatem consolidó los

fundamentos del apostolado seglar ya existente y contribuyó a iluminar

el concepto del seglar cristiano a partir de la teología del laicado

desarrollada entre los años 1930 y 1950. Al mismo tiempo se evidenciaron

lagunas de fondo que contenía dicha teología. De hecho no se

superó el binomio negativo sacerdocio-laicado, basado en la oposición

entre lo profano y lo sagrado, ni se restauró el de comunidad-ministerios

y carismas. Posteriormente se ha visto en la praxis que los laicos

no acaban de participar satisfactoriamente en la Iglesia, por más que

se hayan realizado ciertos progresos. Pendiente queda, como veremos,

el acceso de la mujer al ministerio cristiano, considerada por algunos

como un sub-laico. El clero sigue siendo factor decisivo en las tareas

pastorales y los obispos se pronuncian de ordinario en cuestiones

sociales con insuficiente participación laical en la elaboración de sus

documentos. El sínodo de Obispos de 1987 dedicado a la cuestión de

los laicos y la exhortación apostólica Christifideles laici de 1988, han

intentado aclarar esta cuestión, pero todavía se advierte una cierta

confusión en este campo; incluso se cuestiona el mismo concepto de

laico cristiano, al paso que se aboga por la laicidad de toda la Iglesia.

Examinaré cómo ha surgido en la Iglesia ellaicado, qué reflexiones

teológicas se han desarrollado sobre esta realidad y por qué caminos

pastorales transcurre hoy la participación de los laicos cristianos en la

Iglesia y en el mundo l •

1. Para conocer la bibliografía sobre el laicado, consultar Il laicato. ,Rasegna bibliografica,

Vaticano 1987 y R. Goldie, Laico, laicado y laicidad. Un sondeo b,ibliográfico

a lo largo de tres decenios: LHoy 26 (1979) 111-150; ver la segunda edición italiana

ampliada en Laico, laicato, Laicita (Guide Bibliographice 1), Roma 1986. Para una visión

de conjunto sobre ellaicado ver Y. M. Congar, Lai'c et laicat, en DSAM, IX, 79-108.



318 Teología Práctica

1. Orígenes del laicado cristiano

El NT no utiliza la palabra laico para designar a los miembros de

la Iglesia naciente, sino los términos «llamados» (kletoi), «elegidos»

(hagioi), «discípulos» (mathetai) o «hermanos» (adelphoi). Por su

parte, los judíos designan «nazareos» a los nuevos creyentes (Hech

24,5), mientras que probablemente las autoridades romanas les llaman

«cristianos» por ser discípulos de Cristo (Hech 11 ,26; 26-28). Los

nombres que se dan a sí mismos los primeros cristianos pretenden

definir una fraternidad, distinta de las existentes en el mundo de entonces;

al mismo tiempo tienen conciencia de poseer una relación con

Dios, de cuya santidad participan. Por su unión con Cristo son el

nuevo pueblo de Dios; por su testimonio en el mundo son la nueva

comunidad de creyentes. «No se pone el acento -escribe Y. Congaren

la distinción entre seglares y clérigos dentro de la Iglesia, sino en

la separación o la oposición entre la Iglesia, enteramente santificada,

y el mundo»2.

En resumen, los cristianos se distinguen de quienes no lo son por

la fe en el Dios de Jesús, por el bautismo que los incorpora a Cristo,

por la participación en la eucaristía comunitaria y porque sus vidas

están al servicio del evangelio y del reinado de Dios 3 • Son «discípulos»

del Señor y «hermanos» entre sí; ni el ministerio ni el carisma los

separan de su condición común cristiana. Tampoco los responsables

de un servicio se sitúan en una condición privilegiada; la única jerarquía

es la santidad 4 • Sólo Jesús es maestro o tiene magisterio; los demás

comparten el ministerio. En definitiva, la comunidad de fe es fraternidad

de iguales (koinonía), ya que por el bautismo se suprimen las

diferencias entre judío y pagano, esclavo y libre, hombre y mujer (Gál

3,27-28). Todos los bautizados se sienten elegidos para un servicio o

ministerio. Claro está, los carismas o dones del Espíritu en el ministerio

no son iguales. De ahí que se deriven diversas funciones de la misma

comunidad, dentro de la cual son todos «hermanos»5.

El término laikós (en latín plebeius) aparece por primera vez en

la carta de Clemente de Roma (40,6) del año 95, cuando describe el

culto levítico; en realidad, no habla de laicos cristianos y de clero

cristian0 6 • Laikós se deriva de laós (pueblo), que en los LXX equivale

2. Y. M. Congar, Seglar, en CFr, n, 666.

3. Cf. R. Schnackenburg, La Iglesia en el NT, Madrid 1965.

4. Cf. G. Alberigo, El pueblo de Dios en la experiencia de fe: Conc 196 (1984) 353.

5. Cf. J. Ratzinger, La fraternidad cristiana, Madrid 1962.

6. Cf. I. de la Potterie, La palabra «laico». Origen y sentido primitivo, en id. y S.

Lyonnet, La vida según el Espíritu, Salamanca 21967, 17-32.

Agentes 319

a masa no cualificada o pueblo sencillo, en contraposición a los responsables

del culto. «El sufijo ikós -escri~e B. Forte- cO,nfiere al

ad jeti vo un significado especializado, que desIgna una categona opuesta

a otra en el interior del pueblo» 7 • De hecho, el término latino laicus

equivale en Tertuliano, Orígenes y Clemente de Alejandría al cristiano

que no pertenece al clero.

La palabra klerós (parte de la herencia o parte escogida) «designa

-dice J.-M. R. Tillard- el conjunto de los cristianos y especialmente,

dentro de este conjunto, el grupo destinado al martirio»8.

Pero a comienzos del s. 111, clérigo es sencillamente el que recibe

del obispo la designación oficial para el culto (cheirotonia), que se

concreta con la imposición de manos (cheirothesia), gesto reservado

a quienes entran en «la parte del pueblo de Dios» ~edicada a servir

en la liturgia 9 • Con el tiempo, esta par~e, convertI~a e~ el ardo .de

los clérigos (diáconos, presbíteros y ObISpOS), totahzara las funclQnes

cultual es.

Frente al «klerikós», persona que desempeña un «klerós» o ministerio,

aparece el «laikós» o laicado. Desde entonces, «laico» es el

simple creyente que no pertenece al grupo d~ responsables p~rque

forma parte del pueblo sencillo o plebe. Los laIcos son, en su ongen,

los «plebeyos», «illiteratus», «saeculares» o «populares», pertenecientes

a la plebe o al pueblo lO • En resumen, el término laico posee

un doble significado etimológico: 1) el que pertenece al pueblo; 2)

dentro del pueblo, el que se encuentra en u~a c~tegoría opues~a.a ot~a,

definidas por B. Forte como «polo comumtano» y «p~l~ mlmst~nal

o jerárquico» 11 «El endurecimiento ~e l~ f;-ontera entre. clengos y.laICOS

-escribe J.-M. R. Tillard- contnbmra a que se pIerda de vIsta el

significado del pueblo de Dios total, al que llama el Espíritu para el

servicio del evangelio» 12. •••• •

Sin embargo, la Iglesia de los tres pnmeros sIglos tIene conCIenCia

viva de su destino escatológico, de la tensión, separación y aún oposición

entre Iglesia y mundo y de la misión que afecta a todos, denominada

«obra del ministerio» (Ef 4,12). Evidentemente, hay servicios

diferentes, coordinados siempre por los garantizadores de la

«sucesión apostólica», que son los obispos. Los ministerios de direc-

7. B. Forte, Laicado y laicidad. Ensayos eelesiológicos, Salamanca 1987, 26.

8. J.-M. R. Tillard, Iglesia de Iglesias. Salamanca 1991, 229-243.

9. Cf. C. Vogel, Chirotonie et chirothesis: Irén 45 (1972) 207-235.

10. A. Faivre, Les lares aux origines de I'Église, Paris 1984; id., Le larcat dans les

premiers si¡¿eles. Enjeux d'une recherche historique: LumVit 41 (1986) 567-587; E. Lanne,

Le larcat dans I'Église ancienne, en Varios, Ministeres et laicat, Taizé 1964, 105-126 Y

en VerCar 71-72 (1965) 105-126.

11. B. Forte, Laicado y laicidad, o. c., 27.

12. J.-M. R. Tillard, Iglesia de ... , o. c., 230-231.



320 Teología Práctica

Clon (ordenados) y los servicios del evangelio, sean ocasionales o

permanentes (no ordenados), se desarrollan en comunión 13. Pero «las

funciones ministeriales -escribe Y. Congar- no sólo están referidas

a la comunidad, sino que constituyen una representación especialmente

valiosa de Dios y de CristO»14. Desde los tiempos de Ignacio y Cipriano

la Iglesia posee una estructura ministerial, que en sus trazos fundamentales

permanece idéntica hasta hoy. Pero en ella los laicos son

activos 15 .

2. Evolución histórica del laicado cristiano

A partir del edicto de Milán del año 313 terminan las persecuciones

de los cristianos y el cristianismo llega a ser religión oficial;

se produce un entendimiento entre la Iglesia y el Imperio y se

desarrolla una simbiosis entre la Iglesia y la sociedad. Las estructuras

jurídicas civiles se introducen en la Iglesia, hay más cercanía

entre mensaje y mundo en detrimento del evangelio y se pone el

acento en la distinción entre el clero y el laicado. Con la clericalización

de los responsables aparece el gremio sacerdotal. Desde el

segundo tercio del s. IV los clérigos usan vestimenta propia y tonsura,

se extiende entre ellos la ley de la abstinencia -luego el

celibato- y la liturgia se clericaliza. A partir del s. VIII el pueblo

no entiende ya el latín. Hay separación en los templos entre la nave

y el presbiterio y la comunión se da al laico en la boca, estando

arrodillado, a quien se niega el acceso al cáliz. Se reconoce el

carácter indeleble de la ordenación, en la que el pueblo no interviene.

También existen los monjes o espirituales, no carnales, a los que

se les prohibe la ordenación en el s. IV por motivo de renuncia al

poder y al prestigio humano. Así, el monaquismo de San Benito (s.

VI) se desarrolla para asegurar un cristianismo evangélico. Precisamente

ahí está el laicado genuino, pero con el tiempo terminan los

monjes por separarse de los laicos a causa de la preocupación monacal,

por el desprendimiento del cuerpo y del sexo o de los bienes materiales,

derivado del evangelio y del pensamiento platónico, que defiende una

oposición entre lo que está arriba (el espíritu) y lo que se encuentra

13. Cf. B. Renaud, L'Église comme assemblée liturgique selon S. Cyprien: «Recherches

de Théologie Ancienne et Médiévale» 38 (1971) 5-68.

14. Y. M. Congar, Seglar, o. c., 668.

15. Cf. A. Faivre, Théologiens «lares» et lares théologiens. Position des problemes

ii l'époque paleochretienne: 60 (1987) 193-212.

Agentes 321

abajo (la materia). También influyó la visión neoplatónica del Pseudo­

Dionisio, en donde los servicios están jerarquizados con una escala

de dignidades; la autoridad viene de arriba 16 .

La cristiandad se entiende como una gran abadía, fuera de la cual

está el mundo ?~!o prof~no, es decir, lo que está delante delfanum,

lugar de la apancIOn de DIOS. Lajerarquía -revestida de lo sagradose

encarga de su gerencia, a diferencia de los laicos, que son profanos.

Los sacerdotes se consideran espirituales y los monjes terminan por

aceptar la ordenación sacerdotal. En su entorno y a su servicio están

los legos en el convento y los laicos en el mundo. Se consolida poco

a poco el estamento clerical, desaparece el catecumenado como ini­

~iación de bautizados, hay una deficiente catequesis del pueblo cristlano

y decrece la relación y tensión con el mundo por ausencia de la

~sión. Se reduce? los ministerios y carismas e incluso desaparece el

dIa~on~do. Los lalc.os carecen de formación teológica y la teología se

clencahza. La IgleSIa no es comunidad horizontal sino vertical, a saber,

base subordinada a la cúspide jerárquica. Se introducen en la Iglesia

los genera y ordines, es decir, las clases sociales y se usa la palabra

ordo. En una palabra, toma consistencia el binomio clérigos-laicos.

Según el Decreto de Graciano del s. XII, «hay dos géneros de

c~~stianos. Uno: ,ligadO al ~ervicio divino y entregado a la contempla­

ClOn ya la oraClOn, se abstlene de toda bulla de realidades temporales

y está constituido por los clérigos ... El otro es el género de los cristianos

al que pertenecen los laicos. En efecto, laós significa pueblo. A éstos

se les permite tener bienes temporales ... , casarse, cultivar la tierra,

hacer de árbitro en los juicios, defender sus propias causas, depositar

ofrendas en los altares, pagar los diezmos; así podrán salvarse, con

tal de que eviten los vicios y obren el bien»17. El clérigo es apolítico,

hombre de Iglesia, espiritual, célibe, monje o religioso consagrado

que se llega a ordenar. Por el contrario, el laico es político, hombre

del mundo, secular, inculto, pobre, sensual, camal, casado, súbdito

obediente -salvo los laicos poderosos o emperadores- y menor; la

mujer ni siquiera cuenta. «El desarrollo del ministerio o, más exactamente,

de los ministerios en las Iglesias primitivas -escribe E.

Schillebeeckx- no fue, como se dice con frecuencia, un desplazamiento

histórico del carisma a la institución, sino del pluriforme carisma

de todos al carisma especializado de algunos»18. De hecho, en

16. Cf. E. Schillebeeckx, Ministerios en la Iglesia de los pobres: Cone 196 (1984)

457.

17. Decretum Magistri Gratiani pars n, eausa 12, q. 1, c. VIII.

18. E. Schillebeeckx, Ministerios en la Iglesia de los pobres, o. c., 460; cf. Y.

Congar, Jalones para una teología del laicado, Barcelona 1961, 28-35. :



322 Teología Práctica

la patrística tardía se concentraron todos los carismas en el ministerio

sacerdotal.

En la transición del s. XI al XII surgen ciertos movimientos laicales

con honda preocupación de vida espiritual que s: caracterizan 'por su

voluntad de pobreza y amor al evangelio. Las ordenes mendIcantes

del s. XIII critican a los clérigos y tienen éxito popular. Invocan una

ecclesia spiritualis contra la estructura jerárquica y el. pre~ominio

sacerdotal. Como consecuencia de esta lucha, las orgamzacIOnes de

laicos, denominadas confraternidades, flagelantes, terceras órdenes,

etc., son marginadas. Hoy se reconoce que en el ocaso de la Edad

Media aparece un cierto espíritu laico l9 •

Desde el s. XVI comienza el llamado mundo moderno, que se

hace autónomo en política, arte, filosofía y moral. Los protestantes

no admiten diferencia cualitativa entre laico, sacerdote y monje e

insisten en el sacerdocio de los fieles, en la santificación de los laicos

por el trabajo y el matrimonio y en el acceso a la palabra de. I?ios,

que es de todos. Cada uno debe servir según su estado; el OfICIO es

la «vocación». Se seculariza la existencia y aparecen valores nuevos

al margen de la Iglesia. La Iglesia reacciona, de una parte,. po~i~ivamente,

al editar el catecismo de Trento como texto de predIcacIOn al

servicio de los laicos, renovar las disposiciones y actitudes de los

obispos y del clero y erigir seminarios diocesanos. De otra parte, su

actitud es negativa frente a las nuevas exigencias .. La Iglesia es ~sunto

de curas y los laicos son simplemente fieles obedIentes. «Los SImples

fieles -escribe E. Le Roy en 1907 - no tienen otro papel que el de

los corderos de la Candelaria en Roma: se los bendice y se los trasquila»20.

El papa León XIII, en carta de 1888 ~irigida al arzobispo. de

Tours, afirma categóricamente: «Es una realIdad constante ~ ?Ien

conocida que en la Iglesia existen dos órdenes clarame~1te defImdos

por su misma naturaleza: los pastores y la grey, es decIr, los gobernantes

y el pueblo. Los primeros tienen la misión de enseñar, gobernar

y dirigir a los hombres en la vida, im~oniéndoles normas; los seg~ndos

tienen el deber de someterse a los pnmeros, obedecerles, cumphr sus

prescripciones y tributarles el debido honor»21. San Pío X en 1906

entiende la Iglesia como «una sociedad desigual», en la que algunos

son «rectores» y otros son simplemente «multitud»22. Recordemos que

el s. XIX fue una época de gran pobreza doctrinal, de divorcio entre

fe y vida y de apostasía de las masas.

19. Cf. I laici nella «societas christiana» nei secoli XI e XII, Milano 1968; G. de

Lagarde, Alle origini dello spirito laico, Brescia 1963-1965.

20. E. Le Roy, Dogme et Critique, Paris 1907, XIV.

21. Cf. cita en G. Alberigo, El pueblo de Dios ..., o. c., 362.

22. San Pío X, encíclica Vehementer Nos, 11 de febrero de 1906, ASS 39 (1906) 8-9.

Agentes 323

A finales del siglo pasado hubo un primer intento de renovación

laicaF 3 • Los laicos empiezan a participar desde comienzos del s. XX

hasta la I Guerra Mundial en las obras, a saber, escuelas católicas,

círculos parroquiales, patronatos, asociaciones de San Vicente de Paul,

etc., aunque sin crítica social y al servicio del orden establecido; se

intenta proteger a los laicos con instituciones confesionales. Un segundo

momento de renovación laical sobreviene a la Iglesia entre las

dos últimas guerras mundiales con la aparición de la AC y su propósito

de consagrar el mundo. Finalmente suele señalarse una tercera época,

que coincide con la extensión de los movimientos apostólicos, mediante

el testimonio de los laicos en los diversos ambientes 24 .

Recordemos que el adjetivo laico como calificación de una persona

(un pensador, p. ej.) o de una institución (p. ej., la escuela) a principios

de este siglo era sinónimo de anticlerical y antirreligioso. Pero a partir

de los años 30 se incorporó el sustantivo laico para designar en la

Iglesia al que no era ni sacerdote ni religioso. En castellano se ha

utilizado con más frecuencia el término seglar (de saeculum, siglo)

para evitar el sentido peyorativo que en un momento dado tuvo el

apelativo laic0 2s .

3. Ellaicado cristiano antes del Vaticano II

a) El apostolado seglar

El término apostolado deriva del griego apostolos (apóstol), que

equivale etimológicamente a enviado 26 • Probablemente este término

fue empleado en las comunidades de Antioquía para traducir el seliah

judío o enviado en nombre de otro, con una misión basada en el

principio de que el mandatario está en el lugar del mandante. El nombre

de apóstol se da en el NT a los Doce y a otros misioneros y evangelizadores

de la Iglesia. En resumen, apóstol es el investido de poder

para una misión, sinónimo de embajador.

Al principio de la Iglesia, apostolado equivalía a la misión extraordinaria

de los doce apóstoles. Con la ampliación del concepto

23. Cf. Das Verstiindnis des allgemeinen Priestertums im 19. und 20. Jahrhundert,

Dad Honnef 1979.

24. Cf. J. Grootaers, El laico en el seno-de una Iglesia comunión, Boletín PMV 106

(1986/3) 1-43.

25. Cf. J. Comby, L'évolution du larcat au cours du XXe siecle: LumVie 182

(1987) 5-16.

26. Cf. mi artículo Apostolado en DAbPast, 44-45; E. Alberich, Apostolado, en

DicCat, 67-68; W. Bühlmann - St. de Fiores, Apostolado, en NDEsp, Madrid 1983, 70-

85; F. Klostermann, Das christliche Apostolat, Innsbruck 1962.



324 Teología Práctica

apóstol, hecha por san Pablo para designar a los evangelistas y a

quienes evangelizaban y erigían iglesias, apostolado era semejante al

ministerio eclesial destinado a convertir a los de fuera. Equivalía a

misión o evangelización. Se distinguía del ministerio ejercido en el

interior de las comunidades. Estas dos formas de ministerio cristiano

derivan de la misma naturaleza de la Iglesia, dirigida a los de fuera

para convertirlos (apostolado) y a los de dentro para guiarlos (solicitud

pastoral).

En resumen, apostolado es misión recibida de Cristo por el enviado

para fundar y hacer crecer a la Iglesia. A partir del s. XI se restringe

el apostolado al ministerio del papa, pero en el s. XIX se amplía a

los seglares, hasta el punto de hablarse de apostolado de los laicos.

Aunque en principio el apostolado es ministerio propio de los obispos

como sucesores de los apóstoles, hoy equivale a tarea de todos los

creyentes. Actualmente son sinónimos apostolado y acción pastoral;

representan el conjunto del ministerio eclesial. De hecho, en el Vaticano

11 apostolado es unas veces la totalidad de la misión de la Iglesia

en el mundo (AA 2) Y otras la obra de la conversión mediante el

mensaje salvador (AA 3,3).

b) La Acción Católica

La AC fue erigida en 1928 por Pio XI como «participación de los

seglares en el apostolado jerárquico de la Iglesia», al dar una nueva

estructura a las organizaciones católicas laicales ya existentes, pero

restringidas al ámbito de la piedad o de las obras parroquiales. En su

discurso del 19 de abril de 1931, Pío XI afirmó resueltamente que

«sólo la Iglesia ha recibido de Dios el mandato y la misión de intervenir

en el mundo», para decir a continuación que «la jerarquía católica es

la única autorizada en dar mandatos y directrices». En lugar del término

«participación», Pio XII usó «cooperación», ya que el apostolado de

los laicos -según este papa- no equivale a un acceso de los seglares

a la jerarquía o al poder en la Iglesia 27 . En virtud del mandato que la

jerarquía da a los laicos, éstos reciben una «delegación de poder» y

su apostolado se toma «público u oficial». El mandato -afirman los

manuales clásicos del apostolado seglar- es «el constitutivo formal

de la AC»28.

27. Cf. Y. M. Congar, Apports, richeses et limites du décret, en id. (ed.), L'apostolat

des lares, Paris 1970; Pío XII, Discorsi e radiomessagi, XIII (1951) 68-69.

28. Cf. P. Rollet, L'Action Catholique a la lumiere de la théologie thomiste, Gemb10ux

1937, 31-33; Z. de Vizcarra, Curso de Acción Católica, Madrid 31943,

Agentes 325

A partir de la aparición de la AC se desarrollan nuevas relaciones

entre el clero y ellaicado, ya que en este tipo de apostolado seglar el

sacerdote es consiliario, no presidente. La finalidad de la AC se identifica

al principio con la de la jerarquía para proteger el apostolado

seglar italiano de las posibles represalias procedentes del fascismo

totalitario. Por otra parte, en la década de los veinte aparecen en Francia

y Bélgica nuevos movimientos apostólicos especializados en ambientes

sociales, sin las dificultades políticas de la dictadura italiana. El primer

movimiento y más conocido es la JOC (Juventud Obrera Cristiana),

fundada hacia 1924 por J. Cardijn. Es importante el I Congreso mundial

del apostolado de los laicos en 1951, así como el 11 en 1957, con

un discurso sobresaliente de Pío XII. La AC -según este discurso­

«tiene el mandato de la jerarquía, pero no el monopolio del apostolado

libre»29. El apostolado laico se afianza y organiza pronto en todo el

mund0 30 .

En los orígenes dellaicado cristiano organizado moderno, la Iglesia

opta por la movilización de los católicos para hacer frente a las agresiones

procedentes de algunos movimientos sociales de emancipación

y de las corrientes culturales laicistas. Recordemos que durante siglos

el laico ha estado excluido de la teología oficial (sólo para candidatos

al sacerdocio), de la espiritualidad válida (propia de religiosos o sacerdotes),

de la plena participación litúrgica (comunión simple, pasividad,

silencio) y de la lectura bíblica (la Vulgata en latín, sólo para clérigoS)3l.

Por eso es notable el concepto de laico propuesto por la teología

previa al concilio (entre 1950 y 1960), distinto del concepto de sacerdote

y de religioso, basado en su compromiso profesional y social

(»ad extra»), en una tarea de colaboración en la Iglesia (»ad intra»)

y con una espiritualidad propia (vida conyugal y familiar). Recordemos

que entonces la Iglesia se identificaba con la jerarquía. Pero en definitiva,

ellaicado católico organizado se entiende, en su origen, como

batallón de asalto o tropa especializada bajo el control del episcopad0 32 ,

sin preparación teológica, alejado de decisiones prácticas importantes

y al servicio de la conquista de ciertos ambientes o de la consagración

del mundo 33 •

29. Cf. cita en J. Grootaers, El laico ... , o. c., 9.

30. En 1963 publicó el Comité permanente de los congresos internacionales para el

apostolado laico (COPECIAL) una importante encuesta sobre la situación del apostolado

de los laicos bajo el título Panorama del apostolado organizado de los laicos en el mundo.

31. 1. Grootaers, El laico ... , o. C., 12.

32. G. Alberigo, El pueblo de Dios ... , o. C., 364.

33. Cf. M. D. Chenu, Los laicos y la «consecratio mundi» , en G. Baraúna, La

Iglesia del Vaticano JI, Barcelona 1966, n, 999-1015; P. Safi, La «consecratio mundi»

et la théologie du larcat a la vielle de Vatican JI, Roma 1981.



326 Teología Práctica

Durante la 11 guerra mundial aparecen nuevos movimientos apostólicos

como la misión de Francia (1941), misión de París (1943),

sacerdotes obreros (1945), etc., que repercuten favorablemente en la

importancia que cobra ellaicado. Estos movimientos no intentan conquistar

sino testimoniar el evangelio al servicio de la fe en los diversos

ambientes, en los que precisamente se mueve ellaicado. Después de

la 11 Guerra Mundial emerge una teología y espiritualidad del laico

(1950-1960), cuyo fundamento teológico fue aportado por Y. Congar

en 1952 (Jalones para una teología dellaicado) y G. Philips en 1954

(Misión de los seglares en la Iglesia), obras que inspiraron el capítulo

IV de Lumen gentium y el decreto Apostolicam actuositatem del Vaticano

11 34 • Según aquel pensamiento teológico, laico es el creyente

que libre y conscientemente ~sume las ~i~ualidades .s~cra~ent~le~ de

la iniciación (relación con Cnsto), partICIpa en el mmIsteno cnsbano

(relación con la Iglesia) y vive comprometido en la sociedad en condiciones

seculares variadas, dando testimonio evangélico (relación con

el mundo). Solamente cuando se da realce al laicado surge la posibilidad

del militante de los movimientos apostólicos como dirigente

que se consagra al trabajo apostólico, liberado a veces de cualquier

otro trabajo profesional. En la teología sobre la condición laical contribuyeron

asimismo E. Mersch, M. D. Chenu, K. Rahner, J. Leclercq,

H. Urs von Balthasar y E. Schillebeeckx.

c) La Acción Católica española

La AC española ha recorrido desde sus comienzos en 1926, según

M. Benzo, varias etapas 35 • La primera corresponde a una pastoral de

segregación (Iglesia replegada, mentalidad defensiva), que equivale

a una «liga de seglares para la defensa de los derechos de la Iglesia».

En 1926 redactó el cardenal Reig los Principios y bases de la Acción

Católica Española, con el intento de fundir en «un organismo único

nacional» las organizaciones católicas existentes, al modo italiano de

las «cuatro ramas» o AC general (unitaria y mandatada). La conferencia

de metropolitanos aprobó en 1931 unas Nuevas bases para la

reorganización de la Acción Católica Española, con las cuatro «ramas»,

una junta central y unas instituciones adyacentes (casa del consiliario,

escuela de propagandistas, etc.). Su lema fue «piedad, estudio

y acción» y su método el «CÍrculo de estudios».

34. Cf. Y. M. Congar, Jalones para una teología del laicado, Barcelona 1961; G.

Philips, Misión de los seglares en la Iglesia, San Sebastián, 21962.

35. Cf. M. Benzo, Pastoral y laieado a la luz del Vaticano Il, Madrid 1966.

Agentes 327

La segunda etapa, posterior a la guerra civil (1936-1939), corresponde

a una pastoral de autoridad en un ambiente nacionalcatólico y

triunfal, en sintonía con la victoria franquista. El cardenal 1. Gomá,

por medio del estatuto de 1939, reorganiza de un modo general y

completo la AC, con el matiz fundamental de «parroquial y diocesana».

En este tiempo brotan algunos grupos «especializados» como el Apostolado

Universitario (1941), Graduados (1943), JOC (1945), HOAC

(1946), etc.

La tercera etapa comienza en la década de los cincuenta y corresponde

a una pastoral de testimonio. El estatuto de la AC española de

1959 se inspira en el modelo franco-belga, caracterizado por los movimientos

apostólicos especializados por ambientes, la formación por

la acción, el cursillo de militantes, la aceptación de los métodos «verjuzgar-actuar»

y revisión de vida, el empleo de la «encuesta-campaña»,

etc. 36. La JOC formó parte de la AC española en 1956, a la que siguió

la HOAC y más tarde la JEC (estudiantes), HC (medios independientes)

y JARC (rural). La aparición de estos movimientos supuso un

notable avance en la organización y militancia de los laicos, que

descubrieron pronto las injusticias de la dictadura franquista y desarrollaron

una nueva concepción del compromiso cristiano. Por otra

parte, era evidente la opción por la democracia en todas las organizaciones

católicas internacionales. Pronto aparecieron las tensiones y

dificultades. Ya dije que la eclesiología y teología del laicado, promovidas

entre 1950 y 1960, respaldaron la pastoral de los movimientos

apostólicos e influyeron en el Vaticano 11. .

Un cuarta etapa comienza en las jornadas nacionales de El Esconal

Uulio de 1966), en donde se inicia la crisis de la AC (1966-1968).

Los movimientos apostólicos son acusados, según M. Benzo, de no

secundar la pastoral de la jerarquía, haber desertado de la parroquia,

ser excesivamente temporalistas, claramente minoritarios, utilizar unos

métodos complicados y no contribuir a la unidad de la Iglesia. En

definitiva, no responden al concepto clásico de «participación en el

apostolado de la jerarquía». Especialmente grave fue la acusación de

«temporalismo». Recordemos que en esos años, la teología polít~ca

europea y la teología de la liberación latinoamericana, con el postenor

respaldo de la Conferencia de Medellín (1968), la Asamblea Conjunta

española (1971) y la Conferencia de Puebla (1979), contribuyeron a

desarrollar el compromiso de los cristianos en la transformación de la

sociedad, dentro de una óptica liberadora, en la línea de los valores

del reino, desde la opción por los pobres.

Los nuevos estatutos de la AC española, aprobados por el episcopado

a finales de 1967, no contribuyeron a serenar los ánimos. Faltó

36. Cf. P. Jurío, Movimientos apostólicos, en CFP, 648-658.



328 Teología Práctica

diálogo y comprensión. Chocó la tutela excesiva de la jerarquía con

el ansia de autonomía del laicado. Casi todos los movimientos apostólicos

se desmoronaron. En 1972, la XVII Asamblea Plenaria del

Episcopado Español aprobó el documento Orientaciones pastorales

sobre el apostolado seglar con la finalidad de restaurar el clima de

confianza perdido y reiniciar una nueva fase de la AC 37 • Se completa

con otro documento titulado El apostolado seglar en España, aparecido

en 1974 38 • Se trabaja más tarde en la redacción de unas nuevas bases

de la AC española 39 • Después del sínodo de Obispos sobre los laicos

ha publicado la Comisión Episcopal de Apostolado Seglar un documento

titulado Presente y futuro del apostolado seglar en España, que

contiene «materiales de trabajo y de reflexión» en este campo, para

«asimilar y aplicar» la exhortación apostólica Christifideles laici de

Juan Pablo 11 40 •

4. Ellaicado cristiano a la luz del Vaticano Il

El Vaticano 11 aceptó y consagró una teología del laicado previamente

elaborada, situándola en el interior de una concepción eclesiológica

(LO 30-38; OS 43; AA 1-33; PO 9, AO 21). De este modo se

manifiesta una relación dialéctica entre los conceptos de Iglesia y

seglar. «La noción de seglar -escribe F. Urbina- se expone a la luz

de la estructura y misión de la Iglesia, y a la inversa: la definición del

apostolado de los seglares ha llevado a comprender mejor la misión

de la Iglesia en el mundo» 41. En los comienzos de la toma de conciencia

laical había afirmado Y. Congar que la única teología del laicado

válida es una «eclesiología total» 42. Hoy la denominamos «eclesiología

de la comunión», que es, según el Sínodo de los Obispos de 1985,

«una idea central y fundamental en los documentos del Concilio» (11

C 1).

El Vaticano 11 da una definición tipológica del laico (E. Schillebeeckx)

o una descripción en el capítulo IV de LO: laicos son

«los fieles que, en cuanto incorporados a Cristo por el bautismo,

integrados al pueblo de Dios y hechos partícipes, a su modo, de la

37. Cf. estas Orientaciones en Documentos de la Conferencia Episcopal Española:

1965-1983, Madrid 1984.

38. Cf. Comisión Episcopal de Apostolado Seglar, El apostolado seglar en España.

Orientaciones fundamentales, Madrid 1974.

39. Cf. P. Escartín, El futuro de la Acción Católica: IgVi 137 (1988) 505-510.

40. Comisión Episcopal de Apostolado Seglar, Presente y futuro del apostolado

seglar en España. Materiales de trabajo y reflexión, Madrid 1989.

41. F. Urbina, Seglar. Vaticano II y posconcilio, en CFr, 11, 684.

42. Y. M. Congar, Jalones para una teología dellaicado, Barcelona 1961, 13.

Agentes 329

función sacerdotal, profética y real, ejercen en la Iglesia y en el

mundo la misión de todo el pueblo cristiano en la parte que a ellos

corresponde. El carácter secular es propio y peculiar de los laicos»

(LO 31). En este texto se describe al laico en virtud de varias

relaciones 43 •

a) Relación con Cristo: fundamento sacramental

En relación con Cristo, el laico está bautizado y ungido por el

Espíritu. Se pone ahí de relieve lo común de todos los fieles, ya

que el laico es un cristiano o, si se prefiere, un iniciado por medio

de los sacramentos. Naturalmente, también esto es propio de los

sacerdotes y religiosos. Para que se vea una distinción, algunos

teólogos han señalado la diferencia entre el sacerdocio común de

los fieles y el sacerdocio ordenado, en la participación del único

sacerdocio de Cristo de distinta manera: los sacerdotes en «la persona

de Cristo cabeza» (PO 2) Y los laicos en cuanto «cuerpo de

Cristo». Pero esta distinción separa y no une; es insuficiente. Se

puede concluir que lo decisivo del laicado o del apostolado seglar

es el «mandato bautismal» (cf. LO 33), no el «mandato jerárquico»

(cf. AA 24), ya que los laicos participan «en la misma misión

salvífica de la Iglesia, apostolado al que todos están destinados por

el mismo Señor en virtud del bautismo y de la confirmación» (LO

33). Naturalmente, el mandato es válido sólo para un tipo de apostolado

laical organizado.

b) Relación con la Iglesia: misión y ministerialidad

La misión de los laicos en la Iglesia es entendida por el Vaticano

11 a partir de los tres oficios de Cristo o tres ministerios de la Iglesia,

a saber, los laicos participan en la función profética (LO 35; 12), en

la sacerdotal (LO 34; 10) Y en la real (LO 36). Por esta razón, el laico

no puede ser definido por su relación negativa con el clérigo, ya que

no es admisible, como se decía en el código canónico de 1917 (c. 107

y 948), que el laico sea simplemente el no clérigo.

43. Cf. G. Philips, El laicado en la época del Concilio, San Sebastián 1966; K.

Rahner, Fundamentación del estado laical en la Iglesia, en id. Escritos de Teología,

Madrid 1969, VII, 357-379; B. Forte, Laicado y laicidad. Ensayos eclesiológicos, Salamanca

1987, en donde recoge su contribución Laicado en DTI, Salamanca 21986, I1I,

252-269; A. Antón, Principios fundamentales para una teología del laicado en la eclesiología

del Vaticano II: Gr 68 (1987) 103-155; J. Beyer, Le lai'cat et les lares dans

l'Église: Gr 68 (1987) 157-185.



330 Teología Práctica

Para entender positivamente al laico se debe partir del concepto

de Iglesia «comunión de iguales», no «sociedad de desiguales», es

decir, de la eclesiología integral, basada en la comunión y en el pueblo

de Dios. Hoy se propone partir del binomio comunidad-ministerios y

carismas, en el sentido de que en la comunidad hay diversidad de

servicios funcionales, cuya relación entre sí debe ser de complementariedad,

no de superioridad 44 • En virtud de que toda la Iglesia es

ministerial, el servicio básico cristiano no se funda en la ordenación

sino en la unción bautismal. Por consiguiente, los ministerios ordenados

y no ordenados (o laicales) constituyen juntos el ministerio total

de la Iglesia 45 .

Por lo que respecta al binomio religiosos-no religiosos, advierten

algunos una diferencia basada en los medios para conseguir la santidad,

a la que están llamados todos los cristianos. En realidad, mejor es

volver de nuevo al binomio comunidad-ministerios y carismas para

afirmar la condición común cristiana, junto a un despliegue carismático

diverso. En resumen, «de una concepción de la Iglesia piramidal,

jerarcológica: Cristo - jerarquía - pueblo, hemos llegado a una visión

de comunión: Espíritu - comunidad - ministerios y carismas»46. Dicho

de otro modo, la relación del laico con la Iglesia debe verse positivamente,

ya que tiene tareas propias o participa en el ministerio común.

De este modo, la referencia no es el sacerdocio sino la Iglesia-comunidad

y sus servicios o ministerios.

La función ministerial e incluso la sacramental radica «ontológicamente»

en el bautismo. «De hecho -escribe E. Schillebeeckx

-, en la tradición de la Catholica existe una considerable

diferencia entre bautismo y ministerio, entre el sacerdocio universal

y el sacerdocio ministerial. Pero tal diferencia es en beneficio del

bautismo y no al revés. Precisamente en el bautismo tiene lugar la

participación ontológica en el triple servicio de Jesús. El ministerio,

en cambio, es una función (sacramental)>>47. El Vaticano 11 habla

de «función ministerial» (PO 2).

c) Relación con el mundo: índole secular

En relación al mundo, el Concilio señala lapidariamente que «el

carácter secular es propio y particular de los laicos... A los laicos

corresponde, por propia vocación, tratar de obtener el reino de Dios

44. Cf. Y. M. Congar, Ministerios y comunión eclesial, Madrid 1973.

45. B. Forte, Laicado y laicidad, o. c., 47.

46. Ibid., 48.

47. E. Schillebeeckx, Ministerios en la Iglesia de los pobres: Conc 196 (1984) 464.

Agentes 331

gestionando los asuntos temporales y ordenándolos según Dios»

(LG 31). Ya dije que el laico es llamado seglar por su relación con

el saeculum o siglo. Los laicos «viven en el siglo», poseen una

«vida familiar y social», desempeñan «su propia profesión» y contribuyen

«a la santificación del mundo a modo de fermento»; de ahí

que «les corresponda iluminar y ordenar las realidades temporales

a las que están estrechamente vinculados» (LG 31). En realidad,

Y. M. Congar, K. Rahner y E. Schillebeeckx se habían esforzado

antes del concilio en subrayar la dimensión positiva del laico por

su relación con la secularidad 48 . La expresión «índole secular» ha

provocado después del Concilio algunos debates. No olvidemos que

el clero diocesano es llamado clero secular y que existen institutos

seculares en la Iglesia 49 .

Dije también que el término laikós, antes de significar oposición

al klerós, designó una realidad interna del pueblo de Dios en virtud

del bautismo. En este sentido, la secularidad o la relación con el

mundo es propia de toda la Iglesia. El relator del Concilio afirmó

que la secularidad es «propia y peculiar» pero no «exclusiva» (LG

31b; GS 43; AA 2,29; AG 15). «Es toda la comunidad creyente

-afirma B. Forte- la que es interpelada por el saeculum, aunque

algunos, por un libre don del Espíritu, tienen con él una relación

más propia»50. Recordemos que la encíclica Pacem in terris de Juan

XXIII y el concilio impulsaron a los laicos al compromiso temporal

y permitieron, de paso, la aceptación de posiciones políticas más

progresistas. En cambio a los sacerdotes se les restringió su compromiso

político.

Al acabar el Concilio, algunos grupos sacerdotales expresaron

su malestar porque no deseaban desligarse del mundo y reducirse

al culto, como parecía desprenderse de una exagerada acentuación

de la «índole secular» de los laicos. «El ministro - se dijo en 1969-

es también un laico», es decir, no pierde su condición de ser «fiel

cristiano» ). En realidad, lo profesional y familiar no pertenecen al

laico con exclusividad, pues podría ser también propio de presbíteros

casados (hoy excepción en la Iglesa católica), como el compromiso

eclesial podría ser asimismo propio de algunos laicos. En

resumen, los clérigos y los laicos tienen responsabilidades y cometidos

dentro de la Iglesia yen el interior del mundo, sin que sea

justo entender al clérigo como hombre de Iglesia y al laico como

hombre del mundo.

48. Cf. A. Sustar, El laico en la Iglesia, en Panorama de la teología actual, Madrid

1957, 641-673.

49. Cf. G. Thils, Les jid?des lares: leur secularité, leur ecclésialité: NRT 109 (1987)

182-207.

50. B. Forte, Laicado y laicidad, o. c., 52.



332 Teología Práctica

5. Ellaicado cristiano en las discusiones teológicas

. Algunos teólogos, como J. Perarnau 5 I, F. Klostermann 52 , E.

Nlermann 53 y M. Kelle~4 sostienen que el concilio Vaticano 11 no

pretendió dar una definición ontológica del laico sino tipológica, fenomenológica

o sociológica 55 . Otros en cambio, como G. Philips,

creen que la índole secular, propia de los laicos, es ontológica y no

meramente tipológica 56 .

Lo cierto es que la teología dellaicado elaborada antes del concilio

se ha mostrado insuficiente, incluso incorporada a Lumen gentium, si

se la juzga desde la eclesiología integral del pueblo de Dios, sin las

ambigüedades que se aprecian en los documentos conciliares a propósito

de las dos eclesiologías subyacentes 57 . Según E. Schillebeeckx

«la definición tipológica del laicado» que da el Vaticano 11 consta d~

«tres ele.mentos»: ~) genéric~ y positivo: el laico pertenece a la Iglesia;

2) negatlvo y funCIOnal: el laicO es el no clérigo; 3) peculiar y positivo:

ellaic? está i?s~rto en el mundo secula~8. De un modo penetrante,

H. H~lmerl ~lstmgue cuatro conceptos de laico en LG: 1) Concepto

negatlvo «umpolar»: e~ el ?~ ordenado; 2) concepto negativo «bipol~r:>:

no es sacerdote m rehgIOso; 3) concepto esencial positivo: partlCI~~

de l.as características del cristiano y 4) concepto existencial

pOSltlvO: ejerce una profesión y de ordinario está casado 59 •

Ante la dificultad de definir o describir al laico cristiano, algunos

proponen renunciar al término laico porque en el fondo se entiende

c.o~o .el no clérigo, y utilizar, sin más, el de fiel o cristiano (»christl~ldehs»),

porque as.í se tiene en cuenta la totalidad del pueblo de

DIOS.' ya que la reahdad bautismal es, según E. Schillebeeckx, «la

matnz en que se apoya todo lo demás»60. «Para indicar que el laico

51. J. Peramau, Comentarios al Decreto sobre e! apostolado Seglar del Vaticano

/l, Barcelona 1968.

52. F. Klostermann, Dekret über des Apostolat der Laien: LThK, Freiburg 1967,

n, 585-701; Id., Der Apostolat der Laien in der Kirche, en HdPTh, III, 586-635.

53. E. Niermann, Laicos, en SM, IV, 205-214.

54. M. Keller, Teología del laicado, en MS IV/2, 383-408 .

. 55. Cf. citas en S. Pie y Ninot, Aportaciones del Sínodo 1987 a la teología del

lalcado. La herencia del Concilio Vaticano /l: RevEspT 48 (1988) 325-326.

56. G. Philips, La Iglesia y su misterio en e! Concilio Vaticano /l Barcelona 1969

n, 23-29. ' ,

57. Cf. A. Acerbi, Due ecclesiologie. Ecclesiologia giuridica ed ecclesiologia di

communione nella «Lumen gentium», Bologna 1975.

58. E. Schillebeeckx, Definición del laico cristiano, en G. Baraúna, La Iglesia de!

Vaticano JI, Barcelona 1966, n, 977-997.

?9. H. Heimerl, Diversos conceptos de Jaico en la constitución sobre la Iglesia del

Vatlcano JI: Conc 13 (1966) 451-461; id., L'Eglise, les clercs et les laics, Paris 1966.

60. E. Schlllebeeckx, Ministerios en la Iglesia de los pobres: Conc 196 (1984) 464.

Agentes 333

no está encargado de un ministerio -escribe J. Grootaers-, sería mejor

emplear una terminología que refleje una polaridad pueblo-ministro o

bien comunidad-ministro»61. Incluso el empleo de la palabra laico para

indicar al cristiano que tiene un cometido en el mundo se presta a

confusión. «Se nos debería educar -escribe B. Forte- para hablar

más bien de cristianos, comprometiéndose en el discernimiento de la

variedad carismática y ministerial que el Espíritu suscita en el pueblo

de Dios»62.

Por consiguiente, para G. Alberigo «la teología dellaicado, por

su origen de suplencia y superación con respecto a la situación privilegiada

del clero, no fue ni podía ser teología, sino únicamente

ideología»63. Según el teólogo ortodoxo P. Florowski la teología del

laicado es «sociología»64. P. Guilmot piensa que esta teología constituye

un «falso problema» 65.

Ahora bien, el rechazo de la categoría laico como referencia cristiana

al mundo debería entrañar la consecuencia lógica de la aceptación

de la laicidad por parte de toda la Iglesia 66 . Es la opinión razonada

de algunos eclesiólogos italianos, quienes entienden la laicidad como

«afirmación de la autonomía de la consistencia del mundo profano en

relación a la esfera religiosa; esto es, se trata de la mundanidad del

mundo»67. La recuperación de la laicidad para toda la Iglesia equivale

-según B. Forte- a dos cosas: 1) «afirmar la dignidad de la persona

humana en toda su complejidad en el interior de la comunión eclesial

(laicidad en la Iglesia como fundamento del respeto de las competencias,

de los derechos humanos, del estilo de diálogo y de la acogida

recíproca en la comunidad)>>; 2) «evidenciar que la responsabilidad

hacia el saeculum es de cada cristiano, si bien cada uno es llamado a

ejercitarla según el don recibido y el ministerio que le compete» 68.

Recordemos que la Iglesia previa al Vaticano 11 rechazaba la laicidad

y acentuaba lo sagrado. Pero con el Concilio se recupera la autonomía

de las realidades temporales y se concibe la Iglesia presente en el

mundo. Este cambio de la Iglesia hacia fuera ha repercutido positivamente

en el entendimiento de la Iglesia hacia adentro. L. Sartori se

61. J. Grootaers, El laico en el seno ... , o. c., 36.

62. B. Forte, Laicado y laicidad, o. c., 101.

63. G. Alberigo, El pueblo de Dios en la experiencia de fe: Conc 196 (1984) 367.

64. P. Florowsky, Vatican JI, an Interfaiht Appraisal, Notre Dame 1966, 268.

65. P. Guilmot, Fin d'une Église cléricale?, Paris 1969,316.

66. B. Forte, Laicado y laicidad, o. c., 61.

67. U. Benedetti, L'interpretazione della laicita, en U. Benedetti - B. Maggioni -

L. Sartori, Laicita nella Chiesa, Milano 1977, 182. Ver la cita en B. Forte, Laicado y

laicidad, o. c., 61-62. ef. además la obra colectiva Laicita: problemi e prospettive, Milano

1977; G. Barbaglio, La laicidad del creyente, Madrid 1989.

68. B. Forte, Laicado y laicidad, o. c., 102.



334 Teología Práctica

ni~ga a aceptar el binomio clérigo-laico y en cambio suscribe la polandad

temporal-escatológico y laico-religioso como dos formas diferentes

de ec1esialidad, sin que ninguna de las dos tenga el

monopoli0 69 . De este modo las tensiones eclesiales no se sitúan en el

dominio de los poderes sino en el de la santidad o entre la vocación

laical y la vocación monástica. Quizá el carisma del denominado

laicado ,sea pre~!sam~nte su ~spiritualida~ entre la liberación y la escatologIa.

S. PIe y Nmot defme la teologIa del laico como «una condición

sacramental de servicio, una dimensión carismática de libertad

un testimonio evangelizador en el mundo y una presencia eclesial d~

corresponsabilidad» 70.

6. El laicado cristiano según el magisterio después del Concilio

El decreto Apostolicam actuositatem sobre el apostolado de los

seglares reconoce la existencia de una gran variedad de asociaciones

de apostolado laical (AA 19f1. También habla de la AC (AA 19-20)

como de un apostolado seglar más vinculado con la jerarquía. Pero

~u~q~e -según F .. l!rbina- «~e menciona todavía el mandato (acto

~undIco de delegaclOn de un CIerto poder de representatividad de la

J~rarq~ía), ya ~? ocupa esta cuestión el lugar central que tenía en las

dISCUSIones teo~Icas y en la estructura práctica anterior al Concilio» 72.

Se puede apreCIar en los textos conciliares una diferencia entre la AC

y. o~ras forma~ de apostolado seglar: 1) La AC se constituye por ini­

~I~t~v~ de la Jerarq~ía; las ?tras asociaciones de laicos surgen por

mIcIatIva de los mIsmos lmcos, aunque con el asentimiento de la

autoridad eclesiástica; por eso son «autónomas». 2) El objetivo de la

~C es global, en tanto que las otras asociaciones tienen fines «par­

CIales». 3) En la AC, los dirigentes son elegidos con intervención de

la jerarquía, al paso que en las otras asociaciones son de «libre

e~ección». 4) Por último, la AC es siempre «confesional», ya que

siempre es «estructura eclesiástica» 73.

A 'p~sar de estas orientaciones, se ha producido en casi todas partes

una ~nsIs del apostolado laico organizado (tipo AC) porque, o se sometía

a la Jerarquía (no siempre conciliar) o se producían tensiones y conflictos

69. L. Sartori, La laicita nella dottrina del Vaticano Il, en Laicita nella Chiesa, o.

c., 32-66.

70. S. Pié y Ninot, Del Sínodo de i985 al Sínodo sobre los laicos de 1987 en La

imposible restauración, Madrid 1986, 290. ' ,

71.

1972.

Cf. A. Díaz Díaz, Derecho fundamental de asociación en la iglesia Pamplona

'

72. F. Urbina, Seglar. Vaticano Il y posconcilio, o. c., 687.

73. Cf. J. M. de Córdoba, La Acción Católica a la luz del Concilio, Madrid 1966.

Agentes 335

(por la escasez de libertad o excesivo control de la autoridad). De ahí

que haya surgido en la práctica pastoral un apostolado laical más flexible,

sin la rigidez de la AC y sin intervención de los obispos locales, propio

por una parte, de comunidades de base y de movimientos apostólicos

aperturistas, y por otra, de movimientos laicales conservadores 74 . Los

nuevos movimientos constituyeron un tema candente en el sínodo de los

obispos de 1987, en donde se aceptó, quizá superficialmente, la afInidad

entre carisma y movimiento y la oposición entre movimiento y pastoral

local; no puede decirse que los nuevos movimientos tienen un carisma,

a diferencia de la AC, que no lo posee. Los movimientos posconciliares

de tipo conservador más conocidos son Opus Dei, Obra de SchOnstatt,

Renovación Carismática, Focolares, Comunidades Neocatecumenales y

Comunión y Liberación 75 . Al ser estas nuevas instituciones pastorales

supradiocesanas (dependen de un fundador o de un centro de dirección

«universalista»), su pastoral no se encuadra fácilmente en una acción

pastoral de conjunto diocesana, ni tienen sensibilidad sufIciente para la

inculturación de la fe en un lugar. Su espiritualidad es, sin embargo,

contagiosa y grande es su capacidad de conversión y de conseguir adeptos.

Su presencia en la sociedad los diferencia notablemente de la que propugna

la AC 76 .

Estos nuevos movimientos no desean llamarse asociaciones de laicos,

aunque en el fondo lo son. Han celebrado sendos coloquios internacionales

en 1981 77 y 198T 8 • El episcopado italiano publicó una importante

Nota pastoral en 1981 sobre los criterios de eclesialidad de grupos,

movimientos y asociaciones; unos de discernimiento: ortodoxia, conformidad

con la fInalidad de la Iglesia, comunión con el obispo y disposición

a colaborar; otros de reconocimiento: asociaciones libres no reconocidas

explícitamente, asociaciones reconocidas por la autoridad eclesiástica y

asociaciones «escogidas y promovidas» por la jerarquía, como la AC 79 .

La AC ha sido denominada por Pablo VI en 1977 y por Juan Pablo TI

en 1986 «una forma singular de ministerialidad laical». Se ha pasado de

«colaborar con el apostolado de la jerarquía a colaborar con la jerarquía

en el apostolado»80. En realidad, con las decisiones del Vaticano TI sobre

74. A. Favale, Movimenti ecclesiali contemporanei. Dimensione storice, teologicospirituali

ed apostoliche, Roma 1982, 2 ed.

75. Cf. los rasgos de estos cuatro últimos en Com (1986/4) 438-446.

76. Cf. L. González-Carvajal, Cristianos de presencia y cristianos de mediación,

Santander 1989.

77. Cf. M. Camisasca - M. Vitali, 1 movimenti nella Chiesa negli anni '80. Atti del

1 Convegno Internazionale (Roma 23-27 de septiembre de 1981), Milano 1987.

78. Cf. 1 movimenti nella Chiesa: Atti del 2 Colloquio Internazionale, Milano 1987.

79. Conferencia Episcopal Italiana, Criteri di ecclesialita dei gruppi, movimenti,

asociazioni, 22 de mayo de 1981.

80. S. Pie y Ninot, Aportaciones del Sínodo 1987, o. c., 367.



336 Teología Práctica

los laicos ha terminado el nwndato; la AC no es «el brazo secular de la

jerarquía» .

Para ahondar y ensanchar la misión de laicado a la luz del Vaticano

11 se celebró un tercer congreso mundial del apostolado de los laicos

en 1967 y se constituyó ese mismo año en Roma el Consilium de

laicis, reestructurado en 1976 con el nombre de Consejo pontificio

para los laicos 81 • Pero el tema de los laicos no se ha desarrollado

suficientemente después del Concilio, como puede observarse en las

eclesiologías publicadas en estos últimos veinticinco años, en las que

la atención a la teología del laicado es escasa. La publicación del

nuevo código de 1983 suscitó entre los canonistas un cierto debate

sobre los laicos 82 •

El Sínodo de los Obispos de 1985, convocado para trazar un balance

de la Iglesia en los'veinte años transcurridos después del Concilio, afIrma

que desde entonces «hay felizmente un nuevo estilo de colaboración en

la Iglesia entre seglares y clérigos. El espíritu de disponibilidad con que

muchísimos seglares se ofrecieron al servicio de la Iglesia, debe contarse

entre los mejores frutos del Concilio» (JI C 6).

El VII Sínodo ordinario de los obispos en 1987 dedicó sus sesiones

al tema Vocación y misión de los laicos en la Iglesia y en el mundo,

veinte años después del Concilio Vaticano //83. En realidad, su aporte ha

sido escaso si se compara con lo dicho por el Vaticano 11, según lo

reconoció el secretario sinodal P. Eyt 84 • El laico se entiende aquí dentro

de una eclesiología de comunión, con sus carismas y ministerios propios.

A lo largo de sus sesiones se plantearon, según indica G. Chantraine,

cuatro cuestiones: función de la mujer en la Iglesia y en el mundo, los

ministerios, los movimientos y la Iglesia y el mundo. Fruto del Sínodo

sobre los laicos y de sus «proposiciones» ha sido la exhortación apostólica

Christifideles laici de Juan Pablo 11 del 30 de diciembre de 1988. Pero

en el fondo, la teología del laicado sigue siendo deudora de lo que el

81. Ha editado Assodations de lares. Donnés sommaires, Citta del Vaticano 1983.

82. Cf. J. Kornonchak, El estatuto de los fieles en el código revisado: Conc 167

(1981) 68-80; G. Thils, Les lares dans le nouveau Code de Droit Canonique et au JIe.

Concite du Vatican, Louvain 1983 (Cahiers de la RTL, 10); P. Martínez, Los fieles laicos

en e! nuevo Código de Derecho Canónico, Murcia 1984; P. A. Bonnet, De laicorum

notione adumbratio: PerRMCL 74 (1985) 227-271; E. Corecco, / laid nel nuovo Codice

di Diritto Canonico: ScuoC 112 (1984) 194-218; G. Ghirlanda, De laicis iuxta novum

codicem: PerRMCL 72 (1983) 53-70; id., / laid nella Chiesa secondo it nuovo codice di

diritto canonico: CivCat 134 (1983) 536-543.

83. Cf. S. Pié y Ninot, Aportaciones de! Sínodo /987 a la teología del laicado. La

herencia del Concilio Vaticano JI: RevEspT 48 (1988) 321-370; G. Chantraine, L'expérience

synodale. L'exemple de 1987, Paris 1988; Pascal Thornas, Ces chrétiens que l'on

appelle lares, Paris 1988; P. Coughlan, La vid y los sarmientos. Comentario a la exhortación

apostólica sobre los laicos de Juan Pablo JI, Madrid 1990.

84. P. Eyt, La VIle assemblée ordinaire du Synode des éveques: NRT 110 (1988) 8.

Agentes 337

Vaticano 11 dijo sobre lo laicos, con una evidente evolución a propósito

de la renovación ministerial de la Iglesia.

En resumen, el conjunto de los bautizados es denominado hoy christifideles

(cristianos, creyentes, discípulos de Cristo), cuya participación

en el ministerio es variada, en tanto que la Iglesia-pueblo se defIne

respecto de Dios y del mundo. El califIcativo laico dice relación con el

mundo, la secularidad o profanidad. Para evitar todo clericalismo se

renuncia al binomio clérigos~laicos y se acepta el de pueblo de Diosministros

o pueblo creyente estructurado según los ministerios 85 •

BIBLIOGRAFIA

R. Blázquez, La Iglesia del Concilio Vaticano [J, Salamanca 1988, 352-

370 Y 371-414; Comisión Episcopal de Apostolado Seglar, El apostolado seglar

en España. Orientaciones fundamentales, Madrid 1974; id., Presente y futuro

del apostolado seglar en España, Madrid 1989; Y. M. Congar, Larc et larcat,

en DSAM IX (1975) 79-108; id., Seglar, en CFr, n (Madrid 1979) 666-683;

G. Chantraine, Les Larcs, chrétiens dans le monde, París 1987; S. Dianich,

Dossier sui laici, Brescia 1987; J. A. Estrada, La identidad de los laicos.

Ensayo de eclesiología, Madrid 1990; B. Forte, Laicado y laicidad. Ensayos

eclesiológicos, Salamanca 1987; R. Goldie, Laicos, laicado, laicidad. Un

sondeo bibliográfico a lo largo de tres decenios: LHoy 26 (1979) 111-150; J.

Grootaers, Le chantier reste ouvert. Les larcs dans l'Église et dans le monde,

Paris 1988; Juan Pablo n, Los laicos cristianos. Vocación y misión de los

laicos en la Iglesia y en el mundo (Exhortación Apostólica Christifideles laici),

Madrid 1989; E. Klinger - R. Zerfass, Die Kirche der Laien, Würzburg 1987;

K. Rabner, Sobre el apostolado seglar, en id., Escritos de Teología n, Madrid

1961, 337-374; G. Regnier, L'apostolat des larcs: l'heritage du Concite, Paris

1985; E. Schillebeeckx, Definición del laico cristiano, en G. Baraúna (ed.),

La Iglesia del Vaticano [J, Barcelona 1966, II, 977-997; Varios, L'apostolat

des larcs, Paris 1970; Laicitii nella Chiesa, Milano 1977; Eléments pour une

théologie du larcat, Roma 1979.

Números especiales de revistas: Larcs en Église: LumVie 36 (1987) 182;

I laici nella Chiesa e nelle celebrazioni: RPastLit 140 (1987/1); Los laicos en

la Iglesia y en el mundo: SalT 75 (1987/5); Laicos en la Iglesia y en el mundo:

TeolCat 22 (1987); Los laicos en la Iglesia y en la sociedad (VII Congreso de

Teología): MisAb 65-66 (1987/5-6); La intervención de los laicos: IgVi 137

(1988); Lay People in the Church Today: Gr 68 (198711-2).

85. Cf. H. Denis, Église peuple de Dieu, une priorité impossible?: LurnVie 182

(1987) 99-117; A. Angelini y G. Barnbrosio, Laico e cristiano, Genova 1987; A. Beni,

Laico, en NDT, 1, 846-857.



17

LA MUJER EN LA IGLESIA

La profunda mutación sociocultural de la c(,mdición femenina ocurrida

en estas últimas décadas ha repercutido en la valoración del papel

de la mujer en la Iglesia, ya que la comunidad de creyentes no es un

sistema ajeno a las transformaciones del mundo. Como consecuencia,

la liberación de la mujer ha operado un cambio en la reflexión teológica,

especialmente por las aportaciones de algunas teólogas. Además,

se han reinterpretado las fuentes del cristianismo con el nuevo

paradigma de la mujer e incluso la jerarquía se ha visto obligada a

intervenir para fijar posiciones sobre el acceso de la mujer a los ministerios.

De ahí que en este cuarto de siglo posconciliar se haya

planteado a fondo la revisión del papel de la mujer en la Iglesia. Antes

del Concilio, el ministerio era tarea casi exclusiva del varón ordenado,

por lo que se restringía su cometido a los laicos y apenas estaba abierto

a la mujer. Lógicamente, al despertar la mujer cristiana de su pasividad

y sometimiento, se plantea en la Iglesia con radicalidad la participación

femenina.

1. Condición de la mujer en la sociedad

Uno de los cambios más sobresalientes del mundo occidental en

el s. XX es el ocurrido en la condición femenina, que se traduce en

una creciente y activa participación de la mujer en todos los ámbitos

de la sociedad, fruto de su emancipación respecto de la tutela del

varón l • Diversos han sido los factores que han influido en este cambio

1. Cf. E. Ander-Egg, La mujer irrumpe en la historia, Madrid 1980; A. de Pisa,

Historias del movimiento de la liberación de la mujer, Madrid 1977; A. Moreno, Mujeres



340 Teología Práctica

de la mujer: trabajo fuera del hogar, acceso a la cultura escolar, incorporación

a puestos de responsabilidad, reducción de su función

maternal y aspiraciones a compartir con el varón el proyecto de edificar

una nueva sociedad. Recordemos, asimismo, el amplio influjo que en

esta cuestión han tenido las mutaciones de los comportamientos morales,

el tránsito de una sociedad rural tradicional a una sociedad urbana

abierta, el progreso de la técnica que relativiza la importancia de la

fuerza muscular en todo tipo de trabajo, los avances de la ciencia en

tomo a la gestación humana y la consideración antropológica sobre la

persona en su doble condición masculina y femenina, como seres

humananos iguales aunque sexuados de distinta manera 2 •

Pero aunque la mujer es diferente al hombre, desea «realizarse

-afirma Y. Pellé-Douel- en tanto que ser humano, sobrepasando

de esta forma la maternidad, incluso la verdadera, que no es más que

un medio provisional, incompleto y caduco»3. No desea definirse

exclusivamente por su función sexual, amorosa y reproductora, sino

que pretende identificarse también como persona de un modo enteramente

libre. Por otra parte, como consecuencia de la disminución

drástica de la mortalidad infantil y del control de la natalidad -afirma

K. Borrensen-, «las fuerzas físicas y psíquicas de la mujer ya no se

agotan en el ejercicio de su función reproductora. De ello resulta un

excedente de energía disponible para aplicarlo a las actividades extrafamiliares.

La función maternal no afecta ya sino a una parte de la

vida de las mujeres alIado de su actividad profesional»4.

A lo largo de la historia, la mujer ha sido discriminada por los

condicionamientos religiosos, culturales y económicos que se han dado

en la sociedad patriarcaP. Hasta nuestros días es obvio el predominio

del varón y la subordinación de la mujer, en razón de múltiples privilegios

que ha creado para su disfrute el mismo varón. Como consecuencia

se ha originado una especie de sexismo que fomenta sentimientos

de superioridad y de inferioridad, harto perjudiciales en el

desarrollo humano, tanto del hombre como de la mujer. De ahí que

en lucha: el movimiento feminista en España. Barcelona 1977; A. González, El feminismo

en España hoy: bibliografía completa y documentos, Bilbao 1979; Varios, Mujer y sociedad

en España (1700·1975), Madrid 1982.

2. Cf. E. SulIerot (ed.), Le fait féminin, París 1978.

3. Y. PelIé-Douel, Ser mujer, en J. M. Jaubert - Y. Pellé-Douel - Y. Delaporte, La

iglesia y la promoción de la mujer, Bilbao 1970, 80-81.

4. K. E. Borresen, Mujeres y hombres en la creación y en la Iglesia: Conc 166

(1981) 418.

5. C. Amorós define lo patriarcal como «una estructuración jerárquica de la sociedad

en lo que concierne a las relaciones entre los sexos, en la que el varón tiene el papel

hegemónico en la familia y es el sujeto titular del contrato social», en Cristianismo y

cultura patriarcal: IgVi 126 (1986) 496.

Agentes 341

se intente superar el dominio masculino con una valoración más adecuada

de la identidad humana y con la equiparación jurídica, a todos

los efectos, entre hombre y mujer o con una adecuada equivalencia.

Teóricamente al menos -la práctica es mucho más lenta- la mujer

tiene hoy acceso a cualquier puesto en los dominios políticos, sociales

y culturales, reservados durante siglos de historia al varón. A este

logro han contribuido notablemente los movimientos feministas que

han reivindicado y reivindican para la mujer derechos ignorados por

las leyes o inculcados por las costumbres.

Pero pesan siglos de historia. Recordemos la primacía de la razón

o dellogos masculino en el quehacer social durante milenios, el desprecio

maniqueo de la mujer entendida como mero cuerpo (<<tota mulier

in utero»), la deficiente antropología medieval que sólo conocía el

esperma masculino como único elemento fecundante en la generación

y los recelos de casi todas las religiones, típicamente androcéntricas,

frente a lo femenino.

A partir de la revolución francesa se suscita la denominada cuestión

femenina, que toma consistencia con la reivindicación de los derechos

de la mujer, la crítica de la familia burguesa y la protesta del trabajo

intolerable a que era sometida en su condición de trabajadora. La

ideología liberal pretendió contribuir al ensanchamiento de las libertades

civiles de la mujer y la ideología socialista intentó transformar

los núcleos de dominación a los que estaba tradicionalmente sometida.

Como consecuencia del cambio de ideas y estructuras, la mujer se

emancipa de sus tareas exclusivamente domésticas y se inserta en la

división social del trabajo, con igualdad o equivalencia de derechos y

deberes que el varón.

Recordemos, además, que la mujer había sido considerada tradicionalmente

desde Aristóteles varón deficiente (<<mas occasionatus»),

indispensable sólo para la reproducción o para el goce sexual del varón.

Por eso se había reducido su función a la maternidad y al hogar, al

ser propiedad del varón como objeto de valor y de intercambio. Su

vocación en la civilización occidental era el matrimonio como esposa

sometida y madre sirviente, el claustro bajo reglas dependientes del

hombre o la prostitución al servicio de las exigencias masculinas. La

mujer ha estado más cerca de la naturaleza que de la historia; en todo

caso, su historia se ha tejido de lo cotidiano. Según M. T. Bellenzier,

«hasta que no da comienzo la antropología cultural, que trata de poner

de manifiesto la interrelación existente entre los valores explícitos y

los implícitos de una sociedad, no se tienen en cuenta la mujer y su

actividad»6. De ahí la importancia del análisis de la familia, dada la

6. M. T. BelIenzier, Mujer, en F. Demarchi - A. ElIena (eds.), Diccionario de

sociología, Madrid 1986, 1126.



342 Teología Práctica

transcendencia de la maternidad femenina. En resumen, al no identificarse

la mujer con su dedicación maternal, papel doméstico y función

sexual como objeto de placer, se encuentra en un proceso de

nueva identificación.

La historia se puede considerar, es cierto, bajo la otra cara, al

mostrar el influjo decisivo de mujeres excepcionales, hasta llegar a la

afirmación de que el hombre es un «varón domado». Es estéril la

discusión de quiénes han influido más en la historia, si los varones o

las mujeres. Lo cierto es que la fusta o el látigo, la razón y la técnica,

el poder y la gloria han sido prevalentemente masculinos, aún en manos

de mujeres 7 •

2. Condición de la mujer en la Iglesia

En todo el proceso emancipador de la mujer, la institución eclesial

ha sido juzgada con severidad por su sexismo en la interpretación

patriarcal de las fuentes religiosas 8 • Son muchos los textos eclesiásticos

a lo largo de la historia de la Iglesia tachados por algunas teólogas de

antifeministas. Es conocido el influjo de la antropología teológica de

san Agustín y de santo Tomás a lo largo de la historia, basada en dos

principios: 1) el hombre es teomorfo por razones de creación, en tanto

que la mujer le está subordinada; 2) Como consecuencia, Dios se

describe como superior en términos masculinos (padre, señor, esposo,

rey, juez), en tanto que la humanidad y la Iglesia son representadas

en términos femeninos y de inferioridad, al recibir todo del primer

principi0 9 • Según la exégesis rabínica, la mujer es creada a partir del

varón y para el varón. Aquí se advierte el contexto cultural patriarcal

de la tradición judía y posteriormente cristiana.

La subordinación de la mujer ha sido evidente en las Iglesias

cristianas, por no hablar de las religiones en general lO • Así como no

hay una religión sin que tenga su contestación feminista, no hay un

encuentro importante feminista que no dé lugar a un grupo de trabajo

7. Cf. C. Alzon, La mujer dominada y la mujer explotada, Buenos Aires 1974; S.

de Beauvoir, La opresión de las mujeres, Madrid 1977; E. Figes, Actitudes patriarcales:

las mujeres en sociedad, Madrid 1972; S. Glodberg, La inevitabilidad del patriarcado,

Madrid 1976.

8. Cf. R. R. Ruether, Religion and sexism, New York 1974; J. Coriden Ced.), Sexism

and Church Law, New York 1977.

9. Cf. K. E. Borrensen, Subordination et équivalence. Nature et role de la femme

d'apres Augustin et Thomas d'Aquin, Oslo - Paris 1968; id., Fundamentos antropológicos

de la relación entre el hombre y la mujer en la teología clásica: Cone 111 (1976) 25-40.

10. Cf. 1. Raming, Origen del dominio masculino en la Iglesia: Cone 154 (1980) 7-

20.

Agentes 343

sobre la mujer y la religión ll • Las investigaciones actuales intentan

aclarar el desarrollo del antifeminismo eclesiástico como consecuencia,

por una parte, de un androcentrismo de la Iglesia o de una plasmación

teológica y pastoral masculina, y por otra, de un residuo no cristiano

introducido subrepticia o descaradamente en el seno del cristianismo

más genuinamente evangélico 12 • Recordemos, por ejemplo, la influencia

de las estructuras dualistas griegas en la teología y espiritualidad

cristianas, al oponer el cuerpo al alma, la inmanencia a la transcendencia,

lo femenino a lo masculino y lo pasivo a lo activo. De hecho,

la ausencia de las mujeres en la teología se explica por el carácter

masculino de la jerarquía y por el privilegio clerical del estudio teológico.

A su vez, el clericalismo se origina por la simbólica de ~ue

lo masculino es un principio activo, en tanto que lo femenino es pasIvo

y receptivo.

El feminismo en la Iglesia ha sido consecuencia fundamental de

la promoción y liberación de la mujer, fuera y dentro de la institución

eclesial. Se ha desarrollado por la presencia de la mujer en los ámbitos

académicos y por su deseo de acceder a responsabilidades ministeriales

mayores, es decir, al sacerdocio. Comprometidas muchas mujere~ en

el servicio de la Iglesia, han adquirido conciencia de una necesIdad

en la profundización de su propia fe, en el desarrollo de su formación

teológica y en el adiestramiento de su cometido pastoral. En cua~quier

caso -como afirma Y. Pellé-Douel-, «el problema de la mUjer en

la Iglesia está ligado al problema de la mujer sin más; si los derechos

de la mujer no son reconocidos de derecho y de hecho, ésta es negada

en su ser espiritual» 13.

El rol de la mujer en la Iglesia católica ha comenzado a cambIar

lentamente en la praxis. Es evidente el papel de la mujer en comunidades

de base, parroquias renovadas y ciertos movimientos apostólicos.

La mujer puede graduarse en teología, hecho hace poco imposible;

formar parte de consejos pastorales y ser responsable d.e

algunos ministerios. Al acabar el Vaticano 11 se nombraron en Br~sIl

por primera vez equipos de religiosas responsables de parroqUIas,

experiencia que se extendió a América Latina, Africa y Asia. También

se han dado estos casos en algunas parroquias de Europa. Junto a

mujeres que trabajan en ministerios no ordenados, otras asumen ministerios

mayores aunque no reciban la ordenación.

11. M. Th. van Lunen - M. D. Chenu, Mujeres, feminismo y teología, en InicPrTeol,

V,424-425.

12. Cf. J. M. Aubert - Y. Pellé-Douel - Y. Delaporte, La Iglesia y la promoción de

la mujer, Bilbao 1970.

13. Cf. la cita en M. Th. van Lunen - M. D. Chenu, Mujeres, feminismo y teología,

o. c., 419.



344 Teología Práctica

El problema de fondo es el acceso de la mujer a los ministerios

ordenados. La ordenación de la mujer haría cambiar el funcionamiento

de la Iglesia. El recurso al escándalo del pueblo sencillo no maduro

para aceptar mujeres ordenadas es tan insostenible como el de argumen.tar

que ~as mismas mujeres se oponen. Se oponen, con razón, a

ser mtroducIdas en el clericalismo masculino o a recibir lo que no

desean los varones. Las razones deben buscarse en la subordinación

de la ~ujer. Lo expresó con nitidez santo Tomas de Aquino: «El sexo

feme~mo n? puede signific~ ~~nguna supe?o~idad de rango porque

la mUjer esta en estado de sUJecIOn. Por consIguIente, no puede recibir

el sacramento del orden» 14. La argumentación de los discursos oficiales

-señalaM.-J. Bérere- se desarrolla de este modo: Dios, en su alianza

con ~a humanidad, se presenta en la Biblia como el Esposo del pueblo

elegIdo, que e~ la esposa. Jesús, en quien Dios revela y cumple su

obra de ~al,:acIón, es hombre, Hijo del Padre, Esposo de la Iglesia.

Por consIgUIente no cabe que una mujer represente a la persona de

Cristo en una función ministerial 15 .

Sin embargo, un sacramento subordinado como el orden sacerdotal

es en ~l cat~licismo exclusivamente masculino. Quien lo posee tiene

la pr.esId~ncIa s~cra~e?tal, la dirección del gobierno y el ejercicio del

magIsteno. Al IdentIfIcarse el ministerio presbiteral con la función

jerárquica masculina, la mujer es simple subordinada. Dicho de otro

mod~, .la le'y del cel.ibato masculino -afirma Ch. Duquoc- «organiza

el mmIsteno presbIteral en estado de vida»16. En realidad se define

el mini~teri? por el estado sacerdotal masculino. Por eso ~l poder de

la IglesIa sIgue en manos de un cuerpo sacerdotal jerarquizado. En

resumen, la mujer es excluida del sacerdocio por razones de tradición

no ~07 inc~p~cid~d de vivir el evangelio ni por incompetencia en el

serVICIO mmIstenal, a no ser que subrepticiamente se la considere

esencia servidora.

Las organizaciones de mujeres católicas han comenzado a ser activas.

Así, en 1985 la UMOFC (Federación Mundial de Organizaciones

de Mujeres Católicas) criticó en una larga nota la postura antifeminista

de la Congregación para la doctrina de la fe. Han intentado dialogar

con Juan Pablo 11 en muchos lugares de sus desplazamientos. Protestan

enérgicamente por su situación discriminada en la Iglesia.

14. Sto. Tomas de Aquino, Suma Teológica, q. 39, arto 1.

15. Cf. M. J. Bérere, L'ordination desfemmes: LumVie 30 (1981) 90-102; 1. Raming,

Der Ausschluss der Frau vom priesterlichen Amt: Gottgewollte Tradition oder Diskriminierung?,

KOln 1973.

235 16 . Ch. Duquoc, Teología de la Iglesia y crisis del ministerio: SelTeol 19 (1980)

3. La mujer en la Iglesia a la luz del magisterio

Agentes 345

A pesar de que Juan XXIII afirmó en 1963 que «la entrada de la

mujer en la vida pública» era uno de los «signos de los tiempos» 17 ,

el papel de la mujer en el ministerio de la Iglesia apenas ha variado

en profundidad. Del Vaticano 11 se desprende la afirmación de «la

paridad de derecho y de hecho de la mujer con el varón» (GS 9), al

reconocer Gaudium et spes que «toda forma de discriminación ... por

motivos de sexo ... debe ser vencida y eliminada por ser contraria al

plan divino» (GS 29). Sin embargo, el tema del acceso de la mujer a

los ministerios no se discutió en las sesiones del Vaticano 11. Con

todo, el cardenal J. Dianelou opinaba en 1965 que no había «ninguna

objeción teológica fundamental a la eventual ordenación de las mujeres»18.

En el III Congreso Mundial del apostolado Seglar de 1967

se solicitó una mayor apertura de la participación femenina en las

tareas de la Iglesia.

El concilio pastoral de la Iglesia holandesa de 1970 y la declaración

del episcopado canadiense de 1971 expresaron el deseo de que las

mujeres accedieran al ministerio, sin especificar su grado. El episcopado

suizo, al expresar en 1971 su opinión sobre el sufragio femenino,

afirmó que «no es conveniente que el Estado y la Iglesia se

priven en el futuro de la colaboración efectiva y activa de las mujeres»19.

Precisamente por una petición del sínodo de obispos de 1971

se constituyó en Roma el 3 de mayo de 1973 una comisión especial

para el estudio de la función de la mujer en la Iglesia y en la sociedad.

En un primer escrito de esta comisión se menciona «la diversidad de

las funciones y de cargos de los dos sexos», dado el «carácter específico

de las mujeres»20. Según este documento -escribe O. d'Ursel con

sentido crítico-, «el hombre y la mujer son dos seres diferentes que

tienen, por naturaleza, misiones inmutables»21. De hecho, con ocasión

de que se proclamase doctora de la Iglesia santa Teresa de A vila en

septiembre de 1970, Pablo VI afirmó categóricamente que «la mujer

no está destinada a tener en el Iglesia funciones jerárquicas, de magisterio

y de ministerio»22.

l7. Encíclica de 11.4.1963 Pacem in terris, 41-43.

18. Cf. Le Monde, 19-20 de diciembre de 1965, 45.

19. L' Épiscopat suisse et la possibilité du vote des femmes, en La liberté (Freiburg)

3.2.1971.

20. Cf. Femmes et hommes dans I'Église, Boletín PMV, 5, 2.

21. O. d'Ursel, Las mujeres en e! ministerio, en Las nuevas formas de ministerio

en la Iglesia, Boletín PMV 50 (1974) 21.

22. Cf. M. Martinell, Pape! de la mujer en la Iglesia de hoy y de mañana: IgVi 126

(1986) 589-602.



346 Teología Práctica

En 1974 se suscitó un debate teológico dentro de la comunidad

católica, en el que se manifestaron posiciones de gran apertura 23 . H.

Van der Meer, por ejemplo, sostuvo que la mujer no había accedido

al ministerio ordenado por razones socioculturales 24 . J. M. Aubert era

partidario de permitir el ministerio a la mujer por tres razones: igualdad

de los seres humanos en Cristo, exigencias de liberación humana

insertas en el proceso de salvación cristiana y aportación múltiple de

los diferentes dones del Espíritu 25 .

La exhortación de Pablo VI en ese mimo año de 1974 sobre el

culto mariano ayudó a cambiar la imagen que tradicionalmente se tenía

de María, negativamente femenina, ya que acentuó en la Virgen virtudes

activas (responsabilidad y participación en el proyecto de Dios,

presencia junto a Cristo y en la comunidad apostólica, etc.), frente a

la consideración de virtudes marianas de tipo pasivo (humildad, obediencia,

silencio, etc.).

De forma tajante mostró la jerarquía su criterio por medio del

documento oficial Inter insigniores del 28 de enero de 1977: la

mujer no tiene acceso al sacerdocio ordenado por ser función especificamente

masculina 26 . «La Iglesia - dice este documento - no

se considera autorizada a otorgar la ordenación a las mujeres»27.

Las razones se basan en que Jesús no llamó a ninguna mujer al

grupo de los doce, la práctica apostólica fue fiel a Jesús y la tradición

ha seguido durante dos milenios caminos semejantes. Por otra parte

el sacerdote ordenado actúa in persona Christi y al ser signo de

Cristo debe ser hombre y no mujer, argumento denominado simbólico-sexual

que se deriva de la tipología patrística, según la cual

la función de Cristo es masculina, en tanto que la de la Iglesia es

femenina. S. Dianich opina que este documento «no plantea el

problema de la mujer en relación con el ministerio ordenado entendido

globalmente, sino en relación con el sacerdocio»28, puesto que

la autoridad eclesial reserva a los varones solamente la función de

representar en la eucaristía a Cristo, esposo de su Iglesia, en virtud

de lo que algunos llaman simbolismo eucarístico. Ahora bien, no

23. S. Dianich, Mujer en la Iglesia, en NDT, 1126-1127.

24. Cf. H. Van der Meer, Sacerdozio della dOflfla?, Brescia 1971.

25. Cf. J. M. Aubert, La mujer, antifeminismo y cristianismo, Barcelona 1976.

26. Cf. »Declaratio» circa questionem admissionis mulierum ad sacerdotium ministeriale:

AAS 69 (1977) 98-116.

27. Ver el texto latino en L'Osservatore Romano del 28.1.1977 y la versión castellana

en Ecd 1824 (1977) 182-187 Y en el Boletín Oficial del Arzobispado de Barcelona del

15.5.1977,222-223.

28. S. Dianich, Teología del ministerio ordenado. Una interpretación eclesiológica,

Paulinas, Madrid 1988, 321. Cf. J. Piquer, La decisión de no admitir la mujer al presbiterado,

¿arcafsmo o fidelidad?: Phase 17 (1977) 515-534.

Agentes 347

todo el ministerio se reduce a la representación eucarística. El documento

de Pablo VI no habla, por ejemplo, del diaconado, que es

ministerio ordenado.

Este documento, que apenas tuvo eco en la Iglesia española y

en nuestros movimientos críticos cristianos -quizá porque en ese

momento nos encontrábamos en plena transición a la democracia y

porque el movimiento feminista cristiano no se había desarrollado

suficientemente entre nosotros, salvo en Cataluña -, levantó en

otras partes, como E.E. U. U. , Alemania, Bélgica, Francia, etc., una

gran polvareda 29 . Según H. Legrand, Inter insigniores «es un documento

menor de la autoridad docente. Emana de una congregación

y no del papa, que lo aprobó informa communi cuando podía hacerlo

informa speciali. Por los mismos criterios, es un documento revisable»30.

Hubo teólogos, como R. Spiazzi, A. L. Descamps, H. Urs von

Balthasar, L. Bouyer y J. Galot, que justificaron las razones de la

negativa de la Congregación para la doctrina de la fe, basadas en una

consideración discutible del hecho femenino: 1) La mujer es más apta

para los ministerios de intercesión que para los de representación, que

son masculinos. 2) Por simbolismo nupcial Cristo-hombre es esposo

y la Iglesia-mujer esposa 3l . Por el contrario, otros teólogos notables

partidarios del acceso de la mujer al sacerdocio esgrimieron otro argumento

difícilmente irrefutable: la mujer ha sido excluida de los Doce

y no ha tenido la posibilidad de ser ordenada por razones

socioculturales 32 . Hubo finalmente teólogos, como Y. Congar, que

oscilan entre ambas posiciones 33 . Afirman categóricamente que la exclusión

sacerdotal de la mujer no es de derecho divino, pero esto no

es explicable -dicen- por razones sociales o de cultura. En todo

29. La crítica más radical se halla en L. Swidler - A. Swidler (eds.), Women Priest.

A Catholic Commentary on the Vatican Declaration, New York 1977. También ~levaron

voces críticas algunos colectivos feministas como Femmes et hommes dans I'Eglise y

Women's Ordenation Conference, sin olvidar la nítida postura de los secretarios diocesanos

Justicia y paz de Barcelona, Gerona y Tarragona, titulada La discriminación de la mujer

en la Iglesia.

30. H. Legrand, Ministerios de la Iglesia local, en InicPrTeol, III/2, 247.

31. Cf. L'Osservatore Romano del 29.1.77, 2.2.1977 Y 5.2.1977; L. Bouyer, Mystere

et ministeres de lafemme. Notes de lecture, Paris 1976; J. Galot, Mission et ministeres

de la femme, Paris 1973.

32. K. Rahner, Priestertum der Frau?: stZ 195 (1977) 291-301; H. Küng, Thesen

zur Stellung der Frau in Kirche und Gesellschaft: Theologische Quartalschrift 156 (1976)

129-132, resumido en Tesis sobre el puesto de la mujer en la Iglesia y en la sociedad:

SelTeol 17 (1978) 70-72. Incluso el cardenal J. Danielou, conservador en muchas cuestiones

se manifestó durante el concilio abierto a una eventual ordenación de la mujer.

33'. Cf. Y. Congar, prólogo al libro de E. Gibson, Femmes et ministeres dans l'Église,

Paris 1971.



348 Teología Práctica

caso, la disciplina vigente que prohibe ordenar mujeres no pertenece

a la «sustancia de la fe»34.

En el campo litúrgico, las posibilidades que hoy tiene la mujer en

la Iglesia corresponden a ministerios menores. Según la instrucción

Inaestimabile donum del 3 de abril de 1980, «las funciones que la

mujer puede ejercer en la asamblea litúrgica» son la lectura de la

palabra de Dios previa al evangelio y la proclamación de las intenciones

de la oración de los fieles. También puede ayudar a dar la comunión

como «ministro extraordinario». No puede ejercer funciones de servicio

en el altar, norma dada ya por el concilio de Laodicea del s. IV

a causa de razones de «impureza». Queda excluida de los ministerios

instituidos de acólito y lector, en nombre -dice el motu proprio

Ministeria quaedam del 15 de agosto de 1972- de la «venerable

tradición de la Iglesia». En cualquier caso, la mujer actúa en la liturgia

«fuera del presbiterio» y «cuando falta un hombre idóneo»35. El código

de derecho canónico de 1983 equipara a la mujer con el varón bajo

la rúbrica de los fieles cristianos, salvo en su presencia en el altar,

lugar privilegiado del varón. La mujer no tiene acceso a las filas de

los ministri sacri. «Hablando objetivamente -escribe E. Mc­

Donough -, el nuevo derecho canónico sitúa a las mujeres en mejor

posición que el Código anterior. El análisis del Código de 1917 demuestra

que éste consideraba a las mujeres: 1) funcionalmente subordinadas;

2) moralmente pecadoras y seductoras; 3) intelectualmente

inferiores, y 4) emocionalmente inestables»36.

El Sínodo de los Obispos de 1987 sobre la misión y vocación de

los laicos en la Iglesia y en el mundo se ocupó de la dignidad y

vocación de la mujer. Ahí se pidió una profundización del tema en

sus fundamentos antropológicos y teológicos. ElIde abril de 1988

el episcopado norteamericano publicó la primera redacción de una

carta pastoral sobre la mujer, después de un dilatado tiempo de consultas

entre los obispos y más de 75.000 mujeres. Este primer texto

mantiene un equilibrio difícil entre las decisiones romanas y las exigencias

feministas.

Como resultado del estudio solicitado por el Sínodo de obispos de

1987, Juan Pablo II publicó la carta apostólica Mulieris dignitatem

(15.9.1988), que posee -dice el Papa- «el estilo y el carácter de

una meditación» (n. 2)37. «No es tanto una expresión autoritativa del

34. Cf. J. Vinatier, Lafemme, parole de Dieu el avenir de l'homme, París 1972.

35. Cf. R. Goldie, Mujer, en NDLit, 1388-1404.

36. E. McDonough, La mujer en el nuevo derecho canónico: Conc 205 (1986) 399.

Cf. M. Zirnrnennann, »Ni clérigo ni laica». La mujer en la Iglesia: Conc 202 (1985) 335-

344.

37. Cf. F. Elizondo, La dignidad de la mujer. Una reflexión teológico-existencial

Agentes 349

magisterio -escribe G. Baum- cuanto una respuesta pontificia a una

cuestión planteada en la Iglesia»38. En todo caso, Juan Pablo II desarrolla

el magisterio oficial sobre la dignidad de la mujer a partir de

los pronunciamientos de Juan XXIII y del Vaticano II y de los que

después hizo Pablo VI. La carta apostólica aporta una lectura bíblica

sobre la mujer no siempre coincidente con la exégesis tradicional, ya

que se basa en un renovado «paradigma bíblico de la mujer» (n. 22).

Reconoce el papa que entre el hombre y la mujer hay una «esencial

igualdad» (n. 16), pero señala «dos dimensiones particulares de la

realización de la personalidad de la mujer» o de la «vocación femenina»:

la maternidad y la virginidad. El misterio de la mujer es, pues,

el de ser virgen, madre y esposa (n. 22).

Para justificar la exclusión de la mujer del sacerdocio ministerial

utiliza Juan Pablo II los mismos argumentos que la declaración de

Pablo VI Inter insigniores: 1) «la relación esponsal entre Cristo (esposo)

y la Iglesia (esposa)>> como principio de «unidad de los dos»

entre el hombre y la mujer; 2) el servicio sacramental de la eucaristía,

en el que el sacerdote actúa in persona Christi, «es realizado por el

hombre»; 3) Cristo llama «como apóstoles suyos sólo a hombres» (n.

26). El acceso de la mujer al ministerio ordenado queda cerrado pero

no resuelto. Así piensan muchas teólogas feministas. G. Baum critica

que Mulieris dignitatem no responde a la experiencia real de la mujer

d~ hoy, particularmente a su presencia en la vida pública como «signo

de los tiempos», aunque afirma laudatoriamente el sociólogo canadiense

que la carta de Juan Pablo II «reconoce claramente que Dios

es padre y madre, que la generatividad no tiene género y que, de

acuerdo con la creación de Dios, la relación hombre-mujer no es

patriarcal» sino iguaP9.

4. El ministerio de la mujer en las Iglesias protestantes

A comienzos de este siglo algunas mujeres evangélicas tuvieron

acceso a estudios universitarios en facultades protestantes de teología.

Superadas las pruebas, consiguieron funciones pastorales en catequesis,

religión escolar, asistencia comunitaria e incluso como vicarias o

encargadas de parroquias. De hecho, en la segunda mitad del.siglo

XIX se planteó en las Iglesias protestantes el acceso de la mUjer al

ministerio de la predicación y del diaconado.

sobre «Mulieris dignitatem»: Mor 11 (1989) 205-220. El texto de la carta apostólica en

Dignidad de la mujer, Madrid 1988.

38. G. Baurn, La carta apostólica «Mulieris dignitatem»: Cone 226 (1989) 487.

39. Ibid.,493.



350 Teología Práctica

Hacia 1950 se discutió en los paises escandinavos la admisión de

la mujer al ministerio sacerdotal. Un sínodo de la Iglesia luterana

sueca designó una comisión de 14 miembros para examinar esta cuestión,

de los cuales 10 se mostraron favorables al proyecto. Pero la

mayor parte de los profesores de exégesis del NT de Lund y de Upsala

declararon que el acceso de la mujer al sacerdocio era incompatible

con los datos de la Escritura. En 1957 un nuevo sínodo retomó la

cuestión. Se aprobó la ordenación de la mujer el 27 de septiembre de

1958. Las primeras ordenaciones datan de 1971, hechas por el obispo

anglicano de Hongkong. En 1974 los episcopalianos de Filadelfia

ordenaron a 11 mujeres, lo que provocó una gran polémica. Un año

más tarde los sínodos generales de las Iglesias anglicanas de Canadá

y de Inglaterra aceptaron el acceso de la mujer al sacerdocio, razón

por la cual D. Coggan, arzobispo de Cantorbery, comunicó al papa

Pablo VI esa decisión. En 1975, año internacional de la mujer, el

Consejo Ecuménico de las Iglesias examinó esta cuestión en la asamblea

de Nairobi. La escasez de pastores varones ayudó a extenderse

la ordenación femenina. Hubo resistencias y protestas, sobre todo en

la Iglesia luterana. Según recientes estadísticas, el número de mujeres

protestantes que estudian teología tiende a aumentar, así como crecen

las ordenaciones femeninas. Prácticamente la mitad de las aproximadamente

300 Iglesias federadas en el Consejo ecuménico admiten

hoy la ordenación de la mujer. No lo reconocen las Iglesias ortodoxas,

la mayoría de las Iglesias anglicanas y la Iglesia católica 40 •

En la conferencia de la Comunión anglicana de Lambeth en 1988

se ha planteado, por iniciativa de las Iglesias episcopalianas de Australia

y EE. UU., la admisión de la mujer al presbiterado y

episcopad0 41 • La propuesta fue aprobada con la condición de que

ninguna Iglesia, sacerdote o fiel serían obligados a reconocer la validez

de estas ordenaciones 42 •

La ordenación de la mujer ha suscitado agudos problemas entre

los protestantes ya que entraña, según R. Runcie arzobispo de Canterbury,

«una transformación radical» de la Iglesia. Junto a factores

socioculturales de toda especie se han esgrimido argumentos teológicos.

No olvidemos, empero, que el centro del protestantismo es la

palabra, no el sacramento. Los pastores son predicadores más que

liturgos. Por otra parte, al no tener algunas Iglesias protestantes un

40. Cf. M. Bührig, Papel de la mujer en el diálogo ecuménico: Conc 202 (1985)

410-416.

41. Cf. La Conférence de Lambeth 1988: ISl34 (1989) 194-233.

42. Esta reserva está pensada también en relación a las Iglesias católica y ortodoxa,

que excluyen el acceso de la mujer a la ordenación sacerdotal y que, sin embargo, reconocen

la validez del ministerio prebiteral anglicano.

Agentes 351

concepto sacramental del sacerdocio ministerial, la ordenación es en

algunos casos asunto disciplinar más que teológico. Por eso es entre

ellos más fácil la ordenación de la mujer 43 •

Debido a la decisión de algunas Iglesias anglicanas de permitir el

acceso de la mujer a la ordenación sacerdotal, Juan Pablo 11 dirigió

una carta a R. RuncÍe el 20 de diciembre de 1984, para manifestarle

su preocupación por la búsqueda de la unidad entre los anglicanos y

las Iglesias católica y ortodoxa 44 • Le recordaba el cruce de correspondencia

entre Pablo VI y el arzobispo ?: Coggan hacia 1975-!~?6

sobre la admisión de la mujer a la ordenaclOn sacerdotal y la OposIclOn

mostrada por la Iglesia católica en el documento Inter insigniores de

1976 a dar este pas0 45 • Le respondió R. Runcie el 22 de noviembre

de 1985, en carta dirigida al cardenal J. G. M. Willebrands, reconociendo

que la ordenación de la mujer al sacerdocio ministerial era,

efectivamente, una dificultad en el proceso hacia la unidad eclesial 46 •

Sin embargo, «en el lado anglicano -afirma R. Runcie- va tomando

cuerpo cada vez más la convicción de que no existe ni en la Escritura

ni en la tradición objeción fundamental a la ordenación de mujeres al

sacerdocio ministerial» 47. El cardenal Willebrands, en su respuesta al

arzobispo R. Runcie del 17 de junio de 1986 48 , afirma categóricamente

que «la ordenación de sólo hombres para el presbiterado y episcopado

constituye una tradición invariable de las Iglesias católica y ortodoxa».

Nuevamente cita el documento de Pablo VI Inter insigniores de 1976

en donde se dice que «la Iglesia católica no se considera autorizada

para admitir a las mujeres a la ordenación sacerdotal». La razón principal

se basa en la tradición. Por otra p~e, se añade en esta ca~a que

«la ordenación de las mujeres no contnbuye nada a profundIzar la

comunión entre nosotros y debilita la comunión que actualmente

existe».

5. El ministerio de la mujer en la Iglesia primitiva

Recientemente se han hecho estudios sobre la situación de la mujer

en el cristianismo primitivo, a partir de una nueva hermenéutica feminista

de la historia cristiana, historia escrita de un modo androcén-

. 43. Cf. L'ordination des femmes, pierre d'achoppement de l'anglicanisme: 1st 34

(1989) 115-118; J. Bosch, El ministerio de la mujer en las Iglesias cristianas. Para la

formulación de un dossier ecuménico: Escritos del Vedat 4 (1974) 199-283.

44. Cf. el texto de esta carta en 1st 34 (1989/2) 168-170.

45. Ibid., 147-151.

46. Cf. el texto de esta carta en la documentación Sobre la ordenación de la mujer.

Intercambio de correspondencia: SalT 76 (1988) 805-810.

47. Ibid., 806.

48. Ibid., 811-815.



352 Teología Práctica

trico, dado el predominio patriarcal con el que se ha desarrollad0 49 •

«La hermenéutica feminista -afirma R. Aguirre- se interesa por

recuperar el pasado de las mujeres, ignorado por la historia hegemónica,

con el deseo de enriquecer las posibilidades de las mujeres

en el presente y en el futuro»5o.

Para entender hoy el papel que tuvo la mujer en la Iglesia primitiva,

es necesario tener presente el mensaje evangélico relativo al anuncio

y edificación del reino de Dios, en el que todos los miembros de la

comunidad -hombres y mujeres- son iguales en cuanto creyentes y

bautizados. Esto contrastaba con la situación humillante de la mujer

judía en tiempos de JesÚs 51 . «Los evangelios -escribe R .. Laurentinatestiguan

la novedad de la actitud de Jesús ante las mUJeres. Acoge

a los hombres y a las mujeres sin discriminaciones y establece entre

ellos una igualdad personal, una identidad de estatuto que se refleja

en la práctica de bautizar sin distinción de sexos»52. La comunidad

nueva es fraternal, sin estructuras patriarcales, puesto que no hay otro

padre que el celestial (Mt 23,8-12). Muchos exegetas opinan actualmente

que entre los «discípulos» de Jesús hubo mujeres, como se puso

de relieve en la actividad misionera de la Iglesia apostólica (Rom 16,7;

1 Cor 9,5). Especialmente significativo es el hecho de la presencia de

mujeres como testigos al pie de la cruz de Jesús (Mc 15,40-41), en

su sepultura (Mc 15,47) y en su resurrección (Mc 16,1-8; Mt 28,1-8;

Lc 24,1-12; Jn 20,1-10). De hecho, en los tiempos apostólicos hubo

mujeres que participaron activamente en algunos servicios de la Iglesia,

tanto en la profecía o instrucción de fieles e intervenciones públicas,

comp en la diaconía y hospitalidad de las reuniones comunitarias 53 .

Respecto del pensamiento paulino sobre le ministerio de la mujer

se suelen aducir dos tipos de textos 54 . Los primeros corresponden al

cristianismo anterior a san Pablo, que reflejan las denominadas cartas

auténticas del apóstol (1 Tes, Gál, Flp, 1 Y 2 Cor, Rom, Flm). Ahí

49. Cf. E. Schüssler Fiorenza, En memoria de ella, Bilbao 1989; R. Gryson, Le

ministere des femmes dans l'Église ancienne, Gembloux 1972; G. Tavard, Woman in

Christian Tradition, London 1973.

50. R. Aguirre, La mujer en el cristianismo primitivo, en id., Del movimiento de

Jesús a la Iglesia cristiana, Bilbao 1987, 168; este trabajo fue publicado en IgVi 126

(1986) 513-545.

51. Cf. Th. Maertens, La promoción de la mujer en la Biblia, Bilbao 1975; J. Alonso,

Proceso de dignificación de la mujer a través de la Biblia, Madrid 1975; A. Jaubert, Les

femmes dans I'Écriture, París 1979, 31-39.

52. R. Laurentin, Jesús y las mujeres: una revolución ignorada: Conc 154 (1980)

102.

53. P. Grelot, Y aura-t-il des <1emmes-pretres» dans I'Église?: NRT 111 (1989)

857.

54. Cf. A. M. Dubarle, Paul et l'antiféminisme: RSPhTh 60 (1976) 261-279, condensado

con el título Pablo y el antifeminismo: SelTeol 17 (1978) 87-96.

Agentes 353

se afirma resueltamente que «ya no hay más judío ni griego, esclavo

ni libre, varón o hembra» (Gál 3, 28), puesto que la fe y el bautismo

hacen a todos los cristianos iguales. El hecho de que los sacramentos

de la iniciación (bautismo, confirmación y eucaristía) fuesen los mismos

para el hombre y la mujer desde su comienzo, supuso un avance

considerable e incluso una revolución en la primitiva comunidad cristiana,

si se la compara con la sociedad religiosa de su tiempo, tanto

judía como pagana. Este dato contribuyó, sin duda, a que la mujer

encontrase en la Iglesia un lugar de acogida en el que pudiese expresarse

libremente e incluso con abundancia de palabras. Lo cierto es

que la mujer tuvo en los comienzos del cristianismo un papel activo

en la evangelización, proceso catecumenal y edificación de las comunidades.

En los textos paulinos aparecen muchos nombres de mujeres

que fundaron Iglesias domésticas o que contribuyeron a su desarrollo:

Priscila, Lidia, Apfia, Evodia, Síntique, Junia, Julia, Febe,

etc. «En el movimiento cristiano misionero -escribe R. Aguirreencontramos

muchas mujeres y muy activas. Aparecen, a veces, colaborando

en pie de igualdad con Pablo, enseñando, como misioneras

itinerantes; se las designa apóstol, diácono, protectora o dirigente»55.

También hay otros textos paulinos en los que se recomienda que

la mujer cubra su cabeza, teniendo en cuenta -aspecto a veces olvidado-

que el velo en la mujer no es «signo de sumisión» sino

«signo de autonomía» cuando se dirige a Dios en la oración 56 • El

mandato de que «las mujeres guarden silencio en la asamblea» es

probablemente, según el parecer de muchos exegetas, una interpolación,

ya que en un texto anterior reconoce Pablo que la mujer puede

hablar en la asamblea (1 Cor 11 ,5)57. Finalmente, en la tradición

postpaulina (Cartas de la Cautividad: Col, Efy 2 Tes) o deuteropaulina

(Cartas Pastorales: 1 y 2 Tim y Tit) se acepta una estructura patriarcal,

en la que la mujer está sometida al varón. Puede que este cambio se

debiese a estrategia paulina de cara a la misión o a la presión de la

corriente antifeminista sobre el feminismo primitivo. En cualquier

caso, la mujer fue tema de discusión y de polémica en la Iglesia antigua.

De hecho, según la tradición de los dos primeros siglos, la mujer

fue excluida de la presidencia en las asambleas y en la «cena del

Señor», aunque no de un cierto diaconado, de una actividad profética

y de un quehacer comunitario. Pero el ministerio femenino

55. R. Aguirre, La mujer en el cristianismo primitivo, o. c., 184.

56. Cf. A. Feuillet, Le signe de puissance sur la tete de la femme: NRT 95 (1973)

945-954.

57. J. Alonso Díaz, ¿Está san Pablo en contra de la actividad docente de la mujer

en la Iglesia?, en A. Vargas-Machuca (ed.), Teología y mundo contemporáneo. Homenaje

a K. Rahner en su 70 cumpleaños, Madrid 1975, 613-628.



354 Teología Práctica

nunca quedó petrificado sino que dio lugar a varias instituciones

vitales como las «viudas» (l Tim 5,3-16), que desaparecen como

institución en el s. IV, o las «diaconisas» de la tradición oriental,

que llegaron a recibir en algunas Iglesias la imposición de manos

del obispo (cheirotonía) en una especie de consagración u ordenación.

Recordemos que en la Iglesia oriental antigua se llegó a plasmar

un ordo ad diaconam faciendam o ritual para ordenar a una

mujer de diaconisa. La institución de las diaconisas decayó hacia

los s. XI -XIp8. Con todo, en la tradición que sigue a la época

neotestamentaria la mujer no es mencionada ni en la Didajé, ni en

las cartas de Ignacio de Antioquía y Policarpo. A lo sumo se habla

de la mujer -como buena esposa o madre de familia- en la carta

de Clemente o en las Apologías de Justino. Del ministerio de la

mujer no se dice nada en la Tradición Apostólica. Según E. Schillebeeckx,

a las asociaciones libres e igualitarias primeras sucede,

por influencia del hogar greco-romano, una dirección institucional

jerarquizada, en donde la mujer ocupa una posición subordinada y

en la que se le excluye de cualquier función ministeriaP9.

Con la clericalización masculina de la Iglesia a partir del s. IV, la

mujer perdió sus funciones diaconales, precisamente cuando la comunidad

cristiana se hizo gran institución por decaimiento de sus

estructuras de base. Lógicamente, en los grupos contestatarios o marginales

cristianos que se han sucedido a lo largo de la historia, desde

la gnosis y el montanismo hasta nuestras comunidades, el rol de la

mujer ha sido siempre activo. Con todo, durante siglos, los responsables

de la Iglesia han sido siempre varones; puede decirse que la

Iglesia hasta hoy en su dirección y mando es fundamentalmente masculina.

Ante esta situación surge una reacción de protesta, que proviene

sobre todo de la teología feminista 60 . «Nuestra fuerza transformadora

-escribe M. Pintos- pasa por ser personas adultas en la fe y por

compartir con el varón, en igualdad de condiciones, todas las respon-

58. Cf. C. Vagaggini, L'ordinazione delle diaconesse nella tradizione greca e bizantina:

«Orientalia Christiana Periodica» 40 (1974) 145-189. Con una orientación distinta,

cf. A. G. Martimort, Les diaconesses. Essai historique, Roma 1982 y R. Goldie, Diaconato

femminile?, en Varios, Il diaconato permanente, Napoli 1983, 305-313.

59. E. Schillebeeckx, Plaidoyer pour le peuple de Dieu, Paris 1987, 76-79, obra

que refunde El ministerio eclesial, Madrid 1983.

60. Cf. C. Halkes, Teología feminista. Balance provisional: Conc 154 (1980) 122-

137); R. Gibellini, Feminismo y teología: IgVi 121 (1986) 49-75; M. Pintos, Mujer y

teología feminista: Mor 11 (1989) 221-232. Para conocer lo que en Estados Unidos se

denomina Womens' Studies y en Alemania Frauenforschung en el campo litúrgico cf. T.

Berger, Liturgiewissenschaft und Frauenforschung: getrennte Schwestern?: ThRv 85

(1989) 354-362.

Agentes 355

sabilidades eclesiales, incluso la del poder para transformar, desde

dentro, lo que nos separa de la fraternidad evangélica»61. En definitiva

«la mujer -dice M. P. Aquino- reivindica su derecho de ser Iglesia,

es Iglesia, hace Iglesia, construye Iglesia creando participación, servicio,

compromiso, celebración. Es decir, siendo signo, señal de la

liberación ya vivida por los pobres. La mujer despliega el amor como

dinamismo de vida y para la vida»62.

BIBLIOGRAFIA

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del Vaticano l/, en A. Vargas-Machuca (ed.), Teología y mundo contemporáneo

(Homenaje a K. Rahner en su 70 cumpleaños), Madrid 1975, 577-612; id., La

mujer y los ministerios en la Iglesia. Del Vaticano 1I a Pablo VI, Salamanca

1982; M. P. Aquino (ed.), Aportes para una teología desde la mujer, Madrid

1988; J. M. Aubert, La mujer, antifeminismo y cristianismo, Barcelona 1976;

A. Carrillo, El diaconado femenino. La tradición eclesial y las perspectivas

ante el problema del clero latinoamericano, Bilbao 1971; S. Cita-Malard,

Mujeres en la Iglesia a la luz del Vaticano 1I, Bilbao 1969; R. Fossati, ... Y

Dios créo la mujer. La Iglesia, religión y condición femenina, Barcelona 1979;

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Idígoras, La misión directiva de la mujer en la historia de salvación, Lima

1965; Juan Pablo n, Mulieris dignitatem, carta apostólica de 15.9.1988; J.

Lang, Ministros de la gracia. Las mujeres en la Iglesia primitiva, Madrid 1991;

M. Th. van Lunen-M. D. Chenu - R. Gibelini, Donna e teologia, Brescia

1988; C. F. Parvey, Ordination of Women in Ecumenical Perspective. Workbookfor

the Church's Future, Geneve 1980; M. Pintos, La mujer en la Iglesia,

Madrid 1990; J. Pixley, La mujer en la construcción de la Iglesia, San José

de Costa Rica 1986; H. Rollet, La condition de la femme dans I'Église, Paris

1975; L. M. Rusell, Human Liberation in a Feminist Perspective. A Theology,

Philadelphia 1974; E. Schüssler Fiorenza, En memoria de ella. Una reconstrucción

teológico-feminista de los orígenes del cristianismo, Bilbao 1989; S.

Silva (ed.), La mujer, Salamanca 1990; E. Támez, Teólogos de la liberación

hablan sobre la mujer, San José de Costa Rica 1986; Varias, El rostro femenino

de la teología, San José de Costa Rica 1986.

Números especiales de revistas: La mujer en la Iglesia: Conc 111 (1976);

La situación de la mujer en la Iglesia: SelTeol 65 (1978); Mujeres del siglo

XX: RevEsp 148 (1978); Die liturgischen Dienste der Frau: LJ 28 (1978/3);

Les femmes d'aujourd'hui et ·1'Église: VSS 127 (1978); ¿Mujeres en una Iglesia

61. M. Pintos, Mujer y sacerdocio. Anotaciones, evaluación, perspectivas: BiFe 16

(1990) 637.

62. M. P. Aquino, Mujer e Iglesia. Participación de la mujer en la presencia de la

Iglesia, en id. (ed.), Aportes para una teología desde la mujer, Madrid 1988, 101; id.,

Mujer y praxis ministerial, hoy. La respuesta del tercer Mundo: BiFe 16 (1990) 603-626.



356 Teología Prdctica

de hombres?: COlle 154 (1980); La situación de las mujeres en la Iglesia

católica: PMV 83 (1980); La mujer en la Iglesia: ThXav 30 (1980) II 57; La

mujer: PastMis 17 (1981/1); Lesfemmes: l'église en cause, LumVie 151 (1981);

La mujer, ausente en la teología y en la Iglesia: COlle 202 (1984); Mujeres en

un mundo masculino: IgVi 121 (1986); Mujer y cristianismo: IgVi 126 (1986);

La mujer, realidad y promesa: Mor 11 (1989) 43; Le débat sur l'ordination

des femmes au presbytérat et ii ['épiscopat: 1st 34 (1989/2) 144-180; Mujer y

ministerio: BiFe 16 (1990) 46.

TEOLOGIA

PRACTICA ESPECIAL



I. MISION (KERIGMA)

1. Misión (Kerigma)

JI. Catequesis (Didascalia)

JII. Liturgia (Leitourgía)

IV. Comunidad (Koinonía)

V. Servicio (Diaconía)



18

LA EVANGELIZACION

La evangelización constituye hoy la tarea central y más urgente

de la acción pastoral. «La obra de la evangelización -afirma el

Vaticano 11- es deber fundamental del pueblo de Dios, puesto que

toda la Iglesia es misionera» (AG 35). En la encíclica Redemptoris

missio de Juan Pablo 11 se afirma que «el Vaticano 11 ha querido

renovar la vida y actividad de la Iglesia según las necesidades del

mundo contemporáneo; ha subrayado su índole misionera, basándola

dinámicamente en la misma misión trinitaria. El espíritu misionero

pertenece, pues, a la naturaleza íntima de la vida cristiana

e inspira también el ecumenismo» (n. 1). De ahí que sea actualmente

la evangelización uno de los temas que suscita abundante reflexión.

La evangelización es de hecho la primera etapa del ministerio profético,

cuyo constitutivo principal es la palabra de Dios y cuya

finalidad es despertar y madurar la fe l . Los documentos del Vaticano

11 entienden la evangelización como misión con los no creyentes

de cara a su conversión; la exhortación Evangelii nuntiandi la identifica

con la actividad misionera de la Iglesia o anuncio a cristianos

ya no cristianos (EN 17-24). Según la encíclica Redemptoris missio,

la misión de la Iglesia se entiende de tres maneras: misión ad gentes

con los no cristianos, acción pastoral (evangelizadora) con los cristianos

y «nueva evangelización» o «reevangelización» con los bautizados

no creyentes (n. 33).

1. Resumo aquí mis trabajos: Estudio teológico-bíblico sobre la evangelización, en

Pastoral de la juventud, Madrid 1967, 153-188; Pastoral de la palabra de Dios, en TeolAP,

307-355; La evangelización. tarea del cristiano, Madrid 1978; La evangelización, en CFP,

339-351; La evangelización, en InicPrTeol, V, 220-245.



362 Teología Práctica

l. El ministerio de la palabra

. Constitu~ivo esencial del ministerio profético es la palabra de Dios,

pnmera reahdad en el proceso de salvación 2 •

a) La palabra humana

La palabra humana es uno de los constitutivos fundamentales de

la relación interpersonal. Al dialogar, las personas se influyen en el

acto de su comunicación verbal, tanto por parte de quien habla como

por quien escucha. Evidentemente, la palabra primaria es oral. Pero

la palabra, al mismo tiempo que hablada, puede ser escrita, con objeto

de que logre franquear el espacio y el tiempo. Así nace la escritura,

que es palabra critalizada hasta que alguien la lee. Sin lectores cualquier

libro es un documento muerto. Por eso, al ser leída, la palabra

recobra vida. En definitiva, la capacidad humana radical de hablar se

actualiza en diversas lenguas., en el uso individual y en una obra escrita.

Me~iante signos simples y esquemáticos, la escritura registra el lenguaJe

hablado y la palabra sonora. «La escritura -afirma L. Alonso

SchOkel- es un sistema de símbolos de tercer grado - palabra interior

sonorización, notación gráfica-. Su función primaria es conservar l~

palabra»3.

Sin embargo, la palabra humana sufre hoy un elevado descrédito

porque es frecuentemente manipulada por los medios de comunicación

social. En ocasiones hay exceso de palabra e incluso mucha palabrería.

De ahí que se dé más importancia a los hechos y a las acciones.

Recordemos que muchos refranes populares sitúan las «obras» por

encima de las «razones».

b) La palabra de Dios

. E~isten tres grandes religiones del libro: judaísmo, cristia~ismo e

IslamIsmo, ya que las tres sitúan en el centro un libro sagrado. Por

est~ .razón, la tra.~smisión de la palabra revelada es rasgo de dichas

r~h~lOnes. TambIen es común la existencia de portadores de palabra

dIvma o profetas que hablan en nombre de Dios para denunciar el

2. Tengo en cuenta aquí mis trabajos El ministerio de la palabra de Dios en TeolAP

307-323; Palabra, en DAbPast, 331-332. "

3. L. Alonso Schokel, La palabra inspirada. La Biblia a la luz de la ciencia del

lenguaje, Madrid 1986, 231. Ver asimismo I. L. Lavelle La parole et l'écriture Parl's

1947. "

Misión (Kerigma) 363

desorden y exigir un cambio radical o conversión. Por medio del

profeta Dios expresa sus exigencias. En estricto rig?r, el cristianismo

es Iglesia de la palabra inspirada. La palabra de DIOS no se reduce a

un libro. Al contrario, la Escritura se convierte en palabra de Dios

para todos los hombres y mujeres, en cada situación y en ~odo lugar.

Según la Biblia, la palabra (en hebreo dabar y en gnego logos)

va unida indisolublemente a la realidad o a la acción. Precisamente

dabar significa palabra o relato y cosa o realidad. Es manifestación

visible del pensamiento y de la voluntad. Como consecuencia, la

palabra de Dios, por una parte, es mandamiento o decálogo (Ex 20,1-

17), produce lo que anuncia (Sal 33,9; Sab 9,1; Is 55,10 ss.), es viva

y enérgica (Heb 4,12), etc.; por otra, es mensaje evangélico (Lc 4,36)

que da vida y salvación (Rom 10, 17) .

El Dios cristiano es un Dios que se comunica con su pueblo, en

el que se hace presente por sus acciones. Puede decirse que esto se

lleva a cabo por un mensaje en acción. Su palabra se hace carne en

Jesús de Nazaret, palabra esencial de Dios. Por esta razón, Cristo es

invitación al diálogo de los hombres y mujeres entre sí y de todos con

Dios. Jesús arremete contra las falsas tradiciones que enmascaran la

palabra de Dios; con su palabra cura y perdona, es decir, re-crea, y

con un lenguaje nuevo, comprensible y directo hace libres a las personas,

devuelve el habla al pueblo y defiende a los débiles. A partir

de Jesús, la palabra cristiana de sus discípulos es palabra a favor del

hombre y de la mujer, proclamación viva y operante de lo que Jesús

vivió, hizo, dijo y quiso. Fue tradición oral antes que escrita. Las

tradiciones primeras, surgidas de la predicación y vida de las comunidades,

se fijaron como norma o canon de la fe y vida cristiana. Esta

fijación linguística tuvo el peligro, y lo tiene hoy, de sacralizar unos

textos mantenidos durante siglos en idioma ininteligible, sin actualizarlos

a tiempo en los contextos históricos sucesivos. Nos olvidamos

con frecuencia que Jesús tradujo a lenguaje y a experiencia humana

a Dios.

Mediante la palabra, Dios no sólo habla sino que obra; no sólo

revela sino que se hace presente. La palabra de Dios produce lo que

anuncia, compromete al ser pronunciada, procede siempre con libertad

y es emitida desde las exigencias de justicia. Por supuesto, la palabra

de Dios es, ante todo y primordialmente, interior, procede desde el

seno de la Trinidad. Pero al mismo tiempo es exterior. Semejante al

Espíritu, se manifiesta en la creación, en la historia humana y, sobre

todo, en la encamación, plenitud de la historia salvadora.

La esencia de la alianza está constituida asimismo por la palabra

de Dios, cuya transmisión corresponde a los profetas. Todos ellos

tienen conciencia de que Dios les habla. Mas la palabra de Dios no



364 Teología Práctica

es una enseñanza externa. Es un mensaje dirigido al pueblo para que

reconozca a Y ahv.~. Mediant~ la palabra, Dios se revela y obra. La

palabra es revelacIOn del sentIdo de la vida y de los acontecimientos

e~ prom~sa y a?u?c~o de futuro. Pero no es sólo mensaje inteligible:

SI?O reahda? dI?amIca. La creación entera es obra de la palabra de

DIOS, y la hIstOrIa un cumplimiento de sus promesas. Por este motivo

la palabra de Dios es U? hecho ante el cual el hombre y la mujer n~

pueden p~rmanecer pasIvos; deben recibirla en su corazón y acogerla

con docIhdad. Ante la palabra de Dios, la actitud del creyente abarca

todos l~~ aspectos de la vida teologal: la fe, puesto que es palabra de

revelacI~n; la esperanza, porque es promesa, y la caridad, porque es

mandamIento nuevo de vida.

2. Rasgos del ministerio de la palabra

a) Es ministerio profético

Dios se comunica totalmente cuando habla. Y se entrega a los

homb~es co~o p~labra creadora y reveladora. Pero sólo el creyente

que dIa~o~a mterIormente. con. Dios en s.us manifestaciones es capaz

de percIbIr esa palabra mIsterIOSa de DIOS. Sensiblemente reside la

pal~bra de Dios en la Escritura, libro que garantiza lo que Dios hace

y dIce desde que comenzó la historia hasta su consumación final.

Pero de nada sirve que cristalice la palabra de Dios en un libro si

los ho~bres no sabemos hacerla constantemente viva. La Biblia es

el archIVO. de la palabra de Dios. Para que de nuevo sea operante

es .nece~arIo .q~e ~a comunidad cristiana se ponga al servicio de las

eXIge?CIaS dmamIcas y noéticas de la palabra de Dios. Esta función

constIt~ye el denominado ministerio profético, que desentraña el

contemdo de la palabra de Dios y la hace eficaz por medio de la

palabra humana.

. ~egú~ la opinión extendida en el pueblo e incluso en algunos

dI~cIOnar~o~, profeta es adivino o anunciador del futuro, a saber,

qUien antICIpa,. descubre, desvela o anuncia el porvenir. El profeta

pre-ve o pre-dI~e, con el acento puesto en el prefijo pre, no en el

ver o en el decIr. Durante mucho tiempo así fueron entendidos los

profet~s del AT, quizá porque predijeron la venida de Jesucristo y

anunCiaron ~echos de salyación y de condenación que se cumpliero.n.

Es ~osIble que tambIén haya contribuido a esta concepción el

mIsmo Sistema, ya que el profeta es siempre molesto, puesto que

ataca los fals.os fu.ndamentos de la sociedad injusta. En realidad,

profeta es qUien dIce o manifiesta lo absoluto, no el porvenir. La

Misión (Kerigma) 365

profecía cristiana responde al conocimiento exigente de Dios; es

categoría de revelación. De ahí que se hable de experiencia profética.

En sentido profano o secular, profeta es el hombre utópico

capaz de intuir y de proponer un proyecto de futuro más humano y

más digno que el del sistema establecido, tachado de injusto.

La profecía, pues, no se reduce a una revelación lúcida o misteriosa,

íntima y oculta de Dios, que sólo sirve para tener un mayor

conocimiento divino o ciertas experiencias místicas. No es contemplación

ni plegaria, o al menos no se reduce a esto. Es denuncia de

una situación injusta y anuncio de un futuro humano, en nombre

de las exigencias de Dios y a la vista del clamor del pueblo pobre

y marginado. El profeta revela lo transcendente, lo utópico, y lo

comunica a lo no transcendente, a lo histórico. Por estas razones,

los profetas gritan palabras críticas, acusan y denuncian. Tienen al

mismo tiempo una gran capacidad de análisis de la realidad histórica

y una profunda experiencia mística. La salvación, para el profeta,

incluye la dimensión liberadora, que equivale a justicia social. El

pecado y la condenación son sinónimos de estructura social viciada.

De ahí que la conversión no debe reducirse a un corazón contrito,

sino a una toma de conciencia social, ya que el juicio de Dios es

exigente: que se implante el derecho y la justicia 4 •

Según los Hechos, los apóstoles -que participan plenamente

en el ministerio de Cristo- se reservan desde el principio la «diaconía

de la palabra» y dejan para los siete helenistas la «diaconía

ordinaria» del servicio de las mesas (Hch 6,1.4). Esto manifiesta

que la primera misión apostólica es el ministerio profético. Así lo

comprende Pablo (1 Cor 1,17), a quien los filósofos epicúreos y

estoicos de Atenas le llamaron «charlatán» o «propagandista», sencillamente

«porque anunciaba la buena noticia de Jesús y de la

resurrección». Con esta preocupación aconseja Pablo a sus discípulos

que se entreguen a «proclamar el mensaje» (2 Tim 4,2). Por

estas razones, el acento pastoral de la comunidad apostólica recae

en la proclamación del mensaje o del kerigma, ya que la tarea más

urgente consiste en poner los fundamentos de la fe.

4. Cf. J. L. Sicre, »Con los pobres de la tierra». La justicia social en los profetas

de Israel, Madrid 1984; id., Los profetas de Israel y su mensaje. Antología de textos,

Madrid 1986; L. Alonso SchOke1 - J. L. Sicre, Profetas, Madrid 1980-1983.



366

b) Está al servicio de la fe

Teología Práctica

El ministerio profético es cristiano cuando parte de la fe y desemboca

en la fe. Es un servicio de creyentes. El misionero o evangelizador

es un mediador de la palabra de Dios en las coyunturas humanas, un

heraldo que proclama y hace presente la buena noticia del reino de

Dios en la sociedad, por medio de hechos y palabras. Lo decisivo no

es la vida del mensajero, sino el mensaje mismo, el kerigma. Cristo

nunca es llamado en el NT kerus o heraldo, puesto que es la proclamación

misma. En cambio, reciben este nombre Juan Bautista y los

apóstoles, y en particular lo dice Pablo de sí mismo (2 Tim 1,11). La

traducción de kerussein por predicar no es del todo exacta; significa

mucho más. Equivale a gritar, clamar, proclamar. El kerigma es, pues,

el grito del heraldo y la proclamación de una buena noticia. En dos

momentos evangélicos se destaca la proclamación del kerigma: cuando

el Bautista anuncia la venida del Mesías (Mt 3,3, que cita a Is 40,3)

y cuando se presenta Jesús como el Mesías anunciado (Lc 4,18-19,

que cita a Is 61,1-2). Kerigma cristiano, en sentido estricto, es el

anuncio del evangelio de Jesús; en sentido amplio, es el contenido de

la proclamación de la buena noticia salvadora y liberadora a quienes

carecen de esperanza, no tienen libertad, están faltos de justicia o son

pobres y marginados. Si nos referimos al primer contenido dado a los

no cristianos, kerigma es la muerte y resurrección de Cristo (1 Cor

15,14).

El primer anuncio de la fe que hizo Pedro (Hech 2,14-38) constituye

el primer kerigma apostólico. En síntesis, dice su primera

parte (2,14-24) así: A Jesús de Nazaret, crucificado y muerto por

los infieles, Dios le resucitó. Tras la proclamación del kerigma, es

decir, de su contenido central, Pedro habla de su cumplimiento

profético según las Escrituras (2,25-36). La profecía es el segundo

elemento fundamental de la proclamación. Y por último, Como

consecuencia, sobreviene en los oyentes una metanoia o conversión

(2,37-38). El kerigma constituye, por tanto, el hecho central de la

palabra de Dios y del servicio a la fe. Varias veces habla el NT de

un servicio o ministerio de la palabra. Los apóstoles son los servidores

de la palabra, puesto que la palabra se les ha dado previamente.

Con todo, para que la palabra se mantenga en ellos incorrupta,

los envía Jesús «de dos en dos» (Mc 6,7). La comunidad

debe asegurar la pureza del mensaje. San Pablo desenmascara algunas

predicaciones que no se realizan conforme a la tradición (Flp

1,15). Con todo, el encargo de proclamar la palabra de Dios no es

exclusivo de los responsables de la comunidad, sino de todos los

miembros de la misma (1 Cor 14,26).

Misión (Kerigma) 367

c) Es básicamente evangelización y catequesis

La evangelización es el ministerio que despliega la palabra ~e Dios

de un modo dinámico como palabra poderosa que salva; suscita la fe

y la adhesión personal de un modo nuclear y global. El h?mbre evangelizado

se convierte primero en un creyente al dar .un gIro profund.o

en su vida y religarse personal y totalI?ente con DIO.S. La evange~Ización

anuncia el evangelio de Jesucr¡sto como kengma, .es dec~r,

como buena nueva salvadora, con miras a fundar. la comum~~d .cnstiana

mediante la conversión que conduce .al bautIsmo. Va dmglda .a

los bautizados no practicantes que han dejado de creer, a los ~ractIcantes

adultos no iniciados y a los niños y adolescentes bautIzados

que deben ratificar su fe adulta. ., .

Según la constitución sobre la hturgla, el p~me~, acto pastoral

orientado hacia la fe y la conversión es la e."~nge!IzacIO~ ~SC 9). En

este documento se reconoce otra fase del.mmlsteno profetI~o, que ~s

la catequesis: «A los creyentes (la IgleSIa) les debe pred}car continuamente

la fe y la penitencia, y debe prepararlos ,adeJ?as para los

sacramentos, enseñarles a cumplir todo cuanto mando Cnsto» (SC 9).

En el decreto AG se describe la acción ~i~ionera. c.omenzando por la

evangelización: «El fin propio de la actIVIdad mlSl0nera es la evangelización

y la plantación de la Iglesia ~n los pue~los o grupos humanos

en los cuales no ha arraigado todavla, a ~raves, sobre todo, ?e. la

predicación del evangelio» (n. 6). Ahora bIen, los que han r~c~b~do

«la fe en Cristo» ingresan en el «catecumenado», lugar ?onde se mlClan

los convertidos «en la vida de fe, de liturgia y de car~dad del pueblo

d e D·

lOS».

(AG 14) Según estos textos

'..

la catequeSIS desarrolla

di"

el

contenido kerigmático de la evangelización. «El ejer~IcIO ~ mlmsterio

eclesial de la palabra en los orígenes de l~ I?!esla -afIrma ~.­

A. Liégé- hace resaltar muy claramente la dis~mcIO~ entre la. fu~cI~n

de evangelización y las funciones de la catequeSIS (kerzgma y dl~a{e)~> .

En la evangelización, la palabra de Dios adopta una.forma dmamlca

y la fe aparece como fe de conversión; en la c~t~quesls, la palabr~ de

Dios es palabra de enseñanza y l~ fe se mamfIesta como ~e d~ Iluminación.

El convertido, introdUCIdo globalmente en el mlsteno de

Cristo, interioriza progresivamente todos ~os aspectos que pose~, el

cns

. t'

Iamsm

. o

.

Al mismo tiempo que mantIene

'f'

la fe de

1

converSIOn,

t 1

desarrolla la fe de doctrina. La fe, que se mam le sta en e ac o persona

de conversión, debe madurar hasta transf~~arse en ~n~. fe d~ C?­

munión. Ya el concilio de Orange distingUlo entre el «ImtlUm fldeI»

5. P. A. Liégé, Le ministere de la parole: du kérygme a la catéchese, en La parole

de Dieu en Jésus·Christ, Paris 1961, 175.



368 Teología Práctica

yel «augmentum fidei». «Pero no hay dos clases de fe -escribe P.­

A. Liégé-, ni tampoco dos etapas sucesivas de la fe: etapa de conversión

y etapa de creencia doctrinal, sino más bien dos elementos

dialécticos de la fe cristiana, realidad una y viviente»6. Primordialmente,

el aspecto dinámico de la palabra de Dios suscita la fe como

conversión. Así tenemos una palabra primordial, que P.-A. Liégé

llama palabra misionera, testimonio kerigmático o evangelización.

Pero también existe la fe como comunión; es la palabra ulterior, la

predicación doctrinal o la palabra catequética. La distinción entre kerigma

y catequesis fue un logro del pensamiento francés, especialmente

de P.-A. Liégé. Los alemanes, como J. A. Jungmann, F. X. Arnold,

Kl. Tillmann, J. Goldbrunner, A. Exeler, etc., han dado al kerigma

un sentido más amplio, que engloba también el ministerio catequético.

En resumen, la catequesis se dirige a convertidos que ya han

recibido, acogido y entendido el kerigma. Es el ministerio de la palabra

que sigue a la evangelización en total continuidad (Cf. 1 Pe 1,23).

Con todo, la catequesis debe suplir la ausencia de la evangelización,

bien porque ésta no se ha dado, bien porque ha sido insuficiente. Esta

situación es reconocida por Medellín al afirmar que <<nuestra catequesis

tiene un punto común en todos los medios de vida: tiene que ser

eminentemente evangelizadora, sin presuponer una realidad de fe, sino

después de oportunas constataciones» 7 •

Según E. Alberich, «el momento catequético aparece, en su naturaleza,

distinto y sucesivo al del anuncio-evangelización, pero no en

forma completa .. . La catequesis es siempre una forma de evangelización»8.

Tanto el IV Sínodo de los obispos de 1977 como la exhortación

de Juan Pablo II Catechesi tradendae afirman que entre evangelización

y catequesis no hay «ni separación u oposición, ni

identificación pura y simple, sino relaciones profundas de integración

y de complemento recíproco» (CT 18). Ya había señalado la EN que

el proceso total evangelizador tiene «elementos diversos» o «momentos

esenciales», uno de los cuales es la catequesis (EN 17-24). De ahí

que la catequesis «debe tener siempre una función evangelizadora»

(DCG 18)9. Pero se puede distinguir la catequesis de la evangelización

respecto del objetivo y de los contenidos. La evangelización suscita

la fe inicial y la conversión, mientras que la catequesis hace madurar

6. [bid., 178.

7. Medellín, Doc. 8, n. 9.

8. E. Alberich, Catequesis y praxis eclesial, Madrid 1983, 45.

9. Cf. J. A. Vela, Catequesis evangelizadora, Bogotá 1976; A. Cañizares, La catequesis

misionera, una exigencia de la evangelización en España, en Evangelización y

hombre de hoy. Congreso, Madrid 1985, 261-266; Varios, Evangelizzazione e Catechesi,

Milano 1980.

Misión (Kerigma) 369

la semilla de la fe; la evangelización es un primer anun~i? del evangelio

y una primera respuesta cristiana a los problemas ba~lcos ~~manos,

en tanto que la catequesis es una ens~ñanza global y slstematlca d~ la

persona de Jesucristo y de su mensaje (CT 18 y 19) o una educaclOn

de la fe, a lafe y en lafe lO •

3. Los términos evangelización y misión

a) Evangelización

El término evangelización, recientemente empleado y ge~eralizado

en el vocabulario pastoral, procede del ~e:bo evange[¡z~r,

que equivale en el AT a «proclamar buenas notICIas>.> o <;anuncIar

hechos salvadores», ya se trate, por ejemplo, de la vI~~ona en ~na

batalla, la muerte de un temible enemigo o .la salvaclOn que DlOS

obrará. Según el NT, evangelizar es anunCIar y llevar a cabo. el

evangelio de Jesús o la «buena noticia» ~Mc 1,1) e.n torno al rem.o

de Dios' es proclamar el kerigma a las naClOnes. EqUlvale a des~ubnr

y notifi~ar el proyecto salvador de Dios manifestado en ~;IStoll.

