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Ariadna, la hija de Minos, se enamoró de Teseo y le hizo<br />
dos regalos: una espada para defenderse del monstruo y un<br />
ovillo de lana para atarlo en la entrada e ir desenrollándolo<br />
a medida que se internaba en el laberinto. Así, tras matar al<br />
Minotauro, Teseo pudo encontrar el camino de vuelta gracias<br />
al hilo de Ariadna y volver victorioso a Atenas.<br />
El vuelo de Ícaro<br />
Cuando el laberinto estuvo acabado, Dédalo le envió la factura<br />
al rey Minos. Cuando el rey vio el precio, decidió ahorrarse el<br />
dinero encerrando a Dédalo y a su hijo Ícaro en el laberinto<br />
para que fuesen la cena del Minotauro.<br />
Dédalo, perdido en la prisión que él mismo había construido,<br />
encontró un viejo nido de águila lleno de plumas. Con ellas<br />
fabricó unas alas, usando cera de abeja para unir las plumas a<br />
una estructura de madera de su invención. Cuando tuvo listos<br />
dos pares de alas, padre e hijo abandonaron el laberinto por los<br />
aires y emprendieron el camino a casa sobrevolando el mar. Antes<br />
de partir, Dédalo advirtió a su hijo que no volase demasiado<br />
alto. Ícaro no le hizo caso a su padre, porque estaba demasiado<br />
entusiasmado con eso de volar. Voló tan arriba que el calor del<br />
sol derritió la cera y las plumas se despegaron, lo que causó que<br />
Ícaro cayera al mar y muriera ahogado.