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pueblo que le conociera en la verdad y le sirviera santamente. Eligió, pues, a Israel

como pueblo suyo, hizo una alianza con él y lo instruyó gradualmente (…). Todo

esto sucedió, no obstante como preparación y figura de aquella alianza nueva y

perfecta que iba a realizar en Cristo (…), es decir, el nuevo testamento en su

sangre , convocando a las gentes de entre los judíos y los gentiles para que

crecieran en unidad, no según la carne, sino el Espíritu, y constituyeran el nuevo

Pueblo de Dios (…). Este pueblo mesiánico tiene por Cabeza a Cristo (…). Tiene por

condición la dignidad y libertad de los hijos de Dios, en cuyos corazones habita el

Espíritu Santo como un templo. Tiene por ley el mandamiento nuevo del amor,

como el mismo Dios en la tierra, hasta que sea consumado por Él mismo al fin de

los tiempos” (L.G. 9).

La anterior citación nos deja ver cómo la imagen de Pueblo de Dios hace una elevación

del hombre a lo sobrenatural afectando la dimensión individual y social del ser humano,

es decir, que el Pueblo de Dios es constituido por cada individuo y a sus vez cada uno

forman un todo que los hace ser el Pueblo de Dios.

El C.E.C. en su numeral 782 muestra cómo los componentes religiosos, étnicos, políticos,

culturales e históricos hacen parte del Pueblo de Dios, dándose así el componen social

del que hablábamos en el párrafo anterior.

El derecho canónico muestra cómo los miembros del Pueblo de Dios hacen parte de un

mismo linaje, no desde la carne o la circuncisión como en el Antiguo Testamento, sino del

“Agua y del Espíritu” (Jn. 3, 3-5), esto por haber renacido mediante la fe y el bautismo

como hijos de Dios en Cristo Jesús.

Quienes son bautizados son entonces, reconocidos como hermanos entre sí, hijos de Dios

y templos del Espíritu Santo (L.G. 9).

El Concilio Vaticano II en la imagen que utiliza de Pueblo de Dios resalta como

características propias de la Iglesia: la unidad que forman todos los fieles, la igualdad

fundamental por encima de cualquier diversidad, la solidaridad existente entre los

bautizados, sus bienes y objetivos comunes y la socialidad que pone a la Iglesia como un

cuerpo unitario y orgánico, del cual surge la comunión existente en el Iglesia.

LA COMUNIÓN EN LA IGLESIA

Quien es bautizado se encuentra en plena comunión con la Iglesia, lo cual se manifiesta

en el tener el Espíritu Santo y la unión a la estructura visible de la Iglesia que es regida

por el Pontífice, obispos, mediante el vínculo de la fe, los sacramentos, de régimen

eclesiástico y de comunión (Canon 205).

En la comunión eclesial pueden distinguirse dos dimensiones: una primera que es la

comunión invisible o mística que es la unión de los hombres con el Padre por Cristo y el

Espíritu Santo, lo cual supone la gracia santificante, la práctica de la caridad y las otras

virtudes teologales; una segunda que es la comunión visible o jurídica que es la profesión

de la fe recibida, celebrar dicha fe mediante el culto divino: sacramentos.

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