Tiene un doble sentido: la acción de proclamar .la salvaclOn. o. la

actividad total de la Iglesia. De ahí que evangehz~r sea la ml~lOn

central de la Iglesia y de todos los creye~tes. Segun E. Albenc~,

«es el anuncio o el testimonio del evangellO por parte ?e la Igle.sIa

a través de todo 10 que ella dice, hace o e~. Abarca en .cIerto se~tIdo

toda la tarea de la Iglesia, en cuanto tIene como fm anunCIar y

testimoniar el evangelio del Reino»12. .

El término evangelización fue utilizado por pnm~ra vez ~n 1.9 00

por R. Speer en la Conferencia ecuménica de la Igl~sla ~~esbItenana

de los Estados Unidos, como «enseñanza y predIcaclOn del p.uro

evangelio de la salvación» u «oportunidad de conocer a Je~uc~lsto

en cuanto Señor y Salvador personal»13. Ahí se consagro dICho

término, que se usaba ya durante el s. XIX entre los protestan~es,

equivalente a presentar todo el evangelio al hombre para convertIrlo

10. E. Alberich, Catequesis y praxis eclesial, ,o. c., 47'. .

1l. Cf. C. M. Martini, Il vocabulario dell annun,;IO:. DocMlS 9 (l9?5) 1-19, J.

Mejía, Evangelio Y evangelización en la,E.scritur.a, en Exegesls, evangellzaclOn y pastoral.

Primer encuentro de escrituristas en Amenca Latma, CELAM, ~ogotá 1976, 13-2l.

12. E. Alberich, Catequesis y praxis eclesial, CCS, Madrid 1983, 4l. .,

13. Cf. J. López-Gay, Evolución histórica del concepto «evangeilzaclOn» e~ M.

Dh ( d) Evangelisation Roma 1975, 161-190; D. Grasso, EvangeilzzaZlOne,

avamony

.

e.,'

. M Dhavamony (ed.), o. c., 21-47;

G

.

d

e

R

osa,

S'

19m 'fi lcato e

senso d 1 un termme, en .'. 1 77 321-336

contenuto de «evangelizzaZlOne»: üvCat 3.040 (9 ) .



370 Teología Práctica

en hijo de Dios y a la sociedad para transformarla en reino de Diosl 4 •

En la Iglesia católica se usó el término evangelización antes del

Concilio, en pleno auge misionero, porque se deriva de evangelio,

por su empleo ecuménico (los protestantes se llaman evangélicos)

y por las connotaciones coloniales que entraña la expresión misiones

(tierras lejanas, exotismo de los misioneros, huchas del día del

Domund) e incluso el término misión (ejercicio extraordinario de

predicación en las parroquias cada diez años). A partir de la exhortación

Evangelii nuntiandi, el término evangelización ha sustituido

casi enteramente al de misión.

b) Misión

El término misión se deriva de apostello, que significa enviar (en

latín mittere, del que procede el sustantivo missio). Ahora bien, el

verbo enviar abarca dos cosas: el acto de enviar y el contenido del

envío o, si se prefiere, la relación entre el que envía y el enviado.

Estos dos aspectos deben ser incluidos también en el concepto de

misión. La misión es, pues, un envío de la Iglesia al mundo; el misionero

es un enviado o apóstol. El apostolado es envío, misión,

delegación o embajada.

El apóstol es misionero por elección de Dios para la salvación de

los hombres. En cuanto enviado comporta dos relaciones: con quien

lo envía y con quien ejerce su envío. Es enviado por alguien y a

alguien; es un mediador activo. En la misión cristiana, Dios es el único

capaz de enviar, puesto que es creador del orden natural y donante de

la gracia. «Nadie puede apropiarse nada si Dios no se lo permite» (Jn

3,27).

Hay una primera misión dentro de la Trinidad. En tanto que el

Padre nunca es llamado enviado por la Biblia, reciben esta denominación

el Hijo y el Espíritu. El Hijo es enviado por el Padre, y el

Espíritu santo por el Padre y el Hijo. El aspecto misionero de la Iglesia,

nos dirá el Concilio, «toma su origen de la misión del Hijo y de la

misión del Espíritu santo según el propósito de Dios Padre» (AG 2)

Y cumple su objetivo en relación a todos los hombres y pueblos que

todavía son paganos y a todos aquellos que con apariencia cristiana

viven en realidad un nuevo paganismo. La misión, de hecho, va dirigida

especialmente a «los pueblos o grupos humanos en los cuales

(la Iglesia) no ha arraigado todavía» (AG 6). Por otra parte, al ser «la

Iglesia, por su propia naturaleza, misionera»(AG 2), incumbe esta

actividad a todos sus miembros.

14. ef. J. A. Vela, Reiniciación cristiana, EsteBa 1986, 6.

4. De las misiones a la misión

a) Las misiones modernas

Misión (Kerigma) 371

El concepto de misión, tal como hoy lo entendemos, reaparece

hacia el 1544 por obra de san Ignacio de Loyola y Diego Laínez como

sinónimo de cristianización de paganos en las tierras recién

descubiertas ls . A partir de 1513, con la dominación española del Nuevo

Mundo, la cruzada es sustituida por la misión, aunque excesivamente

unida a la ideología de la conquista l6 . Las modernas misiones surgen

por la protección directa de los reyes de Portugal y España o «patronato

real», derivado de la «concesión de derecho de conquista» en 1452.

La fundación de la Congregación de la propagación de la fe en 1622

por Gregorio XV tuvo la intención de neutralizar los efectos negativos

de una misión estrechamente unida a la dominación. La misión comenzó

a ser entendida como propagación de la fe, mediante la predicación

del evangelio a todos los pueblos y en todas las circunstancias

históricas, para que la Iglesia penetrase en todos los ámbitos de la

humanidad. Dicha Congregación, por impulso de los papas a partir

de Gregorio XVI en 1831, asumió la dirección misional en toda la

cristiandad. Se condenó la esclavitud en 1839, se impulsó la cr~ación

del clero indígena y se favoreció la implantación de Iglesias locales.

Con todo, las misiones han seguido un camino paralelo a las colonizaciones

europeas y a la romanización del catolicismo exportado a los

paises de ultramar.

Un renovado concepto de misión se desarrolló entre las dos últimas

guerras mundiales, edad de oro de la misionología. Las misiones, en

plural, equivalían al apostolado en tierras lejanas o al trabajo de quienes

se embarcaban para consagrar sus vidas apostólicamente en paises de

ultramar, llamados precisamente de misión. En los países de cristiandad

-se pensaba- no era necesaria la misión; bastaba una pastoral

sacramental. Varias encíclicas misioneras ayudaron a justificar esta

tarea decisiva de la Iglesia. Con todo, al terminar la segunda guerra

mundial aparecen en las grandes ciudades, e incluso en extensas zonas

rurales, ambientes sin evangelizar. Antes del Concilio se descubre la

necesidad de la misión en los países de cristiandad. Es el tránsito de

una Iglesia «con misiones» a una Iglesia «en estado de misión» o el

salto de una pastoral de cristiandad a una pastoral misionera. Esta

apreciación provocó una revisión de la teología misionera y de la acción

15. ef. 1. Mitterhofer, Thema Mission, Wien 1974.

16. ef. Th. Ohm, Machet zu Jüngern alle VOlker. Theorie del' Mission, Freiburg de

Br. 1962.



372 Teología Práctica

pastoral de la Iglesia. Los países de cristiandad eran aSImIsmo de

misión (H. Godin y Y. Daniel) y la parroquia pretendía ser comunidad

misionera (G. Michonneau). Nace la Misión de París (cardenal E. C.

Suhard) y aparecen los «sacerdotes obreros» 17 • Paradójicamente, la

pastoral europea se inspiraba en las misiones de tierras lejanas (conversión,

catecumenado, comunidad) y las Iglesias jóvenes se situaban

en un plano de igualdad y reciprocidad con las Iglesias viejas. Antes

del Vaticano 11, en la década de los cincuenta, se elaboró una teología

de la misión.

b) Las aportaciones del Vaticano II

El nuevo rumbo misionero toma cuerpo con el Vaticano ¡P8. Antes

del Concilio la misión quedaba relegada a un segundo plano en la

pastoral de cristiandad. Incluso las misiones eran actividades apostólicas

secundarias y de especialistas. No obstante, el Vaticano 11

afirmó el carácter esencial de la misión «en tierras lejanas», al mismo

tiempo que consiguió hacer de la misión el centro de la Iglesia. La

concepción misionera de la Iglesia fue una preocupación básica, que

se refleja en casi todos sus documentos. Naturalmente, el decreto Ad

gentes constituye el texto capital de la Iglesia como misión y de la

misión de la Iglesia. Sin embargo, el vocabulario misionero no es del

todo claro. De ordinario la palabra misión, en singular, equivale a la

misión de la Iglesia, y la expresión, en plural, misiones, es sinónima

de «actividad misionera» o evangelización entre los no cristianos 19 .

Por otra parte, «si nos atenemos al sentido estricto de las palabras

-afirma Cl. Geffré-, podríamos decir que la palabra misión tiene

un sentido más amplio que el de evangelización: más allá de la tarea

fundamental de evangelización, la misión de la Iglesia designa toda

su actividad pastoral y sacramental, así como las diversas formas de

servicio al hombre en el sentido del evangelio»20

En los documentos del Vaticano 11 aparece 31 veces el sustantivo

evangelización y 18 veces el verbo evangelizar, especialmente en el

decreto Ad gentes. Evidentemente se emplea mucho más el término

misión. «El fin de la actividad misionera -dice el Concilio- es la

17. ef. G. Siefer, Die Mission der Arbeiterpriester, Essen 1960.

18. ef. J. Schütte (ed.), Las misiones después del Concilio, Buenos Aires 1968; S.

Dianich, Iglesia en misión, Salamanca 1988.

19. ef. P. Tihon, Des Missions a la Mission. La problématique missionnaire depuis

Vatican 1/: NRT 107 (1985) 520-536 Y 698-721.

20. el. Geffré, El cristianismo ante el riesgo de la interpretación, Madrid 1984,

289-290.

Misión (Kerigma) 373

evangelización y la plantación de la Iglesia» (AG 6). Según este texto,

la evangelización se sitúa entre la misión y la fund~ció~ de la I~lesia.

Evangelizar es anunciar el evangelio o revelar el mIsterIO de CrIsto al

mundo. Ahora bien, la acción evangelizadora puede entenderse en los

textos conciliares de dos modos: como misión en el mundo, básicamente

de liberación, y como misión a las personas, fundamentalmente

de conversión. La primera de estas dos actividades fue denominada

antes del Concilio, e inmediatamente después, preevangelización, término

hoy en desus0 21 . Aunque la actividad misionera «es úni.ca e

idéntica en todas partes y en toda situación», no siempre «se ejerce

del mismo modo»; depende de muchas «circunstancias» (AG 6). Hoy

denominamos evangelización a toda la misión de la Iglesia, ya sea

remotamente «preparación evangélica» en base a las «semillas del

Verbo» (AG 11), ya sea «propuesta directa de la fe» en relación

inmediata con la «conversión» (AG 13). Para evitar ambigüedades se

emplea la expresión evangelización liberadora 22 • Esta expresión n~:ió

con la teología de la liberación, inmediatamente después ?el ConcIlIO,

para evitar un concepto de misión emin~ntemente cololllzador,' e.strechamente

unido a la dominación de los paIses opulentos nordatlantIcos,

de donde partían los misioneros. , . .

El Vaticano 11 supuso, pues, un respaldo teologIco y ecleSIal decisivo

a los conceptos de misión y de evangelización, ya introducidos

en la teología y pastoral misioneras después de ~a segunda guerra

mundial. Según el Concilio, evangelizar es anunCIar o pregonar «el

mensaje de Cristo con el testimonio de la vida y de la palabra» (LG

35,2) «a los no creyentes para llevarlos a la fe», y a los fie.les «para

instruirlos, confirmarlos y estimularlos a mayor fervor de VIda» (~A

6,3), con objeto de cooperar «a la dilatación e incremento del remo

de Cristo en el mundo» (LG 35,4).

En el decreto Ad gentes distingue J. A. Vela una evangelización

global y otra específica. La evangelización global se dirige al ~undo

para reafirmar ciertos valores y compromisos y preparar el cammo al

evangelio. La específica se dirige a quiene~ ~a fueron ,t~cados por. el

mensaje evangélico; supone una palabra CrIstIana explICIta que eXIge

conversión o cambio de vida 23 .

A partir del Vaticano 11 se intenta plasmar t~ológica y p.a~t,oralmente,

en los años posconciliares, un nuevo sentIdo de la mlSlOn de

la Iglesia mediante el concepto de evangelización. Precisamente en

21. ef. TeoIAP, cap. 20, La preevangelización, 3~3~331. .

22. ef. mi libro La evangelización, tarea del cnstlano, Madnd 1978, cap. I1I, La

evangelización «liberadora», 34-43.

23. J. A. Vela, Reiniciación cristiana, Estella 1986, 37-38.



374 Teología Práctica

1967 la Congregación de la propagación de la fe se denominó Congregación'p~ra

la evangelización de los pueblos. El decreto Ad gentes

supuso ofIcialmente un salto de las misiones a la misión.

5. De la misión a la evangelización

a) El aporte del Sínodo de 1974

Las críticas a la concepción que se tenía de las misiones surgieron

en toda la Iglesia nada más acabar el Concilio. Se evidenciaron

entonces las deficiencias del decreto Ad gentes sobre la actividad

misionera de la Iglesia y de la constitución Gaudium et spes sobre

la misión de la Iglesia en el mundo actual. En realidad, el servicio

de la Iglesia al ml!ndo es un constitutivo de la misión. Era necesario,

pues, unir la misión de la Iglesia y la tarea de las misiones al

quehacer de la misma Iglesia en el mundo. De un lado, el decreto

Ad gentes no precisaba teológicamente el concepto de misión; de

otro, la actividad misionera en países de ultramar, llevada a cabo

por mi.sioneros p.r?cedentes de los paises de cristiandad, estaba lejos

de la mculturacIOn de la fe. En los años posconciliares creció la

autocrítica de las «misiones coloniales». La misión equivalía, en

muchos casos, a proselitismo, a saber, presión sobre las conciencias

sin suficiente libertad religiosa. De ahí que se llegase a hablar de

una necesaria «di-misión» o de una «moratoria» en el quehacer

misionero. En lugar de misiones se prefiere hablar hoy de «Iglesias

j~~enes», y en vez de util~zar la palabra misión se habla posconcIharmente

de evangelizacIón.

Después del Concilio los episcopados de todos los continentes

han tratado la cuestión de la evangelización. Fue tema importante

del CELAM en Medellín (1968). Las Iglesias asiáticas lo estudiaron

en la reunión de Bangkok (1973). Lo mismo puede decirse de los

cristianos africanos a partir de los encuentros de Kampala (1969) y

Lusaka (1974), en donde se toma conciencia crítica de la africanización

del cristianismo. Las perspectivas misioneras del Consejo

ecuménico. de las Iglesias, en su reunión de Upsala (1968), siguieron

rutas semejantes. La evangelización, en relación con el sacramento

fue objeto particular de estudio de algunas conferencias episcopale~

europeas, como es el caso de la francesa en 1971 yen 1974 de la

española.

El IV Sínodo de los obispos de 1974 sobre la evangelización

del mundo contemporáneo intentó relacionar la misión de la Iglesia

Misión (Kerigma) 375

con su servicio temporaF 4 • En la exhortación apostólica Evangelii

nuntiandi de Pablo VI, a los diez años del Vaticano 11 y como

resumen del sínodo celebrado un año antes, se describen los elementos

básicos de la evangelización, que es «primer anuncio» a los

no creyentes y acción pastoral con los descristianizados o incluso

fieles que necesitan fortificar su fe. «La tarea de evangelización de

todos los hombres constituye la misión esencial de la Iglesia ...

Evangelizar constituye, en efecto, la dicha y vocación p~opia de la

Iglesia, su identidad más profunda» (EN 14). En este Importante

documento se estudian, a diferencia de Ad gentes, cuatro temas

nuevos: la evangelización de la cultura, el quehacer in?ispensab~e

de la liberación, el papel de las comunidades de base y la ImportancIa

de la religiosidad popular. La primera cuestión procedía de Africa

y las otras tres de América L~ti~a. Más que dar u~a d~!inición, la

EN describe los elementos basIcos de la evangelIzacIOn, que no

sólo es «primer anuncio» o anuncio kerigmá~ic? d~ Jesús a.los no

creyentes, sino acción pastoral con los descnstI.amza~os o mclus.o

fieles que necesitan fortalecer su fe. Es una «realIdad nca, compleja

y dinámica» que no es fácil definir. Se~ún Pablo. VI -,?osee «el?­

mentos variados: renovación de la humamdad, testImomo, anuncIO

explícito, adhesión del corazón, entrada en la comunidad, ~cogida

de los signos, iniciativas de apostolado» (EN 24). En realI~ad, la

exhortación EN apareció un año después de concluido el smodo,

en el que se manifestaron líneas misioneras contrapuestas o cuestiones

candentes (emancipación de la mujer y derechos humanos)

que no se habían reflejado en el documento de Pablo VI.

b) La evolución posterior

La misión de la Iglesia se trató profundamente en la Tercera

Conferencia del CELAM en Puebla (1979), cuyo tema central fue

La evangelización en el presente y en el futuro de América Latin~2:.

Se da primacía a la «evangelización liberadora» a ~ausa de la opcIOn

por los pobres, la misión de mundos culturales alejad~s y ~~ defensa

de los derechos humanos. Es entendida la evangelIzacIOn en un

sentido amplio, como lo explicitó la exhortación de Pablo VI. .

Puebla es a EN lo que Medellín al Vaticano 11. En la con~erencIa

de Puebla se entiende la evangelización en el sentido amplIo de la

exhortación de Pablo VI, ya que América Latina es un continente

24. Cf. L'Eglise des cinq continents. Bilans et perspectives de l'evangélisation, Paris

1975; R. Laurentin, L'Evangélisation apres le quatrieme synode, Paris 1975.

25. Cf. M. A. Keller, Evangelización Y liberación, Madrid 1987.



376 Teología Práctica

Misión (Kerigma)

377

católico de bautizados. La originalidad de MedelIín residió en el

m~to?o jocista empleado (ver, juzgar, actuar) y en la fijación de

pnondades: los pobres, los jóvenes, la construcción de una sociedad

~lur~lista y la defensa de los derechos humanos. Puebla, en contIll~I?ad

con MedelIín, y en sin.tonía con la EN, sitúa la evangelizaCIOn

en el contexto de la realIdad social latinoamericana dentro

de la experiencia pastoral de aquel continente. Se advierte en el

mensaje de Puebla la primacía de la «evangelización liberadora» a

call:sa de la opción por los pobres, la misión en mundos culturales

aleJa.dos y la defensa de los derechos humanos. «La evangelización

-aflfma Puebla- es la misión propia de la Iglesia» (n. 4' cf n

75 y 85). ' . .

En la As?mb!ea ecuménica. de Vancouver de 1983 se sugiere

que no s.e dISOCIe el «evangelIo espiritual» (evangelización) del

«evangelIo material» (acción social), puesto que para Jesús son

ambas cosas un solo evangeli0 26 .

En España hay que reseñar el congreso sobre Evangelización y

hombre de hoy en 1985 27 . «La evangelización - afirma una de sus

conclusiones- anuncia y realiza la buena noticia de Jesucristo».

D~s?e la Asamblea conjunta de 1971 no se había celebrado de modo

ofIcIal una asamblea eclesial con intenciones pastorales globalizadoras.

Este .Congreso se ~reparó seriamente y se desarrolIó de un

mod? ~~gamzado en un clIma de activa participación. Su finalidad

~onSIStIO en despertar una Iglesia dormida misioneramente, actualIza:

el concepto de evangelización a la luz de los documentos del

~atIc~~o rr y de ~a exhortación Evangelii nuntiandi y analizar la

sItuacIOn de la socIedad española a los diez años del cambio político

y vei?te d~ terminación del Concilio. Tres atisbos fundamentales

se eVIde~cIaron en las sesiones de trabajo: 1) A la Iglesia le sobra

b.urocracIa y le. falta testimonio; 2) No basta el testigo-individuo

SIllO que se reqUIere la comunidad de testigos, y 3) La evangelización

debe .en.ten~~rse como «movilización salvadora», más que como

«recnmIllaCIOn condenadora». .

. ~inalmente, Ju~~ Pablo rr ha promulgado la encíclica Redemptoris

ml~SI? .sobre l~s mISIOnes el 7 de diciembre de 1990, con ocasión del

ve~ntICIllCO amversario del decreto conciliar Ad gentes y del decimoqUIllt~

~e la e~~ortación Evangelii nuntiandi. Su objetivo es relanzar

la actIvIdad rmSIOnera de la Iglesia, tanto la misión estricta ad gentes

como la «nueva evangelización».

2~ .. CL Mission and Evangelism. An Ecumenical Affirmation: <<Intemational Revue

of MlsslOn» 71 (1982) 427-451.

27. Cf. Evangelización y hombre de hoy. Congreso, Madrid 1986.

6. Qué es evangelizar

a) Evangelizar es testimoniar la buena noticia

La buena noticia procedente de Dios tiene relac~ón con la creación

(es buena) Y con la historia (tiene sentido); evangelIzar es afirmar que

hay esperanza frente a los fracaso~ y l~ muerte. Según Pabl~ VI,

«evangelizar es, ante todo, dar testI~omo d~ una maner~ .sencIlla y

directa de Dios, revelado por Jesucnsto medIante el. Espmtu Santo»

(EN 26). Evidentemente, evangelizar no es re-cato[¡zar. No se trata

«de asegurar más firmemente nue.sn:a identida? católica .ni ~~ devo~ver

su consistencia a una cultura cnsuana en vlas.?e ex~mcIOn», m de

fomentar «las actuales tendencias a la restauraCIOn», m «de rec~perar

una audiencia perdida»28. Evangelizar es in~entar que. el evangelIo sea

una buena noticia para que transforme la.v~da de qUIenes}~ aceptan.

Sin embargo, testimoniar esta buena notICIa ~o ~s hoy ~a~Il a causa

de la increencia moderna, del auge de los SUStItUtIVOS relIgIOsoS Y del

crecimiento de algunos fenómenos sectarios religiosos 29 •

b) Buena noticia desde Jesús en relación a los pobres

Para expresar correctamente el sentido de la buena. noticia y, del

reino de Dios es necesario tener en cuenta el evangelIo d~ Jes.us y

Jesús como evangelio. La EN lo expresa. ~laramente: <~Jesus, mIsmo

es evangelio de Dios» (n. 7). La bue.na notIc~a que a~uncIa Je,sus como

evangelizador es mostrar la presencIa del remo de DIOS, aqUI y ah?ra,

para todos, pero de un modo ~r~ferencial para .los P?bres, ~XcIUIdos

de toda salvación y buena notICIa. La evangehzacIOn comIenza por

anunciar lo que anunció Jesús: el r~ino d~ Dios, a los pobres y. marginados,

e intenta hacerlo como 10 hIZO Jesu.s: ASI se llega a consld~~ar

a Jesús como buena noticia, hecha defimtIva con su resurreCCIOn.

Jesucristo es la buena noticia que, en definitiva, anuncia la evangelización.

Con otras palabras, la evangelización, co~? proceso de salvación

liberadora o de liberación salvad?ra, va d!D gIda a todos l~s

hombres a partir de las exigencias del remo de DIOS. Por esta razon

tiene unos destinatarios privilegiados, que ~on los pobr~s, .a Jos que

Dios ama y defiende porque quiere que se Implante la JustICIa de su

reino.

28. Cf. el documento de un grupo de jesuitas belgas, Anunciar el evangelio hoy. A

propósito de la «nueva evangelización»: SalT 76 (1988). 31~; ., .'

29. Cf. J. Martín Velasco, Increencia Y evangellzacwn. Del dialogo al testlmonw,

Madrid 1988.



378 Teología Práctica

En resumen, la buena noticia es el evangelio de Jesús, siendo Jesús

«primer evangelizador» (EN 7) de la buena nueva del reino de Dios,

que llega a los pobres y marginad<;>s de este mundo, a los que Dios

ama y defiende. Jesús evangeliza como pionero del reino y en cuanto

tal comunica y hace efectiva la buena noticia: Dios va a gobernar el

mundo, se acabó la explotación y el dominio del hombre sobre el

hombre. Para que esto sea verdad, hay que cambiar de conducta, hay

que convertirse.

La evangelización comienza por anunciar lo que anunció Jesús: la

buena noticia de Dios como Padre y del reino como liberación y

salvación. Así se llega a aceptar a Jesús como buena noticia. Es decir,

la evangelización anuncia a Jesús como evangelio. Por su muerte y

resurrección, Jesús es la buena noticia. Con todo, es más fácil anunciar

a Jesús como Cristo o como Señor que anunciar lo que él anunció.

Así se puede llegar a anunciar a Cristo sin reino de Dios para los

pobres 30 • La misión de la Iglesia, en continuidad de la de Jesús, es

apresurar la llegada del reino, que adviene precisamente cuando los

pobres son evangelizados 3 !.

c) Mediante palabras y hechos

El anuncio o la evangelización tiene una doble dimensión: la palabra

y la acción. No se trata sólo de predicar la buena noticia sino

de que la noticia se lleve a cabo, se realice, llegue a ser. Es decir, la

buena noticia debe ser dicha y hecha. Se necesita que la verdad se

realice, que sea amor en concreto. Sin hechos que demuestren la

verdad, la evangelización se convierte en ideología. Se trata de anunciar

de tal manera que la buena noticia se haga realidad. No olvidemos

que hoy la primera palabra es el compromiso y la segunda el testimonio.

Los evangelios recalcan que Jesús fue maestro de sabiduría y

de vida. Por eso relatan los dicta y facta de Jesús, a saber: «todo lo

que hizo y dijo» (Hech 1,1) o sus «hechos» y «enseñanzas» (Lc 1,1).

La revelación de Dios, que se expresa en la evangelización, «se

cumple -afirma el Concilio- por hechos y palabras íntimamente

trabados entre sí» (DV 2), de tal modo que las obras corroboran la

doctrina y las palabras proclaman las obras. En continuidad con este

espíritu, la EN afirma que Jesús evangelizó «mediante la predicación

infatigable de una palabra» (n. 11) «y por medio de innumerables

30. Cf. J. Sobrino, Qué es evangelizar: MisAb (1985/3) 33-43; id., Evangelización

e Iglesia en América Latina: ECA 32 (1977) 723-748 Y en Resurrección de la verdadera

Iglesia, Madrid 1981, 267-314.

31. Cf. G. Gutiérrez, La fuerza histórica de los pobres, Salamanca 1982.

Misión (Kerigma) 379

signos» (n. 12) o acciones. Es ciert?, que el primer signifi~ado de

evangelizar equivale a «la proclamaclOn verbal de un men.saJe». (EN

42) pero debemos descubrir otros dos aspectos: el «testImOnIO de

vid~» (EN 21, 41, 76, 78) y la «acción transformadora» (EN 4) o

«liberación» (EN 30).

d) Con el propósito de fomentar la conversión y la liberación

El objetivo de la evangelización es la co~versión, que en~aña. ,al

mismo tiempo un cambio en la Iglesia y en la socIedad. La evang~hzaClO?

suscita fe y conversión personales y sociales. Intenta dar sentIdo ~ dIrección

a la totalidad de la existencia. No se reduce a la esfera filosofica

o científica, sino que se circunscribe a lo que significa ser hombre, . e?

su profunda realidad de espíritu encarnado, y a lo que supone conVIVir

socialmente en la dimensión de comunión o koinonía.

La evangelización «nos llama a la conversión, que es reconcili.~ción

y vida nueva, nos lleva a la comunión con el Padre y nos ha~e 11.i~os y

hermanos» (DP 252). En defmitiva, el objeti:? de la evangeh~~clOn es

la fe como seguimiento de Jesús y la converSlOn como aceptaclOn de su

evangelio.

e) En las condiciones culturales presentes

La evangelización exige descubrir en el actual pluralismo cultural los

dolores y esperanzas humanas. No sirve repetir fórmulas hec~as. ~?n

frecuencia abusamos de una especie de inflación del vocabulano mlSlOnero.

Reconozcamos que en la sociedad tecnificada y seculariza?a.actual,

la fe cristiana es una opción más. No vivimos en estado de cnstIandad.

Necesitamos cambiar muchos lenguajes, formulaciones, vías de penetración.

7. Exigencias de la evangelización

a) Primacía del Dios del reino y del reino de Dios

La evangelización está al servicio del rein? de Dios e ~dentifica a la

Iglesia. En realidad, la evangelización es ~t~nor a l~ IgleSIa: puesto que

la Iglesia nace del evangelio y está al servICI? delllllsmo. DIC~O d~ otro

modo: el evangelio no es mero modo para Implantar la IgleSIa, smo al



380 Teología Práctica

Misión (Kerigma)

381

.,,0'"

revés, la Iglesia es medio para fundar el evangelio o, si se prefiere, para

hacer presente el reino de Dios.

La Iglesia no es, pues, la meta última de la misión cristiana o de la

evangelización, sino el reino de Dios, del que la Iglesia es signo o

sacramento. No olvidemos que «Cristo, en cuanto evangelizador, anuncia

ante todo un reino, el reino de Dios» (EN 8). Lo que importa -y ésta

es la tarea. de la evangelización - es que el reino de Dios esté presente

ya en medIO de nosotros, aunque todavía no está en su plenitud. Según

la.~~, «la ta:ea de la evan.gelización de todos los hombres constituye la

nnSIOn esencIal de la IglesIa» (n. 14), de tal modo que es «su identidad

más profunda». La Iglesia existe para evangelizar y «nace de la acción

evangelizadora de Jesús y de los Doce» (n. 15).

La perspectiva del reino de Dios en la evangelización está insinuada

por el Vaticano TI y la EN, pero claramente expresada en Puebla. La

evangelización es la tarea de la Iglesia en el mundo bajo las perspectivas

del reino de Dios. La buena noticia del evangelio se relaciona con la

presencia de Dios en el Reino, presencia misericordiosa, salvífica y

liberadora que afecta a todos los niveles afectivo-transcendentes y sociales-utópicos.

El concepto de Reino o de reinado lo extrae Jesús de la

tradición profética, que proviene a su vez de la yavista. Es reino de

~~ción y d~.totalidad. En el Reino no se separa lo religioso, como lo

uruco y defirutIvo, de lo humano, entendido como trabajo y ocio, sociedad

y cultu;a, bie~estar y ~eguridad, libertad e igualdad. La evangelización

de Jesus relatIva al remo es respuesta concreta de Dios a la situación

histórica, a la crisis como «juicio de este mundo» (Jn 12,31), bajo estas

dos caras: una negativa, denunciadora de las fuerzas diabólicas que se

oponen al reino; otra positiva, anunciadora de la misma llegada de Dios

y del rein0 32 .

b) La asunción de la realidad social,

exigencia de transformación

Para hacer efectiva la evangelización, el cristiano ha de estar atento

a la situación personal, social y política de los hombres en una sociedad

concreta, al mismo tiempo que descubre, con antenas de fe, el desarrollo

de l~ ?bra de Di~s ~n la acción de Jesús. En este trabajo evangelizador,

el nnSIOnero es aSlnnsmo evangelizado por las dos acciones, la del hombre

y la de Dios, recíprocas y concatenadas. El evangelio no se reduce a un

libro ni tan ~iqu~era a un mensaje que se posee formulado. Aunque se

encuentra cnstalizado en unas Escrituras, se halla asimismo misteriosamente

injertado en múltiples facetas de la vida humana.

32. Cf. 1. Ellacuría, Conversión de la Iglesia al Reino de Dios. Para anunciarlo y

realizarlo en la historia, Santander 1984.

c) La presencia en la realidad social: levadura en la masa

La evangelización ha sido frecuentemente reducida de un ,m?do

'ritualista al entender el reino de Dios de una manera gnostIca,

eSPI . d . bl dIe

contrapuesto al reino de este mundo, pasaJ~ro Y esprecI~ e, e qu

hay que huir. Con esta paradoja: se de~precla el ~undo, mclus? co~o

ación al mismo tiempo que se defIende el sIstema de dommaclon

cre , l' n dIos

social. Esta evangelización desconoce e compromIso po 1 ICO e. ,

cristianos ya que separa fe y vida públi~a. ~?r otra parte, ta~blen

cabe una reducción política de la evangehzacIOn, cuando se entIende

1 reino de Dios como mera liberación política, incluso de una man~~a

;artidista. En realidad, la evangelización liberadora .asume la aCCIOn

política, pero no se agota en ella, sino que la transcIende. .

El mensaje de Jesús ha de tener en la sociedad una presencIa

original. De una parte, es partícipe consciente y responsable de la

misma vida de Jesús. La fe no es propiamente alg?, que el ~rey~nte

tiene para relacionarse con Dios, sino que es la relacIOn que DIOS tIene

. 33

para que e 1 creyente vIva .

d) La «inculturación» de la fe: pluralismo en la unidad

Al identificarse excesivamente la Iglesia con la cultura o.cc~de~tal,

la evangelización se entendía de una manera uní~oca y e~ cnstIarusmo

tenía un carácter extranjero, sobre todo en Afnca y ~sIa. Ante~ del

Concilio se vio la necesidad de una profunda adaptacI~n. D~ a~I que

el Vaticano 11 expresase la necesidad de «adaptar l~ vIda cnstI~~a al

genio y carácter de cada c~l~ura» (AG ~2). pespues d~l ConcI1I~ ,se

descartó el término adaptacIOn y se sustItuyo por ~l d~ mculturaclOn.

«La inculturación -afirma el 11 Sínodo extraordmano de 1985- es

diversa de la mera adaptación externa, porque significa ~na ínti~a

transformación de los auténticos valores culturales por su IlltegraCI?n

del cristianismo en todas las culturas humanas». En resumen, la Illculturación

(o aculturación) es un elemento constitutivo de l~ evangelización.

«Normalmente -afirma Cl. Geffré-, el evangeho deb~

asumir todos los valores positivos de una c~ltura dada, . sobre todo SI

se presta atención al hecho de que en Afnca o en ASIa l~s. ;alor~s

culturales son indisociables de los valores de una gran tradlcIOn rehgiosa»34.

296.

33. Cf. J. J. Tamayo, Cristianismo: profecía y utopía, ~stella 198:; .

34. Cl. Geffré, El cristianismo ante el riesgo de la mterpretaclOn, Madnd 1984,



382 Teología Práctica

BIBLIOGRAFIA

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10 (197411); Evangelizar en España hoy: IgVi 51 (1974); Evangelization:

DocMis 9 (1975); La evangelización en el mundo de hoy: Conc 134 (1978);

Evangelización, misión esencial a la Iglesia: MisAb 50 (1985/3); Animación

misionera en España: MisExt 88-89 (1985); Evangelización y hombre de hoy:

SalT 73 (1985/10); La misión en España, hoy: PastMis 174 (1991).

19

EL TESTIMONIO

En la acción pastoral el testimonio se relaciona siempre con la

evangelización. Así lo hizo la exho~aci~n Evangelii nuntia~di (n: 22)

y así lo ha hecho el Sínodo ext~aordlllano de ~98~. ~<El teStImO~lO de

vida cristiana - afirma la encíclIca Redemptorzs mlSSIO - es la pnmera

e insustituible forma de la misión» (RMis 42). La evangelización se

lleva a cabo por el testimonio de la palabra y de la vida I .. Pu~~e

hablarse con razón de testimonio evangelizador. La comumcaClOn

de la fe' se llevó a 'cabo tradicionalmente por la proclamación y el

testimonio.

1. Actualidad del testimonio

El catolicismo centroeuropeo de los años treinta y la cristiandad

española hasta las mismas puertas del Vaticano 11 se caracterizaron

por una exagerada espiritualización, un individualismo a ultranza y

un manifiesto antiprogresismo. Era ostensible poco antes de la segunda

guerra mundial el divorcio entre la Iglesia y el mund~. Ya ~n .1935

lo había señalado Y. Congar. Con objeto de que los laICOS cnstIanos

se hiciesen presentes o se encarnasen ~n la s~c~e?a~ fue fundada la

AC bajo el pontificado de Pío XI. GraCIas ~ la InICIatIva de~ sacerdote

belga J. Cardijn, los movimientos apostólIcos se caractenzaron por

una pastoral y una espiritualidad de encarnación, frente a una transcendencia

intemporaF.

1. Transcribo mi trabajo Testimonio, en CFP, 989-1000.

2. Cf. B. Besret, Incarnation ou eschatologie? Contribution a l'histoire du vocabuliare

religieux contemporain 1935-1955, Paris 1964; G. Thils, Transcendence ou Incarnation?,

Louvain 1950.



384 Teología Práctica

El tránsito de la apologética al testimonio se dio en la Iglesia al

acabar la segunda guerra mundial, como consecuencia del auge misionero

que se produjo en la década de los cuarenta. Importaba mostrar

la fe más que demostrarla. Recordemos una frase de Pío XII en 1947

que hizo época: «Hoy más que nunca, y como en los primeros tiempos

de su existencia, la Iglesia tiene necesidad de testigos, más aún que

de apologistas: de testigos que, a través de toda su vida, hagan resplandecer

el verdadero rostro de Cristo y de la Iglesia a los ojos del

mundo paganizado que los circunda»3. Recientemente, Juan Pablo 11

afirma que «el hombre contemporáneo cree más a los testigos que a

los maestros; cree más en la experiencia que en la doctrina, en la vida

y en los hechos que en la teoría» (RMis 42).

No olvidemos el contexto cultural europeo de aquellos años, dentro

del clima filosófico del existencialismo que acentuaba el individuo, la

libertad, la responsabilidad, la angustia y la muerte. Por otra parte, la

lucha antinazi, la presencia de cristianos en los campos de concentración,

la convivencia en las trincheras del frente y la colaboración en

la resistencia francesa fueron factores que ayudaron a valorar el testimonio.

Se pasó del testimonio al compromiso cuando las tareas de

la reconstrucción de una nueva sociedad democrática se hicieron urgentes.

Evidentemente, el testimonio sin el compromiso de nada sirve.

Así lo entendieron los movimientos apostólicos en la década de los

cincuenta. En la pastoral misionera de aquellos años se habló más de

compromiso (denominado temporal, luego sociopolítico y finalmente

político) que de testimonio, sin caer en la cuenta de que el testimonio

cristiano es, por supuesto, compromiso.

El testimonio cristiano reaparece con fuerza en los textos del Concilio.

Se trata de un testimonio frente a un mundo de increencias y

frente a una sociedad de injusticias. La Iglesia y los cristianos deben

«dar testimonio de aquella esperanza que está en ellos» (GE 2), puesto

que la totalidad de la vida cristiana es un compromiso de testimonio.

«Hojeando los documentos del Vaticano 11 - afirma M. Grossi -, se

puede captar, en efecto, la perspectiva del testimonio como uno de

los motivos dominantes en la reflexión de la Iglesia contemporánea»4.

Baste decir que en los textos conciliares aparece el sustantivo «testimonio»

88 veces, 27 la palabra «testigo» y 7 el verbo «atestiguar».

También aparece con frecuencia el vocabulario del testimonio en la

exhortación apostólica Evangelii nuntiandi de 1975.

3. Pío XII, Mensaje al Congreso Eucarístico Nacional de Nantes de 1947: AAS 39

(1947) 312.

4. M. Grossi, Testimonio, en DETM, 1074.

Misión (Kerigma) 385

La valoración del testimonio ha seguido en la actualidad el camino

inverso de su oscurecimiento. En la época preconciliar el testimonio

dio lugar al compromiso; en la reciente época posconciliar, del compromiso

ha surgido el testimonio.

2. Dimensiones del testimonio

Para comprender el testimonio es necesario e~~minar el fe~óme!l0

complejo de la comunicación como palab~a, d~alogo y teStIm?lllo.

Según el pensami~nto de P. ~i~oeu~, :1 ~eStIm~~I05 debe ser analIzado

desde tres dimensIOnes: empmca, jUndlCa y etIca .

a) Dimensión empírica

El testimonio tiene, en primer lugar, un sentido empírico. La acción

de testimoniar reside en reportar lo que se ha visto u oído mediante un

relato o narración. El testimonio no es la percepción sino el relato, la

narración de cosas vistas y oídas a través del registro de cosas dichas.

Es comunicación entre quien ha visto u oído y quien oye o lee. Pe~o el

suceso es único, irrepetible. No se puede controlar a base de repetrr la

misma experiencia; sólo se puede confrontar. Se obser:v~ de entra~a que

el testigo ha de ser veraz, no mentiroso, real y no fiCtICI~. El te~tIgo no

es neutral: habla en primera persona y afrrma lo que ha VISto y Oldo. Ha

de tener ojos abiertos y oídos ate~to~ para ve~ Y .o~r lo que ~as~ en la

vida, como es el caso de las restnccIOnes de JustICIa y las perdIdas de

libertad. Conclusión cristiana: quien no está a favor de los P?bres y

marginados porque no opta por ellos no puede ser del todo testIgo creyente.

b) Dimensión judicial

En segundo lugar, posee el testimonio un ~entido~u~icial. El.r~l~to

del testimonio no es simple constatación; esta al serVICIO de un jUlCIO.

Se pretende que se forme opin~ón s?br~ u~ ~echo o ~obre su verdad.

La dimensión jurídica del testImOlllO Slg~If¡~~ que este ~e da dentro

de un proceso o dentro de una acción de JustICIa. Se atestIgua a favor

5. ef. P. Ricoeur, L'herméneutique du témoignage, en.E. eastell~ (e?), Le témoignage,

Paris 1972, 35-61; J. P. Jossua, Approches théologlques du, ~emO!g?age: Sp 58

(1975) 45-60; el. Geffré, Les conditions actuelles du témoignage chretlen: FOlT 12 (1982)

237-260



386 Teología Práctica

de o delante de alguien para condenarlo o absolverlo. Su lugar es un

tribunal y la autoridad delegada es el juez. El testigo no es un mero

espectador, sino un ayudante de la justicia. Es un medio de prueba.

Conclusión cristiana: quien no desea implicarse por comodidad o por

miedo es un testigo fugitivo o cobarde.

c) Dimensión ética

Finalmente, el testimonio entraña un sentido ético, a causa de

su interioridad, puesto que el testigo queda implicado en su testimonio

o testimonia en conciencia y se compromete públicamente

con lo que dice. En este sentido podemos decir que el testimonio

es una decisión o que el testigo debe ser fiel, se identifica con una

causa y se compromete hasta el final, con el riesgo de dar la vida.

A~í ~e puede hablar de <~falso testi~o» y de «testigo fiel». El testigo

maXImo es capaz de sufnr o de monr por no traicionar su testimonio.

Hay un tránsito de la palabra a la acción cuando se atestigua desde

u?a convicción interior. Frente a los testigos verdaderos, los falsos

dIcen palabras verdaderas pero con corazón falso, dicen medias

verdades para confundir o pervertir o sencillamente dicen mentiras.

Recordemos una frase de Pascal: «Sólo creo en los testigos que se

dejan degollar».

3. El testimonio de Jesús

E~ la Biblia se observa un testimonio religioso de tipo profético,

supen~r al hist.óric~ y jurídico de tipo greco-romano pero complementarlO

del mIsmo . El profeta es un testigo de Dios que narra ante

los hombres lo que escuchó, para que se cambie de vida, con el riesgo

de no ser entendido o de ser sacrificado. Prototipo de testigo según

el NT, es Jesús de NazareC.

'

Misión (Kerigma) 387

conducirnos a una resignación mediante un dolorismo sospechoso. La

palabra proclamada tiene una actualidad que emana de los mismos

hechos. Intenta hacernos caer en la cuenta, mediante la fe, de nuestra

propia vida, de su sentido dramático, apasionado y esperanzador. El

evangelio es una esperanza y los relatos de la pasión razones de existencia,

iluminación del mayor de los enigmas humanos: la muerte.

Jesús fue procesado y asesinado. No podemos olvidar la cara existencial

y humana del hombre Jesús. El proceso de Jesús es el desenlace

lógico de un conflicto que se origina en los comienzos de su predicación

ambulante. Jesús habla siempre y obra con plena libertad. No menosprecia

la Ley, pero tampoco la venera; simplemente la usa. Está

al servicio del hombre. De ahí que irrite a los guardianes de la Ley y

de las leyes. Por ser libre es peligroso. Subvierte los fundamentos

ideológicos de la nación. Predica un nuevo Dios, que no es un ídolo;

lo humaniza al identificarse con él y proclama un Reino de justicia

distinto del imperio romano (Pilato se desconcierta), del nacionalismo

zelota (Judas se suicida) y del conservadurismo fariseo o del elitismo

saduceo (el Sanedrín lo condena). Es un blasfemo. Es del pueblo y al

pueblo se dirige. Está en contra de todo monopolio, privilegio, riqueza

acumulada, racismo. No tiene «rango», es «uno de tantos», vive «rebajado»

(cf. Flp 2,6-11), es un «maldito» (cf. GáI3,13), un «esclavo».

Sus comportamientos son siempre emancipadores. Es libertador. Forma

un grupo nuevo, en el que deposita su confianza, al que entrega

la misión del reino, con la tarea de serle fiel en la memoria. Es Señor.

Pero la muerte de Jesús -afirma Ch. Duquoc- no es un suceso

particular, ni se reduce su fuerza a una ejemplaridad 8 • Es una muerte

universal. Todos los relatos señalan este alcance: murió por todos.

Dicho con el credo apostólico: «murió por nuestros pecados», por

«nuestra salvación». Esto se entiende con fe si consideramos que los

relatos de la pasión son escritos bajo la luz de la resurrección. La

pasión es ininteligible sin su consecuencia gloriosa y sin su fundamento

humano, a pesar de todas las ambigüedades y paradojas.

a) Jesús es procesado

La finalidad del relato evangélico no consiste en evocar con nosta~gia

la T?emoria psicológica de unos hechos ocurridos en otro tiempo

lejano, nI en procurar unos remordimientos. Ni por supuesto debe

6. Cf. M. Strathmann, Martyrium, en ThWNT, IV, 477-520.

7. Cf. J. Moltmann, La confesión de Cristo Jesús. Consideraciones bíblico-teológicas:

Conc 138 (1978) 24-31; Ch. Duquoc, Jesús. hombre libre, Salamanca 81990.

b) Jesús nos procesa

La vida es un continuo conflicto, un proceso. Pero en este conflicto

todos queremos juzgar y nadie desea ser juzgado. Queremos acusar, nos

da miedo defender y apenas sabemos testimoniar. Pero la vida no se

reduce a un proceso jurídico: es un proceso más profundo. Es un proceso,

8. Cf. Ch. Duquoc, La Passion de Jésus, en Assemblées du Seigneur, 19: Dimanche

de la Passion, Paris 1971, 68-79.



388 Teología Práctica

no~ dice San Juan, entre luz y tinieblas, libertad y servidumbre, amor y

OdIO, verdad y mentira, vida y muerte. La Biblia entera es la historia de

este proceso, entendido como un gran acto de discernimiento. Pero Dios

siempre que juzga, salva de la injusticia, libera de la opresión. Dios juzg~

haciendo o prometiendo justicia real. Esta acción es siempre favorable

para el oprimido y desfavorable para el opresor.

El hombre se resiste a la justicia, a cumplir toda justicia, a liberar

al oprimido, a liberarse. Ahí reside su pecado: intenta procesar a Dios,

crucificar a Jesús, manipular a su hermano, crear ídolos que le sirvan.

El Justo es siempre impertinente, molesto, subversivo, peligroso, blasfemo.

En el proceso de Jesús todos somos procesadores y procesados.

Jesús no es simplemente el actor de un proceso, sino el lugar de todo

el drama entre amor y pecado, don y muerte. En su muerte se ahogan

todas nuestras mezquindades. Pero cuidado: ¡con Jesús no mueren las

consecuencias, todavía históricas, del pecado! Siguen existiendo. La

confianza básica de la fe no nos exime de la lucha contra los «príncipes»

de este mundo. Es más, sólo podemos mostrar la fe en la pasión de

Jesús si nuestro compromiso es apasionado, lleno de pasión 9 •

c) Jesús, testigo de Dios

En la pasión de San Juan, Jesús es testigo, no por sus sufrimientos

y su muerte, sino P?r la libertad liberadora que mueve su vida, por

la entrega total al remo de Dios y a su justicia, por el amor absoluto

al Padre y por el propósito de redimir radicalmente al hombre lO •

1. Testigo de la «verdad» o del reino (In 18,37)

. En el interrogatorio de Pilato afirma Jesús: «Tengo por misión ser

testI~o de la ~~~dad~ p~ra eso nací yo y vine al mundo» (Jn 18,37).

Segun la tradIcIOn bIbhca, verdad es aquello en que se puede confiar

o la correspondencia entre el decir y el hacer, a diferencia de la verdad

griega, que es lo que se puede conocer o la correspondencia entre lo

real y la mente. Lo contrario de la verdad en la Biblia no es el error

sino la mentira; no es la falsedad sino la ruptura de lo que une a dos

9. Cf. J. M.ol~mann, El Dios crucificado. La cruz de Cristo como base y crítica de

toda teologw cnstwna, Salamanca 1975; Ch. Duquoc, Cristología. Ensayo dogmático

sobre Jesús de Nazaret, el Mes(as, Salamanca 51985.

10. Cf. J. SobrID~, El testimonio de la Iglesia en América Latina: ECA, 379 (1980)

427-444 en ResurrecclOn de la verdadera Iglesia, Santander 1981, 177-209.

Misión (Kerigma) 389

personas. Entre los griegos la verdad es conOCImIento, y entre los

creyentes libertad y liberación: «la verdad os hará libres» (In 8,32).

Jesús no es testigo de sí mismo, ni de Dios a secas, ni de la Iglesia.

Es testigo del «reinado de Dios» o de la vida plena: da de comer a

los hambrientos (donación de pan a vidas amenazadas por el hambre);

se sienta en la mesa de los marginados (reconciliación a separados por

leyes discriminatorias); comparte la mesa diaria con sus amigos (puesta

de bienes en común y comunicación efectiva los bienes); expulsa a

los demonios (lucha contra lo demoníaco de este mundo) y sana enfermedades

(lograr que las personas se pongan de pie con dignidad,

se muevan y sirvan a los demás). En definitiva, Jesús es testigo veraz

del reino de Dios porque es palabra de vida que testimonia la vida o

palabra de verdad que testimonia la verdad.

2. Testigo «fiel» ante un juicio (Ap 1,5; 3,14)

El evangelista Juan encuadra la pasión de Jesús, por no decir todo

su ministerio, bajo el carácter de un proceso al modo rabínico: necesidad

de dos testigos, acusación de falsos testimonios, presencia en el proceso

de testigos perjuros. Este proceso entre Dios y el mundo culmina con

un juicio y una condenación. Es un juicio escatológico que se agudiza

en la «hora» de Jesús. Consiste en la aceptación o en el rechazo del

Señor. No se reduce a una declaración de una sentencia, sino que se

manifiesta con la fe y la incredulidad o con la «buena fe» y la maldad.

Para San Juan, el juicio no es la declaración exterior del juez sino

la autocondenación de los que odian la luz y la vida porque son hijos

de la mentira. Jesús es condenado porque es demasiado inocente para

ocupar un lugar y excesivamente conflictivo para ser público. Es testigo

fiel ante un juicio en el que es juzgado y que al mismo tiempo nos

juzga, ya que el reo se convierte en juez .

3. Testigo «consciente» de su misión en el mundo

(Ap 22,20)

Finalmente, es testigo consciente que no se echa atrás. No se dejó

atrapar por los partidismos, defendió a pobres y pecadores, no estuvo al

margen de los conflictos y fue coherente con su práctica: se jugó la vida.

Por ser testigo total, es Jesús el servidor sufriente, el justo perseguido y

el profeta asesinado. La muerte de Jesús es el supremo martirio o testimonio,

consecuencia de su tenor de vida; es una muerte violenta por

la violencia estructural e institucional, pero muerte donada en favor de

la vida; es perdón y reconciliación, es entrada en la resurrección.



390 Teología Práctica

Misión (Kerigma) 391

4. El testimonio cristiano

a) Testimonio profético

El sentido del testimonio cristiano continúa y plenifica el sentido

profético, dada la continuidad entre uno y otro. Esto equivale a decir

que el testigo participa de dos experiencias conjuntadas: la del Dios

del reino -Dios atestigua en el testimonio- y la del reino de justicia,

cuyos protagonistas son los pobres. «El testimonio evangélico, al que

el mundo es más sensible - afirma Juan Pablo 11 - , es el de la atención

a las personas y el de la caridad con los pobres y los pequeños, con

los que sufren» (RMis 42). Pero el testigo cristiano es enviado a

testimoniar no sólo sobre hechos aislados o contingentes, sino sobre

el sentido radical y global de la experiencia histórica, vivida de ordinario

injustamente por los pobres y marginados. Por supuesto de un

modo público, no intimista o privado, en relación a todo sistema

injusto, a la luz de una justicia que llega con el esfuerzo del hombre

y el don de Dios. No olvidemos que los temas del servidor sufriente

y del profeta asesinado son anteriores a la noción de mártir. En todo

caso, el discípulo es mártir porque es profeta o testigo, no al revés.

c) Testimonio de fe

El testimonio cristiano es anuncio de la fe pero lo rebasa. Testimonio

no es solamente anunciar o confesar la fe, sino atestiguarla con

el compromiso, si cabe, de la vida entera. Recordemos que a lo largo

del s. 11 los términos mártir o martirio se aplican a quienes sufren

suplicios y muerte como consecuencia evidente de su confesión de fe.

Pero el mártir no es testigo porque sufre, sino porque es confesor de

Cristo, en cuya conformidad sufre.

Los dolores del mártir son sufrimientos indebidos o injustos, fruto

de un sistema idolátrico que persigue las implicaciones sociales y políticas

contenidas en el testimonio de fe. De ordinario, a nadie se le da muerte

por una fe pura sin implicaciones, descomprometida, reducida al á~bito

privado de su conciencia. En consecuencia, no puede ser reducIda la

teología del testimonio a una teología de la confesión de fe. El testimonio

acentúa el sentido profético que tiene la historia de la liberación y la

liberación de la historia como denuncia y anuncio. AfIrmar que Jesús es

Cristo o Señor es testimonio por excelencia, cuando se afIrma al mismo

tiempo, en la historia concreta, la falsedad de muchos ídolos y señores,

de innumerables denominaciones y esclavitudes, de multitud de tiranías

políticas o económicas, religiosas o sociales.

b) Testimonio de revelación

El testimonio cristiano descubre ante los hombres una realidad que

sobrepasa, pero incluye a la realidad tangible, llamada Dios por Juan

(Jn 1,18). Gracias a Jesús y a su testimonio, la realidad de Dios se

encuentra aquí.

Frente al entusiasmo mistérico e iluminista de la primera generación

postapostólica, sensible a la religión de lo inmediato, Lucas advierte

la importancia del mensaje contenido en la tradición apostólica

o del testimonio de los testigos oculares (Lc 1,2) de la persona, predicación

y praxis de Jesucristo. Por otra parte, Juan advierte que

también pueden ser testigos de la fe, en virtud del Espíritu, quienes

no fueron «testigos oculares», para que no se envanezcan los apóstoles

y sus sucesores, como si ellos tuvieran en exclusiva el testimonio, que

es de todos los creyentes; pero, si apuramos la afirmación, podemos

decir que atestiguan mejor los profetas de Dios entre los pobres. En

la medida que un testigo pretendidamente cristiano viva en connivencia

con las injusticias del sistema, ni revela ni atestigua, a saber, se

convierte en enemigo de Dios o en hijo de la mentira (Jn 8,44.45).

d) Testimonio de verdad

El testimonio plantea el problema del acceso a la verdad o a la

realidad. Hay en principio dos caminos en este acceso: el racional y

el testimonial. El cristianismo se basa en una revelación histórica.

Accedemos a la fe por testimonio congénito, irremplazable. Por eso

el testimonio es básico en el acceso a la verdad religiosa. Sin embargo,

y especialmente desde Spinoza, se afirma que a la verdad se accede

por mediación racional, no por mediación histórica. El testimonio

apenas ha sido un problema filosófico.

En el NT se observan dos actividades conexionadas entre sí: el

anuncio y el testimonio. El evangelio, entendido como buena noticia

o mensaje, denota comunicación. Al mismo tiempo descubrimos en

el anuncio vivo, en cuanto es creído y vivido, una «irrupción de

sentido» aportada por el testimonio. El testigo versa su testimonio

sobre realidades históricas (sentido empírico); es autoridad en nombre

de Dios, quien le envía (sentido jurídico) y se compromete con su

testimonio (sentido ético). En los primeros siglos del cristianismo no

hay conciencia misionera refleja ni teología de la evangelización. Hay

preocupación de testimonio, contagio, difusión nuclear.



392 Teología Práctica

e) Testimonio de credibilidad

El testimonio cristiano está en función de la credibilidad de la

Iglesia y de los cristianos!!.

1. El testimonio cristiano no se centra en hechos contingentes y

aislados, sino sobre el sentido radical y global de la existencia, ya

que detrás o debajo está Dios. Sin embargo, la confesión de fe del

testigo nunca anula la narración de los hechos. Así se manifiesta en

el credo israelita (Dt 26, 5-9) Y en el credo cristiano primitivo (Lc

24,28 y Hech 5,32). Lo visto u oído es indisociable de 10 creído y

testificado.

2. La unidad entre confesión de fe y narración se realiza en el

testigo a través de una interiorización profunda, como se manifiesta

de un modo eminente en el testigo por excelencia de la verdad, que

es Jesús, revelador de un Dios a quien llama Padre y que actúa en el

mundo a través de la praxis de Jesús. Jesús da testimonio del Padre,

y el Padre de Jesús. El testimonio del discípulo de Jesús es posible

gracias al Espíritu de Dios y de Jesús, a través de unas detenninadas

obras o acciones.

3. El testimonio cristiano se manifiesta a través de un compromiso;

puede llegar al sacrificio de su propia vida. En realidad,

el testigo no es un hombre que pretenda sufrir; sufre porque testifica

responsablemente. El testimonio es un juicio que lleva consigo una

crisis de los ídolos de dominación. El mensaje cristiano es creíble

en la medida que los creyentes se comprometen en la acción por la

justicia.

4. El testimonio cristiano se sitúa entre el discurso directo y el

indirecto, ya que el mensaje va dirigido a no creyentes o a creyentes

a medias, pero con la instancia puesta en Dios. Por el hecho de vivir

en un mundo poscristiano, toda comunicación directa apenas conduce

a nada, no compromete. La explicitación directa de 10 cristiano sólo

es válida para verdaderos creyentes; no sirve para el «público cristiano».

Así se expresaba el gran pensador cristiano del siglo XIX

Kierkegaard.

5. El testigo cristiano se dirige a Dios como instancia radical, al

mismo tiempo que se dirige a sus contemporáneos. La responsabilidad

11. ef. J. P. Jossua, La condici6n del testigo, Madrid 1987; P. Jacquemont. - J. P.

Jossua - B. Quelquejeu, Le temps de la patience. Étude sur le témoignage, Paris 1976.

Misi6n (Kerigma) 393

última del testigo es delante de Dios. Delante de I?ios se.ora, se. tiene

fe o el creyente se reconoce pecador. Por ser DI?S la mstancIa del

testimonio, Dios es quien juzga, ya que él es gracIa.

5. Los cristianos, testigos del Testigo

Los creyentes cristianos, personal y co~unitariame~te, s?n o d~ben

ser en un mundo humano, testigos del TestIgo. Su testImomo no tIene

pruebas verificables; por consiguiente, la ~erdad cristiana, po~ l~ ~scucha

de la palabra de Dios y el compromIso con la marcha hIstonca

en el advenimiento del reino, es atestiguada en referencia a la fe en

la palabra y a la esperanza de la promesa. Ser te~tigo de esperanza es

testimoniar, en el corazón del mundo y a partIr del mundo de los

pobres, la vida y la verdad.

a) Testigos de la vida frente a las amenazas la muerte

San Juan, teólogo del testimonio, es al mismo tie~po evangelista

de la vida. Su evangelio está escrito en clave de creaCIón o de nueva

creación: Dios, que es vida, comunica la vida; Jesús ~s palabra de

vida y el Espíritu de entrambos es Espíritu vital. A la ~Ida se opo~en

de un modo ciego, tenaz e incluso violento, los enemIgos de la vIda

y las tinieblas de la muerte. .,

Ser testigos de la esperanza, cuando la vIda esta. amenazada por

sistemas políticos hegemónicos, por oligarquías SOCIales celos~s de

sus privilegios, por sistemas culturales totalitarios o por grupos fmancieros

sin escrúpulo, equivale a ser testigos de la vida. Lo cual supone

ser defensores de una vida en sus niveles más primarios, sobre todo

cuando está amenazada o aniquilada por violencias estructurales, institucionales

y contrainstitucionales, a partir, como. c~eyentes, de una

fe en el Dios creador, primer artículo del credo cnstIano.

Esto exige que los cristianos, en régimen de Iglesia comun~taria,

nos preocupemos de evangelizar a niveles históricos. Una IglesIa que

esté alejada de los problemas de la vida y, sobre todo, de la vIda

amenazada o de la vida que no llega a ser vida, a saber, de la subhumanidad,

es una Iglesia que no cree ni espera. Los testigos de la

esperanza que defienden la vida a pa~tir d.e sus niveles ~ás .elementales

deberán seleccionar, optar y potencIar CIertos valores mdIspensables,

como la concienciación de la justicia, la defensa de la libertad, la

solidaridad ética en la lucha, la generosidad en la entrega, la unidad

de las capas populares, etc. Y al mismo tiempo denunciar 10 que



394 Teología Prdctica

paraliza una vida elemental o la calidad de la misma vida: el hambre,

el paro, el homicidio, la droga, etc.

Naturalmente, los testigos de la esperanza no sólo defienden la

vida en sus formas más elementales, sino que se comprometen con la

vida en su totalidad. El testimonio cristiano atestigua un nivel de vida

transcendente mediante un nivel simbólico-sacramental. La eucaristía

es sacramento de provocación y de liberación salvadoras, porque es

sacramento del reino.

El hombre está remitido a algo previo, mayor que él, en donde

encuentra su plenitud y plenificación. Toda una apelación a la utopía

como esperanza de otra sociedad y a la esperanza como utopía de otro

mundo, la doy por supuesta. «Hay fenómenos -afirma H. Desrochede

los que se podría decir o bien que son fenómenos religiosos en los

que estalla una sociedad, o bien que son fenómenos sociales en los

que estalla una religión»12. En el corazón de los estallidos actuales

debe fijar su ojo y oído el testigo cristiano, sin refugiarse platónicamente

en un testimonio, a veces abstraído, de la vida en su última

plenitud. La escatología nos puede hacer olvidar la denominada protología,

a saber, el comienzo bajo forma de levadura del reino de Dios.

El testigo de esperanza que defiende una vida en plenitud tiene que

desenmascarar y denunciar los engranajes y concatenaciones que impiden

o mutilan el desarrollo de la vida.

b) Testigos de la verdad frente a las insidias de la mentira

Según la teología de Juan, lo contrario de la verdad no es error

sino la mentira o falsedad. El adjetivo verdadero y el sustantivo verdad

fluyen constantemente en el cuarto evangelio y en las cartas de Juan,

siempre en relación con hechos. Lo veraz es lo sincero, lo honrado,

lo genuino, lo auténtico, lo real. La verdad, en última instancia, es la

realidad misma o incluso el conocimiento de la misma, lugar en que

se juega su destino el hombre. No nos salvamos por unas ideas de la

realidad ni por unos acontecimientos aislados, sino a través de la

fidelidad comprometida con la realidad amenazada para que haya verdadera

creación. Ser verdadero es, pues, ser fiel o estar en el compromiso.

La expresión joanea de «hacer la verdad» significa, en definitiva,

obrar honradamente o, como afirma la tradición profética,

llevar a cabo la justicia. No es conocer verdades o defenderlas, no es

adquirir cupos de conocimientos: es tener un compromiso con la realidad

amenazada por las sombras de muerte, de cualquier muerte, con

12. H. Desroche, Sociología de la esperanza, Barcelona 1976, 184.

Misión (Kerigma) 395

objeto de que resplan~ezca la verdad. La mentira e~ el Dios de los

enemigos de Jesús, DIOS de la muerte porque supnme la verdad y

coarta la vida humana 13 •

Un caso particular y grave de corrupción de la verdad es el fanatismo

religioso. Algunos grupos cobran tintes fanáticos, total o personalmente,

cuando se convierten en sectas, a saber, cuando sus miembros

se cierran sobre sí mismos, incomunicados con los otros, con la

pretensión de poseer la verdad en exclusi~a y en ~ependencia de un

fundador o líder perturbado, con tendencIa paranOIca. Toda conmovisión

cristiana no coincidente con la suya es nociva o peligrosa. Por

otra parte, la secta es proselitista con una actitud psico-afectiva entusiástica,

sin crítica alguna, ya proceda de dentro o de fuera, puesto

que se establece como grupo auto.satisf~cho. El ~rupo sectario no

admite ninguna novedad en contemdos, mterpretacIOnes o reglas de

funcionamiento. Reacciona violentamente cuando su grupo es puesto

por alguien en cuestión, so.b~e todo por un miembro. disident~. De ahí

que incluso llegue a sacnfIcar algunos de sus pnmeros fmes para

mantener la conservación de su carácter de bloque.

Finalmente, la autoridad religiosa se fanatiza cuando se funda en

el poder como fuerza represiva de aspiraciones y liberta~es, y en la

toma de posesión como ley del más fuerte o de llegar el pnmero hasta

constituirse en amo único. Especialmente peligrosa es la autoridad que

pretende dominar conciencias, imponer reglamentaciones minuciosas

bajo amenazas morales e identificarse en todo con ~ios, al.q~e suplan~a

con la justificación de la sacralización. La autondad relIgIOsa, fanaticamente

entendida, da primacía al orden sobre la justicia, a la unanimidad

impuesta sobre la libertad y a la centralización sobre las

iniciativas.

BIBLIOGRAFIA

P. M. de la Croix, El testimonio espiritual del evangelio de san Juan,

Madrid 1966; M. Grossi, Testimonio, en DETM, 1070-1076; J. Hereu, Trascendencia

y revelación de Dios: metafísica de las «cifras» según Karl Jaspers

_ metafísica del testimonio según Jean Nabert, Barcelona 1983; J. P. Jossua,

La condición del testigo, Madrid 1987; P. Jacquemont - J. P. Jossua - B.

Que1quejeu, Le temps de la patience. Étude sur le témoignage, Paris 1976; J.

López-Gay, El testimonio: Omnis Terra 95 (1980) 182-192; S. Pie i Ninot,

13. ef. J. Mateos - J. Barreto, Verdad, en Vocabulario teológico del evangelio de

Juan, Madrid 1980, 290-296; I. de la Potterie, La verdad de Jesús. Estudios de teología

joanea, Madrid 1979.



396 Teolog{a Práctica

Hacia un~ eclesiología fundamental basada en el testimonio: Revista Catalana

de Teologla 9 (1984) 401-461; id., Tratado de teología fundamental, Salamanca

1989, cu~rta parte: .La credibilidad basada en el testimonio, 306-406; P. Ricoe~r,

L herméneutlque duo témoignage, en E. Castelli (ed.), Le témoignage

Pans 1972, 35-61; J. Sobnno, El testimonio de la Iglesia en América Latina:

ECA, 379 (1980) 427-444 en Resurrección de la verdadera Iglesia, Santander

1981, 177-209; Cf. M. Strathmann, Martyrium, en ThWNT N, 477-520.

20

EL DIALOGO

Estamos tan acostumbrados a considerar la fe y la teología en clave

de respuestas, que nos resulta sorprendente entender ambas magnitudes

en dinámica de preguntas. Sin embargo, el hombre que cree, por no

decir el hombre a secas, está más repleto de preguntas que de respuestas.

Y aunque parece a primera vista más difícil responder que

preguntar, si observamos cualquier reunión, nos daremos cuenta de

que lo realmente difícil es preguntar. Al menos una pregunta bien

formulada deja el camino expedito a la respuesta o, si se prefiere, a

otra pregunta mejor planteada. Y sin verdaderas preguntas para llegar

a respuestas aproximadas no hay diálogo.

1. Actualidad del diálogo

El diálogo fue un tema dominante del Vaticano 11 y es un rasgo

característico de la Iglesia posconciliar 1 • Desde la encíclica Ecclesiam

suam, primera de Pablo VI en 1964 2 , hasta el documento El diálogo

y la misión, publicado en pentecostés de 1984 por el Secretariado para

los no cristianos, con ocasión del vigésimo aniversario de dicha

encíclica 3 , «el espíritu del diálogo - afirma G. Girardi - es uno de

los aspectos más impresionantes del nuevo estilo de la Iglesia»4. «El

impacto creado por el tema conciliar del diálogo fue tan fuerte -es-

1. Transcribo y actualizo aquí mi trabajo La Iglesia como espacio para el diálogo:

SalT 64 (1976/5) 345-351, publicado asimismo con el título El diálogo eclesial, en La

evangelización, tarea del cristiano, Madrid 1978, 181-189;

2. Pablo VI, Enc{clica «Ecclesiam suam», del 6 de agosto de 1964, en Ocho grandes

mensajes, Madrid 31973, 259-315.

3. Cf. el texto en Portare Cristo aU'uomo, I, Roma 1985, 205-218.

4. G. Girardi, Introducción, en AtCont, J/l, 61.



398

Teología Práctica

cribe J. Comblin- que repercutió en la sociedad entera»5. El Concilio

no sólo habló de diálogo sino que fue un diálogo con todo el mundo.

A~í ~e explica la creación de tres secretariados para el diálogo con los

cnstIanos no católicos, las religiones no cristianas y los no creyentes.

Especial relieve tuvieron desde entonces y tienen el diálogo para la

unidad de los cristianos y el diálogo con el mundo ateo. Hoy no

entendemos una acción pastoral ni decisión alguna sin diálogo. La

tra~s~ción del «anatema al diálogo», en expresión de R. Garaudy, fue

decIsIva 6 •

Tanto la encíclica Ecclesiam suam de Pablo VI como la constitución

Gaudium et spes del Vaticano II sugieren pistas importantes

para el diálogo. Precisamente porque el evangelio es palabra de Dios,

l~ Iglesia debe ser diálogo de caridad; y el diálogo, amor en perspectIvas

de esperanza. El diálogo es, asimismo, clave en la evangelización

de la Iglesia. Cl. Geffré afirma que «es una dimensión interna de la

misión»7, aunque la misión no se reduce al diálogo. En realidad, el

diálogo es una forma de apostolado o de misión, junto a la presencia

personal, el testimonio de vida y el compromiso al servicio de los

pobres.

2. Naturaleza del diálogo

«Diálogo -afirma K. Geyer- es una discusión entre personas o

grupos, caracterizada por una apertura sin reservas, en tomo al problema

Común de una verdad importante para la mutua convivencia»8.

Según G. Girardi, es «un coloquio entablado en un clima de libertad

y con total sinceridad sobre problemas que atañen de algún modo a

las mismas personas, entre sujetos de diversa orientación, pero que

convergen en la afirmación de determinados valores, y ordenado a una

mutua comprensión, acercamiento y enriquecimiento de las posiciones

y de los hombres»9.

Cinco notas básicas especifican el diálogo: 1) es coloquio, a saber,

con~ersación abierta en un clima de simpatía o de comprensión; 2) en

ambIente de libertad, con tolerancia, sin que se anulen o encubran las

posiciones auténticas o se reduzcan forzosamente a unidad las diversas

5. J. Comblin, Lo que fue y lo que es el Vaticano l/: «Mensaje» 344 (1985) 443.

1968.

6. Cf. R. Garaudy - J. B. Metz - K. Rahner, Del anatema al diálogo, Barcelona

7. CI. Geffré, Lo mission de I'Église a l'fige de l'oecumenisme interreligieux: Sp

106 (1987) 8.

8. K. Geyer, Diálogo, en A. Grabner-Haider (ed.), La Biblia y nuestro lenguaje.

Hermenéutica concreta, Barcelona 1975, 470.

9. G. Girardi, o. c., 64.

Misión (Kerigma) 399

. t rpretaciones de la verdad; 3) con sinceridad y confianza, sin finl~

e ientos ni encubrimientos, con atención a las ideas del interlocutor

gI~sposición a modificar las propias; 4) en búsqueda de la verdad en

iodos sus niveles, sobre problemas ~ fondo o. ~e valores, en orden a

a mutua comprensión e intercambIo de posIcIOnes; y 5) entre. perun

nas o interlocutores de dIversa

...

onentaclOn,

,

con convergencI

ade

so . .

ciertos valores, no entre doctnnas o sIstemas.

3. Imperativos del diálogo

a) El diálogo procede dialécticamente, no autoritariame,n~e. Dicho

de otro modo: responde a unaforma de pensar no do?ma.t~ca .. Es

un encontrarse recíproco entre un yo y un tú o una comumcaClOn VIVa

entre personas en cuanto personas: El diálogo se da en la .esfera ~~l

entre, a saber, lo entre-humano o lllterhumano. Lo. contrano ?el dI~logo

es el monólogo. Esta perspecti.v~,.p,uesta ~e rel~~ve en la fIlosofIa

existencialista y personalista 10, posIblhto la aflrmaclon de que ~a fe es

«encuentro personal»; y el sacramento, <~d~ál~go» de la c?mumdad.de

fe en asamblea litúrgica. «La estructura hturgI.~o-celebratI~~ -escnbe

L. Maldonado- ha sido descrita como un dIalogo, up dl~logo entre

Dios y su pueblo» 11 , o como una acción bipolar o blllormo entre la

palabra y el símbolo.

b) El diálogo se hace hoy necesario por el plura1ism~ que vivimos,

tanto en la sociedad como en la Iglesia 12 • Esta~os leJos. d~ una

Iglesia monolítica y uniformista respecto a su doctnna, ?1~CIphna y

normas de conducta. Naturalmente, el tránsito de una IglesIa lnte!fr~~a

(por no decir integrista) a un pueblo de Dios l!luralis~a, se hace dIfICIl.

Para unos esto constituye un proceso de desllltegraclO~: y par~ otros

una dinámica positiva de reformulación o de recuperaclOn. ~SI como

en la sociedad se da un pluralismo de grupos, valores y funclOn~s: en

la Iglesia existen diversos modelos de comunidad, escue~as teologI.cas

y tipos de espiritualidad. El diálogo, dentro del plurahsmo, e~ Imprescindible.

Según la exégesis actual, ~l NT es ya ~n maravIlloso

ejemplo y paradigma de diálogo entre umdad y plurahdad.

c) Las dificultades del diálogo cr~cen c~~ndo ~as personas o grupos

dialogantes pretenden poseer una mtenclOn universal, con la pr~tensión

de poseer la verdad o las claves para alcanzar la verdad. Detras

10. Cf J Lacroix El sentido del diálogo, Barcelona 1964.

11. L. 'M~ldonado: Estructuras y leyes de la celebraci?n, en CelebrIgl, 1, 234.

12. Cf. mi trabajo, La tensión unidad-pluralismo: IgVl 127 (1987) 7-17.



400 Teología Práctica

de estas intenciones o pretensiones se esconden inevitablemente cosmovisiones

o ideologías diversas e incluso antagónicas. Las tentaciones

del anatema o de la condenación rompen con frecuencia el diálogo.

Al adversario se le trata como enemigo, al cooperador como súbdito

y al ~esponsable como dictador. Es evidente que el diálogo debe renunCIar

de antemano a cualquier violencia, so pena de llegar a un

estadio beligerante en el que es totalmente imposible el mismo. Precisamente

por esta razón, no se dialoga suficientemente debido a la

voluntad de poder de una persona o de un grupo sobre los demás,

acompañada con frecuencia de imposición violenta 13. La voluntad de

P?der y el diálogo se excluyen; en cambio, la autoridad legítima es

dIalogante. Con todo, no hemos sido educados suficientemente en el

diálogo y en la tolerancia.

d) Sin propósito de llegar a un acuerdo no hay diálogo. El

diál?go es negociación, intento de mutua convicción, saber perder 10

partIcular para ganar entre todos lo universal. En el diálogo, cada parte

ha d.e expresar su discurso con entera libertad y amplitud, sin suprimir

el dIscurso contrario ni permitir que la otra parte se imponga de un

modo avasallador. Esto exige reconocer en cada posición una situación

histórica permanentemente perfectible y abierta a un futuro imaginado

pero desconocido. Las posiciones abstractas, desencarnadas y ahistóric~s

son poco propicias al diálogo. Quien no desea crecer y abrirse

no dIaloga. Es más, no dialoga quien no se arriesga, bien porque se

siente consciente o inconscientemente seguro, bien porque no desea

adquirir nuevos compromisos. El diálogo eclesial, desde las perspectivas

siempre inéditas del reino de Dios, presupone una Iglesia abierta

a nuevos horizontes.

. e) No todos los momentos son propicios al diálogo, ni todos los

dIálogos son posibles. Es ocasiones es inútil comenzar un diálogo,

sobre todo si una de las partes tiene «oídos sordos». A veces, cuando

una parte dialogante no posee «buena voluntad», es conveniente interrumpir

un diálogo, nunca el diálogo. De ordinario busca el diálogo

co~ mayor ahinco y necesidad la parte desvalida, y se resiste a dialogar

qUIen posee de antemano -a veces discutiblemente- el derecho, el

poder y la fuerza. En el diálogo eclesial ha de esforzarse siempre la

jerarquía en sus relaciones con el laicado, las curias respecto de la

base y las instituciones ante las instancias comunitarias.

13. ef. K. Rahner, Sobre el diálogo en la sociedad pluralista en Escritos de Teología,

Madrid 1969, vol. VI, 45-57.

'

Misión (Kerigma) 401

t) Para que se llegue dialogalmente a un proceso de decisión, es

conveniente elaborar en el seno del grupo un proyecto para que se

consulte a peritos y teólogos, responsables cristianos y pueblo de Dios.

Con las enmiendas oportunas, la comisión, mediante una dinámica

interna de diálogo o de interacción entre sus miembros, procurará que

las iniciativas de todos sus miembros se reduzcan a la unidad. En la

elaboración de decisiones es siempre más deseable una amplia participación

que una centralización.

Grupo consciente y organizado es aquel que toma decisiones por

unanimidad. Después de un lento proceso de elaboración en común

emerge la decisión final, acaso sin necesidad de votaciones. La unanimidad

se consigue en un ambiente de confianza y de cooperación, después

de estudiar los problemas en común, puesta la vista de todos en idénticos

objetivos. En definitiva, el diálogo deberá basarse en el saber competente

de los especialistas más que en la autoridad centralizada; en la variabilidad

de los procedimientos más que en la insistencia de un sólo proceder; en

la totalidad de las tareas más que en la simplificación de las mismas; en

una iniciativa con amplitud de miras más que en la iniciativa limitada;

en relaciones estrechas entre colegas más que en relaciones impersonales

y en defender las necesidades de las personas más que en favorecer los

intereses del sistema o de la institución.

Todo un proceso dialogal recorre la historia de salvación que culmina

en Jesús, diálogo pleno del hombre con Dios y de los hombres entre sí.

4. Ambitos del diálogo

Comenzamos por observar que en la Iglesia no hay suficiente

diálogo. Escasea tanto como en nuestra misma sociedad, quizá por

razones parecidas. La emancipación de la sociedad respecto de la tutela

religiosa, el desplazamiento de la ideología religiosa como ideología

dominante en el aparato estatal por otras ideologías, la quiebra de la

institución eclesiástica a partir del Vaticano II, la reducción práctica

del catolicismo a una subcultura o segmento de la sociedad y la aparición

de un variado e intenso pluralismo, han logrado que en el interior

de la Iglesia aparezcan en poco tiempo varias tendencias difícilmente

conciliables entre sí. De la ausencia del diálogo hemos pasado a una

situación en la que el diálogo eclesial se presenta poco menos que

imposible. Sin embargo, admitir de antemano que el diálogo eclesial

no es realizable sería dimitir de algo esencial al amor cristiano. Las

convocatorias eclesiales para el diálogo son cada vez más difíciles en

el nivel de un país entero, de una región o de una Iglesia diocesana,

mediante un sínodo o asamblea cristiana.



402 Teología Práctica

La Iglesia católica occidental perdió a lo largo de los siglos (desde

el feudalismo medieval al absolutismo del siglo XVIII) su dimensión

sinodal. De ahí los miedos y sospechas que suscita todavía hoy la

democratización de la Iglesia respecto a tomar decisiones comunes en

todos los niveles. Las instituciones colegiales creadas por el Vaticano

II (conferencia episcopal, consejo presbiteral, pastoral y de laicos,

sínodo de obispos), sean obligatorias o recomendadas, funcionan con

evidentes dificultades.

Dado el pluralismo que hoy existe en la sociedad y teniendo en

cuenta la pluriformidad de las Iglesias, parece difícil el diálogo de la

Iglesia con el mundo en un nivel abstracto y general. El sujeto eclesial

del diálogo con la sociedad es la Iglesia primordialmente diocesana o

local, incluso cuando el diálogo sea universal en razón de ciertos

contenidos, actitudes, sentidos y significaciones. La colegialidad es

primordialmente de las Iglesias más que de los obispos. Considerar a

la Iglesia universal como una extensa diócesis (de cuño occidental),

cuyo prelado es el Papa, siendo los obispos meros agentes de ejecución,

presupone una eclesiología insuficiente (la que se derivó del Vaticano

1), al desconocer a la Iglesia de Roma como Iglesia local, presentar

a la Iglesia católica como extranjera en todas partes (sobre todo en

Asia y en Africa) y anular la capacidad concreta de encarnación de

cada Iglesia particular en su correspondiente cultura para vivir la experiencia

real de la fraternidad cristiana. Se impone recuperar de nuevo

la dimensión sinodal a través de consejos decisorios - no meramente

consultivos - con objeto de llevar a cabo cualquier diálogo eclesial.

El diálogo no se realiza en una Iglesia con un modelo de organización

que los peritos llaman «tradicional» o «autoritaria». Es aquél

en cuya dirección predominan las personas mayores de edad, con una

función directiva de protector o de guardián, de acuerdo a una sociedad

estable, cuyo objetivo es mantener unas tradiciones, con una conciencia

limitada o nula de alternativas posibles, en la que la decisión

se transmite por una orden, sin consentimiento explícito de los miembros.

Responde a un liderazgo autoritario, con estructuras rígidas,

comunicación e influencia descendentes y toma de decisiones en la

cumbre. No sólo las ciencias modernas de la organización están en

desacuerdo con este tipo descrito, sino que la nueva eclesiología del

Vaticano II lo rechaza. Los nuevos métodos de gestión y dirección de

la organización humana coinciden en afirmar que el modelo organizativo

más eficiente y dialogal es el participativo-grupaP4.

14. ef. M. Suárez, La participación en la Iglesia. Un nuevo método de gestión y

dirección del personal en la empresa moderna aplicado a la Iglesia, Madrid 1972.

Misión (Kerigma) 403

Para que el diálogo sea posible y fructífero, parece necesario que

C

onstituyan grupos de trabajo y de decisión, entre los cuales han

se .' 1 . b

de estar presentes, a ser posIble a partes Igua es.' mI~m ros re~ponbI

es peritos y personas de la base. Cada vez IllsatIsfacen mas las

sa

reuniones

,

eclesiales decisorias

di'

.~orma as exc us~v~mente por sace~dotes

u obispos, sin la intervencIOn de segl~es .cnstIa~os. Una Ig~esJa

dialogante ha de saber elegir modelos orgamzatIvos afmes al ambIente

cio-cultural del momento histórico y rechazar modos caducos. La

~~sistencia actual, casi obsesiva, del p'rincipio jer~;quico, r~gulador

de la ortodoxia, provoca con frecuencIa una reaC~I?n contrana, nada

propicia a la creación del. diálogo. La respon.sabI~Idad del pa~tor ha

de ser siempre comprensIva, tolerante, no dIrectIva, c~n. obJe~o de

crear en el grupo cristiano un ambiente de corresponsabdIdad, Identificación

de objetivos y profunda cohesión. El diálogo se favorece

más con la confianza que con el mando 15 •

5. Prioridades del diálogo

Si el diálogo es fundamentalmente un espacio que considera diversas

alternativas para optar por un camino, unos medios y u~os

objetivos, podemos señalar hoy dos diálogos p~ioritarios: el r~latIvo

a las alternativas que se dan actualmente en la socIedad y el relacIOn~do

con las alternativas que se dan asimismo en el int~rior de la Igle~Ia.

En la actual sociedad española se presentan dIversas alternatIvas

políticas, con horizontes sociales, económico.s y c~lturales distintos,

que inciden en el ámbito religioso. El camb~~ socIal afecta pr?fundamente

a la Iglesia. También podemos admItIr q.ue todo Cam~I? de

Iglesia es cambio de sociedad,. al ~enos ~n la n;edI?a q~e l? re.lIgIOso

impregna a la cultura popular, mCIde en CIertos ~mbJtos}nstJtucIOnales

oficiales del poder y contribuye a sostener una IdeologIa de las clases

dominantes.

Si nos referimos a la totalidad de la sociedad, recordemos que en

el sínodo de 1974 el entonces cardenal Wojtyla, se refirió a cinco

mundos deferentes' en los cuales el diálogo desde la fe debe transcurrir

por caminos específicos. 1) Hay u~ mundo (el. d~ los p~i~es nord~tlánticos),

de corte occidental, imbUIdo de matenalIsmo teonco y pra~tico,

propio de la sociedad de cons~mo, e~ ,el que no se hac~ referencIa

a lo religioso; se hace ahí necesano. el dIalog?- fe-se~~I.arIdad. 2) Un

segundo mundo es el comunista de ImplantacIOn sovIetIca, propIO de

15. A. Godin, Cómo establecer el diálogo pastoral, BarGelona 1967; R. Hostie, El

diálogo, relación pastoral, Madrid 1968.



404 Teología Práctica

Misión (Kerigma)

405

las sociedades marxistas, con un ateísmo teórico y práctico; el diálogo

específico de este mundo es fe-increencia. 3) Un mundo enorme y

peculiar es el denominado tercer mundo, en estado de injusticia como

pecado social por su dependencia generada por el primer mundo, en

el que urge su liberación; se necesita ahí el diálogo fe-justicia. 4) Un

cuarto mundo es el africano, con religiones no cristianas y cultura no

occidental, dependiente además del mundo colonizador y dominador;

su diálogo característico es fe-cultura. 5) Finalmente, el quinto mundo

es el asiático, no cristiano, ajeno al evangelio y transido de espiritualidad

oriental; exige el diálogo fe-religiones.

Dentro de la institución cristiana se presentan hoy diversas tendencias

eclesiales que propugnan alternativas de Iglesia o en la Iglesia,

correspondientes a hermenéuticas bíblicas y políticas diferentes y que

exigen espacios de diálogo de un modo apremiante. El diálogo en el

interior de la misma Iglesia es difícil. Pretender que la Iglesia se

identifique con todas las tendencias es tan arduo como recabar que

esas mismas tendencias se consideren plenamente dentro de la institución

eclesial. El camino de la vía media entre dos extremismos, a

base de neutralidad, equilibrio y apoliticismo, no parece que satisfaga

a nadie. Se imponen hoy unos imperativos evangélicos y políticos

consciente y críticos, so pena de quedar la Iglesia marginada no sólo

de los grupos sociales más activos, sino del mismo pueblo, con la

evidente dificultad de ser en la sociedad pueblo de Dios. Este segundo

gran reto, que procede del mismo interior de la Iglesia, exige la creación

de un nuevo espacio de diálogo eclesial. Sólo así será posible

-para muchos- pertenecer a la Iglesia como espacio para el diálogo.

6. El diálogo en la evangelización

Junto al crecimiento del diálogo hoy advertimos una crisis de fe,

lo cual no significa que no se compaginen la adhesión a la fe y el

espíritu de diálogo, aunque en ocasiones estén en conflicto. Pero, cabe

preguntarse, cómo puede ser un diálogo que favorezca la aceptación

de la fe? Dicho de otro modo, es posible la propuesta de la fe en el

diálogo? Por otra parte se acepta que el diálogo es una forma de la

misión.

La fe entraña la adhesión a un valor que se toma como sagrado y

transcendente, que corresponde a un bien supremo y absoluto, pero

que de ninguna manera se opone al sentido del hombre. Por el contrario,

«el espíritu de diálogo -afirma G. Girardi- exige que se

pongan de manifiesto los valores y las verdades presentes en las otras

lClones»

. . 16

.

Pero al valorar todas las posiciones hay el peligro de

1 ., ,

pos 'nguna' Y al creer con fe en una transva oraCIOn, ¿como

creer en nI, " ? L .

nO d dialogar el creyente, por ejemplo, con un ateo.. o pnme~o

pue e e tener resente el cristiano es que goza de una autonomla

que d~~ de los v~ores humanos, aunque elig~'y acepta aquel~os valores

respec mI'dos por Jesús son evangehcos. Ahora bIen, la adue

por ser asu . 1 ., s

q ., al valor total y supremo que es el DIOS de os cnstIanos,. ~

hes~on 1 Dios de Jesús y el Dios del reino, no mutila la aceptacIOn

decIr, el' 1

t os valores con tal de no abso utIzar os.

de o ~ el diálo~o pastoral -escribe F.J. Calvo- se quiere ayu~ar

« n d r a ver su vida a la luz de Dios. A menudo se necesIta

al otro ~ apr: u

e lar o hasta llegar aquí. El hombre con el que esta-

~re~::~~oel diIlogo g pastoral ha perdido a menudo ~o sól~ el co~act~

Dios sino también con sus prójimos y consIgo mIsmo. n. ~

~~~Ogo p'astoral vamos a ayudarle a encontrar de n~evo 1Ja relacIOn

adecuada consigo mismo, con sus hermanos y con DIOS» .

BIBLIOGRAFIA

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Portare Cristo all uomo I (DIalogo), Rom .' ll' 165-172'

dialogue fait partie de la mission, en Portare Crlsto.a o~~o, o. c., '

Varios, El diálogo según la mente de Pablo VI, Madnd 19 .

16. G Girardi, o. c., 90. 9

17. F.' J. Calvo, Diálogo pastoral, en CFP, 23 .



21

EL COMPROMISO

Los conceptos de militancia y compromiso surgen entre los cristianos

en el interregno de las dos grandes guerras mundiales, cuando

se pone de relieve en la Iglesia la figura del seglar, se observa una

gran descristianización en ciertos ámbitos sociales y cobra interés para

la jerarquía católica organizar un bloque cristiano compacto y activo

en la sociedad laica. Hasta entonces, y a pesar de que ya se hablaba

en teología de la Iglesia militante, toda tarea ministerial descansaba

en el sacerdote. La Iglesia era hasta hace pocas décadas asunto de

curas activos y de laicos piadosos obedientes. Así, pues, cuando se

da realce al laicado surge la posibilidad del militante cristiano

comprometido! .

1. Significado del término militante

El término militante deriva de la palabra latina militia, que equivale

al conjunto de actividades castrenses relacionadas con la profesión de

los militares. El verbo militar aplicado a la acción política equivale a

ser activo en un partido o agrupación de personas que luchan por la

implantación de un ideal, frecuentemente utópico. La militancia de

tipo político aparece en el s. XIX con los movimientos sociales de

emancipación o de liberación. De una parte, el militante político es

un voluntario que cree posible cambiar el rumbo de la vida y se decide

a ponerlo en práctica. Quiere edificar una sociedad justa en la que no

haya dominio del hombre sobre el hombre. De otra parte, se organiza

1. Para la redacción de este capítulo utilizo los conceptos Militante, Movimientos

apostólicos y Consiliario elaborados por mí en DAbPast, como también mi artículo La

militancia cristiana: PastMis 142 (1985) 488-491.



408

Teología Práctica

Misi6n (Kerigma) 409

en fonn~ de aS,oc~ación disciplinada para llevar a cabo, con adecuadas

estrateg~as y tact~c~s, la realización de un programa político.

.. El tennmo militante es aplicado por la II y III Internacional a los

afIl~ad~s que 0p.tan por la clase obrera, tanto en lo político como en

lo ~mdI~~l. S~?un S. Carrasco, la militancia obrera se caracteriza por

la I?,entlfIcaCIOn con el pueblo trabajador, la defensa de la emancipacIOn

de la clas~ o?rera, la capacidad de analizar la situación y de

pone.r por obra tact~cas. ~e emancipación, la entrega generosa a la

propIa cl~se, la reahzacIOn de un trabajo cotidiano y paciente y un

c!~ro sentldo de la «ped~go~ía militante». Más tarde los partidos pohtlcos

de der~~has y los smdIcatos amarillos utilizan para sus miembros

la palabra mIhtante 2 •

periva~o del lenguaje militar, el concepto moderno de militante

aphcad? pnmero al ámbito político y después al religioso, incluye tre~

dImensIOnes: un c.uadro organizativo y disciplinado, una entrega activa

en la lucha y un Ide~l. o causa a la que se sirve con absoluta lealtad.

Cas~ extremo del ~1l1htante es el que está dispuesto realmente a dar

su. :'Ida por la p~tr~a, por la religión o por las dos cosas. y caso de

mIhtancIa extrahmItada es la del terrorista.

Al m!li~ante ~o le preocupa excesivamente el fundamento teórico

de su .~ractlca, smo la práctica misma, denominada praxis, a saber

la aCCIOn tran~fonnador? o revolucionaria. Tiene conciencia clara d~

que.?o es pOSIble. ~ambIar ~~ sociedad y sus instituciones sin organizacI~n

o a.grupacIOn. El mIhtante es miembro disciplinado con tendencia

a .eJercer el liderazgo, a mandar y a obedecer, incluso ciegam~nte.

TIene al~o?~ fanático y de carismático. Es ardiente, constante,

efI~az. La con':IccIOn cuenta en él más que la reflexión. Su lenguaje

esta lleno de afInna~ion~s rotundas, a veces dogmáticas y casi nunca

demo~tradas; ~studIa ~as o menos profunda o precipitadamente est~~tegIaS

y, ~actlcas y ehge los medios más idóneos de lucha, sin jus­

~IfIca~l?s etlcamente d~masiado. Finalidades y motivaciones casi se

I?entlfIcan. En cualqUIer caso, el militante suele ser un voluntarista

SIn sombras de. duda que encuentra placer en el compromiso y en la

lucha. Sus motivos personales apenas cuentan.

. ~o todos los .militante~ s?n igua.l~s. Hay militantes políticos y

reh.gIOSO~, de partIdo y de smdIcato, dmgentes y obedientes, activistas

y sImpatIzan!e~, de derec~~s y de izquierdas, genuinos e impostores.

Las caractenstI~~s del mIlItante varían según la época, el lugar, la

edad, la profesI.O?, el talante personal y la formación cultural. Por

supuesto, son mIhtantes prototípicos los fundadores de un movimiento

(198 2 5) S .. Carrasco, La figura ~el militante cristia~o: una reflexi6n crítica: PastMis 142

495,. cf. Y. Bourdet, Qu est-ce qUl jal! Courtr les militants? Analyse sociologique

d es motlvatlOns et des comportements, Paris 1976.

social o religioso de envergadura que responde a una necesidad vital

del momento, ejerce en su primera fase una transfonnación ostensible

y pervive a lo largo del tiempo con ciertos visos de vitalidad. Hay

militantes de por vida, inasequibles al desaliento, pero lo común es

que la militancia varíe con la edad, se transfonne o se apague. En

general, los militantes primeros pertenecen a clases sociales medias o

burguesas que sacrifican sus intereses materiales por el pueblo, hasta

crear una vanguardia de militantes objetivos procedentes de las capas

populares con conciencia de estar oprimidos.

2. Rasgos de la militancia cristiana

a) La militancia cristiana se origina en el ámbito seglar

Frente a una militancia laica e incluso laicista, había surgido a

finales del s. XVIII una militancia católica no siempre correcta evangélica

y políticamente. Por ejemplo, la milicia cristiana, tal como la

entendía en 1788 Menéndez Luarca, obispo de Santander, nos parece

hoy totalmente rechazable 3 • Según S. Carrasco, «aquella milicia cristiana

tenía sus armas, tenía que conquistar, era un ejército, y la

fonnaban soldados que luchaban contra el enemigo. Sus enemigos

eran los innovadores, que habían importado el veneno de Francia (la

Ilustración, las luces)>>4. En realidad, la Iglesia española militante del

s. XIX y primera mitad del s. XX fue una Iglesia beligerante contra

la Ilustración primero, y contra el liberalismo y socialismo después.

A finales de la década de los treinta la jerarquía católica tomó

conciencia del aislamiento de la Iglesia en el mundo político, social

y cultural moderno y se dio cuenta de que eran insuficientes las asociaciones

piadosas. El apostolado seglar organizado nació bajo el

mandato de la jerarquía como defensa de la Iglesia frente al laicismo

para cristianizar ciertos ambientes paganos o alejados, dada la escasez

de sacerdotes y sus dificultades apostólicas en detenninados ambientes

a causa de su propia segregación. De otra parte, fue importante la

contribución de E. Mounier (1905-1950) con su Manifiesto al servicio

del personalismo, editado en 1936. La vida personal es para E. Mounier,

«presencia y compromiso»5.

3. Cf. R. Mauri, Ideología y comportamiento del obispo Menéndez de Luarca (1784-

1819), Santander 1984.

4. S. Carrasco, La figura del militante cristiano, o. c., 492.

5. Cf. N. Zaza, Étude critique de la notion d'engagement chez Emmanuel Mounier,

Paris 1955; M. Montani, Persona e societa. JI messaggio di E. Mounier, Torino 1978;

Varios, Mounier a los 25 años de su muerte, Salamanca 1975.



410

Teología Práctica

Misión (Kerigma) 411

Como ejemplo de contraste, se crean en España los Círculos Obrer?s

Católicos y Sindicatos Católicos a instancias de la jerarquía y de

CIertos patronos católicos - tenidos por ejemplares - como alternativa

a los sindicatos de clase, rechazados como subversivos frente al sistema

establecido y contrarios al orden divino de la creación6 • Precisamente

«el. recurso a la religión católica como soporte ideológico y organizatIvo

para frenar una verdadera revolución estructural -escribe J. J.

Tamayo- fue uno de los factores explicativos del anticlericalismo

que prendió en la clase obrera»? Junto a los sindicatos confesionales

ca.tó~icos también se fundaron en la España de la JI República partidos

cnstIanos, como Acción Popular y Confederación Española de Derechas

Autónomas (CEDA), con el propósito de que los católicos

pudiesen ejercer su militancia en el terreno político. Según J. R.

Montero, la CEDA fue «el partido-instrumento de que se valía la

j~rarquía eclesiástica y el propio Vaticano para hacer de nuevo coincIdente,

en el plano de las realizaciones prácticas, sus intereses con

el bloque dominante»8.

Lo cierto es que como consecuencia de este tipo de militancia

católica en lo social y en lo político se produjeron -resume J. J.

Tamayo- tres consecuencias: 1) La «segregación de los católicos»,

en lugar de estar presentes en la sociedad «con un talante crítico

creativo y liberador, testimoniando así su fe por la vía de la solidaridad

con las causas de la justicia y de la libertad». 2) La «uniformidad

política», es decir, «una uniformidad de derechas, en detrimento de

las plurales manifestaciones políticas y sociales de la fe». 3) Un cierta

«beligerancia y agresividad», que «lejos de contribuir a la reconciliación

de las dos Españas, hizo más difícil todavía la convivencia civil»9.

b) La militancia cristiana se basa en una fe encarnada

Los movimientos apostólicos descubren el sentido de la militancia

cristiana en ~na doble perspectiva: la misionera y la temporal. De ahí

que caractencen a estos militantes cristianos dos rasgos básicos: su fe

personal y su compromiso político. Lafe del militante no es entendida

como mera respuesta personal a Dios, sino como entrega a las exi-

6. . Cf. D. Benavides, El fracaso social del catolicismo español, Barcelona 1973; J.

J. CastIllo, El sindicalismo amarillo en España. Aportación al estudio del catolicismo

social español (1912-1923), Madrid 1977.

7 .. J. J. Tamayo, La militancia de los cristianos: análisis histórico y teológico:

PastM¡s 142 (1985) 418.

8. J. R. Montero, La CEDA. El catolicismo social y político en la 1I República

Madrid 1977, JI, 102. ,

9. J. J. Tamayo, La militancia de los cristianos, o. c., 419-420.

de la vida para llegar a la vida. El com~romIs,o. del mIlIta?t~,

. s del reino de Dios vivido y realizado por Jesucristo. No se

genCla omo antaño, de ayudar a la salvación del alma, a la hora de la

trata, c ., . d 1 d

rte frente a los peligros de condenaclOn que proVIenen e e-

mue

.

,

el mundo y la carne;

. .. d h l' d 1

DI tan SIqUIera e acer apo ogIa e a

momo, . d 1 I 1 .

d t 'na católica luchando contra los enemIgos e a g eSIa en cruoc

n . l' d' .

za das o consagrando el mundo

.

a DIOS

1

en

.,

actos mu tItu InarIOS pre-

sididos por el primer mandatano de a naCIOn. . .

Los nuevos militantes laicos aparecen co~ ~l d~s.cubnmIent? del

evan gelio

,

la figura de Jesús de Nazaret, las

.

InjUstICIas

" S

y opresIOnes

1

SOCIa

. les y el valor del equipo o de la aSOCIaCIOn.

.

e crean

d'

escue

.

as

de militantes y, por supuesto, hay boletines especIales par~ lflg~ntes.

De ordinario se emplea el método jocista de ver la reahdad, j~zgar

evangélicamente y actuar desde dentro, no como esrectad~r dIstan-

. do Pero no basta un análisis cualquiera de la reahdad, SInO aquel

CIa . '1' .. rt

que tenga mayores garantías de objetividad. El.mI Itante ~?stIano pa e

denominado

al principio temporal, luego sOCIO-pohtIco y por ultI~o político

es algo más que trabajo, tarea o quehacer. E~ aceptacIOn d~liber;da,

empeño consciente y e~igenc~a étic~ de trabaj.ar raor los d~~~s

y por la sociedad para que surja aqu~ el reInO de DI~S . La m:s~on

del seglar cristiano en el mundo adqUIere un n~ev~ ,reheve apo~~ohco

cuando se atisba la importancia de la evangehzacIOn, la creaCIOn de

comunidades y el compromiso liberador. .. .

Los militantes laicos aparecieron, con teología y esplfltual.Idad

propias, en el desarrollo misionero de los movimientos apostó[¡c.os,

que se desplegaron en la Iglesia al terminar la segunda ~u~rra mu~dIal,

aunque habían surgido algunos años antes 11. Est?s movImI~ntos dIeron

un nuevo sentido a la militancia de los catóhcos, canalIZada hasta

entonces en partidos y sindicatos confesio~ales, conser,v~dores ~n lo

político y levemente reformadores en lo SOCIal. Su ~ropOSIto .-afIrma

J. J. Tamayo- fue «llevar el evangelio a los ambIent~s alejados del

cristianismo ... Lo hicieron encarnándose en esos ambIente~ y trabajando

desde ahí por la justicia social. En este sentido con~tItuyen un

novum en el modo de presencia de los cristianos en la socIedad»12.

En España se extienden estos movimientos en la dé~~da de los

cuarenta en el ambiente naciona1católico de la posguerra CIvIl y dentro

de una AC triunfalista y de cristiandad, ligada al régimen .victorioso

de la contienda. La jerarquía intentó con su ayuda conqUIstar «am-

10. Cf. F. Urbina, Reflexión histórico-teológica sobre los movimientos apostólicos:

PastMis 8 (1972) 29-124. .. . .

11. Cf. J. J. Tamayo, Movimientos apostó[¡cos especlO[¡zados, l. Presente. SalT 14

(1978) 304-314 Y 1I. Prospectivas de futuro: S~l1~ 15 (1979) 389-394.

12. J. J. Tamayo, La militancia de los CrlstlOnos, o. c., 420.



412 Teología Práctica

Misión (Kerigma)

413

bientes alejados» e implantar el «programa nacionalcatólico»13. Evid~n~emente,

la militancia de los cristianos pertenecientes a los mo­

VImIentos contrastaba con los católicos de la AC, ya que aquellos

tomru:on pronto con~iencia de las injusticias del sistema político y

asumIeron compromISOS de transformación con una mentalidad nueva

social. Al militar en organizaciones de izquierda, rompían con una

tradición católica conservadora. El respaldo lo encontraron en el Vatic

ano n.

d) La militancia cristiana se expresa en el compromiso

El término compromiso tiene, al menos, tres significados: como

empeño (<<me comprometo»), como dificultad (<<estoy en situación

c~mpromet~da») y como negociación (<<hay que llegar a un compromISO»).

EVI~entemente, el primer significado es el más importante 14 •

El co~pro~llso no es mero trabajo profesional sino tarea personal o

colect.Iva, hb:eme~t~ aceptada, conscientemente pensada, a partir de

unos ~mperatlvos etlcos, para ayudar a los demás, sobre todos a los

necesItados cuando la sociedad carece de algo fundamental relativo a

la ig~aldad,~ a la lib.er.tad. ~omprometerse equivale a luchar por un

cam~lO pohtlco o .r~hglOso. Im~ortante, dada una situación de dependenCIa

o de opreslOn. Ordmanamente el comprometido defiende los

derechos h~ma~~s y opta a favor de los pobres y oprimidos; está con

la parte m.as debll: Para comprometerse no basta la palabra sino que

es necesana la aCCIón, concreta y vinculante, disciplinada y organizada

o encuadrada dentro de un proyecto o plan.

El compromiso de los cristianos se justifica teológicamente desde

l~ con~~pción bíbli~: del «Dios con nosotros», comprometido con la

hberaclOn y salvaclOn de su pueblo, que comprende a la humanidad

entera: Está concepción de Dios se hace presencia y realidad total en

Jesucn~to, comprometido hasta la donación de su propia vida. La

comumdad de los creyentes es el grupo de los cristianos comprometidos

con la causa de Jesús, que es el reino de Dios. Es un compromiso de

ser hermanos, de servir al necesitado y de ser responsables y solidarios.

Surge el compromiso de los cristianos en el campo del apostolado

seglar, al tomar los laicos conciencia activa de ser miembros de la

Iglesia. ~e. generaliza con ~a presencia de los cristianos en el campo

de la pohtlca. El compromISO de los cristianos se entiende hoy como

13. Cf. C. Martí, Datos para un estudio sobre la Iglesia en la sociedad española a

partir de 1939: PastMis 8 (1972) 49-50.

14. Cf. mi trabajo Compromiso, en DAbPast, 87-88.

presencia activa en la sociedad al poner de relieve las exigencias

sociales de la fe. . . .

Ya dije que la fe se ha entendIdo a menudo sm compromISO, como

algo meramente religioso, espiritual o ritual. Por .esa razón se ~a

contrapuesto, en un dilema falso, la fe al compromISO. Lo contrano

de la fe no es el compromiso sino la no-fe, y lo contrario del compromiso

no es la fe sino el no-compromiso. Dic~lO con otras pal~bras,

la fe se enraiza o toma cuerpo en el compromISO a secas. RecIentemente,

la fe ha sido aceptada ge~erosamente c0ll!0 c~usa o motor del

compromiso. Y por supuesto, eXIste el compromISO sm fe. Lo que se

pretende es que la fe se entienda como. c?mpromiso porqu~ es C?~versión

y que el compromiso d~ .los cnstlanos co.bre un~ ?ImenSlOn

explícita desde la f~. En. d~fimtl~a el compromISO, cnstlanamente

entendido, es una eXIgenCia meludIble de la fe.

e) El consiliario, forjador de militantes cristianos

Para formar militantes cristianos en los movimientos apostólicos

surgió la figura del consiliario. Consiliario es un presbít~ro que d:­

sarrolla su ministerio en el campo del apostolado de los laICOS o, mas

especificamente, en la AC. En la Iglesia latinoamericana es denominado

asesor. Su función no está exenta de dificultades. De una parte

no es un dirigente propiamente dicho, ya que. a ~l no le cOl;~sponde

la dirección práctica y organizativa del mO~ImIe?to apost?h~o. De

otra, no es un simple capellán, ya que su aSIstenCIa no se hnuta a lo

cultual.

En primer lugar, el consiliario es un representante de la jerarquía,

que recuerda y hace cumplir el fin apostólico .de, la ~C, en cuanto

«cooperación de los seglares en el apostolado Jerarqmco». Los ~statutos

de la AC exigen del consiliario que garantice la ortodOXIa y

moralidad y vele por la fiel observancia de las normas emanadas por

la jerarquía. En segundo lugar, es un asesor cristiano que promueve

y dirige el sentido religioso d~~ movim~e?to apost?lico ::spect? .de la

educación cristiana, la formaclOn apostohca y la dImenslOn esp~ntu~l.

En tercer lugar, tiene un rol específico de educador .de CO?CIenCIas

cristianas. Ha de saber hacer de puente entre las dImenSIones del

Espíritu y las realidades temporales, a partir de una teología,! una

espiritualidad que mantengan el equilibrio entre la transcendenCia y la

encamación. En última instancia, el consiliario ha de ayudar. ~ que los

seglares se conviertan en verdaderos militantes, con actuaclOn y responsabilidad

propias 15.

15. M. Benzo, Hombres de Acción Católica, Madrid 1961.



414

Teología Práctica

Misión (Kerigma) 415

3. Transformación de la militancia cristiana

a) De la militancia religiosa a la militancia política

El Vaticano 11 consagró un estilo de militancia cristiana ya existente,

al reconocer el papel del seglar en la Iglesia, su carácter secular

en el mundo y su autonomía en las organizaciones apostólicas. Sencillamente

lo reconocía responsable del pueblo de Dios, con los obispos,

sacerdotes y religiosos. Pero al poco tiempo de celebrarse el

Vaticano II hubo crisis de militancia clásica cristiana, derivada de la

crisis de la AC. A la luz de las nuevas orientaciones eclesiológicas

del Concilio, el militante seglar no admitía una sumisión total, sin

autonomía, a la jerarquía eclesiástica, sobre todo cuando ésta se mostraba

reticente al compromiso político de los seglares, muchos de ellos

en plena sensibilidad con los movimientos sociales de liberación.

La crisis de la AC se produjo por un choque frontal entre dos

concepciones de militancia de los cristianos 16. De una parte, la jerarquía

-entonces muy conservadora- pretendía controlar los juicios

ético-evangélicos de los movimientos, críticos contra la dictadura franquista.

De otra, faltaba en muchos militantes un cultivo sereno de la

fe y una sólida tradición de militancia y se apreciaba un bajo nivel de

análisis social, una escasa formación teórica política y una apresurada

identificación de lo ético, lo religioso y lo político 17 •

De sobra es conocido el fenómeno del tránsito de militantes del

campo religioso a las plataformas políticas. En los primeros pasos de

la militancia, la fe fue para muchos causa o motor del compromiso,

al descubrir el mensaje social del evangelio, la radicalidad de Jesús

de Nazaret, la relación del reino de Dios con la sociedad, la situación

social injusta y la opción preferencial por los pobres. Pero poco a poco

algunos militantes cristianos abandonaron la reflexión sobre la fe (de

tipo teológico), se alejaron de la práctica religiosa (de componente

ritual) y desestimaron el moralismo católico (por su tufilIo burgués).

Llegaron a opinar que la fe era inútil. Esto ocurrió con militantes

cristianos que asumieron posiciones extremas de izquierda sin sentido

crítico y que lucharon junto a militantes políticos agnósticos o ateos 18 •

16. Cf. F. Urbina, ¿Militancia cristiana o militancia de los cristianos?: MisAb 76

(1983) 282-296.

17. Cf. F. Urbina, Interpretación de la crisis de fe de los militantes: PastMis 9 (1973)

21-39; A. Alvarez-Bolado, Compromiso terrestre y crisis de fe, en Vida cristiana y

compromiso terrestre, Bilbao 1970, 153-218; id., Algunos procesos de crisis de fe, derivados

del compromiso terrestre, en España: IgVi 37 (1972) 13-38.

18. Cf. J. J. Tamayo, Evolución de la crisis de fe de los militantes: SalT 14 (\978)

291-300.

En otros c

aso s

,

hubo militantes que sufrieron

. . .

tensiones

. 1 S

en su

'1'

fidelidad

. 1

rt encia cristianas con la IgleSIa lllstItuclOna. u mI ltancla es

y ped ~n ser permanentemente críticos con la jerarquía de la Iglesia.

con uJO a '" C"

Es el caso de los miembros perteneCIentes al mOVImIento nstlanos

por el socialismo 19 •

b) De los movimientos apostólicos a las comunidades de base

El declive de los movimientos apostólicos supuso una dismi~ución

de militantes cristianos. Apareció un nuevo tipo de seglar actIvo en

las comunidades de base que, junto a. sacerdotes encamad?s con el

blo y a religiosas situadas evangéhcamente en la~ ?arrladas popUf

es dieron lugar a otro tipo de militancia de los cnstIanos, menos

~~g~iz~da, más independiente de la jerarquía,. c~rcana al ~ueblo. ~ a

los ambientes sociales y en sintonía con los mOVImIentos de h.t'eraclOn.

La militancia de los cristianos observable en la~ comullldades no

es propia de unos pocos, sino característica del co.nJunto de todos los

mle . mbros . Incluso se da un cierto rechazo a la figura . ., destacada H

~el

dirigente por un sentido generalizado de democratlZaclOn. ay reSIStencia

a la admisión de cualquier liderazgo. No obstante, el des?ITollo

de los ministerios laicales en la comunidad a través de los denomlllados

«líderes», «presidentes de asamblea», «c~te9uistas», etc., muestra el

nuevo derrotero de la militancia de los. C~IStIan~s.

En definitiva, el nuevo militante cnstIano lalcO e~~r,ge hoy po~ la

transformación del ministerio sacerdotal, la d~s~par~clOn 'progreSIva

del estamento clerical, el crecimiento de los mllllst~nos lalcale~ y las

necesidades que posee la evangelización de la IgleSIa en la SOCIedad.

4. La militancia y el compromiso en la acción política

a) Todas las realidades humanas poseen una dimensión política

Lo político es una dimensión esencial de la acti~i~ad humana que

engloba lo económico, lo social, lo cultural y lo rehg.lOso; penet~a en

toda nuestra existencia. El ser humano - se ha repetIdo con, ra~ones

un animal político. Dicho de otro modo, el hombre esta SItuado

políticamente. Para algunos, lo político es un fenómeno en~lobante'y

totalizador que abarca al ser humano íntegramente. Otros pIensan, Slll

19. Cf. Cristianos por el socialismo: 17 años de compromiso a través de 38 documentos:

Diálogo 14-15 (\989).



416

Teología Práctica

Misión (Kerigma) 417

emb:n-go, que lo político no se identifica plenamente con toda la existenCIa

colectiva y que la política no abarca a toda la persona individualmente

considerada. De hecho hay realidades que no son directamente

políticas.

La p~lítica es el ?I?do preciso de manejar el campo de lo político.

Es e.l conJun~o de actIvIdades sociales relacionadas con la «res publica»

o~ SI. se prefIere, con la conquista, conservación y ejercicio de poder

publIco por parte de unos grupos organizados para esta tarea. Sin la

participació?, políti~a el pueblo es inmaduro. La acción política es,

pues, la aCCIOn medIante la cual el hombre y la mujer son ciudadanos.

No faltan quienes reducen la política a lo puramente social basados

en que las únicas soluciones verdaderas son precisamente téc~icas. De

este modo, los tecnócratas reducen lo político a lo económico.

b) La participación política concierne a todos los ciudadanos

~a acció~ polític~ no es a~~nto reservado al príncipe, como pretendIa

MaqUIavelo, ~1I es cuestIOn reservada a los dirigentes públicos.

Es asunto que co~cIerne al pueblo que, por ser soberano, ejerce un

poder sobre la socIedad, poder basado en su misma realidad humana.

No es concesión del gobernante; es expresión de la libertad ciudadana

mediante la cual el pueblo decide la construcción de la sociedad qu~

desea, designando a sus propios responsables. Por esta razón en la

política entran en juego el poder y la libertad en función de ~n desarrollo

de la justicia. La acción política asume el carácter histórico

y p~blico de la existencia humana en un campo de lucha de fuerzas

socIales opuestas, entre la sociedad que se nos da y la sociedad que

deseamos construir. Por esto, la política ha de crear las condiciones

sociale~ de libertad y de justicia, con el reconocimiento de los otros.

E.n estnct.? rigor, la política se relaciona con el poder respecto del

bIen comun.

c) La neutralidad política es imposible

Toda persona, a la hora de pensar y de actuar en su relación con

los otros, .incluso en ~a ~ida cotidiana, no es nunca neutra u objetiva.

Ve la realIdad con ~n~~nos personales establecidos de antemano, que

dependen de la tradIcIOn heredada, de los intereses despertados y del

ambiente social en el que nos movemos. De hecho todos somos

partidistas, a saber, enfocamos las cosas públicas de un ~odo concreto

e interesado, más o menos desarrollado o vago. Ninguna opción es

neutra.

d) No todas las visiones políticas son legítimas

Para juzgar si una acción política es ~umana ~ racional, .ad~más

d ser eficaz, se necesita un análisis de dIcha realIdad y un JUCIO de

s:s valores, de acuerdo a unas opciones éticas previas. La escala de

lores variará en unas personas y en otras. Con todo, hay algunos

V~terios fundamentales que justifican una determinada política, como

cn el caso de los derechos de las personas y de los pueblos; las garantías

e~ el ejercicio de las libertades democráticas; la sanida? públic~ Y

e eguridad social al servicio del pueblo; la enseñanza básIca gratUIta;

~a lucha contra toda opresión; la soli~~dad co~ ~as víctima~ d.e la

represión; el acceso del pueblo a las decISIones pohtIcas; la sensIblIdad

por los proble~as de ,l~ c~muni?ad internacional, ~t~. .

En la eleccIOn polItIca mtervIenen muchos ~ondIcIOnanuent?s p!?­

cedentes de la historia personal, opciones de VIda tomadas, ubIcaCIOn

de vivienda, género de trabajo, etc. Todo esto influye a la hora de

trazar un análisis y tomar una decisión.

5. Relaciones entre fe y política

Tradicionalmente se ha dado entre los cristianos una cierta desconfianza

de la política, sobre todo de la política de izquierdas. Los

dirigentes católicos de la derecha en el poder e incluso !os responsa?~es

en la dirección de la Iglesia han afirmado con frecuencIa que la pohtIca

es para el cristiano nociva. De un mod? ~nt~resado se ~efe~día. ,al

mismo tiempo el carácter espiritual del cnstIamsmo o la pnvatIzacIOn

del mensaje cristiano y la implantación de un ré~imen polí~i~o que

tuviese, por constitución y leyes, un carácter ca~I ecle~IOcratICo. A

partir de la concepción pública de la fe se defendIa un SIstema .moral

y político garantizador del orden social, de acuerdo a la doct~ma de

la Iglesia. Si se implantaba el contrario, habría que derrocarlo, mcluso

por medio de la cruzada. . , .

Después del Vaticano 11 ha dado un viraje notable la actItud pohtIca

de los católicos, no tanto por impulso como por desbloqueo .. En unos

pocos años hemos pasado de la política cristiana a la pr.axIs de los

cristianos en la política. La gama de militancia de. ~ristIanos .en el

campo político es hoy muy variada; antes del ConcIho era caSI monolítica.

De hecho, la Iglesia favoreCÍa tradicionalmente el conservadurismo

social defendía ciertos valores de la «civilización cristiana»,

se sentía pr~tegida con los regímenes de l~ derecha y pret~~día

agrupar al electorado de los católicos en .un nusmo frente pol~tIco,

ordinariamente conservador. Con los cambIOS operados en la socIedad



418 Teología Práctica

y en la Iglesia posconciliar ha emergido en pocos años una nueva

conciencia política mediante una visión diferente de la realidad social,

unas hermenéuticas evangélicas y teológicas liberadoras y unos planteamientos

evangelizadores renovados. Se ahonda más en los pecados

sociales, en las interpretaciones seculares, en la transformación de las

estructuras del mundo globamente considerado y en las urgencias inaplazables

del tercer mundo.

Las relaciones entre la fe y la política pueden ser expresadas básicamente

de tres modos:

a) La fe y la política no son magnitudes

absolutamente separables

Ciertas teorías antiguas sostienen que la fe y la política son dos

magnitudes de distinto orden; entre sí hay una dicotomía. Para mantener

la autonomía de la acción política y preservar la originalidad del

mensaje cristiano se privatiza y espiritualiza la fe cristiana. Precisamente

por tener un concepto peyorativo de la política se la consideraba

funesta, impura o incluso satánica.

Esta postura era propia de los católicos antes del Vaticano II, con

algunas excepciones. Se afirmaba que la Iglesia está por encima de

los intereses, luchas y partidos políticos, ya que posee unos intereses

superiores: los del reino de Dios, concebido como «reinado social del

Corazón de Jesús». En los umbrales de la Iglesia debían detenerse los

conflictos políticos. Incluso llegó a decirse que la Iglesia defendía la

política ideal de la humanidad.

Ni la fe es pura transcendencia ni el evangelio es neutro. Dios nos

juzgará por nuestras relaciones caritativas con los demás. El evangelio

nos enseña a inclinamos por el más débil, por los marginados, por los

pobres.

b) La fe y la política no son magnitudes totalmente identificables

Algunos han visto la relación entre fe y política como relación de

causa a efecto al afirmar que la fe lleva inexorablemente a un determinado

compromiso político, sin caer en la cuenta que la visión cristiana

es abierta, que no se identifica con un sólo sistema de respuestas.

El creyente se encuentra en la acción política prácticamente como el

no creyente. Al comprobar que hoy se dan cristianos que militan en

diferentes partidos políticos, se deduce que la fe no suscita opciones

y decisiones políticas unánimes. La unanimidad en la fe no conduce

Misión (Kerigma) 419

automáticamente a una similitud en decisiones políticas. ,E~ cristian~,

como el no creyente, se ve oblig,ado a e,scoger entre mult~pl~s P?SIbilidades

políticas. Su fe le dara energIas y fuerzas, le mCItara al

compromiso pero no le ofrecerá indicaciones precisas, las culaes tendrá

que descubrirlas por su cuenta.

De una parte, hay que afirmar resueltamente que la política goza

de autonomía respecto de la fe. Una decisión política no ~e de~uce

sin más del evangelio sino del análisis de unos hechos y sItuacmes,

de unos métodos y de una ideología, elementos todos ellos que no .se

derivan de la fe. Esto sigue siendo válido aunque el político sea CrIStiano

y quiera actuar según algunos criterios que se ~educe~ ~el evangelio.

El político, aunque pertenezca a u?a com~n~dad crIstIana, no

tiene por qué rendir cuentas de sus a~tuaclOnes pubhc~s a los responsables

eclesiales. Lo documentos reCIentes de la IglesIa muestran que

la política tiene su propia consistencia. Aunque sus palabras se expresen

en nombre de la fe, se apoyan en e!eme~to~ o argumentos que

no se derivan exclusivamente de la doctrIna CrIstIana. En la medIda

que estas intervenciones cont~e.nen elementos contingen~es, son ~~ceptibles

de ser sometidos a CrItIca desde otras fuentes de mformaclOn

o de análisis.

De otra parte, la fe es autónoma respecto de la política. La fe

cristiana es original; es relación personal con Jesucristpo, en el s~~o

de una comunidad, respuesta a la llamada del Padre que nos ~fIha

como hermanos. La fe incluye la liberación del hombre y admIte lo

transcendente. Da respuesta al sentido de la existencia.

c) La fe y la política son instancias concurrentes

En la práctica, el creyente no hace distinciones; cr~~ y se c?mpromete

políticamente al mismo tiempo. La fe y .la pohtIca son mstancias

totalizadoras que no se excluyen, que se mterpelan y que se

encaman en una persona concreta. Incluso la teología pos conciliar

aprecia la necesidad de la acción política, reacciona contra el carácter

privatizador del cristianismo peculiar de algunos cristianos, señala la

acción política como lugar de liberación histó?ca, ~~ent~a ~l. papel

crítico y profético de la Iglesia, no separa hberaclOn hIstOrICa de

salvación religiosa y sostiene que el cristianismo p~s.ee, d~sde la esperanza,

una fuerza renovadora social. La fe y la pohtIca se mterr~~an

mutuamente. Existen ciertas exigencias de la fe en el campo pohtIco

y ciertas exigencias políticas en el do~in~o de la fe. ~~ hech?: la

opción política influye en la fe y la fe mflmye en la opclOn pohtIca.

De una parte, aunque la dignidad de la persona h~m.ana y}os

derechos sociales no son patrimonio exclusivo de la fe crIstIana, SI es



420 Teología Práctica

11. CATEQUESIS (DIDASKALIA)

propio del cristianismo la afirmación de la vocación divina del hombre;

la persona no se reduce a un conjunto de relaciones. También es propio

del cristianismo la concreción de la culpa como pecado delante de

Dios. Precisamente porque la política engendra a menudo tensiones,

conflictos, odios y guerras, la fe nos revela el origen de las disensiones

y la llamada a la reconciliación. Además por su función utópica, la

fe no sólo reconoce los intentos y esfuerzos de los hombres para

constuir una sociedad cada vez más humana y más justa, sino que nos

propone la edificación de un reino definitivo, que es de aquí aunque

todavía no en su plenitud. De ahí que la fe pueda ser instancia crítica

en la acción política.

BIBLIOGRAFIA

R. Aguirre, Reivindicación crítica y autocrítica de la dimensión pública

de la fe cristiana: SalT 77 (1989) 615-626; R. Belda, Los cristianos en la vida

pública, Bilbao 1987; F. Biot, Teología de las realidades políticas, Salamanca

1974; A. Birou, Lucha política y fe en Jesucristo, Madrid 1974; R. de Giuseppe,

Compromiso cristiano Madrid 1968; J. Lois, Identidad cristiana y compromiso

socio-político, Madrid 1989; R. Metz - J. Schlick (ed.). Politique et foi, Strasburg

1972; J. 1. Tamayo, Historia, pedagogía y teología de la JOC española,

Universidad Pontificia de Salamanca 1976 (tesis doctoral inédita); L. G. del

Valle, ¿El cristiano comprometido, pierde la fe?, Bilbao 1978; Varios, Vida

cristiana y compromiso terrestre. V Semana de Teología de la Universidad de

Deusto, Bilbao 1970; Varios, Educación de fe y compromiso cristiano, Madrid

1976.

Números especiales de revistas: La militancia cristiana: PastMis n 142

(1985/5).



22

LA CATEQUESIS

En estrecho contacto con la evangelización, el segundo ministerio

profético o de la palabra es la catequesis (cf. SC 9), «tarea absolutamente

primordial» (CT 15) de la Iglesia porque concierne a la educación

de la fe y a la formación de creyentes; en su ejercicio se reflejan

los planteamientos bíblicos, teológicos, morales y políticos; su desarrollo

exige una correlación entre experiencia humana y experiencia

cristiana; es vital en la iniciación cristiana y, finalmente, es el ministerio

más participado por muchos creyentes. Se puede afirmar que la

renovación de la catequesis es renovación de la Iglesia y al revés. «En

los últimos decenios - afirma el Mensaje del IV Sínodo de los Obispos

de 1977-, la catequesis ha sido en el mundo entero terreno privilegiado

y fecundo para la renovación de toda la comunidad eclesial»

(n.4)[.

1. El término catequesis

El sustantivo catequesis proviene del verbo neotestamentario catequizar

(kat-echein), que significa etimológicamente hacer resonar

una palabra en el oído de un oyente y suscitar una respuesta. Al verbo

simple echein, que significa «resonar», se une «kerusso», que equivale

a anuncio o proclama. En los escritos paulinos y lucanos del NT se

relaciona con la transmisión y recepción de la palabra y del evangelio;

equivale a enseñar a alguien los hechos de la vida de Jesús (Hech

18,25) o el contenido de la fe antes del bautismo (1 Cor 14,19; Gál

6,6). Recordemos que en el judaísmo precristiano existía la instrucción

1. Tengo en cuenta mi trabajo La catequesis, cap. 22 de TeoJAP, 356-367.



424 Teología Práctica

en la ley de Dios (Rom 2)2. Para ayudar en la transmisión de la fe se

daban en el pueblo de Dios diversas fórmulas breves o pequeños credos

históricos (Dt 6,21-25 Y 26,5-10). La recitación de algunos textos (Dt

6,7-9) ayudaba a la enseñanza, a la meditación y a la vida práctica.

De acuerdo con muchos exegetas, catequesis puede entenderse

como instrucción bautismal; es, pues, enseñanza fundamental en lafe

o de la fe a los catecúmenos. Así se entendía la acción de catequizar

(catechizare) en el s. 11. Se justifica por el encargo misionero de

Jesucristo: «Id y haced discípulos de todas las naciones ... yenseñadles

a guardar todo lo que os mandé» (Mt 28, 19-20). «Con el concepto

katejeo -escribe K. Wegenast- el cristianismo primitivo adquiere

una designación específica, tanto de la misión como de la vida de la

comunidad: la enseñanza acerca de la acción salvífica de Dios»3.

Semejantes a catequesis son las palabras neotestamentarias didaskalia

(enseñanza) y didajé (instrucción, información, doctrina).

Cristo proclamó la buena nueva y enseñó en las sinagogas, en el

templo y al aire libre. Con frecuencia se le llamó «maestro» (didascalos,

traducción del hebreo rabbí), si bien enseñó de un modo nuevo,

con autoridad (Mc 1,27), continuada después de su muerte; en algunos

textos se le designa «el maestro» (Mt 9,11; 17,24). El sermón de las

bienaventuranzas y las instrucciones que dio a sus discípulos constituyen

el núcleo de la enseñanza cristiana (cf. c. 5,6 Y 7 de Mt).

También los apóstoles desarrollaron esta instrucción con todos aquellos

que ya estaban convertidos (Hech 28,31). Después del kerigma, contenido

esencial de la evangelización, viene la propuesta de la doctrina

de Cristo o la didajé, que consiste en «las enseñanzas, ya orales, ya

escritas» (2 Tes 2,15). Es una instrucción de la verdad de Jesucristo

(Ef 4,21). La deben realizar el apóstol y sus sucesores. San Pablo

aconseja a Timoteo y Tito que enseñen la verdadera doctrina (2 Tim

4,2-4 y Tit 2,10-14).

La misión del evangelizador consiste en suscitar la fe; el oficio del

catequista pretende desarrollarla y madurarla. Según el NT, la catequesis

desarrolla el contenido kerigmático de la acción misionera e

introduce a los convertidos en la comunidad cristiana para que madure

su fe y se mantenga viva. Se dirige, por consiguiente, a convertidos

que ya han recibido, acogido y entendido globalmente el kerigma o

mensaje. Sin el kerigma cristiano, la catequesis corre el riesgo de ser

mera enseñanza religiosa. Por el contrario, la palabra de Dios aparece

en la catequesis como palabra noética y de iluminación. Al mismo

tiempo que mantiene la fe de conversión, la catequesis desarrolla la

2. ef. P. Mourlon Beernaert, Le verbe grec «katechein» dans le N.T.: LurnVit 44 (1989)

377-387; A. Exeler, Esencia y misión de la catequesis, Barcelona 1968, 173-181.

3. K. Wegenast, Enseñanza, en DTNT, n, 89.

Catequesis (Didaskalia) 425

d· lme

nsión doctrinal del mensaje cristiano.

. .

El convertido,

..

introducido

. t

la catequesis en el misterio de Cnsto, mtenonza progreslvamen e

pOd r s los aspectos que posee el cristianismo y los hace personales,

toO

munitarios y sociales. La base de la catequeSIS

.

es

nsto y e

1

evan-

COro en la Iglesia al servicio del mundo. La palabra didascalia no se

~e l~a en los Hechos ni en las cartas a los Corintios, ya que son doamentos

fundamentalmente kerigmáticos. Por eso se repiten ahí los

~:rminos kerigma y evangelio. La didascali~ es el ~l:imo paso en la

transmisión de la palabra de Dios; ~s. una m~tr~cclOn basada en la

Escritura que incumbe a todos los ml.mstro~ cnstIanos. .,

El oficio del maestro (la didascalza) esta en estre~ha rela~lOn con

el evangelio (1 Tim 1,10) Y con las palabra~ de Jesucnsto (1. Tll~ 6,3);

es una regla objetiva de la predicación (Tlt 2,1), que Jos ImplOs rechazan

(2 Tim 4,3), pero que ilumina la vida de los fIeles porque se

orienta hacia la enseñanza de los cristianos. Señala las líneas generales

de la doctrina en relación a la revelación histórica de Dios, tal como

la Escritura narra; debe producir frutos religiosos y m?rales en los

fieles. Es un don del Espíritu Santo (Rom 12, 7). En realIdad, no trata

tanto de instruir en una doctrina cuanto de conducir al hombre a la

salvación. En la enseñanza catequética no se debe ir solamente a la

inteligencia del oyente, sino a la totalidad de su persona. .

Durante los s. II Y III, época dorada del catecumenado, catequeSIS

y catecumenado se implican mutuamente; su raíz es la misma. Por

esta razón, al desaparecer el catecumenado de adultos desaparece ~n

estricto rigor la catequesis 4 • Catequizar signif~cará en la Ed~~ MedIa

realizar la tarea que tenían los padres y padnnos ~on los mnos, ~autizados,

a quienes enseñaban el Padrenuestro, el Slm~olo apostolIco,

el Avemaría y los rudimentos de la piedad .y de la .~lda honesta .. En

este tiempo se hablará preferentemente de ~nstrucclOn, .acto refendo

a las preguntas y respuestas previas al bautIsmo de un mfan~e. Reaparece

la catequesis con la aparición moderna de los cateCIsmos a

partir del s. xvr.

2. La época de los catecismos

Se denomina época de los catecismos al peri.odo que ~a des.de

comienzos del s. XVI hasta la renovación catequétIca en las mmedlaciones

del Concilio, por la importancia que tuvieron lo~ catecis~os,

divulgados gracias a la imprenta. La catequesis de este penodo eqUIvale

4. ef. mi libro Para comprender el catecumenado, Estella 1989.

5. ef. J. Audinet, Catequesis, catecisnw, catequética, en SM, 1, 683-692.



426 Teología Práctica

a instrucción religiosa o enseñanza de la doctrina cristiana, dirigida

normalmente a niños, en forma de preguntas y respuestas, contenida

en el catecismo, libro aprobado por la autoridad eclesiástica.

Se atribuye a Lutero el uso del término catecismo (Katechismus)

y la difusión de este instrumento pastoral, entendido por él como

«síntesis y copia de toda la Escritura». El reformador alemán publicó

sus obras Pequeño catecismo (1520) -«para instrucción de niños y

de gente sencilla»- y Gran catecismo (1529) con sentido escriturístico,

dada la «adulteración» que en su opinión había entonces de la

Biblia 6 • No obstante, siguió la división antigua de las cuatro partes:

mandamientos, símbolo, padrenuestro y sacramentos. Precursor de

este tipo de catequesis fue asimismo Erasmo de Rotterdam, gracias a

sus trabajos Christiani hominis institutum (escrito en colaboración con

J. Colet en 1512), Inquisitio defide y Symboli apostolorum 7 • En 1529

Juan de Valdés editó en Alcalá el primer catecismo de sabor humanista

titulado Diálogo de doctrina cristiana, que prohibió la inquisición 8 •

Con éxito más duradero, aunque no exento de dificultades, publicó

C. Ponce de la Fuente tres catecismos dirigidos a niños, adultos y

clérigos en los años 1543, 1547 Y 1548, basados en la historia de

salvación como hilo conductor del mensaje cristian0 9 • En España se

publicaron un centenar de textos catequéticos notables, influidos por

la renovación exegética de Alcalá, el aporte teológico de Salamanca

y las exigencias misionales de América JO • Así, son de notar los catecismos

de Alfonso de Madrid (1526), Pedro de Soto (1548), Domingo

de Soto (1552), Gregorio de Pesquera (1554) y Bartolomé

Carranza (1558)1l. Para enseñar el catecismo en las tierras recién

conquistadas se utilizaron las denominadas doctrinas cristianas breves,

usadas por primera vez en México por los «doce frailes de san Francisco»

a partir de 1524. Se deben añadir los catecismos de Juan de

Ribas (México 1537), fray Juan de Zumárraga (México 1539), Pedro

de Córdoba (México 1544), Pedro de Gante (México 1544) y J. de

Acosta (Lima 1583), mandado redactar este último por Toribio de

Mogrovejo (1538-1606) con ocasión del III Concilio provincial de

6. Cf. M. Lutero, Catecismo breve para uso de los párrocos y predicadores en general,

en la ed. de T. Egido, Lutero. Obras, Salamanca 1977.

7. Cf. M. Bataillon, Erasmo y España, México 1966.

8. Cf. J. de Valdés, Diálogo de doctrina cristiana, Madrid 1979.

9. Cf. J. R. Guerrero, Catecismos españales del siglo XVI. La obra catequética del

Dr. Constanti/W Ponce de la Fuente, ISP, Madrid 1979. .

10. Cf. J. R. Guerrero, Catecismos de autores españoles de la primera mitad del siglo

XVI (1500-1559), en Repertorio de las ciencia eclesiásticas en España, n, Salamanca 1971,

225-260.

11. Cf. la edición del catecismo de B. Carranza Comentarios sobre el Catechismo

Christiano, 2 vols., prepatada por J. I. Tellechea, Madrid 1972.

Catequesis (Didaskalia) 427

Lima (1582-1583); fue el primer libro impreso en América, con la

característica de ser trilingüe: castellano, quechua y aymará. La Compañía

de Jesús, aprobada en 1540, ejerció un gran influjo catequístico,

ya que el mismo san Ignacio se preocupó personalmente de la instrUcción

religiosa de los niños. Son célebres las doctrinas de los jesuitas

extendidas por América y el Extremo Oriente, en donde misionó san

Francisco J avier!2.

Especialmente célebres han sido entre nosotros los catecism,os de

los jesuitas J. Ripalda (1535-1618) y G. Astete (1537-1601); el pnmero

publicado en 1591 y el segundo en 1593, ambos en uso durante tres

siglos y medio hasta 1957: el Astete en la mitad norte de España y el

Ripalda en la mitad sur!3. Por su categoría oficial tuvo especial relieve

en toda la Iglesia el Catecismo Romano de San Pío V (1566) o Catechismus

ad parochos, escrito para párrocos a instancias del tridentino

como manual de predicación 14 • Mantiene la división clásica de las

cuatro partes de la doctrina cristiana. En toda Europa se divulgaron

los tres catecismos de Pedro Canisio (1521-1597) de los años 1555,

1556 Y 1557 Y los dos de Roberto Belarmino (1542-1621), publicados

en 1597 y 1598. Por influjo de este último se utilizó corrientemente

el método de preguntas y respuestas; también sirvió su obra de modelo

para el pretendido catecismo universal del Vaticano I (1870), que no

llegó a ser editado, ya que dicho concilio no concluyó sus tareas al

ser aplazado indefinidamente por la guerra que estalló entre Francia

y Alemania 15 •

Fue importante el decreto de Trento (1545-1563) del 11 de noviembre

de 1563, último año de sesiones conciliares, que establecía

este mandato: «Los obispos cuidarán que, al menos los domingos y

días de fiesta en todas las parroquias, sean instruidos los niños en los

primeros rudimentos de la fe y en la obediencia que deben a sus

padres». Por esta razón, la catequesis postridentina se daba ordinariamente

los domingos por la tarde en las parroquias. Ayudó notablemente

la Cofradía de la doctrina cristiana, fundada en Milán en 1560 y

extendida rápidamente a todos los paises cristianos. El contenido catequístico

adquirió un cierto tono polémico antiprotestante, prevaleciendo

la formulación dogmática sobre la exposición bíblica y el vocabulario

abstracto sobre la narración histórica. Ante la amenaza de

12. Cf. Francisco Javier, Cartas y escritos de S. Francisco Javier, ed. prepatada por

F. Zubillaga, Madrid 1953.

13. Cf. L. Resines, Catecismos de Astete y Ripalda. Edición crítica, Madrid 1987.

14. Cf. Catecismo Roma/W, Madrid 1956; P. Rodríguez - R. Lanzzetti, El catecismo

romano: fuentes e historia del texto y de la redacción, Pamplona 1982; id., El manuscrito

original del catecismo romano, Pamplona 1985.

15. Cf. B. Marthaler, El Sí/Wdo y el catecismo: Conc 208 (1986) 423-431.



428 Teología Práctica

la herej~a, pasa a un primer plano la preocupación por la ortodoxia y

la exactItud doctrinal. «Así -escribe E. Germain- toma carta de

naturaleza una nueva concepción de la formación religiosa entendida

como una catequización. sistemática a la que se asocian obligación,

text.o y maestro; con la Idea, además, de que en un librito se puede

decIr todo lo que es necesario para vivir cristianamente»16

1?~sde el.s. XVIII se acentúa el carácter ético del catecismo, que

se dmge caSI exclusivamente a los niños, dentro de la escuela o mediante

un marco escolar. La catequesis se transforma en enseñanza

r~ligiosa. Prá.cticamente los s. XVIII y XIX representan la época clá­

SICa del catecIsmo, ~erced al cual generaciones de católicos en Europa

se forman de un mIsmo modo cultural y cristiano respecto de la persona,

la familia y la vida social. En el s. XIX se dan en España, dentro

de esta concepción religiosa, algunos catequistas populares como san

Antonio María Claret (1807-1870). En el siglo pasado surgen muchas

congr~gaciones religiosas dedicadas a la enseñanza religiosa, como

ClaretIanos, Damas Catequistas, Adoratrices, Hijas de Jesús Compañía

de Santa Teresa, etc. Como consecuencia de esta here~cia se

h~ relac~on~do hasta hace poco el concepto de catequesis con c~te­

CIsmo, hbnto usado por los niños como preparación inmediata a su

primera comunión. A pesar de que intenta ser iniciación a la fe

instrucción religiosa, regla de conducta e interpretación de la tradición'

la catequesis del catecismo, propia de la cristiandad (estado confesional

católi~o'y coherencia Iglesia-sociedad), es una reducción de la teología

escolastIca ?~ los sacerdotes, usa un lenguaje abstracto alejado de la

pastoral, utIhza poco y mal la Biblia, no parte inductivamente de la

vida y se impone memorísticamente desde arriba con un sentido autoritario

doctrinal.

3. Renovación contemporánea de la catequesis

a) El movimiento catequético antes del Concilio

. Coincidiendo ~on ~iversos movimientos de renovación que surgIeron

en la IglesIa a fmales del s. XIX y primera mitad del s. XX

s~ ~rodujo el 111;0vimiento c~teq.uético, gracias a la renovación peda~

gOgIC~ proI?ovIda por la CIenCIas de la educación, mediante la pedagogIa

actIva y el auge de la intuición. A partir del congreso de Viena

en 1912, influyó sobremanera en la catequesis el Método de Munich,

16. E. Gennain, Catecismo (institución), en DicCat, l39.

Catequesis (Didaskalia) 429

que hacía hinc.api~ ,en estas tres fases del método: pr~sentación: explicación

Y aphcaclOn. En el fond~ se valoraba~ los met~d~s actIvos.

Debido a la llamada de atenclOn que produjo la encIchca de san

Pío X Acerbo nimis de 1905 sobre la enseñanza del catecismo 17 , se

originó en España un cierto movimiento catequístico en el primer tercio

del s. XX. Fueron utilizados en muchas diócesis españolas dos textos

de san Pío X: el Compendio de la doctrina cristiana de 1905 y otro

texto catequístico de 1912 18 . Se consideraron renovadoras las catequesis

prácticas de Manuel González, obispo de Málaga primero y de

Palencia después, y de Andrés Manjón (1846-1923), fundador en Granada

en 1889 de las Escuelas del Ave María. En 1913 se celebró en

Valladolid el primer congreso nacional de catequesis, continuado por

los celebrados en Granada (1926), Zaragoza (1930) y Valencia (1950).

Continuador de la obra de A. Manjón fue D. Llorente, obispo de

Segovia, quizá el catequeta que ha influido más en España durante

medio siglo. Introdujo entre nosotros la pedagogía catequética alemana

e intervino activamente en los congresos nacionales.

Al acabar la guerra civil española comienza una restauración pastoral

en régimen de cristiandad. Después del interregno republicano,

el catecismo vuelve a las escuelas por disposiciones gubernamentales

de 1938, plasmadas después en la ley de educación primaria del 17

de julio de 1945. Se confirma la enseñanza religiosa escolar en el

concordato de 1953. La escuela, familia y parroquia deberán colaborar

en la educación religiosa de la niñez y juventud. Pero la formación

catequética de sacerdotes, religiosos, religiosas y maestros nacionales,

a pesar de algunos intentos admirables, es deficiente. El contenido .de

la catequesis dista de ser bíblico, se acentúa el papel de la memona,

hay poco contacto entre enseñanza religiosa y vida, no se insiste

suficientemente en la educación litúrgica y se improvisa la pedagogía

religiosa. Son escasas las diócesis que disponen de un responsable

catequético bien formado. En 1957 se logró la redacción de un texto

único -dividido en tres grados-, preocupación nacida en el primer

congreso de Valladolid. «Los tres grados -escribe J. Montero- adolecían

de un desfase respecto a los progresos de orden metodológico,

teológico y pastoral aceptados por el movimiento catequístico europeo.

Domina en ellos la abstracción, el antropocentrismo, la carencia de

contenidos bíblicos y litúrgicos y el exceso de teología escolástica»19.

17. Cf. el texto en Colección de encíclicas y documentos pontificios, Madrid 1962, n,

1571-1578.

18. Cf. Catecismo mayor prescrito por San Pío X, Vitoria '1976, Catecismo breve

prescrito por San Pío X, Vitoria 61974. . . .

19. A. Montero, Movimiento catequético español preconc¡ltar, en DlcCat, 582.



430 Teología Práctica

En resumen, antes del Vaticano n hubo un movimiento catequético

de renovación en círculos restringidos, preocupado primero por aplicar

los nuevos métodos pedagógicos y psicológicos (cómo enseñar y a

quién se le enseña) y, después, por renovar los contenidos o el mismo

mensaje, que se hizo más bíblico (qué es lo que se debe enseñar). En

los paises latinos europeos (Francia, Italia y España) el movimiento

catequético se hizo presente de un modo importante hacia 1950. Pero

la renovación catequética entre nosotros se dará casi en las inmediaciones

del Vaticano n, con la presencia en el Secretariado nacional

de catequesis en 1965 de J. M. Estepa y la contribución de los Hermanos

de las Escuelas Cristianas a través del Instituto san Pío X,

erigido en 1955.

b) La renovación catequética a partir del Vaticano JI

Aunque el Vaticano 11 no dedicó directamente a la catequesis

ningún documento, su mensaje actualizado ayudó a renovar profundamente

la educación de la fe en todos sus niveles, al paso que planteó

nuevos problemas en la transmisión de la fe. «Ha surgido del concilio

-escribe E. Alberich- un período rico y profundo, aunque no exento

de excesos y ambigüedades, caracterizado por un replanteamiento

global del significado de la catequesis y por la búsqueda de nuevas

vías para la transmisión y educación adecuada de la fe»20. El influjo

conciliar en la renovación española de la catequesis se manifiesta

oficialmente en las Primeras Jornadas de estudios catequéticos sobre

el tema La acción catequética de la Iglesia a la luz del Vaticano JI,

celebradas en Madrid en 1966 21 . La crisis de la Acción Católica,

originada ese mismo año, «contribuyó -escribe J. M. Estepa- a

hacer afluir sobre el terreno catequético formidables energías sacerdotales

y laicales, como también no pocos problemas nuevos»22. En

estas Jornadas se afirma que la catequesis es acción de la Iglesia en

el interior del ministerio de la palabra, desarrollada en régimen de

comunidad, con el objetivo de hacer adulta la fe mediante la proyección

del compromiso. Urge entonces la renovación de los contenidos a la

lu~ de las exigencias conciliares, la profundización en la pedagogía

relIgiosa, la inserción de la acción catequética en la pastoral de conjunto,

la formación de responsables y la planificación de toda clase

20. E. Alberich, Catequesis, en J. Vecchi - J. M. PreJlezo, Proyecto educativo pastoral.

Conceptos fundamentales, Madrid 1986, 68.

21. Cf. sus actas en Por una formación religiosa para nuestro tiempo, Madrid 1966.

22. J. M. Estepa, El catequista, testigo de la identidad cristiana para la esperanza del

mundo, en Juan Pablo l/ en Granada, Madrid 1983, 33.

Catequesis (Didaskalia) 431

d 'nstrUmentos de trabajo en una amplia y seria organización. Sobre

e;o se intenta actualizar el mensaje, dados los cambios sociales y

10 culturales que se adVIerten . en 1 a SOCIe 'dd a espano -1a 23

'.

Para llevar a cabo la renovación de la catequeSIS en España se

edactaron a partir de 1967, «cuestionarios oficiales para la enseñanza

religiosa» ~on objeto de ayudar a elaborar textos escolares de religión

~ catecismos escolares 24 • Hubo preocupaci.ó~ por la formación de

catequistas parroquiales y de educadores cnstIano~ ~n el mundo .esolar.

La Comisión Episcopal de Enseñanza RelIgIOsa ha ofreCIdo

~iversas declaraciones en torno a la catequesis y a la enseñanza

religiosa 25 . . " .

El Concilio descartó la idea de un cateCIsmo UlllCO ulllversal, pero

aprobó la creación de «un directo~o sobre .la i~~trucción. cateq~ética

del pueblo cristiano» (CD 44). Esta Idea se dIscutIO en el pnme: Smo~o

de Obispos de 1967 y cristalizó cuatro añ~: más t~rde en el L!l~e~to:!o

general de pastoral catequética de 1971 . El RItual de la IlllCIaCIOn

cristiana de adultos de 1972 da relieve a la catequesis de adultos. La

catequesis fue tratada en la exhortación Evangelii Nuntiandi de 1985

y constituyó el tema central del sínodo de obispos de 1977, cuyos

resultados se plasmaron en las 34 Proposicio~es renovadoras .elevadas

a Pablo VI a modo de conclusiones, que danan lugar postenormente

a la mesurada exhortación apostólica Catechesi Tradendae de 1979,

publicada por Juan Pablo 11 27 . Los obispos españoles editar?n en .1983

La catequesis de la comunidad, en donde se muestran las dImenSIOnes

principales de la catequesis.

23. Para conocer la catequesis posconciliar española, cf. A. Cañizar~s, La catequesis

española en el proceso de acogida del Vaticano l/: TeolCat 1 (1982) 45-64; Id.,. La catequesIs

española en el posconcilio, en El servicio de la Iglesia y del pueblo. Hom~naJe al_ Cardenal

Tarancón en su 75 aniversario, Madrid 1984, 149-166; Id., La catequesIs espanola en el

posconcilio, en Formar catequistas en los años 80, Madrid 1984, 9-34; id., Veinte años de

catequesis después del Concilio: Salm 25 (1988) 133-152; J. M. Estepa: La catequesIs en

España en los últimos veinte años: AcCat 127-128 (1986) 19-44; A. Gmel, Rasgos de l~

evolución catequística en España: MisJov 48-49 (1981) 31-49; A. Matesanz, La cateque.s;s

durante los 20 años del posconcilio: Teoleat 15-16 (1985) 543-559; M. Matos, La renovaClOn

catequética del Vaticano Il. Su impacto en la Iglesia en España: RF 1037-1040 (1985) 389-

398; V. M. Pedrosa, Ochenta años de catequesis en la Iglesia de España: AcCat 100 (1980)

617-658.

24. Se han publicado seis Catecismos escolares entre 1968 y 1972. Deb~n añadirse el

catecismo de preadolescentes Con vosotros está, 4 vols., de 1976 y los catecIsmos para la

infancia Padre nuestro (5-7 años), Jesús es el Señor (7-9 años) de 1982 y Esta es nuestra

fe (9-12 años) de 1987. .'

25. Cf. Comisión Episcopal de Enseñanza y CatequesIs, Documentos colect~vos del

Episcopado Español sobre formación religiosa y educación, vol. 1 1966-1980, Madrid 1982,

y vol. II 1981-1985, Madrid 1987.

26. Cf. la edición bilingüe editada por Edice, Madrid 1973.

27. Cf. "Catechesi Tradendae»: la años después y vista desde España: Sín 92 (1989).



432 Teología Práctica

El tiempo posconciliar ha sido para la catequesis un periodo de

reforma, creatividad, desconcierto, asentamiento y restauración. «No

faltan síntomas -escribe E. Alberich- de un cierto proceso de involución

y restauración»28. Constituyó un primer síntoma el conflicto

provocado por el Catecismo Holandés, editado en 1966, de carácter

antropológico y existencial. Denunciado por un grupo de católicos

holandeses conservadores, fue sometido a revisión por una comisión

de ~~rdenales y teólogos. Los obispos holandeses aceptaron la publicaCIOn

de un suplemento anejo al text0 29 . A la controversia sobre el

Catecismo Holandés siguió las crisis de algunos institutos de catequética

(el Corpus Christi College de Londres y los ICLA latinoamericanos)

y las polémicas desatadas a propósito de la redacción de

algunos catecismos. En el origen de la crisis está la decisión establecida

en el Directorio general de pastoral catequética de someter «al examen

y aprobación de la Sede apostólica» (n. 119) o de reconocer y aprobar

-por parte de la Congregación del clero- «los directorios de catequéti~a,

los .catecismos y los programas de predicación de la palabra

de DIOS ~eahzados por las conferencias episcopales» (n. 134). P. Dupe:r

ay pIensa que este control -contestado por muchas delegaciones

epIscopales en el Congreso internacional de catequesis de 1971 en

Roma- es consecuencia del conflicto provocado años antes por el

Catecismo Holandés 30 .

La public~ción del libro Pie:res vivantes 31 por parte de los obispos

fra.nceses - sm que se tratase ngurosamente de un catecismo -, pro­

?uJo ~n profu~d~ malestar a causa de las acusaciones hechas por el

mtegnsmo polemIco francés. Intervino el cardenal J. Ratzinger a través

de una, confere~~ia pronunciada ~n París y Lyon en 1983, donde

acentuo la funcIOn de la catequesIs como «transmisión de la fe», al

recordar sus cuatro «piezas clásicas y maestras» según el Catecismo

Romano del concilio de Trento (art. 12): el símbolo de los apóstoles

(lo 9 ue se debe creer), los sacramentos (lo que se debe cumplir), el

decalogo (lo que se debe hacer) y la oración del Señor (lo que se debe

esperar)32. Muchos representantes del movimiento catequético francés

se sintieron descalificados.

8.

28. E. Alberich, La catequesis veinte años después del Vaticano II: MisJov 129 (1987)

29. U. Gianetto, Catecismo holandés, en DicCat, 135-137.

30. Cf. G. Duperray, Une nouvelle crise de la catéchese (1971-1983): LumVie 169

(1984) 5-23.

31. Cf. Conferencia Episcopal Francesa, Pierres vivantes. Recueil catholique de documents

privilegiés de la foi, Paris 1981.

32. Cf. el texto de la conferencia de J. Ratzinger, Transmission de la foi et sources de

la foz: DocCath 65 (1983) 260-267.

Catequesis (Didaskalia) 433

En cambio los obispos alemanes editaron en 1985 un catecismo

de adultos, narrativo y descriptivo, con abundantes citas bíblicas y del

Vaticano 11, que ha tenido excelente recepción oficiaP3. En algunos

ambientes teológicos y catequéticos preocupa la aparición del Catecismo

para la Iglesia universal, hecho insólito ya que hasta el presente

no hubo un catecismo único para toda la cristiandad. Se sugirió su

redacción en el sínodo de obispos de 1985 con estas palabras: «De

modo muy común se desea que se escriba un catecismo o compendio

de la doctrina católica, tanto sobre fe como sobre moral, que sea como

el punto de referencia para los catecismos que se redacten en las

diversas regiones. La presentación de la doctrina debe ser tal que sea

bíblica y litúrgica, que ofrezca la doctrina sana y sea, a la vez, acomodada

a la vida actual de los cristianos» (11 B 4).

4. Naturaleza de la catequesis

a) Es iniciación a la fe y educación de la fe

Evidentemente, la educación cristiana de la fe es tarea más amplia

que la mera catequesis; pero la catequesis se especifica -afirma el

documento La catequesis de la comunidad- por su «forma peculiar de

educar la fe» (CC 59), en el sentido de que su función específica es la

«iniciación global y sistemática en las diversas expresiones de la fe de

la Iglesia» (CC 61). Es, pues, «educación de la fe» (CT 18). También

puede entenderse como educación a lafe y en lafe. Se utilizan, además,

las expresiones «enseñanza de la fe», «transmisión de la fe» o «pedagogía

de la fe»34. Recordemos, con A. Pasquier, que la transmisión «se presenta

bajo tres formas: la instrucción, el aprendizaje y la iniciación»35. La

educación de la fe se lleva a cabo mediante la iniciación 36 .

Al hablar de las «comunidades vivas de fe» en las «Iglesias nuevas»,

el decreto Ad gentes del Concilio afirma que «la fe se enseña mediante

una catequesis apropiada» (AG 19). «La catequesis -dice el Directorio

de pastoral catequética francés- tiene como fin hacer crecer la vida de

fe por el conocimiento de la palabra de Dios» n. 12). Medellín sostiene

que la catequesis ha de promover «la evolución de formas tradicionales

33. Cf. Conferencia Espiscopal Alemana, Catecismo católico para adultos. La fe de la

Iglesia, Madrid 1988.

34. E. Alberich, Catequesis y praxis eclesial, Madrid 1983, 47 Y 87.

35. A. Pasquier, Typologie des mécanismes du transmettre, en Essais de théologie

pratique. L'institution et le transmettre, Paris 1988, 117.

36. Cf. mi libro, ya citado, Para comprender el catecumenado, Estella 1989, cap.

Iniciaciones religiosas.



434 Teología Práctica

de fe» (Med 8, 3 Y 17); por consiguiente debe ser «eminentemente

evangelizadora, sin presuponer una realidad de fe, sino después de oportunas

constataciones» (Med 8, 9). De una forma más dinámica, el Directorio

general de pastoral catequética piensa que la catequesis «desempeña

su función de disponer a los hombres a acoger la acción del Espíritu

santo y a convertirse más profundamente» (DGC 22). Según el Mensaje

del sínodo de 1977, la catequesis es «la actividad que consiste en la

educación ordenada y progresiva de la fe y que está ligada estrechamente

al permanente proceso de maduración de la misma fe» (n. 1). Dicho con

palabras de Puebla: «debe llevar a un proceso de conversión y crecimiento

permanente y progresivo en la fe» (Puebla 998). De acuerdo a Catechesi

tradendae, «persigue el doble objetivo de hacer madurar la fe inicial y

de educar al verdadero discípulo por medio de un conocimiento más

profundo y sistemático de la persona y del mensaje de nuestro Señor

Jesucristo» (CT 19). En resumen, la finalidad de la catequesis es educar

la fe, es decir, lograr que la «conversión inicial del cristiano» se transforme

en «confesión de fe» (CC 96).

Con objeto de distinguir en la catequesis el plano de la acción y

el de la reflexión se emplean los adjetivos catequístico (connota actividad)

y catequético (connota reflexión); en realidad prevalece entre

los especialistas en este campo el segundo adjetivo, dado el escaso

valor que algunos teólogos dan a la tarea catequística, por haber estado

ligada durante muchos tiempo al catecismo de niños. La asignatura

catequética nació hacia 1774 como teoría de la catequesis. Es la ciencia

que estudia el proceso de la acción catequética y que desarrolla una

teoría global de la catequesis en el contexto de su historia 37 .

b) Se relaciona estrechamente con la evangelización

Hoy se distinguen diversos sentidos de catequesis. El primero es

estricto, a saber, «la tradición o transmisión del depósito de la fe a los

nuevos miembros que la Iglesia se va incorporando» (J. Danielou); le

precede la evangelización y le sigue la homilía 38 . El segundo sentido es

amplio: «expresa -afirma J. Audinet- toda clase de instrucción en la

fe, desde el primer anuncio del kerigma hasta las formas superiores de

enseñanza científica»39; según este segundo sentido, la catequesis no se

distingue prácticamente de la evangelización. Para el documento español

37. Cf. G. Stachel, Catequética, en DicCat, 167-168; Le catéchiste et le théologien:

LumVit 44 (1989/4.

38. Cf. D. Grasso, Teología de la predicación, Salamanca 1968, 311-324; TeolAP,

318-320.

39. J. Audinet, Catequesis ... , o. C., 686.

Catequesis (Didaskalia) 435

La catequesis de la comunidad, el concepto de evangelización -muy

amplio- consta de tres fases: acción misionera (con los no creyentes),

acción catecumenal (con los recién convertidos) y acción pastoral

(con los fieles de la ~omunidad cristiana) (CC 2.1): De a~u.erdo a este

criterio, la catequesIs se encuentra entre la actIVIdad mlS10nera y la

actividad pastoral (CC 32). Resulta extraño que la acción pastoral no

abarque la totalidad de la acción de la Iglesia. Algunos catequetas,

como A. Alberich, entienden la catequesis «dentro del dinamismo

global de la evangelización», como «toda forma de servicio de la

palabra eclesial orientada a profundizar y a hacer madurar la fe de las

personas y de las comunidades» 40. Se acentúa el papel de la catequesis

evangelizadora por las actuales circunstancias de una necesaria

evangelización 41 •

c) Difiere de la enseñanza religiosa escolar

La catequesis se distingue de la enseñanza religiosa escolar (ERE),

aunque se dan afinidades entre sí. De hecho, no es fácil a veces delimitar

con precisión el campo de la educación o de la formación religiosa, ya

que dependerá del marco en el que se desarrolla tal educación (la escuela

o la comunidad cristiana), de los contenidos y objetivos (culturales o

evangélicos) y de las ciencias en las que el proceso se apoya (educativas

o teológicas). La asignatura escolar relacionada con lo religioso cristiano

se ha denominado en España, a partir de la Ley de ordenación universitaria

de 1943, cultura religiosa, enseñanza religiosa, formación religiosa, religión

y moral o religión. Su profesorado -que nunca llega a ser enteramente

civil- depende en última instancia del obispo; no se encuadra

totalmente en el régimen institucional escolar, ni siquiera en los centros

estatales. La clase de religión ha vivido y vive una zozobra continua por

su propia ambigüedad, ya que pretende -directa o indirectamente- por

parte de algunos ser catequesis, sin reducirse a una mera función cultural

religiosa. En la práctica hay clases de religión que son catequesis y hay

catequesis que son clases de religión. Los documentos oficales de la

Iglesia española pretenden que estas dos funciones sean complementarias.

En resumen, la catequesis se desarrolla en el ámbito eclesial, con

intención evangélica y evangelizadora, a través de un largo proceso, dado

en el seno de una comunidad cristiana con celebraciones sacramentales.

La enseñanza religiosa escolar se desenvuelve, en cambio, en la escuela,

40. E. Alberich, Catequesis, en J. Vecchi - J. M. Prellezo (eds.), Proyecto educativo

pastoral. Conceptos fundamentales, Madrid 1986, 65; id., Catequesis y praxis eclesial,

Madrid 1983, 38-44; id., Catequesis, en DicCat, 154-159.

41. Cf. M. Montero, La catequesis en una pastoral misionera, Madrid 1988.



436 Teología Práctica

con intenciones educativas humanas. Por su contenido religioso, la clase

de religión puede ayudar a integrar el saber religioso en el conjunto de

los otros saberes y a valorar ciertas actitudes ante la vida.

El Secretariado interdiocesano de Cataluña optó en 1971 por una

enseñanza religiosa escolar sin referencia catequética, al entenderla como

mera cultura religiosa, cuyo objeto de estudio es el hecho religioso examinado

en el pasado, presente y futuro bajo todas sus dimensiones (histórica,

doctrinal, ritual, social, etc.). Entendida así la enseñanza religiosa,

se defendía como asignatura obligatoria. No prevaleció esta postura. El

acuerdo sobre la enseñanza de 1979 dispuso que la religión fuese optativa,

con la ética como alternativa para evitar discriminaciones. Como muchos

padres preferían para sus hijos la clase de religión, denominada religión

y moral católica, se robusteció la postura de los que la entendían como

formación religiosa en una línea cercana a la catequesis. De ahí que se

controlaran rigurosamente los libros de texto empleados en la asignatura

religión. Lo cierto es que mejoró la calidad de estos textos e incluso la

preparación de los docentes, al exigirles un diploma eclesiástico de idoneidad

(DEI). En todo caso, sigue confusa la separación entre catequesis

y clase de religión. Otra cuestión distinta es la defensa, hecha por los

obispos en abril de 1989, de la formación religioso-moral como área

propia, con una oferta alternativa. Sin duda alguna, la ignorancia religiosa

por parte de futuras generaciones sería una mutilación cultural. Pero

tampoco debe transformarse la clase de religión en un adoctrinamiento

cristiano. El equilibrio entre estas dos posturas es difícil de lograr. No

olvidemos, sin embargo, que la transmisión cultural de la religión (por

el marco escolar) difiere de la transmisión confesional de la fe (por el

marco comunitario eclesial).

5. Dimensiones de la catequesis

a) Es educación de la fe entendida

como asentimiento y compromiso

Recordemos que la fe es al mismo tiempo asentimiento de la

inteligencia y compromiso de la persona entera 42 . Las expresiones

clásicas de «credo ut intelligam» y de «fides quaerens intellectum»

manifiestan, por una parte, que la fe es un saber de ciertas verdades

o un asentimiento a determinados hechos de la historia de salvación.

42. Cf. F. X, Amold, Le but de la formation religieuse: la foi comme assentiment

de l'intelligence et engagement de l'homme tout entier, en Catéchese pour notre temps,

BruxeIles 1968, 23-36.

Catequesis (Didaskalia) 437

'ero la fe no se limita a un tener por verdadero. Ciertamente, la teología

_ colástica Y moderna han presentado a la fe como un acto de la

:teligencia sobrenatural. Se ha insistid? -:-~firma P.-A. Liég.é- «en

-1 carácter dogmático de la fe, en la ObjetIvIdad de su contemdo y ~n

- ortodoxia de sus afirmaciones, reacción necesaria contra el subJe-

~vismo del sentimiento religioso y los filósofos de la religión»43. En

'~comprensión actual de la catequesis, así como en la tradición bíblica

Ulterior a la teología moderna preconciliar: se ace~túa el carácte~ de

'onversión que posee la fe. Creyente es qmen conVIerte su corazon y

;u vida al Dios viviente, reconocido en Jesucristo a través de la palabra

!n la Iglesia. La fe no es, pues, simple adherenc.i~ a verdade.s re~eladas

Jor el magisterio, sino que comprende tamblen la obedIencIa a la

Juena noticia, un cambio radical, una metanoia. Además de tener la

fe un contenido, es un acto personal; junto a la «veritas quae c~editur»

'verdad que se cree) es necesario insistir en el «fides qua credItur» (el

~cto de fe por el que se cree). «La fe, cuya maduración hay que

promover por la catequesis -e~cribe el Directorio general de pastoral

~atequética-, puede ser consIderada de dos manera~: co~o l?lena

adhesión del hombre a Dios que se revela, otorgada baJO el mfluJo de

la gracia (fides qua), o como contenido de la revelación y del mensaje

~ristiano (fides quae)>> (DCG 36).

Desgraciadamente, la enseñanza catequética, debido a las controversias

con la Reforma y a la apologética postridentina, acentuó el

papel de la fe como contenido y descuidó la importancia del.acto

personal de fe. Superada hoy la polémica con los protestantes en ~Irtud

del ecumenismo, examinada la situación religiosa de una socIedad

secularizada, descubierta la teología bíblica de la fe que acentúa el

carácter intelectual y dinámico del creyente y tenidos en cue~t~ los

textos que sobre la fe aportan el Vaticano 11 y los document~s_ ofIcIa~es

posteriores, debe afirmarse que la fe es un acto de c?nVerSIOn a DIOS

y a Cristo, con un reconocimiento global de un conte~Ido; es encue~~o

de personas -la del hombre con la de Dios en Cnsto- y adhesIOn

a un mensaje personal que hace transcender el mundo de los valores,

en función del reino de Dios. Por consiguiente, podemos afirmar que

el fin de la catequesis es la madurez cristiana, de la que se hace eco

el NT (Heb 5,13; 1 Cor 3,1; Ef 4,14; Gál 4,3). Naturalmente, la

madurez sólo se logra en una relativa medida. Los protestantes han

ahondado este aspecto del ministerio de la palabra 44 • Algunos autores

han acentuado exageradamente la madurez cristiana, fuertemente im-

43. p, A, Liégé, Le ministere de la parole: du kérygme a la catéchese, en La parole

de Dieu en Jésus-Christ, París 1961, 176.

44. ef. A, Exeler, Esencia y misión de la catequesis, Barcelona 1968, cap. 2 La

meta de la catequesis.



,

438 Teología Práctica

pregnada de individualismo religioso; otros insisten en la madurez

como plenitud eclesial. La catequesis tendría, pues, como meta introducir

a los inmaduros, sean adultos convertidos y no bautizados o

niños bautizados, en la comunidad de los adultos en la fe. .

b) Es educación global y sistemática de la fe

El paso de una catequesis centrada en los métodos a una catequesis

preocupada por su contenido, ocurrido en estos últimos años, muestra

el interés y primacía que han cobrado en el ministerio de la palabra

la persona y obra de Cristo. Esta preocupación se manifestó en la

teología kerigmática, nacida en vísperas de la última guerra mundial.

De esta preocupación cristocéntrica, claramente expuesta por J.-A.

Jungmann en 1938 45 , se pasó en Alemania a la afirmación del reino

de Dios como centro de la formación religiosa. Para los catequistas

franceses -según el Directorio de pastoral catequética de 1964- la

catequesis tiene por objeto el «misterio de salvación», cuyo centro de

convergencia es la revelación de Jesucristo (Cf. arto 18-24).

~l contenido de la catequesis fue estructurado en la Iglesia primitiva

medIante los símbolos de la fe, tradicionalmente formados por tres

partes: Dios creador, Jesucristo redentor y el Espíritu santificador. Con

todo, pronto se añadió al mensaje catequético otra fórmula bíblica

principal: el Padre nuestro. En sus diferentes escritos, san Agustín

trazó diversos esquemas para exponer el mensaje cristiano, que con

el tiempo se identificarían con la teología. En el Enchiridion expone

la sustancia cristiana basado en las tres virtudes cardinales de fe

esperanza y caridad. Al hablar de la fe expone el símbolo, al desarroll~

la esperanza explicita el Padre nuestro y al describir la caridad resume

la moral en el ?oble mandamiento cristiano. Inspirado en san Agustín,

santo Tomás SIgue el plan del Enchiridion como base de su concepción

catequística: «Tres cosas -dice- son necesarias al hombre para su

salvación: saber lo que debe creer, lo que debe esperar y lo que debe

hacer. La primera es enseñada en el símbolo, la segunda en la oración

del Señor y l.a tercera en la ley»46. Esta concepción catequética, a

pesar de un CIerto sabor antropocéntrico y moralista, con escasa Escritura,

señala una cumbre en la Edad Media, ya que los catecismos

45. Cf. J. A. Jungmann, La predicación de la fe a la luz de la buena nueva San

Sebastián 1964; F. X. Amold. Al servicio de la fe, Buenos Aires 1960.

'

46. Cf. Th. Filthaut, Das Reich Gottes in der katechetischen Unterweisung Frankfurt

1958. '

(46) Cf. cita en W. Croce, Le contenu de la catéchese: le message du salut en

Catéchese pour notre temps, Bruxelles 1958, 50.

'

Catequesis (Didaskalia) 439

de aquella época eran listas de enumeraciones indiscriminadas, de

contenido fundamentalmente moral.

De acuerdo a la constitución Dei Verbum del Vaticano 11, la revelación

de la palabra de Dios en Cristo es el contenido de la catequesis,

que -segú~ el I!i~ect.orio Gen~ral de Pastoral Catequ~t~ca- «debe

ser teocéntnco-tnmtarlO: por Cnsto, al Padre, en el Espmtu» (n. 41).

Pero al mismo tiempo, la catequesis ilumina cristianamente la existencia

humana (DCG 26; GS 62) y lleva a cabo la inculturación de la

fe, que interpreta y reformula.

c) Tiene en cuenta la experiencia

En los años inmediatamente posteriores al Vaticano 11 se produce

en la teología y en la catequesis el denominado giro antropológico,

que equivale a destacar la persona destinada a escuchar el mensaje y

a darle respuesta. «La clave en que interviene la catequesis es la de

la existencia, y, por tanto, la de la experiencia», entendiendo por

experiencia «el acontecimiento vivido y reflexionado» 47. La catequesis

no es mera divulgación del conocimiento teológico elaborado, sino

apertura personal a una palabra reveladora, como confluencia de dos

experiencias: la humana y la cristiana 48 . La catequesis no consiste en

correlacionar la experiencia humana con la verdad revelada sino la

experiencia humana con la experiencia cristiana fundamental. «Si la

catequesis no parte de la experiencia vital de los hombres concretos,

de sus aspiraciones más profundas -escribe L. González-Carvajal-,

difícilmente se conseguirá que el evangelio sea buena noticia para

ellos»49. En consecuencia, la catequesis antropológica o de la experiencia,

por ser fiel a Dios y al hombre, interpreta la vida humana a

la luz del mensaje 50 . Con todo, algunos catequetas reducen peligrosamente

este tipo de catequesis a un intimismo personal escasamente

social.

Al mismo tiempo que se reconoce el absoluto de la fe con que

la Iglesia se adhiere al absoluto de la palabra de Dios, se reconoce

47. Centro Nacional de Enseñanza Religiosa de Francia, Formación cristiana de

adultos, Bilbao 1989, 54-55.

48. Cf. J. P. Jossua, Experiencia cristiana y comunicación de la fe: Conc 85 (1973)

239-251.

49. L. González-Carvajal, La catequesis política en los momentos actuales: TeolCat

1-2 (1983) 108-109.

50. Cf. Catequesis hoy: catequesis de la experiencia. IV Jornadas de Pastoral Educativa

del Instituto San Pío X, Madrid 1974; H. Halbfass, Catequéticafundamental, Bilbao

1974, 87-94; J. López - V. M. Pedrosa, Experiencia humana y experiencia de fe: AcCat

17 (1977) 11-137; J. Gevaert, La dimensión experiencial de la catequesis, Madrid 1985.



440

Teología Práctica

Catequesis (Didaskalia) 441

el carácter relativo del lenguaJ'e de la "e5l Para f 1

. , " 1'. avorecer a edu

ca~I~n cns~I~na. se suscita una adecuada pedagogía de los si -

¡~Ibhcos,

hturgIcos y coti.di.anos) y una necesaria inculturació~n~:

h fe, que ayuden a exphcItar el sentido creyente de la realidad

Ul~ana c?n palabras apropiadas. De este modo se i

la dIstanCIa existente entre la fe y la vida52 P . ntenta atenuar

línea cateq~ética se escribió el Catecismo HOI:~~~sa~~~~c:~ esta

1966, que tIene en cuenta la experiencia humana actual ara o en

:f~r~~~~~<:~l~~ ~~>~~~ escucharse hoy la buena noticia : se l¿~;~

d) Es celebración de la fe e iniciación a la liturgia

. Pre~is~mente por haberse derivado lacatequesis de la litur ia c

:~I!~~;~a IZ~:~' la liturgi~ es, con su ~specificidad propia, c:tequ~~~

.' e sus comIenzos - afIrma el Directori C t ' .

NacIOnal norteamericano- la Iglesia h . o a equetIco

1 t· ' a reconocIdo que la liturgia

a ca equesIs se sostienen mutuamente»55. Catequetas

n' y

r~:n, e!1 este ca~po, af~rmaciones semejantes. La liiur~i~rgIs~:~r~~

s~gÚ~n:Is¡\1 e~ <~dIdascaha de la Iglesia» y «catequesis permanente»56.

1 b .- . nacca es «pedagogía global de la fe»57. Dicho '

«la celebración es el lugar privilegiado d~~~

~~u~:C~~:~e~~ C¡~~;r

El . t' .

modo magI~ eno expresa las relaciones entre catequesis y liturgia de

., s~~eJ~nte. «La catequesis está intrínsecamente u 'd

aCCIOn hturgIca y sacramental» (CT 23) L n . nI a a toda la

es «f~ente inagotable de catequesis en a~to>~59 1 ~;Iaf por otr.a parte,

~~¿~tIdo qu; la mejor catequesis de la liturgia ~s su nau~~~~i~~c~~l~~r~~

, pero e antemano sabemos lo difícil que es celebra . .

en una celebración que exprese la fe y la eduqu S' b r o partICIpar

e. In em argo, a pesar

51. G. Groppo, Teología y catequesis, en DTI III 100

52.

41-52.

Cf. C. Vogeleisen La c t . l' , .

' a equeSlS en a transmisión de la fe: Conc 194 (1984)

53. Cf. Nuevo catecismo para ad It v: ., ,

Barcelona 1969. u os. erSlOn Integra del catecismo holandés,

54. Cf. mi trabajo La liturgia I d d . ,

55 C '. I ' ugar e e UcaClOn de lafe: Conc 194 (1984) 87 99

. ompartl/ a luz de la fe Directorio C ' . - .

de Estados Unidos, Washington 1978, 22. atequellco Nacional para los católicos

56. I. H. Dalmais La litur' Id' .

57 A M T" . gza y e eposllo de lafe, en IglOrac 257 y 259

P' .' . . nacca, Fldes magistra omnium credentium A ..

lstOia (eds.), La liturgie, expression de lafoi. Roma 1979 26S_3 e ;0 . M. Tnacca - A.

58. R. Coffy, La célébration, lieu de I'education de I~fi '. .

59. Conferencia Episcopal Italiana II 01. MD 140 (1979) 30.

Y 114. ' renovamento della catechesi, Roma 1970, 130

de la inercia, rutina, falta de preparación, etc., de muchas celebraciones,

es justo advertir el papel histórico que la liturgia y las expresiones

sacrales del catolicismo popular han tenido durante siglos en

el sostenimiento e incluso transmisión de la fe. Especialmente perceptible

es esta transmisión en momentos históricos cuando una Iglesia

queda reducida casi exclusivamente al culto. Sin olvidar, claro está,

la conexión íntima que tiene la fe con la expresión cultual, cuyo núcleo

inicial es, sobre todo para el pueblo, el fenómeno religioso. En el

mundo secular, desacralizado y desencantado que nos toca vivir, se

le presenta un particular reto a la liturgia, en la medida que deja de

ser mera expresión cultual para convertirse en celebración cristiana 60 .

e) Posee una dimensión po[{tica

Durante siglos, la fe cristiana se ha relacionado en teología y en

catequesis con la religiosidad, el culto y la moral individual, pero no con

la justicia. Lo cierto es que la fe ha sido patrimonio a veces de patronos

o gobiernos injustos y la justicia ha sido bandera de movimiento sociales

o sistemas laicistas o ateos. Gracias a la renovación del mensaje social

del evangelio y a la reivindicación por parte de la Iglesia de la justicia

social, la justicia vuelve a ser, como en el evangelio y los profetas,

«contenido» de la evangelización y de la catequesis.

Después que el Concilio pusiese de relieve al hombre con sus

gozos y esperanzas, la Semana internacional de catequesis de Medellín

en 1968 señaló la importancia de las estructuras sociales, económicas

y políticas en la educación de la fe 6l . De una forma particular se ha

desarrollado en América Latina una catequesis de talante liberador,

que tiene en cuenta la situación del pueblo. Sus momentos más sobresalientes

fueron Medellín (1968) y Puebla (1979). A partir de estas

dos conferencias, la dimensión política es esencial a la catequesis, que

se comprende como evangelización profética y liberadora o proceso

de fe dentro de la comunidad eclesial de base, que reinterpreta el

catolicismo popular y suscita dimensiones sociales y políticas de transformación.

La catequesis -según Puebla- equivale a «un sincero

esfuerzo para integrar vida y fe, historia humana e historia de la

salvación, situación humana y doctrina revelada, a fin de que el hombre

consiga su verdadera liberación» (n. 979).

60. Cf. J. P. Audet, La fe y la expresión cultual, en J. P. Jossua - Y. Congar (eds.),

La liturgia después del Vaticano JI, Madrid 1969, 385-437.

61. Cf. Semana Internacional de Catequesis, Catequesis y promoción humana, Salamanca

1969.



442 Teología Práctica

La justificación de la dimensión política de la catequesis la da el

sínodo de los obispos de 1971, cuando afirma que «la acción en favor

de la justicia y la participación en la transformación del mundo se nos

presenta claramente como una dimensión constitutiva de la predicación

del evangelio»62. La exhortación Evangelii nuntiandi dice que «la

Iglesia tiene el deber de anunciar la liberación de millones de seres

humanos, entre los cuales hay muchos hijos suyos; el deber de ayudar

a que nazca esta liberación, de dar testimonio de la misma, de hacer

que sea total. Todo esto no es extraño a la evangelización» (n. 30).

f) Es ministerio llevado a cabo en comunidad

El movimiento comunitario posconciliar ha puesto de relieve en

la Iglesia y en su acción pastoral la estrecha relación que se da entre

comunidad y catequesis 63 . De una parte, la comunidad tiende a desplazar

-por diversas razones~ la influencia educativa cristiana que

en otros tiempos tuvieron la familia y la escuela; la comunidad es de

nuevo, como en la tradición catecumenal antigua, el lugar preferencial

de la iniciación a la fe. «Se puede hablar -escribe E. Alberich- de

opción comunitaria de la catequesis actual, opción que proclama la

comunidad cristiana como condición, lugar, sujeto, objeto y objetivo

de la catequesis»64. De otra parte, «la catequesis -afirma el Directorio

general de pastoral catequética - debe apoyarse en el testimonio de

la comunidad eclesial» (n. 35), ya que es «desde, en y para la comunidad

cristiana»65. De esta manera se supera una visión individualista

y verticalista de la catequesis.

6. La nueva catequesis

Durante todo el s. XIX y primera mitad del s. XX se ha concebido

la catequesis como enseñanza religiosa escolar o transmisión de una

doctrina; hoy la entendemos como comunicación de una experiencia 66 .

62. Los documentos del Tercer Sínodo. El sacerdocio y la justicia en el mundo,

Madrid 1971, Introducción al tema Justicia.

63. Cf. Comunidad cristiana y catequesis: AcCat 92-93 (1979); J. Le Du, Catequesis

y dinámica de grupo, Barcelona 1971; A. Fornieles Reyes, El grupo y su función dinámica

como realidad mediadora de lafe, Salamanca 1974.

64. E. Alberich, Catequesis y praxis eclesial, o. c., 194.

65. Cf. Comisión Episcopal de Enseñanza y Catequesis, Una nueva etapa en el

movimiento catequético: AcCat 92-93 (1979) 169-184.

66. Para examinar los desplazamientos de la catequesis ver G. Adler - G. Vogeleisen,

Un siecle de catéchese en France 1893-1980, Paris 1981.

Catequesis (Didaskalia) 443

De la catequesis centrada en la verdad se ha pasado a catequesis de la

significación; la preocupación por la ortodoxia ha dado lugar al interés

por la credibilidad del mensaje transmitid0 67 . Con palabras de G. Adler:

la verdad de la catequesis ha desplazado al catecismo de las verdades 68 .

La actual aclaración etimológica del término catequesis como iniciación

cristiana bautismal de jóvenes y adultos, la utilización de la palabra

de Dios en el ministerio catequético y la relación de la educación cristiana

con el compromiso social transformador, han contribuido a concebir la

segunda fase del ministerio profético como iniciación, formación y enseñanza

de la comunidad cristiana al servicio del mundo. Se renueva la

catequesis de jóvenes y adultos con una dimensión comunitaria, preocupa

el creyente comprometido más que el cristiano practicante y la educación

de la fe no se centra en el culto ritual sino en la liturgia de la vida.

Afirma E. Alberich que «si la catequesis de antaño se autodefinía como

instrucción religiosa, como prevalente transmisión de conocimientos religiosos,

la catequesis renovada aspira a un objetivo más ambicioso y

complejo: la interiorización y profundización de actitudes de fe»69. De

una catequesis eclesial de conservación se ha pasado a una catequesis

social de liberación; de la catequesis de cristiandad se ha llegado a una

catequesis evangelizadora. Además de otras direcciones conservadoras,

se dan en muchos paises católicos tres tipos de tendencias: la catequesis

bíblica, centrada en la historia de salvación; la catequesis experiencial,

basada en la experiencia existencial y la catequesis liberadora, influida

por la teología de la liberación.

En síntesis, puede decirse que la catequesis posconciliar se encuadra

en la comunidad cristiana (antes era individual), pone el acento en los

adultos (no exclusivamente en los niños), presenta un nuevo rostro de

Dios (más cercano, misericordioso y entrañable, frente al Dios juez,

severo y lejano de otros tiempos), se sitúa en relación a la justicia en la

sociedad que nos toca vivir (antes era el acto catequético intemporal y

ahistórico), sintoniza con la cultura actual (no con la de otros tiempos

ya pasados) e intenta que la fe arraigue y madure en el humanismo de

cada persona y de toda la comunidad (no solo en la memoria o en el

conocimiento). En resumidas cuentas, pretende modelar actitudes personales,

educar conciencias maduras, críticas y libres y ayudar a vivir

en cristiano toda la persona en la totalidad de la vida. No se trata de

saber más, sino de ser mejores creyentes, tener más esperanza y comprometerse

con acendrada caridad. El documento episcopal español La

67. Cf. E. Alberich, La catequesis veinte años después del Vaticano I1: MisJov 129

(1987) 5-12.

68. G. Adler, Catéchisme de la vérité et vérité de la catéchese: LumVie 169 (1984)

87-97.

69. E. Alberich, La catequesis veinte años ... , o. c., 11.



444 Teología Práctica

catequesis de la comunidad ofrece una descripción integradora de la

acción catequética como «la etapa (o período intensivo) del proceso

evangelizador, en la que se capacita básicamente a los cristianos, para

entender, celebrar y vivir el evangelio del reino, al que han dado su

adhesión, y para participar activamente en la realización de la comunidad

eclesial y en el anuncio y difusión del evangelio. Esta formación cristiana

-íntegra y fundamental- tiene como meta la confesión de fe» (n. 34).

23

LA CATEQUESIS DE ADULTOS

BIBLIOGRAFIA

G. Adler-G. Vogeleisen, Un siecle de catéchese en France (1893-1980).

Histoire, déplacements, enjeux, Paris 1981; E. Alberich, Catequesis y praxis

eclesial. Identidad y dimensiones de la catequesis en la Iglesia de hoy, Madrid

1983; Centro nacional de enseñanza religiosa de Francia, Formación cristiana

de adultos, Bilbao 1989; M. Coke, Le mouvement catéchétique de Jules Ferry

el Vatican JI, Paris 1988; J. Colomb, Manual de catequética. Al servicio del

evangelio, 2 vols., Barcelona 1970-71; id., El crecimiento de la fe, Madrid

1980; F. Coudreau, ¿Es posible enseñar la fe? Reflexiones y orientaciones

para una pedagogía de la fe, Madrid 1975; A. Etchegaray, Historia de la

catequesis, Santiago de Chile 1962; A. Exeler, Esencia y misión de la catequesis,

Barcelona 1968; A. Fossion, La catéchese dans le champ de la communication.

Ses enjeux pour l'inculturation de la foi, Paris 1990; J. Gevaert,

Studiare catechetica, Torino 1983; J. Gevaert (ed.), Diccionario de catequética,

Madrid 1987; H. Halbfass, Catequética fundamental. El lenguaje y la

experiencia en la enseñanza de la religión, Bilbao 1974; J. A. Jungmann,

Catequética, Barcelona 41966; V. M. Pedrosa, La catequesis hoy, Madrid 1983;

S. Riva, Catequética pastoral, Salamanca 1966; J. M. Totosaus, Iniciación a

la catequesis. Cuestiones doctrinales, Barcelona 1969.

Documentos oficiales: J. Valladolid, La educación de la fe según el Concilio

Vaticano JI. Textos catequéticos conciliares, Salamanca 1967; Directorio de pastoral

catequética para las diócesis de Francia (Notas y comentarios de J. Honoré),

Bilbao 1967 (original de 1964); Congregación del Clero, Directorio general de

pastoral catequética, Madrid 1973 (original de 1971); Sínodo de Obispos de 1977,

La catequesis en nuestro tiempo. Mensaje al pueblo de Dios, Madrid 1978; Juan

Pablo n, Exhortación apostólica «Catechesi Tradenáae», Madrid 1979; M. Matos,

Sinopsis para un estudio comparativo de la «Catechesi tradenáae» con sus fuentes:

AcCat 96 (1980) 97-144; Comisión Episcopal de Enseñanza y Catequesis, Documentos

colectivos del Episcopado Español sobre formación religiosa y educación

1969-1980, Madrid 1981; id., La catequesis de la comunidad, Madrid

1983; CELAM, Evangelización y catequesis. Diez documentos del magisterio

eclesiástico, Bogotá 1986; M. Warren (ed.), Source Book for Modern Catechetics,

Minnesota 1983.

La renovación de la catequesis de adulto~ es r~lativamente reciente.

De una parte reaparece en relación a las eXIgenc~as de los adu~tos del

catecumenado recién renovado. De otra se adVIerte la neceSIdad de

una formación cristiana de los fieles adultos. La ~emanda se. hace

urgente a causa de un nuevo cuadro cultural propIO de la SOCIedad

autónoma y secular. Se necesitan laicos adultos. formados ~n la fe. La

antigua instrucción religiosa basada en el cateCIsmo y reahz~d~ en la

edad infantil con unos esquemas conservadores - hoy ~reconcIhares-.

se toma insuficiente. Además, no basta una catequesIs para .adult?s,

se necesita una catequesis adulta que tenga en cuenta las eXIgenCIaS

culturales del hombre de hoy.

1. Actualidad de la catequesis de adultos

a) Sentido de la catequesis

Vimos en el capítulo anterior que ~a catequesis s~ entiende en el

NT como instrucción bautismal impartIda a los c~tecumenos. C':la.t:o

notas definen la acción catequética neotestamentana: 1) es tran~mIsIOn

viva de la revelación cristiana; 2) dirigida a adultos conv~rtIdos; 3)

que se preparan al bautismo; 4) en relaci~n.con una comumd~d con~tituida

por creyentes bautizados. Esta actIvI~ad pastoral se dIferencIa

del anuncio cristiano o kerigma hecho por pnmera vez a no creye~tes.

Catequizar es «instruir a viva voz» o «hacer resonar» el me?saJe ~a

predicado y eventualmente aceptado. Al menos en el NT se dIferencIa

una primera actividad pastoral caracterizada por los ~erbos pregonar,

proclamar, anunciar, predIcar, . evange l' Izar, t e stO I momar " etc , de una



446 Teología Práctica

segunda tarea definida por las expresiones instruir, enseñar, informar,

etc. 1. Hoy se afirma que a la catequesis le precede la evangelización,

aunque la diferencia entre ambas acciones es difícil de precisar. Por

eso se propone una catequesis evangelizadora o misionera 2 •

Lo cierto es que la catequesis fue en el catecumenado primitivo

un elemento fundamentaP. De hecho, la enseñanza cristiana primitiva

fue catequesis, y, en concreto, catequesis bautismal 4 • En primer lugar

equivalía a la exposición inicial y completa del misterio cristiano,

como puede comprobarse en la composición de los símbolos de fe que

las Iglesias locales utilizaban como programas básicos de sus instrucciones

catecumenales 5 • En segundo lugar, estaba en relación con el

bautismo; era iniciación integral al contenido de la fe o a la existencia

cristiana. «La catequesis -afirma el Mensaje del sínodo de 1977-

tiene su origen en la confesión de fe y conduce a la confesión de fe»

(n. 8). Finalmente se entendía de un modo triple, como catequesis

dogmática, moral y ritual en correspondencia a la preparación doctrinal,

espiritual y litúrgica de los catecúmenos.

b) Decadencia y renovación de la catequesis de adultos

Con la decadencia del catecumenado en el s. V, consecuencia de

la disminución apreciable del bautismo de adultos y aumento considerable

del bautismo de niños, desaparece prácticamente la catequesis

de adultos 6 • La catequesis no es ya iniciación de adultos antes del

bautismo sino instrucción de niños después de ser bautizados. En las

escuelas monásticas, episcopales y parroquiales de la Edad Media la

preocupación educativa se centra en los niños y adolescentes. Y aunque

surgen las primeras universidades en los s. XII Y XIII, el pueblo

cristiano recibe una formación precaria sólo a través de la predicación.

Así transcurre la Edad Media hasta la renovación catequética del s.

1. Cf. en DTNT los conceptos enseñanza (vol. Il) y mensaje (vol. III).

2. Cf. La catequesis de la comunidad, n. 48-50; G. Saenz de Ugarte, Catequesis

evangelizadora de adultos, Buenos Aires 1972; J. A. Vela, Catequesis evangelizadora,

Bogotá 1976; A. Cañizares, La catequesis misionera, una exigencia de la evangelización

en España, hoy, en Evangelización y hombre de hoy. Congreso, Madrid 1986, 261-266;

Secretariados de Catequesis del Sur de España, Seminario sobre la catequesis misionera:

AcCat 133 (1987) 433-455; M. Montero, La catequesis en una pastoral misionera, Madrid

1988.

3. Cf. J. Danielou-R. du Charlat, La catequesis en los primeros siglos, Madrid 1975.

4. Cf. A. Turck, Sur l'usage contemporain du terme «catéchese», en Évangélisation

et catéchese aux deux premiers siecles. Paris 1972, 154-158.

5. Cf. el número especial Historia y teología del símbolo de lafe: Phase 73 (1973).

6. P. A. Liégé, Le catéchuménat dans l'édification de l'Église: ParMis 1 (1958) 32.

Catequesis (Didaskalia) 447

XVI, originada por el impulso de la Reforma ~ decisi~nes d~l conc.ilio

de Trento. El tridentino determinó que los. parrocos lmpa~lesen mstrUc

ción catequética a los adultos en las m~sas de lo~ dommgos, c0

7

n

1 yuda del Catecismo romano de san PIO V pubhcado en 1566 .

;ar~ entonces ya se habían publicado infin~d~d de catecis~o~ co~o

. trumentos para remediar la ignorancia rehgIOsa y la multIphcaCIOn

~: prácticas supersticiosas. Aparece una catequesis. de adultos que no

es precisamente catecumenal. Solamente en las tIerras nuevas desubiertas

se da una catequesis de adultos para catecúmenos que se ~~n

~ bautizar. En los países de cristiandad intent~n renovar la formacIOn

del pueblo las misiones populares, que se ~xtI~~den ~esd~ el s. XVII

hasta el Vaticano 11. Prácticamente la predlcacIOn ordmarIa o extraordinaria

es el medio de educación religiosa de los ad~ltos h~~ta el s.

XX. Lo que más preocupaba entonces era la catequeSIS de mnos y su

escolarización, que van inseparablemente unidas.

La renovación moderna de la catequesis de adultos, permanente o

de iniciación, se produce después de la segunda guerra mundial. !unto

al catecumenado de adultos se desarrollaron círculos de estudIO de

A.C., grupos bíblicos, institutos de formación teológi~a para relig~osas

y laicos, escuelas de catequistas, centros de cul.tura rehgiOsa, cursIllos,

conferencias y seminarios sobre la fe, comumdades de base, etc.

c) Expansión de la catequesis de adultos

Si se la compara con la catequesis de niños o de adolescentes, la

de adultos se ha desarrollado poc0 8 • En el I Congreso internacional

de catequesis celebrado en Roma (1950) se deploró «el estado de

abandono en el que generalmente se encuentra la catequesis de

adultos». «No es excesivo afirmar -dice en 1983 el documento La

catequesis de la comunidad- que la existencia de auténticas cat~quesis

de adultos es todavía una gran laguna en la pastoral de la IgleSIa» (n.

38). La catequesis de adultos se halla todavía en sus comienzos, aunq~e

son prometedores. Un ejemplo significativo de. esta nueva ~atequesls

fue el Catecismo holandés. Poco antes del VatIcano 11 habla comenzado

el Instituto Catequético de Nimega la redacción de un cateci.smo

de adultos. Los obispos holandeses aprobaron en 1962 un pnmer

7. Cf. P. Rodríguez - R. Lanzetti, El catecismo ~oman.o~ fuentes e historia del texto

y de la redacción, Pamplona 1982; id., El manuscnto ongmal del catecIsmo romano,

Pamplona 1985. ,

8. Cf. R. Viola y otros, Catequesis de adultos .. Ensayo de .metodologw, Buen~s

Aires 1970; Fe adulta y adultos, Madrid 1971; J. RUlZ, C~tequesl~ ~e adultos, Madrid

1975; R. Llanes Tovar, La catequesis de adultos en la actualIdad, Mexlco 1984.



448 Teología Práctica

proyecto, que definitivamente salió a la luz pública en 1966 9 • Es

catecismo para adultos creyentes, insertos en el mundo moderno, que

desean actualizar su fe. Nuevos ejemplos de catecismos de adultos

son los publicados por la Comisión episcopal italiana para la doctrina

de la fe en 1981 10 Y por la Conferencia episcopal alemana en 1985 11 •

Con frecuencia se afirma que las comunidades parroquiales no

poseen una fe madura; se encuentran en un estado religioso infantil

por lo que es necesario situar la comunidad cristiana en régimen d~

catecumenado o de catequesis de adultos. Evidentemente no toda catequesis

de adultos es catequesis directa de iniciación, aunque siempre

lo es de un modo remoto. Por ejemplo, hay catequesis de adultos

presacramental con los padres del niño que desean bautizar o con los

novios que se quieren casar por la Iglesia; catequesis de formación de

quienes desean un mayor nivel educativo de su vida cristiana, bien

para una mejor apropiación personal de la fe, bien para llevar a cabo

una responsabilidad ministerial; catequesis comunitaria para transformar

un conjunto abigarrado o disperso de fieles en una comunidad

madura de fe; catequesis compromisual con la finalidad de tomar

conciencia refleja de la acción de los cristianos en el mundo, etc.

La catequesis de adultos ha sido valorada significativamente en el

Directorio general de pastoral catequética de 1971, cuando se afirma

que dicha catequesis, «al ir dirigida a hombres capaces de una adhesión

plenamente. responsable, debe ser considerada como la forma principal

de catequesIs, a la que todas las demás, siempre ciertamente necesarias,

de alguna manera se ordenan» (n. 20). Otro tanto dice la exhortación

de Juan Pablo 11 Catechesi tradendae: la catequesis de adultos «es la

forma principal de la catequesis porque está dirigida a las personas

que tienen mayores responsabilidades y la capacidad de vivir el mensaje

cristiano bajo su forma plenamente desarrollada» (n. 43). Sin la

participación de los adultos, dice el mismo texto, bien sea como «destinatarios

o promotores», la comunidad cristiana no puede tener una

adecuada catequesis. El documento episcopal español La catequesis

de la comunidad afirma que «en nuestras circunstancias, la catequesis

de adultos constituye una necesidad de primer orden» (n. 37); tiene

«carácter paradigmático» (n. 237).

Por otra parte, la catequesis de adultos posee necesariamente una

inspiración catecumenal, es decir, viene a ser en el fondo catequesis

9. La traducción española se titula Nuevo Catecismo para adultos. Versión integra

del Catecismo Holandés, Barcelona 1969.

10. Cf. Comisión episcopal italiana para la doctrina de la fe, la catequesis y la

cultura, CatecIsmo de adultos. Señor, ¿a quién iremos?, Madrid 1982.

11. Conferencia episcopal alemana, Catecismo Católico para Adultos. La fe de la

Iglesia, Madrid 1988.

Catequesis (Didaskalia) 449

rmanente de iniciación 12 • El sínodo de 1977 recomendó en su menpeje

«que el proceso de catequización tenga una inspiración catecusa

enal » (n. 30). Recordemos que los bautizados somos de algún modo

~tecúmenos toda la vida. ~? sól~ necesitamos un reciclaje ~~n~inuo

través de la liturgia dorrnmcal SIllO que volvemos a ser reIllICIados

:n cada cuaresma. «El modelo de toda catequesis -dice el Mensaje

del sínodo de 1977- es el catecumenado bautismal, formación específica

que conduce al adulto convertido a la profesión de su fe

bautismal en la noche pascual» (n. 8). En el documento episcopal La

catequesis de la comunidad se distinguen dos <~modalidades» de catequesis

de ad,ultos que resp?~d~n a dos neceSIdades: 1) la «fund~mentación

báSIca» de la fe dmgIda a los adultos que «estando bautizados,

carecen, sin embargo, de la debida iniciación cristi.ana>~ ,(DCG

19) y su situación es cuasi-catecumenal: y 2) la «conso~IdaclO~» de

esos fundamentos dirigida a adultos cristianos que «neceSItan afIanzar

la adhesión, el conocimiento o el compromiso de la fe» (CC 240) ..

El Vaticano 11 afirmó que la «institución catequética»13 o catequesIs

tiene como fin hacer «que la fe, iluminada por la doctrina, se torne

viva, explícita y activa», para lo cual es necesario que «se fundamente

en la Sagrada Escritura, en la tradición, liturgia, magisterio y vida de

la Iglesia» (CD 14). La catequesis de adultos es ind~vi~u~l y colectiya,

atañe a todos los aspectos de la persona en su ser IlldIvIdual y SOCial;

es global respecto de su centro, constituido por el mensaje cristiano

radical, que es el evangelio y Jesucristo, pero al mismo tiempo es

completa, ya que debe abarcar la totalidad de la vida y de la fe. El

catequista, debidamente preparado para este menester, ha de ayudar

al catequizando a descubrir la buena nueva en su propia vida. El

destinatario de la catequesis de adultos es cualquier persona, hombre

o mujer, que intenta reinterpretar la vida entera y dar sentido a su

existencia a partir del acontecimiento de Jesucristo, mediante el texto

evangélico como referencia primera y básica. El lugar de conocimiento

y de experiencia, por su sentido sacramental o simbólico, es la comunidad.

En resumen, la catequesis de adultos arranca de la vida humana,

está iluminada por la palabra de Dios, se desarrolla experiencialmente

en un contexto comunitario, tiene en cuenta la realidad social y desemboca

en compromisos vitales a escala personal o de grupo. Según

12. Cf. Secretariado diocesano de catequesis de La Laguna (Tenerife), Catequesis

de adultos de inspiración catecumenal: AcCat 133 (1987) 345-360. . . . .

13. En la versión publicada por la BAC en 1965 hay un error, al tradUCir «lnSlitutlO

catechetica» por «instrucción catequética» cuando lo correcto es decir <<institución». El

Concilio pide a lo obispos, entre otras cosas, que <<instituyan» el catecumenado, no simplemente

que «instruyan» a los catecúmenos.



450

Teología Práctica

ellv!ensaje del sínodo de los obispos de 1977, catequesis es «la educaCIOn

ordenada y progresiva de la fe y que está ligada al permanente

proceso ?e m~d~~ac~~n de l~ misma fe» (n. 1). Lo específico de la

catequesIs de I.~ICIaCIO~, a. dIferencia de la de adultos, es su relación

con la cO?VerSI~~, su fmahdad de transmitir las primeras palabras de

fe y su vmculacIOn con una comunidad cristianal4.

2. Rasgos de la catequesis de adultos

a) Es catequesis que toma en serio la vida adulta

Adulto es la persona que ha adquirido rasgos de madurez. Fundamental~~nte

es un productor, tanto en el ámbito profesional como

en el. falll1har. Conoce l.os contom~s y las durezas de la vida, ha

expenmentado fracasos, tIene memona de la vida, se ha hecho realista

~a~a de comprender, posee responsabilidades propias, se conoce su~

fIcIenteme?te a sí mismo a través del conocimiento de otros, relativiza

~os e:,tremIsmos, es capaz de un mundo interior espiritual, se reconoce

I~satIsfecho en su raíz y vive con preocupación los sobresaltos de la

vIda 1s •

, .La cate9.uesis de adultos exige se tengan en cuenta dos criterios

basIcos den vados de la natu~aleza de los adultos: 1) son personas que

han acumulado. u~a deterlll1nada experiencia y 2) son personas en

proceso de .creCIlll1ento o ~n continuo devenir. Esto entraña un gran

respeto hacIa ellos. No olvIdemos que es difícil siempre el encuentro

con e~ otro, el cual, por el fenómeno humano de la alteridad, tiene

ca~acIdad de ~lterarme, a saber, de producir él en mí, y yo en él, una

sene de reaCCIOnes personales. De ahí nace la actitud de prudencia y

~e tacto para compr~nder, penetrar y dialogar con los adultos, al mismo

tIempo que se ma~tIene con ellos un cierto respeto.

. En la cateq~e~Is de a~ultos se deberá evitar toda pretensión morahzante

tranSmItI~a medIante consejos, consignas o juicios ya que

de este modo nos mtroducimos injustamente en la libertad del otro.

Tampoco se .debe caer en la tentación de trivializar los problemas del

o.tro como SI fuesen comunes a todos. No obstante, el adulto exige

siempre, aunque ?O lo declare, franqueza y autenticidad. El catequista

de adultos debera presentarse como. es, en el plano humano y en el

d~ l~ fe. En.segundo lugar,. el encuentro con adultos en una catequesis

cnstIana eXIge que se reahce en la inteligencia que nos da la fe. Por

14. Cf. La caté~~e~e au catéchuménat: «Croissance de I'Église» 54 (1980) I-VII.

15. Cf. P. A. Llege, Madurez en Cristo, Santiago de Chile, 31968.

Catequesis (Didaskalia) 451

supuesto, el adulto necesita que se respete su libertad; tal es la norma

histórica cumplida por Dios en Jesucristo, quien respeta absolutamente

la libertad humana. Dios es una presencia invisible pero operante que

se descubre por amor, no se impone por presión. Ante el adulto, el

catequista ayudará a interpretar, dentro de la fe, el significado de los

hechos de la vida l6 .

La esencia de la catequesis, y sobre todo la de adultos, no reside

en fónnulas o enseñanzas, sino en la iluminación cristiana de la existencia

en sus dimensiones más profundas. No olvidemos que el hombre

es el centro de la revelación. Y lo primero que el hombre necesita es

comprender el significado de su existencia, sea dolorosa o gozosa.

Como afirma B. Dreher, esto supone «un cambio profundo del principio

catequético» 17. N o se trata de proclamar un evangelio abstrac~o,

sino de iluminar la realidad actual con la luz y la fuerza del evangeho.

Ningún dominio importante de la existencia humana debe ser excluido,

aunque no podamos hallar en la Escritura recetas concretas para cada

aspecto vital. De ahí la necesidad de traducir y de actualizar hoy y

aquí el mensaje cristiano. Precisamente un presupuesto importante del

Catecismo Holandés fue partir de la experiencia para que, apoyándose

en ella, fuese posible escuchar hoy la buena nueva. Naturalmente, este

presupuesto ha de posibilitar un diálogo en la fe, ya que sólo en la fe

se puede escuchar la voz de Dios. Se trata de crear un clima dialogante:

hablar con los otros, no a los otros, escuchar juntos la voz de los

hechos y los hechos de la palabra de Dios, marchar juntos y vivir en

común para ser creyentes l8 .

b) Es catequesis de adultos cuestionados por la fe

Desde hace pocos años la catequesis se orienta hacia los adultos,

dada la importancia de su cometido en la sociedad y del puesto

relevante que cobra el seglar en la Iglesia, especialmente a causa

de la escasez de sacerdotes. Con todo, el renacimiento de la catequesis

de adultos, paralelo a la renovación del catecumenado, que

también se dirige a los adultos, no proviene sólo de la importancia

que tiene el adulto sino de la crisis que hoy se da en torno al hecho

de la fe. Si en tiempos pasados el tránsito de la adolescencia a la

vida adulta suponía un abandono de todo lo que entrañaba el mundo

16. Cf. J. Puyo, Experience humaine et revelation de Jesus Christ, Lyon 1967; M.

Gelabert, Valoración cristiana de la experiencia, Salamanca 1990.

17. B. Dreher - K. Lang, Theologische Erwiichsenenbildung, Graz 1969, 52.

18. Cf. W. Bless, Líneas directrices para la redacción de un catecismo: Conc 53

(1970) 408-411.



452

Teología Práctica

Catequesis (Didaskalia) 453

in~an~il, en ~l ~lue muchos incluían la religión escolar y las primeras

practIcas cnstIana.s; hoy se reaccio~a. de una forma más radical, que

va desde la ne~acIOn del hecho relIgIOSo a la aceptación desganada

de unas creenCiaS frecuentemente parciales, apenas personalizadas

y,en trance d~ ~esaparición en determinados ambientes. Un buen

numero de cnstIanos actuales adultos sienten la necesidad de repe~s~r

de l~uevo la .fe. Según J. Le Du se trata de una «verificación

relIgIOsa» '. Es.te tipo de confrontación se realiza de ordinario en

grupos res~nn~I,dos, apostólicos o en comunidades, libres frente a

toda orgamzacIOn ngIda y en disposición de búsqueda.

, Los modos ~e ~uestionarse la fe son diferentes. Hay adultos,

mas o menos cn~tIanos, que rechazan ciertos dogmas, ordinariamente

mal conocIdos, mezclados y confundidos. En realidad estos

adultos no rechazan los dogmas como verdades increíbles sino

como asertos poco s.ignifi~ativos u operativos. Sólo admiten io que

pos~e un sentido eXIstenCIal y humanamente válido. Como contrapartIda

se da el fenómeno de una racionalización del mundo de la

fe .. L~ cuestión de fondo es, sin embargo, el problema de la identidad

crz~tzana.' a sab.er, qué añade el cristianismo a la vida humana, en

q~e se dIferencia el creyente del ateo o en qué consiste ser o mamfestarse

como cristiano. No olvidemos que Occidente ha heredado

valores de inspiración cristiana. Son valores seculares y secularizados

que has~a ha~e poco parecían originalmente cristianos. De

hecho, la conVIvenCIa con otros hombres agnósticos o indiferentes

~l hecho religioso cuestiona profundamente la fe de muchos cristIanos.

c) Es catequesis de fe adulta en comunidad de creyentes

. ~e ~a dicho ~ . se repite infinidad de veces que la crisis del

cnstIan~smo es cr.Is.Is de catequesis, que equivale a una crisis de fe.

En r~alIdad es cnSIS de fe adulta, fe necesaria en una sociedad en

c?ntmua expansión. Afirmar, como remedio a una situación ambI?u~,

<;Iue muchas personas son cristianas sin saberlo es reducir el

cnst~a?}smo a una bu~na voluntad, al mismo tiempo que se invalida

la mISIOn, la catequesIs y la Iglesia. El cristianismo se descristianiza

cuan~o se lo reduce a un deísmo o a un moralismo, ya sea individual

o SOCIal. .

~a. fe es una luz profunda que ilumina el sentido de la vida, de

los eXItos y de los fracasos. No nos exime de ser personas, pero

19. J. Le Du, Un groupe d'expression libre: Catéchése 11 (1971) 59.

tampOco nos exige heroicidad. Cristo no es Señor porque fue un héroe

(por lo demás aparentemente fracasado), sino porque posee la plenitud

del Espíritu de Dios, porque con su muerte muere la muerte y con su

resurrección se manifiesta la vida completa, la vida eterna. Con la fe

todo cambia en profundidad, pero todo está por cambiar. La fe es una

prefiguración, una esperanza, un amor concedido, una gracia. Es un

modo original de encuentro con el Amado, al que sólo se posee en

arras, en signos, en sacramentos, es decir, en esperanza de plenitud 20 .

La catequesis de adultos tiene como centro y contenido básico a

Jesucristo, reconocido y anunciado como buena nueva. Evidentemente

se requiere una actitud para tener fe, actitud de humildad o de pobreza

para reconocer que el Dios de Jesucristo es el único que nos conduce

hasta la plenitud, no en la línea del progreso, sino en la línea de la

salvación liberadora o liberación salvadora. Pero en tomo a Cristo, la

fe se vive en la Iglesia, en la comunidad. Con alguna facilidad identificamos

la fe con la religiosidad, el temor, la culpabilidad, etc. De

ahí la necesidad de purificarla e identificarla y esto solo es posible

hacerlo con otros. El cristianismo no es una idea, una evidencia o una

verdad; es una persona, la de Jesús, que muere y resucita y se manifiesta

como Señor. Los creyentes se reunen con originalidad cristiana,

que se manifiesta en los gestos sacramentales simbólicos.

3. Modelos de catequesis de adultos

Por tratarse en última instancia de catequesis de adultos o de

catequesis de inspiración catecumenal, es lógico que la catequesis

de iniciación se diversifique en modelos correspondientes a los mecanismos

de transmisión sociocultural según los contenidos transmitidos,

los sujetos que reciben la transmisión y el grupo en donde

se lleva a cabo la transmisión 21 . A. Pasquier distingue tres modos

de transmisión sociocultural percibidos en la vida cotidiana: la enseñanza,

el aprendizaje y la iniciación 22 . D. Hameline diferencia

dos tipos de transmisión de acuerdo a una «lógica de exposición»

y a una «lógica de aprendizaje»23. M. Lesne, especialista en for-

20. Cf. en Nuevo Catecismo para adultos. Versión (ntegra del Catecismo Holandés,

o. c., las bellas páginas dedicadas a Lafe, 279-286; ver también M. L. Gondal, Commencer

Ou recommencer a croire, Lyon.

21. Cf. L. Ridez, La corrélation en catéchese: expérience de la tradition et espériences

d'aujourd'hui, en A. Fossion - L. Ridez, Adu/ts dans la foi. Pédagogie et catéchese,

Lille 1987.

22. Cf. A. Pasquier, Typologie des mécanismes du transmettre, en Essais de théologie

pratique. L'institution et le transmettre, Paris 1988, 117-133.

23. Cf. D. Hameline, Formuler des objetifs pédagogiques. Mode passagere ou voie

d'avenir?, Paris 1976.



454 Teología Práctica

maclOn de adultos, habla de tres tipos pedagógicos: «transmlslvo

con orientación normativa»; «incitativo con orientación personal»

y «apropiativo centrado en la inserción social»24. Según estos tres

modelos, basados en un acento importante de la vida personal o en

un modo de entender la vida adulta, podemos hablar de tres tipos

de catequesis de adultos 25 .

a) Catequesis como instrucción religiosa

(El catequizando como objeto que se moldea)

Desde la época moderna hasta la reciente renovación de la catequesis

se emplea la expresión instrucción religiosa para designar

la enseñanza de la doctrina cristiana de los catecismos y tratados

teológicos. Su contenido es triple: el dogma o lo que tenemos que

creer (el credo), la moral o lo que tenemos que obrar (los mandamientos)

y el culto o lo que tenemos que practicar (los sacramentos).

Según A. Exeler, se reduce la catequesis en este modelo «a un

adoctrinamiento y a un adiestramiento ritual y moral»26. Se pretende

que el catequizado conozca el catecismo y practique la religión. El

catecismo era un pequeño libro que resumía el contenido de la

revelación mediante fórmulas claras, breves y precisas llamadas

verdades. En realidad estas verdades se admitían en la sociedad

cristiana sin dificultad, ya que se vivía en tranquila posesión de

unas certezas, entre las cuales ocupaban una posición privilegiada

las católicas.

La finalidad de este modelo, basado en la transmisión o en la lógica

de la exposición, reside en presentar con la máxima claridad el contenido

de una catequesis o de una reflexión teológica. Es propio del

curso magisterial, valorado por los alumnos de acuerdo a la capacidad

del profesor para estimularlos, mantener su atención y enriquecerlos

con nuevos conocimientos. La pedagogía empleada se reduce a inculcar

a los alumnos el depósito de verdades heredado. En este método

preocupa el contenido del saber catequético o teológico como producto

elaborado. Cuando está escrito, se busca en el libro o en el folleto

absolutamente todo, contenidos y pedagogía; incluso hay un libro para

el catequista y otro para el catequizando. La catequesis es, en este

caso, divulgación teológica.

24. Cf. M. Lesne, Travail pédagogique et forma/ion d'adultes. Paris 1977; id., Lire

les pratiques de formation d'adultes, Paris 1984.

25. Cf. Centro nacional de enseñanza religiosa de Francia, Formación cristiana de

adultos. Guía teórica y práctica para la catequesis, Bilbao 1989.

26. A. Exeler, Catequesis y pedagoí(ía: la unidad entre experiencia de la fe ;­

existencia cristiana: Conc 53 (1970) 409.

Catequesis (Didaskalia)

ecordemos que al hablar de las «formas particulares de c~a~e­

~ s de adultos», el Directorio general de pastoral catequetlca

q~eSI a ue ningún tipo de catequesis de adultos «puede quedar

afl rm . q . I serie de conferencias y de charlas» (n. 96).

duclda a una Slmp e

'd d h d

re. o de otro modo, la catequesis di~i~i~a ~~Ia comum.~ ~ e

DICh l' I mismo tiempo tareas de mlCJaCIOn, educacIOn e mscump

Ir «a

trucción» (n. 31).

b)

Catequesis como educaci~n personal cristiana

(El catequizando como sUjeto que comparte)

El Mensaje del sínodo de los obispos de 1977 nos da un ~riterio

básico para distinguir la enseñanza religiosa de la cate~~esl.s I~a~ecumenal:

«Una enseñanza cualquiera, incluso ~e contem. o le ~g~oso,

no es sin más catequesis eclesi~I~. En cambIO, cua~qUler pa a r~

Be ue al hombre en su situacIOn concreta y lo Impulse a en

que. g h 'a Cristo puede ser realmente palabra catecumenal»

cammarse aCI d C' t tiendo

8) Lo que importa aquí es el seguimiento e ns.o, en

~:. cu~nta la «situación concreta» personal y «cualqUIer p~la~ra»

motivadora. El énfasis se pone en la persona, no en .Ia doctnna, en

la conducta, no en el saber. El maestro, por consigUIente, no es un

enseñante de verdades sino un educador de actitudes, com~orta~

. .' Se acentúa el modo de formular cuestIOnes

miento s y conCienCIas.

y de expresar convicciones. . ., d

Aquí tiene cabida el aspecto doctrinal pero ~I~mpre al servlcl~ e

la ersonalización de la fe. Lo expresa el C?ncI.ho ?~e un mod? caro

Pd '. I fn de la catequesis o de la «mstItUClon catequetlc.a es

a l eCll que e I / . . I d por la doctrIna»

que la fe se torne viva, explIcIta y activa, ac ara a

.' I . '0 afirma el documento

(CD 14) «La doctrIna tIene su ugar precls - ., d I

Formaci~5n cristiana de adultos-, pero ha de estar al servICIO .e a

vitalidad -revitalización- de la fe. De esta forma, la catequ.esls ~s

ese acto eclesial, por el que la existencia humana entra en smtoma

con la palabra d e D· lOS». 27

. . . ~

Una forma muy extendida de catequesis de ad~lt~s de msplracIOn

. s y movimientos de talante

catecumenal es la que se Impalte en g~upo . . . ~

espiritual La educación es comunitarIa pero dentro de la a~oCl~~lOn

o movimiento, de acuerdo a sus finalidades o a su orgamzaclOn y

misión.

. l d enseñanza religiosa de Francia, Formación cristiana de adul·

27. Centro naClona e e

tos, o. c., 39.

455



456 Teología Práctica

c) Catequesis como proceso cristiano de liberación

(El catequizando como agente de transformación)

Este modelo de catequesis de adultos posee una correlación con

la teología de la liberación y la pedagogía de la concienciación social.

Tiene en cuenta la situación social del pueblo. Se entiende asimismo

como proceso comunitario de fe. Oficialmente se origina en Medellín

(1968) y cristaliza en Puebla (1979). El énfasis está puesto en el

compromiso a través de la opción por los pobres. Su objetivo es que

los catequizandos sean activos y críticos en la Iglesia y en la sociedad.

Para lograrlo se utiliza una pedagogía militante, basada en la revisión

de vida y en el análisis de la sociedad, para correlacionar luego fe con

acontecimientos diarios, evangelio con problemas sociales y experiencia

humana con experiencia cristiana originante. De un lado se lee

el evangelio en clave social (hermenéutica política de la Biblia) y de

otro se examina el mundo' en clave de fe (interpretación creyente de

la realidad social).

De acuerdo al Directorio general de pastoral catequética, esta

catequesis de adultos es una «forma de acción eclesial, que conduce

a la madurez de la fe, tanto a las comunidades como a cada fiel»

(n. 21), siempre que se descubran la dimensión social de la vida y

la actitud de compromiso del cristiano. Ahora bien, la realidad social

no es un dato más sino el horizonte sin el cual no se enraiza la fe.

A lo largo de estos últimos años, el contenido de la catequesis de

adultos ha evolucionado visiblemente al pasar de la transmisión de

doctrinas a la comunicación de experiencias; del depósito de verdades

a la significación de los hechos vitales; de la ortodoxia a la ortopraxis 28 •

De este modo puede llegar a ser realidad una auténtica catequesis de

adultos liberadora.

Catequesis (Didaskalia) 457

Secretariado diocesano de catequesis de Madrid, 1, De la cristiandad a la

comunidad, 2. Etapas de un caminar, Madrid 1976 y 1981; Secretariados de

catequesis de Pamplona y Tudela, Bilbao, San Sebastián y Vitoria, Cristianos

adultos. Un proceso catequético de estilo catecumenal, Bilbao 1987; J. A.

Vela, Catequesis evangelizadora, Bogotá 1976; R. Viola y otros, Catequesis

de adultos. Ensayo de metodología, Buenos aires 1970.

BIBLIOGRAFIA

C. J. Blanch, Catequesis para adultos, Zaragoza 1972; CELAM, Evangelización

y catequesis. Diez documentos del magisterio eclesiástico, Bogotá

1986; Comisión Episcopal de Enseñanza y Catequesis de España, La catequesis

de la comunidad, Madrid 1983; R. L1anes Tovar, La catequesis de adultos en

la actualidad, México 1984; M. Montero, La catequesis en una pastoral misionera,

Madrid 1988; J. Ruiz, Catequesis de adultos, 2 vols., Madrid 1972;

G. Sáenz de Ugarte, Catequesis evangelizadora de adultos, Buenos Aires 1972;

28. Cf. E. A1berich, La catequesis veinte años después del Vaticano 11: MisJov 129

(1987) 5-12; id., Catequesis y praxis eclesial, Madrid 1983.



24

EL CATECUMENADO

La restauración conciliar del catecumenado y la reforma litúrgica de

los sacramentos de iniciación han hecho posible la aparición de diversas

iniciativas en la educación de la fe, como la catequesis de adultos de

inspiración catecumenal, el catecumenado estricto con candidatos que se

preparan al bautismo y la iniciación de jóvenes con ocasión de su confIrmación.

Este despliegue pastoral muestra que muchos jóvenes y adultos

bautizados no han recibido a su debido tiempo una correcta iniciación

cristiana porque la familia no ha hecho posible la transmisión de la fe,

la catequesis parroquial se ha mostrado insuficiente y la enseñanza religiosa

escolar ha sido en la práctica casi ineficaz. Ante esta situación,

típicamente misionera, puede darnos algunas enseñanzas el catecumenado

antiguo, aunque irrepetible en su implantación ya que las circunstancias

culturales de hoy son distintas de las que se dieron en los primeros siglos

de la Iglesia. De otra parte, tampoco podemos repetir la catequesis del

catecismo, típica de la cristiandad. Se impone una búsqueda creativa de

un nuevo itinerario catecumenal dirigido a jóvenes y adultos en proceso

de iniciación o de reiniciación I •

1. El catecumenado antiguo

a) Origen

En el NT, «catequizar -afirma X. Léon-Dufour- es enseñar los

hechos esenciales de la vida de Jesús; esta instrucción sucedía, probablemente,

al anuncio (kerigma) del evangelio y preparaba para el

bautismo o lo seguía inmediatamente»2. Así como los judíos instruían

1. Resumo mi libro Para comprender el catecumenado, Estella 1989.

2. X. Léon-Dufour, Diccionario del NT, Madrid 1977, 134.



460 Teología Práctica

en la Ley, los cristianos enseñaban el evangelio (didajé). De hecho,

en la época apostólica el bautismo seguía inmediatamente a la confesión

de fe, que se resumía en la afirmación «Jesús es Señor» (1 Cor

12,3) o «JeSús es el Hijo de Dios» (1 Jn 4,15). El gesto sacramental

es desde entonces baño de agua o inmersión con el significado de

consepultura y conresurrección con el Señor (Rom 6,6.8); Col 2,20),

mediante la imagen del descenso a las aguas y la salida de las mismas

(cf. Rom 6,1-11 y 1 Pe 3,16-21). A los judíos convertidos por la

predicación apostólica les bastaba la confesión de fe cristiana para ser

bautizados. Pero cuando la Iglesia se dirigió a paganos que desconocían

la «pedagogía hacia Cristo» de los judíos, fue necesario establecer una

cierta preparación catecumenal previa al bautismo. «Por ello -escribe

J. Betz- se atendía especialmente a la instrucción en la fe cristiana

y, sobre todo, a la formación del ethos cristiano, conforme a la exigencia

neotestamentaria de que el alejamiento penitencial de la corrupción

del mundo y la conversión creyente a Cristo constituía el

presupuesto necesario para el bautismo (Mc 16,16; Mt 28,20; Hech

2,38). Otra motivación fundamental era la comprensión de la Iglesia

como comunidad de los santos. Todo ello condujo al catecumenado»3.

En resumen, el catecumenado es una de las instituciones pastorales

más antiguas y básicas de la Iglesia de carácter litúrgico, catequético y

moral, organizado para acoger en la comunidad cristiana a personas

adultas convertidas e instruirlas en grupo durante un cierto tiempo, hasta

su ingreso como fieles por medio del bautismo y de la eucaristía. Nace,

pues, como ~tapa de preparación a la vida cristiana que la Iglesia exige

a los convertIdos adultos para que se transforme su fe inicial en profesión

de fe explícita, sacramentalmente celebrada en la comunidad cristiana

pascual. . Aparece sob~e todo en tierras paganas por la necesidad de que

los candIdatos al bautIsmo descubran el monoteísmo cristiano, el sentido

de las Escrituras y el comportamiento moral evangélic0 4 •

b) Desarrollo

Aunque Justino afirma hacia el año 150 que había una instrucción

prebautismal, parece que el catecumenado se estableció a finales del s.

TI s . Hipólito, a comienzos del s. I1I, describe un catecumenado organizado

que duraba tres años, después del ingreso mediante una prueba inicial a

3. J. Betz, Bautismo, en CFr, 160.

4. Para una visión rápida del eateeumenado antiguo, ef. M. Dujarier, L'évolution de

la pastorale catechumenale aux six premias siecles de I'Église: MD 71 (1962) 46-61;

A. Turk, Aux origines du catéchuménat: «Revue Seientifique de Philosophie el Théologie»

48 (1964) 20-31; G. Groppo, Catecumenado antiguo, en DicCat, 146-149.

5. Cf. el resumen de J. A. Jungmann, Katechumenat, en LThK, VI, 51-54.

Catequesis (Didaskalia) 461

base de un examen de la conducta moral y de la intencionalidad del

candidato. Los admitidos se llamaban catecúmenos, quienes tomaban

parte en la liturgia de la palabra, en la oración y en sus reuniones propias.

Volvían a tener otra prueba después de una larga etapa y, una vez

admitidos, se convertían en electi o competentes. Diariamente recibían

una instrucción acompañada de una imposición de manos y de un exorcismo.

Eran bautizados en la noche pascual, después de una última

imposición de manos, conjuración del demonio, soplo, signación y unción

con el óleo del exorcismo. Al salir de la inmersión recibían el crisma,

se vestían de blanco y entraban en el templo, donde el obispo les imponía

las manos, ungía con óleo de acción de gracias y sellaba su frente 6 • En

los inicios del s. III utilizó Tertuliano el término iniciación para expresar

la transmisión del misterio cristiano. La institución iniciática recibió el

nombre de catecumenado.

Con la llegada al bautismo de grandes masas en el s. IV, el catecumenado

se redujo a un tiempo más breve y perdió vigor. Cobró

importancia la admisión mediante una catequesis básica, la signación,

el exorcismo y la sal. Inscrito el catecúmeno, participaba durante la

cuaresma en una serie de reuniones basadas en la doctrina de la fe y

ética cristianas. Había entrega y devolución del símbolo; en Roma se

añadían el evangelio y el padrenuestro. Poco a poco llegaron a destacar

tres reuniones importantes o escrutinios, que hoy, después de la reforma

litúrgica conciliar, se celebran los domingos 3, 4 y 5 de cuaresma.

El número de adultos que se preparaba para el bautismo descendió

paulatinamente y aumentó el de niños. En esta época destacaron

Cirilo en Jerusalén, Teodoro en Mopsuestia de Siria, Juan Crisóstomo

en Constantinopla, Ambrosio en Milán y Agustín en Cartago.

Evidentemente, la comunidad cristiana intentaba suplir lo que ya no

daba el catecumenado, enormemente debilitado por la generalización del

bautismo de niños. Desaparecieron las instrucciones y se mantuvieron

los gestos, pero el conjunto de los ritos, planeados para una cuaresma,

se concentraron en una celebración abreviada, llena de repeticiones, aunque

con todos los elementos básicos antiguos. No se creó un rito bautismal

adecuado a los niños. Al crecer las preocupaciones por las consecuencias

del pecado original, el bautismo se adelantó «cuanto antes», con lo que

desaparecieron las celebraciones tradicionales bautismales de pascua y

pentecostés. Desde la Edad Media hasta el Vaticano TI todo se hizo en

un solo acto, lleno de gestos amalgamados, sin lecturas ni catequesis.

También se separaron el bautismo (dado por el párroco), la confirmación

(reservada al obispo) y la eucaristía (reducida a primera comunión de

6. Cf. Hipólito de Roma, La tradición apostólica, Salamanca 1986; J. M. Hanssens,

La liturgie d'Hippolyte, Roma 1970. Es fundamental la edición de B. Botte, La Tradition

apostolique, Münster 1963.



462 Teología Práctica

niños), con lo cual desapareció el sentido tradicional de la iniciación

cristiana. El Rituale Romanum de 1614 fijó dos tipos de bautismo: de

adultos, apenas utilizado, y de niños, que ha permanecido inalterable

hasta la reforma decretada por el Vaticano 11.

Los historiadores modernos del catecumenado sitúan su época más

floreciente en los tres primeros siglos. Nace en el s. 11, se desarrolla en

el s. III y primera mitad del s. IV, se transforma en la segunda mitad

del s. IV, mantiene una cierta vitalidad en el s. V y entra en decadencia,

hasta desaparecer, en los s. VI y VII. «La historia del catecumenado

-afirma M. Dujarier- se ha desarrollado en tres etapas. En el s. I1I, las

exigencias de una Iglesia misionera mantenían en serio la preparación

bautismal: examen de entrada, largo periodo de formación y nuevo examen

antes de la admisión al bautismo. Durante los s. IV y V cambian

las circunstancias por la conversión de los emperadores; se constituye la

cristiandad. Se desarrolla el periodo cuaresmal en detrimento del catecumenado

propiamente dicho. Finalmente, el s. VI sólo conservará ritos

más o menos condensados, y el bautismo de infantes sustituirá al catecumenado»7.

El cambio se operó a comienzos del s. IV. «El verdadero

catecumenado es el de la Iglesia misionera del s. I1I, en la que la iniciación

sacramental exige todavía una seria formación previa y en la que el

acceso a la catequesis oficial no se concede sino a creyentes» 8 •

c) Constitutivos

El catecumenado adoptó formas diversas en las distintas Iglesias

particulares, aunque siempre tuvo elementos comunes. Evolucionó

sensiblemente durante los cuatro primeros siglos del cristianismo, de

tal modo que el catecumenado anterior a la paz de Constantino fue

diferente del posterior, reducido a finales del s. Va la cuaresma 9 • Es

natural que la comunidad cristiana se preocupase de formar seriamente

a sus miembros adultos. Como esta tarea no era fácil de realizar por

parte de cada comunidad, se hacía de un modo común en cada ciudad.

Pueden advertirse en el catecumenado antiguo cuatro etapas: 1) La

misionera o etapa de evangelización, destinada a suscitar la fe y la

conversión entre paganos mediante la predicación del evangelio, que

7. M. Dujarier, Le parrainage des adultes aux trois premiers sieeles de I'Église.

Recherche historique sur l' évolution des garanties et des étapes catéchuménales avant

313, París 1962, 65.

8. ¡bid., 381.

9. Cf. excelentes síntesis históricas del catecumenado en R. Cabié, La iniciación

cristiana, en IgIOrac, 572-661; M. Dujarier, Breve historia del catecumenado, Bilbao

1986 (original de 1980), que recoge otro estudio anterior de A. Laurentin-M. Dujarier,

Catéchuménat. Données de l'histoire et perspectives nouvelles, Paris 1969; Th. Maertens,

Histoire et pastorale du rituel du catéchuménat et du bapteme, Bruxelles 1962.

Catequesis (Didaskalia) 463

culminaba con la entrada en el catecumenado por medio de un examen

sobre los motivos y disposiciones del candidato. 2) La etapa catecumenal,

de dos o tres años de duración, como periodo de formación y de prueba,

que culminaba con un nuevo examen sobre el comportamiento del. catecúmeno

durante la instrucción; los catecúmenos participaban también

en la liturgia de la palabra. 3) La etapa cuaresmal, de unas pocas semanas

de duración, como preparación intensiva al bautismo y eucaristía de la

noche pascual; consistía en reuniones especiales, desde la inscripción del

nombre, pasando por los escrutinios, hasta la reunión final, que culminaba

con la celebración sacramental. 4) La etapa pascual, durante la octava

de la pascua, en la que se desarrollaba la catequesis mistagógica. Las

exigencias de admisión para cada etapa eran estrictas.

El catecumenado antiguo está formado por dos constitutivos: la catequesis

o conjunto estructurado de enseñanzas, y la liturgia o proceso

ascendente de celebraciones que culminan en el bautismo y la eucaristía,

todo al servicio de la identificación cristiana del candidato. El elemento

principal, según J. Danielou, era la enseñanza elemental y completa del

conjunto cristiano lO • Su contenido estaba basado en el Símbolo de la fe

y se apoyaba en la Escritura, sobre todo en el AT. Pero lo que allí se

perseguía no era una mera instrucción, sino una auténtica conversión en

el camino de Jesucristo. Así se lograba dar una instrucción moral adecuada

a las exigencias de los catecúmenos. La transmisión de la enseñanza se

hizo siempre en el marco de la celebración litúrgica comunitaria.

La mayor parte de los candidatos al bautismo, participantes del

catecumenado antiguo, eran analfabetos. Pero también se daban catecúmenos

instruidos, a los que debía presentarse el mensaje cristiano

en relación a las tradiciones culturales filosóficas griegas. Aunque el

pueblo no sabía leer y escribir, los retóricos griegos y romanos ejercían

una gran influencia cultural sobre las masas.

d) Criterios

En la actual renovación del catecumenado ha influido considerablemente

la experiencia del catecumenado antiguo. Evidentemente no

se trata hoy de repetirlo al pie de la letra, arqueológicamente. «Sin

querer reproducir hoy lo que los cristianos primitivos hicieron entonces

-afirma M. Dujarier-, tenemos que inspiramos en su espíritu, en sus

esfuerzos, e incluso en sus fracasos, para lograr hoy día una iniciación

mejor a la vida cristiana»ll.

10. Cf. J. Danielou - R. de Charlat, La catequesis en los primeros siglos, Madrid

1975.

11. M. Dujarier, Breve historia del catecumenado, Bilbao 1986, 15.



464 Teología Práctica

1. El catecumenado es consecuencia pastoral inmediata

de una Iglesia misionera

La preocupación evangelizadora de la Iglesia de los tres primeros

siglos suscitó misioneros itinerantes, aunque en realidad todos los

cristianos eran agentes de conversión en su propio medio de vida. El

precatecumenado se desarrolló en las casas y talleres artesanales. Todo

estaba en función de la fe entendida como conversión de vida hacia

Cristo y el evangelio 12.

2. El padrinazgo supone una responsabilidad misionera

compartida y ejercida

El padrinazgo antiguo nació de dos exigencias: ser «ayudantes»

de los candidatos y «garantizadores» frente a la comunidad. De hecho,

los padrinos -ordinariamente laicos- fueron los mejores misioneros.

Eran las mismas personas que habían despertado la fe de sus propios

ahijados. Es lógico que el catecumenado naciese del padrinazgo, no

al revés 13 • «El catecúmeno -afirma R. Cabié- está asistido durante

toda su preparación por un fiel veterano que le hace compartir su

experiencia de la vida cristiana y que se constituirá como garante de

su recorrido ante los responsables de la Iglesia»14.

3. Los convertidos necesitan un proceso catecumenal

para ser iniciados en la fe y en el bautismo

La entrada en la existencia cristiana exigió en la Iglesia patrística

el trazado de una acción pastoral completa. Solamente eran bautizados

los candidatos que, después de un examen severo, ingresaban

en un largo periodo de formación hasta ser admitidos, después de

otro segundo examen, en el gran retiro previo al ingreso sacramental

en la comunidad. En primer lugar el acento se ponía en la conversión,

luego en la educación de la fe, para terminar con la catequesis

de los sacramentos. De este modo se procedía a modo de una gestación

materna (San AgustínY s , entrada en una gran basílica (Eu-

12. A. Turck, Évangélisation et catéchese aux deux premiers sii!cles, Paris 1962.

13. M. Dujarier, Le parrainage des adultes aux trois premiers siecles de I'Église,

Cerf, París 1962.

14. R. Cabié, La iniciación cristiana, en IgI0rac, 584.

15. Cf. M. Dujarier, Le catéchuménat et la maternité de I'Église: MD 71 (1962) 78-

93.

Catequesis (Didaskalia) 465

bio de Cesarea), noviciado militar (Tertuliano), crecimiento de

se a planta (Clemente de Alejandría) o itinerario por el desierto que

un nduce a la vida. Punto neurálgico del catecumenado antiguo fue

fO catequesis anterior y posterior al bautismo, que además de ser

'~iciación en la historia de salvación, era educación de costumbres

~ristianas Y aprendizaje de vida comunitaria eclesia1'6.

4. En el catecumenado interviene activamente

toda la comunidad

Por ser agregación de nuevos miembros a la Iglesia, es lógico que

el catecumenado fuese desde el principio quehacer comunitario. La

Iglesia estaba representada por la comunidad concreta local y, dentro

de la misma, intervenían el obispo como máximo responsable; los

catequistas como iniciadores; los padrinos como testigos y garantizadores,

y los catecúmenos en sus dos grados, como «oyentes» (o

interesados) primero y como «elegidos» (o decididos) después. En

determinados momentos, a la hora de las admisiones y en el momento

final de la incorporación, estaba presente la comunidad entera como

asamblea cristiana 17.

5. El proceso catecumenal finaliza con el ingreso

en la comunidad por medio del bautismo

«La historia del catecumenado antiguo -afirma 1. Oñatibianos

descubre, ante todo, la imagen de una Iglesia exigente, que se

resiste a dar sus sacramentos a la ligera»18. El catecumenado antiguo

está en función, en última instancia, del bautismo. La inmersión

primitiva en las aguas vivas, con la emersión correspondiente, significó

el baño del nuevo nacimiento a la vida cristiana a través de

la sepultura y resurrección sacramental con Cristo. De este modo

se cierra un ciclo que comienza por la conversión y termina con el

sacramento de la fe l9 •

16. Cf. J. Danielou-R. de Charlat, La catequesis en los primeros siglos, o. c.

17. H. Chirat, La asamblea cristiana en el tiempo de los apóstoles, Madrid 1968.

18. Cf. I. Oñatibia, Actualidad del catecumenado antiguo: Phase 64 (1971) 325-

334.

19. Cf. A. Stenzel, Lo transitorio y lo perenne en la historia del catecumenado y

del bautismo: Conc 22 (1967) 206-221.



466 Teología Práctica

2. El catecumenado actual

a) Restauración

Puede decirse que el redescubrimiento del catecumenado es reciente.

Hasta hace pocos años no existía el catecumenado de adultos

en los paises occidentales tradicionalmente cristianos, ya que todo el

mundo se integraba en la Iglesia de un modo natural a través del

bautismo de infantes. Durante siglos, escribe M. L. Gondal, «llegar

a ser cristiano era una operación que afectaba fundamentalmente a los

muy pequeños. Uno nacía -casi- cristiano como nacía en tal familia

y tal país. La iniciación, seguida luego por el catecismo y la participación

familiar en la vida de los cristianos, venía a ser como una

ratificación de identidad lo mismo que un reconocimiento de la fe»20.

La iniciación cristiana se realizaba -y se realiza - en la etapa de la

niñez, mediante la recepción de los sacramentos de la iniciación y el

aprendizaje de la catequesis infantil, reducida con frecuencia a preparación

de la primera confesión y comunión. El bautismo quedaba

reducido a un rito sacramental sin catequesis ni etapas adecuadas, ya

que se administraba a toda criatura sin exigencia alguna. Al celebrarse

el bautismo inmediatamente después del nacimiento, lo que era «requisito

previo» (evangelización y catequesis del adulto candidato al

bautismo), se convirtió en debilitada o casi desaparecida «exigencia

posterior» (catequesis familiar, parroquial o escolar del niño bautizado).

Este modelo de iniciación «no aparece ya -afirma M. L. Gondal-

como un ingreso en la vida cristiana adulta, sino sólo como una

salida de la infancia»21. De hecho, ha entrado en crisis a causa del

incremento de la conciencia y de la libertad personal, de la secularización

de la sociedad y de la separación entre la Iglesia y el Estado.

La iniciación cristiana, absolutamente necesaria cuando no se es

creyente por nacimiento sino por decisión personal o conversión adulta,

es ignorada por la pastoral de la Iglesia a partir de los comienzos de

la Edad Media, cuando termina la evangelización de los bárbaros y

se injerta la fe en la estructura de la sociedad como tejido básico

cultural. Los intentos de restaurar el catecumenado en la nueva época

misional de los siglos XVI y XVII fracasaron, ya que el concilio de

Trento se preocupó más de los problemas teológicos planteados por

la Reforma que de las urgencias misioneras descubiertas en el Nuevo

Mundo. En lugar de aceptar el ritual catecumenal del bautismo de

adultos elaborado en 1584 por el cardenal J. Santori, se aprobó en

20. M. L. Gondal, Iniciación cristiana. Bautismo, confirmación, eucaristía, Bilbao,

1990, 16.

21. Ibid.

Catequesis (Didaskalia) 467

1614 el ritual romano del bautismo de niños y de adultos, cristalización

en una misma ceremonia de abigarrados ritos sacramentales.

Nuevas urgencias catecumenales aparecen a finales de s. XIX en

los paises de misión, especialmente en Africa. Decisivo en este campo

ha sido el movimiento de la pastoral misionera que se desarrolla en

los países de cristiandad después de la segunda guerra mundial en la

década de los cincuenta. En las grandes ciudades europeas se organizan

catecumenados estrictos, ya que aparecen adultos no bautizados que

por razones matrimoniales (casarse «por la Iglesia», adquirir un «estado

civil religioso»), sociales (hacer bien las cosas, simpatía hacia la

Iglesia) o de conversión (experiencia de Dios, descubrimiento de la

figura de Jesús) desean bautizarse. El bautismo de adultos deja de ser

un fenómeno excepcional, aislado y casi vergonzante.

A falta de otro modelo catecumenal, se echa mano del primitivo

(el de los tres primeros siglos) con la incorporación de la catequesis

moderna. Si el catecumenado de adultos es consecuencia de una nueva

pastoral misionera, la reciente pastoral catecumenal exige una remodelación

de la Iglesia, de su misión y de su liturgia. En 1962 promulga

la congregación de Ritos un Ritual del bautismo de adultos dividido

en diversas etapas. Fue solicitado con urgencia por obispos de países

misionales y de naciones tradicionalmente cristianas. Finalmente, el

Vaticano 11 22 decreta la restauración del catecumenado de adultos,

indica la íntima relación de los tres sacramentos de la iniciación y

sugiere la inculturación de la fe. En 1972 aparece la edición típica del

Ordo initiationis christianae adultorum, que en su versión castellana

de 1976 es el Ritual de la iniciación cristiana de adultos.

b) Descripción

El decreto Ad gentes del Vaticano 11, después de fundamentar

teológicamente la misión de la Iglesia (cap. 1), dedica un segundo

capítulo a «la obra misionera», en la que se analizan tres aspectos: la

evangelización, el catecumenado y la comunidad cristiana. Según el

Concilio, el catecumenado es «formación y noviciado convenientemente

prolongado de toda la vida cristiana, con el que los discípulos

se unen a Cristo, su maestro» (AG 14). Es iniciación: 1) al misterio

de salvación, que no es «mera exposición de dogmas y preceptos»; 2)

a «la práctica de las costumbres evangélicas» y 3) a «los ritos sagrados

que han de celebrarse en tiempos sucesivos». El objetivo del catecumenado

consiste en introducir a los candidatos cristianos «en la vida

22. Cf. SC 64-65; AG 13-14.



468 Teología Práctica

de fe, de la liturgia y de la caridad del pueblo de Dios». Sus responsables

no son sólo «los catequistas o los sacerdotes, sino toda la

comunidad de los fieles, y de modo especial los padrinos». Finalmente,

este mismo decreto afirma que los catecúmenos «ya están vinculados

a la Iglesia, ya son de la casa de Cristo», puesto que «con frecuencia

viven ya una vida de fe, de esperanza y de caridad» (AG 14).

El catecumenado, afirma el Ritual francés, «es la institución donde

se lleva a cabo comunitariamente la iniciación cristiana de un adulto»23.

En este proceso destacan dos elementos esenciales: el itinerario personal

y el ámbito comunitario. El itinerario comienza cuando una

persona se interroga por el sentido de la existencia a partir de su propia

vida; desea encontrar significación a las realidades humanas. Si en ese

momento encuentra a Dios y acoge su palabra como buena noticia (la

historia tiene salida esperanzadora a partir de la resurrección de Jesús

y la naturaleza creada por Dios es en el fondo buena), puede entrar

en proceso de conversión. Entonces comienza una transformación de

su propia existencia personal, encuentra a otros cristianos, descubre

la Iglesia como comunidad de creyentes, se hace miembro de la misma,

ahonda en su propia fe, se inserta en el compromiso con el pueblo,

participa en la liturgia catecumenal y recibe los sacramentos de la

iniciación o reiniciación. El segundo elemento es la comunidad concreta

de creyentes que escucha la palabra, se interroga, madura en su

propia fe, se pone en camino de conversión, se reconoce como comunión,

celebra la liturgia y es liberadora en la sociedad.

A las experiencias catecumenales estrictas con adultos que se preparan

al bautismo, se añaden otras con adultos bautizados de niños,

alejados posteriormente de la fe y de nuevo convertidos, que se preparan

a los sacramentos de la reiniciación: penitencia y eucaristía. Las

diferencias en un caso y en otro varían según las celebraciones litúrgicas.

3. Constitutivos del catecumenado

A lo largo de su historia, la Iglesia ha realizado de una u otra

manera la iniciación cristiana, si con esta expresión entendemos el

modo de lograr que haya creyentes. Evidentemente, la iniciación cristiana

o el catecumenado (servicio organizado eclesialmente para iniciar

a los convertidos al cristianismo por medio de los sacramentos) tiene

más actualidad en aquellas épocas en las que ser cristiano no es una

23. ef. L'initiation chrétienne des adu/tes. Rituel du bapteme des adultes par étapes,

edición francesa del Ritual de la iniciación cristiana de adultos, 1. Notes doctrinales et

pastorales, Paris 1974.

Catequesis (Didaskalia) 469

cuestión de nacimiento o de simple pertenencia a la sociedad sacralizada,

sino quehacer personal de libre decisión y de coherente opción.

Aunque la expresión iniciación cristiana va unida al título de los

rituales del bautismo y de la confirmación, su noción es más amplia.

por supuesto, el término iniciación aplicado al cristianismo es antiguo;

puede decirse que es de origen patrístico e incluso apostólico.

Según M. L. Gondal, «la iniciación es un modo de proceder simbólico,

personal y social que impulsa a un (os) individuo(s) a pasar a

una capacidad y a una existencia nuevas. De un modo más preciso,

está constituida por un recorrido con guía, a través del cual se opera

un paso que reorganiza a un ser y lo inserta en el g:upo, haciendo que

participe en la vida del grupo y que tenga sobre el y sobre el grupo

un efecto regenerador»24. Como síntesis podemos afirmar que el catecumenado

es iniciación religiosa y proceso educativo cristiano, enmarcado

por unas etapas, dirigido a convertidos, en el seno de una

comunidad eclesial, por medio de una regeneración sacramental.

a) Iniciación religiosa

Al pie de la letra iniciación significa introducción; equivale a aprendizaje,

educación y formación. Designa el procedimiento empleado

para que una o más personas acepten consecuentemente los modos de

pensar y obrar de un grupo social con una finalidad generadora o

liberadora. Estar iniciado, según el lenguaje corriente -escribe M. L.

Gondal- «es haber adquirido un saber o, mejor aún, una destreza

experimental en su ejercicio»25. De una parte, la iniciación incluye

funciones socioculturales, simbólicas y políticas correspondientes a

modelos culturales relacionados con la vida y con la muerte, la integración

de los adolescentes o jóvenes en la vida adulta o la pertenencia

a un grupo social restringido y exigente. De otra, afecta plenamente

a lo más profundo y global de la persona. La iniciación transmite no

solamente esquemas culturales, sino que sitúa a la persona en un papel

social entendido como enteramente nuevo. La iniciación es una educación

profunda. Algunos historiadores de las religiones, como A.

Van Gennep, C. Lévi-Strauss o Mircea Eliade, han estudiado el fenómeno

de la iniciación en poblaciones del Africa, Australia o Europa

Central.

Nadie llega a la vida iniciado. «No se nace cristiano -dijo Tertuliano

en el s. III- sino que se llega a serlo»26. A lo largo de su

24. M. L.. Gondal, Iniciación cristiana, O. c., 47.

25. Ibid.; 44.

26. Tertuliano, Apologética 18,4; De testimonio animae 1.



470 Teología Práctica

vida, el hombre y la mujer reciben, ordinariamente con deficiencias,

diversas iniciaciones. Señalemos las correspondientes a la vida afectiva

y sexual, mundo familiar, cultura social y quehacer político. Según

la etnología, es significativa la iniciación religiosa, amenazada en las

sociedades modernas por el aprendizaje de tecnologías modernas y la

enseñanza de una cultura racional a través de un sistema escolar de

tipo reproductor. Las deficiencias sociales de este tipo de iniciación

son evidentes; basta observar la escasa coherencia que tiene la sociedad

moderna y la dificultad que la juventud manifiesta en su integración

social. La mentalidad racionalista y técnica no da importancia suficiente

a la dimensión simbólica del ser humano. Precisamente por

adoptar la iniciación una vía simbólica permite al candidato acercarse

al misterio y enfrentarse con las preguntas básicas humanas: ¿quién

soy?, ¿de dónde vengo?, ¿a dónde voy?, etc. En el fondo, la iniciación

justifica la existencia humana.

En todos los niveles que posee la iniciación, especialmente en la

religiosa, se produce una tensión entre los defensores literales de repetir

la iniciación recibida (con los mismos símbolos, gestos, cantos, textos,

etc.) y los que desean cambiar el esquema social y religioso recibido,

al considerar injusto el pasado en la medida de que representa un

estado de alienación y concebir el futuro como tiempo emprendido de

liberación. Son entendidas de un modo diferente las relaciones entre

cultura o política y fe, las condiciones de ingreso en el grupo religioso,

el ejercicio del poder sacerdotal, el estatuto teológico eclesial o comunitario,

los contenidos que se transmiten y el uso de antiguos o de

nuevos símbolos sacramentales.

b) Proceso educativo cristiano

El catecumenado no se basa en el modelo de instrucción derivado

de un programa sino en un proceso de formación en el que se comparte

la fe. «Por ello -escribe P. Ball-, más que la transmisión de conocimientos

del experto al novicio, la imagen ha de ser la de un diálogo

entre amigos sobre las verdaderas experiencias de cada uno»2? La

iniciación es acción compleja en forma de itinerario o de camino con

objeto de que el iniciado viva de otra manera. «El tránsito iniciático

-escribe M. L. Gondal- se presenta, pues, como una ida y una vuelta.

Aparece como un rodeo transitorio. Al entrar en un grupo y en un

espacio-tiempo particulares, el individuo, desfasado con relación a su

27. P. Ball, La conversión en las Iglesias de Europa, en Conferencia Europea del

Catecumenado. Los comienzos de la fe. Pastoral catecumenal en Europa hoy, Madrid

1990, 23.

Catequesis (Didaskalia) 471

mundo familiar, podrá más adelante situarse otra vez en este mundo

de una manera renovada, asumiendo sus símbolos y sus valores»28.

Es separación y agregación, muerte y nacimiento.

El proceso educativo de la iniciación ha de entenderse a partir del

evangelio y del seguimiento a Jesús. La iniciación cristiana se basa

en la conversión a una vida evangélica, no en una precipitada conversión

sacramental. Frente a un sentido de iniciación cristiana excesivamente

sacramental, se pretende descubrir un sentido de iniciación

que reformule de un modo apropiado la fe, valore el sentido social

de la praxis y profundice la originalidad de lo cristiano vivido en

comunidad. Está tan deteriorado el sentido de lo sacramental, que hoy

se comprende mejor al cristiano como creyente que como bautizado.

Dicho de otro modo, el cristianismo es entendido como fe evangélica

antes que como práctica sacramental. Pero la fe no es atávica; no

nacemos con ella. Es aceptación libre y personal de la llamada de Dios

que se visibiliza históricamente en el seguimiento de Jesús. Naturalo

exige entrar en el misterio de Dios o de Jesucristo.

e) Enmarcado por unas etapas

El catecumenado es un proceso dinámico y organizado de maduración

de la fe presidido por la ley del crecimiento. No es un plan

rígido de integración sino un método pedagógico. Exige duración y

tiempo. De ahí la existencia de unas etapas que de ningún modo deben

ser arqueológicas. El catecumenado está al servicio del convertido no

al revés. Es maduración «pluridimensional» en donde entran muchos

elementos como conocimientos, símbolos, gestos, actitudes, motivos,

comportamientos y compromisos. Más que integrar a los nuevos convertidos

en una Iglesia sacral y escasamente comunitaria, se trata de

que en medio de los mismos crezca una Iglesia viva de talante compromisual

y comunitario. El itinerario catecumenal es el siguiente:

VIGILIA PASCUAL

PRECATEClJMENADO~CAT"CUMENADO~ClJARESMAtMJSTAGOGIA

28. M. L Gondal, Iniciación cristiana, o. c., 50.

BAUT. - CONF. - EUCAR.



472 Te%gra Práctica

La primera etapa del proceso catecumenal es el precatecumenado

como tiempo de evangelización, en el que los eventuales candidatos

han manifestado diversos deseos: tener conocimientos religiosos, vivir

una dimensión cristiana olvidada o no conocida, entrar en comunión

profunda con otros, etc. En muchos casos ha sido decisivo el testimonio

de algunos cristianos ejemplares. Los convertidos actuales, movidos

por el ejemplo de los creyentes, manifiestan un cierto interés por la

persona de Jesús, el cristianismo, la religión o la Iglesia. Debe aclararse

en esta etapa la petición de iniciación. Después de entrar, los simpatizantes

se convierten en catecúmenos.

La segunda etapa o tiempo del catecumenado comienza por una

entrada o acceso a la Iglesia mediante una celebración en la que se señala

a los catecúmenos la cruz, signo de pertenencia a Cristo de los cristianos.

Por ser adultos, los catecúmenos son personas libres y conscientes que

saben pedir y dialogar. Una vez franquedado el dintel catecumenal, se

desarrolla el proceso de la iniciación, en donde se escucha la palabra de

Dios, se ponen en común las experiencias, se ora en celebraciones apropiadas

y se proponen los compromisos. En esta larga etapa hay que

equilibrar lo tradicional y lo actual, lo individual y lo comunitario, lo

espiritual y lo social, lo cultual y lo moral.

Hay una tercera etapa intensiva, que es la cuaresma, tiempo de

purificación e iluminación, preparación más intensa o retiro comunitario

pascual. En la noche de la resurrección se celebran los sacramentos

de la iniciación. El bautizado se denomina neófito, que significa

«nueva planta» o «nueva criatura».

A lo largo del tiempo pascual se desarrolla la etapa de la mistagogia,

en donde los bautizados prosiguen la iniciación para que asimilen

lo que en su momento recibieron, descubran con realismo a la

Iglesia y se den cuenta de los altibajos que se producen en la vida.

d) Dirigido a convertidos

La conversión es el primer objetivo del catecumenado y el fundamento

de la educación de la fe. Excepcionalmente nos encontramos hoy con

adultos convertidos no bautizados que inician el proceso catecumenal.

En la actual práctica pastoral, los candidatos al catecumenado suelen ser

de diversos tipos: 1) Bautizados asiduos en la práctica que necesitan una

re-educación comunitaria de la fe en relación con la dimensión social del

evangelio; no olvidemos que muchos cristianos recibieron una educación

cristiana preconciliar, infantil e individual. 2) Bautizados no practicantes

sin ruptura total con la Iglesia (a veces son practicantes ocasionales),

pero que por una decisión evangélica están dispuestos a formar parte de

Catequesis (Didaskalia) 473

una comunidad cristiana exigente. 3) Bautizados totalmente alejados y

posteriormente convertidos que desean ingresar en la Iglesia como cristianos.

De ordinario nuestros catecúmenos son cristianos practicantes (rara

vez convertidos de un total paganismo) que buscan una Iglesia comunitaria,

de talante evangélico, poco burocrática, con una liturgia viva,

capaz de reformular hoy la fe y plenamente abierta al compromiso. La

catequesis de iniciación sitúa a Dios antes que a Jesús y a Jesús antes

que a la Iglesia.

e) En el seno de una comunidad eclesial

La fe cristiana es esencialmente eclesial. Los creyentes experimentan

entre sí unos lazos de comunión que provienen del evangelio,

base de su vida cristiana. La Iglesia no es un grupo social más, sino

una agrupación distinta, ya que constituye un misterio. Al mismo

tiempo es una koinonía, una comunión apostólica, eucarística, de

bienes y de afectos que se realiza en cada comunidad cristiana. Por

consiguiente, sin comunidad no se da una verdadera iniciación. Sólo

la Iglesia que inicia es capaz de recibir nuevos fieles iniciados. El

catecumenado introduce al convertido en la comunidad cristiana que

se fundamenta en la palabra de Dios, vive un proceso de conversión,

celebra la salvación de Dios, está encarnada en la realidad del mundo,

testimonia su propia fe y se reconoce como auténtica comunión.

En realidad, la comunidad cristiana es germen y matriz de iniciación

cuando se sitúa en estado de misión y en continua referencia catecumenal.

Por consiguiente, el catecumenado no es algo fuera de la comunidad sino

su raíz. Dicho de otro modo, la comunidad cristiana auténtica posee una

matriz catecumenal, teniendo en cuenta que el lugar propio de la catequesis

es la comunidad, en la que unos son para otros catequistas, siendo

la catequesis creadora de comunidad y al revés. Si no hay comunidad,

el primer catecumenado es creador de la misma. Si hay comunidad, el

catecumenado es una de sus principales tareas. Además, la comunidad

anuncia explícitamente la fe. El catecumenado no es mera ocasión de

hacer otra cosa por importante que sea o parezca, como estrechar amis­

~des, entretener el ocio, ayudarse mutuamente, etc. Supone purificar

mtenciones y promover el deseo de ser cristianos.

f) Por medio de una regeneración sacramental

Los primeros cristianos se negaron a identificar la fe cristiana con

una religión de tipo mistérico. El misterio cristiano se basa en Jesucristo,

revelado en las Escrituras, enraizado en la historia, con una innegable

tradición profética. Ser cristiano es penetrar en el misterio evangélico de



474 Teología Práctica

Jesucristo. Esta penetración se lleva a cabo fundamentalmente por una

vía simbólica, en la que se pone en contacto nuestra realidad personal y

social con el mundo transcendente y nuevo de Dios. El símbolo adopta

en la iniciación la forma de relato, rito y celebración. «Sin relato -dice

M. L. Gondal-, el rito se empobrece. Sin rito, el relato se toma imaginario.

Sin celebraciones, relatos y ritos se esfuman y desaparecen. Toda

iniciación ofrece esta triple experiencia»29.

Desde la aparición de las primeras comunidades cristianas, la agregación

se hace mediante el baño bautismal, al que luego siguió la

imposición de manos y la unción crismal como condiciones de acceso

a la eucaristía. El bautismo de adultos se desarrolla con estos cuatro

elementos: renuncia o compromisos, confesión personal de fe, baño

de agua y unción con óleo. Al salir de las aguas bautismales, los

neófitos reciben el vestido blanco y la lámpara encendida, símbolos

de la claridad de Cristo. Entonces pueden ya participar en la plegaria

eucarística, orar como fieles al Padre y comulgar en Cristo con los

hermanos. Tradicionalmente los sacramentos de la iniciación son el

bautismo, la confirmación y la eucaristía. Considerada la penitencia

como un «segundo bautismo», podemos afirmar que los sacramentos

de la re-iniciación para bautizados convertidos son la penitencia y la

eucaristía. Su itinerario catecumenal es, en realidad, sememejante al

de los condidatos que se preparan al bautismo.

4. Conclusiones pastorales

Nos encontramos hoy en una nueva situación. Durante mil quinientos

años la iniciación sacramental se ha realizado en la primera

infancia. Las nuevas experiencias de los tres sacramentos de la iniciación

con niños, adolescentes y jóvenes son todavía escasas. Ni

siquiera abundan los proyectos pastorales teóricos para mejorar los

dispositivos actuales de la iniciación sacramental. Examinadas algunas

propuestas recientes podemos deducir estas conclusiones:

a) Los sacramentos de iniciación exigen un correspondiente catecumenado,

dirigido directamente a los mismos receptores de dichos

sacramentos. Esto supone que en el actual bautismo de niños se pase

del catecumenado de padres al catecumenado de niños, descubriendo

no sólo el tiempo de preparación sino el de celebración. El bautismo

de niños debiera comenzarse con una celebración de presentación, un

rito de acogida y una inscripción. Así se realiza la primera etapa

bautismal que inaugura un nuevo itinerario que se completa con el

baño bautismal, una vez evangelizado y catequizado el niño, cuando

29. [bid., 53.

Catequesis (Didaskalia) 475

adquiera un mínimo uso de razón. Si tal uso lo eXIgImos para la

eucaristía, parece lógico que se debiera exigir para el primer sacramento,

que es entrada precisamente en la eucaristía.

b) Los sacramentos centrales de la iniciación son el bautismo y la

eucaristía. La confIrmación es también sacramento de iniciación, pero

aisladamente considerada es accesoria. Su lugar tradicional se encuentra

entre los otros dos sacramentos. Al no haber entre los teólogos suficiente

consenso sobre la confirmación, su práctica pastoral es enormemente

oscilante. Mientras el bautismo se celebre con recién nacidos y la primera

comunión se festeje a la edad actual, la confirmación puede intentar

resolver de momento la distorsión de los primeros sacramentos. No olvidemos

que los ritos primitivos de la iniciación, incluso en la etapa

patrística, no fueron exactamente iguales sino que se dieron muy diversificados.

Debiera haber más libertad para que el proceso de la iniciación

tenga en cuenta las exigencias de las regiones y sus culturas.

c) En el caso de catecúmenos estrictos, la celebración de los tres

sacramentos de la iniciación no ofrece especial dificultad. De ordinario

se celebran en la vigilia pascual. Sin embargo, todo catecumenado o

proceso de iniciación requiere una determinada duración. De este modo

se purifican las motivaciones, maduran las opciones, se afianza la visión

cristiana de la vida y se acrecienta la comunión fraternal. La búsqueda

ha de ser orientada, progresiva y positiva, con objeto de que se descubran

las múltiples dimensiones que tiene la fe y las perspectivas de fe que

posee la vida.

d) Dadas las escasas relaciones personales existentes en la sociedad,

muchas personas se encuentran solas, anónimas, sin identidad propia.

Poseen una gran necesidad de afecto, compañía, amor. Buscan en los

grupos calor humano. Necesitan una comunidad que las acoja y las provea

de solidaridad. Como punto de partida no debe olvidarse nunca este tipo

de motivación. En realidad, la comunidad debe responder a esta demanda,

pero sin quedarse en ella. Por otra parte, vivimos una vida cristiana

incoherente. No todas las zonas de nuestra persona están evangelizadas.

Con frecuencia el trabajo profesional, la vida familiar, el ocio y la ación

política están disgregados; apenas los relacionamos con la fe. Necesitamos

una catequesis apropiada en comunidad.

e) Nuestra educación de la fe ha sido en general infantil, preconciliar

y conservadora, sin apenas referencia a la sociedad que nos

toca vivir. La conversión cristiana no debe quedar reducida al ámbito

intimista personal. Nos convertimos a Dios y a los hermanos cuando

salimos de nosotros mismos y nos ponemos de parte del necesitado,

del oprimido, personal y socialmente. Sólo así contribuimos desde la



476 TeoLogía Práctica

fe a rehacer la nueva sociedad. El ejercicio existencial de la fe exige

denuncia de toda injusticia, dentro y fuera de la Iglesia, dados los

intereses existentes que conducen a la manipulación, dominio y explotación.

Al mismo tiempo la fe nos exige anunciar las aspiraciones

del pueblo en correlación con el mensaje nuevo y alegre del Señor.

Para orientar la vida cristiana y redescubrir la expresión social de la

fe, la comunidad necesita un cuidado continuo de la iniciación cristiana

a través de un correcto catecumenado.

III.

LITURGIA (LEITOURGIA)

BIBLIOGRAFIA

D. Borobio, Proyecto de iniciación cristiana. Cómo se hace un cristiano.

Cómo se renueva una comunidad, Bilbao 1980; id., Catecumenado, en CFP,

99-120; id., Catecumenado, en NDLit, 298-319; A. Botana, Iniciación a la

comunidad, CVS, Valladolid 1990; J. Castellano, Iniciación crIStiana, en

NDEsp, 706-721; Conferencia Europea de Catecumertado, Los comienzos de

la fe. Pastoral catecumenal en Europa, hoy, Madrid 1990; M. Dujarier, Iniciación

cristiana de adultos, Bilbao 1986; id., Breve historia del catecumenado,

Bilbao 1986; C. Floristán, Para comprender el catecumenado, Estella 1989;

M.-L. Gondal, Iniciación cristiana. Bautismo, confirmación, eucaristía, Bilbao

1990; E. Lodi, Iniciación. Catecumenado, en DTl, I1I, 146-158; J. López,

Catecumenado, en NDEsp, 150-167; S. Movilla, Del catecumenado a la comunidad,

Madrid 1982; A. Nocent, Iniciación cristiana, en NDLit, 1051-1069;

E. Ruffini, Iniciación cristiana, en NDT, l, 757-786; Secretariado Nacional

de Liturgia, La iniciación cristiana hoy: liturgia y catequesis. Ponencias de

las Jornadas Nacionales de Liturgia, 1988, Madrid 1989; J. A. Vela, Reiniciación

cristiana. Respuesta a un bautismo «sociológico», Estella 1986; J.

Vernette - H. Bourgeois, Perspectivas catecumenales, Madrid 1980.

Documentos oficiales: Ritual de la iniciación cristiana de adultos, Comisión

episcopal española de Liturgia, Madrid 1976; también se encuentra este

Ritual en Misal de la comunidad, vol. III Ritual de los sacramentos, Madrid

1988, 3 ed.

Numeros especiales de revistas: Croissance de l'Église (revista trimestral

de pastoral catecumenal editada por el «Service National du Catéchuménat»

de París; comenzó en julio de 1966 con el nombre de «Reflexion Catéchuménat»;

dedicada totalmente al catecumenado); Bautismo y catecumenado:

Conc 22 (1967); El catecumenado: Phase 64 (1971); ardo Initiationis Christianae

Adultorum: EphLit 88 (1974/3); El catecumenado: AcCat 74-75 (1975);

La iniciación cristiana: Phase 94 (1976); L'initiation chrétienne: MD 132

(1977) Y 133 (1978); Crisis en las estructuras de iniciación: Conc 142 (1979);

La educación catecumenal de la fe: MisAb 72 (1979/3): Initiation chrétienne

des adultes: MD 185 (1991).



2S

PASTORAL LITURGICA

Al proponerse el Vaticano II «fomentar todavía más la pastoral

litúrgica en la Iglesia» (SC 43), no sólo consagra esta particular

acción eclesial, sino que reconoce su actividad ejercida en el movimiento

litúrgico previo al Concilio. Efectivamente, la pastoral

litúrgica surge a principios del s. XX con el deseo de que el pueblo

cristiano participe activamente en el culto. El apostolado litúrgico

preconciliar y la reforma litúrgica del Vaticano II harán posible

aquel anhelo y desarrollarán la pastoral litúrgica en el ancho campo

de la acción pastoral y en el ámbito estricto de la celebración de

los cristianos l .

Hoy se reconoce que la reforma litúrgica del Vaticano 11 ha sido

recibida y aplicada en todas partes con entusiasmo, ya que había

necesidad y deseos de cambios profundos en la liturgia, expresados

con anterioridad por pastores, especialistas y fieles. De hecho, había

sido preparada por algunas reformas litúrgicas parciales bajo el pontificado

de los últimos papas, por la experiencia litúrgica vivida en

monasterios, grupos de laicos y parroquias y por numerosos estudios

dedicados a este tema 2 • La constitución Sacrosanctum Concilium sobre

la liturgia fue el primer fruto del Concilio y el de más largo alcance,

consecuencia -como apunta el mismo documento- de dos trabajos

previos: «una concienzuda investigación teológica, histórica y pastoral»

sobre la liturgia y «la experiencia adquirida» en el movimiento

1. Tengo en cuenta aquí mis trabajos: Pastoral litúrgica, cap. 24 de TeoIAP, 381-

394; Pastoral litúrgica, en CelebrIgl, l, 537-584; La reforma litúrgica, cap. 4 de El

Vaticano Il, Un Concilio pastoral, Salamanca 1990.

2. 1. Oñatibia, La refonna litúrgica desde San Pío X hasta el Vaticano ll, en C. Morcillo

(ed.), Comentarios a la constitución sobre la sagrada liturgia, Madrid 1965, 84.



480 Teología Práctica

litúrgico (SC 23). Al promulgar Pablo VI dicha constitución el 4 de

diciembre de 1963, el movimiento litúrgico dio paso a la reforma

conciliar de la liturgia. Desde entonces, la liturgia ha sido fomentada

por la jerarquía, promovida por los responsables de la acción pastoral

y estudiada con dimensión teológica en diversos centros de estudio.

Esto ha dado lugar a una nueva comprensión de la liturgia y a la

formulación de una renovada pastoral litúrgica 3 •

1. Presupuestos de la pastoral litúrgica

a) La liturgia es ortodoxia y ortopraxis

«La Iglesia primitiva, sobre todo en Oriente -escribe G. Lukken

-, habla de la liturgia como theologia prima y de la reflexión

dogmática como theologia secunda. Y la palabra ortodoxia significa

ante todo la correcta alabanza (orthodoxia) en la liturgia, y sólo en

sentido derivado la correcta doctrina»4. Esto indica que la liturgia,

en cuanto orthodoxia prima, es un lugar primario en el que se realiza

la auténtica fe, al mismo tiempo que es fuente y norma primera de la

doctrina. Sin embargo, debido a la separación entre teología y liturgia,

especialmente después de Trento, la ortodoxia se convierte en la aceptación

de los dogmas de la Iglesia, a partir de los cuales se vigila la

fe en el liturgia. De ahí que a menudo se haya desconfiado de la

expresión litúrgica de la fe, con el evidente peligro de la extinción del

Espíritu. De este modo, al perderse la conexión simbólica, el lenguaje

teológico se aleja de la imagen y se interna en la lógica, con el

consiguiente olvido del denominado argumento litúrgico: «El hombre

accede a la existencia de Dios por la adoración, no mediante las

pruebas», según formulación lapidaria de Evdokimov. Esta perspectiva

acentúa el valor cristiano de la experiencia litúrgica.

Recordemos que el símbolo en la liturgia supone una percepción

unitaria de tipo existencial e intuitivo global, ya que afecta a la totalidad

de la persona, es imagen y doxa de la realidad evocada y transmite

un conocimiento profundamente dinámicos. La liturgia es, por consiguiente,

praxis simbólica, a saber, ortopraxis profundamente unida

a la ortodoxia en la medida que no se reduce a mera ceremonia ritual,

3. Cf. R. Vaillancourt, Bilan de la réforme liturgique de Vatican [J, en G. Baillargeon

(ed.), Le Concile revisité, Montréal 1986, 5.

4. G. Lukken, Realización de la fe en la liturgia: Conc 82 (1973) 180.

5. Cf. E. Vilanova, La liturgia, desde la ortodoxia y la ortopraxis: Phase 133 (1983)

9-27.

Liturgia (Leitourgia) 481

ya que expresa, actualiza y hace oper~tiva ~a praxis pascual de Crist?

Reconozcamos, sin embargo, que la hturgIa se reduce con frecuencIa

a mera práctica de cumplimiento, alienada subjetiva y objetivamente

de la praxis social. De ahí la existencia de creyentes no practicantes

o de cristianos sin Iglesia, síntoma esquizofrénico de una oposición

entre celebración y compromiso, liturgia y transformación, sacramento

y evangeli0 6 • Cuando la o~od?~ia ~e red~c~ a mera adhesión dogm.ática

al magisterio, la ortopraxIs hturgIca cnstIana se evapora o se dtlu~e

en prácticas rituales. Las viejas críticas de los profetas a un culto SIn

justicia, presentes en las vigor~sas palabras de Jesús, f~ente al sacerdocio

saduceo y a las ceremomas del templo, son vahdas hoy en la

medida que la liturgia no es celebrada como signo del reinado de Dios

o símbolo de una vida en estado de justicia.

b) La liturgia es celebración de la asamblea cristiana

Y. M. Congar escribe que la ecclesia o comunidad cristiana es el

sujeto integral de la acción litúrgica 7 • Esta afirmación supone una

renovación profunda de los conceptos Iglesia y ministerio. ~~Las acciones

litúrgicas -afirma la constitución- no son acciones privadas

sino celebraciones de la Iglesia, que es sacramento de unidad, es

decir, pueblo santo congregado y ordenado bajo la dirección de los

obispos» (SC 26)8.

La liturgia es entendida en los comienzos del movimiento litúrgico

como «culto de la Iglesia». Después del Vaticano 11 se comprende

como acción sacramental de la Iglesia o acción simbólica comunitaria

del misterio pascual. «Con razón, pues, se considera la liturgia como

el ejercicio del sacerdocio de Jesucristo», realizado por «el Cuerpo

místico de Jesucristo, es decir, la cabeza y sus miembros» (SC 7).

«La liturgia es, pues, -escribe S. Marsili- el culto de la Iglesia, no

porque se ejerce en nombre de la Iglesia que manda u ordena el culto,

sino porque se ejerce in persona ecclesiae, es decir, por quien como

comunidad o como individuo personifica a la Iglesia»9. «Por liturgia

-escribe B. Fischer- ya no se puede entender sólo la envoltura de

6. Cf. mi libro Sacramentos y liberación, Madrid 1986.

7. Cf. en J. P. Jossua - Y. M. Congar, La liturgia después del Vaticano [J, Madrid

1969, 279-338.

8. Cf. P. Tena, Iglesia-Asamblea. Una nueva aportación teológica: Phase 28 (1988)

415-436; P. Romano Rocha, La principal manifestación de la Iglesia (SC 41), en R.

Latourelle (ed.), Vaticano [J. Balance y perspectivas, Salamanca 21990, 453-467.

9. S. Marsili, Liturgia, en NDLit, 1157.



482 Teología Práctica

la celebración, sus rúbricas ceremoniales. Por liturgia hay que entender

la celebr~ción misI?a, lo que sucede en la celebración, la envoltura y

el contemdo: la aCCIón sacerdotal que Cristo sigue realizando en nuestra

celebración, el misterio pascual del que vive la Iglesia»!O. Recordemos

que en el ~so corriente ~ secularizado de la palabra, liturgia equivale

a ceremoma o a mero ntual externo.

c) La palabra de Dios da espíritu a la liturgia

La constitución Sacrosanctum Concilium habla de las relaciones

entre Biblia y liturgia. «En la celebración litúrgica -dice el Concilio-,

la importancia de la Escritura es muy grande» (SC 24). Recuerda

la constitución que la Escritura fue leída en la celebración eucarística

desde sus comienzos (SC 6) y que, por consiguiente, son esenciales

las .l~c~uras bíblicas, así como los salmos en el cantoral, y que, en

d~f¡mtIva, toda la liturgia está imbuida del espíritu de la palabra de

DIOS, en cuya pr?~lama~ión ~risto se hace presente (SC 7 y 33). En

resun:en, para VIVIr l.a hturgIa se necesita una cercanía espiritual y

doctnnal con las E~cnt~ras. Por est~s razones decretó el Concilio que

las lectur~s en la hturgIa fuesen mas abundantes y mejor ordenadas;

que se artIculasen las dos mesas de la palabra y de la eucaristía y que

se fomentasen las «celebraciones de la palabra».

Ev~~entemente, la litur.gia es ala~anza al Padre por el Hijo en

el Espmtu dado en ~a Igl~sla. La Escntura, celebrada en la liturgia,

nos ayuda ~ corregIr la Imagen que teníamos de Dios como algo

sev~ro y dlst~nte, centrado en deberes y pecados (propio de los

antiguos cateCIsmos), y presentamos la figura de Dios más cercana

y entr~ñable, valorando su generosidad creadora, la liberación por

Jesucnsto y la .acción vivifica~~e del Espíritu. Esto nos permite

acentuar la gratItud y la adoracIOn, esenciales en la celebración de

la liturgia. Al descubrir las maravillas de Dios, comenzamos a orar.

El culto anticipa y pregusta la liturgia celestial (SC 8), pero «no

agota toda la actividad de la Iglesia» (SC 9), aunque es «la cumbre

a la cual tiende la actividad de la Iglesia y, al mismo tiempo, la

f~ent~ de donde mana toda su fuerza» (SC 10). Precisamente a la

lIt~rgla vamos con todos los problemas de la vida y de la liturgia

salImos con el encargo de evangelizar y liberar".

10. B. Fischer, A los veinticinco años de la constitución de liturgia: Phase 170 (1989) 90.

11. Cf. . J. P. Jossua, La constitución «Sacrosanctum Concilium» en el conjunto de

la ob¡a concllzar, en J. P. Jossua - Y. M. Congar (eds.), La liturgia después del Vaticano

l/, Madrid 1969, 127-167.

2. Naturaleza de la pastoral litúrgica

Liturgia (Leitourgia) 483

a) La pastoral litúrgica pretende que el pueblo participe

Con objeto de promover una liturgia más auténtica y en definitiva

más santificadora nació el denominado movimiento litúrgico, con la

preocupación de restaurar el culto cristiano y de hacer que el pueblo

participase de nuevo en el mismo 12 • Pío X afirmó oficialmente por

primera vez que «la participación activa en los sagrados misterios y

en la oración pública y solemne de la Iglesia es la fuente primera e

indispensable» de todos los fieles I3. En esta misma línea se manifestó

Pío XI cuando en la constitución apostólica Divini cultus (20.12.1928)

dijo que «es absolutamente necesario que los fieles no asistan a los

oficios como extranjeros o espectadores mudos, sino que, transidos

por la belleza de la liturgia, participen en las ceremonias sagradas» '4.

También habló de participación Pío XII en la encíclica Mediator Dei

(20.11.1947), especialmente al tratar del culto eucarístico: «Conviene,

pues, que todos los fieles se den cuenta de que su principal deber y

su mayor dignidad consiste en la participación en el sacrificio eucarístico,

y eso no con un espíritu pasivo y negligente, discurriendo y

divagando por otras cosas, sino de un modo tan intenso y tan activo,

que estrechamente se unan con el sumo Sacerdote» 15 • Antes del Concilio

se estudió la pastoral litúrgica en el congreso de Asís de 1956'6.

La instrucción De musica sacra et sacra liturgia (3.10.1958) dedicó

asimismo varios números a la participación de los fieles (n. 22-23).

Finalmente, la constitución conciliar Sacrosanctum concilium habla

de la necesidad de promover la educación litúrgica y la «participación

plena, consciente y activa en las celebraciones litúrgicas» (SC

11,14,19,21,27,30,41,48,50,79,114 y 124; LG 10-11; PO 5) por parte

de todos los fieles, «en virtud del bautismo», ya que la liturgia «es la

fuente primaria y necesaria en la que han de beber los fieles el espíritu

verdaderamente cristÍ<mo» (SC 14). Justamente se ha reformado la

12. Cf. O. Rousseau, Histoire du mouvement liturgique, Paris 1945; B. Neunheuser,

Movimiento litúrgico, en NDLit, 1365-1382.

13. Motu proprio Tra le sollecitudini del 22 de noviembre de 1903, en A. Bugnini,

Documenta pontificia ad instaurationem liturgicam spectantia (1903-1953), Roma 1953,

1, 12.

14. ¡bid., 64.

15. AAS 39 (1947) 552; Colección de encíclicas y documentos pontificios, Madrid

1962, 1097.

. 16. Cf. Pío XII y la liturgia pastoral. Estudios del I Congreso Internacional de

Liturgia Pastoral, Asís-Roma 1956, Toledo 1957.



484 Teología Práctica

liturgia para hacer posible esta participación 17. Pero a veces se ha

entendido mal, como si se redujese al plano de lo interior. La constitución

dice que la participación ha de ser:

1. Plena, que equivale a «interna y externa» (SC 19) mediante

«las aclamaciones del pueblo, las respuestas, la salmodia, las antífonas,

los cantos, y también las acciones o gestos y posturas corporales»

(SC 30), ya que la liturgia entraña signos y es manifestación

de la Iglesia. Es toda la persona humana, en todas sus dimensiones,

la que debe ponerse en comunicación con la celebración de los misterios.

«La sola participación exterior -escribe 1. Oñatibia-, por

perfecta que la supongamos, si sólo le acompaña el vacío interior, no

puede pretender ser la fuente primera y necesaria de donde han de

beber los fieles el espíritu verdaderamente cristiano, que quería el

Concilio» 18.

2. Consciente, a saber, fruto de una educación litúrgica adecuada,

basada en la catequesis. «Una participación consciente y activa de

los fieles no puede obtenerse si no están suficientemente formados»19.

La palabra consciente fue formulada de un modo claro por Pío XII en

su discurso a los congresistas de Asís en 1956. El Concilio insiste

sobre todo en la educación litúrgica de los pastores. Para ello es

necesario que reciban una «educación adecuada» antes de su ordenación

sacerdotal y en su vida ministerial (SC 15-18). Pero dado el

escaso conocimiento litúrgico que hasta hace poco tenían los sacerdotes

y la lejanía de los fieles con las realidades litúrgicas -por entender

que eran cosa de los sacerdotes-, se necesita una iniciación litúrgica

constantemente. No basta que los textos litúrgicos se traduzcan e

incluso se adapten. La liturgia no se comprende sólo intelectualmente,

sino que se necesitan celebraciones significativas, ya que se trata de

un proceso de iniciación. Recordemos que la reforma litúrgica entraña

varias cosas: nuevos textos, cambio de signos, visión acertada del

culto, nuevo estilo de celebrar y, muy especialmente, transformación

de mentalidades. Algunos sacerdotes, carentes hoy todavía de formación

litúrgica, siguen aferrados al juridicismo y al ritualismo.

Durante estos últimos veinticinco años posconciliares se han comprobado,

entre otras cosas, estas dos: 1) el nivel bíblico del pueblo

17. Cf. G. Baraúna. La participación activa, principio inspirador y directivo de la

constitución, en La sagrada liturgia renovada por el concilio, Madrid 1965, 225-285; A.

M. Triacca, Participación, en NDLit, 1546-1573; M. Gesteira, La participación activa

de los fieles en la Eucaristía, según el concilio Vaticano 11; RevEspT 47 (1987) 61-105.

18. Cf. l. Oñatibia, Participar en el misterio salvador: Phase 144 (1984) 472.

19. De musica sacra et sacra liturgia, 22d.

Liturgia (Leitourgia) 485

era muy bajo y nula su formación litúrgica; 2) ha crecido lentamente

esta doble formación a través de las lecturas de los domingos, cuando

la homilía ha sido adecuada y han adquirido calidad las celebraciones.

3. Activa, que equivale a decir «participación armoniosa». «La

plena participación activa se obtiene cuando se añade también la participación

sacramental»20. Evidentemente, esto supone que los sacerdotes,

educadores y dirigentes cristianos se impregnen «totalmente del

espíritu y de la fuerza de la liturgia» (n. 17) y que lleguen a ser

«maestros de la misma». Esta maestría, fruto paciente de mucha reflexión,

lectura, consultas, vida espiritual y actuación completa pastoral,

se adquiere gradualmente (n. 18).

b) La liturgia exige el ejercicio de una pastoral

«Los diversos modos de comprender la relación entre liturgia y

pastoral -escribe L. DelIa Torre- han evolucionado a lo largo de

este siglo, pasando de la certeza de que la liturgia es pastoral (al menos

como tendencia) a la constatación de que la liturgia debe ser objeto

de una atención pastoral, hasta las últimas perspectivas que consideran

a la liturgia como un aspecto más de la globalidad de la praxis eclesial»21.

J. A. Jungmann afirma que «la pastoral es la clave de la historia

litúrgica»22. La necesidad de una pastoral litúrgica se deriva de una

correcta comprensión de la liturgia como «culto público íntegro» ejercido

por «el cuerpo místico de Jesucristo, es decir, la cabeza y sus

miembros», en el cual «Dios es perfectamente glorificado y los hombres

santificados» (SC 10). De aquí se deduce la naturaleza pastoral

de la liturgia. Interesa conocer cómo se ejerce el culto para que el

hombre se santifique. No olvidemos que los sacramentos son signos

de fe para quien los recibe y «signos sensibles» que «significan y cada

uno a su manera realizan la santificación del hombre» (SC 10). Esta

santificación depende también en sus frutos de las disposiciones con

que participa en el culto. Por este motivo, la pastoral litúrgica debe

fomentar tanto la inteligencia de los signos litúrgicos mediante una

apropiada catequesis, como el compromiso personal a través de la

relación que hay entre culto y vida, liturgia y misión 23 . La pastoral

20. ¡bid., 22c.

21. L. Della Torre, Pastoral litúrgica, en NDLit, 1577.

22. Cf. J. A. Jungmann, La pastoral litúrgica como clave de la historia de la liturgia,

en Herencia litúrgica y actualidad pastoral, San Sebastián 1961, 450-471.

23. Cf. D. Borobio, Leitourgía y Diakonía. La Liturgia como expresión y realización

de las cuatro dimensiones de la misión: Salm 36 (1989) 135-156.



486 Teología Práctica

litúrgica, se~ú.n J. Gelinea~, e~ «la cienc!a y el arte de hacer los signos

del culto CrIstIanos comumcatIvos lo mas posible»24.

La liturg~a precede ~ la pastoral litúrgica en tanto es «el ejercicio

del sacerdocIO de JesucrIsto» (SC 9). Por esto mismo podemos decir

tambié? .que .I,a liturgi~ es más que la pastoral y va más lejos, ya que

la pan:I~IpacIO~ -~bJeto de la pastoral litúrgica- presupone la ce-

1~~ra:IOn. L,a hturgIa está en la lín~a .del ser de la Iglesia; la pastoral

hturgIca esta en el orden de su creCImIento. En el acto litúrgico, antes

es el opus operatum: en el que se basa la eficacia del signo sagrado,

que el opus operantls, en ~l que ~e fu.nda la participación del pueblo

en el acto salvador. Es decIr, la hturgIa contiene el misterio cristiano

que la pastoral litúrgica trata de aplicar con eficacia. Los ritos tienen

u?a eficacia objetiva aun cuando sea indigente la pastoral litúrgica.

Sm ~mbargo, en toda celebración hay de alguna manera pastorallitúrwca

aunque .sea ~efici~nte, ya que el acto litúrgico, en cuanto signo

sens.Ible del mIsterIO, eXIge un mínimo de quehacer pastoral. La liturgia,

aunque no se reduce a una pastoral litúrgica, es siempre acción

pastoral.

. A?emás, ~a liturgia, en cuanto pregusta y toma parte «en aquella

hturgIa c:lestI.al que se celebra en la santa ciudad de Jerusalén» (SC

8), va mas leJos que la pastoral litúrgica, cuyo ejercicio se acabará

cua~do los signos velados descubran las realidades definitivas que

contIenen. Per~ al no agotar l~ liturgia «toda la actividad de la Iglesia»

(~<; 9), la aCCIOn pastoral, eVIdentemente, es más amplia que el ejer­

CICIO del. ~ulto. Inc~uso la pastoral litúrgica, por proceder de la misma

celebracIOn y segmrla, es más amplia que la liturgia.

c) La pastoral litúrgica es parte de la acción pastoral

~l refl~~ionar ~o?re la pastoral litúrgica, afirma M. Lohrer que la

consIderacIOn teologIco-pastoral de la liturgia consiste en desarrollar

mediante el análisis científico y teológico de la celebración concret~

del culto, los principios e imperativos de «cómo hoy la Iglesia se

l· 1 25

rea Iza en su cu to» . Para concretar estos aspectos teológico-pastorale~

no bas~a un.a visión teológica de la liturgia, sino que se debe

partIr de la hturgIa como realización fundamental de la Iglesia. Evidentemente

hay que tener en cuenta el sentido teológico de la liturgia

que se desprende de las afirmaciones bíblicas. Es necesario tener en

24. J. Gelineau, La pastorale liturgique, en Dans Vos assemblées Paris 1971 1 10

. 25. M. Lohrer, Die Feier des Mysterium der Kirche: Kulttheol~gie und Li;u;gie 'der

Klrche, en HdPTh, Freiburg 1964, 292 s.

Liturgia (Leitourgia) 487

cuenta también el momento concreto de la celebración, es decir, las

circunstancias históricas, teológicamente analizadas, para que se deduzcan

los imperativos de la pastoral litúrgica. Además de las exigencias

eclesiológicas que posee la liturgia, derivadas de la Biblia

y de la tradición y concretadas en libros litúrgicos adecuados, es

necesario tener presente las implicaciones antropológicas que posee

el culto. La liturgia presupone un pueblo de Dios estructurado eclesialmente

en estado de comunidad y una situación concreta con

diferentes aspectos antropológicos. Pero como la liturgia se da en

diversas formas y la situación en la que se celebra es compleja, es

evidente que los puntos de vista teológicos y litúrgico-pastorales

dan lugar a imperativos tan variados que motivan una decisión concreta

para cada celebración.

En resumen, pastoral litúrgica es la acción pastoral realizada por

el pueblo de Dios para edificar el cuerpo de Cristo mediante las acciones

eclesiales del culto cristiano, teniendo en cuenta la situación

real de los hombres. «La liturgia -dijo Pío XII- es la obra de la

Iglesia entera. Pero hemos de añadir que, sin embargo, la liturgia no

es toda la Iglesia, que no agota el campo de sus actividades»26. Otro

tanto afirma la constitución sobre la liturgia, «pues para que los hombres

puedan llegar a la liturgia es necesario que antes sean llamados

a la fe y a la conversión» (SC 9). Por consiguiente, puede hablarse

de unas acciones pastorales que preceden a la liturgia y de otras que

son posteriores 27 .

1. Hay un antes de la liturgia: es el anuncio profético de la palabra

de Dios. Es la martyría, que corresponde al anuncio y verificación

del evangelio, a la maduración de la vida cristiana ya la interpretación

de la vida y de la historia. Es servicio de la palabra o de la fe teologal.

Su finalidad es despertar la fe, desentrañar el sentido de Dios y revelar

el significado cristiano del proyecto humano. Consta de dos tiempos:

- El tiempo de la evangelización (signo del kerigma) en el que

la fe aparece como conversión y la palabra de Dios como llamada,

dentro del compromiso liberador. «Por eso, la Iglesia proclama a los

no creyentes el mensaje de salvación, para que todos los hombres

conozcan al único Dios verdadero y a su enviado Jesucristo y se

conviertan de sus caminos haciendo penitencia» (SC 9). La evangelización

debe ser testimonio y profesión de fe, signo de interrogación

espiritual, manifestación del sentido del hombre, proclamación del

26. Pío XII y la liturgia pastoral, o. c., 319 .

27. Cf. A. M. Roguet, La pastoral litúrgica, en A. G. Martimort (ed.), La Iglesia

en oración. Introducción a la liturgia, Barcelona 1964, 278-280.



488 Teología Práctica

evangelio del reino a los pobres y anuncio explícito de la obra de

Jesucristo con atención a no creyentes y alejados.

- El tiempo de la catequesis (signo de la didaskalia), en el que

la fe aparece como iluminación y la palabra de Dios como palabra de

comunión. «y a los creyentes (la Iglesia) les debe predicar continuamente

la fe y la penitencia, y debe prepararlos además para los sacramentos»

(SC 9). El creyente convertido necesita ser iniciado, educado.

La educación cristiana intensiva o catecumenal ha de seguir los

trazos de la educación humana, entendida como acción o proceso

crítico permanente y creciente de la comunidad y de cada miembro.

La catequesis explica el sentido ofrecido por Jesús a la luz de la

tradición, enseña los puntos esenciales de la fe, educa éticamente la

vida cristiana e inicia a la participación litúrgica. _De ahí la consecuencia

de dar a toda la evangelización y catequesis una polaridad

litúrgica y de dar a la liturgia una dimensión catequética.

2. Hay también un después de la liturgia: es toda la vida cristiana

como ejercicio continuo de caridad. La liturgia es gloria de Dios y

santificación de los hombres. Lo que ha sido vivido en la celebración,

que es la caridad de Cristo, debe ser vivido en cada una de las personas

y comunidades. Consta asimismo de dos tiempos:

- El tiempo de la comunidad, ministerio de caridad «ad intra» o

servicio de fraternidad (signo de la koinonía). Su objetivo es hacer

crecer la comunidad entera. Desvela el misterio de la comunión y

revela la paternidad de Dios en la fraternidad cristiana. Los creyentes

se congregan en comunión mediante el instrumento indispensable de

la comunidad cristiana. Se reúnen para conocer experimentalmente la

sabiduría de Dios y poder confrontarla con todos los problemas del

proceso humano histórico, con objeto de construir una nueva fraternidad.

- El tiempo del servicio al mundo, ministerio de la carid~d «~d

extra» o del servicio fraterno (signo de la diakonía). Revela el mlsteno

de la edificación del Reino fuera de las fronteras de la Iglesia, a través

de una sociedad más humana, a saber, más justa y libre. Responde a

los anhelos sociales de la humanidad: paz, justicia, libertad, solidaridad,

etc.

El antes y el después no se deben interpretar cronológicamente

sino lógicamente. Los cuatro servicios indicados se interpelan mutuamente.

El ministerio profético, que precede al litúrgico de un modo

lógico, psicológico y temporal, coincide con el ministerio caritativo

Liturgia (Leitourgia) 489

en un tiempo real, ya que todo tiempo que no es de celebración es, a

la vez, antes y después del culto. De ahí que haya unas profundas

relaciones entre ministerio profético y hodegético.

Los signos cristianos de caridad son iluminados por la palabra de

Dios como palabra profética, antes y después del culto. En la Iglesia

la palabra de Dios no sólo ilumina los signos cultuales, sino que los

hace eficaces, en el sentido de que producen y causan la gracia que

significan. En última instancia, tenemos dos grandes signos: los caritativos,

fuera de la celebración, expresión de un culto natural, y los

cultuales, en la celebración, expresión del ágape cristiano. La conversión,

que precede al culto, no se da sin palabra de Dios y sin signos

de caridad. El ministerio litúrgico anuncia lo que la liturgia realiza,

la cual, a su vez, inspira lo que la caridad obra, ya que la liturgia es

«la cumbre a la cual tiende la actividad de la Iglesia y al mismo tiempo

la fuente de donde dimana toda su fuerza» (Se 10).

3. Exigencias de la pastoral litúrgica

a) Comprensión del fenómeno sacramental

La comunicación humana se hace por medio de palabras y de

símbolos. La palabra no es sólo comunicación de ideas o conceptos;

es también «gesto vocal». Antes de que el niño aprenda palabras

ha recibido gestos. Por otra parte, el idioma se escribe con letras y

números. Saber un idioma es saber descifrar. Pero aunque todo

lenguaje es simbólico, la palabra es mero sonido: se oye, pero no

se ve. Radicalmente, el símbolo es no-lenguaje: se resiste a ser

transcripción linguística, semántica o lógica. Incluso la palabra o

la metáfora se mantiene dentro del campo dellogos 28 . En conclusión,

podemos decir con L. Maldonado «que la liturgia, si quiere

producir un impacto radical en la persona, una experiencia profunda,

un sentimiento cuasi místico, un goce, una fruición que la haga

inolvidable y anhelante siempre de lo nuevo, debe ser eminentemente

simbólica y ritual»29.

Para comprender simbólicamente los sacramentos es necesario un

doble estudio: de la realidad sacramental, tal como la vive el pueblo

en SUs celebraciones, y de la noción de sacramento, tal como se expresa

28. Cf. A. Vergote, Gestos y acciones simbólicas en la liturgia: Cone 62 (1971)

198-211.

29. L. Maldonado, La liturgia entre el hoy y el mañana, en Hacia el Vaticano IlI:

Cone 138B (1978) 369-386.



490 Teología Práctica

Liturgia (Leitourgia)

491

hoy en la teología posconciliar. Los sacramentos, después del Vaticano

11, no son cosas sino acciones de la Iglesia; no son ceremonias sino

celebr~~iones de los cristianos; no son ritos sagrados sino compromisos

evangehcos. Recordemos que los sacramentos han sido entendidos

durante mucho tiempo como instrumentos de la gracia; hoy los compre?~em?s

mejor c?J?o expresiones simbólicas de la Iglesia y como

antIcIpacIOnes profetIcas de la utopía del Reino. Parten de la vida y

son sacramentos de la vida.

Pero no basta con este tipo de afirmaciones. No es suficiente

decir que los sacramentos celebran la acción de Dios en la historia

o son el lugar del encuentro con Dios. Es preciso verificar estos

postulados en el contexto de la cultura actual, en el nivel cristiano

de r~unión q~e posee la asamblea y en el desarrollo y significado

precIso que tIenen nuestras celebraciones. Teológica y canónicamente

son válidas las celebraciones, pero pastoralmente tienen a

menu~o. escaso valor P?r su formalismo vacío, poca operatividad

evangehca, nula capacIdad de fomentar la oración y el tedio y

aburrimiento que producen.

b) No instrumentalizar la liturgia

Ante el panorama real de un pueblo participante en el culto sin

fe personalizada, inmaduramente convertido y superficialmente

educado o instruido, recurrimos con demasiada facilidad a usar la

litu~gia como ocasión de evangelización, catequesis o compromiso

SOCIal: Nos cuesta creer que la liturgia bien celebrada evangeliza

(acu~Im?~ al culto co~ grandes zonas de increencia), catequiza (somos

I.ncIpIentes catecumenos toda la vida) y compromete (el compromISO

de los creyentes radica en la causa de Jesús de Nazaret

ele~ado, a. Señor del Reino por su tránsito pascual). Hoy se admit~

caSI unammemente que la evangelización ha de poseer entrañas de

sa~ramentali?ad (el cristianismo es un universo simbólico), si no

qUIere redUCIrse a una tarea ideologizadora. También se advierte

q~e la celebración no es mera ocasión de evangelización, sino el

mIsmo acto evangelizador sacramentalmente celebrado. Si los sacraIl!entos.

~on ~ig,n?s de ~esucristo, deberán ser asimismo signos

de hberaclOn hIstonca o SIgnos de la causa de Jesús, contenido y

que.h~cer, por otra parte, de la evangelización. En resumen, la buena

notICIa que anuncia la evangelización es el centro y corazón del

sa~ramento. Dicho de otro modo: los sacramentos son signos de la

~Isma. palabra.o b.u,ena nueva que anuncia la evangelización. El

bmomIO evagehzaclOn-sacramentalización se fundamenta en la concepción

de la Iglesia como sacramento.

c) Guardar equilibrio entre la liturgia de la palabra

y la liturgia del sacramento

Las apo~acio~es ~e ~a reforma litúr~ica. relativas a la lengua del

pueblo, leccIOnarIO bIbhco, transparencIa ntual y contextualización

histó?c~ han in~idido sobre todo en la liturgia de la palabra, con el

ConsIgUIent.e 'peh.~ro de su abultamiento ( es larga), racionalización (es

verbal) y utIhzacIOn (se presta a cualquier manifestación). El desarrollo

de la parte estrictamente sacramental se reduce a una sucesión ritual

repetitiva, sin variantes apreciables (las plegarias eucarísticas son pocas~,

co.n .escas~ co~t~mplación (los silencios son apenas perceptibles)

y sImphcIdad sImbohca (cuesta la expresión corporal).

El núcleo catequético de la liturgia eucarística reside en la confesión

de fe, que se despliega a través de la lectura bíblica (proclamación),

credo (pro~esión) y plegaria eucarística (doxología), sin olvidar que

la celebracIón entera es y debe ser expresión de la fe. Cantos símbolos

y silencios contribuyen a crear la atmósfera para expresar y' alimentar

la fe que, a su vez, se eleva hacia Dios por medio de la oración, sea

de perdón, súplica o acción de gracias.

d) Creación de la realidad comunitaria

Reunirse es congregarse un determinado número de personas con

un orden del día para tomar una serie de acuerdos o resoluciones.

~reside U? moderador, se exponen hechos u opiniones, hay tumo de

mtervencIOnes, eventualmente se vota y al final se toman las decisione~

.. Las reuniones para celebrar son espontáneas, hay símbolos, canto,

mUSIca y da~za, sobran los discursos largos, se brinda y de ordinario

se come festIvamente. Sin adecuada reunión no hay justa celebración

sacramental.

La primera realidad litúrgica es la asamblea o reunión de cristianos

para festejar su propia fe. Desde el comienzo de la Iglesia los cristianos

se han reunido periódicamente para celebrar la eucaristía como «cena

del Señor», «fracción del pan» o «acción de gracias». La reunión

~omu?itaria del pueblo creyente es un rasgo o distintivo cristiano. La

lIturgIa supone una comunidad, ya que es tarea comunitaria. La asamblea

es el principal signo de la Iglesia. Toda celebración empieza con

una reunión; es reunión. Los dispersos se reúnen bajo el ministerio de

unos responsables que se distribuyen las tareas. La celebración es obra

de toda la asamblea, es decir, de todo el pueblo de Dios reunido bajo

una adecuada presidencia.

Nuestros g~stos sacramentales están vaciados de contenidos porque

no hay comumdad de creyentes, ni reunión adecuada de bautizados



492 Teología Práctica

Liturgia (Leitourgia)

493

convencidos. El sujeto de la celebración, que es la asamblea, ha sido

suplantado por la familia o el aglomerado. Nos falta sentido genuino

de reunión al modo popular. Herencia de una liturgia clerical es el

protagonismo casi exclusivo del sacerdote como celebrante. Los laicos

asisten a la celebración, en el mejor de los casos, obedientes, sumisos

y piadosos. Todavía cuesta trabajo que los seglares se interesen en la

liturgia. Y cuando intentan colaborar sufren a menudo cierta frustración.

e) Promoción de genuinidad celebrativa

Celebrar es poner de relieve o festejar algo de la vida ordinaria,

lo cual requiere que se tome distancia para destacar lo más esencial

de la vida: el nacimiento, la boda, el amor, un cumpleaños, la liberación

de un pueblo. En el caso concreto de un aniversario se da el

acontecimiento en tomo al cual se constituye la fiesta. La familia se

reúne, se abre la puerta, hay saludos. Luego se sientan todos en la

mesa y allí se da el gesto simbólico, por ejemplo, se apagan las velas

de una tarta, hay aplausos, vítores y se termina con una comida.

Alguien puede decir unas palabras, luego dialogan todos y, al final,

se despiden.

La celebración transcurre en el día de la fiesta. Es un acto social

o familiar que se desarrolla en una reunión; se celebra con otros. La

celebración nos ayuda a penetrar en el misterio profundo a través de

ciertos gestos simbólicos, actitudes y signos que entran por los sentidos.

La fiesta comprende tres cosas: el acontecimiento que se celebra

(un cumpleaños, un hecho de la vida de Cristo), la reunión de un

grupo (una familia, una comunidad cristiana) y la acción festiva (una

comida, una comunión eucarística).

Las rúbricas congelaron antes del Concilio el espíritu celebrativo

cristiano y de nuevo nos amenazan a través de los «praenotanda» de

los libros litúrgicos posconciliares. No sabemos celebrar o, a veces,

no se nos permite celebrar. Nos falta conocimiento, convencimiento,

libertad, espontaneidad y expresiones adecuadas.

El signo -o el símbolo- es un gesto más que una cosa; es una

operación humana que sirve para reconocerse, comunicarse, amarse.

En cualquier caso se requieren en la acción simbólica ciertos elementos

tomados en general de la naturaleza: agua, fuego, piedra, tierra, flor,

etc. A veces las cosas proceden de una elaboración técnica: pan, vino,

cirio, bandera, espada, balanza, etc. Signo es, por ejemplo, saludarse,

dar un ramo de flores, pasar revista a las tropas, aplaudir, agitar el

pañuelo, etc. Los signos pretenden ser universales, aunque muchos

son locales según la cultura del país. Cuando son profundamente vitales

y espontáneamente naturales son más aptos para significar En c 1-

quier caso, lo decisivo. de~ ~igno o del sím~olo es que equi~alga ~~o

que repr~sent~ ~ 9.u~ ,SIg~If¡q~~ en profundIdad. De ahí la necesidad

de una CIerta IlllclacIOn sImbohca.

Algunos, con poca capacidad simbólica, pretenden eliminar 1

símbolos y reducir toda la liturgia a la palabra y al ConocI'mI' tOS

1 d d 1

.,'f en o.

Desconocen e mun o e a comUlllcaCIOn pro unda, la I'mport .

de 1 cuerpo, e l m · fl

UJO

. dI" 1 anCla

~,SentImlento y e ~omportamiento del pueblo.

De una buena celebracIOn recordamos mas lo que vimos que lo que

oímos; en tod? caso n.os quedamos con lo que s~ntimos (a través de

todos l?s sen.tI~os). Sm embargo, el ~1Undo oC~Idental _y la mala

educacIOn rehgIOsa- han relegado en epocas reCIentes el cuerpo a un

segundo plano y han glorificado la inteligencia y la cerebralidad

Como revancha están hoy en boga ciertas técnicas orientales corporale~

de nat~ral~~a s~mb~l~ca, hay. exaltación del cuerpo Y aprecio de la

comulllc~cIOn sI!llb~hca medIant~ .los aportes de la semiótica, la antropologla,

la CIenCia de las rehgIOnes, y la ~eología litúrgica. Con

todo, hay 9ue te~e~ presente ,\ue tO?aVIa el sImbolo se percibe mal,

aunque es msustItUlble en la VIVenCia sacramental.

Los cristianos empleamos signos sensibles para celebrar y expresar

lo invisible, a s~ber, el a~or de Dios, la salvación de Jesucristo o la

esperanza del remo de DIOS en un mundo nuevo. Dios a su vez se

n?s ~~munica a tra~és de signos, especial~ente de la vid~ enteram~nte

sIglllf¡c~n~e ~e Jesus de Nazaret. Los SIgnos o sacramentos son un

lugar pn~Ileglado del encuentro de los creyentes con Dios. La liturgia

por n:laCI?n~Se c?n las realidades de la fe, ~e sitúa más allá de l~

expene~cla mmedlata, se lleva a cabo por medIO de signos. Cada uno

de sus SIgnos se compone de un gesto entresacado de la vida inmerso

en el mundo de !o religioso. y transido por la obra.o actuación 'de Jesús,

sacramento o sImbolo radIcal. Por ejemplo, la Iluminación significa

la fe y la oscuridad equi~a~e al pecado o a la increencia. Por estas

razones, encendemos el cmo pascual, se reparten velas encendidas

damos fueg? a una hoguera o quemamos papeles en un brasero par~

obtener cemza.

Los modos de celebrar han sido diversos en la Iglesia deben

se~lo. Aunque antes del concilio hubo una tendencia hacia 1: unifornu~~d,

después del Vaticano 11 se admiten -aunque no con excesiva

f~clhdad--: expresiones diferentes de acuerdo al idioma, la cultura, el

~tmo mUSIcal, el gesto corporal, etc. No se trata de buscar nuevos

sImbolos sino de expresar mejor la significación a través de significantes

sencillos, constituidos por gestos humanos verdaderos que se

corr~lacionen con el amor de Dios en Jesús, el compromiso de 'edificar

el remo de justicia y la esperanza de una resurrección universal.



494 Teología Práctica

4. Directrices prácticas de la pastoral litúrgica

a) Fijar la estructura de la celebración

La estructura de la celebración depende de la disposición de los

elementos que intervienen: lecturas, cantos, oraciones, signos y silencios.

La liturgia cristiana ha sido estructurada desde la más remota

tradición de acuerdo a la naturaleza del cristianismo (banquete compartido

con los pobres), a la función cultual de comunión e identificación

(hermanos entre sí e hijos de Dios) y al contexto cultural del

pueblo cristianizado (fe inculturada).

La estructura básica de la liturgia es bipolar: palabra y símbolo; o

dialogal: Dios habla y la asamblea responde con la oración, el canto

y el gesto. La palabra puede ser leída, comentada, recitada o cantada.

Es el polo auditivo, en el que intervienen dos sentidos: la boca y el

oído. Por otra parte, el símbolo es realidad dinámica: gesto, movimiento

corporal, acción. Es el polo visual que se ve, se gusta o se

palpa. De este modo en la liturgia intervienen los cinco sentidos porque

en los sacramentos interviene el cuerpo. Somos criaturas de Dios y

nos ponemos en su contacto con todo nuestro ser (espíritu y cuerpo),

hecho a semejanza del mismo Dios.

b) Tener en cuenta la pedagogía circular

El sistema pedagógico bíblico y litúrgico procede de forma circular,

dando vueltas alrededor de un centro, que no es una idea sino un acontecimiento.

Se advierte claramente en el año litúrgico. La repetición anual

de las fiestas hace que el rito anude y unifique las vivencias y experiencias

personales y grupales de la fe. La reiteración litúrgica responde, de una

parte, a la necesidad de ahondar el significado del ritual, con objeto de

que se desarrolle y madure el sentillÚento religioso, suscitado por el

símbolo que cristaliza las pulsiones más hondas de la persona. No olvidemos

que etimológicamente celebrar significa repetir, y solemnidad

(de solus annus) equivale a un hecho anualmente repetido. De otra parte,

la repetición ritual ayuda a mantener la memoria personal y colectiva que

contribuye a la identificación de las personas y de los pueblos.

Es evidente que el año litúrgico constituye una pedagogía cristiana

fundamental, sin olvidar sus límites: es creación cultural del Mediterráneo,

se relaciona con un trabajo agrícola y artesanal, pertenece a una

Iglesia de cristiandad y a menudo choca con otros calendarios superpuestos

por el catolicismo popular y la sociedad civil o comerciapo.

30. ef. c. Floristán, Ritmos litúrgicos y ritmos de sociedad: Phase 20 (1980) 39-49.

c) Inculturar la acción litúrgica

Liturgia (Leitourgia) 495

Cada colectividad humana está condicionada o marcada por un

conjunto de hechos culturales relacionados con formas de pensamiento,

pautas de c~nducta y le~~uajes. de comunicación. ~o bas~a afirmar

que la liturgia es expreslOn capital de .la fe; es al mismo tiempo expresión

cultural de un pueblo. No olvidemos que los vocablos cu!to

y cultura t.ienen u~a misma raíz, deriva?a del verbo colere, que significa

cultivar, cUIdar, ennoblecer o meJOrar.

Las formas de pensamiento traducibles bajo la denominación de

ideologías son hoy plurales e incluso contradictorias. Olvidar conscientemente

este primer elemento cultural en la liturgia constituye un

error grave. En ciertos ambientes críticos produce malestar. Otro tanto

puede decirse de las mores o costumbres sostenid.as, rechazadas o en

quiebra; son el conjunto de pautas de comportamiento o de con?ucta

que constituyen, de un modo rígido o laxo, las estructuras sociales.

Las personas presentes en la celebración, diferenciadas por el sexo,

la edad y los niveles culturales, tienen costumbres, ideas y convicciones

de acuerdo con mil factores personales y sociales.

La propuesta conciliar de «adaptar la liturgia a la mentalidad y tradiciones

de los pueblos» (SC 37-40), junto al redescubrillÚento de las

«culturas» (OS 53-54), llevó a la consecuencia pos conciliar de inculturar

la liturgia, por ejemplo, en el mundo de los jóvenes o en el campo de

la religiosidad popular. Ahora bien, frente al conjunto de una serie de

hechos marcados por la civilización que condicionan la expresión colectiva

y que denominamos en un sentido amplio cultura, los líturgistas

adoptan dos actitudes: la del rechazo a la adaptación de formas culturales

nuevas, anclados los ritos en expresiones de un pasado cada vez más

lejano, y la de la inculturación o transculturación, al encarnar la celebración

de la fe en formas de expresión constantemente actualizadas.

La primera tendencia, reaccionaria o conservadora, olvida que el

lenguaje litúrgico jamás se elaboró independientemente de una cultura

ambiental. Hubo épocas, correspondientes muchas veces a momentos

de redacción y fijación de textos litúrgicos, en las que la Iglesia no

sólo aceptó formas culturales profanas, sino que contribuyó a crear

una cultura propia. Basta observar la impregnación religiosa, cultural

e incluso litúrgica que tiene todavía la cultura popular en mil expresiones

correspondientes al folklore, música, artesanía y lenguaje. Esta

tendencia, por otra parte, admite de hecho la marginalización de la

Iglesia o el extrañamiento de la realidad cristiana en el contexto cultural

global, con el peligro de que sea la liturgia una mera subcultura. La

segunda tendencia busca, acepta e incorpora allenguaje de la liturgia,

y en consecuencia de la fe, expresiones de la cultura ambiental, ya



496 Teología Práctica

que los miembros de la asamblea poseen, en mayor o menor grado,

estructuras culturales de la época actual, tanto a nivel de conceptualización

como de expresión simbólica. De este modo se entrelazan

culto y cultura a través de un esmerado cultivo 3 !.

d) Apreciar el gesto corporal

En un sentido amplio, la palabra gesto engloba todos los actos y

actitudes mediante los cuales los participantes en una celebración traducen

físicamente lo que viven interiormente. El gesto es un movimiento exterior

del cuerpo por el que expresamos nuestros sentimientos o damos más

fuerza a nuestra palabra. Hay movimientos de brazos o manos, de cabeza

y de todo el cuerpo. En femenino, gestas son acciones famosas relatadas

por los antiguos poemas. Estos relatos, como los bíblicos, tienen por

fmalidad lograr que el pueblo entre en contacto con su historia. Nuestras

celebraciones tienen gestos y gestas. La liturgia es una acción simbólica

que nos hace vivir significativamente la muerte y resurrección de Jesús.

La dramatización litúrgica consiste en representar un texto mediante una

acción simbólica para hacer hincapié en su significado.

Los gestos corporales en la liturgia son varios. Se considera el

estar de rodillas como actitud de adoración. De pie es postura para

recibir al celebrante, orar, escuchar el evangelio o proclamar la fe.

Sentados es para escuchar la palabra de Dios, oír la predicación,

interiorizar la homilía y meditar. Las manos juntas indican recogimiento

y las manos abiertas apertura al ser, a la gracia. El abrazo de

paz es quizá el signo corporal que ha calado mejor con la reforma

litúrgica, sin olvidar el auge destacado del aplauso.

e) Preparar previamente la celebración

A diferencia con épocas anteriores en las que se ejecutaba la liturgia

previamente prescrita (sólo se ensayaban las ceremonias), hoy se debe

preparar cualquier celebración. Los actuales libros litúrgicos no describen

minuciosamente cada rito sino que dan pie a elecciones de

diversos elementos: moniciones, cantos, lecturas, silencios e incluso

gestos. La asamblea no está al servicio de los ritos sino al revés. De

ahí que se estructure cada celebración en relación a la asamblea reunida.

Para esta función está el equipo litúrgico.

31. Cf. J. Rogues, La liturgie et son environement culturel: MD 146 (1981) 21-38.

Liturgia (Leitourgia) 497

El equipo litúrgico es un grupo reducido de personas, representativo,

relativamente homogéneo para trabajar unánimemente y activo.

Se reúne periódicamente para revisar la celebración anterior y preparar

la siguiente. Está al servicio de la asamblea o del pueblo de Dios para

promover la participación activa, consciente y fructuosa. Forman parte

del mismo el presidente de la celebración y sus ayudantes. Para preparar

bien la liturgia es necesario tener presente el misterio que se

celebra (el amor de Dios tiene múltiples facetas), las lecturas que se

proclaman (sobre todo el evangelio) y la situación del pueblo (con el

relieve de lo social). Se reparten bien las tareas y se organiza todo el

trabajo: la recepción y despedida del pueblo, las intervenciones de

moniciones y preces, el ministerio de la música y los cantos, el servicio

de la mesa y de la colecta, la preparación del lugar y la composición

de signos, símbolos, carteles y decoración.

Recordemos que hay cristianos guardianes de la tradición que se

oponen a toda reforma y creatividad. Son adoradores del rito y servidores

de la rúbrica, más sensibles a lo sagrado de las cosas que a

las relaciones personales. o a los problemas sociales. También existen,

aunque en menor medida, los iconoclastas, más sensibles a lo cotidiano

que a lo eterno, que a veces no respetan las estructuras básicas y que

su propósito parece ser el del cambio por el cambio.

f) Ambientar el lugar de la celebración

Las primeras eucaristías cristianas, de tipo doméstico, fueron en las

casas. A partir del s. IV se prodigan las basílicas y los templos. Desde

entonces se han erigido iglesias para celebrar. Evidentemente, el lugar

influye en la celebración. No es lo mismo celebrar en una catedral que

en una casa, en la montaña, junto a un río o en un jardín. Hasta tal punto

influye el lugar, que con la aparición de las «misas domésticas» se han

renovado muchos aspectos relativos a la participación. Se celebra mejor

en comunidad, sobre todo de talla humana; por eso el semicírculo favorece

más la celebración que la forma rectangular.

El Señor es quien nos invita a la fiesta. Los miembros del equipo

litúrgico deben hacer bella la iglesia, la sala, el lugar de la reunión.

Hay que esmerarse en la decoración, en la iluminación, en la distribución

de los asientos, en la mesa y en todas las cosas que la liturgia

necesita. A la entrada puede haber un cartel apropiado con un texto

entresacado del evangelio del día; otro puede estar en el presbiterio.

A veces, mejor que el texto es un símbolo: bastón o cayado, silueta

de una barca, peces, panes, uvas, jarra de agua, camilla, etc. Es

conveniente inspirarse en el evangelio. En un momento dado -en la



498 Teología Práctica

monición de entrada o en la homilía - , estos símbolos estáticos puestos

en un lugar visible, se insinúan, no se explican.

Conviene decorar el templo con flores, plantas, lábaros, estandartes,

colgaduras, etc. La cruz, que se lleva en procesión, ha de

situarse en un lugar destacado. Las luminarias han de ser bellas y

visibles. Puede haber una mesita para las ofrendas. Se pueden utilizar

iconos, sobre todo de la Virgen. Al comienzo cabe una música discreta

de ambientación. Un grupo de laicos puede estar a la entrada para

saludar y dar la hoja o el libro de cantos con una sonrisa.

g) Fomentar la creatividad

El Concilio no habló de creatividad sino de adaptación. Hoy expresamos

este tél111ino conciliar con las expresiones aculturación o inculturación.

Es el fenómeno en virtud del cual la liturgia se encama en la

cultura (sin misa no hay ciertas fiestas populares) o la expresión cultural

se introduce en la liturgia (se aplaude en la celebración). Recordemos

que la liturgia dio origen al teatro, forma parte de la cultura, le proporciona

un espacio específico y se expresa con un lenguaje cultural.

La creatividad litúrgica no es un fenómeno nuevo. En la antigüedad

las liturgias eran locales, inculturadas. Por esta razón hubo familias

litúrgicas diversas. Hoy se repiten las condiciones primitivas. La liturgia

posconciliar es comunitaria, se adapta al lugar de la celebración,

utiliza expresiones nuevas y tiene posibilidades de optar por unas

fórmulas u otras.

En toda celebración hay signos litúrgicos en parte repetitivos (signos

conocidos) y en parte renovados (signos cambiantes). Repetitivos

son los símbolos esenciales de los sacramentos o ciertos signos religiosos

cuya fijación es necesaria (ciertos signos corporales). Hay aspectos

cambiantes como la homilía, moniciones, oraciones, cantos y

algunos signos. En definitiva la creatividad es necesaria para encamar

mejor la fe y la adoración de Dios en la savia más profunda de la vida

sacramental de un pueblo.

5. Balance de la pastoral litúrgica posconciliar

A los 20 años de promulgarse la constitución sobre la liturgia se

publicaron diversos balances sobre la recepción de la reforma

litúrgica 32 . Podemos hablar de tres etapas.

32. Cf. Conferencia Episcopal Española, Lo pastoral litúrgica ell Espaíia. A los 20

Liturgia (LeitourgiaJ 499

a) La primera es la etapa del entusiasmo, correspondiente a la

década de los sesenta y a la renovación llevada a cabo por el Consilium

creado por Pablo VI en 1964. La mayor parte de los sacerdotes y de los

fieles acogieron la reforma litúrgica «con una enorme, quizás desmesurada

euforia»33. Se puso el acento en el misterio pascual, creció la

participación de los fieles y su sentido comunitario, se diversificaron los

ministerios de la asamblea, aparecieron las liturgias propias de los grupos

y se dignificó el cult0 34 • Como contrapartida, faltó una adecuada preparación

litúrgica, catequética y bíblica en sacerdotes y fieles, aumentó

la verbalidad (por inflación de la palabra) y se simplificaron los signos

en exceso. De hecho, al reducirse en la reforma litúrgica la ritualidad y

al simplificarse las ceremonias, se ha reducido el polo visual y se ha

dado realce al polo auditivo. Naturalmente, la palabra es impOltante en

la liturgia, pero no debe haber inflación de palabras. Hoy nos pronunciamos

por una gran sobriedad en el decir y un cierto deseo de fomentar

algunos gestos, movimientos y símbolos.

Desde el primer momento hubo dos reacciones: 1) una integrista o

involucionista, aferrada al latín, al gregoriano y al misal de san Pío V

(editado en 1570). Sus defensores pretendían seguir «rezando en la

iglesia», durante la misa o al margen de la misma. Veían peligrar la

espiritualidad tradicional no litúrgica y las devociones populares. Es actitud

típica individualista y pietista que ve en lo comunitario un colectivismo

inaceptable y en la participación un activismo sin espíritu. Los

defensores de esta postura buscaban y creían encontrar deficiencias doctrinales

o incluso herejías por todas partes. De hecho hay que reconocer

que la reforma litúrgica dejó a un lado al catolicismo popular y la expresión

que lleva consigo una cierta «religiosidad», como si fuese algo

mágico e irracional. 2) La segunda actitud es la progresista o reformadora,

propia de los impacientes por los cambios rápidos y en profundidad. Los

renovadores promovieron las misas domésticas y las liturgias grupales,

generalmente con perspectivas sociales y liberadoras. Descuidaron la

ritualidad y la espiritualidad litúrgica con un excesivo afán secularizador.

Se les acusa de perder el sentido del misterio y de lo sagrado 35 •

años de la «Sacrosanctum Concilium». Exhortación colectiva del 25 de noviembre de

1983: PastLit 133-134 (1983) 3-13; Congregazione per il Culto Divino, Atti del Convegno

dei Presidenti e Segretari delle Comissiolli Na~ionali di Liturgia. Venti anni di riforma

liturgica. Bi/ancia e prospettil'e. Citta del Vaticano, 23-28 ottobre 1984. Padova 1986;

D. Sanore, Valllta~ione della riforma litllrgica: UI1 bilancio dei bilanci: RLit 69 (1982)

116-136.

33. Lo pastoral litúrgica el1 EspaFía, o. c., 4.

34. Cf. A. Pardo. La «Sacrosal1ChJl11 COl1ciliw1P> en EspaFía: Not 270-271 (1989) 75-81.

35. Cf. A. Franquesa, El Concilio Vaticano II y la constitución sobre la sagrada

liturgia: Phase 167 (1988) 397.



500 Teología Práctica

b) El segundo momento es la etapa del desencanto, que COlTespon

de a la década de los setenta, a un tiempo de desacralización y a

una cierta fijación de las celebraciones por la publicación de los libros

litúrgicos. Se comprobó que la liturgia no resuelve el inmenso mundo

de la acción pastoral de la Iglesia. Es el momento «de cierta desilusión»36.

Coincide esta etapa con las corrientes seculares y el despertar

político, el crecimiento rápido de la secularización de la sociedad y

la crisis de los sacerdotes y de algunos movimientos apostólicos. Al

ver que la liturgia no resolvía los problemas de fondo, la preocupación

se volcó hacia la evangelización, el compromiso social y el testimonio

de vida. Se advirtió, asimismo, que los cursillos intensos de preparación

litúrgica recibidos por los sacerdotes en la etapa anterior se

mostraban insuficientes.

c) El tercer momento es la etapa de la recuperación, correspondiente

a la década de los ochenta y a la búsqueda de un nuevo estilo

de celebrar. En este tiempo se comprueba que la liturgia debe ocupar

un lugar importante en la pastoral, sin que se le pida lo que no puede

dar. Se relaciona mejor la celebración con la evangelización, la catequesis

y el compromiso. Se ahonda teológica y pastoralmente en la

liturgia, a saber, en su historia, dimensión antropológica, simbolismo,

sentido liberador y fuente de espiritualidad. Todavía se advierte en

esta etapa, en la que nos encontramos, como en otros campos, la

tensión entre los «restauracionistas», que desean volver de algún modo

a la fijación normativa de la liturgia preconciliar 37 , y los «reformadores»,

que desean avanzar en la aplicación de los criterios conciliares,

especialmente desde la dimensión social y la necesidad de la inculturación.

Liturgia (Leitollrgia) 501

BIBLIOGRAFIA

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P. Jossua - Y. M. Congar (eds.J, La liturgia despues del Vaticano /l,. Madnd

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Iglesia en oración. Introducción a la liturgia, Barcelona 1964, 265-280; C.

Vagaggini, El sentido teológico de la liturgia, Madrid 21965,765-884.

36. La pastoral litúrgica en España. o. c .. 5 .

. . 37. Como ejemplo del triunfo parcial de los conservadores, recordemos que el 3 de

dICIembre de 1984, la Congregación para el culto divino permitió el uso del misal tridentino

de San Pío X contra el parecer de la mayoría de los obispos.



26

LA ORACION LITURGICA

El núcleo básico de la espiritualidad cristiana reside en la oración

de la Iglesia o en la Iglesia en estado de oración, que es la liturgia,

centro de la vida cristiana, su culminación y su fuente. Por otra parte,

el elemento central de la liturgia es la plegaria. De ahí que la expresión

oración litúrgica, núcleo del culto cristiano, equivalga a la plegaria

dentro de la liturgia o a la liturgia entera!. Por consiguiente, cuando

la oración litúrgica entra en crisis, algo profundamente cristiano se

deteriora. Y a la inversa, cuando se renueva la plegaria litúrgica a

partir de sus fuentes más genuinas, cobra una dimensión nueva la

totalidad de la vida eclesial, ya que la oración litúrgica es en definitiva

confesión y celebración de la fe en el hoy histórico de la asamblea.

En este capítulo trato de reflexionar en torno a la oración litúrgica

a la luz de la renovación actual de la oración y de la reforma de la

liturgia después del Concilio. Me fijaré, sobre todo, en tres aspectos:

las etapas de renovación de la oración litúrgica, las aportaciones hechas

después del Concilio a dicha renovación y los deseos manifestados.

l. Etapas de renovación

La oración litúrgica ha experimentado en estos años posconciliares

el mismo vaivén que ha conocido la liturgia en su itinerario renovador,

Con similares etapas e influjos. Su actualidad viene determinada por

dos factores: la renovación litúrgica en el ámbito de la «liturgia de las

horas» y la renovación espiritual en el terreno de la oración. Las

oscilaciones respecto a la oración litúrgica corresponden a la ambi-

1. el'. mi trabajo La plegaria en comlÍn. Aclllalidad de la oración litúrgica: SalT

75 (1987) 395-423.



504 Teología Práctica

güedad que posee toda oración, entre compromiso y huida, identificación

y evasión, acto de fe y magia, experiencia personal y formulismo.

De hecho, en ciertos círculos secularizados da vergüenza decir

que uno reza; por el contrario, en ambientes de práctica religiosa

coherente es bochornoso afirmar que uno no ora. En todo caso, el

ambiente social actual no es propicio a la oración en general, ni a la

oración litúrgica en particular, a causa de la desestima que se tiene de

la práctica religiosa, y, en ciertos ambientes, de la misma fe. La

oración, afirman algunos, es ineficaz y alienante; pero no es superflua,

se contesta con razón. La vida en general y la cristiana en particular

están entretejidas por el compromiso y el don, el quehacer y el regalo.

Bajo el prisma de la gratuidad hay que entender siempre la oración

cristiana, como lo afirma lapidariamente G. Gutiérrez: «La oración es

una experiencia de gratuidad. Ese acto ocioso, ese tiempo desperdiciado

nos recuerda que el Señor está más allá de las categorías de lo

útil y lo inútil. Dios no es de este mundo. La gratuidad de su don,

creadora de necesidades profundas, nos libera de toda alienación religiosa,

en última instancia, de toda alienación»2.

a) Tiempo preconciliar

«Los años cincuenta - afirma V. Codina - se caracterizan por

cierta connaturalidad con la oración. Esta no se cuestiona. Sus formas

varían según escuelas y tendencias, pero siempre desde el presupuesto

común de su necesidad y eficacia»3. La espiritualidad era un dominio

cristiano incuestionable; sólo se debatían sus métodos y acentos dentro

de las parcelas eclesiásticas y monacales en relación con la vida

religiosa 4 • Desde el punto de vista de la oración litúrgica, esta etapa

se caracteriza como un tiempo de preparación. Recordemos que la

vida del cristiano, antes del Concilio, estaba jalonada por momentos

o encuentros de oración popular más que de oración litúrgica: rosario

y ángelus, exposición del Santísimo y novenas, rogativas y meses

especiales, oraciones de la mañana y de la noche, bendiciones, etc.

Casi todas estas oraciones han caído en desuso. El pueblo piadoso

rezaba sus oraciones privadas en misa sin participar apenas en la

plegaria eucarística, a pesar de lo que afirmó san Pío X a comienzos

2. G. Gutiérrez. Teología de la liberación, Salamanca 14 1990, 247.

3. V. Codina, Aprender a orar desde los pobres: Conc 179 (1982) 306.

4. Cf. C. Floristán, La espiritualidad en la teología y en la vida: Conc 190 (1983)

555-569.

Liturgia (Leitourgia) 505

de este siglo: «No hay que cantar y orar durante la misa, sino cantar

y orar la misa»5.

La liturgia era entendida preconciliarmente como culto a Dios, a

saber, ejercicio religioso visible que un pueblo piadoso da a su divinidad.

Sin disposición religiosa o piadosa no hay culto. Las manifestaciones

no son más que expresiones de la actitud piadosa interior. Ya

la encíclica Mediator Dei de Pío XII había rechazado una falsa noción

de liturgia cuando se la entendía «como una parte puramente exterior

y sensible del culto divino o como una ceremonia decorativa; no es

menor error verla como el conjunto de leyes y de preceptos en virtud

de los cuales la jerarquía eclesiástica ordena la ejecución regular de

los ritos sagrados» 6 .

En resumen, antes del Concilio, existían tres tipos principales de

oración: la litúrgica, propia de monjes; la mental, distintivo de los

religiosos, y la devocional, al alcance del pueblo. Con todo, orar

equivalía básicamente a meditar; rezar era sinónimo de orar vocalmente.

Recordemos que entonces los nuevos movimientos apostólicos

sustituyeron a las asociaciones piadosas, la pastoral misionera cobró

primacía sobre la pastoral sacramental y crecieron las críticas a un

culto sin compromiso social, a una liturgia sin vigor evangélico y a

una meditación sin palabra de Dios y encarnación humana.

b) Epoca conciliar

En la década de los sesenta se produce un cambio profundo en

torno a la espiritualidad, cuestionada no sólo en sus métodos y acentos,

sino en su mismo sentido. Son los años del Concilio (1962-1965),

Medellín (1968) y Asamblea conjunta (1971) caracterizados como

etapa del entusiasmo. En ese tiempo se producen la contestación al

sistema, la primavera de Praga y el mayo caliente francés, los movimientos

de liberación latinoamericanos, la secularización reinterpretada,

el diálogo entre cristianismo y marxismo, la aparición de las

comunidades de base y la valoración del catolicismo popular a partir

del pueblo como sujeto activo 7 • Las críticas a la espiritualidad procedentes

del psicoanálisis, el análisis marxista y el compromiso liberador

obligan a purificar la plegaria de toda sombra de alienación.

5. S. Pío X publicó tres documentos importantes sobre la reforma litúrgica, en 1903

(Tra le sollecitudini), 1911 (Divino afflatu) y 1913 (Abhinc duos annos). Cf. A. Bugnini,

DOcumenta pontificia ad il1staurationem liturgicam spectantia (1903-1953), Roma 1953.

6. Mediator Dei: AAS 39 (1947) 532.

7. Cf. H. Cox, La religión en la ciudad secular, Santander 1985; L. Maldonado,

Introducción a la religiosidad popular, Santander 1985.



506 Teología Práctica

En la década de los sesenta -escribe V. Codina- «cuando la Iglesia

vivía en plena euforia conciliar y la sociedad industrializada aún no

conocía ni la crisis energética, ni el paro, ni la amenaza inminente de

una guerra nuclear, la oración entró en crisis» 8 •

Pero al mimo tiempo y como consecuencia de la reforma litúrgica

conciliar se pone el énfasis en la oración litúrgica, que prevalece sobre

la meditación 9 • Al menos ahora es posible orar en la eucaristía con la

introducción de la lengua materna, el aporte de la palabra de Dios, la

simplificación de los ritos, la adaptación cultural y la restauración de

nuevas plegarias y oraciones de los fieles. El nuevo marco doméstico

y grupal de la liturgia favorece la oración en común lO • A partir de este

momento, casi toda oración cristiana cobra un tinte grupal o comunitario,

es decir, litúrgico.

c) Años de transición

En los años setenta asistimos a un despertar religioso o espiritual,

representado -según Ch. Duquoc- por «los movimientos que, dentro

de la Iglesia o en sus entornos, atestiguan la necesidad de un fervor

casi místico que haga entender el mensaje del evangelio» 1 1 • «Se descubre

-afirma V. Codina- lo gratuito, lo festivo, resurge la dimensión

ritual y simbólica de la existencia humana, al hamo faber sucede

el hamo ludens, a la ciudad secular las fiestas de locos, a los revolucionarios

utópicos los neomísticos con todas las más variadas gamas.

Renace el gusto por la experiencia espiritual y religiosa, la mística

oriental, los éxtasis y los viajes alucinantes, la vuelta a la naturaleza

y el ansia de comunión ecológica. Dentro del cristianismo brotan los

movimientos de renovación carismática y los grupos de oración. Parece

como si ante la crisis del progreso ilimitado y el desencanto creciente

ante la imposibilidad de transformar las estructuras no quedara otra

alternativa que la huida a la experiencia religiosa en el seno de la

intimidad cotidiana y el cálido replegamiento a la plegaria. Es obvio

que también este despertar religioso es ambivalente y que también

necesita un discernimiento espiritual» 12. Recordemos la afirmación de

8. V. Codina, «Como el centinela espera a la aurora ... ». Orar al Dios de la vida:

SalT 72 (1984) 27l.

9. Cf. L. Malevez, Liturgie et priere privé: NRT 83 (1981) 914-942; J. Y R.

Maritain, Liturgie et contemplation, Paris 1959; P. Fernández, Contemplación y liturgia:

CíTom 95 (1968) 483-505.

10. La Instrucción Actio Pastoralis Ecclesiae para grupos particulares apareció el 15

de mayo de 1969. Regula la experiencia de las misas domésticas.

1l. Ch. Duquoc, Presentación: Conc 89 (1973) 309.

12. V. Codina, Aprender a orar desde los pobres: Conc 179 (1982) 307.

Liturgia (Leitourgia) 507

Th. Roszak, aplicable a esta década: «Es francamente sorprendente

ver a la clásica retórica de la tradición radical -Marx Bakunin

Kropotkin y Lenin- dar paso a oraciones y encantamien¡os. Es po~

sible, a fin de cuentas, que la era de las ideologías esté realmente

muriendo y dando la alternativa a la era de la mistagogia»13.

En esta etapa de los setenta se destaca asimismo el compromiso

de los cristianos en la transformación de la sociedad. Para algunos la

oración es acción o compromiso. De ahí que se discuta el valor d~ la

oración, sobre todo la de petición. Se afirma que la oración es hipócrita

si no va unida a la lucha, e infantil cuando se dirige al Dios «tapahuecos».

Recordemos el auge que en estos años tienen las teologías

de la praxis: la teología política por un lado y la teología de la liberación

por otro. Pero justamente, la crisis de la oración (abandono del breviario

por parte de los sacerdotes y desaparición de los cultos vespertinos

populares) no la conduce a la indiferencia, sino justamente a

que se le preste una nueva atención.

d) Situación presente

Nos encontramos en la década de los noventa, etapa de asentamiento

con signos inequívocos de involución. Hay síntomas de renovación

espiritual detectados en parcelas reducidas de grupos, comunidades

y movimientos, resto para generaciones venideras, no

sabemos bien si como residuo, en unos casos, de una época gloriosa

pasada, o como germen, en otros, de un futuro prometedor. En cualqUie:

caso,.la oración litúrgica, en un sentido amplio, manifiesta hoy

un CIerto VIgOr.

Se afirma, con razón, que la oración, en estos últimos años, «ha

vuelto a ser noticia. En todo el mundo se han abierto casas de oración

y, gracias al movimiento carismático, han proliferado grupos y ce~

náculos, con connotaciones y proyecciones diferentes» 14. Han renacido

en. ~uchos lugares escuelas de oración por influencias de la mística

CnstI~na oriental, la experiencia de los Padres del desierto, las técnicas

del leJano oriente (concentración yoga y budismo zen), la meditación

transcendental, receptiva o dialogal, etc. 15 • «La dinámica de grupos

13. Th. Roszak, El nacimiento de una contracultura, Barcelona 1972, 140.

14. Prólogo, en J. Sobrino, La oración de Jesús y del cristiano, Bogotá 2198l.

3 15. Cf. G. Maloney, Escuelas contemporáneas de oración: Conc 179 (1982) 384-

(99; A. E. Chester, Casas de oración. Un fenómeno de renovación ;eligiosa: Conf 20

3~81) 45-56; A. Guerra, Problemática de la oración en el mundo de hoy: Conf 14 (1975)

3 - 329; A. M. Besnard, Influencia de los métodos de meditación asiáticos: Conc 79

(1972) 398-403.



508 Teología Práctica

y el énfasis en construir la comunidad en medio de la sociedad - afirma

G. Maloney - ofrecen modelos para una oración más comunitaria y

litúrgica y dan lugar a comunidades de oración que elaboran nuevos

esquemas de plegaria» 16. Como muestra de renovación de la plegaria

litúrgica en sentido amplio, describiré cuatro ejemplos de oración

grupal: la asamblea de oración carismática, la oración comunitaria

liberadora, los grupos de oración con dimensión litúrgica y la oración

de la «liturgia de las horas».

2. Aportaciones posconciliares

a) La oración grupal carismática

La primera aportación posconciliar que dio un nuevo cauce a la

oración cristiana provino de la Renovación Carismática, nacida a comienzos

de 1967 en núcleos universitarios del norte de Estados Unidos

por influjo de las Iglesias pentecostales, en el contexto nordatlántico

de una crisis social, durante la etapa de la primera euforia de renovación

conciliar 17 • En 1973 la Renovación llegó a España. El neopentecostalismo

católico es, en realidad, un movimiento de renovación cristiana

que recupera una tradición primitiva casi perdida en la Iglesia: la

oración grupal, pública y espontánea. La oración se había estereotipado

en la liturgia oficial, vocalizado en fórmulas repetidas populares o

convertido en meditación a través de la contemplación interior y silenciosa

individual. Predomina en estos grupos la emotividad religiosa,

con un lenguaje meta-cultural, dentro de una manifiesta «regresión

oral». Los carismáticos se basan en la fuerza del Espíritu. Su cristología

y eclesiología son netamente pneumáticas. Poseen una mística propia,

contagiosa y entusiástica que proviene de la oración y de la palabra

de Dios. Lo que se persigue es la transformación interior del individuo,

en relación casi inmediata y experiencial con lo absoluto. Se trata de

una «experiencia del Espíritu santo», caracterizada básicamente por

el bautismo en el Espíritu (o su efusión) y la recepción de algunos

16. G. Maloney, o. c., 384-385.

17. Cf. H. Caffarel, Faut-il parla d'un Pentecotisme Catholique', Paris 1973; S.

Carrillo Alday, Carismáticos. La presencia jubilosa del Espíritu Santo en el mundo actual,

Madrid 1984; P. Femández, La renovación carismática. Documentación pontificia, episcopal

y teológica, Salamanca 1978; R. Laurentin, Pentecostalismo Católico. Riesgos y

futuro, Madrid 1975; L. J. Suenens, ¿Un nuevo Pentecostés?, Bilbao 1975; Le renouveau

charismatique. Orientations théologiques et pastorales. Colloque de Malines: Lum Vit 29

(1974) 367-403, condensado en Declaración de teólogos sobre el movimiento pentecostalista:

SelTeol 55 (1975) 215-230.

Liturgia (Leitourgia) 509

carismas: hablar en lenguas (o «glosolalia», que en Pablo es «oración

espo?t~nea»), curaciones, profecía (que equivale al testimonio) y discemlI1~I~nto.

Los representantes de este movimiento insisten en que

lo deCISIVO es el don del Espíritu y la experiencia carismática de la

caridad, no los carismas extraordinarios.

El instrumento principal de la Renovación Carismática es la asamblea

de oración, que se reúne semanalmente durante unas dos horas

«~ara alabar a D!os, recibir la enseñanza de las Escrituras y las doctrmas

de la Iglesia y, en general, para experimentar la presencia del

Espíritu Santo, cuando los participantes se abren con genuina sinceridad

p~ra permitir que l~s carismas del mismo Espíritu vengan a

constrUir el Cuerpo de Cnsto» 18. «La oración del grupo carismático

-afirma P. Femández- se desarrolla con mucha espontaneidad: comienza

con la disposición del corazón y continúa con la alabanza la

ac.ción de gracias, la catequesis, los testimonios y las peticiones, ~ermmando

con el canto final del Padrenuestro. Todo ello en un contexto

de .l~cturas bíblicas, silencio, cantos, oraciones espontáneas, y siempre

deJandose llevar por el impulso del Espíritu»19. De hecho, la asamblea

de oración carismática posee, en teoría, una estructura de liturgia libre

(sus responsables son laicos), con una directa referencia sacramental

(sa~ramentos de la iniciación) y un fuerte acento pneumatológico (es

báSica la experiencia en el Espíritu). Pero con frecuencia se valora

más .el carisma que el sacramento, el individualismo más que la comumdad

y la emoción religiosa más que el compromiso social. Con

todo, «la aportación más concreta de este movimiento -según R.

~aurentin - ha sido el renacimiento de una plegaria comunitaria, oral

Improvisada, inspirada, que adopta las formas de acción de gracias'

cantos, glosolalia»20.

'

b) La oración comunitaria liberadora

De sobra conocido es el viejo problema de la distinci,)n platónica

entre teoría (contemplación de ideas eternas, subsistentes, fundadoras

d~ lo real), ~cupación del hombre libre, y poiesis (práctica que con­

Cierne a realidades móviles, frágiles y relativas), trabajo del esclavo.

18. G. Maloney, o. c., 396.

19. P. Fernández, Formas carismáticas actuales. Su incidencia social y litúrgica:

Phase 15 (1985) 429; cL C. F1oristán, Modelos de comunidades cristianas. l. Neocatecumenales

r pellfecostales: SalT 67 (1979) 67-72, en donde describo el movimiento

Carismático. Un excelente análisis crítico se halla en El movimiento carismático, Estella

19 77, traducción del núm. 125 de LumVie.

20. R. Laurentin, El renacer de la oración en nuestro tiempo. Lengua francesa:

Conc 179 (1982) 409.



510 Teología Práctica

La introducción aristotélica de la praxis como actividad político-moral

enriquece el concepto de trabajo transformador de lo social, pero sigue

en primer plano la teoría. De hecho, la «vida contemplativa» (en

relación a trabajos liberales) es superior en la Edad Media a la «vida

activa» (en conexión con trabajos serviles). El desarrollo posterior de

este binomio a partir de la Reforma -sin olvidar el «ora et labora»

benedictino- hizo que la espiritualidad cristiana prestigiara la zona

degradada de lo creacional y mundano (familia frente a celibato, trabajo

laboral frente a tarea intelectual y responsabilidad social frente a ritualidad

sacramental) hasta llegar a una nueva síntesis ignaciana: la

acción, que es lugar de unión con Dios y de santificación, no se opone

a la contemplación 2' • De ahí el axioma «in actione contemplativus»,

traducido hoy en América Latina por «contemplativos en la liberación»

o en la acción por la justicia.

En su libro Teología de la liberación, a comienzos de la década

de los setenta, G. Gutiérrez afirma que «el cristiano comprometido

con el proceso revolucionario latinoamericano tiene que encontrar los

caminos de una oración auténtica y no evasiva»22. La dicotomía entre

acción y oración es entonces ostensible. Los cristianos comprometidos

en el campo de lo político no captan «con claridad -afirma P. Jacquemont-

el valor de la oración. Muchos la desechan deliberadamente

o con mala conciencia. Algunos tratan de salvar la oración convirtiéndola

en fuente del dinamismo de su acción o identificando oración

con acción»23. En gran medida los problemas se originan por identificar

oración con contemplación, por oponer dos actividades cristianas complementarias

(acción y contemplación) y por la alienación objetiva que

poseen muchas personas partidarias a ultranza de la oración. «Por otra

parte -afirma J. Sobrino- no es hoy tampoco infrecuente la absolutización

de la acción, de modo que su relación con la oración, cuando

se sigue pretendiendo, no pase a veces del 'nominalismo de afirmar

que la oración es vida»24. En última instancia se pasa fácilmente de

la afirmación «todo es oración» a la conclusión «nada es oración».

Evidentemente, no se trata de enfatizar uno de los dos polos del

binomio acción-oración, ni de oponerlos entre sí, sino de relacionarlos

adecuadamente. «Esa acción dentro de la cual se contempla -concluye

J. Sobrino- no puede ser otra que la del amor. En la situación actual

de nuestra historia, el amor se muestra privilegiado, aunque no ex-

21. Cf. J. A. García, "Contemplativos en la accióf!». Vías de acceso a esta experiencia:

SalT 72 (1984) 281-292; Frei Betto, OrOl¡;áo na arao, Rio de Janeiro 1977.

22. G. Gutiérrez, Teología de la liberación, Salamanca 14 1990, 247.

23. J. P. Jacquemont, ¿Es la acción una oración?: Conc 79 (1972) 343. Cf. T.

Merton, Acción y contemplación, Barcelona 1982; Priere et action: LumVit 24 (1969).

24. J. Sobrino, La oración de Jesús y del cristiano, Bogotá 1981, 69.

Liturgia (Leitourgia) 511

clusivamente, en la acción por la justicia. El modelo teórico de relacionar

oración y acción sería entonces el de «contemplativo en la

acción de la justicia»25.

Desde los primeros desarrollos de la teología de la liberación se

advierte un «despertar espiritual» en los cristianos comprometidos con

la liberación. S. Galilea encuentra en 1973 «indicios sólidos y universales

que permiten afirmar que muchos cristianos comprometidos

en la liberación están redescubriendo el sentido de su fe y de la oración,

y precisamente a través de su mismo compromiso. El contemplativo

tiende a recuperar su lugar entre los militantes 26 • La experiencia cristiana

de liberación en América Latina ha ofrecido a lo largo de dos

décadas una reflexión profunda sobre la espiritualidad. Prácticamente

no hay teólogo importante de la liberación que no haya escrito algunas

páginas sobre espiritualidad y, en concreto, sobre la oración 27 • Los

rasgos más acusados de la oración liberadora son:

1. La solidaridad activa con el pobre y el oprimido es condición

esencial para orar cristianamente, ya que la primera escuela de oración

la constituye el clamor de los pobres de Yahvé. La oración liberadora

recoge todo el contenido de la vida comprometida. «No hay lugar en

la Iglesia de América Latina -afirma G. Gutiérrez- donde se ore

con más fervor y alegría en medio del sufrimiento y la lucha diaria

que en esas comunidades insertas en el pueblo pobre»28.

2. La oración correspondiente a una espiritualidad liberadora es

expresión de una comunidad comprometida en la liberación. «En los

grupos comprometidos -dice L. Boff- la oración es esencialmente

25. lbid" 94.

26. S, Galilea, El despertar espiritual y los movimientos de liberación en América

Latina: Conc 89 (1973) 427, Cf. G, Bessiere, ¿Oran los revolucionarios? Testimonios de

América del Sur: Cone 79 (1972) 415-419; G. Remment, Movimientos de despertar

re[¡glOSO y praxis política: Cone 89 (1973) 389-402.

27. CL L. Boff, Testigos de Dios en el corazón del mundo, Madrid 1977; id., Vida

segundo o Espiritu, Petrópolis 1982; J. CombJin, La oración de Jesús. Asumir la densidad

~el mundo desde Dios, Santander 1977; S. Galilea, Espiritualidad de la liberación, Sanhago

de Chile 1974; id., El camino de la espiritualidad, Bogotá 1982; G. Gutiérrez, Beber

;n.

su propio pozo, Salamanca 51989; 1. Hernández Pico, La oración en los procesos

;tmoamericanos de liberación: Chr 529-530 (1979) 85-92; J. B. Libánio Discernimento

/p~ritual. Reflexoes teológico-espirituais, Sao Paul0 1977; J. Sobrino,' La oración de

li~aus y del ~ristian?, Bogotá,21981; N. Zevallos,. Espidtualidad del desierto. Espiritllad

d de. la cnserClOn, Bogota 1981; Vanos, Esptntuaildad de la liberación (Cuadernos

Ve NotiCias Obreras, 9) Madrid 1985; Varios, Oración cristiana y liberación, Bilbao 1980;

anos, Espiritualidad y liberación en América Latina, San José de Costa Rica 1982.

28. G. Gutiérrez, Beber en su propio pozo: Conc 179 (1982) 353.



512 Teología Práctica

un compartir de experiencias y de prácticas iluminadas y criticadas a

la luz de la fe y del evangelio»29.

3. Lo que especifica la contemplación cristiana de Dios es el

seguimiento de Jesús. «En principio -afirma J. Sobrino- la acción

que posibilita la contemplación del Dios de Jesús y la contemplación

de la historia desde ese Dios es precisamente el seguimiento de Jesús

en aquello que sea nuclear»30, que es «la promoción y la lucha por la

justicia en favor de las grandes masas oprimidas» (ibid.).

4. «La estructura fundamental de la oración del cristiano consiste

-según J. Sobrino- en oír la palabra de Dios, en hacer la palabra

escuchada, y en responder en forma de acción de gracias o de petición

de perdón. Este triple paso no se da de una vez para siempre, sino

que es el proceso mismo de la vida. La oración del cristiano es la

historia de su oración»3l.

5. Ser «contemplativos en la liberación» -piensa L. Boffintenta

evitar «orar por un lado y actuar por otro» o bien «orar fuera

del compromiso concreto con la liberación de los oprimidos, sino orar

en el proceso de liberación, vivenciar un encuentro con Dios en el

encuentro con los hermanos»32.

c) Los grupos de oración con dimensión litúrgica

Recientemente se ha descubierto y desarrollado la dimensión contemplativa

de la liturgia gracias a un mejor conocimiento de la bendición

y a una valoración cualitativa de los gestos, silencios y palabras.

La liturgia no sólo es expresión de la fe de la Iglesia sino ámbito vital

en el que el cristiano alimenta su vida espiritual. Los nuevos grupos

de oración litúrgica se caracterizan por estos rasgos:

l. La participación en grupo o en comunidad a través de esta

doble comprobación: la comunidad cristiana demanda inmediatamente

oración en común y la oración en grupo es creadora de comunidad.

2. La referencia a la Biblia, ya que la palabra de Dios es el

tejido básico de la oración cristiana. El constante recurso al NT ha

hecho que la oración sea más cristológica.

29. L. Boff, en Varios, Espiritualidad de la liberación, Madrid 1985, 32.

30. J. Sobrino, La oración de Jesús y del cristiano, Bogotá 21981,75.

31. ¡bid., 94.

32. L. Boff, en Espiritualidad de la liberación, o. c., 30.

Liturgia (Leitourgia) 513

3. La relación entre oración y compromiso o entre plegaria y

vida real, en el sentido de orar desde la vida y para la vida. La oración

es más comprometida y, por consiguiente, más vital.

4. La integración del cuerpo a la oración, lo cual exige una reeducación

total. De hecho no se puede celebrar sacramentalmente sin

que intervenga el cuerpo. La oración básica cristiana no es la mental.

5. La incorporación del silencio, como reacción contra el verbalismo

y como posibilidad de una mejor comunicación personal con Dios.

6. La valoración de la libertad y espontaneidad, a diferencia de

la oración con formularios del pasado, es lo que lleva al uso de un

lenguaje más actual y menos arcaico.

Junto al compromiso social, también han contribuido a renovar la

oración litúrgica el auge del personalismo, la búsqueda de un contacto

religioso, la nostalgia de una mística y la necesidad de expresiones

festivas. No faltan grupos de oración que se reúnen con una intencionalidad

litúrgica. 1. H. Dalmais nos recuerda que «toda liturgia, en

tanto que acto público solemne, compromete a una comunidad que,

en este acto, vive y expresa su relación con las realidades últimas que

dan fundamento a su existencia»33.

A las reflexiones teológicas posconciliares en tomo a la oración se

han añadido recientemente revistas especializadas con orientaciones

prácticas 34 y colecciones de textos antiguos y nuevos como un servicio

práctico a la plegaria cristiana 35 . «El fenómeno de la revaloración de la

plegaria - afirma J. Aldazábal-, precisamente en las décadas en que

más fuerte se mostraba el influjo secularizador, se ha dado también con

fuerza en el ámbito de habla española. La reforma litúrgica ha potenciado

decididamente la oración comunitaria. Pero, paralelamente, se ha dado

un interesante movimiento de oración personal y a la vez de oración

común más libre, con nuevas formas y con una sensibilidad muy distinta

de la que era usual en los libros clásicos de oración»36.

33. 1. H. Dalmais, Problemes théologiques, en Liturgie et vie spirituelle. Paris 1977,

934.

34. Son importantes las revistas «Oración de las horas» (CPL de Barcelona, desde

1973, mensual), «Cuadernos de oración» (Madrid, desde 1983, mensual) y «Prief» (Paris,

desde 1978, mensual).

35. Cf. materiales sobre oración en el boletín El renacer de la oración en nuestro

tiempo: Conc 179 (1982) 409-438. En castellano se acercan al centenar los libros de

oraciones publicados en estos últimos años.

36. J. Aldazábal, El renacer de la oración en nuestro tiempo. Lengua española:

Conc 179 (1982) 422.



11 r

514 Teología Práctica

Un caso particular de gran influencia en la formación de grupos

de oración, sobre todo juveniles, ha sido Taizé. Conocido es el monasterio

protestante fundado en 1940 por Roger Schutz, quien hace

pública en 1953 la Regla de Taizé. De acuerdo con Pablo VI, el

hermano Roger puso en práctica un «concilio de los jóvenes», inaugurado

el 30 de agosto de 1974 y suspendido después «para que de

él no salga un movimiento más». En marzo de 1977 se celebró en

Madrid un importante encuentro juvenil bajo la influencia de Taize 7 •

d) La oración de la Liturgia de las horas

En 1970 apareció la edición oficial de la Liturgia de las Horas

(Liturgia horarum), publicada en castellano diez años más tarde 38 • El

objetivo de esta reforma litúrgica, prescrita por el Concilio (SC 88),

no era simplemente establecer otro breviario para los sacerdotes, sino

facilitar a todos los fieles su participación en la oración de toda la

Iglesia, a través de las respectivas comunidades, para que «la oración

de Cristo persevere sin interrupción»39.

Desde la más remota antigüedad, la comunidad cristiana primitiva

se reunía para la oración en común, además de celebrar la eucaristía 40 •

No olvidemos que el término Iglesia puede traducirse por «asamblea

en oración». Con la aparición en el s. II del monaquismo brota lo que

más tarde se llamará el «oficio catedral», a saber, la reunión ocasional

de la comunidad para la plegaria, a la salida del sol (hora de la

resurrección) y a la caída de la tarde (hora de la creación), como

prolongaciones de la acción de gracias eucarística dominical (la berakah).

Pronto se añaden otros tres momentos: tercia (hora del Espíritu

pentecostal), sexta (hora de la crucifixión) y nona (hora de la muerte

de Cristo). De este modo se conmemora cotidianamente el misterio

pascual. Junto a los oficios diurnos surgieron asimismo los nocturnos,

al principio privados o en familia, salvo los comunitarios excepcionales,

como las «vigilias», entre el ocaso del día y el alba.

37. Cf. J. M. de Haro, Taizé, río de vida, Madrid 1985, suplementos de <<Vida

Nueva».

38. Entre 1979 y 1981 aparecieron los cuatro volúmenes de la Liturgia de las horas

en su versión oficial española. El Diul'llal (laudes, hora intermedia, vísperas y completas)

se publicó en 1982 (3a. ed. 1985). A. Pardo ha publicado La oración de cada día. Plegarias

de la mañana y de la tarde, Barcelona 1986.

39. 1nstitutio de la Liturgia de las Horas, n. 28.

40. Cf. R. Zerfass, Die Schriftlesung im Kathedralofficium Jerusalems, Münster

1968; E. van Severus, Gebet 1, en Reallexikon für Antike und Christentum 8, 1972, col.

1134-1258.

Liturgia (Leitourgia) 515

En el s. IV se dan claramente dos tipos de oración en común: la

oración del pueblo, con los presbíteros y el obispo, por la mañana y

por la tarde (de noche en algunas ocasiones), a base de salmos e

himnos, y el oficio monástico, diurno y nocturno, propio de los monjes,

con una estructura basada en el binomio lecturas/salmodia (salmos,

cánticos e himnos). En definitiva se trata, por parte de la comunidad

cristiana, de dar gracias, día y noche, por la misericordia de estar bajo

el signo del misterio pascual. Desgraciadamente, al fundirse los dos

oficios desapareció el popular y se conservó únicamente el monástico,

en una lengua culta (el latín, que el pueblo no entendía) y con una

participación casi exclusivamente clerical. Precisamente por clericalizarse,

la oración litúrgica perdió significación. La relación entre

oficio divino y estado sacerdotal se ha mantenido hasta el Vaticano

II, a pesar de algunos esfuerzos hechos en tiempos del concilio de

Trent0 4l •

La actual Liturgia de las Horas tiene estos rasgos: 1) Por ser

oración de la Iglesia pertenece a todos los fieles o a «todo el cuerpo

de la Iglesia» 42, aunque los cristianos participen en ella con papeles

diferenciados según los ministerios recibidos. 2) Por ser liturgia, la

oración de las horas es celebrada, por lo cual se diferencia de otros

tipos de oración (p. ej., la denominada «meditación»): exige unos

elementos litúrgicos (lecturas, cantos, oraciones, gestos), una estructura

cultual (dialogal o verbal-simbólica) y una asamblea como sujeto

activo. 3) Por ser santificación de las horas está en función del tiempo

presente, de la historia y del esfuerzo humano desde la dimensión

pascual, con un despliegue adecuado a lo largo del día, de la semana

y del año. 4) Posee, finalmente, una estructura propia: himno, salmodia,

lectura bíblica, responsorio y preces (con el Padrenuestro y la

oración final). La reforma litúrgica conciliar, aplicada al antiguo breviario

para convertirlo en la nueva «liturgia de las horas» o «liturgia

del tiempo presente», ha conseguido mejor elección de textos bíblicos,

menos cantidad de salmos, nuevos himnos (de los 270 actuales, unos

100 son nuevos), énfasis en dos momentos centrales (laudes y vísperas)

y una imprescindible flexibilidad para adaptar esta oración a necesidades

y situaciones 43 .

41.

284.

Cf. P. Famés, Ministerio pastoral y liturgia de las horas: Phase 130 (1982) 271·

42. 1nstitutio de la Liturgia de las Horas, n. 20.

d 43. Cf. sobre la Liturgia de las horas, J. M. Bemal, La celebración de la liturgia

pe !as horas: Phase 130 (1982) 285-304; 1. Brault (ed.), Découvrir la príere des heures,

ra.n.s 1986; M. Cassien - B. Bolte, La Priere des Heures, Paris 1963; D. De Reynal,

1 heolog1e de la liturgíe des Heures, Paris 1978; 1. Oñatibia, Alabar a Dios al compás de

as lioras: Phase 130 (1982) 305-324; J. Pinell, El número sagrado de las horas del



516 Teología Práctica

Es escaso todavía el tiempo transcurrido desde la aparición en

castellano de la Liturgia de las Horas, para trazar una valoración de

su influjo en la acción pastoral. La experiencia de la publicación de

los rituales muestra que con sólo los libros litúrgicos no se renueva el

culto cristiano. En esta cuestión, como en todo el ámbito pastoral, son

imprescindibles las comunidades. En el caso concreto de la oración

de las horas se observa la falta de una tradición entre los fieles. Nuestro

pueblo ha orado y ora fuera de la liturgia o durante la misma pero a

su estilo. Unicamente ha progresado la oración litúrgica de la celebración

eucarística, ya a través de la «oración de los fieles», ya mediante

el acompañamiento de la «oración del presidente». A la oración

de las horas se añaden algunas dificultades adicionales: armonizar este

ejercicio con el ritmo de la vida contemporánea, compaginar el salterio

con la mentalidad y la cultura actuales y sintonizar con la espiritualidad

popular. En todo caso, hay un futuro prometedor en este campo de

trabajo a la vista de la renovación de la oración, sin olvidar los grupos

de fieles que celebran comunitariamente el oficio divino, bien insertados

en monasterios con sensibilidad y apertura, bien a través de

algunas comunidades parroquiales.

3. Deseos manifestados

a) Necesidad de celebrar litúrgicamente

Evidentemente, el principal factor de renovación en la oraClOn

litúrgica procede de la liturgia misma. Efectivamente, la liturgia es

un momento privilegiado en el que la asamblea actualiza, por medio

de los signos, la acción de Dios en su doble vertiente: descendente,

al reconocer y acoger la salvación liberadora, y ascendente, bajo el

relieve latréutico (alabanza y acción de gracias) e impetratorio (expiación

y propiciación). De un modo doxológico, en la celebración se

renueva la alianza: entrada indebida pero confiada del pueblo cristiano

en la comunión con Dios por medio de la acción de Cristo en el

Espíritu, hecha realidad bajo el velo de los símbolos.

La liturgia la entendemos hoy, por otra parte, como celebración,

cuya necesidad es evidente 44 • La celebración es, en primer lugar, una

oficio, en Miscellanea liturgica in onore del Cardo G. Lercaro n, Roma 1967, 887-934;

P. Salmon, La oración de las horas, en A. G. Martimort (ed.), La Iglesia en oración,

Barcelona 1964, 840-932; El oficio divino y su celebración en las comunidades religiosas,

Madrid 1969.

44. Cf. C. Floristán, Estructuras básicas de la celebración litúrgica: PastMis 16

Liturgia (Leitourgia) 517

acción humana que responde a la naturaleza social del hombre. No

vivimos, es obvio.recordarlo, en una celebración continua. Pero hay

momentos en la vIda, relacionados con ciertos acontecimientos, que

se expresan de una forma inhabitual o extraordinaria mediante algunos

gestos. Son gestos corporales en los que interviene todo el hombre

como miembro de un grupo, en el plano de la solidaridad. Naturalmente,

son gestos situados en un contexto dado, repetidos pero no

idénticos, con un despliegue simbólico, en el sentido de sobrepasar

su misma visibilidad quebradiza. La celebración produce sentimientos

profundos, al ser experiencia básica relacionada con el misterio de la

vida y de la muerte, de la fiesta y del compromiso, de los orígenes o

de las ultimidades, del agradecimiento o de la reconciliación, de la

culpa o de la inocencia. En los momentos de celebración se manifiesta

una cierta ruptura con la vida ordinaria. Celebramos, por supuesto,

la vida pero mediante un gesto simbólico que no es la vida, ya que

es gesto gratuito con un sentido de renovación y de cambio o de

conversión.

Se celebran a lo largo de la vida, en determinados momentos,

muchas cosas: nacimientos, aniversarios, fiestas populares, bodas,

entierros, victorias, etc. La celebración responde a ciertos deseos básicos

y necesidades vitales. Pero los creyentes no celebramos en la

liturgia cualquier aspecto de la vida o de la humanidad, sino la vida

o humanidad en armonía con los designios de Dios, manifestados en

Cristo. Celebramos la acción de Dios en nuestra vida.

b) Necesidad de orar en la celebración

La liturgia, entendida después de la reforma conciliar como acción

siI?bóli~a de la Iglesia reunida aquí y ahora en asamblea, es lugar

~nmordIal de maduración cristiana y ocasión privilegiada de expe­

~encia mística. En la liturgia, afirma J. Gelineau, «el hombre resucIta~o

en Cristo crece inseparablemente como cuerpo, alma y espíritu.

RecIbe. oídos para escuchar a Dios que habla, ojos para contemplar

su glona, olfato para sentir su tránsito, boca para gustar su bondad,

m~nos para implorarle y alabarle, pies para seguir al Cordero donde

qUIera que vaya y un cuerpo para ofrecerlo en oblación»45.

(l?80) 614-623; id., La celebración cristiana con jóvenes: carácter festivo y de compro­

:~' ~n Iniciación a la oración en el catecumenad~ juvenil (XV Jonadas de Pastoral

S cahva), Madrid 1984, 179-199; Episcopado Frances, Una Iglesia que celebra y ora,

cantander 1976; Cl. Duchesneau, La celebración en la vida cristiana, Madrid 1981'

elebrIgl, 1, 205-358.

'

117 ~5. G. Gelineau, Liturgie et vie chretienne, en Liturgie et vie spirituelle, Paris 1977,



518 Teología Práctica

Hasta el advenimiento del movimiento litúrgico la piedad era, con

frecuencia, excesivamente individual y privada, y en ocasiones antilitúrgica.

Luego se acentuó, quizá exageradamente, el valor de la

piedad litúrgica con exclusión de toda otra manifestación privada. Con

todo, cuando los cristianos se reúnen para orar, se limitan a celebrar

la eucaristía. Es cierto que en la misa han descubierto los creyentes

el gusto por la Biblia, la calidad de algunos salmos, el valor insustituible

de la comunión y la posibilidad de rezar en comunidad. Pero

las otras formas de oración no existen de hecho. Ciertamente, la eucaristía

es oración comunitaria, pública y litúrgica o ritual, pero es

sobre todo acción sacramental, memorial de la cena del Señor. Es,

pues, necesario encontrar formas de oración, litúrgicas y no litúrgicas,

fuera de la eucaristía.

Las dificultades surgen porque las actuales celebraciones no son

en general lugares adecuados de oración. A causa de la excesiva

fijación de los textos y escasez de pausas y silencios, la liturgia no

llega a ser oración popular comunitaria. La participación de los fieles

en la plegaria litúrgica es francamente deplorable. Pero como la oración

es indispensable en la vida de un cristiano, se buscan necesariamente

cauces extralitúrgicos y se hace imprescindible la oración privada,

mientras que la participación en la liturgia es secundaria. Lo que nadie

se atreve a decir, so pena de incurrir en herejía, es que la liturgia

sobra.

El debate moderno a propósito de la oración litúrgica ha dado lugar

a diversos argumentos a favor o en contra de la espontaneidad o de

la fijación. La oración litúrgica previamente fijada atrofia las cualidades

personales, no tiene en cuenta las particularidades de cada comunidad,

mutila la libertad cristiana, se convierte en mero verbalismo

y tiende a la sacralización de los textos. Por el contrario, la oración

litúrgica espontánea puede traicionar los impulsos verdaderos del Espíritu.

Sin espontaneidad total o parcial, la liturgia nunca será actividad

creadora ni oración personal. El peligro de la espontaneidad es con

frecuencia sopesado con más fuerza que el de la fijación, ya que

prevalecen oficialmente, incluso en el campo de la liturgia, los criterios

de la recta ortodoxia sobre los postulados de la vital ortopraxis. Naturalmente,

para que la liturgia sea cristiana es necesario que se mantengan

en su estructura y en su interior las constantes vitales de la

tradición, tanto teológicas como espirituales. Pero no es menos cierto

que para ser oración, la liturgia ha de proceder con un alto porcentaje

de improvisación o de espontaneidad.

Hoy se busca, con gran libertad, un tipo de oración grupal o

comunitaria (de estilo claramente personal), con deseos reales de participar

(no meramente de asistir), mediante contenidos oracionales

Liturgia (Leitourgia) 519

nuevos (sin el olvido de la palabra de Dios), en un clima cálido y

relajado (con cantos rítmicos), desde la gratuidad más que del compromiso,

en un ambiente festivo sin que se convierta en huida, por

medio de una búsqueda de tipo místico antes que de tonalidad ascética.

Como conclusión podemos afirmar que la oración litúrgica u oración

común de la Iglesia es celebración o «acción litúrgica» en sentido

amplio, a saber, comunicación entre Dios y el hombre, con tres rasgos

principales: oración en grupo o en asamblea (no individual), respuesta

a la palabra de Dios (es liturgia de la palabra) y súplica y acción de

• 46

graCIaS .

BIBLIOGRAFIA

J. Aldazábal, Claves para la oración, Barcelona 1984 (Dossiers CPL 12);

Cf. B. Besret, La oración: polifonía de expresiones: Conc 79 (1972) 368-378;

L. Boros, Sobre la oración cristiana, Salamanca 21980; J. M. Castillo, Oración

y existencia cristiana, Salamanca 51983; A. Guerra, Oración, en CFP, 664-

676; P. Jacquemont, La audacia de orar o la originalidad del cristiano, Santander

1973; J. B. Metz, Invitación a la oración. Solidaridad en el dolor y el

compromiso, Santander 1979; Secretariado Nacional de Liturgia, La oración

en las comunidades cristianas, Madrid 1987; J. Sobrino, La oración de Jesús

y del cristiano, Bogotá 21981; J. Sudbrack, Oración, en SM, V, 1-18.

Números especiales de revistas: La oración y el hombre de hoy: Surge 307

(1972); La oración: Conc 79 (1972); La oración en la vida religiosa hoy:

Canfer 3 (1975); La oración: sospechas y posibilidades: SalT 63 (1975/3);

Oración cristiana para tiempos nuevos: RevEsp 138 (1976); Aprender a orar:

Canc 179 (1982); Maestro, enséñanos a orar: SalT 72 (1984/4).

46. Cf. 1. Gelineau, Les formes concrétes de la priere commune: MD 116 (1973)

59-73; P. Fernández, Teología de la oración litúrgica: CiTom 107 (1980) 374-378.



27

EL CATOLICISMO POPULAR

El catolicismo popular, consecuencia de la popularización del catolicismo,

equivale a la religiosidad del pueblo, especialmente del

asentado en el mundo rural o en ciertos barrios de las urbes, que se

manifiesta con determinadas creencias, valores, ritos, prácticas y devociones.

Todo pueblo expresa su religiosidad según su idiosincrasia

peculiar. La pastoral del catolicismo popular exige, ante todo, conocer

los rasgos, dimensiones y tipos de este importante fenómeno religioso

mediante el estudio de sus tres componentes principales: el pueblo que

sustenta dicho catolicismo; la cultura popular que lo envuelve, y la

religiosidad, consecuencia de un catolicismo popularizado, devocional

respecto de la fe y no litúrgico en relación a la Iglesia oficial. Después

de una adecuada valoración del mismo, se pueden trazar algunos criterios

pastorales 1.

l. Actualidad del catolicismo popular

El catolicismo popular ha suscitado después del Concilio un gran

interés entre historiadores, antropólogos, liturgistas, eclesiólogos y

pastoralistas. Su actualidad se debe, en primer lugar, a la apreciación

que hoy se hace del pueblo a partir de diversos factores: poUticos, al

reconocer democráticamente su soberanía frente al partido único o a

cualquier clase de dictadura; sociales, al favorecer la participación de

las clases populares en la construcción de la sociedad frente a las

1. Para conocer la bibliografía sobre el catolicismo popular ver R. Briones - P.

Gastón, Repertorio bibliográfico para un estudio de la religiosidad popular: Com 10

(1977) 155-192; H. Ribeiro, Religiosidade popular na teologia latinoamericana, Sao Paulo

1984.



522 Teología Práctica

oligarquías o elites dominantes; culturales, al ponerse de r~lieve la

importancia de la cultura popular frente a la prepond~rancIa de la

cultura cultivada; y lúdicos, al destacar el papel de la fiesta popular

en el ámbito del ocio, frente al negocio, trabajo trabajoso y racionalidad

exclusivamente pragmática.

Recordemos, en segundo lugar, la comprensión conciliar de la

Iglesia como pueblo de Dios. Según la eclesiología del Vaticano n,

el pueblo cristiano no sólo es objeto de evangelización sino sujeto

sustentador del evangelio y, por consiguiente, de catolicidad. Gracias

a estos postulados se han dado y se dan movimientos past~rales y

reflexiones teológicas que aprecian los valores culturales y cnstlanos

que posee el pueblo. Recordemos los movimientos apostólicos en los

medios populares, la presencia de sacerdotes obreros en el mundo del

trabajo asalariado, la encarnación de religiosas ~n b~rriadas popul~res,

el renacer de las comunidades de base, el testlmomo de la Iglesia en

el tercer mundo, etc. Hay, pues, una cierta sintonía y cercanía de la

Iglesia con el pueblo, aunque todavía no se da en todos los sectores

cristianos suficiente apreciación de lo popular, diálogo con la gente

sencilla y pedagogía activa para la participación de todos; hemos heredado

mucho elitismo y paternalismo.

También cabe decir que el crecimiento positivo de solidaridad de

algunos cristianos con el pueblo y con sus luchas no siempre ha ido

acompañado de una apreciación de la religiosidad, al considerar precipitadamente

que el catolicismo popular es alienación religio~a. De

otra parte, nos cuesta atisbar una fe expresada popularmente, aSI como

elaborar una teología popular 2 • Fácilmente nos contentamos con una

teología popularizada en las escuelas de catequistas, catequesis de

adultos y celebraciones litúrgicas con asistencia del pueblo. En unos

casos, la legítima preocupación por el compromiso político ha llevado

demasiado rápidamente a unos a una fe evangélica si~ s.ímbolos" ~~a

liturgia sin sentido popular, una lectura sesgada de la Biblia, un anaJ¡s~s

incorrecto de la realidad y una desatención excesiva de la vida ordinaria.

En otros casos, el catolicismo oficial ha sido controlado por

clérigos y se ha impregnado de burguesía, con el resultado de un

catolicismo popularizado.

En tercer lugar, es obligado reconocer la influencia de la pastoral

y teología latinoamericanas con su marcado interés por el catolicismo

popular frente a una pastoral de corte elitista y de cuño europe0 3 • La

2. Cf. el debate entre A. Fierro, Consideraciones irreverentes sobre la teología

poplllar: IgVi 89-90 (1980) 533-538 Y J. J. Tamayo, Reflexiones respetuosas en tornO a

la teología popular: IgVi 93 (1981) 85-91. Cf. además A. Exeler - N. Mette (eds.),

Theologie des Volkes, Mainz 1978; J. B. Libanio, Théologie poplllaire: legitimité et

experiencie: LumVie 27 (1978) 85-100.

3. L. Maldonado, Dimensiones Y tipos de la religiosidad poplllar: Conc 206 (1986) 9.

Liturgia (LeitollrgiaJ 523

Conferencia de Medellín en 1968 atisbó la importancia de la religiosidad

popular como síntesis entre fe cristiana y cultura de los pueblos

evangelizados. Por influjo de los obispos latinoamericanos, la religiosidad

popular fue tema importante en el sínodo de obispos de 1974 y

en la exhortación Evangelii nuntiandi de Pablo VI en 1975 (n. 48).

Pero el mejor aporte oficial sobre esta cuestión se hizo en la Conferencia

del CELAM de Puebla en 1979 (n. 444-468).

Después del Concilio se desarrolló en el Cono Sur de América

Latina un interés particular por la religiosidad del pueblo - con la

plasmación de una pastoral popular- frente a los planteamientos

demasiado occidentales de una pastoral propia de militantes 4 • El interés

por el catolicismo popular creció a la sombra de la teología de la

liberación. Evidentemente, no todas las corrientes que reflexionan

sobre el catolicismo popular son iguales, como tampoco es idéntico

este catolicismo en todas partes 5 . En 1979 los obispos del sur de España

publicaron un excelente documento sobre el catolicismo popular 6 • El

catolicismo popular también se denomina religiosidad popular, piedad

popular o religión del pueblo.

2. El pueblo, sujeto del catolicismo popular

La expresión catolicismo popular dice relación, por una parte, con

el sujeto pueblo, portador de una cultura y de una religiosidad concretas.

Por otra, la identificación de la Iglesia como «pueblo de Dios»

nos obliga, por razones eclesiológicas, a precisar qué subyace bajo la

categoría de pueblo, entendido como sujeto colectivo.

~a noción de pueblo, a pesar de que algunos sociólogos no la

conSIderan categoría científica, es de hecho un concepto tan usado por

todos -incluso por la gente sencilla-, que «sigue siendo -escribe

J. B. Metz- una categoría teológica central con evidente fundamentación

bíblica» 7. Recordemos que desde un tiempo a esta parte el

concepto y la realidad de pueblo ha cobrado relieve inusitado en di-

. 4. Cf. J. S. Croatto-F. Boasso, El catolicismo popular en Argentina, 7 vols., Buenos

Aires 1969.

5. . Recordemos, por ejemplo, que algunos sociólogos distinguen en América Latina

:~e~ reglones: la predo~1in~ntem~nte indígena (México, región incaica y costa del Pacífico),

. nfluencrada por la mmlgraclOn afncana (Canbe y Brasrl) y la que ha recibido una fuerte

lDmlgración europea (Río de la Plata y parte de Chile en el Cono Sur).

D 6. Cf. Obispos del Sur de España, El catolicismo popular en el sur de Espmla.

documento de trabajo para la reflexión práctica pastoral, Madrid 1985. Cf. asimismo los

lOS dOcumentos de la Comisión Episcopal de Liturgia, Evangelización y renovación de

a pIedad popular (1987) Y Liturgia y piedad popular. Directorio litúrgico pastoral (1989)

7. J. B. Metz, Le fe, en la historia y la sociedad, Madrid 1979, 146.



524 Teología Práctica

versos movimientos culturales, políticos y religiosos 8 • Quizá por ser

realidad central, el concepto de pueblo es usado en múltiples acepciones,

sin que falten las incorrectas e inexactas, expresadas sobre

todo por los que no son del pueblo. Así, en algunos casos pueblo es

la gente inculta, sucia, ignorante o maleducada; en otros es simplemente

el lugar de origen, con el calificativo despectivo de provinciano

o pueblerino; finalmente el adjetivo popular es sinónimo de famoso,

simpático o folklórico.

De hecho se dan dos conceptos importantes y positivos de pueblo,

no antagónicos pero complejamente armonizables: pueblo-nación y

pueblo-clase social. A comienzos del s. XIX, en la época de la Constitución

de Cádiz, la palabra pueblo era sinónimo de nación; por esta

razón, el adjetivo popular equivalía a naciona1 9 • Sin embargo, «esta

igualdad entre pueblo y nación, como totalidad de la población -escribe

M. Paz Bataner- se fue perdiendo a lo largo del s. XIX, y hubo

que recurrir al término galo país, moderno en este uso también en

Francia» \o. Precisamente fueron los carlistas quienes emplearon los

vocablos patria y pueblo por considerar de estirpe liberal el término

nación. De ahí que lo popular equivalía a patriótico.

Con los movimientos nacionalistas aparece la idea de pueblo en

el dominio histórico-político frente a un grupo o a unos grupos de

poder que pretenden dominar la totalidad del sistema 11 • La idea de

pueblo o la de pueblo-nacionalidad (según la expresión discutida y

discutible en la Constitución Española) surge frente a ciertas actitudes

y decisiones de un poder central y centralizador que intenta dominar

desde su exterioridad, con intereses ambiciosos y, en determinados

casos, con otra lengua y otra cultura. No olvidemos que en Europa la

noción de pueblo, hasta el final de la Edad Media, tiene una connotación

imperial, fundida por otra parte con la perspectiva universalista

que la Iglesia daba entonces al mismo pueblo católico como pueblo

de Dios 12 • Pueblo-nación es el sujeto colectivo de una experiencia

8. Cf. mi trabajo Povo de Deus e Teologia Crista: REB 45 (1985) 296-309.

9. Cf. M. Cruz Seoane, El primer lenguaje constitucional español (Las Cortes de

Cádiz), Madrid 1968.

lO. M. Paz Bataner, Vocabulario político·social en España (1868·1873), Anejos del

Boletín de la Real Academia Española, Madrid 1977, 143-144.

11. Cf. L. Gera, Dependencia cultural y creación de cultura a la luz de la reflexión

teológica: Str 30 (1974) 169-193; J. C. Scannone, Hacia una pastoral de la cultura: Str

31 (1975) 237-259; id., Teología de la liberación y praxis popular, Salamanca 1976, cap.

IV; id., Religión, lenguaje y sabiduría de los pueblos: Str 34 (1978) 27-42; Varios,

Dependencia cultural y creación de cultura en América Latina, Buenos Aires 1974.-

12. Cf. L. Maldonado, Apéndice: Nota semántica sobre el significado de «pueblo»,

en Religiosidad popular, Madrid 1975, 361-365; J. B. Metz, Iglesia y pueblo o el precio

de la libertad, en Dios y la ciudad, Madrid 1975, 117-143.

Liturgia (Leitourgia) 525

histórica con una cultura indígena, una religiosidad propia, una moralidad

peculiar, un idioma o habla diferenciado y un destino común.

Así, el concepto de pueblo se relaciona con los de cultura, religión,

historia y nación 13. Según esta corriente de pensamiento, la pastoral

popular es evangelización de la cultura de un pueblo l4 •

Pero en el s. XVIII apareció la idea de hombre popular en

referencia e incluso en oposición a hombre ilustrado o de las luces.

Frente a la gente culta, el pueblo está compuesto por la gente sencilla.

No olvidemos que existía entonces una concepción de pueblo,

interesadamente mantenida hasta el presente, por los que no pertenecen

ni desean pertenecer al mismo. A partir de la Ilustración y

a través de todo el movimiento de emancipación o de liberación,

el binomio no es el de imperio-nación sino el de burguesía-proletariado,

al reconocerse en el ámbito económico la lucha de clases.

El pueblo no es meramente la gente de la misma patria, ni tan

siquiera de igual raza o etnia cultural, aspectos que se funden con

lo popular en la medida que son sometidos o dominados, sino la

clase trabajadora, obrera o campesina (internacionalmente entendida),

que no es propietaria de los medios de producción. Según el

diccionario de la Real academia española de 1869, pueblo, en su

tercera acepción, es «la gente común y ordinaria de alguna ciudad

o población, distinta de los nobles». Poco a poco, el término pueblo

pasó en la escala social a ser una clase: los que carecían de bienes

y aspiraban políticamente a la democracia. Quienes se oponían a

este concepto social, económico y político, despreciaban al pueblo

con expresiones peyorativas como «pueblo bajo» o «canalla obrera»,

denominándose a sí mismos «clases sociales altas». Todavía hoy

se~uimos hablando por inercia e injustamente de clases altas y clases

bajaS. Otros, en cambio, intentaron corregir el vocabulario al hablar

de pueblo obrero, bracero o productor, debido a la importancia que

adquirieron los trabajadores desde 1808 15 • Según esta apreciación

socialista, el pueblo está formado por los desposeídos: no tienen

propiedades o las poseen en grado mínimo y viven de un jornalo

de un «salario» (no reciben «honorarios»); no pueden, ya que su

participación social y política es escasa o nula, y no saben, ya que

apenas adquieren letras y no frecuentan la escuela, el colegio o la

13. Cf. J. C. Scannone, Enfoques teológico-pastorales latinoamericanos de la religiosidad

popular: Str 41 (1985) 261-274; id., Culture populaire, pastorale et théologie:

LU~Vl! 32 (1977) 21-38; F. Boasso, ¿Qué es la pastoral popular?, Buenos Aires 1974;

EqUIPO de Teólogos de la CLAR, Qué es pueblo: PastPop 30 (1979) 72-78.

14. Cf. G. Gutiérrez, Evangelizar la cultura, ¿evasión de un compromiso?: Ser 75

(1978) 399-442.

15. Cf. M. Paz Bataner, Vocabulario ... , o. c., 146.



526 Teología Práctica

universidad. La explotación y marginación son, pues, constitutivos

del pueblo, entendido como clase social. Según esta perspectiva,

pastoral popular es la evangelización de los pobres y desde los

pobres l6 •

Lo que parece definir al pueblo en todos sus grados de intelección

es lo que se opone al mismo, a saber, sus opuestos: lo que algunos

llaman el antipueblo o en ciertos análisis políticos los enemigos del

pueblo. Sinónimos de pueblo son los vocablos masas y plebe por

oposición a nobleza, burguesía, propietarios o terratenientes. Una

afirmación de L. Gera puede servirnos, en principio, de ayuda para

entender qué es pueblo: «Quien en el seno de un pueblo excluye y

oprime a otros, se excluye él en la medida que excluye y oprime;

y, en la medida que no excluye, sino que deja participar a otros,

pertenece a él»17. En definitiva, lo que caracteriza al pueblo proviene

de unas estructuras histórico-culturales en un caso (el de pueblonación)

o socio-económicas en otro (el de pueblo-clase). «Ambos

sentidos de la palabra pueblo -afirma J. C. Scannone- están

semántica y ontológicamente conectadas porque pensamos que los

pobres y sencillos son quienes condensan y colectivamente transparentan

en forma más clara lo que es comunitario y común, es

decir, la sabiduría y el estilo de vida propios del nosotros históricocultural.

Ello es así porque la sencillez de los sencillos, aunque no

está a priori inmunizada contra las alienaciones, no está tan fácilmente

desfigurada por los privilegios que emanan del tener, del

poder o del saber»18.

En resumen, el catolicismo popular corresponde básicamente a

un pueblo compuesto por gente sencilla de condición económica

modesta: campesinos sin tierra o con escasez de recursos; trabajadores

manuales de la industria y el bloque de asalariados en otras

áreas con dependencia de las clases sociales adineradas. El calificativo

de popular se une habitualmente al concepto de masa o de

masas populares que no asimilan la cultura oficial dominante (no

poseen medios intelectuales suficientes), ni viven las pautas de

comportamiento de las clases superiores (no poseen medios suficientes

de vida). La religiosidad popular es, pues, propia del pueblo

sencillo en la medida que se contrapone a religiosidad ilustrada o

que se distingue de la religiosidad culta o litúrgica.

16. Cf. R. Vidales, Evangelización y liberación popular, en Liberación y cautiverio,

México 1976, 209-233.

17. L. Gera, Pueblo, religión del pueblo e Iglesia, en Iglesia y religiosidad popular

en América Latina, Bogotá 1977, 269-270.

18. J. C. Scannone, Sabiduría popular y teología inculturada: Str 35 (1979) 5.

Liturgia (Leitourgia) 527

3. La cultura popular, expresión vital del pueblo

Muchos analizadores de la cultura trazan una distinción o contraposición

entre cultura popular y cultura de elites o cultura cultivada.

Recordemos de antemano la distinción, heredada del clasicismo entre

el dominio de lo popular asimilado a lo vulgar y el ámbito de Id sabio

correspondiente a lo noble. De hecho, no es fácil describir la cultura

popular o las culturas populares 19. La actualidad de la cultura popular

es evidente, dada la crisis de ciertos sistemas racionales, el descrédito

de algunos cientifismos, la vuelta a las raíces en la búsqueda de identidad,

el asomo de culturas no occidentales y la oposición a todo

centralismo.

Empecemos por afirmar qué no es cultura popular. No es la cultura

de masas, teñida con frecuencia de mercantilismo, consumismo, manipulaci~n

y alienación, que produce pasividad y no comunica. Según

la conOCIda frase de Mac Luhan es masaje en lugar de mensaje. No

interviene el pueblo en su producción. La cultura popular tampoco es

cultura de marginales, emigrantes o sencillamente contracultura, puesto

que no es cultura periférica o coyuntural.

La cultura popular tiene relación, quizá más que la elitista, con la

raíz etimológica del verbo co/ere, que significa cultivar la tierra y

h~n~ar ~ los ancestros, entre los cuales tienen los dioses un lugar

pnvIlegIado. P. Besnard la describe como «un conjunto coherente de

prácticas culturales, de normas y criterios culturales, de símbolos y

representaciones, de creaciones y objetos que expresan y conciernen

a la totalidad de la existencia cotidiana popular»20.

En definitiva es cultura dominada, ya que el sujeto de sustentación

es el pueblo o las capas sociales menos favorecidas económicamente

y más dominadas social y políticamente. Pero aunque se da en este

estrato social no se reduce a una «cultura de la pobreza» en el sentido

~e Oscar Lewis. Tampoco se opone radicalmente a una cultura cultIvada,

como si ambas estuviesen separadas y fueran antagónicas. La

p~p~lar es, salvo raras excepciones, la dominada, quizá porque se ha

engIdo en dominante una cultura definida por sus productos altamente

e~aborados (obras de arte, producciones literarias, composiciones mu­

SIcales clásicas, etc.), interesada en la distinción entre artes mayores

y menores y realizada por espíritus geniales. A la cultura cultivada

que r~side en personas con letras, ciencias, dinero o poder, se acced~

con dIficultad. Para asimilarla hace falta saber hablar con corrección

de 19. Cf. G. Pujo1 - R. Labourie (eds.), Les cultures populaires, Tou1ouse 1979; M.

Cenau, La culture en pluriel, Paris 1974.

20. P. Besnard, La culture populaire, discours et théories, en Les cultures populaires

o. c., 58. '



528 Teología Práctico

y sin acento peyorativo, tener tiempo libre, ser capaz de variadas

relaciones sociales y en definitiva poseer dinero. Su vía normal es la

escuela de grado superior, completada con actividades específicas:

asistir al teatro, visitar museos, escuchar conciertos, leer literatura,

etc. Su adquisición exige un apreciable registro intelectual de referencias.

Se la presenta como un don indiscutible, un saber indispensable

para ocupar puestos importantes de trabajo y una manera de

gozar personal y socialmente.

El pueblo llano y sencillo, no sólo no sabe que posee una cultura

popular más o menos integrada, sino que se considera inculto. Sus

coordenadas conscientes respecto a la cultura son referencias a la

cultura cultivada. En su lucha social, política y económica, da una

batalla por la adquisición de la cultura en la medida que da poder,

prestigio o status social. Este círculo de dependencia y de reproducción

del sistema cultural dominante se rompe con dificultad por dos frentes.

En primer lugar, por medio de ciertos intelectuales de origen burgués

-con una sobrecarga de «deuda imaginaria» por no haber nacido en

medios proletarios-, que luchan por un justo reparto social de la

cultura y por una revalorización de las culturas populares. En segundo

lugar, por una toma de conciencia lúcida, aunque lenta, de personas

del mismo pueblo, cuando descubren ciertas trampas de la cultura

dominante y la riqueza del acerbo cultural popular.

De este modo comienza a criticarse la idea de que la cultura es

única, arquetípica, universalista, en teoría de todos los hombres y de

todo el hombre, pero en la práctica de capas privilegiadas, elitistas y

burguesas, con notable proclividad a ejercer una dominación o a ser

un instrumento de legitimación de privilegios. Por consiguiente se

intenta que todos vayan, incluido el pueblo, hacia esa cultura, ya que

se desestima la popular, por representar la subcultura. Por supuesto,

el handicap sociocultural de las clases trabajadoras no reside sólo en

la infravaloración de su propia cultura popular, sino en la sobrestima,

interesadamente manejada por el sistema, de la cultura cultivada.

La cultura popular no es suma de conocimientos, no es racional

sino emocional, sentimental, con pasiones manifiestas: amor y odio,

amistad y envidia, risas y lágrimas, etc. Tiene, sin embargo, su propia

coherencia: realiza la unidad entre duda y certeza, lo conocido y lo

desconocido, lo racional y lo para-racional. Se mueve por grandes

sentimientos y por corazonadas, no por principios ordenados. En la

cultura popular las personas se hacen a sí mismas, son autodidactas

que se mueven por pulsiones instintivas, con sentido primario y práctico,

simplificación, inseguridad, etc. 21.

21. Cf. R. Pannet. El catolicis/11O popular. Madrid 1976.

Lifllrgia (Leitourgia) 529

4. El catolicismo popular, alma de la cultura del pueblo

a) Descripción

Parte o núcleo esencial de la cultura popular es el catolicismo

popular, que se detecta en los paises de cristiandad con mentalidad

cultura y prácticas religiosas predominantemente católicas"". Es el

co~junto de sent.imientos que poseen los medios populares de relacl~narse

con DlOs'y .de pertenecer a la Iglesia católica, expresados

me?lant~ gestos religIOSOS de tipo sacral y formas populares institUCIOnalizadas.

Se manifiesta, por ejemplo, en ciertas formas devociona!~s

(a ,la virgen, a los santos, etc.), usos de objetos con

propenslOn maglca (agua bendita, medallas, etc.), culto a los dif~ntos

(.velatorios: visitas al cementerio, aniversarios, etc.), ma­

I1lfes~aclOnes m~slvas (procesiones, peregrinaciones, etc.) y ritos

estacIOnales de tipo sacramental (bautismo, primera comunión matrimonio

y exequias). Según la exhortación Evangelii nuntiandi de

Pabl? VI, la pieda~ popular equivale a «las expresiones particulares

de busqueda de DIOS y de la fe» propias del pueblo (EN 48). En el

d.ocumento de Pu~bla se dice que «por religión del pueblo, religio­

Sidad popular o piedad popular, entendemos el conjunto de hondas

cree~cI~S sellad~s por Dios, de las actitudes básicas que de esas

conVICCIOnes den van y las expresiones que las manifiestan. Se trata

de la forma o ?e la existencia cultural que la religión adopta en un

pueblo determll1ado. La religión del pueblo latinoamericano, en su

forma cultural más característica, es expresión de la fe católica. Es

un catolicismo popular» (n. 444).

Algunos distinguen la religiosidad popular de la popularizada"'.

Lapopular -según J. M. Velasco- «es el conjunto de mediaciones

y expresione;; religiosas características de un pueblo determinado;

surgidas en el y de alguna manera de él; transmitidas con el resto

de los elementos propios de la cultura de ese pueblo». En cambio,

popula~'izadQ «es la religiosidad que tiene por sujeto al pueblo en

el ~entldo de las personas comunes religiosamente hablando, es

declf, las no dotadas de una especial formación ni militancia ni

responsabilidad ... Es la religión del cristiano medio del cristi~no

dI'"

e e a n:a~a»- . A mi

.

.mo?o de ver, !a popular pertenece

'

al pueblo,

s participada, Imagmatlva y emotiva, corporal y ritual; la popu-

;;. Cf. K. Rahner (ed.J. Volksre/igiol1 - Re/igio/1 des Volkes, Stllttgart 1979.

Les .-'. P. BoghonJ. La lelig/OI/ pO/J/{!mre all Moyen-Age, en B. Lacroix - P. Boglioni.

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24. ef. J. Martín Velasco. JI/creel/cia r C\·Gngeli:aciól1. Santander 1988. 191.



530 Teología Práctica

larizada es de personas no estrictamente populares, individualista,

no colectiva (burguesa), impostada (no ancestral o cósmica), de

costumbres (más que tradiciones) y utilitaria (con multiplicación de

prácticas) .

b) Interpretaciones

Podemos reducir a tres las interpretaciones del catolicismo

popular 2s • La primera, de tipo psicosociológica, es denominada por

A. J. Büntig motivacional. Investiga en el catolicismo popular las

motivaciones primarias (cosmológicas, psicológicas y escatológicas),

secundarias (fidelidad al grupo de pertenencia) y de «transformación

espiritual» en relación a valores cristianos más auténticos

y originales. En definitiva, al estudiar las «motivaciones profundas»

o los mecanismos del obrar, se descubren los «valores liberadores

que tienen vigencia en los sectores oprimidos de nuestra sociedad»,

expresados por medio de «gestos sacrales ambiguos»26. La segunda

interpretación tiene en cuenta el marco de la pobreza, según la línea

del sociólogo Osear Lewis. De acuerdo a esta hermenéutica, el

catolicismo popular se da junto a condiciones de masificación, miseria

y desequilibrio psíquico y familiar. Su religiosidad es «refugio»

o «manifestación de la falsa conciencia» impuesta por la clase

dominante 27 • Finalmente se dan otras interpretaciones históricas y

antropológicas 28 . El catolicismo popular es el resultado de un cruce

entre las antiguas religiones paganas y el catolicismo predicado por

los misioneros 29.

Algunos ven el catolicismo popular como religiosidad vivida por

el pueblo, al margen de la prescrita u oficiapo. Respecto de la Iglesia

oficial es cristianismo marginal; en relación a los sacramentos es

25. Cf. 1. Míguez Bonino. La piedad popular en América Latina: Cone 96 (1974)

440-447.

26. Cf. A. J. Büntig, Dimensiones del catolicismo popular latinoamericano y su

inserción en el proceso de liberación. Diagnóstico y reflexiones pastorales, en Instituto

Fe y Seeularidad, Fe cristiana y cambio social en América Latina (Encuentro de El Escorial

1972), Salamanca 1973, 129-150.

27. Cf. B. Hein, Antonio Gramsci und die Volksreligion, en K. Rahner (ed.), Volksreligion-Religion

des Volkes, Stuttgart, 1979, 156-164.

28. Cf. B. Plongeron - R. Pannet, Le christianisme populaire, les dossiers de l'histoire,

Paris 1976; B. Plongeron, La religion populaire dans l'occident chrétien. Approches

historiques, Paris 1976.

29. Cf. M. Marzal, El sincretismo iberoamericano, Lima 1985. S. Galilea denomina

a la religiosidad popular latinoamericana «mestizaje religioso de predominio católico», en

Religiosidad popular.", o. c., 44.

30. L. Maldonado, Para comprender el catolicismo popular, Estella 1990, 16.

Liturgia (Leitourgia) 531

catolicismo devocional. En resumen, se compone de creencias (leyendas

y relatos), prácticas (ritos) y comportamientos (formas de

conducta) que no coinciden del todo con las creencias, prácticas y

comportamientos de la Iglesia oficial. No obstante, no se contradicen

del todo; incluso coinciden con frecuencia en lo profundo, sobre todo

en la imagen de Jesucristo. El catolicismo popular y el oficial son dos

modos vividos de la misma Iglesia. El pueblo tiene unas mediaciones

o expresiones de actitud o de vivencia religiosa en relación a la vida

o a lo sagrado, a veces al margen de lo oficial, mientras que el

catolicismo oficial es propio de clérigos o de grupos elitistas.

c) Valoración

El problema de fondo del catolicismo popular no reside en interpretar

el sentido y dirección de su religiosidad popular sino en la

justificación de la religiosidad a secas 3l • Hay quienes piensan que la

religiosidad no pertenece al núcleo central de la personalidad; no es

una actitud fundamental del hombre. Sin embargo, es un registro

expresivo de la psicología humana, una dimensión sectorial del psiquismo.

De hecho, existen personas maduras sin religiosidad y personas

religiosas sin madurez. Piénsese que en el hombre se dan, con

multitud de grados, dos opciones. La primera es madura y adulta, de

apertura a la realidad y a los demás, propia de personas de «buena

fe»; es actitud que ayuda a integrarse, unificar pensamientos, voluntades

y sentimientos. La segunda opción es inmadura e infantil, de

repliegue sobre sí mismo y de incomunicación con los demás y con

la realidad, propia de personas de «mala fe» o de fe estrecha o tortuosa,

a saber, personas con escepticismo, egoísmo radical y actitud de cerrazón.

Por estas razones, si hay opción y fe la religiosidad es abierta y

madura. Si hay fe pero no opción la religiosidad es inmadura y egoísta.

De hecho, la religiosidad popular es ambigua. Es positiva en la medida

que es creadora, animadora, vital, comunitaria; es negativa en cuanto

es integradora del sistema, repetitiva sin creatividad, evasiva de la

realidad, alienante. Pero aunque «la religiosidad no pertenece al núcleo

central de la personalidad», escribe J. Llopis, «la fe cristiana, tanto

desde el punto de vista teológico como psicológico, se sitúa más en

e~ ~úcleo central de las opciones fundamentales que en la zona perifenca

de la religiosidad, aunque tenga su repercusión en la dimensión

31. Cf. J. Llopis, La religiosidad, ¿actitud fundamental del hombre o uno de tantos

regIstros psicológicos?: Phase 15 (1975) 379-384.



532 Teología Práctica

religiosa, así como la tiene en todos los niveles del psiquismo humano»32.

En última instancia, la religión (o la religiosidad) y la fe -escribe

E. Henau- «no son magnitudes que se excluyan mutuamente. Pero

son dos realidades distintas que no coinciden sin más»33. Por estas

razones siempre se produce una tensión entre ambas.

d) Pervivencia

El catolicismo popular subsiste incluso en aquellas regiones donde

la práctica religiosa ha descendido notablemente o es escasa, siempre

que la cultura popular esté de algún modo impregnada por el catolicismo.

De hecho, hay creyentes -incluso urbanos- que practican

únicamente a través del catolicismo popular en la medida que aceptan

unas tradiciones cristianas. Con todo, las corrientes migratorias y aglomeraciones

urbanas, resultado del desarrollo industrial, desplazan los

problemas del catolicismo popular e incluso los agudizan. Los nuevos

ambientes influyen notablemente en las opiniones, mentalidades y

costumbres religiosas tradicionales del pueblo.

Lo cierto es que el catolicismo popular se encuentra profundamente

afectado por el cambio social a causa de la movilidad geográfica (emigraciones

e inmigraciones), proceso de secularización (sobre todo en las

ciudades), desarrollo de los medios de comunicación social (especialmente

la televisión) y desmoronamiento de las bases arcaico-agrarias de

la sociedad (mutaciones culturales en la juventud). Ciertamente, se advierte

también un cierto crecimiento del catolicismo popular.

El catolicismo popular sufrió un duro revés con la reforma litúrgica

del Concilio, especialmente al trasladar la eucaristía a las horas vespertinas

(momento de las prácticas populares) y centrar la espiritualidad

en la Biblia y en la liturgia. En el posconcilio se desestimó la piedad

popular al valorar el compromiso social y político. No obstante, los

documentos de Medellín, Evangelii nuntiandi y Puebla han sido ayudas

importantes para valorar este fenómeno religioso popular.

5. La sacramentalidad, núcleo del catolicismo popular

La vida cristiana se caracteriza por la importancia que tiene sU

dimensión sacramental. Durante siglos, los sacramentos han impregnado

la vida personal de cada cristiano y han influido en la dimensión

colectiva del pueblo católico, merced a una identificación entre sa-

32. ¡bid., 384.

33. E. Henau, Religiosidad popular y fe cristiana: Conc 206 (1986) 93.

Liturgia (Leítourgia) 533

cramento y «gracia de salvación». La palabra de Dios, cristalizada en

las Escrituras, ha tenido una importancia subjetiva secundaria. Incluso

la conversión moral ha estado en función del retorno a la práctica

sacramental, así como la vida moral ha consistido a veces en no poner

óbice a la recepción de los sacramentos 34 •

Recordemos que en las décadas anteriores al Vaticano JI, los creyentes

más piadosos han regulado su vida religiosa a través de la

eucaristía diaria y de la confesión frecuente; la masa de practicantes

se ha guiado por la misa dominical y los sacramentos pascuales; el

resto de los cristianos pertenecientes al catolicismo popular ha frecuentado

la Iglesia, al menos, en cuatro momentos sacrales decisivos:

bautismo, primera comunión, matrimonio y rito funerario. Muchos de

los pertenecientes al catolicismo popular son, según G. Le Bras, «conformistas

de las cuatro estaciones». Son aquellos que entran en la

iglesia en brazos, de la mano, del bracete o a hombros, es decir,

cuando las campanas tocas para ellos solos. R. Pannet les llama «cristianos

festivos» por su participación en celebraciones religiosas familiares

o populares. Se ligan o religan a la Iglesia del pueblo, no a

la comunidad oficial de fe. Viven el catolicismo como algo suyo,

como viven su cultura. De hecho hay una gran sedimentación de

religiosidad popular en muchos católicos no populares, incluso con

instrucción elevada. Los pertenecientes al catolicismo popular en sentido

estricto tienen con frecuencia un manifiesto anticlericalismo, no

porque el clero haya predicado un cristianismo exigente, sino por todo

lo contrario, porque se ha aliado con las clases dirigentes no populares.

De hecho, la mitad de los españoles, aunque se consideran creyentes

no practicantes, son en el fondo practicantes sacramentales

ocasionales, cuya fe no incide apenas en su vida ordinaria. Lo que

está internalizado, en definitiva, es el rito sacramental o devocional,

en el que Dios es a menudo un rostro sin nombre, más cósmico que

histórico, más mítico que evangélico, más pagano que cristiano.

a) Derroteros negativos de la sacramentalidad popular

El Vaticano JI intentó hace veinticinco años una seria reforma

litúrgica, relacionando el Sacramento con la palabra de Dios, la fe, la

oración, el gesto humano, la vida social y la comunidad de creyentes,

pero la comprensión nueva de los sacramentos ha llegado solamente

a grupos reducidos de cristianos 35 . La masa practica los sacramentos

casi igual que antes. Se puede hablar de algunas desviaciones en la

sacramentalidad del catolicismo popular.

34. Cf. mi trabajo Criterios pastorales orientativos de la vida sacramental: IgVi

143-144 (1989) 493-503.

35. Cf. C. Floristán, Sacramentos y liberación, Madrid 1986; J. L1opis, Qué es un



¡,!

534 Teología Práctica

1. Desviación «significativa»

La primera desviación sacramental pertenece a la distorsión que

se opera en la naturaleza o comprensión del sacramento. De una parte,

los sacramentos pierden con frecuencia su capacidad de significar, a

saber, resultan insignificantes, bien porque no se entienden, no dicen

nada o no se viven; bien porque son ritos que se reciben por costumbre,

obligación, temor, etc. De otra parte, los sacramentos significan a

veces algo distinto de lo que pretenden, ya que se ha desviado o perdido

su significado; o porque quienes lo reciben los entienden de otra manera.

Recordemos, por ejemplo, que el bautismo -en gran parte

porque es de infantes- es percibido por nuestro pueblo de distinta

manera a como lo expresa la teología.

2. Desviación «mágica»

La segunda desviación sacramental más común en nuestro pueblo

es la propensión mágica de los sacramentos, al convertirlos en ritos

religiosos que operan por sí mismos, independientes de las disposiciones

personales, debido a estos presupuestos: descansan en una fe

ciega (no confiada) y obligan (no suplican) a la divinidad para que

responda con eficacia automática. En lugar de acciones simbólicas

impregnadas de evangelio, son cosas objetivas de tipo estático, sin

que intervenga la disposición de fe del sujeto y de la comunidad de

creyentes. Obedece esta desviación al énfasis excesivo que se ha dado

al «ex opere operato», puesto que se consideran los sacramentos más

como actos instantáneos, milagrosos y salvadores que como procesos

vitales con dimensión evangélica.

3. Desviación «social»

Los sacramentos son considerados, además, sobre todo en una sociedad

secularizada y poscristiana, como ceremonias familiares y sociales

que dan solemnidad a ciertos momentos de la vida o que permiten introducir

a una persona en un nuevo grupo. Son ritos que dan relieve al

nacimiento, crianza, boda y muerte. Precisamente son más pujantes esos

gestos sacramentales concretos (conmemorativos de un acontecimiento

familiar) que los relativos a una vida religiosa personal relacionada con

sacramento, Madrid 1984; L. Ma1donado, Iniciaciones a la teología de los sacramentoS,

Madrid 1977; id., Sacramentalidad evangélica, Santander 1987; L. Boff, Los sacramentoS

de la vida, Santander 1980; J. M. Castillo, Símbolos de libertad. Teología de los sacramentos,

Salamanca 41985; id., Sacramentos, en CFP, 896-916; H. Denis, SacramentoS

para los hombres, Madrid 1979; F. Taborda, Sacramentos, praxis y fiesta, Madrid 1987.

Liturgia (Leitourgia) 535

el perdón (penitencia), la responsabilidad (confIrmación), el servicio (ordenación)

o el reconocimiento del ser cristiano ante la caducidad de la

vida (unción). Da la impresión de que el sujeto de celebración sacramental

popular no es la persona creyente sino la familia tradicional religiosa,

que cumple con los requisitos legales impuestos por la Iglesia para estructurar

a fondo la naturaleza y la sociedad.

b) Intuiciones positivas de la sacramentalidad popular

Los sacramentos populares, según los expertos del fenómeno religioso

y cristiano, son «ritos de tránsito» (V. van Gennep), «momentos críticos»

del cristianismo (M. Mauss), manifestaciones del «catolicismo festivo»

(R. Pannet), «celebraciones de la vida y de la muerte» (L. Maldonado)

o «cuatro estaciones de la vida» de un cristiano (G. Le Bras).

No es fácil guardar un equilibrio justo a la hora de interpretar el

catolicismo sacramental popular. El hecho de que la ritualidad sacramental

se haya internalizado tan profundamente en la vida del pueblo

cristiano demuestra que posee raíces profundas, intuidas por el mismo

pueblo. No basta con calificar de mágicos los actos rituales populares

para desestimarlos; es necesario examinar en profundidad las exigencias

de la ritualidad sacramental. Tampoco es suficiente decir que

muchos ritos se convierten en expresiones familiares o sociales vaciados

de contenido. En síntesis, podemos advertir algunos aspectos

positivos de la sacramentalidad popular.

l. Expresión de una ritualidad transcendente

El catolicismo popular es fundamentalmente sacramental, no tanto

por el uso que hace de los sacramentos, cuanto por la sacramentalidad

que revisten todas sus manifestaciones. El pueblo busca unos ritos

sagrados, impartidos por una institución aseguradora, que relacionen

la existencia con una realidad transcendente y la enraicen en una

tradición de siglos. Incapacitado el pueblo para manifestarse con un

lenguaje elaborado, se expresa simbólicamente.

2. Manifestación de una consagración divina

Según algunas interpretaciones, en los sacramentos del catolicismo

p~pular prevalece la idea de la consagración, sobre todo en el bautismo,

pnmera comunión, matrimonio y funerales. Esta consagración consiste

en la acción de expresar la dimensión sagrada de la vida en relación con

~ realidad absoluta. Aquellos cuatro sacramentos consagran una etapa

ndamental de la vida: el alumbramiento de un niño, la crianza de los



536 Teología Práctica

hijos, el amor conyugal que da origen a la vida o el llanto y el silencio

producidos por la muerte. En estos momentos sacramentales se revela y

experimenta algo sagrado. Dicho de otro modo, la experiencia humana

fontal reconoce a Dios mediante un rito pertinente.

3. Reconocimiento de una cierta identidad cristiana

Aunque los ritos sacramentales populares no expresan una fe demasiado

personal, constituyen para el pueblo un modo de pertenencia

a un sistema socio-religioso o una manera de declararse católico. En

última instancia los hijos del pueblo son cristianos porque están bautizados,

no porque sean personalmente creyentes. La sacramentalización

es un cauce institucional de pertenecer de un determinado modo

a la Iglesia. No olvidemos que la fe del pueblo es fe sencilla, no

ilustrada ni informada. Está situada entre el catolicismo cultural y el

ideal evangélico 36 •

6. Pastoral del catolicismo popular

a) Actitudes pastorales incorrectas

En un extremo se sitúan los que entienden que el catolicismo

popular es cristianismo desviado, evangelio corrompido, alienación

humana y freno de liberación social. Recordemos que el racionalismo

de la Ilustración y el progresismo del s. XIX juzgaban la religiosidad

popular, escribe E. Henau, como «un vieja forma de super'stición y

magia, nacida de una visión mítica y pobre de la realidad»3? Incluso

algunos representantes del movimiento litúrgico criticaron determinadas

formas de piedad popular. Defendían una pastoral elitista o de

«minorías selectas», cuya finalidad era formar grupos exigentes y

vanguardias de militantes. En el fondo despreciaban la cultura del

pueblo y su religiosidad. Se olvidaban que el catolicismo popular era

entonces -yen algunos lugares sigue siendo- un fenómeno masivo

de todo el pueblo.

En el extremo opuesto, la actitud populista considera que lo popular

es bueno por sí mismo, porque lo siente y vive el pueblo. Es la actitud

conformista e ingenua correspondiente a una pastoral de cristiandad.

Antes del Concilio, escribe S. Galilea, «se fomentó la religiosidad sin

crítica, sin buscar purificar y educar la fe, sin un proyecto de evangelización,

y en el fondo, con un conocimiento superficial de la re~

36. Cf. Varios. Foi populaire et foi savante, Paris 1976.

37. E. Henau, Religiosidad popular y fe cristiana: Conc 206 (986) 87.

Liturgia (Leitourgia)

ligiosidad popular, ya distante de la cultura de los dirigentes»38 Es 1

postura del restauraci.onismo conservador que utiliza la religi~sida~

popular como ~lternat1Va a un cristianismo profético. Incluso ha ersona~

9 ue defIenden el catolicismo popular por razones estétkIs o

folklor~cas. pe hecho, es fo,mentado desde ciertas instancias políticas

P?r s~ lllteres cultural o reglOnal y es investigado científicame t

hlstonadores, antropólogos y filósofos del fenómeno religioso n e por

b) Hacia una pastoral correcta

1. El catolicismo popular es ambiguo

El c~tolicismo popular no se identifica, sin más, con la religi6n

~a que.hene .aspectos. ~ue no son religiosos; ni con lafe, puesto u~

he~e. dl~enslOne~ .rehglOsas poco o nada cristianas. Se halla entr¿ la

r~hglOsldad ~r?fehC~ y el devocionalismo religioso o entre un cristialllsmo

e.vangehco e~lgent~ y. un catolicismo masivo insuficientemente

e.vangehzado, o semldescnsttanizado. En ocasiones mezcla el utilitansmo

burgues con la cultura rural-arcaica. Evidentemente 'unt

e~~ment~~ ~ristian~s liberadores, posee el catolicismo pOPul~; co~e~

n.l os :e IglOSOS ahena~tes, ya que a veces se manifiesta como un

sl~c~ettsmo en~e pagam~mo y cristianismo, ritualismo mágico y culto

~~~~~o. ~~gun S. Gahlea es «paganismo revestido de catolicismo

o. n~o» .. La fe se da en el catolicismo popular de un modo recano,

sm ol~ldar que ~icha virtud teologal tiene dos expresionef la

popular y la llltelectuahzada, correspondientes a dos culturas y a d

talantes ante la vida.

os

2. El catolicismo popular es manifestación

religiosa del pueblo

si LO decisivo del catolicismo popular no son sus expresiones sacrales

gi~~o~ l

lueblo que .las sustenta. Esto exige detectar los valores reliy

ob el pueblo e lllcluso de la masa popular, generalmente oprimida

vafor/ e que se expres~ ambiguamente en gestos y rituales. Estos

mism s del pue~lo son lllcomparablemente más importantes que los

de r o~ ~estos ntuales. En la pastoral de este catolicismo no se trata

Váloepnsl~blllar culturalmente sino de rescatar al pueblo a través de sus

_ res 1 eradores y redentores40.

~~. S.Galilea, Religiosidad popular y pastoral Madrid 1979 49

't • lbld., 16-92, " '

" 40. Cf G R "

COne 206 0'986) 1~~~~~~'. La fe popular entre estrategia eclesiástica y necesidad religiosa:

537



s

538 Teología Práctica

Es necesario estudiar a fondo las costumbres, actitudes, pautas de

comportamiento, etc., que tiene el pueblo. De hecho, el catolicismo

popular indica la capacidad creativa del pueblo a pesar de su marginación,

subdesarrollo y opresión. El pueblo ha creado o hecho suyas

formas religiosas propias, de espaldas e incluso en contra de formas

religiosas oficiales pertenecientes a las clases dominantes. Por consiguiente,

al pueblo no se le evangeliza con formas de religiosidad

extrañas al mismo.

3. El catolicismo popular posee una cristología

y una eclesiología propias

Aunque de un modo difuso, el catolicismo popular es portador de

una cierta cristología. La fe popular intenta ser salvadora, basada en

el sentimiento religioso que se desprende de la precariedad de la vida,

realidad de lo demoníaco, necesidad de lo absoluto y existencia del

más allá. Naturalmente, cuanto más se diluye la fe en lo religioso más

se desfigura el rostro de Jesucristo.

También posee el catolicismo popular una cierta eclesiología. Claro

está que la pertenencia del pueblo a la Iglesia institucional es parcial,

pero no por ello menos nuclear. Existe una Iglesia del pueblo nacida

del bautismo, compuesta por quienes se identifican como católicos,

aceptan de un modo global la fe, viven periódicamente unos cultos

devocionales y unos ritos sacramentales y se comportan con formas

de entreayuda, solidaridad, colaboración y entrega, virtudes eminentemente

evangélicas.

4. El catolicismo popular exige una pastoral «extensiva»,

coexistente con otra «intensiva» dirigida hacia la comunidad

cristiana en el mundo

Nos encontramos hoy en la acción pastoral con dos polos complementarios,

las masas y las minorías, el pueblo y la comunidad,

correspondientes a dos registros diferentes. No olvidemos que Jesús

de Nazaret hizo compatibles en su ministerio estos dos modos de

trabajo. La pastoral del catolicismo popular, como primer registro,

nos remite a la inculturación de la fe en el pueblo. Esto exige una

adecuada evangelización, no menor, que la misión clistiana en medios

no estrictamente populares. De otra parte, por ser el catolicismo popular

principalmente devocional y sacramental, deberá tenerse en cuenta

su relación con la liturgia 41 •

Liturgia (Leitourgia) 539

BIBLIOGRAFIA

R. Alvarez Gastón, La religión del pueblo. Defensa de sus valores, Madrid

1976; H. Cox, La seducción del Espíritu. Uso y abuso de la religión del pueblo,

Santander 1979; L. Duch, De la religió a la religió popular, Montserrat 1980;

Equipo Seladoc, Religiosidad popular, Salamanca 1976; J. A. Estrada, La

transformación de la religiosidad popular, Salamanca 1986; S. Galilea, Religiosidad

popular y pastoral, Madrid 1980; O. Giordano, Religiosidad popular

en la Edad Media, Madrid 1983; L. Maldonado, Religiosidad popular. Nostalgia

de lo mágico, Madrid 1975; id., Génesis del catolicismo popular. El

inconsciente colectivo de un proceso histórico, Madrid 1979; íd., Introducción

a la religiosidad popular, Santander 1985; id., Para comprender el catolicismo

popular, EstelIa 1990; R. Pannet, El catolícismo popular, Madrid 1976; D.

Salado, La religiosidad mágica. Estudio crítico fenomenológico, Salamanca

1980; Secretariado Nacional de Liturgia, Religiosidad popular. Jornadas Nacionales

de Liturgia 1989, Madrid 1990; Varios, Religiosidad popular y evangelización

universal. Jornadas de Estudio de la XXX Semana Española de

Misionología, Burgos 1978.

Números especiales de revistas: Religiosidad popular: PastMis II (1975/

1); Religiosidad popular: Phase 15 (1975) n 89; Panorama de la pastoral de

la religiosidad popular: Pray 96 (1975); Religion populaire et réforme liturgique:

MD 122 (1975); Religiosidad popular: Com 10 (197711); La religiosidad

popular: Conc 206 (1986).

41. ef. L. Maldonado, Para comprender el catolicismo popular, o. c .. 117-124;

Varios, Religion populaire et réforme liturgique, Paris 1975.



28

LA PREDICACION

Uno de los actos pastorales que deben llevar a cabo cíclicamente

los presbíteros y diáconos en su ministerio pastoral, y ocasionalmente

un grupo reducido de laicos, es el de la preparación y realización de

la homilía, vinculada de ordinario a la celebración eucarística dominical

y festiva. Por predicación se entiende la actualización oficial de

la palabra de Dios que hace el presidente de una asamblea litúrgica

ante los fieles reunidos. Estudiaremos aquí las diversas facetas que

tiene la homilía, por entender que en ella se resume y concentra hoy

la predicación cristiana'.

l. Evolución de la predicación

El antecedente más remoto de la predicación cristiana fue la homilía

del culto sinagogal judío'. Después de la lectura de la ley o de los

libros históricos, divididos en un sistema de lecturas para un año

(costumbre de Jerusalén) o para tres (costumbre de Babilonia), el

escriba o doctor hacía un comentario de tipo catequístico. Pronto se

cayó en la casuística y en la moral complicada al faltar la perspectiva

de la historia de salvación. En un segundo estadio se añadió la lectura

de los profetas; esto se hizo cuando en el judaísmo penetró la esperanza

mesiánica de los pobres. La homilía judía era la actualización de la

1. Resumo aquí los diversos trabajos que he escrito sobre la predicación: La hO!/lilfa:

SalT 53 (1965) 193-206: La hOl1li[(u. predicación litlÍrgica: PastMis 2 (1966) 47-58; La

IlOmilía. en TeoIAP. cap. 23. 367-380: La predicacir5n CO})lO quehacer pllS tara 1: SalT 66

([978) 211-217: En qué actitud está r qué presupuestos maneja el orente de la hOlllilía.

Notas al predicudor: SalT 69 (1981) 271-277.

2. ef. H. L. Strack - P. Billerbeck. KOl1llllentar ~Illll NeueJ/ Testamenl. IV 1.8.

E-rkurs: Der alrjudische Smagogen-gollesdiellst. München 196/. 153-188.



542 Teología Práctica

p.alabra escuchada: Con la in~roducción. del texto ~rofético, el culto

smagogal fue perdIendo su caracter legahsta y m?rahzador, para transformarse

en celebración de la palabra. En la smagoga se celebra el

suceso que la palabra anuncia. Así se desprende de la homilía pronunciada

por Jesús en la sinagoga de Nazaret, al acabar d~ leer un

texto del profeta Isaías (61,1-2): «Hoy se cumple esta escntura que

acabáis de oír» (Lc 4,16-22). En resumen, la homilía era entre los

judíos pieza clave para iluminar el alcance de los te~tos. En determinados

momentos, la liturgia sinagogal cobró tal reheve (sectas de

Qurnrám), que su celebración, como sacrificio espiritual, se opuso a

los sacrificios cruentos del templo.

En los evangelios, Jesús aparece como predicador del reino de

Dios de acuerdo a la tradición profética. Incluso antes de la pasión

envía a los doce y a los setenta y dos a predicar la proximidad del

Reino (Mc 3,4 y par.). Después de la resurección son enviados de

nuevo a proclamar la presencia del Reino (Mt 28,18-20). Según el

libro de los Hechos, los discípulos se dedicaron enteramente a ~sta

tarea. Afirma A. Olivar que la predicación apostólica tenía un tnple

objetivo: 1) exhortar a la conversión, a un cambio de vida; 2) .~ar

testimonio del hecho histórico de Jesús, de su muerte y resurreCClOn;

3) suscitar un comportamiento moral de acuerdo a la caridad 3 ••

Desde que comenzaron las reuniones litúrgic.as de los pnmeros

cristianos, la predicación formó parte de las mIsmas, a cargo del

presidente, como comentario de la lectura bíblica .~rocla~ada para

actualizar la palabra de Dios en forma de conversaClOn o dIalogo. La

predicación litúrgica es un elemento específicam~nte. cristiano. ~s.í se

observa en la Didascalia de los apóstoles, ConstltUClOnes Aposto[¡cas

y Tradición Apostólica (c. 23). Hacia el año 150, al narrar san Justino

las reuniones cristianas dominicales, afirma que «cuando el lector

termina, el presidente, de palabra, hace una exhortación e invitación

a que imitemos estos bellos ejemplos»4. . .

La predicación cristiana ha pasado a lo largo de la hIstona por

muchas vicisitudes. Evidentemente, cada época ha marcado su Impronta.

En la época patrística hubo siempre predicación litúrgi~a en

forma de homilía (conversación familiar), ya fuese en las reumones

del catecumenado ya en la sinaxis eucarística. Los creadores principales

de la homilía fueron Hipólito y Orígenes. La gran ten~ación

de la homilía patrística fue la retórica (discurso elocuente). A fmales

del s. IV hubo una gran crisis, salvada por san Juan Crisóstomo en

Oriente (tratado Sobre el sacerdocio) y por san Agustín en Occidente

3. A. Olivar, La predicación cristiana antigua, Barcelona 1991, 35.

4. San Justino, Apología primera, c. 67, en D. Ruiz Bueno, Padres apologistas

griegos, Madrid 1954, 256-258.

Liturgia (Leitourgia) 543

(libro cuarto del tratado Sobre la enseñanza cristiana). Ambos son

considerados los mejores representantes de la predicación patrística.

La línea patrística de la homilía, firmemente anclada en la Biblia

yen la celebración, es decir, en la historia de salvación, continuó en

los medios monásticos hasta el s. XII. Recordemos que la predicación

patrística comienza a decaer, sin embargo, hacia el s. V. por influjo

de la retórica bizantina. La escolástica, con sus artes praedicandi,

engendró un nuevo modo de predicar, en el que se introdujo una cierta

argumentación dialéctica y un vocabulario jurídico, procedente del

derecho feudal. A partir del s. XIII se comenzó a predicar fuera del

templo, lo que dio origen a la penetración de la oratoria profana y de

la retórica y a la ratio praedicandi humanista.

A consecuencia de la desorientación homilética que reinaba en

Europa a comienzos del s. XVI, el concilio de Trento intentó reformar

la predicación, «oficio principal de los obispos». Decretó que «los

domingos y días de fiesta de guardar, es deber propio de cada párroco

anunciar al pueblo la palabra de Dios por medio de la homilía habitual

en la misa en la que, de costumbre, haya más asistencia». En las demás

misas la predicación versaría sobre un tema dogmático o moral. En

los cultos vespertinos, sobre todo en las novenas, se tenían los sermones.

Prácticamente ésta ha sido la disposición canónica recogida

por el anterior Código (c. 1345) hasta la reforma reciente de la liturgia.

La predicación litúrgica fue recuperada recientemente de un modo

oficial en el ardo de la restauración de la semana santa, decretado

por Pío XII en 1955, al indicar que se tenga una «breve homilía» para

ilustrar los grandes misterios del sacerdocio, la caridad y la eucaristía.

Con el retomo a las fuentes, exigido por la reforma conciliar, la

predicación intenta hoy parecerse a la que se dio en la Iglesia patrística

(SC 35,2; 52; DV 21-26 y LG 26). En idéntica dirección se mueven

las directrices de nuestros obispos 5 •

2. Situación actual de la predicación

En algunos estudios recientes sobre la homilía suele encontrarse

un apartado final que abarca el juicio de los laicos, ordinariamente

negativo, sobre su experiencia como oyentes de predicaciones. Es un

hecho repetido y contrastado que la mayor parte de las homilías correspondientes

a las misas dominicales son calificadas por los seglares

de «largas», «vacías», «aburridas», «anacrónicas», «sin comunica-

5. Comisión Episcopal de Liturgia, Partir el pan de la palabra. Orientaciones sobre

el ministerio de la «homilía», Madrid 1985.



544 Teología Práctica

ción», etc. 6 • Da la impresión de que la predicación resulta ineficaz en

muchos casos. Otras veces, en cambio, se mide la calidad de la celebración

por el valor de la homilía. Algunos afirman que los predicadores

no están adaptados a la vida, que su lenguaje abstracto y

artificioso no es el lenguaje concreto y directo actual. Otros creen que

la predicación tiene escaso contenido bíblico y litúrgico y vagas referencias

a los problemas sociales que vive el pueblo. Por una parte,

no se incide en los hechos de vida; por otra, no se arranca de los

hechos de salvación. En definitiva, hay ausencia de lo concreto y real,

sea bíblico o actual. Además, al juzgar la forma de predicar se observa

que si hay claridad, falta profundidad; pero si existe profundidad, no

se muestra la inteligibilidad. Al menos, muchos oyentes buscan y

exigen de la homilía que sea «interesante» (por el contenido), «agradable»

(por el tono), «fidedigna» (por su capacidad de convicción),

«clara» (por su desarrollo) y «breve» (no más de diez minutos?

En resumen, las quejas más frecuentes respecto de las homilías se

reducen a que son de larga duración, se predica poco y mal el evangelio,

hay inflación exhortatoria y se predica con excesiva autoridad.

Hay que tener en cuenta que la homilía no es mera explicación o

desarrollo de un tema teológico; no es una clase o conferencia breve.

Tampoco es mera exégesis o interpretación bíblica, ni exhortación

moral o simple respuesta prefabricada a ciertos problemas, ni por

supuesto proyección de los problemas personales de quien predica,

una especie de desahogo o lucimiento vanidoso.

Las dificultades en la predicación son hoy grandes. Algunas se

derivan de la crisis que hay en el cambio cultural y en la situación

religiosa en particular. Otras proceden de la inflación de palabras que

padecemos a través de los medios de comunicación social. Sin olvidar

algunas causas más objetivas, como la escasa facilidad de palabra de

algunos predicadores o el poco dominio del lenguaje y la lejanía con

el relato bíblico escrito en otra cultura y otro contexto. Finalmente

hay dificultades que provienen de los mismos predicadores: escasa

preparación, mal comportamiento, improvisación e indocumenhtción.

Con todo, los participantes en la misas dominicales admiten de

buen grado la homilía, incluso como una de las mejores formas de

comunicación religiosa. Pero no es fácil saber qué esperan los oyentes

de la homilía o para qué les sirve la predicación. De hecho, si una

misa dominical, por la razón que sea, es celebrada sin homilía, la

6. Cf. Cl. J. Nesrny, La parole aux lares. Enquete sur la reforme de la messe, París

1966; T. Cabestrero, Los seglares juzgan nuestras homilías: MisAb 65 (1972) 104-116;

J. Aldazábal, ¿Funciona la comunicación en nuestras celebraciones?: Phase 107 (1978)

459-478.

7. O. Schreuder, Lo mayoría silenciosa: Conc 131 (1978) 39-48.

Liturgia (Leitourgia) 545

e~trañeza 9ll:e produce (ya que de ordinario se predica en todas las

nusas do~mmcales) se convierte a menudo en alivio de una sobrecarga

o en respIro de un~ rell:~ión más. breve. Probablemente lo que los fieles

~spera~ de la predI~acIOn constIt~y~ un amplio abanico, que en última

I~stanCIa ~ependera ~e sus CO~vlccIO~es de fe, niveles culturales, opcIOn~s

poht~cas, sen~Ido ecleSIal y actItudes clericales o anticlericales.

La dIferenCIa de actItud ante la homilía proviene fundamentalmente

del modo ?~ ent~~der la a~t.oridad en l~ !glesia, según sean los oyentes

de la homIha do~Iles o ~r}tIcos. Ta~blen puede provenir del mayor o

menor Wado de IlltegracIOn que se tIene con la comunidad parroquial.

Hay qUIenes lo aceptan todo y quienes no admiten casi nada.

La asm:n~lea do~nical es un grupo heterogéneo. El papel integrador

d~ la hOmIl~a e~, bas~co para res~onder, no sólo a las exigencias de la

ffilsma ~r~~Icac~on, SIllO a la plunforrnidad que se da en los oyentes. La

composlclon abIgarrada de la asamblea eucarística dominical, denomina~a

conglom~ra?? o aglome!ado por los sociólogos de la religión, entrana.

un~ ~ultIphCldad de actItudes y presupuestos difíciles de expresar.

Ha dISmInUIdo nota?lemente la asistenci~ m~siva a misa, pero se da hoy

e~ algunas parroqUIas un progreso CUalItatIVO nada despreciable. Dismumyen

los practIc~tes rutin~o~ de mero cumplimiento y persisten o

aum~ntan los que eXIgen autentICIdad, al descubrir las virtualidades de

la mIsma celebración. Este ~ánsito fa~ilita el acto de la predicación,

cuyas luces y sombras se mamfiestan mas ostensiblemente que antes. Al

pueblo presente no se le puede ya engañar. En ocasiones cambia de

parroquia ~ en determinadas circunstancias no vuelve. No se tolera el

~enospreclO ~ la inconsideración del seglar por parte de algunos predicadores

p~esldentes de asamblea. Hay laicos que lo dicen claramente:

no van a mIsa porque no aguantan el sermón.

La mujer, no s.é si por m~s a~idua o piadosa o por más perspicaz,

acepta o rech~za CIertas predIcaCIOnes con mayor contundencia que el

h?mbre .. AqUl se, observan de nuevo unas actitudes ante la homilía

dIferencIadas segun el talante educativo femenino o masculino. En los

eventuales diálogos que siguen a ciertas homilías parroquiales en asam­

~leas Con ~ejor estructuración comunitaria, intervienen por igual hom­

~es y mUJer~s, aunq~e sus ~stil?s sean, como es lógico, diferentes.

o he advertIdo en mI expenencla un monopolio de juicios preferentemente

masculino o femenino. Tampoco he observado «tumulto de

~alabras», fenómeno que debiera darse cuando al pueblo mudo se le

h~~ll:e~ve, .con libertad, la palabra que se le había arrebatado. Las

. lhas dzalogadas en contexto parroquial -posibles cuando la mag­

~tud d~ la asamblea es de talla humana- no despiertan todavía inervenclones

prontas, fáciles y precisas 8 •

8. Cf. P. Martínez, A propósito de la homiUa dialogada: PastMis 6 (1970) 41-69.



546 Teología Prdctica

3. Naturaleza de la homilía

Según la Constitución sobre la liturgia, la homilía es «parte de la

misma liturgia, en la cual se exponen durante el ciclo del año litúrgico,

a partir de los textos sagrados, los misterios de la fe y las normas de

la vida cristiana» (SC 52), «ya que es una proclamación de las maravillas

obradas por Dios en la historia de la salvación o misterio de

Cristo» (SC 35,2t. Según la Instrucción de 1964, «por homilía inspirada

en los textos sagrados se entiende una explicación de algún

aspecto de las lecturas bíblicas o de otro texto del ordinario o del

propio de la misa del día, teniendo en cuenta el misterio que se celebra

y las necesidades particulares de los oyentes» (n. 54). El nuevo Código

de derecho canónico dice que «la homilía es parte de la misma liturgia

y está reservada al sacerdote o al diácono; a lo largo del año litúrgico,

expóngase en ella, partiendo del texto sagrado, los misterios de la fe

y las normas de la vida cristiana» (c. 767,1).

La homilía, que es ministerio de la palabra de Dios al mismo

tiempo que servicio litúrgico en el hoy y aquí de la asamblea reunida,

anuncia verbalmente los hechos de la historia de salvación o «misterios»

de Cristo. La homilía es decir (litúrgicamente) algo (hecho de

salvación) a alguien (asamblea de personas). Tiene por finalidad acentuar

el misterio de la celebración, hacer provechosa la palabra de Dios

y promover la fe-conversión de los participantes. Se unen tres realidades:

la liturgia, la palabra y la vida. Por consiguiente, la homilía es

al mismo tiempo evangelización (anuncio) que llama y convierte; catequesis

(explicación) que informa y confirma y liturgia (alabanza)

que transforma y celebra. De ahí que sea predicación litúrgica (no

sermón), con incidencia bíblica (no conferencia), en relación a la vida

real (no abstracta).

La predicación litúrgica de las maravillas de Dios ante una asamblea

consta de tres elementos: 1) Un tema bíblico, que es narración

de la economía de salvación. Esto exige del predicador que «estudie

las Escrituras», libro de la revelación. Dicho de otro modo, debe

contemplar los acontecimientos salvadores expresados en la historia

de salvación. La homilía es «ministerio de la palabra de Dios». 2) Un

paso al rito, ya que se da una analogía entre las maravillas de Dios

según las Escrituras y los sacramentos cristianos. Esto exige del predicador

que «analice la liturgia». Con otras palabras, debe examinar

el significado salvador contenido en los símbolos. La homilía es «ministerio

litúrgico». 3) Unos hechos de vida, puesto que la palabra de

9. E. Foumier, La homilía según la constitución sobre la sagrada liturgia, Barcelona

1965; J. Aldazábal, La homiUa, resituada en la celebración litúrgica: Pllase 91 (1976) 7-

23.

Liturgia (Leitourgia)

Dios se d~ri~e a unas personas concretas que forman parte de la asamblea

y e.stan mmers~s en los hab!tuales e intensos problemas humanos.

Esto eXIge del predIcador que VIva en medio de los hombres, conozca

el c1~I?or de l?s.pob.res y sea portavoz de quienes no tienen voz La

homlha es «mlmsteno de caridad». .

En resumen, la homilía posee estos rasgos:

a) Es servicio del misterio litúrgico que se celebra

La .homilía es «parte de la misma liturgia» (SC 52). Lo es por su

contemdo, ya que arranca de los «textos sagrados»' lo es as' .

Por los ti' ,lmlsmo,

. oyen es, que a escucharla forman una asamblea de fiel s

sUJeto de l.a celebración litúrgica;' y por el predicador, que de ordina;i¿

es el preslde~t~ de. la asamblea. Quien parte el pan debe repartir la

palabra: ~l mmlsteno ~e}a palabra deja de ser catequesis y se convierte

en homlha cuando se SItúa en la celebración. En el caso de la asamblea

catecumenal o de las celebraciones de la palabra la homilía d

cate '( E . 1 ,pue e ser

que lca. S oraClOna cuando se pronuncia en la «liturgia de las

horas»: Y es sacramental cuando se lleva a cabo en la celebración de

~ualq~ler sacramento. «La homilía -afirma la Comisión episcopal de

htur?la- no cU!llple ú~icamente la función de anunciar a Cristo,

ex~hc~r las Es?nturas o mstruir al pueblo, sino que hace todo eso en

el amblto prop.t~ del cuIto litúrgico y de los signos sacramentales» 10.

~n la homlh~ hay, pues, un decir litúrgico, que coincide con el

hodl.e c~ltual. Solo hay estricta homilía cuando la asamblea celebra

L~ fmahdad de todo anuncio de la palabra de Dios es transmitir a Dio~

mIsmo porq~e l~ palabra encarnada es Cristo. El fin de la homilía y

~e t??a predlcaclOn es la comunión con el Padre, por el Hijo en el

d splr~tu santo. Y esto se logra comulgando la muerte y resurr~cción

E: Cnsto. Pero la com~ni,ón en la asamblea no es meramente verbal.

eu el. c~so de la ~UCa7ISt1a es también sacramental. Precisamente la

lit car~sha es el mlsteno de comunión por Cristo, con él y en él. La

ul7gla?e la palabra, y en concreto la homilía, se ordenan siempre a

1 a lturgla sacramental.

ra La fi~a:idad de l~ ?ornilí~ no es exclusivamente didáctica o pumente

etlca; es rehglOsa, tIende a que todos los miembros de la

t

aSdamblea comulguen con el misterio pascual. Por eso la homilía como

ex

o a

r

la liturgia

.' pene

ti'

ra en e recmto de los signos sacramentales

,

que

1 ~ esa?/ anhclp~n el encuentro total y pleno con Dios. De ahí que

a onuha sea mlstagogia, es decir, iluminación de las realidades

10. Partir el pan ... , o. c., n. 10.

547



548 Teología Práctica

escondidas. Si la eucaristía es la palabra definitiva de la Iglesia o el

máximo grado de actualización de la asamblea, la homilía ha de incitar

a que los asistentes comulguen plenamente con Cristo bajo el aspecto

particular que celebra la fiesta. Es decir, ha de tener en cuenta el

misterio que se celebra y ha de señalar, mediante el paso de la palabra

al rito, cómo se cumple sacramentalmente lo que el mensaje anuncia.

b) Es servicio de la palabra de Dios que se proclama

Predicar, según la Escritura, es anunciar un acontecimiento de

salvación en orden a una conversión para entrar en una comunión.

Todo el Concilio puso en evidencia la importancia de la historia de

salvación, que presenta la Escritura y re-presenta el culto. La Biblia

sin la liturgia sería la palabra de un ausente o un libro meramente

histórico o literario, aunque inspirado. La liturgia sin la Biblia sería

un rito ininteligible, una magia, un culto externo, ahistórico. Pero la

palabra de Dios y la liturgia son «propter homines», han de encarnarse

en la situación social humana.

Todo el ministerio profético cristiano se inspira en la palabra de

Dios ll . Tanto la evangelización como la catequesis arrancan del kerigma

o mensaje pascual que la liturgia celebra en una asamblea cercada

por las sombras de la injusticia, el dolor y la muerte y por las

luces de la justicia, la alegría y la vida. De ahí que la homilía esté

siempre, más o menos explícitamente, en tomo a la pascua del Señor.

La homilía va dirigida principalmente a los convertidos por la

evangelización e iniciados por la catequesis. Comunica la palabra de

Dios, no sólo en relación a unos textos bíblicos y ritos litúrgicos

-también esto lo hace la catequesis-, sino que la anuncia de un

modo cultual. Si no se parte de los textos y ritos sagrados, no habrá

homilía; hay el peligro incluso de que no haya tampoco ni evangelización

ni catequesis.

La lectura bíblica precede siempre a la homilía y la condiciona.

Si después de leer un texto bíblico no se hace homilía sino otra clase

de predicación ajena a los textos, introducimos un elemento extraño,

con el consiguiente peligro de no realizar una mínima evangelización.

La homilía parte, pues, de «las fuentes principales de la predicación,

que son las Sagrada Escritura y la liturgia» (SC 35,2). Por consiguiente,

deberá manifestar la actualidad de la buena nueva de salvación y

deducir la significación de los hechos salvadores en el hoy preciso de

la asamblea.

11. Cf. D. Grasso, Evangelízzazione, Catechesi, Omelía: Gr 42 (1961) 242-267;

TeolAP,318-323.

Liturgia (Leitourgia) 549

La homilía concluye y tiene en cuenta, por una parte, a la evangelización

o primera forma de anunciar la palabra por medio del kerigma.

En este sentido, la homilía debe ser en el fondo «kerigmática»;

ha de relacionarse, de un modo directo o indirecto, con la muerte y

resurrección de Cristo. Así mantiene y despierta la conversión. Por

otro lado, también concluye y tiene en cuenta la catequesis o segunda

forma de anuncio profético por medio de una cierta sistematización

del mensaje cristiano. Bajo este segundo aspecto la homilía será necesariamente

«catequética», a saber, despierta y profundiza la tarea

catecumenal.

d) Es servicio del pueblo de Dios reunido en asamblea

Asamblea es el «pueblo santo congregado y ordenado bajo la dirección

de los obispos» (SC 26). La finalidad de la homilía no es sólo

didáctica sino religiosa. Se dirige a los presentes, no a los ausentes.

La comunión del creyente con la palabra de Dios en la liturgia debe

traducirse en compromiso vital. «¡Dichosos los que escuchan el mensaje

de Dios y lo cumplen!», dice Jesús (Lc 11,28). La predicación

ha de comprometer. No es un discurso sobre el reino sino una invitación

a llevarlo a cabo y a pedir que venga. Esto exige que se tengan en

cuenta unos determinados «hechos de vida». De ordinario son los que

se producen en la vida, sean permanentes o pasajeros, examinados

con instrumentos de análisis y criterios adecuados de valoración. La

realidad social no es neutra, ni la actitud del predicador es simple.

El mundo posee una dignidad precisamente porque lo hizo Dios,

y después de crearlo dijo que era bueno. Lo mundano es, en definitiva,

categoría cristiana. Pero no toda la creación se desarrolla de acuerdo

al plan de Dios o a las exigencias de su reino. Hay en la sociedad

mentira (contraria a la verdad de Dios), injusticia (opuesta a la igualdad

fraternal), opresión (en los antípodas de la libertad y de la liberación),

muerte (que no deja crecer a la vida) y, en definitiva, pecado (fruto

de la maldad, en oposición a la gracia). Al mismo tiempo, el predicador

debe tener presente determinadas sensibilidades actuales, como el amor

a la vida, el ansia de paz, el respeto a la naturaleza, el rechazo de la

guerra y de los militarismos, el afán de justicia social, la búsqueda de

solidaridad, la acentuación de lo personal, la exaltación de la libertad,

la confianza en la técnica y el relieve de lo inmediato existencial 12 •

La mayor dificultad a la hora de encamar la homilía en la realidad

social proviene de la interpretación política, sin la cual es imposible

12. Cf. V. Schurr, Die Gemeindepredigt, en HdPTh, 1, 230-265.



550 Teología Práctica

hoy «re-leer» el texto bíblico., Pienso que nunca ~e d~, una exégesis

neutra del evangelio, y todavIa menos en la predicaclOn. El ~yente

está de hecho en un lado político o en otro, con unas u otras opcIOnes,

las más de las veces inconscientemente y en algunos casos con una

conciencia muy clara y crítica de militancia o de simpatí~ por. determinadas

corrientes políticas. El predicador no puede. enganar m n;antenerse

en una posición que no toma parte, aunque eVite tomar partzdo.

Los fieles más perspicaces lo descubren de inmediato o a l~ lar~a.

Los seglares ven pronto la coherencia cristiana o la falsedad testimomal

del predicador'3.

4. Modelos de predicación

a) Modelos básicos: el sermón y la homilía

Los Padres griegos distinguieron dos mo~os de comunicación ~e:­

bal: el lagos , que es actividad oratoria de estilo profano,' y la h?n:zlza

o comunicación religiosa de tipo familiar. En la SOCiedad CiVtl se

distinguían también dos formas de hablar: la de. ~a plaza o el ~?ro

(discurso o pieza oratoria) y la doméstica o famlhar (conversaclOn,

plática o coloquio). .

Los latinos tradujeron aquellos dos térmmos p'or estos dos: la or~tia,

que equivalía al lagos o al «discurso oratono», y el sermo, Slnónimo

de la homilía o de la «plática familiar». Y en castellano han

perdurado hasta hoy estas dos expresiones: el sermón, de estilo oratorio

(como el lagos y la ora tia) basado en la t.eol~Sía dogJ?ática y e?Ja

moral, y la homilía, en forma de comumcaClOn sen,ctlla y fam.thar

(como la homilía y el sermo) basada en la palabra de DlOs'~. El antlgU?

Código distinguía, aunque tímidamente, entre I~ :<brevls Evangelll

explanatio» y la de «alicuius partis doctrinae chnsttanae» (c. 1345~.

El nuevo Código se limita a afirmar que «entre las formas de predicación

destaca la homilía» (c. 767,1).

b) Modelos según tendencias pastorales

A lo largo de estos últimos años se han sucedido divers~s teor.í~s

sobre la predicación, cada una de las cuales ha apo~tado una dlmenslOn

concreta. El enriquecimiento común ha sido conSiderable.

13. J. Llopis. Homilía y política: Phase 91 (1976) 60-63; 1. A. Gimbemat, Predicación)'

crítica social: Phase 58 (1970) 385-392. .

14. En la traducción castellana de la Constitución sobre la liturgia, la palabra latma

sermo fue mal traducida por sermón, cuando 10 procedente era transcribirla por homilía

(ef. SC 35,2).

Liturgia (Leitourgia) 551

l. La tendencia litúrgica fue un correctivo necesario a la predicación

excesivamente apologética, contrarreformista y antimodernista

de épocas anteriores, preferentemente dogmática y moral.

La predicación ha de situarse en el corazón de la comunidad que

celebra, ya que la homilía es estrictamente litúrgica o, si se prefiere,

mistagógica. No es, pues, la homilía una mera ayuda para despertar

propósitos morales, sino irrupción del Espíritu del Señor para alabar

y bendecir, con objeto de que el creyente se santifique. El mejor

camino para dignificar al hombre es el de rescatar y restaurar la

gloria de Dios. Recordemos la contribución del benedictino Odo

Casel'5.

2. En correspondencia a una teología kerigmática, preocupada

por el «bonum», diferente de la teología escolástica académica, más

en consonancia con el «verum», intentó la homilía pasar del régimen

«informativo», apoyado en el razonamiento, a un nivel «persuasivo»

que descansaba en el testimonio. Esta tendencia insistió en el contenido

de la predicación, que no es reduccionismo teológico sino ampliación

kerigmática. El objetivo de esta predicación reside en acrecentar la fe

de los participantes, directamente confrontados con el Señor del evangelio.

Representaron esta tendencia J.-A. Jungmann'6 y F.-X.

Arnold '7 •

3. La tendencia anterior desembocó en otra nueva, explícitamente

bíblica, con el esfuerzo insustituible de la exégesis. La predicación

así entendida era una especie de salto del texto a los oyentes. Fue la

época de los «grandes temas bíblicos». La homilía era en realidad una

hermenéutica bíblica dicha en un contexto litúrgico. Representan a

esta corriente algunos exegetas '8.

4. La interpretación de los textos bíblicos, por influencia de las

corrientes desmitificadoras, dio lugar enseguida a una nueva hermenéutica

de tipo existencial. Los oyentes, ajenos a estas nuevas inter-

15. Cf. L. Leclercq, Le sermon, acte litllrgique: MD 8 (1946) 27-46.

16. Cf. J. A. Jungmann, Die Frohbotschaft und unsere Glaubensverkiindigllllg, Regensburg

1936; G. Miehonneau - F. Varillon, Hablemos de la predicación, Barcelona

1965; D. Grasso. Teología de la predicación. El ministerio de la palabra, Salamanca

1966; K. Barth, La proclamación del evangelio, Salamanca 1969.

17. CL F. X. Amold, Al servicio de la fe, Buenos Aires 21963; id., Palabra de

salvación como palabra al tiempo, Estella 1966.

18. Cf. St. van Caster, Rible et homélie. Une contribution ii l'étude de l'homélie:

QLit 58 (1977) 193-209; J. Moltmann, La predicación como problema de exéfiesis, en

id., Eóperanza )' planificación del futuro. Salamanca 1971, 191-214; J. Llopis, Exégesis

bíblica y homilía litúrgica: Phase 66 (1971) 527-541.



552

Teología Práctica

Liturgia (Leitourgia) 553

pretaciones, se sentían perplejos, ~or no decir esc~ndalizados. Casi

nada del relato bíblico se tenía en pIe. Algunos predIcadores, acordes

con esta corriente caían en la tentación de expresar el último atrevimiento

de dete~inados exegetas, en lugar de confrontar la situación

de la asamblea con las exigencias de la palabra de Dios. Es la corriente

llamada bultmaniana l9 •

5. El olvido de la exégesis, o su desconocimiento, a causa de

problemas políticos y sociales concretos, urgentes y wavísimos, ?io

lugar más tarde (en España, la época .final del. franqUlsmo) a un tIpo

de predicación profética, que denuncI.aba. el pIsoteo de los dere~~os

humanos más elementales. El evangelIo, mcluso toda la celebracIOn,

era un pretexto. Apenas interesaba el texto, que se sobreentendía con

suma facilidad. Recordemos la época de las homilías «multadas». La

corriente teológica subyacente a este tipo de predicación era la de la

liberación, no siempre inteligentemente entendida. Casos exce~cionales

de esta predicación fueron D. BonhOffer y O. Romero, eJemplares

testigos cristianos 20 •

c) Modelos según necesidades de los oyentes

En algunas encuestas sobre la valoración de la predicación por

parte de los seglares se distinguen cuatro tipos de homilía, segú~ la

apreciación de los mismos oyentes: «homilías sobre el amor de DIOS,

que infunde en los oyentes energías para la. vida ~ ~onsuelo en l?s

desengaños; homilías sobre los deberes de la vIda COtI~Iana, e? especIal

con respecto al prójimo necesitado dentro del propIO ambIen.te; ~omilías

sobre el contenido de la doctrina cristiana o sobre los mIstenos

de la fe; homilías que tratan de iluminar los problemas sociales y

políticos desde una perspectiva cris.tia?a»21. ., .

La homilía puede orientarse, aSImIsmo, en dos dIrecCIOnes: haCIa

un tema de actualidad (se parte de la vida) o hacia un aspecto

emanado de los textos bíblicos (se parte del evangelio). No son dos

formas opuestas sino complementarias. Tengo la impresión de qu.e

el pueblo asistente a la celebración admite por igual ambas POSIbilidades.

Evidentemente, puede sorprenderse en el caso de escuchar

una homilía «temática» que no tenga ninguna relación con las lec-

19. Cf. K. Rahner, El problema de la «desmitologización» Y el ejercicio de la

predicación: Conc 33 (1968) 374-394.

20. G. Ruiz, Un modelo de predicación: la de Monseñor Romero: Sa1T 69 (1981)

279-290.

21. O. Schreuder, La mayoría .... o. c., 41.

turas o la fi~st.a del ?ía o una predicación «bíblica» que se entretenga

en hermeneutIcas sm relación con la realidad actual o los problemas

del pueblo.

No todos los asistentes a una homilía son iguales. Los hay Con fe

débil, escasamente practicantes; la homilía ha de ser en estos casos

rica de contenido, capaz de suscitar una fe dormida. Algunos van a

escuchar lo que ya saben o quieren porque acuden a reafirmarse en

sus creencias o tendencias; la homilía en estos casos ha de ser instrucción

con capacidad de corregir exageraciones. Se dan también los

escépticos o poco convencidos, que acuden con actitud crítica, polémica

o agresiva; la homilía debe ser sencilla en la forma, clara de

contenido y capaz de desvelar esas actitudes.

d) Modelos según el grado de fe y de religiosidad

De acuerdo al grado de maduración de la fe de los participantes

y al propio contenido homilético, pueden ser distinguidas tres clases

de homilías:

1. La homilía misionera, cuando el predicador proclama la palabra

de Dios hoy y aquí con objeto de ayudar al oyente a su conversión.

Posee dimensiones «evangelizadoras». Tiene en cuenta experiencias

comunitarias, resonancias festivas y decisiones personales y sociales.

De hecho, se ha desarrollado una predicación misionera o evangelizadora,

basada en el kerigma y fundada en la palabra de Dios como

palabra «dinámica» de poder, en vistas a orientar a los oyentes hacia

la Iglesia y hacia Dios 22 •

2. La homilía catequética, cuando se limita a transmitir el contenido

bíblico o evangélico con perspectivas de «historia de salvación».

Intenta madurar la fe inicial de los fieles en la línea de una escuela

de teología popular o de un grupo de formación permanente en la

adultez de la fe. Esta predicación catequética se basa en la «didajé»

o en la «didascalia», es decir, en la palabra de Dios como palabra

«noética» de iluminación, en vistas a congregar a los oyentes en asamblea

comunitaria, sacramento de la Iglesia 23 •

22. Cf. P. Hitz, Pregón misionero del evangelio, Bilbao 31965; C. H. Dodd, La

predicación apostólica y sus desarrollos, Madrid 1974.

23. Cf. C. Floristán, La liturgia, lugar de educación de la fe: Conc 194 (1984) 87-

99; J. Aldazábal, La homilía, educadora de lafe: Phase 126 (1981) 447-459.



554 Teolog ía Práctica

3. La homilía mistagógica, pronunciada por el predicador como

celebrante de la eucaristía, con una dimensión de plegaria. En este

caso la homilía se entronca con la oración eucarística: es una parte de

la «doxología». Cuando la comunidad está relativamente formada,

pueden participar todos los miembros en la predicación desde la experiencia

personal de la comunión en la fe. En este caso se funde con

la oración de los fieles 24 •

e) Modelos según la comunicación

l. La homilía monólogo

La homilía, tal como la conocemos, es predicación monologal.

Corresponde al celebrante o presidente de la celebración (obispo o

presbítero), a uno de los concelebrantes o a un diácono cuando las

circunstancias lo exigen 25 • En realidad ha llegado a ser monologal: 1)

por una inadecuada comprensión del culto, como algo que hace el

especialista para el pueblo respetuoso y mudo; 2) por un olvido de los

orígenes de la eucarist(a, ya que la fracción del pan nació como reunión

doméstica, en torno a una cena, en las casas; 3) por una ritualización

progresiva de la eucaristía: de las casa al templo, de lo participado

por todos a lo que hace el sacerdote, del diálogo común al monólogo

del presbítero.

2. La homilía dialogada

El estilo y tono monologal de la homilía se ha suavizado después

del Concilio al cambiar el lugar (del púlpito al ambón), al democratizarse

las relaciones personales (del usted al tú) y al acentuarse la

participación (de la pasividad a la cogestión). El primer texto oficial

que hace alusión a la homilía dialogada es el Directorio de las misas

con niños de 1973. «En todas las misas con niños -se afirma en

dicho documento- hay que conceder gran importancia a la homilía,

con la que se explica la palabra de Dios. La homilía destinada a los

niños se convertirá a veces en diálogo con ellos, a no ser que se

prefiera que escuchen en silencio» (n. 48).

24. Cf. J. Gelineau, L'Homilie, forme pleniere de la prédication: MD 82 (1965)

29-42; J. A. Goenaga, La homilía, acto sacramental y de magisterio: Phase 95 (1976)

339-358.

25. Cf. Ordenación general del misal romano, n. 11, 42, 61 Y 165.

Liturgia (Leitourgia) 555

Al ser la predicación cristiana comunicación de tipo familiar o

conversaci~n, parece que debe incluir, cuando sea posible, el diálogo.

Esto. es eVIdente .ef! ~omunidades de ba~e. Cuando hay diálogo, el

pre~Idente ha de mIcIar, moderar y termmar; deben evitarse las dis­

CUSIOnes o enfrentamientos; hay que intervenir desde la fe para desembocar

en la plegaria y no debe ser nunca el diálogo interminable.

Aunque al pueblo le cuesta intervenir, es importante que haya un

resquicio de libertad en la asamblea para que se exprese.

5. Correlaciones de la predicación

a) Hermenéutica bíblica-hermenéutica política

Comencemos por indicar que la predicación, como acto homilético,

corresponde a un ejercicio pastoral entendido dentro del

binomio teoría-praxis. De una parte presupone la homilía un transfond?

te?!ógico: a una de~erminada teología le sigue una concreta

predIcaclOn. De otra reqUIere la homilía un análisis de la realidad

humana, personal. y social, lo más atinado posible. En principio se

dan, en tod~ predIcación, dos hermenéuticas o interpretaciones, no

separadas smo entrelazadas: la bíblica y la política, entendidas ambas

con un.a cierta amplit~d. Sólo así se ejerce una teología práctica

o se pra~tI~a una teolog¡a que. se asienta en dos fuentes rigurosamente

CrIstIanas: la del mensaje, ordinariamente bíblico y más en

concreto evangélico, y la antropológico-social, que se resume en

un aspecto concreto de la situación humana.

b) Predicador-oyente

Situémonos en una predicación clásica, la pronunciada por el celebrante

como pred~cador, de tipo monologante. Es evidente que en

el m0rn.en.to de predIcar se manifiesta una actitud especial en la asamblea,

dIstmta de la que se observa al escuchar cualquier otro texto

litúrgico.

El pre~icador se enfrenta con dos identificaciones: la que proviene

del cont~mdo o de l~s exigencias evangélicas y la que se desprende

?e la actItud de los mIsmos oyentes, sobre todo de los más dubitativos,

lllseguros o escépticos. Esto indica que el predicador ha de participar

de estas dos identificaciones. Mínimamente debe describir lo que a él

ocurre, sin que se predique a sí mismo de un modo excesivamente

Subjetivo. A lo largo de la homilía debe ganar fuerza la llamada



556 Teología Práctica

evangélica a conversión, dentro de un sobrio realismo, sin excesivos

entusiasmos ni pesimismos desconcertantes.

La homilía, en este sentido, es un proceso de algo que ocurre en

profundidad. Cuanto menos tópicos y frases vacías, mejor. El predicador

ha de tener en cuenta que como sacerdote, teólogo, célibe y

responsable de la comunidad, su caso es particular. La predicación es

para el pueblo cristiano, dicha por el servidor del mismo. Esto significa

que se da una comunicación, no tanto del celebrante con la asamblea

cuanto del Señor con su comunidad. Incluso la predicación mono 10-

gante pertenece al régimen del diálogo.

c) Verdad-comunicación

Si el predicador no encarna en su vida habitual los problemas y

preocupaciones de los oyentes, difícilmente podrá ser conductor del

diálogo y transmisor de la comunicación. Esto equivale a que el lenguaje

de la homilía es del mismo pueblo reunido. No olvidemos, sin

embargo, que la gente habla hoy enormemente influida por los medios

de comunicación social. Hay un lenguaje trivial, ordinario, superficial,

junto a un lenguaje profundo, inexpresado, reprimido o secuestrado.

El predicador ha de atreverse a expresar lo que no se dice, a ser

verdadero altavoz de lo que sólo algunos pronuncian. No ha de estar

preocupado por su imagen pública ni por la pretensión de quedar bien.

Su finalidad es la de abrir horizontes cristianos, dar esperanzas, razones

de existencia, salidas a cualquier encrucijada. O al menos debe plantear

los problemas con seriedad, cuando en ocasiones impera la irracionalidad

o la barbarie.

Ahora bien, la verdad que se intenta comunicar en la homilía está

unida entrañablemente a las mismas relaciones interpersonales que se

producen. El lenguaje de la homilía no es primariamente narrativo

sino performativo, a saber, el de una orden, petición, deseo, proclamación,

etc.

d) Mensaje-situación

El contenido de la predicación reside en el evangelio o en la buena

noticia del reino de Dios. Este mensaje, cristalizado en las Escrituras,

también está presente en la profundidad del corazón humano y en los

deseos más genuinos de la sociedad.

Actualizar el evangelio, sin embargo, no es fácil. La complejidad

de los géneros literarios y la lejanía de las realidades socioculturales

Liturgia (Leitourgia) 557

y ec?nómicas del pueblo en el tiempo de Jesús dificulta la tarea del

predIc~dor. La exégesis es un presupuesto de la predicación, no su

contemdo. Como tampoco es materia de predicación la circunstancia

concreta de «aquel tiempo».

A causa de la estructura encarnacional de la fe cristiana, la historia

concreta humana es un elemento constitutivo de la revelación. Dicho

de otro modo, la historia no es pretexto ni mero contexto sino texto

de predicación, ya que no es posible comience la fe o m~dure si no

es a través de la experiencia histórica. Para llegar a una correlación

entre mensaje y situación es necesario pasar por la experiencia de la

persona y de la sociedad.

Den~ro de la c?~unicación, el predicador evangélico ha de acentuar

tres honzontes cnstIanos: la memoria o el recuerdo de la libertad del

crucificado-resucitado, el futuro o la esperanza desde el sufrimiento

y la injusticia para que el reino advenga, y la liberación o emancipación,

dentro de la solidaridad con los pobres, oprimidos y marginados.

6. Práctica de la homilía

a) La preparación de la predicación

~l trabajo preparatorio de la predicación no corresponde sólo al

predIcador. P?~ afectar a la comunidad, debe intervenir un grupo de

personas cualIfIcadas y representativas. Incluso en el desarrollo de la

homilía p,ueden int~rve~~r varias personas, teniendo presente que toda

celebracIOn es predIcacIOn o proclamación de la palabra de Dios. Las

altern~tivas de la homilía no se reducen a dos formas: la monologante

y la dIalogal. Caben otras variantes, según las intervenciones de dif~rentes

personas: la que relata los hechos (normalmente como noticIas),

la que lanza los interrogantes, la que actualiza el evangelio y la

que propone unos compromisos de acción.

. .Con todo: no ~s, fá~il congregar a un grupo de seglares para constIt~~r

un ~qUlpO IltUrglco. e?~argado ~e preparar celebraciones y hornIllas

.. Sm embargo, los JUICIOS negatIvos sobre la improvisación que

se adVIerte en muchas homilías es frecuente entre los laicos. Si el

grupo encargado de preparar las celebraciones está desasistido del

S~cerdote -porque no acude o porque carece de conocimientos- difi

cIlmente funciona. El laico adulto desea intervenir y decidir, no quedarse

en mero colaborador de cosas accesorias o en aportar ideas que

desp~,és, y a su a~tojo, acepta o recha~~ el celebrante. Para que la

reumon preparatona sea fecunda es eXIgIble que vaya precedida de



558 Teología Práctica

una exégesis rigurosa, que se dialogue en el grupo con seriedad, que

se repartan las tareas con responsabilidad y que el sacerdote acepte

las decisiones comunes. En definitiva, el trabajo litúrgico preparatorio

no es meramente técnico, práctico o funcional sino que debe desarrollarse

en una atmósfera vivencial.

b) El tema de la homilía

El contenido, cuestión o tema ha de quedar fijado en el trabajo

del equipo preparatorio. Normalmente se deduce del texto bíblico, lo

que exige conocer la exégesis correspondiente del texto y del contexto.

Si se toman como base el evangelio y la primera lectura (suelen ser

correlativas), parece oportuno que después de ser oídas, cada miembro

del equipo litúrgico exprese lo que juzga esencial. En un segundo

momento, un participante, previamente preparado, aporta la exégesis.

En el diálogo posterior se perfilan las líneas comunes o coincidencias

hasta llegar a la elección de un rasgo esencial. Ha de saberse plasmar

el tema en una sola frase. La segunda pericopa, por ser un texto de

lectura «continua», no guarda relación con las otras dos. Cabe situarla

con flexibilidad en otro momento de la celebración: al comienzo,

después de la homilía, como introducción a la plegaria eucarística o

como despedida final.

La coordenada evangélica elegida ha de relacionarse con una cuestión

actual que afecta a la comunidad. No siempre es fácil. A veces

puede comenzarse por un hecho de actualidad. Si los textos bíblicos

no corresponden a este hecho, mejor es elegir excepcionalmente otro

más oportuno. Jamás debe predicarse de un modo abstracto.

De este modo podemos hablar de dos estilos de homilía: la deductiva,

que parte de la palabra de Dios y hace actuales unos hechos

de vida que se dieron en la historia de salvación. Y la inductiva, que

arranca de los hechos de vida de la actualidad, para iluminarlos con

la palabra de Dios. Este segundo procedimiento estaría más de acuerdo

con el conocido método de ver, juzgar y actuar. En realidad, el sistema

deductivo es más perfecto pero más difícil que el inductivo. Se podrían

dar los hechos de vida en la monición de entrada a la celebración; las

lecturas y la homilía serían la respuesta. En la oración de los fieles

volverían los hechos a entrar de nuevo como peticiones de oración.

y al final, en la monición última, se volvería a la sensibilización para

la vida. De este modo se lograría un diálogo incesante entre Dios y

la asamblea en toda la celebración. En esto consiste, en realidad, la

liturgia.

Liturgia (Leitourgia) 559

No es fácil determinar el campo de extensión de la homilía, puesto

que cabe en la predicación el ancho mundo de Dios y del hombre. Por

otra parte, la predicación comprende ideas, sentimientos y símbolos.

c) El lenguaje de la predicación

El oyente de la homilía espera del predicador, en general, un

lenguaje culto, inteligible, bien expresado, coherente y con contenido.

La preocupación de algunos predicadores por expresarse como lo hacen

las clases populares, con abandono, vulgaridad y muletillas coloquiales,

es un camino incorrecto. Como lo es asimismo la adopción de la

jerga propia de la juventud, con vaguedad de términos y apoyo en los

tonos o énfasis en los gestos. Las llamadas de atención de nuestros

filólogos y lexicógrafos sobre los problemas de la lengua no deben

ser echadas en saco roto. Además, el pueblo tolera mal sentirse ridiculizado

por medio de un habla que parece suya, o incluso puede

serlo, pero no desea verla expresada en la celebración. Lo que el

pueblo aprecia es un lenguaje cristiano y actual que sugiera actitudes

renovadas y signifique exigencias de conversión.

El empleo de términos técnicos bíblicos, teológicos, morales, filosóficos

o de cultura cultivada es, en ocasiones, inevitable. Descartarlos

de antemano es una peligrosa mutilación. Por supuesto, deben

ser dosificados. Recordemos que nuestros padres o abuelos, asiduos

a las celebraciones, llegaron a dominar, en su cultura popular, vocablos

muy precisos extraídos de usos, costumbres, profesiones y tradiciones

religiosas. Sabían, por ejemplo, qué es el hisopo, la capa pluvial, la

dalmática, el humeral, el roquete, etc. No olvidemos, sin embargo,

que la religiosidad popular es un ingrediente básico de la cultura

popular.

El empleo de un vocablo nuevo -y los hay totalmente necesariosdebe

ser acompañado de una breve explicación, de palabras sinónimas

y de repeticiones pedagógicas. Doy un sólo ejemplo: la palabra homilía

es rigurosamente posconciliar en nuestro pueblo, acostumbrado al empleo

del vocablo sermón. Se ha hecho el cambio, en este caso, por las «connotaciones»

peyorativas que la palabra sem1ón ha adquirido a lo largo

del tiempo, en contraposición a las ventajas del vocablo homilía, cuyas

«anotaciones» son más originales, frescas y jugosas.

d) Planificación de las homilías

Toda predicación debe estar situada dentro del contexto de la praxis

pastoral. No es una tarea aislada. Exige un plan de trabajo. Presupone

además en el predicador ejercicio de lectura teológica, conocimiento



560 Teología Práctica

de situaciones sociales y contacto personal con la comunidad cristiana

o asamblea reunida.

Las homilías pueden ser planificadas según unidades amplias que

abarquen cuatro a seis domingos, con un tema general común. Las

ventajas son evidentes, pero se presentan algunos inconvenientes. Ventajas:

afrontar temas candentes con profundidad y extensión, rehacer

ciertas actitudes religiosas o de fe defectuosas, dar consistencia al

trabajo preparatorio del grupo que colabora en la homilía y lograr que

el predicador dedique una mayor atención a la predicación. Inconvenientes:

cansancio a causa de una inevitable repetición, distorsión

de la celebración eucarística, excesiva teologización y alejamiento de

cuestiones urgentes.

Las experiencias realizadas en torno a un tema general han sido

generalmente válidas. Ejemplos de cuestiones actuales, para varios

domingos, son la persona de Jesús, liberación y salvación, esperanza

y futuro, vocación cristiana y seguimiento, causa de Jesús y causa

del pueblo, la oración, los sacramentos, pecado, conversión y penitencia,

familia y educación de la fe de los niños, la comunidad,

los diez mandamientos, la nueva moral, la Biblia, lo social y lo

político, etc.

Muchos son los elementos, teorías, estructuras y desarrollos de la

predicación 26 • La renovación actual de la homilía, dentro de la evolución

acelerada que se advierte en la creatividad litúrgica, es un indicio

de vitalidad pastoral. Las experiencias son variadas y de amplio alcance,

en consonancia con las teorías de este importante menester. La

predicación es un lugar pastoral eminente en el que se da un verdadero

trabajo interdisciplinar. Los excelentes predicadores de todos los tiempos

han hecho su cometido de un modo intuitivo con acierto. Ojalá

los predicadores actuales se dejen fecundar por las teologías liberadoras,

las exégesis rigurosas y el conocimiento experiencial de los

signos de los tiempos.

Liturgia (Leitourgia) 561

BIBLIOGRAFIA

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76; 1. Aldazábal, Predicación, en CFP, 817-830; Comisión Episcopal de Liturgia,

Partir el pan de la palabra. Orientaciones sobre el ministerio de la

homilía, Madrid 1985; C. Davis, Teología de la predicación: SelTeol 5 (1963)

56-62; B. A. Dumas, La prédication de Jesus-Christ: RechSR 65 (1977) 227-

238; J. A. Goenaga, La homilía: acto sacramental y de magisterio: Phase 95

(1976) 339-358; D. Grasso, Teología de la predicación, Salamanca 1966; id.,

La predicación a la comunidad cristiana, Estella 1971; F. Klostermann, El

predicador del mensaje cristiano, en Palabra en el mundo, Salamanca 1972,

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en la actualidad: SelTeol 63 (1977) 214-226; L. Maldonado, El

menester de la predicación, Salamanca 1972; A. Olivar, La predicación cristiana

antigua, Barcelona 1991; K. Rahner - B. Haring, Palabra en el mundo.

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Varios, La palabra de Dios hoy, Madrid 1974; Varios, El arte de la homilía,

Barcelona 1979 (Dossiers de CPL, 3); Varios, Predicare oggi, Milano 1982.

Números especiales de revistas: La predicación cristiana: Conc 33 (1968);

Predicación: MisAb 2 (1972); La homilía, hoy: Phase 91 (1976); De formatione

ad praedicationem: Seminarium 19 (1979/1); Hablar después de Dios. ¿Cómo

predicar hoy?: SalT 69 (1981/4); Cómo predicar la Palabra de Dios en el hoy

de las comunidades: SalT 66 (1983/3); L'omelia: RLit (1987/2) 171-231.

26. Cf. L. Maldonado, La homilía, esa predicación siempre vieja y siempre nueva:

Phase 56 (1970) 183-202; Varios, El arte de la homilía, Barcelona 1979.



IV.

COMUNIDAD (KOINONIA)



29

LA COMUNION ECLESIAL

El desarrollo posconciliar de las comunidades eclesiales y el movimiento

ecuménico de la unidad de las Iglesias, dentro de una sociedad

cuyos miembros exigen cada vez más participación y mayor solidaridad,

han puesto de manifiesto la importancia de la comunión eclesial.

Sin comunión, no sólo es imposible celebrar adecuadamente la eucaristía,

sino que a duras penas se hace presente la Iglesia. Por otro

lado, todos experimentamos las dificultades de la comunión eclesial,

dadas las múltiples instancias que concurren en la misma y que la

hacen particularmente gravosa: directrices papales, magisterio de las

conferencias episcopales, opciones de movimientos y grupos plurales,

tendencias teológicas variadas, experiencias personales irrepetibles,

etc. No es fácil vivir hoy la comunión eclesial, al menos del mismo

modo que ayer. Con todo, la comunión es quehacer imprescindible

de creyentes 1 •

1. Reducciones de la comunión eclesial

a) La reducción sacramental

En el lenguaje ordinario popular, el sustantivo comunión se refiere

siempre o casi siempre a la eucaristía. La acción de comulgar significa

para la mayoría de los católicos la recepción de la hostia consagrada.

Las consecuencias de la homologación entre comunión y eucaristía

Son obvias. Al reducirse la comunión cristiana a una mera comunión

1. Transcribo aquí, revisados, dos trabajos míos: Comunión, en CFP, 161-171 y La

comunión eclesial: PastMis 20 (1984) 160-166.



566 Teología Práctica

sacramental, existe una correlación entre el pensar y sentir sacramentales

con el pensar y sentir eclesiales. No olvidemos que la catequesis

familiar, parroquial o escolar se han basado durante mucho tiempo en

una teología simplificada de los manuales escolásticos (la misa como

sacrificio, transubstanciación, presencia real, etc.), sin exégesis suficiente

y sin conexiones con la vida concreta del pueblo, poniendo

el acento en la obligatoriedad canónica, en las exigencias de una vida

en gracia sin pecado y en el cumplimiento meticuloso de un rito

ceremonial. La misa era entendida como actualización de la muerte

de Cristo en la cruz, reparación y compensación del pecado de la

humanidad. Esta teología sacrificial de la eucaristía correspondía a

una eclesiología de los poderes sacerdotales y a una cristología sacramental

y ritual centrada en la presencia real de Jesucrist0 2 • La comunión

cristiana era por una parte sacramental y por otra espiritual,

derivada de una oración a los pies del sagrari0 3 •

El Vaticano 11, a través de las constituciones sobre la liturgia y

sobre la Iglesia, abrió las puertas a un nuevo sentido de la comunión

eucarística y eclesial en consonancia con una teología basada en una

exégesis moderna, en una renovada lectura de la tradición y en una

nueva sensibilidad con los problemas reales de la sociedad y del pueblo.

Como consecuencia, se manifiesta hoy una gama variada de celebraciones

según contenidos teológicos, interpretaciones bíblicas,

concepciones de Iglesia y talantes sociopolíticos de los celebrantes,

advertibles incluso en misas mal preparadas y rutinariamente desarrolladas.

Junto al abandono de la práctica eucarística por parte de algunas

personas en desacuerdo con ciertos estilos progresistas o conservadores,

se advierte en algunos cristianos una mayor elección de determinadas

asambleas según correspondientes ideologías 4 y teologías

sacramentales 5 •

b) La reducción eclesial

Uno de los hechos posconciliares nuevos es la distorsión que se

manifiesta entre comunión eucarística y comunión eclesial. Aunque

puede observarse una cierta correspondencia entre ambas comuniones

(la eucarística es entendida con las mismas claves que se interpreta la

2. Cf. Ch. Duquoc, Christologie et eucharistie: MD 137 (1979) 39-48.

3. Cf. A. Fermet, La eucaristía. Teología y praxis de la memoria de Jesús, Santander

1976.

4. Cf. H. Denis. La communauté eucharistique aujourd'hui: MD 141 (1980) 37-67.

5. Cf. C. Floristán, ¿Interesarse en la eucaristía sin interesarse en la Iglesia?: SalT

67 (1979) 783-790.

Comunidad (Koinonia) 567

Iglesia), con alguna frecuencia se volatiliza la comunión eclesial con

la Iglesia oficial, al paso que se mantiene la comunión eucarística.

Normalmente se da este hecho con más frecuencia en cristianos progresistas.

Por eso no podemos olvidar la existencia, teóricamente contradictoria

pero compatible en la práctica, de «cristianos sin Iglesia 6 •

Son todos aquellos que de un modo u otro rechazan la Iglesia institucional

entendida como poder represivo que entraña una cultura conservadora,

una economía capitalista, una política de derechas y, en

definitiva, una ideología reaccionaria. En ocasiones son también creyentes

sin eucaristía oficial. También se da una participación en eucaristías

ocasionales, con comunión sacramental, sin que le preceda

necesariamente la confesión de los pecados o la reconciliación comunitaria.

Este hecho se debe, no tanto al rechazo de 1<1 penitencia o

a la ausencia de conciencia de pecado, sino a la falta de desarrollo

comunitario reconciliador, por ausencia de experiencias adecuadas en

el ámbito de una sacramentalidad más pronunciadamente profética y,

por consiguiente, social.

La renovación comunitaria ha traído consigo una nueva intelección

de la comunión eclesial. La coherencia entre Iglesia y comunidad es

afirmada por todos los eclesiólogos actuales. Los discursos teológicos

recientes han sobrepasado el estadio preconciliar en el que la Iglesia

se definía por categorías jurídicas. A nivel de eclesiología formal se

acentúa lo comunional, a saber, la filiación-fraternidad: la Iglesia es

koinonía, comunión o comunidad. Las consecuencias de esta afirmación

son evidentes. Para que la Iglesia responda a su vocación

histórica y sea realmente comunidad con su encargo o vocación de

cara a la humanidad (en términos de justicia, paz, amor, reconciliación,

liberación, salvación, etc.), es necesario que se manifieste como pueblo

(se identifique con la base oprimida, no con la élite dominante) y

como signo o sacramento (signifique la fuerza del Espíritu profético,

no el poder de este mundo r.

La discusión se centra entre los defensores de una Iglesia red o

comunión de comunidades y los partidarios de una Iglesia entendida

como gran institución. Que la comunidad cristiana correctamente entendida

sea Iglesia nadie lo pone en duda; de lo contrario nadie tendría

en su haber la comunión cristiana. Pero que la Iglesia deba ser, ya

que hoy no lo es en muchos sitos, comunidad cristiana y nada más,

es discutido en determinados sectores. Lo correcto sería que la Iglesia,

entendida incluso como institución de autoridad, instase a que la comunidad

cristiana sea real y plenamente comunidad de creyentes. La

6. Cf. H. Denis. Chretiens sans Église. Paris 1979.

7. Cf. R. Coffy-R. Varro, La Iglesia. signo de salvación en medio de los hombres,

Madrid 1976.



568 Teología Práctica

preocupación de que la comunidad cristiana acepte todas las dependencias

y sumisiones de la jerarquía, no sólo causa irritación en quienes

se consideran todos hermanos, sino que debieran revisarse a fondo las

prerrogativas de los que se hacen llamar fácilmente «maestros», «padres»

y «consejeros» (Mt 23,8-10).

En definitiva, la instancia elesial es absolutamente necesaria en la

comunidad cristiana para que sea local y universal, una y diversa en

su interior, en coordinación con todas las demás, santa por su comunión

con el Santo de Dios aunque compuesta de pecadores (no incrédulos)

y apostólica porque asume una venerable tradición.

2. Teología de la comunión eclesial

a) Semántica de la comunión

El retorno a las fuentes de la Biblia y de la tradición ha puesto

de relieve la importancia del término griego koinonía, frecuente en

los escritos paulinos 8 , que equivale a la comunión-comunidad de

los cristianos con Cristo y entre sí, es decir, a su solidaridad cristiana,

indispensable para el entendimiento de las comunidades de

base, el ecumenismo de las Iglesias, la renovación de la vida religiosa

y el misterio de la eucaristía. Aunque el término latino

communio (comunión) traduce dicho vocablo, se utiliza hoy la palabra

koinonía en griego, como proyecto esencial de vida cristiana.

Etimológicamente equivale a la participación con otros en una misma

realidad. Teológicamente expresa la unión íntima o la comunión

con Dios (nivel objetivo o realidad común) y de los creyentes entre

sí (nivel subjetivo o lazo personal). «La comunión o koinonía subjetiva

(en la red de las relaciones fraternales) -dice J.-M. R. Tillard-

es la consecuencia de la comunión o koinonía objetiva, es

decir, de la participación en una misma y única realidad de gracia

presente en Cristo Jesús»9.

La koinonía, en perfecta simbiosis con los vocablos diakonía y

leitourgía, equivale al fundamento de la comunidad cristiana, que no

comparte sólo intereses y necesidades (al modo griego) o que se basa

en un pacto dada la distancia infinita entre Dios y el hombre (al modo

hebreo), sino que se centra en una relación de intimidad con Dios,

realizada en Jesucristo por el don del Espíritu. «Nuestra comunión es

8. Cf. A. George, La communion fraternelle des croyants dans les Épitres de Saínt

Paul: LumVie 16 (1967) 3-20.

9. J.-M. R. Tillard, Iglesia de iglesias, Salamanca 1991, 169.

Comunidad (Koinonia) 569

comunión con el Padre y con su Hijo Jesucristo (1 Jn 1,3). «Para el

pensamiento bíblico, tal como los primeros siglos lo han entendido

-escribe J.-M. R. Tillard-, la salvación se llama comunión»lO. Sin

comunión no se realiza la persona ni llega a madurez la sociedad.

Precisamente la koinonía referida en los Hechos, carta a los Hebreos

y primera de Juan es todo lo contrario de la egomanía (N. Berdiaeff),

que después del pecado atrofia a la humanidad. En resumen, dice J.­

M. R. Tillard, «la koinonía neotestamentaria designa, profundamente,

la entrada de todo bautizado y de cada comunidad creyente en el

espacio de reconciliación abierta por Cristo sobre la cruz y que el

Espíritu hace aparecer a través del don de Pentecostés ll •

b) Hermenéutica de la comunión

1. Dios está en la comunión

La aspiración a la comunión con la divinidad es algo natural en

cualquier religión. En primer lugar, por la sed de infinito que posee

el hombre. El ser humano comprueba cotidianamente que la creación,

incluso transformada técnicamente, no le apaga su sed de vida, amor,

verdad o comunión. En segundo lugar, por el hallazgo, no menos

diario, de la culpa y del pecado, tan tangibles en todo hombre y

sociedad, tanto en el plano cultural como en lo social, económico y

político. Por consiguiente, el hombre religioso trata de intimar con

Dios, de lograr la comunión entre él y Dios mediante los sacrificios.

Desde Homero, los creyentes participaban en la comunión de los

banquetes sacrificiales invitados por los dioses. El mundo idealizado

por la filosofía estoica era representado por una inmensa comunión de

hombres y dioses. Los romanos colocaban a veces estatuas de sus

dioses entre los comensales al celebrar ciertas comidas sagradas. De

este modo intentaba participar el hombre religioso de la divinidad. Por

otra parte, la comunión interhumana se daba en la familia y en la

amistad. Para expresar la comunión íntima los griegos usaban el término

koinonía.

El hombre bíblico reconoce que por su propio esfuerzo no puede

alcanzar la comunión con Dios. Es necesario que Dios venga, que

Dios le visite. Por eso en el AT se habla poco de comunión, al menos

en el sentido de contacto y asimilación con el Señor, ya que es un

tiempo de espera en la plenitud del Reino y del Mesías. El término

10. Ibid., 28.

11. Ibid., 30.



570 Teología Práctica

koinonía expresa en el AT la relación de hombre a hombre o la unión

con los ídolos, no la comunión con Dios. Los creyentes comen en la

presencia de Dios (Dt 12,7). Significa esta comunión una toma de

conciencia de la cercanía de Yahvé con su pueblo.

No olvidemos que Israel nació con la alianza, sellada en un sacrificio

y en un banquete (Ex 24,1-11). Todo el pueblo, no sólo los

levitas, comerán el banquete del sacrificio en presencia de Yahvé (Dt

12,1-2). Esta comida sacrificial conservará un cierto sentido de comunión

con la presencia divina de acuerdo a una vieja tradición semita.

Se perpetúa en la celebración familiar de la pascua judía, en donde se

anuncia a los hijos reunidos en torno a una mesa la obra de Dios, fiel

a su alianza, en la liberación del pueblo.

2. La comunión con Cristo

Es muy probable que san Pablo encontrase el término koinonía en

Corinto, utilizado por el mismo pueblo como herencia del sincretismo

helenista o por la antigua participación en las comunidades mistéricas

de algunos nuevos creyentes. De hecho, koinonía significa para san

Pablo «comunión con Cristo en relación con la cena del Señor (1 Cor

10,14-22). Por influencias judías y helenísticas, la eucaristía es para

san Pablo plena koinonía en la que los comensales comulgan en la

sangre y en el cuerpo de Cristo. Es, pues, una participación de reconciliación

y de justificación. Dicho de otro modo, es comunión en

algo (el pan y la copa) y con alguien (el Señor que se da). En resumen,

la palabra koinonía expresa la comunión total de los creyentes con

Cristo, en y por el signo sacramental. De este modo es entendida la

realidad de la Iglesia, a partir de la cena del Señor como cuerpo de

Cristo, inmolado y eclesial.

En Cristo, plena encarnación del Padre, puede ser realidad la comunión

con Dios. Participando Jesús de la debilidad humana hace

posible que los hombres tengamos ya parte, aunque todavía no plenamente,

en la divinidad de Dios. Naturalmente, antes que los cristianos

podamos comulgar con Dios en Cristo por la fuerza del Espíritu,

Jesucristo comulgó con los hombres. Comulgó con el cosmos y con

la humanidad cuando el Verbo se hizo carne. Y comulgó con el hombre

hasta bajar a los infiernos de la naturaleza, a saber, a la muerte y

muerte de cruz.

En la tradición antigua, la expresión corpus mysticum designaba

el cuerpo eucarístico del banquete místico, mientras que corpus verum

equivalía al cuerpo eclesial. Eran los dos modos del cuerpo individual

del Señor en su relación a la humanidad que el Espíritu transforma en

Comunidad (Koinonia) 571

Iglesia. Más tarde se invirtió el sentido de estas dos fórmulas y el

acento se puso en el cuerpo sacramental calificado de corpus verum.

La atención se concentró en la presencia real con descuido de la

realidad de la Iglesia 12 •

3. La Iglesia es comunión

A partir de la reinterpretación eclesiológica que nos ofrece el Vaticano

I1, es evidente que la Iglesia es o intenta ser comunidad y comunión. Es

comunión de comuniones o, como afirma J.-M. R. Tillard, «comunión

de Iglesias locales extendidas por todo el mundo, siendo cada una de

ellas comunión de bautizados reunidos en comunidades por el Espíritu

Santo, sobre la base de su bautismo en la sinaxis eucarística 13 • Esta

imagen de la Iglesia acentúa dos aspectos de la más antigua tradición.

En primer lugar, la adhesión personal y grupal de unos hombres

creyentes que responden a la llamackJ de Dios, revelado en Cristo y

manifestado en su Espíritu operativo para salvar o liberar al hombre

(propter nostram salutem) o al mundo (pro mundi vita). La Iglesia es,

en este sentido, covocatio de parte de Dios. Dicho de otro modo: la

Iglesia es el reino de Dios que expresa dinámicamente el poder y la

fuerza de Dios sobre el conjunto del universo y sobre Israel en particular.

Poder de Dios que funda, protege y mantiene a un pueblo. Se afirma

aquí la expresión «Dios reina». Este aspecto predominaba en la antigüedad.

La Iglesia es la acción de Dios, se constituye por la gracia de Dios,

por su iniciativa, a la que responde la decisión personal de la fe, decisión

radical por Dios y por su reino, y en concreto por la causa de Jesús.

En segundo lugar, la afiliación a un grupo o comunidad de creyentes,

de llamados o de convocados para reunirse con objeto de que se haga

patente la adhesión. La Iglesia, en este segundo sentido, es congregatio

fidelium o reunión de personas que han llegado a ser creyentes. De otro

modo: es la asamblea de Dios o convocación y reunión de un pueblo

para reconocer y proclamar las obras de Dios. Se acentúa aquí la realización

de la expresión anterior «Dios reina». El futuro de Dios no sólo

está «en vosotros» sino «en medio de vosotros», en el seno de la comunidad

y en la humanidad en estado de justicia. La aceptación de la

llamada de Dios, de su Reino o de su reinar, se configura en una disposición

a situarse en camino, a optar histórica y socialmente por Cristo.

Para que la iniciativa de Dios sea real en la fe de los creyentes es necesario

que éstos se agrupen en comunidad, de acuerdo a los datos concretos de

cada situación histórica.

12. [bid., 43, nota 68.

13. [bid., 48.



572 Teología Práctica

De todo esto se deduce que el término comunión es uno de los

que mejor expresa a la Iglesia. La Iglesia, al servicio del mundo, y

en concreto de los pobres, anuncia y realiza una unión, una comunión.

No es un pueblo o una mera sociedad. Es una comunión en la misma

fe, en el mismo Espíritu, en la misma esperanza. Precisamente la

acción culminante de la asamblea de los cristianos, es decir, la coparticipación

eucarística del pan y del vino es una comunión. Todas

las estructuras de la Iglesia se justifican en la medida que sirven a la

comunión de sus miembros en el espíritu evangélico l4 .

Pero la comunión eclesial es siempre frágil y sometida a prueba.

La Escritura la relata unida a tensiones y conflictos entre helenistas y

hebreos, discípulos de Santiago y discípulos procedentes del paganismo.

Por eso dirá san Agustín que la Iglesia es un corpus permixtum

aunque no un corpus bipartitum, ya que la frontera entre el bien y el

mal pasa por la vida de los mismos cristianosl 5 •

3. Criterios reguladores de la comunión eclesial

Recordemos que la expresión «Iglesia de Dios» (Hech 20, 28; 1

Cor 1,2; 2 Cor 1,1; Gál1,13; 1 Tes 2,14; 2 Tes 1,4; 1 Tim 3,5.15)

significa la reunión del pueblo creyente convocado por Dios como su

propia asamblea l6 . Es pueblo de Dios en comunión sacramental de la

fe al servicio de la comunión entre los hombres.

a) Comunión de fe

El pueblo cristiano recibe la comunión con la acogida de la fe,

expresada, guardada y transmitida por medio de lo que la Biblia llama

palabra de Dios. Dicho con otras palabras, la palabra de Dios es

pronunciada por Dios, recibida por los creyentes y guardada en la

memoria de la Iglesia. San Juan se refiere a la comunión con las

expresiones «estar» en o «permanecer en» 17 • «Los creyentes -afirma

G. Grasso- son compañeros de Cristo en una comunión que está

presente y se desarrolla en el futuro; una comunión que no supone

una anulación mística, sino que se realiza mediante la fe, en una misión

14. Cf. C. Floristán. Iglesia y comunidades de base: ¿magnitudes coherentes?

mutuas interpelaciones: SalT 63 (1975) 263-268; M. Legido. Fraternidad en el mundo.

Un estudio de eclesiología paulina. Salamanca 1982.

15. J.-M. R. Tillard. Iglesia de iglesias, 44.

16. Cf. K. L. Schmidt. Ekklesia en G. Kittel. ThWNT III. 509-539.

17. Cf. F. Hauck. Koinonia. en ThWNT. III. 789-810.

Comunidad (Koinonia) 573

~e vida con él»18. Al confesarse comunidad de fe, la comunidad cristIana

rec?noce .que la fe es - dice J. -M. Tillard - «último fundamento

de su eXIste~cIa, explicación de su comportamiento e inspiración de

s.u compromISO en el mundo» 19. En definitiva, toda comunidad cristlana

se reune en nombre de Jesucristo, Señor y Salvador.

b. Comunión sacramental

L~ ~omunión cristiana radical se basa en el bautismo y en la

eU~arIStIa, sacram~ntos mediante los cuales el creyente con-muere con

Cnsto y con-resuclta con él. La koinonía es fundamentalmente sacramen.t~l:

es u~ don de Dios, además de un quehacer del cristiano. «El

Espmt.u :-dIce S. Dianich- es el alma de la verdadera comunión»20.

Los cnsbanos son los llamados a la unión (comunión) con Jesucristo

(1 Cor 1,9), que es «comunión con la sangre de Cristo» o «comunión

con el cuerpo de Cristo» (1 Cor 10,16). Precisamente la comunión

sacramental hace visible a la koinonía cristiana. «La eucaristía que

~s el sacramen~o, d~ la comunión -escribe J.-M. R. Tillard-, ~onstltuye

el acto hturgIco por excelencia de la confesión de fe»21.

c) Comunión fraternal

En los escri~?s de san Juan la comunión cristiana es comunión con

el Pad~e y el HIJO y con los hermanos que, a su vez, tienen comunión

co~ DIOS. De lo contrario, sin amor a los hermanos se vaciaría de conte~ldo

el amor de Dios. La koinonía eclesial se manifiesta, por consigUlent~:

en l~ ~omunidad fraternal de los fieles (cf. 1 Jn 1,1-3). La

expresIOn. t;adIcIOnal «comunión de los santos» designa, al mismo tiempo,

la comuruon «en las cosas santas y la comunión de los creyentes»22.

d) Comunión de bienes

. ~a koinoní~ evangélica es el criterio regulador de toda comunidad

cnstlana a partIr del modelo referencial que reflejan los sumarios de

los Hechos de los Apóstoles (2,42-47; 4,32-34; 5,12-16)23. Esta exi-

18. G. Grasso. Comunión. en DTI n. 78.

19. J. M. R. Tillard. Église ...• o. c., 188.

20. S. Dianich. La Chiesa, mistero di comunione. Torino 1975. 61-63.

21. J.-M. R. Tillard. Iglesia de iglesias, 180.

22. Cf. E. Lamirande. La communion des saints Paris 1962' H de Lub La

Comm . d . '.. ac.

unlOn es samts. en Axes (Bulletin du Cercle S. Jean-Baptiste) 11 (1970) 3-10.

23. Cf. E. Dumont, La koinonía en los primeros cinco capítulos de los Hechos de



574 Teologfa Práctica

gencia comunitaria eclesial abarca tres aspectos: unanimidad (comunión

en el mismo espíritu), mesa común (comida, ágape o banquete

comunitario) y solidaridad material (bienes en común y/o

comunicación de bienes), que se traduce en comunión de fe en la

esperanza, comunión afectiva y realización de ambos aspectos con

la solidaridad efectiva a favor de los pobres. No basta, pues, ser

partícipes de la comunión; es necesario hacer que los demás participen,

tanto en bienes espirituales como materiales. La koinonía

cristiana es ayuda recíproca.

e) Comunión intereclesial

La comunión primitiva fue traducida por san Cipriano como comunicación,

en el sentido de vivir las Iglesias en paz, concordia o

unidad, dentro del contexto básico de la eucaristía. En el devenir de

la Iglesia, la comunión cristalizó en la unidad de fe, de los sacramentos

y de las normas jurídicas o disciplinares, entendidas éstas con flexibilidad.

Las tensiones producidas en el s. 11 por el modo de entender

la pascua y de fijar su fecha, y las querellas penitenciales del s. III

no rompieron la comunión eclesial. Con todo, los tres criterios anteriores

decidían la comunión (o la excomunión) de un creyente o de

toda una Iglesia. Para mantener la comunión eclesial se celebraron

asambleas de obispos o convocatorias conciliares.

El principio de la koinonía, puesto de relieve en el movimiento

ecuménico de estos últimos años, denuncia las divisiones actuales de

las Iglesias y apela a una profunda reconciliación, ya que la Iglesia

del Señor es radicalmente comunión evangélica, no mero organismo

o institución.

f) Comunión jerárquica

Designada por san Cipriano la Iglesia de Roma como «ecclesia

principalis», las Iglesias que estaban en comunión con la de Roma

vivían la comunión recíproca entre se 4 • Recordemos, de paso, que

la Iglesia de Roma tuvo desde el principio autoridad, no porque

tenía más poder, sino por su ejemplaridad: larga lista de testigos

los Apóstoles:" RevBíb 24 (1962) 22-32; J. Dupont, L'union entre les premiers chrétiens

dans les Actes des Apotres: NRT 91 (1969) 897-915; H. Schürrnann, Gemeinde als Bruderschaft,

en Ursprung und Gestalt, Düsseldorf 1970, 61-73.

24. Cf. J.-M. R. Tillard, El obispo de Roma. Estudio sobre el papado, Santander

1986.

Comunidad (Koinonia) 575

(el. martirologio romano era impresionante) y composición popular

(mIem~ros pobres-esclavos). Pero especialmente significativo es

que ahI.se encuentra la tumba de Pedro y Pablo, lugar por excelencia

del testImonio apostólico. Naturalmente, también contribuyó el hecho

de ser Roma la capital del imperio en los comienzos de la

evangelización. Con todo, hoy nadie cree que Pedro, ni por supuesto

Pablo, fueron los primeros evangelizadores de la ciudad, ni está

probado que Pedro fuese el primer «obispo romano». El papel de

los dos apóstoles en la fundación de la Iglesia de Roma es más

profundo, ya que es Iglesia fundada sobre su testimonio sellado

por el m~rtiri025. Pero a~~que el prima~o romano, en su o;igen, no

se opoma a la concepcIOn de la IgleSIa basada en la comunión,

pron~o prevaleció en Occidente la idea de que la unidad de la Iglesia

C?ns.IstIa en ~l pueblo de Dios unido a su jefe visible, con el consIgUIente

OlVIdo de que la Iglesia es comunión de las Iglesias26.

Basta recordar algo sabido y consabido: la Iglesia latina acentuó

antes del Vaticano 11 la comunión con la jerarquía en detrimento

de las otras instancias de la comunión.

Lo cierto es que la Iglesia comunión necesita radicalmente de

u~ e.ncar~o de ~irecc~ón denon:inado desde el co~ienzo de la Iglesia

mInIsteno o eplscope, que, eVIdentemente debera tener siempre una

es~r~ctu~a comunional. Sin ministerio de comunión y comunión de

mImstenos no hay Iglesia.

4. Pastoral de la comunión eclesial

a) La Iglesia en clave de comunión

El co?~epto y ~a realidad de la comunión se recupera, poco antes

del concIho, graCIas a la encíclica Mystici Corporis Christi de Pío

XI~, a los estudi?s bíblicos, al movimiento litúrgico y a las aspiraCIOnes.

ecumémcas 27 : Las corrientes filosóficas personalistas, y

en .especIal el personahsmo cristiano de Mounier, habían puesto de

relIeve en la década de los cincuenta la importancia de la comunión

e~ comparación con el concepto de sociedad. En los primeros capItulos

de Lumen gentium, la Iglesia es entendida en clave de comunión

más que bajo el concepto tridentino (o belarmiano) de so-

25. J.-M. R. Tillard, Iglesia de iglesias, 307.

.26. H. J. Sieben, Koinonia chez les Peres, en Koinonia. Communauté. Communion

Pans 1975, 24-25.

'

27. Cf. J. Harner, La Iglesia es una comunión, Barcelona 1965.



576 Teología Práctica

ciedad. De este modo, no sólo la dimensión comunional se acerca

más a las imágenes tradicionales de la Iglesia (cuerpo de Cristo,

«cuerpo místico», «esposa de Cristo», etc.), sino que potencia el

sentido de «pueblo de Dios»28.

b) La comunión eclesial en el ordenamiento jurídico

Antes del Vaticano n, el planteamiento de la denominada comunión

eclesial se hacía en términos de pertenencia o incorporación

a la Iglesia. Así lo expresaba el código de derecho canónico de

1917. Hasta Pío XII -afirma K. Rahner-, «es doctrina de fe que

el bautismo es requisito necesario para pertenecer de alguna manera

a la Iglesia, y ésta no se arroga ningún derecho sobre los no bautizados»29.

Indudablemente, hay un gran avance en la concepción

de la pertenencia desde el antiguo código hasta el Vaticano n,

pasando por la Mystici Corporis Christi. Esta encíclica afirma que

«entre los miembros de la Iglesia sólo se han de contar de hecho

los que han recibido las aguas de la regeneración, profesan la fe

verdadera y no se han separado de él por la autoridad legítima a

causa de faltas gravísimas»30.

El Vaticano 11 supone un avance en la teología de la pertenencia

a la Iglesia (LG 13-16). La comunión eclesial plena y dinámica, reflejada

en el concilio, posee elementos invisibles (gracia, fe, caridad)

y visibles (confesión de fe, lazos sacramentales y ministerios jerárquicos).

Con todo, el reciente código de derecho canónico -con escasa

apertura posconciliar- afirma que «están en comunión con la Iglesia

católica en esta tierra los bautizados que están unidos en su contextura

visible, a saber, por los lazos de la profesión de fe, de los sacramentos

y del gobierno eclesiástico» (c. 205). En el fondo subyace aquí un

tipo de Iglesia sociedad-desigual (clérigos con poderes al servicio de

la Iglesia y laicos subordinados que pueden cooperar con los clérigos),

más que una Iglesia comunión-igualdad (pastores con un servicio ministerial

y laicos «hermanos» con un rol propio en la edificación de

la Iglesia).

28. Cf. P. C. Bori, Koinonia. L'idea della comunione nell'ecclesiologia recente e

nel nuovo testamento, Brescia 1972.

29. K. Rahner, La incorporación de la Iglesia según la encíclica de Pío XlI «Mystici

Corporis Christi», en Escritos de Teología, n, Madrid 1959, 10; C. Floristán, Pertenencia

a la Iglesia y catecumenado, en L. Ma1donado y C. Floristán, Nuevas vías de pertenencia

a la Iglesia, Marova, Madrid 1972, 31-45.

30. Cf. G. Dumeigne, Lafe católica, Barcelona 1965, n 499; D 2286.

c) La comunión en la eucaristía

Comunidad (Koinonia) 577

Los relatos arquetípicos de la multiplicación de los panes y de la

última cena muestran que el reparto del pan al pueblo hambriento y la

actitud de servicio a todos los hermanos no son una mera consecuencia

sino constitutivo sacramentaPl. Por eso podemos aflrmar, como algunas

veces se ha dicho, que la praxis ética es el lugar de la veriflcación de la

práctica eucarística. La eucaristía no es, pues, una mera comunión personal

o incluso grupal de lo sagrado por quienes son puros o para serlo,

ya que no es un banquete de separación al modo farisaico de los que

pretenden no contaminarse, sino memoria del acto liberador de Jesucristo

que le condujo a la cruz, fundamento de su gloriflcación como Señor 32 •

d) Bienes en común y comunicación de bienes

En los tres sumarios de los Hechos anteriormente citados se destaca

la importancia que los primeros creyentes dieron a los bienes en común.

En esos pasajes se dice que los primitivos cristianos todo «lo tenían

en común», para lo cual «10 repartían entre todos según la necesidad

de cada uno», de tal modo que «entre ellos ninguno pasaba necesidad.

Con la comunicación de bienes no trataban los primeros cristianos de

ser pobres sino de que no los hubiera.

Ciertas mosofías griegas anteriores al cristianismo habían hablado de

un comunismo integral que se daría al flnal de los tiempos, cuando

desapareciese la propiedad privada, ausente al principio de la humanidad.

Los primeros cristianos intentaron llevar a cabo la comunidad de vida.

Naturalmente, no pretendieron cumplir el ideal griego sino veriflcar las

promesas de Dios de acuerdo a las exigencias del Reino: todos somos

iguales, hermanos, hijos de Dios. Este es el sentido de la comunión

cristiana.

e) Tensiones y dificultades de la comunión eclesial

Intentar volver hoy a una Iglesia monolítica obsesionada por la

ortodoxia doctrinal, la regulación uniforme sacramental y la disciplina

canónica precisa y sin fisuras, bajo un control riguroso jerárquico, no

31. Cf. E. Schüssler Fiorenza, Compartir la mesa y celebrar la eucaristía: Conc

172 (1082) 152-168; J. M. Cangh, Les multiplications des pains et l'eucharistie, Paris

1975; E. Dussel, El pan de la celebración, signo comunitario de la justicia: Cone i72

(1982) 236-249; R. Avila, Apuntes sobre las implicaciones sociopolíticas de la eucaristía,

Bogotá 1977; J. M. Castillo, Donde no hay justicia no hay eucaristía, en Fe y justicia,

Salamanca 1981, 135-171; V. Codina, Analogía sacramental: de la eucaristía a la solidaridad:

EstEcl 54 (1979) 335-362.

32. Cf. J. L. Espine!, La Cena del Señor, acción profética, Madrid 1976.



578 Teología Práctica

sólo es un retroceso histórico o una involución sino un desconocimiento

de la tradición. Se podrá objetar que las diferencias en la confesión

de fe, interpretación teológica, formas de celebración y libertad disciplinar

entrañan el peligro de hacer estallar la comunión eclesial.

Recordemos que la tensión entre unidad y pluralidad ha dependido

siempre de interpretaciones evangélicas y prácticas de los creyentes

o, en definitiva, de la hermenéutica social del evangelio y de la lectura

creyente de la sociedad de cara a un comportamiento concreto personal

y comunitario de los cristianos en el mundo.

Para concluir, podemos extraer algunos criterios pastorales en orden

a vivir hoy la difícil comunión eclesial:

1. El criterio regulador máximo de la comunión eclesial no reside

en comprobar si los que no son jerarquía están en comunión con la

misma, sino si la Iglesia, formada por todos sus miembros, está en

comunión con Cristo y su evangelio, tanto en la ortodoxia como en

la ortopraxis. De la tríada de exigencias que abarca la comunión eclesial

(fe, sacramentos y gobierno eclesiástico), el lazo de la comunión

con la jerarquía está siempre, desde la más remota tradición, en tercer

lugar y su verificación depende de las dos exigencias previas.

2. La comunión eclesial con Cristo es comunión (o encarnación)

con la humanidad, la naturaleza y la historia por la vía preferencial

de la comunión con los pobres. Una Iglesia que no viva para los

pobres, con los pobres y como los pobres no vive la plena comunión

cristiana. Dicho de otro modo: una Iglesia que tiene poca caridad es

menos Iglesia, aunque posea teóricamente una excelente profesión de

fe o un estructurado ministerio.

3. El conocimiento rápido y universalizado que hoy tenemos de

la sociedad en todo el mundo (recordemos las injusticias que se dan

en y con el tercer mundo) hace que las Iglesias locales rebasen el

criterio de homogeneidad con sus Iglesias vecinas e intenten vivir una

comunión eclesial supranacional. El concepto de patria está variando

profundamente: no es tanto el lugar donde están enterrados los padres

sino el sitio donde tendrán pan los hijos. La Iglesia, más que nacionalista,

debe ser popular ya que su sujeto es el pueblo de Dios, no

la nación católica. La conferencia episcopal nacional es instancia importante

de comunión, pero lo es más la fraternidad de las Iglesias

encarnadas con el evangelio y el pobre.

4. Se ha repetido muchas veces, pero con escasa incidencia en

la práctica pastoral, que el nuevo binomio eclesial es el de comunidad-

Comunidad (Koinonia) 579

mini~~erios, ~o el de laico-sacerdote. Radicalmente VIVImos la comun~on

ec!~sIal en la .medida que vivimos la comunidad cristiana y

su ~ImenslOn evangehzadora, raíz o quicio ministeriaP3. Podemos

man~festar una gran. armonía entre clérigos y laicos o entre sacerdotes

y ObISpOS Y estar leJos de las exigencias cristianas de la comunión.

En res~men, la Iglesia-comunión es Iglesia cristiana en la medida

que sU,s .mIembros son hermanos en Cristo por el Espíritu, con praxis

evan~ehca, fe tr~n~cult~rada, .celebración en estado de justicia y de

gratUIdad, con m~n~stenos vanados y compartidos, siendo siempre y

en todo lugar partIcIpantes adultos y solidarios en la misión de Cristo.

BIBLIOGRAFIA

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1969; P. C. Bon, Koinonia. L'idea delta comunione nell'ecclesiol~gia recente

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19~4; J. Dupont, L'union entre les premiers chrétiens dans les Actes des

Apotres: NRT 91 (1969) 897-915; J. Hamer, La Iglesia es una comunión

Bar:elona 1~65; F. Hauck, Koinonia, en ThWNT, I1I, 1938, 789-810; S:

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Pans .1975 yen DSAM VIII, 1743-1769; J. M. R. Tillard, Iglesia de Iglesias:

EcleslOlog(a de comunión, Salamanca 1991.

Números especiales de revistas: La difícil comunión eclesial: PastMis 20

(1984/2).

33. Cf. Y. Congar, Ministerios y comunidad ecclesial, Madrid 1971.



30

LA IGLESIA LOCAL

El misterio de la Iglesia puede ser contemplado teológica y pastoralmente

a través de diversas imágenes y títulos ec1esiológicos que

se han acuñado desde el NT al Vaticano 11. Cada título destaca una

dimensión peculiar de la Iglesia, cuya identidad cristiana profunda,

por ser institución, se impregna de la cultura correspondiente a un

momento histórico. Esto explica los diferentes acentos ec1esiológicos

desarrollados, en principio legítimos, aunque no siempre acertados,

y, por supuesto, complementarios. Algunas imágenes bíblicas de la

Iglesia han dado lugar a ciertos títulos fundamentales como pueblo de

Dios, cuerpo místico o templo del Espíritu; otros títulos corresponden

a momentos históricos de la Iglesia como el de misterio en los primeros

siglos, imperio en la edad media, sociedad perfecta en el periodo

postridentino o pueblo de Dios a partir del Concilio. Precisamente la

reforma de la Iglesia promovida por el Vaticano n, juntamente con la

ec1esiología plasmada en sus grandes constituciones, han renovado

títulos ec1esiales propios de las fuentes bíblicas, patrísticas y litúrgicas.

Aquí me propongo analizar el significado de la Iglesia local, particular

o diocesana 1 •

l. Para un estudio de la Iglesia, cf. H. de Lubac, Paradoja y misterio de la Iglesia,

Salamanca 1968; id., Meditación sobre la Iglesia, Bilbao 1964; Y. M. Congar, Ensayos

sobre el misterio de la Iglesia, Barcelona 1966; H. Küng, La Iglesia, Barcelona 1968; L.

Bouyer, La Iglesia de Dios, Madrid 1973; P. Faynel, La Iglesia, 2 vols., Barcelona 1982;

J. A. Estrada, La Iglesia: identidad y cambio, Madrid 1985; id., Del misterio de la Iglesia

al pueblo de Dios, Salamanca 1988; A. Antón, El misterio de la Iglesia, 2 vols., Madrid

1986-1987.



582 Teología Práctica

1. La Iglesia por su origen y desarrollo

es local y universal

a) Origen y primer desarrollo de la Iglesia local

La Iglesia se manifiesta por primera vez en la fe pascual de los

discípulos de Jesús, cuando el Espíritu desciende sobre una comunidad

ya existente. Al darse el nombre de ekklesia (asamblea del pueblo) se

considera pueblo de Dios, local y universal al mismo tiemp02. La

primera Iglesia que aparece con el cristianismo -ciertamente idealizada-

es la de Jerusalén, constituida por los fieles que se reunen en

una casa (Hech 8,1). Después aparecen diversas Iglesias locales o

domésticas en Antioquía (Hech 13,1), Efeso (Hech 20,17), Corinto

(1 Cor 1,2; 2 Cor 1,1), etc. Hay también Iglesias locales formadas

por varias comunidades, como en Galacia (1 Cor 16,1) o Macedonia

(2 Cor 8,1). Por último, el término Iglesia tiene un significado general,

sin referencia a una localidad concreta (Ef 1,22; 3,10.21; 5,23; Col

1,18.24? A excepción de dos casos, las cartas auténticas paulinas

son dirigidas a Iglesias locales.

Evidentemente las Iglesias locales no son iguales sino que difieren

por su desarrollo en determinados ámbitos culturales y por

la manera de resolver los problemas internos de la propia

comunidad 4 • Se observa por ejemplo una notable diferencia entre

la comunidad de Jerusalén y la de Corinto, aunque en todas ellas

se dan unos rasgos comunes. La realidad básica de la Iglesia es la

comunidad, donde los cristianos expresan su fe en Dios, celebran

la presencia del Espíritu y comulgan con Cristo y entre sí como

fraternidad. Según F. H. Frankemolle, la Iglesia emerge como «comunidad

de los creyentes donde se experimenta y hace eficaz el

acto salvífico de Dios en Jesucristo por el Espíritu»5. Por ser obra

de Dios, la Iglesia es el lugar en donde se hace presente el Espíritu

santo; los creyentes se sienten convocados por Dios. Por ser con-

2. Cf. J. Schmidt - Y. M. Congar - H. Fries - H. Küng, Iglesia, en CFr, 21979,

700-738.

3. Cf. K. L. Schmidt, Ekklesia, en ThWNT, Stuttgart 1938, IIl, 503-539; H. Schlier,

Eclesiología del NT, en MS IV/I, 107-229; R. Schnackenburg, La Iglesia en el NT, Madrid

1965; L. de Cerfaux, La Iglesia en san Pablo, Bilbao 1963; R. E. Brown, Las Iglesias

que los apóstoles nos dejaron, Bilbao 1986.

4: En el citado libro de R. E. Brown se hallan siete corrientes o tradiciones eclesiológicas

distintas correspondientes al último tercio del s. I. R. F. Collins distingue cuatro

modelos en las cartas auténticas paulinas, en Aper¡;us sur quelques Églises locales ii

l'époque du Nouveau Testament: MD 165 (1986) 7-47.

5. F. Frankemolle, Iglesia-Eclesiología, en P. Eicher (ed.), Diccionario de conceptos

teológicos, Barcelona 1989, 497.

Comunidad (Koinonia) 583

gregación de fieles, la Iglesia es la comunidad de seguidores de

Jesús que optan por la causa del reino de Dios a través de la propia

entrega y de la evangelización y liberación de los pobres; los creyentes

se sienten unidos entre sí y en estado de misión.

Durante los primeros siglos prevalece la imagen de la Iglesia como

misterio. 6 «La Iglesia se ha entendido a sí misma como misterio de

fe -escribe H. Fries-, y como tal se ha realizado concretamente y

en todas sus dimensiones 7 • Por ejemplo, la vivencia comunitaria de

la Iglesia local se manifiesta sobre todo en la celebración eucarística

donde tienen una responsabilidad importante el obispo y su presbiterio:

Cada Iglesia local o conjunto inculturado de Iglesias locales decide

sobre sus propia línea pastoral en la misión, el· catecumenado la

liturgia y el estilo de la comunidad, a partir de una estructura fundamental

regulada por todas las Iglesias. En los s. III y IV sólo

interviene como instancia primacial el obispo de Roma cuando los

a~untos son graves: ,El obispo, consagrado por los obispos vecinos,

SIrve de lazo de umon con las Iglesias hermanas. La ordenación está

en relación con una comunidad concreta. «La palabra ecclesia -escribe

'\'. Congar- significaba entonces (época patrística) lo que hoy

denommaríamos comunidad de los cristianos»8.

Con todo, se advierte un comienzo de cambio de la Iglesia como

magnitud local a la Iglesia como magnitud universal con el llamado

giro constantiniano, en el que se produce una simbiosis entre lo temporal

y lo espiritua1 9 • Comienza a declinar la imagen eclesial de misterio

y a emerger la de imperio con ocasión del desmoronamiento del

imperio romano en su parte occidental. El populus Dei (local o congregad~)

se con~ierte. ~n el populus christianus (la sociedad entera) y

ell: ocaSIOnes se IdentIfIcan el papa y el emperador, el sacerdocio y el

remo, la Iglesia y el imperio.

.Pero gl?balm~nte considerada, la Iglesia del primer milenio se

entI~nde pnmordIalmente como congregatio fidelium (congregación

de fIeles) y communio ecclesiarum (comunión de Iglesias)lO. De

este tipo de Iglesia se deriva una eclesiología de la comunión con

una b~se euc~rís~ica y ~ocalll. Precisamente «desde la eclesiología

del pnmer mIlemo -dIce J. A. Estrada- es posible desarrollar el

6. Cf. A. Mayer, Der Wandel des Kirchenbildes in der Geschichte: «Theologie und

Glaube» 33 (1941) 22-34.

7. H. Fries, Cambios en la imagen de la Iglesia y desarrollo histórico-dogmático

en MS IV/I, 233.

'

8. Y. Congar, en J. Schmidt y otros, Iglesia, o. c., 713.

9. Cf. H. Fries, Cambios ... , o. c., 244-259.

10. Cf. L. Hertling, Communio und Primat, Roma 1943.

11. Cf. J. D. Zizioulas, L'etre ecclésial, Geneve 1981, sobre todo los capítulos III

V Y VI.

'



584 Teología Práctica

carácter deprecatorio y de invocación que caracteriza a la Iglesia,

su carácter de evento espiritual y su estructura carismática, la importancia

de la experiencia de Dios y de una teología de la oración

para la Iglesia, la integración de la dimensión apostólico-ministerial

en un contexto global pneumático y eclesial y, sobre todo, la superación

del binomio clero-laicado por el otro de comunidad y pluralidad

de ministerios y carismas» 12.

b) Desarrollo posterior de la Iglesia universal romana

A partir del segundo milenio, la realidad eclesial comunitaria,

centrada al principio en el Espíritu, se desliza poco a poco hacia un

modelo de Iglesia societario y jurídico, en el que se acentúa la autoridad

eclesiástica, especialmente la del papa. El papa, los obispos y el clero

se convierten en el sujeto de la Iglesia, en tanto que los laicos son

miembros pasivos y receptivos de la acción pastoral de los clérigos.

En este cambio, ocurrido fundamentalmente en el s. XI, influyen las

controversias sacramentales en tomo a la eucaristía, la ruptura de las

Iglesias orientales respecto de la Iglesia latina occidental (1054) y la

reforma de Gregorio VII (1073-1085) en favor de la «libertad de la

Iglesia», reforma en la que se ponen de manifiesto -escribe J. A.

Estrada- «los aspectos jerárquicos, institucionales y jurídicos como

una forma de emancipar a la Iglesia del poder de los laicos» 13 • Como

consecuencias de este cambio, la eucaristía se entiende más como

presencia real que como celebración comunitaria, la función del Espíritu

en la comunidad se suple en ocasiones por el cometido de la

autoridad y se evapora la función de un colegio presbiteral presidido

por el obispo de la Iglesia local.

En este tiempo cobra gran primacía la Iglesia de Roma, cuyo

obispo es el papa l4 • «La Iglesia -afirma H. Fries- es el Estado

del papa. En definitiva, la Iglesia constituye un única diócesis con

el papa a la cabeza, siendo los obispos sus vicarios»15. Al exaltarse

la autoridad del papa, llega un momento en que se imponen en todas

las Iglesias locales las tradiciones disciplinares, concesiones de dispensa,

visitas ad limina y rituales de la Iglesia de Roma, a través

del poder de la curia papal, recién creada. La romanidad comienza

a ser una nota de la Iglesia.

12. J. A. Estrada, Del misterio de la Iglesia al pueblo de Dios, Salamanca 1988, 15.

13. Ibid., 15I.

14. Cf. Y. M. Congar, Der Platz des Papsttums in der Kirchenfrommigkeit des JI.

Jahrhunderts, en 1. Danielou - H. Vorgrimler (eds.), Sentire Ecclesiam. Das Bewusstsein

von der Kirche als gestaltende Kraft der Frommigkeit, Freiburg 1961, 196-217.

15. H. Fries, Cambios ..., o. C' o 253.

Comunidad (Koinonia) 585

Es decir, con la reforma de Gregorio VII, influida sin embargo

por una cierta ideología absolutista, arraigan en toda la cristiandad las

prácticas y el pensamiento del occidente latino y romano; al mismo

tiempo, con la justificación de la unidad, se uniformiza toda la Iglesia.

En ese momento nuestra liturgia hispánica es sustituida por la liturgia

romana. Durante los s. XII y XIII se debilita la conciencia de la Iglesia

como misterio, al crecer la consideración de su aspecto visible y

jurídico. Recordemos que durante los s. XI y XII surgen los movimientos

de renovación en tomo a una ecclesia spiritualis sin poder,

riqueza y predominio y con disposición de servicio, pobreza, libertad

e independencia, atenta a las comunidades de fieles laicos. Frente a

la «hierocracia» intenta sobresalir la «congregatio fidelium»16 . También

aparecen movimientos populares comunitarios - heréticos por su

carácter contrainstitucional y antijerárquico-, que entienden la Iglesia

como comunidad de «santos» guiados por el Espíritu. Como reacción,

se acentúan las dimensiones jurídicas, jerárquicas y sacramentales de

la Iglesia. Prácticamente la eclesiología se desarrolla a partir del s.

XIII como un tratado de juristas y canonistas, que se convertirá en lo

que Y. M. Congar llamó <<jerarcología»17. Evidentemente, la Iglesia

se sigue viviendo como realidad espiritual, y los grandes teólogos,

como santo Tomás, intentan equilibrar los dos aspectos de la Iglesia,

el visible y el invisible l8 •

En el s. XVI, frente a la reacción de Lutero -que acentúa el

carácter invisible de la Iglesia, sólo accesible por la fe - y la reforma

protestante -agresivamente antirromana y defensora de la Iglesia

local- se pone todavía más énfasis en una Iglesia visible, societaria

y jerárquica. Fue decisivo en este punto el influjo de Roberto

Belarmino l9 • La eclesiología, así concebida, se plasma con la idea

de la Iglesia sociedad perfecta. «En el siglo XIX -escribe J. A.

Estrada- alcanza su culmen la teología de la Iglesia como institución,

como sociedad vertical y jerárquica; la configuración eclesial

como una monarquía pontificia en la que el primado universal del

papa y su magisterio se convierten en notas que permiten captar la

visibilidad de la Iglesia»20. En definitiva, se produce una romanización

de la Iglesia católica, entendida como asociación de diócesis

en tanto que las Iglesias locales son consideradas circunscripcione~

16. A. Antón, El misterio de la Iglesia. Evolución histórica de las ideas eclesiológicas,

Madrid 1986, 1, 87.

17. Y. M. Congar, Jalones para una teología dellaicado, Barcelona 31972, 96-106.

18. Y. M. Congar, La idea de la Iglesia según santo Tomás, en id., Ensayos sobre

el misterio de la Iglesia, Barcelona 31966, 59-88.

19. Cf. R. Berlarmino, Disputationes de controversiis christianaefidei, 1586-1593.

20. J. A. Estrada, Del misterio de la Iglesia ... , o. C' o 37.



586 Teología Práctica

administrativas, subordinadas a las directrices que proceden de la

santa Sede. «A partir del Vaticano I -escribe H. Legrand- presenta

la Iglesia católica la imagen, cada vez más acentuada, de una

sola e inmensa diócesis, la del papa, dentro de la cual los obispos

parecen meros agentes ejecutivos»21. El papa es de hecho la única

fuente de potestad y de magisterio, ya que goza de una autoridad

episcopal ordinaria e inmediata sobre cada Iglesia local y sobre cada

fiel. Como consecuencia, se impone el centralismo de la curia romana

en lo dogmático, jurídico y pastoral. Precisamente los miembros

de la Iglesia católica serán llamados por los protestantes «católicos

romanos», sobre todo en Inglaterra y Alemania. A su vez,

la Iglesia católica se calificará a sí misma de romana. Evidentemente,

la Iglesia de Roma es una Iglesia local. Pero aunque la Iglesia

sea designada romana, no son romanas las diócesis; Roma es un

lugar, no una calificación especial.

Salvo las notables excepciones del cardenal J. H. Newman y del

teólogo J. A. Mohler -quienes intentan volver a las fuentes patrísticas,

con una visión más orgánica, espiritual y sacramental de la Iglesia-,

los teólogos del s. XIX y primera mitad del s. XX no tienen en cuenta

suficientemente la Iglesia particular. También hubo alguna excepción

a comienzos del este siglo, como Dom Gréa, quien afirmó que así

como el s. XIX reflexionó sobre la Iglesia universal, el s. XX pondrá

el acento en la Iglesia particular 22 . La importancia de la Iglesia local

cobrará relieve, en realidad, con el Vaticano 11. «Entre 1850 y 1950

-escribe H. Legrand- predominará otra corriente, la de la sociedad

perfecta, que es ultramontana y solidaria de la centralización romana,

lo que no era en sus orígenes»23.

En resumen, durante el segundo milenio y hasta la renovación

eclesial que cristaliza en el Vaticano 11, prevalece un concepto de

Iglesia universal romanizado y una eclesiología universalista (distinta

de la eclesiología de la Iglesia universal). «La eclesiología universalista

-dice D. Valentini- no concede suficiente importancia ni a los

aspectos culturales de la Iglesia local ni a sus aspectos interioresontológico-sacramentales.

La Iglesia local/particular es sometida a una

mera humillación administrativa y el mismo obispo desaparece ante

la figura omnipotente del papa»24.

21. H. Legrand. Compromisos teológicos de la revalorización de las Iglesias locales:

Conc 71 (1972) 50.

22. Cf. Dom Gréa. La Iglesia y su divina constitución. Barcelona 1968. La primera

edición francesa es de 1906.

23. H. Legrand. La Iglesia local. en InicPrTeol. III/2. 130-140.

24. D. Valentini. Iglesia universal e Iglesia local: SeITeol 109 (1989) 33.

Comunidad (Koinonia) 587

2. Aportaciones del Vaticano II sobre la Iglesia local

a) Textos

«El Vaticano 11 -escribe H. Legrand- ha puesto las bases de un

renacimiento de las Iglesias locales, tanto por su teología como por una

serie de reorientaciones institucionales y empíricas, que respondían a los

deseos inmediatos de los padres conciliares»25. El Concilio valora el

ministerio episcopal, formula la colegialidad de los obispos, promueve

las conferencias episcopales, invita a que los obispos de un mismo lugar

(región, país o continente) colaboren entre sí e instaura el sistema sinodal

para toda la Iglesia. De este modo se pone de relieve la importancia de

la Iglesia local y se rebaja la centralización y burocratización de la curia

romana 26 . Especialmente importante fue el tema de la colegialidad, ard.uamente

discutido. Los obispos no pretendían limitar el poder del papa

SIllO el de la curia romana, con la intención de acceder ellos mismos a

las ?ecisiones importantes de toda la Iglesia. No olvidemos que en el

VatIcano 11 hubo obispos orientales católicos no latinos, con ritos disciplinas

y expresiones de fe, de acuerdo a sus tradiciones y cul~ras,

opuestos a una excesiva centralización y uniformidad. En el mismo Concilio

se advirtieron diferencias entre las Iglesias locales, dentro del catolicismo

y en las Iglesias anglicanas, protestantes y ortodoxas. De este

modo nació y se desarrolló la preocupación por la Iglesia local. K. Rahner

afIrmó que una de las mayores novedades eclesiológicas del concilio es

la ~d~a de la Iglesia local como realización de la Iglesia una, santa,

catohca y apostólica 27 .

Al mismo tiempo se pusieron en evidencia, según H. Legrand,

tres cuestiones que necesitan una reflexión más honda y un tratamiento

pastoral más idóneo: 1) las relaciones de las Iglesias locales entre sí

y con Roma; 2) la renovación de las estructuras internas de las Iglesias

locales y 3) la presencia activa de las Iglesias particulares en su propio

mundo sociopolítico y culturaF 8 •

~n la ~onstitución s.obre la liturgia se afirma que «la principal

mamfestacIón de la Igle~Ia se realiza con la participación plena y activa

de todo el pueblo de DIOS en las celebraciones litúrgicas, particularmente

en la eucaristía, en una misma oración, junto al único altar,

25. H. Legrand. La Iglesia local. o. c .• 147.

26. Cf. H. Legrand. Le développment d·Églises-sujets. ii la suite de Vatican Il.

Fondaments théologiques et réflexions institutionelles. en G. Alberigo Ced.). Les Églises

apres Vatican Il. Dynamisme et prospective. Paris 1981. 149-184.

27. K. Rahner. Das neue Bild der Kirche. en Schriften zur Theologie Einsiedeln 1967

VIII. 333. Otro tanto piensa D. Valentini. Iglesia universal e Iglesia local. ~. c .• 30. •

28. H. Legrand. Compromisos teológicos .... o. c .• 51-53.



588 Teología Práctica

donde preside el obispo rodeado de su presbiterio y ministros» (SC

41). E. Lanne afirma que en este texto se produce «una revolución

copernicana, puesto que la Iglesia local no gravita en torno a la Iglesia

universal, sino que la única Iglesia de Dios está presente en cada

celebración de la Iglesia local»29. Según el decreto sobre el oficio

pastoral de los obispos, «la diócesis es una porción del pueblo de Dios

que se confía al obispo para ser apacentada con la cooperación de su

presbiterio, de suerte que, adherida a su pastor y reunida por él en el

Espíritu santo por medio del evangelio y de la eucaristía, constituya

una Iglesia particular, en que se encuentra y opera verdaderamente la

Iglesia de Cristo, que es una, santa, católica y apostólica» (CD 11).

En primer lugar, al incluir en este texto el término porción en

lugar de parte, quiere decirse que se conservan en la Iglesia local

todas las cualidades y propiedades de todo el conjunto eclesial: la

escucha del evangelio, la recepción del Espíritu, la celebración de la

eucaristía y el ministerio cristiano en su totalidad 30 . «Formadas las

Iglesias particulares a imagen de la Iglesia universal, en ellas y por

ellas se constituye la única Iglesia católica» (LG 23). Hasta el Vaticano

n, las Iglesias locales se entendían prácticamente como realizaciones

parciales y subordinadas de la Iglesia romana universal.

En segundo lugar, es necesario anotar que el texto conciliar citado

utiliza un lenguaje anticuado y su perspectiva teológica es parcial, a pesar

de que supone un avance sobre la comprensión canónica de la diócesis

anterior al Concilio. La diócesis no debe entenderse desde el obispo sino

al revés, ya que «la única legitimación teológica del obispo -piensa N.

Greinacher- es el servicio a la Iglesia y sobre todo a su obispado»3l.

b) Vocabulario

En los textos conciliares se emplean los términos Iglesia local,

Iglesia particular e Iglesia peculiar sin demasiada precisión 32 . El adjetivo

local señala la realización de la Iglesia en un lugar. Cuando la

Iglesia local está presidida por el ministerio episcopal se denomina

diócesis, término que en su origen significó una división administrativa

del imperio roman0 33 . La expresión Iglesia particular equivale en unos

textos a diócesis y en otros a Iglesia en un determinado entorno cultural

29. E. Lanne, L'Église locale et I'Église universelle: rrén 43 (1970) 490. Cf. LG

13, 23, 26 Y 28.

30. Cf. H. Legrand, Nature de I'Église partieuliere et role de l'éveque dans l'Église,

en Vatican !l. La eharge pastorale des éveques, Paris 1969, 103-124.

31. N. Greinacher, El obispado como realización de la Iglesia: SelTeol 73 (1980) 69.

32. Cf. P. Felici, Retatio superiore schemate Legis Fundamentalis, Citta del Vaticano

1971, 66.

33. Cf. A. BrioJé, Diocese, en Cath III, col. 835.

Comunidad (Koinonia) 589

o incl.uso a Iglesia católica de rito no latino. La Iglesia particular indica

que tIene una particularidad ritual, cultural o geográfica 34 . En todo

caso, el vocabulario es impreciso. Algunos, como el cardenal S. Baggio,

llaman Iglesia particular a la diócesis, y local a la parroquia o

comunidades de base 35 . Otros, como H. de Lubac, denominan Iglesia

part~~ulm: a la diócesis (coincide aquí ~on Baggio) y local a un conjunto

de dlOcesIS con rasgos culturales semejantes. Según el código canónico

de 1983 Iglesia particular es la diócesis, decisión discutida por teólogos

c0Ill:0 H. Legra~d. Los tres términos añadidos al vocablo Iglesia (local,

partIcular y unIversal) -escribe R. Blázquez- «son de orden teológico,

no simplemente administrativo. El nivel superior resulta no

por suma sino por comunión, y el nivel inferior se obtiene no por

fragmentación sino por concreción de la presencia»36.

3. Teología de la Iglesia local

a) Es realización de la Iglesia universal en un lugar:

es plenamente Iglesia

«De la misma manera que Israel como Iglesia de Dios en el AT se

en~iende desd~ un principio a la vez de un modo particularista y universalIsta

-escnbe H. Frankemolle-, también la Iglesia de Dios en Jesucristo

en el NT es a la vez universal y local»37. Para nombrar esas dos

dimensiones de una misma realidad utiliza el NT el término ekklesia.

Des~ ~us orígenes, la Iglesia universal se realiza en la Iglesia local,

constItUIda por los creyentes, estén dispersos en el mundo o reunidos en

asamblea. Por supuesto, las Iglesias locales deben estar abiertas unas a

otras como realización de la Iglesia universal, ya que son, en principio,

plenamente católicas. Vínculo de esta unión es el obispo.

A partir del s. IV la Iglesia universal es denominada católica

té~ino qu~ no ,a~arece en el NT 38 • El término griego catholicos, qu~

eqUIvale etImologIcamente a realidad universal, aparece en el s. 11 con

Ignacio de Antioquía y luego con Policarp039. Según Y. Congar, este

término llegará a indicar, por una parte, a la Iglesia ortodoxa en

relación a las sectas y, por otra, a la Iglesia universal en relación a

las Iglesias 10cales 40 • Con el tiempo, católico se centra en la unidad

34. H. Legrand, La Iglesia local, o. c., 138-139.

35. S. Baggio, DOCumento inédito De accuratione usus verbi Ecclesiae «partieularis»

et «localis», Roma 5.10.1974.

36. R. BJázquez, La Iglesia del Concilio Vaticano 1I, Salamanca 21991, 112.

37. F. Frankemolle, Iglesia-Eclesiología, o. e., 493.

38. Cf. A. Dulles, The Catholicity 01 the Church, Oxford 1985.

39. H. de Lubac, Las Iglesias particulares en la Iglesia universal, Salamanca 1974 34

40. Y. M. Congar, Une sainte, eatholique et apostolique, Paris 1970. ,.



590 Teología Práctica

de la fe y en la superación de cualquier particularismo. Universal

-escribe H. de Lubac- «sugiere habitualmente la idea de una realidad

extendida por todas partes» y católico «sugiere la idea de un todo orgánico,

de una cohesión, de una síntesis fuerte»41. Así, católico designará

dos aspectos: la universalidad de la Iglesia y la ortodoxia de la fe 42 . Sin

embargo -dice J. M. de Lachaga- «en determinados momentos de la

historia de la Iglesia, la catolicidad se ha caracterizado por una voluntad

de uniformidad más que por un respeto a la diversidad»43.

b) Es Iglesia bajo el ministerio episcopal:

no es toda la Iglesia

Así como la Iglesia universal está confiada al conjunto de los

obispos en comunión con el sucesor de Pedro, la Iglesia local se confía

a la dirección de un obispo44. Evidentemente, en cada Iglesia local se

dan los constitutivos eclesiales fundamentales: comunidad de creyentes,

palabra de Dios, celebración sacramental y sucesión apostólica

ministerial.

Precisamente por ser Iglesia, la Iglesia local no debe cerrarse sobre

sí misma. Para poder recibir y transmitir la apostolicidad está en

comunión con las demás Iglesias. De acuerdo a la más remota tradición,

ninguna comunidad ordena a su obispo, ni ningún obispo. ordena

a su sucesor. En el concilio de Nicea se recordó la norma antlgua de

que la ordenación de un obispo es competencia de al menos tres obi~pos

de la provincia. «De esta forma -escribe H. Legrand-, el ObISpO

recibe la tarea de representar simultáneamente a la Iglesia en su Iglesia

y a su Iglesia ante las demás Iglesias; ello le convierte en vínculo de

la Iglesia y en testigo de la reciprocidad existente entre las Iglesias» 45.

«Una verdadera comunión de las Iglesias -escribe J. Komonschakserá

realmente posible en definitiva cuando las Iglesias locales y particulares

asuman la plena responsabilidad de su autorrealización» 46.

c) Es encarnación de la Iglesia en un espacio cultural

Al hablar de la misión, el decreto Ad gentes dio importancia a las

culturas humanas y, por consiguiente, a la particularidad de las Iglesias

locales. Después de Pentecostés, la Iglesia «habla en todas las lenguas

41. H. de Lubae, Las Iglesias particulares ..., o. c., 33.

42. Cf. J. N. D. Kelly, »Catholique» et «Apostolique» aux premiers sÍl!cles: 1st 14

(1969) 34-39.

43. J. M. de Laehaga, Église particuliere et minorités ethniques, Paris 1978, 5I.

44. Ibid., 116.

45. H. Legrand, Compromisos teológicos ..., o. c., 56.

46. J. Komonehak, La Iglesia universal como comunión de Iglesias locales: Cone

166 (1981) 380.

Comunidad (Koinonia) 591

y supera así la dispersión de Babel» (AG 4)47. La constitución Gaudium

et spes dedica un capítulo a la cultura (cap. 2 de la segunda parte).

Al afrontar el Concilio la relación entre unidad y diversidad, afirma

la «pluralidad de culturas» (GS 53), aunque reconoce la existencia de

una «cultura actual» (GS 54). Señala, con todo, que se deben respetar

«las particularidades de cada cultura» (GS 54y8. Esta perspectiva

conciliar es nueva, ya que durante el s. XIX y primera mitad del s.

XX la Iglesia se había identificado excesivamente con la cultura occidental

-en gran medida por ella creada-, con un doble acento: la

nostalgia del mundo cultural y religioso medieval y el uniformismo

centralizador romano mediante un lenguaje teológico, unas normas

éticas, unas leyes canónicas y unos ritos litúrgicos iguales para toda

el catolicismo. El Concilio señaló los términos «adaptación» y «aggiornamento»

en relación con la encarnación de la Iglesia en el seno

de las culturas, para expresar lo que después del Concilio se entiende

por «inculturación» 49.

En primer lugar, la Iglesia local nace por el anuncio del evangelio

a los hombres concretos insertos en una comunidad humana o en un

grupo étnico determinado. De este modo se conexiona la Iglesia con

el mundo, asumiendo la diversidad de sus culturas. Es decir, la Iglesia

local introduce lo particular en la Iglesia universal y la Iglesia universal

introduce lo universal en la Iglesia particular.

En segundo lugar, la Iglesia local forma parte de un espacio geográfico

con fronteras, humano y cultural, linguístico e incluso ideológico.

Es decir, la Iglesia particular es la respuesta a un evangelio

entendido en un espacio humano, en el que se dan elementos culturales

precisos. La «particularidad sociocultural» (AG 22) -afirma H. Legrand-

«forma parte de la definición teológica de una Iglesia»5o.

En resumen, el espacio relacionado con la Iglesia local no es

primordialmente el geográfico sino el cultural. Cuando se acentúa el

territorio, se pierde de vista fácilmente el espacio humano en el que

vive el pueblo y la Iglesia local se convierte en parte territorial de la

Iglesia universal. En cambio, cuando se acentúa el espacio cultural se

pone el énfasis en el pueblo congregado, aunque con el peligro de

debilitar la catolicidad.

47. Cf. H. Legrand, Inverser Babel, mission de I'Église: Sp 11 (1970) 323-346.

48. Cf. P. Agirrebaltategui, Configuración eclesial de las culturas. Hacia una teología

de la cultura en la perspectiva del Vaticano ll, Bilbao 1976; H. Carrier, Evangelio

y culturas. De León XlII a Juan Pablo Il, Madrid 1988; P. Poupard, Iglesia y culturas.

Orientación para una pastoral de inteligencia, Valencia 1988.

49. Cf. A. R. Crollius, What is so new about inculturation?: Gr 59 (1978) 721-738;

R. J. Seheiter, Constructing Local Theologies, New York 1985.

50. H. Legrand, La Iglesia local, o. c., 146.



592

Teología Práctica

4. Rasgos pastorales de la Iglesia local

a) Liturgia inculturada

Desde que la reforma litúrgica conciliar introdujo en 1964 la

lengua vernácula en el culto, han crecido los factores de identificación

de las Iglesias locales, al mismo tiempo que se ha exigido

avanzar en el proceso de inculturación. «Todo rito, comprendido

el rito romano -dice A. Hastings-, es el resultado de una inculturación

histórica particular»51. Con la lengua del pueblo se hace

posible inculturar la liturgia, proceso que lleva consigo el uso de

un leccionario adaptado al habla del pueblo, la introducción de un

cantoral popular y la creación de gestos, símbolos y oraciones «para

adaptar la liturgia al genio y tradiciones de cada pueblo» (SC 37-

40). «El carácter auténticamente católico de un pluralismo litúrgico

-escribe A. Hastings- corresponde al pluralismo cultural del mundo

contemporáneo»52.

Recordemos, en primer lugar, que el cristianismo se inculturó

profundamente en los primeros siglos. Al expresarse la primitiva liturgia

en griego y después en latín -entonces lenguas del puebloadquirió

el culto cristiano una tonalidad cultural popular 3 • Pero esta

capacidad se diluyó cuando el pueblo dejó de entender el latín, convertido

en lengua muerta. Además la liturgia romana de cuño latino

y occidental acompañó a la evangelización de los pueblos en el largo

período postridentino. Por esta razón no es la liturgia en casi ninguna

parte culto popular.

En segundo lugar, el centro de gravedad de la Iglesia católica

se ha desplazado, por número de fieles y por vivencia evangélica,

al tercer mundo y al hemisferio sur. Desgraciadamente no se enriqueció

la liturgia cristiana con la experiencia oriental, ni se tuvo

en cuenta la particularidad del hemisferio sur. La obsesión por la

unidad sustancial del rito romano y la insistencia en el retorno a las

fuentes primitivas litúrgicas han dificultado a las Iglesias locales

no occidentales su necesaria inculturación litúrgica. Hay todavía

una mala relación entre liturgia y cultura concreta y entre culto y

conciencia contemporánea. Se impone una indigenización profunda

de la liturgia en la Iglesia locap4.

51. A. Hastings, Le christianisme occidental et la confrontation des autres cultures:

MD 179 (1989) 36.

52. [bid., 36.

53. Cf. P. M. Gy, L'inculturation de la liturgie chrétienne en Occident: MD 179

(1989) 7-13.

54. Así se expresa J. Doumes, L'offrande des peuples, Paris 1967.

b) Responsables indígenas

Comunidad (Koinonia) 593

. ~a f~nción del .ob~spo en l~ Iglesia local es ministerial, pero el

mlll~s~eno es constitutivo. de dIcha Iglesia, del mismo modo que el

Espmtu sant~, el ev~ngeho y la eucaristía. Por ser la diócesis Iglesia

local. en se~tido estncto, la función del obispo es doble: presidir su

propIa Igles!a y ~er. vínculo de comunión con las otras Iglesias locales.

ASI se m~~Ife~t~ s~empre y s.e manifiesta en la ordenación episcopal,

como aCClOn hturgIca de vanos obispos.

E~ o?ispo, qu~ preside en la caridad a su Iglesia local junto a su

presblteno, ha de Identificarse con la causa del pueblo y su cultura. Por

supuest~: ha ~e conocer adecuadamente el idioma o los idiomas hablados

en su dlOcesIs y <:el peculiar carácter psicológico y social del pueblo»

(PO 10) . En realIdad, la sede d~l obispo es su cátedra ante el pueblo

y para el pueblo desde el evangeho. Para evangelizar y presidir la asamblea

de fI~I~s, ha. d~ ser indígena por origen, naturalización u opción.

E.sto es valIdo aSlllusmo para todos los ministros del evangelio en sus

?IVerSO~ grados. y cometidos. «La necesidad de indigenización de la

Jerm:qma -:escnbe J. M. de Lachaga- es una exigencia que nace de

los Imperativos de la evangelización y de la estructura misma de la

asamblea litúr~ica»55. Sin ministros que salgan de la propia comunidad

c0n?ada al ObISpO o con un clero extranjero y de mera suplencia no es

posIble que haya una vigorosa Iglesia local.

c) Reflexión teológica propia

, «~s .cien:o -:-es~rib~!- M. Lachaga- que en la Iglesia particular es

mas facIlla lll~I~ell1Z~ClOn del clero y de la jerarquía que la creación de

~na c~ltura cnstiana mdígena»56. Sin ministros indígenas o plenamente

mca:d~nados ~n la cultura local, difícilmente puede darse una reflexión

teologIc~'pert~nente. No se trata de una mera adaptación, como expresó

el ConcIho, ~I~~ de una verdadera aculturación o inculturación.

~<~a c~ndIclOn fundamental para que sea posible un auténtico diálogo

teolo~IcO mte;cultural -es~ribe y. Elizondo- es la aceptación de la

Igl~sIa local» . To~a Ig~~sIa partIcular o local, especialmente si la refenm~~

a una,aI?plIa re~lOn con rasgos culturales semejantes, exige una

reflexlOn teologIca propIa. «~ara conseguir este propósito -dice el decreto

Ad gentes- es necesano que en cada gran territorio socio-cultural

se promueva aquella consideración teológica que someta a nueva inves-

55. J. M. de Lachaga, Eglise particuliere ... o. c., 227.

56. [bid., 240.

57. V. Elizondo, Condiciones y criterios para un diálogo teológico intercultural:

Conc 191 (1984) 43.



594

Teología Práctica

Comunidad (Koinonia) 595

tigación, a la luz de la tradición de la Iglesia universal, los hech?s y las

palabras reveladas por Dios, consi~na~as en las salp"adas escnturas y

explicadas por los Padres y el magIsteno de la. IglesIa» (A~ 22). Pm: a

que la reflexión cristiana sea inculturada, «lo Ideal -escnbe P. Schineller-

es que sea la comunidad local la que hace teología, y ello en

una situación de diálogo con el resto de la Iglesia, pero proclamando la

palabra de Dios para esta situación cultural concreta» 58. .

Después del Concilio se ha ini~iado una nuev/a .etapa.. «Las I~lesIas

de Africa, Asia y algunas comumdades de Amenca latma -dIce J.­

M. R. Tillard-, al tiempo que proclaman su voluntad de permanecer

en firme comunión con la Iglesia de Roma, reivindican el derecho a

practicar y expresar a su modo la fe»59. ~recisa~ente para qu~ las

Iglesias jóvenes sean Iglesias locales, necesItan .deJar de ~er colomales

y que la palabra de Dios se implante en ellas sm destrUIr las ~ulturas

indígenas. «Dichas Iglesias -anota el decreto Ad gentes- .recIben de

las costumbres y tradiciones, de la sabiduría y de la doctnna,. de las

artes e instituciones de sus pueblos, todo lo que puede serVIr para

confesar la gloria del Creador, para ensalzar la gracia del Salvador y

para ordenar debidamente la vida cristiana» (AG 22; cf. LG 13): .

El fenómeno de la inculturación de la Iglesia en un lugar, decIsIvo

para la vida de la Iglesia local, se exige en todo el orbe católico y en

todo el cometido cristiano, tanto en las Iglesias jóvenes como en el mu?~o

eclesial noratlántico. Contribuciones notables del desarrollo posconclhar

de la inculturación fueron la conferencia latinoamericana de Medellín

(1968), la africana de Kampala (1969) y .la asiática de Manila (1970~.

En el sínodo de 1976 dijo el cardenal afncano Malul~: .«Ayer, los ~­

sioneros extranjeros cristianizaron Africa. Hoy, los cnstlanos de Africa

están llamados a africanizar el cristianismo». La inculturación de la acción

pastoral, la teología y .el estilo comunit~o s.~ lleva a cabo I?ediante la

traducción del evangeho y de la evangelizaclOn a un l~nguaJe a~~rtado

por la tradición propia cultural en un doble proceso: mcu~turaclOn ~~l

cristianismo y cristianización de la cultura. El proceso de mculturacl~n

de la fe debe acompañar a la reflexión teológica para que el evangeho

se encarne de verdad en cada cultura 10cal 60 •

d) Resumen: elementos constitutivos básicos

En la definición de diócesis que aporta el Concilio (CD 11) y que

cité anteriormente se enumeran los elementos constitutivos de la Iglesia

58. P. Schineller, Por la inculturación a la catolicidad: Conc 224 (1989) 115.

59. J. M. R. Tillard, Pluralismo teoú5gico y misterio de la Iglesia: Conc 191 (1984) 115.

60. Cf. D. S. Amalorpavadass, Réflexions théologiques sur l'inculturation: MD 179

(1989) 57-66.

local diocesana: el Espíritu santo, el evangelio, la eucaristía y el ministerio

episcopa1 61 . Esta aportación ha sido notable desde el punto de

vista ecuménico, ya que conviene tener presentes unos criterios mínimos

de eclesialidad.

J. J. von Allmen piensa que los «índices de eclesialidad de una

Iglesia local» neotestamentarios son: 1) la efusión del Espíritu en el

momento del bautismo; 2) la convicción de que la realidad eclesial se

debe a la elección por parte de Dios; 3) la profesión de fe de la

congregación de los fieles; 4) la vida nueva de los bautizados en virtud

de la consepultura y conresurrección con Cristo; 5) la «cena del Señor»

compartida fraternalmente en el primer día de la semana (1 Cor 11,20);

6) la recepción del perdón de los pecados y 7) el encargo misionero 62 .

Según L. M. Bermejo, «la Iglesia puede ser definida, bíblicamente,

como la comunión de los creyentes bautizados en Cristo, reunidos en

el Espíritu santo por la proclamación de la palabra de Dios y la celebración

eucarística, guiada por pastores y unida a otras congregaciones

locales por el lazo de la comunión. Todas las comunidades que

verifican esta definición tienen derecho a ser llamadas Iglesias en el

sentido bíblico»63. No podemos olvidar, sin embargo, que en la tradición

de la Iglesia católica, el primado del ministerio de Pedro es

fundamental, tanto en la Iglesia universal como en cada Iglesia local.

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61. Cf. comentarios a estos constitutivos en H. Legrand, La Iglesia local, o. c.,

151-161; R. Blázquez, La Iglesia del Concilio ... , o. c., 115-121.

62. J. J. von Allmen, L'Église locale parmi les autres Églises locales: Irén 43 (1970)

513-516.

63. L. M. Bermejo, ¿Comunidades eclesiales o Iglesias?: SeITeol 73 (1980) 15.



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(1986).

Números especiales de revistas: Réflexions sur I'Église locale: LMD 165

31

LA PARROQUIA

La parroquia ha sido a lo largo de los siglos, y lo es todavía

hoy, el principal lugar institucional donde se desarrolla cuantitativamente

la vida cristiana. Ahí encuentran los cristianos la Iglesia

y ahí ejercen la mayoría de los presbíteros su acción pastoral. A

escala reducida, concreta y local, es el modelo oficial de afiliación

religiosa. De una u otra manera, todos los cristianos somos feligreses

de una parroquia. Por estas razones, sin un análisis del funcionamiento

parroquial no cabe entender ni la práctica pastoral ni la

estructura de la misma Iglesia. Por su visibilidad (torre, campanario

o fachada) y su fuente sacramental (pila bautismal) es la parroquia

un lugar de culto público (templo), donde se reunen periódicamente

los fieles que ordinariamente habitan en un mismo territorio y en

donde se dan unos servicios sacramentales, catequéticos y asistenciales.

La parroquia es un baluarte del catolicismo popular y una

fuente de sostenimiento sacerdotal'.

1. Transcribo aquí mi artículo La parroquia hoy: TeolCat 28 (1988) 495-518. Es

una síntesis de lo que he escrito sobre la parroquia. Además de mis dos trabajos citados

en la biblografía, tengo en cuenta aquí estos otros: Concepto que hoy tenemos de la

parroquia: Lumen 7 (1958) 97-120 Y La parroquia, esa vieja novedad, Madrid 1958, 57-

80; La parroquia en el pensamiento de la moderna pastoral: Orbis Catholicus 2 (1960)

110-124; Misión, liturgia y parroquia: «Pastoral Misionera» 1 (1965) 22-38; Postmisión

y comunidad parroquial, en Misión parroquial y pastoral nueva, Madrid 1966, 357-379;

Crisis de la parroquia y comunidades de base: Phase 9 (1969) 333-349 Y Comunidades

de base y expresión de la fe, Barcelona 1970, 7-27; El futuro de la parroquia, en M.

Brion y otros, Las parroquias. Perspectivas de renovación, Madrid 1979; La parroquia

y su liturgia misionera: SalT 73 (1985/4) 293-301; El futuro de la parroquia: RF 213

(mayo de 1986) 501-508; Realidad pastoral de la parroquia: PastMis 159 (1988) 58-68.



598

Teología Práctica

1. Evolución de la realidad parroquial

a) Origen de la parroquia

El término parroquia procede del sustantivo paroikia y. del verbo

paroikein, que en la traducción griega de los Setent~ eqUIvale a ser

extranjero o emigrante, vivir como forastero o pereg:mar (la Vul~a~a

traduce por peregrinari). Es semejante al. advena ~atmo. La paro~kza

es en el AT la comunidad del pueblo de DIOS que VIve en el extranjero

sin derecho de ciudadanía. En el NT se encuentra el vocablo paroikos

varias veces con el mismo significado que en el A T. La Iglesia es,

pues, paroikia, es decir, comunidad de creyen.tes que se consideran

extranjeros (Ef 2,19), de paso (1 Pe 1,17), emIgrantes (1 Pe 2,11) o

peregrinos (Heb 11, 13? . .'

A partir del s. 11 el vocablo paroikia desIgna una comumdad cnstiana

particular, es decir, la Igle~i~ en ~n lugar co~~ret~3. En ~se

tiempo, la unidad past?ral es la clVI!aS (cIll:dad); la dIO.C~SIS ~s rractic

amente una parroqUIa. Los presbIteros ejercen su mmIsteno Junto

al obispo, colegialmente, sin dividir en porciones el territorio. Surge

la parroquia cuando un presbítero se hace carg~ pa,storal de u~a r arte

del territorio de la ciudad 4 • Frente a paganos y JUdlOS, el movImIento

cristiano se denomina Iglesia, término al que se añade a veces el

calificativo de «peregrina». Poco a poco se pierde el sentido escatológico

de paroikia, ya que la Iglesia -sobre todo a partir de Constantino-

deja de estar en situación de diáspora y se asienta en el

imperio como organización. Por otra parte, el cristianismo se ha extendido

ya entre las masas campesinas y se dan núcleos de creyent~s

diseminados en el campo. Junto al término Iglesia se utilizan, a partIr

de los s. IV y V, los vocablos parroquia, sin su sent!do escato.l?gic?

y como circunscripción me~or. a ?argo. de un pres?Itero, ~ d~~cesls

(término equivalente a provmcIa Impenal) como cIrcunscnpc.IOn territorial

mayor, a cargo de un obispo. En resumen, la ~arroqUIa es la

Iglesia en un lugar reducido (pueblo o sector de una CIUdad) a car~o

de un presbítero, a diferencia de la diócesis, que también es IglesIa

en un lugar, pero más extenso (una ciudad o una zona rural grande),

a cargo del obispo con su presbiterio y sus diáconos. Del s. V al s.

VIII se configura definitivamente el sistema parroquial del punto de

2. Cf. K. L. _ M. A. Schmidt, Paroikos, paroikia, paroikein, en ThWNT, V (1954)

840-852.

3. Cf. F. X. Arno1d, Hacia una teología de la parroquia, en id., Mensaje de fe Y

comunidad cristiana, Estella 1962, 110-111.

4. Cf. Cl. Gerest, En los orígenes de la parroquia, en M. Brion y otros, Las

parroquias. Perspectivas de renovación, Madrid 1979, 95.

Comunidad (Koinonia) 599

vista finan~iero, administrativo y cultual. En la época carolingia del

~. V!II eXIste e~ la Iglesia entera una gran red de parroquias en el

mtenor de las dIócesis. Este sistema ha permanecido hasta nuestros

días 5 •

b) Configuración canónica de la parroquia

La parroquia aparece como parte territorial de una diócesis para

adaptar la acción pastoral de la primitiva comunidad urbana a los

sectores de la ciudad desarrollada y a las zonas rurales recién cristianizadas.

~on todo, no fue fácil dividir las ciudades en parroquias,

dados los mtereses en mantener unidades pastorales extensas.

El concilio de Trento, mediante el decreto De reformatione correspondiente

a la sesión 24 de 1563, determinó la división de las

grandes parroquias en otras menores, con la doble razón de favorecer

la, práctica. sacrament~l y la comunicación de los feligreses con su

parr?co. SI .la parroqUIa no podía dividirse, se añadían al párroco uno

o mas coadjutores como ayudantes. En estas decisiones del tridentino

se ~nte?dió el populus más como personas que habitan en un mismo

temtono que como feligreses que deciden libre y personalmente una

ads~ripció? comunitaria. De este modo la parroquia se tomó en algo

m~sIvo e Impe~so.nal, con consecuencias evidentes para el mantenimIent.o

de la cnstIandad. Así se plasmó el sentido jurídico de la parroqUIa.

La configuración canomca de la parroquia cristaliza definitivamente

en el ~ódi.go de derecho canónico de 1917. La parroquia «es

una p~te temt~nal de la diócesis con su iglesia propia y población

de.termmada, aSIgnadas a un rector especial como pastor propio de la

mIsma para la necesaria cura de almas» (c. 216). En esta descripción

se encuentran sus elementos fundamentales: 1) dependencia de la diócesis

(»pars dio~ceseos»), 2) territorio determinado (<<distincta pars»),

3) templo pr~plO (<<peculiaris ecclesia»), 4) feligresía concreta (»populus

determmatus») y 5) responsable adecuado (<<pastor proprius»).

H~sta. la d~cada de los años veinte, la parroquia era posesión pacífica

e mdIscutIble de los canonistas, de acuerdo al derecho parroquial 6 •

2 5. Cf. A. Aubry, Aux sources historiques de la paroisse urbaine: ParMis 20 (1963)

¡-38, condensado con este título: Ú1 parroquia urbana en la Iglesia antigua: Se1Teol n. 11

i:,64) 177-181; A. HoussJau, ParOlsse, en Cath 10, 1985, 672-688; P. Imbart de la Tour,

tu . parOlsses rurales du !Ve au XIe siecles, Paris 1900, reimpresión 1980; L. Nanni, L'evodeZlOne.

storica della parrochia: ScuoC 81 (1953) 475-544; A. Schrott, Seelsorge im Wandel

r ~lten. Formen ~nd Organismion seit der Begründung des Pfarrinstituts, Graz 1949.

. Cf. E. Fernandez Regatlllo, Derecho parroquial, Santander 1953.



600

Teología Práctica

Comunidad (Koinonia) 601

Esta concepción resume la tradición tridentina e influye notablemente

en la pastoral previa al Vaticano n. La parroquia se convierte poco a

poco en un templo (de ordinario grande), con ?ila bautismal para

infantes (en un rincón) y un cura párroco que allende las demandas

religiosas de sus feligreses (con talante paternal). Cuatro son los lugares

clásicos del cometido parroquial: el templo (para lo sacramental y

devocional), el despacho (para la atención de las demandas), la sacristía

o una sala (para la catequesis o conferencias) y las casas de los feligreses

(para la visita de enfermos). La concepción jurídica de la parroquia

se advierte en las disposiciones que deben obedecer los párrocos.

Así, la visita pastoral del obispo a la parroquia se llevaba a

cabo con ocasión de las confirmaciones masivas, de acuerdo a un ritual

jurídico basado en varias exigencias canónicas: veri~ica: la exact.itud

de los registros o libros parroquiales, comprobar la dIgmdad y sohdez

de los sagrarios, examinar las cuentas económicas de la «fábrica» y

velar por la conservación de la doctrina ortodoxa y del ordenamiento

moral. Hasta casi las vísperas del Vaticano n hubo canonistas firmemente

defensores de la parroquia como realidad únicamente

jurídica? .

c) Intentos modernos de renovación parroquial

Los modernos intentos de transformar la parroquia han procedido,

en estos últimos cincuenta años, de diversas renovaciones pastorales 8 •

1. Renovación litúrgica

Frente a la concepción meramente canónica, el movimiento litúrgico

acentuó el polo sacramental de la parroquia. Se puso ent?nces

de relieve la asamblea litúrgica como célula básica de la IglesIa. El

nacimiento de la parroquia renovada por la liturgia se sitúa en Alemania

entre las dos últimas guerras mundiales, con las aportaciones sobre

«el sentido místico de la parroquia» de A. Wintersig, «la comunidad

viva parroquial» de P. Parsch, «la edificación espiritual de la parro-

7. Cf. diversas opiniones en D. Grasso, Osservazioni sulta teologia delta parrocchia:

Gr 40 (1959) 297-314. .

8. Cf. C. Floristán, Parroquia, en CFP, 699-705; id., La parroquia, comunidad

eucarística, Madrid 1964, 2 ed., 82-98; A. BlOchlinger, Die heutige Pfarrei als Gemeinschaft,

Einsiede\n 1962.

quia» de K. Jakobs y «la realidad religiosa parroquial» de J. Pinsk 9 •

~st~ !eno~ación logró depurar las devociones populares, quebrar el

~ndIv~~ualIsmo ~ descubrir la Biblia y la oración de la Iglesia. Al

IdenllfIcar exceSIvamente la parroquia con la asamblea cultual y no

t~ner. ~n cuenta el ent.orno socio-político, se descuidaron la evangelI.zacIOn

~ el C?m~romIso temporal. Todavía hoy podemos afirmar que

Slll una lIturgIa vIva no se da una parroquia renovada; dicho de otra

manera, la crisis parroquial da lugar a la crisis litúrgica y al revés.

Con todo, después de veinticinco años de reforma litúrgica conciliar,

en la mayor parte de las parroquias se celebra rutinariamente lO •

2. Renovación misionera

Frente a la pastoral sacramental de cristiandad, el mOVImIento

misionero acentuó el polo evangelizador, al tener en cuenta el entorno

pagano de la feligresía. Se puso de relieve la importancia de los

alejados y no practicantes. Esta contribución surgió en Francia durante

la segunda guerra mundial y se desarrolló ampliamente en la posguerra.

En 1943 se creó la Misión de París con el fin de ofrecer a los obreros

un cristianismo no burgués. El quinquenio 1945-1950 fue extraordinari~mente

fecundo para la evangelización. El primer toque de atención

lo dIeron en 1943 H. Godin y Y. Daniel con su conocido libro La

France, pays de mission? sobre la situación religiosa de los obreros

parisinos. Advierten que la parroquia y la misión son de hecho dos

tareas distintas y hasta contrapuestas, ya que la parroquia es incapaz

de interesar a los no cristianos y de acoger a los recién convertidos

por la misión. Apareció la parroquia «obrera» frente a la parroquia

«burguesa». G. Michonneau trazó en 1945 una memorable visión de

la parroquia misionera ll y F. Boulard llamó la atención en 1950 sobre

la exi~tencia de zonas rurales no evangelizadas 12 • Fruto de estas preocupacIOnes

fue el congreso francés sobre la parroquia misionera celebrado

en Besan<;on en 1946 13 • Congar advirtió en 1948 que la Iglesia

c 9 .. Cf. las citas concretas de ~stos .autores en C. Floristán, Parroquia, en CFT, 700;

f. aSimismo Th. Maas-Ewerd, Luurgle und Pfarrei, Paderborn 1969. Representa esta

renovación P. Parsch, La renovación de la parroquia por medio de la liturgia Bilbao

1960. '

10. J. Gomis, La eucaristía del domingo: Phase 117 (1980) 244.

. 1l. Cf. G. Michonneau, Parroquia, comunidad misionera, Buenos Aires 1951 (el

oflgmal es de 1945); id., No hay vida cristiana sin comunidad, Barcelona 1961.

12. Cf. F. Boulard, Problemes missionnaires de la France rurale, Paris 1950.

. l3. Cf. Union des Oeuvres Catholiques, Paroisse, chrétienté communitaire et misslonnaire,

Paris 1946.



602

Teología Práctica

no se reduce a la parroquia y que no debe haber incompatibilidad entre

misión y parroquia l4 • El último aporte de esta línea renovadora es el

congreso español titulado Parroquia evangelizadora l5 •

3. Renovación de las obras parroquiales

Frente a una concepción exclusivamente intraeclesial de la parroquia,

se desarrollaron en la I?i~ma ciertas obras ady~ce~tes al templo,

típicas de una pastoral de cnstIandad, ~?mo s~plencla ciUdadana,. m~dios

de influencia religiosa y protecclOn de Juventud. Son las lllStituciones

«temporales» educativas (colegio, educació? popular,. a~f~betización),

culturales (conferencias de todo tipo), socIales (asocla~lOn

de vecinos), recreativas (salón parroquial, cine, teatro) y deportivas

(excursiones, campamentos, juegos), hasta lle~a~ hoya la sa~~ de

jóvenes, el club de ancianos,. el despacho de cantas. y. ~a atenclOn. a

parados, marginados y drogadIctos. Este desarrollo. eXIglO la ~re~encIa

activa en la parroquia de laicos en.cuadrados en ~Iertos mOVImIe?tos

apostólicos 16. Dicha pastoral conCIbe la parr~qma c~~o comumdad

de sustitución: «centro parroquial» en la IglesIa de cnstIandad, «gran

familia» en lugares de emigración o «~sta~ión servic~o» en el. centro

de las ciudades para responder con eficaCIa a una chentela. ~Iadosa.

En definitiva es entendida la parroquia como centro de servIc.lOs pastorales

que atiende las demandas religiosas, aunque con un tlllte claramente

individualista Y utilitario.

4. Renovación eclesiológica Y pastoral

Frente a una práctica parroquial invertebrada, la renovación pastoral

acentuó el dinamismo pastoral de la Iglesia en un lugar. Se puso

de relieve la triple acción eclesial (~~labra, liturgia y ~arida~) correspondiente

a una pastoral de conjunt? . De ~na part~ se lllte~to con?cer

de un modo más riguroso la parroqma a tr~ves de m~todos pSI~~s.ocIales

y socioreligiosos. Se puso de relieve la Importancl~ del anallsl~ de ~a

realidad. Ya en 1931 G. Le Bras había abierto las VIas de la soclOlog la

religiosa aplicada a la pastoral en orden a un conocimiento de la

14. Cf. Y. M. Congar, Mission de la paroisse, en Structures sociales et pastoral e

paroissiale, Paris 1948, 48-65. .

15. Cf. la edición preparada por la Secretaría general del congreso Madnd 1989.

16. Cf. J. Delicado, Parroquia Y laicado, Madrid 21974. .

17. Cf. un intento de pastoral global parroquial en A. Ryckmans, La parroqUIa

viviente, Bilbao 1953 (el original es de 1950).

Comunidad (Koinonia) 603

realidad religiosa l8 • De otra parte, algunos teólogos y pastoralistas

aplicaron a la parroquia, antes del Concilio, la nueva eclesiología de

la Iglesia local. Es de justicia destacar las aportaciones en una línea

renovadora eclesial y pastoral de tres teólogos: Y. Congar l9 , F.-X.

Arnold 20 y K. Rahner 1 •

5. Renovación comunitaria

Un quinto intento de renovación parroquial ha procedido del movimiento

comunitario. Recordemos que ya en el s. XVI algunos protestantes

distinguieron en la parroquia entre la «societas religiosa» (el

pueblo bautizado masificado) y el «collegium pietatis» (la comunidad

creyente de talla doméstica). Entre nosotros, los sociólogos de la

parroquia afinnaron en los comienzos de la década de los sesenta que

dicha institución no era comunidad sino conglomerado o aglomerad0 22 •

Sin embargo, el Vaticano 11 nos recordó que las parroquias «representan

a la Iglesia visible establecida por todo el orbe», con el propósito

de que «florezca el sentido comunitario parroquial» (SC 42). Frente

a una parroquia equivalente a masa cultual de fieles sin reciprocidad

interpersonal, el movimiento de renovación eclesial ha puesto de relieve

la comunidatP 3 •

La crisis de la parroquia fue percibida en la década de los sesenta

como ausencia de comunidad. De acuerdo a la vieja distinción de L.

Tonnies, hecha en 1887, la parroquia es «sociedad» más que «comunidad»,

no sólo porque entre los feligreses están ausentes las relaciones

interpersonales (sobre todo en la urbe), sino porque no existe

18. Cf. G. Le Bras, Etudes de sociologie religieuse, 2 vol. Paris 1955-56; id.,

L'Église et le village, Paris 1976. Sobre G. Le Bras elaboré mi tesis doctoral titulada La

vertiente pastoral de la sociología religiosa, Vitoria 1960.

19. Cf. Misión de la parroquia, en Sacerdocio y laicado, Barcelona 1964, 155-182

(original de 1948).

20. Cf. Hacia una teología de la parroquia, en Mensaje de fe y comunidad cristiana,

Estella 1962, 1067-139 (original de 1953).

21. Cf. Teología de la parroquia, en H. Rahner (ed.) La parroquia. De la teoría a

la práctica, San Sebastián, 1961, 37-51 (original de 1956).

22. Cf. H. Carrier - E. Pin, Pastorale missionnaire et paroissiale dans les grandes

villes: ParMis 20 (1963) 55-78; id., Réjlexion sur une pastorale des milieux urbains:

RAPop 165 (1963) 205-220, condensados en La sociología y la pastoral urbana: SelTeol

n. 11 (1964) 189-196; La paroisse se cherche, Bruxelles 1963.

23. Cf. A. BlOchlinger, Die heutige Pfarrei als Gemeinschaji, Einsiedeln 1962; C.

Fioristán, Crisis de la parroquia y comunidades de base: Phase 52 (1969) 333-349 Y en

Comunidades de base y expresión de la fe, Barcelona 1970, 7-27; A. Mazzoleni, Le sfructure

comunitare della nuova parrocchia, Roma 21973; H. Wieh, Konzil und Gemeinde, Frankfurt

1978; F. Klosterrnann, Wie wird unsere Pfarrei eine Gemeinde?, Wien 1979.



604 Teología Práctica

en ella lo que los Hechos de los Apóstoles llaman koinonía, ~ saber,

unanimidad en la fe personal, solidaridad con pobres y margmados,

bienes en común y comunicación de bienes, reunión e~ asamblea

eucarística, compromiso social común y ?!oyecto e~an.gehzador.

También puede añadirse a la renovaClOn comumtana de la parroquia

la aportación de la cateques~s de adultos y ~l catecumenad~ ,como

reiniciación cristiana de bautlzados y cammo de formaclOn de

comunidad 24 •

d) Semanas y congresos sobre la parroquia

Antes del Vaticano 11 comenzó la renovación teológica y pastoral

de la parroquia a través de infinidad de semanas, congresos y sesiones.

Los franceses trataron el tema de la parroquia en 1946 25 , 1948 26 Y

196F 7 ; los austríacos en 1953 28 ; los italianos a partir de 1954 29 y los

españoles desde 1957 3 °. En 1958 comienzan entre nosotr?s ~as Semanas

Nacionales de la Parroquia. Se han celebrado las sIgmentes:

I en 1958 (Zaragoza): Comunidad cristiana parroquial (Editada

por Euroamérica, Madrid 1959) . , .

11 en 1960 (Sevilla): Presencia y penetraclOn de la parroquia en

los diversos ambientes (Sin editar)

III en 1962 (Barcelona): La Acción Católica del apostolado seglar

en la parroquia (Sin editar)

IV en 1967 (León): Presencia y acción de la Iglesia en el mundo

rural español (Sin editar) .

Ven 1974 (Madrid): Parroquia urbana, presente y futuro (Editada

por la Comisión Episcopal de Pastoral, Mad.rid 1975) . .

VI en 1988 (Madrid): Parroquia evangelzzadora (EdItada por Edlce,

Madrid 1989). En realidad es continuación del congreso Evangelización

y hombre de hoy de 1985.

Los portugueses han celebrado en 1986 el ~r~mer Coloquio, na~i~nal

de Parroquias sobre el tema A Corresponsabllldade na Paroqula .

24. Cí. C. Floristán, Para comprender el catecumenado, Estella 1989.

25. Cí. Paroisse, chrétienté communautaire et missionnaire, Paris 1946.

26. Cf. Structures sociales et Pastorale paroissiale, Paris 1948.

27. Cí. Aujourd'hui la Paroisse, Paris 1963.

28. Cí. Die Pfarre. Gestalt und Sendung, Wien 1953.

29. Cí. La parrocchia. Aspetti pastorali e missionari, Milano 1955.

30. Cí. La parroquia, esa vieja novedad, Madrid 1958.

31. Cf. 1 Colóquio Nacional de Paróquias, Fátima 1987.

Comunidad (Koinonia) 605

Los Coloquios europeos de Parroquias han tratado el tema parroquial

con amplitud y apertura:

len 1961 (Lausana, Suiza): Actualidad de la parroquia

11 en 1963 (Viena, Austria): Los no practicantes

III en 1965 (Colonia, Alemania): Pastoral de los marginados

IV en 1967 (Barcelona, España): Estilo de vida sacerdotal

V en 1969 (Turín, Italia): Presencia en un mundo secularizado

VI en 1971 (Estrasburgo, Francia): Credibilidad de la Iglesia

VII en 1973 (Heerlen, Holanda): Comunidades en construcción

VIII en 1975 (Lisboa, Portugal): Los nuevos ministerios

IX en 1977 (Namur, Bélgica): La parroquia y los jóvenes

X en 1979 (Marsella, Francia): Conflictos en la parroquia

XI en 1981 (Asís, Italia), Los servicios de la parroquia

XII en 1983 (Ludwigshafen, Alemania), La p. lugar de esperanza

XIII en 1985 (Tarragona, España) Corresponsabilidad

XIV en 1987 (Graz, Austria): Parroquia y evangelización

XV en 1989 (Fátima, Portugal) Parroquia para el hombre de hoy

2. Qué es la parroquia

A pesar de los intentos de renovación que se han llevado a cabo

en estos últimos cincuenta años, la parroquia posee unos rasgos comunes

que permanecen inalterables. Para ver algunos de sus rasgos

característicos nos asomaremos desde tres puntos de mira: el canónico,

el teológico y el pastoral.

a) Concepción canónica

Según el nuevo Código de 1983, «la parroquia es un determinada

comunidad de fieles constituida de modo estable en la Iglesia particular,

cuya cura pastoral, bajo la autoridad del obispo diocesano, se encomienda

a un párroco, como su pastor propio» (c. 515, & 1). Esta descripción

se inspira en la constitución conciliar sobre la liturgia (SC 42). Mejora

notablemente la concepción canónica antigua y se destacan tres criterios:

1) La parroquia no es un «territorio» sino una «comunidad de fieles»; se

basa en el pueblo de Dios, no en el párroco. 2) No se destaca el beneficio

sino el ministerio o el encargo; la «cura pastoralis» o acción pastoral

parroquial es entendida desde el ministerio de la palabra como servicio

primero y fundamental, y a partir de la eucaristía como centro de reunión

Comunitaria, con la proyección de toda ayuda personal y social. 3) Se

pone de relieve la comunión de la parroquia con la Iglesia particular y



606 Teología Práctica

universap2. El párroco es, de una parte, miembro del presbyterium; de

otra, es ayudado por seglares. Incluso una o más parroquias pueden ser

llevadas «in solidum» por un equipo de sacerdotes 33 .

b) Concepción teológica

Las diversas renovaciones de la parroquia anteriores al concilio pusieron

de relieve algunos componentes teológicos y pastorales de la misma.

El Vaticano n, aunque no aportó en concreto líneas pastorales decisivas

sobre la parroquia, le dio un marco eclesiológico imprescindible 34 .

Por otra parte, el mensaje eclesial, litúrgico y misionero del Concilio

incidió pronto en la acción pastoral parroquiap s . De acuerdo a la eclesiología

de la comunión, la parroquia es «congregación de fieles» (LG

28) confiada a un presbítero que representa al obispo (PO 5). Es «comunidad

de fieles», aunque no única (SC 42), pero inserta en la base

del pueblo, que tiene por finalidad formar cristianos sin añadiduras

(»sine addito», dijo hace tiempo Congar) por medio de la iniciación

catecumenal y sacramental. Es además la parroquia, dentro del pueblo

de Dios, «signo visible de la Iglesia universal» (AA 10) en medio del

pueblo, sector o barrio, que apela y convoca (con la ayuda práctica

de la torre, el campanario, el reloj y la fachada) y acoge a toda persona

con la intención de convertirla en feligrés (derivado de «filius ecclesiae»

).

De entre las diversas comunidades de fieles, afirma el Concilio,

«sobresalen las parroquias, distribuidas localmente bajo un pastor que

hace las veces de obispo, ya que de alguna manera representan a la

32. Cf. J. Manzanares-A. Mostaza-J. L. Santos, Nuevo derecho parroquial, Madrid

1988.

33. Cf. E. Barcelon, Identidad teológico-jurídica de la parroquia en el nuevo Código:

CiTom 111 (1984) 551-573; F. Coccopalmerio, La parrochia nel nuovo Codice: OrPast

31 (1983) 142-168; B. David, Paroisse, curés et vicaires paroisiaux dans le Code de

Droit Canonique: NRT 107 (1985) 853-866; J. Passicos, La paroisse vue par le canoniste:

RTLv 13 (1982) 18-30; J. Cl. Périsset, De officio parochi coetui presbyterorum in solidum

concredito: PerRMCL 72 (1983) 357-385; id., De applicatione conceptus «in solidum»

ad novam figuram officii parochi: PerRMCL 73 (1984) 191-202; A. Recio, La parroquia

y sus órganos de participación: Studium Legionense 30 (1989) 159-178.

34. Cf. F. Coccopalmerio, Quaedam de conceptu paroeciae iuxta doctrinam Vaticani

11: PerRMCL 70 (1981) 119-140; O. Concetti, La parroquia del Vaticano 11, Madrid

1969; J. Orand-Maison, La paroisse en Concile. Coordenées sociologiques el théologiques,

Montreal 1966; R. Metz, La paroisse au Ile Concile du Vaticano Les promesses et la

realité, en »Ex aequo et bono». Festschrift W. M. Pli:ichl, Innsbruck 1977, 263-275; S.

Pons Franco, Parroquia y misión en la eclesiologfa del Vaticano Il, Alcoy 1970.

35. Pueden citarse cuatro textos conciliares relativos a la parroquia: LO 28; PO 5,

6 Y 8; AA 10 Y SC 42.

Comunidad (Koinonia) 607

Iglesia visible establecida por todo el orbe» (SC 42). La parroquia es

Iglesia local en estado de comunidad básica: es «célula de la diócesis»

(AA 10), por lo cual no se entiende desde sí misma sino desde la

Igles~a parti~ular presidida por el ministerio episcopal 36 • Es la parroquia

Iglesia de DiOS en un lugar concreto como «signo visible de la Iglesia

universal» que «reduce a unidad todas las diversidades humanas que

en ella se encuentran y las inserta en la universalidad de la Iglesia»

(AA 10). No es estructura esencial a la Iglesia, ya que es Iglesia local

derivada, no plena, que lleva a cabo y concreta la misión cristiana en

los diversos agrupamientos humanos que, a su vez, dependen de la

organización cambiante del espacio y de la evolución demográfica 37 .

«Es correcto describir la realidad de la parroquia -escribe H. Legrand-

a partir de los cuatro elementos constitutivos de la Iglesia

diocesana: el Espíritu santo, el evangelio, la eucaristía y el ministeriO»38.

En resumen, la parroquia es el modelo primario de vida eclesial

que forma parte de la Iglesia «episcopal», denominada diocesana, local

o particular por el Concilio. En consecuencia, la acción parroquial se

inserta en la pastoral diocesana como se incardinan los presbíteros en

el presbyterium diocesano junto al obispo.

c) Concepción pastoral

La reforma pastoral llevada a cabo por el Vaticano n, de consecuencias

tan hondas como fueron las ocasionadas por la reforma corolingia

(s. XI) y tridentina (s. XVI), ha repercutido evidentemente en la vida y

constitución de la parroquia. En los años inmediatamente posteriores al

Concilio, coincidiendo con el nacimiento de las comunidades de base,

se manifestó por todas partes un juicio severo sobre la parroquia. La

parroquia -se afirma entre 1965 y 1975- «está enferma», «en crisis»,

«en situación de agonía», «en quiebra»; «es un gran problema»39. A partir

de entonces se habla del «futuro de la parroquia», de «las parroquias del

futuro» e incluso de «una Iglesia sin parroquias»40. De hecho, la parroquia

después del Concilio no ha dado lugar a tantas reflexiones como se

hicieron antes del Vaticano n, quizá porque los pastoralistas han estado

más atentos al fenómeno típicamente posconciliar de las comunidades de

36. Cf. A. Houssiau, L'approche théologique de la paroisse: RTLv 13 (1982) 317-

328; J. Beyer, Paroisse, Eglise local, communio: AnCan 25 (1981) 179-199.

37. Cf. P. Ouérin, La paroisse pour quoi ¡aire?, Paris 1981.

38. H. Legrand, La iglesia local, en InicPrTeol, III/2, 166.

39. Cf. J. M. Murgui, Parroquia y comunidad en la Iglesia española del posconcilio,

Valencia 1983.

40. Cf. A. Aubry, Una Iglesia sin parroquias, México 1974.



608 Teología Práctica

base. Algunos consideraron a la parroquia institución ca~uca, otros la

defendieron a ultranza. Desde la afirmación de la parroqUia como «comunidad

imposible»41, hasta el calificativo de «comunidad de comunidades»42,

las apreciaciones son muy distintas e i~cluso co~trapues~a~. Lo

cierto es que la parroquia vuelve a tener una relatIva actualIdad, ongmada

por la posibilidad real de que, en su interior y coexistiendo con una

pastoral del catolicismo popular, s~ desan:ol~e, como se observa hoy en

algunos sitios, una genuina comumdad cn~tlana. . .,

Es posible que la comunidad parroqUial del porvemr se vIgonce a

partir de tres vías simultáneas de acción:. 1) La con:unitaria, dando

prioridad a una pastoral de grupos conSCIentes y eXIgentes que, con

valentía evangélica y honradez humana, reformulen de nuevo la fe,

revitalizen la liturgia con una simbólica bíblica y soci~l, rehaga? el

catecumenado y la catequesis de adultos, tomen en seno l~ totahdad

del ministerio y se pongan al servicio de los pobres y margI~ados .. 2)

La popular, al entrever que los ritmos religiosos ~ compromI.S?S cnstianos

de la gente sencilla son distintos del que tIenen los rmhtantes.

3) El descubrimiento, lento pero progresivo,. de la unidad pastoral,

menor que la diócesis y mayor que la parroqUia, en las que se dan las

condiciones mínimas de una acción conjuntada.

Un hecho significativo y paradójico puede posibilitar la renovación

parroquial: la escasez de curas. De un~ parte descenderá ~l ~lto grado de

clericalización que la parroquia ha temdo desde los carolmgIOs y de otra

serán llamados por necesidad laicos cristianos, sin olvidar a las religiosa~,

a una tarea urgente e inaplazable, como es la d~ sos~ene! la conv~c~tona

cristiana en régimen de comunidad. La parroqUia, SI qUiere ser cnstIana,

deberá volver a su primitivo «régimen as amble ario» , de creyentes no

instalados, que dan testimonio de su fe, esperanza y caridad.

3. Tipos de parroquia

E~identemente, la parroquia actual no es uniforme 43 . Hay diversidad

de parroquias por diferentes causas: el .propio devenir histó~co ~e las

mismas su ubicación en distintos espacIos humanos y las onentacIOnes

personales dadas por sus responsables. Recordemos que el párroco es

41. Cf. M. Gamo, La parroquia, comunidad imposible, en Vida cristiana y compromiso

terrestre (V Semana de Teología de la Universidad de Deusto), Bilbao 1970,

435-498. .

42. Este calificativo es de F. Connan - C. Barreau, La parroquia de mañana, Madnd

1970. Cf. además V. Bo, La parroquia. Pasado y futuro, Madrid 1978; M. Brion y otros,

Las parroquias. Perspectivas de renovación, Madrid 1979; R. Pannet, L'avenir de la

paroisse. La paroisse de l'avenir, Paris 1979.

43. Cf. S. J. Kilian, Theological Modelsfor the Parish, New York 1977.

Comunidad (Koinonia) 609

persona decisiva en la pastoral parroquial, hasta tal punto que sin su

consentimiento apenas puede una parroquia cambiar de línea o de estilo 44 •

En definitiva se diferencian las parroquias por sus líneas pastorales o por

sus visiones y realizaciones eclesiales. Las orientaciones básicas responden

a dos modelos fundamentales: 1) lugar de acogida y de evangelización

de los bautizados del tipo «catolicismo popular» (R. Pannet) y 2) lugar

de comunión de grupos diversificados (L. Voyé)45. En la V Semana

Nacional de la Parroquia distinguieron J. M. Díaz Mozaz y V. Sastre

tres tipos de parroquia: parroquia-servicio, parroquia institución social

para su territorio y parroquia comunidad de personas 46 • St. Van Caster

y A. Hendrix han propuesto cuatro modelos de parroquias (territorial,

organizada, misionera y coordinadora de servicios públicos )47. Yo examiné

otros cuatro modelos en el concepto Parroquia que se publicó en

1983 48 . A la vista de algunos estudios socio-religiosos recientes sobre la

parroquia, podemos describir, de acuerdo a cuatro indicadores socioreligiosos

(tareas pastorales, agentes responsables, sensibilidad social y

estructura comunitaria), tres tipos o modelos de parroquias, correspondientes

a un catolicismo preconciliar de cristiandad, a un catolicismo

conciliar literal de mero cumplimiento o a un catolicismo posconciliar

de signo misionero y liberado~9.

a) Parroquia preconciliar de pastoral de cristiandad

1. Una cuarta parte de las parroquias españolas reconocen que

su línea es tradicional o muy tradicional. No han asumido la renovación

conciliar. Este tipo de parroquia es predominantemente sacramental y

devocional, a saber, su tarea pastoral principal descansa en el culto.

Sus misas son rutinarias y aburridas; las homilías moralistas, desencarnadas

e irritantes. La confesión es individual, en el confesonario.

Carece totalmente de un plan pastoral y de una opción real evangelizadora.

La catequesis existente es de infancia, presacramental y de

mera enseñanza. Añora el antiguo catecismo.

44. Cf. F. Houtart y E. Niennann, Parroquia y párroco en SM V, 219-231.

45. Cf. estos dos tipos en Les paroisses dans l'Église d'aujourd'hui, 1981.

46. Cf. J. M. Díaz Mozaz - V. Sastre, La parroquia, comunidad y servicio eclesial

en el marco urbano, en V Semana Nacional de la Parroquia, Parroquia urbana, presente

y futuro, Madrid 1975, 32-38.

47. Cf. Sto van Caster - A. Hendrix, Diversité et modeles de paroisse, en Les paroisse

dans l'Église d'aujourd'hui, Louvain 1981.

48. Cf. dicho término en CFP, 709-712.

49. Cf. una importante encuesta sociológica hecha en España en 1988 sobre la

pregunta «¿Evangelizan nuestras parroquias?», en Parroquia evangelizadora, Madrid

1989, 51-92 Y 315-338.



610 Teología Práctica

2. La responsabilidad de la parroquia es casi exclusivamente del

párroco. Los laicos son ahí pasivos; ningún se?l~r se encarga ~e t.are,as

concretas parroquiales. La autoridad es tra~IcIOnal, e: .decIr,. jerarquica,

legal y funcional. De un lado, el parroco esta lll~estIdo de

función sacral y de otra es el único que tiene competencIa por sus

estudios. Cuando el párroco es piadoso, entregado y generoso, su

autoridad puede llegar a ser excepcionalmente «.carismática», en el

sentido de no actuar con poder sino con humildad. En general, esta

parroquia ofrece servicios religiosos en un ambiente frío e impersonal.

3. La sensibilidad social de esta parroquia es nula. Está cerrada

al exterior, a pesar de la suntuosidad de sus edificios llamativos.' y se

resiste a todo intento de renovación. De ordinario su voto polítIco se

dirige a los partidos más conservadores. Se encuentra entre los s~ctores

urbanos de excelente nivel económico. Es escasa su preocupaCIón por

los alejados. No colabora con instituciones sociales y movimientos

cívicos, no denuncia situaciones de injusticia, ni reivindica ninguna

clase de derechos.

4. En este tipo de parroquia no hay preocupación comunitaria,

no existen grupos pastorales ni consejo parroquial. A lo sumo ~ay

asociaciones piadosas antiguas. Su eclesiología descansa en e~ pn~cipio

jerárquico de la sumisión de lo~ laicos y ~n e! sa~~rdocIO mInisterial

del «ordeno y mando» del parroco. Es lllstItucIOn caduca y

superada donde se sigue haciendo lo de siempre, de un modo burocrático

y legalista.

b) Parroquia conciliar de pastoral de conservación

1. Es parroquia que se reconoce en estado de cambio. Dentro de

las tareas pastorales predomina la catequesis en todos sus nivele~,

con un claro acento bíblico. Se da mucha importancia a la catequesIs

de jóvenes en orden a su confirmación. Intenta adecuar su línea pastoral

a las directrices del Concilio. Ofrece servicios religiosos dignos y

cómodos. Su preocupación por los alejados es básicamente religiosa.

Intenta evangelizar a través de la liturgia. Vive las eucaristías con un

criterio de renovación estrictamente oficial. La homilía, aunque sea

preparada en grupo, es cosa del cura; no hay diálogo. Las celebraciones

comunitarias de la penitencia incluyen la confesión individual.

2. Aunque el responsable último sigue siendo el párroco, un

grupo de personas lleva la parroquia; los demás son meros especta-

Comunidad (Koinonia) 611

dores. Organiza ciertas campañas para fomentar la participación de

los laicos en las tareas parroquiales.

3. Intenta conocer la realidad del barrio o sector donde está enclavada.

Sus actitudes políticas son centristas y su sensibilidad social

moderada. Utiliza un lenguaje de promoción social, pero es básicamente

asistencial. Es parroquia sensible a los derechos humanos, a la

relación fe-cultura y a la promoción de «obras» parroquiales. Su edificio

es funcional.

4. En esta parroquia hay grupos muy diversos y un cierto grado

de comunidad formada por todos los feligreses más activos. En el

fondo, da más importancia al conjunto de la parroquia que a una

exigente comunidad. Su eclesiología guarda un equilibrio entre el

sacerdocio ministerial y el pueblo de los laicos. Es institución en estado

de renovación, en la que se prestan con dignidad unos servicios religiosos.

c) Parroquia posconciliar de pastoral misionera y liberadora

l. Aunque la cuarta parte de las parroquias españolas se consideran

a sí mismas renovadas según el Concilio, son escasas aquellas

en cuyas' acciones pastorales predomina la preocupación misionera

como opción prioritaria. Este tipo de parroquia tiene afinidades con

la teología y práctica de la liberación. Da más importancia a la catequesis

de adultos de inspiración catecumenal que a la de niños en

función de su primera comunión o a la de jóvenes de cara a la confirmación.

No tiene ninguna confianza en la religión escolar. Entiende

que la evangelización se da en la vida, no en la liturgia o en la

catequesis. Las eucaristías son asamblearias y las celebraciones comunitarias

de la penitencia con absolución colectiva. Hay diálogo en

la homilía.

2. La corresponsabilidad es compartida entre sus miembros, de

tal modo que puede funcionar casi sin cura. Es parroquia participativa.

Acoge cálidamente a quienes buscan en ella servicios, ayudas u orientaciones.

3. Viven los miembros de esta parroquia la realidad del barrio,

sector o pueblo. Hay clara opción por los pobres y preocupación

evangelizadora y liberadora. Se viven en ella los problemas sociales

acucian tes de la sociedad, se denuncian ciertas injusticias y se reivin-



612 Teología Práctica

dican los derechos de los pobres. Se preocupa por los parados, marginados

sociales, drogadictos y jubilados. Está alojada en los bajos de

un edificio o en un modesto barracón.

4. La parroquia se identifica prácticamente con una comunidad

o con una red de comunidades. Su eclesiología es netamente de la

comunión y del pueblo de Dios. Es comunidad de creyentes bien vista

y apreciada por el pueblo.

4. Posibilidades de la parroquia

a) Acogida para responder a las demandas

Muchos feligreses desean encontrar siempre abiertos el despacho

y el templo parroquial. En especial las clases sencillas o populares no

están habituadas a la cita previa; van de inmediato cuando tienen una

necesidad como lo hicieron en otro tiempo en el pueblo rural, de

donde pro'ceden. Las clases medias se acomodan mejor a un horario.

En todo caso las demandas siguen siendo parecidas a las de antaño:

sacramentales (las del catolicismo popular), económicas (ayudas inmediatas

derivadas de la pobreza), catequéticas (en relación a la primera

comunión) y morales o psicológicas (consejos en momentos

difíciles). La acogida en el mismo templo, en una capilla-despacho,

no se ha prodigado aquí. De otra parte, el confesonario, con la crisis

de la penitencia, no cumple hoy el oficio que llevó a cabo ~ace tiempo.

A la parroquia va la feligresía de vez en cuando a p~~Ir ayuda, no

sólo porque ahí se administran los sacramentos del catolICIsmo popular

sino porque tiene un cierto rostro maternal. En general, a pesar de

todas sus deficiencias, tienen mejor recuerdo muchas personas del

templo parroquial que de la capilla del colegio._El servicio parr.09.uial

ha sido masivo y poco esmerado pero acompanado de una sufICIente

libertad religiosa. Sin olvidar que a la parroquia hemos ido todos en

brazos de la madre o de la mano de los padres, al menos hasta la

primera comunión.

b) Educación religiosa en todos sus niveles

La tarea que mobiliza en la parroquia más colaboradores es la

catequesis. Antes del Vaticano II se centraba este servicio casi exclusivamente

en la preparación de la primera comunión de niños de un

modo memorístico y masivo. Con la reforma conciliar y el influjo del

Comunidad (Koinonia) 613

movimiento catequético, ha ganado este proceso educativo en pedagogía

y. contenidos,. ,han crecido las exigencias de los padres, poseen

U~1a mejor preparaclOn los catequistas, se tienen reuniones y celebra­

CIOnes ~rupales y se ~o~ra una cierta continuidad después de la primera

comumon. Pero caSI SIempre termina bruscamente esta tarea con el

abandono juvenil a causa de la secularización ambiental, la escasa

influencia de la familia y la ausencia de comunidades cristianas apropiadas.

El m~,ndo d.e !a juventud actual es un reto para la parroquia 50 • La

desafecclOn rehglOsa de adolescentes y jóvenes no es tanto consecuencia

~e una ~e~iciente catequ~sis infantil (hoyes mucho mejor que

antes), smo qUIza de la precocIdad bautismal y de la anticipación

excesiva de la primera comunión. Se lleva a cabo una iniciación bautismal

y eucarística inmadura. Todo se confía después a la confirmación:

dentro d~ u?a pastoral de juventud, en relación a grupos

ap?stóhcos y ~OVImIentos que rebasan los límites y ámbitos parroqUIales.

TambIen rebasa la capacidad de la parroquia el catecumenado

de adult?s, aunque la parroquia es la institución catecumenal, por

excelenCIa, en la medida que es comunidad.

c) Evangelización del sentimiento religioso

La parroquia se muestra escasamente evangelizadora frente a los

~ectores más críticos de la sociedad: clase obrera trabajadora, ámbito

mtelectual y científico, ciertas profesiones y juventud. En estos medios

pueden trabajar más adecuadamente los movimientos apostólicos a

través de la evangelización en plena vida mediante el testimonio y el

compromiso, en contacto directo con los increyentes y los problemas

humanos. El cometido evangelizador de la parroquia es distinto, ya

que se lleva a cabo a través de lo religios0 51 • Ambas son evangelizaciones

complementarias.

El aspecto más importante de la religiosidad popular es el mismo

~ueblo que la sustenta. La parroquia, a pesar de ser institución de otro

tIempo, de su procedencia rural y de ser institución de cristiandad o

quizá por todo ello, es eminentemente popular. Las minorías selec;as

50. Cf. mi reflexión Cara y cruz de los jóvenes en la parroquia: ViNue 1486-1487

6-13 junio 1988, 1336-1339. '

51. ., Par~ :xaminar la dimensió.n misionera de la parroquia, cf. Cf. A. Aubry y otros,

La aCClOn mISIOnera y la parroqUIa, ValenCIa 1967; B. Caballero. Misión, pastoral de

co.nJ~nto y parroquia: Pent 5 (1967) 196-226; F. Ferrero, Significación histórica de la

mlSlOn parroquial: Pent 9 (1971) 236-261; C. Floristán, Misión, liturgia y parroquia:

PastMis 1 (1965) 22-38.



614 Teología Práctica

de los cristianos y las élites católicas de las capas sociales burguesas

o aristocráticas nunca han sido parroquiales. La parroquia es el canal

básico de comunicación en la Iglesia de tipo popular. Ahí se desarrollan

los aspectos principales religiosos de la vida, frecuentemente con exageración

y desvío, por su envoltura con ritos, a veces escasamente

evangélicos. En última instancia, sin la parroq~ia la oración d~l ~ueb~o

sería escasa, el sentido último de la vida desvIado y nula la vIgIlancIa

cristiana respecto a la última y definitiva esperanza.

La parroquia tiene contactos con no practicantes o practicantes

ocasionales a partir de la demanda de algunos sacramentos o ceremonias

que celebran momentos esenciales de la existencia: bautismo,

primera comunión, matrimonio y entierro. Sin embargo, estas cuatro

estaciones suponen una cruz para muchos párrocos, ya que ahí se les

ve sólo de un punto de vista instrumental-sacramental y se les reclaman

unos ritos con derechos y exigencias. Estas demandas no son fácilmente

evangelizables. Las relaciones entre religión y fe son complejas,

ciertos feligreses piden ritos sin saber bien por qué y no es fácil conocer

el fondo de sus demandas. Con todo, los que piden ritos deben sentirse

comprendidos antes y después de la celebración, lo cual exige que se

les acoja bien y se les deje hablar y expresarse. Además, la cel~bración

ha de transcurrir en un cierto clima religioso; se deben cUIdar los

gestos, el tono de voz, los contenidos. Naturalmente, no basta con el

fomento de lo religioso; es necesario despertar y promocionar la fe 52 •

d) Celebración evangélica de los sacramentos de la fe

La parroquia, como toda comunidad cristiana, no existe sin la

celebración de los dos sacramentos de la repetición: la penitencia y la

eucaristía, ya que no hay vida cristiana sin rogar, dar gracias, pedir

perdón y perdonar. Pero la comunidad de los creyentes no se reduce

al quehacer sacramental, ni la sacramentalidad de la vida cristiana se

reduce a la misa dominical. Otros cinco sacramentos puntuales o

singulares configuran la dimensión sacramental total del cristiano en

comunidad. La lucha por la recuperación del sentido sacramental del

cristianismo es decisiva en el futuro de la parroquia. De hecho, la

crisis sacramental, todavía aguda hoy, es crisis de la parroquia.

La asamblea parroquial se reune en torno a la persona de Jesús y

se dirige al Padre con la fuerza del Espíritu mediante la palabra y los

signos sacramentales. Especialmente deben ser cuidados tres aspectoS:

52. La parroquia como lugar de evangelización del catolicismo popular ha sida tratada

en R. Pannet, Paroisse de l'avenir. Avenir de la paroisse, Paris 81979.

Comunidad (Koinonia)

l~ ho~lía, el canto y los gestos. Recordemos que la liturgia celebra

sImbohca~ente el misterio cristiano que la evangelización anuncia; lo

hace a tr~~es de toda la celebración, pero de un modo más patente en

la profeSIOn de fe y en la plegaria eucarística.

~s~amos viendo hoy los primeros frutos de la reforma litúrgica

concIhar:. se apre~de a rezar en la celebración, se pone en común la

fe: s~ reVIsa la ~andad desde el evangelio y se acrecienta la esperanza

cnstIa~~. TambIén se .advierte el crecimiento en la participación de la

comum~~, hay total hbertad religiosa para acudir y se exige en toda

c~lebracIOn ~na esmerada calidad litúrgica. Cuando esto no se consIgue,

los laICOS protestan.

e) Realizaci6n del proyecto cristiano de globalidad

La parroquia ha sido, yen gran medida lo es institución canónica

con pre~ensiones d~ globalidad, en el sentido d~ que se considera el

lugar pnmero y caSI exclusivo de vida cristiana. En todo caso, conserva

el monopolio .de lo sacran;te!ltal y una gran autonomía pastoral. De

he~ho se consIdera autosufIcIente. De ahí proceden los recelos parroqUIales

fr~nte ~ toda past~ral no controlada por los párrocos. Es muy

larga ,l~ hIstona de conflIctos entre la parroquia y los movimientos

apostohcos de reforma y revisión, como fueron las órdenes mendicantes

en la Edad Media y los movimientos de Acción Católica en la

E?~d Contempor~ne~. Re~or~e~os la discusión en Alemania a pro­

PO~Ito del Pfarrp~lnzlp o pnncIpIO parroquial (la pastoral es parroquial)

a fmales de la decada. de los cuarenta 53 • Recientemente, por escasez

de sace:dotes y apr?xIm~ción ~e religiosos al campo de la pastoral

parroqu~al, muchas IgleSIaS de ordenes o congregaciones, edificadas

e? las clUda~es con una fina~idad sacramental, aunque no única, han

SId~ convertIdas en parroqUIas. La polarización sacramental ha impedIdo

en ocasiones la apertura de la parroquia a nuevas vías misioneras,

desplie~~es catecum~nales y movilizaciones de compromiso con

la transformacIOn de la socIedad. Los feligreses que piden dimensión

personal y expresión social de la fe huyen de la parroquia no transformada

o permanecen en la misma con profunda insatisfacción.

La parroquia ha de iniciar en la fe a niños y a adultos convertidos

y ha de ayudarles en el proceso de la identidad cristiana. Precisamente

se dan en la parroquia, como ya dije, los elementos básicos que definen

d 53. ~f. K. Rahner, Reflexiones pacíficas sobre el principio parroquial, en Escritos

e teolog¡a JI, Madnd 1961, 295-336 (original de 1948).

615



616 Teología Práctica

el cristianismo: la palabra de Dios, la eucaristía, la comunidad y l~s

ministerios (la jerarquía es servicio). P.or esta razón tie~e la p.a~oqma

vocación de globalidad. Eso la diferenCia de otros colectivos cnstIanos.

5. Problemas de ·la parroquia

a) El conservadurismo tradicional

Por ser institución antigua que surge en los s. V Y VI, la parroquia

posee una herencia de inmovilidad .. Est? se ve en, l~s parro~~ias antiguas

de centro de ciudad o de bar:lOs ncos. El COdlgo genetlco de la

parroquia ha sido durante mucho tiempo la c~stumbre, el precep~o, la

obligación, la prohibición, etc. Hoy predomman en l~ parroqm~ las

personas de avanzada edad. Apenas la frecuentan.~os Jovenes. Sigue

siendo un recinto de personas muy adultas y de mnos.

b) El sacramentalismo ritual

En la concepción preconciliar de la pastoral de cristiandad, el

pueblo inserto en el territorio de la parroquia, como p~eblo total de

bautizados se identificaba sin dificultad con la parroqma. Todos los

ciudadano~ de un mismo territorio parroquial eran automáticamente

feligreses, más o menos practicantes del culto o más o menos a~eja~?s

de la moral católica oficial. Todavía hoy, debido a la generahzaclOn

del bautismo de infantes, celebrado en el baptisterio parroquial y registrado

canónicamente en el archivo de l.a parr?quia, s~ c0l!vierte esta

institución cristiana en un primer espaclO SOCial de ntuahdad sac.r~mental.

La insatisfacción que genera el sacramento de la regeneraclOn

es obvia. Con frecuencia la comunidad cristiana está ausente del acto

bautismal, celebrado en un contexto familiar. No es extraño que sea

difícil ver el bautismo como sacramento de la fe (es, a 10 sum?,

sacramento de la gracia) y como símbolo sacram~ntal ~~ pert~n.encla

a la Iglesia (es, en todo caso, rito ancestral de mamfestaclOn rehglOs a ).

En la desviación del bautismo radica, a mi modo de ver, una de las

mayores crisis de la parroquia. Y en la liturgia, como contrapartida,

se asienta una posibilidad de renovación parroquial. .'

Fruto de sus funciones cultuales y devocionales, la parroqma tiende

a refugiarse en el dominio de lo religioso. La asamblea parroq~ial es

prácticamente eucarística. Resulta difícil reunir en la parroqma a la

feligresía para otra finalidad. Esto se observa en la cuaresma. Al ser

barridos los cultos vespertinos antiguos por las eucaristías de la tarde,

Comunidad (Koinonia) 617

sólo han quedado hoy en la parroquia restos de la religiosidad popular

de antaño, incluido el rosario. Por otra parte, se limita la tarea parroquial

en muchos sitios, debido a los fines de semana ya las vacaciones

de semana santa. Todo esto supone valorar de nuevo el ritmo parroquial

y situar la parroquia en un marco pastoral más amplio, de acuerdo a

nuevas exigencias procedentes de las vacaciones, el turismo, ciertas

fiestas, acontecimientos deportivos, etc.

c) La heterogeneidad ideológica

En la composición de la parroquia se advierte una gran diversidad

de ideologías políticas y de niveles económicos (tantos como en el

mismo barrio), así como una manifiesta variedad de formaciones culturales

o de comprensión de 10 que es y debe ser la Iglesia. A pesar

de que la parroquia hace enormes esfuerzos y de que en principio

cuenta con todos, en la práctica se dan tres sectores, al menos, diferentes:

1) los que piden autenticidad cristiana, compromiso concreto

y agrupación comunitaria (si no la encuentran buscan otras plataformas);

2) los que pacíficamente frecuentan la eucaristía dominical y la

penitencia comunitaria o personal (les basta un cierto nivel de exigencias)

y 3) los que demandan exclusivamente algún sacramento de

la religiosidad popular o popularizada (son, a lo sumo, creyentes no

practicantes) .

d) La neutralidad política

En general, la mayor parte de los practicantes religiosos son afines

a los partidos denominados de centro o de derecha. Los menos practicantes

se alinean a la izquierda. Pero hoy se da una nueva situación

por la presencia de creyentes en partidos de izquierda y por la increencia

que se advierte en algunos adscritos a la derecha. Con todo,

según la encuesta española de 1988 sobre la parroquia, se consideran

de izquierda un 42%, de centro un 30% y de derecha un 22%. Esto

significa que en cada parroquia hay un abanico extenso de tendencias

políticas. En parte por evitar tensiones y en parte por la herencia

tradicional recibida, la parroquia desconfía de la acción política. No

olvidemos que la identificación entre fe cristiana y régimen político

ha llevado a nuestro país a enfrentamientos increíbles. Su separación

actual pueden conducimos a una privatización peligrosa de la fe. Esta

tarea supone un desafío serio a la parroquia 54 •

54. Cf. el número especial El compromiso político de la parroquia cristiana: Cone

84 (1973).



618 Teología Práctica

e) La encarnación en un espacio humano

En el ambiente actual de la sociedad, plenamente autónomo respecto

de la órbita religiosa e intensamente secular, la parroquia es un grupo

reducido cristiano que intenta desarrollar un servicio pastoral en un espacio

humano. A la parroquia le afectan profundamente los cambios

introducidos por la organización urbana del espacio, la facilidad del

transporte en la zona rural, el crecimiento de los medios de comunicación

rural, la movilidad de muchos feligreses los fines de semana, la competencia

de las instituciones que controlan y organ~zan el ocio y, ~n

definitiva, la rápida y profunda secularización de la SOCIedad. La parroqUIa

ha de tener en cuenta las leyes de la vida social que afectan a la feligresía.

Su acción pastoral, a pesar de sus pretensiones de globalidad, debe cont~

con un proyecto de vida cristiana más amplio, en el marco de la IglesIa

particul~5. La parroquia, demasiado pequeña para ser comunidad e~carística,

es excesivamente grande para llevar a cabo, en un espacIO

humano, la evangelización con perspectivas de liberación 56 . En realidad,

la parroquia atiende una vida cristiana cercana al ámbito ~e la fa~ilia (a

la parroquia se va desde casa y a casa se vuelve), en el tIempo libre de

los fmes de semana (con el consiguiente alejamiento parroquial por las

salidas al campo) y en el horizonte del cumplimiento dominical y pascual

(relativizados hoy por la caída del precepto y el alza de la celebración).

6. Renovación de la parroquia

a) Trazar una línea pastoral de talante comunitario

Hay parroquias que por anquilosamiento o rutina no tienen una

línea pastoral. Hay otras que han renovado su cometido con unos

criterios más o menos certeros de pastoral conciliar y posconciliar 57 .

Dentro de estas últimas, las hay de talante misionero, de tonalidad

55. Cf. P. Tena, Comunidad, infraestructura y ministerio: Phase 83 (1974) 389-406;

id., La ciudad como unidad pastoral. (Opiniones libres sobre infraestructuras pastorales)

PastMis 10 (1974) 722-734; id., ¿Es realmente válida la parroquia urbana? Nota complementaria:

Phase 14 (1975) 188-190.

56. Cf. A. Aubry - M. Peuchmaurd - F. Houtart - A. M. Henry, La acción misionera

y la parroquia, Valencia 1967; B. Caballero, Misión, pastoral de conjunto y parroquIa:

Pent 5 (1967) 196-226; F. Ferrero, Significación histórica de la misión parroquial: Pent

9 (1971) 236-261; C. Floristán, Misión, liturgia y parroquia: PastMis 1 (1965) 22-38.

57. Cf. J. B. Capellaro y otros, De masa a pueblo de Dios. Proyecto pastoral,

Madrid 1982; R. Zorrilla, Pistas para la renovación de la parroquia urbana: Surge 32

(1974) 51-62; 1 Colóquio Nacional de Paróquias (Fátima, 7-10 julio 1986), Coimbra

1987.

Comunidad (Koinonia) 619

catequética, de estilo litúrgico, de preocupación por las «obras», etc.

Es evidente que una parroquia debe tener una línea consciente pastoral.

Cuando los sacerdotes (párroco y coadjutor, por ejemplo) no coinciden,

se produce tarde o temprano una división de fatales consecuencias.

Como también se produce cuando se cambia bruscamente de línea

pastoral sin dar explicaciones a la feligresía. Asimismo es perjudicial

en general que la línea pastoral de la parroquia dependa totalmente de

un. movimiento exterior a la misma, sin que sea diocesano. La parroqUIa

ha de secundar la pastoral diocesana correspondiente y ha de

exigir a los organismos pastorales de la diócesis que manifiesten las

correspondientes directrices parroquiales 58.

El tránsito de una parroquia con asociaciones a una parroquia con

grupos apostólicos, ocurrido en algunos sitios antes del Vaticano 11,

supuso la preparación de un nuevo tránsito a una parroquia posconciliar

en estado de comunidad con una adecuada línea pastoral. Para trazar esta

línea, es necesario que un primer grupo o equipo parroquial (de curas y

seglares) se ponga en marcha, quizá en una convivencia. Se deben conocer

previ~ente l~s ideol~gías exist~ntes, las corrientes de pensamientos y

de aCCIOn, la mfluencIa de los hderes o responsables, los datos sociocu~turales

y religiosos del barrio o sector en donde se encuadra la parroqUIa.

Entre todos los responsables han de explicitarse las opciones básicas,

de .modo que se proceda a la edificación de la comunidad parroquial,

temendo en cuenta un triple nivel de pertenencia cristiana por parte de

la feligresía: 1) en un primer anillo nuclear de feligreses se encuentra lo

que podemos denominar la comunidad ministerial o comunión de grupos

apostólicos, de los que forman parte todas esas personas que aceptan y

llevan a cabo un ministerio concreto pastoral. En esta comunidad se

ens~mblan, con mayo~ o menor unidad, los comités o grupos de trabajo

seg~n l~s tareas repartIda~ y encomendadas (catequesis, liturgia, acción

SOCIal, Juventud, economIa, etc). 2) En un segundo anillo se hallan las

personas que participan semanalmente en la asamblea eucarística y asiduamente

en la celebraciones comunitarias penitenciales y en algunos

actos extraordinarios parroquiales. Se sienten miembros activos de la

parroquia y se consideran parte de la comunidad parroquial, más amplia

que la comunidad ministerial, pero con suficientes rasgos de naturaleza

comunitaria. Son personas de edad madura que por itinerario personal

no formarán parte (ni lo necesitan) de la reducida comunidad servicial.

Su dependencia del cura es casi total. Su estilo de vida cristiana tiene

rasgos del catolicismo popular. 3) Finalmente hay un tercer anillo de

católicos ocasionales que participan en la parroquia unas cuantas veces

al año (en los tiempos fuertes y festivos) o unas pocas veces de acuerdo

58. Cf. A. Bravo y otros, Programación pastoral por objetivos, Madrid 1987.



620 Teología Práctica

a los sacramentos de las cuatro estaciones (bautismo, primera comunión,

matrimonio y funerales). Estas personas no forman part~ de.la comu~dad.

En cualquier caso, no es fácil establecer en la parroqUIa dIversos mveles

de comunidad.

b) Promover un equipo de responsables

La escasez de sacerdotes, el envejecimiento del clero y la dificultad

real de promover vocaciones clásicas al presbiterado pued~~ co~tribu~

positivamente al crecimiento de ministros seglares y de IDlmstenos l~cales.

En estricto rigor no necesita el párroco ser sacerdote. El sacerdocIo

se requiere en ciertas celebraciones sacramental~s: es~ecialment~ ~a penitencia

y en la eucaristía. Evidentemente el IDllllsteno de preSIdIr una

comunidad es neotestamentario y de importancia mayor.

Hoy se procede en muchos campos culturales, económicos, políticos

y sociales en equipo. También debe procederse así en la p~rr~quia.

Este sentido tiene el consejo pastoral parroquiaZS 9 • Para cons~ItUIr

el consejo por primera vez o rehacerlo dinámicamente es convelllente

empezar por un pequeño grupo de creyentes básico, activo" abierto y

representativo. En una convivencia adecuada se tr.azan sus 1.llle~s fundamentales

y se comienza, aunque sea con una cIerta provIsonedad.

c) Favorecer la creación de grupos y sus relaciones

Tradicionalmente en la parroquia se han dado siempre grupos diversos.

Antes eran de tipo espiritual, en función de la piedad o con finalidades

de caridad. Hoy tienen un matiz más apostólico; se ocupan de un campo

de la pastoral parroquial. Así surgen diversos comités que se .encarg~

de la catequesis, acción social, liturgia, economía, pertenencIa, matnmonios,

tercera edad, tiempo libre, juventud, etc. De un lado hay que

evitar la independencia de estos grupos; de otro deben coordinarse en

función de la comunidad y en relación con el consejo parroquial. Surgen

estos comités desde las necesidades pastorales, están en manos de seglares,

tienen como misión dar vida a la parroquia y. sus miemb~os

deberían ser feligreses activos y responsables de la comumdad parroqUIal.

59. Cf. Centro Diocesano de Pastoral, Los Consejos Pastorales, Valladolid 1?82;

Diócesis de Bilbao, Orientaciones en torno a los consejos pastorales parroquiales, B¡\b~O

1984; J. Bestard, El consejo pastoral parroquial. Cómo dinamizar una parroquia, Madnd

1988.

Comunidad (Koinonia) 621

d) Dar primacía a la pastoral catecumenal

La catequesis de jóvenes y de adultos, junto a la eventual iniciación

de convertidos en un adecuado proceso catecumenal, son tareas catequéticas

importantes. Si una parroquia viva es matriz de catecumenado,

un catecumenado seriamente planteado es tarea imprescindible

de formación comunitaria.

En el caso de los jóvenes es básico el catecumenado de confirmación,

so pena de no tener apenas militantes con perspectivas de futuro. Aquí

debiera funcionar una conexión más explícita entre la parroquia y los

movimientos apostólicos. No es justo que ciertos movimientos acudan a

la parroquia como simple semillero de su propia organización. Es cierto

que la parroquia es campo de promoción cristiana sin especialización,

pero no lo es menos que sin jóvenes las parroquias agonizan. De ahí la

importancia de crear grupos juveniles, fomentar la expresión vivencial

de la fe, intensificar ciertos cometidos, promover pascuas juveniles y

facilitar el contacto de jóvenes con adultos.

e) Fomentar el sentido de la asamblea

La asamblea eucarística dominical puede constituir una sólida base

de comunidad cristiana. Esto exige que se centre la atención en una o

en algunas misas parroquiales con más sentido comunitario. Este trabajo

de pastoral litúrgica y comunitaria, llevado por un equipo, es lento. La

liturgia ha de prepararse con un esmerado espíritu comunitario, cuidando

la homilía, los cantos, las moniciones y los gestos. Todo el culto ha de

ser simbólico, expresivo, emocional, a saber, suscitador de experiencia

cristiana religiosa. Todavía estamos lejos de que la eucaristía sea plegaria

común de la asamblea. La homilía, sin dejar de ser alabanza, ha de tener

un relieve misionero y un cariz catequético.

t) Dar primacía a la evangelización y al compromiso social

En la parroquia se debe fomentar la relación entre la gran feligresía,

que corresponde a la masa del territorio, y la pequeña comunidad, que

surge de la opción personal cristiana. Preocupados los responsables

de la parroquia por lo sacramental, hay un descuido a veces de lo que

precede y sigue a lo litúrgico. Han de suscitarse actitudes de compromiso

social con los necesitados y de solidaridad con el pueblo, barrio,

zona o ciudad. Ciertamente, la vocación de la parroquia, a pesar de

ser de globalidad, no agota el campo de la pastoral. Ha de contar con

diversidad de movimientos. Sólo de esta manera podrá llegar a ser

comunidad cristiana en medio del pueblo.



622

Teología Práctica

BIBLIOGRAFIA

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4)' Parroquia i educació de la fe: QPast 93 (1985); La pa~roqUla en la encr~cijada:

PastMis 159 (1988); Pa.rroquias .para evangelzzar: TeolCat 28

(1988); A parroquia, comunidade posIble: Lumlelra 11-12 (1989).

32

LA COMUNIDAD CRISTIANA

Durante mucho tiempo la vida cristiana se ha caracterizado por

un exagerado individualismo, debido en gran medida al olvido de

que la Iglesia es, según lo indica su propio nombre, asamblea,

congregación o pueblo reunido. El NT no hace una distinción terminológica

de la Iglesia como magnitud local o como totalidad

universal; la ekklesia es de ordinario Iglesia particular o comunidad

local, aunque al mismo tiempo es Iglesia universaP. Al examinar

la aparición de la Iglesia en el NT se observa que la vida cristiana

se manifiesta y desarrolla en forma de comunidad de creyentes en

Jesucristo que todo lo comparten porque se consideran radicalmente

hermanos. Asiduamente celebran la eucaristía, ponen sus bienes en

común, dan testimonio explícito de la fe e intentan vivir un estilo

de vida evangélico. Sabemos que las comunidades primitivas tuvieron

muchas dificultades, por dentro y por fuera, ya que no faltaron

disensiones, envidias, protagonismos y rencores. No fue fácil

entonces ni lo es ahora vivir cristianamente en comunidad. Lo que

parece evidente es que el cristianismo tiene vigencia en la medida

que es pujante la vida comunitaria, a saber, cuando la fe es convicción

personal de todos los miembros del grupo, la conversión se

traduce individual y colectivamente en obras, se defienden los de-

1. Cf. R. Schnackenburg, La Iglesia en el NT, Madrid 1965; H. Chira!, La asamblea

cristiana en tiempos de los apóstoles, Madrid 1968; M. Legido, Fraternidad en el mundo.

Un estudio de eclesiología paulina, Salamanca 21986; H. J. Schoeps, El judeocristianismo.

Formación de grupos y luchas intestinas en la cristiandad primitiva, A\coy 1970; G.

Theissen, Estudios de sociología del cristanismo primitivo, Salamanca 1985; R. E. Brown,

Las Iglesias que los apóstoles nos dejaron, Bilbao 1986; R. Aguirre, Del movimiento de

Jesús a la Iglesia cristiana, Bilbao 1987; W. A. Meeks, Los primeros cristianos urbanos.

El mundo social del apóstol Pablo, Salamanc'a 1988.



624

Teología Práctica

rechos de los pobres, la liturgia es plegaria viva de la asamblea y

se toma en serio la realidad de este mundo para transformarlo en

reino de Dios.

1. El fenómeno comunitario cristiano

El fenómeno comunitario posconciliar aparece inmediatamente

después del Vaticano 11 como una remo delación de la Iglesia en las

bases laicales y populares o, según A. Acerbi, «como un lugar privilegiado

de realización de ciertas exigencias de la conciencia eclesial

engendrada o reengendrada por el Concilio»2. Juan Pablo 11 afirma

que «un fenómeno de rápida expansión en las jóvenes Iglesias, promovido,

a veces, por los obispos y sus conferencias como opción

prioritaria de la pastoral, lo constituyen las comunidades eclesiales de

base (conocidas también con otros nombres), que están dando prueba

positiva como centros de formación cristiana y de irradiación misionera»

(RMis 51). Por todas partes y al mismo tiempo nacen y proliferan

grupos de creyentes que se denominan comunidades de base, comunidades

cristianas de base o comunidades eclesiales de base. Constituyen

uno de los signos teológicos y pastorales más característicos

de la Iglesia posconciliar 3 • Es un fenómeno complejo a juzgar por sus

motivos de carácter personal y por sus causas de índole social. Por

supuesto, en la génesis de cualquier comunidad cristiana intervienen

los motivos personales de quienes la integran, sean afectivos (necesidad

de compañía), éticos (revisión de la conciencia), institucionales

(búsqueda de una nueva seguridad), compromisuales (organizarse para

transformar la Iglesia y la sociedad) o espirituales (orar en común).

El fenómeno comunitario posconciliar, que aparece por primera vez

en Brasil y se extiende rápidamente entre 1965 y 1970 a todas partes,

obedece, a mi modo de ver, a cuatro exigencias: 1) vivir la fe en grupo

(no en masa), 2) compartir servicios y ministerios (la Iglesia no se

reduce a los curas), 3) transformar espacios concretos de la sociedad

(lucha a favor de la justicia) y 4) testimoniar una esperanza de vida

y de resurrección (frente a todo germen de muerte). No olvidemos que

2. A. Acerbi. L' ecclésiologie a la base des institutions ecclésiales posconciliaires,

en G. Alberigo Ced.), Les Églises apres Vatican JI. Dynamisme et prospective. Colloque

Intemational de Bologne 1980, Paris 1981, 253.

3. Resumo aquí diversos trabajos míos en tomo a la comunidad cristiana: La evangelización,

tarea del cristiano, cap. IX. La comunidad cristiana, Madrid 1978, 111-132;

Comunidades cristianas, futuro de la Iglesia: SalT 68 (1980/1) 3-14; Las comunidades

eclesiales de base en España: Pueb 29 (1984) 31-39; La Iglesia después del Vaticano JI,

en El Vaticano JI, veinte años después, ed. por C. Floristán - J. J. Tamayo, Madrid 1985,

67-103.

Comunidad (Koinonia) 625

el Vaticano 11 tuvo como objetivos situar liberadoramente a la Iglesia

en el mundo, abrir perspectivas nuevas a los laicos como miembros

respon.sable,s, lograr que .la jerarquía fuese una instancia de servicio y

dar pnmacIa al evangeho y al espíritu frente a la norma y la le

Natu~almen~e, esto es posible cuando la Iglesia es local porque ~~

IglesIa de DIOS en un esp,acio ~umano concreto, en virtud de un proceso

de ;erdade.r~ encarnaCIOn o mculturación 4 • En definitiva, la eclesiolOgIa

concIlIar de la comunión potenció el movimiento comunitario

de base.

2. Orígenes del fenómeno comunitario

a) En América Latina

algunos mv~stIgadores,

Las primeras comunidades eclesiales de base nacen en Brasil como

un nuevo modelo de Iglesia, potenciado en sus orígenes (finales de

1965) por ~l «plan de 'pastoral de conjunto» del episcopado brasileño

correspondIente al qumquenio 1965-1970. «Esta aparición - afirma

L. ~o~f- se debe a la preocupación evangelizadora y comunitaria

expl~cI~ada a través de los catequistas populares de Barra do P' 1

m t d' c' . Ira, a

oVIm~en_ o ra IalOlllCO y ~ las experiencias de apostolado seglar»5.

El br~sIleno Fr~y Betto sostIene que las primeras comunidades de base

«surgIer~n hac~a 1960, en Nísia Floresta, archidiócesis de Natal, según

o en Volta Redonda, según otros. De naturaleza

y cara~ter pas~oral, las comunidades eclesiales de base pueden

tener dIeZ: vemte o cmcuenta miembros. En las parroquias periféricas

las ~o~ullldades pueden estar distribuidas en pequeños grupos o forma;

un UlllCO grupo grande, al cual se da el nombre de comunidad eclesial

de base. Es el caso de la zona rural, donde cien o doscientas personas

se reunen en una. capilla los domingos para celebrar el culto» 6 •

Desde. su ?aCI~I~nto poseen. rasgos propios: son de base popular

~no, de. mmonas ehtIst~s), no tIenen enfrentamientos con la Iglesia

Jerarqu~ca (son pro~ovIdas por los obispos), responden a un modelo

homogeneo (el ec~esIal del pue?lo de base) y parten de una comunidad

natural con necesIdades y aspIraciones (servicio de liberación de los

4. Cf. H. de Lubac, Las Iglesias particul I 1 l' .

197 . ., ares en a g eSlQ universal, Salamanca

4, J. M. de Lachaga, IgleslQ parllcular y minorías étnicas Bilbao 1980' H L d

La Iglesia local, en InicPrTeol, III/2, 175-276. ' , . egran,

5. L. Boff, Eclesiogénesis: las CEE reinventan la Iglesia e SEDOC U. 1 I .

que nace del pueblo, Salamanca 1979 434' cf J Marins e n 'd d ' na. g eSlQ

base en América Latina: Conc 104 (1975) 27-37." , omUnl a es ecleslQles de

6. Fray Betto, Lo que son las comunidades eclesiales de base, Bogotá 1981, 12.



626 Teología Práctica

pobres). Al emerger en medio de los desheredados sociales y marginados,

pero con una profunda religiosidad popular, se proponen evangelizar

a los pobres, reorientar la vida sacramental, asumir la educación

de la fe y potenciar el compromiso liberador. Más que de un fenómeno

de contestación (típicamente europeo o norteamericano), las comunidades

de base latinoamericanas expresan un fenómeno de reforma,

radicado en las exigencias del Vaticano 11, en la descentralización de

las parroquias gigantes, en la responsabilidad ministerial de los laicos

(los sacerdotes son escasos), en la evangelización del catolicismo popular

y en la conciencia del subdesarrollo y dependencia de cara a un

compromiso liberador.

Para América Latina fue decisiva la 11 Conferencia episcopal de

Medellín (1968), en donde la comunidad eclesial de base obtuvo carta

de ciudadanía, al ser definida como «el primero y fundamental núcleo

eclesial, que debe, en su propio nivel, responsabilizarse de la riqueza

y expansión de la fe, como también del culto que es su expresión.

Ella es, pues, célula inicial de estructuración eclesial, y foco de promoción

humana y desarrollo. Elemento capital para la existencia de

comunidades cristianas de base son sus líderes y dirigentes. Estos

pueden ser sacerdotes, diáconos, religiosos, religiosas o laicos. Es de

desear que pertenezcan a la comunidad por ellos animada»7. Según

A. Acerbi aparece en este texto un «nuevo equilibrio institucional»,

ya que la Iglesia no es pensada desde arriba (visión piramidal), sino

desde abajo (visión popular), a partir de los grupos humanos naturales

con sus responsables que emergen de su seno y dentro de la inserción

de la fe en los dinamismos sociales 8 •

El modelo eclesial de base parte de la opción por el pueblo, los

pobres y la liberación. L. Boff lo describe con estos rasgos: 1) Es

Iglesia del pueblo, no para el pueblo, sino con el pueblo, a saber:

pueblo de Dios, con responsabilidad compartida frente a un modelo

de Iglesia clerical. 2) Es Iglesia-comunión, comunidad de fe y de

caridad, con signos sacramentales liberadores, dialogante, con relaciones

fraternas, frente a una Iglesia impositiva, centrada en el binomio

autoridad-obediencia. 3) Es, por último, Iglesia profética y liberadora,

que se compromete en lo social, toma conciencia de los derechos

humanos, detecta injusticias y defiende a los explotados, frente a una

Iglesia aliada con los ricos, desencarnada, con sólo ritos y

sacramentos 9 • La eclesialidad de estas comunidades latinoamericanas

7. II Conferencia general del episcopado latinoamericano, Iglesia y liberación humana.

Los documentos de Medellín, Pastoral de conjunto 10-11.

8. A. Acerbi, L'ecclésiologie ... , o. c., 254-257.

9. L. Boff, Iglesia: carisma y poder. Ensayos de eclesiología militante, Santander

1982,209.

Comunidad (Koinonia) 627

ha sido ~centuada ~onstantemente por sus representantes y oficialmente

~e~~noclda por la Jerarquía. La comunidad eclesial de base es «célula

Imclal de la estructura eclesial» (Medellín), «lugar de evangelización»

y «~~peranza para la .Iglesi~, universal» (EN 58), «foco de evangelizaClOn

y motor de hberaclOn» (Puebla 96), «Iglesia que nace del

pueblo» ~Encuentro de Vitoria, Petrópolis 1975), «la nueva forma de

se~ IglesIa» (Con~erencia . episcopal de Brasil, 1983) y «la porción

pnmera de la IglesIa de Cnsto» (Secretariado nacional de los hispanos

en USA). Es, pues, según Marins, «la Iglesia de la base en un modelo

cOJ?unitario, profét~co, liberador y misionero» 10. La Iglesia comunitana

'! popul~r, escnbe E. Dussel, «no es otra Iglesia, no es una nueva

Igl~s~a: es sImplemente un modelo de la Iglesia de siempre»ll. En

defInItIva: es el ~ueblo de los pobres transformado en pueblo de Dios.

En AI?énca Latma no surge, según P. Richard, «una nueva Iglesia,

pero SI un nuevo mo~elo de Iglesia que es llamado comunmente Iglesia

de los pobres, IglesIa popular e Iglesia que nace del pueblo» 12.

b) En España

. El fenómeno de las comunidades aparece en España, al mismo

tIem~~ que en otr~s paises, en el quinquenio 1965-1970 (etapa poscon~I.har

del entusIasm?), se ~onsolida entre 1970 y 1975 (periodo

d~C.ISIVO de la lu:~a antIfranqmsta) y busca su difícil adaptación en el

r~gImen democratIco, a partIr de 1975. Los principales factores origma~te~

de las comunidades en nuestro país son, a mi modo de ver,

el tr~nslto de la pastoral de cristiandad a la pastoral misionera (imperatIvo

evangelizador), la recuperación del compromiso profético en

la lucha.~or la justicia y la~ libertades (imperativo sociopolítico), la

celebraclOn de l~ ~e. en. ;églmen de asambl~a grupal (imperativo sacram~ntal),

la reInIClaClOn de la fe con sentIdo personal y social (imperatIvo

cate.cumen~l), el acento de lo popular mediante la opción por

lo~ pobres (ImperatIvo de la base) y la configuración fraterna de los

mIembros sin discriI?inación de la mujer (imperativo de grupo). En

resumen, las comumdades aparecen en la España de los «estados de

excepción», gracias al impulso conciliar y a la teología de la liberación

al reagruparse las fuerzas cristianas provenientes de movimientos apos~

10. J. Marins, Modelos de Iglesia. CEB en América Latina. Hacia un modelo liberador,

Bogotá 1976.

1 L E. Dussel y otros, La Iglesia, latinoamericana de MedelUn a Puebla, Bogotá

1979; Id., De Medellín a Puebla I-IlI, Sao Paul0 1982-1983.

12. P. Richard, La Iglesia que nace en América Central por la fiuerza de Dios' P b

29 (1984) 4. . ue



628 Teología Práctica

tólicos, curas obreros y religiosas en barriadas, en sintonía con el

intenso movimiento social y político de cambio profundo en la estructura

social 13 •

3 Rasgos de la comunidad cristiana

Según Juan Pablo n, las comunidades eclesiales de base son «grupos

de cristianos a nivel familiar o de ámbito restringido, los cuales

se reúnen para la oración, la lectura de la Escritura, la catequesis,

para compartir problemas humanos y eclesiales de cara a un compromiso

en común» (RMis 51). Podemos describir la comunidad cristiana

como grupo social de base, de naturaleza eclesial, formado por creyentes

iniciados y adultos en la fe, con un compromiso evangelizador

y transformador, una liturgia viva, cuyo sujeto es la asamblea, y un

ministerio corresponsable compartido. Dicho de otro modo, es un

grupo de creyentes que busca con seriedad una «vida fraternal», se

propone una «profundización en la fe», celebra asiduamente una «liturgia

propia», vive el «compromiso con el mundo» en una actitud

evangélica y evangelizadora y comparte una «responsabilidad ministerial»

14. Examinemos estos constitutivos.

a) Grupo social de base

No es fácil precisar qué se entiende bajo el concepto de comunidad.

En una primera aproximación equivale a grupo de personas relativamente

pequeño, con relaciones denominadas «interpersonales» (cara

a cara), con un proyecto de vida y de trabajo común (codo a codo) y

una organización mínima al servicio de todos sus miembros. En realidad

hay grupos sociales y comunidades humanas de muchos tipos

según diferentes campos de trabajo o ámbitos de actuación: político,

educativo, psicológico, etc. En el caso del ámbito religioso cristiano

recordemos que la parroquia intenta ser comunidad local. Según los

sociólogos es aglomerado o conglomerado, es decir, reunión de individuos

en un mismo lugar por yuxtaposición, en medio de un ostensible

anonimato (en la ciudad) o de un claro individualismo (en los

13. Cf. J. J. Tamayo, Comunidades de base, en CFP, 141-16l.

14. Cf. L. Boff, Eclesiogénesis. Las comunidades de base reinventan la Iglesia,

Santander 1979; Comisión episcopal de pastoral (España), Servicio pastoral a las pequeñas

comunidades cristianas, Madrid 1982; J. J. Tamayo, Comunidades cristianas populares,

Salamanca 1981; id., Comunidades de base, en CFP, 141-161; M. de C. Azevedo,

Comunidades eclesiales de base, Madrid 1986.

Comunidad (Koinonia) 629

p~eblos .rurales), dentro de las rutinas heredadas en la práctica religIOsa,

pIadosa y sacramental.

Puede ser emb~?n de comunidad un grupo pequeño de creyentes

en esta~o de ~aptaclOn de nuevos miembros con voluntad de apertura.

Es ab~sIv~, Slll eI?b.argo, llam?I comunidad cristiana a cualquier grupo

reducIdo S.lll creCImIento ~e mIembros, ya que es un signo insuficiente

~e humallldad y de IglesIa. Por razones de misión y de sacramentahdad,

las c?munidades cristianas no pueden atomizarse en infinidad

de grupos aIslados, con arreglo a caprichos o comodidades. El hecho

de la ~ctual dif~cultad en fundir dos o más grupos para hacer una

comulll~~d relatIvamente significativa -por su amplitud, estabilidad

y duraclOn- revela los protagonismos existentes.

El término base puede ser entendido, y de hecho lo es, de tres

~an~~as complementarias y no antagónicas 15 • En primer lugar base

sIgmfIca fundamento de fe o de eclesialidad; la comunidad cristiana

es célula básica de la Iglesia particular o local en relación a la jerarquía.

En segundo lugar, base equivale a gente modesta, al pueblo sencillo,

a la clase trabajadora y a los que optan por ella frente a las élites

poderosas, ricas, burguesas o dominadoras; la comunidad cristiana es

pue?lo b~sico, d~ Dios. Yen tercer lugar, base es el hondón personal

de tIpo pSIco.logICO, en cuyo dinamismo radica la misma fe; la persona

es el se~ básIco de la ~omunidad o la fe se enraiza en la base personal.

No ?lVIdemos que DIOS escoge a la «gente baja del mundo, lo desprecIable,

lo que no cuenta para anular a lo que cuenta» (1 Cor 1 28-

29). La, c?munida~ cristiana está constituida por los hermanos ~uyo

rasgo basIco es la Igualdad. Para que sus miembros sean de la base

~s menester que procedan de la base de la sociedad -los que n~

tIenen, no pueden y no saben- o que se indentifiquen con dicha base.

. En .resumen, la comunidad cristiana es un grupo social con rela­

CIOnes lllterpersonales, solidaridad afectiva y efectiva ostensible en la

ayu.da mutua, unanimidad de sentimientos, voluntad de cambiar la

socIe~ad,. ~ceptación de unas normas y valores, junto a una mínima

or~alllzaclOn para fa~orecer la pertenencia, participación y compromISO

de todos sus mIembros. De ahí la necesidad de tener en cuenta

los apo~e.s, psic?soc~ales en torno a la delimitación de un grupo social:

composIclOn, dlllamIs~o, est~~tura, interrelaciones, riesgos, etc. Evidentemente

la comumdad cnstIana es comunidad humana con todas

las leyes de la integración, comunicación y participación.

15. Cf. J. B. Libanio, Comunidades eclesiais de base: em torno ao termo «base».

«:erspectiva Teológica» 18 (1986) 63-76, traducido y condensado en Comunidades ecle:

;~~s de base: ¿Qué se quiere decir con el término «base»?: SelTeol 108 (1988) 289-



630 Teología Práctica

b) De naturaleza eclesial

Por ser ekklesia, los miembros de la comunidad cristiana son hermanos

en la fe, personas libres e iguales que se quieren de verdad,

con obras y no con meras palabras. En este sentido no hay diferencia

entre hombre y mujer, blanco y negro, rudo y letrado. Si dentro y

fuera de la comunidad no hay «comunicación de bienes» (no digo

«bienes en común» por dificultades extracomunitarias), la igualdad no

se establece y la comunidad está en mantillas. De ahí radica la dificultad

de que haya en la misma comunidad ricos y pobres, burgueses

y proletarios, amos y criados. Las diferencias culturales no son ni

deben ser insuperables. Por supuesto la comunidad eclesial es comunidad

de jóvenes y adultos que eventualmente tienen niños, con

preocupación adecuada al desarrollo cristiano según la edad. El lenguaje

de comunicación exige un serio esfuerzo por parte de todos,

teniendo siempre presente el nivel de los más rudos.

El modo de entender la fe -y por consiguiente la Iglesia- especifica

el talante de un grupo de creyentes. Dicho de otro modo:

surgen los diversos colectivos de comunidades cristianas según las

opciones básicas que se adoptan, de acuerdo a la lectura de la palabra

de Dios, al análisis de los hechos sociales, a la concepción antropológica

que se tiene del hombre y a la línea cristológica que se acepta.

El pluralismo de "estilos comunitarios no viene dado, a mi modo de

ver, por la dinámica psicológica que posee el grupo, sino por el substrato

ideológico, social y político que se da a la fe.

Debido a las tensiones con la jerarquía, hay comunidades cristianas

(españolas, no latinoamericanas) que recelan del término eclesial, no

obstante el origen bíblico de este vocablo y su genuina significación

cristiana. No olvidemos las connotaciones que tiene hoy entre nosotros

la palabra Iglesia, como el término católico. A nadie se le ocurre

llamar comunidades católicas a las comunidades cristianas.

La jerarquía, en la que ahora incluyo a obispos y vicarios de

pastoral, salvo raras excepciones, ha aceptado teóricamente, después

de la Evangelii nuntiandi y del sínodo de obispos de 1974, el concepto

de comunidad cristiana, aunque con un sentido parroquial, tal como

lo formula el nuevo Código de derecho canónico (c. 515). La jerarquía

es extraordinariamente sensible al nombramiento oficial y directo de

los responsables, a la «missio canonica» y a la subordinación y dependencia

de todos los feligreses. Los resquicios de libertad en el

nacimiento y desarrollo espontáneo de comunidades son mal tolerados,

incluso por una buena parte de los párrocos. Por otro lado, muchos

colectivos cristianos, cuando se agrupan, organizan y estructuran en

federaciones de comunidades libres, sienten un cierto malestar con lo

Comunidad (Koinonia) 631

jerárquico. Este conflicto perjudica notablemente a la estabilidad y

continuidad de muchas comunidades por carecer de un cierto soporte

institucional y debilita los intentos de una acción pastoral conjuntada.

Casi todos los colectivos comunitarios cristianos, nacidos como comunidades

al margen o en contra de la institución parroquial, han dado

un viraje significativo. Hoy son en su mayoría comunidades dentro de

la parroquia, ya que a la parroquia acude el pueblo cristiano, ahí se

asegura una continuidad, dentro de la misma puede realizarse una revisada

acción pastoral y en ella existen lugares de reunión. Los conflictos se

originan cuando los sacerdotes de la parroquia están divididos en la

intelección del proyecto comunitario o cuando en la parroquia prevalece

con exclusividad una sola línea intolerante de comunidad, por cuya razón

determinados feligreses se sienten entonces incómodos o se marchan.

Sin embargo, la parroquia es una institución eclesial demasiado

conservadora en sus estructuras de fondo, con todos los atavismos de

gerencia sacramental, para permitir en su interior la génesis y desarrollo

de una comunidad cristiana o de varias comunidades a la vez. La

expresión «parroquia, comunidad de comunidades», felizmente acuñada

al final de la década de los setenta, no deja de ser un sueño

irrealizable. Cabe pensar en unos anillos comunitarios concéntricos en

la parroquia, desde los feligreses más nucleares a los practicantes de

las cuatro estaciones. En todo caso, deben existir comunidades no

parroquiales con suficiente garantía de estabilidad y continuidad mediante

un apoyo mínimo institucional, sin que se coarte su libertad de

acción pastoral. Las normas canónicas actuales, el peso rutinario de

una mala tradición y la mentalidad jerárquica anclada en valores sobrepasados

impiden una seria reforma de la infraestructura pastoral.

c) Formado por creyentes iniciados y adultos en la fe

Parece obvio afirmar que una comunidad cristiana está constituida

por creyentes en Jesús de Nazaret el Cristo resucitado. La fe común y a

secas, con toda la dificultad en determinar qué significa creer, es la base

y el fundamento de cualquier comunidad. Dicho de otro modo, lo que

especifica a la comunidad cristiana no son los rasgos humanos del grupo

(se dan por supuesto) sino los perfiles fraternales que da la fe.

Sin embargo, lo más característico y decisivo de la comunidad

cristiana es, evidentemente, la fe con todas sus profundas y diversas

dimensiones. Es fe en la esperanza y fe en la caridad a partir de algo

tan básico como es la aceptación del señorío de Jesucristo por medio

del evangelio de Dios. A la hora de edificar hoy una comunidad

cristiana se advierte que la iniciación a la fe (en la niñez, antes del



632 Teología Práctica

Concilio y con catecismos inadecuados) ha sido tan insuficiente como

precaria la educación permanente de la vida cri~tiana. ~emos hered~d.o

costumbres religiosas, rutinas sacramentales, I~e~logIas seudoc~tohcas

y «moralinas» sexuales. Son pocos los CflStIanos. conven~Idos,

escasos los creyentes mínimamente formados y reducIdo el numero

de los que unen fe y compromiso liberador. Ya sé, incluso por los

relatos evangélicos, que los cristianos serán siempre pocos y que el

rebaño será pequeño porque las exigencias de Cristo son radicales.

Precisamente la comunidad trata de que los testigos de la fe sean

cristianos hechos y derechos en medio de la sociedad.

La formación permanente en la fe de los miembros de la comunidad

es tarea básica, en estrecha relación con el denominado proceso catecumenal.

No son, de hecho, dos cosas separadas o separables. Una

comunidad de creyentes debe estar en situación de maduración continua

de su fe. Su iniciación cristiana es acción compleja porque es vital, como

lo es toda iniciación a la vida sexual, a la cultura popular, al trabajo

profesional y a la participación política. La educación de l~ fe exige

repetir unas experiencias religiosas, reformular unos con.ten~dos, . contrastar

la vida comunitaria con grupos semejantes, ofrecer slgmficaclOnes

evangélicas y ayudar a la toma concreta de resoluciones y compr?misos.

Para llevar a cabo esta acción catequética necesita la comurudad un

tiempo adecuado fuera del tiempo estrictamente sacramental. Ahí revela

el grupo cristiano lo que podemos llamar matriz catecumenal, ya q~e la

iniciación no es algo fuera de la comunidad sino su raíz. En la comumdad

eclesial unos son para los otros catequistas; la catequesis es creadora de

comunidad y la comunidad promotora de catequesis; todos son. d~ alguna

manera catecúmenos y los recién ingresados son de hecho cflstIanos en

muchos aspectos. La primitiva distinción entre catecúmenos, neófitos y

fieles - válida donde se da un catecumenado estricto - es entre nosotros

casi ficticia, puesto que todo el mundo fue bautizado en su infancia y el

progreso de la fe tiene misteriosas aceleraciones y frenazos. Se entra en

el catecumenado y en la comunidad al mismo tiempo.

d) Con un compromiso evangelizador y transformador

La comunidad cristiana no nace a partir de un proyecto de una

dinámica de grupo o de cualquier experiencia religiosa. Surge el grupo

cristiano frente a una realidad social humana concreta, ante la que los

creyentes -llamados, reunidos y agrupados- intentan evangelizar Y

transformar. La quintaesencia de una comunidad cristiana no son las

personas que la componen, sus vivencias o experiencias (sin las cuales,

por supuesto, no hay comunidad), sino el modo de aceptar la llamada

Comunidad (Koinonia) 633

del Dios de Jesús o del Jesús de Dios para edificar su Reino aquí y

ahora, en un barrio, zona, sector o ambiente humano determinado. Si

no sale de sí misma hacia los otros, hacia los necesitados o desgraciados,

la comunidad cristiana no tiene razón de ser en cuanto tal.

Hay, en todo caso, un grupo de amigos que pueden tener mucho en

común, incluso la fe y la oración. La comunidad de creyentes es un

grupo en estado de misión.

Por ser evangelizadora, la comunidad cristiana es testimonial y

liberadora. La fe se expresa y se hace pública a través de mediaciones,

que hoy no se reducen a fórmulas o conceptos, sino a compromisos

vitales con entidad significativa y a comportamientos y actitudes con

verificación objetiva, en el campo de la liberación de toda clase de

opresiones. Sin duda alguna, el quehacer evangelizador de una comunidad

cristiana es hoy especialmente arduo, no sólo por las dificultades

externas del ambiente -crítico ante lo religioso católicosino

por la falta de seguridad en las convicciones personales y de

grupo. Entender la fe como mera vivencia personal sin comunicación

pública o comunicar públicamente las exigencias del evangelio sin

confesión creyente es reducir el proceso evangelizador. No lo olvidemos,

la comunidad cristiana no existe meramente para sostener la

fe de sus miembros, sino para que haya más y mejores creyentes y,

por consiguiente, más número y calidad de grupos cristianos o, en

definitiva, más Iglesia, sacramento del reino.

En esta larga etapa posconciliar han madurado teológica y teologalmente

las relaciones entre fe y compromiso, caridad y política,

conversión y ética, plegaria y justicia. La Tercera Conferencia del

CELAM en Puebla (1979) lo dijo con toda claridad: «Las comunidades

eclesiales de base, que en 1968 eran apenas una experiencia incipiente,

han madurado y se han multiplicado, sobre todo en algunos países,

de modo que ahora constituyen motivo de alegría y de esperanza para

la Iglesia. En comunión con el obispo y como pedía Medellín, se han

convertido en focos de evangelización y en motores de liberación y

desarrollo»16. Para que los cristianos se hagan presentes activamente

en la sociedad, la comunidad es imprescindible. Toda la Iglesia, como

red de comunidades, ha de estar activa en la construcción del mundo;

cada comunidad ha de estar cercana a los problemas humanos de su

entorno y cada miembro de la comunidad, potenciado por la misma,

ha se sentirse solidario de sus hermanos los hombres y del desarrollo

integral de la persona y de la sociedad entera. Este cometido ha sido

llevado a cabo por muchas comunidades cristianas cuando ha sido

16. III Conferencia general del episcopado latinoamericano, La evangelización en el

presente y en el futuro de América Latina. Puebla, Bogotá, 41983, 96.



634 Teología Práctica

aplicada la palabra de Dios a la realidad cotidiana humana, cuando ha

sido ejercido un ministerio de liberación entre los pobres y marginados

y cuando se ha desarrollado una genuina misión de evangelización.

Un esquema único de comunidad cristiana que se reproduce en

cualquier parte según unas normas de quehacer misionero, sin tener

en cuenta la situación del pueblo, facilita de momento el crecimiento

de grupos, pero no da lugar a una profunda encamación de la fe en

la cultura del pueblo, configurado por una larga experiencia histórica,

en una permanente situación de pobreza y dependencia respecto de

las clases o grupos sociales dominadores.

La evangelización, según sea entendida y practicada, origina comunidades

diferentes de acuerdo a ópticas sociales y políticas distintas.

El término evangelización, precisamente por su gran riqueza, incluye

un cúmulo enorme de actitudes, gestos, palabras y compromisos relacionados

con el evangelio y una situación humana dada. Anunciar

explícitamente a Jesucristo puede hacerse de muchas maneras. Hoy

necesitamos caer en cuenta de que no vivimos ya el régimen de cristiandad.

El amor al Dios de Jesucristo -y su explicitación- pasa a

través del amor a los hombres por sí mismos. En esta sociedad poscristiana,

secular y agnóstica o atea en la que vivimos sólo puede

mostrarse la fe y el amor de Dios a través de una fe y un amor concretos

y humanos, especialmente con los prójimos malheridos, personas o

clases sociales.

Según los lugares, la evangelización es diferente. Pensemos en los

compromisos sociopolíticos, en los ambientes laborables, en la búsqueda

de sentidos vitales, en el reconocimiento de los otros, en el uso

de infinidad de gestos simbólicos. El acto de evangelizar no puede ser

aprisionado en un modo de comportamiento único; se puede y se debe

evangelizar en todas partes. Pero sobre todo es necesario tener en

cuenta los lugares donde Dios es olvidado, discutido o rechazado. Ahí

debe estar el punto de mira evangelizador de las comunidades

cristianas 17.

e) Una liturgia viva, cuyo sujeto es la asamblea

Las comunidades cristianas han aportado al quehacer sacramental

de la Iglesia una liturgia propia grupal. Debido a las exigencias de

autenticidad cristiana del grupo, ha variado el ritual (más sencillo), la

participación (más activa) y el papel presidencial (más compartido).

En definitiva se ha modificado la estructura de la celebración al re-

17. ef. M. Dagras, Théologie de l'évangélisation, Paris 1976.

Comunidad (Koinonia) 635

laci~narse la liturgia con los hechos sociales, dar cabida a la espontaneIdad,

ofrecer momentos personales y grupales de oración, introducir

nuevos símbolos y proceder con estilos variados de reunión. Con

la simplificación y la verbalización, la liturgia comunitaria, sin embargo,

se ha empobrecido.

Los miembros de las comunidades cristianas rechazan las celebraciones

masivas e impersonales, pero han comenzado a descubrir el

valor significativo de una liturgia compartida por varias comunidades

reunidas en gran asamblea. Se está en trance de recobrar lo festivo e

incluso lo solemne a través de un ceremonial más espléndido en signos,

vestiduras, gestos, instrumentos, corales, relatos y aclamaciones, con

significados liberadores.

La liturgia supone, de hecho, una comunidad. El fracaso de muchas

celebraciones es fracaso de comunidad. Sin exigencia comunitaria no

es posible sustentar una buena liturgia a largo plazo, ni tan siquiera

con un buen celebrante. O se forma una comunidad o la liturgia es

pura rutina de cumplimiento. Sólo existe celebración cuando el sujeto

de sustentación es grupal o comunitario. También podemos afirmar

que toda comunidad cristiana exige tener liturgia propia, de acuerdo

a su ser fraternal, a su proyecto evangelizador y a su profundización

en la fe. Todavía más, la reforma litúrgica se llevará cabo por vías

rigurosamente comunitarias o no prosperará.

Debemos reconocer, con todo, que la actual liturgia comunitaria,

salvo casos especiales, es casi exclusivamente eucarística. Hay síntomas

todavía balbucientes de renovación penitencial. El matrimonio

celebrado por dos miembros del grupo que se casan comunitariamente

(en estricto rigor «por la Iglesia») descubre la autenticidad de la boda

cristiana y denuncia indirectamente el falseamiento de tantos casamientos

en los templos, con fe escasa, compromiso superficial y significación

nupcial profunda casi nula. El bautismo, generalizado abusivamente

en los infantes, está muy lejos de ser lo que de hecho fue

en su origen: el sacramento del ingreso pleno en la comunidad. Bautizar

a los niños comunitariamente, sobre todo si son hijos de matrimonios

cristianos, es un paso pero no una solución. El infantilismo de algunas

parroquias -generosamente llamadas comunidades- tiene su origen

en el abuso bautismal y en la distorsión catecumenal. Pretender corregir

más tarde el primer abuso sacramental con la confirmación, es un

nuevo paso, creo que de corto alcance, en el proceso de la iniciación

comunitaria. La unción de enfermos, en determinadas circunstancias

comunitarias, podrá rescatarse con mucha paciencia del «in extremis»

en que ha caído. La ordenación sacerdotal, estructurada todavía para

un ministerio presbiteral sin apenas renovación profunda, está lejos

de ser el sacramento de la responsabilidad comunitaria.



636 Teología Práctica

1) Un ministerio corresponsable compartido

Finalmente, las comunidades cristianas han descubierto y aportado

un nuevo estilo ministerial a partir de su origen en la pastoral brasileña

de los sesenta. La escasez de sacerdotes fue la primera ocasión del acceso

de muchos laicos -hombres y mujeres- al ministerio de edificación de

la comunidad cristiana, sean líderes comunitarios o presidentes de asamblea.

Al mismo tiempo surgieron, también del laicado popular, evangelizadores

en sus propios ambientes, predicadores de la palabra de Dios,

catequistas de adultos, responsables de celebraciones y agentes cristianos

de promoción cultural o de liberación popular.

De hecho, las tomas han cambiado. A la verticalidad antigua,

aunque no tradicional, de los que mandan, enseñan y santifican (los

sacerdotes) sobre los que obedecen, aprenden y son santificados (los

laicos), ha sucedido en el plano comunitario una horizontalidad de

fraternidad de acuerdo al evangelio, según el cual sólo hay un Señor

o Maestro (que tiene magisterio) y muchos hermanos (que tienen

ministerio). De un lado la escasez de sacerdotes ha hecho crecer la

responsabilidad laical; de otro, el sacerdote sacral se ha transformado

en presbítero ministerial. Con todo, estamos todavía lejos de resolver

en la teología y en la práctica el contencioso ministerial entre el cura

y el seglar, el casado y el célibe, el hombre y la mujer.

Cuando se analizan los rasgos característicos que poseen los responsables

de la pastoral comunitaria, incluidos los presbíteros que han adecuado

su ministerio a las exigencias de la dinámica comunitaria de los

grupos de base, se observan unas coincidencias significativas, no sólo

porque se dan a la vez en diferentes ámbitos, sino porque se asemejan

a los acentos ministeriales de la tradición primera de la Iglesia: 1) son

ministerios estrechamente unidos a la comunidad cristiana en el seno de

una Iglesia particular, a saber, Iglesia en una zona culturalmente dada;

2) son ministerios que brotan, no de unos esquemas preconcebidos, sino

de unas necesidades reales frente a las cuales surge la llamada evangélica

y eclesial; 3) todos los ministerios renovados, por no decir nuevos, son

evangelizadores puesto que el nacimiento de la fe o su regeneración es

objetivo pastoral prioritario; 4) las personas que los detentan no necesitan

estudios largos y complejos sino ciertas cualidades, que se resumen en

la fe sólida de una persona equilibrada, mínimamente cultivada, con una

probada dedicación cristiana.

La comunidad cristiana nace con un nuevo modelo diferente del

parroquial tradicional, incluso cuando surge dentro de la parroquia.

Su estructura procede del objetivo o finalidad de la comunidad: verificar

grupalmente la fe en la praxis social y en la celebración litúrgica.

Así se crea una organización funcional, flexible, adaptada al proceso

Comunidad (Koinonia) 637

comunitario y a la realidad. Naturalmente, la estructura u organización

de un grupo no es neutral; está en relación con el proceso de decisiones

y toma de compromisos.

Para que la comunidad se inicie y crezca se necesitan ciertas normas

y tácticas. Es peligroso y falso creer que una comunidad de base no

necesita ninguna estructura u organización. Por consiguiente, es necesario

planificar los objetivos, según el ambiente y los medios; educarse

progresivamente en relación a las acciones; actuar de acuerdo

a unos compromisos acordados y revisar o evaluar.

De ordinario toda comunidad posee un consejo de responsables. Es

un pequeño equipo de personas representativas que asumen la responsabilidad

de coordinar la marcha de la comunidad. Los miembros de este

consejo han de ser personas mínimamente comprometidas, preparadas,

representativas y con sentido popular. De hecho, toda comunidad suele

tener un líder o presidente que coordina las iniciativas y responsabilidades.

Una comunidad sin cabeza es comunidad «descabezada» o «descabellada».

El líder simboliza el objetivo del grupo, ayuda a tomar decisiones,

transmite informaciones válidas y anima la marcha del grupo.

La actual comunidad cristiana está formada por un número más o

menos preciso de personas, entre diez y setenta; quizá es cuarenta el

número ideal. En todas hay algunos responsables, con papeles diferenciados

según sus cualidades personales y el consenso de la comunidad.

No hay distinción entre hombre y mujer, prevalece la edad joven (entre

los veinte y los cuarenta y cinco años), aceptan actitudes abiertas, no

adoptan formas organizativas rígidas y poseen un gran movilidad.

4. Modelos de comunidades cristianas

El fenómeno comunitario cristiano no es uniforme ni unitario. De

hecho, desde su nacimiento, se dan diversos modelos eclesiales, ya

que sus rasgos y objetivos son distintosl 8 • Hay coincidencias básicas,

pero los modos de realización e incluso de concepción son diferentes.

«La variedad de estas comunidades -afirma J. J. Tamayo- estriba

18. He tenido en cuenta cuatro estudios de comunidades todavía inéditos. Dos son

memorias de licenciatura: E. de la Hera, Las comunidades cristianas de Madrid. Estudio

sobre 20 comunidades, Madrid 1975; P. Jurío, Comunidades cristianas de Pamplona,

Madrid 1978. Los otros dos son tesis doctorales: J. Caldentey, Estudio sobre comunidades

cristianas de base en Barcelona y su significado para una renovación de la Iglesia, Münster

1975; L. E. Cardona, Las comunidades eclesiales de base en la Viceprovincia franciscana

de san Pablo apóstol en Colombia, Madrid 1988. Ver además otros trabajos complementarios:

J. Equiza, La Iglesia en Navarra: «Pastoral Misionera» 12 (1976/5) 467-499 (descripción

de diversos tipos de comunidades); A.R. Guimaraens, As comunidades ecclesiais

de base no Brasil, Petropolis 1877.



638 Teología Práctica

sobre todo en su proyecto eclesial y en su forma de entender y vivir

la relación con la sociedad» 19.

La misma expresión comunidad de base (cristianas o eclesiales

son o intentan serlo todas) une dos términos de compleja y profunda

significación. «Cuando se insiste más en la noción de comunidad

-afirma E. Dussel- es porque necesariamente se pone un enfoque

más ad intra eclesial» y «cuando se insiste, en cambio, en la noción

de base es porque se tiende a dar más importancia a la función ad

extra de la Iglesia»20. Esta diferencia de acentos ha sido puesta de

relieve por G. Paiement cuando distingue las comunidades cálidas,

en las que prevalecen las «comunicaciones interpersonales» (fraternidad,

llevarse bien, ayuda mutua, apoyo ocasional) de las críticas

(otros las llaman proféticas), en las que se advierte un cierto tipo de

compromiso temporal o político (preocupación por las estructuras,

acciones en determinados ambientes, teología popular, comunión crítica

con la Iglesia institucional). Características de las cálidas es, su

sensibilidad por la transcendencia; rasgo peculiar de las críticas es el

acento de compromiso liberador 21 .

Parecida distinción señala A. Acerbi en las comunidades europeas

y norteamericanas, al distinguir dentro de las mismas dos tendencias:

el anti-institucionalismo, es decir, la contestación evangélica y política

del funcionamiento de la Iglesia y de la sociedad; y el comunitarismo,

caracterizado por el énfasis de la expresión religiosa libre y personal,

independiente de la reglamentación oficial y del compromiso político

militante, junto al acento en las relaciones interpersonales y las actividades

intraeclesiales 22 • R. J. Kleiner distingue tres tipos de comunidades

cristianas: las comunidades de fe, centradas en el kerigma

bíblico; las eucarístico-sociales, con equilibrio entre la liturgia y el

compromiso, y las sociopolíticas, que acentúan la diaconía cristiana

o la crítica, desde perspectivas socialistas, respecto a la ideología

religiosa y la sociedad capitalista 23 .

En España se distinguen, asimismo, diversos modelos de comunidades:

populares, neocatecumenales y carismáticas, organizadas a

nivel estatal e incluso con expansiones o conexiones con colectivos

19. J. J. Tamayo, Comunidades de base, en CFP, 142.

20. E. Dussel, La «base» en la teología de la liberación: Conc 104 (1975) 80.

21. G. Paiement, Comunicación y conflictos en la comunidad de base: Conc 104

(1975) 122-131; id., Groupes libres et foi chrétienne. La signification actuelle de certains

modeles de communauté, Paris-Montreal 1972.

22. A. Acerbi, L'ecclesiologie ..., o. p., 253.

23. J. Kleiner, Basisgemeinden in der Kirche. Was sie arbeiten - wie sie wirken,

Graz 1976, 190-191.

Comunidad (Koinonia) 639

parecidos o iguales de otros paises 24 . Un documento de la Comisión

episcopal de pastoral española reconoce que en el mundo de las comuni~ades

se dan evidentes diversidades, aunque pueden distinguirse

colectIvos «como grandes familias que agrupan a las nacidas a impulsos

de una misma intuición pastoral»25. Recordemos que la exhortación

apostólica de Pablo VI Evangelii nuntiandi de 1975 alude

a div~r~os modelos, c~n desestima de las que «se reúnen con un espíritu

de cntIca amarga hacia una Iglesia que estigmatizan como institucional»,

adoptan una «actitud de censura y de rechazo hacia las manifestaciones

de la Iglesia», son «hostiles hacia la jerarquía» y «se

separan de la Iglesia»26. Entre nosotros se distinguen tres modelos de

comunidades con orientaciones divergentes: el popular, el neocatecumenal

y el carismático.

a) El modelo popular

1. Origen y evolución

El adjetivo popular proviene del campo cultural y político, en

contraposición a burgués. De este modo se calificaba a los movi­

~ientos ciudadanos que se originaron en las barriadas de las grandes

CIUdades, sobre todo en el último decenio franquista: asociaciones de

vecinos, amas de casa y otros colectivos. En los umbrales de la de­

~ocracia, el adjetivo popular fue utilizado incluso por partidos polítIcos

conservadores o de centroderecha.

En el origen de las comunidades cristianas populares 27 se indican

como factores desencadenantes la presencia de curas obreros en el

mundo del trabajo laboral, la encamación de religiosas y ex-religiosas

en barriadas, la aparición organizada del movimiento obrero, la situación

de marginación de algunos sectores de población, la militancia

de algunos cristianos en partidos de izquierda, la represión policíaca

y las contradicciones de la Iglesia oficial durante la dictadura, con

todo su lento proceso de distanciamient0 28 . Los primeros núcleos de

24. Cf. C. Floristá~, Modelos de comu~idades cristianas: SalT 67 (1979) 61-72 Y

145-154; Secretanado dIOcesano de catequesis de Madrid, Comunidades plurales en la

Iglesia, Madrid 1982; Nous Moviments: QPast 109 (1988).

25. Comisión Episcopal de Pastoral, Servicio pastoral de las pequeñas comunidades

cristianas, Madrid 1982, 6.

26. EN,58.

27. Cf. J. J. Tamayo, Comunidades cristianas populares, Salamanca 1981.

. 28. Cf. J. Domínguez, Organizaciones obreras cristianas en la oposición al franqUlsmo

(1939-1975), Bilbao 1985.



640 Teología Práctica

talante popular aparecen entre 1965 y 1968 en parroquias de barriada

donde la práctica religiosa era escasa. No podemos olvidar el inmenso

trabajo que realizaron hasta esos años los movimientos apostólicos.

En 1968 se organiza en Madrid la Federación de Asambleas Cristianas

(FAC) que promovió entre el 68 y el 70 varias reuniones «asamblearias».

En 1969 se celebra en Valencia clandestinamente la 1 Asamblea

de Comunidades Cristianas, y en Bilbao se dedica a este tema la

V Semana de Teología de la Universidad de Deusto. La Comissió de

Serveis de les Comunitats de Base aparece en Barcelona en 1970. En

el 71 se lleva a cabo la Asamblea-Conjunta, cuya preparación despertó

poco interés en los cristianos de talante popular, pero sí su celebración,

ponencias y conclusiones. Hay decaimiento entre 1971 y 1973 por la

situación política del «estado de excepción» casi continuo, el abandono

de curas y militantes en la lucha intraeclesial y los recelos que suscitan

estos grupos a la jerarquía.

En 1973 se organiza en España el movimiento Cristianos por el

socialismo, surgido en el Chile de Allende el año anterior 29 • Se tuvo

ese año el encuentro «de Avila» (en realidad fue en Cataluña) con

unos 200 participantes, muchos de los cuales militaban en parroquias

populares. También en el 73 se gesta la denominada Iglesia popular,

plasmada doctrinalmente en el documento «Bases comunes» de 1974.

El otoño de 1973 fue «caliente»; es la época de los encierros cristianos:'

Nunciatura y Seminario de Madrid. Es además el momento del Proceso

1.001 a Comisiones Obreras.

Con ocasión del año de la reconciliación anunciado por Pablo VI

se denominan estos grupos «comunidades de la reconciliación». Hay

una relación estrecha con los sectores populares y una participación

en las «mesas democráticas». Son tiempos de derechos humanos y

amnistía, cárcel de Zamora para curas, homilías multadas, clausura

precipitada de la Asamblea de Vallecas, etc. Después, en un nuevo

intento de síntesis, se llamaron Comunidades cristianas populares. La

sospecha de que servían de correa de transmisión de algunos partidos

políticos de izquierda (en concreto ORT) suscitó en su interior agudas

tensiones.

A partir de 1975 se coordina este movimiento a todos los niveles.

Se celebran tres primeros encuentros nacionales, todos en Madrid:

marzo de 1976 (el 1), noviembre de 1976 (el II) y mayo de 1978 (el

I1I); después han tenido lugar los de Valladolid en 1979 (el IV y V),

Alicante en 1982 (el VI), Barcelona en 1984 (el VII), Zaragoza en

1986 (el VIII), Valencia en 1988 (el IX) y Madrid en 1990 (el X).

29. Cf. A. Fierro - R. Mate, Cristianos por el socialismo, Estella 1975; P. Richard,

Cristianos por el socialismo, Salamanca 1976.

Comunidad (Koinonia) 641

Entre 1976 Y 1990 se han celebrado en Andalucía varias semanas de

teología y liberación. Después del cambio democrático se conexionan

diversos movimientos comunitarios existentes ya en todo el estado

español. Se comienza a editar el boletín «Comunidades Cristianas

Populares», que desaparece unos años más tarde, con un nuevo momento

de decaimiento popular comunitario. En 1984 se suscita una

renovación con la convocatoria del colectivo Iglesia de base de Madrid,

que celebra una primera asamblea constituyente en 1986, cuyos

resultados se plasman en un documento que describe los rasgos característicos

y la forma de organización de este colectivo, constituido

por unos 50 movimientos y comunidades. Los congresos de teología,

promovidos por la Asociación de Teólogos «Juan XXIII» en colaboración

con comunidades y grupos de base, a partir de 1981 -el

undécimo se celebra en 1991- han servido de gran ayuda al pensamiento

y acción pastoral de la Iglesia de base 30 • Las comunidades de

base europeas han celebrado cuatro encuentros, en Amsterdam (1983),

Turín (1985), Bilbao (1987) y París (1991).

En resumen, el ideario del modelo popular está contenido fundamentalmente

en las «nuevas bases» redactadas en 1980 31 • Este modelo

cristaliza en 1973 con el fenómeno de la denominada Iglesia popular

en sintonía con Cristianos por el socialismo y desemboca más tarde

en Comunidades cristianas populares 33 • En Madrid se presenta este

tipo de comunidad en la I Asamblea de Cristianos de Base celebrada

a finales de mayo de 1986.

2. Rasgos

Su rasgo principal es el de autodenominarse Iglesia en la base o

«del pueblo y para el pueblo». Se centra en la eclesiología de la

comunión, de la fraternidad, del pueblo de Dios, con un fuerte acento

desde la cristología del Jesús histórico y de su causa del reino de Dios.

En estas comunidades el sacerdote es un «ldco ordenado», los responsables

se eligen democráticamente según sus carismas, se respira

un ambiente evangélico y secular, hay recelo a lo institucional jerárquico,

predomina lo espontáneo y experimental, se acepta la opción

30. Han sido publicados los siete primeros por la revista «Misión Abierta» en el

último número de cada año, entre 1981 y 1987. A partir del noveno (1988) por «Evangelio

y liberación».

3l. Cf. este documento en la revista «Comunidades Cristianas Populares» 26-27

(1980) 7-1l.

32. ef. J. J. Tamayo, Comunidades cristianas populares. Ensayo de teología narrativa,

Madrid 1981.



642 Teología Práctica

por los pobres como opción derivada de la fe, se celebra la liturgia

con gran simplicidad y se pretende orientar la misión de la Iglesia en

la esfera de los servicios a la sociedad a través, sobre todo, del compromiso

político y social.

Este modelo pastoral comunitario opta por el pueblo, la defensa

del pobre y marginado, la lectura del evangelio en las exigencias de

la justicia, la teología de la liberación, el catecumenado forjador de

conciencias creyentes críticas y la celebración como asamblea cristiana

popular. El acento está puesto más en la «base» que en la «comunidad»,

en el pueblo entendido como «clase social» que como nación. Se trata,

por supuesto, de crear una comunidad, pero no en la línea de un grupo

de amistad, sino en el sentido de un grupo de acción, tarea o compromiso.

No se pretende crear un grupo porque la comunidad es algo

excelente (que lo es), sino porque la situación injusta debe ser transformada

para que la sociedad se asemeje al reino de Dios. Se piensa

que la comunidad se justifica por la misión, no por el estar juntos

afectivamente. Dicho de otro modo: la comunidad no es aproximación

de amigos, sino grupo de hermanos que se hacen prójimos del desvalido.

Estas comunidades no desean ser Iglesia paralela, sino Iglesia local

«en comunión crítico-dialéctica con la Iglesia oficial». Al entender

que hacen Iglesia de otro modo, viven una «solidaridad conflictiva»

con la jerarquía o, mejor dicho, «con ciertos sectores de la clase

dominante» .

La liturgia de estas comunidades es de tipo «asambleario»; usan

con libertad el ritual; hay diálogo, información y tomas de decisión.

Se utilizan a veces nuevos símbolos o se usan los antiguos cargados

de nueva significación. Va ganando el sentido de la fiesta o se añade

al del compromiso. Sigue siendo su celebración liturgia politizada.

Escasea la oración personal.

3. Riesgos

El principal riesgo es el de la reducción política del Reino; el

evangelio se convierte sólo en fuerza de liberación humana, a través

de una lectura simplificada «materialista». Así se puede llegar a una

nueva ideologización de la fe. También cabe la tentación del olvido

del don gratuito de la fe y de la oración. Puede caerse asimismo en

un cierto sectarismo a causa de la radicalización política o de una

visión cerrada y estrecha de la tradición. Al acentuar sobremanera el

«hoy», no se tiene en cuenta a veces la totalidad de la historia. Puede

llegarse a no admitir otras mediaciones que las políticas. Hay que

Comunidad (Koinonia) 643

afirmar, con toda justicia, que el cambio político ocurrido en España

ha equilibrado la conciencia cristiana de estas comunidades en lo social

y político.

Al no poseer un plan concreto catecumenal se cae fácilmente en

la dispersión de los temas. Se tiene la impresión de que se improvisa

demasiado o de que se dan vueltas interminables a unas mismas cuestiones.

La Biblia es a veces leída parcial y selectivamente, con atenciones

excesivas al éxodo, profetismo, bienaventuranzas y proceso de

Jesús. Otro tanto ocurre con la preparación, ejecución y revisión de

ciertas acciones o documentos públicos. Recientemente se advierten

deseos de globalizar mejor lo cristiano, recuperar sin crispaciones el

difícil diálogo eclesial, aceptar con realismo y sensatez el compromiso

político sin transplantar la radicalidad evangélica a la acción política

y rescatar espacios de oración adecuada.

b) El modelo neocatecumenal

1. Origen y evolución

La primera comunidad del «camino neocatecumenal» surgió por

primera vez en la parroquia de los Sagrados Corazones del barrio

madrileño de Argüelles hacia 1966 ó 1967. Sus miembros procedían

de cursillos de cristiandad y de movimientos matrimoniales de la clase

media. Kiko Argüello, fundador de este movimiento, había vivido

antes en Palomeras Altas (suburbio de Vallecas, Madrid), sin lograr

hacer ahí comunidad; consiguió algunas captaciones. Pronto se le sumó

en el trabajo Carmen Hernández.

La comunidades neocatecumenales 33 comenzaron a propagarse en

las diócesis españolas, después en Roma y posteriormente en otros

33. Cf. K. Argüello, El neocatecumenado. Una experiencia actual de evangelización

y catequesis para esta generación. Síntesis de sus líneas de fondo, Roma 1976 (pro

manuseripto); id .. Le comunita neocatecumenali: RVSp 29 (1975) 191-200; id., II neocatecumenato.

Una esperienza di evangelizzazione in atto. Sintesi delle sue linee di fondo:

RVSp 31 (1977) 84-101; id., Convivencias de los párrocos de las comunidades neocatecumenales

con vistas al Sínodo sobre «Catequesis en nuestro tiempo», Roma 10-13

enero 1977 (pro manuseripto); R. Blázquez, Las comunidades neocatecumenales. Discernimiento

teológico, Bilbao 1988; L. Delia Torre, El neocatecumenado: Com 32 (1977)

58-88; C. Elorriaga, El camino neocatecumenal dentro de la iniciación cristiana de adultos:

«Comunidades» 14 (1986) 199-208; L. Engel, Der Neokatechumenat: LJ 29 (1979/3) 180-

185; J. Higueras, Comunidades neocatecumenales en la parroquia de S. Pedro el Real

(<<La Paloma») de Madrid, en Evangelización y hombre de hoy. Congreso, Madrid 1986,

325-330; J. Martrat, Les comunitats neocatecumenals: QPast 109 (1988) 21-29; E. Rucandio,

Una comunidad cristiana en la parroquia de Cristo Rey, de Argüelles, de Madrid,

en El sacramento del Espíritu. La confirmación en la Iglesia de hoy, Madrid 1976, 361-

366; G. Zevini, Experiencias de iniciación cristiana de adultos en las comunidades neocatecumenales:

Cone 142 (1979) 240-248.



644 Teología Práctica

países. Según datos de 1988 hay en los cinco continentes unas cinco

o seis mil comunidades difundidas en 80 países, entre unas 2.500

parroquias. Tuvieron una audiencia con Pablo VI el 8 de. mayo de

1974. Presentaron al Papa un informe sobre estas comumdades en

mayo de 1984. K. Argüello intervino en la Congrega~ión para la

evangelización de los pueblos en abril de 1983. Postenorme~te fue

miembro del sínodo de laicos de 1987. Juan Pablo 11 ha aludIdo en

algunas ocasiones a las comunidades neocatecumenales 34 •

2. Rasgos

Característica principal de estas comunidades es el denominado

neocatecumenado, concebido como pastoral de evangelización y de

catequesis para alejados y espacio para revivir la fe cristiana y el

bautismo en seis etapas, de unos ocho o diez años de duración. Las

comunidades neocatecumenales se sitúan entre los «movimientos neoconservadores»

que se manifestaron con especial fuerza en el sínodo

de laicos de 1987. Coincide el «camino neocatecumenal» con los

colectivos comunitarios que enfatizan la comunicación interpersonal

cálida y festiva, como reacción a las asambleas masivas, impersonales

y aburridas. Acentúan la fraternidad, la ayuda mutua, la conversión

personal. La comunidad es básicamente un ámbito para orar y expresar

la fe, alimentada por la escucha de la palabra y el testimonio personal.

Su eclesiología se basa en la fuerza del Espíritu. Poseen una mística

propia, contagiosa, entusiástica, que proviene de la palabra de Dios

aceptada como don gratuito, salvador y alegre. Despliegan su tarea

fundamental en forma de celebración a través de reuniones adecuadas

y en grupos de reflexión bíblica. Lo que importa es la educación de

la fe a partir de una mística o espiritualidad, sin demasiadas preocupaciones

dogmáticas o morales. De ordinario están visiblemente alejadas

del «compromiso político». No les preocupa el cambio de e~tructuras'

todo reside en la transformación personal. Viven una IgleSIa

«hacia d~ntro». En realidad, el compromiso social lo toma cada miembro

según las exigencias de su conversión.

La intención expresa de estas comunidades es «vivir la Iglesia» a

partir de una predicación pascual eminentemente kerigmática (o bíblica),

basada en la resurrección de Jesús. El anuncio del mensaje lo realizan

los «apóstoles itinerantes» (de ordinario, un presbítero y dos laicos) en

los ambientes parroquiales, para poner en marcha comunidades de unas

cuarenta personas, mediante un «camino posbautismal de conversión».

34. Cf. Centro Neocatecumenal, El neocatecumenado en los discursos de Pablo VI

y Juan Pablo /l, Madrid 1986.

3. Riesgos

Comunidad (Koinonia) 645

Junto a logros, sin duda evidentes, como es el énfasis en la Biblia

y liturgia, responsabilidad laical, conversión personal y generosidad

de cada uno sin moralismos estrechos, adolecen estas comunidades de

cierto repliegue eclesial sobre sí mismas, de escasas perspectivas sociales

y políticas, de depender rígidamente de un modelo que se repite

en todas partes invariablemente y de centrar casi exclusivamente el

campo de su evangelización en el recinto parroquial. Su catecumenado

es a todas luces excesivamente largo (nunca duró más de cuatro años),

con tendencias arqueológicas (imitación del catecumenado de Hipólito;

la cena pascual con cordero, etc.).

Al enfatizar tanto el don de la fe y la actitud de la escucha, el

creyente y convertido puede acentuar la pasividad con todas las secuelas

del subjetivismo e intimismo. La palabra de Dios es absolutizada

al modo barthiano. Además, Dios habla casi sólo por la Biblia, no

por los signos de los tiempos ni por los acontecimientos, que apenas

tienen relieve.

Se vislumbra en ellas un cierto antirracionalismo religioso a causa

del dualismo razón-sentimiento. Parece como si la reflexión fuese un

ídolo. En la comunidad no hay discusión ni crítica de ningún tipo, ya

sea de dentro o de fuera. Sólo el eco de la palabra. Al faltar el sentido

crítico se cae en el conformismo estructural.

c) El modelo carismático

1. Origen y evolución

Otro movimiento comunitario de cuño estrictamente «espiritual»

es el correspondiente a la renovación carismática o renovación en

el Espíritu 35 • Surge hacia 1966 en las universidades norteamericanas

de Duquesne (Pittsburgh, Michigan) y de Notre Dame (South Bend,

Indiana) por iniciativa de cuatro profesores. Ambas universidades

35. Cf. P. Fernández, La renovación carismática. Documentación, Salamanca 1978,

con abundante bibliografía; T. 1. Jiménez Urresti, Carisma e institución en la renovación

carismática, Barcelona 1979; R. Laurentin, Pentecostalismo católico. Riesgos y futuro,

Madrid 1976; A. Uribe, El actual pentecostés del Espíritu Santo, Bogotá 1976; El movimiento

carismático, Estella 1977 (traducción del n. 125 de «Lumiere et Vie»); W. J.

Bollenweger, El pentecostalismo: historia y doctrina, Buenos Aires 1976; E. D. O'Connor,

La renovación carismática en la Iglesia Católica, México 1973; K.-D. Ranaghan, Pentecostales

católicos, Plainfield, New Jersey 1971; W. Smet, Yo hago un mundo nuevo,

Barcelona 1975.



646 Teología Práctica

están dirigidas por los Padres del Espíritu santo. La actividad carismática

se extiende en 1967 a unos treinta estudiantes universitarios.

En la universidad de Notre Dame se celebra del 8 al 9 de

abril la primera asamblea carismática católica. Se habló entonces

de un «movimiento pentecostal» dentro de la Iglesia católica, por

comparación al movimiento pentecostal que se daba entre los protestantes

desde comienzos de este siglo - el «Holiness Movement»

- y que se había renovado en la década de los años cincuenta

y sesenta mediante el llamado «neo-pentecostalismo» o movimiento

carismático luterano y presbiteran0 36 • La renovación carismática

católica fue aprobada por la jerarquía norteamericana en 1969. En

1970 había en Estados Unidos unos 10.000 pentecostales católicos.

Tuvieron un congreso internacional en Grottaferrata, cerca de

Roma. Desde entonces el cardenal Suenens apoyó el movimient0 37 •

En ese año la Conferencia episcopal norteamericana recomendó a

sus sacerdotes participación activa. En Pentecostés de 1975, en otro

congreso internacional, Pablo VI hizo una especie de reconocimiento

oficial. Juan Pablo 11 hizo otro tanto el 15 de mayo de 1987,

al reconocer ante unos mil delegados de la renovación católica

mundial «el vigor y la fecundidad» de este movimiento. Se calculan

en unos cincuenta millones los miembros de la renovación carismática

en el mundo. Sólo en Estados Unidos hay más de 1.100

grupos con unos 200.000 miembros. A partir de 1971 se extendió

este movimiento por todo el mundo.

Los primeros carismáticos en España aparecen en 1973 (Madrid,

Barcelona y Tolosa). Posteriormente se extienden a Bilbao (1974),

Granada (1975) y Sevilla (1976). Hoy están extendidos prácticamente

por todas las diócesis de nuestro país. La primera asamblea

nacional española se celebró en Madrid los días 2 y 3 de julio de

1977, con 1.600 participantes, que representaban a unos 70 grupoS

de toda España. Han celebrado posteriormente diversas asambleas.

2. Rasgos

Más que un movimiento organizado, el pentecostalismo católico

es una renovación de la vida bautismal a partir de una «inspiración»

y una «experiencia». No protestan -dicen- ni están en contra de

nada sino que se hallan a favor de la vida en el Espíritu. Norma Y

36. El pentecostalismo clásico, nacido entre los metodistas en Topeka (Kansas), tuVO

desde sus comienzos dos rasgos propios: el rechazo institucional y la interpretación conservadora

de la Biblia o «fundamentalismo».

37. Cf. L. J. Suenens, ¿Un nuevo Pentecostés?, Bilbao 1975.

Comunidad (Koinonia) 647

fundamento de estas comunidades o asambleas de oración es la experiencia

del Espíritu que se realiza con el bautismo de dicho don,

con el que se reciben tres carismas o frutos: el don de lenguas, el de

profecía y el de sanación. Los carismáticos consideran al «bautismo

con Espíritu» o a la «efusión del Espíritu» unión con Cristo, experimentada

como don, con frutos duraderos en forma de carisma. Se

acentúa la intervención amorosa de Dios mediante su gracia, saboreada

en el gozo del Espíritu y hecha presente en la transformación del

hombre.

Aunque este movimiento no provoca directamente una huida o una

ruptura con el mundo, tampoco se adapta a la realidad social, ya que

su expresión y testimonio tienen poco que ver con los signos de los

tiempos. Les preocupa la experiencia de la fe de un modo vivencial,

testimonial y directo, sin apenas mediaciones y raciocinios. Las comunidades

carismáticas son , en realidad, asambleas de oración contagiosa

y espontánea, rítmica y sencilla.

La facilidad con la que se forman los grupos carismáticos y el

influjo que poseen los líderes sobre la asamblea dificultan la caracterización

de un cierto tipo de admisión o inserción. De hecho se

ingresa en la renovación con facilidad, dada la solidaridad espiritual

y la fraternidad personal que hay entre los «hermanos».

3. Riesgos

Se ha hecho notar que en muchos casos la conversión a la renovación

carismática significa la pérdida de inserción en movimientos

sociales de liberación. Lo que al pentecostalle importa es

la persona y la experiencia carismática. Se da una huida hacia lo

religioso en detrimento de la presencia activa en el mundo. Se

explica esto por el juicio negativo de la realidad social que hacen

muchos carismáticos: es un mundo de pecado puesto de relieve en

el alcoholismo, la prostitución, el juego prohibido, las drogas, la

delincuencia, etc. Todos estos pecados son fruto de la «acción demoníaca»,

a la que solo es posible enfrentarse con la «acción divina».

La generosidad en la entrega de muchos pentecostales es

admirable, precisamente con gentes que viven la marginación y la

pobreza. Pero en última instancia lo que preocupa es el desarrollo

y crecimiento del propio grupo religioso, no el cambio de la realidad

social; de ahí cierta proclividad al proselitismo a base de mensaje,

testimonio y uso de dones milagrosos.



648 Teología Práctica

Conclusión

El concepto de comunidad se utiliza hoy profusamente por su

"ureola de prestigio. Cualquier grupo de cristianos se denomina sin

más comunidad, sin que en muchas ocasiones posea un riguroso estatuto

comunitario. Recordemos, como conclusión, que una comunidad

cristiana vive con seriedad una vida fraternal, es porción de la

Iglesia local, lleva consigo una profundización en la fe, verifica el

compromiso con el mundo en una actitud evangélica y evangelizadora,

celebra asiduamente una liturgia viva y comparte una responsabilidad

ministerial. Es además el polo central de la acción pastoral de acuerdo

con la mejor tradición de la Iglesia.

Comunidad (Koinonia) 649

y grup~ político: PastMis 10 (1974/4); Comunidades de base: Conc 104 (1975)'

Comumdades de base, su vida y su teoría: SalT 63 (1975/4)' La .'

de base en la 1 1 '. P , s comumdades

1 . . g eSIa.. MV 62 (1976); Las comunidades cristianas: Ser 65-66

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d 1

.. , s comum a es de base'

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del número 99 de LumVie), Madrid 21973; Comunidad cristiana de base



V. SERVICIO (DIAKONIA)



33

LA DIACONIA CRISTIANA

Una de las cumbres de la revelación es la confirmación de que

Dios es amor y que la vida de los hombres entre sí y con Dios debe

estar presidida por la caridad. Precisamente el cristianismo ha sido

más genuino cuando le ha caracterizado la caridad. El Vaticano 11, en

diálogo y comunión con «los gozos y las esperanza, las tristezas y las

angustias de los hombres de nuestro tiempo» (OS 1), se propuso como

objetivo principal, entre otros, el de ofrecer «al género humano la

sincera colaboración de la Iglesia para lograr la fraternidad universal»

(OS 3). Por eso, después de analizar la situación del hombre en el

mundo de hoy (OS 4-10), el Concilio afirma que existen tantas dificultades

como posibilidades en orden a los factores humanos que

inciden en la vida religiosa, y, por consiguiente, en la edificación de

un verdadero sentido cristiano caritativo y fraterno 1 • Sólo de este modo

la Iglesia seguirá a Cristo, «quien vino al mundo -nos recuerda el

Concilio- para dar testimonio de la verdad, para salvar y no para

juzgar, para servir y no para ser servido» (OS 3).

1. Significado del término diaconía

El término griego diakonía significa serVICIO o ayuda de unas

personas a otras; de ahí que habitualmente se traduzca por «servicio»

o «ministerio». Originalmente, diácono era el que servía la mesa,

función del criado o del esclavo, no del hombre libre. Recordemos

que entre los griegos el servicio era menester de las clases sociales

1. Tengo en cuenta mis trabajos La Iglesia, comunidad de caridad, en Teo1AP, cap.

30, 468-477 Y L'amour fraternel dans I'Eglise, en Assemblées du Seigneur, Bruxelles

1967, n. 38, 62-75.



654 Teología Práctica

humildes; por este motivo estaba desprestigiado. Naturalmente, servir

sin libertad no es diaconía sino esclavitud (douleia). La diaconía es

servicio de libre elección 2 •

Hoy usamos la palabra servicio de un modo particular en dos

campos diferentes: el doméstico y el militar. En ambos casos hay una

dependencia de unas personas respecto de unos señores o de unos

ideales patrióticos, con una reducción de la libertad de los servidores.

En un sentido amplio, «con la palabra servicio y sus derivados se

designa una actividad impuesta por una persona a otra (esclavo o

voluntario), cuyo provecho o utilidad redunda total o predominantemente

en beneficio de la persona o cosa a la que se sirve»3. Precisamente

cuando el servicio es obligatorio y su cumplimiento disminuye

notablemente la libertad de quien lo lleva a cabo, es rechazado. En la

sociedad moderna a nadie le gusta servir ya que entraña subordinación,

humillación y sacrificio.

A sabiendas de su significado negativo en el mundo griego, el NT

utiliza el verbo griego diakoneo (servir) para expresar la actitud radical

de Cristo y de los cristianos. El servicio a Dios y a los hermanos es

la mejor prueba del amor. Jesús está «como quien sirve» (Lc 22,27),

ya que «no ha venido a que le sirvan sino a servir» (Mt 20,28). Incluso

se da la total paradoja de que el primero es «quien sirve» (Lc 22,26),

no quien es servido. Al comparar el binomio grande -servidor con

el de primero- esclavo, E. Schüssler Fiorenza ve un contraste entre

las estructuras de dominación y el «discipulado de iguales», para

concluir que aquellas estructuras no deben tolerarse en la comunidad

fraterna 4 •

2. La Iglesia, comunidad de servicio

En la Iglesia primitiva, la «fracción del pan» en las casas y el

socorro a los pobres exigieron un servicio especial de solidaridad, raíz

y fundamento de la diaconía cristianas. Pero también se empleó el

término diaconía como función de asistencia dentro de la comunidad

con un sentido religioso (Hech 6,1.4; 12,25; 20,24; 21,19). Por ejemplo,

los predicadores y misioneros ejercían un servicio importante

cristiano, siempre en relación a la estricta diaconía, sin la cual no

podía haber testimonio de fe.

2. Cf. H. W. Beyer, Diakoneo y Diakonia, en ThWNT n, 81-92.

3. K. Hess, Sen1icio, en DTNT, IV, 212.

4. Cf. E. Schüssler Fiorenza, «Servir a la mesa». Reflexión feminista sobre la «diakonia»:

Conc 218 (1988) 121-122.

5. Cf. mi trabajo Diaconía, en DAbPast 152-153.

Servicio (Diakonia) 655

La diaconía fue para la Iglesia primitiva un servicio tan esencial

como el de la predicación del evangelio. Según Tertuliano, la reacción

de admiración de los paganos respecto de los cristianos obedecía al

ejercicio efectivo diaconal, que se traducía en la ayuda y entrega de

dinero para sustento de pobres, huérfanos, desterrados, encarcelados

y víctimas del infortunio. «Esta iniciativa social y el amor al prójimo

al que la moral y la religión daban carácter vinculante -escribe N.

Brox- no existía en el mundo de aquella época»6.

Diaconía es la misión de la Iglesia en el horizonte del reino de

Dios, como seguimiento de Cristo a partir del evangelio, que es llegada

de Dios y liberación del hombre, es decir, buena noticia para los

pobres. La Iglesia del Vaticano 11 se autoproclamó «servidora del

mundo», como asimismo lo hicieron en Uppsala el Consejo Mundial

de las Iglesias y el CELAM en Medellín en 1968 y el Sínodo de

Obispos en 1971. «La Iglesia -escribió D. Bonhoffer- es Iglesia

sólo cuando existe para los demás», es decir, pobres, marginados,

increyentes, pecadores y extranjeros. «La finalidad de la Iglesia -escribe

O. Fuchs- es vivir para esos otros: procurarles posibilidades y

calidad de vida a través de encuentros y comunidades que les apoyen

y liberen, así como a través de estructuras sociales dignas del hombre

y de relaciones económicas justas»7. «Sin diaconía -escribe N.

Mette- no hay comunidad en el seguimiento de Jesús, sino, a lo

sumo, parroquias para las que la referencia a la múltiple actividad

caritativa de la Iglesia y a su ayuda económica se convierte con demasiada

facilidad en excusa para su autosuficiencia piadosa» 8 • La

diaconía cristiana intenta superar las necesidades humanas, aún las

más desesperadas, e intenta eliminar todas las barreras de un mundo,

cuyos pilares fundamentales se llaman justicia económica, solidaridad

social, libertad política, tolerancia de ideas y humanitarism0 9 •

El Vaticano 11 propuso para la Iglesia el tránsito de la categoría

jurídica de dominio a la evangélica de servicio y al acabar el Concilio

lo expresó con nitidez Pablo VI: «La Iglesia se ha declarado casi la

sirvienta de la humanidad precisamente en el momento en que tanto

su magisterio eclesiástico como su gobierno pastoral han adquirido

mayor esplendor y vigor debido a la solemnidad conciliar: la idea de

servicio ha ocupado un puesto central» 10 •

6. N. Brox, «Hacer de la tierra el cielo». Diaconía en la Iglesia primitiva: Conc

218 (1988) 54.

7. O. Fuchs, Iglesia para los demás: Conc 218 (1988) 63.

8. N. Mette, Solidaridad con los más pequeños. Comunidad y servicio: Conc 218

(1988) 107.

9. Cf. A. Adedeji, Posibilidad de un mundo humano en un mundo dividido: Conc

218 (1988) 15-29.

10. Pablo VI, homilía del 7 de diciembre: Ecc1 (11.12.1965).



656 Teología Práctica

3. La diaconía, servicio fundamental de los pobres

a) La opción por los pobres

Desde su más remota antigüedad, la diaconía cristiana tiene unos

sujetos privilegiados que son los pobres y marginados, porque son

«herederos del reino» (Mt 5,3) Y «hermanos» del Hijo del hombre que

juzgará al mundo (Mt 25). La expresión «anunciar la buena noticia a

los pobres» procede de Isaías (61,1); se encuentra dos veces en el NT

y las dos en Lucas (4,18 y 7,22 con el par. Mt 11,5). Recordemos

que en el evangelio se habla más de pobres que de pobreza y que los

pobres son los necesitados que requieren ayuda por su indigencia

económica; por esa misma razón son los destinatarios de la buena

nueva. Dicho de otra manera, el evangelio es para los pobres buena

noticia porque proclama la liberación, ya que para los creyentes conocer

a Dios es practicar la justicia (Jer 22,16). En realidad todo el

ministerio de Jesús fue buena noticia para los pobres.

Según los Hechos, el ideal de la Iglesia naciente no es la pobreza

sino la caridad fraterna, que se traduce en compartir lo que uno tiene y

lo que uno es en la comunión total basada en Cristo. La pobreza es un

mal a combatir, aunque paradójicamente es una virtud en cuanto equivale

a carencia de bienes como apertura hacia Dios, desprendimiento de lo

que se tiene en función de la fraternidad y signo de opción por los pobres.

La espiritualidad de la pobreza no debe ser entendida como sustitución

de una materialidad sino como su coronación; equivale a no guardar para

sí lo que puede ser para los demás, estar al servicio de los más necesitados

y luchar por la justicia social para que no haya pobres ni pobreza ll.

El NT es categórico al afirmar que sólo los pobres son de hecho

evangelizados (Le 4,18 Y Mt 5,3), sencillamente porque no tienen

salud o salvación. Es injusta la desigualdad de los hombres; Dios

quiere la igualdad de todos. Por esta razón, la pobreza no es permisión

o castigo de Dios, sino condición humana, y casi siempre abuso de

ricos. La afirmación de que también los ricos son pobres es peligrosamente

ambigua, ya que hacemos de la pobreza, que tiene múltiples

manifestaciones, un concepto unívoco. Efectivamente, hay pobrezas

económicas, culturales, psíquicas y afectivas, pero el pobre a secas

es el oprimido, el denigrado, el último de la escala social, el que

pertenece a las clases sociales llamadas bajas. La capacidad del pobre

es reducida y sus condiciones sociales mediocres. En el fondo nadie

quiere ser pobre como sinónimo de miserable. Pero Dios ama a los

pobres precisamente porque son miserables, porque su condición in-

11. Cf. 1. Ellacuría, Pobres, en CFP, 786-802.

Servicio (Diakonia) 657

justa revela una ausencia de justicia. Por otra parte, pobre es quien

ti~ne necesidad de otro o de otros, ya que es incapaz de vivir por sí

1lllsmo. En este sentido, pobre de Yahvé es quien echa mano de Dios

liberador pleno y definitivo de la miseria a través de los suyos. '

Hay pobrezas no evangelizables; quizá una de ellas sea la pobreza

de corazón o dureza que tienen los ricos, satisfechos y orgullosos.

Para que la pobreza sea evangelizable o para que los pobres reconozcan

la buena nueva es necesario que se desee el evangelio como razón

definitiva o que se acepte a Dios como riqueza suprema. Evidentemente,

las riquezas son obstáculos del evangelio en cuanto impiden

un reparto o significan una desigualdad. El rico no necesita de Dios

porque se considera dios o porque hace ídolo a mammón. Bíblicamente,

el ho~bre genuino o anti-rico es el que acepta o elige ser pobre, en

el sentIdo de ser y estar a favor de los pobres, lo que equivale a ser

justo. Para que el hombre acepte eficazmente el evangelio, debe tener

conciencia de sí mismo, de los otros y del mundo, lo que equivale a

ser capaz de opciones, relaciones y compromisos. Exige asimismo

que el hombre no sea un subhumano, es decir, que sus condiciones

personales, familiares y sociales superen unos mínimos vitales.

Según indica Puebla (1979), la Conferencia de Medellín hizo en

1968 «una clara y profética opción preferencial y solidaria por los

pobres» (Pueb 1134). En realidad, la expresión «opción por los pobres»

fue acuñada por los teólogos de la liberación a partir de 1970, se

generalizó hacia 1973 y la sancionó Puebla en un importante capítulo,

denominado precisamente «opción preferencial por los pobres»12. Por

pobres entiende Puebla, en sintonía con Medellín, «los que carecen

de los más elementales bienes materiales en contraste con la acumulación

de riquezas en manos de una minoría, frecuentemente a costa

de la pobreza de muchos. Los pobres no sólo carecen de bienes materiales,

sino también, en el plano de la dignidad humana, carecen de

una plena participación social y política» (Pueb 1134, nota 2). La

opción por los pobres, considerada por L. Boff como «necesaria revolución

copernicana en el seno de la Iglesia», tiene una significación

política, ética y teológica a partir de la fe y de una correcta interpre­

~ación del pobre y de la pobreza. En este sentido, optan los creyentes

mdividual y comunitariamente con un compromiso liberador y salvador

que exige identificación con el destino y la causa de los pobres y

marginados como realidad colectiva y conflictiva.

El añadido de «preferencial» significa que «esa opción no puede ser

exclusivamente por los pobres, es decir, cerrada a los no pobres »13. La

12. Cf. J. Lois, Teología de la liberación. Opción por los pobres, Madrid 1986,

194 Y 136, nota 112.

13. J. Pixley - C. Boff, Opción por los pobres, Madrid 1986, 152.



658 Teología Práctica

opción preferencial se traduce también en términos de «solidaridad» y,

por supuesto, posee una dimensión «profética». Opción preferencial no

excluyente «quiere decir -escribe J. Sobrino- que nadie debe sentirse

excluido de una Iglesia con esa opción, pero que nadie puede pretender

ser incluido en la Iglesia sin esa opción»l4.

«La opción por los pobres -escribe P. Richard- no significa un

proceso exclusivamente pastoral, de extensión de la Iglesia a un nuevo

campo de evangelización, sino que significa fundamentalmente un

proceso interno de cambio radical y de conversión profunda de la

Iglesia como totalidad. La opción por los pobres no es para la Iglesia

una opción accidental, preferencial o privilegiada, sino una opción

constitutiva, estructural y esencial»l5. Según Juan Pablo 11, la opción

por los pobres es una «forma especial de primacía en el ejercicio de

la caridad cristiana». J. Pixley y C. Boff afirman que esta opción

«consiste en la dimensión social de la caridad o en el carácter político

del amor evangélico»l6.

b) Bienes en común y comunicación cristiana de bienes

Cuando se leen los tres sumarios que aportan los Hechos (2,42-

47; 4,32-35 Y 5,12-16) se observa la importancia que daban los

creyentes a los bienes en común. En estos pasajes se dice que los

primeros cristianos «todo lo poseían en común», para lo cual «lo

repartían entre todos según la necesidad de cada uno», de tal modo

que «entre ellos no había ningún necesitado». La comunicación de

bienes era total. No se trataba de ser pobres sino de que no los

hubiera l7 •

Ciertas filosofías griegas anteriores al cristianismo habían hablado

de un cierto comunismo integral que se daría al final de los

tiempos, cuando desapareciese la propiedad privada, ausente al principio

de la humanidad. Los primeros cristianos intentaron llevar a

cabo, a rajatabla, la comunidad de vida. Naturalmente no pretendieron

cumplir el ideal griego -que quizá no conocían- sino verificar

las promesas de Dios de acuerdo a las exigencias del reino:

todos somos iguales, hermanos, hijos de Dios. Este es el fundamento

14. J. Sobrino, Puebla: serena afirmación de Medellín. Cristología, Bogotá 1979,

38.

15. P. Richard, La Iglesia Latino-americana entre el temor y la esperanza. Apuntes

teológicos para la década de los años 80, San José de Costa Rica 1980, 100. Ver tambiém

A. Torres Queiruga, Opción por los pobres: la justicia del Dios cristiano, Madrid 1988.

16. J. Pix1ey - C. Boff. Opción por los pobres, o. c., 137.

17. Cf. J. Lach, Katechese über die Kirche van Jerusalem in der Apostelgeschichte

(2,42-47; 4,32-35; 5,12-16): «Collectanea Theologica» 52 (1982) 141-168.

Servicio (Diakonia) 659

de la comunicación cristiana, expresión real de la generosidad con

los bienes, la participación en la eucaristía, la unidad en la fe y la

unanimidad afectiva l8 . Así se explica que los discípulos «fuesen

bien vistos por el pueblo» o que «gozasen de su favor», al paso que

eran perseguidos por el sistema político y religioso imperante. Según

J. Rius-Camps, la primera «comunidad de bienes» se inspiró en los

esenios o en la Regla de la Comunidad de Qumrán l9 .

A la vista de este comportamiento, la fe cristiana exige un compromiso

con los necesitados a través de una donación generosa de

bienes y de una opción por los pobres con dimensión social y política.

Ciertamente vivimos en una sociedad escasamente socializada

en la que abunda el desempleo, se dan sueldos astronómicos

en comparación con modestas pensiones, la juventud sin trabajo

genera delincuencia y drogadición, el tercer mundo se ahoga con

su deuda externa, los pobres son cada vez más pobres y los ricos

son cada vez más ricos en un primer mundo identificado con la

sociedad de consumo. La Iglesia, que fue en su concepción original

intendente de los pobres, tradicionalmente considerados por san

Ireneo «tesoro de Dios», se muestra paradójicamente como institución

necesitada. Las donaciones que la Iglesia hace hacia afuera

son sensiblemente inferiores a lo que gasta la institución en su

interior.

Por supuesto, la Iglesia no es hoy ni la única ni la principal intendente

de los pobres, aunque en ocasiones o en ciertos lugares apenas

hay otra. Es evidente que sin comunicación cristiana de bienes ni hay

testimonio ni brilla la caridad, por no decir que se tambalea la justicia.

Lo dijo claramente el Vaticano 11: «Los bienes creados, en una forma

equitativa, deben alcanzar a todos bajo la guía de la justicia y el

acompañamiento de la caridad» (GS 69). Así se actualizó el antiguo

criterio cristiano de que en la necesidad extrema, todo es común, es

decir, comunicable. De otra parte, los bienes en común son utopía en

el mejor sentido de la palabra.

En términos generales podemos afirmar que la comunicación es

uno de los constitutivos esenciales del ser humano y del acto social.

La comunicación, concepto repetido 46 veces en los documentos del

Vaticano 11, estructura y constituye a toda persona y comunidad. Una

persona incomunicada se degrada, no puede promocionarse; lo mismo

puede decirse de un grupo social humano.

,18. Cf. J. Dupont, La communauté de biens aux premiers jours de I'Église, en

Etudes sur les Actes des Apotres, Paris 1967, 503-519; id., L'union entre les premiers

chrétiens dans les Actes des Apotres: NRT 91 (1969) 897-915.

19. J. Rius-Camps, De Jerusalén a Antioquía. Génesis de la Iglesia cristiana. Comentario

lingüístico y exegético a Hch 1-12, Córdoba 1989, 87.



660 Teología Práctica

Pero aquí se trata de la comunicación cristiana, que incluye las

leyes básicas de la comunicación humana. Ahora bien, la Iglesia

es sacramento de la comunicación del reino de Dios. Porque el reino

está aquí, la Iglesia debe advertir que los bienes de este mundo son

de todos y reino en parte, pero no totalmente. Porque el reino todavía

no ha llegado plenamente, la Iglesia anuncia con signos y compromisos

la plenitud de los bienes definitivos, que son los bienes actuales

transcendidos. La tarea de la Iglesia no consiste primordialmente

en la enseñanza de una doctrina o en un culto ritual sino en

la comunicación de una vida: la de Cristo Jesús, Señor del Reino.

El anuncio cristiano pretende que todos vivamos en comunión o

comunicación plena de unos con otros y de todos con Dios, siendo

Dios todo en todos. Así lo expresa la mística de san Juan. La

comunicación cristiana de bienes se realiza cuando se abren de par

en par las puertas individuales y colectivas de cualquier propiedad

privada. , . . , .. .

Ahora bien, se trata aqm de la comumcaClOn cnstIana de bIenes.

Por supuesto, no podemos olvidar los bienes «supramundanos», pero

aquí tratamos de los «intramundanos», que son los que se desarrollan

-dice el Vaticano 11- «mediante el trabajo humano, la técnica y la

cultura» (LG 36,2). El Concilio reconoce asimismo que «muchísimos

tienen viva conciencia de que la carencia de bienes que sufren se debe

a la injusticia o a una no equitativa distribución» (LG 9,2). Esta

situación trágica contrasta con los criterios fundamentales conciliares

en donde descansa la comunicación cristiana de bienes: dignidad de

la persona humana (GS 26,2), igualdad de todos (GS 29,1), identidad

con el prójimo (GS (GS 27,1) Y exigencias de una sociedad más just~

(GS 29,3).

4) El servicio de la caridad

a) Sentido de la caridad

La caridad tiene tres acepciones diferentes. La primera expresad

amor de Dios (1 Jn 4,7), donado al mundo a través de Cristo (1 Jn

1,9) y del Espíritu para que los hombres amen a Dios y se amen entre

sí (1 Jn 4,11.19). Es el «ágape» bíblico, amor puro o amor person~l

en sentido propio, dirigido directamente al «tú» del amado, a dlferen~la

del amor sexual, sostenido por el instinto del sexo, y del amor anímICO

o psíquico, llamado también «eros», que consiste en el deseo, dep~?­

diente del sentimiento, de un bien concret0 20 . La segunda acepclOn

20. V. Warnach, Amor, en CFr, n, 55-56.

Servicio (Diakonia) 661

de caridad se refiere al amor fraterno, consecuencia del amor de Dios.

y la tercera equivale, bajo el nombre de Cáritas, a la organización

pastoral católica destinada a fomentar el amor de Dios a través del

amor fraternal.

Todo cristiano, en camino de verdad en Cristo hacia la vida del

reino de Dios, debe dar un testimonio de fe, esperanza y caridad.

Sin la fuerza de la caridad no se hace eficaz la fe, ni tiene sentido

la vida sacramental. Es evidente que la raíz de todas la virtudes

consiste en la caridad. Los cristianos deben testimoniar la caridad

de la Iglesia, derivada de la caridad de Cristo, como comunidad de

amor 21 • y esto lo hacen los creyentes porque hay necesidades y por

mandato del Señor. «Todo ejercicio de apostolado -afirma el Vaticano

11- tiene su origen y su fuerza en la caridad» (AA 8).

b) Desarrollo histórico de la pastoral caritativa

A lo largo del tiempo, la Iglesia ha ejercido su función pastoral

caritativa de muy diferentes maneras. Hemos visto que la primera

ayuda caritativa cristiana nació junto a la eucaristía (AA 8). Los apóstoles

instituyeron pronto a los diáconos como ayudantes del servicio

del altar y de los pobres, a saber, de un doble mesa (Hech 6,1_7)22.

Pero no se circunscribió la caridad a la propia comunidad, sino que

transcendió, por medio de las colectas, a otras Iglesias o comunidades

pobres (Rom 15,25 ss; 2 Cor 8,2 ss; 9, 1 ss). Esta caridad, entendida

como un servicio social, fundada en la diaconía del Señor y de su

reino, y que forma parte de la liturgia dominical, es un testimonio de

la Iglesia primitiva, incluso con los paganos. Es tradicional el título

de procurator et dispensator pauperum (abogado y administrador de

los pobres) que ha tenido durante mucho tiempo el obispo por su

obligación de socorrer a pobres, extranjeros o necesitados. De un modo

semejante ha incumbido al párroco y le incumbe esta función, ya que

«debe dedicarse con particular diligencia a los pobres, a los afligidos,

a quienes se encuentren solos, a los emigrantes o que sufren especiales

dificultades» (CIC, c. 529). Por todas estas obligaciones se han originado

en la Iglesia multitud de asociaciones para el ejercicio de la

caridad.

Desde su primer desarrollo en el mundo antiguo, la Iglesia se

preocupó por los pobres, que se amontonaban en las ciudades. En la

época patrística nacieron las primeras casas cristianas destinadas a la

21. Cf. mi trabajo Cáritas, en DAbPast, 65-66.

22. Cf. A. Hamman, Liturgie et action sociale, en Liturgie et apostolat, Paris 1964,

35-62; H. Dietrich, Liturgie und Diakonie, Frankfurt 1965.



662 Teología Práctica

caridad con los enfermos o peregrinos. Así, en el s. V apareció la

primera organización caritativa parroquial, que decayó en el s. VIII.

Los señores feudales, las hermandades y gremios se ocuparon del

servicio caritativo, pero a partir del s. XII aceptaron esta función los

organismos civiles, aunque ayudados por las órdenes religiosas y comunidades

cristianas 23 . En el s. XIII se produce una revolución en la

caridad de la Iglesia y se multiplican las instituciones asistenciales:

colectas parroquiales o mesas de los pobres, cofradías laicas mutualistas,

hospitales y defensa del derecho de los pobres. Con el crecimiento

de los asalariados aumentan los nuevos pobres, explotados por

los ricos mercaderes. Hay sublevaciones de pobres, que son reprimidas

violentamente. A finales de la Edad Media, al mismo tiempo que se

desprecia la pobreza por ser indigna del hombre, se subliman los

sufrimientos de los pobres. En este tiempo se muestran inadecuadas

las instituciones de caridad. Ya en los finales del s. XV hay un progreso

claro de la laicización de la caridad 24 .

En el s. XVIII fue importante la fundación de las hermanas de la

caridad por san Vicente de Paul. Pero la revolución francesa y la

secularización posterior dificultaron la buena marcha de las organizaciones

caritativas cristianas, aunque, por otra parte, dieron lugar a

que la sociedad civil se responsabilizara de los servicios sociales,

apremiantes con el advenimiento de la era industrial, las emigraciones

y el crecimiento de las grandes ciudades. La caridad aislada y paternalista

decae en nuestro siglo. Es necesario dar a la caridad un sentido

sociaF 5 •

En el mundo actual la caridad se ha socializado; no son suficientes

los esfuerzos individuales. Las ayudas se realizan por instituciones

permanentes, organizadas, con subvenciones diversas. Incluso el servicio

social se ha convertido en una profesión. Se pretende el bienestar

social del prójimo con amor. En el caso de los cristianos, con amor

de Dios y del prójimo, con caridad. A nivel estructural y organizativo

es necesario que se restablezca para todos un sistema de previsión

social. Fundamentalmente, esto es misión de la autoridad pública. Al

mismo tiempo hay un servicio social. La necesidad afecta a la persona

entera. Por esta razón depende este servicio de la imagen del hombre

que se tiene.

23. Cf. M. Mollat, Les pauvres au Moyen Age. Etude sociale, Paris 1978; J. 1.

González Faus, Vicarios de Cristo. Los pobres en la teología y espiritualidad cristianas.

Antología comentada, Madrid 1991.

24. Cf. J. Pixley - C. Boff, Opción por los pobres, o. c., 185-213.

25. D. Menozzi, Chiesa, poveri, societa nell'eta moderna e contemporanea, Brescia

1980.

c) Cáritas

Servicio (Diakonia) 663

Recordemos que antes de la institución Cáritas existe la caridad,

hay muchas formas de caridad al mismo tiempo que Cáritas y después

de todas las formas de caridad sobrevendrá lo que santo Tomás llama

la «perfectissima caritas». Así lo ha comprendido Cáritas Internacional,

a través de la cual, como afirma Pablo VI en la encíclica Populorum

progressio, «numerosos católicos, bajo el impulso de nuestros

hermanos en el episcopado, dan y se entregan sin reserva a fin de

ayudar a los necesitados, agrandando progresivamente el círculo de

sus prójimos» (PP 46). Cáritas es la organización católica destinada

a fomentar el amor de Dios a través del amor fraterno. Según Pablo

VI, es «el instrumento privilegiado de la caridad de la Iglesia»26.

Cáritas Española nació en 1942 bajo la denominación de Secretariado

nacional de caridad y fue erigida canónicamente en 1960 como

entidad benéfico-social de la Iglesia en España. En su primera etapa,

el objetivo de Cáritas se basó en la beneficencia y asistencia en relación

a los «años del hambre» posteriores a nuestra guerra civil. Hay una

segunda etapa promocional, cuando el Secretariado nacional de caridad

se transforma en Cáritas española, en los años de desarrollo y despegue

económic0 27 . Hoy se entiende Cáritas como institución que intenta

llevar a cabo la tarea de compartir que posee la comunidad cristiana

como respuesta a la pobreza y marginación actuales 28 • Respecto de la

acción social, Cáritas es una institución de servicio en relación con la

política del bienestar. Evidentemente, la acción social frente a las

necesidades de la comunidad humana es competencia de los organismos

estatales, mediante una planificación democrática y participada

para erradicar la marginación de personas y de colectivos sociales.

Con todo, son necesarias ciertas instituciones caritativas de iniciativa

social, como es el caso de Cáritas, dada la demanda de ayudas inmediatas

y urgentes. La asistencia sigue siendo necesaria, aunque

inscrita en un proyecto y servicio que indague la raíz del problema y

encare la situación colectiva a través del caso individuaF9. «La caridad

debe expresarse en acciones asistenciales y tareas de promoción y de

liberación integral del hombre, que necesariamente implican la transformación

de las estructuras socio-económicas injustas»3o.

26. Para conocer qué es Cáritas cf. Cor 30 (1984) Y 45 (1988).

27. Cf. R. Echarren, Cáritas, ¿qué es?, Madrid 1977.

28. Cf. F. Duque, Cáritas y los marginados. Notas para una teología de Cáritas:

Cor 13-14 (1980) 99-117.

29. Cf. Estatutos de Cáritas Española, Madrid 1968; La Iglesia y los pobres: Cor

36-37 (1986).

30. XXX Asamblea general de Cáritas, Conclusión 3.



664 Teología Práctica

Mas la comunicación de bienes no es una tarea que corresponde

exclusivamente a Cáritas, sino que pertenece a la misión de toda

persona y, por supuesto, de todo cristiano; puede y debe desarrollarla

todo grupo organizado, sea confesional o no, y es una obligación del

Estado. Naturalmente, el Estado debe promover la comunicación de

bienes teniendo en cuenta estos dos principios: el respeto a la libertad

de las iniciativas particulares y el principio de subsidiariedad, a saber,

el Estado interviene positivamente en el dominio económico respetando

la función primordial de los grupos espontáneos.

34

SERVICIOS PASTORALES ESPECIALES

BIBLIOGRAFIA

J. Degen, Diakonie im Widerspruch. Zur politik der Barmherzigkeit im

Sozialstaat, München 1985; P. Jurío, Diaconía, en CFP, 230-237; J. Moltmann,

Diaconía en el horizonte del Reino de Dios, Santander 1987; P. Philippi,

Diaconia. Über die soziale Dimension kirchlicher Verantwortung, Neukirchen­

Vluyn 1984; Th. Schober (ed.), Gesellschaft als Wirkunsfeld der Diakonie,

Stuttgart 1981; E. Schulz - H. Brosseder - H. Wahl (eds.), Den Menschen

nachgehen. Offene Seelsorge als Diakonie in der Gesellschaft, Sto Ottilien

1978; H. Steinkamp, Diakonie - Kennzeichen der Gemeinde, Freiburg 1985;

R. VOIkl, Caritas als Grundfunktion der Kirche, en HdPTh 1, 385-412; R.

Zerfass, ¿Es la diaconía un asunto del laicado?: Salm 35 (1988) 179-200;

Varios, Diakonie der Gemeinde. Caritas in einer erneuerten Pastoral, Wien

1978.

Números especiales de revistas: Diaconía, una Iglesia para los demás:

Conc 218 (1988); la revista española Corintios XIII.

Después de haber visto en el capítulo anterior la actitud fundamental

del servicio cristiano caritativo, que se traduce en una opción

preferencial por los pobres y en un despliegue de ministerios de ayuda,

promoción y liberación, estudiaré algunos servicios pastorales especiales.

Evidentemente son muchos los ministerios de la acción pastoral

en su conjunto. Aquí me limitaré a señalar solamente los relacionados

con las edades de la vida, el modo de vivir urbano o rural y las

exigencias de determinados colectivos humanos.

1. Servicios pastorales según la edades de la vida

La acción pastoral ha tenido en cuenta siempre las diversas edades

de la vida, sobre todo en la celebración sacramental y en la educación

religiosa, aunque de hecho ha prevalecido y prevalece la preocupación

primordial del adulto. Evidentemente las etapas de la vida cobran

mayor relieve en el campo pastoral cuando se cuenta con la pedagogía

y la psicología. En líneas generales podemos hablar de infancia, adolescencia,

juventud, adultez y tercera edad!. Aquí me fijaré particularmente

en dos edades: juventud y tercera edad.

a) Pastoral de juventud

Juventud es la fase de la vida previa a la edad de los adultos,

caracterizada por la autonomía progresiva de la familia hasta la adquisición

de un estatuto profesional. Algunos sociólogos añaden el rasgo

l. Cf. J. A. García-Monge, Ed",l.s de la vida, en CFP, 1022-1033.



666 Teología Práctica

de una cultura o subcultura juveniF. El joven se encuentra en edad

escolar, depende todavía de la familia e intenta adquirir un trabajo;

deja de ser joven cuando tiene un oficio y se casa. La importancia de

la juventud ha crecido al aumentar su número demográfico y su protagonismo

social, ya que tiene hoya su favor la relación con las demás

edades 3 • Según algunos sociólogos, los rasgos de la juventud actual

-a menudo contradictorios- se traducen en acentuadas relaciones

interpersonales, demanda de praxis inmediata en lo social y político,

carencia de memoria respecto de acontecimientos recientemente pasados

y entendimiento del mundo en términos de happening o de

teatro 4 •

Hasta hace poco la juventud era esperanza; hoyes problema. Su

distancia social con la edad adulta es manifiesta a causa de la tensión

entre el poder del adulto y la sumisión del joven. Los jóvenes se

muestran a menudo inestables, escasamente integrados en la sociedad

y en ocasiones violentos. No obstante, son cortejados por las organizaciones

políticas y sociales, las Iglesias deploran su ausencia y los

comerciantes les venden determinados productos. No hay término medio,

se les critica o se les alaba. Tan pronto se dice de los jóvenes

que viven en pandillas o en bandadas como que son ferozmente individualistas;

unos los acusan de que son indolentes y otros de que se

enfrascan laboriosamente en su trabajo o en su carrera; al mismo tiempo

que se les recrimina su miedo al futuro, otros piensan que no toman

en serio ni su propio porvenir. Cierto es que los jóvenes no son iguales

aunque se hable de la juventud o de los jóvenes como de una categoría

social identificable y unitarias. Se suele señalar la edad de la juventud

entre los 15-24 años o los 16-25 e incluso hasta los 30 años 6 •

Según recientes encuestas llevadas a cabo a mitad de la década de

los ochenta, la juventud española muestra un señalado descenso de la

práctica religiosa y del sentido religioso de la vida 7 • Si se compara

2. Para conocer el mundo de la juventud ver E. Ander Egg, La rebelión juvenil,

Madrid 1980; J. L. L. Aranguren, Bajo el signo de la juventud, Madrid 1983; J. Torbado,

Jóvenes a la intemperie, Barcelona 1971; A. de Miguel, Las narcisos. El radicalismo

cultural de los jóvenes, Barcelona 1979.

3. Son importantes los informes sociológicos Juventud española 1960/82, Madrid

1984; Juventud española 1984, Madrid 1985; Jóvenes españoles 89, Madrid 1989. Y los

informes <<Juventud en España» editados por el Ministerio de Cultura.

4. G. Bianchi - R. Salvi, Juventud, en Diccionario de sociología, dir. F. Demarchi-

A. Ellena, Madrid 1986, 983-992.

5. Según el informe Jóvenes españoles 89, anteriormente citado, hay jóvenes «conformados»,

«segregacionistas», «cooperadores», «simbolistas», «iibredisfrutadores», «utilitaristas»,

«pasivos» y <<\ogromotivadores», 38-39.

6. R. Campanini, Les jeunes d'aujourd'hui. Caracteres et diversités: MasOuv 431

(1990) 2-15.

7. Cf. J. M. Riaza Ballesteros, La religiosité des jeunes espagnols: SocCom 33

(1986/4) 385-400.

Servicio (Diakonia) 667

con el catolicismo de los adultos puede advertirse en los jóvenes una

reducción religiosa numérica a una cuarta parte. Los jóvenes no practicantes

eran en 1960 el 19%, en 1977 el 23%, en 1982 el 45% y en

1984 el 55%. A misa dominical sólo va un joven de cada cinco. Según

una encuesta de 1984 hecha entre los jóvenes, se consideran ateos el

12%, mientras que creyentes se reconocen el 74%; en los años cincuenta

se reconocían creyentes el 95%. Tres de cada cuatro jóvenes

se identifican como católicos. Si se compara la práctica religiosa de

los jóvenes menores de 24 años y los adultos mayores de 64 años, los

datos se invierten: son católicos practicantes el 18% de los jóvenes y

el 78% de los muy adultos; por el contrario se consideran católicos

no practicantes el 70% de los jóvenes y el 19% de los mayores de 64

años. A los oficios religiosos nunca va el 34% de los jóvenes y el 7%

de los mayores; la asistencia esporádica da el 54% para los menores

de 24 años y el 37% de los mayores de 64 años. Los domingos van

a misa con regularidad solo el 9% de los jóvenes, a diferencia del

63% de los que sobrepasan los 64 años. Dentro del mundo universitario,

un 20% se declaran no creyentes, un 50% católicos «por libre»

y sólo un 24% practican con regularidad en la parroquia, mientras que

un 6% pertenece a grupos o comunidades cristianas. A partir de los

17 ó 18 años comienza la desvinculación religiosa de la juventud. Se

observa un claro distanciamiento de la Iglesia en las personas comprendidas

entre 18 y los 40 años. Entre los 21 y los 34 años se encuentra

la generación perdida para la Iglesia. Los matrimonios canónicos son

en los umbrales de 1990 una cuarta parte menos que en 1975; hay una

tendencia lenta de disminución 8 •

Como conclusiones sobre la religiosidad de los jóvenes podemos

afirmar que en el quinquenio 1984-1989 se ha interrumpido el descenso

en picado de la práctica religiosa de los jóvenes. Los análisis de 1989

afirman que creen en Dios el 71 % de los jóvenes y en el pecado el

36%; semanalmente va a misa el 18%. Se observa asimismo que las

diferencias de práctica religiosa y creencias entre los chicos y chicas

tiende a acortarse; los parámetros de religiosidad son más altos cuanto

más a la derecha se posicionan los jóvenes, con excepciones crecientes;

los jóvenes religiosos por libre son numéricamente más que los asociados

en organizaciones religiosas; dos de cada tres jóvenes tienen

poca o nula confianza en la Iglesia; la dimensión religiosa como cualidad

importante en la educación del niño y en la elección de compañero/a

es escasa y, finalmente, los jóvenes creyentes y practicantes

tienen una cosmovisión reflejada en actitudes y valores. En resumen,

el cristianismo de la juventud actualmente creyente es más asociativo

8. Cf. datos en «El País» del 7.10.1989.



668 Teología Práctica

y grupal, menos gregario y sacramental, más relacionado con la experiencia

y la vida y más libre de regulaciones que el de algunas

décadas anteriores 9 • En todo caso, hay dos tipos de jóvenes católicos:

uno conservador, eclesial, espiritualista; otro, progresista, preocupado

por la dimensión social de la fe, crítico con lo institucional y libre en

la aceptación de los valores. Con todo, la Iglesia no cumple hoy en

los jóvenes el papel que tuvo en otras épocas respecto de la cosmovisión

o de la orientación en la vida. De ahí que una mayoría de la juventud

actual es escasamente religiosa y muy alejada de lo eclesial.

La mentalidad de los jóvenes es relativizadora, producto del ambiente

técnico e industrial que vivimos, sin referencias tradicionales

o transcendentes 10. El mundo de los jóvenes, mundo con futuro incierto

por la escasez de trabajo, es eminentemente provisorio. Lo que importa

es lo inmediato, ya que casi todo es efímero; a los jóvenes les atrae

lo experiencial y lo experimental; si algo no ha sido probado o comprobado,

no es válido. De ahí que no funcione en los jóvenes la

transmisión de la fe de un modo tradicional a través de creencias y de

prácticas. La fe es para el joven un asunto subjetivo, una experiencia

con escasa relevancia doctrinal. Los valores religiosos son para los

jóvenes valores correspondientes a un orden cultural antiguo o a un

modo de pensar adulto: esfuerzo, disciplina, orden, autoridad, etc.;

acentúan lo relacional, lo psicológico, el cuerpo, el yo, etc. Quieren

vivir inmediatamente un modo de existencia elegido libremente, sin

proyecto colectivo y con una sola preocupación: la voluntad de autoafirmarse

y la búsqueda de una realización personaP 1 •

Ante estos rasgos característicos de la juventud y su particular

experiencia religiosa, no es fácil trazar criterios válidos para una pastoral

de juventud l2 • Las parroquias y algunos movimientos religiosos

han intentado e intentan fomentar una pastoral de juventud mediante

tres vías de acercamiento:

9. Cf. 1. BIza ¡maz, Actitudes de los jóvenes españoles frente al tema religioso,

en Jóvenes españoles 89, 331-333; F. Femández, La religiosidad de la juventud española,

ayer y hoy, en Catolicismo en España, Madrid 1985.

10. Cf. mi reflexión Cara y cruz de los jóvenes en la parroquia: ViNue 1486/87

(1985) 1336-1339.

11. Cf. los números especiales de revistas: Los jóvenes y el rumbo de la Iglesia:

Conc 106 (1975); Los jóvenes, hoy: MisAb (1979/4); Iglesia y juventud: SalT 68 (1980/

2); Los jóvenes: Laic 54-55 (1981); La juventud española hoy: RF 210 (1984) n 1.030-

1.031; Juventud y fe cristiana: PastMis 150 (1987).

12. Cf. Subcomisión de Juventud C.B.A.S., Una experiencia de pastoral juvenil,

Madrid 1983; Varios, La pastoral juvenil: del catecumenado a la comunidad cristiana,

Madrid 1983; S. Movilla, Ofertas pastorales para los jóvenes, Madrid 1984; Obispos

Vascos, Diálogo con los jóvenes desde la fe, San Sebastián 1980; J. A. Vela, Pastoral

juvenil en América Latina, Bogotá 1978; A. Larrañaga, Una pastoral juvenil en línea

catecumenal, Madrid 1981; C. Sirra Tobón, Manual de pastoral juvenil, Bogotá 1986.

SeJ1Jicio (Diakonia) 669

1) La primera transcurre por el ámbito de la plegaria, algo inusitado

antes del Concilio. Ciertas asambleas de oración son, paradójicamente,

lugares actuales de convocatoria juvenil. El fenómeno de

Taizé es una muestra extraordinaria del interés religioso contemplativo

juvenil. La pregunta que congrega a estos jóvenes es simple y directa:

¿cómo vivir de otra manera? Se advierte de antemano el rechazo de

algunos valores vigentes en nuestra cultura de adultos, hoy más en

crisis que hace unos años. Los jóvenes rechazan contundentemente el

poder del dinero, la destrucción egoísta de la naturaleza, la militarización

en la sociedad, la carrera de armamentos, los enfrentamientos

bélicos, la inseguridad en el trabajo, la manipulación ideológica, el

tráfico de drogas y el tedio de vivir. Hoy los jóvenes no son contestatarios

de la escuela, la familia, la sociedad o la religión; ni siquiera

son activamente pasotas. Son indiferentes a las estructuras e incluso

conformistas, preocupados sinceramente de sí mismos y de vivir la

vida lo más felizmente posible y en paz. En la renovación carismática

y en movimientos similares de oración encuentran algunos jóvenes un

tiempo y un modo de satisfacción espiritual.

2) La segunda vía es propia de la juventud de todos los tiempos.

Abarca todo el ámbito de la actividad. Los jóvenes demandan cometidos

concretos, participación activa, sea en el plano celebrativo,

sea en el terreno educativo, en el deportivo o en de la mera diversión.

No les gusta ser peones de los mayores; quieren ser actores de su

propia y casi exclusiva obra. Una vía particularmente importante es

la celebración de la pascua juvenil, mitad proceso contemplativo, mitad

actividad extraordinaria grupal en el marco insustituible de la naturaleza.

La celebración dominical vivida por los adultos en la parroquia

es para los jóvenes aburrimiento, rutina y esterilidad. No hallan allí

ninguna fuente de emoción. Por eso escasean en las eucaristías dominicales

de la parroquia. Sólo están presentes cuando activamente

cantan en el coro o tocan instrumentos apropiados. Ni tan siquiera se

hacen presentes en el equipo litúrgico encargado -cuando existede

preparar la celebración. Otro ámbito de actividad lo desarrollan

algunos jóvenes a través del movimiento Junior o de los Scouts. No

olvidemos que la participación juvenil es también escasa en los ámbitos

culturales, educativos y políticos.

3) La tercera vía es la evangelizadora, con una preocupación de

catequesis de adultos. Recordemos que la pastoral juvenil se ha centrado

últimamente en el denominado catecumenado de confirmación.

Los responsables pretenden llevar a cabo un proceso de maduración

de la fe, pero los jóvenes candidatos se inscriben con propósitos sa-



670 Teología Práctica

cramentales. Después de confirmados abandonan su preocupación de

cara a una opción de fe personal y consciente. En el fondo, esta vía

se reduce a un proceso de formación, de difícil acomodación -dada

la heterogeneidad de los jóvenes - a pesar de la evidente ignorancia

religiosa que hoy tiene la juventud. Los temas teológicos no constituyen

centros de interés ni, por supuesto, existen catequistas preparados

para esta difícil tarea educativa religiosa. Los jóvenes necesitan

una evangelización que plantee multitud de interrogantes, previos a

su catequización. Para que el joven integre en su vida la dimensión

religiosa de la fe es necesario que se recorra un proceso educativo 13 •

b) Pastoral de la tercera edad

Como consecuencia de la prolongación de la vida en casi treinta

años en lo que va de siglo (de 40 años de media a 70) y de la

anticipación del retiro laboral o jubilación en unos diez, la generación

de la tercera edad ha crecido en poco tiempo considerablemente; una

quinta parte de la población pertenece al gremio de los jubiladosl 4 •

En España hay 1.000 jubilaciones diarias; en total hay 6 millones de

personas en la tercera edad. De otra parte mejora la calidad de la vida

y, en concreto, la salud de los mayores. Recordemos que de cada dos

mujeres de 52 años y de cada dos hombres de 55 años, uno es abuelo.

De hecho se llega a la edad de senior con un bagaje de conocimientos

y de sabiduría vital considerable. Aunque con la edad disminuyen las

fuerzas físicas, adquiere plenitud la persona humana. Naturalmente

las diferencias entre un jubilado de 65 años en pleno vigor intelectual

y un viejo nonagenario enfermo son enormes. En cualquier caso, la

tercera edad está formada por personas de ordinario jubiladas que

tienen tiempo libre, adquieren una nueva relación social y empiezan

a estar afectados por los problemas de la salud. Con todo, es un

momento excepcional para sopesar el significado de la vida, valorar

la importancia de la fe e incluso adquirir nuevas responsabilidades en

la educación humana y religiosa de niños y jóvenes. Las personas

mayores poseen una envidiable experiencia de vida, han adquirido un

contrastado sentido religioso, tienen paciencia y serenidad, etc. Naturalmente,

también son egoístas, viven obsesionados por la salud, no

13. Cf. J. R. Vrbieta,·Las jóvenes como agentes de evangelización: RevPastJuv 283

(1990) 4-33.

14. Cf. Autour de la re/raite. Nouvelles étapes: Catéchese 112 (1988) 7-57; v. J.

Sastre, Las mayores en la nueva sociedad: Cor 13-14 (1980) 119-144.

Servicio (Diakonia) 671

aceptan sus limitaciones, tienen manías, malos modos, tristeza, depresiones,

etc. IS •

La pastoral de la tercera edad comenzó a tomar relieve después

del Concilio, cuando las personas de más de 60 años se resistían a un

cambio de vida cristiana en una nueva relación con un mundo en

transformación. Recordemos que las personas de la tercera edad no

tuvieron en general una educación escolar suficiente ni una iniciación

cristiana adecuada. De niños aprendieron de memoria el catecismo y

cuando eran jóvenes apenas había una adecuada pastoral catecumenal

de cara a la confirmación. Solamente los que pertenecieron a la AC

o a grupos de militancia cristiana poseen un bagaje cristiano. La formación

continua de la fe en la tercera edad exige una síntesis apropiada

de la fe, una pedagogía viva de transmisión y una participación activa

de los miembros del grupo.

El movimiento Vida ascendente (Vie montante) nació en Francia

hacia 1962 con el propósito pastoral de tratar a los mayores, no como

ancianos inservibles sino como personas con capacidad cristiana. Según

sus estatutos, aprobados por la Conferencia Episcopal Española

en 1986, «Vida ascendente es un movimiento eclesial de apostolado

seglar, constituido por hombres y mujeres pertenecientes a las comúnmente

denominadas tercera y cuarta edad». Para lograr este objetivo

es necesario descubrir este tramo de la vida como etapa de

plenitud, con una atención integral en relación al ocio, cultura, salud

y vida cristiana. La persona mayor ha de sentirse responsable y activa,

en grupo de amistad y compañía, con capacidad de aportar su experiencia,

aceptando serenamente el proceso de su vejez.

2. Servicios pastorales según el modo de vida urbano o rural

a) Pastoral urbana

La expansión creciente e incontenible de la ciudades es un hecho

evidente después de la segunda guerra mundial, tanto en los paises desarrollados

como en los subdesarrollados, en los estados socialistas como

en los capitalistas 16. En definitiva aumentan en el mundo las ciudades,

crece el número de habitantes en las grandes urbes, es patente el prestigio

de los modelos urbanos y en los grandes asentamientos residen los centros

de poder. Todo esto equivale a lo que se denomina urbanismo.

15. Cf. V. Leher, Psicología de la senectud, Barcelona 1980; Instituto de Ciencias

de Hombre, Tercera edad, Madrid 1977.

16. Cf. Pastoral urbana, en DAbPast 347-348.



672 Teología Práctica

Las grandes ciudades se desarrollaron en el siglo pasado por la

necesidad de habitar cerca de las industrias, educar y preparar mejor

a los hijos, poder gozar de ciertas diversiones, tener un mejor nivel

de vida y participar con más facilidad en la comunicación social.

Siempre hubo ciudades, aunque antes del s. XIX ninguna urbe europea,

salvo París, contaba con más de 100.000 habitantes. Se calcula que

en menos de un siglo, el 80 % de los habitantes del mundo residirán

en ciudades.

Las ciudades han crecido de ordinario en paralelo con el desarrollo

industrial. En una primera etapa emigran los campesinos de las zonas

rurales a la ciudad y se instalan en suburbios infradotados o en viviendas

del centro urbano abandonadas por inservibles; aparece el

fenómeno del «chavolismo». En un segundo momento se estructura

la ciudad, mejoran los transportes y las vías radiales, se descongestiona

el centro, los ricos se instalan en los «suburbios» y la ciudad se divide

en zonas ricas y barrios pobres. Por último, son absorvidos los pueblos

colindantes a la urbe y aparece la gran ciudad con toda su aglomeración.

Junto a la concentración de la población en las grandes ciudades

se produce el fenómeno de la difusión del fenómeno urbano. Se suelen

señalar tres construcciones que invariablemente se dan en las ciudades:

el templo (la religión), el palacio (la fuerza) y el mercado (la riqueza),

situados en el centro como lugares de poder y con frecuentes relaciones

de conflicto. La crisis económica por el crecimiento del paro y la

transformación social de la urbe, consecuencia del cambio rápido y

profundo de los modos de comportamiento, plantea muchos problemas

humanos y religiosos a las sociedades más desarrolladas.

La Iglesia se ha hecho presente en la ciudades a través de las

parroquias, como sucursales de un centro episcopal que ha sido hasta

hoy el palacio del obispo, junto a la curia, más que la catedral. El

seminario, sito también en la ciudad, sólo ha influido en la preparación

del futuro clero. La creación pos conciliar de los consejos pastorales,

así como la creación de vicarías en las grandes ciudades ha permitido

descongestionar del centro episcopal la acción pastoral, pero todavía

sigue intacto el poder de la parroquia como institución primaria de

acción eclesial. El arciprestazgo es puramente canónico y casi ineficaz

en la práctica. Entre la parroquia y la diócesis no existe una unidad

pastoral adecuada. Tampoco están articulados con la parroquia los

movimientos apostólicos, ni lo han estado bien nunca, por el recelo

que la parroquia ha tenido de todo lo que sobrepasase el dintel parroquial.

Tampoco está resuelto canónicamente el problema de las comunidades

eclesiales no parroquiales. En la estructuración de todos

estos problemas reside el reto de una pastoral urbana, amén de lo que

significa el fenómeno del urbanismo: anonimato de la población; es-

Servicio (Diakonia) 673

pecialización de las funciones básicas (familiar, educativa, política,

económica, recreativa y religiosa); movilidad diaria, de fines de semana

y de vacaciones; contraste de unos barrios ricos con otros miserables;

desacralización y secularización; concentración de instituciones

culturales, técnicas y de todo tipo, etc.

La práctica religiosa de las grandes ciudades depende de la categorí~

social o nivel sociocultural al que uno pertenece y del lugar de

la CIUdad en donde se vive. De ordinario, cuanto más integración

sociocultural, más práctica religiosa. También es más alto y manifiesto

el grado de incredulidad o de agnosticismo que se da en la ciudad en

relación al mundo rural, así como la desafección religiosa. En realidad,

tienden a ser creyentes en la ciudad los íntimamente convencidos

entre los que predominan las personas de la pequeña burguesía, lo~

trabajadores independientes y las personas no activas. También se

advierte en la ciudad un fuerte contraste entre el contenido mental de

la población urbana y las formas de expresión y comunicación de la

Iglesia. «La urbanización -afirmó Pablo VI- trastorna los modos

de vida y las estructuras habituales de la existencia: la familia, la

vecindad y el marco mismo de la comunidad cristiana»!?

b) Pastoral rural

El adjetivo rural proviene de la palabra latina rus, que significa

campoJ8. El campo es hoy entendido de un doble modo, como algo

atrasado o rústico, antítesis de lo urbano o ciudadano, o como algo

idílico, equivalente a lugar en plena naturaleza. En el primer caso se

contraponen dos conceptos de sociedad, el tradicional o aldeano (agricultura,

economía doméstica, religiosidad y cultura popular) y el in­

~ustrial y urbano (industria, comercio, política, ciencia y cultura cultIvada),

sobreentendiendo la ciudad como lugar privilegiado en los

sueños del campesino, y el campo como zona idealizada por los urbanos.

En cualquier caso se observa que el campesino ha pasado de

envidiar a la ciudad a sentirse orgulloso de su propio pueblo.

Un rasgo importante actual del mundo rural, señalado por los sociólogos,

es la desaparición del «obrar comunitario» por la influencia cada

vez más creciente y extendida del comportamiento urbano J9 • Con todo,

el ámbito rural se resiste a morir a pesar de factores tan poderosos como

la emigración a la ciudad y al extranjero (quedan los ancianos y los

niños), la movilidad (se va y se viene con facilidad), la difusión de los

17. Cf. N. Greinacher, Die Kirche in der stiidtlichen Gesellschaft, Mainz 1966.

18. Cf. Pastoral rural, en DAbPast 344-345.

19. Cf. El mundo rural español: Cor 26 (1983) Y 52 (1989).



674 Teología Práctica

medios de comunicación social (la televisión influye enormemente), el

cooperativismo (crecen las asociaciones de labradores) y la implantación

de la técnica en el campo (han desaparecido casi todas las bestias de

carga). Con todo, hay diferencias básicas entre diversos mundos rurales

observables, p. ej., en España, desde Galicia a Cataluña y desde el Norte

a Andalucía, pasando por la inmensa Castilla rural. Sin duda alguna, el

mundo rural está tan marginado que apenas hay estudios importantes

sobre el mismo. Ciertamente su nivel cultural y económico es bajo, su

población ha envejecido y sus servicios son deficientes.

La pastoral rural va dirigida a las personas que viven en el campo o

en el mundo rural y que forman parte del campesinado. Debe contar con

un conocimiento de los problemas rurales y de sus necesidades: nueva

política agraria, apoyo del cooperativismo, escolarización de su población

joven, modernización de sus comunicaciones, etc. El rasgo más sobresaliente

del mundo rural es el de la religiosidad popular campesina heredada,

caracterizada por el dualismo sagrado-profano, el universo mágico-simbólico,

el sentimiento de culpa, el gregarismo religioso y las

normas rígidas y tradicionales. El mundo rural sigue siendo religioso,

aunque en algunos aspectos no es coherentemente cristiano. La juventud

rural es ostensiblemente menos religiosa que la generación de los mayores.

Un segundo rasgo del hombre rural es el sentido de lo práctico y

experiencial, de lo vivido y sentido, como se manifiesta en su floklore,

tradiciones y costumbres. El mundo rural es capaz de celebrar, aunque

a veces conmemora las intervenciones de una divinidad que bendice o

castiga y que reside lejos y arriba. En tercer lugar, el mundo rural tiende

a desaparecer o a ser absorbido por un modo de vida típicamente urbano.

Sus hombres emigran y los pueblos se quedan solos. Es un mundo

despoblado y envejecido y, como consecuencia, económicamente marginado.

Tiene capacidad de resignación y de aguante ante lo negativo,

pero quizá por eso constituye una parcela de fatalismo y derrotismo. Por

último, se ha dado y se da en algunas zonas rurales una mejora ostensible

en las condiciones de vida campesina, junto a las grandes virtudes que

brotan del contacto con la naturaleza. El mundo rural, necesitado de una

nueva evangelización, es capaz paradójicamente de ayudar en una regeneración

espiritual.

En definitiva la pastoral rural ha de tener en cuenta la religiosidad

popular, ha de contar con la presencia y responsabilidad de los seglares,

ha de vivir el equilibrio entre el grupo y la multitud, ha de tener en

cuenta ciertos ritmos de la naturaleza y de la tradición y ha de encontrar

cauces para una reiniciación cristiana 20

20. Cf. Caritas y mundo rural: Cor 16 (1980); La vida de los pueblos: PastMis 20

(1984/4); E. Sevilla-Guzmán, La evolución del campesinado en España, Barcelona 1979.

Servicio (Diakonia) 675

3. Servicios pastorales según ámbitos especiales

a) Pastoral sanitaria

La pastoral sanitaria es el servicio cristiano de la Iglesia al mundo

de los enfermos, ya sea en sus domicilios o en los hospitales, con el

fin de ayudarles desde la fe, la esperanza y la caridad, en su lucha

por la recuperación de su salud o curación total, me?iante el.diálogo,

el testimonio, la caridad, la oración y la acción litúrgica. PreCisamente

al buscar el enfermo su salud, la pastoral de enfermos es una pastoral

sanitaria 21 . Frente a la enfermedad ha de prevalecer siempre la búsqueda

de la salud y de la curación.

Esta diaconía exige, en primer lugar, la colaboración de los

cristianos cercanos al mundo del enfermo, especialmente los agentes

más idóneos de dicha pastoral: el presbítero o capellán, las religiosas

sanitarias y los laicos que viven y conocen el ámbito sanitario y

ayudan en las tareas hospitalarias. Evidentemente, el centro de la

pastoral sanitaria es el enfermo, a saber, la persona que ordinariamente

sufre el dolor o la enfermedad -a veces dramáticamentey

quiere curarse o ser aliviada. Se encuentra la pastoral hospitalaria

entre dos extremos: identificarse, sin más, con la medicina (reducirse

a una tarea temporal) o convertirse en magia (reducirse a un

puro milagrismo). No olvidemos que las fronteras de la medicina

y de la magia o los ámbitos del médico y del sacerdote se han

confundido con frecuencia.

Como toda acción pastoral, la pastoral sanitaria se funda en la

palabra y praxis del Señor, una de cuyas actividades fundamentales

fue la curación de enfermos 22 • Jesús cura las enfermedades y perdona

los pecados para romper la nefasta dependencia entre pecado y

enfermedad y manifestar que con la salvación llega el reino de Dios.

La acción curativa de Jesús está en relación con su función profética

(Is 53,4), al afirmar Mateo (8,17): «El tomó nuestras dolencias y

cargó con nuestras enfermedades». Dentro de los encargos fundamentales

que Jesús hizo a sus discípulos, uno de ellos fue el de

«curar a enfermos» (Lc 10,9), hasta tal punto que es signo de la

llegada del reino de Dios. La curación de enfermos entraña una

lucha contra la enfermedad y un exquisito amor al enfermo. En el

NT se observa ya una primera pastoral de enfermos (Sant 5,13-16)

a través de una acción solidaria de la comunidad cristiana, la actitud

21. Cf. Pastoral sanitaria, en DAbPast 345-347; Pastoral de la caridad sanitaria:

Cor 29 (1984).

22. Cf. J. A. Pagola, Jesús y los enfermos desasistidos y necesitados: «Labor Hospitalaria»

208 (1988) 135-141.



676 Teología Práctica

de fe del enfermo y el servicio sanitario de los presbíteros, mediante

la «oración de la fe» y la «unción en el nombre del Señor». De este

modo, el enfermo será sanado, aliviado o salvado.

La ayuda al enfermo se deriva del ministerio de caridad, no del

c~r!sma. de curación o sanación. Lo que se busca no es el milagro

fISICO smo. la salud.' en el sentido total de la palabra, por medio de

la. p~ese~cIa de ~nsto. Poco a poco se desarrolla en la Iglesia un

mmIsteno especIal de los enfermos, con la preocupación del hombre

entero, a saber, atención corporal y asistencia espiritual. El servicio

a los enfermos es diaconía eclesial, consecuencia evangélica de la

palabra de Jesús: «No necesitan médico los sanos, sino los enfermos»

~l'.:1t 9,12) o «estuve enfermo y me visitasteis» (Mt 25,36).

La SOlICItud pastoral de los enfermos corresponde a la comunidad

cristiana en su conjunto, no exclusivamente a unos determinados

agentes.

El enfermo, al estar ausente de la comunidad y seguir vinculado

a la misma, participa por medio de la liturgia de los enfermos:

penitencia, comunión, unción y viático. Pero la pastoral sanitaria

no se reduce a una pastoral sacramental con los enfermos o a una

mera acc~ón caritativo-asistencial. Ha de ser siempre pastoral sanadora,

lIberadora, es decir, evangelización mediante palabras y

hechos del mensaje esperanzador cristiano. Evidentemente es evan­

~elización ~~aptada al mundo de los enfermos, sin presi¿nes (con

l~bertad relIgIOsa), con tacto (sin disimulos vergonzantes), con rea­

IIsm~ (la enfermedad es un mal), de estilo personal (con atención

e~qU1sita) y relieve comunitario (con el ágape eficaz de la comumdad

o del grupo apostólico hospitalario).

Recordemos además que en la pastoral de enfermos se ha utili.z,ado

con frecuen~ia un lenguaje dolorista, basado en la resigna­

CIOn, que es hoy maceptable. En el cuidado de los enfermos el

én~asis recaía antes en lograr que se aceptase la enfermedad, con

objeto de ofrecer a Dios el sufrimiento para expiar las propias faltas

y los peca?os públ~c?~. Recordemos que la enfermedad no es castigo

de DIOS smo condIcIOn humana. A la luz de la fe el sufrimiento es

un misterio, puesto que Jesús lo tomó sobre sí y le dio valor redentor,

aunque no lo desveló enteramente. Por esta razón, el dolor tiene

significado soteriológico en el misterio total de la salvación, y la

enferm.e,dad es una ocasión privilegiada, aunque desconcertante, de

comumon con Crist0 23 •

23. Cf. Comisión episcopal de pastoral, La asistencia religiosa en el hospital, Madrid

1987;. Buraeu de pastor~1 de enf~rmos de Bru~elas, La comunión cristiana y los enfermos,

Madnd 1980; FederaclOn Espanola de religIOsas sanitarias, Pastoral sanitaria Madrid

1976; A. Pangrazzi (ed.), El mosaico de la misericordia. La relación de ayuda en la

pastoral sanitaria, Santander 1990.

Servicio (Diakonia) 677

La pastoral sanitaria no se reduce a una pastoral hospitalaria y

a la atención de los enfermos de la parroquia. Modernamente se ha

desarrollado un mundo de enfermos o de sub-enfermos desasistidos

y marginados, atenazados por enfermedades contagiosas y sin cura

por el momento. Son enfermedades que aparecen como consecuencia

de pobreza e incultura, marginación social y familia deteriorada,

fruto de la prostitución, alcoholismo y drogadición 24 •

b) Pastoral penitenciaria

La cárcel o prisión es una «institución total» (como el hospital

psiquiátrico) creada para asegurar la custodia de individuos acusados

o culpables de haber violado el código penaF 5 • El encarcelado, que

pierde su libertad por medio de un muro o de una barrera, vive

separado del trabajo, la familia y la diversión. La cárcel de adultos

se diferencia del reformatorio para delincuentes menores porque es

cerrada, tiene guardianes o carceleros y una disciplina rígida, mientras

que el reformatorio es abierto, está a cargo de educadores y se

basa en la confianza. En la realidad, sin embargo, ni en la cárcel

se reeducan los reclusos ni en el reformatorio se educan los jóvenes

delincuentes. Difícilmente es la cárcel una institución de tratamiento

para «lograr la reeducación y la reinserción social de los sentenciados

a penas y medidas penales privativas de libertad», como

afirma nuestra Ley orgánica de Prisiones de 1979. Por otra parte,

dado el número insuficiente de cárceles y la inadecuada edificación

de algunas, alejadas a veces del entorno familiar del recluso, se

añaden otras dificultades a la pena de privación de libertad. Especialmente

grave es el hacinamiento que se produce en muchas prisiones.

En la Declaración de la comisión episcopal de pastoral social

sobre las prisiones se afirma que la prisión «da la impresión de ser

un almacén de seres despersonalizados. La prisión destruye los

valores más ricos de la persona humana, y se convierte en enclave

de alienación cuando no de violencia, soledad, vagancia, incomprensión

y amoralidad o inmoralidad».

Esta situación penitenciaria exige una respuesta de la Iglesia a

través de una pastoral adecuada a este campo. En primer lugar hay

que exigir a los poderes públicos un tratamiento más justo y humano

24. Cf. La pastoral del enfermo marginado: Surge 43 (1985); Dignidad de los

marginados: Conc 150 (1979); En comunión con los marginados: «Revista de Vida Religiosa»

1982/4.

25. Cf. Pastoral penitenciaria, en DAbPast 343-344; E. Martín Nieto, Pastoral

penitenciaria. Guía del voluntariado cristiano de prisiones Madrid 1990.



678 Teología Práctica

del problema carcelario. En segundo lugar, la sociedad debe contribuir,

a través de instituciones adecuadas, a conseguir lo que el

poder coactivo del Estado no logra: ayuda a los excarcelados, sensibilidad

con las justas exigencias de los presos, solidaridad con las

víctimas de la delincuencia y fomento de una información veraz

sobre las prisiones.

Recordemos que «la libertad a los cautivos» (Lc 4,18) pertenece

a la entraña de la buena nueva o evangelio de Jesús. Tres actitudes

han de tener el cristianos con los presos: perdón, confianza y caridad.

Para concretar estas actitudes básicas es necesario potenciar un adecuado

voluntariado cristiano de cara a las prisiones, formado por profesionales

cercanos al mundo carcelario, asistentes sociales, visitadores

de presos, etc., que ayuden en las tareas carcelarias a los capellanes

y religiosas permanentes servidores en este campo. Dentro del centro

penitenciario cabe destacar la importancia del servicio litúrgico, la

instrucción catequética y la asistencia moral y espiritual. Fuera del

recinto penitenciario se destacan las asistencias de tipo familiar, jurídica

y poscarcelaria 26 •

c) Pastoral de emigración

El fenómeno de la migración abarca el traslado físico de individuos

o grupos de un lugar a otro (emigración o inmigración), con asentamiento

relativamente duradero y cambio de ambiente social en el

sistema de interacciones 27 • Surge por expulsión o atracción, y de ordinario

intervienen factores de discriminación política o de búsqueda

de un nivel económico superior. En general se emigra de los paises

pobres (sin recursos, con ingresos bajos, alto desempleo, etc.) a los

desarrollados (con prosperidad económica, alto nivel de ingresos, oferta

de empleo, etc.) por razones de trabajo.

Cuando la migración se lleva a cabo entre grandes distancias o

entre dos sistemas culturales muy diferentes, se producen con frecuencia

tragedias. Hay casos en los que el pueblo no tiene más remedio

que emigrar, cuando se producen desastres naturales. En otros casos

la emigración puede ser forzada, por presiones políticas o religiosas.

También se dan emigraciones libres. En todo caso, el fenómeno mi-

26. Cf. Declaración de la comisión episcopal de pastoral social, Las comunidades

cristianas y las prisiones, (Madrid, 16.11.1986); La Iglesia ante la delincuencia y las

prisiones. Primer congreso nacional de pastoral penitenciaria: Cor 41 (1987/1); El voluntariado

cristiano en la pastoral penitenciaria. Segundo congreso de pastoral penitenciaria:

Cor 48 (1988).

27. Cf. Pastoral de emigración, en DAbPast 340-341.

Servicio (Diakonia) 679

gratorio afecta de ordinario a las capas sociales menos favorecidas,

como son los obreros no cualificados, los parados y los campesinos

sin tierra.

Un problema central de la migración es la integración de los inmigrados

en la nueva realidad cultural, lingüística y religiosa, con la

consiguiente desintegración de los valores propios del emigrante. De

ordinario se producen otros problemas como el de la segregación que

se sufre en la sociedad más desartollada económicamente y los innumerables

conflictos, tanto en el interior del grupo (tensiones entre

nuevos y veteranos), como en relación a la población establecida. No

podemos olvidar, asimismo, lo que supone el retorno de los emigrantes.

La emigración española es de tres tipos: la transoceánica a América

del Sur (entre 1900 y 1950), la continental a Centroeuropa (entre

1960 y 1980) Y la interior española (entre 1960 y 1970) de las provincias

más pobres a los polos de crecimiento.

La pastoral de los emigrantes se lleva a cabo por los agentes de

pastoral propios del pueblo que emigra, ya que se hace en la lengua

materna. Colaboran las Iglesias del país en donde se sitúan los

emigrantes, con la creación de unas misiones católicas o estructuras

pastorales para emigrantes. En un primer momento esta pastoral va

dirigida a los adultos que acaban de asentarse, favoreciendo su

cultura religiosa propia y facilitando el contacto con la Iglesia local.

Es fundamental la renovación de la liturgia y de la catequesis,

acomodadas a la nueva situación. Un segundo momento adviene

con la ruptura cultural entre la primera y la segunda generación.

Aquí se plantea la evangelización con los hijos nacidos en el nuevo

país, que exigen una pastoral diferente que la llevada a cabo con

sus padres. Finalmente, la segunda y la tercera generación necesitan

una acción pastoral acorde con la aculturación ya tenida y aceptada.

Junto a la labor imprescindible de los capellanes, la pastoral de

emigración necesita el trabajo de asistentes sociales, la ayuda de

asociaciones de padres de familia y de diferentes grupos juveniles

para crear comunidades cristianas vivas. Desgraciadamente, se suele

producir en la emigración una especie de Iglesia paralela, por el

problema de la tensión o separación de dos culturas, una de las

cuales es la oficial o dominante. Para que la Iglesia de los emigrantes

sea una Iglesia particular y no paralela, se debe evitar el aislamiento

(el grupo se mantiene al margen de la cultura principal) y la asimilación

(se renuncia totalmente a la cultura propia), para proceder

mediante la integración, lo cual supone un equilibrio, siempre difícil,

entre el mantenimiento de la propia identidad y la participación

en la vida de la Iglesia donde se vive 28 •

28. Cf. J. Castillo, La emigración española en la encrucijada. Estudio empírico de



680 Teología Práctica

d) Pastoral del turismo

El turismo (del inglés to tour, ir de excursión) es una actividad del

tiempo libre, que entraña desplazamiento y estancia transitoria en una

localidad diversa a la que habitualmente se vive 29 • De ser en sus comienzos

un fenómeno casi elitista ha pasado a ser en algunos paises un fenómeno

de masas. El tipo de turismo depende del nivel económico que se tiene

y de las exigencias personales o culturales. Precisamente en el tiempo

de ocio se desarrollan mejor o se consolidan más los valores de la persona

y sus exigencias socioculturales, dentro de un abanico que va del descanso

o la evasión hasta el crecimiento de la cultura propia. Estación privilegiada

del turismo es el verano, sin olvidar las vacaciones de Navidad o Pascua

los puentes y los fines de semana.

'

La pastoral del turismo nació con la atención litúrgica a los turistas

por parte de algunas parroquias enclavadas en zonas de esparcimiento y

de ocio. Con la publicación del Directorio de pastoral del turismo (Roma

1969), surge una primera reflexión entre 1970 y 1975 basada en el tiempo

libre creativo. Se han celebrado tres congresos internacionales sobre la

pastoral del turismo en 1970, 1979 y 1984. Se pueden destacar cuatro

aspectos importantes del turismo de cara a una pastoral: el socializador,

el cósmico, el antropológico y el moral. En primer lugar, el turismo es

factor de elevación social, al favorecer la unidad de los pueblos, el

encuentro de culturas, el desarrollo de la hospitalidad, etc. Puede ser

instrumento de paz y de fraternidad. En segundo lugar, el turismo es

factor de solidaridad del hombre con el universo, al valorarse todo el

sentido profundo y esencial que tiene la naturaleza. En tercer lugar es

factor de restauración de la misma persona humana, ya que el hombre

y la mujer se reponen, durante el ocio, de la trabajosidad que produce

el trabajo. Finalmente, el turismo es factor de desarrollo espiritual, en la

dimensión resurrecciona1 30 •

e) Pastoral castrense

La acción pastoral desarrollada en el ámbito de los militares o

profesionales de las fuerzas armadas se denomina apostolado castrense,

expresión acuñada en 1944. Se utiliza el término castrense,

la emigración de retorno Madrid 1981; J. Domínguez, El hombre como mercancía.

Españoles en Alemania Bilbao 1975; F. Pinot, Trabajadores emigrantes en la lucha de

clases, Santander 1974; J. M. Martínez lrigoyen, Veinticinco años de misión católica en

Alemania: Ecc1 1512 (1986) 127-134.

29. ef. Pastoral de turismo, en DAbPast 341-342.

30. ef. F. Appendino, Turismo y tiempo libre, en DETM, 1144-1153; B. Bennassar,

Turismo y pastoral Barcelona 1966.

Servicio (Diakonia) 681

del latín castra o campamento militar. En los Acuerdos entre la

santa Sede y el Estado español del 3 de enero de 1979 se habla de

«asistencia religiosa a las fuerzas armadas»3'.

Los militares constituyen en cualquier país un grupo social importante

relacionado con la paz y la guerra, la seguridad y la integración

internacional. El moderno tránsito de una sociedad militar

y autoritaria a una sociedad industrial y democrática, ha hecho que

el cuerpo castrense de los militares esté supeditado al poder político

de los civiles. Es inaceptable hoy la intervención de los militares

en el campo de la política. De ahí se desprenden una serie de valores

propios de los militares, como su neutralidad política, fidelidad al

gobierno elegido democráticamente por los ciudadanos, acatamiento

de la autoridad legítima, etc. Puede hablarse con propiedad de una

ética militar. Pero al ser entendidos a menudo los valores militares

desde el arquetipo del héroe (valor, sacrificio, lealtad, generosidad,

austeridad, etc.), se desarrollan en este medio virtudes distintas de

los ámbitos civiles.

En la composición del ejército intervienen una oficialidad profesional

y una tropa formada por soldados pertenecientes al pueblo,

que son obligados a servir en la milicia durante un periodo previamente

establecido. En determinados momentos pueden chocar dos

mentalidades que corresponden a dos modos distintos de ver la vida.

Recordemos que la ideología militar tradicional se basa fundamentalmente

en las ideas de patria, orden y autoridad, representativas

en muchos casos de tendencias conservadoras. Finalmente, los militares,

aunque no todos, pueden ser portadores de un sentimiento

militarista, al glorificar la autoridad, la disciplina, el orden, la

obediencia, el prestigio, el honor, etc.

El apostolado castrense abarca todo lo concerniente al ámbito

militar, desde el soldado raso al primer general, incluidos los alumnos

de las Academias del ejército y las familias que viven en compañía

de los militares. Por las características que tiene este importante

grupo humano, la acción pastoral ha de basarse en la

comunidad cristiana funcional y en los grupos apostólicos de tipo

evangelizador. No debe recaer todo el trabajo en el cuerpo de capellanes

ni se debe reducir esta pastoral a un mero servicio sacramental.

Atención especial ha tener la catequesis de adultos y el

catecumenado, sobre todo con los reclutas, soldados, cadetes y

jóvenes oficiales. Los capellanes castrenses, según los Acuerdos de

1979, ejercen su ministerio bajo la jurisdicción del Vicario General

Castrense. El apostolado con el ejército transcurre dentro del Vi-

31. ef. Pastoral castrense, en DAbPast 338-339.



682 Teología Práctica

car~ato. S~stren~e, entendido como una diócesis personal, no

terntonal . Segun los nuevos Estatutos de 1987, el Vicariato General

Castrense en España se denomina Arzobispado castrense de

España.

LAS INSTITUCIONES EN LA ACCION PASTORAL

3S

BIBLIOGRAFIA

Ver para cada tema concreto la bibliografía que se incluye en las notas.

En todo periodo de renovación y de cambio las instituciones son

criticadas y contestadas por su sentido burocrático, sello conservador,

freno de libertad individual, tendencia masificadora e inadaptación a

nuevas necesidades. La Iglesia como institución también ha recibido

y recibe críticas por parte de sus mismos fieles en la medida que se

la identifica con la jerarquía, el clero, el poder, la administración, el

derecho canónico, etc., en lugar de aparecer desnudamente como pueblo

de Dios en estado de comunidad. De un modo quizá simplista,

aunque no exento de intuición acertada, muchos católicos oponen la

fe a la institución y la experiencia de Dios a la organización colectiva.

Son criticadas la Iglesia institucional y sus instituciones. Para valorar

el lugar de la institución en la Iglesia y su cometido pastoral parece

conveniente examinar el fenómeno de la institucionalización aplicado

a la religión y a la Iglesia, examinar el ancho campo de las instituciones

eclesiales y trazar algunos criterios pastorales en relación al uso que

debe hacer la Iglesia de las instituciones.

1. Institucionalización de la religión

a) Concepto de institución

32. Cf. J. Busquets, El militar de carrera en España Ariel, Barcelona 1967' R. Strassoldo,

Militares, en F. Demarchi - A. Ellena, Diccionario de Sociologia Madrid 1986. 1077-

1092; Militiirseelsorge. en HdPTh, I1I, 311-319.

Etimológicamente, institución procede del latín stare (estar), que

equivale a establecer, constituir o fundar algo sólido. La institución

es un organismo o estructura social, relativamente estable, que ordena

las actividades de los individuos según unos modelos de organización,



684 Teología Práctica

en función de unos objetivos l • «La institución -escribe J. González­

Anleo- es una organización o asociación que cumple y asegura funciones

socialmente relevantes, incluso esenciales, para la sociedad»2.

Según G. Alberigo, las características de la institución, tal como se

entiende hoy, son «la duración, la identidad en el tiempo (independientemente

de la voluntad de los interesados), fisonomía impersonal

y equilibrio variable entre la organización y los valores propios de la

finalidad de la institución»3.

La noción de institución, usada con libertad en el lenguaje común,

es de las más antiguas en sociología. Se encuentra a cada paso en las

obras de E. Durkheim, para quien la sociedad es un cuadro de obligaciones

y la sociología una ciencia de las instituciones. Todo es para

Durkheim institución. Ocupa, por eso, una posición extrema «extensiva».

Durkheim llama institución «a todas las creencias y a todos los

modos de conducta instituidos por la colectividad. Por consiguiente,

puede definirse la sociología como ciencia de las instituciones»4. El

sociólogo francés G. Gurwitch reserva el término institución a los

juristas o a la sociología jurídica. Es una segunda actitud que puede

denominarse «restrictiva»5. En resumen, podemos afirmar con la mayor

parte de los sociólogos que institución es un sistema de relaciones

organizadas, según unas normas precisas, que tienden a plasmarse

bajo una forma jurídica reglamentada.

En toda sociedad donde se dan pautas sociales, papeles precisos

y relaciones humanas, hay instituciones. Las instituciones nacen con

los comportamientos sociales. De ahí que incluso en las sociedades

primitivas haya instituciones, evidentemente elementales, aunque muy

variadas, según se conciba y desarrolle la economía, educación, política

y religión. En realidad, ninguna sociedad puede subsistir sin

alguna forma de institución, especialmente los grupos sociales que por

finalidad pretenden perdurar. Mediante la institución se garantiza la

continuidad, identidad y cohesión de un grupo social, al mismo tiempo

que le sobrevienen la inadaptación y el conservadurismo. Durante

siglos, lo institucional fue aceptado como algo beneficioso e indiscutible,

mientras que hoy se critica. La institucionalización surge con

el tránsito de los usos y costumbres populares (festejos, comidas,

educación, ceremonias, etc.) a lo propiamente establecido como per-

1. Cf. mis trabajos Institución e Instituciones temporales cristianas, en DicAbPast,

237-240; Hacia una reforma de las instituciones temporales cristianas, en L. Maldonado-

C. Florístán, Nuevas vías de pertenencia a la Iglesia, Madrid 1972, 55-74.

2. J. Gonzá1ez-Anleo, Para comprender la sociología, Estella 1991, 179.

3. G. Alberigo, Hégémonie institutionelle dans la chrétienté?, en Varios, La crétienté

en débat. Histoire, formes et problémes actuels, Paris 1984, 27.

4. E. Durkheim, Les regles de la méthode sociologique, prólogo a la 2 ed.

5. G. Gurwitch, La vocation actuelle de la sociologie, París 1957, vol. 1.

Servicio (Diakonia) 685

manente, o cuando determinadas reglas de comportamiento social cristalizan

y quedan solidificadas. «Todo grupo social -escribe W. Brezinka-

se configura como un sistema relativamente estable mediante

normas que regulan el comportamiento de sus miembros en todos los

intereses importantes. La convivencia se regula mediante un orden

que establece los deberes y derechos y que ofrece una orientación

inequívoca para la acción. El orden protege al grupo en cuanto tal de

su disolución, como asimismo de la arbitrariedad de las relaciones de

los miembros entre sí. Un orden de este tipo, juntamente con la organización

que se establece para su logro, se designa como institución»6.

Algunos sociólogos entienden la institución como un grupo

organizado y otros como un grupo de personas y cosas establecido

con carácter permanente. Por estas razones, se necesita mucha imaginación,

adaptación, libertad y decisión para que las instituciones

sean vivas, no muertas.

También A. Gehlen subraya la importancia de las instituciones

desde las perspectivas de la antropología cultural a causa de la tendencia

humana a la disgregación y por un instinto certero de

sociabilidad 7 • Otro tanto defienden P. Berger y Th. Luckmann, para

quienes la socialización es un rasgo característico del ser humano, que

necesita ineludiblemente de instituciones. Otra cuestión es el juicio

que los sociólogos dan de los valores positivos y negativos de las

instituciones.

b) La institución religiosa

Por afectar a un grupo social, toda religión se institucionaliza de

acuerdo a la concepción que se tiene de la vida religiosa 8 • De ordinario,

la religión y el grupo religioso nacen en un momento carismático, pero

pronto toman una dirección burocrática, caracterizada por la rutina.

Se observa sobre todo en el momento de la muerte del fundador o del

líder. Esta evolución - necesaria para dar una forma objetiva al movimiento

religioso y asegurar su continuidad- tiende hacia una dirección

tradicional o racional-legal. Max Weber califica este proceso

como «objetivación del carisma»9. El momento carismático corresponde

al de la primera experiencia religiosa y al tiempo del entusiasmo,

6. W. Brezinka, Der Erziehungsbedürftige Mensch und die Institutionen, en Weltweite

Erziehung. Festgabe für Friedrich Schneider, ed. por W. Brezinka, Freiburg i. Br.,

1961,26.

7. Cf. A. Gehlen, El hombre, Salamanca 21987.

8. Cf. N. Greinacher, Die Institutionalisierung der Religion, en HdPth, 1, 418-448.

9. M. Weber, Economía y sociedad l-II, 173.



686 Teología Práctica

que es insólito y fugaz. Por el contrario, la institucionalización ayuda

a que la religión se haga presente, disponible y duradera. Se produce

entonces una tensión entre la institución y el carisma. Por estas razones,

lo insólito, indefinible, carismático y supraempírico se traduce en

expresiones sociales, tangibles, consuetudinarias y empíricas. La religión

necesita, pues, de instituciones sociales, especialmente si quiere

ser religión universal y perdurable. «Para Max Weber -escribe J. A.

Estrada - el proceso de institucionalización de un grupo carismático

es inevitable, y sin él el grupo acabaría por dispersarse y desaparecer.

El mismo éxito de una comunidad carismática lleva consigo la regulación

del carisma que se institucionaliza. Esta progresiva institucionalización

pertenece a la estructura de pervivencia del carisma» 10

c) Los «dilemas» de la religión institucionalizada

En un trabajo clásico, F. O'Dea señala cinco dilemas en la institucionalización

de la religión 1 1 •

1. El primer dilema es el relativo a las motivaciones. En una

religión institucionalizada se dan, junto a los motivos religiosos, otros

motivos mixtos. Al principio, cuando el grupo religioso cristaliza en

un estadio preinstitucional en tomo a una figura carismática, las motivaciones

de los miembros son simples. Normalmente, la respuesta

a una llamada carismática es plena y desinteresada. Con la aparición

de lo institucional se evidencian otras motivaciones: necesidad de

prestigio, adquisición profesional en la enseñanza, acceso al mando,

deseo de poder, exigencias estéticas y necesidad de seguridad en la

estructura de la sociedad. Como la institucionalización contribuye a

la estabilidad, las motivaciones se toman egoístas. Estas motivaciones

son, al mismo tiempo, fuerza y debilidad de toda religión. Se promueven

entonces las exigencias de selección; el peligro se plantea

cuando prevalecen las exigencias legales sobre las personales. En este

momento nacen los movimientos de reforma o de protesta.

2. El segundo dilema se refiere a la simbólica cultual. La respuesta

fundamental religiosa no sólo se da en la comunidad, sino en

el culto. Para que el culto sobreviva al momento carismático se necesita

que tome formas estables. Así nace el ritual, que ofrece un orden

10. J. A. Estrada, La Iglesia: institución o carisma?, Salamanca 1984, 132.

11. F. O'Dea, Five Dilemmas in the Institutionalization 01 Religion, en Sociology

and the Study 01 Religion, New York 1970, 240-255.

Servicio (Diakonia) 687

simbólico objetivado, pero alejado de las exigencias individuales de

autenticidad. Los elementos simbólicos del culto no son, entonces,

expresiones de la respuesta individual, sino ritualizaciones individualizadas

por la autoridad, con la pretensión de ser válidas para todos y

para siempre. Al perder la liturgia ciertas resonancias individuales, se

produce el distanciamiento o la alienación religiosa. La objetivación

produce rutina. Y cuando el culto no sirve, se le abandona o se buscan

en ciertos casos la oración individual o los sucedáneos rituales. En

definitiva, la alienación simbólica es uno de los mayores peligros de

la religión institucionalizada. Se corre el doble riesgo de simbolizar

lo transcendente con el peligro de perder su contacto o de vehiculizarlo

con expresiones mundanas; entonces se seculariza.

3. El tercer dilema se da en el plano administrativo. Según M.

Weber, el liderazgo carismático se transforma en estructura tradicional

o racional-legal mediante un personal administrativo. No olvidemos

la influencia que en las grandes religiones actuales, especialmente

cristianas, tiene la burocracia. Frente a nuevos problemas, la burocracia

tiende a crecer y la estructura a complicarse. La organización

se complica más cuando las motivaciones son secundarias, es decir,

mixtas. Evidentemente, la organización facilita la acción comunitaria

o colectiva en todo grupo religioso, pero al mismo tiempo que reduce

incertidumbres crea conflictos, dada la tendencia a la espontaneidad

de los grupos informales, a los que no se tolera porque crean precisamente

incertidumbres. De ahí que surjan tensiones entre lo espontáneo

y lo organizado, lo no estructurado y lo estructurado, la experiencia

religiosa y la experimentación de la religión 12.

4. El cuarto dilema aparece al definir las verdades de fe y de

costumbres en torno a la tensión que se produce entre el espíritu y

la ley. Por necesidad humana el mensaje religioso debe ser traducido

a términos accesibles a la vida cotidiana. Con esta necesaria concreción,

la ideas e ideales religiosos se hacen necesariamente limitados

y banales. Así, las concepciones éticas se transforman en

normas concretas y la institución religiosa toma un carácter legalista.

Esta tentación va muy unida al proceso generalizado administrativo

cuando la religión pierde resonancia interior y personal.

Con frecuencia es olvidada la afirmación paulina de que la letra

mata y el espíritu vivifica.

12. ef. J. J. Paquette, Unité et insti/ution. Groupe, organisation et structure: LumVie

103 (1971) 49-69.



688 Teología Práctica

5. El quinto dilema es el relativo a la conversión. Toda experiencia

religiosa auténtica ejerce un cierto atractivo e incluso una fascinación.

En el caso del mensaje cristiano la experiencia invita a la

conversión, a la transformación de la persona y de la sociedad. Pero

cuando un movimiento religioso se institucionaliza, se intenta recabar

la adhesión mediante un proceso educativo socializado, que sustituye

a la experiencia directa 13 • En las autoridades religiosas se da siempre

la tentación sutil de valerse de las relaciones estrechas entre religión

y valores culturales y sociales. Incluso se intentan utilizar los organismos

de la sociedad. A veces se identifica la adhesión religiosa con

el patriotismo, la fidelidad política, etc. De ahí las hostilidades de las

autoridades políticas a los grupos religiosos no afiliados al sistema

institucional oficial o de los mismos grupos religiosos marginales respecto

de las instituciones oficiales. A veces se da una aparente religiosidad

oficial en el interior de un escepticismo personal. Como la

religión legitima los últimos valores, se pretende que legitime todos

los establecidos por la autoridad que sustenta el poder. Cuando la

religión sanciona los valores fundamentales de una sociedad se da una

estrecha relación entre instituciones religiosas y civiles.

2. El proceso de institucionalización en la Iglesia

En sociología se habla de cuatro tipos de instituciones: políticas,

económicas, morales y familiares. Entre las morales sitúan los sociólogos

a la Iglesia, que se caracteriza por su sentido globalizador y

finalista. La aplicación del término institución a la Iglesia procede de

los sociólogos modernos, especialmente de Durkheim, para el cual la

religión es un elemento fundamental de socialización. Naturalmente,

el análisis sociológico de la Iglesia no agota la totalidad del hecho

eclesial.

Tradicionalmente se ha afirmado que Cristo instituyó a la Iglesia

y que la Iglesia es «sociedad perfecta» con instituciones. Institución

eclesial es, según Liégé, «todo lo que da al ser de la Iglesia una

visibilidad social y que se expresa en un conjunto de estructuras,

normas y leyes que dan autoridad» 14. Según los sociólogos, la Iglesia

surge como institución cuando los principios carismáticos -entendidos

como valores con una especial carga afectiva- se convierten

en criterios de praxis cotidiana, dando origen a centros coordinadores

13. Cf. P. Eicher. La revelación «administrada». Relación entre la Iglesia institucional

y la experiencia: Conc 133 (1978) 313-330.

14. P. A. Liégé, Place a l'institution dans I'Église. Légitimations doctrinales, en

L' Église: institution et foi, Bruxelles 1979, 173-193.

Servicio (Diakonia) 689

y estructuras de cohesión permanente con carácter jerárquico y

jurídico 15 • Por necesidades sociales, la religión se institucionaliza. La

Iglesia católica no ha escapado a esta necesidad, aunque como institución

ha variado a lo largo de la historia, según los cambios sociales

que en la misma se han dado l6 •

La Iglesia primitiva se reconoce como pueblo de Dios; los cristianos

son la Iglesia. Tanto en la comunidad de los discípulos como en las

fraternidades o comunidades primitivas se dan algunos aspectos embrionarios

institucionales. Los cristianos forman grupos de pequeñas

dimensiones que acentúan el compromiso personal, tienen relaciones

interpersonales y se reunen para celebrar su fe. En realidad, la Iglesia

de los tres primeros siglos fue más movimiento religioso que institución

organizada rígidamente. La unidad estaba garantizada por la leitourgía

como servicio a Dios, la diakonía como servicio al hermano, la koinonía

como comunión y solidaridad y la martyría como servicio de

testimonio. Las instancias institucionales están en el fondo, tanto en

la enseñanza como en el culto y en la organización. La aparición de

lo institucional se observa en la primera Carta de Clemente, la Didajé,

los escritos de Policarpo y las Cartas de Ignacio. Ahí aparecen las

fronteras entre el clero y el laicado, la función de los diáconos, las

diferencias entre presbíteros y obispos, etc. Hay en este tiempo movimientos

sectarios que plantean problemas respecto de las verdades

de fe y la ritualización de las prácticas cultuales. El choque con la

herejía obligó a definir el canon de NT y a destacar la sucesión apostólica,

elementos básicos institucionales.

El gran cambio hacia una Iglesia institucional se da con Constantino.

La Iglesia termina por hacerse estatal, popular y masiva. En su

estructuración influye el derecho romano, la organización imperial y

la perspectiva universalista. Cobra fuerza poco a poco el centro eclesial

romano, se fija el culto, destaca el latín como lengua litúrgica única,

se imponen en la sociedad las normas derivadas de las instancias

sinodales y hay sanciones, incluso civiles, para los disidentes. La

Iglesia llega a ser, entre los siglos IV Y VI, un poderoso instrumento

de integración social ya que se hace cargo de algunas funciones civiles

relativas a la ayuda caritativa, estatuto civil y educación. Entre los

siglos VII Y X se desarrolla en toda Europa la cristiandad carolingia,

con iniciativas culturales y políticas de inspiración cristiana. De Gregorio

VII (s. XI) al cisma de Aviñón (s. XV) llega a su apogeo la

cristiandad occidental, en la que cobra primacía lo «espiritual» sobre

lo «temporal». En el s. XII -escribe G. Alberigo- «se precisa la

15. Cf. L. Dani, Istituzione e identita religiosa, Bologna 1975, 867.

16. Cf. F. Fürstenberg, Kirchenreform und Gesellschaftstruktur: RHPR 41 (1961)

290-301.



690 Teología Práctica

categoría jurídica de institución, distinta de la fundación y de la

corporación I7 • De hecho aparecen universidades, órdenes religiosas

«mendicantes», instituciones que regulan los conflictos en la cristiandad,

etc.

La Reforma protestante intentó una renovación institucional de la

Iglesia, al acentuar la fe individual y la primacía de lo personal, el

sacerdocio común de los fieles y la importancia de las Iglesias locales.

Por el contrario, en la Iglesia católica se acentuó la diferencia entre

los clérigos y los laicos, gravitó su poder y autoridad sobre la sede

romana y dio primacía a lo sacramental y devocional. Con el resurgimiento

de los nacionalismos, la Iglesia católica se unió fuertemente

a los Estados, dando lugar en algunos casos al nacional-catolicismo.

En la edad moderna se produce el fenómeno de una progresiva

secularización de ámbitos culturales que estaban bajo la influencia y

el dominio de la Iglesia, como la educación, la sanidad, la política,

etc. Paradójicamente, la Iglesia imita la organización del Estado monárquico

moderno, centralista y burocrático. Finalmente el Vaticano

11 ha supuesto un intento profundo de reforma institucional, al introducir

consejos y organismos sinodales, suavizar las diferencias entre

clérigos y laicos, cambiar el idioma oficial, reformar la liturgia y dar

mayor relieve a las Iglesias locales y a sus comunidades cristianas 18 .

Este cambio social ha creado tensiones entre el centro y la periferia,

la cúspide y las bases, la normatividad y la libertad, la uniformidad

y la inculturación.

Se puede hablar de tres tipos de instituciones cristianas: la ecclesia

o institución cristiana básica, las instituciones eclesiales o eclesiásticas

(<<ecclesiastica instituta», según AG 4) e instituciones temporales cristianas.

3. La institución básica de la «ecclesia»

Aunque a lo largo de la historia, la Iglesia ha creado diversas

instituciones, la primera y fundamental, sin la cual la Iglesia no existiría,

es la institución eucarística en el seno de la comunidad cristiana 19 .

Desde su aparición en el NT, la Iglesia se presenta en su doble aspecto

de institución y acontecimiento 20 . Es una institución eclesial basada

en la fraternidad y comunidad, pluralista en sus realizaciones, pero

17. G. Alberigo, Hégémonie institutionelle ..., o. c., 36.

18. Cf. mi libro Vaticano Il, un concilio pastoral, Salamanca 1990.

19. Cf. A. L. Descamps, L'origine de l'institution ecclésiale selon le Nouveau Testament,

en L'Église: institution etfoi, Bruxelles 1979, 57-90.

20. Cf. J. L. Leuba, Institución y acontecimiento, Salamanca 1969.

Servicio (Diakonia) 691

con unos elementos comunes fundamentales. Según los tres sumarios

de los Hechos (2,42-47; 4,32-33; 5,12-16), estos constitutivos son la

palabra apostólica, la koinonía, la fracción del pan y las oraciones,

todo en función de un servicio de salvación y liberación. Básicamente

la Iglesia es la institución comunitaria de los creyentes convertidos

(pa~abra evangélica), que celebran la nueva alianza (eucaristía) y son

testigos en el mundo de la salvación de Dios obrada por Jesucristo

(ministerio). De ahí que la institución básica eclesial se manifieste

originariamente por el ministerio del pueblo de Dios a través de la

evangelización y por la reunión de los creyentes mediante la liturgia.

Originalmente, el cristianismo es una religión personal y pública,

histórica y simbólica, profética y sacramental, vital e instituida. De

acuerdo con H. Duméry podemos afirmar que el cristianismo no es

una «fe moral», ni un «sentir instintivo», ni un «misticismo» por medio

del cual el individuo se exalta al margen del grup021. «El cristianismo

-prosigue H. Duméry- es la tipificación, múltiple y progresiva, de

un revelador histórico, la imitación cultual, moral y mística del sujeto

teofánico: Jesucristo. Yen eso precisamente es institución y tradición,

es decir, elección establecida y transmitida de objetos, de acontecimientos

o de personas que, para el cristiano, manifiestan a Dios»22.

El cristianismo se manifiesta, pues, como institución religiosa que

posee una mística vivida, una simbólica expresada y una regulación

social u organización que hace posible la comunicación de la mística 23 .

El retomo a una Iglesia conciliar como comunión y comunidad es

un retomo a la institución eclesial básica. Esto supone la existencia

de cristianos por elección y convicciones, no por herencia O convencionalismos,

encamados en el mundo secular y secularizado como sal

y levadura, como nueva diáspora. Disminuyen entonces las diferencias

entre sacerdotes y laicos, entre presbíteros y obispos. Se descubre la

Iglesia universal en la local y en la comunión de comunidades. Y se

la descubre como la institución pascual-pentecostal, cuyos fundamentos

puso Jesucristo. De la importancia que tiene la institución básica

en cuanto comunidad cristiana se deducen algunas criterios

pastorales 24 .

a) La institución está al servicio de la comunidad cristiana. La

Iglesia es pueblo de Dios convocado y congregado en concreto para

21. H. Duméry, Fenomenología y religión. Estructura de la institución cristiana,

Barcelona 1968, 12.

22. Ibid., 79.

23. Ibid., 88.

24. Cf. P. A. Liégé, La mission contre les institutions chrétiennes?: ParMis 15 (1961)

495-508.



692 Teología Práctica

evangelizar y celebrar. Con un mínimum de institución, proclama y

celebra el acontecimiento salvador de la obra de Dios realizada en

Jesucristo para la salvación del mundo.

b) La institución no debe ser pantalla oscurecedora de evangelio.

Su servicio ha de ser sencmo, humilde, desinteresado. La institución

no debe ser nunca triunfal ni clerical. Debe actuar según la intención

de Cristo, expresada por el evangelio y el espíritu pentecostal. Por

eso hay que revisar constantemente a la institución con el espíritu

fundacional de la Iglesia.

c) Para captar la institución es necesaria una recta eclesiología.

Después del Vaticano II la eclesiología es bíblica, del pueblo de Dios,

de la comunión, en la que prevalece la comunidad de creyentes, el

seguimiento de Cristo y el servicio a los pobres y marginados. Se

descarta la eclesiología jurídica, autoritativa y clerical, en la que predominan

el poder, la burocracia y la sumisión de las voluntades.

d) La institución es siempre precaria, transitoria. Los desarrollos

institucionales nunca deben tener valor por sí mismos. Lo institucional

eclesial está en función de la liberación y salvación. Es útil pero no

tiene valor escatológico; es un sacramentum tantum temporal de la

comunión presente. Es andamiaje relativo y transitorio de la edificación

del Reino.

4. Las instituciones eclesiales o eclesiásticas

En tomo a la institución fundamental están las instituciones eclesiales

o eclesiásticas. Aparecen como ayuda de la institución primaria,

sin un paralelo preciso en el mundo civil. Son necesarias pero pueden

variar a lo largo del tiempo. Según P.-A. Liégé, institución eclesiástica

es «todo aquello que la Iglesia ha fundado bajo su propia responsabilidad,

asistida por el Espíritu, según las necesidades y los tiempos

para expresar y enraizar la institución eclesial»25. R. Rodes las denomina

«instituciones de especial dedicación», referentes a la vida

sacerdotal y vida religiosa 26 . Su finalidad reside en desarrollar lo institucional

primario, la comunidad eclesial.

El ámbito de las instituciones eclesiales se relaciona con el ministerio

total de la comunidad cristiana. Como ejemplos concretos

25. Ibid., 497.

26. Cf. R. Rodes, Estructuras de la presencia de la Iglesia en el mundo actual a

través de las mismas instituciones de la Iglesia: Cone 58 (1970) 195-206.

Servicio (Diakonia) 693

podemos señalar la organización catequética, el catecumenado y los

centros teológicos en el campo de la palabra; las cofradías y hermandades

piadosas en el campo de la piedad; los movimientos y asociaciones

de seglares católicos en el ámbito de la misión; los seminarios,

noviciados, órdenes religiosas e institutos seculares en el dominio

sacerdotal y de la vida religiosa, etc.

Respecto de las instituciones eclesiales podemos afirmar:

a) Están al servicio de la institución básica o eclesial. Las instituciones

eclesiales no son un absoluto. Sólo el Espíritu hace indispensable

la institución eclesial. Todo cambio eclesiológico supone una

revisión de estas instituciones.

b) Tienen sentido en la Iglesia. No tienen parangón con instituciones

laicas, ya que no son temporales. Su ayuda a la promoción,

desarrollo o liberación es indirecta.

c) La Iglesia, que las ha creado, las puede transformar o suprimir.

Las reglas o reglamentos de estas instituciones deben ser reformados

continuamente por su propios responsables.

5. Las instituciones temporales cristianas

a) Descripción

Desde el s. IV comienzan a crearse las instituciones temporales

cristianas por necesidades de la sociedad o de la Iglesia en su misión

respecto de la sociedad. En primer lugar tienen una finalidad temporal

en el plano de la promoción, progreso o liberación del hombre

y de la sociedad, en los terrenos de la educación, servicios sociales,

sanidad, organización social o política, etc. En segundo lugar están

dirigidas con inspiración cristiana por un grupo de cristianos que,

inevitablemente, compromete de algún modo a la Iglesia en la esfera

pública. En tercer lugar pretender servir a la misión de la Iglesia,

especialmente para prolongar en la vida pública sus órganos de

acción y de presencia. No revelan directamente el misterio de la

Iglesia, aunque para los observadores de fuera parecen más significativas

a veces que la misma institución eclesial. Por último son

reconocidas en mayor o menor grado por la jerarquía, la que interviene,

al menos, en lo referente al contenido de la fe y costumbres

que se dan en estas instituciones. Sin embargo solamente pueden

llamarse «cristianas» o «católicas» las «obras confesionales» pro-



694 Teología Práctica

movidas por diócesis, congregaciones o asociaciones de laicos canónicamente

constituidas 2 ?

En realidad las instituciones temporales cristianas no son esenciales

a la entrafta de la Iglesia, ya que no afectan al ser de la misma

sino a su obrar. No son Iglesia sino mundo. Por otra parte, son

confesionales «ab extrinseco», en la medida que de ellas se responsabiliza

algún organismo de la Iglesia. Dicho de ot~o modo,

reciben estas instituciones el «nihil obstat» por vía negatIva, en la

medida que no vulneran el dogma o la moral. Evidentemen~e, no

se garantizan cristianamente «a priori» sus contenidos y aCCIOnes.

De ahí que no se pueda obligar a los cristianos a formar parte de

las mismas o apoyarlas. Su comprensión ha variado notablemente

después del Vaticano 11, al reconocerse explícitamente la autonomía

de lo temporal.

b) Justificación

Estas instituciones ha sido instrumentos característicos de la

pastoral de cristiandad, justificadas como su~~encia ~n una socie~ad

no desarrollada o poco organizada; proteccIOn de fIeles, especIalmente

de jóvenes o débiles en ámbitos humanos secularizados, indiferentes,

alejados u hostiles a la Iglesia; defensa de los derechos

de la Iglesia, amenazados o no reconocidos, e influencia para desarrollar

más adecuadamente la misión cristiana o la evangelización.

Son accidentales y pasajeras, aunque en determinados momentos

históricos tengan un gran papeF 8 • Hoy deben ser revisadas muchas

instituciones temporales cristianas, ya que nos hallamos en un mu~do

con autonomía propia, reconocida por el Vaticano 11. No OlVIdemos

que la Iglesia no es propietaria del mundo, sino modesta

servidora del mismo desde la fe. Por otra parte, los cristianos deben

desarrollar una fe adulta encarnados en el mundo, no alejados del

mismo en ghettos particulares o en organizaciones rivales de las

humanas.

La pastoral de cristiandad ha sido y es sensible aJa crea.ció~ .y

mantenimiento de las instituciones temporales cristIanas, JustIfIcadas

por diversas razones:

27. Cf. Comisión permanente de la conferencia episcopal Española, Los católicos

en la vida pública, Madrid 1966, n. 129-146. .

28. Cf. E. Durkheim, Las formas elementales de la vida religiosa, Buenos Aires

1968.

l. Suplencia

Servicio (Diakonia) 695

La Iglesia ha suplido en la sociedad cuando los gobiernos y las

instituciones humanas no han podido cumplir satisfactoriamente sus

fines temporales. A la caída del imperio romano, la Iglesia suplió las

insuficiencias de los bárbaros. Lo mismo ha ocurrido en Africa en el

s. XIX e incluso hoy en los paises no desarrollados. Era un deber de

caridad ya que las instituciones humanas no estaban todavía organizadas.

La Iglesia ha suplido con frecuencia en los campos de la sanidad

y de la educación. El peligro de la suplencia reside precisamente en

la prolongación de la misma.

2. Protección

A menudo se ha considerado pastoralmente al pueblo infantil, lleno

de peligros, errores y tentaciones. Con las instituciones temporales

cristianas pretende la Iglesia ayudar a vivir la unidad de la fe en la

vida humana total y proteger la debilidad de los cristianos escasamente

adultos, ayudándoles con un cuadro adecuado social. Por estas razones

se hicieron hospitales para ayudar a los enfermos en el dolor y a los

moribundos en el bien morir, escuelas para dar cauce a la religión

escolar y organizaciones recreativas para fomentar buenas diversiones.

Cuando la sociedad moderna se seculariza, la decisión de ser cristiano

exige un acto personal. De ahí que se tienda a fomentar los apoyos

externos para que el pueblo pueda ser cristiano con más facilidad. Sin

embargo, con la protección se impide, a veces, que los cristianos sean

adultos y responsables, al dificultarles el contacto con el mundo, creando

climas de refugio protector. «La creación de espacios propios

-escribe L. González Carvajal- es más expresión de una Iglesia

preocupada por proteger la fe de los creyentes que de una Iglesia

inquieta por acercar el evangelio a los que están fuera»29. Por otra

parte, así se hace más difícil dialogar con la cultura actual.

3. Defensa

Estas instituciones pretenden defender los derechos de la Iglesia

no reconocidos o atacados por ideologías laicistas. Intentan crear garantías

para hacer frente a las instituciones temporales hostiles o se-

29. L. González-Carvajal, Cristianos de presencia y cristianos de mediación, Santander

1989, 19.



696 Teología Práctica

cularistas. Como consecuencia de un laicismo beligerante, la Iglesia

se encuentra desprotegida y los cristianos marginados públicamente.

Por esta razón piden algunos la creación de obras propias de la Iglesia

en ciertos dominios culturales con el propósito de una mayor libertad

de acción pastoral. Se corre el peligro de identificar a la Iglesia con

una sociedad más, plagada de instituciones con intereses propios.

4. Influencia

La Iglesia se hace presente en la vida pública para crear un clima

social humano de acuerdo a las constantes evangélicas. Con las instituciones

temporales cristianas se intenta fomentar una reagrupación

de los católicos para que la Iglesia sea eficaz en la sociedad. Algunos

pretender realizar la unidad del pueblo de Dios bajo la forma de una

nueva cristiandad o bajo un nuevo orden social cristiano. De este modo

se facilita la adhesión de las masas a la Iglesia mediante un clima

favorable. En el fondo de esta concepción subyace el pensamiento de

una teocracia o de un imperialismo cristiano.

c) Juicio crítico

Es necesario evaluar pastoralmente la naturaleza y cometidos de

las instituciones temporales cristianas de acuerdo a ciertos imperativos:

1. La institución temporal cristiana es del pueblo de Dios y debe

estar al servicio de la humanidad, sin competencias enojosas o rivalidades

estériles.

2. Debe expresar con signos evidentes el evangelio. Su misión

se sitúa en el ministerio de evangelización y especialmente en las

zonas extremas humanas de enfermedad, pobreza, educación básica,

etc. Toda institución temporal cristiana que se presente como un contrasigno,

es decir, como un signo de riqueza o de poder y no como

un signo en el Espíritu, debe ser suprimida.

3. La institución temporal cristiana es precaria y transitoria. No

olvidemos que la Iglesia, como sacramento del Reino en la historia,

es temporal. Mucho más lo son sus instituciones temporales. Con

frecuencia la Iglesia dedica a sus instituciones temporales una energía

excesiva, con la contrapartida de desatender campos específicos propios

e indiscutibles, que el mundo necesita y exige la Iglesia para la

evangelización.

Servicio (Diakonia) 697

d) Tipos de instituciones temporales cristianas

Evidentemente, la gama de estas instituciones es muy variada,

como es patente la evolución que han tenido después del Concilio. Se

dan instituciones temporales cristianas caritativas (Cáritas), educativas

(colegios de la Iglesia y universidades católicas), familiares (asociaciones

católicas familiares) sociopolíticas (sindicatos católicos y partidos

políticos cristianos), etc. Me detendré en las caritativas, educativas

y sociopolíticas.

1. Instituciones temporales caritativas

Las primeras instituciones temporales cristianas de la Iglesia fueron

las caritativas. Tradicionalmente se basan en las obras de misericordia

que tienden a remediar una necesidad, una privación, una desventura.

Estas obras nacen espontáneamente, y con el tiempo se institucionalizan.

Junto a la inspiración animadora de la caridad se crea una

actividad benéfica exterior que, por estar orientada hacia el otro, es

humana y debe ser eficaz, es decir, no debe quedarse en las buenas

intenciones.

En el mundo actual la caridad se ha socializado; no son suficientes

los esfuerzos individuales. Las ayudas se realizan por instituciones

permanentes, organizadas, con subvenciones diversas. Incluso el servicio

social se ha convertido en una profesión. Se pretende el bienestar

social del prójimo con amor. En el caso de los cristianos, con amor

de Dios y del prójimo, con caridad. En un nivel estructural y organizativo

es necesario que se restablezca para todos un sistema de

previsión social. Fundamentalmente, esto es misión de la autoridad

pública. Al mismo tiempo hay un servicio social que no se sitúa sólo

a nivel de encuentro personal en el plano de lo social personalista. La

necesidad afecta a la persona entera. Por esta razón depende este

servicio de la imagen del hombre que se tiene. El servicio social tiene,

pues, un sentido personal, según cómo se considere la existencia. No

es independiente de las concepciones de la vida.

Es cierto que las instituciones caritativas cristianas no despiertan

en el mundo el recelo de las educativas o potestativas. Sin embargo,

el Estado moderno, a través de múltiples organizaciones, tiende a crear

instituciones que deben ser respetadas por la Iglesia. En el ámbito de

lo caritativo y del servicio social nos encontramos hoy con una gama

inmensa de instituciones temporales en la que interviene la Iglesia

católica, las restantes Iglesias, las corporaciones seculares privadas y

el Estado. ¿Debe la Iglesia mantener sus instituciones temporales cris-



698 Teología Práctica

tianas caritativas? Digamos, en primer lugar, que la organización estructurada

de los servicios sociales es tarea de la sociedad. De hecho,

independientemente de las concepciones religiosas, filosóficas y políticas,

se da en todas partes una voluntad -a veces sólo teórica- de

establecer un orden económico y social más humano y más justo. La

organización hospitalaria actual sobrepasa las posibilidades privadas

o eclesiales; la asistencia sanitaria es tarea del Estado. Los cristianos

deben admitir esta secularización, ya que es adquisición de la humanidad

mediante valores legítimos, suplidos antes por el cristianismo.

Pero lo que en otro tiempo brotaba de la misericordia hoy nace de la

justicia. Lo secular o profano es de todos; no es propiedad de los que

no creen ni de los cristianos.

Con todo, cabe afirmar, en segundo lugar, que son posibles las

instituciones temporales cristianas caritativas, aunque con algunas condiciones.

Han de ser técnicamente eficaces como las estatales; no deben

suscitar rivalidades antievangélicas; deben depender de una asociación

de laicos, no de la jerarquía, para lo cual es necesaria una promoción

del pueblo de Dios; deben crearse en una sociedad pluralista, en la

que el Estado respete las iniciativas privadas; finalmente, el servicio

social ha de manifestar la intención de la caridad cristiana, cuyo motivo

fundamental es el doble mandamiento de la caridad.

2. Instituciones temporales educativas

Dentro de este variado campo de instituciones, las más relevantes

en la Iglesia son las educativas. Desde la Edad Media al menos, la

Iglesia se ha preocupado por la educación y la cultura. De entonces

datan muchas escuelas, colegios y universidades que después, legítimamente,

han seguido un proceso secular. Actualmente siguen apareciendo

instituciones educativas cristianas en nuevos espacios, como

son los medios de comunicación social.

La finalidad de estas instituciones educativas consiste en educar

desde el interior de la persona humana, con inspiración antropológica

cristiana, para facilitar el desarrollo de la fe personal y de una visión

creyente del mundo. Al mismo tiempo que es defendida tenazmente

su existencia por un gran sector de la Iglesia, son manifiestos los

conflictos que estas instituciones educativas provocan. Los peligros y

tentaciones de los colegios y universidades de la Iglesia son evidentes:

educar con esquemas culturales identificados excesivamente con una

única norma católica (escasa libertad religiosa); recluir a los alumnos

en refugios o ghetto s (fe inmadura); violentar conciencias de enseñantes

que tienen ideologías políticas no coincidentes con la tendencia

Servicio (Diakonia) 699

de la institución (tensiones entre la dirección y los profesores), polemizar

con el Estado a causa de los controles y ayudas económicas

(conflictos con el gobierno); identificar la autoridad -que ~ier.npre

despierta recelos- con el ministerio p~~toral, co.n .la conSigUIente

pérdida de testimonialidad; no educar mlhtantes cnstlanos o l?grarlo

escasamente en relación con los esfuerzos empleados y convertir estas

instituciones en fuerza financiera y ocasión económica para otros fines.

Para que estas instituciones cumplan su misión deben ser, en primer

lugar, verdaderamente educativas, ya que han sido c~e~das para edu~ar

a secas antes que para impartir una enseñanza rehglOsa. Esto eXige

que conserven un gran sentido de lo humano, estén al servicio de la

verdad, fomenten la libertad, defiendan los derechos humanos y eduquen

conciencias de un modo personal y ~oci.al. En segu~do lu?ar,

hay que evitar las polémicas con otras instltuclOnes educ~tlvas l~ICas

o no cristianas, para lo cual han de rechazar todo sectansmo e mtolerancia

y han de fomentar el pluralismo si~ privilegios. ?n tercer

lugar, deben reconocerse contingentes, es deCir, tener capaCidad para

adaptarse a nuevas circunstancias y, si es precis~, desaparecer cuando

la finalidad para la que fueron creadas ya no eXiste. En cuarto lugar,

ha de poder desarrollarse en su interior una ci~rta ev~ngel~zación, con

libertad religiosa, oferta de la buena nueva, sm obhgatonedades cultuales.

Y por último deben estar cercanas al pueblo? a las. c~ases

menos favorecidas. En definitiva, para juzgarlas con eqUIdad cnstlana,

deben alcanzar unos resultados pastorales en proporción a las inversiones

de medios y de personal humano empleados.

3. Instituciones temporales sociopolíticas

El Vaticano 11 habló con claridad de la «justa autonomía de las

realidades temporales» (OS 36). Incluso más tarde, el magisterio ha

reconocido la legítima variedad de opciones políticas, que responden

-escriben los obispos españoles- a «diversos proyectos de socied~d»

o a «diversas soluciones técnicas». «La concepción cristiana de la Vida

personal y de la convivencia CÍvica -suscriben más adelante- no

predeterminan una forma particular de actuar políticament.e. De ~hí la

necesidad de que los cristianos no identifiquen sus propias acclO~es

político-sociales con la fe cristiana»3o. En un documento postenor

afirman que «existen, sin embargo, asociaciones y grupo~ a.los que,

aún afirmada su inspiración cristiana en razón de los o?J~tlV?S pretendidos

y de los procedimientos empleados, no cabe atnbUIrles el

30. Conferencia episcopal española. Orientaciones sobre apostolado seglar. n. 14.



700 Teología Práctica

calificativo de confesionales»3!. No puede calificarse de cristianos o

católicos a «partidos políticos, asociaciones sindicales u otras semejantes»32.

A lo sumo cabe usarse el calificativo de católico, dicen

nuestros obispos, en el caso de ciertos «centros de educación o de

hospitales, aún reconociendo sus inevitables limitaciones humanas»33

En resumen -escribe J. L. Trecheras- el episcopado español «re~

~onoce la no legitimidad de los partidos confesionales y, al mismo

h~m~~, pl~n~ea gr~ves inconvenientes a los partidos políticos de inspIracIOn

cnshana» . Recordemos que los valores éticos del evangelio

se concretan en la sociedad de diversas maneras y que no existe una

solución católica a los problemas cívicos. No hay «tercera vía» cristian,a:

En cualquier caso la Iglesia no debe vincularse a ninguna opinión

pohhca concreta, so pena de que los conflictos civiles se transfonnen

en conflictos religiosos.

6. Presencia pública de los cristianos en la sociedad

Al mismo tiempo que en estos últimos años se han dado cambios

prof~ndos soci~les que han repercutido en la misión de la Iglesia, la

IglesIa del VatIcano 11 ha tomado conciencia de la necesidad de su

p~opia refo~~ ~n funci?n de su presencia pública en la sociedad para

ejercer su miSIOno El dIlema actual no es el de antaño: retirada total

de las realidades temporales o compromiso radical en la sociedad.

Después del concilio, todos los católicos -de uno u otro signoaceptan

estar presentes en el mundo; han pasado los tiempos de la

«fuga mundi». También hay acuerdo en la necesidad de desprivatizar

la fe, ya que la fe tiene una dimensión pública, sin la cual la Iglesia

no podría llevar a cabo su misión. Hay discrepancias sobre el modo

de estar en el mundo o sobre la presencia de los cristianos en él.

a) Nuevo estilo de presencia cristiana

Evidentemente, la Iglesia no es ya la principal institución que

estructura la organización social. Incluso se considera la separación

entre la Iglesia y el Estado como algo beneficioso. De hecho, la

31. Conferencia episcopal española, Católicos en la vida pública, n. 144.

32. Ibid., n. 144.

33. Ibid., n. 142.

34. J. L. Trecheras, Actuación social del cristianismo: Cristianos de presencia y

cristianos de mediación, en Instituto Fe y Secularidad, Memoria Académica 1989-1990,

Madrid 1990, 50.

Servicio (Diakonia) 701

sociedad entera está estructurada secularmente; por otra parte, la fe

cristiana, al ser facultativa, tiende a ser considerada -a veces superficialmente-

como un fenómeno de carácter privado. De hecho, nadie

puede negar la función pública que tienen la Iglesia y la religión en

su globalidad, no sólo por herencia histórica e incluso por el número

mayoritario de los que se confiesan creyentes, sino por la misma

naturaleza del hecho religioso y cristiano. La Iglesia, al ser portadora

de una visión de Dios y de una cosmovisión universal, intenta llegar

a las conciencias personales y a los proyectos de estructuración social,

sin olvidarse de la contestación creciente que tiene como institución

organizada y del rechazo que ciertos grupos humanos muestran frente

al hecho religioso o a la misma existencia de Dios.

La relativización que actualmente se hace de la Iglesia como institución

y de las instituciones cristianas no procede sólo de las críticas

existentes fuera de la Iglesia, sino de algunos juicios teológicos y

pastorales que se dan en su interior, derivados de la refonna eclesial

propuesta por el Vaticano Ip s . Sin duda alguna, los criterios reveladores

de la visibilidad de la Iglesia como institución son hoy distintos

de los que se contenían en las eclesiologías de la Contrarreforma.

Según el Vaticano 11, «la principal manifestación de la Iglesia» se

realiza en la participación del pueblo de Dios en la eucaristía, presidida

por el obispo con su presbiterio (SC 41). La Iglesia es, pues, «congregatio

fidelium» (reunión de fieles) o pueblo de Dios (LG 10,11 y

12). De este modo se recalca la institución básica eclesial.

Pero el problema se plantea respecto de las instituciones de la

Iglesia y de la presencia de los cristianos en las instituciones de la

sociedad. El catolicismo actual, ciertamente, no es único o unifonnista.

Dentro de la Iglesia se advierte hoy una pluralidad parangonable casi

al pluralismo de la sociedad. No olvidemos que la fe se incultura

políticamente. «Es necesario reconocer -dijo Pablo VI - una legítima

variedad de opciones posibles. Una misma fe cristiana puede conducir

a compromisos diferentes»36.

b) Doble estrategia pastoral de la presencia cristiana

El problema de las instituciones de la Iglesia y de la Iglesia frente

a las instituciones civiles se centra en la elección de una doble estrategia

pastoral de acuerdo a la presencia pública de los cristianos en la

sociedad, bien directamente a través de instituciones propias, bien

35. Cf. Ch. Duquoc, Iglesias provisionales. Ensayo de eclesiología ecuménica, Madrid

1986.

36. Pablo VI, Octogesima adveniens, 50.



702 Teología Práctica

indirectamente mediante su inserción en instituciones sociales civiles.

Se advierte un claro antagonismo respecto del modo de entender la

presencia pública de la Iglesia en la sociedad. En el 11 Congreso

nacional de la Iglesia italiana expuso B. Forte la tensión existente entre

los que denominó cristianos de presencia, partidarios de promover

obras propias, y cristianos de mediación, partidarios de mezclarse con

los demás ciudadanos en los espacios abiertos a todos 37 •

l. Cristianos de «presencia»

Ante el pluralismo y la diversidad de universos simbólicos, un

sector de la Iglesia reacciona con firmeza en el intento de construir

un «bloque ideológico católico» frente a las fuerzas laicas y laicistas

o anticlericales y ateas. La restauración es para el sector conservador

católico la única salida, con objeto de mantener la seguridad doctrinal

y defender el código cosmovisional y ético de la Iglesia, considerado

prácticamente como el único verdadero. Los cristianos con una presencia

directa o militante en la sociedad son, por ejemplo, los pertenecientes

al Opus Dei, Comunión y Liberación, Focolares, etc.

En primer lugar, entienden estos cristianos que con la desaparición

de las instituciones cristianas queda privatizada la fe o reducida a lo

personal y a lo privado, sin que los cristianos participen en los debates

sociales. Creen que la Iglesia tiene siempre algo que decir sobre todas

las cuestiones públicas; incluso consideran que esta opinión es la más

importante.

En segundo lugar, piensan que la fe tiene pretensiones de globalidad,

ya que la visión religiosa abarca todo con total profundidaq.

De ahí que se pretenda mostrar públicamente el sentido de una sociedad

que carece de sentido, ofrecer la verdad entre un cúmulo de saberes

parciales y mostrar la ultimidad entre varias creencias.

En tercer lugar defienden los espacios propios correspondientes a

las obras y actividades temporales de inspiración cristiana. Estos cristianos

pretenden ser -según B. Forte- «una fuerza de choque o un

bloque compacto frente a un mundo en crisis». Así se asegura una

presencia activa cristiana en oposición a las corrientes de pensamientos

laicistas y se protege la fe de los más débiles. Creen que debido a un

laicismo intolerante, los creyentes se encuentran marginados en los

espacios comunes.

Finalmente, pretenden ofrecer un testimonio colectivo frente a la

disolución de las masas cristianas y a la posición insostenible de los

37. Cf. G. Tonini, La mediazione culturale. Le idee, le [onti, íl dibattito, Roma

1985.

Servicio (Diakonia) 703

francotiradores creyentes. Por eso se potencian las acciones que exteriorizan

los ideales de los grupos cristianos organizados.

Este enfoque pastoral ha sido en general bien visto e incluso potenciado

por muchos obispos. De hecho, estos movimientos neoconservadores

han recibido apoyo desde la subida al solio pontificio de

Juan Pablo 11. Según L. Giussani, fundador de Comunión y liberación,

el modo de aproximación de Juan Pablo 11 a los problemas del hombre

es semejante al que tiene dicho movimient0 38 . Otro tanto viene a decir

Kiko Argüello, fundador de las comunidades neocatecumenales. En

el Congreso español sobre Evangelización y hombre de hoy de 1985

-promovido oficialmente por la jerarquía-, la ponencia tercera manifestó

su convicción de que la Iglesia debtl promover y sostener

«instituciones, en cuya gestión los cristianos unifiquen sus esfuer­

ZOS»39. En los debates se matizó esta afirmación, en el sentido de que

las instituciones temporales de la Iglesia deben ser «ajenas a la tentación

de poder» y cercanas «a los marginados». En cualquier caso

deben ser «cuidadosamente examinadas» 40.

El peligro de los cristianos de presencia, por su «neoconfesionalismo»,

reside en resucitar viejos esquemas de cristiandad. En el fondo

son restauracionistas. Al buscar seguridades, tienden a ser fundamentalístas.

Tienen una visión negativa del ser humano y desconfían de

la sociedad; de ahí que busquen espacios propios. Si dialogan con el

mundo no es para adquirir alguna experiencia positiva sino para misionar.

A veces dan la sensación de ser un mundo dentro del mundo

y una Iglesia dentro de la Iglesia. Consideran que la sociedad va a la

deriva porque se ha alejado de la fe y piensan que la Iglesia ha entrado

en crisis porque se ha identificado demasiado con el mundo. No admiten

otra liberación del mundo que la que proviene de la comunión

cristiana. Naturalmente, la única vinculación con Dios admitida como

genuina es la católica.

2. Cristianos de «mediación»

Otros sectores progresistas de la Iglesia se niegan a formar parte

de dicho bloque católico porque entienden que la misión cristiana

consiste en ser fermento evangélico dentro de la democracia y de las

fuerzas sociales laicas. Prefieren vivir en la frontera, con objeto de

38. L. Giussani, El movimiento comunióli y liberación, Madrid 1989, 147.

39. Evangelización y hombre de hoy. Congreso, Madrid 1986, 188; ver también

Algunas propuestas para la evangelización en España hoy del consejo de Redacción: Com

7 (1985) 114-116.

40. Conclusión 20, ibid., 545-546.



704 Teología Práctica

que su testimonio y compormiso ayuden a que los valores del reino

de Dios penetren en la sociedad y las aspiraciones humanas básicas

se introduzcan en la Iglesia. No aceptan una cultura católica ni una

política cristiana. Hay que juzgar y discernir, puesto que el pluralismo

pertenece al entramado de la cultura occidental, siendo variadas las

ofertas religiosas y las referencias éticas. Negar este presupuesto o

rechazarlo de plano supone un acercamiento peligroso al totalitarismo

político o al sectarismo religioso. Precisamente el mensaje cristiano

debe proponerse en un ámbito de libertad para que se de con genuinidad

el acto de fe personal y comunitario. Según G. Tonini, la mediación

se logra mediante «un proceso de encarnación, de inculturación y de

mediación cultural que tiene en la encamación de Cristo su centro y

su cumbre» 41. Naturalmente, se tiene en cuenta la misma experiencia

humana y se analiza el sentido cristiano de la realidad por medio de

lo que A. Monticone denomina «pensamiento crítico» y J. M. Rovira

«revisión de vida»42. De este modo se elige la mediación más conveniente

para que el cristianismo se encame en la misma sociedad;

así se reconcilian la fe con la vida y la misión de la Iglesia con ciertos

proyectos culturales del mundo.

Los cristianos de mediación son, por ejemplo, los Movimientos

apostólicos y las Comunidades de base. Pretenden una doble tarea:

que los valores del reino de Dios impregnen la sociedad y que la Iglesia

sea receptora de los deseos y aspiraciones de la sociedad, especialmente

de los más pobres y marginados.

El peligro de los cristianos de mediación es el ocultamiento de

referencia religiosa explícita o cristiana en la sociedad. En cualquier

caso tienen una visión más positiva del hombre, en el que depositan

una mayor confianza. Al menos aceptan la realidad del mundo tal

como es, al que pertenece la Iglesia, no al revés. Su teología se funda

en la reforma emprendida por el Vaticano 11 y su eclesiología es la

del pueblo de Dios, de la comunión, del diálogo. Proponen la inculturación

del cristianismo por medio de acciones discretas, no a través

de instituciones propias.

Servicio (Diakonia) 705

giosa, Madrid 1969; Centre Catholique des Intellectuels Fran,<ais, Faut-il des

institutions chretiennes?, París 1967; J. Danielou - J. P. Jossua, Cristianismo

de masas o de minorías, Salamanca 1968; H. Duméry, Fenomenología y religión.

Estructura de la institución cristiana, Barcelona 1968; 1. A. Estrada,

La Iglesia: institución o carisma?, Salamanca 1984; F. Fürstenberg (ed.),

Sociología de la religión, Salamanca 1976; H.-W. Goddijn, Sociología de la

religión y de la Iglesia, Buenos Aires 1973; L. González-Carvajal, Cristianos

de presencia y cristianos de mediación, Santander 1989; M. Kehl, Kirche als

Institution, Frankfurt 1976; J. L. Leuba, Institución y acontecimiento, Salamanca

1969; 1. Matthes, Introducción a la sociología de la religión, 2 vols.,

Madrid 1971; Secretariados sociales diocesanos de Pamplona, Bilbao, San

Sebastián y Vitoria, Compromiso cívico y neoconfesionalismo, San Sebastián

1986; G. Tonini (ed.), La mediazione culturale. Le idee, le fonti, il dibattito,

Roma 1985; Varios, L'Église: institution etfoi, Bruxelles 1979.

Números especiales de revistas: La Iglesia como institución: Conc 91

(1974).

BIBLIOGRAFlA

P. Berger, Para una teoría sociológica de la religión, Barcelona 1971;

id., Rumor de ángeles. La sociedad moderna y el descubrimiento de lo sobrenatural,

Barcelona 1975; H. Carrier - E. Pin, Ensayos de sociología reli-

41. G. Tonini, La mediazione ..., o. c., 17.

42. J. M. Rovira, Fe y cultura en nuestro tiempo, Santander 1988, 114-121.



36

MISION DE LA IGLESIA EN LA SOCIEDAD

La misión de la Iglesia en la sociedad no se limita a su cometido en

un sentido político sino que abarca toda su función apostólica ad extra,

denominada presencia pastoral. Tendré en cuenta aquí sobre todo la

realidad social española. De ahí que comience por un diagnóstico del

actual catolicismo español, para abordar a continuación las prioridades

pastorales en relación a los actuales retos socioculturales y finalizar con

algunos criterios pastorales sobre el papel de la Iglesia en la sociedad l •

1. Diagnóstico del catolicismo español

a) Rasgos peculiares heredados

Empecemos por recordar algunos rasgos del catolicismo español de

la inmediata posguerra civil, previo al Vaticano TI, sin los cuales no es

posible entender el actual catolicismo: 1) Se identificaba mayoritariamente

con la cultura de derechas; puede decirse que la práctica religiosa en

España era más alta cuanto más se situaba el creyente a la derecha de

los partidos políticos; hoy está más diversificado el voto de los creyentes

y es más variada la práctica de los votantes. 2) Era beligerante e intolerante,

fruto inmediato de la guerra civil y resultado remoto de nuestra

lucha contra el islamismo de los árabes, la reforma protestante, la modernidad

del liberalismo y el comunismo; hoy posee un talante más

ecuménico y pacífico. 3) Estaba configurado por el nacionalcatolicismo,

resultado de la adopción del catolicismo como religión de Estado desde

1. ef. mi trabajo Presencia pastoral de la Iglesia en la sociedad actual, en Instituto

Superior de Pastoral, La Iglesia en la sociedad española. Del Vaticano II al año 2.000,

EsteBa 1990, 115-146.



708 Teología Práctica

el III concilio de Toledo, hacia finales del s. IV, y consecuencia de la

identificación del catolicismo con el espíritu patriótico; no es posible hoy

defender esta identificación. 4) Era escasamente ilustrado, consecuencia

de una deficiente formación religiosa escolar y de una abstracta y empobrecida

escolástica teológica; la catequesis y la teología cultivadas en

España han mejorado notablemente. 5) Tuvo una gran vitalidad espiritual

y ascética, manifestada, de una parte, por el incremento considerable de

las vocaciones religiosas y sacerdotales, y, de otra, por un sin número

de expresiones públicas, a saber, consagraciones, coronaciones, peregrinaciones

y procesiones; hoy damos más importancia a la asamblea

litúrgica y a la comunidad cristiana; ha disminuido el fervor vocacional.

6) Era enormemente popular, hasta tal punto que ha expresado la piedad

del pueblo; de ahí que sea icónico, expresivo, barroco, como lo dan a

entender las tallas de Cristo y de la Virgen en cerros, ermitas, capillas,

etc.; sin dejar de ser popular, el catolicismo no es ya el único substrato

básico de la cultura del pueblo. 7) Se mostraba clerical, por lo que

provocaba reacciones anticlericales, debido al predominio directivo de

los sacerdotes, a los que el pueblo seguía devotamente o los perseguía

con saña; hoy el estamento sacerdotal, reducido en número y con menos

poder, comparte su ministerio más que antes. 8) Era asociativo y poco

comunitario, es decir, en su interior se han desarrollado cofradías, hermandades

o asociaciones piadosas sin estructura comunitaria de fe; junto

al derrumbe de algunas cofradías subsisten otras y se da un cierto movimiento

comunitari0 2 •

b) Problemas actuales planteados

El catolicismo español ha cambiado profundamente: no es hoy el

mismo que el de las décadas de los cuarenta y cincuenta a causa del

influjo de las mutaciones culturales modernas, la incorporación de

libertades democráticas, el cambio político en la configuración de un

Estado constitucionalmente no confesional, las decisiones del Vaticano

2. Para examinar el catolicismo español, en sus etapas recientes, cf. J. González­

Anleo, Catolicismo nacional: nostalgia y crisis, Madrid 1975; J. Chao, La España en el

franquismo, Madrid 1976; A. Alvarez Bolado, El experimento del nacional-catolicismo,

Madrid 1976; S. Petschen, La Iglesia en la España de Franco, Madrid 1977; J. Ruiz

Rico, El papel político de la Iglesia Católica en la España de Franco (1936-1971), Madrid

1977; F. Urbina y otros, Iglesia y sociedad en España 1939-1975, Madrid 1977; R. Díaz­

Salazar, Iglesia, dictadura y democracia, Madrid 1981. Para entender el periodo franquista,

cf. Fuero de los españoles, del 17.7.1945; Principios del Movimiento Nacional de 1953

y Concordato del Estado español con la santa Sede de 1953, en los que se dice que ,<la

religión católica, apostólica y romana es la religión del Estado español», a la que se

dictamina como «la única verdadera».

Servicio (Diakonia) 709

II Y nuestra creciente incorporación a las realidades europeas. La

cuestión religiosa ha dejado de ser conflictiva, la convivencia entre

creyentes y no creyentes en general es pacífica y ha dejado de tener

consistencia la dialéctica clericalismo/anticlericalismo. En la actualidad,

uno de cada diez españoles se declara anticlerical y uno de cada

tres se define, sin embargo, clerical; pero la mitad no se identifica en

este punto.

Al tratar de definir los rasgos más sobresalientes de la cultura

dominante en la España de la década de los ochenta, el Congreso sobre

la evangelización de 1985 señala estos cuatro: secularización, mentalidad

científico-técnica, tolerancia civil y economía capitalista. Esto

supone un cambio profundo en relación a la mentalidad cultural, religiosa

y rural de veinticinco años antes, cuando terminó el Concilio.

Por otra parte, los nuevos hábitos culturales han afectado profundamente

al hecho religioso: las certezas no son fáciles, las prácticas

religiosas han disminuido, las creencias costumbristas se han disgregado

y las conductas morales son extraordinariamente plurales 3 • Como

contrapartida, también podemos afirmar que nuestro cristianismo actual

ha crecido en exigencias de autenticidad.

Al analizar los obispos en 1986 la sociedad española, han reconocido

«muchos valores positivos», como «la fuerte sensibilidad en

favor de la dignidad y los derechos de la persona, la afirmación de la

libertad como cualidad inalienable de la actividad humana, la aspiración

a la paz, el reconocimiento de la primacía de la sociedad sobre

el Estado, la comprensión del poder político como servicio a la sociedad

y al bien común, el respeto a las minorías y a sus manifestaciones

políticas dentro del Estado, la solicitud por los más favorecidos

en la convivencia social, la solidaridad como exigencia de las relaciones

entre los diversos pueblos y grupos sociales»4. Al mismo tiempo

nuestros obispos han juzgado como elementos negativos en la cultura

actual «la falta de convicciones sobre el ser profundo del hombre, el

pragmatismo, el materialismo teórico o práctico y el culto al bienestar

como norma suprema de comportamiento», junto al «ejercicio puramente

egoísta de la sexualidad»5. «Esta tendencia -afirman nuestros

prelados- se manifiesta como rechazo, menosprecio o encubrimiento

del pasado cultural y como seducción ante lo nuevo»6. En el fondo,

este juicio se basa en dos afirmaciones: 1) la cultura y la religión no

3. Cf. Ponencia 1: El hombre a evangelizar en la España actual, en Evangelización

y hombre de hoy. Congreso, Madrid 1986, 77-105.

4. Comisión pennanente de la CEE, Los católicos en la vida pública, Madrid 1986, 14;

CEE, Anunciar a Jesucristo en nuestro mundo con obras y palabras, Madrid 1987, 16.

5. Los católicos en la vida pública, o. c., 18.

6. Anunciar a Jesucristo ..., o. c., 25-29.



710 Teología Práctica

se pueden separar en nuestro catolicismo, ya que sin di~ensi?n ;~ligiosa

no hay verdadera cultura; 2) al pr~ceder nuestro patnmo~lO e~co

de la tradición cristiana, ni se puede Ignorar esta procedenCIa nI se

puede dilapidar lo heredado.

A pesar del proceso secularizador y de los cambios ocurridos en

las décadas de los sesenta y setenta, hay quienes afirman que la cultura

española actual sigue siendo religiosa en su orientación más profunda.

Evidentemente, el Vaticano 11 y la transición a la democracia han

influido notablemente en las creencias, actitudes éticas y práctica religiosa

de los españoles. En la religiosidad española actual pueden

señalarse, entre otros, tres rasgos: L) La importancia de ciertas festividades

religiosas (incluido el domingo) cuando en esos días se celebra

popular y festivamente una advocación, un hecho o una tradición con

un ritual religioso adecuado. 2) La persistencia de los cuatro sacramentos

del catolicismo· popular (bautismo, primera comunión, boda

religiosa y rito funerario) como ritos de tránsito, de consagración o

de consolidación, es decir, ceremonias enaltecedoras que tocan las

raices profundas de la vida, de la historia o de la naturaleza, que

ayudan a la identificación de la persona y a la cohesión del grupo y

que religan a las personas en los momentos cruciales de ~a existencia

con un ámbito sagrado superior. 3) Sin embargo, el sentIdo de transcendencia,

sacralidad y creencia en Dios que tiene nuestro catolicismo

popular no siempre se relaciona adecuadamente con el evangeli? de

Jesucristo, la resurrección del Señor o el reino de Dios en plenltud.

En la sociedad actual -señalan muchas encuestas- hay una enorme

permisividad moral, menosprecio cultual y ,vaga creencia en lo

transcendente 7 •

La Iglesia, en cuanto identificada con la jerarquía, es poco apreciada

porlos católicos españoles. La credibilidad de la Iglesia como

institución es escasa, en gran parte debido al anticlericalismo, a la

búsqueda directa de Dios sin mediaciones, al tedio ritual y al posicionamiento

de la jerarquía en relación a ciertos temas, vistos como

privilegios. Los responsables de la Iglesia tienen escaso lidera~go

moral. A la 'jerarquía se le reconoció un momento de comprom~so

cuando luchó por las libertades y deseó la llegada de la democ.racIa.

7. Cf. Encuesta sobre Sistema de Valores, Madrid 1981; F. A. Orizo, España entre

la apatía y el cambio social, Madrid 1,983; Iglesia, religión y política: «Revista Española

de Investigaciones Sociológicas» 27 '(1984) 295-328; IV Informe FOESSA, vol. n, El

cambio social en España, Madrid 1985 (ver asimismo Informes FOESSA 1966, 1970,

1975 Y 1983); J. R. Montero, Iglesia, secularización y comport(lmiento político en Espaí!'::

«Revista Española de Investigaciones sociológicas» 34 (1986) 131-159; J. Linz, ReliglO n

y política, en J. Linz - J. R. Montero (eds.) Crisis y cambio: electores y partidos en la

España de los años 80, Madrid 1986, 201-257; V. Pérez Díaz, Iglesia y religión en

España, en su obra El retorno de 'la sociedad civil, Madrid 1987.

Servicio (Diakonia) 711

Ciertos sectores cristianos critican hoya la Iglesia jerárquica por limitar

su preocupación a los problemas de la enseñanza, planificación familiar,

estabilidad conyugal, moral sexual y financiación. El 63% de

los españoles rechaza la posibilidad de intervención directa de la Iglesia

en la vida política.

Muchos creen que los obispos de nuestra Iglesia española, austeros

en su vida personal, generosos en la entrega y honestos en su espiritualidad,

son tentados por la reconstrucción de una Iglesia tradicional,

en la que quizá se sienten más seguros. Aunque su lenguaje es mayoritariamente

conciliar, en la práctica parece como si tuviesen miedo

a cualquier cambio y sintiesen alergia a toda acción creadora pastoral

ya cualquier hipótesis teológica innovadora. Se sienten seguros como

cuerpo episcopal, aprecian extraordinariamente la unidad del propio

grupo y nunca se auto critican en público. Su amor a lo inmutable les

conduce a dialogar con cierto miedo y a reprimir sin demasiada severidad.

Saben que ni frente a los curas ni respecto a los laicos tienen

el poder que tuvieron antes, y que no siempre alcanzan un nivel

adecuado de autoridad. Evidentemente están más cerca que nunca del

pueblo, aunque a veces de un modo esporádico y superficial. Pero

acostumbrados a no decidir en cosas importantes (todo les viene hecho

y regulado), terminan por dedicar su tiempo a decisiones que a veces

parecen insignificantes.

Respecto del estamento sacerdotal, los síntomas siguen siendo

preocupantes, como son las secularizaciones, la disminución de ordenaciones

y el envejecimiento del clero, fruto de un cambio rápido,

desde una situación de segregación de los sacerdotes respecto del

mundo como enemigo del alma, a su inserción en la sociedad, en

virtud del compromiso con el mundo como creación positiva de Dios.

Recordemos que el concilio acentuó tres opciones en el ministerio

sacerdotal: la apertura a los increyentes, la inserción en la vida cotidiana

y el servicio a los pobres, oprimidos y marginados 8 • Pór eso

dijo claramente el Vaticano 11, al referirse a los presbíteros en el decreto

correspondiente: «Los nuevos impedimentos que obstaculizim la fe

pueden ponerles en peligro de que decaigan sus ánimos, viendo la

esterilidad del trabajo realizado y la acerba soledad que sienten» (PO,

22).

El Sínodo sobre los laicos de 1987 puso de manifiesto tres grandes

cuestiones de la Iglesia posconciliar: la escasa o nula participación real

de los laicos en las decisiones eclesiales, el auge de ciertos movimientoscatólicos

neoconservadores y el escaso rol decisivo que la

8. PO 8; cf., Ch. Duquoc, La reforma de los clérigos, en G. Alberigo - J. J. Jossua

(eds.), La recepción del Vaticano JI, Madrid 1987, 355-367.



712 Teología Práctica

mujer tiene de hecho en la Iglesia. El fondo de estas cuestiones se

e~plic~, de una parte, por la resistencia que ha tenido la Iglesia postndentma

en aceptar algunas tesis de la modernidad, especialmente

las del proceso democrático. De otra, hay un peligroso olvido evangélico

de la igualdad de los cristianos en la fraternidad, gracias a la

fe, a los sacramentos de la iniciación y al compromiso del amor al

prójimo. Al mismo tiempo que la Iglesia, por medio de intervenciones

pontificias o episcopales, defiende el derecho de la democracia en la

sociedad civil, lo rechaza en su interior con el argumento del derecho

divino o de la autoridad derivada directamente de Dios. Por último

se afirma en documentos oficiales el rol de la mujer igual al del hombr~

en el trabajo, la cultura, la economía y la política, pero dentro de la

Iglesia se le impide su acceso al ministerio ordenado y se le ponen

trabas para ejercer incluso algunos ministerios instituidos, como el

lectorado y acolitado. La doble decisión pastoral de mantener el celibato

para todos los presbíteros del rito latino y de rechazar el acceso

de la mujer al ministerio ordenado manifiestan el sentido actual de la

estructuración jerárquica y los límites impuestos a la reforma ministerial.

Lo cierto es que nuestro catolicismo, semejante en su futuro al

europeo, atraviesa grandes dificultades. Sin duda, tiene mejores perspect~vas

el cristianismo del tercer mundo, aunque no en todas partes

por Igual. Recordemos que por muchos conceptos España está entre

Europa y América Latina. El hecho de que Iberoamérica sea continente

católico y ahí se hable en castellano por haber formado parte de la

metrópoli española, es sumamente importante para nuestra Iglesia,

aunque por desgracia sólo una parte del catolicismo español se siente

identificado con la Iglesia renovada en América Latina, con sus comunidades

de base, su lucha por la liberación y sus interpretaciones

teológicas.

Servicio (Diakonia) 713

cesantes focos de violencia institucional y contrainstitucional, que

investiga científicamente por intereses militares, manipula económicamente

las guerras tercermundistas y negocia las materias primas

existentes en el tercer mundo, asfixiado con una deuda externa impagable.

Lejos de progresar hacia una sociedad igualitaria en la que no hay

pobres porque los recursos se distribuyen equitativamente entre las

personas y los pueblos, nos encontramos en una humanidad, cuya

mitad malvive por debajo del umbral de la pobreza absoluta y otra

gran parte se encuentra en niveles de pobreza relativa. Esta situación

es debida fundamentalmente, según L. González-Carvajal, al retraso

tecnológico, a la opresión ya la marginación 9 • Este problema crucial

de la humanidad debe ser contemplado por la Iglesia en virtud de las

exigencias del reino de Dios y de su justicia. Evidentemente la Iglesia

no tiene «soluciones técnicas» que ofrecer a los problemas de la sociedad,

ni su doctrina social es una «tercera vía» entre el capitalismo

y el colectivismo 10 • Pero la palabra de la Iglesia, derivada de su misión

evangelizadora y liberadora, puede orientar la fe de los creyentes dando

a la vida sentido transcendente, a la capacidad de juicio discernimiento

crítico y a la conducta moral dimensión evangélica desde la opción

por los pobres.

Recordemos que la imagen utópica del cristianismo es el banquete

de los pobres o la abundancia mesiánica. «La acción en favor de la

justicia y la participación en la transformación del mundo -dice un

texto ya clásico del sínodo de obispos de 1971- se nos presenta

claramente como una dimensión constitutiva de la predicación del

evangelio, es decir, la misión de la Iglesia para la redención del género

humano y la liberación de toda situación opresiva» (Introd.).

La vida cristiana está caracterizada por una mesa fraterna compartida

con los hambrientos, cuyo signo y sacramento es la eucaristía.

2. Prioridades pastorales de la Iglesia en la sociedad

a) Optar por los pobres en una sociedad inhumana e injusta

Recordemos, en primer lugar, el contexto cultural de cuño occidental

en el que se mueve nuestra Iglesia católica, dentro de una

sociedad nordatlática en proceso galopante de secularización, con mentalidad

capitalista abocada al lucro y al consumo, extraordinariamente

pluralista al relativizar los axiomas de la moral, sensible a las transformaciones

que se tienen en los países de implantación soviética,

insensible a las diferencias económicas Norte-Sur, no exenta de in-

b) Dar razones de esperanza a una vida sin dirección ni sentido

En el fondo, la crisis más grave no es sólo la de los medios de

vida sino la de las razones de vivir, ya que la sociedad es injusta por

falta de convicciones éticas. Muchas personas no se preguntan por el

sentido de la vida o creen sencillamente que nada en la vida tiene

sentido. De hecho, las instituciones clásicas que intentan dar sentido

a la vida, como la familia, la religión y la política, influyen escasa-

9. L. González-Carvajal. Los signos de los tiempos. El reino de Dios está entre

nosotros .... Santander 1987. 105-152.

10. Cf. Juan Pablo n. Sollicitudo rei socialis. 41.



714 Teología Práctica

mente. Sin embargo, al advertir que la ciencia y la técnica no resuelven

todos los problemas, ni tan siquiera los más profundos, se genera en

los adultos una gran insatisfacción y en los jóvenes un manifiesto

desinterés. No es fácil dar sentido a todo, especialmente.a lointolerabIe,

ni es aveces posible responder a determinadas preguntas: ¿por

qué la muerte en un niño inocente?, ¿por qué el suicidio de jóvenes?,

¿por qué las enfermedades mentales?ll. En el fondo, siguen en pie las

cuestiones hondas del sentido de la enfermedad, la desgracia y la

muerte. Uno de los desafíos mayores de la pastoral actual es devolver

a las personas las razones de vivir y, con las razones de vivir, el

sentido de la justicia.

Con frecuencia se ha echado mano de algo tan arcaico como es la

respuesta del castigo, bajo el sentimiento de la deuda y la creencia de

que el mal es consecuencia del pecado. Dios es el juez supremo y el

absolutamente ofendido. A pesar de la secularización de la sociedad,

esta actitud todavía subsiste. En otros momentos se ha interpretado el

sufrimiento, el mal y la muerte como pruebas de Dios. Dios corrige

a los hombres como un buen padre a sus hijos.

Una primera actitud pastoral ante este problema es aceptar la finitud,

los límites y la impotencia, al mismo tiempo que se reconocen,

desde la fe -como hace GS-, los valores del humanismo moderno

y se asumen todas sus preguntas. Pero todo intento de respuesta cristiana

se centra básicamente en el misterio de la redención, que incluye

la capacidad del sufrimiento para redimir. El sentido cristiano de la

vida se encuentra a partir de la muerte y resurrección de Cristo o desde

una actitud de fe y esperanza en Dios. Al tomar parte el cristiano por

la esperanza, debe acostumbrarse a valorar lo positivo y a buscar la

cara positiva de todas las cosas.

La vida cristiana debe dar sentido a toda la vida.

c) Ofrecer ámbitos de comunidad

ante una nueva exaltación del individualismo

El individualismo, producto típico de la burguesía y una de sus

mayores conquistas, se desarrolló plenamente en el s. XVIII cuando

el individuo dejó de ser parte dependiente de un gremio, adquirió su

independencia frente a los poderes absolutistas, se transformó el uni-

11. CL Sens et non-sens de la vie: LumVie 38 (1989) n 191; ¿Para qué estamos en

la tierra?: Conc 128 (1977); J. García Rojo, La pregunta por el sentido. Problemática

filosófica-teológica actual: RevEsp 48 (1989) 9-110; J. Alfaro, La cuestión del sentido y

el sentido de la cuestión: Gr 66 (1985) 387-744; M. Benzo, Sobre el sentido de la vida,

Madrid 1971; J. L. Ruiz de la Peña, El último sentido, Madrid 1980.

Servicio (Diakonia) 715

verso de su trabajo y se estructuraron las relaciones sociales mediante

un orden nuevo. El individuo aparece hoy en el ámbito de lo privado

circunscrito a la residencia, la familia, la vida afectiva y el tiempo

libre, aunque con una condición indispensable: ser económicamente

libre. «El reverso del individualismo -dice 1. Fetscher- es, con

demasiada frecuencia, el egoísmo y un frío espíritu calculador»'2. De

ahí que hasta hace poco tiempo, el individualismo era entendido negativamente.

No confundamos, vino a decir ya E. Mounier, el individualismo

con el personalismo.

Hoy se advierte un crecimiento del individualismo junto a la clara

defensa del mismo. Hay quienes se muestran orgullosos de ser individualistas.

Pero el retomo del individualismo, creen algunos, no es

el del sentido clásico occidental. Las prácticas individualistas actuales

han crecido a causa de un desarrollo económico en las sociedades

opulentas que pone a disposición de muchas personas técnicas

sofisticadas 13 • Asimismo, como consecuencia del desCrédito de la vida

en común o de las dificultades de la vida asociada, se busca el propio

interés en una vida individual o en pareja. Dentro de una gran libertad

adquirida se busca la felicidad personal o el provecho propio lo más

inmediatamente posible. La expresión «ese es tu problema» define de

algún modo la actitud individualista.

Evidentemente, la libertad de conciencia, de juicio y de compromiso

son conquistas irreversibles en las sociedades democráticas.

Como contrapartida, el hombre de hoy está obligado a ser dependiente

de sistemas complejos y refinados, casi siempre anónimos y muchas

veces supranacionales. El individuo no es tan soberano como algunos

creen. Probablemente la búsqueda del individualismo responde a una

debilidad del ser humano o a aquel otro axioma que dice: «la caridad

empieza por uno mismo». Lo cierto es que en algunos ámbitos se

pierde el sentido comunitario al diluirse el valor de la gratuidad y de

la generosidad.

El modelo pastoral de la realización de la Iglesia no es otro que

el de la comunidad, bajo la categoría imprescindible de pueblo de

Dios al servicio de los más necesitados. Evidentemente, los niveles y

modos comunitarios varían y variarán, pero de ningún modo puede

ser la secta mediación de Iglesia. Y dentro de la Iglesia católica hay

demasiados fenómenos sectarios.

La vida cristiana debe proceder comunitariamente.

12. 1. Fetscher, La burguesía. Aproximaciones a la semántica del concepto: Conc

145 (1979) 159.

13. Cf. Aujourd'hui l'individualisme: LumVie 36 (1987) n 184.



716 Teología Práctica

e) Dar testimonio de fe en una situación generalizada

de indiferencia

Empecemos por afirmar que a la luz de los escritos de san Juan,

revelador del testimonio, el gran pecado no es el ateísmo o la negación

de Dios a quien no se ve, sino la injusticia o la mentira, negación del

hermano amenazado a quien se ve. Dicho de otro modo, lo contrario

de Dios en la Biblia no es el increyente o el ateo, sobre todo el de

buena fe, sino el hombre de mala fe, los falsos ídolos o los dioses de

la muerte y del engaño.

¿ Qué deben hacer unos testigos de esperanza en un mundo donde

la vida está amenazada y la verdad corrompida? Ser testigos de fe con

buena fe. Para bien o para mal, vivimos en un mundo generador de

una cultura «no creyente». No sólo hay pocos creadores de cultura

que se confiesan creyentes, sino que los generadores de la misma o

de sus pautas desacralizan o desconfesionalizan la cultura. El testigo

cristiano no lucha para que haya una cultura cristiana -con todas las

ambigüedades que este término encierra-, sino que batalla para que

se expliciten testimonios cristianos en medio de cualquier cultura. En

todo caso, defiende una cultura especificamente humana.

Nos encontramos, de hecho, en un mundo poscristiano o con quienes

se denominan poscristianos. Sabemos que los grados de increencia

son variados. Hay increyentes, ya lo vimos, para quienes la vida no

tiene sentido, es un contrasentido. Otros entienden que resulta estéril

o inútil preguntarse por el sentido de la vida. Para otros, la vida puede

tener o tiene un sentido: la promoción del hombre, el desarrollo de la

sociedad, la socialización a ultranza o el simple y puro goce de la

vida. Incluso no faltan quienes afirman que la vida tiene un sentido

más allá de sí misma, pero desconocido. En resumen, el mundo de la

increencia es extremadamente amplio, dependiente de niveles económicos,

afiliaciones políticas, historias personales o familiares y representaciones

culturales. Sí podemos afirmar que en ciertos ámbitos,

cada vez más generalizados, lo normal es la increencia y lo extraordinario

la fe cristiana, a pesar del calificativo, con prefijos negativos,

del a-teísmo, a-gnosticismo, i-rreligión e in-creencia. Podría decirse,

para neutralizar el prefijo, que los creyentes somos no increyentes.

De hecho se observa hoy en muchos ambientes la presencia de no

creyentes, a quienes por un cierto examen religioso más o menos

profundizado, o por fricciones con lo eclesiástico, o simplemente por

descuido u olvido de atención cristiana, la fe no les interesa. Quizá

hay mayoría de no creyentes por absorción de una fe no ambiental o

por falta de testigos cualificados cristianos. En algunos se llega a dar

un denominado grado cero de la fe en Jesús o de la afirmación de

Servicio (Diakonia) 717

Dios. Se han tambaleado en pocos años los antiguos preámbulos de

la fe como asideros racionales, tradicionales o sentimentales de las

creencias cristianas.

También cabe hacer -aunque no es éste el momento más propicio-

una tipología de creyentes y de testimonios o de contrates timonios

cristianos. Sospecho que hemos llegado a los límites del repliegue

en grupos, asociaciones y comunidades cristianas en lo tocante

a comunicar, explicitar y testimoniar la fe. La fe puede ser comunicada

y testimoniada por palabras, silencios, acciones, de mil maneras. El

testimonio cristiano es una fe explicitada, comunicada, transmitida

con militancia y consecuencia de compromiso.

Por último, hoy surge un neopaganismo, especialmente en quienes

rechazan la revelación cristiana y la sociedad socialista, con una triple

preocupación: la re-sacralización pagana del cosmos que reemplaza a

la naturaleza creada por Dios; la celebración cíclica del tiempo en

lugar de una liturgia de la esperanza y el rechazo del monoteísmo por

considerarlo fuente de totalitarismo religioso 14 .

La vida cristiana ha de tomar conciencia del quehacer evangelizador.

3. Criterios pastorales sobre el papel de la Iglesia en la sociedad

a) Compromiso de los creyentes con la práctica de la justicia

Frecuentemente se ha entendido la fe sin compromiso, como mera

relación con Dios mediante el rito o la oración. Por esa razón se ha

contrapuesto, en un dilema falso, la fe al compromiso. Con no menos

frecuencia la bandera de la increencia se ha unido, en los movimientos

sociales de emancipación, a la lucha por la justicia, al paso que se

relacionaban injusta y peligrosamente fe y oposición a la justicia. «Es

preciso reconocer -escribe 1. Camacho- que existen personas muy

sensibilizadas a la justicia que carecen de fe» y «que los creyentes no

siempre nos hemos distinguido por la justicia»15. De hecho, al denunciar

personas y asociaciones no creyentes las injusticias cometidas

por la falta de igualdad social, la Iglesia se puso a la defensiva, hasta

tal punto que la religión fue considerada por Marx «opio del pueblo».

Hoy podemos afirmar que la lucha por la justicia es patrimonio de

creyentes y no creyentes. Por otra parte, como consecuencia del men-

14. Cf. A. Dumas, Renaissance des paganismes: LumVie 156 (1982) 7-18.

15. 1. Camacho, La Iglesia española ante el reto de la increencia y la injusticia:

SalT 74 (1986) 217.



718 Teología Práctica

saje social del evangelio o, si se quiere, de la doctrina social de la

Iglesia, no es posible creer sin practicar la justicia, consecuencia del

seguimiento de JesÚs 16 . De ahí que se considere esencial a la evangelización

o a la reiniciación la profunda relación entre fe y justicia 17 •

b) Evangelización de los creyentes no practicantes

No es fácil la evangelización o maduración de la fe de los creyentes

no practicantes. Estos se encuentran en realidad más próximos a la

indiferencia que a la personalización adulta de la fe. Evidentemente

es necesario conocer las causas y razones de su situación. En muchos

casos han roto con la herencia religiosa familiar, tienen experiencias

negativas de la religión escolar, se encuentran lejos de la moral católica

vigente en torno a lo sexual y han dimitido de la parroquia, a veces

por aburrimiento. El punto de partida en el diálogo será básicamente

la fe que dicen poseer. De ahí que se estimen las razones históricas,

familiares y personales de su alejamiento religioso, para descubrir lo

positivo que subyace en el rechazo de ciertos aspectos. De ordinario,

si no se ha dado un paso de indiferencia ulterior, hay aprecio ético

del evangelio, valoración positiva de la persona de Jesús de Nazaret

y reconocimiento de un cierto misterio de Dios. Se deberían poner de

relieve dimensiones especiales como el Dios de la vida, la fraternidad

universal cristiana, la solidaridad con los oprimidos, el gozo de lo

festivo, el valor decisivo del hombre y de la mujer, la necesidad de

una justicia total, etc.

c) Testimonio cristiano con los indiferentes e increyentes

Es lógico hasta cierto punto que cuando uno es atacado se defienda,

se proteja, contraataque o huya. Así han procedido muchos cristianos

respecto de la increencia. Frente al ateísmo, no es ya válido el anatema

(se le prohibe o se le aniquila) ni el disimulo (en el fondo, no es para

tanto) sino la comprensión, el testimonio y el diálogo. Es necesario,

afirma el Concilio, «conocer las causas de la negación de Dios que

se esconden en la mente del hombre ateo» (GS 21). Sencillamente, el

16. Cf. Varios, La justicia que brota de la fe (Rom 9,30), Santander 1983; J. Alonso

Díaz, Las «buenas obras» (o la «justicia») dentro de la estructura de los principales temas

de la teología bíblica: EstEcl 52 (1977) 445-486; J. Sobrino, La promoción de la justicia

como exigencia esencial del mensaje evangélico: EstEcl 55 (1980) 211-238.

17. Cf. J. Y. Calvez, Fe y justicia. La dimensión social de la evangelización,

Santander 1985; J. Alonso y otros, Fe y justicia, Salamanca 1981.

Servicio (Diakonia) 719

ateísmo no es fruto de perversidad, capricho o estupidez. Debido al

giro que dio el Concilio respecto al ateísmo se creó el 9 de abril de

1965 el Secretariado para los no creyentes, junto a la revista «Ateísmo

y Diálogo», con el propósito de estudiar el fenómeno del ateísmo y

sobre este conocimiento promover el diálogo entre creyentes y no

creyentes.

En primer lugar -declara la constitución Gaudium et spes

(n. 21)- el reconocimiento de Dios no se opone a la dignidad de la

persona humana, como no se contradicen la práctica evangélica y las

tareas humanas temporales. Todo lo contrario: Dios ayuda a responder

satisfactoriamente a los interrogantes más profundos y permite una

búsqueda más humilde de la verdad. Recordemos, en segundo lugar,

que todo ateísmo, incluso el humanista, tiene serias dificultades para

responder al sentido de la historia, y que la sociedad moderna, cerrada

a lo transcendente, atrofia a menudo el sentido del ser humano. En

tercer lugar, la dimensión de fondo del espíritu humano -debemos

afirmarlo resueItamente- es la apertura al absoluto transcendente. El

hombre es misterio porque es un ser religioso que se apoya en una

ética abierta a lo absoluto, ya que de lo contrario se puede caer en

arbitrariedades inhumanas.

Frente a los increyentes es necesario tener una actitud de acogida

y de escucha. «Fundamentalmente esto significa -dice A. Torres

Queiruga - que si los creyentes queremos evangelizar a los ateos

debemos dejar que, a su vez, ellos nos evangelicen a nosotros. Es

decir, tenemos que dejarnos interpelar sincera y honestamente por

aquello que en ellos hay de positivo, y dejar que nuestra fe sea puesta

a la prueba de los valores reales que a ellos les motivan»18.

En primer lugar es necesario tener en cuenta la experiencia del

ateo en un mundo totalmente autónomo, que incluye el ámbito de lo

moral. Después tendremos que reconocer el ancho campo de exploración

y de conquista que ha hecho el hombre moderno a partir de sus

propias fuerzas: Sin el reconocimiento del hombre mismo no es posible

dialogar con el ateo. Solo de este modo podemos hacer ver la radical

noticia evangélica, que constituye la salvación del hombre. De este

modo, concluye A. Torres Queiruga, «cuando el creyente acoge de

corazón la interpelación atea como llamada hacia la integridad humana,

no se sale de su fe; lo que hace es dejarse evangelizar por una auténtica

profecía externa. Profecía que le lleva a la densidad de su propia

experiencia y le ayuda a descubrir su ley fundamental: la encarnación»19.

18. A. Torres Queiruga, Evangelizar el ateísmo, en Evangelización y hombre de

hoy. Congreso, Madrid 1985, 241-242.

19. ¡bid., 246.



720 Teología Práctica

d) Funciones actuales de la Iglesia en la sociedad

El aggiornamento eclesial de Juan XXIII, la reforma conciliar de

Pablo VI y la nueva conciencia de Iglesia de Juan Pablo 11 han puesto

de manifiesto la necesidad de un cambio profundo en la Iglesia para ser

más fiel al mandato evangélico del Señor, dialogar con los creyentes no

católicos de todo el universo y servir como sacramento de salvación del

mundo. De ahí que después del concilio se debatan en el universo católico

dos cuestiones eclesiológicas importantes: la Iglesia como pueblo de Dios

y la misión de la Iglesia en la transformación del mundo. Precisamente

por esta apreciación, produce tristeza que por unas u otras razones -de

las que todos necesitamos una revisión- se vean con reticencias el

sustantivo pueblo aplicado a la Iglesia y el movimiento en favor de una

liberación integral de pobres y marginados. Asimismo es triste comprobar

en muchos católicos españoles más preocupación por los asuntos internos

de la Iglesia que por su proyección social. En 1983, como consecuencia

del triunfo socialista en las elecciones generales del añe> anterior, la Iglesia

jerárquica española advirtió con preocupación la «impronta laicista» del

nuevo gobierno o la tendencia a «implantar una escala de valores marcada

por un humanismo agnóstico y disociada en gran parte del patrimonio

~ul~ura~ y moral del pueblo español»20. De entonces a esta parte la Iglesia

jerarqmca se ha confrontado con el gobierno en cuestiones referentes a

educación, familia, matrimonio, sexualidad, patrimonio y financiación.

Por otra parte, los documentos episcopales son escasamente conocidos

y. su. ~cidenc.ia es mínima. Su proceso de redacción es secreto y su

dlfuslOn constltuye un fracaso. La vía de elaboración de estos documentos

debe orientarse, al estilo de las cartas pastorales norteamericanas hacia

un trabajo de conjunto entre todos los sectores vivos de la Iglesi~.

Nuestra IgleSIa se encuentra hoy, como la totalidad de la Iglesia,

entre dos opciones: renovación y restauración. El Vaticano 11 habló más

de trescientas veces de renovación y nunca empleó el vocablo restauración.

Pe~o ?oy vivimos, por unas u otras causas, bajo el «síndrome

restauraclOlllsta». Hay· clara preocupación de «poner orden» y. de «cerrar

filas» a~t~ la «sobrecarga de cambio» que sufre actualmente la Iglesia

posconclhar española en una sociedad de mutación cultural acelerada.

Se advierte por parte de algunos sectores de Iglesia más inrnovilistas un

neoconservadurismo eclesial cuando atribuyen a los promotores de la

cultura laica la pérdida de valores morales tradicionales y el alza de

criterios antirreligiosos o anticristianos. Además, algunos católicos dan

la impresión que su primera y casi única preocupación es la Iglesia con

20. CEE, La visita del Papa y el servicio a la fe de nuestro pueblo, Madrid 1983,

10.

Servicio (Diakonia) 721

su jerarquía al frente, con olvido de lo que supone y significa la relación

del hombre con Dios y de los hombres entre sí a la luz del evangelio en

la construcción de una sociedad más humana y más justa. Por esto es

motivo de esperanza señalar, respecto de la presencia pastoral de la Iglesia

en la sociedad actual, el programa de renovación social estrictamente

conciliar abanderado por Juan Pablo 11 y manifestado recientemente en

la encíclica Sollicitudo rei socialis del 30 de diciembre de 1987 y en la

Centesimusannus del 1 de mayo de 1991 .

Para intentar iluminar la difícil cuestión de la presencia pastoral de

la Iglesia en la sociedad es necesario articular, de un lado, los roles de

la comunidad cristiana, de los movimientos apostólicos y de ciertas asociaciones

e instituciones confesionales de carácter público; hoy cada sector

va por su cuenta. De otro, se necesitan especificar las funciones o tareas

que tiene la Iglesia en la sociedad. Aunque algunos defienden el carácter

privado de la fe, otros apuestan por la dimensión pública y crítica del

cristianismo. Por razones teológicas, sociales y pastorales, parece evidente

el carácter público de la fe y la justificación de una presencia de

la Iglesia en la sociedad.

Se pueden resumir en cinco las funciones de la Iglesia en una sociedad

democrática, secular y pluralista de corte occidental, como es nuestro

caso. 1) La primera tarea es la función que algunos llaman tribunicia y

que aquí denominamos de liberación 21 • Es tradicional en la Iglesia el

ejercicio de la caridad en favor de los necesitados y la defensa de las

clases sociales menos favorecidas, pero hoy no se trata de una mera

asistencia social o de una promoción y desarrollo sino de una solidaridad

con las aspiraciones de liberación del pueblo, especialmente de los más

pobres y marginados. 2) La segunda función es de reconciliación y de

mediación. En 1984 reconocía el entonces secretario del episcopado

español Fernando Sebastián que en la última década la Iglesia había

aportado «la necesidad de reconciliación entre los españoles y el valor

de la convivencia y del diálogo para resolver de manera civilizada y

pacífica los problemas de la convivencia»22. 3) La tercera función de la

Iglesia, ejercida entre nosotros en los fmales del franquismo, puede denominarse

de contestación o de crítica social. Naturalmente esta crítica

puede ser entendida de una manera diferente según se lea políticamente

el evangelio y se analice de forma creyente la realidad social. 4) La

cuarta función es la que algunos llaman comunal, en el sentido de crear

espacios cálidos de encuentro y convivencia 23 . 5) Finalmente, una última

21. Cf. G. Hermet, Les fontions politiques des organisations religieuses dans les

regimes ií pluralisme limité: «Revue Fran~aise de Science Politique» 23 (1973) 439-473.

22. F. Sebastián, Vida religiosa y moral en la sociedad democrática española, Madrid

1984, 8.

23. P. Castón Boyer, Cultura y religión ... , o. c., 30-31.



722 Teología Práctica

función es de concienciación social a partir del mensaje cristiano y de

la misión que la Iglesia debe ejercer en la sociedad, teniendo en cuenta

que ya no es la principal institución social.

La Iglesia española, para ser fiel a su misión, debe aceptar generosamente

el riesgo de la libertad, dentro y fuera de sí misma; asumir

la realidad de una sociedad secular y pluralista, sin las añoranzas de

una vieja e inaceptable uniformidad; contribuir a la cristalización de

una democracia integral, con la opción inequívoca por los más débiles

e indefensos; encajar sin dramatismos toda crítica antieclesial, expresando

perdón público de sus errores y faltas de vez en cuando; potenciar

el compromiso de todos los cristianos, sin vigilancias paternalistas;

fomentar el sentido crítico y adulto de la fe, no la sumisión infantil y

beata de la piedad, etc. De esta manera contribuirá a la construcción

del reino de Dios a través de su presencia pastoral en la sociedad.

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Aguirre, A.: 53, 56, 70, 72, 80, 623

Aguirre, R.: 295, 352s, 420

Agules, J.: 561

Alberich, E.: 223, 323, 368s, 430,

432s, 435, 442s, 456

Alberigo, G.: 318, 322, 325, 333,

587,624,684,690,711

Alcalá, M.: 355

Aldazábal, J.: 62, 513, 519, 544s,

546, 553, 561

Aldea Vaquero, Q.: 105

Alemany, J. M.: 263

Alessio, L.: 501

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Allmen, J. J. von: 63, 595

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Amberger, J.: 112s

Amengual i Batle: 595

Amorós, C.: 340

Ander-Egg, E.: 339, 666

Angelini, A.: 337

Antón, A.: 66, 246, 260, 329, 581,

585, 595

Appendino, F.: 680

Aquino, M: P.: 355

Aranguren, J. L. L.: 666

Argüello, K.: 643s

Amold, F. X.: 105, 110, 113, 117ss,

122, 142, 170, 220, 368, 435, 438,

551,598,603

Arns, E. P.: 501

Assmann, H.: 144, 157, 159

Astete, G.: 427

Aubert, J. M.: 343, 346, 355

Aubert, R.: 103, 105, 278

Aubry, A.: 599, 607, 613, 618

Audet, J. P.: 52, 441

Audinet, J.: 163, 167, 425, 434

Austin, J. L.: 195

Avila, R.: 382, 577

Azevedo, M. de C.: 628, 648



724 Indice de autores

Indice de autores 725

Baciocchi, J. de: 289

Baggio, S., cardenal: 589

Bagot, J. B: 222

Baillargeon, G.: 480

Balthasar, H. Urs v.: 133, 141, 326,

347

Ball, P.: 470

Baraúna, G.: 215, 325, 337, 484,

501, 596

Barbaglio, G.: 53, 333

Barcelon, E.: 606

Barreau, C.: 607, 622

Barreto, J.: 395

Barth, G.: 64

Barth, K.: 64, 133, 551

Bataillon, M.: 426

Bataner, M. Paz: 524s

Batlles, J.: 241

Bauer, J. B.: 249

Baum, G.: 176, 189, 349

Beaubien, J.: 258

Beauregard, A.: 206

Beauvoir, S. de: 342

Bedersinski, D.: 191

Beinert, W.: 194s, 198, 211

Belarmino, R.: 98, 585

Belda, R.: 420

Belo, F.: 50

Beltrando, P.: 314

Bellenzier, M. T.: 341

Benavides, D.: 410

Benedetti, U.: 333

Beni, A.: 337

Bennassar, B.: 680

Benz, F.: 230

Benzo, M.: 326, 413, 714

Bérere, M. J.: 344

Berger, M.: 113

Berger, P.: 247, 704

Berger, T.: 354

Bergson, H.: 133

Bermejo, L. M.: 595

Bernal, J. M.: 515

Berstein, R. J.: 175, 191

Bertsch, L.: 191

Besnard, A. M.: 507

Besnard, P.: 527

Besret, B.: 264, 383, 519, 648

Bessiere, G.: 511

Bestard, J.: 239, 241, 620

Betto, Fray: 625, 648

Betz, J.: 460

Betz, O.: 648

Beumer, J.: 211

Beyer, H. W.: 654

Beyer, J.: 329, 607

Bianchi, G.: 666

Bie1, L. de: 108

Biemer, G.: 170

Billerbeck, P.: 541

Binsfeld, P.:107

Birbaum, W.: 122

Birou, A.: 420

Blanch, C. J.: 455

Blank, 1.: 52

Blasberg-Kuhnke, M.: 201

Blázquez, R.: 308, 337, 589, 595,

643

Bless, W.: 451

Blochlinger, A.: 600, 603

Blondel, M.: 133

Bo, V.: 607, 622

Boasso, F.: 523, 525

Boff, C.: 161, 176s, 191, 201s, 211,

657s, 662, 722

Boff, L.: 52, 158s, 162, 201s, 211,

261, 268, 511s, 534, 625s, 628,

648

Boglioni, P.: 529

Bonavia Rodríguez, P. F.: 183, 191

Bonduelle, J.: 200

BonhOffer, D.: 579

Bonnet, P. A.: 336

Bopp, L.: 34

Bori, P. C.: 224, 576, 579

Bornkarnm, G.: 31, 52s, 80

Borobio, D.: 224, 227, 286, 294, Caffarel, H.: 508

Caldentey, J.: 637

Calero, A. M.: 382

Calvez, J. Y.: 718

Calvino, J.: 218

315, 382,476,485

Boros, L.: 519

Borrensen, K. E.: 340, 342

Bosc, J.: 218

Bosch, J.: 350

Botana, A.: 476

Botte, B.: 461, 515

Boulard, F.: 231s, 601

Bourdet, Y.: 408

Bourgeois, H.: 476

Bouyer, L.: 347, 581

Brambilla, F. G.: 622

Brault, 1.: 515

Braun, H.: 31, 52

Bravo, A.: 619

Bravo, C.: 50s, 52

Bretagne, G. de: 120

Brezinka, W.: 685

Bridel, Cl.: 150

Briolé, A.: 588

Brion, M.: 597s, 607, 622

Briones, R.: 521

Brodeur, R.: 167

Brosseder, H.: 664

Broutin, P.: 99, 108

Brown, R. E.: 54, 80, 582

Browning, D. S.: 166, 170, 222

Brox, N.: 655

Brunner, E.: 133

Brunot, A.: 295

Bugnini, A.: 483, 501, 504

Bühlmann, W.: 323

Bührig, M.: 350

Buison, L.: 92

Büntig, A. J.: 530

Burgos, M. de: 73

Busquets, J.: 682

Caba, J.: 52

Caballero, B.: 613, 618

Cabestrero, T.: 544

Cabié, R.: 462

Calvo, F. J.: 110, 170,231,238,405

Camacho, F.: 43

Camacho, 1.: 717

Camelot, P. Th.: 66, 76

Camisasca, M.: 335

Campanini, R.: 666

Cangh, J. M.: 577

Canisio, P.: 107, 427

Cañizares, A.: 382,431,446

Capellaro, 1. B.: 618, 622

Cardaropoli, G.: 170

Cardijn, J.: 325, 383

Cardona, L. E.: 637

Caron, A.: 248

Carranza, B.: 426

Carrasco, S.: 408s

Carrier, H.: 591, 603, 704

Carrillo, A.: 355

Carrillo Alday, S.: 508

Casalis, G.: 114

Casel, O.: 134, 551

Cassien, M.: 515

Castan, L.: 121

Castellano, J.: 476

CastelJi, E.: 384, 396

Caster, St. van: 551, 607

Castex, J.: 235, 237

Castillo, J.: 679

Castillo, J. 1.: 410

Castillo, J. M.: 46, 52, 278, 287, 295,

315, 519, 534, 577

Castón Boyer, P.: 721

Cerfaux, L.: 44, 127,582

Ceriani, G.: 168, 170, 231

Certau, M. de: 189

Cieszkowski, A. V.: 175

Cita-Malard, S.: 355

Claret, A. M.: 120,428



726 Indice de autores

Indice de autores 727

Clevenot, M.: 50

Coccopalmerio, F.: 606

Codina, Y.: 262, 278, 504s, 506, 577

Coffy, R.: 267, 440, 567

Coke, M.: 444

Colet, J.: 426

Colomb, J.: 444

Colombo, G.: 168, 595

Colson, J.: 83

Collins, R. F.: 582

Comblin, J.: 137, 178, 186, 190,382,

398, 511

Comby, J.: 55, 95, 323

Concetti, G.: 606, 622

Congar, Y.: 82, 86, 91s, 105, 137,

191,215,219,227,252,256,258,

264, 289, 294, 302, 310, 313, 324,

326, 328, 330, 337, 347, 449.

481s, 501, 579, 581, 583s, 585,

589, 595, 602ss

Connan, F.: 608, 622

Conrad, P.: 111

Coppens, J.: 307, 316

Córdoba, J. M. de: 334

Córdoba, P. de: 426

Cordobés, J. M.: 648

Corecco, E.: 336

Coriden, J.: 342

Cosmao, Y.: 722

Cosson, P. G.: 184

Coste, R.: 722

Coudreau, F.: 444

Coughlan, P.: 336

Cox, H.: 504, 539

Croato, 1. S.: 523

Croce, W.: 438

Croix, P. M. de la: 395

Crollius, A. R.: 591

Cullmann, O.: 60

Chagnon, R.: 167

Chantraine, G.: 336s

Chao, J.: 267, 708

Chapelle, A.: 304

Charlat, R. du: 446, 463, 465

Charlier, L.: 135

Charpentier, E.: 54

Charron, A.: 224, 227

Chenu, M. D.: 128ss, 132, 135, 137,

158, 183, 188, 191, 264, 325, 343

Chester, A. E.: 507

Chevalier, M. A.: 259

Chirat, H.: 80, 85, 465, 623

Dabin, P.: 217

Dagras, M.: 382, 634

Daiber, K. F.: 164

Dalmais, I. H.: 440, 513

Dander, F.: 134

Dani, L.: 689

Daniélou, J.: 446, 663, 465, 584, 705

Danneels, G.: 224

David, B.: 606

Davis, Ch.: 561

Deconchy, J. P.: 184

Degen, J.: 664

Delahaye, Ph.: 82, 250

Delaporte, Y.: 340, 343

Delestre, A.: 622

Delicado, J.: 240, 602

Delorrne, J.: 80, 282, 284s, 288, 294

Deloupy, J. P.: 289

DelIa Torre, L.: 485, 501, 643

Demarchi, F.: 341, 666, 682

Denis, H.: 137, 150, 302, 534, 566s

Descamps, A. L.: 59, 690

Desroche, H.: 394

Dewailly, L. M.: 74

Dhavamony, M.: 369, 382

Dianich, S.: 284, 295, 316, 337, 346,

372, 282, 573, 579

Dias, P. Y.: 66, 76

Díaz Díaz, A.: 334

Díaz Mozaz, J. M.: 607

Díaz-Salazar, R.: 153, 267,708, 722

Dietrich, H.: 661

Díez-Alegría, J.M.: 250, 258

Díez Macho, A.: 60, 80

Dilthey, w.: 195

Dodd, C. H.: 44, 80, 553

Domenach, J. M.: 178, 181

Domínguez, J.: 639,680

DOlfmann, F.: 122

Dortel-Claudot, M.: 595

Dourrnap, M.: 230

Dournes, J.: 592

Drane, J.: 80

Dreher, B.: 451

Drey, 1. S.: 110, 153

Dri, R.: 46, 52

Dubarle, A. M.: 352

Dubert, R.: 309

Duch Alvarez, L.: 539

Duchesneau, Cl.: 517

Dujarier, M.: 84, 460, 462s, 476

Dulles, A.: 260s, 263, 589

Dumas, B. A.: 561

Dumeigne, G.: 576

Duméry, H.: 691, 705

Dumont, C.: 184

Dumont, E.: 573

Duperray, G.: 432

Dupont, J.: 43, 53, 61, 68, 574, 579,

659

Dupuy, B. D.: 282, 294

Duque, F.: 663, 722

Duquoc, Ch.: 32, 34, 41, 52, 187,

254, 291s, 344, 386ss, 506, 566,

701, 711

Durkheim, E.: 684, 694

D'Ursel, O.: 345

Dussel, E.: 105, 143,268,577,627,

638

Ebeling, G.: 114

Echarren, R.: 663

Echegaray, H.: 49ss, 52

Egido, T.: 426

Ehrhard, A.: 105

Eicher, P.: 127, 136s, 170, 199,255

Eichholz, G.: 53

Eliade, M.: 469

Elizondo, F.: 348

Elizondo, Y.: 593

Elorriaga, C.: 643

Elzo Imaz, J.: 668

Ellacuría,1.: 194,211, 380, 382, 648,

656

Ellena, A.: 341, 666, 682

Engel, L.: 643

Engels, F.: 189

Equiza, J.: 637

Erasmo de Rotterdam: 426

Escartín, P.: 328

Espeja, J.: 300, 722

Espinel, 1. L.: 577

Esquerda, J.: 316

Esteban Romero, A. A.: 134

Estepa, 1. M.: 170, 430s

Estrada, 1. A.: 46, 52, 262, 303, 337,

539, 584s, 686, 705

Etchegaray, A.: 444

Exeler, A.: 191, 368, 437, 444, 454,

522

Eyt, P.: 336

Fabris, R.: 41, 48, 52, 61, 80

Faivre, A.: 86s, 285, 299, 301, 319s

Falciola, P. G.: 382

Farnés, P.: 515

Fassbender, M.: 229

Favale, A.: 216, 289, 316, 335

Faynel, P.: 581

Feiner, J.: 137, 145

Felici, P.: 588

Feliziani, G.: 244

Ferrnet, A.: 566

Fernández, A.: 215, 227

Fernández, F.: 668

Fernández, P.: 506, 508s, 519, 645

Fernández Alonso, J.: 89

Fernández Regatillo, E.: 599



728 Indice de autores

Indice de autores 729

Ferraro, G.: 316

Ferreres, P.: 121

Ferrero, F.: 613, 618

Fetscher, 1.: 715

Feuerbach, L.: 175

Feuillet, A.: 353

Fierro, A.: 156, 182, 522, 640

Figes, E.: 342

Filthaut, Th.: 134, 438

Fiores, Sto de: 201

Fischer, B.: 482

Fitzmyer, J. A.: 53

Fliche, A.: 105

Flórez, G.: 289

Floristán, c.: 32, 84, 140, 144, 153,

169s, 223, 235ss, 243, 248, 259,

266ss, 278, 281s, 361s, 382, 397s,

433,476,501, 504, 508, 516, 533,

553, 566, 572, 576, 600ss, 603,

613, 618, 622, 624, 639, 648,

652ss, 668, 684s

Florowski, P.: 333

Fomieles Reyes, A.: 442

Forte, B.: 193, 211, 319, 329ss, 333,

337,722

Fossati, R.: 353

Fossion, A.: 444, 453

Foumier, E.: 545

Fowler, J. W.: 222

Frankemolle, F.: 582, 589

Franquesa, A.: 499

Freire, P.: 156

Fries, H.: 81, 137, 260, 278, 582s,

584

Fuchs, J.: 164, 218, 227

Fuchs, O.: 655

Füglister, R.: 122

Fürstenberg, F.: 689, 705

Füssel, K.: 199

Galilea, S.: 32, 162, 511, 536s, 539,

722

Galindo, P.: 148

Galot, J.: 301

Galura, B.: 219

Gallo, L.: 278

Gamarra, S.: 303

Gamo, M.: 608

Ganoczy, A.: 97, 218

Gante, P. de: 426

Garaudy, R.: 398

García, J. C.: 178, 266

García Manzanedo, V.: 283

García-Monge, J. A.: 510, 665

García-Murga, J. R.: 648

García Roca, J.: 722

García Rojo, J.: 714

García-Villoslada, R.: 97, 105

Gastón, P.: 521

Geffré, Cl.: 197,253,258,372,381,

385, 398, 722

Gehlen, A.: 685

Gelabert, M.: 451

Gelineau, J.: 486, 501, 517, 519, 554

Gennep, V. van: 535

Genovés, E.: 121

George, A.: 55, 568

Gera, L.: 524, 526

Gerest, Cl.: 598

Gerrnain, E.: 428

Gesteira, M.: 61, 484

Gevaert, J.: 439, 444

Geyer, K.: 398, 405

Ghellinck, J. de: 130

Ghirlanda, G.: 336

Gianetto, D.: 432

Gibellini, R.: 354s

Gibson, E.: 347

Gimbemat, J. A.: 550

Ginel, A.: 431

Giordano, O.: 539

Girardi, G.: 397s, 405

Giudici, A.: 297, 309

Giuseppe, R. de: 420

Giussani, L.: 703

Glodberg, S.: 342

Goddijn, W.: 208, 232, 705

Godin, A.: 184,403, 405

Godin, H.: 230

Goenaga, J. A.: 554, 561

Goffi, T.: 301

Gogarten, F.: 133

Goitia, J. de: 75

Goldbruner, J.: 368

Goldie, R.: 317, 337, 348, 354

Gómez Caffarena, J.: 722

Gomis, J.: 601

Gondal, M. L.: 453, 466, 469, 471,

474

González, M.: 429

González, S.: 64

González-Anleo, J.: 265, 684, 708

González Arintero, J.: 133

González Cano, M.: 241

González-Carvajal, L.: 335, 439,

695, 705, 713,722

González de Cardedal, O.: 33

González Faus, J. 1.: 32, 34s, 40, 46s,

52, 87, 90, 294

González Ruiz, 1. M.: 53, 191

Gossmann, E.: 115, 137,355

Gourgues, M.: 53, 59, 68

Grabmann, M.: 109, 137

Grabner-Haider, A.: 153, 175

GraL A.: l11s, 117, 153

Gramsci, A.: 175

Grand'Maison, 1.: 204, 606

Granger, G. G.: 176

Grasso, D.: 369,434, 548, 551, 561,

600

Grasso, G.: 573

Gréa, Dom: 586

Greinacher, N.: 165, 171, 191, 588,

673, 685

Greive, W.: 188

Grelot, P.: 31, 52, 55,127,294,352

Griesl, G.: 122

Grillmeier, A.: 137

Grisson, R.: 307

Grom, B.: 194, 211

Grootaers, J.: 323, 325, 333, 337

Groppo, G.: 440, 460

Grossi, M.: 384, 395

Grundmann, W.: 55

Gryson, R.: 352

Guérin, P.: 607, 622

Guerra, A.: 507, 519

Guerra y Gómez, M.: 285

Guerrero, 1. R.: 426

Guevara, H.: 37, 55

Guibert, 1. de: 133

Guijarro Díaz, G.: 176

Guilmot, P.: 333

Guillet, J.: 63

Guimaraens, A. R.: 637

Guitton, J.: 405

Gurwitch, G.: 484

Gutiérrez, G.: 137, 144, 157s, 160,

162, 174, 183, 378,504, 510s,524

Gy, P. M.: 592

Habermas, J.: 177

Haendler, O.: 116

Hahn, H. Ch.: 140

Halbfass, H.: 439, 444

Halkes, C.: 354

Hameline, D.: 453

Hamer, J.: 244, 575, 579

Hamman, A.: 661

Hanssens, J. M.: 461

Hiiring, B.: 561

Haro, 1. M. de: 514

Hastings, A.: 282, 307, 592

Hauck, F.: 572, 579

Heimerl, H.: 332

Hein, B.: 530

Henau, E.: 532, 536

Hendrix, A.: 607

Henrici, P.: 178

Henry, A. M.: 618

Rera, E. de la: 637

Hereu, J.: 395



730 Indice de autores

Indice de autores 731

Hennet, G.: 721

Hemández Pico, J.: 511

Hertling, L.: 583

Hertzsch, E.: 116

Hess, K.: 654

Heuss, W.: 643

Higueras, J.: 643

Hiltner, S.: 166

Hirscher, J. B.: 110s, 148, 153

Hitz, P.: 553

Hoffmann, J.: 54, 67,175,254

Hofte, B.: 211

Hollenbeger, W. J.: 645

Honoré, J.: 444

Horkheimer, M.: 177

Hostíe, R.: 403, 405

Houdijk, M.: 300

Houssiau, A.: 599, 607, 622

Houtart, F.: 208, 232, 609, 618

Idígoras, J. L.: 355

Imbart de la Tour, P.: 599

Iniesta, A.: 382

Iriarte, G.: 201s, 207

Jacquemet, G.: 392, 510, 519

Jacquemont, P.: 91

Jakobs, K.: 601

Jaubert, A.: 352

Jaubert, J. M.: 340

Jedin, H.: 97, 105

Jeremías, J.: 31, 37, 40, 42, 44, 48, 52

Jiménez Urrestí, T.!.: 645

Jossua, J. P.: 310, 385, 392, 395,

439, 441, 481s, 501, 705, 711

Jossutis, M.: 191

Jounel, P.: 62, 301

Jungmann, J. A.: 133, 368, 438, 444,

460, 485, 501, 551

Jurío, P.: 327, 637, 664

Kahlefeld, H.: 44

Kannengiesser, Ch.: 167

Kant,!.: 114

Kasemann, E.: 31

Kasper, W.: 33, 196, 256, 258, 306

Kehl, M.: 705

Keller, M.: 332

Keller, M. A.: 375

Kelly, J. N. D.: 590

Kempf, F.: 91

Kerkhofs, J.: 246

Kem, W.: 199

Kertelge, K.: 75

Kilian, S. J.: 607

Klauser, Th.: 85

Kleiner, J.: 638

Klinger, E.: 337

Klostermann, F.: 108, 122, 164s,

170, 191,227,323,332,561,603

Klüpfel, E.: 219

Knocht, O.: 301

Knowles, M. D.: 105

Komonchak, J.: 336, 590

K6nig, O.: 249, 258

K6ster, H.: 80

Krause, G.: 164

Krusche, W.: 561

Kuhn, T. S.: 261

Küng, H.: 196ss, 211, 2618, 278,

295, 347, 581s

Kürzinger, J.: 53

Kuss, G.:

Labourie, R.: 527

Lacroix, B.: 529

Lacroix, J.: 399, 405

Lach, J.: 659

Lachaga, J. M. de: 590, 593, 595,

625

Lagarde, G. de: 332

Lamirande, E.: 573

Lang, J.: 355, 451

Lanne, E.: 588, 595

Lanza, S.: 169s, 203

Lanzzetti, R.: 427, 447

Larrañaga, A.: 668

Lash, N.: 132s

Latourelle, R.: 52, 135,481

Laurentín, A.: 462

Laurentin, R.: 294, 352, 375, 508s,

645

Lauret, B.: 137, 167,595

Lavelle, 1. L.: 362

Le Bras, G.: 230, 535, 603

Lecea, J. M.: 501

Leclercq, J.: 326

Leclercq, L.: 551

Lecuyer, J.: 215, 308

Le Du, J.: 442, 452

Lefebvre, M.: 168

Legido, M.: 70, 74, 80, 572, 623

Legrand, H.: 286, 288s, 2948, 302,

3048, 309, 313, 347, 586s8, 589s8,

595, 607, 625

Leher, U.: 671

Leipoldt, J.: 55

Lemaire, A.: 284

Lemieux, R.: 247

Lemonon, J. P.: 55

Léon-Dufour, X.: 40, 44, 52, 58, 62,

67

Lera, 1. M.: 315

.Lercher, L.: 220

Le Roy, E.: 322

Lesne, M.: 454

Leuba, 1. L.: 690, 705

Levie, J.: 127

Levi-Straus8, Cl.: 176, 649

Lewi8, O.: 527, 530

Libílnio, J. B.: 158, 511, 522, 629,

722

Liégé, P. A.: 118s, 154, 220, 368,

437,446,450, 648, 688, 691

Linz, J.: 710

Lithard, V.: 121

Lobkovicz, N.: 174

Locatelli, G.: 246

Lodi, E.: 476

Lohfink, G.: 80

Lohrer, M.: 137, 145,486

Lohse, E.: 59

Lois, J.: 420, 657

Lonergan, B.: 211

López, J.: 439, 476

López-Gay, J.: 369, 382, 395

López-Me1ús, F. M.: 43

Lortz, J.: 97

Losada, J.: 261, 278

Lubac, H. de: 91, 573, 581, 589s,

595,625

Lucier, P.: 200

Luckmann, Th.: 247s

Lukken, G.: 480

Lunen, M. Th. van: 343, 355

Lutero, M.: 114, 426

Lyonnet, S.: 53, 60

Llanes Tovar, R.: 447, 456

Llopis, 1.: 531, 533, 550s

Llorca, B.: 105

Llorente, D.: 429

Maas-Ewerd, Th.: 601

Mac Luhan: 527

Mach, J.: 121

Madrid, A. de:

Maertens, Th.: 352, 462, 648

Maggioni, B.: 333

Maldonado, L.: 32, 36, 399, 489,

504, 522, 524, 530, 534s, 538s,

560s, 576, 684

Malevez, L.: 264, 506

Malherbe, F. J.: 128

Maloney, G.: 507ss

Manjón, A.: 429

Manzanares, J.: 244, 291, 315, 606

Manzanera, M.: 263

Marcos-Alonso, 1. M.: 265

Marcus, E.: 295, 316

Marcuse, H.: 177

Marchand, J. P.: 295



732 Indice de autores

Indice de autores

733

Marchasson, Y.: 167

Marechal, A.: 200

Marheinecke, Ph. K.: 115

Marín, L. A.: 109, 120

Marín Martínez, T.: 105

Marins, J.: 260s, 268, 278, 525, 627

Mariotti, M.: 596

Maritain, J.: 506

Maritain, R.: 506

Markovic, M.: 176, 181

Madé, R.: 112, 114, 167, 170

Marliangeas, B. D.: 304, 316

Marsili, S.: 481

Martelet, G.: 184

Marthaler, B.: 427

Martí, C.: 412

Martimort, A. G.: 354, 487, SOl, 516

Martina, G.: 135

Martinell, M.: 345

Martínez, P.: 336, 545

Martínez García, F.: 200

Martínez Irigoyen, J. M.: 680

Martínez Tárraga, F.: 232

Martini, C. M.: 369

Martín Nieto, E.: 677

Martín Sánehez, B.: 122

Martín Velaseo, J.: 377, 382, 529

Marx, K.: 140, 175, 189,717

Marzal, M.: 530

Mate, R.: 640

Mateos, J.: 44s, 53, 395

Matesanz, A.: 431

Matos, M.: 431, 444

Matthes, J.: 705

Mauri, R.: 409

Mauss, M.: 535

Mayer, A.: 92, 583

Mazzoleni, A.: 603, 622

MeCann, D. P.: 167

MeDonough, E.: 348

Meeks, W. A.: 70, 80, 623

Meer, H. van der: 346

Mejía, J.: 369

Menoud, Ph. H.: 229

Menozzi, D.: 662

Merton, T.: 510

Messori, V.: 245

Methol Ferré, A.: l76

Mette, N.: 164, 191, 201s, 522, 655

Metz, J. B.: 137, 163, 182, 188, 278,

398, 519, 523s, 722

Metz, R.: 606, 648

Miehonneau, G.: 551, 601, 622

Midali, M.: 114, 159, 169s, 203

Mieth, D.: 178

Miguel, A. de: 666

Miguélez, X.: 159, 176, 211

Míguez Bonino, 1.: 530

Miller, D. E.: 167

Mitterhiifer, J.: 371

Miihler, J. A.: 104, 111, 117,586

Miihler, J. H.: 153

Molanus, 1.: 107

Moltmann, J.: 34, 136, 386, 388,

551, 664

Mollat, M.: 662

Mondin, B.: 187,278

Montagnini, F.: 61, 80

Montalbán, F. J.: 105

Montani, M.: 409

Montero, A.: 429

Montero, D. R.: 722

Montero, J.: 429

Montero, J. R.: 410, 710

Montero, M.: 435, 446, 456

Monticone, A.: 704

Moreno, A.: 339

Mosterín, J.: 174

Motte, J. F.: 230

Mounier, E.: 409

Moudon Beemaert, P.: 424

Movilla, S.: 476, 668

Müller, A.: 108

Müller, A. D.: 116

Müller, 1.: 108, 122, 227

Muñoz, R.: 268

Muñoz Iglesias, S.: 579

Murgui, J. M.: 607, 622

Muschalek, G.: 185

Müssner, F.: 44

Nadeau, J. G.: 170, 204s, 211, 224

Nanni, L.: 599

Naval, F.: 121

Navarro Castellanos, A.: 382

Nesmy, Cl. J.: 544

Neuhausler, E.: 120, 137

Neunheuser, B.: 483, 596

Newman, J. H.: 104, 586

Nierrnann, E.: 332, 608

Nitzseh, C. 1.: 115

Noeent, A.: 476

Noppel, C.: 108, 116s

O'Connor, E. D.: 645

O'Dea, F.: 686

Ohm, Th.: 371

Olivar, A.: 542

Oliveros, R.: 263

O'Meara, Th. F.: 261

Oñatibia, I.: 134, 283, 465, 479, 484,

501,515

Opstraet, J.: 108

Orensanz, A. L.: 266

Orizo, F. A.: 710

Ott, L.: 316

Oudenrijn, F. v. d.: 191

Pagola, J. A.: 675

Paiement, G.: 638

Palmer, Chr.: 115

Pangrazzi, A.: 676

Panikkar, R.: 405

Pannenberg, W.: 34, 122, 139s, 188,

211

Pannet, R.: 528, 530, 539, 607, 614,

622

Paquette, J. J.: 687

Pardo, A.: 499, 514

Parent, R.: 252, 258, 289, 579

Parra, A.: 300

Parrilla, F.: 596

Parseh, P.: 601

Parvey, C. F.: 355

Pascal, Thomas: 336

Pasquier, A.: 194, 433, 453

Passieos, J.: 606

Pastor, F. A.: 286, 292

Paul, A.: 37, 55

Payá, M.: 622

Pedrosa, V. M.: 431, 439, 444

Peláez del Rosal, J.: 47

Pellé-Douel, Y.: 340, 343

Peramau, J.: 332

Perea, 1.: 287

Pérez, A.: 44

Pérez Díaz, V.: 710

Périsset, J. Cl.: 606

Perrot, Ch.: 37, 41s, 52, 57

Pesquera, G. de: 426

Petit, J. Cl.: 286

Petsehen, S.: 708

Peuehmaurd, M.: 618

Peukert, H.: 198

Pfliegler, M.: 120

Philippi, P.: 664

Philips, G.: 256, 326, 329, 332

Pié i Ninot, S.: 332, 332ss, 395

Pikaza, X.: 52

Pin, E.: 603, 704

Pinell, J.: 515

Pinot, F.: 680

Pinsk, J.: 601

Pintos, M.: 354s

Piñero, A.: 126

Piquer, J.: 346

Pisa, A. de: 339

Pistoia, A.: 440

Pixley, J.: 355, 657s, 662

Planas, J.: 121

Pliichl, W. M.: 606

Plongeron, B.: 530



734 Indice de autores

Indice de autores 735

Polling, J. N.: 167

Ponce de la Fuente, C.: 426

Pons Franco, S.: 606

Potel, J.: 296

Potterie,1. de la: 185,216, 318, 395

Poupard, P.: 591

Prat, F.: 216

Prat i Pons, R.: 170

Prellezo, 1. M.: 430, 435

Pujol, G.: 527

Puyo, J.: 451

Quelquejeu, B.: 177s, 392, 395

Quintanilla, M. A.: 175

Rahner, H.: 134, 603

Rahner, K.: 34, 119s, 122, 125, 132,

134, 136s, 147, 154s, 170, 222,

227,249,258,263,269,306,314,

316, 329, 337, 347, 398,400,415,

529,552,561, 576, 587, 603, 615,

622

Raming, 1.: 342, 344

Ramaghan, K. D.:645

Ratzinger, J.: 245, 318

Rau, G.: 122

Rautenstrauch, St.: 108s

Raymond, G.: 205

Recio, A.: 606

Refoulé, F.:167, 595

Regnier, G.: 337

Rernment, G.: 511

Renaud, B.: 320

Resines, L.: 427

Reymond, B.: 167

Reynal, D. De: 515

Rial, S.: 121

Riaza Ballesteros, J. M.: 666

Ribas, J. de: 426

Ribeiro, H.: 521

Ricciotti, G.: 85

Ricoeur, P.: 384

Richard, P.: 183,264,627,640,658

Ridez, L.: 453

Riesenfeld, H.: 253

Rigal, J.: 286, 294

Ripalda, J.: 427

Rius-Camps, J.: 45, 53, 87, 253, 659

Riva, S.: 444

Rocha, G.: 596

Rodes, R.: 692

Rodríguez, P.: 427, 447

Rodríguez Carmona, A.: 72

Rogé, J.: 295

Rogers, C.: 165

Rogier, L. J.: 105

Rogues, J.: 496

Roguet, A. M.: 487, 501

Roloff, J.: 53, 73, 253

Rolland, B.: 37, 39, 55

Rollet, P.: 324, 355

Romano Rocha, P.: 471

Rops, D.: 105

Roques, R.: 301

Rosa, G. de: 369

Rossano, P.: 382

Rossler, D.: 164

Roszak, Th.: 507

Rousseau, O.: 483

Roux, F. de: 303

Rovira, J. M.: 183,265, 704, 722

Royón, E.: 302

Rubio Morán, L.: 282, 294

Rucandio, E.: 643

Rudolf, K.: 230

Ruether, R. R.: 342

Ruffini, E.: 309, 476

Ruggieri, G.: 537

Ruiz, G.: 552

Ruiz, J.: 447, 456

Ruiz Bueno, D.: 542

Ruiz de la Peña, 1. L.: 714

Ruiz Maldonado, E.: 194, 211

Ruiz Rico, J.: 708

Runcie, R.: 351

Rupp, J.: 91

Rusell, L. M.: 355

Ryckmans, A.: 602

Sáenz de Ugarte, G.: 446, 456

Safi, P.: 325

Sailer, 1. M.: 101, 110

Salado, D.: 539

Salas, A.: 52

Salaverri, J.: 220, 227

Salvatierra, A.: 292

Salmon, P.: 516

Salvi, R.: 666

Sánchez Aliseda, C.: 122

Sánchez Chamoso, R.: 177, 179,294

Sánchez Vázquez, A.: 178

Santolaria, O.: 120

Saraiva, J.: 405

Sartore, D.: 489

Sartori, L.: 314, 333s, 405

Sastre, V.: 297, 607

Saulnier, Ch.: 37, 39, 55

Sauter, G.: 191

Scannone, 1. C.: 524s, 526

Scroggs, R.: 69

Scheeben, M. J.: 104, 117

Scheiter, R. J.: 591

Schelkle, K. H.: 75, 282, 300

Schenk, 1. E.: 237

Schick, L.: 227

Schillebeeckx, E.: 34, 47, 49, 52,

186, 197, 199,211, 167, 194

Schineller, P.: 594

Schleiermacher, Fr.: 112, 114

Schlick, J.: 420, 648

Schlier, H.: 582

Schimdt, J.: 582s

Schmidt, K. L.: 572, 582, 598

Schmidt, M. A.: 598

Schnackenburg, R.: 42, 76, 80, 318,

582,623

Schober, Th.: 664

Schoeps, H. J.: 80, 622

Scholz, H.: 114

Schoonenberg, P.: 186

Schramm, A.: 111

Schrarnm, D.: 218

Schreider, B.: 648

Schreuder, O.: 544, 552

Schrott, A.: 105, 599

Schulz, E.: 664

Schumacher, E.: 85

Schürer, E.: 37, 55

Schürmann, H.: 61, 574

Schurr, V.: 115s, 119, 122, 170s,

222,231,549

Schüssler Fiorenza, E.: 69, 80, 352,

355, 577, 654

Schuster, H.: 112, 122, 145, 155, 164

Schütte, J.: 372, 382

Schweizer, E.: 60, 80, 294

Sebastián, F.: 721

Segundo, J. L.: 34

Sernmelroth, O.: 267, 561

Sendra, A.: 121

Seoane, M. Cruz: 524

Seven, B.: 171

Severus, E. von: 514

Seveso, B.: 169

Sevilla Guzmán, E.: 674

Sicre, J. L.: 362

Sieben, H. J.: 575, 579

Siefer, G.: 372

Siemers, H.: 355

Siller, P.: 181

Simon, R.: 179

Sirra Tobón, C.: 668

Slenczka, R.: 596

Smet, W.: 645

Sobrino, J.: 34s, 42, 52, 137, 211,

288, 378, 382, 396, 507, 510ss,

519, 648, 658, 718

Sohngen, G.: 136

Soiron, Th.: 133

Spiazzi, R.: 169s

Spinsanti, S.: 201

Spruit, L.: 278



736 Indice de autores

Indice de autores 737

Stachel, G.: 434

Steck, W.: 112

Steinkamp, H.: 664

Stendhal, K.: 67

Stenzel, A.: 465

Stolz, A.: 133

Storr, G. Chr.: 110

Strack, H. L.: 541

Strain, Ch. R.: 167

Strassoldo, R.: 682

Strathmann, M.: 386, 396

Suárez, M.: 210, 402

Sudbrack, J.: 519

Suenens, L. J.: 508, 646

Suhard, E. C.: 372

Sullerot, E.: 340

Sustar, A.: 331

Swidler, A.: 347

Swidler, L.: 347

Swoboda, H.: 229

Taborda, F.: 191

Tamayo, F.: 534

Tamayo, J. J.: 32, 141, 157, 159,

170, 263, 381, 410s, 414, 420,

522,596, 624, 628, 638s, 641, 648

Támez, E.: 355

Tarancón, V. E.: 316

Tavard, G.: 352

Teissier, H.: 244, 405

Tellechea, J. 1.: 99

Tena, P.: 289, 481, 618

Theissen, G.: 69, 80, 623

Thiele, F.: 140

Thils, G.: 103, 137,331,336,383

Thussing, M.: 34

Tihon, P.: 372, 382

Tillard, J. M. R.: 253s, 257, 289s,

312s, 319, 568ss, 574, 579, 594

Tillmann, KI.: 368

Tonini, G.: 702, 704

Tiinnis, L.: 603

Torbado, J.: 666

Torre del Greco, T. da: 169

Torres Queiruga, A.: 32, 658, 719

Totosaus, 1. M.: 444

Tracy, D.: 166, 256, 258

Tragan, P. R.: 127

Trecheras, J. L.: 700

Tresmontant, Cl.: 126

Triacca, A. M.: 440, 484

Turck, A.: 84, 446, 460, 463

Ubeda, T.: 265

Ubieta, J. A.: 74

Ullmann, W.: 92

Urbieta, J. R.: 670

Urbina, F.: 266, 328, 334, 410, 414,

708

Uriarte, J. M.: 296

Uribe, A.: 645

Useros, M.: 11,91, 170

Vagaggini, C.: 251, 258, 354, 501

Vaillancourt, R.: 480

Valadier, P.: 722

Valdés, J. de: 426

Valentini, D.: 382, 586s

Vall, H.: 303

Valladolid, J.: 444

Valle, L. G. del: 420

Vander Gucht, R.: 115, 137, 171

Vanhoye, A.: 39, 300, 316

Vanier, J.: 648

Vargas-Machuca, A.: 265, 353, 355

Varro, R.: 267, 567

Vecchi, J.: 435

Vela, J. A.: 370, 373,446,456,476,

668

Velasco, D.: 722

Vergote, A.: 489

Viau, M.: 167s, 171,223

Vidal, M.: 216

Vidales, R.: 526

Vilhauer, Ph.: 90

Vilanova, E.: 128s, 130ss, 136s, 480

Vilaplana, J.: 121

Villalmonte, A. de: 134

Villar, J. R.: 596

Villette, L.: 267

Vinatier, J.: 348

Viola, R.: 447

Vitali, M.: 335

Vitoria Cormenzana, F. J.: 32

Vives, J.: 46, 105

Vizcarra, Z. de: 324

Vogel, c.: 64, 308, 319

Vogeleisen, G.: 440, 442, 444

Vogler, W.: 70

Viilkl, R.: 664

Vorgrimler, H.: 115, 120, 137, 171,

282, 312, 314, 584

Wacker, B.: 163

Wahl, H.: 664

Warnach, V.: 660

Warren, M.: 444

Way, P. A.: 166

Weber, H. 1.: 267

Weber, L. M.: 119, 122, 170

Weber, M.: 685

Wegenast, K.: 424

Weinzierl, E.: 122

Wiederkehr, D.: 34

Wieh, H.: 603

Wikenhauser, A.: 53

Willebrands, 1. G. M.: 351

Winling, R.: 136s

Winninger, P.: 308

Wintersig, A.: 600

Zaza, M.: 409

Zerfass, R.: 108, 122, 164s, 170s,

191,206,222,337,514,664

Zevallos, N.: 511

Zevini, G.: 643

Zirnmermann, M.: 348

Zizioulas, 1. D.: 583

Zorrilla, R.: 618

Zubillaga, F.: 427

Zulehner, P. M.: 164, 175

Zumárraga, J. de: 426



INDICE GENERAL

Prólogo

Siglas

Abreviaturas

9

13

25

TEOLOGIA PRACTICA GENERAL

I. HISTORIA 29

1. LA PRAXIS DE JESÚS ..................................... 31

1. Cristología y acción pastoral ....................... 32

a) Imágenes de Jesús en la acción pastoral ........ 32

b) Imágenes de Jesús en el pueblo cristiano ....... 35

2. Modelos de Jesús en su praxis pastoral ............. 37

a) Jesús no fue «sacerdote» del templo ............ 37

b) Jesús no fue «escriba» de la ley ............... 39

c) Jesús fue «profeta» del Reino .................. 41

3. Dimensiones de la praxis de Jesús ................. 42

a) Jesús y el reinado de Dios ..................... 42

b) Jesús y sus discípulos ......................... 44

c) Jesús y Dios ................................. 46

4. La praxis de Jesús a través de sus acciones ......... 46

a) Los milagros ................................. 47

b) El perdón .................................... 48

c) La comunidad de mesa ........................ 48



740 Indice general

Indice general

741

5. Niveles de la praxis de Jesús .................... ..

a) Caridad o práctica de las manos (nivel económico).

b) Esperanza o práctica de los pies (nivel político).

c) Fe o práctica de los ojos y oídos (nivel ético-social).

2. LA ACCIÓN PASTORAL DE LA IGLESIA PRIMITIVA

1. Momento histórico y espacio humano de la Iglesia primitiva

.......................................... .

a) Momento histórico ........................... .

b) Espacio humano ............................. .

2. La misión evangélica (servicio de la palabra) ....... .

a) El kerigma cristiano ......................... .

b) La predicación del mensaje ................... .

3. La celebración litúrgica (servicio sacramental)

a) El culto como reunión ....................... .

b) La cena del Señor ........................... .

c) El bautismo cristiano ........................ .

d) El perdón de los pecados ..................... .

e) La unción a los enfermos .................... .

4. La comunidad eclesial (servicio de comunión) ...... .

a) La Iglesia del Señor ......................... .

b) La primera comunidad cristiana ............... .

c) Rasgos del movimiento comunitario primitivo .. ,

d) Unidad y variedad de comunidades primitivas ...

5. Los cristianos en la sociedad (servicio de transformación)

.......................... '" .............. .

a) Primera inculturación de la fe ................. .

b) Primeras persecuciones ...................... .

c) La Iglesia primitiva y la realidad política ...... .

3. LA ACCIÓN PASTORAL EN LA HISTORIA DE LA IGLESIA ..... .

1. Epoca primera: la acción pastoral de la Iglesia en el

imperio romano (s. II-IlI) ........................ .

a) Concepción de la Iglesia ..................... .

b) Acciones pastorales .......................... .

c) Agentes del ministerio ....................... .

2. Epoca patrística: la acción pastoral de la Iglesia del

imperio cristiano (s. IV-VII) ...................... .

a) Concepción de la Iglesia ..................... .

b) Acciones pastorales .......................... .

c) Agentes del ministerio ....................... .

49

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89

4.

3. Epoca medieval: la acción pastoral de la Iglesia de la

cristiandad (s. VIII-XV) .......................... .

a) Concepción de la Iglésia ..................... .

b) Acciones pastorales .......................... .

c) Agentes del ministerio ., ..................... .

4. Epoca moderna: la acción pastoral de la Iglesia en la

reforma y contrarreforma (s. XVI-XVII) ........... .

a) Concepción de la Iglesia ..................... .

b) Acciones pastorales .......................... .

c) Agentes del ministerio ....................... .

5. Epoca de la ilustración y del liberalismo: la acción pastoral

de la Iglesia postridentina y vaticana (s. XVIII y

XIX) ........................................... .

a) Concepción de la Iglesia ..................... .

b) Acciones pastorales .......................... .

c) Agentes del ministerio ....................... .

6. Primera mitad del s. XX: la acción pastoral de la Iglesia

previa al Vaticano II ............................. .

a) Renovación en los comienzos del s. XX ....... .

b) Cambios entre las dos guerras mundiales ...... .

c) Los movimientos contemporáneos de renovación.

HISTORIA DE LA TEOLOGíA PASTORAL .................... .

1. Nacimiento de la teología pastoral ................ .

2. Desarrollo de la teología pastoral católica .......... .

a) Primera etapa: concepción pragmática. no teológica.

b) Segunda etapa: concepción bíblica e histórico-salvífica

c) Tercera etapa: concepción eclesiológica ........ .

d) Cuarta etapa: concepción clerical ............. .

3. Desarrollo de la teología práctica protestante ....... .

a) Contribución de M. Lutero ................... .

b) Fundamentación de F. Schleiermacher ......... .

c) Evolución posterior de la teología práctica protestante

4. Renovación contemporánea de la teología pastoral católica

........................................... .

a) Etapa entre las dos guerras mundiales ......... .

b) Etapa de la posguerra última mundial ......... .

c) Etapa posconciliar ........................... .

5. La teología pastoral española hasta el Vaticano II .. .

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742

Indice general

Indice general

743

n.

TEOLOGIA 123

5. LA TEOLOGíA. TEORíA PRÁCTICA DE LA FE ............... . 125

1. De las acciones de Dios a la Escritura .............. 125

2. De la Escritura a los símbolos de fe ................ 126

3. De los símbolos de la fe a las sumas ............... 128

4. De las sumas a los manuales ...................... 130

5. De los manuales a la teología conciliar ............. 133

6. ACCIÓN PASTORAL Y REfLEXIÓN TEOLÓGICA ............. .

1. Caracteres específicos de la acción pastoral ........ .

a) La acción pastora! es acción .................. .

b) La acción pastoral es acción de los cristianos .. .

c) La acción pastoral es actualización «teándrica» de

la praxis de Jesús ............................ .

d) La acción pastora! es llevada a cabo por la Iglesia.

e) La acción pastoral intenta constituir el pueblo de

Dios en estado de comunidad ................. .

f) La acción pastora! está a! servicio del reino de Dios

2. Caracteres específicos de la reflexión teológica ..... .

a) La teología es reflexión crítica ................ .

b) La teología es reflexión sobre el Dios revelado en

Jesucristo a través de una historia que explicita la

Escritura .................................... .

c) La teología es una reflexión dentro de la tradición

que ayuda a realizar la misión de la Iglesia en el

mundo ...................................... .

d) La teología entera debe tener dinamismo pastoral

3. Relaciones entre la acción pastoral y la reflexión teológica

.......................................... .

a) Acción y reflexión pastoral ................... .

b) La acción pastoral necesita reflexión teológica ..

c) La reflexión teológica precisa sentido pastoral ...

d) Son dos funciones distintas, pero compenetradas.

7. CONCEPCIONES DE LA TEOLOGíA PRÁCTICA .............. .

1. Teología práctica como teoría de la práctica sacerdotal.

a) Es recetario práctico ......................... .

b) Es propia del régimen de cristiandad .......... .

c) Posee un sello enteramente clerical ............ .

d) Cristaliza en el espíritu del nacional-catolicismo.

e) Se identifica con la «cura de almas» .......... .

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153

8.

2. Teología práctica como teología de la acción eclesial.

a) Es una eclesiología dinámica o en acción ...... .

b) Se basa en las acciones eclesia1es ............. .

c) Es una reflexión sin referencia directa a la praxis

153

154

154

transformadora de la realidad .................. 155

3. Teología práctica como teología de la praxis de liberación

. . . . . . . . . .... . . . . . . .. . . . . . . . . .. .. . . . . . . . . . . 156

a) Es teología política con dimensión sapiencial y profética

.............. , ............. , . .. .... .. . . 156

b) Es teología de la praxis de liberación de los oprimidos

de este mundo ......................... 157

c) Es teología que articula la praxis histórica de la fe

con la inteligencia de la fe y de la caridad ..... .

d) Es teología de la praxis histórica como acción liberadora

integral ............................ .

e) El sujeto de esta teología es la Iglesia como comunidad

eclesial de base ..................... .

f) Conclusión: es teología práctica desde la praxis de

liberación y a su servicio ..................... .

4. Teologías prácticas recientes ...................... .

a) Alemania ................................... .

b) Estados Unidos ............................. .

c)

d)

e)

Francia y Canadá ............................ .

Italia ....................................... .

España

TEOLOGíA DE LA PRAXIS

1. La categoría praxis .............................. .

a) El término praxis ............................ .

b) El binomio teoría-praxis ..................... .

c) Conciencia de la praxis ...................... .

d) Rasgos de la praxis .......................... .

e) Etica de la praxis ............................ .

f) Tipos de praxis .............................. .

2. Fe y praxis .......................... , .......... .

a) Praxis y tradición cristiana ................... .

b) Actitudes cristianas ante la praxis ............. .

c) Carácter práctico de la verdad ............... ..

d) Carácter práctico de la fe .................... .

3. Teología y praxis ................................ .

a) Teología de la práctica ....................... .

b) Práctica de la teología ....................... .

c) ¿Hay praxis cristiana? ........................ .

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744 Indice general

Indice general

745

9. MÉTODO DE LA TEOLOGíA PRÁCTICA 193

1. Método en teología ............................... 194

a) Qué entendemos por método ................... 194

b) Método para hacer teología .................... 195

c) Dimensiones de la teología .................... 198

2. Método en la teología práctica ..................... 199

a) Presupuestos de la teología práctica ............ 199

b)' Método inductivo de la revisión de vida ........ 200

c) Método empírico y crítico ..................... 203

3. Método de la praxis pastoral ....................... 204

a) La observación pastoral ....................... 204

b) La interpretación pastoral . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 205

c) La planificación pastoral ...................... 207

12. UNIDAD y PLURALIDAD EN LA ACCIÓN PASTORAL

1. El pluralismo social ..............................

a) Vigencia del pluralismo .......................

b) La tensión unidad-pluralismo ..................

c) La sociedad pluralista .........................

d) La Iglesia ante el pluralismo social .............

2. La pluralidad eclesial .............................

a) Diálogo ecuménico ...........................

b) Diversidad intraeclesial .......................

3. La pluralidad teológica ............................

a) Su aparición y novedad .......................

b) La tensión teología-magisterio .................

4. El pluralismo pastoral .............................

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III. PRACTICA 213

13. MODELOS DE IGLESIA y DE ACCIÓN PASTORAL ........... .

259

lO.

LAS ACCIONES PASTORALES

l. División tripartita de la acción pastoral ............ .

a) Fundamentación neotestamentaria del triple oficio.

b) Visión patrística del triple oficio de Cristo ..... .

c) Evolución teológica del triple oficio ........... .

2. Nueva estructuración de la acción pastoral ......... .

3. División cuatripartita de la acción pastoral ......... .

a) La misión profética o pastoral de la palabra

(«martyría») ............................... .

b) La fraternidad vivida o pastoral comunitaria «<koinonía»)

..................................... .

c) La vida sacramental o pastoral litúrgica «<ieitourgía»)

....................................... .

d) El compromiso liberador o pastoral social (<<diakonía»)

..................................... .

215

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221

223

11. PASTORAL DE CONJUNTO ............................... 229

1. Historia de la pastoral de conjunto ................ .

2. Naturaleza de la pastoral de conjunto ..•............

3. Planificación de la pastoral de conjunto ............ .

4. Estructuras de la pastoral de conjunto ............. .

a) Nivel diocesano ............................. .

b) Nivel infradiocesano ......................... .

c) Nivel supradiocesano

224

225

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234

238

241

1. El fenómeno de los modelos de Iglesia ............ .

a) Imágenes, modelos y paradigmas de Iglesia .... .

b) Aparición de nuevos modelos de Iglesia ....... .

c) Justificación de los diversos modelos de Iglesia.

2. Modelos eclesiales y pastorales ................... .

a) Pastoral de cristiandad - pastoral misionera .... .

b) Evangelización - sacramentalización ........... .

c) Iglesia «gran institución» - Iglesia «red de comunidades»

.................................... .

3. Tendencias pastorales ............................ .

a) Pastoral de antigua cristiandad ................ .

b) Pastoral de nueva cristiandad ................. .

c) Pastoral misionera ........................... .

d) Pastoral liberadora ........................... .

4. Criterios para un modelo operativo de acción pastoral.

a) Hay, de hecho, modelos pastorales diferentes y aún

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contrapuestos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 275

b) Los programas pastorales de la jerarquía, sin la

participación de las bases, resultan escasamente

operativos .................................. . 276

c) Condiciones mínimas de un modelo de pastoral

operativo

277



746 Indice general

Indice general

747

IV.

AGENTES

279

16. Los LAICOS CRISTIANOS ............................... .

317

14. EL MINISTERIO ECLESIAL .............................. .

1. Funciones ministeriales de la Iglesia primitiva ...... .

a) La diakonía cristiana como ministerio ......... .

b) Ministerios principales de la Iglesia primitiva .. .

2. Renovación ministerial posconciliar ............... .

a) Promoción del laicado al ministerio ........... .

b) Cambio de lenguaje en el ministerio .......... .

3. Criterios básicos del ministerio cristiano ........... .

a) El contenido del ministerio precede a la persona

del ministro ................................. .

b) El anuncio del evangelio y la edificación de la Iglesia

son tareas básicas y comunes .............. .

c) El binomio comunidad-ministerio sustituye al de

sacerdocio-laicado ........................... .

4. Nuevos ministerios no ordenados ................. .

a) Descripción ................................. .

b) Ejemplos ................................... .

c) Rasgos básicos .............................. .

15. EL MINISTERIO ORDENADO

l. Crisis del ministerio presbiteral ................... .

a) Principales manifestaciones ................... .

b) Causas de la crisis ........................... .

2. Génesis e historia del ministerio presbiteral ........ .

a) De los ministerios al sacerdocio ............... .

b) Del sacerdocio al presbiterado ................ .

3. Teología del ministerio presbiteral ................ .

a) Es un ministerio mayor ...................... .

b) Es un carisma ligado a una tarea pastoral ...... .

c) La ordenación está en relación con una Iglesia loca!

d) La tarea del ministerio ordenado es presidir la edificación

de la comunidad ..................... .

4. Problemas concretos del ministerio presbiteral ...... .

a) El celibato de los sacerdotes .................. .

b) La ordenación sacerdotal para siempre ......... .

c) La presidencia de la eucaristía ................ .

5. El ministerio de los obispos ...................... .

a) Origen del ministerio episcopal ............... .

b) Rasgos del ministerio episcopal ............... .

6. El ministerio de los diáconos ..................... .

a) Restauración del diaconado ................... .

b) Características del diaconado ................. .

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314

314

315

1.

l. Orígenes del laicado cristiano ..................... .

2. Evolución histórica del laicado cristiano ........... .

3. El laicado cristiano antes del Vaticano II .......... .

a) El apostolado seglar ......................... .

b) La Acción Católica .......................... .

c) La Acción Católica española .................. .

4. El laicado cristiano a la luz del Vaticano II ........ .

a) Relación con Cristo: fundamento sacramental .. .

b) Relación con la Iglesia: misión y ministerialidad.

c) Relación con el mundo: índole secular ......... .

5. El laicado cristiano en las discusiones teológicas ... .

6. El laicado cristiano según el magisterio después del

Concilio

17. LA MUJER EN LA IGLESIA .............................. .

1. Condición de la mujer en la sociedad .............. .

2. Condición de la mujer en la Iglesia ............... .

3. La mujer en la Iglesia a la luz del magisterio ...... .

4. El ministerio de la mujer en las Iglesias protestantes .

5. El ministerio de la mujer en la Iglesia primitiva .....

MISION (KERIGMA)

18. LA EVANGELIZACIÓN

TEOLOGIA PRACTICA ESPECIAL

l. El ministerio de la palabra ....................... .

a) La palabra humana .......................... .

b) La palabra de Dios .......................... .

2. Rasgos del ministerio de la palabra ................ .

a) Es ministerio profético ....................... .

b) Está a! servicio de la fe ...................... .

c) Es básicamente evangelización y catequesis .... .

3. Los términos evangelización y misión ............. .

a) Evangelización .............................. .

b) Misión ..................................... .

4. De las misiones a la misión ...................... .

a) Las misiones modernas ...................... .

b) Las aportaciones del Vaticano II .............. .

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748

Indice general

Indice general

749

19.

20.

5. De la misión a la evangelización .................. .

a) El aporte del Sínodo de 1974 ................ ..

b) La evolución posterior ....................... .

6. Qué es evangelizar .............................. .

a) Evangelizar es testimoniar la buena noticia ..... .

b) Buena noticia desde Jesús en relación a los pobres

c) Mediante palabras y hechos .................. .

d) Con el propósito de fomentar la conversión y la

liberación ................................... .

e) En las condiciones culturales presentes ........ .

7. Exigencias de la evangelización ................... .

a) Primacía del Dios del reino y del reino de Dios

b) La asunción de la realidad social, exigencia de

transformación .............................. .

c) La presencia en la realidad social: levadura en la masa

d) La <<inculturación» de la fe: pluralismo en la unidad

EL TESTIMONIO

1.

2.

3.

Actualidad del testimonio

Dimensiones del testimonio

a) Dimensión empmca

b) Diniensión judicial

c) Dimensión ética

El testimonio de Jesús

a) Jesús es procesado ........................... .

b) Jesús nos procesa ............................ .

c) Jesús, testigo de Dios ........................ .

4. El testimonio cristiano ........................... .

a) Testimonio profético ......................... .

b) Testimonio de revelación ..................... .

c) Testimonio de fe ............................ .

d) Testimonio de verdad ........................ .

e) Testimonio de credibilidad ................... .

5. Los cristianos, testigos del Testigo ................ .

a) Testigos de la vida frente a las amenazas de la

muerte ...................................... .

b) Testigos de la verdad frente a las insidias de la

mentira

EL DIÁLOGO ......................................... .

1.

2.

Actualidad del diálogo

Naturaleza del diálogo

374

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377

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397

397

398

3. Imperativos del diálogo .......................... .

4. Ambitos del diálogo ............................. .

5. Prioridades del diálogo ........................... .

6. El diálogo en la evangelización ................... .

2l. EL COMPROMISO

1. Significado del término militante .................. .

2. Rasgos de la militancia cristiana .................. .

a) La militancia cristiana se origina en el ámbito seglar

b) La militancia cristiana se basa en una fe encamada

d) La militancia cristiana se expresa en el compromiso

e) El consiliario, forjador de militantes cristianos ..

3. Transformación de la militancia cristiana .......... .

a) De la militancia religiosa a la militancia política .

b) De los movimientos apostólicos a las comunidades

de base ..................................... .

4. La militancia y el compromiso en la acción política.

a) Todas las realidades humanas poseen una dimensión

política ................................. .

b) La participación política concierne a todos los ciudadanos

.................................... .

c) La neutralidad política es imposible ........... .

d) No todas las visiones políticas son legítimas ... .

5. Relaciones entre fe y política .................... ..

a) La fe y la política no son magnitudes absolutamente

separables .................................. .

b) La fe y la política no son magnitudes totalmente

identificables ................................ .

c) La fe y la política son instancias concurrentes

n. CATEQUESIS (DIDASKALIA) ............................ .

22. LA CATEQUESIS

l. El término catequesis ............................ .

2. La época de los catecismos ....................... .

3. Renovación contemporánea de la catequesis ........ .

a) El movimiento catequético antes del Concilio .. .

b) La renovación catequética a partir del Vaticano n

4. Naturaleza de la catequesis ....................... .

a) Es iniciación a la fe y educación de la fe ...... .

b) Se relaciona estrechamente con la evangelización.

c) Difiere de la enseñanza religiosa escolar ....... .

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Indice general

Indice general 751

5. Dimensiones de la catequesis ..................... .

a) Es educación de la fe entendida como asentimiento

y compromiso ............................... .

b) Es educación global y sistemática de la fe ..... .

c) Tiene en cuenta la experiencia ................ .

d) Es celebración de la fe e iniciación a la liturgia .

e) Posee una dimensión política ................. .

f) Es ministerio llevado a cabo en comunidad .... .

6. La nueva catequesis

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IlI.

d) Dirigido a convertidos ....................... .

e) En el seno de una comunidad eclesial ......... .

f) Por medio de una regeneración sacramental .... .

4. Conclusiones pastorales .......................... .

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474

LITURGIA (LEITOURGIA) 477

25. PASTORAL LITÚRGICA .................................. 479

23.

24.

LA CASTEQUESIS DE ADULTOS

l. Actualidad de la catequesis de adultos ............. .

a) Sentido de la catequesis ...................... .

b) Decadencia y renovación de la catequesis de adultos

c) Expansión de la catequesis de adultos ......... .

2. Rasgos de la catequesis de adultos ................ .

a) Es catequesis que toma en serio la vida adulta ..

b) Es catequesis de adultos cuestionados por la fe

c) Es catequesis de fe adulta en comunidad de creyentes

...................................... .

3. Modelos de catequesis de adultos ................. .

a) Catequesis como instrucción religiosa (El catequizando

como objeto que se moldea) ............ .

b) Catequesis como educación personal cristiana (El

catequizando como sujeto que comparte) ...... .

c) Catequesis como proceso cristiano de liberación (El

catequizando como agente de transformación) ...

EL CATECUMENADO

l. El catecumenado antiguo ......................... .

a) Origen ...................................... .

b) Desarrollo .................................. .

c) Constitutivos ................................ .

d) Criterios

2. El catecumenado actual .......................... .

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a) Restauración . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 466

b) Descripción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 467

3. Constitutivos del catecumenado .................... 468

a) Iniciación religiosa . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 469

b) Proceso educativo cristiano .................... 470

c) Enmarcado por unas etapas .................... 471

1.

2.

3.

4.

5.

Presupuestos de la pastoral litúrgica ............... .

a) La liturgia es ortodoxia y ortopraxis ........... .

b) La liturgia es celebración de la asamblea cristiana

c) La palabra de Dios da espíritu a la liturgia ..... .

Naturaleza de la pastoral litúrgica ................. .

a) La pastoral litúrgica pretende que el pueblo participe

........................................ .

b) La liturgia exige el ejercicio de una pastoral ... .

c) La pastoral litúrgica es parte de la acción pastoral

Exigencias de la pastoral litúrgica ................. .

a) Comprensión del fenómeno sacramental ....... .

b) No instrumentalizar la liturgia ................ .

c) Guardar equilibrio entre la liturgia de la palabra y

la liturgia del sacramento ..................... .

d) Creación de la realidad comunitaria ........... .

e) Promoción de genuinidad celebrativa .......... .

Directrices prácticas de la pastoral litúrgica ........ .

a) Fijar la estructura de la celebración ........... .

b) Tener en cuenta la pedagogía circular ......... .

c) Inculturar la acción litúrgica .................. .

d) Apreciar el gesto corporal .................... .

e) Preparar previamente la celebración ........... .

f) Ambientar el lugar de la celebracióri .......... .

g) Fomentar la creatividad ...................... .

Balance de la pastoral litúrgica posconciliar ........ .

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26. LA ORACIÓN LITÚRGICA ................................ 503

1. Etapas de renovación . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 503

a) Tiempo preconciliar . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 504

b) Epoca conciliar . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 505

c) Años de transición ............................ 506

d) Situación presente ....... . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 507



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Indice general

Indice general 753

2. Aportaciones posconciliares . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 508

a) La oración grupal carismática .................. 508

b) La oración comunitaria liberadora .............. 509

c) Los grupos de oración con dimensión litúrgica .. 512

d) La oración de la Liturgia de las horas .......... 514

3. Deseos manifestados .............................. 516

a) Necesidad de celebrar litúrgicamente ........... 516

b) Necesidad de orar en la celebración ............ 517

c) Verdad-comunicación ... . . .... ... .. . .. . .. . . . . . 556

d) Mensaje-situación . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 556

6. Práctica de la homilía ............................. 557

a) La preparación de la predicación ............... 557

b) El tema de la homilía ......................... 558

c) El lenguaje de la predicación .................. 559

d) Planificación de las homilías .................. 559

27.

EL CATOLICISMO POPULAR

521

IV.

COMUNIDAD (KOINONIA) 563

28.

1. Actualidad del catolicismo popular ................ .

2. El pueblo, sujeto del catolicismo popular .......... .

3. La cultura popular, expresión vital del pueblo ...... .

4. El catolicismo popular, alma de la cultura del pueblo

a) Descripción ................................. .

b) Interpretaciones ............................. .

c) Valoración .................................. .

d) Pervivencia ................................. .

5. La sacramentalidad, núcleo del catolicismo popular.

a) Derroteros negativos de la sacramentalidad popular .

b) Intuiciones positivas de la sacramentalidad popular .

6. Pastoral del catolicismo popular ................... .

a) Actitudes pastorales incorrectas ............... .

b) Hacia una pastoral correcta ................... .

LA PREDICACIÓN

1. Evolución de la predicación ...................... .

2. Situación actual de la predicación ................. .

3. Naturaleza de la homilía ......................... .

a) Es servicio del misterio litúrgico que se celebra .. .

b) Es servicio de la palabra de Dios que se proclama

d) Es servicio del pueblo de Dios reunido en asamblea

4. Modelos de predicación .......................... .

a) Modelos básicos: el sermón y la homilía ....... .

b) Modelos según tendencias pastorales .......... .

c) Modelos según necesidades de los oyentes ..... .

d) Modelos según el grado de fe y de religiosidad .

e) Modelos según la comunicación .............. .

5. Correlaciones de la predicación ................... .

a) Hermenéutica bíblica-hermenéutica política

b) Predicador-oyente ........................... .

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29. LA COMUNIÓN ECLESIAL

1. Reducciones de la comunión eclesial .............. .

a) La reducción sacramental .................... .

b) La reducción eclesial ........................ .

2. Teología de la comunión eclesial .................. .

a) Semántica de la comunión .................... .

b) Hermenéutica de la comunión ................ .

3. Criterios reguladores de la comunión eclesial ....... .

a) Comunión de fe ............................. .

b) Comunión sacramental ....................... .

c) Comunión fraternal .......................... .

d) Comunión de bienes ......................... .

e) Comunión intereclesial ....................... .

f) Comunión jerárquica ......................... .

4. Pastoral de la comunión eclesial .................. .

a) La Iglesia en clave de comunión .............. .

b) La comunión eclesial en el ordenamiento jurídico

c) La comunión en la eucaristía ................. .

d) Bienes en común y comunicación de bienes .... .

e) Tensiones y dificultades de la comunión eclesial

30. LA IGLESIA LOCAL

1. La Iglesia por su origen y desarrollo es local y universal

a) Origen y primer desarrollo de la Iglesia local ...

b) Desarrollo posterior de la Iglesia universal romana

2. Aportaciones del Vaticano II sobre la Iglesia local .. .

a) Textos ...................................... .

b) Vocabulario ................................. .

3. Teología de la Iglesia local ...................... ..

a) Es realización de la Iglesia universal en un lugar:

es plenamente Iglesia ........................ .

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754 Indice general

Indice general

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b) Es Iglesia bajo el ministerio episcopal: no es toda

la Iglesia ................................... .

c) Es encarnación de la Iglesia en un espacio cultural

4. Rasgos pastorales de la Iglesia local ............... .

a) Liturgia inculturada .......................... .

b) Responsables indígenas ...................... .

c) Reflexión teológica propia .................... .

d) Resumen: elementos constitutivos básicos ...... .

31. LA PARROQUIA

1. Evolución de la realidad parroquial ................ .

a) Origen de la parroquia ....................... .

b) Configuración canónica de la parroquia ........ .

c) Intentos modernos de renovación parroquial .... .

d) Semanas y congresos sobre la parroquia ....... .

2. Qué es la parroquia .............................. .

a) Concepción canónica ........................ .

b) Concepción teológica ........................ .

c) Concepción pastoral ......................... .

3. Tipos de parroquia ............... " ....... , ..... .

a) Parroquia preconciliar de pastoral de cristiandad .

b) Parroquia conciliar de pastoral de conservación.

c) Parroquia posconciliar de pastoral misionera y liberadora

.................................... .

4. Posibilidades de la parroquia ..................... .

a) Acogida para responder a las demandas ........ .

b) Educación religiosa en todos sus niveles ....... .

c) EvangelizaciÓn del sentimiento religioso ....... .

d) Celebración evangélica de los sacramentos de la fe

e) Realización del proyecto cristiano de globalidad .

5. Problemas de la parroquia ........................ .

a) El conservadurismo tradicional ................ .

b) El sacramentalismo ritual .................... .

c) La heterogeneidad ideológica ................. .

d) La neutralidad política ....................... .

e) La encamación en un espacio humano ......... .

6. Renovación de la parroquia ....................... .

a) Trazar una línea pastoral de talante comunitario .

b) Promover un equipo de responsables .......... .

c) Favorecer la creación de grupos y sus relaciones .

d) Dar primacía a la pastoral catecumenal ........ .

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V.

e) Fomentar el sentido de la asamblea

f) Dar primacía a la evangelización y al compromiso

social ....................................... .

32. LA COMUNIDAD CRISTIANA ............................ .

1. El fenómeno comunitario cristiano ................ .

2. Orígenes del fenómeno comunitario ............... .

a) En América Latina .......................... .

b) En España .................................. .

3. Rasgos de la comunidad cristiana ................. .

a) Grupo social de base ......................... .

b) De naturaleza eclesial ........................ .

c) Formado por creyentes iniciados y adultos en la fe

d) Con un compromiso evangelizador y transformador

e) Una liturgia viva, cuyo sujeto es la asamblea .. .

f) Un ministerio corresponsable compartido ...... .

4. Modelos de comunidades cristianas ............... .

a) El modelo popular ........................... .

b) El modelo neocatecumenal ................... .

c) El modelo carismático ....................... .

Conclusión

SERVICIOS (DIAKONIA)

33. LA DIACONíA CRISTIANA .............................. .

1. Significado del término diaconía .................. .

2. La Iglesia, comunidad de servicio ................. .

3. La diaconía, servicio fundamental de los pobres .... .

a) La opción por los pobres ..................... .

b) Bienes en común y comunicación cristiana de bienes

......................................... .

4. El servicio de la caridad ......................... .

a) Sentido de la caridad ........................ .

b) Desarrollo histórico de la pastoral caritativa .... .

c) Cáritas ..................................... .

34. SERCICIOS PASTORALES ESPECIALES

1. Servicios pastorales según la edades de la vida ..... .

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756 Indice general

Indice general

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a) Pastoral de juventud ......................... .

b) Pastoral de la tercera edad .................... .

2. Servicios pastorales según el modo de vida urbano o

rural ........................................... .

a) Pastoral urbana .............................. .

b) Pastoral rural ............................... .

3. Servicios pastorales según ámbitos especiales

a) Pastoral sanitaria ............................ .

b) Pastoral penitenciaria ........................ .

c) Pastoral de emigración ....................... .

d) Pastoral del turismo ......................... .

e) Pastoral castrense ............................ .

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Indice de

3. Criterios pastorales sobre el papel de la Iglesia en la

sociedad ........................................ .

a) Compromiso de los creyentes con la práctica de la

b)

c)

d)

autores

justicia ..................................... .

Evangelización de los creyentes no practicantes .

Testimonio cristiano con los indiferentes e increyentes

...................................... .

Funciones actuales de la Iglesia en la sociedad ..

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35. LAS INSTITUCIONES EN LA ACCIÓN PASTORAL ............ .

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l. Institucionalización de la religión ................. .

a) Concepto de institución ...................... .

b) La institución religiosa ....................... .

c) Los «dilemas» de la religión institucionalizada ..

2. El proceso de institucionalización en la Iglesia ..... .

3. La institución básica de la «ecclesia» .............. .

4. Las instituciones eclesiales o eclesiásticas .......... .

5. Las intituciones temporales cristianas .............. .

a) Descripción ................................. .

b) Justificación ................................ .

c) Juicio crítico ................................ .

d) Tipos de instituciones temporales cristianas .... .

6. Presencia pública de los cristianos en la sociedad ... .

a) Nuevo estilo de presencia cristiana ............ .

b) Doble estrategia pastoral de la presencia cristiana .

36. MISIÓN DE LA IGLESIA EN LA SOCIEDAD ................. .

l. Diagnóstico del catolicismo español ............... .

a) Rasgos peculiares heredados .................. .

b) Problemas actuales planteados ................ .

2. Prioridades pastorales de la Iglesia en la sociedad .. .

a) Optar por los pobres en una sociedad inhumana e

injusta ................... , .................. .

b) Dar razones de esperanza a una vida sin dirección

ni sentido ................................... .

c) Ofrecer ámbitos de comunidad ante una nueva exal-

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tación del individualismo ...................... 714

e) Dar testimonio de fe en una situación generalizada

de indiferencia ....... . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 716



JUAN DE SAHAGUN LUCAS HERNANDEZ

LAS DIMENSIONES DEL HOMBRE

Antropología filosófica

1. ANTROPOLOGIA FILOSOFICA y CIENCIAS DEL HOMBRE

1. Humanismo y filosofía del hombre

2. El problema de la antropología filosófica

3. Antropología filosófica y ciencias del hombre

4. Contenido y tarea de la antropología filosófica

n. EL METODO DE LA ANTROPOLOGIA FILOSOF[CA

5. Consideraciones generales

6. Procedimiento fenomenológico reflexivo

7. El diálogo como momento metodológico

III. HISTORIA DE LA ANTROPOLOGIA FILOSOFICA

8. Origen de la antropología filosófica

9. Conocimiento filosófico del hombre

IV. DIMENSION COSMICA DEL HOMBRE

10. Concepción unitaria del ser hombre

11. El espíritu y el cuerpo en el hombre

12. Génesis del hombre: hominización

V. EL SER DEL HOMBRE. LA PERSONA HUMANA

13. El hombre, ser personal

14. Condiciones existenciales de la persona humana

VI. PROPIEDADES ESENCIALES DE LA PERSONA HUMANA

15. La libertad en el hombre

16. La historicidad del hombre

VII. DIMENSION TRASCENDENTE DEL HOMBRE

17. La cuestión del sentido

18. Dios en la perspectiva del hombre

19. El futuro absoluto del hombre: muerte, inmortalidad, resurrección

• Cualquier problema referente a la vida humana hay que considerarlo,

por encima de las perspectivas parciales de orden biológico o psicológico,

demográfico o sociológico, a la luz de una visión integral del hombre y de

su vocación no sólo natural y terrena, sino también sobrenatural y eterna

(Pablo VI)

Lux mundi, 73 - 268 págs. - ISBN 84-301-1294-4

EDICIONES SIGUEME - Apartado 332 - E-37080 SALAMANCA/ESPAÑA



COLECCION LUX MUNDI

73. Las dimensiones del hombre

por J. de S. Lucas

72. La iniciación cristiana

por D. Borobio

71. Eclesiología

porM. Kehl

70. Escatología

porM. Kehl

67. Moral conflictiva

por U. Sánchez

66. Madurez y sexualidad

por P. Trevijano

65. La resurrección de Jesús

por H. Kessler

61. Existencia y santidad en Jesucristo

porGo Thils

59. La celebración en la Iglesia 111

por D. Borobio (dir.)

58. La celebración en la Iglesia 11

por D. Borobio (dir.)

57. La celebración en la Iglesia I

por D. Borobio (dir.)

EDICIONES SIGUEME


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